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JUÁREZ, COMO MIGRANTE

Un Claro Ejemplo del Mexicano "Aspiracional"

En la más álgida de las tragedias que cualquier hombre puede conocer, se templa el carácter del estadista mexicano que resulta ser, a la distancia, el más preclaro ejemplo de superación personal, profesional y humana que se conozca en la Historia nacional.

Es Benito Juárez, imbuido en la defensa de su país y de su Gobierno durante la intervención francesa, al enterarse de dos de las muchas tragedias que acontecieron en su corta y fructífera vida: habiendo mandado a resguardar a su familia a Nueva York, Doña Margarita Maza le informa en una sentida carta, del fallecimiento de su hijo José María, un niño muy querido por su inteligencia y nobleza de sentimientos, de algunos seis o siete años, que falleció de pulmonía fulminante por la cruda pobreza –hay que decirlo con todas sus letras- por la que atravesaba el propio Jefe del Estado Mexicano y su familia.Meses después, le confirmaría –también vía manuscrita- de la muerte del más pequeño de sus hijos, Antonio, a quien Juárez conoció de algunos meses de nacido y por la misma causa: el frío terrible que hizo ese año en la ciudad de Nueva York.

Es la resiliencia, pero sobre todo, la naturaleza de los mexicanos sintetizada en el espíritu de lucha y disciplina del mexicano, sintetizada en la figura de quien es, quizá su más grande héroe nacional.Aquel mismo Juárez que durante su periplo, huyendo de sus enemigos políticos, trabajó arduamente “enrollando tabaco” en Nueva Orléans desterrado por el dictador Antonio López de Santa Anna, en 1853.Es el Benito Juárez migrante… del que muy poco se ha hablado. No obstante hoy, millones de compatriotas personifican el martirio de esta singular figura de la “civilización” actual.

Era aquel un Estado naciente, amenazado por la principal potencia europea; eran tiempos de defender con la vida misma la esencia del propio ser; el origen, el pasado; la familia propia y su futuro.

Los mexicanos somos un pueblo 'aspiracional' y no 'aspiracionista', por definición

Recientemente el Jefe del Ejecutivo mexicano, Andrés López Obrador, propinó una severa grosería desde su “conferencia mañanera”, al llamar a un sector de su población “aspiracionista” … y no aspiracional, como debe de ser.

Porque no hay mejor ejemplo de un pueblo con actitudes 'aspiracionales' genuinas, que el pueblo mexicano; uno de los más prolíficos en el mundo.Un pueblo que en ninguna región del país, está acostumbrado a “que lo mantenga nadie… mucho menos ningún Gobierno”.Es un pueblo que aspira siempre a salir adelante a pesar de las adversidades… y para ello, no es necesario ir muy lejos; ni siquiera es necesario venir al zócalo “transportado y pagado gratis”, a rasgarse las vestiduras escuchando un discurso sustentado por el resentimiento y los complejos de inferioridad.

Solo basta levantarse temprano para observar el esfuerzo de millones de mexicanos que se levantan a las cuatro horas de la mañana para ir trepados en un autobús de las grandes ciudades y llegar a tiempo a un trabajo y no perderlo; o para levantar la cortina metálica de su negocio o para instalarse con su triciclo en su negocio ambulante.No, señor Presidente, hace usted muy mal en ofender a la población mexicana… hace mal en “despotricar, sin conocer el alcance de sus palabras”.

Ya no se lo consentimos. Lleva usted casi cinco años “aprendiendo y echando a perder”… ofendiendo y volviendo a ofender.En este país, todos sus habitantes –sin excepción- tenemos una historia de trabajo arduo, fecundo y creador, para reforzar nuestras actividades primarias que muy pocas veces nos resuelven el problema económico por sí solas.

Somos, no solo pobres ni “clasemedieros”, sino también muchos de los aristócratas a los que usted dice repudiar, producto del trabajo … y de una actitud “aspiracional”… y no “aspiracionista”… no se equivoque, Señor Presidente.

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