I Seminario Atl谩ntico de PENSAMIENTO
Centro y periferia en tiempos de aceleraci贸n
EDITA
Vicepresidencia del Gobierno de Canarias DIRECCIÓN
Antonio G. González TEXTOS
© cada autor FOTOGRAFÍAS
© cada autor PROYECTO GRÁFICO Y REALIZACIÓN
RED. Comunicación Gráfica IMPRESIÓN
Daute Diseño, S.L. Depósito Legal: I.S.B.N.:
IÑAKI ÁBALOS
I ARQUITECTO Y CATEDRÁTICO DE ARQUITECTURA DEL PAISAJE
IGNACIO CASTRO
I FILÓSOFO
MARÍA LUISA GONZÁLEZ ANTONIO G. GONZÁLEZ
I ARQUITECTA Y PROFESORA DE UNIVERSIDAD
I PERIODISTA Y ESCRITOR
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SERGIO LARRIERA
I ESCRITOR Y PSICOANALISTA
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SIMÓN MARCHÁN
I CATEDRÁTICO DE ESTÉTICA Y TEORÍA DE LAS ARTES
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SONIA MAURICIO
I PROFESORA TITULAR DE UNIVERSIDAD
FLORA PESCADOR
I URBANISTA, ARQUITECTA Y PROFESORA DE UNIVERSIDAD
IGNACIO RAMONET
I PERIODISTA Y DIRECTOR DE LE MONDE DIPLOMATIQUE
MARTÍN SAMPEDRO
I FOTÓGRAFO
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PRÓLOGO
La sociedad ha cambiado en los últimos veinte años a una velocidad que no tiene parangón en muchos siglos de historia. Sin duda es el desarrollo tecnológico, especialmente en el campo de la comunicación, el que ha originado una revolución en todos los aspectos de la vida. Se compara este cambio al que se experimentó con la invención de la imprenta en el siglo XV, que hizo que la visión del mundo fuese otra, asunto al que se unió la constatación de que la Tierra no es plana y que gira alrededor del Sol. Algo así está sucediendo con los cambios tecnológicos, y si comparamos el mundo actual con el de hace tan sólo unas décadas vemos el profundo cambio que ha tenido lugar. Estos cambios afectan a la vida en todos los órdenes, desde los espacios más íntimos y personales hasta los territorios colectivos que determinan el presente y, a través de este, el futuro. Hoy más que nunca hay que hacer proyecciones en el tiempo, porque lo que hagamos ahora tendrá consecuencias a medio plazo, ya que hoy los efectos son muy rápidos en el estadio de velocidad social en que nos movemos. De hecho ya vemos efectos que son presente, que se confunden con ese futuro que hay que mirar a no demasiada distancia, porque llegará enseguida. Canarias también se ve afectada por esta velocidad y los cambios ya están ahí. Las nuevas centralidades han dispersado los centros tradicionales y, aunque a veces sigue pareciendo que son Nueva York, Bruselas o Madrid los centros escalonados que nos afectan, cada vez es más confuso el límite. Cabe preguntarse si hoy Canarias es centro o periferia, lo mismo que sucede en otras áreas del mundo que tradicionalmente han sido el eje del planeta, y otras que nunca estuvieron en el mapa y hoy tienen un papel protagonista. Esto, que se ve a gran escala, también sucede en lo cercano, porque ya las ciudades no son lo que eran, sus modos de funcionamiento son otros, menos concéntricos y más dispersos, aunque centrados por redes que desplazan los anteriores conceptos respecto al espacio físico. Canarias no es una excepción, y por ello tenemos que estar atentos al fenómeno y trabajar a favor de que esos cambios supongan elementos para el desarrollo de nuestra sociedad. Somos frontera en todos los órdenes, una condición que ha durado medio milenio, pero que ahora funciona de otra manera. Con motivo de las celebraciones del Día de Canarias 2005, desde la Vicepresidencia del Gobierno dimos espacio a la palabra, a los debates que nos permiten profundizar en estos temas, y fruto de ello fue el I Seminario Atlántico de Pensamiento. La propuesta de este seminario está avalada por figuras de primer orden en distintos campos, y sus reflexiones nos van a servir como elementos a tener en cuenta para el futuro de Canarias desde diversas perspectivas. Un
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conjunto multidisciplinar de profesionales reflexiona sobre cómo nos afectan estos tiempos de aceleración desde la perspectiva de sus distintas disciplinas. Es necesario hacerlo porque Canarias ocupa un lugar en el mapa que puede tener un protagonismo decisivo en esta zona del mundo en los próximos años. Hemos de ser conscientes de ello para no perder la oportunidad que la Historia nos brinda. Simón Marchán, Iñaki Ábalos, Ignacio Ramonet, María Luisa González, Sergio Larriera, Flora Pescador, Sonia Mauricio, Martín Sampedro e Ignacio Castro nos han aportado sus reflexiones, que nacen de un trabajo dilatado y profundo en sus campos de pensamiento. El factor común de todas las intervenciones fue la constatación de que existe una dispersión de los límites en las premisas tradicionalmente aceptadas, y que en este momento es cuando se están haciendo realidad los planteamientos discursivos de figuras que durante la segunda mitad del siglo XX fueron incluso tachadas de visionarias. Sus argumentos y los de otros autores más lejanos en el tiempo empiezan a concretarse en la realidad. A menudo las ponencias sugieren preguntas en lugar de respuestas, y esa preguntas nos hacen avanzar, porque vamos con tanta prisa que a veces no es que no nos paremos a pensar, es que ni siquiera nos detenemos para preguntarnos sobre lo que nos rodea, nos envuelve y nos arrastra. Creemos importante publicar las propuestas para extender el debate en el espacio y en el tiempo. Y en este punto es necesario agradecer las aportaciones de los participantes, haciendo una mención especial al también ponente y director del Seminario, Antonio G. González, que ha sido el motor de este encuentro.
MARÍA DE MAR JULIOS REYES Vicepresidenta del Gobierno de Canarias
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INTRODUCCIÓN
Tomando palabras de Hamlet, “time is out of joint” (el tiempo está fuera de quicio). La deslocalización se ha convertido en el curso habitual de una nueva época plenamente desplegada. Y, en este sentido, las nociones de centro y periferia llevan cierto tiempo sujetas a profundas modificaciones. Así sucede, por lo demás, en dimensiones y campos tan distintos como la geografía —la geopolítica—, la economía, la física, el arte, la arquitectura y/o el urbanismo, la historia o bien la filosofía (en particular, la teoría del sujeto). Este fenómeno tiene lugar tanto en el sentido de que mucho de lo que antes era central se ha vuelto, en cierta medida, periférico y viceversa, como en el desdibujamiento del perfil jerárquico de la propia relación de siglos entre el centro (lo central) y la periferia (lo periférico). Habiendo estallado su significación en direcciones múltiples y dispares, centro y periferia se han ido volviendo no tanto significantes vacíos como, más bien, sacos agujereados y al viento, a los que éste último atraviesa sin cesar, desdibujando el contorno, sus propios bordes, fusionando el afuera y el adentro en cada uno de sus capítulos. Es, no sin intención, un paralelismo con la imagen del sujeto dividido, escindido, extraña mezcla de razón y pulsión que Lacan adoptó en su día al producir aquel deslumbrante y polémico giro lingüístico a la obra de Freud. Como es sabido, la conformación del mundo como una tupida e interconectada red es la determinación de partida a la que finalmente nos enfrentamos en estos comienzos del siglo en curso. Se trata de una trama que se define de entrada por un movimiento incesante que ha ido sustituyendo la relación escalonada de los procedimientos, formas y lugares estables y medibles, las repeticiones rituales o imaginables que tanto definen al período moderno, por esta otra estructura de malla imprevisible, voluble, ubicua, enigmática, a la que cabría comenzar a pensar como contrapunto de la satelización y digitalización del planeta. Pero lo sustancial en este punto, lo que debe ser objeto de reflexión en adelante y, de hecho, lo que se puso a debate en el I Seminario Atlántico de Pensamiento celebrado en Mayo de 2005 en Las Palmas de Gran Canaria, son las consecuencias inmensas y concretas del hecho de que, a vueltas de lo anterior, el mundo esté experimentando una aceleración inédita. Es un fenómeno que se constituye en el verdadero signo —en la koiné— de esta época y, por lo tanto, se trata de lo que viene a determinarlo casi todo. De esta era de la aceleración lo que llama
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la atención, no en vano, en primer lugar es que, en virtud de las aplicaciones técnico-científicas, esa megacirculación real y virtual de mercancías, imágenes, sonidos, flujos de capital, percepciones del cuerpo, conflictos sociales o formas artísticas y arquitectónicas sea más determinante en la conformación de éstos últimos —por cuanto es en su fluir donde instauran su completa dimensión— que los puntos de llegada y de partida, que su origen y su destino, instancias que se han vuelto ya sólo relativamente referenciales. Casi cabría hablar de una extraña y sobrevenida socialización del work-in-progress de las vanguardias clásicas, sólo que en un escenario ajeno a aquellas epifanías modernas. No diría nada nuevo para cualquier persona atenta señalando en este punto que en lo fronterizo, en los límites entre dos mundos, dos esferas, en los extrarradios y en las periferias ha encontrado el pensamiento contemporáneo desde la segunda mitad del siglo XX claves más que sustanciales de lo que siempre se estuvo buscando en el centro con más o menos éxito. Pero si entonces se trataba de intentos por abolir la división del sujeto entre verdad y saber, esa herida mortificante que la filosofía moderna no consiguió borrar —no en vano es imborrable— pese a constituir su primera obsesión, el desplazamientos hacia los bordes de las últimas décadas es una forma de entablar por vez primera nuevos tipos de relación con esa herida. No es de extrañar, pues, que tales deslocalizaciones hayan tenido correlatos no menores en otras muchas disciplinas, dándosele carta de naturaleza o nuevo estatuto a terrenos y perspectivas que habitualmente habían quedado fuera de sus propias operaciones. Y con un alcance que, lejos del viejo suceder acumulativo, produce una brecha epistemológica que se ha revestido de componentes inaugurales. Son cuestiones que se tejen y entretejen, no sé sabe bien si causal o casualmente, en la famosa globalización. Y luego han contribuido a arrojar por resultado que, en efecto, el centro ya no sea tan centro ni la periferia tan periferia, y que lo realmente central en este mundo ya no sea un lugar, una perspectiva o una categoría autocentrada sino el señalado y omnipresente fluir de las cosas, la lógica del flujo, lo que da de sí aquello que tiene lugar en los propios recorridos... Tal cosa no significa que nada sea ya estable o fijo, sino que todo, incluso los discursos dominantes y las respuestas a éstos ensayadas, se ha preñado de los avatares de la velocidad. Y no sólo eso. Tanto la aceleración como la dislocación señalada de la lógica centro-periferia han variado inevitablemente no sólo el orden de los contenidos sino también los propios procedimientos de la reflexión en campos y disciplinas, modificando las estrategias del saber. Y, en este sentido, resulta de sumo interés abordar en adelante y con la profundidad necesaria cómo esta nueva forma de perspectiva revoluciona al sujeto y, en consecuencia, transforma a la ciudad.
En el ámbito del urbanismo, por ejemplo, asistimos a un combinado de cambio de forma y de escala de las ciudades que conduce, sobre todo, a la idea de espacios múltiples. Y también a una diversificación de los intereses individuales y colectivos que se traduce en una suerte de individualización del espacio-tiempo: cada cual quiere usarlos estrictamente a su modo. Baste asomarse a los análisis de la “tercera revolución urbana moderna” de François Ascher o a la Era de la Información de Castells, discípulos aventajados de Henri Levefre en la mítica revista “Espaces et Sociétés”, para comprender en toda su dimensión el abanico de consecuencias.
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No en vano, la impugnación que muchos arquitectos y urbanistas (hoy esa frontera es más borrosa) hacen en esta línea de la predeterminación de las funciones antes siempre claras y unívocas no sólo de los grandes espacios públicos sino de espacios residenciales privados, con la idea de administrar la multiplicidad y ubicuidad surgidas con la hibridación de ciudades y estilos de vida, abre un debate de órdago sobre el papel de la arquitectura. Es lugar común, en orden a las relaciones centro-periferia en el espacio urbano, que los viejos cascos históricos e incluso una buena parte los ensanches del siglo XIX —que durante siglos constituyeron el cogollo de la urbe— hayan quedado convertidos casi en parques temáticos con usos preferentemente administrativos y cultural-monumentales, mientras que las ciudades no sólo no han elegido nuevo centro, sino que se han diseminado como una malla en la que convergen un sinfín de centralidades diversas. Caso paradigmático lo constituyen los mega-centros comerciales (los nuevos templos) erigidos en las afueras, en torno a los cuáles se estructuran zonas residenciales de nueva factura y de muy diversos componentes topológicos y de clase, reeditándose así jerarquías socio-económicas en clave territorial. Otros son los famosos waterfronts (frentes marítimos), en lo que hace a los espacios portuarios obsoletos que reformulan su función, cabría decir que recuperando el papel de encuentro de la ciudad y el mar que tenían los viejos muelles antes de la megatecnificación de las actividades portuarias en el último tercio del siglo XX. Y lo hacen reincorporándose a la malla compleja de la ciudad actual, en el caso de la llamada segunda generación de waterfronts, con un cúmulo de actividades fronterizas entre lo marítimo y lo urbano. O bien, en otro sentido, nos hallamos con el papel inaudito que han cobrado algunas afueras, hasta ahora espacios del olvido, inasignables. Un buen caso, en concreto, es una zona del extrarradio de Madrid que hasta hace apenas unos años era un dechado de degradación ambiental. Y, sin embargo, tras la construcción de una planta de reciclaje de residuos, se ha convertido en visita de interés cultural, lo que da la medida de la formidable diseminación espacial de lo urbano. En orden al papel creciente que la arquitectura está adquiriendo en el campo de la creación artística, un turismo específico admira y fotografía su excelente factura. En orden al reto de la sostenibilidad que sus autores han incorporado, a decenas de estudiantes de medias les explican ante esa planta los rumbos que van tomando las relaciones entre naturaleza y artificio en visitas guiadas.
Cabría inequívocamente señalar al capitalismo tardío, que por vez primera unifica al planeta en torno a un solo modelo económico, como causa y principal ejemplo de la deslocalización, de la quiebra de la vieja lógica centro-periferia. Que la velocidad absoluta (la de la luz) se haya convertido en la velocidad de crucero de las transacciones financieras, que suceda en unos tiempos en los que la producción de bienes materiales se haya vuelto una mera variable de los flujos de capital y que, para más teatralidad, esa economía productiva se haya independizado por completo del lugar de origen de las materias primas, hace por completo trizas el espacio de los lugares en la lógica económica. Y por descontado reduce el margen de intervención de la política sobre la economía, habiendo disparado las desigualdades sociales en un escenario global incierto, además, en el que la miseria, la violencia y la degradación ambiental se engarzan como una hidra en un sinfín de lugares del planeta.
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África es hoy un continente destruido pero, sin embargo, las buenas condiciones climatológicas y la estabilidad política de un país como Mali hace, por ejemplo, que la empresa que tiene a su cargo el mantenimiento del sistema informático del Colegio de Notarios de Francia resida en ese país, de igual modo que Ciudad del Cabo (en Sudáfrica) se ha convertido en uno de los principales centros de redistribución internacional de mercancías en las rutas marítimas internacionales. América Latina se ha vuelto una intrincada mezcla de países depauperados con otros emergentes y boyantes, al igual que sucede en el Sudeste Asiático (la incesante exportación de técnicos y servicios informáticos de India o ese inaudito Vietnam occidentalizado dan cuenta de ello). Lo mismo cabe decir del interior de los países de lo que llamamos Occidente, en el que conviven cada vez más bolsas de miseria y marginalidad inauditas con patrimonios familiares incalculables. En el caso más específico de la geografía turística, que se ha convertido en la actualidad en la segunda mayor actividad económica del mundo, es muy clara su disposición geográfica como una enorme malla mundial de segundas centralidades (los destinos vacacionales), una de las cuales es concretamente Canarias, cuya condición periférica (como la de otros muchos lugares tropicales) ya no lo es enteramente, sólo puede ser invocada ahora en términos relativos.
En cuanto a la filosofía, el descentramiento del sujeto viene ya de atrás. Las llamadas filosofías de la sospecha (Marx, Freud o Nietzsche), herederas en cierto modo del Romanticismo, vinieron a establecer límites a unos desbocados presupuestos positivistas por entender que estaban soslayando aspecto sustanciales del sujeto que no eran susceptibles de las formalizaciones cientificistas entonces al uso... ahí se hallaba el primer Marx hablando de la compulsión al trabajo del obrero o del aura de la mercancía, no sólo a cuentas de la plusvalía que encierra sino en orden a los pluses de significación que desencadena. Y para cuando una nueva generación de pensadores intentaba la réplica, el impacto mundial causado por Auschwitz e Hiroshima vinieron a generalizar (y problematizar) la quiebra de la fe ciega en el potencial de la razón y, en consecuencia, de la historia como una senda progresiva hacia la perfectibilidad humana. A partir de ahí la historicidad, y basta sólo centrarse en Heidegger, orientaría dimensiones bien distintas y no menos determinantes ni reveladoras. Con interpretaciones diversas, es patente que el hecho de que la filosofía del siglo XX haya venido dominada por senderos de naturaleza lingüística —el lenguaje como estructura fundante de la realidad, la ausencia de fundamentos sólidos, la inevitable relación referencial del ser parlante con la Naturaleza…— implica que en la periferia de la razón (en los territorios limítrofes) anidan aspectos centrales del sujeto que deben ser puesto en valor para en verdad captar la subjetividad, sin por ello impugnar de base la razón misma en aras de alguna clase de irracionalismo. Ahí está, sin ir más lejos, Eugenio Trías en Barcelona actualmente, con su filosofía del límite. Y antes obviamente se halla todo el posestructuralismo y la hermenéutica filosófica con nombres de entidad como Foucault, Derrida, Deleuze, Gadamer, Ricoeur, Levinas, Slavoj Zizek...
En este contexto va surgiendo, por otro lado, la supremacía mediática del tiempo real, esa suerte de inmediatez en espacio y superficie que se ha puesto en movimiento bajo el nombre de ciberespacio, y que es hoy en día un
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hecho consumado. Que la mayoría de la población del planeta sea sólo, en el mejor de los casos, mera receptora pasiva, no le resta a la hiperrealidad mediática un poder de determinación que, como siempre, reside en el hecho de ser procedimiento al uso de los circuitos de acumulación de capital y sociedades opulentas, aunque cada vez más difusas, en las que se asientan. El formidable y omnipresente entramado comunicacional surgido a raíz de la tecnología digital tiene, además, el grado de visibilidad propio para mostrar de un modo inequívoco el carácter inaugural de esta nueva época, su extrema complejidad, sus juegos de ida y vuelta. El siglo XXI, cabe recalcar, ya aparece en fuerte conexión con esta mezcla inverosímil de velocidad extrema y tiempo detenido, circular, que por lo novedosa, en definitiva, no ha sido aún enteramente explicada y está afectando a todos los órdenes vinculados al individuo, modificando los contornos de la subjetividad. Tal pérdida de orientación, que ha tenido lugar también por esa duplicación de realidad sensible y virtual, está produciendo, como es sabido, claras perturbaciones en la relación con el otro y con el mundo. Como subraya Paul Virilio, tenemos que reconocer aquí un cambio principal que, de igual manera que afecta a la geopolítica y a la geoestrategia, también tiene incidencia directa en la democracia.
Canarias es un lugar al que las dinámicas en las relaciones entre centro y periferia le atañen de manera determinante. Tanto por cuanto, en primer lugar, está obviamente sujeta al curso universal de los acontecimientos. Y, en segundo término, por su específica situación geográfica, siempre del orden de lo fronterizo. La frontera constituye el paradigma del cosmopolitismo, porque es —por ahora— la única versión no abstracta de lo universal. Y el Archipiélago ha sido siempre uno de esos lugares que se han constituido como una intemperie del mundo, un espacio en el que éste se condensa, dejando marcas en cada época pero, a la vez, fagocitándolas e incluso borrándolas, con extraordinaria facilidad en su lógica de circulación y desde su naturaleza cambiante. De modo que, desde su insignificancia geográfica, las Islas se vuelven actualmente una metáfora de toda esta nueva hibridación global. Es más, en cierto modo podría entenderse que en Canarias de siempre se extravió la geografía para volver ésta a alumbrarse en un torbellino desde donde mejor puede el mundo ser pensado a la vez que, justamente por ello, se van pensando también las Islas. El Archipiélago, como se ve, ya había producido por muchas razones ese dispositivo, ese modo de aprehenderse en lo que fluye. Es así que no resulta aventurado suponer que, a poco que se hagan las lecturas precisas, se escuche el relato dispar producido por Canarias y haya quienes actúen con esa instintiva levedad insular para continuar produciéndolo, el estado del mundo que se está abriendo no será un completo enigma para unas Islas que han jugado sus mejores partidas en la apertura (inteligente, medida, filtrable) al afuera, siempre y en cualquier caso, y que tienen sus momentos de declive cuando se pliegan sobre sí mismas. En la medida, además, en que dentro de las aspiraciones inmediatas de las Islas se encuentra profundizar en las relaciones trasatlánticas y actualizar una internacionalización que siempre definió a lo canario con África y América —una vez consumada la plena integración en Europa— resultaba pertinente que este seminario se ocupara de indagar, en su inédita complejidad, la era de la aceleración.
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De otro lado, la constancia del desbordamiento de los límites de los distintos saberes y un cierto consenso básico acerca de que no es posible abordar en su verdadera dimensión lo que hoy en día tiene una cierta entidad más que con un enfoque interdisciplinar tuvo, como no podía ser menos, una excelente traducción en la disposición a participar de todos los ponentes. Y finalmente se convirtió en un hecho consumado contrastar el pensamiento producido en España y en Canarias por teóricos y profesionales de primera fila de ámbitos tan dispares como la filosofía, la arquitectura, el arte, el periodismo y el psicoanálisis en torno a una cuestión, los cambios registrados en las relaciones centro-periferia, que se confirmaron efectivamente en su hondo calado. En esta publicación en forma de libro de las conferencias del I Seminario Atlántico de Pensamiento, extremo que persigue básicamente una mayor divulgación y fijación de un encuentro de especial interés y alto nivel que, sin lugar a dudas, tuvo la dignidad que corresponde a un acto atlántico, se ha querido con todo conservar la frescura del tono propio de las intervenciones orales de entonces, lo cual sucede en la mayoría de las ponencias. Quiero, por último, hacer un reconocimiento expreso a la Vicepresidencia del Gobierno de Canarias, Mar Julios, por haber acogido la organización en su día de este seminario, a la que vez que por su publicación ahora en forma de libro. Mostrar su interés por que el asunto que nos convoca, Centro y periferia en tiempos de aceleración, sea abordado en toda su extensión avanza, hay que decirlo, una voluntad de ir más allá de lo inmediato. Y me aventuro a subrayar también que su impulso a un seminario cuya orientación netamente independiente fue preservada sin la menor dificultad muestra un intento de producir un regreso de la política o, al menos, resulta un modo de asomarse al terreno para ponderar con el rigor debido sus nuevos márgenes de actuación. En las últimas décadas, y con carácter general en todo el mundo, de esto la política se ha evadido, para abrazar una idea puramente gerencial de sí misma. En buena medida esta actitud está en conexión con la globalización. Este espacio mundial de los flujos y el tiempo intemporal de la era digital sobrevuelan y determinan el espacio y el tiempo de los lugares y la historia, que es sobre el que la política verdaderamente siempre mantuvo su capacidad de maniobra. Es por ello por lo que el nuevo estado de cosas surgido a finales del siglo XX la ha descolocado reclamando una reformulación de sus propias condiciones de posibilidad. Naturalmente todo lleva su tiempo. Pero comienza, sin embargo, a haber ya excepciones a esa cierta inhibición de la política a la hora de producir las grandes orientaciones, a ese largo retraimiento surgido tras la caída del Muro de Berlín… Y, en gran medida, de una comprensión profunda de las nuevas relaciones centro-periferia dependerá que el Archipiélago acierte en sus estrategias de futuro, un enfoque que, en realidad, hoy es extensible en casi idéntico grado (y por vez primera) a cualquier punto del planeta.
ANTONIO G. GONZÁLEZ Director del I Seminario Atlántico de Pensamiento Las Palmas de Gran Canaria. Abril 2006
LA CIUDAD AZUL IÑAKI ÁBALOS
Auna la doble condición de arquitecto de proyección interna-
Iñaki Ábalos
cional, inmiscuido en la experimentación en materia de procesos y materiales, con la de teórico de la arquitectura, en su calidad de catedrático de Arquitectura del Paisaje de la Es-
cuela de Arquitectura de Madrid. Atesora una de las aportaciones más interesantes en España a la reflexión sobre el paisaje —concepto que siempre ha analizado desde su extrema complejidad—, la recuperación de lugares en deterioro y los nuevos espacios híbridos (periferias urbanas, márgenes, descampados, áreas de reciclajes…) Nacido en 1956 en San Sebastián, Ábalos se licenció en la capital de España y en 1985 fundó junto a Juan Herreros el estudio “Ábalos & Herreros”. Su faceta teórica arroja por saldo, además, periodos de docencia en diversos centros españoles y extranjeros. Ha sido profesor visitante en la Universidad de Columbia (Nueva York) en 1995 y 1996, donde impartió el seminario “Technique and Architecture” en el programa de Master, profesor del curso de postgrado “Contenedores Híbridos” en la Facultad de Arquitectura de Montevideo en 1996, profesor invitado en la EPF de Arquitectura de Lausana en 1997 y también en la Universidad de Princeton (Nueva Jersey) en 2004 y en la actualidad. Entre sus libros destacan Le Corbusier. Rascacielos (1988), Técnica y Arquitectura en la Ciudad Contemporánea. 1950-1990 (1992), Las Afueras: 6 Ensayos sobre la Condición Metropolitana (1995), Áreas de Impunidad (1997), Reciclando Madrid/Recycling Madrid (2000), Tower & Office (2000, M.I.T. Press, Boston) y La buena vida (2002). Entre sus trabajos arquitectónicos o urbanísticos destacan los proyectos de ordenación de la Plaza de Castilla (Madrid) y de la Diagonal de Barcelona, diversos edificios de viviendas y oficinas en Madrid, las estaciones depuradora de aguas residuales de Majadahonda, Villalba y Guadarrama (Madrid), el parque dunar de Doñana (Huelva), la Biblioteca de Usera (Madrid), la planta de Reciclaje de Residuos Urbanos de Madrid, el proyecto de Parque Regional del Sureste (transformación paisajística del antiguo vertedero de Madrid), el proyecto de Architekturforum en Bonn (Alemania), la ordenación del Sector Ramos de Río de Janeiro, el Parc Litoral Nord-Est para el Forum 2004 de Barcelona, la Planta Integral de Residuos de Sant Adrià de Besos, las Torres Mixtas Bioclimáticas en el Humedal de Salburúa (Vitoria-Gasteiz) y la Plaza y Torre Woermann en Las Palmas de Gran Canaria, seleccionadas como una de las piezas estrella para la muestra sobre arquitectura española que a comienzos de 2006 se expuso en el Museum of Modern Art (MoMA) of New York.
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1. Datos Comenzaré mi exposición sobre lo que he denominado “la ciudad azul” con unos pocos datos de referencia, de sobra conocidos, pero que permitirán acotar el contexto de esta idea de ciudad. La franja tropical/subtropical ha experimentado profundas mutaciones en los últimos treinta años, tanto demográficas como económicas. A principios de siglo ni una sola de las diez ciudades más habitadas del planeta estaba en el trópico (Tokio, entonces la séptima ciudad, con millón y medio de habitantes, sería la excepción si hablásemos también de la región subtropical). Hoy si buscamos las diez ciudades más populosas del planeta tan solo encontraremos Moscú fuera del cinturón tropical (si nos extendemos a las veinte mayores ciudades encontramos también, en los puestos dieciséis y dieciocho Nueva York y Londres. Si en vez de ciudades buscásemos áreas metropolitanas los resultados variarían poco; solo quedaría incluida el área de New York-New Jersey entre las diez primeras). Pero, además, ha aumentado en paralelo la población urbana; hoy el ochenta por ciento de la población mundial vive ya en ciudades. Se da también la coincidencia de que basta observar el mapa de las grandes metrópolis, especialmente en la franja tropical/subtropical, para darse cuenta de que una mayoría prácticamente absoluta de ellas está ubicada frente al mar; que las ciudades tropicales/subtropicales con éxito son siempre ciudades costeras. En España la población que ocupaba la franja costera ha pasado en el siglo XX de representar menos del diez por ciento de la población a contar con el veinticinco por ciento del total. Varios factores han influido en este transvase de población hacia el trópico y hacia el mar; la deslocalización de empresas debida a la economía global, el turismo, los movimientos migratorios unidos al propio crecimiento demográfico. Es conocido que en el régimen de acumulación flexible —tal y como David Harvey denomina al capitalismo contemporáneo frente al modelo de acumulación fordista— la relación entre materia prima y producción ha perdido cohesión tanto por la aparición de nuevas formas de generación de riqueza ajenas a la manufactura como porque, aún en los sectores productivos industriales tradicionales, mejores condiciones de contratación de mano de obra hacen hoy rentable el desplazamiento de las materias primas. Es conocido también el vertiginoso
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“La relación entre un régimen de
incremento de peso del sector servicios en la economía actual propiciado por la revolución
producción de capital que no exige
digital y telemática que ha alterado las concepciones tradicionales espacio/temporales.
apenas materias primas —el sector
La relación entre un régimen de producción de capital que no demanda ni proximidad ni en
servicios—, o bien que permite
muchos casos existencia de materias primas —como el sector servicios— y un despla-
trasladar a éstas en busca de mano
zamiento y crecimiento de la población hacia áreas del globo caracterizadas por el “buen
de obra barata, un desplazamiento
tiempo” y la contigüidad con la línea costera se aparece así como una consecuencia de
de la población mundial hacia
dos movimientos, uno estrictamente económico, la búsqueda de mano de obra barata y
áreas del globo caracterizadas por
nuevos hipotéticos mercados, otro estrictamente ligado a las voluntades individuales que
el “buen tiempo” y la contigüidad
desde la democratización del ocio en la posguerra de los años cincuenta no han dejado
con la línea costera (el cinturón
de sentirse hechizadas por la vida placentera a la que se asocian estos lugares (una aso-
tropical/subtropical) es un fenómeno
ciación en la que seguramente los propios industriales del sector turístico y sus estrate-
estrictamente contemporáneo”
gias mercadotécnicas han tenido mucho que ver). El azul del cielo y el azul del mar como grandes atractivos, económicos y poblacionales, es el resultado, y este es un fenómeno estrictamente contemporáneo, ni siquiera moderno. De hecho, da lugar a una modelo de implantación del hombre en el planeta que es casi una inversión literal del modelo de la modernidad. Ésta es la ciudad azul. El turismo es obviamente una de las industrias hoy más importantes, moviendo al año a más de setecientos millones de personas con recursos económicos. Su evolución es interesante porque si por una parte es una industria —a pesar de las continuas crisis que se anuncian en los medios— que nunca ha dejado de crecer (y esto es ya un hecho bien singular), la forma en la que el mercado turístico ha ido evolucionando señala un claro desplazamiento de atracción desde los polos tradicionales a la franja tropical/subtropical. La atracción de una vegetación exuberante y muchas veces exótica, así como las condiciones climáticas y el mar suponen tres elementos decisivos en la evolución de una industria que si aún hoy está capitalizada por algunas ciudades como París y Nueva York, no sólo se desplaza cada vez de forma más intensa hacia la franja tropical y subtropical sino que retiene en ella a una parte sustancial de la masa turística, a menudo tras la jubilación de los
“El azul del cielo y el azul del
profesionales. Así, si los diez primeros países turísticos acaparaban en los años cincuenta
mar como grandes atractivos,
el ochenta y ocho por ciento de los turistas hoy apenas se reparten el cuarenta y nueve por
económicos y poblacionales, es el
ciento. Si comprobamos también el auge del turismo hacia los continentes antes olvidados
resultado. Y, de hecho, da lugar
y vemos las gráficas prospectivas que aumentan la tendencia, completaremos el cuadro a
a un modelo de implantación del
grandes rasgos que se perfila para las primeras décadas del siglo XXI.
hombre en el planeta que es casi una inversión literal del modelo de
Habría que hacer algunos matices: en realidad el régimen de acumulación flexible
la modernidad. Ésta es la ciudad
aprovecha atractivo y precios bajos y estos últimos desaparecen según crece la riqueza de
azul. Consolidar su atractivo
la población. A pesar de los cambios experimentados, aún hoy los tres destinos turísticos
para garantizar el futuro obliga
principales son Francia, Estados Unidos y España. El modelo de turismo de playa están se-
a equilibrar población y recursos,
gún todos los expertos, agotado o a punto de agotarse. La franja tropical, hoy superpobla-
preservar aire, agua y verde”
da, es la zona más expuesta del mundo a acciones naturales indeseables cuya prevención
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es urgente y costosa. El ecoturismo, mencionado reiteradamente como una alternativa, aún hoy tiene una incidencia baja. Consolidar su atractivo para garantizar el futuro obliga a proyectar ese futuro políticamente de forma seria, equilibrar población y recursos, preservar aire, agua y verde. Las cosas no están resueltas ni hay panaceas, pero sí un cuadro fluido que muestra su orientación prospectiva y nos explica quiénes somos a través de cómo nos localizamos. Un cuadro, como es sabido, bien distintos al que hace un siglo podían hacerse los arquitectos modernos para los que aún Estados Unidos era una fuerza emergente con escalas, técnicas y sistemas de colonización del territorio inéditas en Europa, entonces el centro de la cultura moderna.
2. La ciudad azul. Genealogía Lo que era exótico en la modernidad (Le Corbusier visitando Brasil, Argel e India; Niemeyer, Costa, Burle Marx construyendo un nuevo Brasil, etcétera) hoy es central y protagonista del futuro. Una vez rotas parcialmente las relaciones materias primas-producción las relaciones jerárquicas Norte-Sur dan paso a conversaciones EsteOeste que ponen de relieve el interés que las cuestiones climáticas o paisajísticas y el uso del tiempo libre han adquirido en la sociedad contemporánea. Esta idea de Bruno Stagno es clave, pero aún no se pone en práctica de forma sistemática. La ciudad azul es el último capítulo aún escribiéndose de los viajes de la fantasía pintoresca El Grand Tour ilustrado y las excursiones a la región de los lagos y otras de interés paisajístico de Gran Bretaña, que vulgarizaron la experiencia del Grand Tour y la extendieron a la clase burguesa. Ambas son la clave para entender los orígenes de ese atractivo ejercido por el trópico, cuyo primer apóstol fue Alexander von Humboldt, hijo de la estética pintoresca. Recordaremos de forma sucinta las principales ideas de la estética pintoresca: fusión naturaleza-artificio, secuencias narrativas frente a objeto estático, invención del genio del lugar como instrumento proyectual, primacía de la percepción empírica frente a la racionalidad analítica (alzado y planta, apuntes del natural). Al descubrimiento de la belleza de los paseos por la región de los lagos en Escocia por William Gilpin le sigue la teoría pintoresca de Uvedale Price y el auge del jardín inglés. Tras ellos surgirá el interés por el mediterráneo (Sicilia, Grecia); el interés hacia España y Oriente en general (Washington Irving); hacia América tropical y los volcanes (Humboldt); hacia los balnearios y las playas. Después, de la mano de Olmsted, llegará la creación de los parques públicos y después los parques nacionales y los sistemas de parques. Luego vendrán las zonas verdes de la carta de Atenas, la ciudad verde lecorbuseriana, los monumentos naturales, la “sección del valle” de Patrick Geddes, que dio lugar al concepto de ciudad-región. Más recientemente los movimientos ecologistas, Greenpeace, las reservas de la biosfera, la declaración de Río, la Agenda 21, el desarrollo sostenible, los acuerdos de Kioto… Todos estos episodios, vinculados entre sí, están en el código genético de la ciudad azul. Todas estas etapas han descrito el paso de una apuesta estética elitista a una agenda política casi universal, y desde unas fincas próximas a Escocia o Londres a un cinturón tropical/subtropical que contiene el grueso de la población mundial y de las reservas de la biodiversidad. Como alguien dijo, el siglo XX es la historia de una persona que a los veinte tiene una gran crisis y otra a los cuarenta y que, tras una época de gran riqueza en los cincuenta y sesenta basada en la industrialización, tiene un
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achaque a los setenta y tres —la crisis energética— que le obliga a dejar paso a una nueva cultura. El modelo del mundo de la arquitectura del XX estaba basado en el positivismo y la industrialización. Solo el reformismo social de algunos daba un papel testimonial a la naturaleza, la gran vencida por la cultura industrial. Aquí una cosa y allá la otra. Ése es el modelo que ha ido siendo puesto en crisis, incluso por los mismos protagonistas de la modernidad, a veces de forma esquiva, como Le Corbusier. Un modelo dicotómico, naturaleza e industrialización, equivalente a la división del trabajo dentro de nuestra profesión entre paisajistas (fondo) y arquitectos (figura). Pero este modelo está dando lugar a una cultura en la que tales divisiones maniqueas ya no tienen razón de existir. Esta nueva cultura se ha estado incubando y tiene ahora armas políticas y científicas. Pero no será adulta hasta que no tenga una estética asociada e independiente, un “estilo”. Ese estilo debe marcar la identidad de la ciudad azul y es el trabajo propio de los arquitectos contemporáneos. Para definir el estilo de esta ciudad hay que saber cuál es el atractivo de estas tierras que Alexander von Humboldt descubrió, y hay que desarrollar técnicas propias y actualizadas con las que operar con garantías a largo plazo: encontrar las técnicas y la estética que den voz propia a la arquitectura y el paisaje de la ciudad azul. Parece indiscutible que es necesario integrar la cultura paisajística y medioambiental, seriamente, en la enseñanza; dejar de pensar la materia como algo pasivo y formal, y devolver a la noción de energía que Aristóteles inventó —la esencia de la materia como un proceso de paso de potencia a acto continuamente actualizándose, desbloqueando así la antítesis entre ser y puro devenir heredada de los pensadores griegos previos— un papel protagonista en las concepciones estéticas, arquitectónicas y paisajísticas. Para lograrlo debiéramos repensar la disciplina en el contexto contemporáneo, al menos a cuatro escalas.
3. Las cuatro escalas. La escala técnica A escala de técnicas es evidente la dependencia con la que nos encontramos los profesionales de un modelo tecnológico puesto a punto en la modernidad para las áreas desarrolladas del norte así como la profunda irracionalidad que ello conlleva, incluyendo las soluciones canónicas que los modernos improvisaron con más buena fe que criterio científico, para el contexto tropical. Hay que abolir tanto las importaciones tecnológicas como los clichés modernos. España, Brasil e Indonesia, entre otros, deben trabajar como países industrializados que son en una tecnología avanzada propia de este cinturón Este-Oeste. Los primeros ejemplos de actitudes seriamente comprometidas inauguran una nueva proyección de la arquitectura sobre las cuestiones medioambientales que no es ni el modelo tercermundista del pay-pay y el chiringuito, ni las exhibiciones ferolíticas e hipermecanicistas que llegan del norte. Encontramos en ellas sistemáticamente una fusión natural-artificial que sería por así decirlo el rasgo más característico a todas las escalas (no por casualidad el gran rasgo iniciático del pintoresquismo, con el que comenzábamos esta disgresión). Aquel contraste entre naturaleza y artificio de la modernidad se disuelve, y fondo y figura componen un artefacto/proceso/objeto único, integrado, complementario y mestizo. “Técnica híbrida, estética mestiza” es el título de un micromanifiesto que publicamos hace tiempo y que podrá aclarar algo en qué dirección podría desarrollar-
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se esta estética: “Técnica híbrida, estética mestiza. La sensibilización hacia las políticas
“El nuevo modelo tecnológico abre un
de la naturaleza ha influido en los paradigmas técnicos desplazando el interés desde los
campo inédito de experimentación
experimentos de alta tecnología —sin duda un residuo del espíritu moderno— hacia mo-
estética y en él deben trabajar los
delos híbridos, en los que el acento ha pasado a ponerse en la interacción entre materia-
arquitectos de la franja tropical/
les naturales —masivos e inertes energéticamente— y materiales artificiales altamente
subtropical sin complejos, sabiendo
sofisticados —ligeros y activos energéticamente—, sensibles en su comportamiento a
que están abriendo un territorio
las variaciones del entorno, dando lugar a sistemas compuestos en los que los prime-
inexplorado en el que alta tecnología,
ros tendrían un papel acumulador y reductor de los intercambios, y los segundos como
elementos y materiales tradicionales
generador, captador de recursos energéticos. Este nuevo modelo tecnológico supone un
y elementos naturales conviven
desplazamiento desde los aspectos de organización material —producción en serie, sim-
creando nuevas entidades”
plificación de montaje, optimización de tiempos y coste etc.— hacia la organización racional de las energías consumidas tanto en la producción como en el mantenimiento de lo construido, un desplazamiento que permite concebir hoy los “sistemas” ya no desde la coherencia y unidad de los materiales sino desde su coherencia ambiental, abriendo así el campo a experimentaciones en las que la mezcla coherente de materiales heterogéneos pasa a ser un rasgo visual nuevo y característico. Una materialidad híbrida que implica una transformación profunda de los ideales estéticos en sintonía con el mestizaje de nuestros paisajes humanos”. El nuevo modelo tecnológico abre un campo inédito de experimentación estética y en él deben trabajar los arquitectos de la franja tropical/subtropical sin complejos, sabiendo que están abriendo un territorio inexplorado en el que alta tecnología, elementos y materiales tradicionales, y materiales naturales conviven creando nuevas entidades. Todavía hoy son muy pocos los que tienen conciencia de esta nuevo protagonismo que está reservado a los arquitectos hasta hace bien poco receptores de los valores culturales importados de Europa y América. Y esa conciencia es un primer paso necesario para que tales técnicas y estéticas se abran paso.
4. La escala urbana La ciudad azul es el territorio en el que deben integrarse las formas de pensar el fenómeno urbano individualizadas por el paisajismo, la ecología y el urbanismo. La ciudad azul es heredera de la ciudad verde, de la sección del valle, pero es otra entidad diferente de todas aquellas referencias, una ciudad en la que el aire y el agua, el cielo y el mar han pasado a ser los recursos naturales más valiosos y más políticos (de polis, ciudad): verdaderos materiales de construcción —y, mal administrados, de destrucción—. Es heredera de la sección del valle, pero nuestro valle es único y universal, la aldea global, y sometido a perturbaciones permanentes (el efecto mariposa) que obligan
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“La ciudad azul es el territorio en
a políticas de protección civil a escala planetaria. El fondo del valle, el lugar reservado por
el que deben integrarse las formas
Geddes a la metrópoli, es ahora el trópico y las regiones subtropicales, el cinturón del glo-
de pensar el fenómeno urbano
bo. Rossi mencionaba a Lévi-Strauss en Tristes Trópicos: “la ciudad es la cosa humana
individualizadas por el paisajismo,
por excelencia” decía, y copiaba tipologías y morfologías que Lévi-Strauss había trasla-
la ecología y el urbanismo. (..) Se
dado del mundo natural a las organizaciones sociales primitivas. Rossi las trasladaba de
consolida un nuevo paisaje, en
la organización social y del mundo natural a la fábrica artificial que él imaginaba eran las
parte hecho de una naturaleza
ciudades. La memoria, los tipos y las morfologías están en la naturaleza y en la sociedad
exuberante, la proyección de una
y comienzan a ser hoy entendidas en el marco de la ciudad azul precisamente porque la
mirada estética sobre paisajes
disolución de límites entre naturaleza y ciudad condensa la agenda de la ciudad azul: tan-
antrópicos, las tradiciones locales y
to la naturaleza como la fábrica, se mezclan, son el disolvente que permite la aparición
el consumismo vorazmente excitado
de una amalgama que se diferencia tanto de una como de otra. La cita completa de Lévi
universalmente por el capital”
Strauss no deja lugar a dudas: “Por lo tanto y no sólo metafóricamente, tenemos el derecho de comparar, como tan a menudo se ha hecho, una ciudad con una sinfonía o un poema: son objetos de la misma naturaleza. Quizás más preciosa aún, la ciudad se sitúa en la confluencia de la naturaleza y del artificio. Congregación de animales que encierran su historia biológica en sus límites y que al mismo tiempo la modelan con todas sus intenciones de seres pensantes, la ciudad, por su génesis y por su forma, depende simultáneamente de la procreación biológica, de la evolución orgánica y de la creación estética. Es a la vez objeto de naturaleza y sujeto de cultura; es individuo y grupo, es vivida e imaginada: la cosa humana por excelencia”.
5. El espacio público/espacio natural La ciudad azul, con sus benigno clima, favorece las densidades y el crecimiento en altura de los rascacielos con la misma facilidad que lo hace sobre las especies naturales de la jungla. Y da forma a una topología porosa, de vacíos y grandes concentraciones, de memoria y áreas puramente tecnológicas, atravesadas por grandes infraestructuras rizomáticas de conectividad. Tiene una conformación propia, natural y artificial, como Banham entendió que la tenía Los Ángeles (la playa, las autopistas, la parte histórica, las montañas), que no es metafórica ni utópica como la ciudad verde lecorbusierana, sino literal. La ciudad azul así organizada da protagonismo al cuerpo humano, al confort proporcionado por el clima –soleamiento, humedad, meteorología— y por la mezcla o el mestizaje humanos. Crea así una nueva modalidad de espacio público: las playas, los paseos marítimos, los parques terrestres y fluviales, como en Río de Janeiro, como en Sidney, lugares sin “representación” política, de intensa mezcla e intercambio, de los cuerpos entre sí, de cada cuerpo con el sol, el cielo, el aire, el mar, la humedad. No es ninguna banalidad entendido como propuesta contemporánea de un verdadero espacio público.
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La ciudad azul consolida un nuevo paisaje, en parte hecho de una naturaleza exuberante, en parte de la proyección de una mirada estética sobre paisajes antrópicos, en parte de las tradiciones locales, en parte del consumismo vorazmente excitado universalmente por el capital. Áreas intocadas, áreas de protección en las que convive el hombre, la actividad productiva y la naturaleza, y áreas intensamente entrópicas conforman una estructura temporal y del espacio público que la ciudad azul comparte con las llamadas “reservas de la biosfera”, territorios con diversos grados de protección dinámica (frente a los parques nacionales intocables prácticamente por el hombre); que son una amalgama de naturaleza y actividad humana componiendo un ecosistema completo y sostenible, con futuro, tanto en términos de progreso y economía como de biodiversidad. En términos estéticos, este modelo de estructura del territorio casi diríase que se trata de un aggiornamento de la estética pintoresca.
6. Los tipos arquitectónicos Por último, la escala de los tipos arquitectónicos. Los tipos monofuncionales modernos y su organización urbana segregada se abren en la ciudad azul hacia nuevas tipologías híbridas que reproducen la complejidad del conglomerado urbano a escala de edificio; mezclas de espacios naturales, públicos y privados dan forma a nuevos artefactos cuya escala no es tan significativa como su automorfismo, su capacidad de replicarse a todas las escalas a lo largo de la franja tropical/subtropical. En ellos la verticalidad, la constitución como organismos de estructura espacial vertical es, como ya hemos mencionado, casi una mímesis de la exuberancia de la vegetación natural y su empuje vertical en la jungla y los bosques húmedos. Dan forma así a una ciudad que, precisamente por la interacción entre medio físico y actividad humana, naturaleza y cultura, exige replantear los tipos de la modernidad, en especial rascacielos, pero no solo, también edificios culturales y museísticos, creando nuevas modalidades en las que se articula de forma coherente la relación entre conocimiento y estructura espacial. De ahí que haya adoptado la voz “observatorio” para designar estructuras verticales que son también, al menos en parte estructuras culturales. En otro texto resumíamos así el programa de los observatorios: un observatorio no es una atalaya que permite una experiencia o percepción inmediata. Es un lugar en el que por mediación de la tecnología, de distintas técnicas, se consigue establecer un diálogo con la naturaleza que traduce la experiencia primera e inocente de la percepción en conocimiento. Por ello nos interesa especialmente este concepto de observatorio, porque se trata de una tipología en la que técnica, naturaleza y arquitectura interactúan para intensificar el diálogo entre hombre y mundo, adoptando cada uno el papel que le corresponde en la cultura contemporánea. El observatorio es así un mecanismo topológico, una forma de tecnificación y un modo de relacionar naturaleza y cultura que abraza en un único gesto las tipologías tradicionales del rascacielos, del museo y del parlamento, redefiniendo también las formas en las que la arquitectura ha interactuado con el parque en la tradición pintoresca y moderna. El observatorio es una forma de relacionar la tradición pragmatista —de raíz técnica— con la tradición pintoresca —de raíz plástica—, ambas subyacentes pero diferenciadas de la corriente principal del modernismo positivista. Los tipos mixtos, los edificios híbridos, los rascacielos bioclimáticos de Ken Yeang, los observatorios son denominaciones contingentes y pioneros de fenómenos de transformación, de disipación energética, ahora produciéndose en la ciudad azul, estimulados por ella. De hecho son los cuatro elementos, el aire, el agua, el sol y la tierra, considerados como objeto de contemplación, como infraestructuras o como energías, los que ahora se
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constituyen en los objetos principales de proyectación: exfolian continuamente proyectos, tanto de naturaleza pública como privada. Repensar los tipos desde esta atención a los elementos naturales es la clave para desarrollar una nueva organización tipológica en la ciudad azul.
7. Conclusión “Hace un siglo el centro del mundo
En resumen, sabemos que hace un siglo el centro del mundo estaba entre París y Ber-
estaba entre París y Berlín, y todo
lín y todo lo demás era exotismo y casos particulares. Hoy se desplaza y se seguirá despla-
lo demás era exotismo y casos
zando hacia el cinturón tropical/subtropical (el modelo será policéntrico), y hay que pensar
particulares. Hoy se desplaza y
invirtiendo los papeles: la ciudad azul, el neopintoresco, las tecnologías híbridas y esté-
se seguirá desplazando hacia
ticas mestizas iluminarán el futuro próximo; lo que aún hoy parece a algunos testimonial
el cinturón tropical/subtropical
crece y crecerá. Solo esperamos que igual que los modernos fueron capaces de construir
(el modelo será policéntrico),
una estética a partir de la humildad de las construcciones mediterráneas, hoy seamos ca-
y hay que pensar invirtiendo
paces de construir una estética que sepa integrar inteligentemente la herencia de la refi-
los papeles: la ciudad azul, el
nada tecnología del norte con tanta belleza e ilusión como entonces se desplegó.
neopintoresco, las tecnologías híbridas y estéticas mestizas iluminarán el futuro próximo”
OBRAS Y PROYECTOS (Transcripción directa de la charla) Voy a contar unos pocos proyectos, pero los voy a contar no como ejemplos de “la ciudad azul”, no como ejemplos de lo que “habría que hacer”, sino como la forma en la que hemos ido llegando a estas conclusiones, sin más, lo que nos ha permitido llegar a ciertas comprensiones de lo que es el trabajo de un arquitecto en la sociedad contemporánea. Esto está en Madrid, en la periferia de Madrid al sur. Un edificio que existía en esa manzana y una conformación del terreno que es el producto de los volquetes de los camiones. Ahí, en esa manzana, se construye la biblioteca que nosotros proyectamos y un centro de salud que ya se ha acabado, equivocadamente por cierto, y que está a la derecha. Nosotros decidimos acometer el proyecto, y ganamos por eso el concurso, con una idea central: dar visibilidad a la actuación en base a un desarrollo vertical del programa de la biblioteca y crear un efecto de máxima expansión de lo público unificando todos los espacios públicos que tiene el barrio, desde ese boulevard incipiente que se ve allá arriba, hasta los parques laterales y los edificios que ya existían. La biblioteca se coloca como un guardia de tráfico, en el centro, e intenta realizar un control sobre toda la situación para integrar los distintos elementos y crear con ellos una estructura lineal pública a modo de salón. Pero hacer una biblioteca vertical no es tan sencillo, la hace Borges en los libros pero
Proyecto USERA Fotografía: María Bleda y José María Rosa
Fotografía: Paolo Rosselli
Fotografía: Paolo Rosselli
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Proyecto USERA
tipológicamente no existen referencias, lo más importante para nosotros era apilar distintas salas bien proporcionadas, como cafés portugueses, en los que siempre hay tertulias, lecturas, creación… un espacio de aislamiento precisamente por estar rodeado de gente. Como las bibliotecas ahora no tienen prácticamente libros sino ejemplares de consulta, decidimos que no podíamos definir un espacio neutro, blanco, sino buscar una cierta densidad del aire a través de una técnica muy barata como es el papel pintado. En esta maqueta del proyecto trabajamos esta idea, no sé si eran líneas telefónicas o listas de la lotería. Esta estructura vertical es muy sencilla: como veis, es una torre que tiene ascensores panorámicos pero los tiene paradójicamente volcados hacia el interior, los ascensores atraviesan la sección y el paisaje creado por la propia actividad de la gente. Esta forma de hacer un interior y una estructura topológica vertical que funcione como una ascensión permite adaptar el ritmo de la calle al ritmo de la mesa de trabajo y va predisponiendo al estudio a través de esa visión del paisaje y esa reducción de la velocidad. La propia decoración del edificio, finalmente desarrollada con el gran artista norteamericano Peter Halley, sale al exterior en los huecos principales creando una expectación, una cierta duda de qué será aquello. A través del color dorado de la fachada y estos huecos el edificio intenta responder a estímulos que no son sólo físicos sino a lo que hay en Madrid de interesante con respecto al paisaje, los atardeceres del sur de Madrid, toda la iconografía inventada hace años por la Escuela de Vallecas; responder con una estructura que es sensible a la temperatura de color, los atardeceres, y que en alguna medida respira con este entorno. Un contexto distinto, un museo en Nueva York. La sede para el New Museum, una institución relativamente madura, con gran prestigio. No tienen un edificio en propiedad y consiguen esta parcela en un punto estratégico
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de Manhattan, entre Soho y el Lower East Side, hasta hace poco una zona abandonada, hoy ya ganada para la ciudad como un sitio de asentamiento de los jóvenes artistas más creativos. En este sitio, en este cruce de tendencias, lo que ha sido un pasado reciente y lo que será un futuro próximo, hay que hacer un museo que no sólo trata de levantar la nueva sede sino que explícitamente se persigue que la aparición física de una nueva sede conlleve también una modificación o una integración de nuevas formas de arte. La sección de nuestra propuesta es decisiva, primero para crear una silueta hecha a base de lo que es el nuevo programa, el observatorio; en segundo lugar, era importante que esa silueta respondiera a ese equilibrio entre las dos ciudades, el Soho y Lower East Side, de tal forma que vista desde los dos lugares hubiese la misma identidad, fuese capaz de producir una misma imagen. Por otra parte, las alturas permitidas eran relativamente bajas pero haciendo invernaderos que no contabilizan superficie construida se podían alcanzar mejores cotas. Un jardín y un observatorio que sólo tuviese estables unos pocos árboles y que semestralmente o anualmente se plantase en él un nuevo jardín por artistas trabajando con materiales naturales, de tal manera que constantemente fuese oportuno visitarlo y desde él tener un nuevo recuerdo de la ciudad, una nueva redescripción de la ciudad. No me voy a detener en las plantas bajas, tienen una cierta complejidad con una explosión interna para alojar los típicos programas muy cerca de la calle. Planteamos un cerramiento de vidrio y policarbonato, un material híbrido, que gracias al policarbonato da una luz difusa, una refracción de la luz bien interesante para el arte convencional mientras el vidrio es útil para la absorción acústica, con lo cual se lograban efectos como éste en los que la vista inmediatamente va a esa nueva parte del programa, el invernadero ajardinado que se integra en el programa del New Museum y a la vez hace explícito el lugar como un observatorio de la ciudad. Para acabar hablaré del Woermann. Cuando este proyecto se convocó esto era, como sabéis todos, un lugar ocupado por unos almacenes. Entonces se convocó un concurso internacional para construir algo que contuviese espacio público, promoción privada y también para que la propia administración adquiriese patrimonio en forma de edificio de oficinas y algunos equipamientos. Fijaros que es el punto más estrecho del istmo, realmente era una tentación muy fuerte articular los espacios para que tanto en la dirección hacia La Isleta como en la transversal entre Las Canteras y el Puerto se estableciesen nuevos acuerdos, nuevas relaciones y nuevas actividades. En los prediseños de los convocantes había siempre dos torres. Nosotros pensamos que no tenía sentido esta simetría, que no es simétrica la relación que se establece ni con el paisaje ni con las condiciones en las que está la ciudad, la forma en la que se accede. Y estaba también el Meliá, que es una pieza importante por su peso, por sus dimensiones y proximidad. Nuestra propuesta se divide en dos edificios distintos espaciados para crear una plaza pública. Aunque parezca mentira el edificio bajo tiene la misma superficie que la torre; es gordo y bajito, el otro es esbelto, muy esbelto y alto; la idea era hacer uno más convencional, siguiendo el patrón de Proyecto NEW MUSEUM
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Fotografías: Paolo Rosselli
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Proyecto WOERMANN
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Fotografía: Paolo Rosselli
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Proyecto WOERMANN
la ciudad que teníais aquí, para dan una continuidad si no estilística sí formal, y por otra parte hacer emerger una pieza que fuese un hito, que se pusiese en relación con la gente, y que explicase la posición que tiene en la ciudad a través de dos gestos, que algunos han entendido mejor y otros peor. Uno es esta especie de saludo japonés o inclinación de la cabeza, un gesto elemental desde el punto de vista técnico, que hace que se oriente toda la torre y que establezca un diálogo con la ciudad, un diálogo de gigante. Y por otra parte, introduciéndole una planta noble de uso público, la torre atendía a la plaza que creábamos, dando sombra y una referencia en torno a la cual pivota todo el espacio. El problema de hacer una torre privada, de viviendas, es que por mucha presencia que tenga es siempre desagradable que sea inaccesible. Contra eso, incluimos la planta noble, altísima, de diez metros de altura, como un equipamiento público, de tal forma que todos los ciudadanos tuvieran la experiencia de vivir ahí por lo menos horas y hacerla suya. Ésta es la maqueta del concurso, la maqueta de Tarzán como la llamábamos, el punto de arranque: responde a la idea de preguntarnos por cómo vivir en altura, cómo hacer una torre maravillosa en el clima benigno de Canarias. Para ello ideamos hacer un híbrido de protecciones solares de elementos naturales y artificiales, protecciones horizontales para el sol alto y protecciones verticales como jardines. Podríamos vivir como Tarzán, colgados de las lianas; ésta es la génesis del proyecto. Luego viene la arquitectura, los reglamentos, la racionalidad, que van transformando las ideas literales en metáforas evocativas y en problemas técnicos. El pavimento de la plaza es un mosaico de pedrería portuguesa; está diseñado por Albert Oehlen, un artista alemán contemporáneo, afincado por temporadas en La Palma, que propuso un mosaico de una mujer, en sintonía
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Fotografía: Paolo Rosselli
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un poco con este contorno sinuoso y también sensual que tiene la torre, basado en gran medida en modelos extraídos de la arquitectura brasileira. Esta idea de la sensualidad de la curva se ve bien en las imágenes de detalle, en las que se aprecian todas las potencias de articulación de volúmenes que nos da una determinada geometría en relación a una determinada exposición solar. La cantidad de horas de sol que tenemos aquí nos permite jugar con este halo de sombras, fijaros que los brise-soleil están separados para que el aire caliente pueda ascender y el sistema de protecciones funcione térmicamente. El color del edificio responde a la coloración de los volcanes de La Isleta, se decidió cuando era primavera, más verde que el resto del año, pero realmente funciona como un elemento de diálogo con el paisaje. Y con esta imagen concluyo, diciendo que estos proyectos han sido elaborados junto a Juan Herreros, Renata Sentkiewicz y David Sobrino, y que con todos ellos hemos ido materializando la idea de una construcción vertical capaz de establecer nuevas formas de conocimiento y de comunicación entre humanos y no humanos, lo que hemos llamado “observatorios”. Espero que os haya podido interesar y que podáis poner en relación estas ideas con las desarrolladas en la primera parte de mi exposición, la ciudad azul, con la que mantienen relaciones que, al menos para nosotros, son obvias. Muchas gracias por vuestra atención.
FENÓMENOS DE BORDE IGNACIO CASTRO
Filósofo, escritor y crítico de arte. Nacido en Galicia, su ensa-
Ignacio Castro
yo “Días” fue finalista del Premio Anthropos de Ensayo 1991. Colaborador habitual en varias revistas (Anthropos, Archipiélago, Isleño, Ubicarte), es autor de los libros Alén da fenda
(1994), Roxe de Sebes (2001), La explotación de los cuerpos (2002), Trece ocasiones (2002), Crítica de la razón sexual (2002) y La sexualidad y su sombra (2003). Ha escrito textos para libros y catálogos en colaboración con diversos artistas (Fernando Baena, Evaristo Belloti, Antón Lamazares, Antón Patiño, Manolo Quejido), así como impartido conferencias en diversos foros de debate sobre arte y cultura en España y el extranjero. Ha dirigido cursos de arte y pensamiento en la Universidad Complutense de Madrid, el espacio cultural Cruce de Madrid, el Ateneo de Pontevedra, el Palacio de Revillagigedo de Gijón, el centro de arte La Regenta de Las Palmas de Gran Canaria y el Círculo de Bellas Artes de Madrid. De este trabajo se han editado los volúmenes Imágenes: ¿todavía el hombre? (1994), Otro marco ara la creación (1995), Junto a Jünger (1996), El aliento de lo local en la creación contemporánea (1998), Informes sobre el estado del lugar (Oviedo, 1998) y Neste silencio (2000).
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Este texto es resultado de la transcripción de la intervención oral llevada a cabo por Ignacio Castro Rey en la mañana del 13 de mayo de 2005, dentro del curso “Centro y Periferia en Tiempos de Aceleración”.
No voy a extenderme demasiado en lo que se refiere al primer punto de obligada cortesía. Agradezco mucho a Antonio G. González y a la Vicepresidencia del Gobierno la generosidad de haberme invitado a estar aquí, convocado por un tema tan urgente y entre oradores que hablan desde perspectivas tan distintas. Los anteriores oradores han puesto el listón muy alto y, además, con una problemática tramada en muy distintas direcciones. Por mi parte, voy a intentar esbozar las pocas ideas que tenía preparadas, con alguna referencia a cuestiones paralelas. Creo que era Balzac quien hablaba de una suerte de “catolicismo social”, ya hacia finales del siglo XIX. Hablaba de catolicismo social en el sentido de una obsesión por socializarlo todo, por que la sociedad penetrase en todos los resquicios de la vida. Esto tiene que con las llamadas “sociedades disciplinarias” de Foucault, empeñadas en organizar minuciosamente el tiempo de los hombres, y con lo que después se ha llamado “poder biopolítico”, un poder que penetra en el tejido mismo de la vida, socializando a los seres humanos desde su propia carne, como en cierto modo jamás había ocurrido. Este fenómeno, por cierto, está vinculado con el comienzo de la charla de Sergio Larriera, con ese retiro de la subjetividad que él señalaba, frente a la presión de lo social. Bien, es este panorama no voy ahondar por ahora. Ustedes saben perfectamente de qué estoy hablando. Podríamos referirnos incluso a un “fascismo de lo social”, pero utilicen, en fin, el calificativo que consideren más oportuno. Sin embargo, ha habido siempre, ya en los siglos XIX y XX, una vieja sabiduría que, frente a esa lógica de la socialización a ultranza, más bien se plantea constantemente una fuga, una quiebra. Creo que Freud no quería sino esto, asaltar lo social, quebrar lo social, modificarlo, perturbarlo, incomodarlo con irrupciones que vienen de lo asocial. Irrupciones que vienen, de algún modo, de un margen extraño que siempre persiste fuera del orden socializante. Nuestro, digamos, oscurantismo de izquierda, con su voluntad de sustituir simplemente una superstición por otra, nos ha impedido hasta ahora saber lo que podía ser inicialmente el cristianismo. Pero si tuviéramos la paciencia, que me parece dudoso que podamos tenerla, si llegásemos a repasar los textos originales del cristianismo, por ejemplo, el Evangelio de San Juan, veríamos que allí (y esto conecta el cristianismo con otras religiones, con el Islam y con el judaísmo, cosa que nos interesaría mucho hoy) hay una fuerte voluntad política de perturbar el orden de la época. La idea es asaltar la Sinagoga, el templo consagrado, el cumplimiento literal y “farisaico” de las
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Escrituras, con un mensaje distinto, violentamente renovador, que nace en los márgenes. En este sentido, Cristo es un personaje extrañamente inquietante, no sólo para el Imperio Romano y para los judíos, sino incluso para la mentalidad moderna actual. Al fin y al cabo, piensen que la revuelta cristiana aparece en aquellos años con la propuesta subversiva de que la Verdad no está en lo consagrado, en el mármol de las Sinagogas donde se reúnen los sabios, sino en el rumor de las afueras. En la palabra de la prostituta, del lisiado, del niño, del poseído. En suma, en el viento del desierto, de lo que ha quedado fuera. Hay ideas iniciales en el cristianismo que lo conectan con una perturbadora pasión por el exterior (ni gentiles ni judíos), por la nueva centralidad que se forja en los márgenes. Y después esta idea paleocristiana, a pesar del oscurantismo de la Iglesia y del oscurantismo moderno de la diosa Razón, esta idea pervive, reapareciendo en múltiples momentos del pensamiento contemporáneo. Por ejemplo, en Lacan y Deleuze, figuras escandalosamente paralelas. Lo que queda de ellos como pensadores, después de las escuelas que los han saqueado, no sería nada sin esta pasión por pensar una y otra vez la potencia utópica de lo pequeño, la potencia de lo atado a sus límites mortales frente a lo “global”. Existen, por ejemplo, múltiples pasajes de Deleuze y de Lacan absolutamente heterodoxos en cuanto a la manera en la que podríamos pensar el cristianismo. Y al margen del tema de la religión, es curiosa la manera laica en que los dos hacen constantemente una apuesta por la potencia de lo múltiple y discontinuo frente al orden de lo general. La potencia de lo que se ata a la discontinuidad de la finitud, al “orden” de la condición mortal, manteniendo una relación afirmativa con lo más difícil, la muerte. “El juego del centro y la periferia es
Por otro lado, el juego del centro y la periferia es un juego similar al de la muñeca rusa,
un juego similar al de la muñeca
pues siempre hay una periferia más periférica que deja a la primera como centro, para ir
rusa, pues siempre hay una periferia
a otra, para derivar a otra cosa. Esto es exactamente el mismo juego que, aunque no lo
más periférica que deja a la primera
ha mencionado explícitamente Larriera, se veía en el cuadro de Duchamp: el agujero de
como centro, para ir a otra, para
la puerta nos abre al agujero del sexo de ella, y este agujero del sexo, si lo penetrásemos,
derivar a otra cosa. La periferia no
cosa que no ha ocurrido, nos abriría a la vez a otro agujero. Diríamos, entonces, que, desde
tiene fin. El límite, la diferencia, no
un punto de vista cuantitativo, los agujeros no tienen fin, la periferia no tiene fin. El límite,
se encuentra por ahí. Se encuentra en
la diferencia no se encuentra por ahí. Se encuentra en la relación que mantiene lo pequeño
la relación que tiene lo pequeño con
con la lógica de la finitud, con el sentido real de lo imposible que es la muerte. La ventaja
la lógica de la finitud, con el sentido
de David frente a Goliat (la ventaja de esta pequeña flecha del cursor en el espacio vacío y
real de lo imposible que es la muerte”
negro de la pantalla del ordenador sin imágenes), es la relación que lo pequeño mantiene con el devenir, con el sufrimiento, con la incertidumbre de la existencia… Como quieran decirlo, todas las palabras se quedan un poco cortas. La cuestión clave no es táctica: no es que David sea móvil frente a Goliat, que esté plegado al terreno y vea las piedras como no las puede ver Goliat. Frente a éste, la ventaja fundamental de David es ontológica, estratégica: no está colmado, lleno de sí, y por eso mantiene una relación de deuda con la exterioridad del terreno, una complicidad distinta con el exterior, que le permite otra movilidad.
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Por así decirlo, su vida nunca está garantizada por nada general instituido, nada que no sea el movimiento mismo de la vida, y esto le obliga a una relación incansable con el movimiento. Como de antemano su vida no está asegurada, tiene que ponerla constantemente en juego. Este “principio de variación” puede hacer a lo pequeño superior. En esta línea que reivindica la potencia de lo plegado a la finitud, hay una venerable y contemporánea tradición. Todo el impulso nietzscheano, que causó tanto escándalo en su momento, de pensar la claridad griega trágicamente, con Dioniso, dios de la ebriedad, rigiendo desde abajo al solar Apolo. Igualmente, el Bosque frente a la Nave en el caso de Jünger, el Rizoma frente al Árbol en el caso de Deleuze. Toda esta serie de opuestos asimétricos, no metafísicos, van en la dirección de realzar la primacía ontológica de lo que mantiene una relación con el “uno de la discontinuidad”, frente a lo apegado a la seguridad de lo general. Esto último sabrá de matar, pero no sabe de la muerte, de la “afirmación no positiva” (Foucault) de la muerte, como sí sabe lo pequeño. También esto tiene un punto clave en Aristóteles. En algún momento de su Ética a Nicómaco, Aristóteles habla de un instante en el día, un registro de la existencia humana, la Theoria, que es “mínimo en magnitud y máximo en dignidad”. Sin ese gozne del día, casi clandestino, el día no se ajusta, no se cumple, pues entonces toda su acción no tendría su cima en la contemplación. Por tanto, no veo porqué no reactualizar en estos tiempos esa vieja tradición que ade-
“Margen no es tanto aquello que se
más, por cierto, nos conectaría con culturas muy distintas que nos rodean. Esa línea de
puede dibujar en el borde físico de
sombra del pensamiento conecta con estratos cristianos, judíos, mahometanos, posible-
una figura reconocida, aquello que
mente taoistas, y habla de una verdad que está siempre en los márgenes, que sólo ocu-
está en el borde del centro, como
rre en la crisis de lo sabido, como diría Lacan. Hay algo que ocurre sólo en los márgenes,
aquello que puede ocurrir en el propio
escapando exactamente de esa geometría euclidiana que nos es habitual. Y margen no es
centro a partir de una experiencia
tanto aquello que se puede dibujar en el borde físico de una figura reconocida, aquello que
de desprotección. Los márgenes es lo
está en el borde del centro, como aquello que puede ocurrir en el propio centro a partir de
que se experimenta cuando estamos
una experiencia de desprotección. Los márgenes es lo que se experimenta cuando estamos
desamparados, no protegidos, no
desamparados, no protegidos, no cubiertos, fuera de cobertura. Creo que volver a pensar
cubiertos, fuera de cobertura”
esto, un acontecimiento “de borde” que divide nuestra vida en dos, es fundamental para, al menos, aliviar la presión mayoritaria de lo cerrado en nuestras vidas. Se trata de una cuestión muy sencilla, que me gustaría que ustedes me desmintieran después. No hay posibilidad de encontrar en ningún hombre que haya pasado a la historia un rasgo biológico que no indique que esa transformación histórica, sea la que sea, la de Trotsky o la de Bob Wilson, no se ha dado desde la falla de un agujero negro. Me refiero a una experiencia profundamente patológica de desprotección desde la cual se ha reiniciado otra vez la historia, la historia lingüística, la historia de Rusia, la historia de lo que sea. Es curioso cómo hasta las biografías reflejan esta importancia de los márgenes, de
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aquello que acaece sólo cuando estamos fuera de cobertura. Tal como se ha dicho a veces, la historia sólo es el conjunto de condiciones, prácticamente negativas, necesarias para que ocurra algo de carácter no histórico. Dicho en otro lenguaje: el mito es lo que alimenta la historia; sólo ocurre en la historia, pero no pertenece a ella, surge por fuera. En esta dirección, pensadores tan distintos como Deleuze o Baudrillard han hablado de la importancia de que el pensamiento y el arte creen y preserven “vacuolas de no comunicación”, interruptores desde los cuales sea aún posible pensar algo, reiniciar algo, decidir algo. Porque precisamente la cobertura infinita de la comunicación, y esta es su oferta y su coacción política, nos impide esta caída en la existencia, esta crisis sin la cual nadie puede crear nada nuevo, ni recrear su propia existencia. Toda la letanía de la interactividad, tan bien vendida, viene después de esta inmensa coacción política de la “interpasividad” que la comunicación estimula e impone. Esta línea de pensamiento, con acentos muy distintos según se trate de Baudrillard o Agamben, está rescatando una palabra que hoy en día es absolutamente despreciada, que es la palabra “atraso”, “subdesarrollo”. La importancia ontológica de preservar una región de atraso en nuestra experiencia, una región anacrónica desde la cual recreemos nuestra existencia. Sin ese registro de atraso, tecnológicamente incorrecto, no sobrevive lo que se llama existencia frente a las propuestas sociales. Incluso, por tanto, tampoco hay la posibilidad de renovar la sociedad misma, porque a ésta le faltaría el aire fresco de la exterioridad. En todo caso, sin esa región central, zona ártica que Lyotard llamaba “segunda existencia”, el hombre está perdido frente a la proliferación hasta el infinito de las prótesis sociales. En un texto precioso, aunque muy circunstancial, en el cual Baudrillard repasa aquel enfrentamiento que ocurrió hace años entre Deep Blue, un ordenador de última generación creado por la NASA, y el genial ajedrecista Kasparov, Baudrillard reivindica precisamente en Kasparov, ucraniano y polémico, su imprevisible carácter, su pensamiento tecnológicamente incorrecto, lo que hay en él de desprogramado, de superior al “pensamiento” binario de la tecnología. En definitiva, aunque diseñado a la contra de Kasparov, Deep Blue estaba creado en el plano de lo calculable y homogéneo, con un haz complejo de combinaciones binarias. Frente a él, como diría Leibniz, la ventaja de Kasparov es que era “máquina en sus más ínfimas partes”. Nos pongamos como nos pongamos, esta experiencia de la cual todos ustedes saben lo suficiente (por eso callamos en este punto), esta experiencia de la finitud sigue siendo en nuestro orden social, precisamente por clandestina, potencialmente subversiva. La postmodernidad, en lo fundamental, sigue siendo esencialmente platónica. ¿Qué es el platonismo? Decía Nietzsche que el platonismo es (y también prolongaba esta tara hasta el cristianismo histórico) una brutal constante de “elevación” suprasensible, por encima de las condiciones reales de la existencia. Esto supone el privilegio del esquematismo limpio y abstracto del concepto frente a la turbia singularidad de lo real. Esta hoja que yo tengo delante es única; me esté mirando o no, es única, y sin embargo el hombre occidental se eleva al concepto “hoja”, que iguala lo que no es igual. Esta hoja, cualquier hoja de un árbol, en cierto modo me perturba con una existencia singular que no tiene equivalencia. Este paisaje, esta mirada, el rostro de las cosas, de un ser humano... Huimos sin cesar de ello para refugiarnos en la abstracción más o menos cómoda
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del concepto (que “separa” unos rasgos y ”retiene” sólo unos pocos). En cierto modo, toda
“Todos los símbolos de nuestro
la mentalidad occidental ha materializado esta obsesión, esta huida y esta “venganza”
devenir contemporáneo, desde
(Nietzsche) frente a la vida. Todos los símbolos de nuestro devenir contemporáneo, desde
la preciosa pantalla azul de alta
la preciosa pantalla azul de alta definición que hace un momento nos acompañaba como
definición que hasta hace un
fondo, hasta la línea veloz que esquematiza nuestras vidas trazadas (el trayecto del día,
momento nos acompañaba como
del automóvil, del avión, de la empresa), todo ello es una expresión perfecta de la voluntad
fondo hasta la línea veloz que
occidental de “elevarse”, de salvarse de la irregularidad vital.
esquematiza nuestras vidas trazadas, es una expresión perfecta de la
Ayer María Luisa González, y también Flora Pescador, nos hablaron de cómo la arquitectura en cierto modo “despega” constantemente. Los edificios tienen que adquirir una proyección, un perfil aerodinámico, espacial casi, transparente, que a ser posible se confunda con la liquidez del cielo. Igualmente el rascacielos, la comunicación rápida, las vías encauzadas por la velocidad, la comunicación constante con la lejanía en detrimento de la cercanía. También la información, con la idea de poseer un dato abstracto que nos permita ahorrarnos la vivencia física de aquel país, aquella persona, aquel fenómeno. Todo esto es platonismo, aversión a la irregularidad, a la mezcla y el peligro de lo terrenal. Siento hacerles esta revelación un poco entristecedora a estas horas de la mañana, pero seguimos en un mundo implacablemente moderno. Por lo tanto, este mundo está amenazado por un peligro central. Pues todo aquello que se eleva perdiendo de vista la lógica de la finitud, está a expensas de la entrada de un pequeño virus que, cargado con una finitud que entonces se ha vuelto terrorífica, lo derribe. Lo que ha sido reprimido como mortal, volverá como letal. Fíjense en que no es una manía de Virilio esta idea, que mencionaba ayer Antonio G. González, de que todo avance tiene un retroceso, de que cada invento va acompañado de un accidente específico. El avión supersónico está unido a la posibilidad de un accidente nuevo y fatal; el rascacielos, ya lo sabemos, también está unido a un desastre pavoroso… Esta sombra de negatividad que acompaña cada avance no es una broma de Virilio, sino una vieja ley de las cosas: no hay ganancia sin pérdida (Freud), no hay acción sin reacción. Si a esto le sumamos una desprotección medular que padece el poder global, lo gigantesco, por el simple hecho de que ha ignorado la lógica de la finitud (lo cualitativo) en función de la lógica magnitud, podemos hacernos una idea de hasta que punto la sociedad global está alimentando la fatalidad de las cosas, preparando la catástrofe. La fragilidad potencial de lo gigantesco es pavorosa, sea rascacielos, avión supersónico o ciudadano “enganchado” a la red. Como el Titanic, todos esos constructos están a expensas del roce con cualquier punta de singularidad, la entrada de un pequeñísimo virus que lo derrumbe todo. Piensen en la metáfora de aquel virus informático, “I love you”, que lanza un pequeño hacker filipino, creando miles de millones de pérdidas en euros y un daño catastrófico. Es una expresión del peligro que amenaza a lo global, sobre todo si las personas que dirigen aquello no tienen al mismo tiempo, para compensar, un pensa-
voluntad occidental de “elevarse”, de salvarse de la irregularidad vital”
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miento “analógico” de la existencia mortal. Salvo que por algún lado compensen en sombra y lentitud el exceso de velocidad, el hombre tecnológicamente desarrollado es un marginal en el mundo de los sentidos. En la lógica del “cero muertos”, que es la ideología espontánea de la trama técnica, el roce con la singularidad no puede ser más que terrorista. De ahí el pánico incesante de lo gigantesco a lo minúsculo, pues presiente que en esa singularidad, sin generalidad equivalente, hay algo que puede “depresurizar” inmediatamente la cabina artificial que dirige la nave. No sólo el mundo contemporáneo es profundamente moderno en este sentido en el que nos avisaba Nietzsche, sino que además en cierto modo (es el tema del coloquio) la lógica de la comunicación ha conseguido perfeccionar al máximo esta duda platónica. Fijémonos en que todas las metáforas de nuestra vida cotidiana van en la dirección de constituir un “continuum” de cobertura técnica que nos libra constantemente del contacto con lo real. Ese real sería el fin de la historia. Pero en esta época actual del fin del “Gran Relato”, la historia desciende al registro microfísico, al registro de lo local y privado, cotilleo incluido. Esto, en cierto modo, representa el triunfo total de la historia occidental en el sentido en que hemos conseguido un enorme dispositivo que consigue penetrar en el resquicio mismo de la vida y asignar en cada instante (esto es también la tecnología digital) la cobertura, la cobertura técnica y social para una vida plenamente asistida... Que estará plenamente desarmada cuando ocurra algo, un accidente de otro orden. Hay en ese sentido un imperialismo que la humanidad jamás ha conocido. Hay un imperialismo en de la trayectoria y de lo social sobre la vida que la humanidad jamás ha conocido. Las propias imágenes que Flora Pescador nos mostró ayer, que eran imágenes de esta isla, eran muy significativas. Esas urbanizaciones que han conseguido enroscarse en sí mismas con las casas dispuestas hacia el centro, hacia la piscina. La piscina, como la pantalla azul, también es un símbolo platónico de ingravidez. En cierto modo, no flota en ningún lado la piscina. También en los hoteles, la piscina, el punto de ingravidez azul que representa, permite que toda la construcción gire sobre sí misma, con los cuerpos semidesnudos reposando. En fin, todo un estereotipo social se mide a sí mismo siguiendo este álgebra de la cobertura perfecta. Y esta endogamia, este círculo vicioso, esta autorreferencialidad es extremadamente peligroso, tanto a nivel individual como colectivo. La velocidad, la aceleración, que es uno de los temas claves de este coloquio, ha conseguido con un recambio ultrarrápido de los servicios, de las propuestas y de los bienes, una pared perfecta, mucho más perfecta que los sistemas antiguos de control. Éstos eran patriarcales y severos, represivos, incluso patéticamente severos, pero interrumpían la vida de una manera discontínua. Los sistemas actuales de control, de lógica más “femenina” que “masculina”, han conseguido una cuasi perfecta continuidad que no interrumpe la vida, que se funde con la vida misma. ¿Cuál es el tema, por ejemplo, de esta curiosa película que se llama El show de Truman? (también se nombró en la charla de Flora Pescador). El tema de esta película es que la vida que cree que está viviendo el individuo es en realidad un programa, un decorado casi perfecto. “Casi”, si no fuera por algunos detalles y una fina raya en el horizonte que el individuo finalmente descubre. En fin, que hemos conseguido una lógica social
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Serie fotográfica Schliemann’s Troy, de Won Ju Lim, 2001. Obra editada en ART NOW, Ed. Taschen, Colonia/Berlín, 2002.
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que ha logrado prácticamente librarnos de lo peor, con todo lo que esto tiene de problemático cuando lo real irrumpa. Hace ya muchos años, desde el Los Ángeles de 1944, Adorno decía que la política del entretenimiento, la cultura que llamamos del ocio representa, desarrollando la cultura anterior del trabajo, la voluntad política de que entre jornada laboral y jornada laboral al sujeto no le roce nada que perturbe el ciclo productivo. Esto implica que en la cultura en la cual estamos el tiempo muerto, el tiempo vivido como tiempo desnudo, ha desaparecido. Le llamamos ocio, de hecho, a una organización milimétrica del tiempo que la humanidad jamás había conocido. Las horas, las más mínimas fracciones de tiempo, están ocupadas de tal manera que lo que se llamaría el tiempo muerto, es decir, el tiempo como tiempo, ha sido borrado por nuestra cultura. Existe un texto precioso de Deleuze que nos provoca constantemente, un texto que se llama “Post-scriptum sobre las sociedades de control”, al final del libro Conversaciones (un libro prácticamente clandestino, porque nadie lo lee). En este texto Deleuze, con una mezcla de escándalo e ironía, nos explica cómo el poder social se parece actualmente más a una tabla de surf, a una tabla de surf que se le sirve al consumidor para que cabalgue su ola, que a un rompeolas que parase las olas, que reprimiese las ondas de cada existencia. Es el tema de El show de Truman (no sé si de Matrix): el poder ha logrado un fundido técnico, al minuto, con la vida. Por favor, échenle una ojeada a ese “Post-scriptum” para que vean hasta qué punto una parte de las propuestas aparentemente alternativas, aparentemente subversivas y marginales, son también parte del sistema, de un nuevo sistema que es en sí mismo “alternativo”, de una alternancia incesante que ha conseguido una sutileza microfísica que se funde con la propia vida. Estoy diciendo, en otras palabras, que la aceleración y el reemplazo constante de bienes (hasta la pareja, pensadlo, ha sufrido de este reemplazo constante, y por supuesto, la familia). El tema del supuesto autoritarismo de los padres salió ya en este curso. Pues bien, como profesor y como padre, no conozco prácticamente un solo caso de padre autoritario. Más bien los problemas se ven venir constantemente por la otra vía, la de los padres “permisivos” que dejan a sus hijos a cargo del “canguro” del consumo, cabalgando en el estruendo de lo múltiple, sin decir una palabra más alta que los medios. Todo este falso pluralismo social (falso, pues es la cara externa del Uno de la indiferencia) ha conseguido maquillar el centro, ha conseguido maquillar lo que podríamos llamar sistema. Esto hasta el punto que hablar de sistema, hablar de capitalismo, crea un cierto pudor. En efecto, lo que antes se llamaba capitalismo está unido casi al minuto con el más íntimo latido de las vidas. A este servicio está puesta toda la velocidad del “pequeño relato” actual, incluido un potente dispositivo sentimental, sexual y afectivo. De alguna manera, ciertamente, nuestra cultura social contemporánea ha vuelto a “reencantar” el mundo volviendo a un espectacular culto de los sentidos. Nuestro orden cultural es sin embargo sistema, sistema social determinado. Y esto porque no puede con una sola cosa, porque ha de ser radicalmente intolerante con la lógica interna de lo minúsculo, esa singularidad que aquí o allá emerge fiel a sus límites. Este sistema funciona, sin embargo, perfeccionando al máximo su cierre, con una nueva conexión entre lo perverso del Ello privado, el blindaje clandestino de la privacidad, y el Superyó de lo global, la nueva retórica de la democracia, los derechos humanos, la solidaridad, etc. Una alianza casi perfecta
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que hoy por hoy “puentea” constantemente al Yo, sumiéndole en la indecisión, en la expectación, en la pasividad informativa. Como instancia de decisión, el sujeto ha retrocedido escandalosamente para cederle la palabra a los medios, en aras de esa alianza entre lo escandaloso y lo supramoral. Entre, digamos, la izquierda, la cultura (“Europa”) y el mercado, la derecha (“América”). Hay además un registro blando de la filosofía postmoderna (por supuesto, la filosofía es parte de todo esto que estoy intentando criticar), que de alguna manera ha fortalecido este imperio de lo social, este fascismo correcto de la socialización. Cuando parte de la filosofía postmoderna nos invita a que “debilitemos” aún más la existencia, que debilitemos o adelgacemos aún más la identidad, lo hace (con frecuencia, desde su segura tarima universitaria) para que en definitiva se fortalezca, engorde la lógica de lo social... de la cual el Filósofo forma parte. Por este camino, parte de la filosofía está convirtiendo en ideología, en propuesta programática, aquello que es empíricamente parte del sistema y parte de la fuerza de los medios. Adelgazar la existencia para que engorde lo social. Es decir, a veces en nombre de una “histeria antivitalista” (Deleuze), socabar toda autonomía de la decisión vital. Se ha dado en este sentido, tanto en Europa como en la Norteamérica de los últimos
“En ese momento de parada, de
treinta años, una transferencia perversa de lo existencial a lo social. Con la coartada de
silencio y reposo donde están
acabar con la “metafísica” y sus dualismos, en nombre de una falsa inmanencia, cierta
interrumpidas todas las conexiones,
filosofía ha ayudado al triunfo de una espectacular obesidad en toda clase de prótesis so-
cortados todos los cables, hay una
ciales. Y ello en detrimento de los instrumentos espontáneos de la vitalidad. Sin embargo,
tecnología punta de la memoria, de
fijémonos en la paradoja, y esto también era el tema del precioso vídeo de Martín Sam-
los sentidos, de la imaginación. En
pedro, con frecuencia nos olvidamos de que persiste todavía una “tecnología punta” de
suma, estamos hablando de una
la vida desnuda. De que la vida que, por accidente o por decisión, está desconectada en
tecnología punta de la decisión... Allí
instantes cruciales, que parten nuestra historia en dos. Y sin embargo, en ese momen-
donde toda la estadística enmudece”
to de parada, en ese momento de silencio y reposo donde están interrumpidos todas las conexiones, cortados todos los cables, hay una tecnología punta de la memoria, de los sentidos, de la imaginación. En suma, estamos hablando de una tecnología punta de la decisión… Allí donde toda la estadística enmudece. Una vez más, ¿es pedir demasiado simplemente hablar de eso? En Ser y tiempo, Heidegger se refiere a que el Dasein, la existencia humana, es profundamente “desalejadora” de toda lejanía. Toda distancia, dice él, es convocada aquí, sin ninguna clase de prótesis técnica, en algunos momentos clave de la existencia, en virtud precisamente de su desconexión de cualquier red externa. En virtud, digamos, de la más íntima “inhospitalidad” de la existencia. Y reparemos en que, de alguna manera no dicha, pero sí supuesta, toda la red técnica mundial, sobre todo en su forma actual, que ya retrata McLuhan, es escandalosa, torpemente analógica con respecto a esa potencia alojada en el
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Serie fotográfica Schliemann’s Troy, de Won Ju Lim, 2001. Obra editada en ART NOW, Ed. Taschen, Colonia/Berlín, 2002.
Dasein. Al fin y al cabo, la televisión, las tecnologías digitales, la red de redes de Internet, son útiles y comprensibles (en el buen sentido) porque imitan lo que ya era la vida. El ordenador es una copia más o menos grosera, binaria, de lo que ya la existencia realiza únicamente con sus propias armas, en cuanto está arrojada a sí misma. El ordenador tiene un programa determinado, obedece a un determinismo complejo. La diferencia de una “máquina natural” (Leibniz) con respecto a eso es que el autómata natural es máquina hasta en sus más ínfimas partes. Es decir, extrae respuestas, individuantes, de la indeterminación, de la desprogramación. Hay ya en nosotros, la hay en mí, aunque no hubiera micrófono ni pantalla, una conexión con toda lejanía a través de los silenciosos instrumentos que la propia existencia inventa. En cierto modo la red técnica es una imitación muy aproximada, una imitación “analógica” (nada del puritanismo digital aquí) de todo esto que ya estaba en la existencia. Pero, con el resultado añadido de que lo digital, justamente por una velocidad que nos impide pararnos, que nos impide caer, nos impide rozar esos fenómenos de borde, esa potencia ultratecnológica de la vida desnuda (la cual, dicho sea de paso, es la que permite ocasionalmente un uso genial de las tecnologías). La mediación social global ha conseguido interrumpir, cuestionar, deconstruir, injuriar constantemente esos instrumentos elementales de la existencia. Hasta el punto de que la tesis que aquí se defiende pasará fácilmente por “romántica”. Y sin embargo, resumiendo, esta exposición, que es absolutamente apocalíptica en el plano “cerebral”, en el plano de lo histórico-social, es absolutamente afirmativa en el plano “neuronal” de la vitalidad. Quería haceros
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la propuesta, justamente en estos tiempos, de que no olvidéis apoyaros en lo más duro de la existencia humana, en el enigma de su condición mortal. Cuando antes hablé de la muerte no me refería al accidente fatal, que puede ocurrir, sino aquello a lo cual minuto a minuto estamos convocados por el hecho de ser mortales. Una muerte, por tanto, que de alguna manera siempre es anterior, siempre nos antecede. Si nos desenganchamos, si nos desconectamos de esta extremadamente peligrosa conexión que es la vida mortal, somos pasto de un instrumento que no es exactamente acéfalo, ni neutral, ni carente de ideología. Más bien está manejado por unos intereses y una ideología que podrían tener en cada caso nombres y apellidos. Creo que toda perspectiva de resistencia, en primer lugar vital y existencial, en segundo lugar política, exige retomar el escándalo de la muerte, de una experiencia intransferible, sin mediación posible, que traspasa la vida humana. Y retomar además de manera absolutamente afirmativa esta vieja cuestión, y ya termino, es también conectar con una vieja tradición de sabiduría que piensa la potencia de lo pequeño en cuanto empuña sus límites. Esto supondría, para superar el maniqueísmo que nos hace letales, ser capaces de pensar un Bien que no se oponga al Mal, sino que sólo consiste en el Mal asumido. Un bien que, por así decirlo, se eleva ganándole al mal en su propio terreno. Me refiero al mal que la propia existencia es. Es urgente no contraponerle un bien a ese mal radical, cosa que en cierto modo es la lógica espontánea de los medios y de la sociedad entera. Creo que en esta línea de sabiduría antigua y contemporánea, en la cual nos hacen señas varios pensadores muy distintos, deberíamos persistir para inyectar en el orden social una posibilidad, una potencia más alta que todas sus espectaculares actualizacio-
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nes. Entonces la potencia de la finitud, que está en cualquiera, conseguiría rodear (como a un juguete) este orden macroglobal que nos envuelve. Hasta la crítica podría así dejar de ser apocalíptica, volverse benévola, conjugando un Sí y un No a todo lo que nos envuelve. Por lo demás, y ahora sí termino, si uno no cree en el nuevo Dios de lo global, creo que es una idea disparatada, lo digo con todo el cariño del mundo, eso que se encierra en la palabra “glocal”. Lo Glocal no existe, pues lo global jamás podrá entrar en la lógica de lo local. Y ello porque la incesante localización, el “ahí” de la existencia vive en una cualidad discontínua totalmente ajena a lo cuantitativo de la magnitud. Lo local, sea una persona, una esquina de un paisaje o un hogar, está construido, reconstruido constantemente en torno a una experiencia única de la finitud. En este punto clave lo global no tiene nada que decir y mezclar los dos planos es absolutamente fatal para la vida. Sólo conseguirá hacer más letal una existencia que simplemente ha de asumir que tiene que ser mortal. Sin más. Gracias.
PERIFERIA DENTRO DE LA PERIFERIA: TRES PREGUNTAS MARÍA LUISA GONZÁLEZ
María Luisa González
Arquitecta y profesora de proyectos arquitectónicos de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura (ETSA) de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC). En su vertiente profesional ha desarrollado una obra que podría calificarse
como una relectura del llamado movimiento internacional. Ha sido Premio Oraá de Arquitectura a la mejor obra construida en Canarias y estuvo seleccionada en la I Muestra de diez años de Arquitectura Española 1980-1990 (Comillas, Santander). Posteriormente fue finalista en la II Bienal de Arquitectura Española e igualmente fue seleccionada para la IV Bienal Internacional de Sao Paulo (Brasil 2000) por el edificio administrativo de Usos Múltiples II de Las Palmas de Gran Canaria. Su obra ha sido, por lo demás, recogida en distintas revistas especializadas, como ON, Arquitectura, Basa, Quaderns, AQ42 o Atlántica de las Artes y figura también en la Guía de Arquitectura de España 1920-2000 (Editorial Tanais), en la Guía de Arquitectura Española 1929-1996 (Editorial. Actar) y en el Diccionario Metápolis de Arquitectura Avanzada (Editorial Actar 2002). Entre las exposiciones de las que ha formado parte figuran, entre otras, Hard & Soft, expuesta en Eighth Floor Gallery (Nueva York 1997) y comisariada por Ana María Torres, la I Muestra de Arquitectura Española y el concurso nacional de Prototipos de viviendas rurales en Arquerías de los Nuevos Ministerios (Madrid, 1990 y 1982), “Una hora menos“ en la Recova de Tenerife (1998) o Uno siempre es dos en el Colegio de Arquitectos de Tenerife (2001), comisariadas las dos últimas por Clara Muñoz. Igualmente ha participado en el Festival Metápolis 2.0 Trailer de ideas para una arquitectura avanzada en el Mercat de les Flors (Barcelona, 2000) y en el Metápolis 3.0 N-Claves para una Arquitectura Avanzada, así como en el Encuentro nacional de Arquitectos 50 proyectos-50 conceptos en Nau Ivanow (Barcelona 2001). Junto con José Antonio Sosa Díaz-Saavedra ganó recientemente, entre otros, los concursos nacionales de rehabilitación de las Casas Consistoriales de las Palmas (1998), ya en curso, el del conjunto de edificios que conformarán los nuevos juzgados de Las Palmas de Gran Canaria (2003) y el de la ampliación del espacio de exposiciones La Regenta (2006), también en la capital grancanaria, una antigua fábrica de tabacos que funciona como galería de arte y que será reconvertida en un gran centro de produción artística con una marcada voluntad cosmopolita e innovadora.
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Este tema de reflexión que nos propone Antonio G. González sobre el concepto de centro y periferia podemos abordarlo desde diferentes campos de conocimiento. A mi me interesa referirme a las periferias de nuestras ciudades y de cómo la arquitectura puede instalarse en ellas mas allá de su consideración como objeto. Antonio G. González precisa los términos de centro y periferia en tiempos de aceleración, consciente como Paul Virilio de los efectos culturales de la aceleración del tiempo mundial. La nuevas tecnologías conectan las ciudades de otra manera, con lo que se relativiza la relación centro-periferia. Ya no hablamos de una localización física, entendiendo la periferia como lo que esta en el límite, en las afueras, en oposición a la ciudad tradicional cerrada, del recinto. Lo importante ahora es la conexión, no el lugar donde se está, por lo que podríamos afirmar que la periferia sería lo que no está conectado. Nuestra periferia es ahora como un patchwork, formada por retales diferentes, cada
“Lo importante ahora es la conexión,
uno con su propio tejido, con su propia estructura interna y con su propia forma. Pero in-
no el lugar donde se está, por lo que
dependientemente de la forma de la edificación, lo que me interesa es cómo se relacionan
podríamos afirmar que la periferia es
las diferentes partes entre si, cómo se conectan; lo importante son las redes que articulan
lo no conectado. En realidad, es como
las diferentes tramas de ciudad. La periferia es el lugar adecuado para potenciar el sentido
un patchwork formado por retales
de red en lugar de plantear estructuras jerárquicas.
diferentes y se constituye como el lugar adecuado para potenciar el
Esta visión de la ciudad como red ya fue planteada por los artistas situacionistas. Se trata de estructuras porosas que se superponen al territorio, como las propuestas de la New Babilón de Constant o las de Sanejuard para el valle del Sena, que plantean redes que en su propia estructura incluyen siempre aire. Estas propuestas, herederas de los planteamientos surrealistas, están muy cerca de lo que esta ocurriendo en estos momentos en nuestro territorio: la coexistencia del cen-
sentido de red (urbana) en vez de plantear estructuras jerárquicas”
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“La manera en la que la Arquitectura
tro y periferia a la vez. Nuestro territorio es ya un continuo edificado donde el vacío de los
se instala hoy en estos lugares
espacios agrícolas conviven con el de la edificación. El desarrollo se ha producido de una
de la periferia tiene que ver
manera aleatoria construyendo un territorio que podríamos denominar, utilizando el tér-
más con el término “glocal”.
mino de los surrealistas, “Automático”. En estas redes los núcleos tradicionales aparecen
La Arquitectura es capaz de
como coágulos y la periferia es un continuo que se entremezcla con los vacíos y con los
reproducir en estos momentos de
núcleos tradicionales.
aceleración un cierto mapa local dentro del escenario global”.
Dentro de este planteamiento también podíamos considerar que la noción de periferia es fractal, tomando un término de la nueva matemática: dentro de una periferia siempre hay otra periferia y así hasta el infinito como en las muñecas rusas. Canarias esta en la periferia, o en la ultra periferia de Europa, pero a su vez tiene otras periferias dentro. La manera en la que la arquitectura se instala hoy en estos lugares de la periferia tiene que ver más con el término “Glocal”. La Arquitectura es capaz de reproducir en estos momentos de aceleración un cierto mapa local del escenario global. Lo Glocal 1, según el
1
Glocal: Global y local. Simultáneamente.
diccionario Metápolis de Arquitectura avanzada es global y local a la vez, tiene que ver con
Responde a lo particular e
el concepto de hibridación, mezcla que no borra los orígenes genéticos, pero los combina
interconecta con lo general.
con otros y les da un giro nuevo.
Arquitectura capaz de reproducir un cierto mapa local del escenario global.
La periferia por tanto ya no es un límite preciso, sino que constituye más bien un pro-
Hibridación: mezcla que no borra
ceso. Procesos que podríamos llamar bastardos en donde conviven situaciones de una
los orígenes genéticos, dándoles un
gran energía, con territorios inacabados.
giro nuevo. Diccionario Metápolis de Arquitectura Avanzada, de Manuel Gausa.
La periferia actual es un lugar de hibridaciones y mestizajes donde hoy la arquitectura puede instalarse con comodidad. Vamos a explicar, a través de algunos proyectos de arquitectura recientes que estamos realizando en nuestra oficina,2 cuáles son las estrategias que aplicamos para ac-
2
Proyectos realizados por Magüi Gonzalez,
tuar en esos lugares. Voy a exponer tres grupos de proyectos, que se formulan en forma
Jose antonio Sosa y Miguel Santiago
de preguntas que interrogan al territorio, con intención de sacarle sus potencialidades y latencias ocultas. Son proyectos ubicados en las islas, que a su vez exploran situaciones de límite, de borde y de frontera propias de la periferia. Proyectos que se posicionan en el centro histórico o que hibridan tejidos diferentes de ciudad (centro histórico y periferia), o que resuelven situaciones de límite y frontera entre la ciudad y el mar. El primero de ellos nos plantea la pregunta de cómo posicionarnos en el barrio histórico de Vegueta, a través de tres proyectos de rehabilitación, colocando unos artefactos en las cubiertas de determinados edificos históricos, como si se tratara de una instalación en un espacio expositivo.
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El segundo proyecto, la nueva Ciudad Judicial de Las Palmas, nos plantea la pregunta de cómo hibridar la frontera entre el barrio histórico de Vegueta y su periferia, el polígono de San Cristóbal. Como unir dos tramas diferentes de ciudad, la ciudad cerrada, central y jerárquica del siglo XIX y su extensión producto de la modernidad de los sesenta, abierta y desjerarquizada. Y la tercera pregunta con la que interrogamos a nuestro territorio trata de la disolución de la trama de la ciudad en el mar, con el proyecto del Frente Marítimo de Puerto del Rosario en Fuerteventura. Dentro de esta manera de interrogar o de analizar el territorio hay implícita una actitud en todos nuestros trabajos que tiene que ver con la idea de constructores de ambientes. En oposición a la consideración de la arquitectura como objeto.
Constructores de ambientes3
3
Surgen del “environment” y “assemblaje”
Nuestro trabajo no tiene una línea predeterminada, cada trabajo se aborda de una
de los artistas de los años 60, nos
manera diferente; pretendemos acercarnos más a esta idea de construir ambientes que
movemos dentro de y alrededor de.
a una expresión personal e intransferible de la arquitectura. El lugar lo entendemos más
El espectador deja de situarse frente
como una cuestión de posicionamiento o de tamaño, más que como una experiencia poé-
al objeto para situarse en el objeto.
tica o de inspiración del lugar.
Genera la participación del espectador: explora el espacio que le rodea y
La idea de “constructores de ambientes”, tiene que ver con la reducción del objeto a
los objetos que se sitúan en él.
favor del contexto, o lo que es lo mismo, “la hipervaloración del ambiente en lugar del objeto”. Interesa más el posicionamiento y tamaño que la forma del mismo. Esta la hipervaloración del ambiente, frente a la estimación del objeto con valor en si mismo, nos permite que podamos actuar en distintos lugares con instrumentos similares.
“En nuestro trabajo pretendemos acercarnos a la idea de “construir
Paso a desarrollar tres cuestiones, tres ideas, o tres conceptos con los que estamos de-
ambientes” más que a una expresión
sarrollando nuestros últimos proyectos. INSTALACIÓN, ARMAZON y CONDICIONES DE CON-
personal e intransferible de la
TORNO. Las tres tienen que ver con el concepto anterior de constructores de ambientes:
Arquitectura. La idea tiene que ver con la reducción del objeto a favor del ambiente. El lugar lo
Instalación
entendemos más como una cuestión de posicionamiento o tamaño que
En sucesivos concursos ubicados en la ciudad histórica —Gabinete Literario, Teatro Perez Galdós y Casas Consistoriales— realizamos UNA INSTALACIÓN de acciones y propuestas sucesivas. Ésta consiste en la ubicación de unos artefactos en las cubiertas de determinados edificios históricos. La idea es que la ciudad pueda ser entendida como
como una experiencia poética o de inspiración del lugar”
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TRES PROYECTOS DE REHABILITACIÓN. Casco Histórico de Vegueta. GABIENTE LITERARIO, 1997. CASAS CONSISTORIALES, 1998. TEATRO PÉREZ GALDÓS, 1997. María Luisa González - José A. Sosa. Arquitectos.
Cubierta de Las Casas Consistoriales de Las Palmas de Gran Canaria.
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Ampliación del Gabinete Literario (Las Palmas de Gran Canaria).
Rehabilitación del Teatro Pérez Galdós (Las Palmas de Gran Canaria).
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“La ubicación de artefactos en la
un espacio de interrelaciones. Se trataba de modificar la percepción de paisaje urbano, lo
cubierta de determinados edificios
mismo que ocurre a otra escala en un espacio expositivo cuando se introducen unos obje-
históricos es la forma de construir
tos en su interior; Se produce una disociación del espacio y un cambio en la percepción del
un ambiente de interrelaciones. Y
mismo. Con estas estrategias de posicionamiento y de composición periférica frente a la
responde a nuestra posición sobre
composición central y jerárquica de la ciudad histórica pretendíamos dinamizar un casco
la historia, que tiene que ver más
muerto modificando la percepción del paisaje urbano.
con la idea de reciclaje. Reciclar es iniciar un nuevo ciclo a partir de
De esta manera construimos un AMBIENTE de interrelaciones. Una caja de madera re-
lo viejo; sin embargo reconstruir
plegada en las Casas Consistoriales como lugar de recepciones al aire libre. Un ático en vidrio
es volver a construir algo que ya
degradado que reinterpreta la ornamentación compleja del proyecto original en el Gabinete
existió y rehabilitar es habilitar
Literario, y una linterna de luz difusa y luminiscente sobre el Teatro Perez Galdós.
una construcción decadente” Todas estas acciones responden a nuestra posición sobre la historia, que tiene que ver más con la idea de reciclaje. Preferimos la palabra reciclar más que rehabilitar o reconstruir; Reciclar es iniciar un nuevo ciclo a partir de lo viejo, sin embargo reconstruir es volver a construir lo que ya existió y Rehabilitar es habilitar una construcción decadente.
Armazones El concepto de armazón 4 se visualiza como un entramado, como una estantería en
4
Este concepto está desarrollado por
donde se ubican los paquetes programáticos. No existe un orden aparente, pero sí una
J. Antonio Sosa. Revista Transfer
guía. El concepto armazón sustituye a las estructuras formales cerradas que parten de la
nº5, Madrid y “Arquitectura
construcción del recinto por estructuras mas abiertas.
Radical”, CAAM 2003.
El concepto de armazón pertenece al mundo de la indeterminación y posee la cualidad de poder insertarse en objetos heterogéneos, carece de límites precisos y permite huecos en su interior, es poroso. Su condición de contorno es permeable. Es un mecanismo proyectual que permite construir AMBIENTES, y no sólo objetos. El armazón como vinculante y conector de objetos heterogéneos. Permite la función sin un orden cerrado. El lema del concurso “UNO ES MUCHOS” para la ciudad Judicial de Las Palmas tiene que ver con la idea de fragmentación y con el límite escalar de determinados edificios o programas arquitectónicos contemporáneos. ¿Hasta dónde es posible extender una tipología edificatoria? ¿Es posible, manteniendo un tipo, aumentar indefinidamente su escala? Coincide con lo encontrado en la naturaleza, con las ideas de D’Arcy Thompson en sus estudios matemáticos sobre el crecimiento y la forma, que demuestra que existe, en los
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Maqueta de la Ciudad Judicial, en Las Palmas de Gran Canaria.
diversos órganos vivos, un límite estructural a su crecimiento; una mosca no podría crecer proporcionalmente al tamaño de un hombre, su esqueleto no lo resistiría, tendría que existir otro material . Con esta pregunta alteramos la estructura horizontal usual en este tipo de edificios. Situación de borde de cosido de tramas. Prolongación de la calle, una estructura clara. Una base común para los flujos horizontales y una oscilación en altura de edificios.
Condición de contorno Está vinculado con el concepto de ARMAZÓN, podríamos definirlo como cierre casual o corte de una estructura extensiva e infinita. Se trata de una estructura ISOTRÓPICA y no jerárquica y con un contorno indefinido. En el proyecto que estamos construyendo de la nueva Plaza de los Derechos Humanos, en la capital grancanaria, aplicamos este concepto en forma de burbujas. Y en el concurso para el Frente Marítimo de Puerto del Rosario en la isla de Fuerteventura lo aplicamos como un espacio agujereado. Son estructuras invasivas, de repetición, que lo invaden todo. Cuando se encuentran con los límites se recortan y cuando se encuentran un obstáculo se detienen.
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Maqueta del Frente Marítimo de Puerto del Rosario (Fuerteventura).
Terminal de cruceros del proyecto del Frente Marítimo de Puerto del Rosario.
Plaza de los Derechos Humanos, delante de los edificios de Usos Múltiples I y II, en Las Palmas de Gran Canaria.
Un frente orgánico y ondulado para la costa y unas plataformas portuarias de geometría regular se despegan como islas. Y tres plataformas libres, para usos lúdicos ciudadanos, resuelven el fuerte desnivel entre la ciudad y el mar, ubicándose debajo de ellas programas múltiples. La terminal de cruceros es como la pared blanca perforada por agujeros negros, que organizan la rostricidad según Deleuze. Un muro perforado por agujeros negros es un espacio agujereado, un dique hueco, capaz de acumular energía. Hoy, en tiempos de aceleración y de conectividad, aeropuertos y terminales marítimas no son sólo lugares de paso, se han convertido en grandes acumuladores de energía informacional y comercial, como lo demuestra el hecho de que por ejemplo haya gente que ya sólo compra en los dutty free de estos espacios. Son lugares que no dependen del espacio exterior. Son como los agujeros negros, espacios que tienen el poder de captar pero de los que ya nada puede salir. Cualquier línea de acción en el territorio debe contemplarse desde una sensibilidad medioambiental activa, no solo defensiva, y también entendemos que cualquier intervención en la ciudad debe seguir unos criterios de acción flexibles y evolutivos. Puerto del Rosario pretende conjugar la dimensión local y la global a la vez.
LA CARTOGRAFÍA DE LA LEVEDAD ANTONIO G. GONZÁLEZ
Antonio G. González
Periodista y escritor, desarrolla su labor profesional en el diario LA PROVINCIA/DLP, en el que destacan principalmente sus análisis de la realidad política, económica, socio-cultural y urbanístico-arquitectónica de las Islas, así como de
la actualidad internacional y española. Nacido en Las Palmas de Gran Canaria en 1963, cursó estudios de periodismo en Sevilla y Madrid, donde colaboró con la Agencia EFE, la Agencia OTR y el semanario Interviú respectivamente. A su regreso a la capital grancanaria, combinó su integración en la redacción del citado periódico con la corresponsalía del diario El País durante varios años, al tiempo que cursaba estudios de filosofía en la UNED. En LA PROVINCIA/DLP ha sido jefe de información política y de reportajes. Entre sus libros se halla Translaspalmas (1998), en colaboración, en el que se entremezclan las visiones de Las Palmas de Gran Canaria de un grupo de artistas, periodistas y críticos de arte. También ha publicado Historias Isleñas de Ultramar (2004), obra en la que se pone en valor la condición fronteriza del Archipiélago a través de un ensayo titulado “El grado cero de la frontera” y del relato vital de una serie de canarios que fatigaron al Atlántico en direcciones y aventuras dispares, narradas como si se tratara de líneas de fugas deleuzianas, de una trama de conjugación y disociación de flujos. Se indaga así en los entresijos de un territorio a la intemperie que, con instintiva levedad insular, produjo en ocasiones una conciencia íntima precisamente del mundo como flujo, un dispositivo —hoy tan en vigor en la escena global— para aprehenderse en lo que fluye, en la circulación permanente.
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Buenas tardes. En primer lugar quiero agradecer la presencia de todos los que nos acompañan, sobre todo a esta hora de la tarde y en un día laboral, lo que revela el interés por el debate que nos traemos entre manos y, en buena medida, indica que de algún modo hemos acertado en la elección. He titulado esta conferencia “La cartografía de la levedad”, pues básicamente de lo que se trata es de trazar un mapa. ¿Porqué un mapa? porque hay algo —hay más que algo, en realidad— de sustitución de la historia por la
“Hay algo de sustitución de la
geografía en la actualidad. Susan Sontag lo decía hace poco: “History is roaring… turning
historia por la geografía. El
into geography”. Es básicamente una cuestión que tiene que ver con el tiempo. No sucede
imperativo geográfico resucita hoy
en el sentido de que asistamos a un fin de la historia. Es obvio que —aunque se predique
en el sentido de una aceleración
recurrentemente— la historia sigue su curso, la gente vive en lugares… si el imperati-
de la historia en función de la
vo geográfico resucita es en el sentido de una aceleración de la historia, en función de la
cual vivimos los procesos de
cual vivimos los procesos de transformación en el espacio en tiempo real, en una suerte
transformación en tiempo real y
de apoteosis de la simultaneidad e instantaneidad, y no como resultado del paso a la his-
no como resultado de un paso a la
toria. Este hecho, que la globalización, digamos, socializa, podemos considerarlo como un
historia. La historia está velada. Lo
fenómeno no coyuntural. E incluso irreversible: más que nada porque nadie ha desandado
de “historia en directo”, ese eslogan
aún el orden de la técnica. La historia está velada. Lo de “historia en directo”, ese eslogan
“está pasando, lo estás viendo” no
“está pasando, lo está usted viendo” no deja ver nada en realidad: al final lo borra todo.
deja ver nada: al final lo borra todo”
Se presta la época, pues, para cartografiar el marco de consecuencias que está produciendo la primacía de esa velocidad absoluta alcanzada y afianzándose como un sistema de alcance planetario que, debe recalcarse, no anula el espacio de la gente y los lugares, el margen de maniobra de las singularidades, pero sí las orienta de un modo determinante, modificándolo, convirtiéndose en un vector de sentido o de sin-sentido, la cara y la cruz de una misma moneda. Los procesos de este tipo son siempre abiertos, paradójicos, forzosamente inconclusos, pero si algo caracteriza sus saldos principales es la levedad. Frente a la densidad de lo fijo y estable, frente a un orden organizado en torno a un
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“La velocidad (el espacio de los
transcurrir entendido como más o menos previsible, confiado en la posibilidad de erradicar
flujos) no anula el espacio real
toda posibilidad de error en la determinación de lo objetivo, seguro de que lo real es calcu-
de la gente y los lugares, pero se
lable, en fin, frente a lo propio del período moderno, la levedad de lo móvil, de los flujos, la
convierte en vector de sentido o
levedad de lo azaroso y de lo efímero. Se trataría del signo de una época que, por ejemplo,
sin-sentido. Se trata de procesos
en el campo de la eclosión mediática, en medio de la denominada era digital, con su fan-
abiertos, paradójicos, forzosamente
tasmagorización de la realidad —que abordaré con cierto detenimiento— nos desvela su
inconclusos; y si algo caracteriza
doble juego de una manera paradigmática y espectacular.
a sus saldos es la levedad. Frente a la densidad de lo fijo y estable, la
Pero sobre la levedad no me puedo resistir a empezar con una acotación, una afir-
levedad de lo móvil, lo azaroso y
mación casi testamentaria de un escritor fascinante para mí. “En los momentos en
efímero. La eclosión mediática lo
que el reino de lo humano me parece condenado a la pesadez, pienso que debería volar
muestra de un modo paradigmático”
como Perseo a otro espacio. No hablo de fugas al sueño o a lo irracional. Quiero decir que he de cambiar de enfoque, he de mirar el mundo con otra óptica, otra lógica, otros métodos de conocimiento y de verificación. Las imágenes de levedad que busco no deben dejarse disolver como sueños por la realidad del presente y del futuro…”. Son palabras de Italo Calvino en 1984, escritas cuando la Universidad de Harvard lo invitó a ocupar una cátedra. Para Calvino el ciclo de conferencias que se encontró preparando, y que habría de tratar sobre ciertos valores literarios que debieran conservarse en el nuevo milenio, se convirtió en una obsesión. Una de sus últimas novelas, Si una noche de invierno un viajero… había constituido el más brillante experimento narrativo de la segunda mitad del siglo XX por lo que contenía de anticipo de lo que vendría a llamarse condición posmoderna. Calvino no pudo finalmente leer aquellos textos, pues murió sólo una semana antes de tomar el avión a Massachussets. Que él mismo intuyera que estaba ocupándose de su propio testamento es probable en el caso de un intelectual de larga trayectoria izquierdista, es decir, confiado sin ambajes en el programa de la perfectibilidad humana, pero al que la vida impuso sobresaltos, complejidades y réplicas inauditas a sus certezas intelectuales, que él asumió para narrar astuta y honestamente el espíritu de su tiempo. Bajo el título Seis propuestas para el próximo milenio Calvino entregó una especie de vademecum no sólo como guía para escritores sobre la forma literaria sino como disciplina de la mente ante la vida. Y lo hizo ante lo que intuía —cabría decir casi premonitoriamente— como un estado del mundo en gestación. Faltaban tres años para la caída del Muro de Berlín. Escrita en un momento, además, en el cual sobre todo “lo que me molesta”, señalaba, “es la pérdida de forma que percibo en la vida…”, el escritor proponía cinco grandes procedimientos o estrategias para conducirse, no sólo para hacer literatura: la levedad, la rapidez, la exactitud, la visibilidad y la multiplicidad. Por este orden. Y un sexto, la consistencia, que nunca escribió pero del que sólo se sabe que tenía pensado referirse extensamente a Bartleby, el escribiente de Herman Melville. Bartleby, como se sabe, era aquel copista de oficina que por alguna extraña razón y en un momento dado
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opta por no hacer, se niega a hacer, sin más, a pesar de su extrema pericia en el trabajo, sin explicaciones, un escueto y tranquilo “no”, un menos que cero en el que acaba finalmente disolviéndose, muriendo de hecho al llevar al extremo esa voluntad de inacción, como si de lo contrario, del mero hacer, nada apenas se desprendiera… Lo que Bartleby pudo sugerirle a Italo Calvino nunca lo sabremos. Y podemos estar seguros de que es una verdadera pena. Pero lo primero, su principal marca testamentaria, es la levedad, a la que el escritor convertía entonces en una estrategia que, además, tiene detrás una larga historia. Frente a la voluntad de espesor, a la densificación en los intentos por explicarse el mundo, frente a la búsqueda de fijezas para lo fijo, a las narratividades fundantes, la búsqueda de compacidades, se alzaría la estrategia de la levedad —la percepción de lo móvil, el análisis de lo etéreo, de lo minúsculo, de lo que se deja sin conocer, en suma, el rastreo de una periferia del racionalismo susceptible de precisar las verdades… Se trata, por lo demás, no casualmente, de una levedad que viene a coincidir con la del mundo actual (azaroso, efímero y variable), universalizada ya como atributo o koiné de la época a causa de esa primacía del espacio de los flujos y el tiempo intemporal de la era digital. Aunque “para mí”, sostendría Italo Calvino, y en esta precisión radica, a mi juicio, la radical pertinencia de su propuesta, la levedad “se asocia con la precisión y la determinación, no con la vaguedad y el abandonarse al azar. (...) Existe una levedad del pensar, así como todos sabemos que existe una levedad de lo frívolo; más aún, la levedad del pensar puede hacernos pesada y opaca la frivolidad”. Lo que va a interesar al escritor italiano de la levedad como procedimiento es que puede, a su entender, apresar mejor un tiempo incierto (él mismo alude de hecho a la “era tecnológica llamada posindustrial”), regido por dispositivos económicos que expanden sus intercambios financieros a la velocidad de la luz. “En su reclamo de la levedad como En esta primera de las seis conferencias nunca leídas recalca cómo De rerum natu-
forma de conocimiento, Calvino
ra de Lucrecio es “la primera gran obra de poesía en la que el conocimiento del mundo se
convoca por último a Valéry: “Hay
convierte en disolución de la compacidad de mundo”. Y lejos de formularlo como una triste
que ser leve como el pájaro, no
abdicación de quien considera derrotado el proyecto moderno de emancipación, advier-
como la pluma”. Ductilidad pues,
te que “la poesía de lo invisible, la poesía de las infinitas potencialidades imprevisibles,
y no mera ingravidez. La levedad,
así como la poesía de la nada, nacen [en este caso] de un poeta que no tiene dudas de la
intuía Calvino hace casi treinta
fisicidad del mundo”, es decir, que aspira firmemente a explicar este mundo, porque hay
años, “se asocia con la precisión y la
mundo. Una lectura en la misma línea hace Calvino de las Metamorfosis de Ovidio, para
determinación, no con la vaguedad
luego demorarse con Guido Cavalcanti —maestro de Dante— y significativamente expli-
y el abandonarse al azar (...) Existe
car cómo un tema nada ligero, como los padecimientos del amor, es disuelto por este poe-
una levedad del pensar así como
ta en entidades impalpables que se distinguen por ser “levísimas”, “estar en movimiento”
una levedad de lo frívolo, más aún la
y “ser vectores de información”, por medio de las cuáles Cavalcanti va a captar el dolor
levedad del pensar puede hacernos
de forma soberbia.
pesada y opaca la frivolidad”
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En su reivindicación de la levedad como forma de conocimiento, Calvino convocará por último nada menos que a Paul Valéry: “Es preciso ser ligero como el pájaro, y no como la pluma”. La ductilidad, pues, y no la mera ingravidez se cuece como programa de futuro. Lo cierto es que treinta años después de aquellas Seis propuestas para el próximo milenio cabría añadir no que es preciso sino imprescindible ya ser ligero como un pájaro a la hora de analizar, que es lo que nos ocupa, cómo, en el marco de la señalada geografía de la levedad, el centro y la periferia —en diversos órdenes— se han modificado en el mundo al dictado de una aceleración inédita por sus dimensiones y sus implicaciones. Se trata de una aceleración que tiene como determinación el hecho de haber convertido la circulación incesante en lo verdaderamente central respecto a la propia conformación del mundo, por cuanto es en su fluir donde todo adquiere su dimensión, produciendo topografías físicas y mentales variables y abiertas.
El debate lleva, en realidad, en marcha varias décadas. Y los cambios que la nueva realidad entrega han ido sobrepasando —y continúan haciéndolo— la capacidad para procesarlos. Se nombran pero… calibrarlos ya es otra cosa. Primeramente se intuyó una compleja y difusa transformación de la época bajo la dominación de “posmodernismo”. La arquitectura sería la disciplina que rompió el fuego, (Living Las Vegas es hoy un clásico), para luego rápidamente extenderse más allá de ese ámbito y del campo estético. A continuación se iría concretando el fenómeno aunque bajo la marca inevitable de su inabarcabilidad y, en consecuencia, sin mucha claridad respecto a su verdadera naturaleza. Después, ya en la década de los noventa del siglo XX, aparecieron desarrollos teóricos más o menos sistematizantes o totalizadores de una realidad calificada de tardocapitalismo o globalización, a manos de autores como Jameson o Perry Anderson, en deuda teórica en este terreno con el crítico Ihab Hassan. Y en estos últimos años va produciéndose una reflexión marcadamente funcional e interdisciplinar que, en suma, está tratando de sistematizar patrones y paradigmas para habitar el mundo de la era post-comunista, tanto si se trata de impugnar las condiciones dadas como si trata de sacar partido de ellas. En este sentido lo que se impone, en definitiva, es igualmente desentrañar el saldo que arroja el curso de unos acontecimientos cuyo despliegue definitivo debe fecharse allá por el final de la Guerra Fría y que ha rebasado por ahora accidentes impresionantes: cracks bursátiles que ensayaban la teoría de caos, accciones mega-terroristas de efecto masivo que imitaban a la ciencia-ficción, universalización de una sociedad multicultural, creciente dualización entre países ricos y pobres en el marco de una amplia deslocalización geográfica… Lo que ello ha revelado es una estabilidad inestable que permite verificar ahora, aún relativamente, no pocas condiciones y efectos presentidos en torno a sus desarrollos. Este juego lleva tiempo siendo jugado, una generación mundial se ha hecho adulta entre sus signos y la protagoniza, el mundo es habitado bajo su dictado y es posible cierta perspectiva acerca de la era de la aceleración.
Desde esta cierta perspectiva el primer dato que cabe constatar es la consolidación del capitalismo, un modo de producción que marca las relaciones sociales en todo el mundo. Y el 11-S, sin ir más lejos fue la exitosa prueba de fuego de su vigencia inaudita. El coste humano, emocional, simbólico y económico del ataque masivo a la primera plaza financiera del mundo no produjo ni siquiera una crisis bursátil. El sistema de mercado es, por lo tanto,
Photograms from the film “The dess an burial of the first emperator of China”, de T. J. Wilcox, 1998. Obra editada en ART NOW, Ed. Taschen, Colonia/Berlín, 2002.
Ohne title, de Daniel Pflumm, 2001. Obra editada en ART NOW, Ed. Taschen, Colonia/BerlĂn, 2002.
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el principal beneficiario de la aceleración. Esta escala universal de un modo de producción es la primera vez que tiene lugar, aunque al propio tiempo hay que señalar que estamos ante un capitalismo muy distinto de sus predecesores históricos. Hoy podemos darlo por hecho. No sólo es global sino que está organizado preponderantemente en torno a una red de flujos financieros, una suerte de casino global gestionado electrónicamente gracias a los avances técnico-científicos surgido a mediados de los años ochenta del pasado siglo. Ahí nació un mercado de capitales unificado, mundial, que funciona en tiempo real. Y gracias a la velocidad absoluta de tales transacciones electrónicas, es capaz de multiplicar el dinero en su circulación virtual de un modo infinitamente superior al capital producido por el conjunto de actividades productivas y de servicios del mundo, es decir, de la “economía real”. Por lo tanto, se trata del capitalismo de la mencionada era de la información, el que se corresponde con la eclosión de los medios de comunicación de masas de tecnología digital. Claro que esa infinita masa de capital financiero tiene en algún momento dado que aterrizar en la “economía real”, debe corporizarse aquí o allá para evitar la escisión total de ambas esferas. ¿Cómo? Sólo hay una manera: ampliando el campo de los negocios de manera exponencial. Este hecho, como sabemos, ha forzado la desrregulación acelerada y la creciente libertad de circulación de bienes, capitales y servicios, que no de personas. Si en la economía financiera, el tiempo es dinero como nunca antes lo fue, en la “economía real” todo es negocio. Y, por lo tanto, hemos asistido en la última década a la desacralización absoluta del mundo: no queda nada que no se presente, o no esté forzado a presentarse, bajo la forma de una mercancía. El capitalismo lo vuelve todo Uno. El dinero, en definitiva, se ha vuelto independiente de la producción y, por lo demás, ha ganado anonimato, hay telón. Y si se ha vuelto relativamente independiente de la producción, se ha vuelto también relativamente independiente de la geografía. La geografía física es del orden de la “economía real” y ésta ha pasado a un segundo plano. Los lugares se convierten así en una función variable para unas inversiones internacionales que entran y salen de territorios diversos —una pura expresión de su nueva levedad— y tienen a todos los
“Canarias ha ganado centralidad con
lugares del mundo compitiendo entre sí por atraerlos y obtener así unos favores que les
la globalización. Y lo ha hecho aún
resulten lo menos efímeros posibles.
a pesar de que ésta ha hecho trizas su renta de situación geoestratégica
Canarias, por ejemplo, ha ganado centralidad con la globalización. Y lo ha hecho aún
en la distribución comercial
a pesar de que la no tan antigua solidez de su renta de situación geoestratégica en el or-
marítima. Su nueva centralidad
den de la distribución comercial marítima se ha ido evaporando. Lo ha hecho simple y ex-
está a cargo sólo de la “geografía del
clusivamente a cargo de lo que ha venido a denominarse la “geografía del sol”, es decir,
sol”, el auge de un turismo global
el auge de una industria turística global que se ha convertido en la segunda mayor activi-
que programa una disposición
dad económica del mundo y que programa una disposición geográfica planetaria a modo
geográfica planetaria a modo de
de red de nodos o centralidades secundarias (en forma de destinos vacacionales). Uno de
red de segundas centralidades
estos nodos es concretamente el Archipiélago, actualizado en los años noventa del pasado
(los destinos vacacionales)”
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siglo como una potencia mundial en ese campo con sus doce millones de visitantes anuales y una red de servicios y prestaciones de nivel europeo. En realidad, que su geografía haya sido capturada por la técnica, deviniendo estructura de emplazamiento de la emergente industria del ocio, es un modo universal de darse los flujos en la actualidad. Que esa geografía haya sido conminada a entregar su fuerza —su belleza— a fin de transformarla en energía necesaria para la producción de servicios turísticos constituye un procedimiento característico del señalado capitalismo tardío. El lugar, las Islas, modifican irreversiblemente su curso natural con el turismo, dejando ya para siempre de constituir un paisaje ahí arrojado y abierto al potencial de su propia inclasificación. Y, en todo caso si todo ello se traduce en un nuevo procedimiento de circulación propio de lo insular —forjado en el antiguo paradigma fronterizo— es porque también el Archipiélago se ha transfigurado, se ha vuelto parque temático, un simulacro entregado a la circulación efímera de esos turistas que lo ritualizan y una población inserta en las dinámicas propias de los llamados no lugares. Es, con todo, su modo de desarrollo económico más seguro. Las demás opciones y estrategias, desde su (por ahora) recuperada condición de redistribuidor de mercancías en las rutas marítimas del Atlántico Oriental hasta su imbricación directa o indirecta en el negocio de la bolsa petrolera del África Occidental, se determinarán bastante al margen de su voluntad. La globalización ha hecho que los signos de identidad de factura geostratégica vayan cayendo poco a poco en el vacío.
Pero no sólo los flujos de capital determinan, con todo, la orientación de esta ciudad global, sin centro definido, pero dotada de múltiples centralidades modificables y con sus múltiples suburbios diseminados por todo el planeta (un poco como pasa con la ciudad real posmoderna). Los grandes procesos dominantes en las sociedades actuales se organizan en redes que conectan y desconectan lugares, como se ha visto, jerarquizándolos de un modo potencialmente efímero y reduciendo por ahora la capacidad de decisión propia de los destinos locales. Sin embargo, es la llamada hiperrealidad mediática, la eclosión de medios de comunicación de masas surgidos de manos de la tecnología digital, la que modifica cotidianamente la percepción del mundo que tienen los individuos. Y llega hasta lo más profundo de los corazones individuales, sobre todo de aquella inmensa mayoría que básicamente asiste como meros espectadores televisivos… La citada hiperrealidad se despliega, de igual modo que el capitalismo de redes, en una época en la que el propio carácter fragmentario y caótico de la realidad, su estallido en múltiples fragmentos, que es lo propio del modo de darse ésta a través de los medios informativos, es algo que acontece de ese modo en el mundo. De manera que se produce —y cabría aventurar que no por casualidad— una correspondencia. El dislocamiento del sentido unitario de la realidad combinado con la pérdida de credibilidad de los grandes relatos explicativos del mundo, dicho al famoso modo de Lyotard, habían abonado el campo para lo que, sin duda, en lo mediático vendrá a acentuarse: que la realidad (dejemos ahora lo real para otro momento, porque eso sería otro largo y complejo asunto), la realidad, insisto, no es percibida socialmente como el dato objetivo que está por debajo. Frente a las pretensiones matematizantes de siglos anteriores, a la conversión del saber en una cuestión de cálculo, la realidad más bien consistía para la gente ya a mediados de los años noventa del pasado siglo, hace apenas diez años, en el entrecruzarse de unos hechos, mostrados y vistos de manera dispar, y las visiones del mundo de las que se dota el ser humano para intentar ir comprendiendo el acontecer que tiene lugar en ese mundo.
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Facing Forward, de Fiona Tan, 2000. Obra editada en ART NOW, Ed. Taschen, Colonia/Berlín, 2002.
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De esta manera, más que meros agentes, los medios informativos construyen lo que se pueda hoy concebir como realidad en su calidad de campo de batalla, en el que las visiones del mundo pugnan entre sí. Es decir, albergan en su eclosión, y de un modo como nunca antes sucedió, ese vaivén interpretativo que proyectan los acontecimientos y los juegos de fuerza del poder político, social y de todo orden. Y, además, lo acentúan aún. Ahora bien, ese volverse la fábula de las fábulas, dicho a partir de la famosa afirmación nietzscheana, arroja de los medios un saldo incierto, de doble dirección, ambivalente, de diverso orden. Para la comprensión de lo mediático, del estado de esta época, es justamente esa pluralidad de sentidos de los fenómenos del mundo lo que permite una lectura más ajustada del gran juego interactivo entre los medios informativos y la propia realidad, entre esa guerra que siempre ha existido entre el hecho y el sentido, o bien en filosofía el complejo asunto entre el ser y el parecer. Pues, como sostiene la hermenéutica filosófica, de la que Gadamer constituye la principal referencia, es en la interpretación donde la pluralidad de los acontecimientos del mundo se manifiesta y se despliega en su totalidad. Por poner un ejemplo, la manera de abordarse la política en los medios de masas de la era digital narra el descrédito de la política, pero no lo hace tanto a través de los contenidos del discurrir político, que no son muy distintos de los de las décadas pasadas, sino por cómo se encuadra mediáticamente ese discurrir, es decir, por cómo ha quedado encajado en la lógica acelerada de la noticia en su calidad de mercancía informativa. La política del escándalo que proyectan los medios es, muy en particular, de los medios de lo que más habla y, sin embargo, finalmente se hace también central en la política. Y se hace central aún cuando las mediciones de los expertos sociales, entre los cuáles destaca las del propio Manuel Castells, no revelan en el mundo un mayor grado de escándalos. Al final, noticia y acontecimiento se confunden sin que estrictamente se pueda concluir quién manda sobre quién, pues estamos ante un proceso abierto. Esa confusión es sobre todo inherente a una mucho más compleja interacción general. Cabría preguntarse en este orden de cosas ¿es el New York Times un producto del lobby judío-americano, o tal vez ese poderoso círculo de poder es hoy más bien un producto del New York Times? O, dicho de un modo más cercano y provocativamente, ya que detenta ahora el poder en España, ¿es el diario El País un producto del PSOE, como básicamente comenzó siéndolo en su orígenes o, por el contrario, el PSOE es hoy más bien un producto del El País? No sería fácil responder. Sin embargo, este fenómeno no significa de por sí que el dominio sobre la política sea ahora mayor por parte de los medios informativos de la era mediática, ni tampoco al revés. En no pocas ocasiones, en la actual sociedad-red simplemente sucede que el poder de los flujos, ese estallido de lo múltiple que alberga la realidad, proyectándose en direcciones tan dispares, sobrepasa a los flujos de poder…
En este contexto de vaivenes e intermitencias del mundo, la redundante simultaneidad televisiva en particular, pero también Internet, sin mediación, sin la vieja distancia narrativa, ha ido diluyendo la significación de los acontecimientos e irradiando una constante sensación de irrealidad. La fantasmagorización tecnológica del acontecimiento (que es tan constitutiva del actual estado de cosas) resta poder de configuración de sentido a unos hechos en sí que en un mismo plano, además, se mezclan con los reality shows, las teleseries, anuncios publicitarios... La tendencial pérdida del evento, una vez convertido éste en signo o código —como se prefiera— del
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famoso ciberespacio, lo volatiza en su recepción, hasta el punto de volver efímero lo más dramático no ya en el momento en sí, que también, sino inmediatamente después. Y del todo. El espacio así se modifica. Como indica Paul Virilio, uno de los mejores analistas de la aceleración contemporánea, a la velocidad de la luz, que es aquélla a la que es posible hoy en día retransmitir las imágenes desde cualquier lugar o comunicarnos por la Red, el espacio tiende a anularse. Dicho de otro modo, ese tiempo instantáneo, ese tiempo único mundial marcado por la instantaneidad, inmediatez y ubicuidad de lo que sucede en el planeta y sea transmitido, carece de topos. Y lo topológico es lo que produce localidad. El tiempo local es diferente, está cargado de dimensiones físicas y de memoria, que son las que constituyen lo histórico, de modo que, con ese innegable desplazamiento del mundo al estadio acelerado de la velocidad máxima, estamos asistiendo, a su juicio, al final de tiempo histórico, en su sentido de secuencia larga, el de las sociedades inscritas en territorios dados, porque en ese marco resulta irrepresentable lo que constituye la historia, que es también distancia…. Lo histórico, por lo demás, es, en palabras de Heidegger, la condición de posibilidad para toda comprensión del mundo, de forma que Virilio no se envuelve en una mera nostalgia con sus afirmaciones aún cuando, como buen intelectual francés, guste de mostrarse provocativo. Y, por otro lado, en orden al doble juego permanente de esta sociedad red, esa misma ubicuidad e instantaneidad paradójicamente conducen a una súbita detención, una cierta sensación de “encogimiento” del mundo, una suerte de encierro virtual en el que desemboca esta desmaterialización del espacio objetivo, en palabras del pensador francés, bajo el dictado de la hiperrealidad. Tal privilegio creciente de lo lejano en detrimento de lo cercano está contribuyendo a producir, dicho sea de paso, una inversión de relaciones, incluso en lo más cotidiano, de largo alcance: el lejano, que aparece en pantalla, es el amigo, puede prescindirse de él cuando se quiera, basta desconectar, mientras que el próximo, aquél con el que hay que convivir, se vuelve cada vez más molesto…
Que la lógica del simulacro y las apariencias, en este contexto, se avalance sobre la percepción de la realidad en nuestra época es algo que Jean Baudrillard explicó en su polémico ensayo La Guerra del Golfo no tuvo lugar, a propósito del primera ataque masivo del ejército norteamericano a ese país en 1991. Por eso el hecho de que en el sujeto contemporáneo, en su conciencia, las cosas sean en virtud de que se vean investidas por el lenguaje de significación y sentido, lo que básicamente constituye la base de partida de la filosofía del siglo XX a través del llamado giro lingüístico en su intento de pensar después de Auschwitz, está sufriendo una torsión, un riesgo súbito de descarrilamiento en el orden de lo político que debe ser seriamente abordada. Asistimos a un tiempo en el que el hecho de no saber bien cómo nombrar y situar, dónde colocar en la historia o en la memoria a los treinta mil muertos que produjo la dictadura argentina, de la que acaban de cumplirse treinta años, por ejemplo, se acaba acercando de forma peligrosa a la sensación ambiental de que éstos desaparecieron casi más por que la redundancia de imágenes y discursos efectivamente desplegada en torno a tales hechos lamentables, que ha sido casi infinita, terminó por último borrando la barrera entre la realidad y lo imaginario. Como señala Vattimo, el mundo de los objetos seguros de sí, medidos y clasificados de la Modernidad, “se ha convertido en el mundo de las mercancías, de las imágenes, en el mundo fantasmagórico de los mass-media”. Ahora bien, el torrente de imágenes, como el torrente de textos, que, en efecto, en su modo propio de darse
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—apabullante, redundante y desordenado en el laberinto del ciberespacio— tienen un impresionante poder para anular la significación de los acontecimientos, dejándolos suspendidos de sentido, aclara también algunas cosas. Conduce, por lo demás, a que algunas reflexiones realizadas tan sólo hace unas décadas en el ámbito el psicoanálisis cobren de golpe un sentido palpable. Por ejemplo, que frente al previsible destino armónico que deparaba al ser humano su condición natural, frente a su supuesto encaje en mutua reciprocidad con la naturaleza, el ingreso en el campo del lenguaje, que ya de por sí produce una irreversible relación referencial con el mundo, le crea un malestar irreductible, irresoluble. Esa idea reveladora y cuestionada en su día es hoy no sólo indiscutible sino claramente perceptible. Tal malestar es experimentado con mayor nitidez a raíz de la citada pérdida del sentido unitario de la realidad, que deja al ser humano mucho más a expensas de la mediación y, en consecuencia, más visiblemente entregado al campo del lenguaje.
Pero del mismo modo que hay aclaraciones, la era digital produce oscurecimientos respecto de las consecuciones más sofisticadas del pensamiento del pasado siglo. En lo que atañe a la cumbre de la filosofía del pasado siglo, Heidegger consolidó la premisa de que, frente a la ocupación que ocupa al animal en su medio, el lenguaje hace que el ser humano sea pre-ocupación. Y que, por lo tanto, surja en él la angustia ante el mundo, angustia, eso sí, que va a actuar como un motor en la búsqueda de sentido. Esta premisa, tan fructífera tanto en el propio pensamiento heideggeriano como en sus desarrollos posteriores, se topa ahora igualmente con otra torsión, con una deriva incierta. En la era digital la angustia (como el sufrimiento creciente en el mundo, tanto físico como mental, por otra parte) se enfrenta a nuevas circunstancias que debilitan ese papel activador de la primera en la búsqueda de sentido del mundo: el efecto semi-paralizante de la sensación de “irrealidad” que proyecta la transmisión incesante de los hechos y acontecimientos y el efecto desmotivador del desorden social tardo-capitalista, que tiende a disolver la idea de lo social y da rienda suelta al aislamiento, que tiene por contrapunto a la multitud. Lo que finalmente queda es el cuerpo, como referencia inmediata del tiempo y el espacio en una época detenida, presentista. Es el “instante eterno”, como lo llama Michel Mafessoli, en el que tiene lugar un reencantamiento del mundo, una acentuación del territorio en la pequeña escala, de los ritos de identificación, de los fetiches, de las tribus urbanas en el espectro juvenil. Son, de hecho, el “corolario de un sentimiento trágico del mundo: no habiendo historia, sólo queda el presente”. Claro que en paralelo a esta emergencia y patologización del cuerpo, que se convierte en receptáculo de esta cartografía de la levedad, surge a modo de marco ambiental un “hedonismo de masas”, en términos de Georgio Amendola, que invade todos los ámbitos de la ciudad contemporánea y según el cual, para legitimarse, todo tiene que gustar, de modo que seducir se vuelve un imperativo que afecta tanto a las personas como a los objetos. Una suerte de estetización difusa que provoca estragos y que, en orden a esta quiebra de los patrones de espacio/tiempo, trata incluso de alterar el ritmo del ciclo biológico: ahí está el bótox…
Sea como fuere, que la retransmisión en tiempo real de las realidades del mundo se vea transida de cierta espectralidad involuntaria en este escenario, el que sean en cierta medida mensajeras de lo irreal, es sencillamente
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una forma de darse el mundo, en la que los medios de comunicación son significativos y, sobre todo, sintomáticos de la época. La idea del ser como evento o devenir, más que como un fundamento sólido, apuntada por Nietzsche hace casi un siglo, se ha socializado en la era electrónica al capturar en su interior el espacio de la realidad. Este capturar responde al hecho del efecto mediático de disolución de la diferencia entre lo que es y lo que aparece. Pues si la realidad fue siempre capturada de modo vir-
“Si la realidad fue siempre capturada
tual, lo que los medios electrónicos producen es que ésta comparece como un mundo de
de un modo virtual, lo que los medios
imágenes virtuales en el cual las apariencias no son solamente el aparecer de las imáge-
electrónicos producen es que ésta
nes, sino que se convierten en la experiencia misma. El juego de las apariencias sin duda
ahora aparece como un mundo de
hace acertada la conocida calificación de esta época como una “era neobarroca”, de Omar
imágenes virtuales en el cual las
Calabrese, en el sentido de la preeminencia de la forma y la teatralidad. Y ciertamente
apariencias no son sólo el aparecer de
esta especie de teatro de superficie ha vuelto mucho más complicado hacer de los acon-
las imágenes, sino que se convierten
tecimientos una experiencia. El efecto de la multiplicidad de imágenes de los medios elec-
en la experiencia misma. Este suerte
trónicos y la lógica del mercado informativo, que fuerza a producir sin límite, a fabricar y
de teatro de superficie ha vuelto así
hacer de todo noticias, tiene como consecuencia más notable lo que Calabrese llama una
mucho más complicado hacer de los
“recepción accidentada”, derivada de la “altísima posibilidad de elección” de un especta-
acontecimientos una experiencia”
dor que hace suyo pulsionalmente una visión del mundo en fragmentos, un collage de intermitencias donde resalta lo que está en superficie. Ahora bien, no debemos permitirnos la satisfacción fácil de darle pábulo a alguna clase de teoría de la conspiración organizando las imágenes del “Gran Hermano”. Es obvio, de un lado, que el proceso de concentración de medios informativos arroja una orientación determinada de las agencias internacionales de noticias y las corporaciones mediáticas, cuyas vinculaciones ideológicas y empresariales a intereses político-económicos son cada vez más estrechas, si bien también más complejas. Éstas tienden a organizar una visión homogeneizante y simplista de las realidades del mundo, lo que contiene un potencial de manipulación enorme. E igualmente obvio es que el poder económico sigue en manos de los grandes capitales y que éstos, quién lo duda, manejan quizás a más gobiernos que a los que dominaban hace apenas treinta años. Sin embargo, la eclosión digital y su escenario mediático han impuesto sus propias reglas. Los medios, como sostiene Castells, experimentan un proceso de interacción de doble sentido con sus audiencias y lectores en cuanto al impacto real de los mensajes en una época de saturación de mensajes. Asimismo, cabe añadir, al estar arraigados en la sociedad su relación con los procesos políticos no es estable sino indeterminada o, más bien, es determinada por el contexto. Los medios viven del mercado, de sus audiencias o lectores, y quieren beneficios o, al menos, no pueden subsistir sin beneficios. Por eso, no siempre está claro ni predeterminado qué orientación frente a qué poderes se los va a garantizar. A su vez, los beneficios dependen del grado de credibilidad que tengan ante los espectadores
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o lectores, que son quienes determinan el peso de los medios como soporte publicitario (su principal activo), con lo cual estos últimos pueden verse castigados en su facturación si los primeros se sienten traicionados. En la Italia de los años ochenta, por ejemplo, la orientación política de los periódicos la marcó la sociedad italiana a favor del proceso conocido como “Manos Limpias”. Los medios, instalados en su relación cómodamente inercial con el poder político desde el final de la II Guerra Mundial, se vieron sorprendidos por el trabajo de un grupo intrépido de fiscales anticorrupción. Sin saber bien qué dirección tomar al margen de la disparidad de orientaciones, el apoyo espontáneo y radical de los italianos a la actuación fiscal después de décadas de relaciones mafia-política hizo que los periódicos girasen agresivamente entonces contra el gobierno de la Democracia Cristiana y el Partido Socialista. Nada tardaron entonces en convertir en un héroe al fiscal Di Pietro y contribuyeron así, lo quisieran o no, a abrir una nueva etapa en aquel difícil país. Aunque pertenecen a grupos empresariales cada vez más interconectados a escala global, los medios están diversificados y se dirigen a mercados segmentados a escala también global. Este cambio es revelador de la más compleja interacción con las audiencias y lectores. La sociedad de masas ya no es tan homogénea como lo fuera durante el siglo XX. Y no lo es porque los medios electrónicos han modificado el viejo sentido único de las imágenes. Ahí está Internet, a través del cuál millones de personas se expresan y organizan protestas contra los organismos financieros internacionales, o bien el fenómeno de las televisiones locales que, en algunos lugares, como Latinoamérica, ha generado episodios de populismo electrónico que han intervenido en el curso político. Ahí está Al Yazira, la televisión árabe por la cual Bin Laden, el mayor enemigo de Estados Unidos, se dirige al mundo. El canal Al Yazira cuenta la versión árabe de esta guerra insensata abierta entre Occidente y el mundo árabe-musulmán. Y, sin embargo, no pudiendo ser clausurado ni destruido por el gobierno norteamericano, la CNN llegó a pactar con este canal un costoso acuerdo de suministro de imágenes para mantener la primacía de la audiencia informativa mundial, a riesgo de verse desbancada por competidores. En suma, aún cuando la realidad esté hoy en día mediada, además de por el contexto político-empresarial, por esa nueva recepción accidentada que desrrealiza, lo mediático muestra una pluralidad del mundo que antes no comparecía. La era digital permite, por su horizontalidad estructural, contrarrestar sin proponérselo la unidireccionalidad informativa que le precedía. El llamado cibermundo sigue siendo y, con el tiempo lo será aún más, un juego abierto relativamente. Su inmenso poder no proviene de un golpe de mano ejercido, a pesar de los intentos en esta dirección que alientan a las mega-fusiones de grupos mediáticos, sino que más bien obedece a esa condición de espacio central, de campo de batalla, en el que pugnan hoy en día la sociedad y el poder y también los poderes entre sí. La sociedad red es un entredicho que late entre lo múltiple y lo homogéneo, la vitalidad del mundo y su desvitalización electrónica, los flujos de poder y el poder de los flujos, en definitiva, una turbulencia de largo alcance en torno al curso de lo histórico. El precio a pagar es esa teatralidad de superficie, el signo del espectáculo que atrapa al campo de la realidad, como ya anticipara el situacionismo de Debord, un reencantamiento vacuo y barroco del mundo, en definitiva, el claro presentimiento de que el sinsentido también anida en el sentido y la actualidad de una pregunta que late en torno a lo que Heidegger llamó constitución infundada de la existencia. Lo que está surgiendo después del siglo XX, lo que late tras el final de las certezas, presenta así los contornos precisos de una cartografía de la levedad. Y debemos saber que en ella, para bien y para mal, nada está asegurado… Esto es todo. Muchas gracias.
CENTRO Y PERIFERIA DEL CUERPO SERGIO LARRIERA
Psicoanalista y escritor, es un miembro destacado de la Es-
Sergio Larriera
cuela Lacaniana de Psicoanálisis, docente del Nuevo Centro de Estudios de Psicoanálisis Nucep —asociado al Instituto del Campo Freudiano—, miembro también de la Escuela Eu-
ropea de Psicoanálisis y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Forma un sólido tándem teórico, además de compartir consulta clínica en Madrid, con Jorge Alemán, siendo ambos considerados entre los más prestigiosos teóricos del psicoanálisis en el ámbito no sólo hispano. Su obra está determinada por el diálogo entre el pensamiento de Lacan y la filosofía contemporánea, en particular la figura de Heidegger, del que Larriera es un reconocido especialista. Miembro también de Cruce, Fundación de Arte y Pensamiento de Madrid, es interlocutor habitual en foros, publicaciones y libros de los principales filósofos españoles, como Eugenio Trías —al que le une una estrecha relación—, Félix Duque, Ramón Rodríguez, Ángel Gabilondo o José Luis Pardo. Ha escrito, en colaboración con Jorge Alemán, los libros Lacan: Heideger. Un decir menos tonto y Lacan: Heidegger. El psicoanálisis en la tarea del pensar, además de numerosos artículos, entre los que cabe mencionar, por ejemplo, en orden a la particular atención que le ha dedicado a la estética, un análisis deslumbrante de la idea del vacío en la obra escultórica de Eduardo Chillida y, más en concreto, en su proyecto para la montaña de Tindaya (Fuerteventura). Dirige también cursos en el ámbito de su disciplina y del pensamiento en general, destacando entre los más recientes “La cuestión del tiempo y el psicoanálisis”, en el Museo Arqueológico Nacional (Madrid), con intervención de Fernando Ojea, Jorge Alemán y Eugenio Trías.
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Intervención de Sergio Larriera el viernes 13 de mayo de 2005
Muchas gracias, Antonio G. González, por tus elocuentes palabras y por la organización de este seminario, cabal demostración de tu gran capacidad para crear y gestionar eventos culturales. Al Gobierno de Canarias le agradezco su generosa hospitalidad, así como agradezco al público su presencia. Hace exactamente medio siglo que llegué a las Islas Canarias por primera vez. Éste es mi segundo viaje. Y si hoy se puede decir que vengo del “centro” [Madrid], dado que nos encontramos en un territorio “ultraperiférico” según lo recordaba ayer el portavoz parlamentario Sr. [Paulino] Rivero, en su intervención en el Congreso de los Diputados, aquel adolescente que, a bordo de un transatlántico hacía su entrada al puerto de Las Palmas en enero de 1955, no hubiera podido decir lo mismo. Para él, que venía desde la verdadera ultraperiferia, la Patagonia, este archipiélago, esta isla, este puerto eran la puerta de entrada a Europa, el centro del mundo. Las Islas Canarias como acceso al centro. Ignorante de que aquella travesía formaba parte de los inicios de la globalización, el joven pasajero sin embargo venía de un mundo en el que las coordenadas políticas, las referencias culturales y los valores éticos tenían cierta estabilidad: la aceleración apenas insinuaba los estragos por los que se manifestaría años más tarde. Hoy en día la globalización al universalizar el mundo, lo destruye. El mundo de las costumbres de cada uno, el mundo constituido por el vecindario y los familiares, en el que, como decía Lacan, la rutina asegura que los significados posean siempre el mismo sentido, afirmándonos en la seguridad de que nosotros somos parte siempre del mismo mundo. Ese mundo se ve cada vez más reducido, más expuesto a las innovaciones de la era científicotécnica, siendo dislocados espacios tales como el cuerpo, la familia, la procreación. Los pequeños mundos cada vez son más difíciles de sostener, con las correspondientes consecuencias sobre la estabilidad y la identidad de los sujetos, de los grupos, de la comunidad.
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Centro y periferia son dos términos sujetos a distintas interpretaciones y que muestran su constante transformación. Trataré de comentar en mi intervención cuáles son las raíces corporales de tal nomenclatura y de sus modificaciones. Para ello comenzaré señalando algunas cuestiones que atañen al cuerpo, a lo que es nuestro cuerpo según la teoría psicoanalítica, es decir, el cuerpo en tanto soporte de las palabras y el modo en que dicho cuerpo experimenta las consecuencias de ser hablantes, seres de lenguaje. Difícil escapar a la simplificación imaginaria que es el pensar en términos de centro y periferia. Hablar de centro y periferia conduce inevitablemente a un círculo, al centro del mismo y a su circunferencia. Si pasamos al volumen abandonando el plano, centro y periferia, nos dirigen hacia esa otra forma, esa buena forma que es la esfera. Como modelos, estas figuras siempre han servido para representar a Dios, al Cosmos, al Ser, a la Naturaleza y a cualquier tipo de abstracciones con tales características. Buenas formas en tanto que, por su grado de perfección y por su pregnancia imaginaria, se nos imponen con extrema potencia. Los hallazgos del psicoanálisis son, no solamente cuestionamientos de la buena forma, sino un modo de desfundamentar lo que aparece sólida y claramente constituido en el plano imaginario. La buena forma resulta intervenida por la manera en que el psicoanálisis establece cuáles son las dimensiones en las que habita el ser hablante y de qué modo dichas dimensiones se articulan entre sí. Decidir cuál es la función de la palabra y del lenguaje, comprender el modo en que juega la imagen del cuerpo, tanto la del semejante como la propia, dilucidar las condiciones de satisfacción corporal, son diversas cuestiones que hacen posible determinar la estructura del deseo humano, del amor, de la agresividad… Lacan dice que “el ser hablante adora su cuerpo, lo adora porque cree tenerlo aunque en realidad no lo tiene”. Sosteniéndose a duras penas en la creencia de poseer al propio cuerpo, creencia especialmente frágil pues depende de la integridad de una imagen corporal que siempre amenaza con esfumarse, con fragmentarse, con desdoblarse, el hablante, sin embargo, “encuentra en su cuerpo la única consistencia mental”. Consistencia imaginaria, es decir ilusión de consistencia prestada por la imagen del cuerpo, pues en tanto materia viviente el cuerpo escapa a cualquier tipo de captura integradora o totalizante. Mi propio cuerpo sólo se presenta como una unidad ante la contemplación constituyéndose en una unidad sólo imaginaria, puesto que la materialidad de mi cuerpo se sustrae sometiéndome a una experiencia de reiterada incompleción. Al respecto, un autor psicoanalítico como J.A. Miller dice que al formular la cuestión del amor la consistencia del cuerpo muestra su insuficiencia, dado que el amor implica la elección de otro cuerpo. Y a partir del hecho aleatorio de haberlo encontrado, el sujeto se instala en una exigencia mucho más extraviada que la pretendida propiedad del cuerpo propio, y es la pretensión de apropiarse de un cuerpo ajeno. “Si poseer un cuerpo es una ilusión, poseer el cuerpo de otro es absurdo. Es la manifestación pasional del intento de enmascarar, de rechazar una verdad última que se impone: la relación sexual es imposible”. Voy ahora a proponer un sencillo esquema que nos permita representar la relación que se establece entre, lo que por un lado podemos denominar de manera genérica un “ser viviente”, perteneciente a la especie humana, y por otro lado el mundo que lo aguarda desde el momento de su nacimiento, y aún antes, desde su gestación, un
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encuentro entre dos campos heterogéneos. A ese mundo simbólicamente organizado que no sólo está esperando sino que incluso desea y determina desde antes del nacimiento, a ese mundo que va a localizar a ese viviente en lo que son las coordenadas humanas, proporcionándole las marcas necesarias para ello, vamos a denominarlo “el Otro”. El cuerpo no es un dato primario, por lo cual no se puede decir que un ser viviente es
“El infans, este ser humano que
idéntico a su cuerpo. En los seres vivientes que se constituyen, por su relación con el len-
aún no habla, recibirá de esa
guaje, en seres hablantes, el cuerpo necesita de la imagen corporal que, antes de ser ima-
imagen corporal del Otro (el mundo
gen del propio cuerpo, es siempre imagen del cuerpo del semejante. Por lo tanto, se puede
simbólicamente organizado que
decir que el cuerpo resulta del acoplamiento del organismo con la imagen, con intervención
lo espera, lo desea y determina
de la dimensión específicamente humana de lo simbólico, es decir, la dimensión dominan-
antes de su nacimiento) la imagen
te, la más evidente de ese Otro.
por primera vez integrada de su propio cuerpo. Este cuerpo
¿Cómo se efectúa ese encuentro primordial entre el ser viviente y el Otro? ¿Cómo lleva a cabo ese Otro la gestión humanizante de esa materia viviente? El Otro espera a ese ser viviente, a ese proto-sujeto, del mismo modo en que una función necesita de un argumento para constituirse como enunciado completo. Pero aquellos hablantes, quienes quieran que sean, que encarnan la función del Otro, no sólo hablan sino que tocan, con ternura o crueldad, y miran, con dureza o dulzura; en síntesis, son seres deseantes que arrastran consigo todas las consecuencias de esa condición. Por ello, van imprimiendo en el cuerpo del viviente, marcas y señales. Estas inscripciones corporales son previas a toda significación del lenguaje, son cronológica y lógicamente anteriores a cualquier articulación de ese proto-sujeto en la lengua. Localizadas en torno a los orificios de la superficie corporal a través de los cuales se realizan todo tipo de intercambios (alimenticios, excrementicios, visuales, sonoros), tales marcas y señales de la captura del ser viviente por el Otro, son verdaderos mojones de recorridos repetitivos, siempre idénticos a sí mismos, a los que Freud denominó “pulsiones”. La inscripción de trazos, de marcas, de huellas y señales, configura bordes y fronteras de esas distintas zonas corporales (hendidura palpebral, orificio auricular, boca, etc.) que, al modo de perforaciones sobre un saco de piel, puesto que esto es en lo que consiste el cuerpo en tanto superficie, quedan constituidas como fuentes de satisfacción, configurando lo que Lacan ha denominado goce. El goce es un “más allá del gozo”, es decir más allá del placer, término al que está ligada la palabra “gozo”. Más allá porque la satisfacción pulsional que proviene de la actividad erógena que se da a través de dichos orificios producirá en los seres hablantes estados más o menos placenteros pero siempre ligados al sufrimiento y al dolor. He hablado de superficie corporal, superficie, como hemos visto esencial en la transformación del ser viviente en ser gozante, o lo que es lo mismo en ser humano.
esencialmente imaginario albergará al yo y sus identificaciones”
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Pero este ser, al que he llamado proto-sujeto, aún le falta disponer de un cuerpo. Que sobre su cuerpo se esté produciendo todo lo que hemos dicho no quiere decir que él posea un cuerpo, para ello la relación imaginaria con el semejante, es decir, con la imagen de esos otros en los que se encarna la función del Otro, resultará fundante. El infans, este humano que aún no habla, recibirá de esa imagen corporal del Otro la imagen por primera vez integrada de su propio cuerpo. Este cuerpo esencialmente imaginario albergará al yo y sus identificaciones. Ahora sí podemos pasar al anunciado esquema:
Figura 1. La matriz de lo humano. Esquema basado en los diagramas lacanianos de la causación del sujeto.
En este esquema lógico que he puesto en la pizarra podemos ver de qué modo el campo del ser viviente al quedar mordido por el Otro guarda en la zona de intersección los trazos mudos, los signos silentes de ese momento fundacional, momento en el cual se produce la fundación de la matriz de lo humano al quedar el viviente marcado por esos signos del goce. La humanización del viviente se inaugura, en tanto proceso, con esta emergencia del goce. A partir de ese momento el goce no solamente será imposible de erradicar sino que, por el contrario, estará presente en todas las dimensiones de lo humano. El goce atenta contra la homeóstasis, contra el equilibrio que evita los excesos. Introduce en cualquier relación que el ser humano se plantee con el placer, un matiz de inevitable sufrimiento. En la búsqueda del placer se produce un tipo de satisfacción corporal, la satisfacción inherente a la actividad pulsional, una satisfacción que no respeta las fronteras que impone el placer, situándose allende ese límite. Un ejemplo paradigmático de esto es esa modalidad del goce en la que el sujeto, a pesar de saber que ciertas conductas lo conducirán irremediablemente al sufrimiento, no puede, sin embargo, evitarlas. Fuentes de malestar o de dolor, esas conductas repetitivas son la expresión más clara de que, en contra de toda lógica y razón, hay algo en el ser humano que insiste en una sorda satisfacción, ajeno a cualquier sufrimiento que le ocasione al sujeto. Las pulsiones tienen tal grado de autonomía, escapando a los esfuerzos de la conciencia, de la razón, de la voluntad, que son responsables de toda clase de consecuencias desfundamentadoras: los síntomas que desconciertan, las fracturas de la identidad, las paradojas de la culpa, el malestar y la angustia del yo. El goce propio de la actividad pulsional constituye algo imposible de dominar totalmente, por lo que ha merecido la denominación de “lo real”. Lo más real de lo humano es esa imposibilidad que todo lo agujerea, lo
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desfonda, lo trastroca, pues los propios elementos que constituyen, esencialmente, a las otras dos dimensiones del hablante, lo simbólico y lo imaginario, es decir, respectivamente, las palabras y las imágenes, están permanentemente expuestas a los desbordamientos y desgarramientos que les impone lo real. Debido a eso Freud llegó a afirmar que gobernar y educar son dos tareas imposibles. A pesar de ello, imágenes y palabras no cejan en el intento de unificar, de reunir, de dar identidad a un ser hablante que está, primordialmente, agujereado. Y esta constitución humana es condición ontológica, la cual va a intervenir decisivamente en las concepciones del espacio y del tiempo. Ya se puede vislumbrar de qué modo un cuerpo así constituido, por un agujero que sólo puede disimularse u obturarse de un modo imaginario, va a operar a la hora de referirse al centro y a la periferia. Sólo en lo imaginario puede sostenerse la buena forma del círculo y la esfera. Lo real del cuerpo suscita una actividad simbólica entorno a agujeros imposibles de colmar, y que sólo imaginariamente pueden suturarse. Únicamente la imagen corporal, ya sea la del semejante o la del propio cuerpo, asegura ilusoriamente, en tanto superficie, la compensada relación de centro y periferia. Esto es un fenómeno esencialmente especular, particularmente frágil ante los avatares de la locura, en la que así como el centro se expande o desaparece, la periferia se difumina y se confunde con el entorno, o la imagen se fragmenta y se deforma.
Figura 2. Desocupación de la esfera. Jorge Oteiza, 1958. Imagen editada en Jorge Oteiza. Pasión y razón, de Soledad Álvarez. Ed. Nerea, San Sebastián, 2003.
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“El psicoanálisis, su teoría y su
El psicoanálisis, su teoría y su práctica, lo son del descentramiento del sujeto, de la
práctica, lo son del descentramiento
diferencia entre la materia significante del sujeto y la función imaginaria del yo, de la im-
del sujeto, de la imposibilidad
posibilidad para la conciencia de captarse unitariamente, cosa que sólo consigue median-
para la conciencia de captarse
te artificios.
unitariamente, cosa que consigue sólo mediante artificios. Hay ecos
Hay ecos de esta problemática en aquella esfera que atravesó los distintos tiempos
de esta problemática en aquella
del pensamiento, desde Hermes Trismegisto hasta Giordano Bruno, esa esfera “cuyo cen-
esfera que atravesó los tiempos
tro está en todas partes y su circunferencia en ninguna”.
del pensamiento, desde Hermes Trismegisto hasta Giordano Bruno, esa esfera “cuyo centro está en
O en aquella otra, contemporánea nuestra, la del escultor Jorge Oteiza, cuyas “desocupaciones” de la esfera han marcado un hito en el desarrollo de la escultura.
todas partes y su circunferencia en ninguna”. O en las desocupaciones
Y ya en otra escala, el malogrado proyecto de Eduardo Chillida de la montaña Tindaya,
de la esfera de Jorge Oteiza y
el vaciamiento de una montaña con la finalidad localizadora, respecto de un espectador si-
el vaciamiento del malogrado
tuado en su interior, de dar lugar al mar, al cielo, al sol, a la luna. Dar lugar al día y la noche,
proyecto de Eduardo Chillida
a todo aquello que siendo tan lejano parece, empero, tan disponible, como si de unos ob-
para la montaña de Tindaya”
jetos cualesquiera se tratara. La proyectada obra de Chillida pretendía colocar al hombre en la proximidad de cosas lejanas, aproximándolas al destacarlas en su lejanía. Reuniendo aquellos lugares, la obra hubiese trasladado a los espectadores a otro espacio. Esferas descentradas, desocupadas, montañas vacías, ecos, digo, de la condición humana organizada por el agujero y el vacío. Sólo un gran esfuerzo imaginario puede sostener, en el campo de la subjetividad y de sus realizaciones sociales, la idea de un centro y una periferia circundante. Cuanto más se quiera ajustar el análisis de cualquier realidad humana, sometiéndola a la simple oposición de centro y periferia, se producirá el retorno de lo que se rechazó: el hecho de que la esfera está agujereada. Centro y periferia no son más que metáforas geometrizadas que se alimentan con prejuicios y que son utilizadas fantasmáticamente por los sujetos.
“Sólo un gran esfuerzo imaginario puede sostener, en el campo de la
A los fines de despejar lo que es nuestro hilo conductor, el sentido de los términos
subjetividad y de sus realizaciones
“centro y periferia” en relación al cuerpo, ahora voy a presentar un diagrama relativamen-
sociales, la idea de un centro y una
te sencillo. No sólo nos será útil en esta mañana para alumbrar el asunto que nos ocupa,
periferia circundante. Cuanto más se
sino que, espero, sirva también para apuntar alguna contribución a una estética que, ac-
quiera insistir, se producirá el retorno
tualmente, recurre a nociones del psicoanálisis, particularmente el lacaniano. Me refiero a
de lo que se rechazó: el hecho de que
lo que se pone en juego al contemplar una obra de arte, el modo en que intervienen articu-
la esfera (esa imagen presuntamente
lándose y a la vez diferenciándose, la visión y la mirada.
unitaria del cuerpo) está agujereada. Centro y periferia no son más que
En el Seminario XI, momento importante de la enseñanza oral de Lacan, donde él tra-
metáforas geometrizadas utilizadas
ta extensamente esta cuestión, sostiene que la visión constituye nuestra relación con las
fantasmáticamente por los sujetos”
cosas, ordenándolas como figuras, como imágenes de la representación, pero la mirada,
Figura 3. El vaciamiento de Tindaya. Imagen editada en Montaña Tindaya. Eduardo Chillida, de Kosme de Barañano y Lorenzo Fernández Ordóñez. Ed. Gobierno de Canarias, 1996.
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en ese acto de representar el mundo, siempre se desliza, se transmite de un lado a otro, siendo de alguna manera elidida. Visión y mirada son las coordenadas de un campo, el escópico, en el que la pulsión interviene de manera decisiva. Es justamente en esa diferencia entre el ojo, órgano de la visión, y la mirada, intangible y evanescente, es ahí, en ese hiato entre uno y otra, donde se manifiesta la pulsión escópica. Si, como hemos comentado respecto de las pulsiones en general, éstas tienen el origen de su recorrido en las fuentes que caracterizamos como “zonas erógenas”, como bordes de los orificios pulsionales, hay que considerar la actividad pulsional como un proceso inconsciente que tiende a hacer que los llamados “objetos de las pulsiones” atraviesen dichos bordes, dichas fronteras, en uno y otro sentido. De modo tal que los agujeros del cuerpo queden cerrados o abiertos, según sean o no obturados por un objeto. En el caso de la pulsión escópica, el orificio es la pupila del ojo a través de la cual, como si fuera a través de una ventana, el ser hablante se asoma al mundo. Al asomarnos al espectáculo del mundo, el espectáculo de lo que está dado a ver que siempre nos precede, al asomarnos a la ventana ocular podemos llegar no solamente a ver sino que podemos, incluso, llegar a intuir lo que se oculta a nuestra vista, pero lo que jamás podríamos llegar a ver es nuestra propia mirada. No puedo ver mi propia mirada, mi propia mirada está perdida para mí. Pues bien, esa mirada que he perdido se constituye en objeto de la pulsión escópica, esa pulsión cuya actividad esencial consistirá en mirar y ser mirado. En ese vaivén se produce la satisfacción específica de la pulsión escópica. Por ello, lo
Figura 4. Esquema de la visión. Versión modificada del Seminario 11 de Lacan.
que se ha perdido de mi lado en el acto de mirar, la mirada, se constituye en objeto, un objeto perdido que trato de reencontrar en el campo del Otro, bajo la forma de la mirada del Otro. Podemos pasar ahora a un primer esquema, un triángulo que no es otra cosa que un corte transversal de la pirámide de la visión. Este esquema toma la pirámide de la perspectiva clásica, basada en la de Euclides, para quien el campo de la visión es una pirámide en cuyo vértice está el “punto visión” o “punto geometral”, el punto donde se sitúa el ojo del observador, y en cuya base está el objeto. Siglos después, Alberti introdujo la imagen del objeto entre el ojo y el objeto, estableciendo las bases de la perspectiva. Si el objeto es lo dado a ver del mundo, la imagen corresponde a la presentación pictórica del objeto.
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Mas como he dicho, esto no puede explicar qué le pasa al espectador al contemplar el cuadro. Cuadro que hay que situar en donde Alberti puso la imagen. Desde el punto geometral veo la imagen presentada en el cuadro, imagen que corresponde a la representación pictórica de un objeto. No es suficiente con decir que yo veo un cuadro, o que yo miro lo que se da a ver en el cuadro, según las leyes de la óptica geometral o de la visión. Nada de esto alcanza para explicar por qué una obra de arte me atrapa como espectador. El esquema perspectivista puede tornar inteligibles algunas leyes de la formación de imágenes, de los modos en que se puede aprehender la forma de un objeto. Pero más que aclarar, esto enturbia. El cuadro, a la vez que da a ver determinadas representaciones, oculta, produce el velamiento de la causa de lo que interesa especialmente desvelar. Es decir, la imagen, la representación del objeto, el cuadro, operan como “pantalla”. Pues al mismo tiempo que al mirar un cuadro yo veo lo que me muestra, soy mirado desde algún punto del cuadro. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que el mundo nos mira, que somos mirados antes de mirar, que nacemos a un mundo que nos mira, siendo por eso, para el sujeto, tan determinante la mirada del Otro. Refiere Lacan que siendo muy joven acompañaba en ocasiones a un pescador. Cierta
“Siendo muy joven Lacan
mañana una lata que flotaba en el mar, brillando bajo el sol, suscitó el siguiente comen-
acompañaba con frecuencia a un
tario de aquel hombre: “¿Ves esa lata? ¡Pues ella no te ve!”. Muchos años después Lacan
pescador. Cierta mañana una lata
pudo decir: “La lata no me ve… ¡pero me mira!” ¿Qué quiere decir esto? Que si bien la
que flotaba en el mar, brillando
lata no me ve, puesto que no es un ojo, sin embargo me mira, porque, como sujeto, su bri-
bajo el sol, suscitó el siguiente
llo me captura, me fascina.
comentario de aquel hombre: “¿Ves esa lata? ¡Pues ella no te ve!”.
Yo miro un cuadro, pero el cuadro me mira, algo me mira desde el cuadro, un punto
Muchos años después Lacan pudo
dentro del cuadro me solicita, obligándome a fijar la atención. Yo, como sujeto que veía
decir: “La lata no me ve… ¡pero
que el cuadro se pintaba en mi ojo según las leyes de la visión, estoy ahora metido como
me mira!” ¿Qué quiere decir esto?
sujeto dentro del cuadro. Ya no soy más el sujeto de la percepción, que pone su ojo en el
Que si bien la lata no me ve, puesto
punto geometral respondiendo a las leyes geométricas de la visión, sino que soy un sujeto
que no es un ojo, sin embargo
que ya es sede de emociones, de afectos, de sensaciones cuyo verdadero origen desco-
me mira porque, como sujeto, su
nozco. Ignoro la causa última de mis atracciones y rechazos. Soy, en pocas palabras, un
brillo me captura, me fascina”
sujeto “dividido”. Si, en tanto sujeto de la visión, respondo a las leyes de la perspectiva, como sujeto dividido, como sujeto deseante soy mirado por el cuadro. El cuadro me transforma de un ojo que ve en un sujeto mirado. Un mirón mirado. Para ese sujeto dividido por la mirada, ésta, en tanto causa de su “petrificación”, queda velada tras la pantalla. La pantalla oculta la causa. Esta nueva posición del sujeto corresponde, no ya a la pirámide de la visión euclídea modificada por Alberti, sino a la que podemos denominar “pirámide lacaniana de la mirada”:
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Figura 5. Esquema de la mirada. Versión modificada del Seminario 11 de Lacan.
Es una inversión de la primera pirámide. Si el vértice en ésta corresponde al ojo, en la segunda pirámide en el vértice situamos el punto de la mirada. Yo veo por mi ojo pero no veo mi mirada. Cuando me asomo a la ventana constituida por la pupila, por los párpados, no veo el marco de la ventana: cuando miro, no veo ni mis párpados, ni mi pupila. Caigo en el mundo, soy atrapado por las cosas del mundo, voy hacia el mundo a tocar con los ojos, pero detrás queda perdida mi propia mirada. Dijimos que no veo mi mirada, sólo puedo ver la mirada del Otro: fugaz, intangible y evanescente, vivaz o agónica, cálida o fría, audaz o temerosa, penetrante o esquiva. El sujeto, que en tanto sujeto de la visión era un ojo, al ser capturado por la mirada desde el punto luminoso se transmuta en un sujeto dividido, un sujeto cuya petrificación lo muestra como sujeto “pintado”, como sujeto “fotografiado”, sorprendido en la intimidad del acto de mirar. Porque desde la obra contemplada “algo” lo mira, el espectador queda incluído, como “sujeto pintado”, en ese “cuadro” que su aparato sensorial está “pintando” en su retina. Porque al mirar mediante el ojo resulto mirado por el cuadro, quedo dividido como sujeto en esa operación diferencial entre visión y mirada. Yo, como sujeto, no puedo identificarme totalmente a mi ojo, puesto que no soy solamente un sujeto de la visión, sino que esencialmente soy un sujeto dividido por la mirada. Las consecuencias de esto las vivimos a diario en el espejo: o veo la imagen de mis ojos o soy mirado por alguien desde el espejo. En este ejemplo el espejo está cumpliendo esa función de gozne de la imagen-pantalla. El acto de ver mis ojos en el espejo funciona como imagen de mis ojos y como pantalla que vela la mirada. Cuando alguien me mira desde el espejo, la captura que sufro por esa mirada oculta el hecho de que son mis ojos los que me miran. En esa fisura, en ese hiato que en esta construcción opera como gozne del campo escópico, se aloja la semilla de la locura. Cualquier sutil desequilibrio en el juego llevará, ya sea a la absoluta enajenación de mi propia mirada en el espejo, que aparecerá como radicalmente ajena, o bien al arrancamiento de mis ojos para cegar los órganos que me revelan irrecusablemente a la propia mirada en su absoluta alteridad. En el espejo me veo como yo pero desde el espejo me miro como Otro. “Allí donde me veo no es desde donde me miro”, afirma Lacan al final del mencionado Seminario. Si superponemos ambos esquemas, podremos captar más certeramente su funcionamiento:
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Figura 6. El campo escópico: Visión y mirada. Versión modificada del Seminario 11 de Lacan.
Vamos, a continuación, a poner este esquema en movimiento, aplicándolo al análisis de una obra de Marcel Duchamp, un montaje que se construyó después de su muerte, y en cuya planificación el artista trabajó en secreto durante muchos años. Se trata de la obra denominada Dados: 1º La cascada 2º La luz de gas. No es una pintura ni una escultura, tampoco es un ready-made, sino una compleja instalación, expuesta en el Museo de Filadelfia. En una habitación poco iluminada, y dedicada por entero a esta obra, hay un portalón de madera con dos agujeros practicados a la altura de los ojos del espectador. Mirando a través de esos agujeritos se le da a ver un espectáculo insólito. A través de un boquete de bordes irregulares se ve el cuerpo de una mujer desnuda viéndose sólo parte de la cabellera. Los muslos abiertos ofrecen al espectador una visión destacada del sexo depilado. La mujer yace sobre abundante ramaje, con un fondo paisajístico, una cascada con agua real en movimiento y una luz de gas sostenida en la única mano que se ve. El boquete está practicado en una pared de ladrillos, y la mujer es un maniquí acostado sobre un colchón de ramas secas, estando todo esto apoyado sobre una mesa. Más atrás un motor mueve el agua de la cascada y una bombilla eléctrica imita a la bujía supuestamente de gas. Al espiar por los agujeros del portalón, el ojo del espectador se posiciona en el punto geometral de la instalación, punto de visión en el cual el que contempla la obra ha sido obligadamente situado por Duchamp. De tal manera que se ponen en evidencia los íntimos resortes del acto de la contemplación. Pero el punto luminoso desde donde el espectador es mirado es principalmente el sexo, violentamente exhibido, de la mujer yaciente.
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Figura 7. Dados: 1 La cascada 2 La luz de gas. “El portalón”, de Marcel Duchamp. Imagen editada en Col. Grandes pintores del siglo XX. Nº 20. Marcel Duchamp. Ed. Globus, Barcelona, 1995.
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El espectador queda petrificado, dado que se revela sin tapujos su posición de voyeur, de mirón. Queda como sujeto pintado o fotografiado desde el punto mirada. El sujeto pintado o fotografiado se transforma en un “cuadro”. Entre lo que nos mira desde el mundo, y este “cuadro” que resultamos ser nosotros, que éramos un ojo y ahora somos un sujeto sorprendido en su intimidad, entre uno y otro punto, el de la visión y el de la mirada, se interpone, recuerden, la imagen-pantalla. En esta instalación el punto principal desde donde el espectador es mirado, pareciera ser el genital femenino. Pero con seguridad no es el único punto luminoso pues la bombilla eléctrica que proporciona luz real también opera de modo análogo. Quiero decir que el montaje, aún mostrando el sexo crudamente expuesto, no impide el funcionamiento de la imagen-pantalla, pues lo que veo opera como pantalla velando lo que no se puede dar a ver. Pensemos ahora en Velázquez, en Las Meninas. En este cuadro, que ha sido ungido como el cuadro de la mirada... ¿qué es lo que nos mira desde el cuadro? ¿de qué mirada hablamos? Ríos de tinta, de textos, de dibujos, de croquis, de cálculos, cientos de críticos, de pensadores, de arquitectos, de pintores, de ingenieros, de historiadores analizando cada detalle de perspectiva, de iluminación, de estructura de la sala, de composición, tratando de desvelar el misterio de Las Meninas... Aquello que Duchamp expone con crudeza, está oculto bajo el lujoso atavío de la Infanta, en esa “instantánea” que es el cuadro, como decía Ortega y Gasset refiriéndose a Velázquez como “pintor del instante”. Las vestimentas de la niña ocultan lo esencial de la femineidad: aquella hendidura correspondiente a lo que, en apariencia, es decir, sólo en lo imaginario, falta en la imagen. La riqueza y el brillo de las telas y ornamentos, la luz de la mirada infantil, todo contribuye a obligarnos a fijar la atención en el personaje central de la composición. Un centro que, a la vez que se ofrece, se sustrae, pues en lo que muestra, oculta. Pantalla que vela y difumina la luz que emana del cuadro, y que nos atrapa como “mirones”. Otra suerte corren, en manos de los militantes del “accionismo vienés”, tanto el tipo de soporte usado como la materia escultórica o pictórica utilizada. Abandonan los soportes ofrecidos por la tela, la madera, el papel, el cartón, la piedra, el hierro, el barro, etc., así como también se apartan de la materia utilizada y de los instrumentos empleados para llevarla a su correspondiente soporte. Es el propio cuerpo, la superficie entera, íntegra o rasgada, pinchada, cortada, herida en fín, del mismo. Sangre, excrementos, semen, orina, serán las materias preferidas, así como vendas y otros elementos de origen médico, tomado del campo de la enfermedad, servirán para las diversas puestas en escena, muchas veces impresionantes, o sencillamente repugnantes, en las que producen una intervención científico-técnica sobre sus propios cuerpos. Otra modalidad equiparable a estos tratamientos del cuerpo es la que, por la misma época pero en otras latitudes, fue denominada body art, con sus múltiples operaciones haciendo del cuerpo una escultura viviente o con sus suspensiones mediante ganchos clavados en la piel.
Figura 8. Dados: 1 La cascada 2 La luz de gas. “El maniquí”, de Marcel Duchamp. Imagen editada en Col. Grandes pintores del siglo XX. Nº 20. Marcel Duchamp. Ed. Globus, Barcelona, 1995.
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Podemos preguntarnos si en el accionismo, al variar el soporte y la materia, queda eliminada la función de la pantalla. Esa imagen-pantalla, ese gozne entre visión y mirada... ¿se logra rasgar y atravesar? Dice Piedad Soláns: “Frente a la mirada detenida en la piel de la religión y la cultura, Brus, Nitsch, Mühl y Schwarzkogler destapan otro cuerpo: el de la fermentación, el de la ebullición, el del olor y las temperaturas, un cuerpo en acción que, como un laboratorio, respira, orina, defeca, segrega, salpica, hierve, late y persigue su propio flujo”. Se trata de implicar a cualquier precio al espectador, aterrorizándolo, salpicándolo, agrediéndolo. Se quiere desatar los deseos de matar, de torturar, de mutilar. Schwarzkogler llegó al suicidio. Pero esta voluntad de manejar las sustancias, de desatar lo abyecto, según sostiene Soláns, está destinada al fracaso: “Plegada en sí misma, no acierta a salir de la capa envolvente con que se topa como límite: se mueve, remueve y revuelve en el límite sin hollarlo porque al rostro que agrede es el de su propio espejo”. Pueden ver en esta cita la puesta en juego de algunos elementos de la estructura que estamos presentando, esta oscilación de la obra en torno al gozne imagen-pantalla. Más que a una esfera, nuestro propio cuerpo nos remite a una estructura en la que la esfera es atravesada por un túnel, por un tubo con dos orificios en la superficie (en topología, el cuerpo así obtenido se llama “toro”):
Figura 9. Atravesamiento de la esfera.
Al concebir de este modo al cuerpo, se ve que hablar de centro y periferia resulta verdaderamente impropio. Son, sencillamente, términos cuya función imaginaria es la de enmascarar la imposibilidad de cualquier tajante oposición entre ambos. De la “ultra-periferia” al “infra-centro”, podríamos decir forzando la metafórica del espectro solar, de lo que aparece como muy lejano a lo que irrumpe en el propio centro, que al provocar el surgimiento de angustia al ha-
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cerse presente lo segregado, pierde su centralidad. Así mismo, la cuestión imaginaria del centro se desplaza a la propia periferia donde, de modo indefinido, reproduce la tensión y las soluciones ilusorias que se propongan.
BIBLIOGRAFÍA: • ALEMÁN, JORGE; LARRIERA, SERGIO “Arte y Pensamiento”, en Lacan: Heidegger. El psicoanálisis en la tarea del pensar. Miguel Gómez Ediciones. Málaga, 1998. • LACAN, JACQUES. Seminario 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Barral Editores. Barcelona, 1977. • LARRIERA, SERGIO. La montaña vacía. La extimidad en la obra de Eduardo Chillida. Revista Pliegos. EEP. Madrid, 1996. • MILLER, JACQUES-ALAIN. Pièces détachées (curso 2004-2005, inédito. Sesión del 24-11-2004). • RAMÍREZ, JUAN ANTONIO. Duchamp. El amor y la muerte, incluso. Ediciones Siruela. Madrid, 1993. • SOLÁNS, PIEDAD. Accionismo vienés. Editorial Nerea. San Sebastián, 2000.
CENTRO Y PERIFERIA EN LA MODERNIDAD, LA POSTMODERNIDAD Y LA ÉPOCA DE LA GLOBALIZACIÓN SIMÓN MARCHÁN FIZ
Simón Marchán Fiz
Catedrático de Estética y Teoría de las Artes en la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), está considerado uno de los más prestigiosos especialistas españoles de arte contemporáneo. Doctor
en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid, amplió estudios en Colonia y Bonn. Forma parte de la pléyade de teóricos integrada por autores como Xavier Rubert de Ventós, Eugenio Trías, José Jiménez, Rafael Argullol, Félix de Azúa o Román de La Calle que actualizaron los estudios de estética en España a partir de los años setenta, década en la que fue, a su vez, catedrático de Estética y Composición y director de la Escuela de Arquitectura de Las Palmas (ETSALP). Ha sido miembro del Patronato del Museo Español de Arte Contemporáneo, de la comisión internacional para la fundación del Museo Nacional-Centro de Arte Reina Sofía de Madrid y del Patronato del Centro Gallego de Arte Contemporáneo. En la actualidad es miembro de la comisión asesora de la Colección de Arte Contemporáneo de Madrid, del comité asesor de la Colección de Arte de Telefónica y del Patronato del Museo Herreriano-Centro de Arte Contemporáneo Español de Valladolid. Ha sido, igualmente, comisario de importantes exposiciones internacionales y autor de ensayos de referencia, entre los que cabe destacar Del arte objetual al arte del concepto (1994), considerado ya un ensayo clásico sobre el arte contemporáneo hasta los años sesenta del pasado siglo y sus derivaciones en la década siguiente con un epílogo revelador sobre la sensibilidad posmoderna, Contaminaciones figurativas (1986) y La estética en la cultura moderna (2000) o Las vanguardias en las artes y en la arquitectura (1900-1930) (2000).
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En mi ponencia intentaré abordar algunos nudos problemáticos que me suscitan las relaciones entre el centro o, mejor dicho, entre los centros y las periferias, no sin antes situarme en ciertos escenarios lejanos que suelen pasar desapercibidos y, sin embargo, actúan como telón de fondo sobre los que todavía se proyectan las inquietudes hodiernas. Por lo demás, no creo que sea preciso subrayar que me limitaré a esbozar unas breves notas, resumidas, plagadas incluso de equívocos, que no están motivadas solamente por la brevedad de la exposición sino por las complejidades que entrañan los asuntos a dilucidar. Desde estas premisas, estimo oportuno tomar como punto de partida ciertas consideraciones inspiradas por el pensamiento estético y la filosofía de la historia.
Premisas desde la Estética y la Filosofía de la Historia Desde el punto de vista de la Estética, es bastante ilustrativo recordar cómo se suscita el debate sobre el centro y la periferia. Al menos, en los momentos aurorales de nuestra modernidad, es promovido por las tensiones que brotan entre la universalidad del gusto y la diversidad de los gustos. Una oposición que, aunque a primera vista puede parecer secundaria, se revelerá clave cara al futuro. Como es sabido, irrumpe tanto en la estética ilustrada inglesa (Hume, Burke, Hutcheson, entre otros) sobre la Universality of Taste o conveniencia universal de la humanidad en el sentido de belleza, como en el juicio estético kantiano. En ambos casos se postula un reconocimiento del gusto en todos los hombres, mientras sus principios universales son tan legítimos como los de la razón o los del corazón. En cuanto disposición anímica común, el gusto se fundamenta en el referente ilustrado por antonomasia: la naturaleza humana, la common nature o human mind, interpretable tanto en su base fisiológica o lado corporal de la propia experiencia estética y artística como en los afectos y sentimientos comunes. Nos topamos por lo demás con una universalidad fáctica tal como fluye de la experiencia cuando observamos las diferentes clases de belleza en los distintos pueblos y las épocas de la historia humana.
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El reconocimiento del gusto no resuelve sin embargo una aparente paradoja, ya que si, por un lado, se aboga por su universalidad en el género humano, por otro, en la apreciación subjetiva del mismo se aceptan las diferencias en cada sujeto, en cada ser humano. O en otras palabras, el gusto en cuanto capacidad universal para discernir lo que denominaban la belleza o lo estético en la naturaleza y en las artes, es vivenciado de distinta manera tanto por cada uno de nosotros como socialmente. Desde luego, el pensamiento empirista inglés puede vanagloriarse de ser pionero al proclamar la universalidad y al mismo tiempo afirmar el derecho a las diferencias irreductibles de los gustos sobre la base de desvelar las operaciones psíquicas que subyacen a los juicios lógicos y a los juicios estéticos: entre mil sentimientos despertados estéticamente por un objeto todos serán correctos, dado que ninguno de ellos representa lo que hay verdaderamente en el objeto; entre otros tantos juicios lógicos sobre ese mismo objeto sólo uno puede ser verdadero. Esta hipótesis empirista promueve en el ámbito estético el relativismo del gusto en un europeo, un chino o un etíope, mientras en el artístico fomenta una variedad de opciones formales que prepara el terreno para reconocer y practicar en Europa el relativismo de las maneras o estilos artísticos, tal como se trasluce durante el siglo XVIII en los moods grecolatinos, góticos, indostánicos o chinos de los jardines pintorescos ingleses. Kant, aun sin apenas reparar en los conflictos reales de la historia cosmopolita, asume este planteamiento universalista, invocando igualmente a la naturaleza humana en cuanto base profunda o raíz común desconocida en todos los hombres —una hipótesis ratificada científicamente en nuestros días por la secuencia del genoma humano— y la inclinación que muestran éstos a la sociabilidad, así como el pensamiento de la diferencia. Un desdoblamiento similar sostienen tanto Schiller como el joven Marx en su estética antropológica y, teniendo en mente estas filiaciones, los administradores de la herencia ilustrada hasta nuestros días. Sin embargo, desde entonces hasta el presente, en estos ideales de la Ilustración se delatan desajustes entre la universalidad concedida en abstracto a todo hombre y la realidad del hombre verdadero. O en términos kantianos, en este campo como en tantos otros, no pueden por menos de ocultarse los conflictos que se interponen entre el sujeto trascendental, asociado al modo de Schiller con un ideal de humanidad (Menschheit) en cuanto cualidad de la raza humana en abstracto, y su despliegue contradictorio en el sujeto empírico e histórico, en los hombres de carne y hueso, en la naturaleza humana históricamente modificada. Precisamente, este nudo gordiano fue el que intentó desenredar Marx en la condición del proletariado como sujeto, y, de un modo semejante, el Psicoanálisis y la Antropología aspirarán a superar la contradicción respecto a los otros, a las alteridades del inconsciente o las otredades de los pueblos no occidentales. A pesar de la idealización ilustrada de una naturaleza humana que, destilada en el alambique incontaminado del sujeto trascendental, parece inhibirse de los contradicciones que laceran a los reales, a pesar de los antagonismos cosechados en la historia más prosaica, en la fragmentación individual y social, a pesar de estas y otras limitaciones que son imputadas por la crítica postmoderna a cuenta de una concepción esencialista, la proclama universalista del gusto en la naturaleza humana es la antesala del reconocimiento, por ambivalente que sea, de una apuesta por las diferencias; incluso, de un cierto descentramiento entre el centro y las periferias, aun a sabiendas de que la reconducción fáctica de la variedad de los gustos a principios universales, encarnados sobre todo en el canon, en los patrones artísticos eurocéntricos, es una ideología artística y una práctica hegemónica en
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la economía política del signo artístico que ha de ser sometida a revisión, pero que no se desprende de aquella universalidad. En paralelo a estas reflexiones estéticas , en el campo de la Filosofía de la Historia si, por un lado, se despierta el interés por abarcar y ampliarse a una historia universal cosmopolita, por otro, en claro enfrentamiento al Voltaire del Ensayo sobre las costumbres y el espíritu de las Naciones (1756) donde los contemplaba bajo un prisma europeo, se empiezan a valorar las aportaciones artísticas y culturales de cada pueblo a partir de las diferencias. Posiblemente, el caso más llamativo fuera el de Herder, un pensador que en También una filosofía para la educación de la humanidad (1774) alumbra una teoría embrionaria del relativismo estético y del pluralismo artístico a partir del descubrimiento de las culturas de otros pueblos como los egipcios, los griegos, los fenicios, los árabes etc: “Nuestras
“Los viajes y el coleccionismo
descripciones de los viajes, escribe en este ensayo, aumentan y se mejoran: todo lo que
devienen dos figuras de la recepción
nada tiene que ver con Europa se desliza sobre la tierra con una suerte de furor filosófico.
artística ilustrada que, aunque
Coleccionamos materiales de todos los confines del mundo y algún día encontraremos en
sea a través de las conquistas y
ellos lo que por lo menos buscábamos: discusiones acerca de la historia más relevante del
la arqueología, desestabilizan
mundo”. Los viajes y el coleccionismo devienen pues dos figuras de la recepción artística
la centralidad eurocéntrica e
ilustrada que, aunque sea a través de las conquistas y la arqueología, desestabilizan la
invitan a iniciar desplazamientos,
centralidad eurocéntrica e invitan a iniciar desplazamientos, reales y sobre todo imagina-
reales y sobre todo imaginarios,
rios, en el espacio y el tiempo.
en el espacio y el tiempo”
Sobre la diversidad de los gustos insistirá unos años después el propio Herder desde una perspectiva abiertamente antropológica en Kalligone (1800), prestando especial atención a los comportamientos y los hábitos de los mongoles, hindúes, persas, turcos o griegos en las diversiones, la vestimenta, la música, el temperamento y el clima: “Así se distingue el gusto de las narraciones fantásticas, los juegos... Disputar con un negro amante sobre el ideal de su belleza, con un turco sobre el valor de la música de los italianos, con un chino sobre el ceremonial europeo, equivaldría a perder el tiempo y el aliento”. Por este proceder se promueve una legitimación del relativismo del gusto en todos los pueblos y, como consecuencia del mismo, se cuestiona la centralidad única del gusto europeo, pues éste puede ser rechazado por los restantes pueblos, cuyas geografías es plausible que articulen a su vez nuevas centralidades. El término bajo el cual se comprime la nueva situación es lo exótico, una categoría que para autores tan distintos como Goethe y los hermanos Schlegel en Alemania y V. Hugo en Francia se encarna en el Oriente. Un Oriente que, como apuntara V. Hugo en su conocido Prólogo a Cromwell (1827), no es solamente el Próximo Oriente, la India o China, sino que incluye igualmente a la España mulsumana, “mora”, y presupone un desbordamiento de la categoría clasicista, hegemónica hasta entonces, de lo bello.
Portada de libro Homo Aestheticus, where art comes from and why, de Ellen Dissanayake. Ed. University of Washington Press, 1995.
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Posiblemente no sería arriesgado trazar el siguiente paralelismo: en los umbrales del Siglo de la Historia lo exótico desempeña un papel semejante al que jugará lo primitivo en las primeras décadas del siglo veinte, o las artes étnicas en nuestros días. Y en estos tres momentos lo que se dilucida es un desbordamiento de las categorías estéticas y del concepto de arte que no solamente incoa nuevas legitimaciones, sino nuevas ampliaciones que repercuten sobre las coordenadas entre los centros y las periferias, introduciendo tensiones y permeabilidades en ambos polos.
Tensiones entre el centro y la periferia en la modernidad Es sintomático cómo numerosas tensiones posteriores entre los centros y las periferias aparecen, a menudo sin que nos percatemos de ello, siempre que se acentúa de un modo unilateral la polaridad entre la universalidad del gusto y la variedad de gustos, es decir, cuando se pasa por alto la dialéctica de inclusión que propugnaba el pensamiento ilustrado. Mientras la primera es atribuida en cuanto homogeneización del gusto al etnocentrismo europeo y anglosajón, la diversidad es asociada con el reconocimiento de las alteridades. Sin embargo, tanto ciertas revisiones recientes de la teoría cognitiva como las antropológicas, especialmente la aportación de la autora hindú Ellen Dissanayake en Homo aestheticus (1995), y propuestas artísticas tales como Platea de la Humanidad (Bienal de Venecia, 2001) son tentativas que aceptan con naturalidad las coexistencia ilustrada entre la universalidad y las diferencias. Las antropologías de las diferencias no excluyen por tanto una cierta universalidad, lo cual invita a una renegociación desde ambos lados. Sea como fuere, el arte ha sido un espacio privilegiado para la producción y la legitimación de las diferencias. No obstante, tal vez lo más sorprendente sea que esta renegociación viene de largo entreverada en nuevos paralelismos que podemos trazar como sigue. En efecto, en el ocaso ilustrado tras la crisis del Clasicismo en cuanto orden universal de la representación, como un lenguaje supuestamente no menos universal, se sucedieron unas “maneras” de sentir y unas formas a través de las cuales empezaron a filtrarse las diferencias
“Se ha sucedido una diseminación
de los tiempos y los lugares en la Edad de la Historia. Estas filtraciones propiciaron cam-
de las maneras en la segunda
bios apreciables, pues agrietaron la homogeneización de los lenguajes clasicistas y favo-
modernidad o post-modernidad.
recieron la emergencia de unas maneras que pronto asumirían las diferencias localizadas
Y han florecido tanto las maneras
en zonas geográficas bien apartadas en el espacio y alejadas en el tiempo, periféricas en
de los llamados regionalismos,
una palabra.
localismos y hasta identidades nacionales en los centros como
¿Que está sucediendo en la actualidad? De un modo similar, tras la crisis de la prime-
se consienten las presencias
ra modernidad, ahora plasmada en la del concepto de arte autónomo en el sentido que se
para nada cómodas de las
interpretaba arte moderno en sus versiones más atemperadas, se ha sucedido igualmente
alteridades periféricas”
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una diseminación de las maneras en la segunda modernidad o post-modernidad. Como veremos, tal vez ello han florecido tanto las maneras de los llamados regionalismos, localismos y hasta identidades nacionales en los centros como se consienten las presencias para nada cómodas de las alteridades periféricas. Ambas derivas vuelven a reproducir el esquema del concepto ampliado de arte, así como a legitimar otros modos de entender el arte que pueden colisionar con el hegemónico y cultivar las distinciones sociales del gusto. Es cierto, por ejemplo, que tras los descubrimientos arqueológicos de las incursiones napoleónicas o de otros expoliadores occidentales, los materiales artísticos se convirtieron en los botines coloniales que en nuestros días pueblan los museos franceses, ingleses o de cualquier otro centro. No lo es menos que los colonizadores practicaban la dudosa categoría de la apropiación en un doble sentido, pues mientras los poderes políticos se arrogaban su propiedad cultural, los creadores la usufructuaban como dispositivos artísticos. Unos y otros, a los que se sumarían tempranamente estetas sensibles e informados como Hegel o historiadores del arte como C.F. von Rumor, no sólo no ponían en duda la colonización de los países, sino que incluso apostaban por una colonización de sus territorios mentales y sujetivos, una cooptación de las culturas artísticas de los pueblos no europeos. Sin embargo, a pesar de estas y otras ambivalencias, las sucesivas apropiaciones decimonónicas promovieron una historia del arte ampliada, unas normas estéticas y unas manifestaciones artísticas que “ya no son más bellas”, es decir, que ya no son más clásicas, ni grecolatinas, ni tal vez occidentales. De hecho, a ellas se debe la proliferación de las nuevas prácticas artísticas sedimentadas en los Historicismos y los Eclecticismos, que no son sino el triunfo de la arbitrariedad y del convencionalismo del signo artístico que venían incubándose desde hacía bastante tiempo atrás, desde la famosa Querelle francesa a finales del siglo XVII, pero que necesitó de estímulos ajenos a la cultura artística grecolatina para desplegarse en plenitud. Los romanticismos primero y los historicismos y los eclecticismos después fueron manifestaciones visibles que en ciertos casos bien pudieran ser interpretadas a la luz de la renegociación incoada por la cultura occidental con otras. Desde la óptica que nos ocupa ello supuso un desplazamiento del centro, si no hacia las periferias, sí hacia los márgenes de Occidente aunque quedaran a expensas de interpretaciones abiertas. En este sentido, me permito sugerir una hipótesis que suena todavía un tanto extraña a los oídos modernos. Los Historicismos y los Eclecticismos son el reverso en la constitución de lo moderno y gracias a ellos se han incorporado a la historia del arte materiales que de otro modo hubieran quedado excluidos. Desde luego, sus presencias eran incómodas en los momentos fuertes de la modernidad, pues el imaginario moderno se apoya en una filosofía de la historia evolutiva, progresiva, teleológica en suma, que aspiraba secretamente a instaurar la universalidad en las coordenadas de un nuevo lenguaje. En el fondo, a pesar de los exclusivismos de los “ismos” modernos, ésta fue una tentativa siempre fallida en el Espíritu Moderno, una especie de añoranza del orden universal perdido con la disolución del clasicismo, que, paradójicamente, seguía acariciando secretamente la pretensión de restaurarlo en un lenguaje moderno , en una “voluntad artística” universalista, en un “estilo internacional”, en suma, como se decía incluso en el ámbito de la arquitectura. Desde esta perspectiva, salta a la vista que durante la primera modernidad y todavía más en la época de las vanguardias las tensiones entre la universalidad y la diversidad se alimentaban y sedimentaban en la antinomia u
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oposición topológica entre el centro y las periferias o, con más pertinencia, entre los sucesivos centros y las periferias, pues los centros se desplazan como círculos concéntricos en los que, ya sea en Europa o en Norteamérica, mantienen la hegemonía respecto a las periferias, erigiéndose en su estándar. Tanto en el sentido de norma o referencia del gusto moderno como de patrón en la economía política y simbólica de las obras artísticas. Es evidente que no existe un solo centro, ni una sola periferia, sino que asistimos a permanentes desplazamientos. Recordemos ejemplos bien conocidos. Si durante los momentos aurorales de la modernidad artística, durante la segunda mitad del XIX y la primera década del siglo siguiente, París es reconocida como el centro del arte moderno, en los años veinte la ciudad del Sena se ve forzada a competir con otras ciudades europeas como Berlín o Moscú. Alemania y Rusia solían ser consideradas como las periferias antes de la primera guerra mundial y sin embargo se trasforman en centros después de la misma. Y una y otras fueron desplazadas tras la segunda guerra mundial por la ciudad de los rascacielos que , como rezaba un título impertinente, “robó a París el arte moderno”. A primera vista la antinomia topológica presidió la evolución del arte moderno y cualquier tentativa que pretendiera ampararse en la autoridad de lo nuevo. Ejemplos bien cercanos los encontramos en el arte español y en el latinoamericano respecto a los centros europeos primero y, después, a los norteamericanos. Por eso mismo, la práctica habitual era confrontar a un artista o grupo con las convenciones de la experimentación formal avanzada por las vanguardias europeas o norteamericanas, con las que, se supone, mantienen y reconocen sus dependencias. Incluso, su inferioridad. Por esta vía, que en contra de la intencionalidad moderna reproduce los dispositivos miméticos y siembra las semillas de la vituperada Academia, por moderna que sea, no sólo se consagraban las hegemonías de los centros, sino que han tenido que pasar muchos años para fueran asumidas las diferencias que aportaban las periferias. Desde esta óptica toda nuestra vanguardia, al igual que la latinoamericana, se etiquetaría como una vanguardia de la periferia, obsesionada por convertirse en centro o, al menos, ser admitida como tal en los mismos. En el marco de la antinomia topológica estas aspiraciones derivaron a un desdoblamiento más tardío entre lo nacional y lo internacional. Si bien esta oposición nos ha perseguido constantemente, durante la década de los años ochenta se convirtió en España en una verdadera obsesión, pero no fue fortuito que se intensificara en unos momentos de normalización del gusto moderno en los que nuestro arte pretendía traspasar las fronteras y, aprovechando la reacción que también se advertía en otros países europeos, sobre todo en Alemania con el Neoexpresionismo y en Italia con la Transvanguardia, aspiraba a ser reconocido en la esfera internacional y se atrevía a reivindicar las diferencias frente a la hegemonía norteamericana, que a su vez atravesaba un cierto aislacionismo. En este clima se oyeron ciertas voces sobre la identidad del arte español, que no tardaron en apagarse, en las que latía una defensa del policentrismo europeo. A su vez, en el interior de un mismo país pueden reproducirse los sucesivos anillos centrípetos entre los respectivos centros y las periferias. Este es asimismo el caso de España que, siguiendo un modelo de descentración administrativo-política similar al alemán, apostó con buen criterio por una opción policéntrica, cuyo fruto más logrado es la actual red institucional de museos y centros de arte. Qué duda cabe, ello ha favorecido
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ciertos descentramientos, pero no ha solventado el complejo de las periferias ante los centros nacionales o internacionales, pues si en los primeros momentos de entusiasmo animó a lanzar proclamas sobre el arte de las diversas nacionalidades y regiones a través de iniciativas que intentaban aglutinar el arte de las Autonomías recién estrenadas, ¿recuerda alguien a estas alturas la serie de exposiciones que se organizaron con tal motivo por toda nuestra geografía de un arte que, supuestamente, respondía a otras tantas diferencias e identidades? Ni siquiera las identidades políticas más fuertes se han arriesgado a marcar unas diferencias, pues, salvo los espejismos míticos o las operaciones políticas interesadas, responden más a las competencias de la comunicación artística, la economía política de los signos y los temperamentos individuales, ¡perdón, diferencias e identidades!, que a las esencias identitarias colectivas. En este marco sigue prevaleciendo, sobre todo en los propios creadores, la pertenencia a una comunidad universal del arte moderno, incluso cuando se reniega de ella o cuando se invoquen plausibles pertenencias.
Centros y periferias en la postmodernidad Pasemos a un segundo momento que aborda la relaciones entre los centros y las periferias en la postmodernidad. Desde que empezara a invocarse “un arte después de la modernidad” o como queramos llamarlo, parece existir un consenso que se asienta sobre la hipótesis de que la postmodernidad se opone al “relato único” o “gran relato” o, más pedantemente, a las “narrativas maestras” ligadas a las interpretaciones canónicas de lo moderno. En la confrontación entre ambas legitimaciones, es decir, entre esas narrativas o gran relato de lo moderno y lo que denominaría la diseminación postmoderna, irrumpió en el mundo de las artes visuales otra categoría que está incidiendo poderosamente en la situación actual y que una vez más se vincula con la filosofía de la historia. Me refiero a la perspectiva post-histórica. Una vez más ha sido asumida por el mundo artístico una categoría supuestamente novedosa e importada que, en propiedad, ya es posible rastrear en las ciencias humanas y en la experiencia artística moderna desde el momento, que no es otro sino el de la mencionada Edad de la Historia, en el cual la cultura eurocéntrica y etnocéntrica en general se percata de que está siendo desbordada; de que existen otras historias distintas que no responden a los patrones y las convenciones de la que, se pensaba hasta entonces, era cosmopolita y universal. Una visión histórica a contracorriente de la mainstream que se consolida a medida que los pueblos de África, Asia y de cualquier parte del mundo alcanzan la independencia y, aun no desapareciendo las dependencias respecto a la metrópolis, obtienen una cierta emancipación de la misma. Fue elaborada por críticos de la cultura e historiadores desde mediados de los años cincuenta del siglo pasado (H. Freyer en Europa o Mumford en Norteamérica) bajo términos como hombre posthistórico, cultura posthistórica, a veces teñida con el pesimismo de la decadencia de Occidente a lo O. Spengler, como final del desarrollo viviente de la cultura universal, etnocéntrica y la emergencia de otras culturas, y otras con tonos abiertamente optimistas, con final feliz incluido. El espíritu eurocéntrico es fiel a sí mismo cuando en sus interpretaciones de la historia, en su observación, no incluye únicamente a la suya propia, sino a la de la entera historia de la humanidad que ha sido su propio descu-
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brimiento. Pareciera como si el mundo occidental no se diera por satisfecho al conquistar otras tierras y explotar sus riquezas, al extender sus dominios de una manera a veces un tanto ingenua o idealista y otras malvada, sino que se entregara a interpretar la historia de los otros sin percatarse tal vez de que con ello relativizaba su propia historia y cuestionaba la conciencia de la misma. Lo que aquí se rompe es el paradigma de una única historia. Y del mismo modo que la prehistoria puede ser interpretada como una época anterior a la historia, cuando ésta ya no puede ser unificada, surge la premura por articular los hechos a través de la categoría de la posthistoria, del después de la historia que anuncia el prefijo Post. Si en la Estética este prefijo nos resulta una terminología relativamente familiar que debemos al “después del arte” (Nach) hegeliano, en el campo artístico se alude por primera vez a la posthistoria en la obra del sociólogo y crítico de la cultura Arnold Gehlen: Imágenes de época (Zeitbilder, 1960): “lo que viene ya existe: el sincretismo del entrelazamiento de todos los estilos y las posibilidades: la posthistoria”. En años más próximos, la categoría ha sido actualizada en la filosofía del arte como etiqueta novedosa por el inevitable Arthur Danto cuando en Después del fin del arte (1992) califica el presente como un “periodo” o “momento posthistórico”, mientras el alemán Hans Belting (también en 1992) se ha encargado de divulgarla en El final de la historia del arte, que no es sino el final de la historia lineal del arte, de una única historia, y la apertura no sólo a la incorporación de historias múltiples, sino a la posibilidad de que éstas se localicen también en lugares múltiples, descentrados. Un segundo aspecto que ha contribuido a modificar los vínculos entre los centros y las periferias tiene que ver con la cuestión del lenguaje artístico. Simplificando diría que si las primeras vanguardias, reaccionado a los historicismos y los realismos, abordaron una crítica del lenguaje artístico que se resolvía en cada una de las artes como un retorno del lenguaje en su espesor, en nuestros días el acento no recae tanto, o no recae solo ni tanto en el ser del lenguaje cuanto en el qué hacer y el qué decir con los lenguajes artísticos, con las artes. Salta a la vista que las experiencias artísticas actuales son tributarias de la autorreflexión moderna, ya sea la analítica, “conceptualista”, hermenéutica, deconstructiva o como se quiera, así como de las transformaciones de los estilos pasados occidentales o no occidentales filtrados por la mirada moderna , de las maneras modernas sedimentadas en códigos y convenciones formales a partir de un sorprendente renacer de los impulsos alegóricos y retóricos, si es que no barrocos. Por lo demás, sin menoscabo de lo anterior, el retorno del lenguaje se ve acelerado en la actualidad con el lugar ambiguo que ocupa el sujeto o los sujetos que lo usufructúan y administran. Tal vez ello nos ayuda a comprender por qué, tras el auge de las llamadas críticas de la representación y de la institución arte, tan vigentes durante los años ochenta, desde hace una década proliferen las políticas de la representación. Es un cambio notable, pues, además, estas políticas de la representación y las identidades múltiples no son en absoluto interpretables en los términos cartesianos ni esencialistas habituales, sino como “constructos” a través de los cuales se orientan y afirman en sus variadas posiciones los sujetos individuales en los distintos marcos culturales, económicos, políticos o sociales. Me da la impresión de que esta confluencia entre la filosofía post-histórica y los usos pragmáticos de los lenguajes artísticos modernos ha permitido tamizar a la propia modernidad a través de nuevos diafragmas crí-
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ticos y teóricos; reconstruir una modernidad plural que, a modo caleidoscópico, desvela ángulos y refracciones, acogiendo sobre todo a los sincretismos periféricos, que tan presentes han estado por cierto en las vanguardias españolas y latinoamericanas. Si esto acontece respecto al pasado moderno, no menos secuelas está teniendo el cruce insinuado en nuestra presente condición. En efecto, no me parece gratuito que mientras en Europa se enarbolaban términos críticos como postvanguardia, después de las vanguardias o transvanguardias, que subrayaban los usos diferenciados del lenguaje en unas supuestas identidades nacionales , sobre todo alemanas o italianas, o en la vitalidad de los patrones autóctonas de los regionalismos, si en Norteamérica la expresión arte postmoderno se convalidó como ámbito acotado de la postmodernidad elevada a una categoría de época, en los países de América latina se impusieron denominaciones tales como las modernidades otras.
1. Modernidades periféricas Posiblemente, la interpretación de la modernidad a través de este diafragma actuaba como premisa en las cinco grandes constelaciones latinoamericanas que se mostraron a finales del año 2000 en el Museo Centro de Arte Reina Sofía bajo el lema compartido de Versiones del Sur, es decir, aquel conjunto de exposiciones que se agrupaban con apartados tan sugerentes como Heterotopías. Medio siglo sin lugar, Fricciones, No es sólo lo que ves: pervirtiendo el Minimalismo, etc. Unas premisas similares laten en otras muchas. Baste recordar una que se celebró en el museo de esta misma ciudad donde resonaban las Voces de Ultramar. Arte en América Latina y Canarias (1992), por mencionar otras con planteamientos similares que han tenido lugar en América Latina, Europa y Estados Unidos. Ciertamente, esta tendencia a la reinterpretación de la historia moderna pasada o del presente no es privativa de un área geográfica, sino que puede manifestarse en otros continentes y países. Me permitiría mencionar una sorprendente exposición sobre Arte conceptual chino, pero estoy convencido que, a nada que lo rastreásemos, encontraríamos numerosas experiencias similares de estas modernidades otras y periféricas, pues, por si no nos habíamos enterado de que había un arte conceptual chino, a nada que nos descuidemos, descubriremos que también lo ha habido en Zambia. Particularmente en la crítica artística y literaria latinoamericna se ha impuesto un término que cree responder a esa fase más avanzada de la historia universal cosmopolita que llamamos globalización, ya que trata de superar las tensiones entre la universalidad y la particularidad, el centro y las periferias, mediante una síntesis entre la modernidad y las tradiciones locales. Me refiero al glocalismo, un neologismo que alude a la fusión entre lo global y lo local. El glocalismo en enfrenta tanto en el arte como en el mercado cosmopolita a esa metáfora feliz que define el dominio incontestable de un mundo fundado sobre el liberalismo económico. En el contexto latinoamericano, no sólo artístico sino político y social, suele ser presentado como una alternativa estratégica a la globalización, transformando las tensiones entre la modernidad artística y las tradiciones o prácticas locales en una resistencia a la globalización y a la absorción de las periferias por los centros.
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La presencia de ciertos artistas no europeos ni anglosajones en el Documenta X (1997) de Cassel podría ser citada como un exponente de estas pretensiones en uno de los centros neurálgicos de arte contemporáneo, ya que en numerosas obras de artistas residentes en las periferias se apreciaban los cruces entre las vanguardias y las prácticas autóctonas. Entre todos ellos me llamaron la atención dos artistas brasileños: Oiticica, que reinterpretaba de un modo popular y apegado al contexto las cajas constructivistas de vidrio o de madera con pigmentos que desarrollan las capacidades sensoriales y cromáticas, y Lidia Clark, que en la serie ropa-cuerpo-ropa exploraba las relaciones entre el yo y el tú en proximidad con la poética de Beuys, pero se desviaba del alemán gracias a las asociaciones formales y simbólicas con los rituales autóctonos. En estos y otros ejemplos que pudiera aducir no puede por menos de llamar la atención una premisa común: unos y otros aceptan y usufructúan los lenguajes de la modernidad filtrados por la interpretación particular que cada artista le presta a partir de materiales autóctonos y unas visiones inéditas con el fin de pervertir, si es que no de invertir, la mirada eurocéntrica e instaurar plausibles heterotopías geográficas que se agrupan dispersamente al modo de un archipiélago. Salta a la vista que la perversión, escorada a la inversión, implica un usufructo intencionado de dispositivos bien conocidos en las diversas prácticas artísticas modernas. Únicamente que ahora, impulsados desde las periferias, incoan desplazamientos y descentramientos incontrolables para los centro, procurando conciliar las dos variables de la negatividad artística en el sentido de Adorno: la crítico-social y la estética.
2. El multiculturalismo en la artes Es obvio que las modernidades periféricas se inscriben en las políticas de la representación de identidades no sólo múltiples sino híbridas, pues, en contra de los conocidos enfoques estructuralistas, reaparecen las presencias incómodas de unos sujetos, dados retóricamente por muertos, que parecen resucitar en una multiplicidad de voces posthistóricas. Ahora bien, si estas modernidades, aglutinándose en el glocalismo insinuado, se sitúan geográficamente en los márgenes, el multiculturalismo artístico remite a las presencias un tanto inesperadas e invisibles hasta fechas recientes de estas mismas modernidades periféricas importadas desde el exterior al corazón mismo de los centros o desarrolladas por ciertos grupos sociales desde su interior. Unas presencias ambivalentes que operan en el centro por antonomasia de la postmodernidad, los Estados Unidos de América, pero que empiezan a ser actores en cualquier país del primer mundo. Ciertamente, el multiculturalismo en las artes es un caso acotado de un fenómeno más general, si bien su acusado intervensionismo simbólico le otorga un protagonismo desconocido en otros ámbitos sociales. Ante todo, apenas sin pretenderlo en sus primeros momentos, ha sacado a la luz un cambio decisivo en las relaciones y connivencias entre el arte y el poder. En efecto, en contra de lo que era habitual en las vanguardias artísticas clásicas, aliadas o confrontadas por lo general con el macropoder, con la macropolítica, ya fuera en la racionalización productiva capitalista o en la planificación socialista, el multiculturalismo en las artes se convierte en una experiencia privilegiada de las convivencias con la microfísica del poder, encarnada en los sujetos sociales pertene-
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cientes a los grupos y minorías tanto en su sentido afirmativo como negativo, en sus aspectos emancipatorios como frustrantes. En efecto, en una realidad tan peculiar como la norteamericana, gestada históricamente a base de las inmigraciones, y , a pesar de las confluencias y su papel como laboratorio y modelo anticipatorio, todavía tan distinta a la europea, el Myself, en cuanto ese sujeto centrado moderno personificado por el Wasp que convierte lo personal en político, a quien suelen ser atribuidas tanto por el orgullo de sí mismo como por los propios subalternos la universalidad como la centralidad, parece abrirse a la Otherness, a la otredad y a las diferencias de las producciones artísticas de unos sujetos sociales realmente existentes pero considerados habitualmente como periféricos e invisibles; mostrarse receptivo a las obras de unos sujetos, ya sean los African Americans, los Native Americans, los hispanos o los de cualquier procedencia étnica. Pero no deja de ser sintomático que el derecho de todos ellos a la existencia y la visibilidad tanto parece haber sido legitimado por el postestructuralismo europeo como ratificado por la economía neoliberal. Tal vez, uno de los fenómenos intelectuales que más me han llamado la atención durante años ojeando las librerías y las bibliotecas universitarias norteamericanas era cómo las obras de los pensadores franceses postestructuralistas invadían sus anaqueles. No he constatado en qué medida ha variado recientemente la situación, pero lo que resulta meridiano es que recibieron un protagonismo teórico y una consagración que no he percibido en Francia. Posiblemente, ello obedece a que su longitud de onda teórica y social ha sintonizado con la microfísica del poder que acompaña a la construcción histórica como país y a la evolución político-social de la sociedad norteamericana desde su momentos fundacionales. Resulta paradójico, sin embargo, que, a pesar de los espejismos de las interpretaciones consideradas progresistas, ello no entra en conflicto con las visiones conservadoras. A veces se olvida que, tal vez como en ningún otro ámbito, el arte opera en las guerras culturales norteamericanas como un poder de simbolización y, en este sentido, sin apenas rozar la macrofísica del poder, puede devenir un Ersatz, un sustitutivo o refugio no sólo en la acepción freudiana sino incluso marxiana, de las impotencias de la razón práctica y política en un medio histórico-social impregnado de un pragmatismo instintivo y marcado por la economía neoliberal. En particular, con la lógica del capitalismo tardío que, en el ámbito del arte, ya no opera como en la primera modernidad siguiendo los pasos de una homogeneización cultural, sino, al menos formalmente, en consonancia con un reconocimiento de las diferencias e identidades en el flujo trasversal o incluso trasnacional que reflejan las imágenes artísticas. Tal vez por ello, al igual que está sucediendo en los intercambios globales de las mercancías, el neoliberalismo artístico actúa en los intersticios entre las periferias y los centros, incorporando las diversas manifestaciones artísticas a sus circuitos, a un nuevo mercado pronto trasmutado en de las identidades. Incluso, como se desprende del actual nomadismo practicado por los artistas y los curadores o conservadores, así como de la circulación de las obras de uno lugares a otros, se renegocian los vínculos entre los centros artísticos y las élites de las respectivas periferias. Volviendo al caso del arte latinoamericano, tanto el que se importa como el que se produce en interior de los Estados Unidos, en opinión de destacados críticos latinos o hispanos las luchas culturales entre el centro
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y las periferias, entre el norte y el sur, suelen librarse en términos de asimilación y afirmación de las diferencias, si es que no de regulación de cuotas. Un éxito bastante apreciable si consideramos las resistencias que solían ofrecer en las instituciones artísticas norteamericanas las políticas hegemónicas de la representación. No obstante, este optimismo no puede por menos de rebajarse cuando se constata que, una vez admitido en el concierto de competencias, vuelve a ser etiquetado de un modo envolvente y homogéneo en función de la categoría problemática de raza o etnia, como si de una identidad global se tratara, borrando la pluralidad de las artes de las Américas, mezclándolas en una amalgama como si no hubiera distinción alguna entre el arte argentino, brasileño o mejicano, por citar países con acusada personalidad artística. Una confusión que se agrava si a ello se añaden los equívocos que alimentan las equivalencias indiscriminadas entre arte latinoamericano, latino, hispano o chicano. Tal vez por ello, a menudo las manifestaciones de las artes multiculturales suelen ser desplazadas no sólo simbólica, sino incluso topológicamente a los márgenes, a las periferias de los centros. Un fenómeno fácil de comprobar si recorremos la geografía urbana de los museos específicos o los espacios segregados y reservados para el arte de una minoría étnica en cualquier lugar, así como si analizamos las exposiciones en las que ciertas instituciones, incluidas académicas de tanto prestigio como The School of the Art Institute de Chicago, reúnen por separado en el espacio y el tiempo las obras de los artistas african Americans, Native Americans, latinos y del conglomerado del Hispanic Heritage, chicanos, orientales y, por extraño que parezca, hasta judíos. Particularmente sintomática me pareció, por ejemplo, la amalgama del Latin American Art Museum, segregado espacialmente en un edificio de los Fifties respecto a Los Angeles County Museum al que pertenece. La historia del Museo del Barrio en Nueva York, cuyo énfasis recae en el impulso del Activismo artístico, sobre todo cuando ha sido trasladado del East Harlem a la Fifth Avenue, es indicativo de la extraña coexistencia de las periferias en el corazón mismo del centro. Sin abundar en una casuística muy compleja, es curioso observar cómo en el marco el multiculturalismo artístico se han invertido las lógicas de la economía política de los signos artísticos. Si en la época del modernismo las artes periféricas eran rechazadas en
“Si en la época del modernismo las
los centros debido a que no sintonizaban con los cánones internacionales hegemónicos,
artes periféricas eran rechazadas en
ahora pueden quedar excluidas si no encarnan las supuestas identidades que los centros
los centros porque no sintonizaban
les atribuyen desde una perspectiva multicultural, desde un reparto marcado de papeles.
con los cánones internacionales
Se trata de comportamiento que se convierte en un tópico crítico de los centros respecto a
hegemónicos, ahora quedan excluidas
lo que espera de las periferias. Algo contra lo que, como he podido comprobar en ciudades
si no encarnan las identidades
como Chicago o Los Angeles, se rebelan los artistas de las minorías étnicas, pues lo me-
que los centros les atribuyen desde
jor que les puede suceder es que nadie les pregunte por sus identidades ni aplique a sus
una perspectiva multicultural”
personas y obras las plantillas de la correspondiente taxonomía, ni incluso la inspirada con
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las mejores intenciones por la filantropía. Nadie se siente cómodo recluido en las periferias y, desde luego, los artistas multiculturales ya no se resignan a ello sin renegociar las cuotas o traspasar abiertamente los umbrales de los centros, practicando la transversalidad. No obstante, mientras el multiculturalismo en la artes languidece en el país donde se originó en beneficio de la integración y la fusión de los artistas como individuos y no como identidades culturales colectivas, bien pudiera suceder que se reproduzca en los que acaban de iniciar los procesos de interacción dialéctica entre la macrofísica y la microfísica del poder, es decir, en Europa y entre nosotros. De alguna manera, si en los primeros momentos las artes multiculturales y sus protagonistas reciben los influjos benéficos de la affirmative actino en el reconocimiento de las identidades y las diferencias; si la discriminación positiva opera por tanto como un desencadenante para evitar la postración y el hacerse visible de las minorías étnicas o de cualquier otra clase de las periferias, como una táctica para penetrar en los centros, a no tardar la connivencia diferenciada y consentida, por bien intencionada y liberal que sea, escora hacia un encasillamiento que resulta ciertamente tranquilizador desde la corrección política, pero acaba derivando a una taxonomía estática, a una clausura, que aboca de un modo sutil a la discriminación, si es que no a la reclusión fáctica en ghettos artísticos de los que, como sucede en los sociales, no es fácil salir. Es decir, la inicial distinción social se invierte como una nueva forma de exclusión. En dirección contraria, si observamos la evolución del arte “activista” periférico, comprometido con los movimientos de los derechos civiles y las nuevas políticas de las diferencias, constatamos que a menudo los artistas marginales y marginados tienden a disolverse en los centros a medida que se incorporan a la corriente principal en una cooptación que tanto puede derivar a la transversalidad como a las asimilaciones mutuas. Al menos este desplazamiento es el que se apreciaba en ciertas exposiciones realizadas con cierta distancia en el tiempo. Por ejemplo, las dos celebradas en el Bronx Art Museum: Chicano Art: Resistence and Affirmation: 1965-1985 (1993) y Aztlán Today: The Chicano Postnation (2001). Mientras la primera se centraba en afirmar las raíces históricas y recurría a medios primarios de expresión, la segunda, aparte de emplear recursos más refinados y tecnológicos, se reorientaba de un modo ambiguo, renegociando la identidad chicana dentro de una mainstream cultural más amplia. Y algo similar sucedió con la muestra Freestyle (Studio Museum in Harlem, 2001), en la que el término post-black Art remitía sin complejos a una redefinición de la “negritud” (blackness) en una dinámica de rechazo e inclusión, repensando unas políticas de la identidad que acogían sensibilidades muy variadas.
3. De la fantasía primitivista a la artes étnicas o etnográficas Entreverado con el debate entre los centro y las periferias, durante los últimos años hemos asistido a una transición de la fantasía primitivista, todavía perceptible en ciertos neoexpresionismos recientes, a las artes étnicas o etnográficas. ¿Es casual la pervivencia de la fantasía primitivista a lo largo de más de un siglo, incluso de una fantasía primitivista que se oferta y coexiste con las altas tecnologías, y sus derivas recientes en las artes étnicas? ¿Son gratuitas estas coexistencias? Me da la impresión de que no. Las invocaciones freudianas y foucualtianas a la alteridad u otredad suelen aflorar como un retorno de lo reprimido y en las artes acostumbra a localizarse en los ámbitos del inconsciente y lo otro. A ello obedece que el Psicoanálisis y la Antropología sean consideradas las dos ciencias hu-
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manas por antonomasia que nos auxilian en los estertores de la muerte del sujeto, incluso del hombre. Mientras los modernos relacionaban y combinaban estos ámbitos, en la actualidad se aprecia con frecuencia una tendencia a presentarlos como mancillados y contaminados permanentemente por el capitalismo, como aculturados, como caminos cerrados sin escapatoria posible. Y, sin embargo, los hechos no parecen ser tan simples. Suele afirmarse que el discurso de lo otro cultural es un rasgo que caracteriza a la condición post-moderna y se manifiesta en las llamadas artes étnicas o, mejor dicho, etnográficas. Y así parece ser en efecto, pues desde hace más de un siglo se constata una recepción apasionante de las llamadas artes primitivas, ya sea que cristalice en una reconstrucción historiográfica del arte primitivo, como una historia efectual de los desplazamientos de lo etnográfico a lo artístico, en las afinidades de la artes primitivas o primeras con los modernos o en los debates actuales sobre las artes étnicas y el “artista como etnógrafo”, a la manera de Hal Foster y compañía. En una historia centrífuga hacia las periferias del mismo centro, el mito de lo primitivo alude a la fascinación que desde por lo menos el Suplemento al viaje de Bouganville, de Diderot, sintieran los europeos por lo primitivo en cualquiera de sus manifestaciones o a la atención y la admiración que todavía suscitan los objetos y los modos de vida de las sociedades y los sujetos considerados, a veces sin demasiados matices ni miramientos, como primitivos. Salta a la vista, por tanto, que el primitivismo es una construcción eurocéntrica y angloamericana de genealogía compleja en los ámbitos de la antropología filosófica y cultural y, no digamos, en el artístico. Y no fue fortuito que existiera un gran paralelismo entre la invención del arte africano por los artistas modernos y la invención de lo otro por la Etnología y la teoría del inconsciente. En el campo artístico venía gestándose desde que en el encuentro con lo otro se abandonaron las presunciones etnocéntricas de los colonizadores que presidían las grandes exposiciones coloniales de París o Londres a finales del XIX y primeros del XX, siendo criticadas sin paliativos como imperialistas. Su reconocida presencia provocó una crisis en la conciencia occidental que, con todas las ambivalencias que queramos, se traslució en las manifestaciones artísticas de la fantasía primitivista (Gauguin, Picasso, los expresionistas alemanes etc.) no sólo como negación de los criterios del naturalismo artístico, sino como contrafigura de la racionalidad hegemónica imperante. Asimismo, los artistas surrealistas no sólo promovieron un reconocimiento del otro en el arte tribal, sino una identificación anticolonialista que captaba las ramificaciones políticas de las colonias, tendiendo paralelismos entre los pueblos oprimidos y el proletariado explotado en Occidente y alimentando un potencial disruptivo, desorganizador, de las periferias respecto al centro. Incluso, asociándolas con el inconsciente, vinculaban los estadios primarios de la vida psicosexual con los pueblos primitivos, considerándose ellos mismos inmersos en tal condición. La asimilación de las diferencias pretendía transmutarse en identidad. Esta una de las razones por las se oponían a las tentativas de los nazis que, como es sabido, tildaban a estas tendencias del arte moderno como “degeneradas”, etiqueta que englobaba por igual al que era producto del inconsciente como al de las alteridades que encarnaban el primitivo, el niño o los enfermos mentales, es decir, las otredades que amenazaban su identidad racista blindada. Mientras lo nazis repudiaban y castigaban todo lo que fuera sos-
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pechoso de primitivo, infantil o “insano”, los dadaístas y los surrealistas lo abrazaban como una inequívoca reacción antiautoritaria. Es interesante recordar que casi al mismo tiempo que los artistas se abrían a la alteridad, el antropólogo Lévi-Straus, judío y amigo de los surrealistas, dejaba atrás la Europa convulsa para considerar el alma primitiva o salvaje como lógica y el alma moderna como mítica, invirtiendo así los papeles mentales y las posiciones topológicas atribuidas a las periferias y los centros, interponiendo distancias entre la cultura objeto de análisis y la occidental, pues tan desastroso puede resultar el destruir brutalmente toda diferencia como problemática el apropiársela, el convertirse a la diferencia, en el otro. Este era el lúcido dilema que subyacía en una de sus obras más divulgadas, Tristes Topiques. Tanto la construcción moderna de la fantasía primitivista como el identificarse de un manera filantrópica o incluso antiimperialista con el otro eran, en el fondo, una represión. Y lo reprimido, como vislumbrara Freud, ha retornado cuando menos se lo esperaba con la irrupción de las artes étnicas. Pero las artes étnicas, erróneamente interpretadas como postmodernas, si bien son las herederas de la fantasía primitivista moderna, no solamente se caracterizan por el reconocimiento y el respeto de las diferencias, sino que asumen los dilemas que planteaba Lévi-Strauss y antropólogos actuales como J. Clifford u otros en el sentido de que es preciso renegociar nuevas distancias que afectan por igual a ambos lados. Tanto a los poderes colonialistas o simplemente coloniales como al pasado “nativista”, pues de otro modo corren el riesgo de ser escamoteadas y diluirse en nuevos estereotipos esencialistas y en un sistema general de las diferencias en el imperio postmoderno de los signos y los intercambios simbólicos postestructuralistas. Asimismo, en las renegociaciones en curso se acepta la conocida complicidad entre Duchamp y los etnólogos en el comercio con los objetos cotidianos, las cucharas africanas o los fetiches primitivos. Sólo que si el antropólogo es una figura del ocaso, los artistas intentan insuflar una nueva vida en la existencia ajetreada de los objetos. Pero ambos desbordan las funciones o sentidos originarios de los mismos: el primero, a su pesar; los artistas, con toda intención. Algo, por lo demás, que también nos pasa con los objetos más próximos: griegos o cristianos, cada vez más desconocidos y sometidos a las vicisitudes de sus interpretaciones. Ciertamente, las actitudes ante las artes tribales o del Tercer Mundo suelen oscilar entre un culturalismo, que se interesa por las obras como pruebas etnológicas y las recluye en un gabinete de curiosidades exóticas a descodificar como textos, y el esteticismo que las aborda desde la óptica de un arte autónomo que, al ignorar los respectivos contextos, las disuelve en la circulación de novedades artísticas. Pero , en mi opinión, lo etnológico y lo estético no tiene por qué excluirse. Hoy en día es preciso fomentar una renegociación entre ambas miradas sobre objetos idénticos o similares, siendo conscientes que, desde el momento en que pueden portar diversas funciones y ser captados a través de distintas relaciones modales, es plausible acentuar unos aspectos u otros. Además, por respetuosos que intentemos ser, a menudo se olvida que, cuando volvemos la mirada hacia el pasado no solamente se borra el sentido de los objetos y las obras pertenecientes a culturas lejanas, sino incluso de los que proceden de la nuestra. Incluso cuando tratamos con los más familiares, se interponen unas veladu-
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ras que impiden las transparencias de las funciones rituales, religiosas o útiles y los sentidos originarios, irremediablemente perdidos en cualquier situación. Y es que únicamente accedemos a unas y a otros como restos de mundos extraños o como recuerdos velados. En este sentido, tanto las obras primitivas o de cualquier otra cultura como las de nuestro propio pasado padecen la restricción de la abstracción estética respecto al tiempo, el espacio y los significados y contextos originarios. Desde la otra orilla, frente al mito de un arte etnográfico de las periferias infravalorado por la mirada etnocéntrica, se comprueba que cuando sus artistas recurren a los objetos y las formas de su cultura, tienden a desentenderse igualmente de sus contextos originarios, produciendo unos efectos no muy distintos a los que brotan en las descontextualizaciones y desplazamientos de sus significados para devenir signos que trasmiten otros contenidos. Sea como fuere los desplazamientos en ambas direcciones entre las periferias y los centros suscitan una vez más las añejas tensiones entre la universalidad y las diferencias. Desde la gran muestra sobre El primitivismo en el arte del siglo XX (1984), que tuvo lugar en el MOMA de Nueva York, a los Magiciens de la Terre (Centre G. Pompidou, 1989), en la que convivían las obras de arte tribal o no occidental y la vanguardia, se aprecia un cierto deslizamiento desde los residuos modernos de la fantasía primitivista hacia las artes etnográficas postmodernas. Las pinturas de Mithila realizadas por las mujeres hindúes eran seleccionadas con los mismos criterios estéticos que las de Nancy Spero o Anselm Kiefer. Indudablemente, a pesar de las ambivalencias, ello supuso una renegociación entre el protagonismo de los centros y las periferias. Asimismo, teniendo en cuenta la difícil coexistencia entre los artistas occidentales y los no occidentales, una actitud similar subyacía a la muestra Crudo, cocido, que se celebró en 1994 en las Salas del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Pero, sin duda, el acontecimiento que más acentuó el giro etnográfico fue la Documenta 11 de Cassel en 2002, en la que se planteó abiertamente una nueva transición hacia las artes postcoloniales.
Las artes postcoloniales en la época de la globalización Las artes postcoloniales se insertan abiertamente en un mundo globalizado en el que se entrelazan de modo más consciente y combativo en cualquier parte del mundo las improntas de las tradicionales locales con los dispositivos modernistas. Fruto de las identidades híbridas o, tal como eran calificadas en la Documenta, de las “identidades de la diáspora”, se despliegan en esos espacios de asimilación, oscilante entre la integración y el conflicto, que impulsan los encuentros entre las diversas culturas y se localizan indistintamente en los centros y las periferias. Desde este rasgo universalista sin territorio acotado, a veces resulta arduo distinguir sus procedencias y, por consiguiente, su localización geográfica. Incluso, en sus pretensiones por superar las oposiciones entre el Tercer Mundo y Occidente o entre el Oriente y Occidente mediante la sustitución de las raíces (roots) por las rutas (routes), me atrevería a sugerir que su verdadero lugar es el no-lugar (non-place). En realidad, las artes postcoloniales, con frecuencia entreveradas con la etnográficas, son por un lado las herederas de la fantasía primitivista, una especie de tercer estadio, pero, por otro, una crítica actual a la
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ideología del Primitivismo. Como sabemos, lo más frecuente era que las referencias de éste tuviera menos que ver con los pueblos y las culturas sobre los que proyectaba su mirada que con las ideas que de ellos se forjaban los admiradores occidentales. Y es que la construcción de la otherness ha articulado tanto las diferencias contenidas en las fantasías del origen y de las identidades como ha alimentado los objetos del deseo del propio artista. Incluso, esa suerte de romance, cuyo protagonista sigue siendo en el momento actual el hombre primitivo, remite siempre como referentes a las dos figuras ilustradas por antonomasia: la naturaleza humana y la identidad de los orígenes. Y ello, a pesar de que hoy en día nadie discute que la premisa de la humanidad idealizada sobre la que sustentaba, esconde a su vez numerosas contradicciones. En particular, la que se desprende del hecho de que el hombre occidental no es el objeto de la experiencia ni del saber antropológico y, sin embargo, actúa entre bastidores como ese sujeto invisible, dispuesto a asignar la taxonomía y los significados a los otros. Claro que a estas alturas ¿cómo separar con tanta nitidez a este hombre occidental no menos homogeneizado e idealizado, sobre todo en sus rasgos negativos, respecto a las identidades híbridas de la diáspora como si éstas personificaran la inocencia o la incontaminación, como si no hubieran sido afectadas por los procesos de transformación e intercambio, por las adherencias cosechadas en las routes? Una vez más nos tropezamos con la práctica de las renegociaciones entre las periferias y los centros. Por supuesto, unas renegociaciones promovidas a partir de una crítica a la ideología del Primitivismo en sus versiones más diversas que es auspiciada tanto por las artes como por la Antropología, la Etnografía y los Estudios Culturales. Las críticas, a veces muy radicales y hasta agresivas, de los artistas y los gestores postcoloniales suelen primar a las periferias desde los centros, pero es sintomático que aquéllas no se ejerzan tanto en las territorios de las primeras como en los segundos. En esta coyuntura si tomásemos al pie de la letra la Introducción al catálogo de la citada Documenta de Cassel, un manifiesto un tanto explosivo, casi incendiario políticamente, con el que se despachara el comisario Enwezor, aparte de que sólo es concebible en virtud de la “tolerancia represiva” a lo H. Marcuse de la denostada sociedad democrática alemana, las ambivalencias que traslucen sus obras bascularían entre un sentimiento de culpa por parte de los antiguos colonizadores, de los centros, y un cierto resentimiento en los herederos de los pueblos otrora colonizados, de las periferias. Las artes étnicas en esta variable postcolonial no pueden ser interpretadas únicamente desde una óptica artística, ni siquiera antropológica, sino también política. Desde esta perspectiva, en las artes postcoloniales se invoca de nuevo el rebrote de la subjetividad y el usufructo de los lenguajes para interpretar los renovados contenidos individuales y colectivos, los “modelos alternativos” de las subjetividades plurales. Etiquetadas por sus impulsores como culturas experimentales, practican una inversión de la fantasía primitivista, es decir, recurren al apropiacionismo de “las culturas surgidas del imperialismo y del colonianismo” para crear a partir de su fragmentos un “collage” de la realidad. Con tal fin, usufructúan los dispositivos artísticos de toda clase y acuden indistintamente a los medios expresivos tradicionales, las instalaciones objetuales, las técnicas fotográficas, el vídeo, las proyecciones, el cine y hasta las nuevas tecnologías. Una vez más no cuestionan por tanto el ser de los lenguajes, que sin muchos distingos suelen ser los modernos,
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sino más bien el qué hacer con ellos a partir del uso subjetivo y de las interpretaciones sugeridas por los respectivos contendidos y las formas de vida. Probablemente, uno de los aspectos más intrigantes de estas prácticas artísticas sea que su vinculación a la posthistoria no entra en conflicto con la globalización. Asimismo, en su amplia gama de manifestaciones, si no sabemos o no nos fijamos en quiénes son los autores de las obras , es difícil colegir sus procedencias geográficas. Tal como se aprecia en numerosas exposiciones y en Bienales como las de Estambul, Johannesburgo, Sao Paolo y otras similares, las técnica expresivas, los dispositivos artísticos y hasta los gustos de las sensibilidades híbridas no son tan ajenos a los que encontramos en la denostada “institución arte” euronorteamericana de las Bienales de Venecia o la Documenta de Cassel. En su recurso al mestizaje, la permeabilidad y la transversalidad de las culturas, con frecuencia se distinguen únicamente de lo que podemos ver en las últimas por las informaciones previas y los compromisos radicales o
“Tal vez estemos asistiendo a una
tibios con lo real en los contextos en donde afloran. En consecuencia, destilan un arte
globalización del gusto que, una
cada vez más cosmopolita que no solamente no entra en colisión con las diferencias y
vez más, aspira a conciliar la
las particularidades locales sino que las explora, renegociando en cada situación el usu-
universalidad y las diferencias.
fructo de las convenciones compartidas. Tal vez estemos asistiendo a una globalización
Únicamente que en esta ocasión se
del gusto que, una vez más, aspira a conciliar la universalidad y las diferencias. Única-
difunde a través de la mediación
mente que en esta ocasión su difunde a través de la mediación no sólo de las routes,
no sólo de las routes, sino todavía
sino todavía más de las altas tecnologías.
más de las altas tecnologías”
El apropiacionismo, la fragmentación, el collage se revelan estrategias que son reivindicadas tanto por los artistas postmodernos de los centros como por los étnicos y postcoloniales de las periferias. En ambos polos, cada vez más entreverados, casi diluidos e intercambiables en sus topologías, se supone que el artista del Tercer Mundo, tanto mejor si se trata del marginado o colonizado en el interior del colonizador, asume el papel de un etnógrafo que ausculta y somete a su “mirada crítica” las formas de vida y las culturas marginadas y oprimidas. De alguna manera, la Antropología y los Estudios Culturales, ensalzados como ciencias de la alteridad postcolonial o multicultural, devienen en auxilio de unas prácticas artísticas que, si bien en ocasiones escoran abiertamente hacia el documentalismo de carácter etnográfico o social, en otras traspasan los umbrales de unas historias del arte hasta ahora excluidas. Unas historias que, como ha sucedido con la posthistoria, ya no se circunscriben a la etnocéntrica, sino que incorporan con trazos diferenciados las manifestaciones de una nueva historia universal cosmopolita. Tal vez incluso está siendo sustituida por el Archivo, el cual si por un lado parece garantizar la pervivencia de la diversidad en la memoria, por otro su ampliación a cualquiera cultura del mundo no está exenta de nudos problemáticos. Desde las nivelaciones que promueven los Estudios Culturales al hecho
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de que cuanto más inclusivista aspire a ser en sus representaciones, más cuestionará la Historia del Arte en correspondencia con la extensión del propio concepto de arte o incluso de visualidad. Por si no bastara, los impulsores de esta nueva posthistoria cosmopolita del arte, que de hecho supone El final de la Historia del Arte (Hans Belting) en el sentido más común, ya no serán tanto los especialistas de la antigua disciplina cuanto las instituciones del arte en los centros y la periferias, pero, sobre todo, las mediaciones que filtran los mass-media y las nuevas tecnologías telemáticas a escala planetaria. En esta nueva situación, que se inscribe no solo en los predios de lo real sino cada día más de lo virtual, la polaridad entre los centros y las periferias, como está poniendo a prueba el sudeste asiático, tiende a diluirse en un policentrismo inmerso en una dinámica acelerada y casi incontrolable de la apropiación y la circulación.
EL JUEGO DE LOS DESPLAZAMIENTOS SONIA MAURICIO SUBIRANA
Sonia Mauricio Subirana
Las Palmas de Gran Canaria (1966), es licenciada en Derecho por la Facultad de Derecho de la Universidad de Granada en junio de 1989. Doctora en Derecho por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria en octubre de 1993, con la califica-
ción de Apto “cum laude” por unanimidad, y premio extraordinario de Doctorado en Ciencias Sociales 1994/95, Sonia Mauricio es profesora titular de la ULPGC. Tiene concedido un sexenio de investigación por la Comisión Nacional Evaluadora de la actividad investigadora del Ministerio de Educación y Cultura por sus múltiples publicaciones e investigaciones. En la actualidad, también trabaja en un proyecto de investigación dirigido por el Catedrático Simón Marchán Fiz del Departamento de Filosofía y Filosofía Moral y Política de la UNED. Entre sus publicaciones artísticas y filosóficas se pueden citar “La ciudad inabarcable” en Translaspalmas, Ediciones del Cabildo Insular de Gran Canaria, 1998; “Mundo de Antoine Pevsner”, Atlántica, Revista de arte y pensamiento, núm. 29, 2001; o bien “Apuntes sobre la construcción estética kantiana tras la modernidad”, Endoxa, Series Filosóficas, núm. 16, Revista de la UNED, Facultad de Filosofía, 2002.
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I. Introducción La idea tradicional de centro y periferia remite al concepto de sistema clausurado. Un espacio en el que existe una centralidad delimitada, un punto interior del círculo (centrum) del cual equidistan todos los de la circunferencia. La periferia (peripheria) se constituiría por el espacio que rodea este núcleo, es decir, el contorno de dicha figura curvilínea. El sistema clásico establece un orden arquetípico en el que las piezas aparecen colocadas según el lugar y manera que le corresponden, lo que facilita la óptica clasificatoria en todos los ámbitos (político, económico, social y estético). La rigidez de estos presupuestos no cabe mantenerse a principios del siglo XXI donde es ya definitivo el desvelamiento de la complejidad de lo real. Ello no significa que la problemática en torno a la construcción de centro y periferia desaparezca porque, en definitiva, remite al lugar y modo de situarse en relación “al otro” y “a lo otro” y ésta sigue siendo una cuestión crucial. El propósito de este trabajo es el esbozo de algunos apuntes sobre los continuos desplazamientos a los que han estado sujetos centro y periferia y cómo han evolucionado las perspectivas que después de la posmodernidad iluminan dichos conceptos. Con este fin, utilizo fragmentos de pensamiento, con cronologías diversas, pero cuya unión en el mismo tiempo y lugar (estas páginas) permite dibujar unas coordenadas que considero significativas. En esta línea, los enunciados de la pretensión de totalidad y su renuncia son pretextos para la inclusión de apuntes filosóficos que, evidentemente, no son los únicos ni lo pretenden. De entrada, ya apunto el hilo que hilvana todo el recorrido: centro y periferia no están tan distantes, como podrían presentarse aparentemente, e incluso pueden llegar a unirse y a intercambiarse a partir del juego de los desplazamientos. Para perfilar sus giros parto de la necesaria apertura del sistema en que dichos conceptos se encuentran insertos, según el cual dos discursos aparentemente enfrentados pueden coexistir, lo que los refuerza y los conecta.
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“El juego de los desplazamientos pone en duda que existan antítesis
Por incompatibles que parezcan (centro y periferia), y destinados a anularse en la contradicción, se encadenan, comparecen juntos y pueden llegar incluso a intercambiarse.
rotundas (centro/periferia). Estas oposiciones quedarían
El juego de los desplazamientos pone en duda que existan antítesis rotundas (centro/
en perspectivas provisionales
periferia). Estas oposiciones de valores quedarían en estimaciones superficiales o pers-
respecto al ángulo tomado”
pectivas provisionales (Vielleicht) respecto al ángulo tomado. 1 La relación entre versiones contradictorias no cabe contentarse con un simple enfrentamiento dialéctico entre un apóstrofe y un enunciado constatativo. En palabras de Derrida, 2 “Una oposición así tendría
1
Vid. Nietzsche, F. “De los prejuicios de los filósofos” en Más allá del
un interés limitado porque lo que importa es el quiasmo que introduce la estructura de la apelación entre las dos versiones.”
bien y del mal, Genealogía moral, 7ª ed., Porrua, 1999, pág. 22 y ss.
La apertura del sistema conlleva la admisión de sus grietas, sus puntos de fuga y la posibilidad de establecer puentes entre sus vacíos. Es en este juego en el que se desplazan
2
Vid. Derrida, J. Políticas de la amistad,
las figuras antinómicas. Scott Fitzgerald en La Grieta (Crack-up) 3 es explícito: “La prueba
Trotta, Madrid, 1998, pág. 246 y ss.
de una inteligencia de primera clase es la capacidad para retener dos ideas opuestas en la mente al mismo tiempo, y seguir conservando la capacidad de funcionar. Uno debería, por
3
Vid. Scott Fitzgerald, F. El Crack-
ejemplo, ser capaz de ver que las cosas son irremediables y, sin embargo, estar decidido
up (febrero de 1936), Anagrama,
a hacer que sean de otro modo.”
1991, pág. 105 y ss.
2. La construcción del sistema y sus paradigmas 2.1. La pretensión de totalidad La construcción del sistema es un paradigma ilustrado. A medida que el individuo reclama su autonomía (su centralidad) también necesita construir unas coordenadas en las que moverse (saber cuáles son los contornos de la periferia). La Ilustración se centra en dos discursos a partir del anhelo de progreso: el sujeto y el sistema. Este último heredado del racionalismo barroco se propone la construcción de un orden científico unitario que deduce el conocimiento de principios, entendidos ya sea como axiomas determinados arbitrariamente, como ideas innatas o como abstracciones supremas. Y es Kant 4 el primero que llega a la construcción más perfecta de éste; aunque, pa-
4
Vid. Kant, I. Crítica del Juicio, (Kritik
radójicamente, se convierta en el más genuino representante del desenmascaramiento
der Urtheilskraft, 1ª ed., 1790),
ilustrado a partir de la Crítica del Juicio. En concreto, la dialéctica del juicio estético, como
Austral, Madrid, 8ª ed., 1999, pág.
último anclaje de la crítica trascendental del gusto, produce un vuelco en la arquitectu-
99 y ss. cit., pág. 304 y ss.
ra kantiana. Y, aunque en un principio dicha construcción se aferra a la necesidad de un formalismo racional hierático, con posterioridad mientras más profundiza en el concepto de racionalidad más problemas surgen para poner a la razón de acuerdo consigo misma y
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para perfeccionar el proyecto inicial. Como explica Marchán Fiz 5, La Crítica del Juicio se-
5
lla un compromiso de clausura con el sistema aunque “las acrobacias mentales a las que
Vid. Marchán Fiz, S. “La arquitectónica
tiene que acudir anuncian un litigio no interrumpido entre la formalización y las fugas que
de la razón y sus violaciones en la Crítica
la burlan. Las cisuras o roturas de la red encarnan, si no el drama, sí al menos las perple-
del Juicio” en Del Pensar y su Memoria
jidades insinuadas, las inseguridades que ensombrecían a Kant como a cualquiera que re-
(Ensayos en homenaje al profesor Emilio
pare en el sesgo que toman la experiencia estética y sus derivas, activadas en la vivacidad
Lledó), Ed. UNED, 2002, pág. 390.
y versatilidad desveladas en su crítica.” El desenmascaramiento de la estructura conduce a vislumbrar las grietas del sistema. Kant no claudica y profundiza en la conciliación de presupuestos aparentemente antagónicos a partir de dicha dialéctica del juicio estético 6. Abre así la posibilidad de que dos
6
proposiciones que se contradicen una a otra en apariencia no se contradigan en realidad
Vid. Kant, I. Crítica del Juicio,
sino que puedan coexistir juntas, aunque la explicación de la posibilidad de su concepto
cit. pág. 304 y ss.
7
esté por encima de la facultad de conocer .
7
Vid. Mauricio Subirana, S. “Apuntes
Y hace evidente la imposibilidad de perfectibilidad en un sistema clausurado, ya un
sobre la construcción estética kantiana
axioma para los románticos. En este sentido, apuntan las palabras de Schiller 8: “Mientras
tras la modernidad”, Endoxa, núm. 16,
no seamos dioses... la acción recíproca entre los impulsos es sólo una tarea para la razón,
UNED, Madrid, 2002, pág. 251 y ss.
una tarea que el hombre únicamente será capaz de llevar a cabo en su totalidad si llega a
8
la plenitud de su existencia. Es, en el sentido más propio del término, la idea de su huma-
Vid. Schiller, F. Kalias, La educación
nidad, y por consiguiente un infinito al que puede ir acercándose cada vez más en el curso
estética del hombre, Barcelona,
del tiempo, pero que nunca llegará a alcanzar.”
Anthropos, 2001, carta XIV.
Las coordenadas actuales de centro y periferia son herederas del sentido de la apertura vindicado por la construcción romántica que entronca con la supremacía de lo subjetivo, como explicaré a continuación. Por primera vez, sin la renuncia al concepto de totalidad, se reclama la necesidad de armonía para aunar términos aparentemente antagónicos, como lo natural con lo artificial, lo ingenuo y lo sentimental, lo místico y lo maldito o lo clásico y lo moderno. La historia no es leída sólo como pasado sino también en cuanto futuro, lo que la conecta con la importancia del instante presente. Verdad y belleza son sólo dos modos distintos de considerar lo uno absoluto, como complemento de sus segmentos, pero no como sistema cerrado sino abierto. Por ello, se considera fundamental la introducción del principio de arbitrariedad en toda creación estrechamente vinculado a la libertad individual. Aunque exista “a priori” una oposición entre conceptos como la inteligencia, lo representado y lo consciente, y la naturaleza, meramente representable y lo inconsciente,
9
es necesario, de acuerdo con Schelling 9, la búsqueda de una coincidencia recíproca que
Vid. Schelling, F. Sistema del idealismo
los enlace.
transcendental, Anthropos, ed. 1988.
115
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“Las coordenadas actuales de centro
Si lo central hasta la Ilustración era la conciencia de la razón, para los románticos
y periferia son herederas del sentido
debe conciliarse con la dimensión irreductible de lo hasta entonces periférico (inconscien-
de la apertura vindicado por la
te). La tarea es explicar esta coincidencia, ya que en el saber mismo se reúne lo objetivo
construcción romántica que entronca
con lo subjetivo. La estructura se aborda desde el interior no sólo cómo objeto externo. En
con la supremacía de lo subjetivo”
el actuar común, el actuar mismo se olvida tras el objeto de la acción; el filosofar es también un actuar, pero no un actuar sólo, sino al mismo tiempo un permanente autointuirse en este actuar. Con la introducción del concepto de inconsciente en Schelling, que luego construiría Freud, el sujeto queda fraccionado entre dos discursos (el racional y el irracional) lo que remite de nuevo al juego del lenguaje que tanta importancia adquiere respecto al centro y la periferia de cualquier sistema, incluso del mínimo núcleo desgajado que se constituya en microorganismo. La ruptura de un discurso único a partir de la fragmentación de todos los órdenes quiebra definitivamente el afán totalizador de la teoría clásica asentada en la ficción del mundo de la realidad aparente, sea bajo las formas que sea. Por consiguiente, en lo subjetivo, en la conciencia misma, se muestra al mismo tiempo aquella actividad consciente e inconsciente. El mundo real del arte y de los objetos son productos de una y la misma actividad, el encuentro de ambas cosas. Planteamiento central en el ámbito del pensamiento actual y de las artes 10 por lo que, frente al término de Omar Calabrese de neobarroco para
10
No es casual que las últimas tendencias
el siglo XX, cabe señalar la fuerte impronta neorromántica en el revival del XXI.
de la arquitectura ya en pleno siglo XXI, como han apuntado en este seminario
Ese desplazamiento de las coordenadas tradicionales del sistema son las que cri-
Iñaki Ábalos y María Luisa González,
tica Hegel para volver al anhelo totalizador a partir de su noción histórica. No obstante,
aborden la estructura desde su interior,
me interesa apuntar cómo en Lecciones sobre la estética 11 el filósofo entra en terrenos
primando la importancia de la percepción
resbaladizos respecto a lo oclusivo de su filosofía del espíritu y señala que la dialécti-
sobre la experiencia racional del objeto,
ca se establece como la disputa entre un límite, que tanto concluye como comienza y
lo que permite sistemas abiertos a
unas limitaciones, que únicamente concluyen, finalizan. A partir de dichos presupues-
partir de la noción aristotélica del fluir.
tos, ahonda en la multiplicidad de significados de un significante (trasladable a centro
También para Rem Koolhaas (Delirio de
y periferia) que para él se encarna en el símbolo: “El símbolo propiamente dicho es en
Nueva York, ed. Gustavo Gili, Barcelona,
sí enigmático por cuanto la exterioridad con que un significado universal debe acceder
2004), la retícula es, sobre todo, una
a la intuición sigue siendo todavía distinta del significado que tiene que representar
especulación conceptual. Por ello, pese
(Darstellen), y está por tanto siempre sometido a duda en qué sentido debe tomarse
a su aparente neutralidad, es superior la
la figura.”
construcción mental sobre la realidad.
Los símbolos propiamente dichos son, antes y después, problemas irresueltos. Por ello,
11
Vid. Hegel, G.W.F. Lecciones sobre la
es necesario demorarse en lo diverso (bei Verschiedenem zu verweilen) y ensamblar en uno
estética, Madrid, Akal, 1989, pág. 48.
lo doble. Mediante el juego expresión-significado existe una duplicidad por lo que en el centro de todo concepto (centro, periferia) se encuentra la capacidad de expandirse, de ir más
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117
allá de sí, de superarse modificando su sentido primero. Es la dispersión (Zerstreuung) que
“Mediante el juego expresión-
suscita y yuxtapone imágenes no inmediatamente pertenecientes a la cosa y al significado y
significado existe una duplicidad por
que asimismo pasan también de lo afín y heterogéneo. Estas derivas hegelianas que resultan
lo que en el centro de todo concepto
decisivas en la crítica del sistema encuentran un notable parentesco con las grietas kantia-
(centro, periferia) se encuentra
nas de la Crítica del Juicio.
la capacidad de expandirse, de ir más allá de sí, de superarse
Y son, precisamente, dichos presupuestos los que la praxis marxista deshecha con
modificando su sentido primero”
posterioridad para realizar una desvalorización del sistema hegeliano y construir una nueva totalidad. En este caso, la renuncia a la apertura queda justificada en la subordinación a unas estructuras económicas y políticas rígidas que eviten la desintegración de dicho sistema. Como explica Jouvenel 12: “Este Todo no es un hecho, por más cuidado que se
12
ponga en romper todas las tradiciones y todas las formaciones particulares existentes. Es
Vid. Jouvenel, B. Du Pouvoir,
una ficción que se pretende tanto más ardientemente acreditar cuanto que constituye el
ed. Hachette, París, 1972.
título habilitador del poder.” A mi juicio, esa cerrazón de las infraestructuras políticas y económicas serían las que harían insostenible la consolidación del sistema marxista. De hecho, en el terreno artístico e intelectual, si en un primer momento la subversión de sus valores fomentó el apoyo revolucionario de las primeras vanguardias, después la burocratización y supeditación del arte a sus presupuestos sociales y económicos, con la disolución de la individualidad como elemento antirrevolucionario y la vindicación del llamado realismo socialista, creó una situación asfixiante en dicha praxis. Y estos presupuestos, paradójicamente, siguen alimentando algunos discursos actuales del tardo capitalismo excluyente, en los que al sujeto sólo le resta la alternativa de convertirse en amo o esclavo, inserto en unas estructuras férreas de la realidad.
2.2. La renuncia a la pretensión de totalidad Nietzsche renuncia a la pretensión de totalidad con su apuesta por la radicalidad de lo uno y fundamenta su absolutismo estético a partir de presupuestos abiertos. Si bien, en esa exaltación de lo estético como legitimación del mundo y de la existencia se sigue advirtiendo la nostalgia por el orden perdido y el canon griego. Y así, lo expresa sin equívocos 13: “La filosofía alemana como un todo —Leibniz, Kant, Hegel, Schopenhauer, para
13
nombrar a los grandes— es el tipo más profundo de romanticismo y nostalgia que haya
Vid. Nietzsche, F. Aurora: reflexiones
habido hasta ahora: el anhelo de lo mejor que jamás haya existido.” La renuncia a un sis-
sobre prejuicios morales, Alba, ed.
tema filosófico cerrado y total también parte de una convicción rotunda: “Lo nuevo de
1999; Heidegger, M. Nietzsche,
nuestra posición actual respecto de la filosofía es una convicción que ninguna época ha-
vol. II, Destino, ed. 2000.
bía tenido: que no tenemos la verdad. Todos los hombres anteriores tenían la verdad, incluso los escépticos”.
118
I Seminario ATLÁNTICO de PENSAMIENTO
Con posterioridad, Heidegger también de acuerdo en que la última sistematización con
14
Vid. Heidegger, M. Nietzsche, vol.
pretensión de totalidad fue la hegeliana 14 no trata de emular la metafísica tradicional sino
I, Destino, Barcelona, 2000.
que se plantea una nueva construcción a partir del presupuesto de que en medio de lo ente en su totalidad se presenta un lugar abierto. “El ente debe ser llevado a lo abierto de su ser y el ser a lo abierto de su esencia. Por eso, conocer en su propia esencia quiere decir retroceder al fundamento esencial ya abierto aunque todavía no desplegado” 15.
15
Vid. Heidegger, M. “El origen de la obra
El concepto de verdad, del vocablo griego alethéia (desocultamiento), queda vincula-
de arte” (1935/36), en Caminos de
do al proceso de desvelamiento. La mirada al ser (constituido por centro y periferia) es la
bosque, Alianza, últ. ed., 1998, pág. 38.
apertura de lo oculto a lo desoculto, como relación fundamental con lo verdadero. La aprehensión total de la verdad es imposible ya que siempre hay una cara que se oculta cuando
“La mirada al ser (constituido por
se ilumina el ente. El centro, al igual que la periferia, emana destellos de luz pero siempre
centro y periferia) es la apertura
conserva lugares ocultos. Éstos existen en otro ámbito, es la otra percepción de centro y
de lo oculto a lo desoculto, como
periferia, esto es, la otra cara de la completa percepción de lo abierto.
relación con lo verdadero. El centro, al igual que la periferia, emana
Si existe algún lugar en el que sea posible la inversión fuera del ámbito de los objetos
destellos de luz pero siempre
y su representación, en dirección hacia lo más íntimo del espacio del corazón, hacia lo ver-
conserva lugares ocultos”
daderamente central, ese lugar se halla en el lenguaje como recinto (templum), esto es, la casa del ser. Por eso, corresponde a los poetas recuperar el rastro de los dioses huidos en tiempos de penuria. Para Heidegger 16: “Los poetas del género de esos más arriesgados
16
Vid. Heidegger, M. “¿Y para qué poetas?”, cit., pág. 231.
se encuentran en camino hacia la huella de lo sagrado, porque experimentan como tal la falta de salvación. Su canción por encima de la tierra salva y consagra. Su canto celebra lo intacto de la esfera del ser”. En El libro de horas 17 Rilke conecta con la íntima relación del ser con lo abierto de la
17
Vid. Rilke, R.M. Versos de un joven
existencia. En la primera estrofa ya anuncia:
poeta, Mondadori, Madrid, últ. ed. 1999, que recoge los poemas escritos por este autor entre 1897 y 1906.
Vivo mi vida en círculos que se abren sobre las cosas, anchos. Tal vez no lograré cerrar el último pero quiero intentarlo. La vida se circunscribe a círculos que se abren y rodean al ser. Éste se sitúa en el mundo a partir de ese curioso giro y a la intensificación que desarrolla su conciencia. De acuerdo con Parménides, el ser es semejante a la masa de una esfera bien redondeada, cuya fuerza es constante desde el centro en cualquier dirección, también hasta la periferia. 18
18
Vid. Borges, J.L. “La esfera de Pascal”, Otras Inquisiciones en Obras
El círculo engloba o abraza a todo lo ente, de tal modo que en esta unificación es el
Completas, Emecé, Madrid, 1989.
ser de lo ente como central en toda su extensión. Lo esférico no reside en una especie de rodeo que abarca, sino en el centro desocultador que resguarda, iluminando a lo presente.
I Seminario ATLÁNTICO de PENSAMIENTO
Por ello, ese carácter esférico del ser se presenta de forma demasiado ligera y superficial si el uno unificador no se hace presente en el desocultamiento. Se retorna así a la paradoja heideggeriana de que la creación de una seguridad procede de los que arriesgan más y éstos tienen que arriesgarse en el lenguaje. Los que arriesgan más arriesgan el decir. “Su decir atañe a esa inversión rememorante de la conciencia, que vuelve nuestra desprotección hacia lo invisible del espacio interno del mundo”. 19
19
Vid. Heidegger, M. “¿Y para qué
Es en este espacio, central y periférico a la vez, en el que se puede percibir la verdad,
poetas?”, cit., pág. 232.
como claro y encubrimiento de lo ente, y esto acontece desde el tiempo y lugar en que se poetiza. Siguiendo las tesis de Nietzsche, Heidegger y Rilke, toda existencia en su esencia es un poema y la vida, poesía, plena de misterio y belleza como un modo de ser de la verdad. Por eso, la vecindad entre poesía y pensamiento es lo más difícil de pensar, y para ello no se puede renunciar a esa otra percepción, la otra cara oculta del ser, que cuando se desvela vuelve central a lo periférico. Y en ese proceso de búsqueda de la verdad está siempre presente la belleza pues ambas en su esencia se refieren a lo mismo: al ser. Como dice Heidegger, lejos de nuestra intención está pretender resolver el enigma que es el propio ser en el tiempo (centro-periferia). “Nuestra tarea consiste en ver el enigma” 20. Por eso la primera pregunta parte de
20
la relación del arte con la verdad. Para aproximarse a este enigma nada mejor que utilizar
Vid. Heidegger, M. “El origen de
una obra artística en la que juegan las coordenadas de centro y periferia.
la obra de arte”, en Caminos del bosque, cit., pág. 57. 21
La recompensa del adivino
Giorgio De Chirico (1888-1978) concluye La recompensa del adivino en 1913,
El desvelamiento de la obra artística La recompensa del adivino, de Giorgio De Chi-
influido por el intenso panorama artístico
rico 21, es un ejemplo de las nuevas coordenadas de centro y periferia que se vislumbran a
de Munich donde reside entre 1906-
partir de la reformulación de lo abierto por la modernidad. De Chirico parte, dada la falta
1910 y conecta con el simbolismo
de correlación explícita entre el significante-título y el contenido del cuadro, de un primer
centroeuropeo y especialmente con
descentramiento para dar lugar a nuevos significados.
el pintor suizo Arnold Böcklin. Aunque la escena muniquesa ofrece diversas
La figura clásica, reclinada en estado de somnolencia, constituye el centro de una com-
alternativas —simbolismo, modernismo,
posición que irradia un sistema de aperturas, basado en la superposición de planos. El arco
incipiente expresionismo—, la elección
situado en primer término remite a un espacio de amplitud que coexiste con la cerrazón del
del joven pintor italiano tiene que
muro anexo a la estación trasera. Y, en último lugar, un tren apenas perceptible se sitúa junto
ver con sus lecturas de entonces, en
con las palmeras lejanas que construyen el horizonte incierto de lo aparentemente periférico.
las que priman filósofos alemanes como Schopenhauer y, sobre todo,
A partir de la posición central de la estatua clásica, como representación de la nostalgia por el orden perdido, De Chirico se sitúa en un pensar metafísico que conecta con el
Nietzsche. (Vid. Giorgio De Chirico, Ed. Polígrafa, Barcelona, 1995).
119
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I Seminario ATLÁNTICO de PENSAMIENTO
La recompensa del adivino, de Giorgio De Chirico, 1913.
ser del ente heideggeriano. Esta figura que reposa sobre la roca irradia un juego de luces y sombras cuya colocación logra que la mirada se concentre en ella y aparezca instalada como la visión de lo esencial. El centro, que atrae y media, cierra un círculo sobre sí mismo. A la vez, establece una doble relación con lo abierto. En primer lugar, se introduce en la composición a partir de la corriente de atracción que inscribe al ente dentro de lo que no se cierra. “Así pues, este centro abierto no está rodeado de ente, sino que el propio centro,
22
Vid. Heidegger, M. “El origen de
el claro, rodea a todo lo ente como esa nada que apenas conocemos”. 22
la obra de arte”, cit., pág. 38.
Y, por otra parte, el aspecto de somnolencia de la esfinge establece una relación con una inconsciente imbricación que simboliza también la apertura. En palabras de Heideg-
23
Vid. Heidegger, M. “¿Y para qué poetas?”,
ger, con influencias de Lacan 23: “Con la intensificación de la conciencia, cuya esencia es
cit., pág. 212; Vid. Alemán, J. y Larrieta,
para la metafísica moderna la representación, también aumenta el estado y la forma de
S. (Lacan: Heidegger. El psicoanálisis
estar enfrentados de los objetos. Cuanto mayor es la conciencia, tanto más excluido del
en la tarea del pensar, Miguel Gómez
mundo se ve el ser consciente”.
Ediciones, Málaga, 1998) cuando explican que en 1951 Heidegger se pronuncia
El hombre De Chirico es el hombre moderno, aunque su esencia se remita al clasicis-
tajantemente contra el psicoanálisis,
mo. Por eso, la historicidad del “ser ahí”, con este extrañamiento en la composición, mues-
y poco más tarde entrega a Lacan
tra que este ente no es temporal por estar dentro de la historia, sino que, a la inversa, sólo
el texto “Logos” que éste traduce y
existe y puede existir históricamente por ser temporal en el fondo de su ser. 24
publica en una revista psicoanalítica.
Todas las contradicciones mencionadas se desvelan a partir de la sensación de ex-
24
Tesis central de Heidegger en
trañamiento en la que el claro-oscuro genera un vacío. La luz, “lichtung”, (término que
Ser y Tiempo, pág. 497 y ss.
Heidegger también utiliza en el sentido de lo abierto) establece una tensión particular. La
I Seminario ATLÁNTICO de PENSAMIENTO
luminosidad en la piedra es la que hace que se torne patente el día. Su seguro alzarse es el que hace visible el invisible espacio del aire. Como contraste, el edificio oscuro al fondo abre un mundo incierto y, al mismo tiempo, lo vuelve a situar en un plano distinto con el tren apenas perceptible en movimiento. Por eso, cuánto más se contempla este cuadro de Chirico se desvanece la inicial placidez de la atemporalidad que parece dormir en la soleada plaza y se produce el mencionado extrañamiento no sólo por la gratuidad de lo que el mundo sea sino por la contingencia que deriva de una periferia desconocida. La opacidad representa lo que se escapa no sólo del propio espacio con las confusiones entre centros y periferias sino de la temporalidad y la propia existencia. Ya no existe una conciencia representativa y transparente de un sujeto en relación a un objeto, un tiempo o un lugar. Es la grieta que atraviesa el ser ahí, diferido y fragmentado por el azar y la contingencia coexistiendo con un extraño grado de determinación.
Epílogo. Después del subjetivismo radical posmoderno, la coexistencia del sujeto con el sistema no clausurado En pleno siglo XXI es quizás más radical y acelerado el intento homogeneizador y oclusivo del mercado, y la alineación del individuo. El tardo-capitalismo ya consolidado como sistema hegemónico ha integrado el carácter subversivo de los discursos. El juego de la mercancía cada vez con más potencia difumina relaciones personales desarrolladas por la contradicción y con desplazamientos acelerados de centros y periferias que impulsan a la disolución. Como explica Jameson 25, la aproximación al presente
25
mediante el simulacro, confiere a la realidad actual y a la apertura del presente histórico
Vid. Jameson, F. El posmodernismo
la distancia y el hechizo de un espejo reluciente. El revival continuo de tiempos que fluc-
o la lógica cultural del capitalismo
túan converge como síntoma sofisticado de la liquidación de la historicidad, la pérdida de
avanzado, Paidós, Barcelona, 1995.
la posibilidad vital de experimentar la historia de un modo activo. En el ámbito estético, la utilización del lenguaje televisivo, del vídeo y la publicidad, y los nuevos programas de ordenador como símbolos de la cultura de masas, que complementan el lenguaje cinematográfico y fotográfico, ya paradigmas de la modernidad suscitan la reformulación de los conceptos de centros y periferias. Por un lado, la manipulación de dichos medios conduce a un nuevo discurso global en el que se transmiten fundamentalmente valores mercantilistas. Así, resalta lo novedoso, equivalente a lo central, frente a lo periférico, es decir, lo que aceleradamente ha quedado desfasado (móviles, ordenadores... y hasta el propio cuerpo, sujeto al botox y a la dermoestética). En esta realidad cibernética, cambiar el sistema, no es más que reemplazar windows por mackintosh.
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I Seminario ATLÁNTICO de PENSAMIENTO
Obra de la muestra Las Pasiones del videoartista Bill Viola, producida por la J. Paul Getty Fundation y organizada por la Fundación “La Caixa”. Ed. Fund. La Caixa, 2004.
I Seminario ATLÁNTICO de PENSAMIENTO
Por otro lado, se potencia virtualmente la vivencia individual y lo central y periférico se intercambian continuamente en la digitalización de la experiencia y surgen ámbitos inesperados de expresión para el individuo. Como apunta Koolhaas 26, la
26
disciplina bidimensional de la retícula crea una libertad inesperada para la anarquía
Vid. Koolhaas, R. Delirio de
tridimensional.
Nueva York, cit., pág. 20.
A partir de ahí, es preciso desvelar las referencias a algo más profundo, que está por debajo o más allá de la línea de vista normal. En este sentido, Bill Viola en “The Passions” 27
27
muestra como lo virtual puede esconder registros inesperados. Para ello utiliza pantallas de
Vid. Viola, B. Las Pasiones, Catálogo
plasma con marcos que sugieren las formas y la sustancia de los cuadros de los maestros
de la exposición producida por The
antiguos, pero las imágenes se presentan mediante una corriente inmaterial de partículas
J. Paul Getty Museum, Los Angeles
que son perfectamente arbitrarias (podrían ser de AOL tanto como de NFL). Este lenguaje
y organizada por la Fundación “La
artificial se mediatiza por la escenificación de unas pasiones plenas de teatralidad. Las per-
Caixa”, ed. Fund. La Caixa, 2004.
sonas de aspecto normal que salen en las pantallas son actores y sus emociones son falsas, o al menos las han provocado voluntariamente; y sin embargo su atracción puede ser más central de lo que parecen en un inicio. A partir de fórmulas propias de la publicidad, de la MTV y de los telefilmes de Hollywood, Viola pone de manifiesto las contradicciones y correlaciones entre lo central y lo periférico, lo natural y lo artificial, lo real y lo ficticio hasta llegar a fundirse. En lo artificial también se esconde lo invisible, por eso, los rostros de sus personajes muestran desde alegría a miedo, un terror artificial, pero en definitiva real. Y el miedo que reflejan esas caras sigue siendo un sentimiento central en tiempos de aceleración. Miedo que ha existido siempre y continúa. “El miedo adopta siempre la máscara, el estilo de los tiempos. La oscuridad de la caverna del espacio cósmico, las visiones de los eremitas, los engendros del Bosco y de Cranach, los tropeles de brujas y demonios de la Edad Media son eslabones de la eterna cadena de la angustia, eslabones de una cadena a la cual se encuentra soldado el ser humano, como lo estuvo Prometeo al Cáucaso”. 28
28
Vid. Jünger, E. La emboscadura,
Miedo y angustia que en la actualidad transmiten un paisaje desolador de guerras, im-
Tusquets, ed. 1993.
potencia y devastación, en el que el mundo es también escenario de ejércitos de microbios y virus de todas clases mutando de animales a humanos. Y es en este punto donde vuelvo a la antinomia para negar, de nuevo, la clausura del sistema o de las redes en que estamos insertos. En palabras de Jünger 29, para todos los poderes que quieren propagar el horror, el
29
rumor nihilista representa el medio más fuerte de propaganda, seducción a la que sucum-
Vid. Jünger, E. “Sobre la línea” (Über
be en muchos casos la persona singular. Pero aunque el derrotismo está asombrosamente
die Linie) en Acerca del nihilismo,
extendido, cuando se consigue “traspasar la línea” el optimismo puede alcanzar estratos
Paidós, Barcelona, 1994, pág. 20 y ss.
en los que el futuro dormita y es fecundado.
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I Seminario ATLÁNTICO de PENSAMIENTO
Existen otras maneras de situarse en el mundo a partir de un microdiscurso, desprovisto de maximalismos apocalípticos y contrario a un nihilismo más que extendido, porque también emergen del ser vivencias más esperanzadoras. En ese marco es posible la ética de la acción que ha de pasar por el quererse a uno mismo, sin prescindir de la necesaria vida interior 30, para respetar también al otro.
30
Vid. Schopenhauer, A. Arte del buen vivir (4ª ed., Madrid, Edaf) donde señala que
En este contexto es en el que se habla de la creación y la recreación de ser artesa-
sin la necesaria vida interior los pobres
nos de la belleza de la propia vida. Una belleza, schön, en estrecha relación con lo bue-
mueren de dolor y los ricos de tedio.
no de acuerdo con las reminiscencias platónicas que también apunta Gabilondo 31: “En la búsqueda del bien lo que se muestra es lo bello y esta es su primera característica para
31
Vid. Gabilondo, A. Mortal de
el alma humana”. Añade Borges 32, el hombre que tiende a la bondad es inteligente, y uno
necesidad: la filosofía, la salud y la
malo es, además, imbécil. Con el tiempo, uno confirma que las aptitudes morales e inte-
muerte, Abada editores, 2003.
lectuales no están disociadas.
32
Vid. Borges, J.L y Ferrari, O.
También hay que ejercitarse en vivir el presente a partir de una transformación de la
Diálogos, Seix Barral, ed. 1995.
relación con el tiempo donde halla lugar para la serenidad. Para ello, es necesario vencer el miedo a la muerte. La muerte no es periférica, como tratamos de representarla, es central y nos acompaña desde que nacemos. Es en esa línea en la que es posible la acción que abre nuevos escenarios, no tanto utópicos, pero sí con el aliento necesario del sapere aude kantiano (haz lo que creas y sientas, no lo que te impongan) y de las políticas de la amistad de Derrida que protegen frente a un tiempo a veces oscuro, como un raro eclipse lunar, con la fuerza que confiere saber que al día siguiente se puede descubrir un nuevo destello marino iluminando el horizonte. Es también ese poder de la fantasía para constituir realidad en la autoconciencia, en el viaje interior que conduce a las profundidades de nuestro espíritu (central o periférico, ¡es lo mismo!) y da cauce en su superficie a acciones bellas, que se funden con la totalidad y alimentan el espíritu. Es entonces cuando el enigma se desvela, el espíritu se reconoce y surgen los versos: Se te ha aparecido un misterio/ Que se guardaba en secreto desde hacía mucho tiempo / Ha amanecido una mañana/ Ya la oscuridad no eres tú.
PAISAJES MUDABLES FLORA PESCADOR
Doctora arquitecta. En la actualidad ejerce como directora de
Flora Pescador
la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), de la que es también Profesora Titular de Universidad de Urbanística y Orde-
nación del Territorio y Master de Arquitectura del Paisaje. Es una reputada experta en materia de territorio y paisaje, faceta que se ha convertido en uno de los puntos fuertes del estudio profesional que comparte con el también arquitecto Vicente Mirallave. Pescador destaca, a su vez, por ser una de las mujeres que más se han tomado en serio en Canarias el desarrollo de un trabajo teórico, de una producción intelectual en torno a su disciplina en las Islas. Es, en este sentido, autora del libro Viaje a través del patio, colaboradora del libro MAS urbanismo y de otras publicaciones y artículos en revistas de proyección nacional e internacional. Participa, por lo demás, habitualmente en distintos proyectos docentes, dirección de master y de investigación relacionados con el paisaje y el urbanismo. Su estudio profesional ha llevado a cabo, a su vez, gran número de planes, proyectos y obras, recibiendo por ello en algún caso diversos premios y menciones, como fue el primer premio por el proyecto de la CICER en la playa de Las Canteras (Las Palmas de Gran Canaria). Asimismo, ha sido redactora en colaboración de las Directrices de Ordenación del Paisaje para el Gobierno de Canarias.
I Seminario ATLÁNTICO de PENSAMIENTO
La teoría del límite hasta hace unos años servía en urbanismo para acotar fragmentos de realidad y dar una explicación de sus fenómenos. En la actualidad este axioma que partía de la determinación moderna de organización del mundo a partir de la disposición espacial del trabajo, el ocio o el descanso hace tiempo que desapareció y el lugar del ocio o del trabajo hoy pueden llegar a confundirse. Constatamos con una cierta perplejidad cómo en la actualidad los límites disciplinares se desdibujan y ya sabemos de sus dificultades para explicar con claridad la realidad de lo urbano. Paradójicamente las fronteras se con-
“Paradójicamente las fronteras se
vierten en una banda ancha en donde sucede todo tipo de acontecimientos o acciones de
convierten en una banda ancha
gran intensidad, en donde los conceptos de centro y periferia, figura y fondo, paisajes y
en donde sucede todo tipo de
culturas se solapan y ya nada parece ser lo que era.
acontecimientos o acciones de gran intensidad, donde los conceptos de
Si hace muchos años la construcción de un muro podría significar la necesaria se-
centro y periferia, figura y fondo,
paración o delimitación del mundo para poder llegar a controlarlo o comprenderlo en la
paisajes y culturas se solapan y
actualidad esta separación entre mundos reales o disciplinares se vuelve más y más com-
ya nada parece ser lo que era”
pleja por su enorme grado de caducidad. Por otra parte los flujos de información y la naturaleza líquida y especializada de la economía difunde y deslocaliza cualquier cosa en cualquier parte. El hombre construye sus redes sobre el mapa global, organiza sistemas de múltiples centralidades que se extienden de una forma más o menos homogénea por el territorio en donde la accesibilidad se convierte en el concepto clave para posicionarse en situaciones de mayor privilegio. La virtualidad y velocidad de este fenómeno trasladan y difunden la cualidad de lo urbano y la multiplicación de las cualidades de la centralidad a cualquier parte. El todo y la parte desde este punto de vista paradójicamente se convierten en conceptos semejantes.
127
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I Seminario ATLÁNTICO de PENSAMIENTO
Playa en Viena
En este contexto las imágenes del mundo se proyectan sobre el imaginario colectivo a la manera de los parques paisajistas del siglo XVIII. Sobre un fondo común aparece un inmenso catálogo de fantasía y lugares del deseo. La tematicidad de las imágenes se construyen sobre auténticos paisajes mudables que en su variada oferta nos ofrece el mundo como destino de nuestros sueños. Ya sabemos que una buena parte del deseo se alimenta de imágenes. El cine produce imágenes exportables y múltiples escenas que se proyectan hacia el futuro o hacia el imaginario común y que poco a poco se pueden consolidar como materiales de nuestra realidad. También el cine es un gran inductor de esta percepción singular, de hacernos sentir que vivimos en un mundo intersubjetivo de periferias centrales a través de la producción de información, comunicación, transferencia, dispersión, control o ensoñación. Del mismo modo el paisajismo tradicionalmente construyó marcos, encuadres que ayudaban a focalizar una imagen, a delimitar una neta separación entre el mundo de lo real y el mundo de los deseos. Hoy en día el paisajismo ha destruido los marcos y se ha fusionado con las múltiples interpretaciones que pueden organizarse desde la idea de lugar. Como en el cuento del Principito de Saint Exupery en el que la boa que se traga a un elefante la forma no determina el significado, ni el contenedor condiciona la utilidad del contenido porque la apariencia de las cosas o el determinismo entre forma y contenido hace tiempo que perdió su lectura simple, la apuesta actual del contenedor
I Seminario ATLÁNTICO de PENSAMIENTO
129
de actividades puede ser cualquiera y las imágenes que proyectan también pertenecen al mundo de los flujos. Observamos en gran número de ejemplos de proyectos públicos que lo que funciona son los programas híbridos que son capaces de adaptarse a casi cualquier cosa o actividad. La imagen de movilidad, la diacronía de imágenes múltiples, el espacio asociativo e interactivo son realidades que empiezan a configurarse en algunos de los diseños más actuales del espacio público. Las actividades se ligan desde la flexibilidad, la movilidad programática y la fluidez frente a cualquier estatismo o uso predeterminado. Una cubierta, una plataforma de aparcamientos o una plaza bien gestionadas en el tiempo pueden llegar a albergar un auténtico programa complejo de eventos de ocio, de cultura de arte o de deporte. El espacio urbano público se adapta como ningún otro a la dinámica de los paisajes procesuales y estacionales; ejemplos como las orillas del Sena, normalmente lugares colonizados por difíciles situaciones de tráfico, se convierten en los meses de verano en una auténtica y relajante playa urbana en donde desarrollar un cada vez más extenso programa de ocio y deporte. Iniciativa que ha producido con su enorme éxito situaciones de rebote en muchas otras ciudades como Roma, Nueva York, Viena, Copenhague o Berlín. El solape de paisajes crece con el aumento de la tecnología y de las oportunidades que concede. El contexto urbano puede funcionar como un fondo en donde trabajar a lo largo del tiempo con diferentes figuras en donde la aspiración del viaje y de movilidad a través de los lugares se puede realizar sin necesidad de comprometer ningún tiempo de desplazamiento y quizás sea el mundo del ocio el fenómeno que mejor explique esta enorme variabilidad y mutabilidad de los paisajes y en donde la confusión entre realidad y virtualidad contexto y simulacro se lleve a sus últimas consecuencias. El turismo no siempre necesita paisajes reales si lo que se oferta tiene una relación
“El turismo no siempre necesita
directa con el ocio. Los paisajes insulares de turismo de sol y playa se originaron en terri-
paisajes reales si lo que se oferta
torios muy valiosos desde el punto de vista del paisaje o del medioambiente pero hoy, al
tiene una relación directa con
cabo de los años, ya sabemos que esto que era un requisito en origen en la actualidad sim-
el ocio. Los paisajes insulares de
plemente se puede sustituir por la construcción de paisajes artificiales.
turismo de sol y playa se originaron en territorios muy valiosos desde el
La eficiencia en la oferta del ocio se ha concretado en la necesidad de un absoluto
punto de vista del paisaje pero hoy,
control de las variables que le afectan. No funciona igual de bien un poblado tradicional
al cabo de los años, esto se puede
como la construcción de un poblado al estilo tradicional en donde todas las variables de la
sustituir por paisajes artificiales”
oferta quedan condicionadas a la consecución de objetivos de ocio perfectamente programados y controlados y en donde se minimizan o reducen la posibilidad de imprevistos. El ocio como negocio requiere cada vez más para su funcionamiento eficaz tener bajo control el tiempo y el espacio.
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I Seminario ATLÁNTICO de PENSAMIENTO
Tratar de analizar estos espacios de fantasía, y en muchos casos de muy dudosa calidad arquitectónica y urbana, con las herramientas de construcción del espacio urbano convencional nos puede llevar a errores de concepto o a un falso entendimiento de sus características (Edensor, 2005). En la ciudad tradicional sus monumentos, paisajes singulares o lugares precisan de plena identidad y reconocimiento y en ello reside su valor reconocido. En las instalaciones turísticas, por el contrario, la movilidad de los paisajes, el juego, la transferencia, el pastiche y la ensoñación funcionan como en el cine dirigiéndose directamente a un imaginario colectivo. Los patrones de reconocimiento de estos espacios o la cantera de imágenes de la cual se alimenta pertenecen a cualquier lugar, son auténticos paisajes mudables. Es necesario cambiar nuestra posición teórica frente a ellos para no llegar a
Interior de Tropical Islands, un inmenso lifestyle resort que incorpora playas artificiales y ditintos ambientes tropicales, situado en un antiguo hangar militar en Brand, en las inmediaciones de Berlín.
conclusiones erróneas. Hace años la construcción indiscriminada de la costa se alimentaba exclusivamente de la primera línea de playa con sol garantizado; hoy el paisaje de la playa sin más es insuficiente frente a las demandas de mayor control visual y del espacio. El turismo desarrollado funciona sobre el paisaje estandarizado a partir de claves y mensajes de fácil reconocimiento como el de islas paraíso o naturalezas cálidas (Martín, 2005). Aunque busca producir asombro y sorpresa en realidad invoca espacios identificables por cualquier colectivo. Sólo así se explica la necesaria ordenación de cualquier urbanización casi siempre opaca hacia fuera y abierta hacia su espacio propio y controlado, su auténtica primera línea. Cada actuación busca distinguirse de las demás porque entran directamente en competencia, razón por la que los vínculos entre ellas son siempre mucho más débiles que cualquier otro tipo de urbanización convencional. Esto afecta a los lugares públicos, paseos o espacios libres; en todos estos casos, salvo excepciones, simplemente se omiten, no son lugares que puedan integrarse fácilmente en la demanda del espacio turístico como negocio. El catálogo de paisajes ofertados se dispone a las maneras de los coleccionistas de naturalezas del siglo XIX. Será cualitativamente más rico cuanto más variada sea su composición, como aquellas cajas con colecciones de mariposas de gran variedad y exotismo. La fugacidad, la movilidad y la mutabilidad forman parte de su verdadera naturaleza, porque será más rica la visita turística si se consigue un gran número de experiencias en un menor espacio de tiempo. Éste posiblemente es el principio de los parques temáticos. Funcionan como verdaderos condensadores placenteros del tiempo y el espacio en donde obtener síntesis y experiencias rápidas a modo de zapping de distintos imaginarios urbanos, como poblados canarios, port aventura, pueblos chicos, mini citys y demás. También los cambios de escala del mundo los podemos encontrar en las ofertas de las mini islas de atolones artificiales construidas en los Emiratos Árabes Unidos pero también en las playas tropicales artificiales construidas en el interior de naves muy sofisticadas en Japón, como el Ocean Dome de Miyazaqui, con un estricto control del paisaje interior que reproduce el sonido del mar, su oleaje, la luz y unas condiciones térmicas confortables. O como la realizada en un antiguo hangar de zeppelines localizado en la llanura de Branderburgo, en donde burlar las condiciones climatológicas y espaciales y recrear un retazo de un paisaje balinés exótico y añorado. Se trata auténtico elefante instalado plácidamente en la barriga de una boa. Esta forma de proceder como es lógico tiene sus riesgos, porque el turismo y sus paisajes banalizan en sus réplicas y espejismos el verdadero significado de la realidad. El éxito de esta oferta está en relación directa con la
Fotografía: Joseph Grima
del concepto de isla o paraíso trasladado en el tiempo y en el espacio hasta sus últimas consecuencias, como un
I Seminario ATLÁNTICO de PENSAMIENTO
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previa disposición al engaño y complicidad del usuario a su comodidad y a su percepción cultural poco exigente. En el límite de todas estas ofertas se encuentra la focalización del destino en el espacio reducido de un hotel en donde satisfacer sin necesidad de desplazamientos todas las necesidades del ocio previstas en el viaje. También la información a través de sus canales y sus flujos nos trasladan con facilidad en este mundo de redes desde nuestra posición local hacia cualquier otra posición global. La Arquitectura responde a estas circunstancias, y son muchos los modelos globales que de una forma creciente construyen nuestro paisaje local, como las viviendas semejantes de adosados que proliferan por doquier. Las conexiones formales pero también las virtuales nos devuelven imágenes que como ecos reproducen formas de vivir idénticas en latitudes ya no tan lejanas. Los contenidos materiales de esta forma de vivir se reproducen miméticamente de aquí a allá en un mundo occidental de confort doméstico en donde hace más una política de diseño de formas de vivir como las que oferta la firma de mobiliario Ikea que cualquier tradición cultural local. Los muebles y la decoración del espacio doméstico revelan formas de ocupación, organizan los espacios, inducen una forma de cultura, determinan percepciones, condicionan formas de vida, sistematizan y organizan un espacio común y compartido. También la casa global nos conecta como punto fuerte frente a las relaciones sociales, lo urbano se disuelve en este caso en pequeños puntos de conexión global a partir del lugar periférico pero central en donde habitamos. Pero no nos llevemos a engaño en esta confusión entre los conceptos de centro y periferia y su correspondiente catálogo de paisajes mudables porque de la boa que se traga a un elefante podemos llegar a auténticos caballos de Troya. “Con todo, el discurso de mutabilidad
Parte de este discurso de mutabilidad de paisajes y de centro-periferia se tendría que
de paisajes y centro-periferia
retomar en este momento tras los sucesos ocurridos últimamente en Melilla o en París.
se tendría que retomar tras los
Quizás a partir de estos acontecimientos denominados por el arquitecto François Chaslin
recientes sucesos de París, que
como “guerras de extrarradio” (El País, 2005) sea necesario hacer la crítica acerca de los
nos llevan a reflexionar sobre lo
esfuerzos de integración social y cultural que muchas veces se dan por supuestos. Pro-
complejo de la nueva Europa. Las
bablemente el mundo de los flujos de información llegue a todas partes por igual pero no
situaciones de periferia (urbana) se
siempre se tienen las mismas oportunidades, todavía hay en el mundo grandes silencios
relacionan en la actualidad con las
de interacción virtual o de información. Estos sucesos no parecen fortuitos, en todo caso
derivadas del origen cultural de unos
su latencia nos lleva a reflexionar acerca lo complejo de la nueva Europa. Las situaciones
habitantes instalados en ghettos
de periferia se relacionan en la actualidad también con situaciones derivadas de los efec-
al margen de cualquier esfuerzo
tos sociológicos del origen cultural de los habitantes instalados en guetos al margen de
o modelo de integración social”
cualquier esfuerzo o modelo de integración cultural o urbana y con tendencias crecientes de disolución de cualquier vínculo cultural. Desde este punto de vista es posible que en
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Europa tengamos muchas áreas centrales pero también una inmensa y sensible periferia en donde los modelos de integración son una realidad todavía sin respuestas eficaces. Las características de esta nueva Europa la convierten en un laboratorio en donde ensayar modelos alternativos que tengan que ver con la integración social y urbana, con el desarrollo de la democracia y la toma de decisiones consensuadas. En este sentido se podrían comentar algunos ejemplos no convencionales que buscan encontrar modelos de integración en las periferias urbanas al tiempo que tratan de lograr una fuerte vinculación con sus habitantes. Heerlijkeid es un diseño para un parque en las afueras de Hoogvliet (Holanda), en donde el fomento de la diversidad, el diseño de espacios de libertad y el fomento del sentimiento de identidad están en la base de ambicioso proyecto. La firma inglesa FAT (Fashion Architecture Taste) es la encargada de la imagen y desarrollo de este proyecto comunitario que abrirá sus puertas en el año 2007 atendiendo a un extenso programa de eventos sobre el espacio público basado en los deseos de los habitantes según programas de ocio y recreación, con lugares donde los habitantes pueden organizar sus propios fiestas, cine al aire libre, deportes, barbacoas e incluso se posibilita el desarrollo de hobbies personales. También hay innovaciones en el mundo del planeamiento informacional como en el ejemplo que nos ofrece la universidad de Tecnische Universität de Darmstatd con la utilización de nuevas formas de consulta desarrolladas a través de herramientas en Internet. Se facilita así la toma de decisiones públicas y ciudadanas sobre temas locales por medio de consultas instantáneas que posibilitan decisiones colectivas sobre el espacio público común o permiten darle forma consensuada a un determinado planeamiento. Otros ejemplos más provocadores están en la reflexión sobre la alteración e inversión de los procesos de urbanismo tradicionales. Grupos de trabajo como el alemán Raumlabor-Berlin practican lo que denominan “urbanismo salvaje” en trabajos de integración de periferias como el realizado en Halle-Neustadt, un lugar en Alemania habitado por antiguos trabajadores de la industria química que ha perdido en poco tiempo mucha población y puestos de trabajo. El proyecto entiende la ciudad como un teatro en donde desarrollar experimentos y lugares alternativos que den curso libre a la imaginación de sus habitantes a partir de componentes como el azar o la instalación de construcciones efímeras de carácter lúdico. Estas son iniciativas de urbanismo comunitario que no buscan tanto involucrar a los organismos oficiales como dar instrumentos de intervención y de decisión a los propios ciudadanos a través de proyectos que posibilitan la identificación cultural y su reflejo en la organización espacial de los distintos barrios. Pero otras veces la innovación llega a través de los lugares que se construyen desde el más absoluto anonimato y al margen de cualquier oficialidad o convencionalismo o alejados de cualquier lógica de mercado o económica. Muchos lugares de la periferia son lugares de la falta de integración social, lugares del más absoluto olvido que de improviso salen de su estado de latencia para convertirse en los lugares de la más radical innovación. En
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Pintadas en trenes de la estación del Norte de Valencia
estos espacios del olvido urbano se generan dinámicas alternativas que a veces dan lugar a excesos de la ciudad o a manifestaciones de vida protourbana (Bunschoten, 2002) y a relaciones distintas entre la sociedad y su cultura. Estas dinámicas fuera del control nos sirven para reconocer el fracaso de algunas políticas urbanas de carácter finalista y nos inducen a mantener una actitud abierta a la observación y a su potencial provocador. Son los lugares incorporados por los usuarios en donde aparecen los usos inesperados o la innovación en el uso alternativo del espacio público, lo que Giovanni La Varra denomina “espacios post-it City” (La Varra, 2000). Estas dinámicas muchas veces están generadas por los sectores más jóvenes de la sociedad, ante las evidentes dificultades de acceso a muchos de los espacios de ocio “oficiales”; por su mayor libertad de acción o por simple conectividad a un sistema de movilidad, ocupan espontáneamente distintos lugares de la ciudad en donde establecen, no sin problemas, sus lugares de relación y de fiesta, o bien dan lugar a formas de expresión de arte al margen de cualquier galería o canal establecido. La ciudad desde este punto de vista es un enorme campo en donde se deciden infinitas acciones superpuestas, sistemas en red solapados, simultáneos y superpuestos. Un completo campo de acontecimientos en donde positivar los valores de centralidad, continuidad, acción, deporte, ocio y cultura a partir de esfuerzos centrales y públicos pero también colectivos y periféricos de sus ciudadanos. También últimamente observamos con estupor otros fenómenos globales como las catástrofes naturales con todos los interrogantes abiertos que se derivan de los efectos del anunciado cambio climático que se manifiestan
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Fotografías: Flora Pescador
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Mural espontáneo en el barrio histórico de Vegueta (Las Palmas de Gran Canaria).
más que nunca como fenómenos transfronterizos que se trasladan geográficamente a todas las escalas poniendo en evidencia nuestra propia vulnerabilidad y cuestionando la manera de posicionarnos frente al mundo. Esto nos lleva a considerar la naturaleza y las acciones antrópicas como un único hecho en continua interacción en donde se dan fuerzas inmensas de integración que todo lo homogenizan pero también enormes fuerzas de reacción y de fragmentación que todo lo cuestionan y que nos lleva a defender la generalización y normalización de prácticas urbanísticas muy relacionadas con los principios del Ecourbanismo y a pensar el planeamiento desde posiciones alternativas a las del simple crecimiento de redes antrópicas. El medio natural tiene sus propias lógicas y no siempre se corresponden armónicamente con las estructuras de construcción humanas. Esto nos sugiere la necesidad de trabajar el orden de lo urbano desde las prácticas de la sostenibilidad y atendiendo especialmente a nuestra relación procesual y energética en relación con el medio ambiente. Atender del mismo modo a las formas de organización del vacío, entendiendo como vacío paradójicamente aquellos territorios naturales que mantienen una baja presión humana pero que bien activadas pueden funcionar como sistemas de corredores ecológicos y paisajísticos que garanticen con su protección y vigencia una forma más sostenible de construcción del territorio. Esta nueva escala de comprensión del territorio nos devuelve una relación centro-periferia de grandes líneas de redes que organizan de una forma estructural una posible organización armónica y ecológica del suelo. Las formas emergentes de construir el territorio de lo urbano, como nos muestran muchos ejemplos de Japón u Holanda, empiezan a plantearse desde la interacción equilibrada con los flujos medioambientales.
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“Los cambios de paisajes que se
La naturaleza como experiencia se vuelve central en el discurso teórico actual de la
generan a gran velocidad en el
arquitectura y de la ciudad, en sus dinámicas y procesos, en su capacidad metabólica, en
mapa del mundo se mueven de lo
sus genéticas y estrategias, en sus complejas formas, sus crecimientos y fractales, en sus
global a lo local con una rapidez
adaptaciones, transformaciones, astucias, mutaciones e infiltraciones. Es la relación tec-
inusitada, pero esta mutabilidad
nología-biología, que aspira a crear con la naturaleza (Estévez, 2003). También el paisaje
hoy también surge diacrónicamente
como medio se vuelve el concepto que engloba en su versatilidad procesos de transforma-
o en sentido inverso y cualquier
ción que afectan a todas las escalas. Esta cualidad convierte al territorio en un espacio de
situación periférica puede convertirse
la analogía que implica a muchos de los procesos contemporáneos urbanos.
de repente y sin previo aviso en un verdadero acontecimiento”
Todo ello nos lleva a ser conscientes de la gran responsabilidad de nuestras acciones y sus resultados. Los cambios de paisajes que se generan a gran velocidad en el mapa del mundo se mueven de lo global a lo local con una rapidez inusitada pero esta mutabilidad hoy también surge diacrónicamente o en sentido inverso y cualquier situación periférica puede convertirse de repente y sin previo aviso en un verdadero acontecimiento.
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EL MUNDO EN LA NUEVA ERA IMPERIAL IGNACIO RAMONET
Periodista y experto de enorme proyección en geopolítica, es
Ignacio Ramonet
director de la revista francesa Le Monde Diplomatique, editada en más de veinte idiomas y considerada publicación de referencia de buena parte de la izquierda internacional. Fun-
dador, a su vez, de la organización no gubernamental Attac, que persigue la fijación de una tasa social sobre las transacciones financieras internacionales, y de Media Watch Internacional, se ha convertido en uno de los ideólogos del movimiento antiglobalización. Es, además, uno de los principales promotores del famoso Foro Social Mundial de Porto Alegre. Doctor en semiología e historia de la cultura por la Escuela de Altos Estudios de París, en la que fue discípulo de Roland Barthes, en la actualidad es también catedrático de Teoría de la Comunicación en la Universidad Denis-Didedot (París-VII) y consultor de geopolítica de la ONU. Entre sus libros más recientes figuran Geopolítica y comunicación del final del milenio (2000), Marcos, la dignidad rebelde (2001), Propagandas silenciosas (2002), La Post-Televisión (2002), Guerras del siglo XXI (2002), Abecedario partiel et partial de la mundialización (2003), este último en colaboración con Ramón Chao y Jacek Wozniak o bien el reciente Fidel Castro, biografía a dos voces (2006), un libro-entrevista que resume cien horas largas de conversación con el presidente cubano.
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Dos años después de la toma de Bagdad por las tropas estadounidenses, y tras la guerra contra la red terrorista al-Qaida, ¿cuáles son las principales características geopolíticas del planeta en estos comienzos del siglo XXI? Estados Unidos domina el mundo como ningún otro imperio lo ha hecho jamás. Su supremacía es aplastante en las cinco esferas tradicionales del poder : política, económica, militar, tecnológica y cultural. «En cierto modo, Estados Unidos es el primer estado protomundial —opina un analista norteamericano—. Tiene la capacidad de liderar una versión moderna del imperio universal, un imperio espontáneo cuyos miembros se someten voluntariamente a su autoridad.” 1
1
International Herald Tribune,
Así pues, por primera vez en la historia de la humanidad, el mundo se encuentra dominado por una única hiperpotencia. Esta hiperpotencia ha exhibido en Afganistán y en Irak su hegemonía imperial de tres maneras: aniquilando bajo las bombas en cuestión de semanas al régimen talibán y al de Sadam Husein ; poniendo en pie una formidable coalición militar de apoyo a su acción (aunque no obtuve para la invasion de Irak el visto bueno de la ONU); y, por último, reclutando como simples tropas auxiliares a las antaño orgullosas fuerzas británicas. No obstante, en esta nueva era, tal despliegue de poderío militar y diplomático resulta engañoso. En efecto, a pesar de su inmensa superioridad, Estados Unidos no consigue “pacificar” militarmente Irak ¿Por qué? Porque, a diferencia de lo que ocurría en el siglo XIX y durante gran parte del XX, la supremacía militar ya no se traduce en conquistas territoriales. En la coyuntura actual, y consideradas a largo plazo, éstas resultan políticamen-
7 de enero de 2002.
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te incontrolables, militarmente peligrosas, económicamente ruinosas y mediáticamente funestas, en un contexto que ha confirmado a los medios de comunicación como actores estratégicos de primer orden. 2
2
La antigua secretaria de estado del presidente Clinton, Madeleine
Otro fenómeno esencial: todos los estados se ven afectados por la dinámica de la glo-
Allbright, ha llegado a afirmar, por
balización economica. En cierto modo, se trata de una segunda revolución capitalista. La
ejemplo, que «la cadena CNN es el
globalización económica se extiende a los rincones más apartados del planeta soslayando
decimosexto miembro del Consejo de
tanto la independencia de los pueblos como la diversidad de los regímenes políticos.
Seguridad de Naciones Unidas».
Tanto es así que la Tierra vive una nueva era de conquistas, como en la época de las colonizaciones. Pero si los principales actores de la anterior expansión conquistadora eran estados, esta vez quienes pretenden dominar el mundo son empresas privadas y conglomerados, grupos industriales y financieros. Los dueños de la Tierra nunca fueron tan pocos ni tan poderosos. Estos grupos están situados fundamentalmente en la tríada Estados Unidos-Unión Europea-Japón. La mitad de ellos tiene su base en Estados Unidos. Esta concentración del capital y del poder se ha acelerado formidablemente durante los últimos veinte años, bajo el efecto de las revoluciones de las tecnologías de la información. El siglo XXI que comienza será testigo de un nuevo salto cualitativo impulsado por las modernas técnicas genéticas de manipulación de la vida. La privatización del genoma humano y la concesión generalizada de patentes sobre los procesos biológicos abren nuevas perspectivas de expansión al capitalismo. Se prepara una privatización a gran escala de todo lo que afecta a la vida y la naturaleza, que favorecerá la aparición de un poder probablemente más absoluto que cualquier otro que haya podido conocerse a lo largo de la Historia. La globalización no aspira tanto a conquistar países como a ganar mercados. El objetivo de este poder moderno no es la anexión de territorios, como en las épocas de las grandes invasiones o en los periodos coloniales, sino el control de riquezas. Esta conquista trae consigo destrucciones impresionantes, como atestigua la espectacular quiebra de Argentina en diciembre de 2001. Dicho país era el mejor exponente del modelo universal preconizado por el FMI, que intenta exportarlo a todo el planeta con dogmática tozudez. La caída de Argentina es al neoliberalismo lo que la caída del Muro de Berlín fue al socialismo estatal: la evidencia del descrédito, la constatación del fracaso. En el resto del mundo, en todas las regiones, industrias enteras se ven abocadas al cierre. Con los sufrimientos sociales que de ello se derivan: paro masivo, subempleo, precariedad, exclusión... Quince millones de parados en la Unión Europea, mil millones de desempleados y subempleados en el mundo... Sobreexplotación de los hombres, de las mujeres y, lo que es más escandaloso, de los niños: trescientos millones de menores la sufren en condiciones de extrema brutalidad.
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“La globalización económica,
La globalización es también el saqueo de la naturaleza, el pillaje planetario. Las gran-
que es también el saqueo de la
des empresas privadas depredan el medio ambiente utilizando herramientas desmesura-
naturaleza y el pillaje planetario,
das; esquilman las riquezas naturales, que son el bien común de la humanidad; y lo hacen
lleva a la Tierra a una nueva era
sin escrúpulos y sin freno. Este fenómeno se añade a una criminalidad económica ligada
de conquistas. Sólo que en vez de
al mundo financiero y a la gran banca, que reciclan sumas superiores al billón de euros por
los estados, que se enfrentan al
año, es decir, más que el producto nacional bruto (PNB) de un tercio de la humanidad.
hecho de que la supremacía militar ya no se traduce en conquistas
La mercantilización generalizada se traduce en un formidable agravamiento de las
territoriales, son grandes empresas
desigualdades. Aunque la producción mundial de alimentos básicos equivale a más del
que aspiran a ganar mercados”
110% de las necesidades del planeta, treinta millones de personas siguen muriendo de hambre cada año y más de ochocientos millones sufren malnutrición. En 1960, el veinte por ciento de los más ricos de la población mundial tenía unas rentas treinta veces superiores a las del veinte por ciento de los más pobres. Era una situación escandalosa, pero, lejos de mejorar, ha seguido agravándose: en la actualidad, las rentas de los ricos son, no treinta, sino ochenta y dos veces superiores a las de los pobres... De los seis mil millones de habitantes del planeta, apenas quinientos millones viven desahogadamente, mientras que cinco mil quinientos subsisten en condiciones precarias. El mundo ha perdido el rumbo. Las estructuras estatales, al igual que las estructuras sociales tradicionales, son barridas de forma desastrosa. En mayor o menor medida pero de forma generalizada, en los países del Sur y del Este, el estado se desmorona. La autoridades se retiran o son expulsadas de los territorios periféricos, que se convierten en auténticas zonas sin ley. En Pakistán, en el Caucaso, en Argelia, en Somalia, en Sudán, en el Congo, en Colombia, en Filipinas o en Sri Lanka, se desarrollan entidades caóticas e ingobernables que se sustraen a cualquier forma de legalidad y vuelven a un estado de barbarie. La fuerza prevalece sobre el derecho, y sólo los grupos violentos se muestran capaces de imponer su ley sometiendo a las poblaciones. Surgen nuevas amenazas: hiperterrorismo, fanatismos religiosos o étnicos, proliferación nuclear, crimen organizado, redes mafiosas, especulación financiera, quiebra de macroempresas (Enron), corrupción a gran escala, extensión de nuevas pandemias (sida, virus Ébola, enfermedad de Creutzfeld-Jakob...), desastres ecológicos, efecto invernadero, desertización, tsunamis, etcétera. Paradójicamente, cuando la democracia y la libertad triunfan, en apariencia, en un planeta que se ha desembarazado de la mayoría de los peores regímenes dictatoriales, la censura y las manipulaciones retornan con renovada fuerza bajo diversos disfraces. Seductores «opios de las masas» proponen una especie de «mundo feliz», distraen a los ciu-
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dadanos e intentan apartarlos de la acción cívica y reivindicativa. En esta nueva era de la alienación, en la época de Internet, la World Culture, o «cultura global», y la comunicación planetaria, las tecnologías de la información desempeñan un papel ideológico fundamental para amordazar el pensamiento. “Los cambios estructurales y
Todos estos cambios estructurales y conceptuales, iniciados hace una década, han
conceptuales en el mundo derivados
producido un auténtico estallido del mundo. Conceptos geopolíticos fundamentales como
de la tecnologías de la información
estado, poder, soberanía, independencia, frontera o democracia han adquirido significados
han producido un auténtico estallido
totalmente nuevos. Hasta tal punto que, si observamos el funcionamiento real de la vida
del mundo. Conceptos geopolíticos
internacional, no podemos dejar de constatar que sus actores han cambiado.
fundamentales como estado, poder soberanía, independencia,
A escala planetaria, los tres protagonistas principales (que, bajo el Antiguo Régimen
frontera o democracia han
monarquico, eran la nobleza, el clero y el estado llano), son actualmente: 1) las asocia-
adquirido significados nuevos”
ciones de estados: Alena (Estados Unidos, Canadá y México), Unión Europea, Mercosur, Asean, etcétera; 2) las empresas globales y los grandes grupos mediáticos o financieros; y 3) las organizaciones no gubernamentales (ONG) de envergadura mundial (Greenpeace, Amnistía Internacional, Attac, Human Rights Watch, World Wide Life, etcétera). Estos tres nuevos actores operan en un marco planetario fijado no tanto por la Organización de las Naciones Unidas, como —signo de los tiempos— por la Organización Mundial del Comercio (OMC), nuevo árbitro global. El voto democrático del conjunto de los ciudadanos tiene muy poco peso en el funcionamiento interno de estos tres nuevos actores. Esta gran mutación del mundo, que vacía de contenido a la democracia, se ha consumado sin que nadie lo advirtiera, ni siquiera los propios responsables políticos. En efecto, todos estos cambios, rápidos y brutales, desestabilizan a los dirigentes políticos. En su mayoría, se sienten desbordados por una globalización que modifica las reglas del juego y los reduce, siquiera parcialmente, a la impotencia. Porque los verdaderos dueños del mundo no son aquéllos que ostentan las apariencias del poder político. Ésta es la razón de que los ciudadanos multipliquen las acciones y las movilizaciones contra los nuevos poderes, como pudo verse en diciembre de 1999, con motivo de la cumbre de la OMC en Seattle, y más tarde en Praga, Davos, Niza, Quebec, Génova, Barcelona, etc. Están convencidos de que, en el fondo, el objetivo de la globalización liberal, en el milenio que acabamos de iniciar, es la destrucción de lo colectivo, la apropiación de las esferas pública y social por parte del mercado y el sector privado. Y están decididos a oponerse. Otra evidencia: en la era del neoliberalismo, la supremacía geopolítica y el ejercicio de la hiperpotencia distan de garantizar un nivel de desarrollo humano satisfactorio a todos
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los ciudadanos. Entre los habitantes de un país tan rico como Estados Unidos, por ejemplo, hay treinta y dos millones de personas cuya esperanza de vida es inferior a sesenta años, cuarenta millones sin cobertura médica, cuarenta y cinco millones viviendo por debajo del umbral de la pobreza y cincuenta y dos millones de analfabetos funcionales... De modo similar, en el seno de la opulenta Unión Europea, en el momento del nacimiento del euro, tenemos cincuenta millones de pobres y dieciocho millones de desempleados... A nivel mundial, la pobreza sigue siendo la regla y el bienestar, la excepción. Las des-
“Las desigualdades se han convertido
igualdades se han convertido en una de las características estructurales de nuestro tiem-
en una de las características
po. Y siguen agravándose y alejando a los ricos de los pobres cada vez más. Las doscientas
estructurales de nuestro tiempo. Y
veinticinco mayores fortunas del mundo representan un total de más de un billón de euros, o
en la medida en que la nueva riqueza
el equivalente a los ingresos anuales del cuarenta y siete por ciento de las personas más po-
cada vez más se basará en la materia
bres de la población mundial (¡dos mil quinientos millones de seres humanos!). Hoy por hoy,
gris, los tres factores tradicionales
hay particulares más ricos que muchos estados: el patrimonio de las quince personas más
del poder —territorio, demografía
ricas del planeta supera el producto interior bruto (PIB) 3 total del conjunto de los países del
y materias primas— han pasado
África subsahariana.
a convertirse paradójicamente en graves desventajas”
¿Quién domina el mundo en este umbral del siglo XXI? Puede afirmarse que las riendas
3
del planeta están en manos de un doble triunvirato, que actúa como una especie de ejecutivo
Valor de la producción global
mundial. En el plano geopolítico y militar, el triunvirato está constituido por Estados Unidos, el
(bienes y servicios) de un país.
Reino Unido y Francia. En el económico, financiero y comercial, por Estados Unidos, Alemania y Japón. En ambos casos, Estados Unidos ocupa una posición hiperdominante. El número de estados del planeta, que a comienzos del siglo XX eran apenas una cuarentena, ha ido aumentando hasta aproximarse a los dos centenares. La proliferacion de estados ha sido una de las grandes caracteristicas del siglo XX. Pero, en el plano geopolítico, el mundo sigue dominado por el pequeño grupo de estados (Reino Unido, Francia, Alemania, Japón y Estados Unidos) que lo dirigía a finales del siglo XIX. Entre las decenas de países surgidos del desmantelamiento de los grandes imperios coloniales británico, francés, español, holandés, portugués y belga, apenas tres (Corea del Sur, Singapur y Taiwán) han alcanzado un nivel de progreso suficiente para permitirles acceder a la categoría de países desarrollados. Los demás siguen estancados en un subdesarrollo crónico y en una pobreza aparentemente eterna. Salir de esa situacion les será tanto más difícil cuanto que el precio de las materias primas (incluidos los hidrocarburos), de cuya venta depende esencialmente su economía, experimenta una imparable caída, dado que los grandes países desarrollados, además de no querer pagar las materias primas a su justo precio, han reducido considerablemente el uso de buen número de productos básicos (metales, fibras, comestibles), cuando no los han reemplazado por productos sintéticos. En Japón, por ejemplo, cada
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unidad de producción industrial ha reducido su consumo de materias primas en casi un cuarenta por ciento respecto a 1973. A medida que avance el siglo XXI, la nueva riqueza de las naciones se basará cada vez más en la materia gris, el saber, la informacion, la investigación y la capacidad de innovar, y no en la producción de materias primas. A este respecto, no es exagerado afirmar que, en esta era postindustrial, los tres factores tradicionales del poder —extensión del territorio, importancia demográfica y abundancia de materias primas— han dejado de constituir atributos envidiables para convertirse, paradójicamente, en graves desventajas. Los estados muy extensos, muy poblados y muy ricos en materias primas —Rusia, India, China, Brasil, Nigeria, Indonesia, Pakistán, Méjico... — figuran entre los pobres del planeta. La excepción de Estados Unidos confirma la regla. En el extremo opuesto, en nuestra época de globalización financiera, microestados sin apenas territorio, con muy poca población y ninguna materia prima —Mónaco, Liechtenstein, Gibraltar, las islas Caimán, Singapur... — tienen algunas de las rentas per cápita más altas del mundo. El área del caos generalizado se amplía de forma constante, englobando y atrayendo a un número creciente de estados cuyo sistema económico se halla definitivamente estancado, y sumiendo a un número creciente de países en la violencia endémica. Desde 1989, año que vio el fin de la Guerra Fría, se han producido más de sesenta conflictos armados, con un saldo de centenares de miles de muertos y más de diecisiete millones de refugiados. En la actualidad, en muchos lugares del planeta, la vida cotidiana es sencillamente infernal. No es de extrañar que un número creciente de personas, en especial los más jóvenes, quiera huir del caos y la violencia e intente emigrar a toda costa hacia zonas desarrolladas y pacificadas de Europa occidental y America del Norte. En muchos países pobres del Sur, el estado ha fracasado, ha sido incapaz de garantizar la paz, el desarrollo y la seguridad a sus ciudadanos. Y éstos se han visto obligados a emigrar masivamente. Cerca de ciento veinte mil marroquíes, por ejemplo, emigran cada año, la mayoría de ellos clandestinamente. Seis millones de marroquíes, de los treinta que tiene Marruecos, viven ya en el extranjero, es decir un habitante de cada cinco… Es una proporcion muy superior a la que conocieron, en los siglos XIX y XX, los grandes paises de emigracion europeos, como Irlanda, Italia, Polonia, Portugal y España. Se ha dado el hecho de que los habitantes de determinados países del Sur renieguen de la lucha de sus mayores por la independencia y reclamen el retorno de la potencia colonial (en las Comores), o incluso la pura y simple absorción por la metrópolis dominante (en Puerto Rico). En tanto que entidad política, el Tercer Mundo ha dejado de existir. Son otros tantos síntomas de la crisis del estado-nación y de la política, en un momento en que la segunda revolución capitalista, la globalización de la economía y las mutaciones tecnológicas están transformando el panorama geopolítico. En un momento en el que, por añadidura, el número de macroempresas cuyo peso supera a menudo al de los estados se multiplica a golpe de fusiones y de concentraciones. El volumen de negocio de General Motors es superior al PIB de Dinamarca; el de Exxon Mobil excede al PIB de Austria. Cada una de las cien empre-
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sas globales más importantes del mundo vende más de lo que exporta cualquiera de los ciento veinte países más pobres. Estas macroempresas globales controlan el setenta por ciento del comercio mundial. Sus dirigentes, como los de los grandes grupos financieros y mediáticos, detentan la realidad del poder y, por el intermedio de sus poderosos lobbies, influyen con todo su peso sobre las decisiones políticas de los gobiernos legítimos y los parlamentarios elegidos. En definitiva, secuestran la democracia en su provecho. Los contrapoderes tradicionales (partidos, sindicatos, prensa libre), más necesarios que nunca, parecen poco operantes. Y los ciudadanos se preguntan qué audaces iniciativas restablecerán el contrato social frente al contrato privado en este siglo XXI. Recuerdan que, en octubre de 1917, a la revolución bolchevique le bastaron diez días para «convulsionar el mundo». Y que, por primera vez, la apisonadora del capitalismo tuvo que detenerse prolongadamente. El ímpetu del capitalismo se había beneficiado del impulso de los aportes de grandes teóricos (Adam Smith, David Ricardo), de decisivos avances tecnológicos (máquina de vapor, ferrocarril) y de importantes transformaciones geopolíticas (consolidación del Imperio británico, unificación de Alemania, emergencia de Estados Unidos). La conjunción de todos estos factores produjo la primera revolución capitalista. Pero, al mismo tiempo, esta expansión aplastaba a los mismos trabajadores cuyo esfuerzo creaba la riqueza en las nuevas fábricas, como atestiguaron, en novelas estremecedoras, Charles Dickens, Émile Zola o Jack London. ¿Cómo obtener provecho colectivo de la formidable riqueza producida por la industrialización, evitando al mismo tiempo la aniquilación social de los humildes? Ésta es la pregunta a la que respondería Karl Marx en su obra fundamental, El Capital (1867). Y habrá que esperar otros cincuenta años para que un genial estratega político llamado Lenin consiga conquistar el poder en Rusia a la cabeza de los bolcheviques, y funde la Union sovietica con la esperanza mesiánica de liberar a los «proletarios de todo el mundo». Ochenta años después, la Unión Soviética se ha ido a pique y el mundo experimenta otra gran mutación, que he dado en llamar la «segunda revolución capitalista». Como la primera, es el resultado de la convergencia de un haz de transformaciones sobrevenidas en tres campos. En primer lugar, en el ámbito tecnológico. La informatización de todos los sectores de actividades y la revolución digital (sonidos, textos e imágenes transmitidos a la velocidad de la luz mediante un código único) han permitido la realizacion de las autopistas de la comunicacion y llevan aparejados cambios revolucionarios en el trabajo, la economía, las comunicaciones, la educación, la creación, el ocio, etcétera. En segundo lugar, en el ámbito económico. Las nuevas tecnologías favorecen la expansión de la esfera financiera y estimulan las actividades que poseen cuatro cualidades fundamentales: globalidad, permanencia, inmediatez e inmaterialidad. El big bang de las Bolsas y la desreglamentación, impulsados en los años ochenta por Margaret Tatcher y Ronald Reagan, han favorecido la globalización de la economía, que constituye la dinámica fundamental de este inicio de siglo y a cuya influencia ningún país puede sustraerse.
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En tercer lugar, en el ámbito sociológico. Las dos transformaciones sobredichas hacen tabla rasa de las prerrogativas tradicionales del estado-nación e invalidan cierta concepción de la representación política y del poder. Éste, antaño jerárquico, vertical y autoritario, tiende hoy a adoptar una estructura reticular, horizontal y —gracias a la manipulación de las conciencias que facilitan los grandes medios de masas— consensual. “La comunicación, convertida en la primera superstición del tiempo
Desorientadas, las sociedades se lanzan a una búsqueda desesperada de sentido y de
presente, se nos ofrece como un
modelos, pues estos tres grandes cambios se producen simultáneamente, lo que acentúa
medio capaz de regularlo todo.
el efecto de choque. Al mismo tiempo, dos de los pilares sobre los que descansaban las
Es la pacificadora universal.
democracias modernas —el progreso y la cohesión social— son reemplazados por otros
Sin embargo cabe temer que su
dos —la comunicación y el mercado— que desvirtúan su naturaleza.
misma abundancia origine una nueva forma de alienación y que
La comunicación, convertida en la primera superstición del tiempo presente, se nos ofrece
sus excesos, en lugar de liberar
como un medio capaz de regularlo todo, incluidos los conflictos interpersonales, tanto en el seno
conciencias, las aprisione”
de la familia como en el de la escuela, la empresa, la fábrica o el estado. Es la pacificadora universal. Sin embargo, cabe temer que su misma abundancia origine una nueva forma de alienación y que sus excesos, en lugar de liberar las conciencias, acaben aprisionándolas. 4
4
Cf. Ignacio Ramonet, La tiranía de la comunicación,
En la actualidad, el mercado tiende a gestionar, a reglamentar todas las actividades
Debate, Madrid, 1998.
humanas. Antaño, ciertos ámbitos —la cultura, el deporte, la religión— se mantenían fuera de su alcance. Ahora, son absorbidos por la esfera del mercado. Los gobiernos le ceden terreno de forma gradual y le abandonan actividades del sector publico (electricidad, ferrocarriles, correos, enseñanza, etc.) mediante las privatizaciones. Sin embargo, el mercado sigue siendo el principal enemigo de la cohesión social (y de la cohesión mundial), pues su lógica sólo concibe una sociedad dividida en dos grupos: los solventes y los insolventes. Estos últimos, que ni producen ni consumen, no le interesan en absoluto; están, por decirlo así, fuera de juego. Por naturaleza, el mercado es un productor de desigualdades, lo que no le impide exhibir una arrogancia pasmosa. Consecuencia: se palpa en el ambiente la necesidad de soñadores que piensen y pensadores que sueñen, para encontrar, no un proyecto de sociedad al uso, sino un modo de ver y analizar la sociedad que permita reemplazar a tiempo, por medio de una nueva arquitectura de conceptos, la ideología liberal.
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ESPEJISMOS.CENTRO-PERIFERIA-COSMOS MARTÍN SAMPEDRO
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Fotógrafo emergente en España, comparte su actividad de fotó-
Martín Sampedro
grafo-autor con trabajos comerciales para agencias de publicidad. Nacido en Santander en 1966 y de formación autodidacta, ha sido director del Taller Escuela de Fotografía “El Matadero”
de la Fundación Colegio del Rey (Alcalá de Henáres). Entre sus trabajos comerciales más destacados se encuentran campañas internacionales como la de turismo de Europa 1993, la campaña de turismo “Andalucía 2001”, las de prevención del SIDA para el COGAM o las realizadas para las marcas Terra, Kodak, Ford o Toyota. Seleccionado para la Muestra de Arte Joven 1992, ha participado en numerosas exposiciones colectivas. Entre las más recientes se hallan Imágenes Libros y Letras, itinerante por Latinoamérica, organizada por el Ministerio de Cultura; Propuesta EFTI’04 en FotoEspaña/Festival OFF; “Arte y ciencia” (2004), expuesta en el Círculo de Bellas Artes de Madrid; video instalación “Retratos Parlantes” en la exposición Emociones en Gran Formato, en el SONIMAG foto Barcelona; Siete Fotógrafos Contemporáneos Españoles (2003), junto con Ouka Leele, Chema Madoz, Manuel Rufo y Ciuco Gutiérrez, una muestra colectiva itinerante expuesta en centros culturales de México D. F., Oaxaca, Lima, Asunción, Montevideo y Santiago de Chile: o bien Ninfografías ninfomanías (2001), en el Centro Cultural Conde Duque de Madrid. A su vez, Martín Sampedro ha realizado anuncios para televisión, video-clips para grupos de música y piezas de video-arte. Ha impartido, entre otros cursos, el Master en Fotografía Publicitaria TM en el Centro EFTI de Madrid, e Imágenes de consumo y realidad virtual, en las jornadas fotográficas de Guardamar (Alicante), así como el taller Viaje al centro del universo personal en el Centro Álvarez Bravo de Oaxaca (México). Para tener más información del autor visite la pagina web www.martinsampedro.com.
ESPEJISMOS. CENTRO-PERIFERIA-COSMOS Ponencia Visual. Pieza de vídeo y fotografías de Martín Sampedro.
Alma
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¿Cómo he llegado yo aquí? Después de transitar diferentes no lugares, en esta habitación de hotel con un inmenso televisor panorámico que emite ininterrumpidamente las olas del mar, digo yo: ¿cómo he llegado aquí? No me refiero al fenómeno de volar, algo tan típico de nuestra especie y que al igual que los ceros y unos del mundo digital son para mí un misterio habitual. Vale. La cosa está clara, hoy he llegado. Mañana temprano intervengo en las primeras Jornadas de Pensamiento Atlántico y yo, que soy cantábrico, estoy un poco nervioso. Con tantas dudas no sé si los asistentes captarán el mérito de mis pensamientos o si me notarán divagar, pero… ¿qué hace uno sino vagar? Trataré al menos de ordenar un poco las ideas y, ya con el vídeo, mañana verán más claro esto que hemos llamado ponencia visual.
Alquimia energĂa
Espejismos. Ilusiones, reflejos, propuestas que quedarán en nada por el devenir. El presente se vuelve pasado más rápido que nunca y las palabras salen disparadas de los espejos, de la memoria, del tiempo. Algo tienen las imágenes que dominan nuestro tiempo. Algo hay en las imágenes que encajan a la perfección en este juego de espejos. Puede que la complejidad de nuestra propia existencia; el otro lado del espejo sólo se pueda mostrar con imágenes y sólo se pueda percibir con vivencias. “Alquimia” es un trabajo en el que trato de analizar con elementos simbólicos el funcionamiento del sistema, los comportamientos de individuos en red y voluntad. Ante la imagen de doce corazones conectados en red a un contador de la luz, me llama la atención el comportamiento de dos personas que en la sala contemplan la foto perplejos. Él pone cara de circunspecto, ella tiene la mano derecha en su corazón. ¿De qué lado estás tú?
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Centro-Periferia Centro-Periferia es la cuestión y ya son meses de leer y buscar imágenes, de preguntar por ese centro y su periferia, que nadie sabe decir dónde está. Para documentar el trabajo de campo pensé en publicar un anuncio “vendo piso en la periferia”, pero desistí porque me pedían la dirección del piso para poder insertar el anuncio. En cualquier caso, dudo que hubiera tenido éxito porque cuando uno busca piso siempre empieza por los del “centro”, tratando de evitar aquéllos que dicen “coqueto”. “Subo al coche intentando buscar
Subo al coche intentando buscar un lugar fronterizo para acceder a otra zona; puede
un lugar fronterizo para acceder
que a la periferia. El día es brillante, soleado, el cielo 80% cian. Todo un premio por haber-
a otra zona. (…) Por la radio las
me levantado de la cama. La música del coche suena tan luminosa que me dan ganas de
noticias de tráfico advierten de un
volar. Algo me dice que hoy tendré alguna respuesta y podré grabar algo. Por la radio las
gran atasco por la circunvalación
noticias de tráfico advierten de un gran atasco en la circunvalación sur, dirección centro-
sur. Este lugar de tensión puede que
norte. Gran idea, allá voy. Haré lo mismo que ellos pero en dirección contraria. Quiero pa-
sea la frontera. No se me ocurre otro
sar a toda velocidad y grabar a esa gente a punto de mutar. En efecto: un montón de gente
sitio más al límite, donde el cian se
atrapada en sus vehículos, intentando avanzar, haciendo ruido y echando humo hasta por
vuelve gris, el aire irrespirable, la
las orejas, intentando progresar. ¡Maldita sea! Odio la palabra progresar por su insoste-
naturaleza artificial. El lugar donde
nible ambición matemática. ¿No sería mejor que progresar, simplemente prosperar? Este
una persona se convierte en atasco”
lugar de tensión puede que sea la frontera. No se me ocurre otro sitio más al límite, donde el cian se vuelve gris, el aire irrespirable, la naturaleza artificial. El lugar donde una persona se convierte en atasco. MARTÍN — Hola, ¿vive usted en la periferia? SEÑOR — ¿Eh…? ¿Cómo dice? SEÑOR — No señor. Yo vivo en el centro. MARTÍN — Bueno, no es necesario que me llame señor… SEÑOR — Ya, pero es que me pregunta usted unas cosas… ¿Cómo le voy a decir que vivo en la periferia, si vivo en el centro? Vivo muy bien, justo a cinco minutos del centro comercial. La periferia debe ser “pallá”, donde están los de la droga y toda esa gente... MARTÍN — ¿No toma usted drogas? SEÑOR — Ande, déjeme que tengo prisa… MARTÍN — Pero, dígame ¿cómo puedo llegar a la periferia?
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SEÑOR — No lo sé. Pregunte usted a alguien; al chico ése de los kleenex. MARTÍN — Hola tío, ¿podrías decirme cómo puedo llegar a la periferia? CHICO
— … A la ¿qué?
MARTÍN — A la periferia, donde vive la gente que no vive en el centro. CHICO
— Pues no te puedo decir, porque yo vivo ahí en los cartones del centro comercial. Así que no sé,
colega... pregunta a los polis. Ellos sí que saben bien las calles… y todo ese rollo... ¿Quiere un paquetito…? MARTÍN — ¿ … Un paquetito? La periferia debe ser algo que nadie reconoce en este juego de círculos concéntricos donde no resulta fácil entender qué posición ocupar, ya que el metro cuadrado vale más de lo que uno puede pagar en cualquier caso. Comprar un piso en España supone entregar por adelantado treinta años de tu existencia. El fenómeno de la hipoteca me recuerda al proceso en el que un esclavo compra su libertad y la paga con un crédito. Parece que los señoritos han puesto en venta el cortijo, un cortijo con poca agua, escasos recursos, inseguro, coqueto. Y lo están cobrando bien, con facilidades. Una lástima que por la compra de un piso no regalen un panteón. Si en algunos momentos de la historia fueron perseguidos los usureros, ahora, todo el mundo presume de serlo y de obtener el máximo beneficio mientras nos untamos la cara de “antirradicales libres” que al parecer van muy bien para la piel. Otro factor: el presupuesto cultural es más inestable que la propia burbuja inmobiliaria. Hace un par de años tuve la ocasión de conversar con un millonario en Marbella. Me dijo que la gente culta e inteligente ya no quería vivir en Marbella y se estaba trasladando masivamente a Canadá. Precisamente en Canadá, según me contó Mariana, tiene una mansión M.J., uno de los cantantes de rock mas importantes de todos los tiempos. Desde el hall principal de su mansión ascendía una impresionante escalera de caoba. Mariana, que trabajaba para una importante firma inglesa de decoración, recibió el encargo de pintar la fastuosa caoba en imitación pino. Allí pasó dos meses, veta a veta hasta conseguir la perfecta imitación de una escalera de auténtico pino. No me imagino la satisfacción de M.J. al contemplar el resultado, al ver que su dinero y su buen gusto le permiten cambiar a pesar de que nada cambie. Caramba, qué mimetismo y qué determinación… ¿Serán realmente tan inteligentes los que se mueven en la dirección de la moda? Y digo yo, cambiando de tema, ¿no será que buscar periferias dentro del centro sea por definición algo estéril? Podríamos decir que el centro es heterogéneo porque está formado también de excentricidades. El centro y sus excentricidades con su espíritu progresivo se nutren de la periferia y no soportan bien que la periferia les rodee y reivindique la otra parte del trato. Por eso el centro es expansivo en un afán aparentemente compasivo. La
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“El centro y sus excentricidades con
OTAN que se creó como una organización militar de defensa, ahora se dedica a salir en la
su espíritu progresivo se nutren de
tele protagonizando acciones humanitarias. En la medida en que el centro crece y nece-
la periferia y no soportan bien que
sita más recursos, la periferia ha de ser mayor. No es algo estático ni controlable. Si su-
la periferia les rodee y reivindique
ponemos que el centro es un círculo y la periferia el perímetro, el perímetro es dos pi erre
su parte del trato. En la medida en
(2·Pi·r). Hay cosas de las que uno no se puede abstraer. Ya sea caoba o pino. Pero… ¿por
que el centro crece y necesita más
qué no encuentro la periferia?
recursos, la periferia ha de ser mayor. No es algo estático ni controlable”
Qué cansado y frustrante puede resultar andar buscando periferias por la ciudad. Sorprendentemente las imágenes de personas convirtiéndose en atasco no trasmiten nada nuevo. Los testimonios no revelan tampoco algo significativo. Cuando camino por la ciudad miro al centro, al suelo, al semáforo, al teléfono, al policía. Una mirada frontal a los ojos puede resultar impertinente y aunque a pocos les moleste que les miren a los pies o al trasero, parece que mirar fijamente a los ojos supone una invasión de su propio centro, algo que no se comparte con cualquiera. Pero ¿adónde mirar? La ciudad es tan aparentemente funcional, la arquitectura a ratos tan eficiente, que te hace preguntar si realmente cumples alguna función entre tanta inercia, o si lo mejor será que te marches y lo pienses bien antes de salir a la calle. Definitivamente, cansado de andar por este centro de semáforos en rojo, miradas esquivas y asfalto, cansado y desencantado, me marcho a la playa, a recargar las pilas. Cuando camino por la playa fijo la vista en el horizonte. Las olas dan
“Silencio: una patera. Debe ser esto lo
el pulso y el horizonte limpio me impulsa. Así caminaba por la playa, elevado, cargado de
que no encontraba; la periferia (…)
estrellas, cavilando el tema de la cuestión, mientras la embarcación del horizonte se acer-
¿De dónde viene esta gente? Lleva
caba y se acercaba a un punto por el que, en unos instantes, accidentalmente tendríamos
ropa deportiva y móvil. El sistema
que encontrarnos. Es lo que tiene la realidad: no siempre se puede evitar. Gente corriendo,
se ha encargado de crear relaciones
unas caras vacías, gritos, una sensación de pánico, las olas quietas. Silencio; una patera.
de dominio en lugares asimétricos
Debe ser esto lo que no encontraba; la periferia. Lo que hay tras las fronteras, donde la
alejados del centro y desconectados
vida entera se da por venir.
entre sí, difíciles de percibir. Pero parece que el centro ya no es redondo
¿De dónde viene esta gente? Llevan ropa deportiva de marca y teléfono. El siste-
y la periferia no lo rodea. Parece
ma se ha encargado de crear relaciones de dominio en lugares asimétricos alejados del
que ya no están desconectados”.
centro y desconectados entre sí, difíciles de percibir. Parece que el centro ya no es re-
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dondo y la periferia no lo rodea. Parece que ya no están desconectados. La idea espacial
“La idea espacial circular centro-
circular de centro y periferia que se refleja en “Las relaciones ciudad-campo” o en la
periferia que se reflejaba en “Las
manera que tiene la Unión Europea de definir a Canarias como “región ultra-periférica”,
relaciones campo-ciudad” o en la
proyecta una imagen de anillos concéntricos que ahora no es más que una metáfora. La
manera que tiene la Unión Europea
teoría inspirada en la ley de gravitación de Newton, trató de explicar la relación centro-
de definir a Canarias como “región
periferia. Dos cuerpos se atraen de manera directamente proporcional a su masa e in-
ultra-periférica”, proyecta una
versamente proporcional a la distancia. Cuanto más se intercambia entre dos ciudades,
imagen de anillos concéntricos que
mayor será el peso de esas ciudades y más débiles serán los intercambios en función
ahora no es más que una metáfora”
de la distancia. Nos permite imaginar la periferia como una red de lugares conectados. Y aunque la imagen sea acertada, la fórmula parece ingenua si pretendemos prever el comportamiento al aplicar fórmulas y medidas físicas a comportamientos humanos. La atracción de la gravedad de Newton no considera el deseo como uno de los elementos de la atracción. El centro es un campo magnético de atracciones, deseos y ambiciones. La distancia no tiene traducción en metros o kilómetros en el mundo virtual, ni en el mundo real, ahora que todo pasa por el mundo virtual. Una mercancía puede dar la vuelta al mundo en horas. Y una persona puede estar en diferentes lugares a la vez. En las relaciones centro-periferia se intercambian mercancías de naturaleza tan diferente que cuesta creer que se trate de intercambios y consideremos legítimo cambiar energía por información y veamos honesto llamar información o inteligencia a la estrategia para destruir un país, con tal de que nuestro coche siga en marcha aunque no nos lleve a ninguna parte. “Ahora entiendo que la periferia Ahora entiendo que la periferia se genera en cualquier lugar (fuera del centro) donde
se genera en cualquier lugar (fuera
se genere el deseo; donde se reciba nuestra imagen. La televisión, el espejismo de una so-
del centro) donde se genere el deseo,
ciedad espectacular, infinita, inmortal, establece un intercambio, vinculo irresistible con
donde se reciba nuestra imagen.
los que van a ser transformados, construidos. Por eso vienen al centro, a ver la tele funcio-
La televisión, el espejismo de una
nando. A mí también me gustaría vivir en un lugar así. Da igual la distancia.
sociedad espectacular, infinita, inmortal, establece un intercambio,
Sigan con nosotros, no cambien de cadena. A continuación, en unos instantes: “Espejismos”, una ponencia visual de Martín Sampedro. Pero antes unas breves noticias…
vínculo irresistible con el que van a ser transformados, construidos”
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PERIODISTA — ¿Y dice usted, don Martín, que iba caminando y de pronto un individuo se abalanzó sobre usted arrebatándole el teléfono móvil? MARTÍN
— Pues sí, así fue. Iba leyendo un SMS y en una
décima de segundo me arrebató el teléfono de las manos… PERIODISTA —¿Qué pensó usted al ver lo que ocurría? MARTÍN
— No pude pensar. Le dije: “No, por favor, no lo hagas, ven...”
Cuando me di cuenta de que estaba haciendo el ridículo en medio de la calle, grité de rabia: “¡Qué hijo de puta!” Y la gente de la calle coreó al unísono: “¡Qué hijo de puta! ¡Qué hijo de puta!” Como si les importara... PERIODISTA — ¿Y en qué calle dice usted que le ocurrió? MARTÍN
— Pues, aquí, en la Puerta del Sol, justo en el centro…
PERIODISTA —¿Comprará usted otro “telemóvil”? MARTÍN
— Pues eso intentaba cuando descubrí
que también me había robado la cartera… PERIODISTA —Así que ya saben… Todo el mundo quiere un “telemóvil”. Con el teléfono móvil el delincuente efectuó una llamada. Supongo que tendría una familia a la que llamar. Milagrosamente la tarjeta Visa le convirtió en una persona decente. Compró un bono-metro de diez, una mochila, una caja de leche, un kilo de fruta, pan, kleenex, maquinillas de afeitar, dos revistas y un bote de desodorante fresh. Este producto ofrece en su promoción un fabuloso viaje safari por África. Espero que le haya tocado el premio y comprenda lo que es el progreso. Días después, la cartera, que en su momento contenía doscientos setenta euros, apareció vacía en un descampado frecuentado por drogadictos junto al barrio de Vallecas. Sospecho que la llamada a su familia en realidad fuera a un camello. Lo que parecía un tipo decente viajando de la periferia al centro, puede que simplemente fuera un hombre pobre intentando salir de sí mismo.
Retrato de un hombre saliendo de si mismo
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Cosmos Centro-Periferia-Cosmos es el recorrido de mi discurso visual en el que partiendo de lo macro recorro un camino hasta el cosmos. Soy excéntrico a pesar de estar en el centro del pensamiento atlántico. Lo que digo, lo que dicen las imágenes, sea real o espejismo, lo ordena caóticamente el cosmos a diario. Cada sorpresa de la naturaleza supone un nuevo desafío para el hombre inmerso en esta maquinaria perfecta de transformación que es le cosmos. Esa manía que tenemos los humanos de querer ordenarlo todo nos convierte en humanos y nos da la oportunidad de fracasar ante lo inevitable. Por eso, con resignación decimos que de los errores también se aprende, e inventamos conceptos como “desarrollo sostenible” aunque en realidad sea desarrollo insostenible, o condenamos a millones de personas a comer con tenedores de plástico por razones de seguridad cuando en realidad es por razones de inseguridad. Siempre hay alguien que lo paga más caro. He introducido en mi discurso visual la figura del cosmos como el tercer elemento que resuelva y dé movimiento al estéril diálogo de dos conceptos (centro-periferia) que se relacionan por interés de una forma automática por la inercia del progreso. El centro es el que establece un intercambio para su propio beneficio. Se compra y se vende en nombre de un progreso común que probablemente suponga en algunos casos la desestabilización de culturas, de personas, de sistemas. La figura triangular que se produce al introducir el elemento cosmos le convierte en un filtro con el que relativizar y equilibrar las pretensiones del centro y la periferia. Cosmos sería el fiel de la balanza: en un plato el centro y en el otro toda la periferia. Aunque desvelar que tras de mi discurso haya intenciones morales pueda parecer poco original, dad la situación sólo se me ocurre clamar al cosmos. Si no pudieron Platón ni Marx, ni la gravísima gravedad, si los anti-globalización son tomados a risa, no se preocupen, las galerías de arte están llenas de paisajes y de bellísimas postales de hombres intentando salir de sí mismos. En poco tiempo todo el planeta estará conectado, vigilado, y se podrá hablar y comentar las cosas de la vida con un interlocutor virtual; lo difícil que resulta vivir sin ducharse, lo angustioso que es respirar en un atasco, lo cara que está la vivienda, el miedo que da el terror, el frío cuando hace frío o incluso avisar al sereno en caso de que un burro volando cargado de dioxinas se disponga a terminar con los de su especie. Entonces nuestro interlocutor virtual, digas lo que digas, responderá: gracias por utilizar el servicio de comunicación virtual. Si
desea establecer un nuevo tema de comunicación, pulse uno. Para opciones personales, pulse ocho.
Alquimia conocimiento
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Alquimia experimental
Alquimia artificial
Alquimia artificial
Alquimia identidad
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Paisaje azul en la era post-petróleo
I Seminario ATLÁNTICO de PENSAMIENTO
Paisaje rojo en la era post-petróleo
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Los secretos del mundo en la era post-petróleo
Retrato de un hombre explotando