Una Historia Personal: La Ansiedad en el Hogar
por un padre local
Sentada en el estacionamiento de la escuela de mi hijo, llore tanto que se me dificultaba respirar. Me había aguantado por 45 minutos y luego se rompió el desagüe. Mientras mi cuerpo temblaba y mi corazón caía, le llame a mi esposo por apoyo. Miren, nuestro hijo de 11 años se negaba a bajar del carro e ir a la escuela. Extremadamente molesto, estaba gritando y llorando que lo llevará a casa. Me gustaría decir que este era un caso aislado, pero no lo era. Probablemente era el día 8 de 13 que no iría a la escuela ese semestre. Hace dos años, nuestro hijo comenzando el 6° grado en una escuela nueva, sufrió de “rechazo escolar”(1) causado por ansiedad académica. Lo que pasamos no se lo deseo a ninguna familia. Tenía un nudo en el estómago todos los días. Era tan difícil ver a mi hijo sufriendo. Se escondía bajo las cobijas para no tener que levantarse. Una mañana nuestro hijo se encerró en su recamara y me mando un texto que no iría a la escuela. Mi hermana, que había venido a ayudar, quito la perilla de la puerta para poder llegar a él. Mientras esta era una situación extrema, demuestra las situaciones difíciles a las que nos enfrentamos. ¿Qué ayudo? Trabajamos en educarnos y obtener apoyo. Una de las cosas que enfrente fue que mi ansiedad salió en la crianza de mis hijos y no fue saludable para ellos. Crecí con una orientación de desempeño. Claramente recuerdo recibir mi primera B en la secundaria. Devastada, pensé que nunca entraría a un buen colegio. Mientras sé que esto no es saludable, está profundamente arraigado en mí y es difícil no proyectarlo en mis hijos. He compartido esto con mis hijos, explicándoles que mi trabajo es no dejar que mi ansiedad se muestre en la crianza. Quiero asegurarme de que comprendan que este es mi problema, no el de ellos. También les pedimos ayuda a los familiares, amigos y a nuestra escuela. Hasta una maestra se ofreció para manejar a nuestra casa y ayudar a que nuestro hijo fuera a la escuela. Fuimos a un terapista profesional para ayudarlo a afrontar sus miedos. Una enseñanza crítica que nos dejó el terapista fue que "lleváramos a nuestro hijo a la escuela." Mientras más queríamos, era importante no protegerlo de su miedo. Esto solo le daba más poder a sus miedos. Yo diría que como en cinco meses, más o menos en año nuevo, Aidan pudo administrar de forma eficaz sus miedos. Avancemos hasta hoy. Nos encontramos a diario con nuestra hija diciendo, "no puedo ir a la escuela. No me siento bien. Me duele la cabeza y el estómago." Mientras continuamos descubriendo los detonantes principales, hay algo de ansiedad académica y talvez social. Como su hermano, esto está sucediendo en el sexto grado. Hemos tenido que tomar decisiones difíciles con nuestra hija. Llevarla a la escuela puede ser muy cansado emocionalmente. Esta vez estamos mucho más educados y tenemos una estructura sólida. ¿Ha sido incomodo compartir nuestra historia? Claro. Siento como que estoy “exponiendo” a nuestra familia. Estoy compartiendo esto porque espero ayudarlos a sentirses menos solos y darles una perspectiva útil. Creo firmemente que parte de la batalla es vencer los miedos asociados a hablar sobre el tema. Entre más hablemos de ellos, nos sentiremos más unidos, aprenderemos más, y recibiremos más ayuda. Si puedo ayudar a un solo padre entonces ha valido la pena. Y si algo he aprendido es que la gente quiere ayudar.