Semanario Comunión edición 1162

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OMUNIÓ Órgano Informativo de la Diócesis de Querétaro

La Comunicación, hace la Comunión

No. 1162 Año 23 | 31 de mayo de 2020

Un semáforo para la “Nueva normalidad”

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ste fin de semana termina el confinamiento de algunas partes de nuestro territorio nacional. Sí, sólo es para algunos, mientras que los otros, una inmensa mayoría según los datos, tendremos que seguir con la consigna de “quedarnos en casa”.

El COVID 19, al convertirse en pandemia cuando superó las fronteras de prácticamente todos los países en el mundo, también se convirtió en un parteaguas para la humanidad. Antes del virus en cuestión vivíamos normalmente, así, con todos sus bemoles la rutina de la vida diaria era el pan cotidiano. Ahora nos encaminamos a una “nueva normalidad” que ya de por sí la expresión suena extraña. ¿Cómo seremos cada uno y la misma humanidad después de esta dura prueba? Los acontecimientos extraordinarios hacen surgir lo extraordinario que guardamos, a veces lo mejor, pero también lo peor se hace presente. México retoma sus actividades de forma gradual, por eso el semáforo, en su momento de riesgo extremo… entonces, ¿para qué el semáforo? Al momento de realizar el presente escrito 31 de las 32 entidades que conforman nuestro país se encuentran en “rojo”, sólo Zacatecas está catalogada en la zona “naranja” que no es de color amarilla ni verde que en el semáforo significan las que menos riesgos presentan. El semáforo que servirá de guía para la reapertura de actividades en el país tiene cuatro colores: rojo, riesgo extremo; naranja, alto; amarillo, riesgo medio y verde, de riesgo bajo. Pese a esto, el próximo 1 de junio iniciará la ‘nueva normalidad’ que incluye la reapertura de algunas actividades como la minería, construcción y fabricación de equipo de transporte y cerveza. Viendo el mapa de los Estados Unidos Mexicanos completamente teñido de rojo (y una mota naranja) me estremezco al pensar que la “nueva normalidad” puede traernos todavía mayores pruebas, más exigencias, más pérdidas. Aunque también tengo fe, a veces muy tímida, en que el Dador de Vida, el Espíritu Santo, se convertirá en el motor que nos impulse para reconstruir nuestro mundo enfermo a causa de la pandemia, pero también de tantos pecados. Entonces con el Paráclito sí que podemos soñar, mientras lo construimos, en un mundo donde la nueva normalidad sea el trabajo y la prosperidad, el esfuerzo y la alegría, la justicia y la paz…


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COMUNIÓN

DOMINGO DE PENTECOSTÉS Jn 20, 19-23

DIRECTORIO SEMANARIO COMUNIÓN Administrador Diocesano Mons. Mario de Gasperín Gasperín. Director responsable Pbro. Lic. Gabriel Álvarez Hernández. Diseño TAG Juan Pablo Castro Alfaro. Vicario de Pastoral Pbro. Lic. Rogelio Olvera Vargas. Comisión Diocesana de Pastoral de Comunicación Pbro. Lic. Gustavo Licón Suárez. Órgano Informativo de la Diócesis de Querétaro, fundado por el señor Obispo, Mons. Mario De Gasperín Gasperín, el 22 de febrero de 1998. Horario de oficina: De 9:00 a.m. a 2:00 p.m. de lunes a viernes. Reforma No. 48. Centro. C.P. 76000 Santiago de Querétaro, Qro.

(442) 224-04-96.

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Semanario Comunión Querétaro.

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En las entrañas del amor existe el dolor. Pero cuando es abrazado por el amor se convierte en salvación. Beata Concepción Cabrera de Armida

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l Espíritu Santo que el Señor había prometido reiteradamente a sus apóstoles, se derrama hoy abundantemente sobre ellos y los llena de un santo ardor para anunciar la «Buena Noticia» de la Resurrección del Señor. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos narra el evento de Pentecostés donde vemos a los discípulos, que, reunidos en oración, en torno a Santa María, son iluminados por la acción del Espíritu Santificador e inician su heroica actividad evangelizadora. San Pablo, en la Primera Carta a los Corintios, subraya que sólo gracias a la acción del Espíritu podemos llamar a Jesús: el Señor; es decir, sólo siendo dóciles a las mociones del Espíritu Santo podemos reconocer y proclamar su divinidad (Segunda Lectura). El Evangelio nos presenta a Jesús resucitado que envía a sus apóstoles y les confiere el poder para perdonar los pecados por la recepción del Espíritu Santo. En la predicación, en la proclamación de la fe, así como en la administración de los sacramentos; es el Espíritu Santo quien obra y da fuerzas.

«Vino del cielo un ruido como de una ráfaga de viento impetuoso...» La imagen que todos tenemos de lo que ocurrió ese día está sugerida por lo que allí se narra: «Vino del cielo un ruido como de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban... y quedaron todos llenos del Espíritu Santo». Es claro que la efusión del Espíritu Santo está relacionada con el viento. Esta relación resulta más evidente si se considera que en las lenguas bíblicas la misma palabra dice «viento» y «espíritu», en hebreo «rúaj» y en griego «pnéuma». Y lo mismo llama la atención en el Evangelio. Allí Jesús usa un gesto expresivo: «Sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo». Está nuevamente haciendo alusión a la realidad del viento, que es la que da nombre a la tercera Persona divina. Si logramos comprender por qué se llama «viento» a esta Persona divina habremos comprendido algo sobre su acción. Para un hombre primitivo el

viento era una fuerza misteriosa. Ellos veían que los árboles se doblaban, los techos de las casas volaban, el agua se encrespaba, etc. pero no se «veía» ninguna causa que produjera estos efectos, que eran completamente imprevisibles. Era una fuerza análoga a la que puede generar un hombre soplando, pero infinitamente mayor. El paso obvio fue considerar el viento como el soplo de Dios, el «espíritu» de Dios. Se trata de una fuerza invisible e imprevisible -y por eso misteriosa- que logra efectos superiores a los que puede alcanzar cualquier poder humano. El poder creador del Espíritu de Dios está afirmado en la primera frase de la Biblia: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra era caos y confusión... y un viento (espíritu) de Dios aleteaba por encima de las aguas» (Gen 1,1-2). Por la acción de este espíritu se opera el ordenamiento del mundo: la luz, el firmamento, el retroceso de las aguas y la aparición de la tierra seca, la generación de los vegetales, plantas y árboles, los astros, el hombre. Entre todos los seres, el hombre posee algo que lo pone por encima de todos los demás, que lo hace irreductible a la materia y es fundamento de su dignidad inviolable. Esto lo expresa la Biblia afirmando que posee el «soplo de Dios»: «Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente» (Gen 2,7). El «otro Paráclito» prometido por Jesús La revelación plena del Espíritu Santo, como Persona divina consustancial al Padre y al Hijo, fue obra de Jesucristo. Pero Él mismo, para ilustrar la acción del Espíritu, emplea el origen de este nombre, cuando dice: «El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu» (Jn 3,8). El Espíritu Santo opera en el hombre efectos maravillosos, imposibles para las solas fuerzas humanas. El más grande de estos efectos es la salvación del pecado y de toda esclavitud que somete al hombre. San Pablo nos entrega

un elenco de esas cosas que son imposibles a las solas fuerzas humanas y que son obra del Espíritu: «El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí» (Gal 5,25). Por tanto, cuando en una persona encontramos estas actitudes, podemos discernir la presencia del Espíritu Santo en ella. Si tales son los frutos del Espíritu Santo con razón hoy día la Iglesia exclama: «Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor». El perdón de los pecados En el Evangelio de hoy Jesús indica una de esas obras maravillosas del Espíritu: el perdón de los pecados. El pecado es una ofensa del hombre a Dios. Si el pecado es mortal, destruye el amor en el corazón del hombre, hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana. El perdón del pecado no es solamente una declaración de que Dios no considera el pecado, sino que transforma radicalmente el corazón del hombre infundiéndole el amor. Pero esto, sólo el Espíritu puede hacerlo, pues «el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado» (Rm 5,5). El poder de perdonar los pecados y de retenerlos fue entregado por Cristo resucitado a sus discípulos cuando les comunicó el Espíritu Santo y les dijo: «A quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados y a quienes se los retengáis les quedan retenidos». Es el poder que ejercen hoy los sacerdotes de la Iglesia por medio del sacramento de la Penitencia. El gesto de Jesús, exhalando su aliento sobre los discípulos, recuerda el gesto creador de Dios sobre Adán (ver Gn 2,7), y el espíritu de vida que infunde sobre los huesos que llenan el valle descrito por el profeta Ezequiel (ver Ez 37, 1-14). Estamos ante una nueva creación; obra, como la primera, del Verbo de Dios (Jn 1,1-3). Y el Salmo responsorial de hoy expresa el anhelo de una nueva creación: «Envía tu Espíritu, Señor, y renueva la faz de la tierra» (Salmo 103). Ahora, todo es nuevo...


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UNIDAD EN LO ESENCIAL, LIBERTAD EN LO ACCIDENTAL Y EN TODO CARIDAD Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC

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a autorreferencialidad manifiesta una postura de orgullo y el mirar a los demás por debajo de sí mismo. Han existido posturas graves que han dañado a los pueblos como el absolutismo regio del “Ancien Régime”, antiguo régimen francés (1789-1799), o el estilo europeo de las monarquías absolutas. Las posturas absolutistas en los filósofos idealistas, materialistas, positivistas y pragmatistas; manifiestan la justificación del pensamiento único, unidireccional o un peligroso univocismo. Su traducción social puede encontrarse en aquellos sectarios religiosos o dictadores políticos . Lo que dicen es la verdad y lo que se tiene que hacer, sin discusión ni consenso alguno. Esto puede ser fruto de hecho de la “dictadura del relativismo”, denunciada por el Papa Benedicto XVI. Cada quien su verdad absoluta que lleva al verdadero caos o al pensamiento tiránico de quien ostenta el poder. He ahí la gran sabiduría bíblica cuando nos encontramos con el pasaje de “Babel” (Gn 11,1-9), la confusión de las lenguas; no hay entendimiento cuando cada quien absolutiza su postura de “llegar al cielo”, es otra manera de decir “ser como Dios”, esa tentación idolátrica que persiste en

todo pecado; el hombre como fuente absoluta del bien y del mal, o en la mentalidad nietzcheniana, estar más allá del bien y del mal, con delirios de grandeza o “delirios de poder”, como dice el Papa Francisco (27 de mayo). El dicho de san Agustín “unidad en lo esencial, libertad en lo accidental y en todo caridad”, es una gran divisa de respeto a la diversidad y esa búsqueda de lo que puede favorecer a todos en la caridad y manteniendo la unidad sobre todas las cosas. Este dicho es fruto de la reflexión agustiniana del Misterio Trinitario, del misterio del Dios Vivo y Verdadero, lo que podríamos llamar su consecuencia práctica sobre la unidad de escencia y la diversidad de las personas divinas Para el justo, el alma en gracia, siempre es Pentecostés, el Espíritu que “invade”, no desde fuera, sino despliega su presencia desde dentro. Pentecostés ha de entenderse como la donación del Espíritu Santo a la Iglesia en virtud de la Pascua del Señor Resucitado. Su humanidad santísima, su Corazón traspasado, es el mitente, diríamos el principio de comunicación, del Espíritu Santo a su Iglesia. Así nace la Iglesia, pero tomando en cuenta que, el Espíritu Santo es fruto del amor recíproco entre el Padre y el

Appostolica Por: SEG del Valle

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oy quiero recomendarte una app que yo considero todos los católicos mexicanos deberíamos tener en nuestros celulares. Se trata de la aplicación del Episcopado Mexicano “Appostolica” que nos ofrece un catálogo de opciones muy útiles.

¡Que todo sea para la máxima gloria de Dios!

Hijo y que se nos donan las tres personas por medio de la comunicación del Espíritu Santo en la inhabitación en el alma del justo y en la Iglesia. Solo así se tiene una nueva humanidad: el Espíritu Santo abre a la comunión y a la comunicación de amor. Por eso la Iglesia nunca puede ser prisionera de secesionismos, de cárceles ideológicas, políticas, raciales o culturales, o del pensamiento único, de derechas o de izquierdas, trasnochadas y que llevan en sí el bacilo de su destrucción. La unidad en la Iglesia no es unitarismo; se ha de dar esa pluralidad de comprensión, como lo señala el Papa Benedicto XVI. La gran tristeza de quien ama a Jesucristo y está abierto a la acción del Espíritu Santo, es percibir la vida humana como la pasión del tener o el delirio del poder, en lugar de la dinámica del darse, que es lo que hace plenamente felices y realizados, en donde se respeta la unidad en lo esen-

cial, como en Dios uno; se respeta la diversidad, cultural, caracteriológica, étnica, etc. por la diversidad de las personas, en lo accidental; pero en todo debe de existir la caridad. Este sería el trabajo de la edificación de la Civilización del Amor, la única que nos lleva a los Cielos nuevos y a la Tierra nueva, y no habrá de terminar jamás: su culmen es la gloria celestial. Esta es la gran tarea de la Iglesia, y la gran tarea del cristiano en su fenómeno humano y divino, en su quehacer. Lo que dijo, santa Teresita, (en el Espíritu Santo), nuestra vocación es el Amor. Es él quien tiene que encender en nosotros el Fuego de su Amor, quien es él mismo. No olvidemos que Pentecostés solo es posible con María la Madre de Jesús; Ella oraba con los Apóstoles, para pedir la comunicación del Espíritu Santo (cf Hech 1, 14; 2, 1). No hay Iglesia sin Pentecostés, no hay Pentecostés sin la Santísima Virgen María.

INTERNAUTA EVANGELIZADOR


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DESCUBRIR y AFIRMAR una VIDA RELIGIOSA “DOMESTICA” en tiempo de pandemia. POR: Miguel Ángel MSpS

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abemos que el modelo de la IGLESIA primitiva o naciente NO ERA el de una iglesia de MASAS; y también, que la iglesia de origen se vivió necesariamente en pequeña comunidad para concretar el ideal de los hechos de los apóstoles. Y finalmente, la iglesia en persecución era una iglesia en catacumba, no llamaba la atención, se vivía en lo oculto, lo discreto, en lo esencial.

Dios. • La SOLEDAD, para ESTAR solos con Dios. • El DESIERTO, LA CASA, nuestro CUARTO, lugares habitados por Dios (vs. sólo en el templo está Dios, sólo en el templo somos iglesia).

¿Qué está dejando como experiencia y con ello también de aprendizaje para nuestra vida religiosa este tiempo de CONFINAMIENTO?

Mucho tiempo se pensó en la vida eremítica, los conventos y seminarios como lugares para huir o apartarse del mundo y estar “más cerca de Dios”.

Podemos entender nuestra vida comunitaria como una vida de familia, de hecho, nos llamamos entre nosotros de “hermanos”. El espacio FAMILIAR es el espacio de la verdadera COMUNIÓN. Una finalidad o característica fundamental de la familia es vivir unidos. El Dios uno y trino es el modelo de la comunión familiar: “Que sean uno Padre...”. Dios está vivo en el resucitado EN MEDIO de la comunidad: “estaban reunidos y se les apareció resucitado en medio de ellos” En medio de la ADVERSIDAD -pandemia- EL es nuestra victoria, nuestra salud, nuestra salvación, “ellos estaban con miedo, desconcertados, no podían creer lo que había pasado...”. Otros elementos que iluminan este contexto de confinamiento: • El SILENCIO, lugar-espacio-atmosfera para el ENCUENTRO con

y también para poder estar EN SALIDA. Abierta también para dejarse AFECTAR por la realidad que le circunda. La vida religiosa entonces, NO PUEDE estar con las puertas cerradas. Una

vida

religiosa

abierta

LA VIDA RELIGIOSA y la para todos. Jesús visitó TODO tipo iglesia DOMESTICA, mucho por de lugares, gustaba de entrar a las aprender...

Hoy nuestras casas de religiosos -las más- ya no son conventos al estilo medieval, son casas en medio de las poblaciones, desgraciadamente muchas no son como las del común del barrio. La vida religiosa no es para vivirse en CLAUSTRO -salvo las contemplativas y de ellas, no todas-, es para vivirse al estilo de Jesús en su Kénosis, insertos en medio del Pueblo, con y para el Pueblo; junto a ellos, compartiendo, haciendo nuestras sus alegrías y penas, que nos “ensuciemos” con su vida, que hagamos nuestras sus heridas y dolores, hasta alcanzar la meta de tener olor a ovejas; por tanto, nuestras casas serán sus casas, nuestros espacios son sus espacios. ¿Cómo ha de ser la vida religiosa después de este tiempo de confinamiento en su ESTRUCTURA, SUS ESPACIOS, SU DINAMICA? Como una inspiración del Concilio Vaticano II, la Vida Religiosa de hoy será de PUERTAS y VENTANAS ABIERTAS para ACOGER a TODOS

casas y hacerse uno más del lugar. Como religiosos acogemos a todos, especialmente a los excluidos, a los pobres y necesitados, no haremos distinción de personas. Acogeremos a los jóvenes dejándonos enriquecer por la frescura de su vida, nos dejaremos afectar de ellos permitiendo que rompan nuestras inercias. Costumbres y estructuras. Una vida religiosa en salida. No buscamos estar en nuestra casa como en un refugio, un escondite, un lugar de protección, un nido o zona de confort. La vida religiosa en salida parte de la experiencia de encontrarnos con nosotros mismos y con el que nos llamó, comunidad que no se acaba en sí misma, sino que se abre a los otros. La vida religiosa es fecunda porque se entrega, se dona, nos ENVIA a la misión: la construcción del Reino, la salvación de los hombres, a dar vida en el seguimiento de Jesús por el camino de la Cruz. Y aunque en este momento estemos confinados, nuestra vida contemplativa y comunitaria ya es MISIÓN perfecta caritatis. NUESTRA dinámica de vida. Por anticipar y ser testigos de los valores del Reino, de lo que será la vida futura, somos llamados a ser profesionales de la COMUNIÓN...

“mira como se aman”. Lejos ese modelo de VR de pensar todos “igual”, de vivir en “orden” por una ascesis, o por “cumplir” un reglamento. Sí, una VR que teje la comunión, la unidad en la diversidad. En tiempo de confinamiento, es tiempo para definirnos en COMO ESTAR. Caben preguntas respecto de nuestras relaciones, de reconocer las consistencias y debilidades que como comunidad tenemos; de lo que nos es importante, de lo que si es fundamental en nuestra vida común. Dios nos ha llamado sabiendo quienes somos, con nuestras limitaciones, y así nos reúne para que nos acompañemos, nos ayudemos, nos complementemos, nos soportemos y nos sobrellevemos; y son en los tiempos de prueba, de crisis, de estreches, de pandemia donde se evidencia nuestro ADN como comunidad


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La Comunicación hace la Comunión para que seamos adoradores en espíritu y verdad. Adoración y contemplación que lleven a la trascendencia. Jesús se hizo carne no para adorarlo -verlo- y sí para experimentarlo y de ahí generar proceso de transformación. Adorar en espíritu y en verdad a partir de los signos de los tiempos y del hermano pobre, en discernimiento para conocer la voluntad del Padre.

La comunidad es la escuela de la humildad, del servicio y la confianza. Espacio vital para que seamos cada uno, que nadie pierda su personalidad; pero también donde todo es de todos; somos nuestras relaciones, nuestras riquezas y carencias. Seremos tan fuertes como lo sea el más débil de la comunidad. La FE celebra su LITURGIA. A causa de la pandemia, menos ritos y más vida. Celebrar la fe es celebrar la vida. Una fe que se alimenta de la vida y a su vez, una fe que se proyecta, se hace compromiso, testimonio en la vida. La piedad será no de actos y sí, expresión de la caridad y el servicio dado en el acompañar al hermano. Una oración no solo de palabras que son expresiones de una lectura, ajenas a mi vida y a lo que hay en mi corazón. Y sí, orar desde lo profundo que se vive, llena de emociones y sentimientos que expresan lo que hay en el corazón. El pensamiento conectado al corazón que lleva a acercarnos al misterio para dejarnos sorprender de El, dejar al Espíritu que se exprese

Meditar la Palabra, hacer letio divina, encontrarnos de verdad con el que es la PALABRA, que ILUMINA, ALIMENTA y envía a la MISIÓN predicando con el testimonio. Palabra que toca lo más profundo de mi ser, de mi pecado. Palabra que me redime, como agua que no regresa sino cuando transforma y fecunda. ORAR es DIALOGAR con Dios y con los hermanos -basta de falsos intimismos-, una oración con contenido vital que lleve al compromiso. Diálogo que acompaña, edifica, conforta, confronta y da vida nueva. EUCARISTIA sin el pueblo no. La eucaristía es el sacramento de la comunión, ES la CELEBRACIÓN y la FIESTA de la iglesia comunidad de comunidades. Es la fe y la vida que se celebra. Es vivir nuestro sacerdocio: OFRECER el SACRIFICIO de Jesús en su pueblo. Que nadie se quede con hambre, que todos seamos alimento y así hagamos comunión total, como panes que se parten y se comparten. Que en y por este sacrificio todos seamos perdonados y así creamos la comunión total. Eucaristía que no acaba, que se prolonga en la vida, en la liturgia de la sobremesa comunitaria donde una vez alimentado el cuerpo, se alimenta el corazón en el compartir fraterno.

Página 5 Eucaristía como fiesta y ágape en el espacio del descanso con los hermanos, del convivir cotidiano, en la risa, el canto, el silbido, el gesto de sorpresa por lo expresado, también en la celebración con el hermano. Y finalmente, una liturgia de saber perder el tiempo con el otro; en silencio saber escucharnos, comprendernos, tolerarnos. Y claro, aprender a partir de las experiencias de vida de los hermanos: su generosidad, la sabiduría, abnegación, esfuerzo y sacrificio. Comunidad que trabaja en una misma misión, en misión compartida con laicos y más miembros de la iglesia. Comunidad que confinada sabe proyectar, planear, evaluar, corregir y proponer. Trabajo que suma a todos, trabajo que se discierne, que se modifica cuando se necesita; aquí no hay desempleados, todos tenemos parte en la misión de Jesús, en las necesidades en este tiempo de pandemia. Somos trabajadores del Reino, El es sembrador, nosotros sus colaboradores. Entonces CONFINADOS seguimos trabajando, con nuevos métodos, expresiones y con más ardor en este contexto de confinamiento. Y de la OBEDIENCIA. Saber OÍR, estar a tono del Espíritu para ESCUCHARLO. Tiempo de pandemia en silencio para mejor escuchar, tiempo también de parar para mejor comprender. Obedecer a una autoridad civil no -cuántas incongruencias en sus mandatos-. Obedecer a Dios y hacer su voluntad a partir del discernimiento. Obedecer para cuidar la vida sí. Obedecer para sumar al bien común también. Una palabra a la PROVIDENCIA de Dios y a la GENEROSIDAD de nuestro Pueblo. En tiempo de pandemia, de confinamiento, de estrechez e incertidumbre económica, cuando hay desempleo, inseguridad financiera en los mercados; Dios y su Pueblo nos cuidan, se preocupan de nosotros. Se

hace real la Palabra de Dios: “no lleves dos túnicas, ni bastón ni dinero” es tiempo entonces para darle contenido real a la Palabra en nuestra vida y vocación. Tiempo para aprender a CONFIAR, de saber vivir con lo poco, con lo esencial en lo material: “vean como las aves del cielo no siembran ni guardan granos y sin embargo cada día comen”. A nuestro pueblo le decimos lo que Jesús ya nos dijo: “quien de a uno de estos un vaso de agua por ser de los míos, recibirá el ciento por uno”. Gracias, hermanos por vivir el evangelio: “cuando hiciste eso con uno de estos pobres, conmigo lo hiciste”. Una reflexión que se impone hoy en día a partir de la expresión: LA VIDA RELIGIOSA es el seguimiento radical de Cristo. ¿Qué entendemos? y ¿Qué implica? esta RADICALIDAD para nosotros religiosos en el contexto de pandemia. ¿Dónde y cómo DEBEMOS ESTAR hoy dando vida?


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HAY OTRAS FORMAS DE COMULGAR Foto: es.gaudiumpress.org

Ver Muchas personas están ansiosas porque pronto se abran las iglesias, para que puedan participar en las Misas y, sobre todo, recibir la comunión sacramental. Es un deseo legítimo y ojalá que, cuando pase lo más álgido de la pandemia por el coronavirus, esa hambre eucarística sea saciada. Es un derecho de los fieles y los pastores anhelamos que esa ansia por recibir la Eucaristía sacramental sea incrementada y profundizada. Sin embargo, parece que no se ha dado la debida importancia a otras formas que tenemos para comulgar con Cristo. Aún más, pareciera que, para algunos, recibir la Hostia consagrada es la única manera de estar unidos a El. Y no es así, como lo veremos adelante. Cuando el Papa Francisco, en el estadio de Tuxtla Gutiérrez, el 15 de febrero de 2016, se encontró con las familias, una mujer, que vive en situación irregular con su esposo, pues no se pueden casar por la Iglesia, expresó que ellos, aunque no pueden recibir la comunión eucarística, sienten la cercanía de Jesús cuando visitan a los presos y a los enfermos. El Papa le contestó: “Ustedes rezan, van con Jesús y están integrados en la vida de la Iglesia. Usaron una linda expresión: comulgamos con el hermano débil, el enfermo, el necesitado, el preso. Gracias, gracias”. Eso es: la comunión con los demás, sobre todo con los pobres y con cuantos sufren, es una perfecta comunión con Cristo.

Pensar Podemos lograr una real y profunda comunión con Dios cuando hacemos oración, que no es sólo rezar fórmulas de memoria, sino platicar con Él, abriéndole nuestro corazón. Podemos

comulgar también escuchando con toda el alma su Palabra, meditando en serio lo que nos dice una sola de sus frases, que encontramos en la Sagrada Escritura. Podemos comulgar admirando la obra de la creación, extasiados ante su belleza, orden y perfección. Podemos comulgar, sobre todo, amando y sirviendo a los demás, como nos enseña la Palabra de Dios. Cuando Jesús se aparece a Pablo en el camino a Damasco, le pregunta: “Por qué me persigues?” (Hech 9,4). Pablo no perseguía personalmente a Jesús, sino a los cristianos, pero Jesús se identifica con sus seguidores, sobre todo con los perseguidos. Por tanto, te acercas a Jesús cuando te acercas con amor a los demás, empezando por tu familia. Cuando Jesús nos dice de qué se nos juzgará ante el trono de Dios, declara con toda nitidez que dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, visitar al enfermo y al preso, recibir al migrante, es hacerlo personalmente a Él; y no hacerlo con ellos, es no hacerlo con Él (cf Mt 25,31-46). Por tanto, si alguien va a Misa y comulga todos los días, pero nada hace por estas personas, no está comulgando integralmente con Jesús. Le falta lo que es decisivo para entrar o no al cielo: el amor, pues Dios es amor, y no sólo un rito. Jesús critica al sacerdote y al levita del Antiguo Testamento, porque eran muy piadosos en el templo, escuchaban la Biblia y cantaban salmos, pero nada hicieron por el herido que estaba tirado al borde del camino. En cambio, aplaude al samaritano que no practicaba esos ritos, pero hizo cuanto pudo por el herido (cf Lc 10,25-37). Una mujer alaba a la Madre de Jesús, porque lo llevó en su seno y lo alimentó. Pero Jesús advierte que la verdadera grandeza de su Madre es escuchar y poner en práctica la Palabra de Dios (cf Lc 11,27-28). Es decir,

si la Virgen María sólo hubiera engendrado, alimentado y tenido en sus brazos a Jesús, pero no hubiera visitado y ayudado a su prima Isabel, si no se hubiera preocupado por los novios que ya no tenían vino, si no hubiera estado de pie en el Calvario, no sería realmente grande e importante. Por tanto, si alguien diariamente comulga en Misa, pero nada hace por los demás, algo muy importante le está faltando. El Papa Benedicto XVI, en su Encíclica Deus caritas est, dice al respecto: “En el culto mismo, en la comunión eucarística, está incluido a la vez el ser amados y el amar a los otros. Una Eucaristía que no comporte un ejercicio práctico del amor es fragmentaria en sí misma” (No. 14). “Se ha de recordar de modo particular la gran parábola del Juicio final (cf. Mt 25, 31-46), en el cual el amor se convierte en el criterio para la decisión definitiva sobre la valoración positiva o negativa de una vida humana. Jesús se identifica con los pobres… Amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí: en el más humilde encontramos a Jesús mismo y en Jesús encontramos a Dios” (Ibid 15). Y comentando la cita de 1 Jn 4,20, afirma: “El amor del prójimo es un camino para encontrar también a Dios, y cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también en ciegos ante Dios” (Ibid 16). En su Exhortación Sacramentum caritatis, afirma lo mismo: “Los fieles tengan una actitud coherente entre las disposiciones interiores y los gestos y las palabras. Si faltara ésta, nuestras celebraciones, por muy animadas que fueren, correrían el riesgo de caer en el ritualismo. Así pues, se ha de promover una educación en la fe eucarística que disponga a los fieles a vivir personalmente lo que se celebra” (No. 64). “La comunión tiene siempre y de modo inseparable una connotación vertical y una horizontal: comunión

con Dios y comunión con los hermanos y hermanas. Las dos dimensiones se encuentran misteriosamente en el don eucarístico. Donde se destruye la comunión con Dios, que es comunión con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo, se destruye también la raíz y el manantial de la comunión con nosotros. Y donde no se vive la comunión entre nosotros, tampoco es viva y verdadera la comunión con el Dios Trinitario” (Ibid 76). Y repite lo que ya nos había dicho en otra de sus Encíclicas: “Una Eucaristía que no comporte un ejercicio práctico del amor es fragmentaria en sí misma” (Ibid 82). Agrega: “La Eucaristía impulsa a todo el que cree en Él a hacerse pan partido para los demás y, por tanto, a trabajar por un mundo más justo y fraterno” (Ibid 88). “El Señor Jesús, Pan de vida eterna, nos apremia y nos hace estar atentos a las situaciones de pobreza en que se halla todavía gran parte de la humanidad” (Ibid 90).

Actuar Ojalá pronto todos puedan participar en las Misas, sobre todo dominicales, para que se alimenten del Pan de la Palabra y del Pan Eucarístico. Pero tengamos en cuenta que, hoy y siempre, hay otras formas de comulgar con el Señor. + Felipe Arizmendi Esquivel Fuente: ACN (Agencia Católica de Noticias)


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l anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría. De nuevo les dijo Jesús: “La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo”. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar”. Palabra del Señor

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31 de mayo de 2020 Jn 20, 19-23

DOMINGO DE PENTECOSTÉS CICLO A Pbro. José Luis Salinas Ledesma

REPASAR EL TEXTO LEÍDO ¿Qué

día de la semana se presentó Jesús a los discípulos? v.19a ¿Por qué tenían cerradas las puertas? v. 19b ¿Qué les dijo Jesús? v. 19c ¿Qué les mostró Jesús y por qué se alegraron? v. 20 ¿Qué dijo Jesús otra vez? v. 21 ¿A quién recibieron los discípulos? v. 22 ¿Qué poder les dio Jesús? v. 23

EXPLICACIÓN DEL TEXTO En los textos de la Resurrección este relato ocupa un lugar relevante. El Evangelista reúne aquí dos acontecimientos muy significativos: el envió de los discípulos y el don del Espíritu Santo. En la primera parte del texto, el autor distingue los siguientes momentos: aparición de Jesús y saludo de paz “les mostró las manos y el costado”; inmediatamente después hay otro saludo de paz y envío de los discípulos; posteriormente tiene lugar la efusión del Espíritu Santo y les concede el poder de perdonar los pecados. Existe también una tensión entre promesa y cumplimiento; la constatación del cumplimiento de las promesas de Jesús es el elemento de confirmación de la fe. Jesús había dicho regresaré con ustedes, y el Evangelista lo confirma diciendo que se presentó en medio de ellos. Jesús había dicho: Ustedes estarán tristes, pero su tristeza se convertirá en alegría, aquí se afirma que los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús había dicho que el Padre enviaría al Espíritu Santo y les daría su paz, san Juan recoge aquí las palabras de Jesús: La paz esté con Ustedes… y… reciban el Espíritu Santo. El saludo de paz va acompañado de un gesto muy significativo, les mostró las llagas y el costado, signos de su sacrificio. La referencia al costado traspasado de Jesús, es propia de Juan que de este modo quiere indicar el cumplimiento de las Escrituras (Za 12,10-11). El texto nos narra un dato de

tiempo: “Al anochecer” y nos describe cómo estaban los discípulos, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Este dato puede estar motivado primeramente para poner de relieve lo extraordinario de la aparición, quizá también hace referencia a la situación de persecución vivida en la comunidad de Jerusalén que temerosa ante un mundo enemigo, vive en la tentación de refugiarse en su propio círculo.

MEDITACIÓN DEL TEXTO (Cada uno comparte su reflexión) La fe cristiana es la respuesta del hombre a la Manifestación y el proyecto de Dios, que se ha revelado en la historia y se sigue revelando a cada uno de nosotros, de manera especial en su palabra y en los Sacramentos. Es el resultado de la presencia del Espíritu que Jesús prometió a sus discípulos, y que se cumplió en el día de Pentecostés. Esta fe se concibe solo a la luz de la gracia, porque nadie puede acoger a Jesús si el Espíritu Santo no actúa en él y le abre el entendimiento y el corazón. Nos dice el Evangelio que Jesús se aparece a los discípulos cuando están reunidos. Los acoge, los mira con amor, les da su paz, les da el Espíritu, les muestra sus llagas, signo de su crucifixión y a través de las dudas de

Tomás les hace constatar que Él es de verdad, el Señor resucitado. Una vez que ellos han visto a Jesús se llenan de alegría, se disipa el miedo y la tristeza y les cambia la vida totalmente. Gracias a esa experiencia los discípulos son confirmados en su fe y ésta, que era frágil y vacilante se convierte en un baluarte invencible, la presencia de Jesús los hace irradiar de alegría. También nosotros nos reunimos en torno a Jesús, tenemos fe, pero quizá necesita crecer y fortalecerse más. Necesitamos también experimentar la presencia de Jesús en nuestros miedos, angustias, problemas, sufrimientos. Pero Jesús está también hoy aquí, por medio de su Espíritu Santo, está aquí para darnos su paz, él es nuestra paz, el Señor crucificado y resucitado en medio de los suyos. Esa es la paz que tanta falta nos hace en nosotros mismos, en nuestras familias y en nuestra sociedad. Hoy celebramos el día de Pentecostés, el don del Espíritu Santo, la fuente inagotable de la vida de Dios en nosotros. El hombre de todos los tiempos y de todos los lugares desea una vida plena y bella, justa y buena, una vida que no sea amenazada por la muerte, sino que pueda madurar y crecer hasta su plenitud. El hombre es como un viajero que, atravesando los desiertos de la vida, tiene sed de un agua viva, efusiva y fresca, capaz de saciar pro-

fundamente su deseo profundo de luz, de amor, de belleza y de paz. ¡Todos sentimos este deseo! Y Jesús nos dona esta agua viva: esta es el Espíritu Santo, que procede del Padre y que Jesús reserva en nuestros corazones. “Yo he venido para que tengáis vida y vida en abundancia”, nos dice Jesús (Jn. 10, 10). El “agua viva”, el Espíritu Santo, Don del Resucitado que mora en nosotros, nos purifica, nos ilumina, nos renueva, nos transforma porque nos hace partícipes de la vida misma de Dios que es Amor. Por esto, el apóstol Pablo afirma que la vida del cristiano está animada por el Espíritu y de sus frutos, que son “amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí” (Gal 5, 22-23). El Espíritu Santo nos introduce en la vida divina como “hijos en el Hijo Unigénito”. Este es el don precioso que el Espíritu Santo lleva a nuestros corazones: la vida misma de Dios, vida de verdaderos hijos, una relación de confidencia, de libertad y de confianza en el amor y en la misericordia de Dios, que tiene como efecto también una mirada nueva hacia los demás, cercanos y lejanos, vistos siempre como hermanos y hermanas en Jesús para respetar y amar. El Espíritu Santo nos enseña a mirar con los ojos de Cristo, a vivir la vida como la ha vivido Cristo, a comprender la vida como la ha comprendido Cristo. Escuchemos al Espíritu Santo y vayamos adelante por este camino del amor, de la misericordia y del perdón (Papa Francisco; Catequesis 8 de mayo 2013).

COMPROMISO PERSONAL Y COMUNITARIO Agradecer

a Jesús por el don del Espíritu Santo que ha regalado a su Iglesia y a cada uno personalmente desde nuestro Bautismo. Participar en alguna vigilia de oración que se transmiten eh diferentes medios de comunicación, pidiendo el Espíritu Santo para que se viva la unidad y el amor en nuestras familias, en las Pequeñas Comunidades y en toda la Iglesia. Ser dóciles a la acción del Espíritu Santo que nos quiere hacer testigos de la fe en el lugar en que vivimos y trabajamos. Orar cada día pidiendo la asistencia del Espíritu Santo que nos ayude a tomar las mejores decisiones para nuestra vida y para el bien de los hermanos. Reconocer que el Espíritu Santo actúa en el interior de cada persona, y se manifiesta en el trabajo por la paz, por la unidad y por el bien de todos.

TERMINAR ORANDO EL PADRE NUESTRO


Que el Espíritu Santo nos regale sus dones

E

ste año es muy especial, ya que nos ha tocado vivir esta gran fiesta guardados en casa y en familia.

Esto nos da oportunidad para vivirlo más profundamente. Hoy en esta gran fiesta es necesario que nuestros hijos se den cuenta de la importancia que tiene y de los dones y frutos que nos regala el Espíritu Santo, por eso te dejo mis 5 Tips para vivir la fiesta de Pentecostés en familia.

COMUNIÓN

La Comunicación hace la Comunión

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Saber en que consiste esta solemnidad

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Por: Silvia del Valle @SilviaMdelValle @smflorycanto

Vivirla en familia

Es muy necesario que, si no tenemos claro qué se celebra este domingo, entonces nos demos a la tarea de leer la Biblia, Hechos 2, 1-11, para poner atención a lo que sucede con el Espíritu Santo y cómo es que llega a nuestras vidas.

Pero no solo se debe quedar en un simple conocimiento, es necesario hacer parte de nuestras vidas al Espíritu Santo, de manera que lo invitemos a que nos acompañe y nos guíe a lo largo de la vida cotidiana.

Hagamos una pequeña reflexión y oración para poner en común cómo fue que el Espíritu Santo fue enviado por Dios para acompañarnos y auxiliarnos en nuestras necesidades.

Si nosotros no lo invitamos, El no puede ayudarnos, es necesario darle permiso y debemos enseñar a nuestros hijos a que le abran las puertas y que le dejen actuar en su vida.

Siempre es mejor hacerlo en familia y si tenemos niños pequeños, es necesario preparar material didáctico como dibujos para que iluminen, láminas, flashcards, etc.

El espíritu Santo puede darnos consuelo, auxilio, sabiduría; Él siempre nos ilumina la conciencia y la inteligencia por eso es necesario que tenga un lugar muy especial en nuestra vida personal y familiar.

Es necesario recordar que aunque la solemnidad es en domingo, los días siguientes son propicios para seguir con el tema y tratar de hacerlo vida en familia.

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Meditar sobre los dones del Espíritu Santo

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Hacer oración para pedírselos a Dios

Para poder recibirlos mejor es necesario pedirlos y para eso es necesario conocerlos. Hay siete dones que el Espíritu Santo nos da: sabiduría, entendimiento, consejo, ciencia, temor de Dios, fortaleza y piedad.

Es necesario vivir desde la oración la solemnidad de Pentecostés, pero también es necesario seguirle pidiendo al Espíritu Santo que nos regale sus dones, para que Dios nos permita abrir el corazón a su acción.

Y hay 12 frutos del Espíritu Santo: Amor, Alegría, paz, paciencia, longanimidad, benignidad, bondad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia y castidad.

Solo así podremos ver sus frutos en nosotros, dejándolo que actúe en nosotros.

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Estar dispuestos a ponerlos al servicio de la comunidad. La Familia.

Cuando Dios nos regala algo, es para que lo pongamos al servicio, es así que Dios no enciende una lámpara para esconderla. Como miembros de una familia, es super importante que todos conozcamos nuestras fortalezas y debilidades y tratar de complementarnos unos a otros. Igual pasa con los dones que Dios nos da, unos complementan a los otros.

Nuestros hijos y nosotros también, debemos tener claro todo esto y hacer oración Para pedirle al Espíritu Santo que nos dé sus dones y nos regale sus frutos, que sólo son el resultado de su acción en nuestras vidas. En cuanto a los frutos hay algunos términos que no conocemos bien, pero debemos darnos el tiempo para conocerlo y compartirlo en familia.

Ojalá que estemos siempre dispuestos a servir con alegría y a dejar que el Espíritu Santo actúe en nosotros y por medio nuestro para que el Amor de Dios le llegue a muchas personas.


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