III Seminario Atlántico de Pensamiento-Diseño y gestión de la ciudad en las nuevas dinámicas urbanas

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El diseño y la gestión de la ciudad en las nuevas dinámicas urbanas

Joan Busquets Lo que me propongo en este trabajo es explorar la idea de la ciudad que viene en un momento de crisis múltiple como el actual. En una investigación de 2008 hacía referencia a que el diseño y la gestión de la ciudad son conceptos muy ligados al término de multiplicidad. Está publicada en el libro correspondiente del Seminario Atlántico de Pensamiento 1 y no voy a insistir en ello. Creo que estamos en una situación difícil porque en un contexto de crisis múltiples es muy complicado imaginar o pensar que somos capaces de definir el futuro, ya es suficiente con pensar en mañana. Sin embargo, voy a defender que en los momentos de crisis múltiples es cuando se exponen otras vías y se producen los grandes realineamientos de nuestras sociedades. No sé si esta crisis es un paquete global o cuáles son las dimensiones que antes van a remitir, pero en cualquier caso me parece que se habla de una década perdida y que los diez primeros años del siglo XXI no han servido para gran cosa. Todo esto lo hemos leído en la prensa. Yo no lo veo como una década perdida, aunque ha sido una década terrible por las cosas que han sucedido: muchos cambios culturales, políticos... pérdida, posiblemente, de algunos modelos que eran referentes. Quizás es una década que refleja algo que ha venido pasando en las últimas décadas, en los últimos treinta años. La sociedad occidental se ha movido según los patrones de una definición muy clara después de la Segunda Guerra Mundial, sin darse cuenta de que había dificultades ambientales, de recursos, dificultades sobre la manera en la que construimos las ciudades, de cómo habitamos y utilizamos el territorio; lo que en este libro se define como las distintas crisis de hoy en día —medioambientales, demográficas, económicas, financieras, etc.— son temas que ya estaban latentes desde antes. Nos hemos dado


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cuenta en esta última década, que no ha sido perdida, sino que ha sido un tanto extraña. Hemos descubierto que las ciudades han ensayado o están ensayando otros modelos y formas de organización; todos estamos de acuerdo en que estamos en un momento de la globalización muy importante. Hay teóricos que han asociado la globalización a la vulgarización, afirmando que en el fondo todas las ciudades serán iguales, todos los territorios tienden a ser lo mismo, lo que sería un aburrimiento. Yo voy a defender que los territorios no son iguales, ni van a seguir siendo iguales, sino que a lo que la globalización nos está llevando es quizás a otras oportunidades, a unos sistemas de comunicación y de información mucho más potente, elementos estos que no tienen por qué ser negativos. Voy a hacer un canto la ciudad singular y voy a hablar un poco en contra de la ciudad genérica, idea esta última que algunas personas han defendido y respaldado con demasiada facilidad. Es muy fácil señalar partes de la ciudad como genéricas y concentrarnos en la arquitectura de los grandes gestos, en los grandes museos, en los grandes aeropuertos, el resto qué más da... Pero creo que cualquier fragmento de ciudad, cualquier pedazo de territorio, hemos de entenderlo en sus nuevas condiciones y cada uno exige mucho cariño y mucho cuidado. Voy a hacer una defensa en favor de esta nueva condición global y a la vez una defensa de la especificidad del tratamiento y del diseño de la ciudad. Para hacer esto más claro voy a apoyarme en tres bloques. En estos tres bloques voy a utilizar experiencias de algunas investigaciones o temas que hemos tratado en los últimos años para hacerles ver que hoy en día, en este contexto de la globalización, se siguen dando cosas muy distintas y procesos muy distintos. El primero se referirá a los procesos sociales y urbanísticos con ritmos muy fuertes. A veces decimos que en Europa, en la vieja Europa, ya no pasa nada, no hay grandes transformaciones. No es verdad, en Europa están pasando muchas cosas. Lo que pasa es que a veces las gafas que utilizamos tienen una graduación anticuada y quizás no nos damos cuenta de lo que sucede. Voy a proponer ajustarnos las gafas para ver esto. Y para ver esto también hay unos procesos con unos ritmos singulares, sin precedentes, que son a


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los que me voy a referir al principio. Voy a desgranarles tres bloques y algunas conclusiones. El primer argumento tiene que ver con el fenómeno de la gran transformación que se está produciendo en el este de Asia, sobre la que algunos autores han dicho: «esto es fantástico, esto es el futuro, estas ciudades crecen y se desarrollan con una gran facilidad». Tomemos como ejemplo la ciudad de Shenzhen, en la zona de Hong Kong, con once millones de habitantes, unas dos veces Madrid, y que se ha construido en veinte años. Es un fenómeno que nunca había existido, un proceso insólito. Puede observarse que Shenzhen es una ciudad que casi no tiene forma. Hay precedentes en la forma en la que se han hecho estas ciudades, por ejemplo Brasilia, que es una ciudad construida en el mismo periodo de tiempo con el objetivo claro de hacer una capital. En este otro caso no se hace una capital sino una ciudad con una actividad productiva, con servicios, con todos los elementos necesarios para crear una urbe con una gran dinámica industrial. Durante la posguerra mundial, los diseñadores se imaginaban que, con ciertas ideas claves, se podía dar forma y construir una ciudad para varios millones de habitantes. Brasilia fue diseñada por Lucio Costa con el famoso arquitecto Óscar Niemeyer. Lo curioso de este caso es que la ciudad surge en un territorio donde no existe absolutamente nada. Se pone una cruz y surge una ciudad en forma de avión, dijeron los fundadores de Brasilia. Esto no tiene nada que ver con el fenómeno actual de la transformación de las ciudades. Ahí están estas ciudades asiáticas. Hong Kong, Guangzhou y Macao tienen un conjunto de cincuenta millones de habitantes, son una realidad urbanística mayor que España, en un territorio más concentrado y más pequeño. Y cuenta con un sistema funcional muy potente, que nos plantea hoy en día cómo es la nueva lectura de la geografía. Se trata de una cuestión muy importante en nuestra manera de pensar la ciudad. La geografía debe todavía predominar y estar presente en la manera en que la ciudad se puede diseñar y transformar. Los ríos y las montañas son los que dan forma a Shenzhen. Y, de hecho, podemos ver que a pesar del ritmo trepidante al que esta ciudad


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se está desarrollando, y produciéndose a sí misma como una máquina, existe cierto control en el desarrollo de sus formas residenciales, de sus espacios de servicios, de las áreas para la actividad industrial, etc. Ya no existe este formalismo con el que se concibió Brasilia, no hay ese eje a través del que se concibe todo. Brasilia es una ciudad bastante aburrida porque no se construye una verdadera ciudad desde un acto tan abstracto y tan independiente. En las nuevas urbes asiáticas pueden verse en una manzana viviendas de clase media muy buenas y de clases trabajadoras; y todo esto funciona dentro de una lógica, y hasta diría que pocas veces estas transformaciones han creado unas ciudades, como en este caso, donde incluso la gente trabajadora vive en unas condiciones bastante razonables. Esto me parece bastante importante: proyectar la idea de justicia social en la ciudad. Construir la ciudad quiere decir que la urbanidad puede ser utilizada por la mayoría de personas. La urbanidad no es algo que solo pertenece a los que tienen mucho dinero, como en la Europa de finales del siglo XIX. La ciudad tiene esta dimensión. La primera conclusión de este fenómeno es que las ciudades están tomando formas distintas. Los diseñadores intervienen en estas ciudades con estrategias bastante diferentes de las que se plantearon en Brasilia. Se trata de sistemas muy abiertos en la organización del territorio, que entienden la geografía, y a partir de ella crean espacios residenciales, de servicios, industriales y de actividad mixta. ¿Cómo intervenir en esas ciudades en las que el ritmo es tan fuerte? Es posible que estas tomen elementos de la forma urbana con ritmos relativamente distintos. La forma general de este tipo de ciudad se configura también a través de edificios que responden a funciones distintas, a parques y jardines, a actividades diversas como cines, galerías de teatros, a áreas cívicas como restaurantes o plazas. Son elementos que entran en juego, formas arquitectónicas más abiertas que permiten que los cambios y los ajustes entre las piezas puedan tener otra armonía. Quizás en Europa, en la vieja Europa, se producen cosas parecidas, pero las gafas no las dejan ver. Recientes investigaciones han demostrado que en Milán la actividad económica más fuerte no se desarrolla en el centro histórico, sino en las


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zonas abiertas del territorio, sin que casi nadie atienda a esas zonas. Este es un elemento de reflexión importante. Quizás nos estamos fijando demasiado en el corazón de la ciudad, en casos como Milán, y la verdadera economía, la dinámica, lo que crece, lo que se transforma está apareciendo en otros lugares.

Las ciudades evolucionan hoy de manera abierta. El concepto de recinto con vías periféricas, que llamamos cinturones, está obsoleto; estos siguen siendo parte de la estructura de la ciudad, pero la economía urbana tiene otras lógicas, otras formas La primera observación, a mi modo de ver, es que las ciudades evolucionan hoy de una manera abierta. La idea, defendida por algunos urbanistas y arquitectos, de que las vías periféricas —llamados cinturones— cierran la ciudad, se va quedando obsoleta. En Madrid se llama M-30, M-40, M-50, M-60... y ya no saben dónde construir más, puesto que las ciudades siguen creciendo y desbordan los cinturones. Aunque son elementos de la estructura de la ciudad, esta ahora tiene otras lógicas, otras formas. La economía urbana actual se rige por patrones distintos. Quizás debamos ajustar las dioptrías de las gafas para reconocer estos procesos y tratar de dar respuestas de diseño correctas. Se podría decir que lo que ocurre en Milán está bien, pero también que el modelo de ciudad que crea esta economía creciente no es tan bueno, debido a que las instalaciones destinadas a la actividad productiva y situadas a las afueras, carecen de servicios y de transporte público. La gente que trabaja en estas zonas debe utilizar el coche, caminar mucho, o utilizar medios de transporte que no son adecuados a la situación actual. Incluso en Europa, cuando vemos la escala de estas transformaciones y descubrimos los procesos que están teniendo lugar en esta área de Milán, entendemos que hay que afrontar otras cuestiones.


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Una experiencia distinta es la de Holanda. Es un país con poco terreno, mucho ganado al mar, con una voluntad de que tenga sus zonas agrícolas y de interés paisajístico. La lógica de este territorio es producir asentamientos densos, aunque se producen algunos nodos en los que las residencias se colocan en continuidad con el agua como, por ejemplo, sucede en Rotterdam. La fabricación del suelo de la ciudad se hace a partir de la tierra que se saca del fondo del lago, lo que le confiere una gran dificultad. Las formas como trabajan en estos lugares obligan a entender que los procesos de construcción de la ciudad atienden mucho a cómo se pueden mezclar los usos. Pero la ciudad, como leíamos también en Asia, adquiere formas que tienen claro lo que se consigue interviniendo en la geografía. En el proyecto de Nesselande, por ejemplo, la creación de una nueva playa y de un paseo organiza todo el territorio. Un elemento paisajístico de primer orden, en conexión con el agua, hace inmediatamente a los lugares más agradables o que los servicios sean disfrutados por los usuarios. En invierno el agua dulce queda helada y el lago sirve como gran plaza para patinar. Estamos hablando de formas de ciudad con relativamente pocos criterios arquitectónicos. La arquitectura logra de esa manera que diversos elementos entren en juego de una forma, a mi modo de ver, escenográfica, con lo cual incluso se produce una alteración de la geografía, como he señalado.La primera reflexión proviene de esta cuestión: las ciudades son abiertas, tanto en Asia como en Europa. En este punto insisto en que Europa está menos dormida de lo que imaginamos. Las necesidades residenciales son fuertes, quizás en España hemos dado más prioridad a construir vivienda que a crear ciudad, y esto dice mucho de la famosa burbuja inmobiliaria, que ha sido un fenómeno muy específico de España con respecto a Europa. Si en lugar de poner tanto énfasis en el número de viviendas construidas en cada distrito, hubiéramos dicho qué partes de ciudad construiríamos y dónde lo haríamos, quizás el resultado o la presión que estamos viviendo con esta crisis hubiera sido menor. La segunda reflexión tiene que ver con las operaciones en las ciudades, sobre todo con los proyectos dentro de la ciudad. Estos nos ofrecen dos pistas sobre la forma que va a ir adquiriendo la ciudad que tienen


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que ver con su escala. En Europa, en general, la manera de entender cómo se pueden mejorar las ciudades pasa a través de ciertos proyectos de envergadura. Este es el caso de Lisboa. En ella se hizo un gran proyecto en el frente del agua para producir la Expo 98. Es lo que llamo un big bang: aparece de repente. Se trata de una gran operación pública que produce enorme cantidad de suelo en una zona que, siendo antes un área industrial abandonada o con poco uso, se convierte en un nuevo centro para la ciudad de Lisboa. Las ciudades necesitan de ciertos proyectos que les den un vuelco, que les den una imagen nueva. Esto ha ocurrido en proyectos recientes en Valencia y en Zaragoza. Intentos de concentrar en algunos proyectos este tipo de actuación. Creo que a veces pueden ser necesarios, pero quería llamar la atención también sobre los límites y las conveniencias de los mismos. Seguramente hay pocos proyectos tan exitosos como el de Lisboa, que ha sido capaz de producir en esta zona una operación urbanística cuya lógica interna ha sido seguida luego por toda la ciudad. Al lisboeta donde le gusta estar es en el casco histórico y en la zona de la Expo, que es la parte nueva. La idea es que estos proyectos permiten trasformar las ciudades. Hay una conocida imagen de hace décadas en la cual un grupo de personas, sentadas en unos sillones muy amplios, descubre con cariño y cuidado el futuro de su ciudad, Nueva York, en una gran maqueta. Esta es una de las ventajas de estos proyectos cuando los podemos encuadrar en la ciudad, porque permiten darle o imaginar la forma del futuro. Nosotros conocemos bien la ciudad y la podemos ver, pero nadie sabe cómo será la ciudad del futuro . El futuro no tiene forma, le hemos de dar la forma. En 2010 tuvo lugar la Exposición Universal en Shangai, la mayor que se ha producido hasta el momento. La siguiente será en Milán en 2015. La ciudad italiana está buscando a través de una operación del tipo de la realizada en Lisboa, pero a menor escala, un poco la misma idea que la capital portuguesa. La de Shangai trató de explicar, como la de Nueva York en su momento, cuál será la forma del futuro. En Milán pretenden desarrollar la forma en que la alimentación se desarrollará en el futuro. Cuestiones relacionadas con nuestras crisis se quieren resolver o abrir


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a la discusión a partir de algunas de estas experiencias, de cómo será la ciudad del futuro. Shangai nos dará algunas pistas. Milán nos quiere hablar de cómo la alimentación puede ser más racional, cómo nuestras ciudades pueden tener mejor uso de los espacios, de lo que estas producen. Estas cuestiones van a poner sobre la mesa estos elementos. Una de las hipótesis en Milán es imaginar que a partir de las zonas abiertas se pueda tejer de nuevo un gran espacio del territorio. La forma pretendida es casi la de la geografía natural reinterpretada, donde las aguas funcionan como los sistemas verdes abiertos existentes, que pueden empalmar un lugar a otro. Son cuestiones que el diseño a esta escala plantea. Muchas otras veces las ciudades se rehacen desde otra escala. Es el caso de Dunkerque, que está al norte de Francia. Ustedes la conocerán, como yo, por las destrucciones más que por los proyectos. En el siglo pasado fue barrida dos veces por la guerra. Es una ciudad estratégica entre Francia e Inglaterra. El paso de los aviones alemanes y el de los aliados hizo que cayeran muchas bombas sobre esta ciudad. Es una ciudad con una historia muy profunda. Probablemente si miramos las imágenes de la ciudad, pensamos: vamos a reconstruirla toda nueva. Pero debajo de los edificios están las cimentaciones, los colectores y las murallas. De modo que la imagen de Dunkerque cambia si empezamos a entender lo que son los elementos anteriores: las distintas murallas de la ciudad, los edificios importantes, algunos reconstruidos y otros no. Creo mucho en esta idea de que las ciudades pueden tener proyectos de ambición, que a lo mejor no pasan por un solo logro, como sucede en Milán, sino que son proyectos que pueden formar estrategias globales, pero que tienen en cuenta cómo era la ciudad, las cosas que estaban debajo de la ciudad, ya que son sistemas que fácilmente pueden llegar a recomponer una estrategia general para el centro. En una ciudad como Dunkerque se pueden plantear esta idea con ambición. Ha padecido dos grandes desastres como fueron las dos guerras mundiales, pero quizás la forma de la ciudad puede volver a ser la misma. Nosotros llamamos palimpsesto a este elemento que escribe una cultura sobre la otra y crea la superposición de estas culturas. De hecho, construcción, demolición, nueva construcción se


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pueden producir en una ciudad única. Esta es un poco la ambición de una operación que es un proyecto urbanístico, arqueológico, de actividad económica, pero también residencial y de recalificación de la actividad existente. Son cuestiones que plantea esta ciudad, Dunkerque, que hace un mejor uso de los recursos actuales, y que en el fondo es la propia ciudad.

Las ciudades tienen raíces y hoy en día buscan su ADN. La ciudad regular no es un invento griego que extienden los romanos y así hasta el siglo XIX; hasta la ciudad árabe es regular. Y la del siglo XXI tendrá una regularidad adaptada a sus necesidades La tercera discusión quiero sostenerla sobre la idea de que nuestras ciudades tienen unas raíces importantes que no se pueden perder de vista. Recientemente, he colaborado en una exposición en Barcelona con motivo de la celebración de los 150 años del Proyecto Cerdá (1855), que hizo que Barcelona, que era solamente un centro histórico, pasara a ser una ciudad proyectada. Descubrimos que esta regla o esta manera de hacer la ciudad, la ciudad del siglo XIX, tiene orígenes muy profundos y un futuro muy prometedor. Esa fue un poco la conclusión de aquella exposición. Estas ciudades están formalizadas de forma regular, en cuadrícula. El orden de las calles es el que hace la forma urbana. Con estos ejemplos, descubrimos a través de una investigación que no es cierto que la idea de ciudad regular, como muchas personas siempre habíamos imaginado, nace de los griegos y que los romanos la copian, luego la distribuyen por Europa, y a partir del Medievo se repite y se retoma con la ciudad renacentista y luego la del siglo XIX. Por el contrario, se puede decir que este formato es algo innato en el hombre, es casi un hecho antropológico. En el diseño de la ciudad de hoy en día nos deben preocupar menos los objetos y más los sistemas. Estos sistemas regulares pueden tener formas


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El proyecto Fresh Kills en Nueva York hace del reciclaje un parque en las afueras. La ciudad funcional, industrial, residencial no funciona. La gente quiere una ciudad en la que cuando pasea pasen cosas. Ahí es básico reencontrarse con la geografía cuadradas, rectangulares, más grandes, más pequeñas, orientadas dependiendo de la luz, del viento. Hay otras dimensiones. La idea de que la ciudad regular es igual en todas partes, no es verdad. La idea de que la ciudad regular es un invento de los griegos, insisto, tampoco es verdad. Incluso la ciudad árabe, que siempre la hemos relacionado con la kasbah, es regular. A partir de la regularidad se puede fabricar la ciudad del siglo XXI, pero esta no es la misma ciudad que la del XIX o del XX. En Barcelona, cuando se acometió la mejora del frente de mar se hizo con sistemas regulares. En términos de escala de la ciudad de 1985 y la de 1992, antes y después de la citada mejora, es parecida, pero en infraestructura y en calidad del espacio es totalmente distinta. El resultado final es una reinterpretación de la regularidad a partir de los esquemas de Cerdá. Esto hizo que Barcelona se aproximase al mar con un sistema muy abierto para permitir que los ciudadanos se acerquen al agua, mientras que los sistemas de infraestructura eran resituados en una cota inferior para no interferir. Cada fase de la reinterpretación de la ciudad regular toma escalas distintas que corresponden también a las soluciones programáticas de cada momento. Lo que es imposible de imaginar es que, como la ciudad del XIX nos gusta, vamos a construir la ciudad del XXI como la del XIX. Porque hoy en día debemos afrontar programas, necesidades, tiempos e inversiones distintas. Londres era una ciudad que había renunciado al río, pero un proyecto ha permitido recuperarlo y convertir Londres en una ciudad hermosísima, con espacios públicos muy interesantes junto al río. Estamos en una fase con unos proyectos que buscan la identidad, el ADN de la ciudad. Si


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el ADN de Barcelona era esta regularidad que le ha dado su origen desde el siglo XIX y su forma de ser, no es de extrañar que en Las Palmas de Gran Canaria, por ejemplo, uno de los elementos importantes sea el contacto con el agua que hace muchos años se resolvió con la Playa de Las Canteras. Así, la relación con el Atlántico abierto y con el Puerto puedan ser uno de los elementos más apasionantes de esta ciudad en el futuro. Hemos visto escalas distintas y ritmos distintos que muestran que la globalización no nos está llevando a procesos iguales y similares en todas partes. Quisiera solamente referirme a algunas cuestiones que nos apremian hoy en día y que nos permiten darle otra orientación a la ciudad. Me refiero, por ejemplo, a la cuestión del reciclaje. Hasta ahora nuestra forma de reciclar ha sido mandar los residuos fuera de la ciudad. Sin embargo, el proyecto Fresh Kills en Nueva York hace del reciclaje un parque para la ciudad a las afueras. Es un gran proyecto que permite ver que cuestiones nuevas que las crisis nos han planteado y que obligan a pensar en nuevas formas de actuar en la ciudad, como producir espacios que la gente encuentre interesantes e innovadores. El futuro de la ciudad está en ver si somos capaces de hacer que la innovación forme parte la ciudad, o bien en reconocer que si la innovación está solo en los espacios más activos económica o tecnológicamente, en lo que se llama la industria relacionada con el conocimiento, y esta se va fuera, la ciudad pierde esta capacidad económica. Por lo tanto, existe hoy un esfuerzo enorme, titánico, de investigación para entender cómo estas actividades funcionan. La ciudad funcional, industrial, residencial, no funciona. Nos gustan los lugares donde cuando yo paseo hay cosas que pasan en la calle, cerca de la gente, pero ¿cómo se fabrica esto? Pues trabajando sobre los usos, analizando cuáles son compatible y qué grado de compatibilidad puede darse, en qué horas, puesto que la ciudad se usa de distinta forma por la mañana que por la noche. Estas son cuestiones que no tienen forma arquitectónica aún y de un gran potencial a la hora de discutir ciertas propuestas económicas. Las ciudades no se equivocan en encontrar estas direcciones. El proyecto de acercamiento al agua será más verde, o más mineral, pero


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acercarse al agua es algo que la mayoría de la población quiere. La apertura de la ciudad al mar en Barcelona ha sido el punto donde la mayoría de los ciudadanos han coincidido. La gente dirá que las palmeras son demasiado pequeñas, que las luces están demasiado altas, pero es la opción principalmente aceptada mayoritariamente. Creo que estas son las cuestiones básicas, las cuestiones de la geografía de la ciudad, cómo las ciudades se han colocado en el territorio. Quizás luego ciertas infraestructuras han cortado esta relación geográfica. Pero podemos hoy en día rehacer estas geografías para convertirlas en elementos que pertenezcan a la ciudad, entendiendo que las ciudades batallan o se encuentran en una posición totalmente distinta, como antes decía, son mucho más abiertas. Por tanto, hemos de tratar de entender los espacios vacíos de una ciudad. Son espacios en

Pasadas las crisis las ciudades no volverán a ser como antes. Las cuestiones energéticas van a pesar mucho. Hay todo un cambio de actitud, de no retorno a la situación anterior. La ciudad del futuro aún no tiene forma los que la nueva actividad puede encontrar su sede, y esa actividad crea sobre todo un valor cultural y económico interesante para la ciudad. Si no, vamos un poco en el camino de imaginar que vamos a fabricar una ciudad nueva afuera, opción con la cual el territorio se resiente y usa mal. Si las ciudades tienen unos entornos ocupados, reocupar esos territorios me parece que es una cuestión fundamental en la que deberíamos invertir mucha investigación y creatividad. Finalmente, a la luz del tema que este libro nos pone sobre la mesa y a la luz de esta década, creo que no ha sido una década perdida, sino de ruptura, de cambio. Quizás ahora sea un buen momento para tener una actitud algo utópica y ambiciosa para la ciudad. Utópica no en el


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sentido de una figura poética sino de una visión utópica, en el sentido de una lógica utópica, que es abierta, que piensa en grande y piensa cómo ejecutarla. Estamos en un momento no de gran entusiasmo debido a la crisis, pero también en un momento de gran verdad, de acercarnos bastante a estas cuestiones que me parecen a mí van a ser cuestiones sin retorno. No creo que pasadas la crisis las ciudades vuelvan a ser como antes. Yo creo que las cuestiones energéticas van a pesar mucho. Hay todo un cambio de actitud, me parece que hay una cultura emergente, que es de no retorno a la situación anterior. Ahí es donde veo la necesidad de combinar estos esfuerzos que nacen y aparecen de muchos distintos frentes desde nuestra humilde aportación, desde el punto de vista de la ciudad, de cómo se forma, de cómo se transforma. Nuestra reflexión pasa por esta idea de decir que la ciudad hoy en día está sometida a unas tensiones globales fuertes, a una competencia enorme. Esto es cierto, pero las ciudades no deben ser genéricas, deben jugar con su propio ADN, con sus propias capacidades y necesitan ser fuertes. Esto quiere decir aunar esfuerzos, poner las cosas claras e ir sobre todo a entender que las dimensiones geográficas son dimensiones básicas, que son las dimensiones que más afectan e interesan a sus ciudadanos y a la actividad económica ligada a estas ciudades.

Notas 1

Busquets, Joan, «La ciudad del siglo XXI. Su diseño y sus formas de gestión», en Exceso y escasez en la era global, Seminario Atlántico de Pensamiento, ed. www.seminarioatlantico.org, 2008 [nota del ed.].



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