Hoja parroquial Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
N.º 22 • VIII Domingo Ordinario, Ciclo B • 27 de Mayo de 2012
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El Espíritu de Pentecostés
A
l celebrar hoy la fiesta de Pentecostés, nuestra atención vuelve a concentrarse en esa figura siempre misteriosa y difícil de captar que se llama Espíritu Santo. Lo cierto es que, si Pentecostés es, litúrgicamente, una fiesta tan importante como la de Pascua y de mayor relieve que la misma Navidad, sin embargo –en la práctica–, ha pasado a ser un domingo más en la vida de los países llamados cristianos. La piedad cristiana popular se ha centrado en el Niño Jesús, nacido en Belén, así como en el Cristo muerto en la cruz; y –justo es decirlo– Pascua y Pentecostés, los dos grandes ejes de la fe cristiana, no gozan hoy del mismo favor que gozaron en los primeros tiempos del cristianismo. Todo ello podría resultar sintomático a la hora de analizar el contenido de la fe cristiana, tal como la vivimos en nuestro pueblo, ya que, precisamente, los elementos más espirituales de la fe –Resurrección y Espíritu Santo– han sido suplantados por los elementos más concretos y, si se quiere, sentimentales: Nacimiento y Muerte de Jesús. Podríamos, así, aventurarnos a preguntar si no es ésta una de las causas por las que se ha puesto tanto énfasis en los aspectos exteriores, formales y materiales del cristianismo, mientras se descuidó su mismo espíritu, su mentalidad abierta y pluralista, su
mística de empuje y la sublimación de las características cultualistas y jurídicas propias de toda religión. Tomando en su conjunto la narración de los Hechos de los Apóstoles, nos damos cuenta inmediatamente de que no pretende narrar un hecho concreto, sino que su intención es mostrarnos cuál ha de ser el espíritu del cristianismo, ahora que con él se inicia la nueva era anunciada por los profetas, la nueva era de un “proyecto cristiano” cuya proyección –valga la redundancia– resulta absolutamente insospechada para quienes no miramos más allá de las cuatro paredes de nuestro templo, grupo o iglesia. La característica fundamental del cristianismo es su universalidad; es la universalidad del Espíritu... Lucas parece dividir la historia humana en dos tiempos: antes del Espíritu y después del Espíritu. Antes del Espíritu –es la era de las religiones raciales–, la humanidad aparece dividida entre sí, separada por las barreras de la raza, de la cultura, de la historia, de la religión... Es la era de Babel: los hombres no logran entenderse; prima la ambición sobre el deseo de comunión y de cooperación. Lucas, teniendo en cuenta el mapa de su época, nos muestra a los partos y a los romanos, dos enemigos acérrimos; a los judíos y a los árabes; a los egipcios y a los babilonios; habitantes de las islas y los de tierra firme; de
Oriente y de Occidente. Todos ellos son los protagonistas de una larga historia de guerras, de odio, de persecuciones, de destierro y de exterminio. Cada uno de ellos habla su propia lengua,sininterésalgunoporaprender la lengua de los demás, por ver el punto de vista del otro, por enriquecerse con los elementos culturales de quienes viven más allá de sus fronteras... Y llega el Espíritu. Ahora debe morir Babel y su confusión, para que nazcalacomunidadhumana,animada Continúa en la página 3
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