RECUERDOS DEL 55 Gerardo Alberto Mora López Lo que voy a relatar ocurrió en algún momento en 1955. Yo tenía entonces siete años y no recuerdo que la escuela hubiese comenzado, así pudo haber sido a principios de año. Espero que muchas personas puedan y quieran corregir estas notas pues mis recuerdos, como bien lo dijo mi hija Johanna Rebeca Mora Herrera, parecen estar sujetos a un efecto de licuadora. Así que las correcciones son bienvenidas. Un sitio de internet (http://www.ticoclub.com/1955.htm) ubica los hechos en enero de 1955 y presenta muchas fotos, a las cuales les falta identificación de lugares y personajes, recuperadas del escritorio del periodista Rodolfo Carrillo Arias. Una amplia bibliografía respecto a estos hechos se encuentra en el sitio http://www.sinabi.go.cr/Biblioteca %20Digital/BIBLIOGRAFIA/Bibliografias/Bib%20Invasion.pdf. Nuestros padres, Domingo Mora González y María Donatila López Loría (Domitila en la cédula, pero no le gustaba. En el registro de bautizo aparece como Donatila) por alguna razón que no recuerdo, habían “salido”, como se decía cuando alguien iba a San José. Mis hermanos mayores, Luis Guillermo y Wilbur Enrique (Wil), habían recibido el encargo de pasar al almacén de don Bladimir Arroyo (25 varas al norte de La Central) a retirar “el diario” y yo los acompañaba. Recuerdo que, mientras ellos estaban dentro del almacén, yo fui hacia la esquina de la Central, movido por la curiosidad, porque noté la presencia de algunos hombres uniformados no comunes y que, definitivamente, no eran policías y, además, algún alboroto que se formó en esa esquina. Pude ver, sin entender de momento por qué lo hacían, que los hombres uniformados le disparaban a los postes, hacia los puntos de unión de los alambres. Lugo dijeron que eran soldados nicaragüenses que intentaban romper los hilos del telégrafo. Corrí entonces a contarles a mis hermanos. Luis, cuatro años mayor y con más chispa que yo, entendió lo que pasaba y dijo: -¡Hay que correr a avisarle e Chalo!, refiriéndose a mi tío Víctor Julio López Loría. Chalo, así como otros muchos en La Villa, estaban enlistados en la reserva. Los hechos revolucionarios del 48 estaban frescos, se esperaba una contrarrevolución y los reservistas no solamente recibían entrenamiento sino que les había entregado armas. Serían como las 8 o las 9 de la mañana cuando llegamos a la casa de mi tía Cefira López Loría, donde Chalo habitaba. Aún estaba durmiendo cuando llegamos a llamarlo. Se levantó como con resorte, buscó su rifle y dijo que teníamos que avisarle a los Esquivel. Recuerdo que Chalo y uno de los Esquivel salieron juntos, hacia donde no los pudieran encontrar los soldados nicas. Evidentemente los somocistas buscarían a todos los reservistas que pudieran, para hacerlos prisioneros. Los tres hermanos recibimos la orden de irnos a nuestra casa, al lado arriba de donde hoy está la Cruz Roja. No recuerdo si ya la habían construido. Antes de la Cruz Roja estuvo allí el Matadero Municipal y, al lado de mi casa, el botadero de basura. Una señora que le ayudaba a mi madre había quedado a cargo de la casa. Nos dijo que ella tenía que buscar a su gente y que nosotros debíamos ir al hospital, porque allí se estaba refugiando mucha gente. Por algún motivo que no recuerdo, mi hermano Wilbur no estaba con nosotros cuando buscamos refugio en el hospital. Había tanta gente que no cabíamos y nosotros, por razones que no recuerdo, fuimos aconsejados a ir hacia la finca de Adolfo Quesada, casado con una prima nuestra llamada Alicia López, hija de Cefira, quien era hermana de mi madre. Esta finca estaba en Gamonales. No tengo recuerdo de lo que pasó en el camino, pero sí de la llegada a la finca. Había que subir una loma y luego bajar, para llegar a ella, de manera que, desde la casa, no se podía ver la Villa, pero subiendo a la loma sí. Luego supe que Wil llegó corriendo al hospital, a buscarnos. Al no encontrarnos corrió a buscarnos donde Cefira (100 metros al este de la pulpería de Coqui