PERIÓDICO DE DISTRIBUCIÓN GRATUITA SOBRE LOS JUICIOS POR VIOLACIONES A LOS DERECHOS HUMANOS · AÑO I · NÚMERO 2 · CÓRDOBA · ARGENTINA · 9 DE NOVIEMBRE DE 2009
Semana clave de testimonios contundentes
La inspección ocular a la Casa de Hidráulica aportó pruebas y amplió testimonios que ya son irrefutables en el esclarecimiento del caso Albareda. También compareció ante el tribunal Fernando, hijo de la víctima y querellante, quien brindó un emotivo testimonio y vinculó a los altos La mañana del 3 de noviembre amaneció fresca y despejada, nada indicaba en el ambiente que pudiera ser una jornada cargada de tanta tensión. Ese martes, la sexta audiencia del Juicio Menéndez II se trasladó a la Casa de Hidráulica, el lugar en el que se rememorarían las últimas horas trágicas de Ricardo Fermín Albareda. El motivo, una inspección ocular ordenada por el tribunal, para reconocer el chalet que funcionó como Centro Clandestino de Detención durante la última dictadura y reconstruir con precisión los hechos que derivaron en el asesinato de Albareda. Dos imágenes agudas y simbólicas se dibujaron en los contornos siniestros del lugar. La sequedad del aire y el bajo nivel del lago, impusieron su tono gris en el entorno, que se mezcló con otro gris, más oscuro, azul e intimidante, de la veintena de policías apostados en las inmediaciones de la casa, fuertemente armados y con los rostros cubiertos. Rara postal que se combinó con la satisfacción de saber que la justicia ha comenzado a transitar sus pasos en sitios que antes habitó el horror. Los pasos de la justicia El viajero ocasional que transita por la variante Costa Azul quizás lo note. No llama la atención, pero despierta cierta curiosidad -si uno ignora su verdadera historia- esa casa apacible que reposa en una pequeña península del Lago San Roque, a escasos setecientos metros del embudo. El martes, en la inspección ocular el testigo Carlos Vadillo pudo dar fe de que en ese lugar funcionó un Centro Clandestino de Detención, cuando relató y reconoció el lugar donde fue torturado por efectivos del D2 en 1978. Pese a que las instalaciones fueron reconstruidas y el antiguo piso removido, recordó las baldosas rojas con guardas blancas, que alcanzaba a ver por debajo del pulóver que llevaba a modo de capucha cuando fue secuestrado. Son las mismas baldosas que el propio Fernando Albareda encontró tiradas en el jardín durante el reconocimiento del lugar en el que su padre fue asesinado. Los detalles
mandos del ejército y de la policía provincial en el asesinato de su padre. El jueves, por su parte, comenzaron las audiencias por la Causa Morales, con el dramático relato de la propia víctima, Raúl Ernesto Morales, albañil y militante peronista que fuera secuestrado por el D2.
que aportó Julio César Uslenghi, empleado de Hidráulica que recibió las llaves cuando la policía entregó el inmueble, sirvieron para reconstruir la antigua distribución del edificio, adaptado para retener detenidos clandestinos entre 1976 y 1980. Los testimonios y las pruebas que se recogieron fueron, una vez más, irrefutables. Uno más, pero distinto El testimonio ampliado de Ramón Roque Calderón concentró la mayor atención durante el recorrido en el Chalet. Aquella noche en que la brigada del D2 arrastró a Albareda hacia la Casa de Hidráulica, el ex policía estaba cumpliendo guardia en el lugar. “Vamos Calderón, relate lo que recuerda de esa noche”, exhortó el presidente del tribunal. Custodiado por cuatro efectivos de grupos especiales, y protegido por un chaleco antibalas, el testigo clave del caso recorrió los pasos que dio la brigada integrada por Hugo Cayetano Britos, Pedro Raúl Telleldín y Américo Romano. Recordó que junto a Antonio Carabante, uno de los res-
ponsables del chalet, vieron desde la galería las luces de dos vehículos que cruzaban el portón de entrada. “Es la brigada, todo bien. Traen a uno más”, pensó, acostumbrado a presenciar ese tipo de escenas. Pero esta vez era diferente. No dejaba de llamar la atención que ese “carteludo” uniformado, golpeado salvajemente y que apenas podía sostenerse, fuera un subcomisario de la fuerza. El testimonio fue terrible. La carga dramática de un relato reconstruido en el mismo lugar de los hechos, en la voz y los ademanes de un testigo presencial que fue miembro de la policía, constituye un hecho único en la historia de los juicios por delitos de lesa humanidad en el país. Y resonó con una fuerza excepcional en los oídos de los presentes. Absorto y en silencio, Fernando Albareda escuchó y observó atentamente, a pasos de Calderón, en el lugar exacto donde su padre, atado de pies y manos a una pesada silla de madera, fue ultimado por Telleldín y su patota. El testimonio oral de Calderón y su
EDITORIAL El Negrito Amarilla, dirigente de la JP de zona noreste, no tenía ni idea del capítulo que viviría su hijo Martín, 32 años después, convirtiéndose en un nuevo nieto que recupera su identidad robada. A los pocos días, familiares y compañeros de Julio Navarro, también recuperarían la identidad de sus restos, enterrados clandestinamente en el cementerio de Avellaneda. Dejaría de ser un desaparecido para empezar a ser un militante de 18 años fusilado en 1976. La historia no deja de sorprendernos, sus giros inesperados constituyen una más que interesante oportunidad para no perder la esperanza. ¿Eran imaginables, estas situaciones, sólo unos pocos años atrás? El jueves arrancó el caso Morales con la presencia de la propia víctima. Después de tres décadas, torturador y torturado volvieron a verse las caras, la diferencia estuvo en la dignidad. Raúl Ernesto Morales tiene 59 años pero aparenta muchos más. Las torturas que sufrió aún marcan su vida, con bastón en mano y dos riñones perdidos brindó un testimonio estremecedor. Difícil imaginar que este obrero de la construcción estaría sentado frente a un tribunal de la nación relatando, desde su infinita humildad, cómo un grupo de policías de civil le aplicaban semejantes torturas. Estos días, también incluyeron la declaración de Fernando Albareda, que pudo por primera vez exigir al Estado que se haga cargo de decirle dónde están los restos de su padre, asesinado por policías de las fuerzas estatales de la provincia. ¿Hubiera sospechado Rodolfo Walsh que, 32 años después de su Carta Abierta a la Junta Militar, estamos investigando el mismo escenario al que hace referencia en aquel 24 de marzo de 1977 ”un verdadero cementerio lacustre descubrió en agosto de 1976 un vecino que buceaba en el lago San Roque de Córdoba… y no le creyeron”. ¿Es posible que los hilos de la memoria sean tan débiles que no nos permitan recordar el hundimiento político, económico y humano al que nos sometió un modelo de autoritarismo criminal? ¿Quién puede estar en contra de una ley que intente restituir la identidad y la génesis de un joven que ni siquiera sabe que ha sido robado? También en esta semana se dio media sanción al proyecto de Ley que permitirá identificar el origen de la sangre que corre, que se agolpa en las venas de quienes fueran niños apropiados en la dictadura. La semana terminó mostrando los caminos del horror. Desafiando, más de una vez, la capacidad de imaginación. Lo increíble tomó forma de testimonio. Lo inimaginable fue escuchado por todos.
Casa de Hidráulica
Entrevista
CONTRATAPA
La historia de un sitio que concentró el horror y que hoy conserva las claves para reconstruir el caso Albareda. Página 2
Martín Fresneda, el abogado querellante, integrante de H.I.J.O.S, reflexiona sobre el juicio en una charla abierta y frontal. Página 3
El peor de los castigos es mostrarles la realidad POR MARIANO SARAVIA
Lunes 9 de Noviembre de 2009 CASA DE HIDRÁULICA
reproducción gestual de los principales movimientos de Telleldín fueron contundentes. Luego de controlar los embates de la defensa, y no incurrir en contradicciones, llegó incluso a sugerir detalles sobre actividades paralelas a la represión en las que actuó la policía de Córdoba. “Yo sé muchas cosas. En este lugar maldito vi matar a mucha gente, no sólo a 'subversivos'. Aquí secuestraban personas para pedir rescate”, confesó el ex policía que cumple condena en el penal de San Martín por un delito común. Comienza la Causa Morales Extraña manera de “servir a la comunidad”, la que ostentó la Policía de Córdoba en los ´70. El rostro de Raúl Ernesto Morales, un humilde albañil y militante de base de la Juventud Peronista (JP) en esa época, registra aún hoy las huellas más evidentes de la brutalidad con que la fuerza policial reprimió la participación política. Morales brindó su testimonio el jueves, en la causa que lleva su apellido. Este trabajador sencillo y de voz cándida, relató en llanto, cómo fue secuestrado el 22 de marzo de 1976 en Santa Rosa de Calamuchita, su localidad natal, para luego ser conducido a las instalaciones del D2. “Metete ahí, montonero hijo de puta”, le gritaron. Durante los diez días que siguieron, los torturadores de la inteligencia policial dejaron su rúbrica brutal inscripta en el cuerpo de Morales. Perdió los dos riñones debido a los golpes recibidos, y la movilidad en una de sus piernas, por la
aplicación de un “torniquete”. Las imputaciones del caso se realizaron contra Luciano Benjamín Menéndez y Miguel Ángel Gómez, por los delitos de privación ilegitima de la libertad e imposición de tormentos agravados. De entre todos sus torturadores, Morales sólo pudo reconocer a Gómez. En una oportunidad, el imputado le dijo: “¿escuchaste hablar del 'Gato' Gómez? Ahora vas a saber quién es. Conmigo cantan hasta los más duros. Yo hago hablar a todos”. “Yo estaba vendado y no podía ver, pero escuchaba los pasos y ya sabía que venían a pegarme. En ese lugar me golpeaban todos”, rememoró el albañil, ante la mirada imperturbable de su victimario, que permanecía sentado, inconmovible. Pero el periplo de Morales no terminó en el D2. Hasta entrado el año 1978, pasó por las cárceles de San Martín, Sierra Chica y La Plata. La justicia cómplice de la dictadura lo había absuelto a fines de 1976, luego de que el juez federal Eudoro Vázquez Cuesta le tomara declaración, recién ocho meses después de ser detenido. Sin embargo, siguió preso bajo disposición de la Junta Militar. Con 59 años, Morales usa bastón y hace años que no puede trabajar. El Estado lo indemnizó en los '90 por los días que pasó detenido, pero nunca por las lesiones sufridas que le imposibilitaron desarrollar su vida con normalidad. Debió soportar más de treinta años de impunidad. Hoy, ve llegar sus días de justicia.
La nueva disposición de los imputados en la Causa Morales, con Gómez cada vez más distanciado.
Restos del pasado, datos para el presente La Casa de Hidráulica, también conocida como “Chalet de Hidráulica” o “El Embudo”, es un típico chalet de la década del '40, construido por la Dirección Provincial de Hidráulica para reuniones de sus directivos. A mediados de los '70, el inmueble es solicitado por la policía provincial para vigilancia, con el pretexto de prevenir posibles “atentados extremistas” contra el dique San Roque. A partir de ese momento, 1º de septiembre de 1976, y hasta mayo de 1980, el entonces Departamento de Informaciones (D2) monta un Centro Clandestino de Detención en el lugar. Según declaraciones del ex policía Roque Calderón, por allí pasaron más de doscientos detenidos, y muy pocos sobrevivieron. Se sospecha también que la casa fue utilizada en distintas acciones ilegales, como el desmantelamiento de autos robados, tarea de la que se encargaba la patota del D2. Fue una pieza clave de la maquinaria represiva, debido principalmente a una serie de condiciones especiales de las que la policía supo sacar provecho. El chalet reposa en el margen este del lago San Roque, a 750 metros del embudo, entre el paredón del dique y Villa Carlos Paz, rodeado por sierras que son terrenos del ejército. En aquella época estaba sumamente aislado de la ciudad de Córdoba, aunque no se encontrara demasiado lejos (unos 32 kilómetros de la Plaza San Martín y el Cabildo, en un recorrido que podía llevar poco más de media hora). Por otra parte, no había casas vecinas cerca, y cuenta con sólo una entrada, ya que se ubica en una pequeña península casi totalmente rodeada de agua. El interior, fue acondicionado para retener detenidos ilegales. Además de gruesos enrejados y otros detalles, testigos de la causa señalaron las paredes de una habitación en las que había esposas empotradas. Cambio de manos Todo el predio fue manejado por la Policía de Córdoba hasta 1982, año en que fue devuelto a la Dirección de Hidráulica. Tras el retorno de la democracia, en junio de 1984, la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas) hizo un reconoci-
Caso Albareda. El recorrido de la causa La Causa Albareda comienza cuando Fernando, hijo de Ricardo Fermín, se acerca a H.I.J.O.S y plantea su caso. Pone sólo una condición, que se le diría toda la verdad, por dura que fuera. Inmediatamente, Martín Fresneda comenzó a husmear en las declaraciones de la ex causa 31M-84, convertida en causa de la Verdad Histórica. Conocíamos el testimonio del ex detenido Carlos Moore, quien en noviembre de 1980, a pocos días de haber huido de la Argentina, declaró en San Pablo (Brasil) sobre hechos del Departamento de Informaciones de la Policía de Córdoba, que conocía por haber caído en sus fauces en 1974. En esa oportunidad, recordaba que Informaciones buscaba siempre a un oficial policial que pertenecería al Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), hasta que a fines de 1979 logran su detención. Tiempo después, surge el nombre de Albareda. Es cuando conocemos el testimonio que, aún vigentes las leyes de impunidad, realiza Ramón Roque Calderón. Allí relata las torturas que sufriera Ricardo Fermín en Casa de Hidráulica y la horrorosa mutilación, obra de Telleldín y sus secuaces. Martín llega al estudio planteando qué hacer con el relato. Ese día, Fernando viajaba por razones laborales, pero estábamos atados a la promesa de decirle la verdad fuera cual fuera. Hablamos con su compañera María Paz, quien nos alienta a ser frontales. Charlamos con él, y advirtiéndole sobre la atrocidad que iba a tener en sus manos, le entregamos el relato de Calderón, el guardia de la Casa de Hidráulica donde su papá, el que era buscado por los geno-
cidas desde antes de 1974, vivió sus últimos instantes. El golpe de la verdad fue demoledor, pero la reacción de Fernando fue la que siempre esperamos: constituirnos en querellantes de la causa judicial. Con el tiempo, la acumulación de pruebas que señalaban la existencia del hecho y la militancia política de Ricardo Fermín, causó revuelos de envergadura al interior de las filas policiales. Es que en 1979, el discurso oficial marcaba no ya la derrota militar de lo que se llamaba “delincuencia subversiva”, sino su nula capacidad operativa. Esto llevó a distintas maniobras de ocultamiento. Ante la Comunidad Informativa de Inteligencia, se dijo que el caso no tenía connotaciones "subversivas", pero para las actuaciones internas sí, pues debía dársele de baja. Se efectuó entonces un sumario, a cargo de Inteligencia, del cual se arribó a la conclusión de que Albareda era miembro del PRT, ordenándose su cesantía y exoneración. Esa tarea de confusión alcanzó incluso a la propia familia de la víctima. Por ello, fue fundamental encontrar testigos que acreditaran la militancia de Ricardo Fermín. Así pudimos aportar el testimonio de una ex detenida, que logró fugarse de la Cárcel de Mujeres del Buen Pastor en 1975, exiliada en Europa. Compareció en los tribunales, y no sólo confirmó la militancia política de Albareda, sino que nos permitió conocerlo como un excelente compañero, de especial sensibilidad social y fuerte compromiso para con los desheredados de nuestro país. También recogimos testimonios de otros dirigentes que recordaban su compromiso militante,
La Casa de Hidráulica, ubicada en las márgenes del Lago San Roque.
miento del inmueble con la participación de tres sobrevivientes. Todos confirmaron la ubicación y el aspecto general de la casa: las escaleras de laja en la entrada, la ubicación del baño y los recintos en que fueron torturados, entre ellos una galería con mosaicos cuadrados de 20cm de lado, rojos con guardas blancas. Ese embaldosado, uno de los pocos detalles edilicios que podían observar los detenidos bajo las vendas que cubrían sus ojos, ya no existe. Los pisos fueron cambiados, pero en el reconocimiento judicial se encontraron algunos escombros de los originales, dispersos en las inmediaciones del chalet. A mediados de la década del '80, en el gobierno de Eduardo Angeloz, el chalet pasó a depender de Casa de Gobierno. Finalmente, desde hace algunos años, y aduciendo razones presupuestarias y de mantenimiento, fue cedido a la Agencia Córdoba Turismo. Espacios de Memoria Si bien el Estado a través de la Ley Provincial Nº 9286, ha asumido la responsabilidad de “preservar las instalaciones edilicias que funcionaron como centros clandestinos de detención o hubieren sido utilizadas por el terrorismo de Estado, garantizando el libre acceso del público como testimonio histórico de ese accionar”, no se ha realizado ningún trabajo para preservar la Casa de Hidráulica, permitiendo incluso que se hicieran numerosas modificaciones, como la puerta y las escaleras de ingreso, el cerramiento de la galería y los revestimientos de pisos y paredes.
MIRADAS por Claudio Orosz, abogado querellante pero la muerte nos impidió contar con su testificación. Todo ello quebró definitivamente la maniobra de la inteligencia policial, y puso al descubierto que Telleldín, Romano, Britos y la patota del D2, tal como dijo Moore, habían logrado dar con el policía que tanto buscaban. Ese policía que, a la altura de los tiempos que vivía, tuvo el coraje de pensar una institución policial al servicio del pueblo y no como brazo armado de los intereses de los poderosos. La causa siguió su camino y las apelaciones fueron sucesivamente rechazadas. Allí se vertieron todo tipo de epítetos contra las declaraciones de Calderón, que seguramente veremos reproducidos en los alegatos de las defensas. Pero nuestra confianza en la causa es inquebrantable. Los hechos están totalmente probados, y fueron posibles merced a un aceitado aparato estatal, organizado, clandestino y sistemático para eliminar opositores políticos, armados o no, que fueran calificados como "blancos enemigos". Menéndez comandaba esa estructura, y sus órdenes eran retransmitidas por diversas instancias de mando hasta llegar a los autores directos que las materializaban. Poco falta para que el nombre de este periódico sea finalmente una realidad tangible. Entre sus hojas más negras estarán los sufrimientos que padeció el compañero Ricardo Fermín Albareda. Entre las más gloriosas y reconfortantes, estarán las actitudes, la constancia, el orgullo, el nunca darse por vencido de su hijo Fernando Armando y de su madre Bahía Blanca Kalemberg. Por ellos y por todas las viejas que hicieron lo mismo, Será Justicia.
Lunes 9 de Noviembre de 2009 ENTREVISTA · MARTÍN FRESNEDA
EL JUICIO, DÍA X DÍA MARTES 03/11
Inspección ocular El tribunal constituye la audiencia en Casa de Hidráulica. Calderón, reconstruye paso a paso el modo en que Ricardo Fermín Albareda fue torturado y asesinado. El testigo clave se para en un punto del living de la casa y explica: “Albareda estaba sentado acá en una silla gruesa, atado con alambre de pies y manos, inmóvil. Telleldín se calzó unos guantes de goma de médico, sacó un bisturí y le cortó los testículos”.
MIÉRCOLES 04/11
Emoción y “celos” Fernando Albareda, en un duro testimonio, relata cómo es la experiencia de reconstruir la historia de su padre. “La historia de mi vida se me cambió. Mi viejo fue todo. Es la persona que llevo dentro, por la cual vivo, por la cual lucho cada día de mi vida. Y en su memoria, voy a seguir luchando para que este país sea más justo”. Luego atestigua María del Valle Zamudio, la actual pareja de Britos desde hace 14 años. Zamudio es la ex pareja de Ramón Roque Calderón, dice que fue amenazada por él, quien le advierte “alejate de Britos porque lo arrastro conmigo a la cárcel”. También opina que Calderón acusó a Britos por despecho y venganza ya que este último había entablado una relación amorosa con ella.
JUEVES 05/11
Menéndez molesto Menéndez se queja de los dichos de Jaime Díaz Gavier cuando uno de los abogados defensores solicitó al tribunal que los imputados se retiraran ya que no quedaban testigos que debieran identificarlos. El defensor dijo: “ya podemos liberar a los imputados”, por lo que uno de los querellantes acotó: “liberarlos no, desocuparlos”. La aclaración fue asentida por Jaime Díaz Gavier. Menéndez pide la palabra: "me parece una falta de respeto, quiero señalar mi más firme protesta”. La respuesta de Díaz Gavier fue clara: “cuando un imputado pide retirarse de la sala si yo lo autorizo, solamente yo puedo autorizarlo, yo digo efectivamente está desocupado de sus obligaciones procesales y puede retirarse”.
Inicia el caso Morales El testimonio de Raúl Ernesto es un relato desgarrador. Por momentos de una dureza casi insoportable. Recuerda cómo en marzo del `76 lo secuestraron ilegalmente en Santa Rosa de Calamuchita. Reconstruye el horror de pasar por el D2: “llegó un momento, ni sé cuándo, que yo me despertaba de estar desmayado y no sabía ni quién era ni dónde estaba. Es muy triste todo esto que me han hecho”. Acto seguido pide declarar el Gato Gómez. Busca desligarse de las acusaciones diciendo que “en esa época era agente, no tenía jerarquía, con lo cual no tenía mando de nada. Yo nunca vi que se torturara a nadie en el D2, yo nunca cometí una tortura”. Por la tarde, declara Luis Alberto Urquiza, un ex policía de la provincia que en septiembre del ´76 es trasladado al D2 donde se integra a la guardia, y al tiempo la propia D2 lo detiene. Urquiza realiza precisas descripciones del funcionamiento del D2 y de las relaciones con el Ejército al referirse sobre el paso diario de los asesores militares del Área 311 por la sede del departamento.
MILITANTE DE H.I.J.O.S. Y ABOGADO QUERELLANTE EN EL JUICIO
«Estos juicios son reparadores» -¿Cómo sentís el haber sido el abogado querellante en la causa Menéndez desde tu condición de hijo de desaparecido? -En algún lugar anulo mi condición de hijo para estar allí, mi condición de víctima. En otras oportunidades que se dan en el desarrollo del juicio siento que me atraviesa un reflejo poco profesional, en el que aparecen mis viejos ahí en el lugar de esas víctimas y me perturba, quizá por eso hago un esfuerzo por no involucrar mi condición personal cuando trabajo. Intento una forma de descomprimir el dolor con la racionalización, llevar a la máxima expresión la sensatez, estar lúcido, lo que me hace recuperar el contenido político constantemente. -¿Qué sanaría este juicio para quienes están en el lugar de víctimas? -Sin duda alguna, es muy reparador ese instante simbólico que es la única oportunidad en que el estado escucha con atención lo que le pasó a esa persona. Por eso muchos testigos van directamente a las consecuencias que le generó esto, para dimensionar el perjuicio que les ocasionó. Hay oportunidades únicas en la vida, en la cual uno puede contarle al estado nacional qué es lo que te pasó, qué te hicieron, qué es lo que vos lograste a pesar de todo, entonces ese momento creo que es clave en un juicio. No es común que un juez permita que alguien cuente como contaron Fernando (Albareda) y Soledad Chávez lo que significa ser un hijo de desaparecido en lo más profundo del día a día. -Como hijo de desaparecido, como abogado querellante, como militante ¿cómo te sentís en medio del sistema judicial? -Al principio me sentí sumamente incómodo. La primera causa que firmo como abogado es la causa Brandalisis y uno de los primeros testimonios en que participo es el de Piero Di Monte, toda una señal en lo que hace a mi condición. La profesión es la herramienta que yo elijo para militar como una cuestión muy marcada. Pero poco a poco me fui reconciliando con lugares míos que eran propios quizás de un hijo de desaparecido que carga con muchos conflictos con esa parte de la sociedad que de alguna forma miró “para otro lado”. Digo, la familia judicial en general miró para otro lado durante muchos años. Y me parece un crecimiento dejar de tener ese sentimiento de conflicto con ellos, yo hoy tengo conflicto con las personas que verdaderamente tienen una responsabilidad. Fue un paso importante para mí y que creo me descomprimió mucho. -¿Creés que son válidos estos juicios para resolver las violaciones a los derechos humanos que existen hoy? -Sin lugar a dudas. No se pueden resolver situaciones de derechos humanos hoy si tenemos un pasado reciente no resuelto. El estado no puede liberar ciclos desiguales en sus políticas, necesariamente tiene que impartir justicia todo el tiempo. Por eso creo que estos juicios son válidos. Para el mí el castigo en sí mismo como dolencia, no creo que sea tan importante como lo que es el contenido de la voz del estado asignando responsabilidades de acá al futuro. No me interesa que estos tipos la pasen mal, no me interesa juzgar a quien no fue responsable, no creo en la
Martín Fresneda, rodeado de afiches en el local que comparten H.I.J.O.S. y Familiares.
justicia divina pero sí creo en la conciencia de los hombres. -Sabemos que tenés un hermano o hermana, que fue apropiado al nacer y que este mes cumple 32 años ¿Qué reflexión haces de la media sanción que se dio al proyecto de ley de Registro de ADN? -La verdad que es un tema que me cuesta más que todos los otros, porque asumir la muerte es más fácil que asumir la vida negada, tengo un hermano o hermana que tiene una vida negada y va pasando el tiempo y día a día, año a año se niega la posibilidad de saber de qué amor salió. Se le niega la posibilidad de saber quien fue su abuela Otilia, quienes son sus tías, sus hermanos, su gente... Respecto del proyecto de ley, es un paso fundamental. La sociedad tiene que comprender, que la necesidad está en los que somos concientes de que nos apropiaron un hermano, y quizás la necesidad no esté en la persona que es víctima, porque no sabe que lo es. Entonces con esto quiero manifestar mi agravio con respecto a las opiniones del abogado Juan Carlos Vega, hoy diputado nacional, respecto a que somos nosotros los que tenemos la necesidad de encontrar porque somos concientes del lugar de víctima de esa persona. Pero esa persona no
se concibe víctima si no sabe su historia. Cómo puede decir Vega que nuestra práctica histórica se asimila a un método que está abarcado en la Convención Contra la Tortura y Tratos Crueles. Lo peor de todo esto es que ha llegado a un nivel en donde todo su pensamiento, su trabajo por los derechos humanos, se ha reducido a una situación tan caprichosa, tan egoísta, tan chiquita como decir que este proyecto es un proyecto de Kirchner para atacar a Clarín. Es lo más lamentable que he escuchado, como si no hubiera estado nuestra pluma, nuestra lucha concebida en ese proyecto. Ese proyecto lo hicimos todos con lucha, si él quiere negar que estuvimos nosotros ahí, que dé un paso al costado y en ese paso al costado va ayudar mucho a la democracia en el país. - Cuando secuestran a tu madre, los llevan a vos y a tu hermano al estudio de tu padre, ¿pensaste que podrías estar en esa lista de 400 niños robados? - No quiero ni siquiera hacer el esfuerzo por saber que estarán sintiendo o que sintieron estas personas que fueron apropiadas, no hay palabras para describir semejante torpeza para con la vida de un ser humano. Sólo lo puede entender aquella persona a quien se privó de ese derecho.
Las canciones y la memoria La música, la militancia, la memoria, se mezclan en la vida cotidiana de Martín. Muchas veces recurrió durante la entrevista a asociar ideas y recuerdos con canciones. Pero en un momento su relato fue particularmente emotivo, y está vinculado a la amistad que lo une a Fernando, su representado en el Juicio. “Para mí la música es lo único que me traslada a un lugar en donde logro encontrar ese Martín que se permite ser sensible, que fue niño. Voy a contar algo que me pasó cuando volví de Hidráulica, luego de que Calderón hiciera la representación de cómo fue el asesinato del padre de Fernando (Albareda). Volvía a mi casa escuchando el último disco de Raly (Barrionuevo) y hay una canción que habla de cuando se muera: “Si volviera en tus ojos”. Y me empecé a imaginar las cosas que debe haber pensado Ricardo Fermín cuando se estaba desangrando, ya sin sus torturadores presentes, en la soledad máxima de una persona que sabe que se muere indefectible-
mente. Me preguntaba esto porque durante el testimonio Fernando me dijo “preguntale si mi papá cuando estaba muriendo estaba pensando en sus hijos”. Y ahí es donde yo como hijo se lo hubiera preguntado, pero como abogado no puedo porque es una pregunta indicativa. Le pregunté “Calderón, ¿usted pudo escuchar si Albareda dijo algo en el momento en que estaba muriendo?”… Y me quedó esa bronca de no poder preguntar... Pero cómo va a saber el tipo si Albareda pensó en sus hijos… Yo estoy seguro de que pensó en sus hijos, y lo voy a usar para los alegatos. Después entré a pensar que todos fantaseamos con cómo va a ser nuestra propia muerte y estoy seguro de que Ricardo Fermín Albareda nunca pensó que así iba morir. Lloré en ese momento y realmente deseé que hubiera tenido una música, y que esa música hubiera sido la que estaba escuchando yo en ese momento, una música maravillosa de Raly que realmente te puede llevar a la muerte con paz”.
Lunes 9 de Noviembre de 2009 CONTRATAPA · por Mariano Saravia
El peor castigo: mostrarles la realidad Que el Gato Gómez se sitúa asiento de por medio, para separarse de los demás imputados. Que Menéndez mantiene una altivez que lo diferencia del resto, y se nota que se siente incómodo por estar al lado de policías de poca monta (pero mucha crueldad). Que tienen distintas estrategias para defenderse, con las garantías constitucionales de la democracia. Que tienen distintos abogados: el año pasado fueron defensores oficiales, ahora es Cuestas Garzón, el año pasado era “el mesías”, ahora no está más. Que unos son más fascistas, que otros más liberales. Que los militares son orgánicos y verticalistas, más convencidos del genocidio que cometieron. Que los policías eran (y son) más caóticos, más lúmpenes, más atraídos por el botín de guerra de sus víctimas. Hay múltiples diferencias, como hay muchas sensaciones en este juicio llamado “Menéndez II”. Bronca por verles la cara y por lo que hicieron, y tranquilidad por la verdad y la justicia que llega, tarde pero llega, gracias a la memoria de los organismos que nunca abandonaron la lucha. Pero más allá de las grandes o pequeñas diferencias entre cada uno de los seis imputados en el juicio y de las múltiples sensaciones que nos suscitan, hay una constante que me golpea en el ojo: el hermético silencio que mantienen en cuanto al destino de las víctimas, en este caso de Ricardo Fermín Albareda. Se avanza, y mucho, en conocer o confirmar la verdad de lo ocurrido esa noche del 25 al 26 de setiembre de 1979. Se avanzará mucho en castigar a la peor escoria que convive con nosotros en la sociedad. Pero un cabo sigue sin atar y es fundamental: ¿dónde está el cuerpo del papá de Fernando? Y no puedo dejar de pensar en eso. En lo fuerte y perdurable de este pacto de sangre y de silencio que hoy, treinta años después, sigue extendiéndose como un macabro manto sobre la sala de audiencias y sobre todo Córdoba, sobre la Argentina y, en definitiva, sobre la humanidad. Porque el sentido de que estos sean delitos de lesa humanidad es comprender que todos somos víctimas de lo que pasó aquella noche. Ni en éste ni en ningún otro caso ha habido ninguna fisura en el pacto de sangre y de silencio. Es extraño, sorprendente. Indigna, genera sensaciones diversas, entre otras, mucha impotencia. Porque nosotros no los vamos a torturar como hubiera hecho el Gato Gómez para sacarle la verdad, y lo saben. Es más, pueden guardar si-
lencio y, si están enfermitos, hasta comparecer por videoconferencia desde Buenos Aires como lo hace Campos. Está bien, y así tiene que ser en un sistema republicano y democrático. Otras democracias, como Sudáfrica o Guatemala, por ejemplo, cuando juzgaron sus propios terrorismos de Estado, buscaron formas legales de llegar a la verdad. Por ejemplo, plantearon cambiar verdad por justicia, y entonces los genocidas que se arrepintieran y dieran datos sobre los hechos y las víctimas, obtenían disminuciones de penas y hasta amnistías. Era legal, pero ¿era legítimo? En la Argentina, este tema ni siquiera se planteó seriamente, y creo que por la infinita dignidad de los organismos de derechos humanos. A Fernando y a ningún hijo se le ocurriría conceder nada a cambio de información sobre el paradero de sus padres. Ninguna abuela pensaría en prometer impunidad para saber quién es su nieto apropiado. A ningún familiar o amigo de ninguno de los 30 mil desaparecidos, se le ocurrió hacer justicia por mano propia.
Todo esto es lo que distingue el proceso argentino a nivel mundial. Es tan fuerte como el pacto de sangre y de silencio de los genocidas, pétreo, inmutable. Es que más allá de la crueldad de la tortura y el asesinato, más allá de todo, el punto más importante para estos tipos era la desaparición. Ese es el meollo, el corazón del genocidio. El objetivo principal era exterminar un grupo humano, el de los que luchaban por un mundo más justo. Y si el que luchaba por un mundo más justo, el que se comprometía desde la política, era un camarada de armas, como en el caso del subcomisario Albareda, mucho peor. Entonces lo tomaban también como una traición y, con más razón, el objetivo final de esa tenebrosa noche fue hacerlo desaparecer. Antes, por supuesto, eligieron pasar por toda la liturgia escabrosa que se ha ido confirmando con los testimonios en el juicio y en este caso, con la participación de los capos, cosa extraordinaria. Pero la tortura y toda la parafernalia aledaña resulta accesoria, lo principal era ha-
cerlo desaparecer, a Albareda y a todos los que querían cambiar la realidad. Tan importante es esto, que quizá lo podamos entender al imaginarnos cómo sería la realidad si esos compañeros hubieran podido modificarla. ¿Cómo sería hoy la Policía de Córdoba si hubiera sido Albareda el ganador y no Telleldín? Oscar Aguad, por ejemplo, no hubiera podido amparar a los Yanicelli en los '90; los Antón no hubieran seguido como instructores de la Escuela de Policía hasta hace 10 años; o muchos de estos personajes no serían hoy dueños de agencias privadas de seguridad. No existiría esa sombra azul que sigue cerniéndose sobre Córdoba. Podríamos ver al vigilante de la esquina como a alguien confiable. No con miedo y desconfianza como ahora. Los policías no cometerían la cantidad de atropellos que cometen diariamente en plena Plaza San Martín contra el pibe de gorra y pantalones caídos, en las inmediaciones de la terminal contra el hermano boliviano o peruano, o simplemente en una ruta o a la entrada de la cancha contra cualquiera de nosotros. Por esos cambios (y más) luchaban Albareda y muchos otros policías que pagaron su vocación de servicio con la vida, con la muerte y, lo más grave, con la desaparición. Sigo pensando en esto, en el núcleo del genocidio que es la desaparición. Si el genocida quería arrasar con las ideas, con los bríos de cambios, con las ansias de justicia, tenía que arrasar con las personas que las encarnaban. Y arrasar, en su máxima expresión, significa desaparecer, mucho más allá del simple asesinato. Y luego de cometido el genocidio, es inevitable que el genocida niegue lo que ocurrió. Es una cuestión de lógica pura, el genocida niega todo: niega las otras ideas, niega al otro, niega su existencia, niega su vida, niega su muerte, niega la noche del 25 al 26 de setiembre. Esa noche es un agujero en el calendario para ellos. Por eso, el mayor castigo para ellos creo que es sentarlos ahí y enfrentarlos ante la realidad de que esa noche existió, que ellos hicieron lo que hicieron, que Ricardo Fermín Albareda existió y sigue existiendo a través de Fernando, que enfrente existe un tribunal (aunque el máximo genocida se atormente en su intento de negar su existencia), que existe una democracia que les está ofreciendo justicia y, sobre todo, que existe ahí afuera del edificio de Tribunales Federales, una sociedad que los condena.
Será Justicia es una publicación periódica propiedad de la Asociación civil sin fines de lucro Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas de Córdoba (Personería Jurídica 234-A-1992) Tirada de esta edición: 10.000 ejemplares • Dirección: Comisión de Prensa de Familiares Córdoba, H.I.J.O.S. Regional Córdoba • Coordinación Editorial: Betty Argañaraz, para Familiares y Martín Notarfrancesco, para H.I.J.O.S. • Editor responsable: Sebastián Puechagut • Redacción: Waldo Cebrero, Pablo Luro • Asistente de redacción: Matilde Nasser • Fotografía: Manuel Bomheker Colaboradores: Mariano Saravia, Claudio Orosz, Rep • Diseño y Producción Gráfica: Usina Creativa - info.usinacreativa.com.ar • Impresión: Comercio y Justicia Editores Cooperativa de Trabajo Ltda.
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