Hoja parroquial Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
N.º 9 • I Domingo de Cuaresma, Ciclo B • 26 de Febrero de 2012
Fundada el 4 de junio de 1930. Registro postal: IM14-0019, impresos depositados por sus editores o agentes. INDA-04-2007-103013575500-106
Cuaresma: camino de Conversión
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oda la Iglesia se ha puesto en camino, en la senda de la propia conversión, para poder celebrar, en comunión, la Resurrección del Señor Jesús. Si el pasado miércoles, el Miércoles de Ceniza, las Lecturas nos proponían un plan de vida basado en la oración intensa y sincera, la solidaridad fraterna y la sobriedad personal, hoy se nos estimula en la misma dirección, tomando como punto de apoyo la alianza que Dios ha sellado con el hombre: una alianza a favor de la vida. Dios se compromete no sólo a conservarla sino también a darle plenitud. El pecado del hombre jamás provocará la ira de Dios; al contrario: por encima de la ingratitud del hombre, resplandece el amor y la misericordia de Él. La iniciativa bondadosa y amorosa de Dios no tendrá ningún límite. Como el arcoíris va de un extremo al otro de la tierra, del mismo modo, el desvelo y la solicitud de Dios para con los hombres no conocerá ninguna frontera. El hombre puede respirar tranquilo. Dios sale como fiador suyo. Esta es la rectitud verdadera: renovar la vida de todas las criaturas. Así, también, quien favorece la calidad de vida de los hombres, restablece la alianza de Dios con la creación.
Un camino de superación
Somos colaboradores de Dios en el trabajo de nuestra propia realización. Y todos sabemos que el capricho, la comodidad y la flojera no forjan personas ecuánimes. Si queremos secundar el plan de vida que Dios tiene sobre nosotros, debemos imponernos una cierta radicalidad o una "determinada determinación", diría santa Teresa de Jesús, para contrarrestar todo aquello malo que haya en nosotros. Nuestra tentación mayor es el conformismo. Nos adaptamos fácilmente a cuanto nos rodea. El Espíritu de Dios también nos ha empujado al desierto o a la jungla de nuestra vida cotidiana para que aprendamos a saber discernir entre lo que nos empequeñece y lo que nos libera. Es imprescindible tomar el pulso de nuestro trabajo diario; no dejarnos arrastrar por la
a comprometer nuestra vida en un clima de mayor austeridad y sobriedad, prescindiendo de cuanto nos es superfluo para compartir, al menos eso –lo superfluo–, con los que carecen de lo necesario. Nosotros somos los primeros llamados a transmitir una palabra de optimismo –y ojalá que también sean gestos concretos– porque Dios se ha comprometido con la vida del hombre. Pero, no lo olvidemos, su compromiso pasa por nuestra fidelidad.
Nosotros somos sus embajadores
corriente. Dios quiere que tengamos vida en abundancia, pero también espera de nosotros que, a ejemplo de Cristo, no nos dejemos seducir por el mal; es decir: que superemos las tentaciones del desencanto, la pasividad, la indiferencia. La Cuaresma es un grito a lo más noble de nosotros mismos para que Dios pueda llevar a plenitud su alianza en nuestra existencia.
Camino de limpieza de conciencia
Para que esto sea así, es preciso que purifiquemos nuestra conciencia. En este núcleo central, en la conciencia, es donde nacen y maduran las decisiones más importantes de la persona. El camino de conversión comienza en lo más íntimo de uno mismo... Aquí radica la gran dignidad de la persona: siempre está abierta y capacitada para alcanzar nuevas metas; nunca es tarde para volver a orientar su vida. Una y otra vez puede acrecentar su coherencia personal, si se deja iluminar por Dios y "se comparte" generosamente con los hermanos. En un tiempo de pesimismo y de crisis, los cristianos somos los primeros llamados
En la medida en que nos identificamos con lo bueno, lo justo y lo bello, en la misma medida Dios está más en todos. Y nuestra conversión individual –por tanto, nuestra limpieza de conciencia– se traduce en conversión eclesial y social, en mayor dignidad de vida. ¿A qué más podemos aspirar para asemejarnos a ese Hombre Nuevo que se dio totalmente por todos nosotros? ¿No será esto lo mínimo que hemos de hacer para celebrar dignamente la fiesta del Resucitado?
Adhesión a Jesucristo y a su Evangelio
"Convertíos y creed en la Buena Nueva...". El Reino de Dios no solamente está cerca, sino que está en nosotros. Nos falta descubrirlo en las pequeñas cosas de cada día, testimoniarlo con alegría en el trabajo bien hecho, en el cumplimiento de nuestras responsabilidades, en la proximidad y ternura con los enfermos, en la participación activa en la vida de la comunidad, en el perdón y en el amor. Esta es la Buena Nueva proclamada por Jesucristo, y que nosotros debemos recrear nuevamente. Esta es la conversión que nos transforma en buenas personas y mejores cristianos. Este es el reto de la Cuaresma: identificarnos con Jesucristo, creer en su mensaje y tenerlo como norma de vida. Con Él se superan las tentaciones de pasividad, se purifica la conciencia y nos transformamos en testimonios de Resurrección.
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