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OMUNIÓ Órgano Informativo de la Diócesis de Querétaro
La Comunicación, hace la Comunión
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8 de agosto de 2021 No. 1224 Año 24
Nos crecerán alas P
Fiesta de la asunción
arece imposible que este débil cuerpo, cual minúscula partícula, sea el recipiente de una promesa eterna, llamado a morir por ser mortal, pero impregnado de eternidad por ser imagen y semejanza de Dios. Yo me hago cargo de ustedes, ha dicho Jesús, cuando invita, a quien quiera seguirlo, a comulgar de su Cuerpo y Sangre.
La Virgen es la primera discípula cristiana, no por ser la madre de Jesús, que ya es bastante cosa, sino por su seguimiento tan radical al Plan de Salvación que asume la responsabilidad de construir el Reino de los cielos aquí en la tierra, a construir la eternidad durante el tiempo presente. María está ahí, aceptando la voluntad de Dios en el anuncio de la Encarnación por parte del
Ángel, pero también al pie de la Cruz, pasando por Belén, Egipto y Nazareth. La encontramos recibiendo el cuerpo de su Hijo amado. No repugna a la razón el que la debamos encontrar en el cielo y, ya desde ahora, intercediendo por nosotros desde su Asunción gloriosa a los cielos. Ella, la Virgen Madre, se convierte en faro y guía, en un claro ejemplo de lo que nos espera a nosotros, la Iglesia, si perseveramos en el seguimiento del Señor.
“Son las «grandes cosas» que celebramos hoy. María es asunta al cielo: pequeña y humilde, es la primera en recibir la gloria más alta. Ella, que es una criatura humana, una de nosotros, llega a la eternidad en cuerpo y alma. Y allí nos espera, como una madre espera que sus hijos vuelvan a casa. En efecto, el pueblo de
Dios la invoca como “puerta del cielo”. Nosotros estamos en camino, peregrinos a la casa de allá arriba. Hoy miramos a María y vemos la meta. Vemos que una criatura ha sido asunta a la gloria de Jesucristo resucitado, y esa criatura sólo podía ser ella, la Madre del Redentor. Vemos que en el paraíso, junto con Cristo, el nuevo Adán, está también ella, María, la nueva Eva, y esto nos da consuelo y esperanza en nuestra peregrinación aquí abajo”, ha dicho el papa Francisco en el 2019. Y, entonces, nos crecerán alas, la Virgen nos impulsa y anima con su ejemplo, para encontrarnos contagiados de eternidad, con la añoranza del cielo, construyendo la eternidad en las obras de cada día, aunque este barro tiemble ante el destino glorioso que le espera.