La rosa secreta y otros temas en los primeros sonetos de Shakespeare

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Alberto Colombi

LA ROSA SECRETA Y otros temas en los primeros Sonetos de Shakespeare 1

por

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ALBERTO COLOMBI

Ilustración: Rosas amarillas (1894), Mikhail Vrubel.

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Far-off, most secret, and inviolate Rose2 ... William Butler Yeats, The Secret Rose, To the Secret Rose, (1897).

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Remota, secretísima, e inviolada Rosa.

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El escritor de sonetos por lo general usa una doble máscara –no sólo como poeta, sino también como amante. Joan Grundy, Shakespeare’s Sonnets and the Elizabethan Sonneteers (1962).

Los Sonetos de Shakespeare narran en 154 poemas las felicidades y percances de dos (o tres) amores. El poeta está enamorado de un joven noble y esquivo, y a la vez de una enigmática mujer, infiel con su marido y sus amantes. Ambos personajes tientan sin cesar al poeta –y terminan cayendo en la tentación de requerirse y entregarse a ellos mismos. Estas reseñas se refieren al primero de esos amores, más precisamente a los primeros poemas dedicados a ese amor, y en particular a los temas que allí se presentan y suceden. El tema común a todos estos sonetos –que es abandonado a partir del Soneto 18 y por el resto del volumen– podría resumirse en la particular proposición que le hace al joven el poeta: no justamente que corresponda su amor, sino que encuentre una mujer, que tengan un hijo, y de ese modo asegure que parte de su belleza continúe viva y se conserve para el mundo. A esa idea fundamental, se suman una serie de imágenes y temas secundarios que van dando forma a este primer grupo de sonetos: el primer capítulo en esta singular historia de amores.

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El índice 3

Rosa profunda, ilimitada, íntima... Jorge Luis Borges, La rosa profunda, The Unending Rose, (1975).

El primer soneto es una suerte de catálogo de los temas que aparecerán en este grupo de poemas y, en menor medida, en el resto del libro. Cada verso presenta una imagen o un aspecto nuevo que, con algunas variaciones, será tratado más adelante con mayor detalle. De las criaturas más bellas deseamos descendencia Para que la rosa de la belleza no muera nunca, Pues cuando su esplendor desaparezca con el tiempo, Un tierno heredero guardará su memoria; Pero tú, comprometido con el propio brillo de tus ojos, Alimentas la llama de tu luz consumiendo tu propia substancia, Provocando el hambre donde hay abundancia, Tú mismo tu enemigo, demasiado cruel hacia tu dulce ser. Tú que eres ahora el fresco ornamento del mundo Y el único heraldo de la encantadora primavera, En tu propio capullo sepultas tu contento, Tierno avaro que malgastas mezquinando. Apiádate del mundo porque así, voraz como eres, Devorarás con la tumba lo que debes al mundo 3

Ilustración: página de una traducción al inglés del Romance de la Rosa (c.1440).

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El primer verso expone el tema fundamental, la descendencia, pero también la procreación y la multiplicación de lo bello: es el primero de los ecos bíblicos (Génesis 1.28 4) en este poema. El siguiente tema impulsa (o deriva de) el anterior: la rosa de la belleza, imagen presente ya en el romance medieval francés, en Rilke, en Borges. El tercer verso invoca el paso del tiempo y lo inexorable de la muerte; el cuarto propone un heredero –el hijo– quien conservará en él los dones del joven padre. El siguiente grupo de versos se abre con los ojos del joven, y continúa con el amor de Narciso, que lo consume a sí mismo. Las líneas que siguen presentan pares de opuestos: el hambre en la abundancia y la crueldad en la dulzura. El próximo verso trae la frescura de la juventud, y el siguiente la presencia de las estaciones, que acompañarán el paso de los sonetos por el libro. Los capullos sin florecer evocan los hijos pendientes del joven, mientras que la mención del tierno avaro y del derroche en la mezquindad prosigue con los pares de opuestos y las citas bíblicas (Isaías 32.5 5 ). En el dístico final el poeta advierte al joven que, de continuar sin descendencia, cometerá un pecado capital por devorar para sí lo que debe a otros. Así como estos versos proponen a su destinatario que sea generoso y pródigo en lugar de mezquino, el poema, aparte de incluir una cierta variedad de argumentos que logren convencer de un modo u otro al joven, representa en sí mismo esa profusión de dones que lo distinguen, y la correspondiente generosidad que se espera de él.

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Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos.

5

Entonces el tonto mezquino nunca más será llamado gentil, ni el avaro generoso.

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La usura 6

Like usury, applying wet to wet. William Shakespeare, A Lover’s Complaint, 40 (1609).

En el segundo soneto el poeta recomienda al joven que haga “uso de su belleza”: se refiere a que no deje que ésta muera con él, sino que siga viviendo en un hijo suyo. Esta multiplicación de la belleza, este interés en un sentido casi monetario, este beneficio para el mundo adopta en los Sonetos una curiosa denominación: usura. No es la única vez que Shakespeare asocia este término a una imagen poética: en Lamentos de una amante (un largo poema narrativo, que figura justamente a continuación de los Sonetos en la primera edición de 1609), al referirse a la joven que llora junto a un arroyo nos dice que es “como la usura”, sumando el agua de sus lágrimas a la que fluye junto a ella. Otras consideraciones o imágenes monetarias preparan o sostienen este concepto en general tan alejado de las cuestiones del amor. El hijo que “sumará para la cuenta del joven”, o figurará como un “activo” en el “balance” de su vida, son sólo algunos ejemplos. Además, esta alternativa de utilizar un lenguaje comercial, podría interpretarse como una opción más que prueba el poeta para acercarse al joven, para tratar de llegar a él en términos más directos o interesados. En el Soneto 4 es donde la imagen de la usura, relacionada con la belleza, se trata con más claridad. Allí el poeta se dirige sucesivamente al joven como: “hermosura derrochada”, “bello avaro” y “usurero sin provecho”, como consecuencia de su “belleza sin usar”. Contrariamente a esto, la clase de usura que el poeta propone es el “interés” que de buena gana pagaría una mujer al joven –pero con sus hijos. Ese puñado de belleza, arrebatado a tiempo al mismo Tiempo y a la muerte, es eso, un puñado, el interés de un capital, muy poco (como las lágrimas en el agua del arroyo) comparado con aquella belleza que vive, abundante y generosa, en el joven –pero la belleza del hijo también llegará a serlo, también vivirá y crecerá, por obra de esa extraña usura, semejante o superando a la del padre. El poeta fervientemente cree, y nos lleva a creer, en esto...

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Ilustración: Ophelia (1852), Arthur Hughes.

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Los espejos 7

Entonces Bioy Casares recordó que uno de lo heresiarcas de Uqbar había declarado que los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres. Jorge Luis Borges, Ficciones, Tlön, Uqbar, Orbis Tertius (1944).

Como en la cita de Borges, el Soneto 3 nos habla de la imagen reflejada, y del hijo como espejo; a diferencia de ella, en el poema no hay nada ominoso en esas siempre misteriosas duplicaciones... Shakespeare vuelve sobre el mismo tema en La violación de Lucrecia: allí un padre junto a su hija que acaba de morir dirá: Pobre espejo roto8; de este modo el hombre se queja por haber perdido a su hija pero también el reflejo de su propia imagen –aquélla que le devolvía no tanto el viejo que era, sino el joven que había dejado de ser. En los Sonetos estas duplicaciones toman varias formas para expresar más o menos lo mismo: la repetición en el hijo por venir de los rasgos, los gestos y la belleza del joven. Puede parecer curioso que el poeta se refiera a él como el espejo de su madre; quizá porque para el poeta el joven encarna un ideal tanto femenino como masculino de belleza. Fuera de este grupo de sonetos, en el Soneto 53, compara sus rasgos con los de Adonis pero también con los de Helena; en otro, en el 20, expresará la sumisión absoluta

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Ilustración: Autorretrato en un espejo convexo (1524), Parmigiaino.

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Poor broken glass: William Shakespeare, The Rape of Lucrece, 1758 (1594).

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de su amor llamándolo señor-señora de mi pasión9. Podemos encontrar varios ejemplos de esas duplicaciones o reflejos en estos primeros sonetos: en el 9 el poeta sugiere que, al morir el joven, al menos su viuda podrá conservar su imagen en los ojos del hijo; en el 11, propone convertirlo en un sello de la Naturaleza para imprimir en ella el modelo de belleza que el joven representa; en el 16 le expresa que ningún retrato podría reflejarlo fielmente, salvo el que él mismo podría trazar, con dulce habilidad, en las facciones de un hijo. Así, en estos poemas, las mismas imágenes parecen reflejarse en espejos diversos y cambiantes. Con relación a esto, me permito detenerme en la felicidad de un verso en el Soneto 13. Repetidamente el poeta le recuerda al joven, acaso para que abandone su renuencia a ser padre (por otra parte, bastante comprensible en alguien de su edad), que llegará el día en el que estará solo, en el que perderá su belleza, y finalmente ya no estará. Lo hace imaginar ese momento, When your sweet issue your sweet form should bear10: “Cuando tu dulce hijo cargue [hacia tu último descanso] tu dulce imagen”. Éste es el significado más inmediato a ese momento; pero hay otros, imposibles de reunir en una sola traducción, que surgen de los distintos sentidos que va adoptando la palabra bear en la mente del lector. Otro posible es: “Cuando tu dulce hijo lleve [en sus propias facciones] tu dulce imagen”. El último significado en revelarse, porque evoca un momento aún más lejano que ese momento imaginado, es: “Cuando tu dulce hijo engendre [en sus propios hijos] tu dulce imagen”. Este procedimiento (me avergüenza un poco llamarlo de este modo), esta manera de componer el texto, digamos entonces, que ofrece recompensas tan ricas al lector, no es propia sólo de este soneto, ni siquiera de este volumen, sino de toda la obra de Shakespeare.

9

Master-mistress of my passion: William Shakespeare, Sonetos, Soneto 20, 1 (1609).

10

William Shakespeare, Sonetos, Soneto 13, 8 (1609).

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La rosa 11

¿Has visto alguna vez una pura rosa de agua en un frasco de cristal? ¡Qué bien se ve, qué dulce huele, mientras el cristal la tiene prisionera! Si la prisión se rompe, y el agua sigue su propio curso; ¿no la abraza el polvo, y pierde toda su anterior dulzura y belleza? En verdad así somos, si no tenemos la contención, antes que la restricción, del cristalino matrimonio. Philip Sidney, Arcadia, Libro III, Capítulo 5 (1590).

Desde el principio, desde el segundo verso del Soneto 1, la imagen de la rosa parece reunir todo lo efímero, lo esencial y lo sublime de la belleza humana: una suerte de secreto inexpresable y conmovedor. Esta imagen va transformándose en otras según lo requiere la trama de los poemas. El capullo enterrado en el primer soneto es el hijo sin nacer; la maleza que no puede sostenerse del todo en pie, es en lo que se convertirá la rosa del soneto anterior cuando hayan pasado cuarenta años para el joven; la violeta cuya primavera ya se ha ido, es otra forma de esa belleza que declina... Más adelante, y siempre atento a la descendencia del joven, el poeta lo incitará a que sus flores vivan y crezcan en el virginal jardín de una doncella. La imagen de la rosa atraviesa así toda la obra, más allá de estos primeros poemas: en el Soneto 67 representa la belleza verdadera del joven en oposición a aquella otra, falsa e indirecta, que puede buscarse inútilmente con artificios y cosméticos: ¿Por qué la belleza más pobre debería indirectamente buscar rosas de sombra, si su rosa es verdadera? 12 En el Soneto 109 lo 11 Ilustración: La rosa meditativa (1958), Salvador Dalí. 12

Why should poor beauty indirectly seek / Roses of shadow, since his rose is true?: William Shakespeare, Sonetos, Soneto 67, 7-8 (1609).

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asiste al poeta para expresar que todo el amor que puede sentir por el mundo es el mismo que siente por la persona amada: Porque nada es para mí este vasto universo, salvo tú, mi rosa, que eres mi todo en él 13 . Una variación significativa sobre este tema se presenta en los poemas 5 y 6. El poeta ya apeló a la abundancia y a la variedad de argumentos para convencer al joven de que sea padre, esperando de él una respuesta igualmente generosa a esos argumentos. Ahora, en este par de sonetos y siguiendo un camino inverso, busca en la concentración, en lo interior, en la más íntima esencia del joven, la fuente de su belleza. Una madre la recibirá en su seno, como el perfume destilado de las flores que no se pierde con el paso de las estaciones ni del tiempo. Y esa misma esencia vivirá en el hijo, que a su tiempo será motivo y fuente de belleza para el mundo. Una última transformación de esta imagen nos devuelve a otra rosa, acaso inspirada en Sidney. Éste la imagina protegida tras un cristal, como un símbolo del matrimonio, contenida y por lo tanto libre de males y de excesos; para Shakespeare es un símbolo distinto: el de la belleza que una madre, por un tiempo, atesorará en su cuerpo, y luego entregará al de un hijo suyo y del joven para siempre.

13

For nothing this wide universe I call, / Save thou, my rose, in it thou art my all: William Shakespeare, Sonetos, Soneto 109, 13-14 (1609).

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Narciso 14

Narcissus so himself himself forsook And died to kiss his shadow in the brook15 . William Shakespeare, Venus and Adonis, 161-2 (1593).

La belleza del joven cautiva la sensibilidad

y los afectos del poeta por su naturaleza, para él, excepcional, clásica, mítica. Ya vimos que más adelante la contrastará con la de Adonis (capaz de tentar a una diosa) y con la de Helena (responsable de la guerra y los versos más memorables). En el Soneto 1 comprobamos que compara la fascinación del joven por sí mismo con la de Narciso en las Metamorfosis, advirtiéndole que la llama de ese amor, una vez encendida, no se apagará hasta consumirlo. Como consecuencia de “comerciar sólo con él” (para decirlo en los términos monetarios del Soneto 4), se convertirá “en la tumba de su propio amor” (como lo expresa el Soneto 3). Esta muerte podría convertirse en vida si, por el contrario, el joven cambiara el objeto de su amor, si amara a una mujer, y entregara a un hijo parte de su vida y su belleza. El décimo poema justamente lo acusa de no querer a nadie más, y que, poseído como está de un odio asesino, sólo conseguirá matarse a sí mismo. Be not self-willed!: “¡No seas obstinado!”, le reclama una vez más el poeta. En otro sentido, también le está diciendo que no se desee a sí mismo lo que, inevitablemente, lo llevará a la ruina. Finalmente, en este juego de significados, le está pidiendo también que su último deseo, su testamento, no sea para él, sino para un heredero, un hijo, o de lo contrario sólo los gusanos, dirá ya en versos menos sutiles el poeta, lo heredarán16 .

14 Ilustración: Narciso (c.1599), Caravaggio. 15

Así Narciso se abandonó a sí mismo / Y murió por besar su sombra en el arroyo.

16

Be not self-willed, for thou art much too fair / To be death’s conquest and make worms thine heir: No seas obstinado, que es demasiada tu hermosura / para que te conquiste la muerte y te hereden los gusanos, William Shakespeare, Sonetos, Soneto 6, 13-14 (1609).

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Las estaciones 17

Quid? non in species succedere quattuor annum
 adspicis, aetatis peragentem imitamina nostrae? 18 Ovidio (43 a.C.-17 d.C.), Metamorfosis, xv. 199-200.

Muchas veces, en este volumen de sonetos, el paso del tiempo se percibe indirectamente, por ejemplo, con el paso de las estaciones por sus páginas. En la primera, el joven es el heraldo de la primavera; si una mujer fuera impregnada con su esencia, el Soneto 5 nos revela que atesoraría en su seno la destilación del verano; en un futuro inevitable y temido, cuando el joven ya no sea joven, el poeta nos confía en el segundo soneto que para él habrán pasado más que los años: más bien un largo asedio de cuarenta inviernos... Así, el verano destruido y arruinado, o el esplendor perdido en la violeta, cuya primavera ya ha pasado, retoman esta idea. El hombre crece y se marchita como todo en la Naturaleza, y su savia, vigorosa y arrogante en la juventud, corre más lenta y fría con la escarcha de los años. La belleza, toda cubierta de nieve, o la desnudez de los árboles sin hojas evocan el invierno, pero también todas las pérdidas a las que la vejez nos somete. Esta correspondencia entre las estaciones y la edad del hombre, omite, en estos primeros sonetos, el otoño; éste aparecerá más adelante, a media que la trama y la obra progresen y maduren, y entonces la fecundidad del otoño y la abundancia de sus cosechas aludirá, en los poemas 53 y 97, a la profusión en los dones del joven. Los Sonetos incluyen lo que podría considerarse una variación del tema anterior: la marcha del día por el cielo también refleja, indirectamente, el paso del tiempo en la vida del hombre. Así, en el Soneto 7, el poeta sigue el curso del sol desde el alba hasta el crepúsculo, como quien sigue los pasos de un niño, de un joven, de un hombre a medida que envejece. Como el día se transforma inevitablemente en noche, o el verano en invierno, el poeta nos lleva a recordar que la belleza en la persona amada se perderá algún día, como su juventud, y acaso como nuestro amor por ella: eso la vuelve, en esa efímera perfección y mientras dura el amor, más espléndida que nunca, que nadie, a nuestros ojos... 17 18

Ilustración: Las cuatro edades del hombre (1626), Anton van Dyck. ¿Y qué? ¿No ves que el año se sucede en cuatro formas, haciendo la imitación de nuestra vida?

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El Tiempo 19

Tempus edax rerum20 . Ovidio (43 a.C.-17 d.C.), Metamorfosis, xv. 234.

El Tiempo, presente desde el tercer verso del Soneto 1, no abandona nunca estos primeros poemas ni los del resto del volumen: esta presencia termina imponiéndose como un personaje más –más bien como un verdadero protagonista– de la historia. El Tiempo es en los Sonetos de Shakespeare, como en las Metamorfosis de Ovidio, el devorador de todas las cosas –en particular de la belleza, de la juventud, y del amor. El poeta de los Sonetos no reconoce aquí, como hace Shakespeare en La violación de Lucrecia, ninguna cualidad positiva del Tiempo; allí expone como una de sus glorias la de ser revelador de la verdad21 : ninguna mentira o falsedad permanece oculta para siempre. Por el contrario, en esta serie de poemas, la representación del Tiempo es la de un tirano sanguinario, contra quien el poeta luchará, a la par del joven, por amor a él. Esta guerra contra el Tiempo que se declara recién en el Soneto 15, hacia el final del grupo que estamos considerando, es cuidadosamente preparada mucho antes en el volumen. La frente del joven, el campo donde crece la rosa de la belleza del Soneto 1, se transformará en el poema siguiente cuando hayan pasado cuarenta inviernos, en un campo de batalla asediado y sitiado por el tirano, cruzado de trincheras. El tema ya es 19

Ilustración: Saturno (1526), Jacopo Caraglio según Rosso Fiorentino.

20

Tiempo devorador de las cosas.

21

Time’s glory is... / To unmask falsehood and bring truth to light, William Shakespeare, The Rape of Lucrece, 939-940 (1594).

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insinuado en la mención del joven como su propio enemigo en el primer soneto, o en la del prisionero en el quinto. En este mismo poema, las mismas horas que convirtieron primorosamente al joven en lo que es, lo convertirán, como tiranas que son, en otra cosa muy distinta... En el Soneto 12 el poeta declara, ya más crudamente, que sólo la descendencia del joven podrá defenderlo de algún modo contra la última arma del Tiempo: su guadaña. Tanto este atributo, como su cualidad de devorador derivan de las antiguas representaciones de Saturno22. Es curioso que Shakespeare haya creado el reflejo inverso de esas primeras imágenes del Tiempo: mientras aquéllas lo muestran caníbal de sus propios hijos, en estos primeros sonetos son los hijos el arma prodigiosa capaz de sobrevivirnos y defendernos contra él.

22

Ver Erwin Panofsky, Estudios sobre iconología, Capítulo 3: El Padre Tiempo (1962).

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El amor

23

No es indispensable que el bebedor abdique de su razón, pero el amante que conserva la suya no obedece del todo a su dios. Marguerite Yourcenar, Memorias de Adriano, Animula Vagula, Blandula (1951).

El Soneto 10 es singular por más de una razón. Es la primera vez que en estos poemas aparece el poeta en primera persona, como un personaje que entra, después de avanzada la obra, por primera vez a escena. Le reclama al joven que no quiere a nadie e incluso se odia, y que conspira para cometer un crimen contra sí mismo. También es la primera vez que el poeta, una vez presentado al lector, le pide al joven que haga algo por él, por amor a él: es su nuevo argumento para volver al mismo pedido y al argumento de siempre, que la belleza del joven no se pierda ni para el poeta ni el mundo, que aquél exprese su amor y tenga, por amor, un hijo: Haz otro como tú, por amor a mí, Para que la belleza pueda vivir siempre en él o en ti. En el Soneto 13, el poeta avanza en esta misma línea. Le habla al joven por primera vez con el pronombre you en lugar del más arcaico thou, como una forma más íntima y familiar de dirigirse a él24 . Por otra parte el soneto se cierra y se abre con el mismo tema, con la palabra amor, con un tono más personalmente intenso que el de los poemas anteriores. Finalmente, ambos sonetos, el 10 y el 13, están conectados por una misma y variada imagen: sin razón aparente, el amado busca arruinar su bella morada y dejarla caer en decadencia. Aquí las palabras roof y house, prácticamente sinónimos en este 23

Ilustración: Estudio para La máscara de Cupido (1872), Edward Burne-Jones.

24

Hay algunas discrepancias al respecto, pero coincido humildemente, en este aspecto, con John Kerrigan: para una discusión sobre este tema ver su edición de los Sonetos , p. 189, Penguin (1986).

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contexto, aportan un triple significado: con ellos, el poeta intenta hacer entender al joven de algún modo que, sin dejar descendencia, dejará arruinar su cuerpo (como bella morada de su alma); que su nombre, que su linaje familiar se verá interrumpido sin un hijo; y que su casa, como edificio y propiedad, sin un heredero que la habite y la conserve, caerá en desgracia y decadencia25 . Recordamos, para cerrar esta reseña, un poema próximo a los dos anteriores: el Soneto 15. Allí el poeta junto al joven y por amor a él, declara su guerra abierta y total contra el Tiempo: And all in war with Time, for love of you, comienzan los últimos versos fervientes, apasionados... ¿Pero cuál es el arma que ofrece el poeta? ¿Cuál puede ser la defensa contra aquél que devora todo lo que crea? ¿Qué puede hacer en realidad el amor por el enamorado, y el arte por la belleza?...

25

Julio Cortázar, en el comentario a su traducción de La caída de la casa Usher de Poe , reconoce dos de estos significados; escribe: La “casa de Usher” cae en un doble sentido, como linaje y como edificio.

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La Poesía

Ni el mármol ni los dorados monumentos De los príncipes sobrevivirán a esta rima poderosa... William Shakespeare, Sonetos , Soneto 55, 1-2 (1609).

En el poema 17 se cierra el primer capítulo en los Sonetos de Shakespeare, el más homogéneo y acaso el más sencillo de todos. A partir de él, en el volumen se abandona la idea de que el ser amado seguirá viviendo de algún modo a través de sus hijos. Por otra parte, es en este soneto la primera vez que el poeta deja entrever la posibilidad de otra forma de eternidad: en sus versos, algo del joven y de su belleza seguirá vivo para siempre. El poeta cree y, como en otras ocasiones, nos lleva a creer en esto; pero también duda de sí mismo, y no se siente todo el tiempo capaz de llevar adelante un prodigio semejante. Esa “rima poderosa” que irá instalándose y desplegando su esplendor a través del libro, es apenas un soneto antes, en el 16, una “rima estéril”, incapaz de expresar lo que se propone –menos aún entonces de conferir vida o asegurar inmortalidad con las palabras... Ésa es sin embargo el arma que el poeta ofrece a su enamorado, para desafiar la guadaña inevitable, para acompañarlo en su guerra sin tregua contra el Tiempo. La poesía, justamente las meras palabras, y no la fortaleza más inexpugnable o intrincada, resulta ser la última defensa donde resguardar el amor, la juventud, y la belleza –de aquél que todo lo devora.

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