Boletin 7 julio 2013

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Nuestros Hijos y la Pascua Éxodo 12: 21-­‐27 (2da Parte) Domingo 7 de Julio

IMPORTANCIA DE LA SANGRE DEL SACRIFICIO. I.1) Símbolo Nacional. El que cree que el Hijo de Dios es el único sacrificio aceptable por el pecado, tiene la salvación, y el que no cree en Él, morirá en sus pecados. El verdadero Israel confía en el sacrificio ofrecido una vez por el pecado; es su reposo, su consuelo, su esperanza. En cuanto a aquellos que no confían en el sacrificio expiatorio, han rechazado el consejo de Dios actuando en contra de ellos mismos, y así han declarado su verdadero carácter y condición. Jesús dice: Vosotros no creéis, porque no sois mis ovejas, como os he dicho; y la falta de fe en esa sangre, sin la cual no hay remisión de pecado, es la señal condenatoria de alguien que es extraño a Israel. No hemos de hacernos preguntas al respecto: Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios (2 Juan 9). El que no acepta el sacrificio que Dios estableció, ha de llevar su propia iniquidad. Nada más justo, y, sin embargo, nada más terrible podría sucederle al hombre cuya iniquidad no fuera limpiada jamás ni por sacrificio ni por ofrenda. No me importa cuál pueda ser tu supuesta justicia, ni cómo pienses recomendarte ante Dios. Si rechazas a Su Hijo, Él te rechazará a ti. Si te presentaras delante de Dios sin la sangre expiatoria, no tendrías ni parte ni porción en el asunto de la herencia del pacto, y no serías contado entre el pueblo de Dios. El sacrificio es el símbolo nacional del Israel espiritual, y el que no lo posea, es un extranjero; no tendrá herencia entre los que son santificados, ni contemplará al Señor en la gloria. I.2) Signo salvador. Esa noche, el Ángel de la Muerte abrió con ímpetu sus alas, y descendió sobre las calles de Egipto, hirió por todos lados a los primogénitos de los príncipes y a los primogénitos de las bestias, de tal manera que en cada hogar y en cada establo hubo un muerto. Allí donde veía la señal de la sangre, no entraba para herir, pero en todos los demás lugares, la venganza del Señor cayó sobre los rebeldes. Las palabras son muy claras: Ex. 12 23 Jehová pasará hiriendo a los egipcios; y cuando vea la sangre en el dintel y en los dos postes, pasará Jehová aquella puerta, y no dejará entrar al heridor en vuestras casas para herir. ¿Qué detiene a la espada? La mancha en la puerta. El cordero ha sido inmolado, y rociaron sus casas con su sangre, y, estuvieron a salvo. Los hijos de Jacob no eran más ricos, ni más sabios, ni más fuertes, ni más diestros que los de Cam; pero ellos fueron redimidos por la sangre, y, por eso, vivieron, mientras que los que no conocían la señal redentora, murieron. Cuando Jericó se derrumbó, la única casa que permaneció fue la que tenía el cordón de grana en la ventana; y cuando el Señor visite por el pecado, el hombre que escapará será aquel que conozca a Jesús, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia (Ef. 1:7). Pongan atención Ex. 12: 23 Jehová pasará hiriendo a los egipcios; y cuando vea la sangre en el dintel y en los dos postes, pasará Jehová aquella puerta. Es sumamente consolador, ver la expiación, así logramos tener paz y entramos en el reposo. La gran razón de nuestra salvación es que el propio Dios mira al sacrificio, y se queda complacido por causa de Su justicia. En Ex 12:13b el propio Dios dice: …y veré la sangre y pasaré de vosotros. Continuará…

IGLESIA BAUTISTA CRISTO VIENE DE MÉXICO A.R. Organizada el 24 de Julio de 1964 Registro SEGOB N° SGAR/13.661/97

JUEVES 19:00 Culto Oración DOMINGO 10:00 Culto Adoración 12:00 Esc. Dominical 13:00 Unión Jovenes 17:00 Culto Alabanza 17:00 Dpto. Infantil

Pampas 34, Col. Moderna Benito Juárez, C.P. 03510 México, DF Tel. 55907328 Pastor: Max Zuriel Vega Cel: 04455 28880787 maxvega1617@hotmail.com

/IglesiaBautistaCristoViene

2013-27

BUENAS OBRAS II "Celoso de buenas obras." Tito 2: 14.

¿De dónde provienen las Buenas Obras? Es una vieja máxima que la naturaleza no puede superarse a sí misma. El agua proveniente de la punta del cerro sólo subirá tan alto como su fuente; pero, a menos que se ejerza alguna extraordinaria presión sobre ella, nunca subirá más alto. Lo mismo sucede con la naturaleza humana. La Escritura nos informa que es extraordinariamente depravada; no podemos esperar que de una naturaleza pervertida procedan las buenas obras. ¿Acaso pueden emanar aguas dulces del pozo amargo? De la misma manera que el veneno no crece en árboles saludables que dan frutos saludables, tampoco pueden crecer frutos saludables en árboles venenosos. No busquemos buenas obras en la naturaleza depravada como tampoco deberíamos buscarlas en la vid de Sorec o en la vid de Gomorra. No podemos esperar encontrar buenas obras provenientes de la naturaleza del hombre; en verdad es vano e inútil pensar que las buenas obras se puedan originar en el hombre natural. Ustedes se preguntarán: "¿de dónde provienen, entonces?" Nuestra respuesta es que las buenas obras provienen de una conversión real, producida por el Espíritu de Dios. Hasta el momento de nuestra conversión, no hay ni la más mínima sombra de bondad en nosotros. A los ojos del mundo podremos tener buena reputación y ser respetables, pero a los ojos de Dios no somos nada de eso. Si pudiéramos ver en nuestros corazones como miramos a veces los rostros de otras personas, veríamos muchas cosas allí que ahuyentarían de nuestras almas la simple suposición de buenas obras, antes de que nuestro corazón sea cambiado. Cuántas cosas no hay en el mundo que ponemos sobre nuestras mesas y que incluso comemos, que si fueran puestas al microscopio, tendríamos miedo de tocarlas, pues veríamos toda clase de criaturas repulsivas que trepan y se arrastran sobre ellas, ¡cosas inconcebibles! Y lo mismo sucede con la naturaleza humana. Una vez que el corazón humano es colocado bajo el microscopio de la Escritura, y lo vemos con un ojo espiritual, lo vemos tan depravado e inmundo, que quedamos muy convencidos que mientras no tengamos un nuevo corazón y un espíritu recto, sería tan imposible encontrar buenas obras en el hombre inconverso e injusto, como ver fuego ardiendo en medio del océano. Las dos cosas serían igualmente incongruentes. Nuestras buenas obras, si es que las tenemos, brotan de una conversión real. Además, emanan de una constante influencia espiritual ejercida sobre nosotros, desde el tiempo de la conversión hasta la hora de la muerte. ¡Ah!, cristiano, tú no tendrías buenas obras si no tuvieras una influencia renovada día con día. Descubrirías que la gracia que te fue dada en la primera hora no es suficiente para producir fruto hoy. No es como plantar un árbol en nuestros corazones, que de sí mismo produce fruto naturalmente, sino que la savia sube de la raíz que es Jesucristo. Nosotros no somos árboles independientes, sino que somos pámpanos injertados en la vid viva. ¡Buenas obras, yo sé de dónde provienen ustedes! Vienen flotando en la corriente de la gracia, y si yo no tuviera esa corriente de gracia fluyendo siempre, nunca encontraría buenas obras que surgieran de mí. ¿Buenas obras de una criatura? ¡Imposible! Las buenas obras son dones de Dios, son Sus perlas escogidas, que hace descender con Su gracia.

Charles Spurgeon


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