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OMUNIÓ Órgano Informativo de la Diócesis de Querétaro
La Comunicación, hace la Comunión
No. 1162 Año 23 | 31 de mayo de 2020
Un semáforo para la “Nueva normalidad”
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ste fin de semana termina el confinamiento de algunas partes de nuestro territorio nacional. Sí, sólo es para algunos, mientras que los otros, una inmensa mayoría según los datos, tendremos que seguir con la consigna de “quedarnos en casa”.
El COVID 19, al convertirse en pandemia cuando superó las fronteras de prácticamente todos los países en el mundo, también se convirtió en un parteaguas para la humanidad. Antes del virus en cuestión vivíamos normalmente, así, con todos sus bemoles la rutina de la vida diaria era el pan cotidiano. Ahora nos encaminamos a una “nueva normalidad” que ya de por sí la expresión suena extraña. ¿Cómo seremos cada uno y la misma humanidad después de esta dura prueba? Los acontecimientos extraordinarios hacen surgir lo extraordinario que guardamos, a veces lo mejor, pero también lo peor se hace presente. México retoma sus actividades de forma gradual, por eso el semáforo, en su momento de riesgo extremo… entonces, ¿para qué el semáforo? Al momento de realizar el presente escrito 31 de las 32 entidades que conforman nuestro país se encuentran en “rojo”, sólo Zacatecas está catalogada en la zona “naranja” que no es de color amarilla ni verde que en el semáforo significan las que menos riesgos presentan. El semáforo que servirá de guía para la reapertura de actividades en el país tiene cuatro colores: rojo, riesgo extremo; naranja, alto; amarillo, riesgo medio y verde, de riesgo bajo. Pese a esto, el próximo 1 de junio iniciará la ‘nueva normalidad’ que incluye la reapertura de algunas actividades como la minería, construcción y fabricación de equipo de transporte y cerveza. Viendo el mapa de los Estados Unidos Mexicanos completamente teñido de rojo (y una mota naranja) me estremezco al pensar que la “nueva normalidad” puede traernos todavía mayores pruebas, más exigencias, más pérdidas. Aunque también tengo fe, a veces muy tímida, en que el Dador de Vida, el Espíritu Santo, se convertirá en el motor que nos impulse para reconstruir nuestro mundo enfermo a causa de la pandemia, pero también de tantos pecados. Entonces con el Paráclito sí que podemos soñar, mientras lo construimos, en un mundo donde la nueva normalidad sea el trabajo y la prosperidad, el esfuerzo y la alegría, la justicia y la paz…