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OMUNIÓ Órgano Informativo de la Diócesis de Querétaro La Comunicación, hace la Comunión
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17 de abril de 2022
No. 1260 /Año 25
La cincuentena pascual O rumbo a Pentecostés
E
l pueblo de Jesús celebraba la fiesta de las cosechas o de las primicias cincuenta días después de la fiesta de la Pascua judía, en el tercer mes de su año que corresponde al mes de mayo nuestro. La cincuentena pascual se da entre la Pascua y Pentecostés. Empieza el capítulo dos del libro de Hechos de los apóstoles que ese día de Pentecostés estaban reunidos en un mismo lugar cuando recibieron al Espíritu prometido por Jesús y expresado en signos externos como lenguas de fuego o un viento impetuoso.
La liturgia de la Iglesia hace más evidente la relación entre la Pascua y la fiesta de Pentecostés. Una vez que Jesús ha hecho su pascua, paso de la muerte a la resurrección, empiezan las apariciones que alimentan la fe de los discípulos durante cuarenta días y que los va remitiendo a Galilea, a la periferia del primer amor. Ahí se despedirá de ellos y
sucederá su ascensión gloriosa, pero no los deja solos, les promete que estará presente todos los días, hasta el fin del mundo. Físicamente ya no estará en ese grupo, pero sí que lo hará en toda la Iglesia extendida por todos los rincones, en todas las razas, en cualquier idioma y por todos los tiempos a través de su Espíritu Santo en la efusión de Pentecostés que tendrá lugar diez días después. ¡Es la primera novena de la historia! Desde el día cuarenta y uno hasta el cuarenta y nueve la Iglesia naciente permanecerá en oración junto con María; en el día cincuenta la Iglesia, “nacida del costado de Cristo dormido en la cruz” (Sacrosanctum concilium 5), recibe al Espíritu Santo y con esa fuerza que los convierte en testigos valientes, la Iglesia se manifiesta como instrumento y sacramento de salvación para el mundo entero; es viento que agita lo que a su paso encuentra y es aliento sin el cual morimos, es fuerza ordenadora que le devuelve la belleza al cosmos
hundido en el caos de las tinieblas. Hacia allá caminamos ahora, la cuaresma nos ha traído a la Pascua y ésta nos impulsa a otra meta, la fiesta de Pentecostés. Porque si un cuerpo no tiene espíritu, es simplemente un cadáver. Celebremos la cincuentena pascual en compañía del Resucitado que nos saluda con su saludo de paz y pidámosle que nos regale su Espíritu para que, como dice la secuencia de Pentecostés, venga y mire el poder del pecado cuando no envía su aliento, que riegue la tierra en sequía y sane el corazón enfermo, lave las manchas e infunda calor de vida en el hielo y reparta sus siete dones según la fe de sus siervos.
¡Cristo ha resucitado! ¡La paz esté con ustedes! ¡Ven Espíritu divino!