EL DIARIO DEL JUICIO VIDELA EN CÓRDOBA PUBLICACIÓN INSTITUCIONAL DE PRODUCCIÓN INDEPENDIENTE · DISTRIBUCIÓN GRATUITA · AÑO II · NÚMERO 13 · CÓRDOBA · ARGENTINA · 20 DE SEPTIEMBRE DE 2010
TRAS EL OBLIGADO PARATE, SE REANUDARON LAS AUDIENCIAS CON MÚLTIPLES TESTIGOS
Tras la suspensión temporaria para definir el pedido de apartamiento de uno de los jueces, quedaron atrás las sensaciones de incertidumbre y desconcierto respecto del futuro del juicio. El derecho de defensa, ampliamente garantizado, se plasmó con su total envergadura en el planteo de uno de los represores más señalados por los testigos. Alsina, por intermedio de su abogado Osvaldo Viola, pidió la recusación, y luego de casi dos semanas de espera, llegó la negativa: el vocal Pérez Villalobo seguirá en el estrado. Reanudadas las audiencias, varias voces viajaron miles de kilómetros para dar testimonio. Muchos testigos debieron exiliarse hace más de treinta años, y volvieron a Córdoba para compartir su vivencia y su memoria en la búsqueda de justicia. Las jornadas posteriores al planteo de recusación fueron largas, con audiencias que se extendieron hasta entrada la noche. Las pruebas se acumularon en cantidad y fueron variadas, comprometiendo directamente a varios de los imputados. El ex teniente Alsina no para de sumar acusaciones. Una ex presa, “Charo” Miguel Muñoz, lo indicó sin ningún tipo de dudas como el militar que la estaqueó en el patio del penal. Un médico que trabajó en la UP1, también lo indicó como responsable de la muerte de Moukarzel. Se trata de Víctor Ricardo Pacheco, quien afirmó haber recibido un llamado en una madrugada de julio de 1976 solicitando su presencia en el
CONTRATAPA
Pero no pudieron fusilar la política Las estructuras que sostienen la política se conmueven con el desarrollo de unos juicios que no pueden soslayar el debate de ideas. POR ALEXIS OLIVA
DIFERENCIAS. Los jueces Carlos Lascano (izquierda) y Jaime Díaz Gavier (derecha), quienes tuvieron posiciones enfrentadas sobre la posible recusación, departen en el hall de tribunales, mientras el objetado Pérez Villalobo reingresa para ocupar su puesto en el tribunal.
penal. Allí encontró al director de la UP1, José Alberto Torres, quien estaba sentado junto a un teniente del Ejército y le comunicó que había muerto un “detenido político”. Torres le pidió “que hiciera un certificado de defunción con parte de paro”, a lo que Pacheco se negó diciendo que hacía falta la autopsia de un médico forense. El “Gato” Gómez, por su parte, fue otro represor nombrado continuamente en estos días. Fue indicado como uno de los máximos torturadores de la Policía de Córdoba en el D2 y también en la zona de Río Cuarto, “donde se sentía casi como un dios, por lo que no tenía problemas en actuar aunque se lo viera”, tal como rememoró el ex preso David Andenmatten. DIFERENTES ÓPTICAS Entre las nuevas declaraciones, resultan particularmente relevantes las voces de médicos del penal y de ex conscriptos, quienes cumplían actividades en la Policía Militar que actuaba en la cárcel. Valiosos fueron los aportes a la causa, con descripciones que precisaron el clima que se vivía tras las rejas. “La cárcel es un mundo
EDITORIAL
Ni crueldad ni sadismo: delitos de Lesa Humanidad
Fuegos cruzados El juez vocal Pérez Villalobo finalmente sigue en el estrado. Resuelto el incidente, el juicio retomó rápidamente su curso, con largas audiencias caracterizadas por la diversidad de testimonios. Los imputados Yanicelli y Videla, por su parte, pronunciaron aparatosos discursos, cargados de arengas políticas, desacreditaciones de los testigos y denuncias.
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aparte y ahí todo se sabe”, definió el médico Julio César Magrini, que conocía bien el lugar porque trabajó allí desde 1958. Recuerda esta época como un tiempo difícil, en el que por su profesión tuvo que atender las consecuencias de la violencia ejercida en el penal, sobrellevando los trastornos físicos y psíquicos de los “presos especiales”. Tanto impactaron en él, que renunció al cargo a comienzos de 1977. Magrini admitió, además, un comentario generalizado entre la población carcelaria. Afirmaba que los presos a los que sacaban encapuchados, volvían a la cárcel, algo que no ocurría con quienes corrían la suerte de ser sacados sin capucha. Concluyó su testimonio aseverando que muchas instituciones tenían conocimiento de lo que sucedía en el penal, entre ellas el Colegio de Abogados, el Colegio de Médicos, la iglesia y la prensa. El 24 de marzo no sería un día más en la vida del testigo Daniel Eduardo Bozano. En esa fecha, el mismo día del golpe, revistó por primera vez como efectivo en la Policía Militar, el lugar de cumplimiento de
REPORTAJE:
La experiencia del destierro Cinco historias de exiliados que regresaron para declarar. Páginas 4 y 5
Las declaraciones de Videla: el cinismo ilustrado (Página 3) Entrevista: el Equipo de Acompañamiento Psicológico (Página 5) Cómo se montaban los fraguados “intentos de fuga” (Página 7) Balance: los testigos que también fueron víctimas (Página 7)
Como en esas películas en que sobre el final descubrimos que las intrigas de los personajes se unen y, contadas desde distintas perspectivas son en realidad una misma historia, esta semana se sumaron relatos de testigos presenciales que profundizan la reconstrucción de los hechos investigados. La aparición de médicos penitenciarios y de ex miembros de las fuerzas de seguridad marcaron el pulso de los últimos días. La confirmación de Pérez Villalobo como integrante del tribunal insumió más tiempo del previsto. El incidente pasará al olvido, pero logró enturbiar la atención y abrió la puerta a futuras objeciones. La decisión presentaba complejidades inusuales para estos procesos, al punto que el tribunal mostró posturas contrapuestas entre sus otros dos integrantes, Díaz Gavier y Lascano. Este dictamen dejó en claro la vigencia de las garantías constitucionales con las que cuentan los acusados. En ese contexto, la parodia del miedo expresada por el dictador sólo fue una puesta en escena desdibujada cuarenta y ocho horas después por su nueva intervención. Mientras tanto, en la última semana culminaron las declaraciones de los testigos que fueron a su vez víctimas directas del terrorismo de Estado. La mayoría de ellos se ha exiliado, con todas las implicancias que esto conlleva: la fuerte significación que tiene la palabra expresada ante un tribunal para quienes hace 34 años se fueron de un país y regresan hoy a otro, distinto del que quedó grabado en sus memorias. La coherencia de los testimonios en la descripción del horror y en la adjudicación de responsabilidades a los acusados transmite una vivencia que no está arrumbada en el pasado, sino que atravesó y atraviesa sus vidas y subjetividades hasta estos días. Ejemplo de ello fue la expresa denuncia de violación asentada el viernes 17 ante la fiscalía de turno por una testigo, lo que abre una posible instancia reparadora a todas las víctimas de ese delito. Sólo un día antes, Videla hizo nuevamente uso de su derecho tomando la palabra. En tono de arenga militar, a la vez que desconoció al tribunal recurrió al mismo como tribuna de su discurso, rayano a una apología del delito. Acepta explícitamente la crueldad de su accionar, reivindica la complicidad de sus subordinados y niega el carácter de delitos de Lesa Humanidad. Convenientemente, no tiene esta vez la última palabra. Como supo afirmar Charo en su testimonio: “Su plan consistía en deshumanizarnos, aniquilarnos, cosificarnos… y ellos… eran sólo torturadores”.
Lunes 20 de septiembre de 2010 DETENIDO POR AMENAZAS su servicio militar obligatorio. A los pocos días, fue designado para desempeñar su labor en la cárcel de barrio San Martín. Uno de sus jefes e instructores era el teniente Alsina, a quien llegó a conocer muy bien. No trabajaba dentro del penal, pero era un testigo privilegiado de lo que allí sucedía. En determinadas ocasiones, ingresó al interior y pudo observar cómo la Gendarmería hacía sus violentas requisas. En otra oportunidad, vislumbró algo que no pudo olvidar jamás: a su teniente Alsina estaqueando desnudo a un preso a quien le tiraba agua fría en el cuerpo. LECTURAS DEL PASADO Con el retorno de las audiencias, también regresó el legítimo uso de la palabra por parte de los represores acusados. El “Tucán” Yanicelli, por caso, habló durante más de una hora y media de temas que difícilmente se relacionen con los hechos por los que se lo está juzgando en estos días. Adornado con la ya clásica escarapela de cinta negra en la solapa de su saco, sacó de un bolso varios libros y leyó largos párrafos sobre la década del 70, la violencia de la Triple A, el Comando Libertadores de América, el derrocamiento del gobernador Obregón Cano y el levantamiento policial conocido como Navarrazo. El abogado querellante, Elvio Zanotti, tuvo que interrumpir al imputado para preguntarle al presidente del tribunal en qué se relacionaba lo que Yacinelli leía con los hechos que se juzgaban. El Tucán continuó, demostrando sus dotes de investigador y su aplicada afición a la lectura. Encuadrado en su estrategia de implicar a miembros de la justicia, recordó que en plena democracia integró, junto al actual juez de
EL DIARIO DEL JUICIO VIDELA EN CÓRDOBA
Editor responsable: Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas de Córdoba. Secretaria Ejecutiva: Emi D'Ambra Consejo Editorial: Por Familiares: Betty Argañaraz, Gustavo Tissera y María del Carmen Torres. Por H.I.J.O.S: Cecilia Correa, Lucía Galará y Martín Notarfrancesco
la Cámara Federal de Córdoba, Luis Rueda, el Instituto de Estudios Estratégicos, un organismo que tenía como objetivo “desestabilizar al gobierno de Córdoba”. En esta misma semana, Videla hizo uso por duplicado de su derecho a declarar. En la primera ocasión, manifestó sentir “miedo” por su integridad física y la de su familia mientras que el jueves último ensayó una defensa de sus subordinados que actuaban en el penal, defendió al Ejército y tildó de “teatralizados” los testimonios, aduciendo que muchos testigos recordaban hechos similares. Es curiosa la valoración del dictador: lo que desde otras ópticas resulta la completa comprobación de los hechos con admirables testimonios que recuerdan el horror, para él y los demás responsables, los testimonios son un boicot “contra sus dignos subordinados”. No cabe duda de que las experiencias de la cárcel en 1976 y las del presente son diferentes. Quienes antaño eran dueños de la vida y la muerte, hoy son escuchados por un tribunal de la democracia, incluso por las familias de los fusilados. Pueden defenderse de diversos modos y hasta objetar a quienes sufrieron por décadas su plan de aniquilación. Sentados en el banquillo, desempolvan viejas arengas para transformarlas en estrategias de defensa. El tribunal juzgará su validez. CAMINO FIRME La institución judicial suele desempeñarse de manera corporativa, con sus propios tiempos. Su estructura y movimientos resultan a veces muy distintos de aquello que supuestamente es su horizonte: hacer justicia. Este proceso demuestra esa diferencia y echa luz sobre las complicidades del poder judicial. Un poder que amparaba las atrocidades cometidas en la UP1 contra presos que se encontraban bajo su protección y la del ejecutivo nacional, a cargo de Jorge Rafael Videla. En estas semanas, varios de los testimonios de ex presos provinieron de testigos que tuvieron que partir al exilio como modo de sobrevivir a la dictadura. Para aportar sus recuerdos viajaron miles de kilómetros. Llegaron desde Francia, Suecia,
Estados Unidos o España. Sus vidas cambiaron con el desarraigo y la distancia, pero todos esperaban el día en que fuesen convocados por un tribunal de la democracia. Viajaron con sus familias. Posiblemente, el vuelo que los retorne a sus hogares sea muy diferente al que los trajo. “Hago esta declaración también por aquellos que no pueden hablar, que están muertos. En cada palabra que yo pronuncio está el rostro de los fusilados. Recuerdo un poema de Nazim Hikmet, un poeta turco que dice: «La primavera llegó, los cerezos están en flor, estoy en la enfermería, estoy apoyado en la pared y digo: la verdad, lo importante no es estar preso, lo importante es no rendirse». Creo que ellos necesitaban que desaparezcamos y de todas maneras nunca lo lograron. Y quiero decir: viva la resistencia de los presos políticos”. Con esas palabras concluyó su declaración “Charo” Miguel Muñoz. Después siguieron los aplausos.
Torturador con privilegios Cierto resabio de impunidad se combinó, el viernes 17, con la fastidiosa ineptitud de la que hace gala a veces la Justicia. En pasillos de la torre de tribunales federales, el reo Miguel Ángel “Gato” Gómez se cruzó de frente –y sin las manos esposadas, en abierta infracción al código procesal– con una de sus víctimas. El hecho fue presenciado por un cronista de Será Justicia en el Juzgado N° 3, en el séptimo piso del edificio judicial. Esa mañana, la testigo Rosario Miguel Muñoz realizó una denuncia en la fiscalía por vejaciones sufridas en el D2. Fue citada en el mismo horario en el que era llevado el Gato Gómez. En el recinto, la esperaba Stella Grafeuille, víctima también de la brutalidad de Gómez, quien se encontró con su torturador en un lugar donde no deben estar los imputados. Pese a alertar al personal judicial, minutos después Gómez volvió al hall, miró fijamente a Stella y ensayó un saludo amenazante con un burdo movimiento de cabeza.
TESTIGOS • DANIEL EDUARDO BOZANO EL TESTIMONIO DE UN EX CONSCRIPTO QUE REVISTABA EN LA POLICÍA MILITAR
Redactores: Waldo Cebrero, Pablo Luro y Lautaro Bentivegna
Policías en acción
Corrección: Victoria Picatto Fotografía: Manuel Bomheker y María Bethania Cuello Diseño y diagramación: Usina Creativa SH Distribución: María Ester Cobe, Julia Soulier, Ernesto Torres, Rubén Vergara Colaboraron en este nº: Alexis Oliva, César Pucheta, Claudia Baldovin, Mauro Ricci, Katy García, Costi Viano Impresión: Comercio y Justicia Editores Cooperativa de Trabajo Ltda. Producción gráfica y editorial: Usina Creativa SH (0351) 427 1736 • info.usinacreativa@gmail.com
Será Justicia es propiedad de la asociación civil sin fines de lucro Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas de Córdoba (Personería Jurídica 234-A-1992)
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“Un día llegan unos autos con policías, lo recuerdo porque ellos nos pidieron pan, porque traían algo de vino y mortadela. Poco después ingresan a la prisión a sacar algunos presos… yo miro atentamente cómo traen a unas personas, encapuchadas, maniatadas, y, rápidamente, las suben a un Torino bastante deteriorado”, recuerda con precisión el ex conscripto Daniel Eduardo Bozano. “Al rato que salen estas personas, se sienten disparos, ruidos de armas que se escuchan claramente”. Este testimonio es fundamental en la causa, ya que apoya la declaración de Carlos Raimundo Moore, quien afirmó que una comitiva policial retiró y ejecutó a Diana Fidelman, Miguel Mozé, Luis Verón, Ricardo Yung, Eduardo Hernández y José Svagusa la noche del 17 de mayo de 1976. Bozano recuerda que, para completar la escena preparada y el armado del supuesto enfrentamiento, “en seguida piden que armemos los vehículos indicándonos que íbamos a salir a la calle. Estaba el teniente Ramos Monzo, salimos a la calle y vamos a la
Sobre el cierre de la semana, el fiscal Enrique Senestrari solicitó al Juez Federal N°1, Ricardo Bustos Fierro, la detención de una persona de apellido Sonzini. Se trata de la primera investigación con resultados reales vinculadas a amenazas sufridas por distintos integrantes de los organismos de DDHH. En este caso fue a Claudio Orosz. A las pocas horas de iniciado el juicio Videla, llamó una persona a la casa de su padre y, luego de un rodeo incomprensible, dijo que Menéndez se había quedado corto con los 30.000 desaparecidos, que debieran haber sido algunos más, y entre ellos el propio Orosz. Sonzini es empleado de la Fábrica Militar de Aviones, tiene alrededor de 50 años y llamó desde su propio domicilio. Luego del cruce de llamadas y reconocimiento de la voz, se dio con él. Es la primera vez que la justicia logra identificar y detener al autor de una amenaza de este tipo.
IMPUTADOS • INCÓGNITAS DE LA JUSTICIA
Director de contenidos: Sebastián Puechagut
Secretaria de redacción: Matilde Nasser
Algo cambia
SIN ESPOSAS. Un “Gato” deambula por los pasillos de tribunales.
Estos desatinos en el trabajo judicial y en el accionar de la Policía Federal no debieran repetirse. Son situaciones delicadas, que revictimizan a los testigos y sobrevivientes del terrorismo de Estado, y constituyen una muestra del trato privilegiado que se tiene para con los genocidas. Mientras el Gato Gómez era trasladado con soltura, la misma Policía Federal subía bruscamente a tres jóvenes, que serían indagados ese día, con las manos esposadas y en la espalda.
EL JUICIO EN LA CALLE
Siluetas que interpelan
UP1. Entrada a la cárcel de barrio San Martín.
Seccional 9, que estaba en la calle Castro Barros. Paramos el vehículo ahí, y el teniente da unas vueltas. Recuerdo que había un negocio al frente, que tenía una vidriera iluminada. Entonces él saca su pistola y empieza a disparar a los tubos de las vidrieras diciendo que estaban muy luminosas. Al poco tiempo, volvimos al penal”. La escena, con la participación de la policía y el ejército, ya estaba montada. Al día siguiente los periódicos informaron un intento de fuga, con intercambio de disparos, que terminó con la muerte de los subversivos.
De la mano de Raúl “Paco” Bauducco y Miguel Ángel “Chicato” Mozé, ex alumnos de la Escuela de Ciencias de la Información, y de Miguel Hugo Vaca Narvaja, quien fuera periodista de los SRT, se presentó la muestra Siluetas que Interpelan en aulas y pasillos de la ECI. La exhibición, producida por la Comisión Homenaje UP1, se compone de 31 figuras que hacen presentes a los presos políticos fusilados en la Unidad Penitenciaria Nº 1. Tuvo lugar en el marco del congreso 200 años: Medios, Comunicación y Cultura, realizado entre el 8 y el 10 de septiembre. Una semana antes, la muestra estuvo en la Feria del Libro, invitada por el Cispren. Esta obra colectiva, creada por artistas plásticos comprometidos con la memoria y la justicia, busca conmover y movilizar a la sociedad. Recorre la ciudad ocupando los espacios en los que los militantes populares soñaron con un país para todos. Contacto: comisiónhomenajeup1@gmail.com
Lunes 20 de septiembre de 2010 DEBATE • ABOGADOS QUERELLANTES, DEFENSORES Y FISCALES ANALIZAN LA RESOLUCIÓN DE LOS JUECES
Pérez Villalobo se reintegró al tribunal El juicio se vio paralizado por dos semanas, después de las cuales el tribunal resolvió, por mayoría, rechazar el pedido de apartar al juez vocal José María Pérez Villalobo por supuesta parcialidad. Se recabaron las pruebas presentadas por el abogado Osvaldo Viola, pero, a criterio de dos de los jueces que intervinieron en el incidente, no fueron suficientes para llegar a una recusación. Como es previsible en estos casos, las perspectivas de análisis de las querellas, la defensa y la fiscalía difieren en su valoración. Será Justicia buscó la opinión de todas las partes interesadas en el debate, y presenta aquí un extracto de cada postura. MIGUEL CEBALLOS, abogado querellante: “La resolución que adoptó el tribunal fue correcta, porque no había elementos de prueba que indicaran la parcialidad del juez vocal. Fue un invento [de la defensa] sin elementos y sin entidad jurídica y procesal, frente a la situación complicada de los imputados por testimonios muy precisos que comprueban los hechos. Aunque hubo conductas poco ortodoxas del vocal cuestionado, no son motivo de recusación y creo que el tribunal sigue bien ante lo que resta de juicio, aunque las defensas insistan con solicitudes como éstas”. HUGO VACA NARVAJA, abogado querellante: “La resolución no tenía consenso, por lo que tuvieron que llamar a un tercer juez. El incidente, técnicamente, era inadmisible. Sin embargo, el presidente Díaz Gavier, con un criterio muy amplio, decidió darle curso. El Código de Procedimientos es claro y en este caso no correspondía que se tomaran las pruebas. El momento indicado era al inicio del debate, no ahora, cuando resultan extemporáneas. Aunque es correcto el criterio de mayoría frente a este incidente, habrá que ver en el futuro si las visiones diferentes que hay en el tribunal no se traducen en la sentencia”.
OTROS JUICIOS • IDENTIDAD
Abuelas por la justicia BÚSQUEDA. Sonia Torres y Marité Sánchez, de Abuelas de Plaza de Mayo filial Córdoba.
Nuevos frentes se abrieron para la Justicia Federal en octubre de 2009. En esta oportunidad, se trata de la causa que investiga el secuestro, tortura y muerte de Silvina Parodi (hija de Sonia Torres, referente de Abuelas de Plaza de Mayo filial Córdoba) y Daniel Orozco, y la apropiación de un menor, hijo de la pareja. El matrimonio fue secuestrado en marzo de 1976. Su caso cobra importancia por ser la primera vez en la provincia que se juzga un delito de apropiación de menores y sustracción de identidad. Otra vez Menéndez es el máximo responsable. Sin embargo, se ha desafectado por falta de mérito a 9 de los 16 acusados en la imputación original, resuelta por la Jueza Garzón de Lascano (ya retirada). En aquella oportunidad, se dispuso procesamiento y prisión preventiva para quienes conformaban el grupo de tareas de La Perla (conocido como OP3). A propósito de la falta de mérito, el 13 de septiembre pasado, la representante legal de abuelas, María Teresa Sánchez, expuso una fundada disconformidad ante la Cámara Federal de Apelaciones de Córdoba. Al tiempo que se realizan nuevas denuncias por violaciones a los Derechos Humanos, surgen inesperados obstáculos que deberán sortear los querellantes. Si bien la justicia se expidió correctamente en 2009, habrá que rever los argumentos presentados por Abuelas. “Es llamativo que se esté desafectando a estas personas cuando hay pruebas suficientes que validan su imputación en el delito de sustracción de menores”, expresó la abogada.
RESOLUCIÓN. En un cuarto intermedio, el abogado querellante Claudio Orosz revisa el dictamen que rechaza la recusación de Pérez Villalobo.
CARLOS GONELLA, fiscal federal: “Desde la fiscalía, estamos satisfechos por cómo se resolvió la recusación, porque fue en sintonía con nuestra posición. Las causales no tenían seriedad para dudar de la imparcialidad del juez. Además, esta conducta de las defensas se hace sistemática en los juicios de estas características. En Mendoza, La Plata y Chaco las defensas también piden nulidades sin elementos con el objetivo de retrasar los juicios. Estas son maniobras para intentar impedir que se avance con estos procesos que se están llevando adelante. Por eso, los rumores de una posible anulación del juicio son un disparate”.
CLAUDIO OROSZ, abogado querellante: “De lo que se extrae de la resolución, se demuestra que no quedó acreditada la supuesta parcialidad del magistrado. Pensando hacia adelante, luego de la suspensión por dos semanas, el juicio avanzó con otra fuerza: hay más testigos por día, con un esfuerzo considerable de todas las partes para extender las audiencias. Eso abre la posibilidad de tener una sentencia condenatoria antes de fin de año. A diferencia de lo que sucedió en la época más negra de la dictadura militar, este hecho también es una demostración plena de cómo los imputados tienen la posibilidad de hacer uso de los derechos de defensa que les permite la ley procesal. Durante años hemos reclamado justicia, nunca venganza, y estas son las reglas de juego a las que nos atenemos nosotros, pero también los imputados”. OSVALDO VIOLA, abogado defensor que presentara el pedido de recusación a instancias de su defendido, Gustavo Adolfo Alsina: “Creo que lo inteligente hubiera sido que el juez vocal Pérez Villalobo atendiera el planteo del fiscal general y que se excusara de seguir en el tribunal. De este modo, hubiera evitado la suspensión del juicio por tantos días. Con su modo de actuar, obligó a sus pares a un tratamiento, en el que el presidente Jaime Díaz Gavier entendió que había que recusarlo; así que a criterio de nuestra defensa, sigue la presunción de parcialidad. Eso nos da pie a presentar nuevos recursos en el futuro”. JULIO DEHEZA, abogado defensor: “Lo satisfactorio de esto es que se recuperó el ritmo del juicio, pero el tribunal va a ser cuestionado por su legalidad, porque uno de los jueces aceptó el pedido de recusación. Esa disidencia entre los vocales, no es buena para un tribunal que juzga. Por eso lo correcto era que Villalobo se inhiba y que asumiera el juez Ochoa”.
IMPUTADOS • VIDELA TEXTUAL | Por Lautaro Bentivegna
«Fuimos crueles, nadie lo dude» El dictador intervino en la semana con dos declaraciones impactantes, haciendo un cínico uso de su derecho a defensa. Negó que el personal militar tuviera tareas específicas dentro de la UP1, acusó de terroristas a los testigos y habló sobre la crueldad de las fuerzas armadas. MARTES 14 El dictador pidió la palabra. Probó el micrófono con leves golpecitos de su dedo índice. “Solicito autorización del tribunal para formular una denuncia”. Quería mostrar su preocupación por el acto conmemorativo que un grupo de ex militantes de Montoneros realizó el pasado viernes. “De dicho acto hizo eco el periódico local La Voz del Interior”, dijo. Curiosamente el hecho no tuvo gran repercusión y ningún otro medio lo cubrió. Y se despachó: “Esto es una amenaza a la sociedad: reinstaurar la violencia como vía para lograr fines políticos que no han sido posibles mediante la democracia. Solicito a la fiscalía investigue a quienes estuvieron presentes en ese acto (…) Me siento intimidado, agraviado por ser junto a mis camaradas un preso político, situación por la cual mi seguridad ya no depende de nosotros, sino de un tercero”. Veamos. El carácter de preso político supone una persona privada de su libertad porque sus ideas representan una “amenaza” para el sistema político establecido. El dictador vuelve a fallar conceptualmente: él no representa una amenaza a esta democracia consolidada. Está preso por haber dirigido desde el Estado un plan sistemático de aniquilamiento. Acierta, sin embargo, al decir que su seguridad no está en sus manos. Oportunamente, es el Estado quien garantiza el debido proceso y atiende sus necesidades, como con cualquier reo. JUEVES 16 Finaliza la jornada y Videla vuelve a la carga. Durante quince minutos se dirige a los nuevos camaradas, que “resultan víctimas propicias para ser confundidos y engañados”. Se pronuncia con encono y deshonra hacia los testigos: “Ha-
ARENGA. En dos oportunidades esta semana, Videla hizo uso de su derecho a declarar.
ce dos meses que escuchamos testimonios poco espontáneos y teatralizados (…) Aquí se está agraviando al ejército sistemáticamente, con vistas a su destrucción, con intenciones de subvertir la Nación al mejor estilo gramsciano”. Luego destacó, enfáticamente, la labor de las fuerzas armadas en colaboración “esporádica” con el Servicio Penitenciario de la UP1 ante el “desborde” de esta unidad. Según el dictador, no existieron guardias periódicas y rotativas del ejército dentro de la cárcel, “como dicen algunos testigos”. Incluso alegó que los detenidos subversivos, fieles a su condición, utilizaban el lugar en el que estaban presos como sitio de entrenamiento, de combate y adoctrinamiento. Si bien era de esperar un discurso desvergonzado, Videla superó sus anteriores performances. Finalizó con una cita del prócer argentino Nicolás Rodríguez Peña, reconocido por su patriotismo en la Revolución de Mayo: “Que fuimos crueles, ¡vaya con el cargo! Mientras tanto tienen ustedes la Patria (…) Nosotros seremos los verdugos, sean ustedes los hombres libres”. Y en la cumbre del cinismo, remató: “Fuimos crueles, nadie lo dude, lo hicimos en el marco de crueldad que impone toda guerra; pero no fuimos sádicos”.
Lunes 20 de septiembre de 2010
EL JUICIO, DÍA X DÍA DÍA 28 - VIERNES 10/09
After office
Una deudita por ahí... El viernes trae sorpresas. Una nueva prueba a favor del vocal con pedido de recusación es aportada por la fiscalía, pero el tribunal no da lugar. Se trata del video de juramento de Pérez Villalobo y otros jueces, en 1996. Antes de decidir sobre su pertinencia, el tribunal interroga a Javier Correa, quien filmó el evento. “¿Recuerda cuántas copias hizo del video?”, pregunta el juez Jaime Díaz Gavier. “Una para cada juez, creo. Recuerdo que uno de barbita no me lo pagó”, dice el testigo, en referencia al vocal cuestionado.
DÍA 29 - MARTES 14/09
Las fábulas del Tucán Un leve ronquido se escucha en la sala. Los pocos presentes cabecean en la siesta de tribunales, mientras Yanicelli lee, hace una hora, fragmentos textuales de novelas, ensayos y cuanto libro de historia encuentra a mano. La voz rasposa y aguda del fisgón policía queda sola retumbando en la sala y hasta el tribunal lo mira desconcertado. En su defensa, quiere despegar al D2 de la estructura parapolicial que comandó la Triple A en Córdoba, pero esa fábula todavía no se escribió.
DÍA 30 - MIÉRCOLES 15/09
El Rambo cordobés “Mire a los imputados y dígame si conoce alguno”, invita el presidente a la testigo Rosario Miguel Muñoz. Ella hace un paneo y dice con decisión: “Ese es Alsina, el que me estaqueó”. Al escucharla, el militar encorva las cejas, frunce la nariz y un rictus tenebroso deforma su boca. Cuando el teniente Alsina estaqueó a Rosario, le gritaba: “¡Ponga cara de guerra, prisionera!”. Su guerra era de cobardes, con una persona maniatada.
Esa niña... La testigo Marta Elena Ríos Barrera recuerda dolorosos y contundentes episodios que vivió durante su detención, desde octubre de 1975 hasta 1983. Pausa su relato en uno. En una ocasión en el D2, luego de un operativo le trajeron una niña para que cuide. Sus padres habían muerto. La pequeña estuvo allí hasta que la buscaron sus abuelos. Hacía pocos meses que Marta había perdido un bebé.
DÍA 31 - JUEVES 16/09
Nombre militar El testigo Ramón Montes es suboficial retirado del Ejército Argentino y prestó servició en 1976 en la IV Brigada de Infantería Aerotransportada. A pesar de que reconoce a sus compañeros del Ejército, Raúl Eduardo Fierro y Jorge González Navarro, Montes no es quien tenía que ser. La fiscalía lo confundió con un oficial homónimo y el desconcierto se produce en plena declaración. Pero cómo, ¿vos no sos…?
Volver enfrentando el olvido Cinco ex presos y exiliados relatan historias y memorias construidas a la distancia. Disyuntivas de las valijas llenas y vacías al mismo tiempo. El abrazo con los compañeros y la esperanza de volver para dejar testimonio frente a un tribunal de la democracia. Desde el avión suspendido en el cielo, pudo entrever esa tierra azulverdosa por la distancia, que parecía no haberse movido ni un centímetro desde que se fue, en 1979. Asomado al óvalo de la ventanilla, Rafael Flores piensa que ciertas distancias se miden en años, en vidas. El acento español mezclado al cordobés natal y la compañía de una joven hija europea son rastros de esos años, de esa vida. Todo ese tiempo de distancia lo fue separando de “la cotidianeidad con los compañeros y de muchos sueños que teníamos”, recuerda, ya en Córdoba, luego de declarar por la causa Videla. Pero no lo separó de la tierra, “porque uno es tierra que camina”. Las maletas vienen livianas de pertenencias, pero pesadas porque “cuando te vas, llevás las cárceles, los desaparecidos, las libertades conculcadas, el salario reducido a la mitad. En fin: llevabas el peso de un país que quedaba en manos de la dictadura que habías conocido”. El equipaje incluye fragmentos de muchos proyectos de vida interrumpidos bruscamente, “huellas indelebles en la subjetividad de cada uno”, reflexiona Rafael, que ya es un escritor maduro, y que supo ser un dirigente gremial reconocido en Córdoba. Como Rafael Flores, otros cuatro testigos, ex presos del penal de barrio San Martín que se exiliaron, remarcaron una particular consecuencia de las políticas de exclusión y represión de la dictadura militar: el exilio. En sus memorias, es un recuerdo espinoso y apremiante, donde se amontonan nombres, edades, lenguas desaprendidas, aviones grises, un pasaporte consular, la sensación de ser un eterno extranjero y el necesario sueño de volver. POR TIERRA O POR AIRE “Yo me acogí al derecho de opción cuando estaba detenida en Devoto. Pero eso, lejos de ser la libertad, era como elegir entre 'el cólera y la peste', porque tenías que alejarte de tu familia”, rememora Marta Qui-
roga. A más de treinta años de esos días, los recuerdos se le presentan con cierta simpatía: “La primera vez que subí a un avión fue al Hércules que nos trasladó desde Córdoba a la cárcel de Devoto. La segunda fue rumbo a Suecia y me sacaban derechito desde el penal, esposada y en un camión de asalto”. Los aviones pasarían a tener otra presencia en la vida de esa joven mujer, nacida en un pequeño pueblo del interior cordobés. En aquel noviembre de 1979, el aeroplano sueco que la condujo a su país de asilo, junto a su marido y su pequeña hija, fue una escapatoria que no era sinónimo de la anhelada libertad. Otro fue el camino que siguió David Andenmatten para poder cruzar la frontera hacia Brasil por el puesto fronterizo de Paso de los Libres. Sin “opción”, ni documento de identidad, oculto en el vehículo de un cura francés “que me costó mucho convencer para que me ayude”, pudo cruzar clandestinamente luego de vivir meses en libertad vigilada y pendiente del miedo. Otros cuatro meses de trámites le llevó conseguir el pedido de “refugio” para poder viajar a Suiza, donde vive desde el año 1980. EL OFICIO DEL DESTERRADO “También afuera, el exilió significó seguir viviendo del trabajo de uno, o inventándome oficios”, recuerda Rafael, que se las ingenió como carpintero o plomero. Para “Charo” Miguel Muñoz, que llegó a Francia como “refugiada política”, su nuevo país le ofrecía seguridades “para estudiar y marchar en manifestaciones sin que me metan en prisión”. Charo dice “marchar” y “prisión”, arrastrando las erres y con una notable entonación francesa, que la hace acentuar las palabras en la última sílaba. “Se decián muchas cosás de Argen-
Constanza Viano
La incertidumbre crece como espuma de un vaso de cerveza. El incidente en torno al pedido de recusación de Pérez Villalobo se prolongó una semana, y el tribunal hace horas extras trabajando, incluso el viernes. Las caras amanecidas de algunos abogados y cierta impuntualidad generalizada en el personal judicial revelan que la noche del jueves fue larga. Marche un analgésico para todos.
REPORTAJE · EL CAMINO DEL EXILIO Y EL REGRESO PARA LOS JUICIOS | Por Waldo Cebrero y Pablo Luro
tina allá”, comenta con cierta dificultad, para explicar los efectos de la “campaña” realizada por la dictadura en Europa, en las que se apuntaba a los exiliados como los “agentes de la mala imagen argentina en el exterior”. Sobreponerse al desarraigo era un proceso ligado a juntarse con otros “compatriotas” que pasaban por lo mismo en tierras lejanas. Un motivo del encuentro, entre otros, era resistir el asedio de las campañas mediáticas de la dictadura. “Organizamos en España el grupo Trabajadores y Sindicalistas Argentinos en el Exilio”, nos dice Rafael. “Ya no batíamos el parche de «volveremos, volveremos», pero denunciábamos las violaciones a los derechos humanos en donde podíamos”, recuerda. Marta cuenta que se reunía con otros latinoamericanos en Suecia, y que ayudaban
LA BÚSQUEDA DE JUSTICIA DE JOSÉ MARÍA CARDOZO DESDE SUECIA
Una espera que se hizo eterna A dejar su familia y sus compañeros, a tener que abandonar su tierra y comenzar a manejarse con un idioma del que no conocía ni una letra, a tener que irse del país en plena dictadura... A todas esas cosas que significó el exilio en la vida de José María Cardozo, hay que sumarle el hecho de no haber podido testimoniar frente al tribunal que juzga los fusilamientos en el penal de San Martín. Su madre, la querida Tita, buscó incansablemente que le dieran la opción de asilo político en diferentes embajadas. Recorrió varias y, tras muchas averiguaciones, logró que a finales de 1979 lo recibieran en Suecia junto a su mujer y a su hija Paula. Tuvo que aprender un oficio, del que vivió por muchos años en el país nórdico, trabajó como ebanista en la restauración y el manteni-
miento de edificios comunales. "Era muy sabio en el trabajo con la madera y muy solidario con otros exiliados latinoamericanos que sufrían el destierro", recuerda su compañera Marta Quiroga. Durante sus años de exilio, nunca pudo dar testimonio frente a un tribunal democrático de todo lo que había sufrido en la cárcel. Fueron muchos años de esperar el momento de justicia. El tiempo pasaba y la clase política de nuestro país dictaba leyes absurdas, que imposibilitaban la investigación de los crímenes cometidos durante el terrorismo de Estado. Así pasaron los años, llegaron nuevos hijos y con ellos los nietos, pero nunca la justicia. A sus 55 años, José María Cardozo falleció el 6 de marzo del 2010, todavía en Suecia, todavía esperando.
Lunes 20 de septiembre de 2010
solidariamente tanto a los que llegaban al país como a los que intentaban volver a sus tierras natales. “Al llegar, los suecos que nos recibieron preguntaron: «¿cuál su valija?» Pero ni eso sabíamos, porque no habíamos preparado ninguna. Tuvimos que esperar a que todos retiraran la suya para saber cuál era la nuestra”. Sin esa solidaridad de los suecos, pero también de miles de latinos refugiados, todo hubiera sido más duro para Marta y su familia. Así que decidió plegarse a esa otra militancia. VOLVER, SIEMPRE VOLVER Allí en Suiza, frente a la puerta de salida de los vuelos internacionales en Ginebra, David Andenmatten vacila una vez más, pero decide emprender el regreso con su joven familia. “Había que probar suerte, intentar y ver si con la democracia cambiaba algo”, recuerda convencido. Era 1986 y le llevó poco tiempo decidir el regreso a Suiza. En la Argentina de esos años, la justicia se escribía con la mano y se borraba con el codo. Aunque el exilio pudo darse por terminado al concluir la dictadura, o las razones políticas que lo producían,
para quienes lo sufrieron la experiencia no quedó cancelada con el regreso al país o la decisión de seguir como inmigrante en el exterior. Algo se perdía en el medio. Algo quedaba flotando entre el aquí antes de partir y el ahora en el país de asilo antes de decidir volver. A más de treinta años, y con dos intentos de afianzar nuevamente su vida en Argentina, Marta Quiroga relata: “Me volví en 1995, por segunda vez, porque quería que mis hijos probaran vivir acá. Pero en Suecia quedó mi hija Paula, sola, con su primera hija, mi nieta. Yo estaba acá, pero también allá, así que decidimos regresar a Suecia”. Otra vez un avión y otra vez las despedidas crepitando en los intestinos cada vez que hay que alejarse de un ser querido. Fernando Oscar Reatti, que es ciudadano norteamericano desde la década del ochenta, también recuerda una decena de vuelos y los reencuentros con los familiares de sus compañeros que ya no están. “Siempre, durante unos diez años de democracia, saltaba ese antecedente en mi pasaporte, que me marcaba como subversivo”, recuerda el intelectual,
REENCUENTRO. Un grupo de ex presas políticas, exiliadas y compañeras se juntó en el hall de la sala, no faltaron los abrazos emocionados ni las anécdotas de viejos tiempos.
dedicado a estudiar la literatura latinoamericana en el país del norte. EN SANO JUICIO El cuerpo menudo y retacón de Charo Muñoz se disuelve en el abrazo de “la Marta”, que le saca por lo menos una cabeza de estatura. El ansiado reencuentro con otras presas del pabellón 14 se produce en el hall de tribunales. La última vez que Marta y Charo se vieron fue en el penal de barrio San Martín. También Rafael Flores, Fernando Reatti y David Andenmatten se emocionan, rodeados cada uno de los abrazos de su gente, cuando salen de de-
clarar por el juicio Videla. “Sería una contradicción pensar que la justicia existe dentro de una frontera y que en la otra frontera ya se acaba”, reflexiona Rafael, y se muestra muy orgulloso y feliz por los juicios. “Argentina es muy valiente y se lo está demostrando al mundo”, agrega Charo. La felicidad de los reencuentros y el dolor de las nuevas despedidas tendrán ahora otro sabor al subir al avión que los lleve de regreso. Todos coinciden en que el juicio, la inminencia de la justicia, servirá posiblemente para sanar el otro exilio, más profundo y anterior.
ENTREVISTA • EQUIPO DE ACOMPAÑAMIENTO PSICOLÓGICO A VÍCTIMAS DE CRÍMENES DE LESA HUMANIDAD Por Sebastián Puechagut
«El testimonio es un acto de libertad» El Equipo de Acompañamiento Psicológico a Víctimas del Terrorismo de Estado en juicios de delitos de Lesa Humanidad está conformado, en Córdoba y para el juicio Videla, por un equipo de profesionales coordinados por la Universidad Nacional de Córdoba. Dirigido por Silvia Plaza, está integrado por Marcia Mejía, Alicia Grecco, María Molas y Molas, Héctor Valenzuela, Homero Bilbao, María Bartolomé y Virginia Vázquez. Sin muchos antecedentes en tareas de este tipo, este programa va conformando una experiencia que resulta un complemento vital a las políticas de Derechos Humanos. La charla que tres de sus integrantes mantuvieron con Será Justicia fue extensa, con una densidad conceptual imposible de resumir en esta nota. Durante el encuentro, cordial y relajado, sobrevoló la sensación de que esta experiencia constituye una singular construcción colectiva de conocimiento. La integración de diferentes herramientas y capacidades profesionales adquiere una riqueza que, en el campo del saber académico, no suele lograrse con facilidad. La psicología no tiene aquí una función terapéutica, asociada a la enfermedad, o a la locura, que se juega entre divanes y consultorios. Quienes trabajan en el equipo ponen su cuerpo en juego, acompañando procesos dolorosos asociados directamente a recuerdos y heridas imborrables. Siguiendo ese camino, Alicia Grecco comienza la charla con una indicación que marcará la entrevista: “Hacemos una distinción entre 'víctima' en sentido jurídico y la posición psicológica, que son cosas diferentes”. Silvia Plaza completará la definición: “Sería más interesante hablar de experiencia, de aquellos que han sido atravesados por la experiencia del horror”. SJ: ¿Cuándo se conforma el equipo? SP: En 2008, con el primer juicio, histórico para nosotros, se conforma el primer equipo de acompañamiento psicológico, que tuvo una conformación diferencial y específica. Y lo mismo sucede ahora. Cada juicio va conformando y constituyendo un equipo específico. SJ: No todos los juicios penales tienen acompañamiento. SP: Es una política de gobierno que surge a partir de la desaparición de Julio López. Surge una preocupación y se instituyen los cuerpos de protección a testigos. En Córdoba aparece el equipo, pero previamente estaba la idea en la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, donde había profesionales que trabajan en esto desde los 80. Córdoba tiene otro tipo de organización, de implicación de los organismos. Nombro especialmente a H.I.J.O.S, asociado con Familiares, que se preocupan por esta situación. Con su propuesta aparece la coordinación de la Universidad, que antes no estaba. SJ: El equipo acompaña a las víctimas, no a los imputados… SP: Se trata de crímenes de Lesa Humanidad. Los testigos tienen que volver a transitar la experiencia del horror para pro-
EQUIPO. Marcia Mejía, Alicia Grecco y Silvia Plaza.
ducir un testimonio. Su situación es singular, por eso se instituye un equipo que atiende esa singularidad. Luego aparece el ejercicio del derecho, del acceso igualitario a ser atendido, incluyendo también a las fuerzas de seguridad. Y ahí hay un problema que provocó discusiones con tribunales. No se trata de negar el derecho de atención. Pero que hay otras instancias diversas, públicas, que son accesibles. Resulta una complicación profesional, ética y técnica, abordar este tipo de poblaciones con el mismo equipo. Es atender al represor y al reprimido. SJ: ¿Esta posición es compartida? AG: Sí, fue una condición de todos para estar en el equipo. Marcia Mejía: Aquí no existe la teoría de los dos demonios. Asistimos a personas que han padecido o padecen efectos de un contexto terrible. Por eso explicamos a los testigos que no trabajamos en función de efectos psicopatológicos, sino de efectos socio políticos que impactaron en su subjetividad. SJ: Muchos testigos tienen una valoración ideológica muy fuerte sobre su propia experiencia. A veces puede costarles acceder a la parte subjetiva del problema… MM: El dispositivo está pensado para eso justamente. Hay un primer momento de presentación de testigos. Se les explica en qué consiste y luego nos conocen a nosotras, y vamos amigándonos, anticipando las situaciones que van a afrontar el día del testimonio. Trabajamos siempre de a dos, para reforzar la idea de que no se trata de una psicoterapia en términos convencionales. El marco del encuentro lo decide el testigo, no es un consultorio. Intentamos que quede muy clara la diferencia. Lo que hacemos tiene que ver con ayudar al testigo a recordar. Si bien muchos de ellos están acostumbrados a contar los episodios, éste es un acto de recordar muy particular. Porque el testimonio va a ser dicho en público. SJ: Hay diferentes dimensiones de ese recordar. Un discurso ya armado, y otro proceso que debe ser más profundo. MM: Claro. Integramos esos aspectos para que puedan decidir, en un acto de libertad, qué es lo que quieren contar.
SJ: ¿Hubo testigos que se negaran al acompañamiento? AG: Cada testigo decide de acuerdo a sus ganas, sus deseos, su necesidad de ser acompañado. En general han sido todos muy amables, todos agradecen la oferta y cada uno evalúa si quiere tomarla o no. Es un ofrecimiento. SJ: Estos juicios son inéditos, no hay experiencia previa… SP: Es la primera vez que los testigos acceden a un juicio oral y público. En el lugar donde fueron secuestrados. Ante eso, nosotros proponemos un espacio de encuentro. En ese espacio se instituye un tiempo propio, que permite la circulación de la palabra, dolorosa, pero también de los recuerdos, que fortalecen. Nosotros no preparamos el testimonio. Eso tiene que ver con una ética de intervención profesional. Tienen derecho a producir su propio testimonio. SJ: Este distanciamiento es una condición metodológica de la terapia, pero aquí se cruza la perspectiva política. SP: Justamente, como es un grupo poblacional (no sé como llamarlo) que ha vivido experiencias que lesionaron su confianza pública, social, institucional; hay una desconfianza donde el otro es sospechoso. Este descreimiento de lo institucional hace que la confianza sea fundamental. Y aquí sí entra la confianza política. Tienen que poder saber quién es este otro que escucha y pregunta para abrir su mundo interno. Dada esa confianza se puede producir el distanciamiento. SJ: ¿Eso siempre es posible? SP: Hasta ahora, sí. AG: Por lo menos en ese espacio. Nosotros no controlamos lo que cada uno puede construir luego. Esta herida no obstaculiza, es un posibilitador del encuentro y del trabajo. SP: Nosotros no estamos construyendo historias clínicas, ni estamos haciendo la historia de ninguna enfermedad. Hacemos experiencia, pensamos experiencia. Mejoramos el dispositivo, que hasta ahora está bien. Si hubiésemos tenido una idea estereotipada, y no hubiésemos dado lugar a lo real, hubiésemos metido la pata. En el momento en que nosotros tratemos de trasladar automáticamente una experiencia a la otra, cae nuestro trabajo, porque va a haber una dificultad en la escucha de lo singular. SJ: Y en el orden de las valoraciones personales, qué les ha dejado esta experiencia? AG: Siempre rescato los conocimientos que se producen en los colectivos. Siento que aprendo muchísimo por el equipo, por el encuentro con los otros, por los testigos. Me hace sentir más joven porque me sorprendo todo el tiempo, con alegría. MM: Todo lo que se aprende a nivel profesional vale, y mucho, pero esencialmente es una experiencia profundamente humana. Tiene todos los condimentos: compartir el dolor, la tristeza, el miedo, la incertidumbre, el humor… el abanico que se inaugura en la relación con el otro es muy rico.
Lunes 20 de septiembre de 2010 HISTORIAS DE VIDA DE LOS MILITANTES ASESINADOS EL 19 DE JUNIO DE 1976
Bengalas que iluminaron la noche del parque El día 19 de junio culminó diferente en el penal de barrio San Martín, saturado aun más de ese olor a miedo que diariamente se sentía en los pabellones. Esa noche, el terror de una “salida” irrumpió nuevamente. Eran cerca de las once cuando personal de la penitenciaría retiró de las celdas a Mirta Noemí Abdón de Maggi, Claudio Aníbal Zorrilla, Esther María Barberis y Miguel Ángel Barrera, y los “entregó” a enviados militares. La orden fue suscripta por el general Juan Bautista Sasiaiñ. Según las constancias del legajo penitenciario N8-2193 de Miguel Ángel Barrera, el grupo de detenidos fue retirado de la cárcel para su traslado al Consejo de Guerra Especial Estable a últimas horas del día. Sin embargo, el destino no fue tal. Amordazados, atados y encapuchados, fueron subi-
dos a vehículos militares. En cercanías al parque Sarmiento, en predios posteriores a Ciudad Universitaria, Barrera, Zorrilla, Abdón y Barberis fueron obligados a correr con sus manos atadas bruscamente con alambre mientras algunos militares los iluminaban con luces de bengala. Esa noche, sus gritos quebraron el silencio de un invierno que se adentraba en la fría madrugada de junio. Un grupo de obreros de la fábrica Corcemar alcanzó a oír las voces de dolor. Esa escucha no impidió que los militares continuaran con su operación. El resultado fue el mismo que en las anteriores situaciones, cuatro asesinatos se sumaban al triste saldo de la dictadura. Al igual que en el resto de los fusilamientos, el Tercer Cuerpo de Ejército reportó rápidamente un comunicado oficial en el que informaba que los detenidos habían sido
abatidos en un “ataque al Hospital Militar”. Con el retorno de la democracia, los familiares denunciaron el hecho ante la justicia federal, por el que quedaron responsabilizados, entre otros, Luciano Benjamín Menéndez, Juan Bautista Sasiaiñ y José Alberto Torres, director de la UP1. Fuentes bibliográficas: • Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas de Córdoba, Por la memoria, por la justicia, por un sueño, Córdoba: 2000. • Comisión de Homenaje. Estudiantes y egresados de la Fac. de Arquitectura y Urbanismo de la UNC asesinados y desaparecidos por el terrorismo de Estado, Arquitectos que no fueron, Córdoba: 2008. • El diario del juicio, información digital: eldiariodeljuicio.com.ar • Obra colectiva de 112 presas políticas entre 1974 y 1983, Nosotras. Presas políticas, Buenos Aires: Nuestra América, 2006. • Tiempo Latinoamericano, Archivo Oscar Arnulfo Romero, Córdoba.
Mirta Noemí Abdón de Maggi
Esther María Barberis
Como muchas familias, los Abdón migraron hacia Argentina a principios del siglo pasado. De origen sirio-libanés, se instalaron en Córdoba, ciudad donde Domingo Abdón junto a María Yacci tuvieron cinco hijos: Ricardo Elías, María Ester, Raúl, Domingo y Mirta Noemí, la tercera de ellos. “La Turca”, como cariñosamente la llamaban, nació el 17 de enero de 1947. En su niñez y mientras cursaba el primario, correteaba junto a sus compañeros en la plaza Jerónimo del Barco, ubicada frente al colegio José María Paz al que asistía. Durante esas tardes, a sus 8 años, estudió dibujo e inglés en la Biblioteca Popular de Alberdi. Al finalizar el secundario, en la escuela Ricardo Rojas del barrio Cerro de las Rosas, en 1974, comenzó la carrera de arquitectura en la UNC. También ingresó a la Escuela de Bellas Artes de esta universidad. Desde su adolescencia, la vocación por el arte se plasmó en su interés por la música, la pintura y la poesía. A los 16 inauguró una escuelita de arte y pintura infantil en el garaje de su casa. Tiempo después, sus dibujos participaron en exposiciones del Museo Genaro Pérez. “Era muy querida entre sus amigos y compañeros. Le gustaba ser la principal organizadora de picnics, de las fiestas del Día del Estudiante o de la programación de los 'asaltos' en la casa de algún compañero. (…) Cuando no lograba sus objetivos, a veces se deprimía, pero
“Tati” lleva el mismo nombre que su madre, Esther María Fornero, quien junto a Reinaldo Sebastián Barberis tuvo cinco hijos. Entre ellos, Tati es la tercera, nacida un 4 de agosto de 1956. Oriunda de San Francisco, provincia de Córdoba, Esther María vivió su infancia y adolescencia en esa ciudad. A fines de 1973 se recibió de perito mercantil, alcanzando el grado de escolta de bandera en el Colegio Nacional General San Martín. A principios de 1974, se radicó en Córdoba para estudiar en la Facultad de Ciencias Médicas de la UNC. Durante este tiempo, también trabajaba como empleada doméstica. Al igual que Víctor Hugo Ramón Chiavarini (asesinado el 30/04/76), su novio desde la adolescencia, comienza a militar en el PRT-ERP movilizada por la participación política y social. El 8 de junio de 1975, siendo menor de edad, fue detenida en su domicilio. En 1976, la procesaron y sobreseyeron por falta de mé-
le duraba poco hasta que se le ocurría cómo realizarlos. Así era nuestra 'petisa”, rememora María Ester, su hermana. Coordinando el estudio con su trabajo en el Centro de Cómputos de la Dirección General de Rentas de Córdoba, se incorporó al PRT-ERP. En 1972, a los 25 años, se casó con Gustavo Esteban Maggi. Elba, su cuñada, recuerda que la conoció en el secundario. Iban a distintos cursos, pero se encontraban en el recreo. “Nos hicimos rápidamente amigas. Un día se acercó y me dijo de golpe: «Flaca, me gusta como sos, ¿querés que seamos amigas?» A mí me causó sorpresa y gracia, pero esa franqueza y sencillez para expresar sus sentimientos y decir lo que pensaba me gustó, y facilitó dejar de lado timideces e inseguridades. Fue el inicio de una amistad que se transformó en parentesco y compañerismo”. A mediados de 1975 fue detenida. En diciembre, su hermano Ricardo Elías “el Turco”, fue secuestrado y hasta el día de hoy continúa desaparecido. El Turco fue quien a comienzos de los 70 invitó a participar en el PRT a José Osvaldo Villada (asesinado el 28/05/76). Otro de sus hermanos también fue detenido y al tiempo recuperó su libertad. Semanas después del 24 de marzo, dio a luz a Verónica, a quien llamaba Dafne. “Avanzaba en la vida con la alegría y la esperanza de un mundo mejor”, la evoca María Ester.
Miguel Ángel Barrera En pleno verano cordobés, un 19 de enero de 1951 nació Miguel Ángel, fruto del intenso y prolongado amor entre José Celso Barrera y Teresa Egea. Finalizada su escuela secundaria e interesado por la medicina, ingresó a la Universidad Nacional de Córdoba para aprender la profesión. Durante varios años trabajó en la reconocida industria aeronáutica Área Material Córdoba (AMC). “Tarzán”, como lo apodaron por su corpulento cuerpo, estaba casado con Agustina Maldonado y militaba en el PRT-ERP. “En el comienzo de la escalada anti-obrera y represiva fue despedido mediante la ley de
prescindibilidad”, relatan sus compañeros de militancia. Miguel y Agustina fueron detenidos juntos, estando presos tuvieron un hijo al que llamaron León. Miguel fue procesado y luego absuelto por la Justicia Federal. Sin embargo, quedó a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN). “¡Qué responsabilidad me dejaste! Tu hijo creció, es todo un hombre, como su familia y, además, hermano, tenés una nieta, Guillermina, que es un sol. Tu 'viejita' está junto a vos, y el 'viejo' vive conmigo, está muy enfermo”, relató su hermana en una carta escrita a Miguel.
rito, pero nunca la liberaron. Quedó a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN). “Corría el año 1974, y vos recién llegabas a Córdoba para estudiar en la universidad. Tenías esos 18 años que te robaron. Me contagiaba tu fuerza, tu confianza, tu alegría. Pasaron meses, o tal vez un año cuando, en un encuentro con Víctor (…) mordió su bronca, cerró sus puños y lloró su tristeza junto a mí. «Cayó la Tati», me dijo, «la han torturado hasta el cansancio». Lo que no pudieron robar ni destruir fue su fortaleza ante la tortura, el silencio que encontraron los enfureció y los ensañó. Pasó el tiempo, pero jamás olvidé tu acción y tus valores”, relata en una carta su compañera “la Negra”. El 20 de junio de 1976 su hermana y su papá fueron a visitarla. Era el Día del Padre y le llevaron camisetas, frazadas y medicamentos. Los guardias cárceles recibieron todo sin reparos. Al poco tiempo se dieron cuenta de que en esos momentos ya había sido asesinada.
Claudio Aníbal Zorrilla Divertido y solidario, Claudio nació en la ciudad de Córdoba un 8 de diciembre de 1954. Al finalizar el secundario en el instituto Ricardo Rojas y en el colegio Deán Funes, donde fue un destacado líder estudiantil, ingresó a la carrera de arquitectura en la UNC. Al poco tiempo, se unió a la agrupación universitaria Tendencia Estudiantil Revolucionaria Socialista (TERS) de Política Obrera. En el barrio Bajo Palermo, donde vivía junto a su familia, Claudio pasaba tardes enteras jugando. Aníbal Baulina, amigo de la universidad, recuerda que lo conoció “en un ámbito por demás extraño al de nuestra facultad, esto es, en el fervor deportivo del rugby, vistiendo la pintoresca casaca de Bajo Palermo en las divisiones intermedias, que los sábados por la tarde nos enfrentaba con los siempre temibles Athletic, Tala y La Tablada”. Rosa Mercedes González, su pareja, cuenta que se conocieron en 1974 cuando ella terminaba el secundario y Claudio estaba en 1º año de arquitectura. El 25 octubre de 1974 fue detenido. Tras largas tratativas se resuelve su so-
breseimiento provisional, pero es puesto a disposición del PEN. En septiembre de 1975 su familia hace el pedido de opción para abandonar el país, pero el estallido del golpe de Estado malogró sus expectativas. “La noche del 23 al 24 de marzo de 1976 fui a visitarlo a la cárcel; teníamos 'la privada', visita en donde las compañeras podíamos pasar la noche con ellos. El olor del golpe se respiraba en cada detalle (…) El mundo se paralizó cuando una marcha militar quebró el murmullo (…) El presentimiento de que nunca volveríamos a vernos latía en cada uno de nosotros. Nos abrazamos muy fuerte, nos besamos, nos acariciamos. Nunca más volveríamos a vernos, ni a tocarnos, ni a olernos, ni a discutir, ni a escucharnos, nunca más íbamos a compartir nuestros sueños. Amaneció, Claudio tomó un peine que había sobre una mesa pequeña, al lado de la cama. Me peinó, me peinó como si fuera una sirena, me tocó como si fuera lo más frágil del mundo. La noche terminó, un guardiacárcel vino a buscarnos, el último abrazo…”.
Lunes 20 de septiembre de 2010 ANÁLISIS • CÓMO ERAN LOS MONTAJES FRAGUADOS Y LA REPERCUSIÓN MEDIÁTICA DE LOS SUPUESTOS “INTENTOS DE FUGA” Por César Pucheta
“Todos estuvimos de acuerdo” Las palabras de Videla, el dictador que hoy se sienta en el banquillo de los acusados, todavía retumban en el barro más profundo de la historia: “No, no se podía fusilar. Pongamos un número, pongamos cinco mil. La sociedad argentina no se hubiera bancado los fusilamientos: ayer dos en Buenos Aires, hoy seis en Córdoba, mañana cuatro en Rosario, y así hasta cinco mil. No había otra manera. Todos estuvimos de acuerdo con eso. Y el que no estuvo de acuerdo, se fue. ¿Dar a conocer donde estaban los restos? Pero ¿qué es lo que podemos señalar? ¿El mar, el Río de la Plata, el Riachuelo? Se pensó, en su momento, dar a conocer las listas. Pero luego se planteó: si se dan por muertos, enseguida vienen las preguntas que no se pueden responder, ¿quién mató, dónde, cómo?". La historia que finalmente se juzga, se ajusta a esas palabras. Los fusilamientos existieron y nadie se animó a hacer la prueba de “banca” social. El relato oficial que dibujó la historia sucedida en la Córdoba de las botas estuvo a cargo de los redactores del Tercer Cuerpo de Ejército. En tiempos en que las fuerzas represivas consideraban necesario "blanquear" los asesinatos, los comunicados oficiales copaban editorial y primera plana de los diarios cordobeses. Cuando las víctimas –como es el caso de los hechos que se investigan en el juicio Videla– se encontraban a disposición del Poder Ejecutivo y la Justicia, la estrategia comunicacional era una imperiosa necesidad. Todavía no está claro quiénes eran los encargados de tergiversar los momentos finales de las víctimas. Vistos a la distancia, aquellos relatos oscilan entre lo inve-
rosímil y lo indignante. Tomemos el ejemplo del operativo que terminó con los cuerpos acribillados de seis presos el 17 de mayo de 1976. El inspector mayor Raúl Pedro Telleldín envió una comisión policial hasta la cárcel con dos órdenes de traslado para los "detenidos especiales" Fidelman, Mozé, Verón, Yung, Hernández y Svagusa. Fueron fusilados, y el argumento fue uno de los más conocidos de la época: “intento de fuga”. El parte oficial que apareció en los diarios al día siguiente hablaba de una emboscada tendida "por dos o tres automóviles con el evidente propósito de rescatarlos". La lógica que crea el acontecimiento a partir de los lugares comunes de la época, encuentra en aquel relato algunos puntos extremos. Un segundo comunicado amplifica la información desde la tapa de La Voz del Interior, allí se puede leer que el ataque "se produjo desde un vehículo Peugeot 404 color amarillo, un Chevy color verde, un Renault
Dauphine color claro y otro automóvil no identificada su marca y presumiblemente un camión Fiat que iba a ser exportado a la República de Cuba, como así también accionaron ubicados en la zona (sic)." A la vez que aparece la referencia a Cuba, entendida en la época como el centro problemático de la región para los planes militares, aquel comunicado decide presentar la existencia de "delincuentes subversivos" fuertemente armados y organizados. Curiosa es la situación en la que semejante operativo terminó: sólo un oficial resultó levemente herido (el agente Sixto Contreras, según reza el informe) y seis fueron las muertes. Casualmente, eran todos los detenidos destinados al "traslado". Los operativos que arrojaban cuerpos a lo largo de la ciudad para luego simular intentos de fuga o enfrentamientos eran el principal argumento utilizado por los relatos oficiales. Sobre todo cuando los fusilamientos eran grupales. Cuando lo que se
debía "blanquear" eran asesinatos individuales, cometidos puertas adentro del penal, las explicaciones eran menores y aparecían en comunicados más extensos que daban cuenta de hechos que, en apariencia, no se relacionaban entre sí. El fin perseguido aparece claro en el horizonte del tiempo. Las fuerzas militares necesitaban legitimar su accionar para poder perpetuarse en sus impunes prácticas. Simular enfrentamientos, generar la impresión permanente de un “terrorismo al acecho" servía a estos propósitos. Infundía un temor constante en la sociedad, sobre el que se repartían culpas y responsabilidades, se dibujaban los "monstruos" y se elevaban los "héroes". Las editoriales de los diarios y la reproducción permanente de los discursos oficiales eran fortalecidas por comunicados que no tenían otro propósito que instalar esa idea del terror. Sin razón aparente, se exhibían en los matutinos advertencias del tipo: “Delincuentes subversivos se presentan como policías para exigir identificación de personas y proceden a asesinarlas cuando comprueban que se trata de personal de las Fuerzas Armadas, Fuerzas de Seguridad y Fuerzas Policiales (...) Se recomienda estar alerta contra este nuevo intento de asesinato a traición". Cuando la impunidad termina, los relatos de los sobrevivientes y las convicciones de los propios autores de las masacres dan cuenta de la falsedad de aquellos relatos. Alguna vez imaginaron que con historias fraguadas podrían resguardar un silencio eterno, pero la farsa cae por su propio peso cuando el martillo de la Justicia desciende ante sus miradas oscuras.
BALANCE • MEDIO CENTENAR DE TESTIGOS, VÍCTIMAS DEL TERRORISMO DE ESTADO, OFRECIERON YA SU TESTIMONIO Por Martín Notarfrancesco
La potencia de una voz colectiva Invierno de 1976. Ciudad de Córdoba, Gobierno de facto. Unidad Penitenciaria N° 1. Pabellón 14. Una detenida por razones políticas, sola en su celda diminuta, golpea su cabeza contra la pared. No puede aguantar lo que acaba de observar. Advierte la frontera entre la locura y la realidad. Teme cruzar la línea, pero no puede seguir viviendo con eso en la cabeza. La imagen parece figurativa, pero fue real. Ocurrió el 15 de julio de ese cruento año. Graciela Galarraga acababa de ver el cuerpo de José René Moukarzel tendido en el piso del patio, estaqueado desnudo y devastado, muriendo. La cárcel se convirtió en un centro de torturas cotidiano, donde todo podía pasar. “Sepan que ya están condenados a muerte, pero no se pongan contentos porque los vamos a matar a todos, pero de a poco, como a las ratas, para que se arrepientan de haber nacido”. Les dijo Sasiaiñ, el segundo de Menéndez, a los pocos días del golpe. La advertencia no tardó en cumplirse. Sin embargo, los sobrevivientes de la masacre se propusieron dar testimonio de lo ocurrido, y durante tres décadas aguardaron que la justicia los escuche. Los testigos relatan situaciones que en muchos casos parecen propias de las ficciones más demenciales. Estos recuerdos marcaron los dos meses que lleva el juicio. Eduardo De Breuil contó que en medio de las golpizas, los obligaban a cantar la Marcha de San Lorenzo o el Himno Nacional. Él mismo fue testigo directo de la muerte de su propio hermano, Gustavo. Los represores arrojaron una moneda para ver “cuál de estos pibes queda vivo”. Después escuchó las ráfagas que acabaron con la vida de su hermano, la de Vaca Narvaja y la de Toranzo. Le sacaron la venda para que los vea y le dijeron que tenía que volver a la cárcel y contar todo. Anular la condición humana de los cerca de 300 detenidos por razones políticas que poblaban algunos pabellones de la
UP1 fue el objetivo central de la política de terror. No alcanza la imaginación para idear los sufrimientos que se narran en cada audiencia. Las secuelas perduran en las víctimas: "Hasta los 20 años era de risa fácil. Desde que recuperé la libertad, siento una presión, una tristeza terrible, me cuesta mucho recuperar la alegría", reconoció Fermín Rivera. El terror no sólo imperaba dentro de la cárcel; mientras a él lo trasladaban por centros clandestinos para torturarlo, su madre recorría las morgues para ver si encontraba el cuerpo de su hijo. Fue al mismo Fermín a quienes los capellanes Sabas Gallardo y Mackinnon lo dejaron perplejo. “Dos días de tortura no es pecado, hijo, es necesario”, le espetaron, luego de que denunciara lo padecido con la vana pretensión de que su voz cruzara los muros del penal. “Algo habrán hecho, tienen que resignarse”, le dijo el capellán del Tercer Cuerpo a Marta González de Baronetto, quien le retrucó: “No se preocupe… si nos cortan el pelo, el pelo crece; si nos cortan los huesos, los huesos se arreglan; y si nos matan, creemos en la resurrección”.
SIN FISURAS A la par de su tenacidad, los ex presos políticos exhibieron también coherencia en la diversidad. Sus orígenes son variados, y su vida posterior cubre un amplio abanico de posibilidades. Están los exiliados que volvieron, los que rearmaron su vida en el exterior, los que nunca se fueron, e incluso alguno que quedó encerrado hasta 1988. Cada uno reconstruyó su vida como pudo, con un Estado ausente. Los unifica el tiempo compartido en el penal. Los recuerdos que allí nacieron son indelebles. Las emociones que trasmiten sus relatos adoptan una intensidad capaz de paralizar la sala de audiencias, arrancando lágrimas a abogados, jueces, periodistas y público. A pesar de la diversidad, los matices y los 34 años transcurridos, no emergen contradicciones. La contundencia de la prueba oral está destinada a inscribirse en la historia. Cualquier repaso sobre la historia argentina reciente encontrará en estos testimonios abundantes claves para comprender el mentado “Proceso de Reorganización Nacional”, y también nuestro presente. Escuchando, leyendo y releyendo estas declaraciones, conocemos más de nosotros mismos. También vemos lo que se propusieron “re-organizar” los genocidas. La serena fuerza de Charo Muñoz se desplegó durante cuatro horas. Hace tres décadas se exilió en Europa; habla castellano con dificultad y con acento francés. Quizá este rasgo acentuó el valor reparador que tiene para ellos la instancia del testimonio. Antes de concluir, agregó: “Con el golpe militar atacaron tres generaciones: la nuestra, la de nuestros padres y la de nuestros hijos... Hago esta declaración por aquellos que no pueden hablar porque están muertos. En cada palabra que yo pronuncio está el rostro de los fusilados. Necesitaban que desaparezcamos, pero de todas maneras, nunca lo lograron. Quiero decir: ¡viva la resistencia de los presos políticos!”.
Lunes 20 de septiembre de 2010 CONTRATAPA • por Alexis Oliva
Pero no pudieron fusilar la política Este juicio es demasiado pesado, por momentos casi indigerible para Córdoba. Su dimensión política es tan fuerte que, a pesar del tiempo transcurrido desde los crímenes de lesa humanidad que se juzgan, con cada paso hacia la verdad del pasado se siente el crujir de estructuras de poder del presente. No hay forma de soslayar la esencia política de los 31 victimarios, ni de las 31 víctimas y los sobrevivientes (imposibles de despolitizar con el eufemismo de “presos especiales”) porque su compromiso ideológico está bien a la vista en sus expedientes judiciales y en la reivindicación de su militancia por un país más justo, que muchos continuaron al recuperar su libertad. Tampoco puede escamotearse la complicidad judicial y eclesiástica, que se revela en cada audiencia y genera movimientos sísmicos en la torre de tribunales –con réplicas en otros ámbitos judiciales y políticos- y silencio culposo en el santo palacio de Hipólito Irigoyen y Obispo Trejo (1). Por estos días, a esa energía política que brota y brota se la está queriendo obturar con el más eficaz telón inventado para ocultar la lección histórica de los '70: la teoría de los dos demonios. El engendro conceptual data de los albores del retorno democrático y sostiene que en la violenta década del '70 fueron tan malos unos como otros, tan criminal la izquierda revolucionaria como la derecha encarnada en el partido militar que -con el pretexto de salvar la civilización occidental y cristiana- asaltó el Estado para aniquilar a su enemigo: la “subversión”(2). Semejante falacia es insostenible, porque el exterminio clandestino desde el aparato del Estado, en una casi industrial sucesión de secuestro, tortura y muerte, no puede compararse -ni política ni jurídicamente- con la violencia ejercida por las organizaciones guerrilleras desde la sociedad civil. Ni siquiera debería resistir la infantil discusión sobre “quién tiró la primera piedra”, que aunque se empeñen en atribuir a Montoneros con la ejecución del general Pedro Aramburu, el 1º de junio de 1970, debería rastrearse por lo menos en el bombardeo a la Plaza de Mayo del 16 de junio de 1955, debut bélico de la aviación naval, durante un gobierno constitucional y contra compatriotas civiles. Fue la primera (tremenda) piedra arrojada por la derecha, a la que siguió el golpe de septiembre del 55 contra Perón y los fusilamientos del 56 a militares y civiles peronistas, durante el gobierno de facto de Aramburu(3). A pesar de haber sido “derogada” por Néstor Kirchner el 24 de marzo de 2004 en la ESMA (“Como presidente de la Nación Argentina, vengo a pedir perdón de parte del Estado nacional por la vergüenza de haber callado durante veinte años de democracia tantas atrocidades”), la teoría de los dos demonios goza aún de hospitalaria acogida en los medios de comunicación hegemónicos, que se dejan poseer ante el menor pretexto: por caso, un acto de ex militantes montoneros en memoria de sus compañeros. Son los diablos que intentaron llevarse a un juez que cometió los pecados de asistir a un acto del 24 de marzo y rendir homenaje a un gobernador derrocado por la derecha; y los que inspiran el presunto miedo del acusado Jorge Rafael Videla a quienes se resisten a “enterrar las armas”(4). Curiosa evolución la del dictador que negaba los desaparecidos y hoy teme a los reaparecidos. Para medir la influencia de los demonios, se podría colgar en la página web de algún medio masivo el discurso
con que Videla se despachó el jueves, y someterlo a una encuesta a favor o en contra. Mejor no poner las manos en el fuego por el resultado negativo del experimento. Por eso es tan necesario este juicio. Por eso fue tan valioso que la testigo Soledad García, ex presa política y dirigente sindical, le pudiera enrostrar al susodicho: “Dijo este señor que los desaparecidos son una entelequia, porque lo dijo el señor Presidente, ahora acusado. Bueno, no son una entelequia: tenían vida, tenían proyectos, tenían una historia y se las quitaron”.
Es una de las perlas que nos dejó la fase testimonial. Y también un “exabrupto”, porque el discurso jurídico suele empañar la dimensión política de los acontecimientos que juzga. Sus procedimientos y rituales, al enfocar el “caso”, soslayan el contexto social de los sujetos judiciables (por ejemplo, la pertenencia a clases sociales con desigual acceso a la Justicia). En este juicio. eso es imposible. Por más que los códigos, en aras del rigor probatorio y el sagrado derecho a defensa, obliguen a desplazar a un segundo plano el fondo ideológico. Paradójicamente, el imputado que recusó por supuesta “parcialidad” al juez José María Pérez Villalobo es quien se muestra jurídicamente más complicado y políticamente más verborrágico. En una de sus arengas, el mayor Alsina llegó a decir: “Por la ciudad patrullaban camioncitos verdes, de lo que me siento orgulloso. Porque mientras yo patrullaba, los ciudadanos podían caminar por las calles de Córdoba. No como ahora, que el Gobierno nacional ni siquiera les garantiza el derecho a la vida”. Lo dice quien estaqueó y atormentó hasta matarlo al preso político René Moukarzel. Vale como réplica este pasaje del testimonio de Gloria Di Rienzo: “El teniente Alsina quería que él grite 'Viva el Ejército, muera Cuba, muera el ERP'. (…) Y el Turco no lo hizo, no gritó, pese a que sabíamos que cuando quedamos a disposición de los militares nuestras vidas pendían de un hilo, y teníamos que sobrevivir y hacer lo que nos dijeran. Pero él no lo hizo, porque estábamos nosotras. ¿Cómo iba a gritar esas cosas desmoralizantes para nosotras? Así es que no grita, no hace lo que le piden y pasan horas y horas. Se hace de noche y ya sólo escuchábamos quejidos, hasta que lo llevan. (…) Así muere él. Así lo matan. Qué triste es la victoria para un verdugo cuando la víctima no se rinde. En medio del te-
rror, nos fortaleció ese ejemplo”. Antes de los hechos que se juzgan, en tiempos en que las víctimas de esta causa recién se zambullían en el turbulento mar de la política, un tal Michel Foucault inauguraba su cátedra del Collège de France, en diciembre de 1970, con esta hipótesis: “Supongo que en toda sociedad la producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada y redistribuida por cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar sus poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad”. Y describía una batería de recursos, desde la censura explícita sobre política y sexualidad, hasta formas sumamente sutiles de concentración y exclusión discursiva. Entre las instituciones con más poderoso arsenal, figuraba el Poder Judicial (5). Seguramente, Foucault se hubiera maravillado ante este contrapunto, donde la teoría de los dos demonios anunció su presencia. Al iniciar su testimonio, Marcelo Iturbe, ex preso político del PRT-ERP, deslizó un comentario sobre “el enemigo”, mientras narraba su paso por el D2, que continuó con lo vivido en la UP1 y otras cárceles. Pero el detalle no pasó inadvertido para el defensor de Alsina, Osvaldo Viola, quien a su turno inquirió: -Cuando habló del enemigo, ¿a quién se refería? -A estos señores –respondió Iturbe sin dudar y señalando a los acusados. -Que conste en acta –solicitó el abogado. Las preguntas continuaron hasta que el juez Pérez Villalobo retomó el asunto. -Cuando dijo que los acusados eran el enemigo, ¿se refería al enemigo entonces o el enemigo ahora? -El enemigo entonces, porque ahora estamos en una democracia, que les reconoce a estos señores el derecho a defensa que ellos no le reconocieron a sus víctimas. -Bueno, que conste en acta que eran el enemigo antes, pero no ahora –indicó el juez. -Está bien, pero yo pediría que conste la frase completa: que ahora no, porque hay una democracia que les reconoce el derecho a defensa… -terció el fiscal Gonella, para terminar de prevenir un intento de anular el testimonio por “enemistad manifiesta” contra los acusados. Pero el abogado Alejandro Cuestas Garzón, defensor de Luciano Benjamín Menéndez, tuvo la última palabra: -Y yo pido que conste que cuando Viola preguntó, sólo dijo que ellos eran el enemigo, y recién cuando el juez pidió que aclare, entonces dijo que ahora no y antes sí. Sí, que conste en actas la “pesada y temible materialidad” de esta causa. Y más aún, conste que no pudieron fusilar la política. NOTAS: 1) Posada Guillermo, “El estruendoso silencio del Obispo Ñañez”, Revista El Sur, (agosto, 2010). 2) Paradójicamente, su formulación más explícita está en el prólogo del libro Nunca Más - Informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), cuyo autor, Ernesto Sábato, afirma: “Durante la década del '70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda”. Editorial Eudeba, 1984. 3) Operación Masacre (1957), el libro en que Rodolfo Walsh narra estos fusilamientos, y sobre todo su Carta abierta de un escritor a la Junta Militar (1977) son los mejores antídotos contra la Teoría de los dos demonios, doblemente poderosos por haber sido escritos antes. 4) Paillet Carlos, Montoneros afirman que no enterraron las armas, La Voz del Interior, (12 de septiembre de 2010). 5) Focault Michel, El Orden del Discurso (1970), Tusquets Editores, Barcelona: 1999.
Este ejemplar contó con el aporte solidario de:
• Unión de Educadores de la Provincia de Córdoba (UEPC) • Sindicato de Trabajadores de la Alimentación (STIA) • Asociación Bancaria - Seccional Córdoba • COOPI (Cooperativa Integral Carlos Paz) • Asociación Gremial Empleados del Poder Judicial (AGEPJ) • Sindicato de Luz y Fuerza - Córdoba • Fundación MUNICIPALIDAD Electroingeniería DE CÓRDOBA
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