EL DIARIO DEL JUICIO VIDELA EN CÓRDOBA PUBLICACIÓN INSTITUCIONAL DE PRODUCCIÓN INDEPENDIENTE · DISTRIBUCIÓN GRATUITA · AÑO II · NÚMERO 14 · CÓRDOBA · ARGENTINA · 4 DE OCTUBRE DE 2010
DECLARACIONES IMPACTANTES Y TESTIGOS QUE SE NEGARON A APORTAR INFORMACIÓN.
Contra el pacto de silencio Contra todas las previsiones, uno de los testigos que fue miembro de las fuerzas represivas rompió el silencio y aportó datos que permiten reconstruir la cadena de man-
do. El resto respondió con insistentes evasivas. Declaró también un testigo clave, el polémico Charlie Moore, que dio un pormenorizado detalle del funcionamiento del D2.
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EN ESTE NÚMERO ANÁLISIS: Los testigos que se niegan a brindar información. Página 3
Los juicios en el país: Patti. Página 3
El juicio en Villa El Libertador. Página 7
ESPECIAL
El mito del traidor: la controvertida imagen de los sobrevivientes Escriben:
ESTRATEGIAS. Las defensas despliegan sus movimientos. Los testigos que presentaron en las últimas semanas se negaron a aportar información aduciendo olvidos y confusiones. En la foto: Marcelo Arrieta, defensor público.
En los pasillos de tribunales y en el hall que precede a la sala de audiencias, se puede advertir que el juicio Videla llegó a una instancia clave. A tres meses de su inicio, con la mitad del camino recorrido, se intensifica el ritmo de un momento que marcará una bisagra en este proceso oral. Por un lado, la dinámica de las audiencias cambió a raíz de la presencia dominante de testigos del servicio penitenciario y ex militares que, en su mayoría, manifestaron poco ánimo de colaborar. Estas audiencias, con testimonios breves y poca concurrencia a la sala, contrastaron el miércoles 22 de septiembre con una declaración vertebral y de gran valor probatorio para la causa, que fue seguida por medios de todo el país y por una sala colmada durante todo el día. En estos momentos, con casi 80 testimonios receptados –más de la mitad de
Nada será igual
los previstos–, la etapa probatoria cambió de cara a la sentencia, y se espera que sigan las declaraciones del personal de seguridad y militares. Contrariando al resto de sus camaradas, el coronel retirado Carlos Daniel Esteban admitió que nunca existieron los denominados “intentos de fuga” y brindó información sobre el organigrama represivo, complementando los datos que ofreció una víctima del terrorismo de Estado. Oportunamente, un sobreviviente del D2 que estuvo seis años preso fue quien más detalles brindó para comprender el funcionamiento interno de la policía y su encubierta vinculación con el Ejército. Carlos Raymundo Moore, el testigo clave de la represión policial en Córdoba, declaró por fin ante la justicia el pasado miércoles 22 de septiembre. Por videoconferencia desde Londres, en poco más de cuatro
EDITORIAL
Transitamos momentos de grandes logros en materia de justicia. El recorrido y la lucha de las organizaciones de Derechos Humanos dan frutos tan importantes como la restitución de una nueva identidad. Se trata del nieto 102, nacido en la ESMA y robado a sus padres mientras estaban desaparecidos. Además, la justicia volvió a “acostar” a Patti para juzgarlo, aunque con los ojos cerrados y un par de zapatillas deportivas puestas. Pero no hubo caso. A pesar de tanta farsa, el responsable de la represión durante la dictadura y gran parte de la democracia tuvo que escuchar las acusaciones. Hemos asistido también a una nueva demostración de cómo las formas de dominación se sucedieron en nuestro país, situación de la que no escapa Córdoba. Los grados de des-
horas, dio un relato contundente y preciso que echó por tierra las estrategias defensivas de los imputados del D2. «Jamás pensé que iba a poder contar mi historia», se le oyó decir en sus primeras palabras, y la sala repleta enmudeció para escuchar un testimonio histórico. TESTIGO DE TODAS LAS CAUSAS La declaración de “Charlie” Moore ante la justicia fue largamente esperada por los organismos de Derechos Humanos, los querellantes y los abogados vinculados a las causas. Esto obedece a que desde el inicio de su cautiverio, el 13 de noviembre de 1974, hasta que huyó a Brasil en 1980, Moore registró crímenes y atentados cometidos por el D2, que documentó en un escrito espontáneo presentado en Brasil ante autoridades de las Naciones Unidas. Este documento, que «se usó en muchas causas, como en el Juicio a las Juntas, y
humanización narrados por el testigo Charlie Moore dan cuenta de que el plan de exterminio contemplaba la destrucción de la dignidad humana como inicio de un circuito macabro de delaciones, traiciones y sobrevivencia. Los documentos que brindó sobre la Comunidad Informativa, si bien no han sido analizados en profundidad todavía, dejan ya al descubierto las reuniones de la Iglesia, el Ejército y parte del poder judicial. Mientras los primeros 40 testigos apelaban a los más sentidos recuerdos para contar y armar entre todos pedazos de esta historia, en esta semana los testigos de la defensa parecían sufrir una amnesia autoimpuesta y repentina. Salvo el testigo número 76, Carlos Daniel Esteban, que se hizo cargo de su lugar y dio un rotundo revés a su jefe, el Cachorro Menéndez, que sufrió una descompensación. Nada será lo mismo después de estos juicios. Se aclara el objetivo para el que fue diseñado el plan sistemático de temor, desaparición y exterminio: Una sociedad con miedo es una so-
Martín Notarfrancesco Dante Leguizamón Ana Longoni Páginas 4, 5 y 7
CONTRATAPA • OPINIÓN:
Córdoba Una provincia que adquiere nuevas dinámicas y relevancia nacional a partir de los juicios por delitos de Lesa Humanidad De la lucha de los 70 a superar el conservadurismo. POR LUIS BRUSCHTEIN
ciedad paralizada y por lo tanto, más fácil de dominar. Pero los mecanismos no desaparecen, son más sutiles. Se usan otras armas, como los medios de comunicación desde los que se puede construir subjetividades dominadas a través del miedo. Acabamos de asistir a un nuevo ejemplo en América Latina, donde los procesos desestabilizadores no provienen sólo de las Fuerzas Armadas, sino que –como en el caso de Venezuela, Bolivia, Honduras y, recientemente, Ecuador– son producidos por opositores acompañados por la prensa y algunos sectores de las fuerzas de seguridad. Ven en riesgo sus intereses y utilizan agentes vulnerables a los que dominan fácilmente. Aprovechan la atomización del progresismo –que deberá revisar también sus prácticas– para oprimir en las diferencias. Lo que nos revitaliza es la capacidad de reacción de los presidentes, de muy distinto signo, que conforman hoy la Unasur y se plantan decididamente ante cualquier intento de desestabilizar las democracias.
Lunes 4 de octubre de 2010 fue clave para procesar a los miembros del D2 en 1987», como aclaró la querellante María Elba Martínez, debía ser ratificado ante la justicia con el respectivo testimonio oral para ser considerado prueba y no un indicio sin peso probatorio. Su declaración se esperaba, controvertida y difícil de digerir para la historia porque como estrategia de supervivencia pudo dar información a los verdugos. Según Martín Fresneda, querellante de H.I.J.O.S y Familiares, «estos son planteos morales que no tienen lugar, y para nosotros son efectos del terrorismo de Estado. Lo importante es que lo que dijo es veraz». Desde la sala de audiencias, la imagen de Carlos Raymundo Moore se vio con nitidez en una gran pantalla instalada detrás del tribunal, justo frente al banquillo de los acusados. Mientras, afuera de la Torre, la lluvia torrencial le ponía a la tarde un telón similar al de la capital británica. «¿Conoce a alguno de los imputados?», comenzó interrogando Jaime Díaz Gavier. Y la respuesta marcó la precisión de su testimonio: «Calixto Flores, cabo o sargento de la Brigada de Operaciones del D2», dijo cuando la cámara hacía un paneo por la cara de los imputados. Así, reconociendo a casi todos los represores policiales y especificando las áreas donde se desempeñaban, fue descubriendo el funcionamiento clandestino del D2. «Por abril o mayo del 76 mataron a dos chicos y a una chica en el patio de adelante», dijo, y vinculó esas muertes al “Tucán” Yanicelli. La referencia indica el caso de Irazusta, Bártoli y Chiavarini, quienes fueron abatidos en el D2 a fines de abril de ese año. Moore también confirmó que una «brigada que integró el “Chato”
EL DIARIO DEL JUICIO VIDELA EN CÓRDOBA
Editor responsable: Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas de Córdoba. Secretaria Ejecutiva: Emi D'Ambra Consejo Editorial: Por Familiares: Betty Argañaraz, Gustavo Tissera y María del Carmen Torres. Por H.I.J.O.S: Cecilia Correa, Lucía Galará y Martín Notarfrancesco Director de contenidos: Sebastián Puechagut Redactores: Waldo Cebrero, Pablo Luro y Lautaro Bentivegna Secretaria de redacción: Matilde Nasser Corrección: Victoria Picatto Fotografía: Manuel Bomheker y María Bethania Cuello Diseño y diagramación: Usina Creativa SH Distribución: María Ester Cobe, Julia Soulier, Ernesto Torres, Rubén Vergara Colaboraron en este Nº: Alexis Oliva, César Pucheta, Mauro Ricci, Dante Leguizamón, Luis Bruschtein, Ana Longoni Impresión: Comercio y Justicia Editores Cooperativa de Trabajo Ltda. Producción gráfica y editorial: Usina Creativa SH (0351) 427 1736 • info.usinacreativa@gmail.com
Será Justicia es propiedad de la asociación civil sin fines de lucro Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas de Córdoba (Personería Jurídica 234-A-1992)
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Flores, Jabour, “el Moro” Merlo y otros policías más» fusiló a seis presos en las inmediaciones de la UP1 el 17 de mayo de 1976. Así, con su testimonio, se ajustan otras pruebas que vinculan a los policías con los fusilamientos. PARTES DEL ROMPECABEZAS Ante los indicios de que en los testimonios se iría fortaleciendo el “no sabe, no contesta”, hubo excepciones que aportaron detalles relevantes al proceso judicial. El testimonio de Carlos Moukarzel –hermano del preso estaqueado por Alsina– que tuvo que retirar de la morgue el cuerpo de su familiar, demostró una arista más de las consecuencias del terror y su persistencia en el tiempo, que él definió como algo que le cambió la vida, hasta su personalidad. Estos aportes se entrelazan con los recuerdos de algunos guardiacárceles, como José Pascual Castillo que rememoró su padecimiento: «En esa maldita cárcel donde perdí un riñón, un pulmón y un testículo». Se tuvo que jubilar prematuramente por invalidez. El penitenciario recordó con profunda tristeza y lágrimas en sus ojos la jornada en que tuvo que retirar del pabellón a Miguel Hugo Vaca Narvaja, el mismo día en que fue fusilado. La testigo Amanda Rosario Scalzadonna, trabajadora del servicio penitenciario, confeccionaba los legajos de entrada y salida de los presos de ese entonces. Luego de ser indagada de diferentes modos por los abogados querellantes, afirmó que nunca registró ataques a los camiones que trasladaban prisioneros, lo que desmantela las versiones oficiales de presuntos enfrentamientos e intentos de fuga. Por su parte, el coronel retirado Carlos Daniel Esteban rompió la lógica de la desmemoria y de modo preciso fue reconstruyendo la cadena de mandos. Involucró con su testimonio a varios de los imputados al afirmar que las órdenes surgían de los comandos de la IV Brigada de Infantería Aerotransportada, identificados como G1 y G2, que estaban a cargo de Raúl Eduardo Fierro, Carlos Mauricio Poncet y
Jorge González Navarro. Además, dijo enfáticamente: «Cualquier aplicación de la pena de muerte por fuera de los consejos de guerra era ilegal». La mirada de sus camaradas desde el banquillo de los acusados no aparentaba emanar afecto y, por momentos, parecían sorprendidos por la memoria de Esteban. RECTA FINAL Son muchos los procesos orales que se están llevando a cabo en estos días en diferentes ciudades de nuestro país. Fueron muchos los presos que luego de Córdoba resultaron trasladados a la Unidad 9 de La
TESTIGOS • ENRIQUE FERNANDO FERNÁNDEZ, EL “GALLEGO”
Lo que duele esperar Muchas heridas abiertas salen a luz en las declaraciones frente al tribunal. Preguntas sin respuesta, posiblemente por la decisión de continuar con el pacto de silencio y no decir los lugares donde están enterrados los cuerpos de los desaparecidos. «¿Dónde están ellos?», les preguntó varias veces “el Gallego” Fernández a los que tenía sentado detrás suyo en el banquillo de los acusados. Con su testimonio, aportó una pieza más en la reconstrucción del asesinato de René Moukarzel. Ese 14 de julio de 1976 compartió con “el Turco” las tareas de fajina en la que el teniente Alsina observa cómo les daban un paquete de sal a los presos políticos. Fernández observó directamente cómo el teniente junto a un guardiacárcel se llevaron a Moukarzel, y nunca más lo volvió a ver. Se enteró desde su celda, por comentarios, de la manera en que fue estaqueado y la agonía que padeció. TRAGEDIA FAMILIAR Mientras estaba detenido en el penal de San Martín, en el mes de mayo desaparecen a su padre, que era escribano en Río Tercero. Lo llevan al centro clandestino de detención La Perla y no supo más de él. Los pocos datos que tiene se los enteró por la sobreviviente Liliana Callizo. «No tienen ni idea lo que es es-
VÍCTIMAS • PABLO BALUSTRA LOS RECUERDOS TESTIMONIALES SOBRE UNO DE LOS FUSILADOS EN LA UP1
Emblema de lucha sindical Pablo Alberto Balustra, “el Flaco”, sabía que del penal San Martín no saldría con vida: «El Ejército no se iba a hacer cargo de un preso que entró sano y salía hemipléjico». Pero ni esa íntima certeza lo hizo ceder. Inmóvil, postrado en una camilla de la enfermería a causa de un golpe que recibió durante una requisa militar, Pablo enfrentó más de una vez a sus verdugos, que pretendían humillarlo. «Alsina se paraba sobre su camilla, le pegaba y le gritaba: “¿Por qué está acá prisionero?”», recordó el testigo Enrique Asbert, «y Pablo le contestaba como podía, pero sin dudarlo: “por defender los intereses de los trabajadores”. Su dignidad nos hacía soportar lo que vivíamos ahí», dijo. Distintos testimonios aportan vagos recuerdos sobre quién fue el militar que lesionó a Balustra, pero todos dan cuenta de la caótica brutalidad de las requisas, «con lluvias de bastonazos y patadas que no se sabía de dónde venían», según palabras de un testigo. Se menciona a alguien conocido como “el sátiro del zapato”, “el sátiro del machete”, “Jaime Cloner” o el Cabo Pérez. La imprecisión para identificar al verdugo confirma que todos pegaban en estos operativos.
Plata. El juicio que se desarrolla allí está en su etapa final, ya se están sustanciando los alegatos de las partes. Las penas solicitadas para los 14 imputados son elevadas, y varias de las querellas exigieron al tribunal que los delitos sean enmarcados dentro de un plan de genocidio sustanciado por la dictadura militar. Mientras tanto, en Córdoba, se vaticina la posibilidad de que los alegatos de las partes tengan lugar entrado noviembre, y el juicio concluya a fin de año con muchos represores tras las rejas y con la clásica frase “este juicio ha terminado”.
ENCUENTRO. Tras declarar, Paillalef se abraza con familiares de Balustra y otros compañeros.
En el recuerdo de Ernesto “el Indio” Paillalef, quien declaró el miércoles 29 de septiembre, Balustra es «una figura emblemática para la gesta de los años setenta en Córdoba. Pablito era un laburante, un obrero, que participó en las peleas por recuperar la democracia desde muy joven y que había logrado la representación genuina del sindicato de Obras Sanitarias». El testigo, que dijo sentirse feliz de haber conocido a Pablo y a su familia mientras estaba con él detenido en la Cárcel de Encausados, no dudó en afirmar: «Había muchos obreros jóvenes, concientes, formados, responsables y solidarios en la lucha por la justicia social, y Pablito es [aún hoy] un emblema en ese proceso».
GALLEGO. Fernández, en el hall luego de declarar.
perar a un familiar», comentó el Gallego. Esa eterna deuda de no poder ni siquiera enterrarlo es una faceta más de la crueldad de terrorismo de Estado. A la desaparición del padre se sumaron otros hechos trágicos en su familia. En poco tiempo, su hermano que había estado detenido en la cárcel, muere por no soportar lo que había vivido. Como si no hubiera fin en la tragedia familiar, también murió su madre. Sobre el final de su testimonio comentó el tormento de saber que lo está alcanzando en edad a su padre, sumado a que todavía no pudo esclarecer los hechos y responsables. Cuando se lo llevaron tenía 69 años y el Gallego hoy ya tiene 61. Los meses de mayo ya no volverían a ser iguales y en cada otoño se acercan las edades de padre e hijo.
EL USO DE TECNOLOGÍA EN EL PROCESO
Juicio en pantalla Cuando “Charlie” Moore desgranó la estructura del D2, los imputados pudieron ver su rostro de frente, seguir sus muecas mientras buscaba en su memoria un dato lapidario que los incriminara. Todo se vio en una gran pantalla instalada en la sala para tomar el testimonio por videoconferencia a un testigo que se encontraba en otro continente. Esta innovación fue cuestionada por algunos defensores por no poder interrogar en igualdad de condiciones, con el testigo presente. El tribunal no dio lugar al planteo ya que la videoconferencia es un método recomendado por la Corte Suprema de Justicia para estos casos. Esa tecnología ha facilitado la declaración de muchos testigos, en su mayoría víctimas, que viven en el exterior. Este sistema se usó en los juicios por la causa “Esma” y “Automotores Orletti”, en Buenos Aires; y también en la provincia de Mendoza. La videoconferencia permite percibir los gestos y las miradas, medir la entonación y los silencios, datos fundamentales que aportan en el testimonio oral un contexto para valorar su veracidad.
Lunes 4 de octubre de 2010 ANÁLISIS • EN GENERAL, LOS TESTIGOS QUE FUERON MIEMBROS DE LAS FUERZAS REPRESIVAS MANTIENEN EL PACTO DE SILENCIO Por Waldo Cebrero y Pablo Luro
No sabe / No contesta Recordemos esos programas para adolescentes, esos bloques de preguntas y repuestas en los que el participante se topa con una laguna de su memoria y responde con un sintético «eh… paso». Así, titubeantes y olvidadizos, desfilaron frente al tribunal varios integrantes de las fuerzas de seguridad. Las frases más repetidas ante cada pregunta del tribunal fueron: «No, de eso no me acuerdo» y «la verdad es que han pasado tantos años…». Sin embargo, a diferencia de quien se nubla porque está en la televisión, los olvidos sobreactuados de algunos testigos fueron parte de una estrategia urdida en la impunidad. Se los observaba con los nervios alterados, sabiendo que podían quedar incriminados por su declaración, y por eso mezquinaban las palabras. Desde el momento en que Abelardo Sebastián Ramos Monso puso un pie en la sala de audiencia se sintió intimidado, expuesto a la mirada de los presentes. Días atrás, un testigo –ex conscripto– lo recordó realizando actividades impropias de su rango de teniente y jefe de sección de la Policía Militar. No pasó mucho tiempo hasta que se exteriorizó su temor, cuando comenzó excusándose a cada pregunta con el clásico: «Francamente, no recuerdo». Como oficial del Ejército ocupó cargos de responsabilidad hasta que se retiró en 1982, para seguir luego en calidad de Personal Civil de Inteligencia (PCI) hasta 1989. A pesar de esta extensa trayectoria en las fuerzas de seguridad, no pudo describir la cadena de mando de la que formó parte. Cuando fue interrogado sobre su personal subalterno en su desempeño como PCI, el fiscal Maximiliano Hairabedián intervino para advertirle que podía abstenerse de responder porque corría riesgo de autoincriminarse. Ramos Monso indicó como uno de sus subordinados, a quien evaluaba, a José Luis Santi, el asesor letrado del Tribunal Superior de Justicia de la Provincia de Córdoba quien tiene pedido un
REFUERZO. Las querellas y la fiscalía debieron esforzarse en sus preguntas para que los testigos recordaran algo de su paso por la UP1. En la foto: el fiscal Maximiliano Hairabedián.
jury de enjuiciamiento por haber actuado dentro del servicio de inteligencia durante la última dictadura militar. FALSO COMO PAPEL DE CUETE En lo que va de juicio, han declarado más de cincuenta ex presos políticos y víctimas del terrorismo de Estado que, a grandes rasgos, coinciden en sus relatos identifi-
cando a los responsables en repetidas ocasiones. Curiosamente, a los ojos de algunos de los imputados como Alsina, Mones Ruiz o Yanicelli, esas coincidencias son producto de “ensayos armados”. Por el contrario, no ha sido cuestionada la nula voluntad de colaborar en el esclarecimiento de los hechos por parte de algunos testigos, ex miembros de las fuerzas represivas. Más aún cuando la declaración bajo juramento obliga a quien declara, según el Código Procesal Penal, a “decir todo lo que sabe y no callar u omitir lo que haya visto y oído”. El caso de Eduardo César Marion, militar que dictaba instrucción en el Liceo y realizaba “tareas de apoyo” en la época, es demostrativo: «Le voy a ser sincero. Hasta que no vi mi firma en el recibo, no recordé que había hecho un traslado de un preso de la cárcel UP1», admitió ante las preguntas. «¿Sabe cómo murió Moukarzel?», le consultó una abogada querellante. «Creo que de frío, en el presidio hace mucho frío», fue la distraída respuesta del militar, que declaró también que «el teniente Alsina era una persona agradable para conversar». NI CON TIRABUZÓN –¿Sabe usted si había personal militar en el penal?– preguntó el presidente del tribunal. –No me acuerdo. Puede que hayan entrado alguna vez…– contestó Amanda Rosario Scalzadonna de González, jubilada del servicio penitenciario. –¿Usted recuerda que hubo un golpe de Estado?– insistió, ya cansado, el juez. –No, no recuerdo– respondió la testigo, que tenía como trabajo interrogar a los detenidos que entraban y completar los legajos en donde figuraban los traslados. Ante la evidencia de la prueba documental, luego reconoció su firma en algunos legajos de los detenidos y admitió que algunos presos que salieron en traslados no regresaron nunca.
IMPUTADOS
LOS JUICIOS EN EL PAÍS • LA CAUSA RIVEROS INICIÓ CON UN SHOW DANTESCO
Memorias del coronel
Patti: la construcción de un personaje
AL DESCUBIERTO. Las declaraciones de el ex coronel Carlos Daniel Esteban aportaron datos sobre la cadena de mandos del Tercer Cuerpo.
Casi todos los imputados decidieron quedarse a escuchar el testimonio del coronel retirado y veterano de Malvinas, Carlos Daniel Esteban. Como miembro de la fuerza se descontaba cuáles serían sus palabras sobre los hechos. Pero minutos más tarde, los rostros cambiaron. Con su relato memorioso echó luz sobre estructuras del Ejército, respecto de quiénes y cómo impartían las órdenes. En dos horas de testimonio, desmintió la hipótesis acerca de los ataques a vehículos militares mientras se trasladaban presos políticos. El relato del militar aportó a la reconstrucción de la cadena de mandos del Tercer Cuerpo de Ejército, evidenciándo las responsabilidades de los jefes de brigada y los miembros del Estado Mayor Conjunto de la IV Brigada de Infantería Aerotransportada. Tanto Raúl Eduardo Fierro, jefe de la División de Inteligencia (G2), Mauricio Carlos Poncet, jefe de División Personal (G1), Jorge González Navarro, jefe de Asuntos Civiles (G5) y Vicente Meli, jefe del Estado Mayor de la IV Brigada, como Víctor Pino Cano, jefe del Regimiento de Infantería Aerotransportada II, tienen altas responsabilidades en los hechos investigados, y componían la estructura de mando por las que se concretaban las órdenes. Eran parte indispensable de la maquinaria del terror.
Dos enfermeros ingresaron a la sala empujando lentamente un camastro con ruedas. De inmediato la jueza Lucila Larrandart dio luz verde para comenzar la audiencia. El ex comisario Luis Abelardo Patti (57 años) yacía tieso, con sus ojos cerrados y abrigado con una frazada, ubicado a la izquierda del tribunal. Con esta escena dantesca, el lunes 27 de septiembre inició el juicio por la causa Riveros. Otra vez un penoso montaje del horror pretende instalarse en un recinto de la Justicia Federal. El juicio está a cargo del Tribunal Oral Federal Nº 1 de San Martín y se desarrolla en el auditorio Hugo del Carril de José León Suárez. La causa Riveros (Nº 4012) es una gran causa que comprende unos 400 casos. De ella se desprendieron 3 casos con 4 imputados que serán juzgados en este juicio. El resto de los casos, sigue siendo investigado en etapa de instrucción. Patti atraviesa por primera vez un juicio por delitos de Lesa Humanidad cometidos durante la última dictadura. Está imputado por un homicidio agravado, nueve secuestros ilegales y cuatro tormentos. Lo acompañan en el banquillo de los acusados el presidente de facto Reynaldo Bignone, el militar Santiago Omar Riveros y el ex comisario Juan Fernando Meneghini. Al respecto de la escena protagonizada por el “convaleciente” represor, la querellante Ana Oberlín manifestó a Será Justicia: «La imagen fue tan graciosa como patética. Nosotros sabemos que es un cuadro fingido, por eso presentamos pericias de parte. No guardamos plena confianza en los peritos forenses». Y remató: «Es penoso que frente a la justicia Patti tenga que recurrir a este tipo de payasadas, frente a la falta de argumentos (…) De todas formas, mientras se cumpla el cronograma, que él haga lo que quiera». Dos fotografías tomadas por trabajadores del hospital Fleni –donde el represor se recuperaba de un presunto derrame cerebral, aunque luego sería trasladado al Hospital Anchorena– acabarían por darle la razón a Oberlin.
DE NO CREER. El ex comisario Luis Abelardo Patti mostró su faceta más jovial en el Hospital Fleni, donde se encontraba supuestamente convaleciente. La imagen de abajo lo muestra entrando al juicio en camilla, y nos exime de comentarios.
Lunes 4 de octubre de 2010
EL JUICIO, DÍA X DÍA MARTES 21/09
No se suspende por lluvia Ya son las once y los jueces no aparecen. La gente se impacienta y la ausencia de certezas sobre el porqué de la demora genera rumores entre los abogados: «el tribunal está en un velorio», «uno de los imputados se enfermó», «hay un accidente y no pueden llegar», «un juez tuvo un percance doméstico». Todo puede ser… La audiencia se suspende y las explicaciones del secretario entran en terreno resbaloso sin ser muy claras.
DÍA 32 - MIÉRCOLES 22/09
Un resbalón no es caída Desde temprano se ve mucha prensa. Se espera la declaración de “Charlie Moore” y han venido desde todo el país. Cuando los fotógrafos ingresan al recinto a tomar las imágenes del día, la mayoría de ellos se detiene en un detalle que llama la atención: el pómulo de Jaime Díaz Gavier. Una pequeña venda cubre una herida producto de un accidente doméstico. «Justo hoy, todos me sacan fotos de la curita», dicen que se le escuchó murmurar al coqueto magistrado.
Bailando por un sueldo Está declarando Moore y los imputados se ven nerviosos. Anotan, trabajan en su defensa, cruzan miradas frías con sus abogados. Están perplejos y apenas respiran mientras el testigo los incrimina. Extrañamente relajado, como si no hubiera trabajo para hacer, el defensor Guillermo Dragotto navega en internet. Visita páginas de bodegas de vino, repasa las noticias del día y se detiene en un titular farandulero: “A su regreso, la Mole tuvo un show aparte”, lee, abstraído.
DÍA 33 - JUEVES 23/09
Escuelita militar El ex instructor del Liceo Militar, Eduardo César Marion, recuerda su tarea pedagógica en sus tiempos de educador, cuando no se abocaba sólo a la instrucción militar. Sin embargo, en su mirada se percibe algo sobre los manuales impartidos por la Escuela de las Américas. Aplica los conceptos aprendidos para identificar al “enemigo interno”. «Una vez hice un traslado de un subversivo. Yo estaba impactado porque era la primera vez que estaba con una persona del otro bando». Tarea para la casa: para mañana traer un subversivo.
DÍA 34 - MIÉRCOLES 28/09
Habla, que algo quedará Más interactivo que nunca, Mones Ruiz vuelve a disertar. Piensa que incorporando tecnología será más convincente, así que despliega un lápiz láser y proyecta un powerpoint para decir lo mismo de siempre. Lleva dos horas hablando y no convence a nadie. Aburre y confunde a todos con sus interpretaciones de la causa.
Abogado de raza El fiscal Carlos Gonella interroga al testigo Ernesto “el Indio” Paillalef, un militante de la JP que se ganó el mote por sus antepasados mapuches. Gonella sabe preguntar, indaga en la vida y en la militancia del Indio y luego busca el golpe de efecto con una pregunta de identidad. –¿Usted se siente representado por la raza mapuche?– interroga el fiscal. –La raza es humana, el pueblo es mapuche– le aclara el perspicaz testigo. –No más preguntas– cierra el fiscal que aprendió la lección.
REPORTAJE • MIGUEL ROBLES, EL HIJO QUE ENCONTRÓ A CHARLIE MOORE Por Martín Notarfrancesco
Un fantasma ya nunca serás Con una declaración contundente y la reciente aparición de un libro que rescata su historia, Charlie Moore patea el tablero. Las certezas que aporta reconfiguran el ideario construido en torno a su figura, una de las más enigmáticas y contradictorias de estos años. La declaración de Carlos Raymundo “Charlie” Moore marcó, hasta el momento, el máximo punto de tensión vivida en el juicio Videla. La figura del traidor, construida durante años, seguía presente a pesar del increíble testimonio que escribió apenas se fugó del D2 en el año 1980. Muy poco se supo de él durante las tres décadas que sobrevinieron a la dictadura. Esto alimentó cierta idea del fantasma por todos despreciado. El 22 de septiembre pasado, por primera vez la justicia argentina se dispuso a escucharlo. Fue por medio de una videoconferencia desde Londres. Nueve meses antes, un policía de Córdoba viajó 14 mil kilómetros para instalarse en su casa: necesitaba que le dijera quiénes habían matado a su padre en noviembre de 1975. Miguel Robles es jefe de la División de Procesamiento de las Telecomunicaciones de la Policía Judicial de Córdoba. Ingresó muy joven y pasó casi toda su vida en “Homicidios”. Creció con la idea de que a su padre, el comisario Robles, lo habían matado miembros de Montoneros en los años que anticiparon el golpe militar del 24 de marzo de 1976. Junto a su carrera, Miguel emprendió la
MIGUEL ROBLES. La particular mirada de un policía particular.
búsqueda. Con paciencia de santo se empeñó en recolectar datos y pruebas que le dieran certezas sobre ese asesinato que lo dejó huérfano. Pasaban los años y el rompecabezas se desarmaba cada vez más. Las piezas, en verdad, no encastraban. EL FANTASMA Es un traidor, un quebrado, doble agente, servicio. Un loco. Eran las valoraciones predominantes para referirse a Moore, que pasó casi seis años de su vida dentro del D2. Todavía recuerda las ratas y cucarachas oliendo sus heridas en el baño que le fue destinado como calabozo. Allí, acurrucado al lado del inodoro, fue testigo de tres violaciones. Allí, los policías lo meaban a diario. Cayó luego del traumático copamiento
a la Fábrica Militar de Pólvora y Explosivos de Villa María que intentó el ERP en 1974. A los pocos meses, la propia organización lo condenó a muerte por “colaborador”. Durante su declaración, explicó que su estrategia de supervivencia implicaba ganarse la confianza de los popes del D2, serles útil, fingir ser uno de ellos. Así accedió a información única que, salvo él, sólo los genocidas pueden contar. Vivir en las entrañas mismas de aquel poder contribuyó a crear y agrandar el mito del traidor, aprovechado y alentado por sus propios captores. Cuenta que lo obligaban a realizar distintas tareas y a presenciar sesiones de torturas. También utilizaban su nombre y lo exhibían de tal manera que no hay sobreviviente del D2
ENTREVISTA • MIGUEL ROBLES: LA POLICÍA Y LOS JUICIOS Por M. N.
«Esto es una grieta» Será Justicia: ¿Sentís que hacia tiende, pero tampoco hay una eduRECONSTRUCCIÓN. adentro de la policía algo cambia? cación cívica, se insiste en no enseCharlie Moore y Robles, en Inglaterra. Miguel Robles: La policía también ñar y dejar que se repitan los erroestá empezando este proceso de pores. Si a esto no lo explicamos, genenerse a ver qué mierda va a hacer raciones y generaciones de policías con esto. Implica mirarse el pupo, ven los juicios como una revancha darse cuenta de que tenés la mitad política. Las consecuencias son nedel cuerpo podrido. Hay que separar fastas porque quien no admite la legila paja del trigo. Hay que comprentimidad de estos juicios ni comprender humanamente que son estrucde lo que ocurre, está condenado a turas y personas que vienen de murepetir los mismos o peores errores. chos años. Por ejemplo, nadie de la escuela La historia es inexorable, la verdad de policías pidió los videos del juicio se va a saber, ya se sabe. El punto es pasado (Albareda) para analizarlo si lo podés hacer o no, porque si no con los cadetes. ¡Señores, acá tenelo va a hacer otro. Se trata de capacimos policías jefes condenados por dad. Tal vez algunos ya estén discadelitos de Lesa Humanidad! Este lipacitados. Pero no hay que equivocarse, porque la historia va a ser se- bro es un catálogo de lo que un policía no puede ser. Es la importancia vera. Yo leo el comunicado de la policía para el último 24 de marzo y es de la educación. El libro termina planteando la línea de “que se vayan vergonzoso. Cuando en realidad tenemos que separar la paja del tri- ellos”. Fuera, salgan de acá. go, decir que estos muchachos no tienen que ver en nada con nosoSJ: ¿Tenés esperanzas de que haya policías que fueron testigos de tros. Antes se les sacaban todos los botones y las insignias en la plaza la época que tengan información y estén dispuestos a hablar? pública. Eso quería decir que no te podés vestir más como nosotros. MR: Esto es una grieta. Es un ida y vuelta que está arrancando. Es Te saliste de las reglas del juego. un trabajo para los dos lados. Creo que sí hay gente dispuesta a haSJ: ¿Tu posición es mayoritaria en la fuerza? blar. Hay gente que entró a la policía con verdadera vocación de serviMR: No, no. Esta fue una búsqueda en soledad. La policía no en- cio. Esta es una punta de ovillo.
Lunes 4 de octubre de 2010
que no lo recuerde. Todos percibieron el trato preferencial que tenía. Miguel Robles tiene otras definiciones para Moore. –¿Por qué fuiste a buscarlo? –Para mí era la última posibilidad para conocer información sobre la muerte de mi viejo que lo matan en noviembre de 1975. Moore cayó en noviembre de 1974. Para esa época ya estaba plenamente integrado al D2. Pensé que me confirmaría eso y aportaría datos, lo que finalmente sucedió. –¿Quién es Moore? –Un sobreviviente. Mientras repasa su búsqueda, Miguel recuerda que se topó con miembros de la comunidad judía que llevan 50 años discutiendo el rol de ciertos sobrevivientes de los campos de concentración sin llegar a conclusiones. Robles registró minuciosamente su encuentro con Moore. Tiene 16 horas de video. De allí salió el libro La Búsqueda que presentó pocos días atrás, y sobre el que se prepara una película. Sabe que consiguió un testimonio desestabilizador que pone en crisis preconceptos históricos. «Una bisagra», le dijo Ludmila Catela, directora del Archivo Provincial de la Memoria. Más gráfico fue el periodista que lo comparó con un videojuego, cuando se logra “pasar de nivel”. Evidentemente, la irrupción de este relato nos ubica en otro plano al momento de pensar y repasar la represión en Córdoba. Muchas otras imágenes no fueron filmadas. En los diez días en que convivieron no hubo pausas. Se encerraron en una cabaña de un pequeño pueblo inglés para hablar. Recordar, hablar y hablar. Moore estaba convencido de que alguna vez irían a buscarlo y parece que se preparó toda su vida para contar. Para que le pregunten.
Es inaudito el registro que conserva. Durante sus años de cautiverio, sistematizó en clave y a escondidas la información que fue recolectando, en pequeños papelitos de cigarrillo que sacaba con “un correo trucho”. También contó que varias veces le hicieron desgrabar las reuniones de la Comunidad Informativa de Inteligencia, una suerte de mesa redonda presidida por Menéndez a la que asistían todos los jefes de la represión. Estos “machetes” le permitieron, apenas cruzó la frontera con Brasil, documentar con precisión cientos de secuestros, torturas, asesinatos y bombas. Todo esto conforma su histórica declaración de 70 páginas ante el Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiados, Acnur.
–¿Por qué aparece recién ahora la nueva declaración de Moore? –Estábamos encerrados. El primer capítulo del libro se llama “El prófugo menos encontrado”. Como sociedad no lo queríamos encontrar, nos enquilombaba. Y creo que nos va a seguir enquilombando. –Es increíble el esfuerzo de Moore por recordar. ¿Cuánto de esa víctima quedó atrapado en el D2? –Yo llegué a Inglaterra y me encontré con el D2, nunca había entrado a lo que hoy es el Archivo Provincial de la Memoria. Y él nunca se fue, convive con ellos. Me hizo unos planos muy precisos. Pero no me dibujó lo que recordaba, me dibujó lo que ve. Es impresionante el detalle y las características que da. Y eso es porque está ahí. Él todo
lo ve desde el D2, habla con verbos en presente. Están todo el tiempo con él. Y después cuando se duerme, los gritos, los ahogos. Es muy difícil dormir a su lado. Llora. Creo que padece el síndrome de Estocolmo, esto de amar y odiar a tu victimario son su referencia. Con la izquierda tiene muy mala relación. “La imagen de un objeto que queda impresa en la fantasía” es una de las definiciones que otorga la Real Academia Española a la idea de “fantasma”. Charlie Moore fue reducido a la condición de objeto, como la mayoría de quienes pasaron por un centro clandestino de la dictadura argentina. Este paso no fue efímero, quedó impreso en él y en una sociedad que eligió la estigmatización como válvula de escape. Y el objeto quedó impreso en la fantasía, propia y ajena, durante más de treinta años. En tres décadas de procesar el pasado, la figura de los sobrevivientes parece ser el último gran tabú. Superada la discusión de la teoría de los dos demonios y la de la complicidad civil, la figura de estas personas genera incomodidad. Su relato cuesta ser escuchado, molesta. «Nunca pensé que llegaría el día en que podría contar mi historia», dijo al arrancar ante el tribunal. Quizá comenzamos a escribir otra página. Ojalá nos permitamos transitar la escala de grises con menos prejuicios y reemplazar la dicotómica opción entre blanco y negro. Algunas certezas están afianzadas, algunos estigmas por superar. –¿Cuántos “Charlie Moore” creés que dejó el terrorismo de Estado? –Creo que muchos, algunos al menos. Yo buscaría con una visión humana, porque esto no es para jueces, esto es para pecadores, para gente como nosotros. Hay que escucharlos.
RESEÑAS • “LA BÚSQUEDA”, EL LIBRO DE MIGUEL ROBLES SOBRE CHARLY MOORE Por Dante Leguizamón
Testimonio con consecuencias aún desconocidas “¿Recordás cómo se produjo la muerte de mi padre y quiénes participaron?”. La pregunta surge por primera vez de manera directa en la página 148 de La Búsqueda y, aunque es precisa y clara, no deja de sonar profundamente tierna. Sucede que a esa altura de la extensa “declaración” de carácter casi judicial que Miguel Robles le toma a Moore, el lector no puede abstenerse de saber que la persona que pregunta lleva más de 30 años esperando una respuesta. Entonces lo que sigue resulta jugoso e impresionante. “Según lo que me contaron tu padre fue y estacionó el coche en la Ciudad Universitaria. Ya le habían hecho inteligencia y siempre estacionaba en el mismo lugar. Apenas detuvo la marcha del vehículo se le fueron encima...”. Es la respuesta de Carlos Raymundo Moore antes de comenzar a dar una larga serie de precisiones sobre el crimen que se multiplican en las páginas siguientes: apenas José Robles detuvo el auto se le fueron encima «como hienas». Los que participaron del operativo fueron «la Cuca Antón, el Boxer Antón, Bucetta y 'Cara con Riendas' Lucero». La Cuca se acercó «antes de que Robles pudiera bajarse» del auto y lo entretuvo. Al parecer fue Bucetta «quien disparó» el arma utilizada fue un revólver calibre 38, una bala le ingresó por la cabeza. Los asesinatos de policías que llevaba adelante el D2 eran «todos iguales» y hasta que fue el Boxer Antón quien al regresar del homicidio escribió el comunicado falso (en una hoja con mem-
brete de Montoneros) que más tarde llegaría a los medios completando la mentira e instalando la falaz idea de un atentado de la guerrilla. Tan meticuloso es en su narración que resulta imposible no preguntarse cómo manejó Robles en ese momento la tensión que necesariamente debió producirse en su propio corazón al escuchar, de boca justamente de Charlie Moore, un relato tan preciso del crimen de su papá. Esa es la misma tensión que produce el libro La Búsqueda en nosotros como lectores y es también la tensión que produjo el relato de Moore en todos los que lo escucharon. La tensión que desacomoda, molesta y convierte a Charlie en el testigo perfecto y al trabajo de Robles en una obra imprescindible para avanzar en la búsqueda de la verdad. Mucha gente está incómoda con el testimonio de Moore. Mucha gente lo está con el trabajo de Robles, quizá hasta haya algunos que hubiesen preferido que Moore nunca apareciera. Lo cierto es que a partir de ahora existe una nueva voz. Por más sospechas, miedos y desconfianza, vamos a tener que asumir la existencia de esta palabra tremendamente calificada aun cuando –como seguramente le pasó a Robles– sus dichos nos ubiquen en lugares cada vez menos difíciles de calificar o soportar. AL ARCHIVO. El libro fue presentado en el Archivo Provincial de la Memoria.
Lunes 4 de octubre de 2010 HISTORIAS DE VIDA DE LOS MILITANTES ASESINADOS EL 30 DE JUNIO DE 1976
Dos asesinatos en la vía pública El mes de julio comenzó de luto en el penal de barrio San Martín. No habían pasado más de diez días desde que Mirta Abdón de Maggi, Esther María Barberis, Miguel Ángel Barrera y Claudio Zorrilla fueran brutalmente asesinados, cuando otra orden de traslado fue emitida desde los altos mandos del Tercer Cuerpo de Ejército. Era la mañana del 30 de junio de 1976 cuando personal de la cárcel entregó a Marta del Carmen Rossetti de Arquiola y José Cristian Funes al enviado militar, un tal “Jorge López Leconte”. A lo largo de la instrucción de la causa para el juicio Videla, se pudo establecer que se trataba de un nombre falso. La pormenorizada investigación permitió llegar a la conclusión de que se estaba ante un “intermediario” que se hizo pasar por este enviado militar. Siguiendo esta ideada trama, “Leconte” retiró a Rossetti y Funes de la Unidad Penitenciaria Nº 1 (UP1) y los entregó a una comisión policial integrada por efectivos del Departamento de Informaciones (D2). Con el mismo modus operandi que en los anteriores casos, el traslado se hizo con los presos políticos encapu-
chados, amordazados y atados. Marta y Cristian fueron asesinados en la vía pública, con la posibilidad de que en el siniestro operativo hayan participado miembros del Ejército. Rápidamente y en sintonía con los fusilamientos anteriores, el Tercer Cuerpo de Ejército, una vez cumplido su objetivo, dio a conocer los hechos a través de los medios de comunicación. El diario local La Voz del Interior, el mismo matutino que en octubre de 1975 publicaba una solicitada de Marta del Carmen Rossetti que denunciaba la aplicación de torturas en el D2, el 1º de julio reprodujo el comunicado, que sorprende por sus fallas de escritura y denota que fue redactado apresuradamente: Dos extremistas intentaron fugar y fueron abatidos El Comando del Tercer Cuerpo de Ejército, por medio de un comunicado, informó sobre un grave suceso ocurrido ayer a la mañana en nuestra ciudad. El texto del documento es el siguiente: “El comandante del Tercer Cuerpo de Ejército que, el día 30 de junio siendo aproximadamente las 11.30hs en circunstancias que los de-
lincuentes subversivos Marta del Carmen Rossetti de Arquiola y José Cristian Funes eran trasladados a fin de prestar declaración, aprovechando un desperfecto mecánico del vehículo que los transportaba intentaron darse a la fuga luego de herir a uno de los custodias y aprovecharse del arma reglamentaria del mismo. Iniciada la persecución y luego de resistirse por el fuego y no acatar las órdenes impartidas por el personal de custodia, fueron abatidos”. Desde aquel 30 de abril de 1976, cuando sucedieron los primeros asesinatos en la UP1, el accionar del terrorismo de Estado sumaba ahora dos nuevas vidas.
Fuentes bibliográficas: • Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas de Córdoba, Por la memoria, por la justicia, por un sueño, Córdoba: 2000. • El diario del juicio, información digital: eldiariodeljuicio.com.ar • Dos extremistas intentaron fugar y fueron abatidos (1976, 01 de julio), La Voz del Interior. • La Tortura y la Muerte al Pueblo Argentino, (1975, 10 de noviembre, La Voz del Interior.
José Cristian Funes El “Diablito Funes”, como lo llamaban por su barbilla rojiza y su cabello oscuro, era hijo de José Anselmo Funes y Artemia Aparicio. Nació un 9 de octubre de 1952 en Córdoba. A los cuatro años llegaría su hermana Myriam. A poco de nacer, la familia se mudó a barrio Altamira. Cristian hizo el primario en la escuela municipal Estanislao del Campo, donde fue un alumno excelente, según su hermana. Por su buen concepto y las buenas calificaciones obtenidas fue elegido abanderado, «era muy querido por todas las maestras». En la escuela integró el cuerpo de baile folklórico que impulsaba la cooperadora, en la que su madre participaba activamente. En varias ocasiones realizaron presentaciones en el Hogar de Ancianos. Además, participó en las competencias deportivas donde sobresalía en salto en alto y salto en largo. Comienza el secundario en un politécnico en barrio General Paz. Al año, continúa en el colegio Cassaffousth, pero sólo completa algunos cursos y deja de asistir para trabajar en una fábrica de calzados. Con el impulso de sus amistades, a sus 15 años ya se encontraba militando en la Federación del Partido Comunista. Pese a su buen desempeño, el trabajo en la fábrica no pudo seguir: los reclamos y protestas causaron su despido. Provenía de una familia donde la política siempre había estado presente. Su papá, cuando joven, había participado en el Partido Socialista. Su mamá y Myriam, al tiempo de que Cristian comenzara a militar, se afiliaron al Partido Comunista. Artemia, madre insistente, lo convence de ingresar a la Escuela de Marina en Zárate, Buenos Aires, donde obtiene altas calificaciones. Sus superiores le otorgan el honor de la roseta dorada. «Tenía unos conocimientos increíbles, pero él sabía que no iba a funcionar», diría Myriam. «Lo tenemos en el más alto concepto por la educación recibida en la casa, por el desempeño, por miles de cualidades, pero esos conceptos no van en la Escuela de Marina», le dijeron los su-
periores sobre sus ideas políticas. Estuvo allí poco más de un año y regresó a Córdoba. Para ese entonces, integra la Juventud Peronista y luego Montoneros. «Militó tanto que mamá decía: “Su vida fue meteórica”», recuerda su hermana. En 1969, a sus 17 años, sus padres deciden separarse. Artemia lo define como una persona «preocupada por los demás, su pensamiento sobre la lucha era por una sociedad más justa, más humana, donde los viejos no tuvieran que mendigar, como tampoco los niños. Siempre decía: “Si conseguimos lo que soñamos, va a valer la pena”». También trabajó como obrero metalúrgico en la fábrica de su padre y en una carpintería con un tío. El 27 de enero de 1976 fue detenido y llevado al D2. Al mes lo trasladaron a la UP1. Estaba a disposición del PEN y la justicia federal. En tres oportunidades lo retiraron del penal con destinos inciertos. La familia padeció allanamientos que continuaron tras su muerte. Por esta razón, Myriam se va un año a la casa de unos familiares del interior. El Diablito era muy querido por toda la familia. Obediente, muy educado, disciplinado y respetuoso. Excelente hijo y hermano sin igual. «Le gustaba mucho la música y tocaba muy bien la guitarra. Era alegre y obediente al máximo. Con mamá eran dos personas muy parecidas», lo recuerda Myriam. Pero Artemia tenía problemas en el corazón que tras el asesinato de Cristian se agudizaron. La tristeza la acompañó hasta su muerte, en 2007. Dos años antes, había fallecido su padre. «Mi papá era una persona con mucho control en su vida, en todos los aspectos. Sin embargo, escuchando a gente que trabajaba en la fábrica [metalúrgica], dijeron que él tiene dos partes de su vida: antes de la muerte [de Cristian] y después de la muerte. Es inevitable. Lo mataron a él y destruyeron a la familia». Era muy compañero, «de esas personas que te dicen la palabra exacta en el momento justo».
Marta del Carmen Rossetti El día en que nace Marta del Carmen quedaría marcado para el resto de la historia mundial y argentina. Ese 10 de diciembre de 1948, mientras la familia Rossetti y Santiago Monti festejaban el nacimiento de Marta, los representantes de los Estados de la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobaban la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Los mismos derechos que Marta y sus compañeros defenderían a rajatabla durante toda su vida. Al finalizar la secundaria, una vez recibida de maestra en la Escuela Normal Superior Dr. Nicolás Avellaneda, en 1967, se despide de su ciudad natal –San Francisco– con destino a la capital cordobesa. En esa localidad que la vio crecer quedaron sus padres, Carlos Rossetti y María Catalina Santiago Monti, dichosos con la nueva etapa que comenzaba su hija adolescente. Una vez radicada en Córdoba, ingresa a la carrera de piscología en la universidad. Junto a su compañero Emilio Enrique Arquiola tuvieron una hija, a quien llamaron Virginia Pilar. Durante sus años de estudios universitarios, Marta fue detenida y alojada en la penitenciaría de Devoto –Buenos Aires– hasta 1973, cuando recupera su libertad. Al poco tiempo, vuelve a retomar la carrera y continúa su militancia en el PRT-ERP convencida de su compromiso político y social. Pero el clima que se avecinaba, no permitiría que su vida transcurriera como antes. Ese mismo año, Emilio Enrique es detenido.
En 1975, cae nuevamente, esta vez, junto a su hija. Se encontraban en cercanías al local del Partido Intransigente, sitio donde participaba de las reuniones que hacía la Comisión de Familiares de Presos Políticos. Para ese entonces, su compañero estaba preso en la cárcel de Rawson, en la provincia de Chubut. «En aquellos años de nuestra lucha, de nuestra juventud, cuando anhelábamos un mundo mejor, muchos fuimos los que nos sentimos atraídos por ese estado de conmoción en que vivimos. Aquellos eran otros tiempos. Se hablaba de revoluciones, de otros pueblos en lucha, de mártires y de héroes… y ante nuestros ojos aparecía lo nuevo. Para nosotros, puedo decir a pesar de todo, aquellos fueron nuestros años felices. Nos sentimos casi libres en ese trajinar diario, lleno de entusiasmo y de errores, de vanidades, entregas y sacrificios…», rememora su hermano en una carta. Estuvo detenida en el D2 y luego fue llevada a la cárcel de barrio San Martín. En el D2, además de presenciar y ser sometida a torturas, pudo ver un escrito que uno de los hermanos Chabrol realizó en el calabozo en que estuvieron detenidos, el mismo sitio donde estuvo ella. Al llegar al penal, en noviembre de 1976, hizo una denuncia pública de lo que ocurría. Se trataba de jóvenes adolescentes alojados en el D2 junto a su amigo Ferrero, respecto de quienes se negaba su detención. Oscar Domingo y Juan José Chabrol fueron secuestrados junto a José Miguel Ferrero el 18 de octubre de 1975 y aún continúan desaparecidos.
Lunes 4 de octubre de 2010 EL JUICIO EN LA CALLE • UNA JORNADA DE HOMENAJE EN VILLA EL LIBERTADOR
Memoria popular en una tarde de sol Ni una sola nube se interpuso en el cielo para que el juicio salga nuevamente a la calle. La Mesa de Trabajo por los Derechos Humanos sigue acertando sus pronósticos climáticos y el sol volvió en busca de algunas imágenes raídas por el tiempo, nunca malgastadas por los vecinos. La lucha y el compromiso social de ayer y de hoy fueron el centro de la actividad. La tarde del sábado 2 de octubre declinaba mansa mientras gritábamos 29 presentes, 30 mil veces presente. Otra maravillosa tarde por la memoria y la justicia. La cita acordada en la Plaza 12 de Octubre de Villa El Libertador fue intensa. El sitio de esparcimiento habitual se convirtió en una celebración de la memoria que fue acompañada por niños, jóvenes y adultos que llegaban con mate y bizcochos a disfrutar del calor de la tarde. Villa El libertador demostró, una vez más, ser un barrio vivo, que se mueve, que se queja, que festeja y protesta frente a la injusticia. Los por tiempo marginados, el obreraje de la periferia, los nenes y los viejos que forjaron a sangre ese lugar estaban esperando
CON EL CLIMA A FAVOR. La Plaza 12 de Octubre de Villa El Libertador, coloreada por el sol y la memoria.
que el juicio llegara al gran barrio del sur. Alrededor de 200 personas acompañaron a los diferentes artistas que desde hace tres meses impulsan el juicio junto a los organismos de Derechos Humanos. La tarde, remolona, hizo del anfiteatro emplazado en el centro del parque un escenario colmado de aplausos y lágrimas. En esta oportunidad, la protagonista fue
Marta Juana González de Baronetto, militante social del barrio, asesinada el 11 de octubre de 1976. Los alumnos de la escuela que lleva el nombre de Marta reconstruyeron su vida por medio de distintas composiciones. Los jóvenes dejaron en claro que son parte de esta historia. Miguel Baronetto, actual secretario de Derechos Humanos de la Municipalidad
Por Lautaro Bentivegna
de Córdoba y compañero de Marta por aquellos años, también la recordó, junto a otros tantos militantes que lucharon por mejorar las condiciones del barrio. El Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) Aníbal Verón, una organización territorial que trabaja allí desde hace tiempo, también dijo «Presente», «Nunca Más» y «Ahora es cuando». Distancias al margen, a todos nos pareció que la histórica semilla de justicia y solidaridad de esa comunidad había sobrevivido al horror, que esa fortaleza estaba allí arengando a los vecinos. Poetas y músicos hicieron lo suyo. El “contracoro El Resto”, conformado por ex presos políticos y familiares de desaparecidos, alzó su voz recordando la lucha. La radio Sur transmitía en vivo el encuentro. Dos murgas acabaron por darle el toque final a la jornada. Volvimos a casa moviéndonos al compás de la murga, al ritmo de este histórico barrio de Córdoba, al candor de la buena memoria de los que han aprendido a no agachar la cabeza.
OPINIÓN • LA SOMBRA DE LA TRAICIÓN EN EL IMAGINARIO CONSTRUIDO SOBRE LOS SOBREVIVIENTES Por Ana Longoni
Incomprensión
La figura del sobreviviente y el mito del traidor se enlazan y constituyen un tema tabú en el imaginario militante y en la reconstrucción de la historia de los 70, que aun no se ha abordado con profundidad. Charlie Moore es un caso paradigmático de esta figura, entre muchos otros. Ana Longoni, escritora e investigadora de la UBA, autora del libro Traiciones. La figura del traidor en los relatos acerca de los sobrevivientes de la represión, y diversos artículos, analiza el complejo tema. Para ello, se centra en el caso de José Baravalle, un militante de Monto“Cuando un hombre con buena salud se suicida es porque, a fin de cuentas, no hay nadie que lo comprenda. Tras la muerte, la incomprensión no desaparece, porque los vivos insisten en interpretar y utilizar su historia adecuándola a sus propios fines”. Así empieza John Berger un lúcido ensayo sobre Maiakovski. Lo invoco para aproximarme a otro suicidio, en coordenadas históricas muy distintas aunque también atroces. Ante la certidumbre de una pronta captura por la policía internacional, la decisión de José Baravalle de quitarse la vida, su acto de desesperación extrema, nos arroja a un territorio ensombrecido que, sospecho, no puede transitarse sin dolor. Esta muerte me duele, aunque no conocí a ese hombre ni sé de él más que lo que se escribió en los últimos días: que fue un joven militante montonero en los años 70 en Rosario, que fue secuestrado ilegalmente en 1976 por el terrorismo de Estado, salvajemente torturado durante días, tras lo que se convirtió en un activo colaborador de la represión –según señalan los testimonios de otros sobrevivientes–. No soy quién para ejercer un juicio condenatorio o exculpatorio sobre él y su vida arrasada por la experiencia límite del terror concentracionario, como lo nombra Pilar Calveiro. Apenas me atrevo a preguntar(me) algunas cuestiones en la medida en que lo ocurrido, como en otros casos recientes de instancias judiciales contra sobrevivientes acusados de colaboración (en Tucumán, en Rosario), precipita al primer plano dilemas éticos y políticos irresueltos que atraviesan la sociedad argentina. Los sobrevivientes, aquellos poquísimos desaparecidos que reaparecieron con vida, resultan hoy piezas cruciales en la medida en que son los testigos necesarios en los juicios contra los represores. Fuera de los ámbitos judiciales, su aislamiento sigue siendo enorme. Están sospechados por su sobre(vida), estigmatizados como traidores, contaminados por el contacto con el enemigo. Héctor Schmucler señaló, pensando esta cuestión: “La traición señalada en el otro nos protege: quedamos resguardados en un bando unificado por el miedo y la vergüenza”. Quizá porque los relatos de los sobrevivientes estorban –en ciertos ámbitos militantes– la construcción del mito incólume del desaparecido como mártir y como héroe, frente al que no parece tener cabida ninguna crítica de las formas y las prácticas de la militancia armada sin poner en cuestión la di-
neros que, tras ser secuestrado en 1976 luego de cinco días de brutales torturas, pasó a ser colaborador de la represión en Rosario. Según las denuncias que pesaban en su contra en la causa Feced, también participó de torturas y vejámenes. Buscado por la Policía Federal, que había emitido una orden de captura para que fuera a declarar en 2008, a los 55 años, fue ubicado junto a su compañera Graciela Porta. Su esposa fue detenida y él se arrojó de un puente en un pueblo del norte de Italia cuando la policía lo tenía cercado.
mensión de sacrificio de los ausentes. Los sobrevivientes –aun habiendo salido del centro de detención– continuaron atrapados en un doble fuego: víctimas de sus captores y condenados por sus antiguas organizaciones políticas. En el persistente aislamiento, sospechados y juzgados desde escalafones morales y grados de valentías que los separan de los que no regresaron se percibe otro efecto pavoroso de la represión. La instalada asociación entre sobreviviente y traidor (delator, colaborador) impide pensar que la decisión sobre quiénes sobrevivían –salvo en las muy excepcionales fugas– fue de las fuerzas represivas. Lo que es común a la gran mayoría de los relatos de sobrevivientes es que aquello que los salva no es –ni exclusivamente ni en primer término– la habilidad del prisionero para ser o parecer útil, sino su aleatoria condición de “elegido” por los represores para sobrevivir. La supervivencia de algunos pocos dentro de las decenas de miles de desaparecidos obedece a patrones múltiples, entre los que no tiene poco peso el azar. Si se puede hablar de una lógica, ésta respondía en todo caso a criterios muy diversos: los represores podían seleccionar a sujetos que resultaran útiles al funcionamiento del aparato represivo, en el sostenimiento de la maquinaria cotidiana del campo, en sus proyectos políticos o haciendo público su arrepentimiento. Podía también mantenerse con vida a algunos prisioneros dignos de ser exhibidos en cautiverio como trofeos de guerra: dirigentes reconocidos o sus viudas. Las “elecciones” podían asimismo responder a una lógica no
corporativa: los vínculos entre represores y prisioneros a veces traspasaban el anonimato masivo y se personalizaban, dando lugar a la “salvación” de algunos sobrevivientes por parte de determinados represores. Quizá debamos detenernos en algunos tramos de la rápida nota que garabateó Baravalle a su familia antes de tirarse al vacío. Allí dice: “Es tremendo pasar de ser víctima a verdugo. Está claro que no todas las conductas de los detenidos sobrevivientes fueron iguales, pero tampoco se puede obviar que ellos estaban ilegalmente secuestrados, que fueron salvajemente torturados, arrasados sus cuerpos y su humanidad. Las restringidas estrategias que pudieron elaborar los prisioneros 'elegidos' por sus captores para integrarse al 'proceso de recuperación' van desde la abierta –a veces, momentánea; otras permanente– colaboración con la represión para que sean detenidos otros militantes, hasta hacerse cargo de tareas inocuas que no implicasen mayores riesgos para los militantes libres ni para los prisioneros. También fue posible la simulación de la colaboración, que incluso entorpeció la actividad represiva o, en algún momento, la desplazó a un segundo plano”. Baravalle escribió también: “Mi única culpa es que no he podido resistir la tortura”. Instala así otro asunto que nos cuesta enormemente encarar: el reconocimiento de la efectividad de la tortura irrestricta e ilimitada como cruento y sistemático método para arrancar información a los prisioneros (hayan éstos sobrevivido o no), aterrorizar y arrasar su condición humana, y como modalidad efectiva y atroz en la tarea de desmantelar rápidamente la estructura de las organizaciones armadas. La tortura enfrenta al prisionero a extremos insospechados de dolor y vejación, y lo obliga a enfrentarse solo e inerme a sus propios límites. En medio de las interminables sesiones, la frontera borrosa de qué información se puede dar sin poner en riesgo a nadie, cuál es comprometedora, cuál es ya caduca o conocida para los represores, es difícil de definir. ¿Cómo calcular en esas circunstancias desgarradoras cuánto tiempo pasó desde la detención? ¿Cómo saber, entonces, si ya estarán alertados y a resguardo los compañeros? Son límites peligrosos. Y los torturadores lo saben. “Espero ser la última víctima de tanta barbarie”. Fue lo último que deseó José Baravalle.
Lunes 4 de octubre de 2010 CONTRATAPA • por Luis Bruschtein Periodista de Página/12, fue director de la revista cultural Lezama.
Córdoba Los grandes medios se ocuparon de los derechos humanos cuando no tuvieron más remedio. Lo hicieron como un sacrificio cuando fue el juicio a los ex comandantes y después trataron de borrar, ignorar, disminuir, desvalorizar. Y fueron acompañados en esa gambeta por muchos políticos, algunos radicales, otros peronistas y también de otras confesiones, incluyendo a algunos insólitamente de izquierda que en los últimos años dicen que «están hartos de que les hablen de la dictadura» o que «se utiliza a los derechos humanos del pasado para no hablar de los del presente». En el caso de los primeros –radicales y peronistas de derecha– se entiende más, porque ellos respaldaron a la dictadura, incluso actuaron como su sostén civil. El otro caso, solamente se puede entender como un cálculo de politiquería mezquina: son incapaces de separar los progresos de fondo de la pelea mínima de coyuntura y prefieren enfrentarse así a los organismos de Derechos Humanos, que vienen reclamando desde siempre que se realicen estos juicios. Pero son los mismos juicios los que desmienten esos argumentos. Esa frase ingeniosa de que se “utiliza” a los derechos humanos del pasado parece esencialmente frívola cuando se la contrapone con la realidad, por ejemplo cuando se sentó en el banquillo de los acusados Idea: Nicolás Merkin · Ilustración: Mauro Ricci al Tucán Yanicelli. Porque Yanicelli, que participó en los grupos operativos de la dictadura y antes había integrado el Comando Libertadores de América (la versión cordobesa de la Triple A), durante los 90 fue el jefe de inteligencia de la policía provincial. O sea: cuando no se habla de lo que sucedió en el pasado, y tampoco se lo juzga ni condena, lo más probable es que se repita en el presente. Yanicelli seguía protegido por el poder político, esta vez, por el de la democracia, y en su caso, por los gobiernos radicales de ese momento. Para qué hablar de cosas del pasado, del exilio por ejemplo. Ahora bien, el otro día, cuando el testigo Luis Urquiza hablaba del pasado, sorprendió al mostrar que hubo exiliados en los 90. Hubo cordobeses exiliados que no podían volver porque estaban en libertad Menéndez, Yanicelli y todos sus compinches. Y lo más loco fue descubrir que hubo quienes debieron exiliarse en democracia porque Yanicelli estaba en actividad y era protegido por el poder. El testimonio del ex policía Luis Urquiza, que había sido torturado por Yanicelli, fue revelador. En plena democracia, el hombre fue a denunciar a Yanicelli ante Oscar Aguad, en ese entonces ministro de Asuntos Institucionales de Ramón Mestre. Aguad le contestó: «Yo mismo no puedo hacer una sangría en la policía porque se me va a levantar la Guardia de Infantería, yo mismo estoy amenazado». Urquiza tuvo que irse exiliado a Dinamarca. Se exilió en 1997, en plena democracia. De alguna manera, el actual diputado Aguad estaba “harto de que le hablen de dictadura”, igual que el famoso pe-
riodista, y por eso le aconsejó a Urquiza que baje el tono de sus denuncias, «porque no podía garantizar su seguridad». Pero en fin, se sigue hablando del pasado. Sobre todo se está hablando de un político que es precandidato a gobernador en Córdoba y que tiene muchas posibilidades de ganar en el futuro inmediato. La memoria es implacable y por lo tanto insoportable. Pero es bueno que la memoria y el archivo funcionen, y no solamente en la justicia. Es bueno que funcionen en el periodismo y en la política, en la educación, el arte y la cultura en general. Los medios tienden a minimizar el juicio en Córdoba. Quizás no recuerdan que en el gobierno de Raúl Alfonsín, cuando en Buenos Aires se juzgaba a los ex comandantes, en Córdoba ni siquiera se pudo detener a los oficiales de menor graduación. Los que ahora están en el banquillo de los acusados, los torturadores Gustavo Adolfo Alsina y el Nabo Barreiro, fueron la causa del primer levantamiento carapintada cuando se los quiso detener para juzgarlos. Gracias a Alsina y Barreiro este país tuvo que aguantar veinte años con las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. Los represores cordobeses eran intocables. Pero ni Alsina ni Barreiro tenían tanto poder como para motivar la rebelión de los principales regimientos asentados en la provincia. Había otro poder detrás de ellos que había sobrevivido al advenimiento de la democracia. Todos los cordobeses lo sabían y muchos lo reconocían con vergüenza y con rabia. Un carnicero como Luciano Benjamín Menéndez era recibido, temido y escuchado en los medios políticos. Y en los ámbitos castrenses de la provincia era tratado como un jefe activo. El miedo en Córdoba no se fue con la llegada de la democracia. Y lo que está haciendo el juicio, entre otras cosas, es llevarse los últimos jirones de esos miedos fantasmales en una provincia que alguna vez fue la más progresista del país y se hizo conservadora durante la dictadura. Córdoba, igual que el resto del país, está marcada por esa historia. Y estos juicios, que muestran a los acusados Videla y Menéndez sentados codo a codo, son una forma de saldar cuentas con esas marcas para encarar el futuro. Todo es pura palabra, menos las condenas. Recién en ese momento, con los represores castigados por la justicia de una comunidad democrática, es probable que comiencen a ser parte del pasado. Hasta ese momento serán parte del presente. Son sus excrecencias, expresan las relaciones de fuerza del presente, ilustran los discursos del presente, son temores y amenazas del presente. El que esté harto de que le hablen de la dictadura, que se vaya a vivir a China. Acá esta historia forma parte del presente y gracias a estos juicios recién empieza a integrarse al pasado. Lo que sí es expresión del pasado, es el silencio.
¡Presentes! El próximo 11 de octubre se cumplen 34 años del asesinato de Pablo Alberto Balustra, Miguel Ángel Ceballos, Florencio Esteban Díaz, Jorge Oscar García, Oscar Hugo Hubert y Marta Juana González de Baronetto. Todos ellos fueron fusilados luego de pasar por la Unidad Penitenciaria Nº 1. En el juicio Videla se juzga a los responsables de su asesinato y de tantas vidas truncadas de compañeros militantes en los 70.
Este ejemplar contó con el aporte solidario de:
• Unión de Educadores de la Provincia de Córdoba (UEPC) • Sindicato de Trabajadores de la Alimentación (STIA) • Asociación Bancaria - Seccional Córdoba • COOPI (Cooperativa Integral Carlos Paz) • Asociación Gremial Empleados del Poder Judicial (AGEPJ) • Sindicato de Luz y Fuerza - Córdoba • Fundación MUNICIPALIDAD Electroingeniería DE CÓRDOBA
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