II Seminario Atlรกntico de PENSAMIENTO
Elogio de la falta Olga Correas
Psiquiatra y psicoanalista. Es directora de la Unidad
Olga Correas
de Salud Mental del Puerto (Servicio de Psiquiatría del Área Norte– de Gran Canaria-) del Servicio Canario de Salud). Ejerce, además, como tutora docente de MIR (médicos internos residentes) de Las Palmas de Gran Canaria. Participa en numerosos seminarios en España. Y coordina también el espacio Preguntando al Cine en la capital grancanaria, que llevó por tema “¿La derrota del pensamiento, una historia de violencia?” en su edición de 2008, siendo, a su vez, miembro de ese mismo espacio del Colegio de Psicoanálisis de Madrid.
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El rey está desnudo. FOTO: SAP
Había una vez, en un país lejano, un Rey que, si bien se mostraba sobrio y comedido en sus modos y maneras para reinar, tenía una debilidad, se preocupaba en exceso por su imagen y su vestuario. Un día escuchó a dos avispados pelafustanes hablar de sus habilidades para tejer la tela más fina suave y delicada que se pudiera imaginar. Esta prenda, decían los pícaros, tenía además la propiedad de ser invisible para los estúpidos. Seducido por la idea de llevar tan especial vestido, el Rey no dudó en facilitar a los “increíbles sastres” toda clase de materiales, a cuál más rico, con el fin de que tejieran su maravilloso traje. He de señalar que él mismo se sentía algo nervioso por si sería capaz de ver la prenda o no. Por ello envió a dos de sus hombres de confianza a ver cómo iba el trabajo. Como es de suponer, ninguno de los dos admitió que no veían la prenda y, por el contrario, volvieron alabando la misma. Toda la ciudad empezaba ya a oír hablar de tan fabuloso traje y se impacientaban por comprobar cuán estúpido sería su vecino. Llegó el día y los impostores se dirigieron a palacio y ellos mismos hicieron como que
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Valentino Garavani junto a la estatua de Constantino en Roma en 2007. FOTO: GREGORIO BORGIA (AP).
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ayudaban al Rey a ponerse el vestido. El Rey salió con su traje a presidir el desfile sin admitir, evidentemente, que era demasiado estúpido como para no verlo. Toda la gente alabó con entusiasmo el traje nuevo del Rey, temerosos de que sus vecinos se dieran cuenta de que eran estúpidos porque no podían verlo, hasta que un niño que estaba en la multitud gritó ¡¡Pero si está desnudo!! Dejando al descubierto el exhibicionismo del Rey. El pueblo empezó entonces a cuchichear en voz baja hasta que el murmullo se hizo clamor. El Rey escuchaba a la multitud y, aun sabiendo que decían la verdad, levantó la cabeza y terminó el desfile. Ustedes dirán qué tiene esto que ver con la Falta. ¿Es acaso la denuncia de La Falta que cometió el Rey?, ¿que faltó a la verdad a sabiendas con tal de no renunciar a su goce?. El concepto de Falta, tal y como lo entiende el psicoanálisis, no es la falta de esto o de aquello. No se trata de que nos falte algo en el sentido de que si se nos restituye ya vamos a estar completos, tampoco de que hemos cometido una Falta, aunque tenga cierto parentesco con estas cuestiones. La forma como opera este concepto para el psicoanálisis tiene sus raíces en el descubrimiento freudiano del Inconsciente. Lo que Freud descubre es que, en el devenir del ser humano, no todo es tan evidente como parece y que lo que supuestamente decide el hombre no siempre tiene que ver con su voluntad. Él encuentra en la escucha de sus pacientes que ciertas representaciones (pulsionales) no tienen acceso directo a la conciencia si no es por la vía de los sueños, los lapsus, los actos fallidos… Y también por los síntomas o la angustia como defensa. El Inconsciente se presenta sin que lo llamen, es un embaucador que nos hace caer en su trampa con su deslumbrante luz. La particularidad, como ven, es que estas representaciones no tienen acceso directo a la conciencia si no es por la vía de su unión a la representación de palabras; de ahí, uno de los puntos esenciales de la teoría psicoanalítica, que es una cura que opera por La Palabra. El Inconsciente, por tanto, son pensamientos y como tales van a estar sometido a las leyes del lenguaje. Si podemos descifrar los sueños es porque éstos son como una escritura,
El concepto de Falta, tal y como lo entiende el psicoanálisis, no es la falta de esto o de aquello. No se trata de que nos falte algo en el sentido de que si se nos restituye ya vamos a estar completos, tampoco de que hemos cometido una falta. Como opera este concepto tiene sus raíces en el hecho de que en el devenir del ser humano no todo es tan evidente, lo que supuestamente decide el hombre no siempre tiene que ver con su voluntad
El Inconsciente. FOTO:SAP.
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Chus Garci´a-Fraile. Street Stage 3, 2005.
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como el cuento que les acabo de contar (1) . Es decir, que funciona con La Metáfora y la Metonimia (condensación y desplazamiento). Decir que está sometido a las leyes del lenguaje es decir que el ser humano se baña en las aguas de lo Simbólico.
(1) La Interpretación de los sueños (1900) Sigmun Freud. Amorrortu ediciones ( ed.1987)
La importancia de todo esto es que justamente el descubrimiento freudiano va a revelar que el ser humano tiene un conflicto, porque casi siempre desea lo que supuestamente no quiere, y que esto se revela en la verdad que está implícita en su discurso. Para decirlo más claramente, si algo se le resiste a un sujeto, lo que reprime es su ser, por eso es por lo que alguien viene a un análisis. Porque NO ES como quiere ser. No es… como debería ser… No es, como él supone que el Otro quiere que sea… etcétera. Ese NO ES es lo que Lacan llamó FALTA EN SER, como causa del DESEO. Así pues, el sujeto del Inconsciente sólo pude revelarse cuando falta, es decir, cuando hace lapsus, sueña, tiene actos fallidos. Decimos que el acto fallido es el más logrado porque apunta a la verdad del sujeto. Entiendo que pueda resultar inquietante el hecho de que somos más verdad cuando menos estamos en lo que decimos o creemos que es nuestra verdad. Con esto que les digo podrán entender que el Inconsciente no es la voz de la trasgresión que nos obliga a hacer lo que no queremos. Más bien se trata de todo lo contrario, es la voz que no calla cuando no hacemos caso a nuestro deseo. Una vez hecha esta pequeña excursión por el Inconsciente añadiré algo más en relación a esa FALTA que elogio en el título. El hombre, entonces, no es ninguna cosa; su ser es un ser de deseo y, como tal, ser carente, incompleto, menesteroso incluso. Por esta razón el deseo humano es deseo de ser. “No es falta de esto o de aquello, sino falta de ser por la cuál existe” (2) . Y esa carencia radical que la presencia del Deseo atestigua es constitutiva no sólo de la existencia individual, sino también de las relaciones entre los seres humanos.
(2) J. Lacan. Seminario 2. El Yo en la Teoría de Freud y en la Técnica Psicoanalítica. Ed. Paidós, 1988.
Si pensamos en la experiencia humana no podemos hacerlo fuera del campo del lenguaje, fuera del universo de los símbolos. Fuera de ese orden simbólico que ya está
El ser humano tiene un conflicto porque casi siempre desea lo que supuestamente no quiere y esto se revela en la verdad que está implícita en su discurso. Si algo se le resiste a un sujeto, lo que reprime, es su ser, por eso alguien viene a un psicoanálisis. Porque NO ES como quiere ser. No es… como debería ser… No es como él supone que un Otro quiere que sea… Ese NO ES es la que Lacan llamó “falta en ser”, como causa del deseo, por la cual existe. El deseo humano es deseo de ser. Y esa carencia radical que la presencia del deseo atestigua, es constitutiva no sólo de la existencia individual sino de las relaciones entre los seres humanos
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La experiencia humana no es pensable fuera del campo del lenguaje, de ese orden simbólico que ya está configurado por el Otro. El niño que aún no habla queda atrapado por esa red simbólica que comienza a hablar en él. Casi podríamos decir que el niño es hablado por el Otro [el lugar de la mediación simbólica], que funda la comunidad de los sujetos hablantes. Simbolizar es, por tanto, hacer existir lo que no existía, hacer que el NO SER llegue a SER. AL sujeto la falta (falta en ser) le es imprescindible como causa de deseo, como causa de la vida. El Deseo es el resguardo de la falta y el amor la que la tapa, la disimula
(3) J. Lacan. “El estadio del espejo como instancia formadora del yo” Escritos 1 Ed. Siglo XXI, 1971.
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Fantasma. FOTO: SHAYA’S ORIGAMI GALLERY
configurado por el Otro, desde que el niño nace (3) . El niño que aún no habla queda atrapado por esa red simbólica que comienza a hablar en él. Casi podríamos decir que el niño es hablado por el Otro. Esto es importante subrayarlo pues en ella, en esa red, encontrará el niño un lugar y un nombre propio, lo que llamamos, su identidad. Pero esa alteridad que lo va a constituir como sujeto, la va a encontrar de un modo particular que es, su alienación al Otro, al Deseo del Otro. Y digo alienación porque el sujeto no sabe que él es el deseo de otro deseo. El Otro, lugar de la mediación simbólica, funda la comunidad de los sujetos hablantes. Simbolizar es, por tanto, la función de hacer existir lo que no existía, hacer que el NO SER llegue a SER. Siguiendo este desarrollo, para el psicoanálisis al sujeto le es imprescindible LA FALTA (que hemos nombrado como falta en ser) como causa de deseo, como causa de la vida podemos ya decir. En cierto modo podemos decir que el Deseo es el resguardo de la falta y el amor lo que la tapa (la disimula). Es por esta FALTA EN SER que el sujeto se va a identificar con aquello que supone que le falta para ser lo que le falta al Otro, en el que se aliena y que resuelve con la construcción del fantasma. Es un Otro que determina, por tanto, la relación de fascinación especular del imaginario.
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Carlos Arocha. Oximoron, 2008.
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Angèle Etoundi Essamba. Rupture, 2008.
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Así pues, llegamos a un punto central que domina la patología actual. Patologías que casi podríamos llamar las Patologías del límite, pues se trata del límite al que un sujeto puede llegar en su demanda, poniendo en juego su desaparición, para hacer aparecer la falta en ese Otro que le daría un lugar en el mundo. Llegar a proponerse como objeto que se puede perder para dejar al descubierto dicha falta. Es decir, en su construcción fantasmática se sitúa como objeto de la pérdida. Es como si pudiéramos decir que el sujeto se ofrece en sacrificio como objeto, en demanda de esa Falta que produzca un deseo. La única vía de salir de la alienación y llegar a la separación es hacerse objeto pulsional. De esta operación, evidentemente, queda un resto, plus de goce, con el que el sujeto se hace el ser. Es un resto real, que se subjetiviza como vergüenza y que queda a cargo del sujeto aunque por el fantasma lo ponga a cuenta del Otro. Parecería que el ideal en estos cuadros sería el de una separación absoluta del Otro, sin haber pasado por la vía de la alienación. Casi podríamos decir, llegar a la separación haciendo un “salto mortal”. Clínica del Vacío desarticulado del Otro en donde había clínica de la Falta que alojaba y daba nombre a ese vacío. Estoy hablando evidentemente de la anorexia, pero también de esas otras formas sintomáticas tan habituales en nuestra práctica clínica actual, entre las que se pueden incluir las adicciones, algunos de los llamados trastornos de personalidad y también formas bizarras de psicosis “intoxicadas”. Distintas formas de retorno en lo real del rechazo al Otro. La proliferación excesiva de las depresiones en nuestra sociedad actual son una llamada de atención en el sentido de que asistimos a una retirada del Otro, llevándose un trozo de sujeto. Como si hubiera perdido fuerza,potencia para ejercer su función.
¿Que está pasando? La acción del Otro simbólico es la acción privilegiada del Nombre del Padre, es la acción social, cultural que ese Otro del lenguaje ejerce sobre el cuerpo del ser viviente, como decía antes. Es una acción que en definitiva consiste en una sustracción, ya que el cuerpo, al ser incluido en el campo del lenguaje, sufre una pérdida irreversible (de goce). En realidad, es un intercambio por el cuál el Otro dona al sujeto una inscripción simbólica -un sentidoa cambio de una cesión de goce –de ser-. Por eso el sujeto irá a buscar en el campo del Otro lo que el Otro le ha sustraído. Esta afirmación no es privilegio del psicoanálisis. “Yo es Otro”, afirma Rimbaud en varias de sus cartas cuando se interroga precisamente por la Verdad, por el “Infierno de la Verdad”, admitiendo que el sujeto no es idéntico a si mismo y que por tanto está dividido. Tanto peor para el violín si descubre que es madera.
A la patología actual casi podríamos llamar Patologías del límite, pues se trata del límite al que un sujeto puede llegar en su demanda, poniendo en juego su desaparición (…) La proliferación excesiva de las depresiones en nuestra sociedad actual son una llamada de atención en el sentido de que asistimos a una retirada del Otro, llevándose un trozo de sujeto. Es como ese Otro que le daría un lugar en el mundo, hubiera perdido fuerza, perdido potencia para ejercer función
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Pepe Medina. Cuenta atrás, 2008.
(4) J. Lacan. Seminario 11. Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis. Ed. Paidós, 1987.
Para que se entienda mejor, la alienación correspondería a la pregunta de ¿Quién soy?, y la separación a la respuesta ¿Qué quiere de mi? (4). En 1938 Lacan lo señalaba en su escrito sobre Los complejos familiares; y, más tarde, Alexander Kojève, en 1957, se muestra preocupado y humillado, en su comentario sobre Françoise Sagan a propósito de Bonjour tristesse, lamentándose de la desaparición de lo viril, del honor, de lo heroico, en un mundo nuevo que estaría completa y definitivamente privado de hombres. La crisis de lo viril traería consigo la crisis del hombre y por tanto el Declive del Padre como consecuencia. No nos es ajeno el murmulleo suscitado por la crisis de los valores, que es una forma de nombrar la crisis del hombre y que ha venido acompañada de un borramiento, tan celebrado hace unos años -después del Mayo del 68-, de la figura que representaba la autoridad y que era ostentada por la figura del Padre. A estas alturas de nuestra civilización ya no tenemos dudas sobre el aplastamiento de esta figura, a la que ha venido a sumarse la debilidad de los lazos familiares, la modifica-
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Fabrice Backes. Playin’shakespeare, 2003.
ción de los vínculos parentales, el estrechamiento del vínculo persona-trabajo en detrimento del vínculo persona-persona. Asistimos también a una mayor intervención de lo social allí donde la familia muestra su incapacidad y la figura paterna no está a la altura de las circunstancias o más bien está ausente. Así pues, declive de la función paterna, declive de la autoridad y en su lugar ¿qué? En su lugar, el mercado, en su lugar, el aumento del control, en su lugar, mayores medidas de humillante seguridad. En su lugar la celebrada globalización. El para todos y el cese de lo subjetivo. El 29 mayo de 1950, en su conferencia sobre Psicoanálisis y criminología, Lacan apuntaba: “En una civilización en la que el ideal individualista se eleva a un grado de afirmación hasta ahora desconocido, los individuos tenderán hacia ese estado donde pensaran, amaran y sentirán exactamente las mismas cosas, a las mismas horas, en porciones de espacio estrictamente equivalentes…(sic) En los fenómenos de asimilación social, debe haber, a partir de cierta escala cuantitativa, un límite en el que las tensiones agresivas uniformadas se deban precipitar en puntos donde la masa se rompe”.
La crisis de los valores es una forma de nombrar la crisis del hombre y ha venido acompañada de un borramiento, tan celebrado tras el Mayo del 68, de la figura que representaba la autoridad y que era ostentada por la figura del Padre. Así pues, declive de la función paterna, declive de la autoridad y en su lugar ¿qué? En su lugar, el mercado, el aumento del control, mayores medidas de humillante seguridad. En su lugar, la celebrada globalización. El para todos y el cese de lo subjetivo. Acaso ¿no podemos afirmar que [hoy] el mercado es el Padre y, por tanto, el Otro no existe?
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El capital globalizador ya tiene quién le escriba. Acerquémonos al cine, la literatura, la pintura y otras manifestaciones de la cultura para notar cómo dan cuenta de ello. Y en otro orden - en lo que me toca- los servicios de Salud Mental se aplican a la tarea de recoger los vertidos sociales de la agresividad, las ansiedades deslocalizadas y exigentes; responder a los derechos a los que los usuarios -nunca más pacientes- tienen derecho. Estamos ahí, entre otros, para amortiguar los impactos y restaurar el orden social. Ustedes sabrán disculpar mi irreverencia pero, acaso ¿no podemos afirmar que el mercado es el Padre y que por tanto el Otro no existe? En la época de la evaluación, el ser del sujeto ha quedado en manos de un Otro devaluado cuya insignia es la banalidad.
Las consecuencias
(5) María Zambrano. La Confesión: Género Literario, Editorial Siruela, 2004. Madrid.
Podríamos decir que son otras las historias, otras las geografías y otras políticas que el mundo ha cambiado, ¡qué caramba!, que estamos en la postmodernidad. Sí podríamos decirlo, pero no sin el riesgo de caer en lo anecdótico y de llamar a esto “progreso social” que acoge la des-responsabilización del sujeto frente a su goce y que promueve la estupidez del Nadie es Culpable. Sí, podríamos apuntarnos a la banalidad que critica Maria Zambrano en La Confesión: genero literario (5) , cuando dice: “Y así, la exigencia de verdad ha venido a ser sustituida por la exigencia de sinceridad, sinceridad que hace referencia al individuo, y en el que se quiebra la verdad.” Muy sinceros se nos han puesto quienes dan fe de la devaluación del Otro, de su No Existencia cuando se muestran sin pudor a la mirada colectiva, exhibiendo, como el Rey del cuento de Hans Christian Andersen, su Falta de Vergüenza. Esa Falta de Vergüenza en sustitución de la Falta ilustra cómo la mirada del Otro en tanto portadora de vergüenza ya no tiene valor. Ese Otro caído, inconsistente, humillado, castrado en su potencia se presenta como incompetente a la hora de juzgar o decidir.
(6) J. Lacan. Seminario 1. Los Escritos Técnicos de Freud. Ed. Paidós, 1981.
En el Seminario 1 (6) , Lacan va a precisar que “la mirada no se sitúa simplemente a nivel de los ojos, los ojos pueden no aparecer, estar enmascarados. La mirada no es forzosamente la cara de nuestro semejante, sino también la ventana tras la cuál suponemos que nos están mirando”. Es una equis, dice, el objeto ante el cual el sujeto deviene obje-
El discurso capitalista postmoderno impulsa al sujeto contemporáneo a situarse en una posición en la que no siente pudor de su propio goce. Sin vergüenza, no hay división subjetiva y sin división subjetiva, sin nada que haga preguntas para el sujeto, se anula la diferencia entre el objeto de consumo y el objeto de deseo. En la desvergüenza moderna, la falta, que es estructurante del sujeto y que comporta el deseo humano, ha devenido vacío que no produce deseo
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Carlos Arocha. Interiores, 2008.
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El ojo que ves no es ojo porque tú lo ves, sino porque te ve. FOTO: SAP.
(7) J. Lacan. Seminario 17. El Reverso del Psicoanálisis. Ed. Paidós, 1992.
to. Y más adelante, en el Seminario 17 (7) , convoca a Sartre en su obra El Ser y la Nada para resaltar que “(...) para el que es sorprendido mirando, todo el clima cambia en un momento de viraje y me vuelvo una mera cosa, un maniaco”. Si traigo aquí estas citas es porque me parece que el Otro que nos mira se ha modificado en su estructura misma con los nuevos aires que ha traído el capitalismo global, que hace uso de todo aquello -ideas, ideales, costumbres, críticas y pensamientos- que alimenta el Utilitarismo. Aun cuando éste fue anunciado hace más de un siglo, el Panóptico de Bentham ,¿soñó tanto florecimiento como con El gran hermano? Contemplamos la muestra de unos goces que hasta hace poco suponían vergüenza y, por tanto, sólo se accedía a ellos en las habitaciones donde la intimidad habita. Sólo como resultado de una relación fantasmática con el objeto, el sujeto podía permitírselos o bien lo hacía si los colocaba como cobijados por el amor. Hoy no precisan de este cobijo, pues están sujetos a otro imperativo, el que marcan las leyes del mercado. El que no enseña no vende.
(8) Massimo Recalcati. Clínica del vacío. Anorexias, dependencias, psicosis. Editorial Síntesis. 2003.
El discurso capitalista postmoderno impulsa al sujeto contemporáneo a situarse en una posición en la que no siente pudor de su propio goce (8). Es pertinente recordar que Pudor era una divinidad griega que abandonó la Tierra indignada por la corrupción de los hombres. Se la consideraba amiga de la Verdad, e íntimamente unida al Amor, que pierde toda su fragancia cuando el Pudor no lo vela, aún cuando lo delate. Sin vergüenza no hay división subjetiva y sin división subjetiva, sin nada que haga pregunta para el sujeto, se anula la diferencia entre objeto de consumo y objeto de deseo.
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Así pues, degradación del Otro, devaluación de su mirada. El sujeto jugando a objeto y provocando el sin pudor del Otro que mira. Que menos que recordar la enseñanza de los clásicos: Abocado a perderse entre bajíos y arrecifes En pleno océano (de goce) flotando hallamos; Precisa aprovechar la corriente (del deseo) mientras fluye O conformarse a ver nuestra empresa fracasada (9). La Falta estructurante del sujeto, que comporta el deseo humano, determina que la verdad del goce que lo habita resulte velada, como en los misterios. Esto supone la operación del Nombre del Padre y la vía hacia lo simbólico que ella habilita. En la Desvergüenza moderna, la Falta ha devenido vacío que no produce Deseo. La metáfora del cuento con el que comenzaba mi exposición señala una situación en la que una amplia mayoría comparte la obscenidad de una mentira aun cuando cada sepa de lo absurdo y falto a la verdad de la situación, y de cómo la verdad -el goce del Rey presumidopermanece oculta por la farsa en la que todos se comprometen. En este punto, el grito del niño que denuncia la mentira invita a que al menos uno no colabore a mantenerla. Me gustaría pensar que, al menos en este encuentro, nos arriesguemos a alinearnos del lado del niño que grita.
(9) William Shakespeare, Julius Caesar, Acto IV.