Jorge Quesada

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En memoria de Jorge Quesada. En honor a mis padres. Ana Lorena Castro Lizano Heredia, 21 de Agosto del 2013

Muchas veces en mi vida he escuchado a mis padres hablar sobre un amigo muy apreciado por ambos. Su nombre Jorge Quesada, a quien cariñosamente llamaban “Pelota”.

Mi madre, Anita Lizano y él se conocieron desde niños donde fueron compañeros en la escuela Juan Chaves. Allí compartieron juegos y estudios que los convirtieron en amigos inseparables. Como prueba de esa linda amistad queda una fotografía familiar que he querido compartir. Se les observa a ambos en el año 1956 en un paseo de la escuela, a una quebrada (“Río Platanar”) que atraviesa el camino hacia el campo de aterrizaje desde San Roque.

Además del

gran cariño que los unía, Jorge le profesaba a mi mamá un sincero amor de adolescente el cual le manifestó en alguna oportunidad.

Cuenta mi madre que en cierta ocasión, Jorge la citó a ella y a otros dos de sus enamorados en el parque, una vez reunidos los cuatro y armándose de valor le dijo:

- ¡Ahora sí Anita, escoja con cuál de los tres se va a quedar!

Mi mamá, bastante sorprendida y sonrojada a la vez, se marchó a su casa sin ofrecer respuesta a ninguno los tres enamorados quienes esperaban ansiosos la escogencia del afortunado.

Algunos años después en 1961, llegó para desempeñarse como profesor de español en Liceo San Carlos, mi padre Guillermo Castro. Por las casualidades de la vida Jorge fue su alumno y además llegó a ser su muy buen amigo. Juntos realizaban con regularidad paseos a la finca de los padres de Jorge, allá entre Aguas Zarcas y Muelle, donde gustaban de la pesca de bobos en el río San Rafael y de las andadas a caballo. Algo que mi papá recuerda con nostalgia, es que en el trayecto de ida y vuelta Jorge siempre cantaba una


canción con un sabor muy triste y que, hecha

Lo que sucedió después pertenece a

popular por “Los Tres Ases”, se llama “Sabrá

otra gran historia. Una que me permite

Dios”. Uno de las estrofas de la canción,

contar esta anécdota.

comenta mi padre, dice: - Sabrá Dios si tú me quieres o me engañas. - como no adivino seguiré pensado que me quieres solamente a mí. - no tengo derecho en realidad para dudar de ti, para no vivir feliz. -pero yo presiento que no estás conmigo aunque estas aquí. Ambos, profesor y alumno labraron una verdadera amistad. Por alguna razón, la que mis padres nunca conocieron, Jorge se empeñó en que su mentor y su amiga del alma se frecuentaran. Un día dijo a mi padre que él tenía una amiga muy bonita que lo quería conocer y a mi mamá le dijo algo similar, que él tenía un amigo que quería conocerla. Planeó entonces un encuentro durante un baile de egresados del Liceo San Carlos en el salón del balneario “Linda Vista”, un día sábado 03 de junio de 1961. El día del evento cuando mi papá llegó al lugar a la hora acordada, Jorge estaba con su amiga, mi madre, esperándolo a las puertas del salón. Ellos se quedaron conversando y Jorge simplemente sin decir nada se marchó.

Una bella historia en la que un incondicional amigo de mis padres les permitió a ellos conocerse y casarse para formar

un

hogar

ejemplar,

agradezco a Dios ser parte.

Ana Lorena

del

cual


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