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OMUNIÓ Órgano Informativo de la Diócesis de Querétaro
La Comunicación, hace la Comunión
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1 de agosto de 2021 No. 1223 Año 24
Agosto, mes de oración por la santificación de los sacerdotes
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ace dos años, el último día del mes de julio de 2019, en la fiesta de san Ignacio de Loyola, el entonces IX Obispo de Querétaro, Dn. Faustino Armendáriz, invitó a la diócesis para celebrar el mes de agosto en oración por los sacerdotes diocesanos.
“Inspirado en la oración que Jesús dirigió al Padre, antes de su pasión redentora e imitando su ejemplo, he resuelto convocarles oficialmente para que como Iglesia diocesana, de ahora en adelante, dediquemos cada año todo el ‘MES DE AGOSTO’, a la oración por la santificación de los sacerdotes en la Diócesis de Querétaro; conscientes que los sacerdotes -como el mismo Jesús en su oración lo dice al Padre-, aunque no son del mundo pero están en el mundo, necesitan que el Señor los guarde del Maligno (cfr. Jn 17, 14-15). Este mes de oración, desea contribuir a promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes en nuestra Diócesis, para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso e incisivo, de tal forma que el anhelo de Dios, al dejarnos en la última Cena el sacerdocio de su Hijo Jesucristo, se haga cada vez más una realidad entre nosotros y así, su glorificación sea cada vez más espiritual y la santificación de todos los hombres sea cada vez más verdadera”, rezaba el primer numeral de la circular. El Pueblo de Dios necesita sacerdotes santos y la santidad es una encomienda obligada entre los ministros sagrados, pero los laicos tienen un papel importante en este proceso que implica la unción recibida por los sacerdotes el día de su ordenación. Los laicos, con su cercanía y apoyo, contribuyen de manera eficaz, responsable e indispensable para que, en cada templo y capilla, en cada parroquia y diócesis haya más “pastores según el corazón de Dios”. Puede usted y su familia adoptar espiritualmente a un sacerdote para que, especialmente en este mes, ofrezca sus comuniones sacramentales y espirituales, sus momentos de oración, trabajo o estudio, algún rosario o ayuno, obras de misericordia y visitas al Santísimo para ayudarlo y animarlo a vivir santamente su ministerio. Con la ventaja de que “el que por otros pide, por sí aboga”, logrando con ello la santificación de la propia familia.