"Nueva Actitud hacia la Vida"

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K Bienestar Integral Valeria Pérez Fraga • Foto de Alfonso Ruiz Soto®: Ana Paula Otegui

Nueva actitud hacia la vida Mucho se habla sobre la actitud. Sin embargo, desconocemos realmente a qué se refiere y lo que hay detrás de ella. Alfonso Ruiz Soto® nos habla acerca de este interesante concepto y lo que implica. ¿Qué papel juega la actitud en la vida cotidiana? Un papel preponderante y central. La palabra actitud es muy importante. La estudiamos con mucho cuidado en Semiología de la Vida Cotidiana®, ya que la mayoría de las personas maneja esta noción de una manera muy superficial. Continuamente escuchamos frases como: “Cambia de actitud”, “No tengas esa actitud”. Y, casi, casi, están equiparando el “Cambia de actitud” simplemente con: “Échale ganas”. No, para nada. No son equiparables. La actitud es algo muy complejo y muy interesante. “Actitud”, en principio, se refiere a la postura del cuerpo, a su posición y composición gestual. Pero es un término que nos habla, en forma extendida, de la manera como está sintiendo una persona, de su disposición anímica, manifestada, precisamente, por la postura de su cuerpo, es decir, por su actitud. De la posición externa se puede inferir la disposición interna. De modo que se relaciona con la expresión corporal… Totalmente. Cuando nosotros percibimos la actitud de una persona –lo que nos está expresando la postura de su cuerpo, sus gestos y ademanes–, inferimos, con mayor o menor acierto, si está enojada, excitada, confundida, contenta, triste o en cualquier otro estado anímico que introyectemos en ese momento. Y lo hacemos gracias, precisamente, a ese repertorio de signos corporales que está emitiendo y que nosotros percibimos desde nuestro muy particular estado anímico. Por ejemplo: si me siento humillado por alguna situación, en ese momento tiendo a percibir la actitud de los demás desde esa perspectiva específica. En consecuencia, se trata de un código motriz que podemos leer en los otros y a partir del cual los otros también pueden leernos a nosotros. Es un diálogo de percepciones. Fascinante. La actitud nos habla de la postura interna de la persona: qué está pensando, qué está sintiendo, cuál es su nivel de energía. Pero además,

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como en un espejo, nos devuelve la imagen de nuestra propia actitud. En consecuencia, cuando hablamos de la actitud hacia la vida, se pone de manifiesto la calidad de relación que tenemos con el principio de realidad y con nuestro propio ser. Es crucial.

Una relación dinámica ¿Cómo se forma la actitud de una persona? La actitud se integra dentro de un triángulo de relación dinámica. La actitud es el resultado de la vinculación de tres tipos de sistemas: el sistema de pensamientos, el sistema de creencias y el sistema de valores; esta confluencia determina la actitud de una persona. Cuando alguien manifiesta una actitud de rechazo hacia alguien más por pertenecer a otra raza, está vinculando su forma de pensar, con su forma de creer y su forma de valorar. Eso determina la actitud. Cuando este triángulo se ha cristalizado por la constante repetición en la vida diaria, la actitud ya no es sopesada por la conciencia, sino que se dispara en forma automática: veo una persona de otra raza y la rechazo de inmediato. Una vez configurada la actitud, simplemente se reproduce de una manera lineal, sin intervención de la conciencia crítica o autocrítica. Lo mismo sucede si tengo una actitud negativa hacia las personas ricas y llega una persona con joyas o tiene un automóvil de lujo, entonces elaboro mi crítica interna o externa: “Es un detestable burgués”, “un inconsciente”, “un ostentoso”, y mi actitud de enfado por el simple hecho de verlo se dispara de inmediato; o si tengo una actitud negativa hacia un determinado partido político y una persona me dice “yo soy de ese partido”, mi actitud de rechazo se hace extensiva hacia esa persona, sin mediar mayor análisis ni elaborar matices de ninguna índole. Ahora ya no nos damos cuenta de la enorme cantidad de actitudes cristalizadas que tenemos con la ropa, la comida, las personas, los libros, los partidos políticos, las religiones, las razas, el sexo… Y “n” temas. ¿Aquí hablamos de estereotipos? Muchas de nuestras actitudes se sustentan en estereotipos y prejuicios. El estereotipo es una caricatura mental, es la reducción, la simplificación obtusa de la realidad, una deformación perceptiva. Cuando se produce, cualquier persona puede caer en la tentación de generalizar y de distorsionar la realidad: “Todos los argentinos son unos pedantes”, o “todos los mexicanos son unos perezosos”,

o “todos los… quien sea, lo que sea” y así emito una simplificación descomunal, una caricatura: “Los ingleses son flemáticos”. Ese estereotipo es fundamentalmente una mentira, una inexactitud insostenible, fuera de toda proporción. Una opinión que no resiste el menor análisis. Esto nos lleva a muchos prejuicios. Me encuentro con un argentino y digo: “Éste será un pesado”. Todo lo que diga

o haga, su forma de caminar, sus gestos o sus palabras, las leo desde esa perspectiva. No hago sino buscar razones para seguir rechazándolo o seguir alimentando mi propia actitud, basada en un estereotipo nefasto que, a su vez, me conduce a un prejuicio: juzgo a ese argentino antes de conocerlo como persona, en su propia individualidad. Puede resultar mejor... o peor.

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K Bienestar Integral Valeria Pérez Fraga • Foto de Alfonso Ruiz Soto®: Ana Paula Otegui

Nueva actitud hacia la vida Mucho se habla sobre la actitud. Sin embargo, desconocemos realmente a qué se refiere y lo que hay detrás de ella. Alfonso Ruiz Soto® nos habla acerca de este interesante concepto y lo que implica. ¿Qué papel juega la actitud en la vida cotidiana? Un papel preponderante y central. La palabra actitud es muy importante. La estudiamos con mucho cuidado en Semiología de la Vida Cotidiana®, ya que la mayoría de las personas maneja esta noción de una manera muy superficial. Continuamente escuchamos frases como: “Cambia de actitud”, “No tengas esa actitud”. Y, casi, casi, están equiparando el “Cambia de actitud” simplemente con: “Échale ganas”. No, para nada. No son equiparables. La actitud es algo muy complejo y muy interesante. “Actitud”, en principio, se refiere a la postura del cuerpo, a su posición y composición gestual. Pero es un término que nos habla, en forma extendida, de la manera como está sintiendo una persona, de su disposición anímica, manifestada, precisamente, por la postura de su cuerpo, es decir, por su actitud. De la posición externa se puede inferir la disposición interna. De modo que se relaciona con la expresión corporal… Totalmente. Cuando nosotros percibimos la actitud de una persona –lo que nos está expresando la postura de su cuerpo, sus gestos y ademanes–, inferimos, con mayor o menor acierto, si está enojada, excitada, confundida, contenta, triste o en cualquier otro estado anímico que introyectemos en ese momento. Y lo hacemos gracias, precisamente, a ese repertorio de signos corporales que está emitiendo y que nosotros percibimos desde nuestro muy particular estado anímico. Por ejemplo: si me siento humillado por alguna situación, en ese momento tiendo a percibir la actitud de los demás desde esa perspectiva específica. En consecuencia, se trata de un código motriz que podemos leer en los otros y a partir del cual los otros también pueden leernos a nosotros. Es un diálogo de percepciones. Fascinante. La actitud nos habla de la postura interna de la persona: qué está pensando, qué está sintiendo, cuál es su nivel de energía. Pero además,

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como en un espejo, nos devuelve la imagen de nuestra propia actitud. En consecuencia, cuando hablamos de la actitud hacia la vida, se pone de manifiesto la calidad de relación que tenemos con el principio de realidad y con nuestro propio ser. Es crucial.

Una relación dinámica ¿Cómo se forma la actitud de una persona? La actitud se integra dentro de un triángulo de relación dinámica. La actitud es el resultado de la vinculación de tres tipos de sistemas: el sistema de pensamientos, el sistema de creencias y el sistema de valores; esta confluencia determina la actitud de una persona. Cuando alguien manifiesta una actitud de rechazo hacia alguien más por pertenecer a otra raza, está vinculando su forma de pensar, con su forma de creer y su forma de valorar. Eso determina la actitud. Cuando este triángulo se ha cristalizado por la constante repetición en la vida diaria, la actitud ya no es sopesada por la conciencia, sino que se dispara en forma automática: veo una persona de otra raza y la rechazo de inmediato. Una vez configurada la actitud, simplemente se reproduce de una manera lineal, sin intervención de la conciencia crítica o autocrítica. Lo mismo sucede si tengo una actitud negativa hacia las personas ricas y llega una persona con joyas o tiene un automóvil de lujo, entonces elaboro mi crítica interna o externa: “Es un detestable burgués”, “un inconsciente”, “un ostentoso”, y mi actitud de enfado por el simple hecho de verlo se dispara de inmediato; o si tengo una actitud negativa hacia un determinado partido político y una persona me dice “yo soy de ese partido”, mi actitud de rechazo se hace extensiva hacia esa persona, sin mediar mayor análisis ni elaborar matices de ninguna índole. Ahora ya no nos damos cuenta de la enorme cantidad de actitudes cristalizadas que tenemos con la ropa, la comida, las personas, los libros, los partidos políticos, las religiones, las razas, el sexo… Y “n” temas. ¿Aquí hablamos de estereotipos? Muchas de nuestras actitudes se sustentan en estereotipos y prejuicios. El estereotipo es una caricatura mental, es la reducción, la simplificación obtusa de la realidad, una deformación perceptiva. Cuando se produce, cualquier persona puede caer en la tentación de generalizar y de distorsionar la realidad: “Todos los argentinos son unos pedantes”, o “todos los mexicanos son unos perezosos”,

o “todos los… quien sea, lo que sea” y así emito una simplificación descomunal, una caricatura: “Los ingleses son flemáticos”. Ese estereotipo es fundamentalmente una mentira, una inexactitud insostenible, fuera de toda proporción. Una opinión que no resiste el menor análisis. Esto nos lleva a muchos prejuicios. Me encuentro con un argentino y digo: “Éste será un pesado”. Todo lo que diga

o haga, su forma de caminar, sus gestos o sus palabras, las leo desde esa perspectiva. No hago sino buscar razones para seguir rechazándolo o seguir alimentando mi propia actitud, basada en un estereotipo nefasto que, a su vez, me conduce a un prejuicio: juzgo a ese argentino antes de conocerlo como persona, en su propia individualidad. Puede resultar mejor... o peor.

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K Bienestar Integral Alfonso Ruiz Soto® en África.

CONVIvencia armónica ¿La actitud también tiene que ver con la intolerancia? Efectivamente. Es muy importante considerarlo porque esto nos conduce a ese tema fundamental que tenemos que revisar en nuestras sociedades, en el mundo entero, porque es la raíz de la violencia. La intolerancia marca la pauta en los ámbitos políticos, religiosos, deportivos, sociales o culturales. Personas que se descalifican las unas a las otras. Se insultan, se agreden o se matan en un estadio. Son intolerantes frente a la ideología de alguien o frente a la porra del otro equipo. Entonces se presentan unas agresiones tremendas, terribles. Y todo esto, por supuesto, está íntimamente vinculado con lo que hemos venido comentando de los sistemas de pensamientos, creencias y valores que entrañan la configuración de la actitud. La actitud está vinculada con todo esto, es un tema mayúsculo, importantísimo. Por eso la estudiamos en forma tan detallada en los cursos de Semiología de la Vida Cotidiana®, ya que transforma la vida de las personas. ¿Cómo se aborda la intolerancia en la Semiología de la Vida Cotidiana®? En el Curso I hacemos un estudio sobre el código de la intolerancia, cómo se configura y cómo opera con una doble descalificación: hacia arriba y hacia abajo, buscando la semejanza y desconociendo la diferencia. Reduciendo el mundo a una visión limitada y simplista: excluyente. La intolerancia pretende reducir la infinita riqueza de la diversidad humana, a un modelo plano y homogéneo, rígido y vulnerable que constituye la más profunda raíz de la violencia en las parejas, las familias, las empresas o las naciones. Mientras que la tolerancia es, según la hemos estudiado en nuestros cursos desde hace más de 23 años: la convivencia armónica de las diferencias. Algo inusitado en nuestras sociedades actuales y, por lo tanto, algo que vuelve importantísima la próxima inauguración del Museo de Memoria y Tolerancia de la Ciudad de México, del cual estoy muy orgulloso de ser asesor académico, será una magnífica contribución a la calidad de vida de nuestro país.

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La actitud, ¿se aprende? Todo esto no son sino conductas aprendidas, condicionadas desde la más temprana infancia. Aquí radica la maravilla de la Semiología de la Vida Cotidiana® que estudia los signos y la forma como un repertorio de signos ensamblados forma un código cultural, que a su vez integra un contexto de mayor significación; el cual puede ser modificado en conciencia, integrando un nuevo código de posibilidades significativas. Lo primordial aquí es comprender que todo conocimiento humano está codificado, que aprender algo, es aprender un código. Por ejemplo: lo que hace un químico es, literalmente, aprender el código de la química; un arquitecto, aprender el código de la arquitectura. Se puede aprender cualquier tipo de código: el de la política, el de la física, el de las matemáticas, el de la música, el de la moda. Aprendemos el código del golf, del futbol o del ajedrez. Que nos quede claro: aprender algo, es aprender un código. El conocimiento –todo conocimiento– está codificado. Y en consecuencia, puede recodificarse. Cada día podríamos ser más tolerantes, más incluyentes. Por otro lado, es importante comprender que en la medida en la que nos sea posible establecer códigos de la vida cotidiana, en esa misma medida podremos estudiarla realmente, comprenderla y asimilarla. De igual modo, podremos tomar decisiones con mayor pertinencia y mejorar nuestra visión del mundo. Ese es el objetivo fundamental del conocimiento de uno mismo en la Semiología de la Vida Cotidiana®: propiciar el desarrollo de la conciencia para elevar la calidad de vida del individuo, de la pareja, de la familia y, finalmente, de la sociedad en su conjunto, entendida como un gran todo interconectado. Pensando en las características de los niños: inocencia, imaginación y creatividad, ¿debemos conservar una actitud infantil en nuestras vidas? ¡Qué buena pregunta! Me da ocasión de aclarar algo muy importante. No. Las actitudes infantiles son propias de la niñez, de manera que no son recomendables en la vida adulta. Resultaría patético y patológico un adulto de 45 años sustentando actitudes infantiles. Por otro lado, diríamos que la inocencia, la imaginación y la creatividad no son cualidades privativas de los niños, también son cualidades propias de jóvenes y adultos. Pero además, habría que puntualizar que estas mismas cualidades son muy diferentes en los niños y en los adultos. Existen una inocencia, una imaginación y una creatividad infantiles; y una inocencia, una creatividad y una imaginación adultas, totalmente diferentes las unas de las otras. Hay códigos para todas las edades. Lo importante en este caso, sería mantener vivas y actualizadas cronológicamente, la inocencia, la imaginación y la creatividad, sin importar nuestra edad o nuestra condición. Tenemos que mantenernos despiertos y sensibles, en una continua evolución de conciencia, dispuestos a crecer, a aprender de cada una de nuestras experiencias y a dar lo mejor de nosotros mismos a los demás, a cualquier persona, bajo cualquier circunstancia. Esa sería, sin duda, una extraordinaria actitud hacia la vida. * Todos los conceptos son propiedad del Dr. Alfonso Ruiz Soto®. Para más información, visita www.semiologia.net.


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