Faro de Alejandría

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DPTO. GEOGRAFÍ A

ISSN: 2145-8618

Número

1 Volumen

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Faro de Alejandría

ISSN: 2145-8618

Revista de estudiantes del departamento de Geografía Volumen 2

Número 1


Faro de Alejandría Volumen 2 | Número 1 | Semestre II 2013 | ISSN 2145-8618 Faro de Alejandría es una revista del Departamento de los estudiantes de Geografía. Facultad de Ciencias Humanas

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4 E d i t ori a l

7 Aná li s i s d e la p ob re z a r ura l e n e l m u n i c i p i o d e Útica Julián Guillermo García Pedreros

16 Resistencias d e la m e m ori a : l o s p r o c e s os e n e l or i e n t e a n t i oq u e ñ o Daniela Giraldo Zapata

36 C am b i o c li m át i c o y s u s e f e ct os e n los n e va d os c olom b i a n os Wilson Andrés Velásquez Hurtado

46 I n v e st i gac i ón e n au la : la e x p e r i e n c i a d e t ra ba j os co n n i ñ os y n i ña s Javier Enrique Aguilar Galindo

Sumario Número 1

Volúmen 2


Editorial David Harvey, en una entrevista al diario El país en 2007, comenta sobre una máxima sugerente de Heráclito: «la armonía más bella nace del enfrentamiento de las diferencias». Y a esto añade: «Creo que una idea de consenso que no contemple la diferencia no tiene sentido». La oposición y confrontación de las ideas —tarea esencial de una ciencia rigurosa— nos evoca a engendrar desde la discordia, como sugiere este presocrático, nuevas fuerzas ideológicas, conceptuales y espirituales, otras nociones disonantes, otros sistemas contrapuestos. Sin esta lógica de perpetuación del espíritu científico no existirían más búsquedas, ni razones para develar lo desconocido. Morirían las geografías, al mismo tiempo que sus protagonistas. En la Imaginación Sociológica*, escrita hace más de cincuenta años, Wright Mills nos presenta quizás esta idea con vigencia en el aprendizaje y la investigación. Una idea también de dialécticas, de imaginar. Quienes se han comportado con imaginación se han permitido emerger de la «cotidianidad dirigida», de la esencialización de las libertades y apariencias, del rumbo de nuestras conciencias modernas. La habilidad de imaginar se constituye en un «a través» entre nuestras biografías, la historia y las estructuras socioambientales que nos han determinado, a nuestros padres, a nuestros vecinos, a nuestros territorios, a nuestra academia. Es un tumulto resbaladizo entre las inquietudes y los problemas en las que yace eternamente la sospecha.

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Wright Mills,C.(1961). La imaginación Sociológica. México: Fondo de cultura económica.


La revista Faro de Alejandría, como en su primera edición, es una invitación hacia esta armonía y esta sospecha. Un escenario de exposición, discusión y crítica de las preguntas que hoy hacemos los estudiantes del Departamento de Geografía en la discordia del pensamiento y la realidad. Asimismo, constituye un proceso colaborativo en trayecto a la rigurosidad, que propenda por la divulgación y la participación de las reflexiones jóvenes dentro de una academia que se muestra anquilosada, pero que díscola intenta asiduamente arremeter antes sus restricciones. Es un espacio de movimiento, como el Espacio en sí mismo, como la Geografía en sí misma. La publicación de este segundo número ha estado acompañada de los traspiés que componen un proceso colectivo. Nuevas generaciones de estudiantes con nuevas preguntas y métodos hemos decidido darle continuidad a esta oportunidad de expresar, de acceder, de pugnar con ideas dentro y fuera del Departamento. Nuestro carácter abierto pretende congregar artículos y análisis de diversas facultades del país, así como consolidar una plataforma para los geógrafos en proceso de la Universidad Nacional de Colombia. Es tal, que solo nos queda sugerir una provocación: de la conformidad imperiosa casi arrogante y soberbia, solo queda pensar en el camino de la irreverencia, de la ironía, de la utopía. El sentido común que ha acompañado a la historia de nuestra disciplina en Colombia como letra en sangre, tiene que tropezar con la imaginación. Comité Editorial



Análisis de la pobreza rural en el municipio de Útica

Julián Guillermo García Pedreros 1

Introducción Según un estudio de la Gobernación de Cundinamarca y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la pobreza en las zonas urbanas de los municipios de Cundinamarca es de 34,7 por ciento. Por otra parte, la pobreza en zonas rurales es del orden de 50,1 por ciento según el índice de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI). Con relación a los 25 Municipios del Milenio (los 25 municipios más pobres y con mayor prioridad de Cundinamarca, donde se encuentra incluido el municipio de Útica), el estudio reveló que la pobreza en áreas urbanas es de 40,4 por ciento, mientras que en el ámbito rural asciende a 68,5 por ciento (PNUD Colombia, 2011). Este estudio nos arroja una consideración de la que no deberíamos prescindir: los porcentajes de la pobreza siguen siendo considerables, y si se quiere alarmantes. Por tal motivo, se realizó un trabajo de campo en Útica, Cundinamarca,

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Geógrafo. Universidad Nacional de Colombia. Contacto: juggarciape@unal.edu.co Recepción de artículo en calidad de estudiante.


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Julián Guillermo García Pedreros

que permitió la producción final de un artículo orientado en el análisis de los factores desencadenantes de la pobreza rural, las nociones sobre la misma y la multidimensionalidad que tiene este fenómeno social, pretendiendo entender mejor las dinámicas y formas de la pobreza rural en el municipio. La pobreza rural ha estado ligada históricamente a factores desencadenantes diversos, tales como la distribución de la riqueza, el monto del ingreso y su fuente, el territorio y su ocupación, la educación, entre otros (Salazar,1971). Lo que no es claro, sin embargo, son las diversas formas en que se puede manifestar la pobreza rural, es decir, cómo este fenómeno trasciende los ámbitos socioculturales de las poblaciones y posee unas características propias al manifestarse ya sea en el comportamiento, las costumbres, las condiciones del entorno, las concepciones del mundo y del conocimiento e inclusive la longevidad de las personas. Este artículo enfatizará en las especificidades, características y desencadenantes del fenómeno en su dimensión rural y los procesos asociados que perpetúan la pobreza en el municipio.

La pobreza La literatura sobre la naturaleza de la pobreza históricamente la ha definido como la relación entre ingresos y la satisfacción de las necesidades básicas de consumo; sin embargo, recientemente se han sumado nuevos elementos para definir la pobreza: la posibilidad de alcanzar una vida larga y saludable, de poder adquirir conocimientos individuales socialmente valiosos, y tener la oportunidad de obtener los recursos necesarios para disfrutar de un nivel de vida digno (Contreras, 2005). Es importante tener en cuenta la anterior definición porque amplía el panorama de lo que implica ser pobre, ya que es una visión menos generalizada del fenómeno. En este documento haremos una disertación entre lo que es la pobreza urbana y la pobreza rural, para posteriormente analizar sus particularidades.


Análisis de la pobreza rural en el municipio de Útica

Entre la pobreza urbana y la pobreza rural La pobreza urbana es un escenario donde existen condiciones limitadas para la población relacionadas con las formas de empleo (subempleo), procesos de exclusión, marginación e informalidad, que desembocan en situaciones de precariedad en los estilos de vida. La pobreza rural, por su parte, está relacionada con dificultades para acceder y trabajar la tierra, relaciones desiguales e inequitativas del mercado de alimentos, deterioro ambiental y restricciones al acceso a nuevas tecnologías, técnicas y financiamiento. Además, la pobreza rural podría alcanzar tal amplitud en sus manifestaciones que potenciaría otros fenómenos sociales como la violencia, los cultivos ilícitos, el desplazamiento a las grandes ciudades en condiciones de vulnerabilidad económica y social o el cultivo en zonas no apropiadas como reservas naturales o zonas de erosión. Algunas de estas consideraciones fueron encontradas en el municipio de Útica y podrían generar una noción más real de lo que implica ser pobre en el campo. La explicación del por qué se han presentado dichas dificultades en el sector rural colombiano es debido a las transformaciones sociales y económicas que se han producido predominantemente desde principios de los años setenta del siglo XX. La mitad de la población nacional hacia esos años vivía en el campo y el sector agrícola representaba más del 20% del PIB total, con una solida producción y exportación de café como principal actividad. Sin embargo, en las siguientes décadas se empezaron a presentar cambios drásticos en las políticas agropecuarias, generando un declive en todo el sector agrícola (Perfetti, J. J., 2009). Sumado a estos problemas ya expuestos, el sector rural se convierte en el escenario de la disputa armada, donde actores como los paramilitares, la guerrilla y las fuerzas armadas entran en conflicto en gran medida por el interés territorial y el poder sobre las zonas de cultivos ilícitos vinculadas al narcotráfico, que no es necesariamente el caso del Ejército Nacional. Actualmente, las cifras del sector agrícola no superan el 10% del PIB total nacional y se percibe una atmósfera de desesperanza en la actividad rural; factores como la falta de empleo en el campo, el remplazo de la mano de obra por la tecnificación y la falta de apoyo institucional han generado que fenómenos sociales como la pobreza trasciendan en

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todas las escalas a nivel nacional. Lo anterior, sin embargo, podría interpretarse también como una restructuración del sector agrícola en Colombia.

La pobreza en el municipio de Útica Útica es un municipio que se localiza al noroeste del Departamento de Cundinamarca, en la Provincia del Gualivá, con una altura que oscila entre los 400 a 1600 metros sobre el nivel del mar y se encuentra a 119 km de Bogotá. La economía del municipio en la zona urbana se fundamenta principalmente en el turismo y el comercio, y en la zona rural existe una tradición agropecuaria con el cultivo de caña y la ganadería, como las actividades mas desarrolladas. Uno de los factores más importantes evidenciados en la vida rural del municipio es el problema del agua, dado que existe una alta demanda por este recurso y no hay ningún tipo de tratamiento de potabilización, ya que en su gran mayoría se suministra a través de la recolección de aguas lluvias. Estas consideraciones se corroboran según los datos suministrados por la alcaldía del municipio, donde afirman que solo el 26% de las viviendas poseen servicios de acueducto; «de las 486 viviendas del municipio, 408 no tienen ningún tipo de conexión con fuente de agua; 325 viviendas, cerca del 70%, se surten de agua lluvia, y el 57.6% de las familias buscan estrategias propias para atenderse no solo con los servicios de acueducto sino también con saneamiento básico, manejo de basuras y demás servicios» (EOT, 2000). Otra precisión evidenciada en los distintos hogares visitados es que la gran mayoría de los habitantes tienen vínculos con los cultivos de caña y el proceso de producción de la panela. Esto generó un panorama en el cual los jornaleros y agricultores expusieron sus necesidades insatisfechas, las dificultades de un trabajo tan demandante en términos de tiempo y energía y el consenso de una insuficiente remuneración por el trabajo en los cultivos de caña. Pero uno de los puntos más interesantes de esta investigación fueron las concepciones y los significados que asume la pobreza en la vida rural, donde se corroboraron las diversas necesidades de la población. Una revisión general del diálogo con los pobladores y campesinos nos genera dos ideas principales: Primero, se encontró cierta similitud en el concepto de pobreza de los habitantes rurales, donde afirman que «es no tener que comer, donde dormir o nada que hacer», ya que


Análisis de la pobreza rural en el municipio de Útica

el 48.1% de los encuestados respondieron esto, mientras el 18.5% de la población tuvo otras respuestas sobre el significado de la pobreza (ver Figura 1). Pero la segunda idea es un poco diferente. Se evidenció una heterogeneidad en las formas como los habitantes identifican la pobreza, es decir, no todos la asumen como una carencia exclusiva de recursos económicos; por el contrario, algunos habitantes afirmaron que una forma de pobreza es «la falta de aspiraciones o de alcance», que existe «una pobreza mental» y que las mismas personas «buscan la pobreza».

Significados de la pobreza en el municipio de Útica

Figura 1.

Relación del número de habitantes entrevistados frente a los significados de la pobreza en las veredas visitadas del municipio de Útica

Tipología y formas de la pobreza Finalmente se analizará el eje central de este documento, la multidimensionalidad de la pobreza en el municipio de Útica, donde la comprensión del fenómeno desde una perspectiva económica se complementará con el carácter subjetivo y complejo que toma la explicación de la pobreza rural. En el análisis empleado frente al conjunto de opiniones, comentarios, datos e información relacionada con el fenómeno, se lograron identificar y crear las siguientes formas de pobreza rural en el municipio:

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Precariedad de la pobreza Estética de la pobreza

Psicología de la pobreza Formas en que se manifiesta la pobreza rural Figura 2.

Organigrama que representa las formas de la pobreza rural

La psicología de la pobreza se ha definido como una tipología donde existen unas relaciones estrechas con las denominadas pobrezas mentales, entendidas como carencias en las expectativas de desarrollo y consecución de metas individuales y colectivas, el conformismo, como un fenómeno o estado de limitación con lo que se tiene y la esperanza de vida. Dichos factores en gran proporción fueron identificados por las personas indagadas, figurando además como una autocrítica de los pobladores en esta forma de pobreza rural. Además la psicología de la pobreza posee una importante relación con la estructura cultural donde se manifiesta; por lo tanto, algunos rasgos característicos adicionales por parte de los habitantes podrían ser «la desconfianza del gobierno, el resentimiento hacia la autoridad, la orientación hacia vivir el presente y la escasa planificación del futuro» (Lewis, 1964). Lo anterior nos ayuda a inferir que existen unas dinámicas psicológicas arraigadas en los habitantes pobres, unas costumbres, imaginarios y significados que se refuerzan en la cotidianidad y generan una complejidad anexa a las dificultades económicas y por ende al tema de la pobreza urbana y rural en el contexto colombiano. La precariedad de la pobreza se refiere esencialmente a la condición de inestabilidad, limitación e insuficiencia que sufre una persona pobre desde diferentes dimensiones; en el municipio encontramos dos indicadores de precariedad: el agua es el primer indicador, debido a que casi en su totalidad el agua lluvia es recolectada para las diferentes actividades de los habitantes incluyendo su consumo; este proceso genera, por un lado, algunas dinámicas conflictivas por querer


Análisis de la pobreza rural en el municipio de Útica

consumir un agua más limpia y en mayor cantidad por las personas, y por otro lado, se relaciona con unas condiciones de salubridad no adecuadas para los habitantes rurales. Esto define claramente el significado de lo precario. La salud es el segundo indicador, ya que el consumo de aguas (entre otras causas) con mínimos procesos de tratamiento y baja calidad puede generar, por ejemplo, enfermedades de distintos tipos (intestinales, infecciosas o virales), sobre todo en la población vulnerable, es decir, en niños y adultos mayores. Por consiguiente, los habitantes rurales manifiestan permanentemente su descontento con los precarios servicios que brindan las entidades y centros de salud del municipio. En este punto podemos interpretar que el acceso y prestación deficiente de servicios públicos como el agua y la salud crean un problema coyuntural en la zona rural del municipio. Finalmente, la estética de la pobreza se entiende como una condición en la cual dentro de la pobreza o la miseria se conservan elementos llamativos, sugestivos y organizados; es una percepción de lo admirable en un contexto de limitaciones y necesidades. De forma similar a como sucede en la pobreza urbana, una gran cantidad de población rural relacionó las formas de identificar a una persona socioeconómicamente desfavorecida con alguna descripción descalificadora, es decir, que estaría mal presentada, carecería de aseo propio o de su hogar y estéticamente no sería agradable, según algunos relatos recopilados. Estas aseveraciones nos hacen considerar que el fenómeno de la pobreza parece tener indicadores que las personas rápidamente identifican en la cotidianidad, siendo este proceso un posible mecanismo de segregación en la sociedad. Sin embargo, al estudiar el hogar como unidad fundamental de análisis en este documento y el hábitat como «un espacio de construcción social (material, cultural e institucional) que se distribuye en distintas formas de poblamiento, actividades y movilidades» González (2006), encontramos distintas formas de percibir la estética de la pobreza. La amabilidad, la hospitalidad o el respeto de sus habitantes, características como la organización o el aseo del espacio vital y productivo, y particularidades como la disposición de las labores del hogar, la ornamentación o la decoración del hábitat son un conjunto de evidencias y experiencias con un profundo valor en el análisis del fenómeno, permitiendo crear y denominar esta tipología como la estética de la pobreza.

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Lo anterior nos hace inferir que la pobreza rural como concepto y como fenómeno se puede analizar y asociar desde descripciones referidas a la carencia de ingresos y posibles procesos de marginación hacia la población vulnerable; sin embargo, se intentó enfatizar en el desarrollo de esta investigación la importancia de atravesar la convergencia de factores complejos, subjetivos y muchas no visibles en la vida rural del municipio de Útica y probablemente del Departamento de Cundinamarca.

Conclusiones Gracias a la información recopilada como testimonios y datos, además de la bibliografía requerida en esta investigación, logramos explorar el concepto de la pobreza rural agregando nuevas visiones de la misma y sus formas, como la psicología de la pobreza, la precariedad en los servicios públicos o la estética de la pobreza en el municipio de Útica, Cundinamarca. Frente a las acciones institucionales y estatales para mitigar la pobreza debemos aclarar dos puntos fundamentales. Primero, y de forma crítica, parece existir un abandono por parte del gobierno local y estatal gracias a los testimonios y argumentaciones hechas por los campesinos; segundo, el hecho de que algunas instituciones estudien la pobreza desde diferentes perspectivas y escalas no implica que realmente se esté proporcionando ayuda, protección y estímulos a la población vulnerable en Útica y en general en Cundinamarca. Esta es una diferencia que no deberíamos confundir en la cotidianidad. Finalmente, queremos terminar esta investigación pretendiendo que los conceptos y temas tratados desde la pobreza rural sirvan para visualizar y aclarar de alguna manera el panorama de la población vulnerable y pobre, no solo en el municipio estudiado, sino también en una escala regional o nacional. Además, es necesario enfatizar en las distintas formas y escalas que se puede estudiar el fenómeno de la pobreza en Colombia y nuestro compromiso desde la geografía al generar explicaciones y propuestas para la mitigación y erradicación de la misma.


Análisis de la pobreza rural en el municipio de Útica

Bibliografía Contreras, P. (2005). Globalización y pobreza rural en México: La agudización de la crisis del campo mexicano luego de la firma del TLCAN. EOT (2000). Esquema de Ordenamiento Territorial del municipio de Útica, Cundinamarca. Gobernación de Cundinamarca (2012). Superación de la pobreza extrema rural en Cundinamarca. Guerra contra las pobrezas y la exclusión en Cundinamarca. Colombia: PNUD. González, J. (2006). Caracterización socio espacial actual del hábitat en la periferia urbana de Manizales. En: Revista de arquitectura El Cable. 5. Guber, R. (2001). La observación participante. En: La etnografía, método, campo y reflexividad. Enciclopedia Latinoamericana de Sociocultura y Comunicación. Bogotá: Norma. Lewis, O. (1964). Antropología de la pobreza: cinco familias, Sección de obras de antropología. Fondo de Cultura Económica. Perfetti, J. J. (2009). Crisis y pobreza rural en América Latina: el caso de Colombia. En: Documento de trabajo N° 43. Programa Dinámicas Territoriales Rurales. Santiago: Rimisp. PNUD Colombia (2011). Superación de la pobreza extrema rural en Cundinamarca. Guerra contra las pobrezas y la exclusión en Cundinamarca. Recuperado de http://odm. pnudcolombia.org/indephp?option=cocontent&view=article&id=220&Itemid=54 Salazar, G. (jul-sept, 1971). Crecimiento económico y desigualdad social en México: una visión esquemática. En: Revista Mexicana de Sociología, 33, 3. pp. 541-562

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Resistencias de la memoria: los procesos en el oriente antioqueño Daniela Giraldo Zapata1

Resumen La importancia de la memoria como mecanismo de las comunidades para resistir a cualquier poder que se piense represivo o hegemónico, encuentra referentes en la historia latinoamericana y otras regiones del mundo a lo largo del siglo XX, principalmente en los contextos de posdictaduras y posguerras. Sin embargo, en Colombia, su dimensión cultural y política apenas comienza a cobrar importancia cuando se hacen notorias las luchas contra el olvido y el silencio; de esta manera se postula que nunca más se vuelvan repetir lo sucesos de violencia y desarraigo que han marcado a las culturas campesinas durante más de medio siglo. En Antioquia, específicamente en algunos municipios de la subregión del oriente, surgen algunas propuestas museísticas y monumentales las cuales encuentran, en el ejercicio de la memoria, dispositivos de resistencia ante la invisibilización histórica de estas comunidades. Estas iniciativas par-

«Colombia necesita convertir hoy las agitadas circunstancias de su historia reciente en intensos relatos y en cantos conmovidos, para que no se olviden los dolores y los heroísmos de esta época tremenda, y para que el relato mismo sea a la vez bálsamo y espejo, que nos permita dejar de ser las víctimas y empezar a ser los transformadores de nuestra realidad.»2

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Historiadora, Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín. Contacto: mdgiraldoz@unal.edu.co Recepción de artículo en calidad de estudiante.

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Ospina, 2001.


Resistencias de la memoria: los procesos en el oriente antioqueño

ten de las necesidades y reivindicaciones locales según las experiencias individuales y colectivas, pero su contexto social, político y económico es común. Ellas son comunidades afectadas crudamente por el conflicto territorial y armado en el que se inscribe la historia de Colombia. Es entonces en estos espacios donde han representado los acontecimientos pasados, por medio del arte y técnicas museísticas, dejando expuesta una visión y postura frente el presente y el futuro. Con el investimento de justicia, la memoria privada y colectiva se transforma en elemento de lucha y reivindicación, una manifestación social y política. Esta condición conflictiva hace más inquietante su tras escena, la denuncia y el empoderamiento de la sociedad civil se hace en medio de un conflicto vigente, cuando permanece la disputa por el territorio en el orden social, económico y cultural, de carácter estructural en nuestro país.

La memoria en el espacio El oriente antioqueño es un espacio de amplias transformaciones en los últimos 40 años, un territorio intervenido y afectado simultáneamente por dos procesos. En este habitan históricamente varios grupos y comunidades campesinas, principalmente cultivadores de hortalizas, que han sido victimizados por el conflicto territorial generado por los desarrollos de infraestructura y la presencia de grupos armados. Algunas de estas comunidades han abierto espacios donde las fotografías, pinturas, videos y objetos hacen referencia a los procesos de reubicación del municipio como es el caso de El Peñol, o a los muertos, desaparecidos y desplazados de las zonas de enfrentamientos armados, pero que representan aún más el empoderamiento simbólico y de facto de estas comunidad a partir de la reconstrucción del pasado, según lo manifiestan quienes lideran estos procesos, como una característica diferencial frente a otros procesos de museificación de la memoria que se hayan podido dar en otras partes1. El contexto en el cual surgen espacios de la memoria de las víctimas del conflicto armado es el inicio de un proceso 1

Por ejemplo, en Puerto Berrio y Segovia se dieron iniciativas artísticas y monumentales de las victimas del conflicto; sin embargo, no se registran procesos de consolidación de la memoria como vehículo pedagógico de la comunidad y la sociedad en general.

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de reparación y reconciliación de las víctimas, dispuesto en la Ley de Justicia y Paz2, que buscaba la desmovilización y reinserción a la sociedad civil de los grupos alzados en armas. Gran parte de la población que había quedado en medio del enfrentamiento entre el Ejército Nacional y los paramilitares con grupos insurgentes como las FARC y el ELN comenzaron a hacerse visibles. Esta legislación desató una serie de memorias en conflicto, muchas veces antagónicas, que estaban contenidas en el miedo y silencio de la población afectada por todos los actores. El surgimiento de organizaciones de víctimas representa iniciativas no oficiales de memoria para dignificar a los muertos y desaparecidos. Es así como más allá del reconocimiento del Estado colombiano, lo que ha generado la inserción del marco legal es la posibilidad de desarrollar autonomías y reivindicaciones que la comunidad no se había atrevido a ejercer anteriormente, formando ciudadanías alternativas en la construcción política de una sociedad tradicionalmente silenciada y marginadas de los «centros de poder», comunidades que han permanecido o permanecen en medio del conflicto armado, contado con la «tensa calma» que proporciona la seguridad estatal invertida principalmente en el cuidado de las obras de infraestructura. No obstante, existe el caso paralelo del municipio de El Peñol, pueblo desplazado en la década de 1980 a una nueva cabecera por la construcción de una represa, lo cual generó un amplio movimiento cívico para resistir la presión de las Empresas Públicas de Medellín y de los grupos armados y generar así alternativas de gobierno municipal que hicieron de la memoria un proceso acción pedagógica comunitaria. Las historias y testimonios que son expuestos en los espacios de la memoria son en su mayoría orientadas al aprendizaje social; como es el caso del Museo de El Peñol o también el del Salón del Nunca Más en el municipio de Granada, que tal como lo manifiesta una de las integrantes de ASOVIDA3, busca que el visitante, al salir, quede permeado en su sensibilidad por lo que observa en el recorrido. Estos espacios y sus guías se convierten en vehículos de la memoria, buscando al mismo tiempo una dimensión pedagógica de aprendizaje que evidencie su sentido político de futuro.

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Ley 975 del 2005 Asociación de Víctimas de Granada


Resistencias de la memoria: los procesos en el oriente antioqueño

El problema de la memoria Es común que cuando se escucha la palabra memoria se piense en ella como la capacidad de almacenamiento en la mente de información adquirida en el pasado. Sin embargo, su función fundamental no es la de conservar. En un sentido social, esta se entiende como la capacidad de reconstruir acontecimientos del pasado en un momento presente. Siempre, desde la experiencia individual, será modificada o dinamizada socialmente. Lo que se recuerda es entonces la selección de algunos elementos que nos anclan al pasado y son visibles cuando «tienen efectos en tiempos posteriores, independientemente de la voluntad, la conciencia, la agencia o la estrategia de los actores» (Jelin, 2002, p. 14). Desde la perspectiva del proceso mnemotécnico del cerebro, se entiende la memoria como la relación sistémica entre elementos codificados en el pasado con el fin de poderlos recordar fácilmente, pero como capacidad técnica individual y colectiva, la memoria también necesita de cierta capacidad de reinvención, porque no importa tanto el qué y cuánto se recuerda u olvida, sino el cómo y cuándo, porque la capacidad de recordar está acompañada de factores emocionales y afectivos que se le imprimen al pasado (Jelin, 2002, p. 19). En este sentido, recordar es re-inventar o re-construir. La memoria común, la cual se desarrolla en medio del tejido social, será considerada en este análisis, porque allí es donde reposan los símbolos consientes e inconscientes de la cultura. Esta trabaja sobre procesos plasmados en la experiencia de testigos vivos, y trasciende del simple acontecimiento individual a una experiencia colectiva que hace del pasado la interacción y conflicto entre las múltiples voces que lo reconstruyen y alcanza en muchas situaciones dimensiones políticas. La memoria escapa a sus constreñimientos y los sobrepasa cuando las sociedades que han estado en silencio, ya sea por voluntad o por presiones externas, ponen en cuestión los mecanismos por medio de los cuales se ha desdibujado su historia, lo que asume una posición de reivindicación o lucha. Para Pier Nora, referente clave en la reflexión contemporánea sobre la memoria, esta «se caracteriza por sus reivindicaciones de emancipación y liberación; a menudo es popular y siempre contestataria y es reivindicada como historia por quienes no tuvieron derecho a la Historia y reclaman su reconocimiento».

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Es en occidente donde aparece el auge expansivo de discursos y políticas sobre la memoria luego de los sucesos en la Segunda Guerra Mundial. Estos discursos de la memoria se intensificaron en Europa y en Estados Unidos a comienzos de los años 80 del siglo XX, activados en primera instancia por el debate cada vez más amplio sobre el Holocausto (Huyssen, 2000). En el cono sur de América Latina surge la preocupación por las huellas de las dictaduras que gobernaron entre las décadas de 1960 y 1980 y lo elaborado en los procesos posdictatoriales en la década de 1990 (Jelin, 2002), permeando los diarios, la institución, instancias judiciales, académicas y generando movimientos sociales de las víctimas. La memoria como herramienta conceptual y política ha pasado por un proceso mediático importante, de donde parten sus riesgos y fortunas a tener en cuenta si queremos entender nuestros procesos locales. Esta «cultura de la memoria», como la llama Huyssen, coexiste con lo efímero y frágil de la vida posmoderna, sociedades líquidas para Bauman, quien asegura que se han disuelto ya los vínculos tradicionales que le daban cohesión a la sociedad, ejemplificado en la liberación de los mercados y las implicaciones en la cotidianidad de la familia y el trabajo. Es entonces, por un lado, la memoria aquello que compensa la aceleración del mundo moderno, y por el otro, parece una «fijación» de un pasado que no pasa, que no deja olvidar para mirar simplemente al futuro. Estas dos versiones de la acción memorativa se dan casi al mismo tiempo: por un lado, grupos y comunidades que logran un sentido de identidad en el pasado común la reivindican, y por otro, hay quienes buscan olvidos selectivos, ven de antemano usos «buenos» o «malos» de la memoria. Desde una perspectiva global se podría entender esta visión sobre la «cultura de la memoria» como la reacción a los cambios rápidos de las condiciones de vida moderna; sin embargo, existen ritmos por los cuales no todos los grupos perciben la realidad y cotidianidad a la misma velocidad. Para entender la diferencia que existe entre las memorias, se tienen en cuenta las características particulares en los procesos históricos que le dan origen a los discursos y reivindicaciones de cada grupo. De esta manera, no serán los mismos procesos que han hecho de los judíos, los argentinos o chilenos víctimas y sujetos de memoria cargada de sentido político según los referentes con más divulgación mediática, como tampoco obedecen a las mismas causas aquellos procesos que aún siguen siendo desconocidos o no han logrado el mismo impacto de opinión, probablemente porque


Resistencias de la memoria: los procesos en el oriente antioqueño

siguen sujetos al conflicto interno, como es el caso de los procesos que aquí se trabajan. A nivel de América Latina, la experiencia de países como Argentina, Uruguay, Chile o Brasil, respecto a las memorias de la represión política que hubo durante la segunda mitad de siglo XX, se da en periodos transicionales o posdictatoriales que se activaron desde el 2000, principalmente desde la sociedad civil y posteriormente en instancias gubernamentales. Luego de pasar varios años de silencio institucional (Jelin, 2002, p. 2) surge la siguiente pregunta: ¿Cómo procesar el pasado cuando sus interpretaciones se multiplican y contraponen, sobre todo cuando el foco de la discusión toma como eje de análisis los procesos de construcción de la memoria en comunidades locales, en su mayoría ubicadas territorial, simbólica o políticamente «lejos» de las ciudades capitales y los poderes centrales? (Ponciano Del Pino, 2004). Por esto es pertinente hablar de memorias en plural y en conflicto, para atender a la legitimidad y el reconocimiento de cada una. Sí bien el dolor y el silencio puede ser experimentados por cada ser humano sin importar donde viva, es aquí donde la sociedad que lo contiene explica las causas de su dolor.

Antecedentes: formación de un territorio El oriente antioqueño es una región dinámica por sus riquezas ambientales y proyecciones estratégicas, una histórica despensa agrícola del departamento que ha recibido una fuerte afectación por la violencia del conflicto armado interno. Los procesos de poblamiento y reubicación que van desde la ocupación española hasta el presente han configurado este espacio: territorios de origen campesino con desarrollos desiguales en su relación con los centros administrativos y estratégicos por sus riquezas naturales y ubicación geográfica. Desarrollo histórico Este altiplano ha sido en distintos momentos frontera y puente de comunicación entre el interior de Antioquia con el río Magdalena y el centro de poder administrativo en Bogotá, primero en la colonia y más tarde en la República, conectividad que guarda relación con la presencia de los grupos armados estatales, paraestatales o antiestatales en esta región.

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Basándonos en el «Modelo territorial urbano, regional y fronterizo antioqueño y del noroccidente colombiano»4 se pueden diferenciar diversas fases de transformación territorial. Uno: extractiva; dos: rural, agraria y mercantil; tres: urbana e industrial; cuatro: macrocefalia de población y concentración urbana; cinco: metropolización de la ciudad capital, proyección de la ciudad región y urbanización de las regiones. Esta última, como veremos, es la fase a partir de la cual se analiza el surgimiento de las iniciativas locales por la memoria5. La primera fase extractiva está asociada al poblamiento de Antioquia antes y durante la conquista. «Lo importante es poner en claro lo que existía ya a la llegada de los españoles: una serie de vías a lo largo y ancho del territorio por medio de la cuales se comunicaban con el norte y con el sur» (Ruiz, 1987, p. 23). Evidentemente no era un territorio deshabitado, el hecho de no haber encontrado edificaciones o grandes concentraciones de personas no impide ver las relaciones tendidas por esos caminos, apoyados necesariamente de alguna actividad extractiva que supliera sus necesidades. En el periodo de conquista, hacia 1579, cuando las regiones ubicadas al norte de la gobernación de Popayán6 solicitan su segregación contando con fundaciones como Santafé de Antioquia (1541) y centros mineros como Cáceres (1576) y Zaragoza (1581), quienes formaban un triángulo minero «responsable de la mayor producción aurífera de este periodo» (Zambrano, 1993, p. 33). Sin embargo, esta economía de las ciudades mineras no fue suficiente para generar poblaciones sedentarias y persistentes, como se verá en las regiones de proyección agrícolas.

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Modelo desarrollado por el Laboratorio en Estudios Geográficos y Territoriales de la Universidad Nacional Sede Medellín y la Gobernación de Antioquia en: Subregiones en Antioquia. 5 Estas fases no corresponden a una división cronológica de la historia del territorio antioqueño, su referente principal son las transformaciones que se dieron en el orden económico, social y cultural que intervienen directamente en el modo de vida de la época, con una delimitación espacial para la comprensión del fenómeno territorial como un problema local, regional y nacional. 6 Anserma, Caramanta y Santafe.


Resistencias de la memoria: los procesos en el oriente antioqueĂąo

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Mapa 1. UbicaciĂłn de las principales ciudades y zonas mineras durante la primera fase colonial.

FotografĂ­a del libro Ciudad y territorio. El proceso del poblamiento en Colombia.


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Las reformas del corregidor Juan Antonio Mon y Velarde, enviado por la monarquía a finales del siglo XVIII, promovieron la creación de asentamientos agro-mineros fuera de los valles ya poblados (Zambrano, 1993, p. 55). Según el modelo en el cual nos apoyamos, la fase rural, minera, agraria y mercantil obedece a la necesidad de encontrar nuevas minas y alimentar una creciente población, registrado en las siguientes cifras: de 46.366 almas en 1778 a 110.662 en 1808 (Jaramillo, 1988). Por las condiciones climáticas del altiplano no se desarrollaron grandes cultivos como los de otras regiones colonizadas para la producción de caña y cacao, que generaron adscripciones distintas ligadas principalmente al modelo productivo de la hacienda colonial. Fue más una actividad de producción agrícola de maíz y legumbres que acompañaba la actividad minera, junto con la cría de ganado vacuno para una economía de autoconsumo que permitió que Rionegro se posicionara como «un polo de poder político y económico alterno a la capital» (CINEP, 1998). La dinamización de la región continúa en las postrimerías periodo colonial y principios del periodo republicano con las crecientes oleadas migratorias, mayormente conocidas como La colonización antioqueña, «migraciones espontaneas o forzosas, presionadas por el hambre y el cebo de las políticas sobre tierras baldías» (Jaramillo, 1988) y posteriormente impulsadas por las concesiones de la corona en el siglo XVIII, que convirtió grandes espacios «desocupados» en cuadrículas que superaban a las que se habían fundado en el siglo XVI7. Esta apertura de tierras a partir de la quema del monte se dio tanto por los grandes empresarios de las concesiones como por las pequeñas colonizaciones de campesinos pobres. La ampliación de la frontera agrícola y la minería eran las principales actividades que fueron alimentando un naciente artesanado, el mismo que dará un sello propio a la cultura y la arquitectura, en palabras de Darío Ruiz «la cultura se inicia en una frontera», legado que ha marcado el oriente antioqueño, donde muchas de sus calles aún lo conservan y en otras ni rastro queda.

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Pueblos del Oriente fundados por la Colonización Antioqueña: Sonsón (1800), Granada (1804), Carmen de Vivoral (1807), Guatapé (1811), Cocorná (1825), Nariño (1827), San Rafael (1864), San Luis (1875), San Roque (1880), Alejandría (1886), Argelia (1891).


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Mapa 2. Colonización Antioqueña.

Tomado de Parsons, J. (1919). La colonización antioqueña en el occidente de Colombia.

Lograda la acumulación de capital por la ampliación del territorio socioeconómico, se gestó el posterior desarrollo industrial de la ciudad, el desarrollo de la fase llamada urbana e industrial. Empresarios de minas, cafeteros, prestamistas


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y comerciantes diversificaron sus inversiones, la disponibilidad de fuentes de energía naturales para las fábricas era abundante, se iba formando un mercado interno regional precario pero seguro, y con la construcción del ferrocarril se permitió el ingreso de maquinaria que encontró la fuerza física de una «abundante mano de obra barata, de artesanos desplazados por la naciente actividad manufacturera, de campesinos sin tierra y barequeros que, huyendo de la inseguridad de los campos, la pobreza y las restricciones de acceso a recursos productivos, empezaron a llegar a la naciente ciudad en busca de nuevos horizontes e involucrarse en el mercado del trabajo asalariado» (Escobar, 2007, p. 17). Avanza entonces un «proyecto regional» con epicentro en Medellín, donde la naciente industria encontró en las periferias su fuente de abastecimiento mientras que se intensificaba el atraso en las regiones más fronterizas, lugares donde el estado tenía poca presencia y el modo de vida principalmente campesino se caracterizaba por la pequeña propiedad. Sin duda, gran parte del oriente hizo parte de esa periferia, hecho que propició un desarrollo, como veremos, sectorial y desigual. El oriente, considerado en palabras de Sergio Boisier, fue «una comunidad inanimada y segmentada» durante las últimas décadas del siglo XIX y los años 50 del XX, hasta que en la década de 1960 comienza una dinamización económica y la movilización social frente a los cambios impuestos. Comienza a gestarse un fenómeno paralelo a la condición rural y campesina. La fase de macrocefalia de población y concentración urbana hace referencia al flujo poblacional de las áreas rurales que continúa migrando a la ciudad, en cantidad superior a la que se dio con el inicio de la fase industrial. Las nuevas condiciones urbanas son entonces la «otra cara de la moneda». El crecimiento urbano está acompañado del auge de la economía de prestación de servicios y pérdida relativa de la importancia económica y social de la minería, la agricultura y la industria. «Entre 1966 y 1980, la industria antioqueña había perdido el liderazgo, conservándolo solo en el textil, que seguía representando el 73% aproximadamente del total nacional» (Escobar, 2007, p. 17), a lo cual se suma el fenómeno de despojo y desplazamiento de campesinos en Colombia, desde mediados del siglo XX, que nos permite trascender de la escala de región a un orden de estructura de país.


Resistencias de la memoria: los procesos en el oriente antioqueño

En el capítulo «Despojamiento y desplazamiento forzado en Colombia»8 encontramos una periodización que diferencia los distintos procesos de migración y desplazamiento:

1 2 3

El primer proceso se da entre 1945 y 1965, denominado «Época de la violencia» un conflicto entre simpatizantes de los partidos hegemónicos que llevó al desplazamiento de 2 003 600 per­sonas, en su mayoría campesinos, expulsados hacia la frontera y otras zonas de colonización poco productivas (Sandoval, 2001, p. 342). El segundo proceso, entre 1965 y 1987, «éxodo hacia las ciudades, motivado más por conflictos sociales y políticos, que por un proceso de industrialización. Esta transformación estuvo determinada por una ideología modernizadora de inspiración reformista. La Reforma Social Agraria, consagrada en la Ley 135 de 1961, estableció los criterios de expropiación de manera subjetiva y arbitraria» (Sandoval, 2001, p. 343). El tercer proceso, a partir de 1987, se da con «la internacionali­zación del conflicto armado, con la consecuente intervención norteamericana. Como resultado de la ruptura de la negociación con el ELN, se incrementaron los enfrentamientos entre diversos actores generando una agudización del conflicto armado, producto de lo cual se inicia la ejecución de una política guerrerista que originó un proceso desplazamiento masivo de la población por parte de la guerri­lla y de los paramilitares, y que cobro millones de víctimas» (Sandoval, 2001, p. 345).

El reordenamiento del espacio y los conflictos territoriales Desde la década de 1960 el altiplano se dinamiza a partir de una serie de procesos económicos, políticos y sociales que vuelven estratégico el territorio. Mientras el desplazamiento sigue siendo uno de los factores que estructuran la región y el país, se desarrolla la fase de metropolización de la ciudad 8

En: Planes geoestratégicos, desplazamientos y migraciones forzadas en el área del proyecto de desarrollo e integración de mesoamérica. Sandoval (2001).

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capital, proyección de la ciudad región y urbanización de las regiones, según el modelo citado para la comprensión del territorio más allá de sus fronteras administrativas. Esta frase se refiere a cómo la dinamización de las regiones tiene como principal característica la ampliación y extensión de la red urbana de servicios que revaloriza, resignifica y reposiciona geoestratégicamente los territorios hasta ahora periféricos y no contemplados en la planeación del desarrollo, pensada desde los «centros» de poder hacia afuera. Muestra de esto es la creación en 1984 de CORNARE, quien se encarga de ordenar el territorio para su gestión, lo que obedece más a una reinvención del territorio a partir de los estándares de ordenamiento territorial internacionales que dividen el espacio por sus características físicas y ambientales para su aprovechamiento económico. Se dice entonces que la región del oriente antioqueño está integrada por 23 municipios, agrupados a su vez en cuatro zonas:

Zonas de embalses

Alejandría, Concepción, El Peñol, Guatapé, San Rafael, Granada y San Carlos.

Zona de altiplanos

está dotada de grandes complejos industriales, el Aeropuerto Iinternacional José María Córdoba y los municipios de Carmen de Viboral, El retiro, El santuario, Guarne, La Ceja, La unión, Marinilla, Rionegro y San Vicente.

Zona de páramo

comunica a Antioquia con el Magdalena Medio y el Cauca, lo que constituye a esta región en un corredor estratégico para los grupos armados en municipios como Abejorral, Argelia, Nariño y Sonsón.

Zona de bosques

zona influenciada por la dinámica de la autopista Medellín-Bogotá, con municipios como Cocorná, San Francisco y San Luis.


Resistencias de la memoria: los procesos en el oriente antioqueño

En términos socio-económicos encontramos que existe:

Una periferia económicamente muy precaria Economía campesina menos precaria

en Nariño, Argelia, San Francisco, San Luís, Cocorná, Granada y Alejandría. en San Carlos, San Rafael, El Peñol, El Retiro, Abejorral, La Unión, Guarne, San Vicente y El Carmen de Viboral.

Núcleo de Campesinado intermedio

en Sonsón, hoy un tanto relegado pero que mantiene parcialmente la importancia que tuvo parta la configuración de la región en los siglos XIX y XX.

Zona industrializada

y urbanizada de Rionegro, Marinilla, La Ceja y Santuario.

Este desarrollo desigual del oriente antioqueño, en esta fase de proyección de la ciudad a la región, ha estado atravesado por algunas tradiciones de lucha o resistencias civiles ante los cambios que se presentaban con la llegada de los proyectos de infraestructura. «Un pueblo en lucha: el oriente antioqueño, primer y segundo paro cívico regional» es un ejemplo claro de ello. Entre 1981 y 1982, se conformó el movimiento cívico de oriente en respuesta a las instalaciones que generaron las decisiones que tomó la electrificadora de Antioquia sobre las tarifas y los proyectos hidroeléctricos. En asamblea popular llevada a cabo en el teatro parroquial de Marinilla, se presentaron las demandas y se creó la junta cívica central que decidió no pagar las cuentas de tarifas desproporcionadas, y crear una comisión de reconexión para quienes fueran desconectados del servicio. «Los líderes del movimiento cívico fueron objeto de persecución política al amparo del estatuto de seguridad del Gobierno de Turbay Ayala y luego puestos en libertad al derogarse el mismo» (Sánchez, 2009, p. 67).

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Mapa 3. El oriente antioqueño y los megaproyectos.

Tomado de: García, Clara Inés (2007, p. 138). Conflicto, discursos y reconfiguración regional. El oriente antioqueño: de la Violencia de los cincuenta al Laboratorio de Paz. mapa Redigitalizado por: Camilo Alvarez y Laura Gonzales.


Resistencias de la memoria: los procesos en el oriente antioqueño

Las iniciativas El Museo Histórico de El Peñol «En 1996 finalizaron las investigaciones del programa de recuperación de la memoria cultural y fue entonces cuando se creó este museo con la misión de generar nuevos procesos sociales desde la dinamización cultural.»9 El Peñol es el primer espacio dedicado a la memoria en el oriente antioqueño. En la nueva cabecera municipal se desarrolló, años después de la reubicación de la población, el Museo Histórico como una iniciativa de conservar y reactivar la memoria del traslado del pueblo a partir de formatos artísticos para contar su historia a los habitantes, visitantes y futuras generaciones. La historia contemporánea de El Peñol y del oriente en general puede entenderse aproximadamente desde la década de 1960, cuando fue comunicado a la población y a sus líderes la decisión gubernamental de construir en este territorio una hidroeléctrica, que implicaba el traslado de la cabecera municipal por causa de lo que, para el momento, fue uno de los proyectos hidroeléctricos más grandes de Latinoamérica, en el contexto de la crisis energética prevista por los topes que alcanzaba el petróleo. Mientras tanto, las hidroeléctricas en Colombia encontraban cabida en el territorio tras la reforma a la Constitución en 1968 que dispuso: Artículo 6°. El artículo 32 de la Constitución Nacional quedará así: Se garantiza la libertad de empresa y la iniciativa privada dentro de los límites del bien común, pero la dirección general de la economía estará a cargo del Estado. Este intervendrá, por mandato de la ley, en la producción, distribución, utilización y consumo de los bienes y en los servicios públicos y privados, para racionalizar y planificar la economía a fin de lograr el desarrollo integral. Intervendrá también el Estado, por mandato de la ley, para dar pleno empleo a los recursos humanos y naturales, dentro de una política de ingresos y salarios, conforme a la cual el desarrollo económico tenga como objetivo principal la justicia social y el mejoramiento armónico e integrado de la comunidad, y de las clases proletarias en particular. 9

http://elpenol-antioquia.gov.co/apc-aa-fil es/31656361663335396231626434653439/Museo_Pe_ol.pdf

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Este marco legal prioriza el bien común para las empresas e iniciativas privadas sobre el bien común de la población del Peñol, quien basó su posterior lucha en la reubicación de la cabecera y la inclusión integral tanto de los pobladores urbanos como rurales. Buscaban que las Empresas Públicas de Medellín cumplieran no solo con la reubicación, sino con el Contrato Maestro donde la empresa asumía el compromiso de resarcir los efectos negativos de la represa para los pobladores. Las diferentes interpretaciones del contrato desde ambas partes llevaron a un largo enfrentamiento donde se mezclaron acciones contundentes por parte de la administración regional10 y la organización de los pobladores que exigían el cumplimiento del contrato. El nivel de cohesión social alcanzado por la comunidad en cuanto la exigencia de sus derechos permitió un nivel de organización que alcanzó la alcaldía municipal en 19861990, con el surgimiento y consolidación del Movimiento Político Alternativo Acción Peñolita, donde además su Museo Histórico continúa siendo un referente en la región por ser pionero y lograr un acumulado de experiencias frente al significado de lo que es un museo anclado al territorio.

San Carlos y Granada: Memoria de las víctimas de los conflictos territoriales y armados Hasta ahora se ha tratado de propiciar una reflexión sobre las realidades históricas que dan explicación a los desarrollos desiguales del oriente antioqueño, partiendo del cómo han sido incorporados al imaginario regional por sus riquezas ambientales e hídricas para el abastecimiento de resto del territorio y por la marginalización sufrida con el conflicto armado, configurándose como «sitios de guerra» a donde nadie iba, sino más bien todos salían. Pueblos y caseríos han quedado en medio de la confrontación, donde los crímenes más comunes han sido el reclutamiento forzado, los asesinatos selectivos, las masacres, las tomas armadas a los municipios, las minas antipersona, el desplazamiento forzado y otros tipos de violencias más sutiles como la violencia simbólica, que se evidencia en las amenazas constantes, las intimidaciones y la profanación de símbolos religiosos (Sánchez, 2009, p. 66). 10

Compra de predios y no reubicación, exclusión de la nueva cabecera de los solteros, dinamización de la torre de la iglesia como violencia simbólica, entre otros.


Resistencias de la memoria: los procesos en el oriente antioqueño

Las condiciones en que gran parte de los pobladores rurales y urbanos de estos dos municipios se han vuelto sujetos de derecho por ser víctimas implica también comprender un estado anterior de desconocimiento sistemático de su ciudadanía, pues antes de ser reconocidos oficialmente como víctimas por haber perdido familiares o allegados eran ciudadanos encerrados en campos de confrontación de intereses más ajenos que propios. Una de las principales dificultades con que cuenta la Ley de Justicia y Paz, como lo manifiesta en su preocupación Gonzalo Sánchez desde su labor de historiador en la CNRR, es «que la reconstrucción sea parcial y no total obedece a ciertos despropósitos en la reconstrucción de ese pasado: demostrar que un error dio lugar a una injusticia no implica denunciarla ni establecer quién la cometió ni por qué la cometió. La singularidad del hecho que se reconstruye no apunta al reconocimiento público de la injusticia cometida y por ello no procura identificar la sistematicidad del hecho ni reivindicar la responsabilidad criminal que implica» (Sánchez, 2009, p. 89). Sin embargo, las comunidades afectadas han manifestado la imposibilidad de clasificar a las víctimas de uno u otro grupo, ya que en últimas lo que cohesiona a las personas es el dolor de la pérdida, no es el victimario lo que los une o identifica, entienden las causas y condiciones sociales que han llevado la guerra hasta estas instancias. Ambos municipios han desarrollado iniciativas de reconstrucción de la memoria por medio de las denuncias, las exhumaciones de cuerpos y los programas y organizaciones que han permitido unificar los testimonios. En San Carlos la presencia del CARE —Centro de Acercamiento para la Reconciliación y la Reparación— y en Granada ASOVIDA — Asociación de Víctimas de Granada— abanderan hoy procesos de reconstrucción de la memoria desde una perspectiva que implica una dimensión pedagógica para el aprendizaje social de la historia más reciente. En la década de 1980 los proyectos modernizadores de la fase denominada metropolización de la ciudad capital, proyección de la ciudad región y urbanización de las regiones fueron el Embalse de Guatapé y El Peñol y la carretera Medellín-Bogotá, además del aeropuerto, acompañados paralelamente de la ampliación del margen de influencia de los grupos guerrilleros de las FARC y el ELN, quienes encontraron más simpatizantes en la insatisfacción generalizada por las obras de infraestructura (Sánchez, 2009, p. 68). A mediados de esta misma década llegan grupos paramilitares provenientes del

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Magdalena Medio para iniciar una guerra antisubversiva acompañada también por la instalación de dos batallones del ejército. Estas instalaciones y reubicaciones estratégicas de capitales privados y públicos, de los distintos grupos armados y en el medio la población civil, ocasionó asesinatos y hostigamientos constantes a los líderes comunitarios y el desplazamiento de gran parte de la población. A pesar de este contexto hostil, la tradición de lucha cívica de la región explica por qué se van gestando organizaciones comunitarias que hoy dan vida a los espacios de la memoria. Muchas de las organizaciones de víctimas actuales de la región han tenido su punto de origen en organizaciones de mujeres. En 1994 nace AMOR —Asociación de Mujeres del Oriente Antioqueño—, principalmente en el municipio de El Peñol a causa de las obras hidroeléctricas, se extendió luego a San Carlos y San Rafael con problemáticas similares y posteriormente integró mujeres de los 23 municipios que conforman la subregión. Más tarde, en 1999, la ONG Conciudadanía inició proyectos de formación política para la participación de las mujeres en la gestión pública. Para el año 2003 se sumó el CINEP con proyectos de capacitación para la prestación de auxilios emocionales a otras víctimas. Todo el proceso de formación encaminado por medio de trabajos y talleres para la reparación emocional de las victimas gira alrededor de la reconstrucción de la memoria y su finalidad es promover espacios que representen lo vivido con una consigna política que apuesta a que nunca más se repitan los sucesos de violencia y desarraigo. «Si no hay memoria, si no hay con qué comprobar de que sí sucedió estamos arriesgando a que eso se repita, entonces esto es como un acto de resistencia donde estamos unos a otros, apostando, apoyando para que no vuelva a repetir (sic)» (Carrizosa, 2011).11

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Testimonio integrante de la Asociación de Víctimas de Granada — Asovida—.


Resistencias de la memoria: los procesos en el oriente antioqueño

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Cambio climático y sus efectos en los nevados colombianos Wilson Andrés Velásquez Hurtado1

Resumen El cambio climático en Colombia tiene unas implicaciones muy grandes por tratarse de un país localizado en el trópico y tener una gran diversidad de ecosistemas. Este fenómeno se ha acrecentado durante los últimos 100 años, afectando en los distintos aspectos a estos biomas y lugares característicos de la geografía nacional. El tema de los nevados en el país no es ajeno a este fenómeno. Existe una gran relación entre el cambio climático y el retroceso de los glaciares en el país. En el presente artículo se tendrá en cuenta, en primer lugar, la definición de cambio climático, que entre otros tiene varias expresiones, como por ejemplo la expuesta por el IPCC (Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático) como los cambios en el clima, naturales y los provocados por la acción humana (Wilches, 2009, p. 38). A partir de este concepto, se plantearán las causas de este mismo fenómeno desde el punto de vista antrópico, prin-

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Geógrafo, Universidad Nacional de Colombia, Contacto: wavelasquezh@unal.edu.co Recepción de artículo en calidad de estudiante.


Cambio climático y sus efectos en los nevados colombianos

cipalmente la sobreexplotación de hidrocarburos. Luego de abordar estas definiciones se hará una exposición sobre los nevados del país, una breve historia de las masas glaciares que existían en el país hace 8 000 años cuando la temperatura del planeta comenzó a ascender. Se mostrará entonces los nevados y sus extensiones actuales, para finalizar con los efectos del cambio climático sobre los sistemas glaciares o los nevados en nuestro país.

Cambio climático Distintas definiciones se han planteado al concepto de cambio climático. Investigadores y científicos hablan de calentamiento global relacionado con el incremento de la temperatura media del planeta, otros lo relacionan con cambios naturales, pero principalmente se han relacionado con los cambios en el medio atmosférico y en el clima en general producto primordialmente por la acción humana y la producción de bienes y servicios a partir de hidrocarburos. Instituciones gubernamentales tratan con cuidado este concepto: «organizaciones como el IPCC (Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático) siguen utilizando ese término, para referirse a los cambios naturales y a los provocados por acción humana» (Wilches, 2009, p. 38). El cambio climático global está estrechamente relacionado con el incremento en las temperaturas que se pueden relacionar con el actual periodo interglaciar, pero que debido a la intervención humana con la industria, ha acrecentado el equilibrio entre estos periodos. Durante el siglo XX se han producido los avances más grandes en industria y tecnología. Debido a esto, «entre 1960 y 1995, en el cual se identificaron aumentos en las temperaturas medias y mínimas del orden de 0,1 grados Celsius por año» (Barrera, 2010, p. 20), se ha incrementado la temperatura en la atmosfera planetaria durante este periodo de tiempo. En la Gráfica número 1 se puede observar las anomalías en grados centígrados que ha presentado la temperatura en la atmosfera

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Wilson Andrés Velásquez Hurtado

Gráfica No.1.

Variación de temperatura. Periodo: 1880-1996. Fuente: Portocarrero, 2009.

Como se puede observar en la gráfica, la variación en la temperatura durante el siglo XX y parte del XIX nos muestra el cambio climático que ha venido presentando la tierra. En el siguiente punto se comentan las principales causas que han producido este cambio climático.

Causas del cambio climático El actual cambio climático que estamos presenciando es causado principalmente por las acciones antrópicas que se han venido desarrollando desde hace ya más de un siglo, ante esto «el más reciente reporte del IPCC, numero IV, estableció con un 90% de certeza que las actividades humanas han causado el calentamiento global» (Barrera, 2010, p. 20). Queda claro que este reporte tiene una clara inclinación hacia el impacto ambiental que ha ocasionado la revolución industrial y los avances tecnológicos relacionados con la quema y producción de partículas de carbono derivadas de los hidrocarburos, aquí el efecto invernadero producto de «varios factores están influyendo para el incremento de los niveles de gas carbónico (CO2) en la atmosfera, lo cual tiene como consecuencia el incremento del efecto invernadero y, con él, el aumento de la temperatura promedio del planeta» (Wilches, 2009, p. 39). Entre estos factores está la producción de gases que intervienen en el efecto invernadero, principal-


Cambio climático y sus efectos en los nevados colombianos

mente el CO2 que proviene de la producción de los combustibles fósiles. Otro factor es el incremento del gas metano, que tiene unos efectos poderosos en el efecto invernadero y que se origina principalmente por la utilización de ganado vacuno, el cual procesa y arroja en el excremento unos altos índices de este elemento y el aumento de grandes zonas de botaderos de basura. Finalmente, la deforestación hace que menos plantas consuman mayor cantidad de dióxido de carbono. Estos elementos en exceso producen o incrementan la capacidad de la atmosfera para retener radiaciones calóricas en onda larga provenientes de la superficie terrestre y que aumentan la temperatura en la atmósfera.

Historia de los nevados en Colombia Durante la máxima expresión del último periodo glacial en Colombia existieron unas masas glaciales grandes en las partes más altas de las cordilleras colombianas. La extensión de los nevados en el país llegaba a la cota de los 3000 msnm, y esto daba lugar a unos volúmenes de nevados muy grandes. Como se puede observar en el mapa de la gráfica 2, estas principales masas glaciares se localizaban principalmente en las cordilleras central y oriental. Una gran masa glacial se extendía desde el departamento de Norte de Santander, hasta el sur del departamento de Boyacá, en lo que hoy queda del nevado de la Sierra Nevada del Cocuy. Otro gran glacial se extendía en lo que hoy es el páramo de Sumapaz, al oriente de la capital Bogotá. Las otras principales masas glaciales se ubicaban en la parte alta de la cordillera central al occidente del departamento del Huila, otros más pequeños pero diseminados en multitud, se localizaban en los departamentos de Cauca y Nariño, departamento que hoy día no tiene sino un solo nevado (Nevado del Huila). Otra importante masa glaciar existía en lo que hoy conocemos como la Sierra Nevada de Santa Marta. En la cordillera occidental se pueden apreciar algunas masas pequeñas al norte de este sistema montañoso.

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Gráfica No. 2.

Masas glaciares que existieron en el Pleniglacial hace 35 000 años. Fuente: Flórez, 1992.

Como se puede observar en el mapa anterior, tan solo quedan de todas estas masas glaciares seis nevados que se comentarán en el siguiente apartado. Pasando a un periodo más reciente, en el siglo XIX existían masas glaciares importantes en el país, pero que «los glaciares desaparecidos en el siglo pasado totalizaban hacia el año 1850 un área aproximada de 23.7 km2» (Euscategui, 2002, p. 58). Producto del comienzo del cambio climático, debido al incremento de la industria los nevados pasaron a ser 14 hacia la mitad del siglo XX. En la siguiente tabla se muestran los nevados que desaparecieron durante esta época y que seguirán aumentando


Cambio climático y sus efectos en los nevados colombianos

en la lista de los desaparecidos según vaya transcurriendo el tiempo y aumentando la temperatura del planeta. Como se puede observar los principales nevados que se fusionaron se localizaban en los departamentos del sur del país, principalmente en Cauca y Nariño, departamentos localizados más cerca de la línea del Ecuador.

Tabla No.1.

Glaciares colombianos desaparecidos en el pasado siglo. Fuente: Flórez, 1992.

Nevados en Colombia Actualmente en Colombia tenemos seis masas glaciares o nevados que son los remanentes de esas grandes extensiones de glaciares que existieron hace 35 000 años en el Pleniglacial, como se planteó en el punto anterior. Estos seis nevados se han estudiado hoy en día muy a fondo para mirar a través de ellos los cambios en el clima y los efectos que este tiene sobre estos sistemas. Estos nevados son: Sierra Nevada de Santa Marta, Volcán Nevado del Ruiz, Volcán Nevado de Santa Isabel, Volcán Nevado del Tolima, Volcán Nevado del Huila y Sierra Nevada del Cocuy (Euscategui, 2002, p. 59). El nevado más extenso es el de la Sierra Nevada del Cocuy con 17 km2, le sigue el Nevado del Ruiz con 8,5 km2, el Nevado del Huila 8 km2, la Sierra Nevada de Santa Marta con 6 km2, el Nevado de Santa Isabel y el Nevado del Tolima con 4 y 2 km2 respectivamente. Dos de ellos, Santa Marta y Cocuy, son Sierras Nevadas, siendo los demás conos volcánicos. A continuación las extensiones totales de estos nevados:

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«Utilizando imágenes satelitales, actualizamos los datos de retroceso de las seis formaciones glaciares restantes tropicales de Colombia, para el periodo 1987-2007. Los análisis técnicos detallados permiten estimar que la tarifa de encogimiento de todos los glaciares se incremento desde el 2000, haciendo que su área disminuyera de 60 km2 en 2002 y 55,4 km2 en 2003, a menos de 45 km2 en 2007» (Barrera, 2010, p. 20). Como se puede observar los nevados han perdido en tan solo cinco años un total de 15 km2, cifra inquietante que pone en incertidumbre el futuro de los nevados en nuestro país. Estos nevados son lugares únicos no solo para los colombianos, sino para la humanidad, por tratarse de masas glaciares localizadas en latitudes tropicales, son ecosistemas únicos de exuberante belleza paisajista, natural, turística, como reserva del recurso hídrico para las poblaciones, lugares sagrados para comunidades indígenas y en espera de que futuras generaciones puedan disfrutar, conocer y admirar estos sistemas.

Efectos del cambio climático en los glaciares colombianos El principal efecto que tiene el actual cambio climático sobre los glaciares en el país es el retroceso o deshielo de los mismos. Existe una estrecha relación entre la fusión glaciar y la variabilidad climática, el Instituto de Estudios Ambientales (IDEAM), argumenta: «Los primeros análisis realizados por el IDEAM en cuanto a la determinación de la influencia del clima en la disminución glaciar demostraron señales de la relación existente» (Ceballos, 2003, p. 6). Es de suponer que el aumento de la temperatura vinculada al cambio climático tiene una influencia directa sobre el retroceso de las masas glaciares en Colombia, y principalmente por tratarse de un país tropical, la radiación solar es directamente proporcional sobre la superficie y los lugares altos de las cordilleras colombianas reciben un alto porcentaje de temperatura o de radiación. «Como es bien conocido, la temperatura global del medio ambiente se viene incrementando en forma permanente de acuerdo a las estadísticas de los años pasados y a las predicciones que se tienen para los próximos 100 años, lo que ha venido a denominarse como Calentamiento Global. Consiguientemente, esta elevación de la temperatura del medio ambiente es el principal factor que está interviniendo en el proceso de desglaciación global y principalmente en el trópico» (Portocarrero, 2009, p. 4). El cambio climático se


Cambio climático y sus efectos en los nevados colombianos

puede caracterizar, analizar, identificar, entre otros procesos que a partir del deshielo glaciar se pueden realizar los distintos análisis al cambio climático: «La fidelidad con la que registran los ciclos de la temperatura, humedad relativa, precipitaciones y otros indicadores del clima local hace de los glaciares excelentes laboratorios para estudiar el cambio climático» (Barrera, 2010, Pág. 20). Ante esto existe una gran incertidumbre sobre el futuro de los nevados en nuestro país, está ante el inevitable calentamiento del planeta, una inminente desaparición total de los todos los nevados del país, aunque las predicciones de desaparición de los nevados se hacían para el año 2100, esto se ha disminuido para la próxima década «la cifra media de retroceso de los glaciares en el país alcanza 3,0 km2 al año […] a tal paso todos los glaciares colombianos desaparecerán alrededor del año 2022» (Barrera, 2010, p. 20). Gráfica No. 3.

Retroceso del Glaciar Nevado del Cocuy Periodo 19862007. Fuente: Wilson Velásquez, 2009.

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Otro efecto del cambio climático sobre los glaciares lo hace indirectamente relacionado con los pisos altitudinales o pisos térmicos. El piso térmico páramo aumenta su nivel altitudinal a medida que la temperatura crece, haciendo que se acelere el deshielo por cuenta del progresivo avance del páramo sobre el glaciar y la intervención humana que se realiza en él. «Como respuesta a los cambios climáticos globales, los pisos bioclimáticos cambian de posición altitudinal en función de las variaciones térmicas. De acuerdo con la información manejada e interpretada en este trabajo, se mostró que los páramos y los glaciares son eslabones que aumentan o disminuyen su extensión según los cambios térmicos atmosféricos a la manera de una cadena» (Flórez, 1998, p. 9). Queda claro que el principal efecto que tiene el cambio climático sobre los glaciares colombianos es, en sí, su misma desaparición, que al momento de retroceder o fusionar un glaciar no hay tiempo de rápida respuesta de este mismo sistema. Queda la incertidumbre de si este acelerado proceso de deshielo continuará en las próximas décadas, terminando con uno de los paisajes, ecosistemas y/o estructuras físicas del planeta más importantes en nuestro país.

Conclusiones En cuanto al cambio climático queda claro que el planeta está pasando por una etapa de variabilidad climática, un aumento progresivo de la temperatura, ya sea por causas naturales o antrópicas el clima de la tierra está cambiando y no es un sistema fijo o de inquietud alguna, el clima varia y lo ha hecho desde la misma creación del planeta, y nos toco ahora a nosotros enfrentarlo y adaptarnos a ello. Hay que concluir que las causas de este cambio climático han sido muy influenciadas por las actividades de la especie humana en relación con la sobreutilización de combustibles fósiles derivados de hidrocarburos, y que cada día aumenta las ppm de los contenidos de dióxido de carbono en la atmósfera terrestre. Los nevados en nuestro país tienen entonces una larga historia, que no han estado inmóviles, sino que tienen una gran dinámica. En Colombia, por tratarse de un país montañoso, se puede analizar el alcance que tuvieron nuestros glaciales hasta los 3000 msnm y que han desaparecido muchas extensiones y nevados quedando actualmente tan solo seis de todos ellos con una extensión total de 45 km2 de


Cambio climático y sus efectos en los nevados colombianos

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masa glacial. En cuanto a los efectos del cambio climático en los nevados colombianos, el retroceso glacial es el principal y mayor impacto que se puede evidenciar, y que nos deja unas observaciones muy desalentadoras en cuando a la existencia futura de los nevados en Colombia.

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Investigación en aula: la experiencia de trabajos con niños y niñas

Javier Enrique Aguilar Galindo1

Los niños y las niñas son base importante de la sociedad, sin embargo muchas de las investigaciones en geografía los deja de lado y no los ve como personas participativas, por ello investigo sobre los procesos de investigación dentro del aula, explicando cómo la metodología de la telaraña de los saberes y cartografía participativa permiten entender las vivencias y las experiencias de los niños y las niñas, para así fundamentar los procesos de enseñanza y cooperación entre el investigador y el investigado, siendo estas prácticas lúdicas y colaborativas. Claro que también dejo ver los problemas del uso de este tipo de metodologías, producto de los problemas sociales que se dan dentro de los cursos, así como el hecho de los conflictos que se encuentran en este proceso y que generan ruidos en la investigación, siendo necesario el uso de otro tipo de herramientas que permitan ver en su plenitud las experiencias y vivencias de los niños y las niñas.

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Geógrafo, Universidad Nacional de Colombia. Contacto: jeaguilarga@unal.edu.co Recepción de artículo en calidad de estudiante.


Investigación en aula: la experiencia de trabajos con niños y niñas

Es importante comprender que nos encontramos con niños y niñas cada vez más intuitivos. Por ello, es necesario comprender los cambios con respecto a lo que los niños y niñas necesitan dentro del aula, ya no solo son entes que se les llenará de conocimiento, sino que son personas que comprenden las realidades que se les presenta (Jurado, 2011) y aumenta en la medida en que ellos y ellas están inscritos en el mundo tecnológico: televisión, internet y radio. De esta forma, se observa que la geografía necesita establecer nuevos planteamientos sobre lo que los niños y niñas perciben, ya que ellos mismos tienen espacios diferenciales a las otras edades y que son parte de la cotidianidad de la gente, por ello la geografía de la infancia se convierte en ese vínculo y estudio de estos espacios; sin embargo, es necesario comprender que la geografía de la percepción también han tenido preocupaciones por establecer estos elementos de la ciudad como constructo social (Ortiz, 2007; Ortiz, Prats y Bailyna, 2011). Por lo tanto, existe una rama específica que se establece como puente para entender esos conocimientos infantiles y esos espacios, que llevan a generar escenarios de uso y participación activa en todo momento por parte de aquellos que edifican la ciudad. La geografía infantil se convierte en una herramienta para los investigadores que quieren hacer frente a este tipo de elementos constitutivos de la ciudad, pero es necesario que estos planteamientos se sustenten en Latinoamérica, pues aquí esta rama de la geografía aún está rezagada. Esta geografía infantil está enfocada en metodologías múltiples, ya que es necesario entender que no puede aplicarse una sola metodología para la investigación infantil (Ortiz, Prets y Baylina, 2011), claro que esta rama de la geografía busca también organizar los espacios a los que los niños y niñas ingresan de forma recurrente: los parques, los juegos de la ciudad, el hogar, el colegio, etc. Sin embargo, debo mencionar que la participación de estos espacios es diferencial y que, por lo tanto, el trato que se debe manejar en los diferentes espacios deberá enfocarse a esos espacios, tanto así que el paisaje, el territorio y el espacio es construido de diferentes formas que se sustentan en la forma de construcción del sujeto. La ciencia geográfica puede permitir al mismo tiempo generar espacios de participación activos. Entonces, no solo es el investigador que analiza los territorios que denominaré «infantiles», sino que a su vez promueve efectos palpables en la construcción de identidades territoriales y apropiaciones del territorio. De esta forma la geografía social tam-

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bién aporta a este tipo de estudios geográficos, como parte integral de la formación de los niños y niñas. Es así como la geografía se acerca a las personas y les ayuda a manejar los problemas, claro que este proceso da como resultado la geografía infantil (Ortiz, 2007), como rama esencial de los procesos de identidad territorial. También se debe tener en cuenta la importancia de la geografía escolar y los aportes en el estudio de la enseñanza en la aula, pero estos conocimientos, así como los componentes de sus estudios, dejan de lado en muchos aspectos los conocimientos locales y no demuestran una verdadera razón del conocimiento, sin embargo no se puede olvidar que esta geografía también trae entre sus líneas una forma de investigación que involucra tanto a los niños y niñas como a los maestros y maestras en las definiciones de los libros de estudio y las formas de ese estudio (Rodríguez, 2002; Fien, 1992). No obstante, en Colombia estos elementos parecen estar pendientes de una análisis más complejo que pueda generar un proceso de conocimiento que se aleje de la geografía académica y se centre en los problemas actuales colombianos (Montoya, 2003). Existe otra rama de la geografía que también trabaja con niños y niñas, no es solo una cuestión de la geografía infantil, pero sí es la más acertada a estos temas. Aun así el trabajo investigativo con niños de comunidades indígenas se hace desde la geografía de género, además de componentes de participación infantil femenina y masculina (Ortiz, Prats y Baylina, 2008, 2011). Estos componentes son importantes porque generan una visión más compleja de la investigación dentro del aula. El aula se convierte en un universo de posibilidades para la geografía, es solo el deber del investigador hacer un trabajo minucioso y poder afrontar las probabilidades de la realización del trabajo en la escuela. Aun así, los planteamientos que hago en este trabajo son desde la geografía de la percepción, ya que las representaciones que hacen los niños y niñas naces desde las visiones individuales que son modificadas (Amar, Angarita y Cabrera, 2003) poco a poco por los procesos de aprendizaje, dentro y fuera del aula. Es así como las representaciones infantiles están presentes desde los procesos cognitivos y que se sustentan en sus experiencias cotidianas, por tanto el territorio es el medio por el cual comienzan a hacer parte integral de la comunidad y que termina siendo una visión reduccionista de su mundo. Esta visión reduccionista a la que me refiero correspon-


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de a una percepción general del territorio (Estébanez, 1979), por lo que el niño y niña podrán hacer referencias sistemáticas de su entorno y hablar de un entorno más allá sin conocerlo. Un ejemplo sencillo es que el niño y la niña entienden que viven en una casa, que van a un colegio que está dentro de un barrio, que a su vez se inserta en un municipio o ciudad y en un departamento contenidos en un país de un continente del mundo, sin embargo solo conocerá su entorno cercano y en la medida que su percepción se lo permita tendrá nociones del otro entorno, proceso que es iniciado por el aprendizaje con su familia y que se aumenta con la educación impartida en las escuelas. Esto permite tener una visión compleja del territorio y que he podido complementar con las diferentes ramas de la geografía, encontrando medios de percepción y de acción en los procesos de aprendizaje dentro del aula y la investigación. Estos elementos permiten diferenciar una metodología generada a través de dos años que se consolida en prácticas específicas en territorios distantes de Colombia. Esta metodología consta de dos talleres específicos que desarrollaré a continuación:

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Telaraña de los saberes: entre el gusto y el disgusto

Este juego permitía a los estudiantes establecer acercamientos con el espacio, para ello se construía una telaraña con una madeja de lana, dejando que algunos niños y niñas fueran arañas y partiendo de la idea que la construcción se basaba en lo que más les gustaba de ese espacio, mientras que otros compañeros serían los insectos que come la araña y que atrapa con la telaraña, por ello deben decir cosas que no les gusta del espacio. Esta actividad permitía que los estudiantes se identificaran con los otros para así responder activamente a la actividad, buscando siempre la participación.

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Cartografía social: representaciones del espacio

Es necesario establecer que la cartografía social no es únicamente la de generar un conocimiento totalizador sino de hacer contactos entre los estudiantes y el investigador, por ello los procesos generados en el papel de los niño responde directamente a las representaciones e imaginarios

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que se tiene sobre el espacio (Amar, Angarita y Cabrera, 2003), por eso el dibujo es una herramienta que permite y acerca a la idea del espacio cotidiano (Ortiz, Prats y Baylina, 2011; Leal. 2010). En ese sentido no se buscaba generar un trabajo unitario sino establecer lineamientos que permitieran el entendimiento del territorio, dejando que los pequeños se expresaran libremente sobre este y que pudieran expresarse de forma conjunta, lo que permite que puedan aprender de los otros y que el investigador se nutra de esos conocimientos. Claro que estos procesos no deben desligarse de la cartografía, porque los dos talleres están inscritos dentro de la creación cartografía no convencional, esperando ayudar a los procesos pedagógicos dentro del aula.

Entre la fantasía y la verdad Es importante notar que aunque los niños entienden su realidad también tienen imaginarios que es necesario comprender (Amar, Angarita y Cabrera, 2003), por lo tanto las herramientas aquí mostradas, aunque complementarias, deben ser estudiadas dentro de los contextos, pues se necesitan otras técnicas investigativas de recolección de datos. En esa medida es importante que se realicen encuestas, entrevistas y etnografías (Ortiz, Prats y Baylina, 2011), que no se quede únicamente en la formulación de los resultados ni en la respuesta que ellos dan. Por ello la consecución del trabajo dentro del aula es la necesidad más importante en estos procesos investigativos. De esta forma, los procesos de investigación están sujetos a la creación de los imaginarios y las representaciones de los niños y niñas, que hemos potencializado a través de las dinámicas lúdicas y pedagógicas, pero es deber ir más allá y complementar esto con actividades que involucren un aprendizaje significativo, que sirva como un aporte al estudiante que entenderá el significado de esto, pero este paso es bastante complejo, puesto que es una puesta por el aprendizaje a través de los proyectos de investigación (Martínez, 2011). Los niños y niñas responden a los estímulos que les presenta el investigador, por lo tanto, ellos y ellas intentan responder a las inquietudes a la vez que modifican sus respuestas dependiendo de los contextos en los que se habitan, de esta forma la «verdad» que ellos colocan no es la propia, sino de aquellos que lo rodean, pues se desprende del colectivo social que está a su alrededor y que les ha enseñado cómo percibir.


Investigación en aula: la experiencia de trabajos con niños y niñas

De esta forma se ven respuestas paradójicas constantemente, mientras que algunos perciben elementos con gusto, otros hablan de ese mismo espacio en forma de disgusto y que pueden enmarcarse desde las topofilias y topofobias que genera el espacio (Tuan, 2007). Todas estas ambivalencias hacen que el trabajo investigativo también se lleve a otros espacios, que responda a caminar y andar los lugares que los pequeños perciben, pues de ello depende que se genere una noción más concreta con lo que ocurre en el lugar (Bosques et al., 1992). Estas apreciaciones contantes de lo que les gusta y lo que no parten de los imaginarios que se sostienen en la cotidianidad, en otras palabras, la realidad es compleja y dinámica en el territorio ameritando que a veces puedan generarse visiones no reales del territorio que responde a procesos dinámicos y de vivencias individuales siempre inherentes a la concepción de lo «real para mi». Sin embargo, no puede negarse la importancia que adquiere el espacio al que pertenecen esas fantasías y realidades, pues es parte de manera tangencial de lo palpable, de lo concreto, de lo propio (Amar, Angarita y Cabrera, 2003).

Experiencia con niños y niñas Me referiré al proceso en dos instituciones educativas distintas: el I.E.D Liceo Samario de la ciudad de Santa Marta, Colombia, y el I.E.D. Policarpa Salavarrieta del municipio de Toca, en Boyacá, Colombia. Estos dos estudios me permitieron configurar y entender las necesidades de establecer vínculos en la educación con otros medios de comunicación en el aula, que permitan explorar a los niños y generar preguntas e inquietudes en ellos. Por ello las dos prácticas son completamente diferentes, pero me permitieron establecer vínculos de los pequeños en torno a las problemáticas que se encerraban en la comunidad, así como los significados de esos espacios en sus vidas. De este modo en el Liceo Samario pregunté sobre la ciudad (costera), encontrando vínculos entre el mar, la ciudad y la diversión, mientras que para el Policarpa Salavarrieta se preguntó sobre la Embalse de La Copa en donde se vincula el embalse, lo rural y la naturaleza (elementos bióticos). Estas dos vinculaciones permitieron entender la configuración de las nociones de ciudad y de embalse desde la visión de aquellos quienes viven y sienten el territorio, encontrando que hay aproximaciones a la apropiación territorial (Vidal y Pol, 2005), generando de este modo una construcción insipiente

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de identidad territorial. Sin embargo, lo más importante es la técnica utilizada, ya que a partir de esta es que nace la investigación, por lo tanto es necesario ir más allá y establecer el cómo se realizó la investigación y los problemas de la misma, claro que ya comentamos las herramientas metodológicas que son propuestas para unas edades específicas, pues a partir de esas edades es que existen elementos claros que pueden consolidarse en propuestas pedagógicas claras. Pero la afiliación de estas actividades son tan solo meros ejemplos momentáneos en el espacio y que no han tenido una continuidad dentro del aula, lo que ha generado que el impacto propio de la investigación se quede únicamente en la producción de investigación in-situ y que no promueva un cambio social específico. Por ende, la propuesta metodológica, aunque puede ser interesante a la hora de realizarla, se queda únicamente en un mero ejercicio. Niños y niñas, procesos de percepción Teniendo en cuenta lo anterior puedo entrar a discutir los elementos encontrados en la investigación, y que se desprenden de dos experiencias en dos lugares diferentes. La primera es la experiencia con niños de tercero y cuarto de la escuela Policarpa Salavarrieta del municipio de Toca, Boyacá, en el segundo semestre del 2011. Aquí se investigó sobre cómo los pequeños percibían el embalse de La Copa. El segundo corresponde al Instituto Educativo Distrital Liceo Samario de la ciudad de Santa Marta en el primer semestre del 2012, en donde se indagó sobre las percepciones de ciudad costera. Los dos espacios son totalmente diferentes y por lo tanto las respuestas de las dos investigaciones son completamente diferentes, esto genera que los dos trabajos tengan similitudes teóricas, pero que los resultados cambien con respecto a la zona. El primero es un espacio rural y el segundo urbano; asimismo el clima, los componentes morfológicos, las dinámicas sociales y culturales son diferentes. Sin embargo, los procesos de los dos lugares mostraron claras similitudes en cuanto que los niños y niñas: 1. Reconocen su espacio claramente desde sus vivencias. 2. Hacen reflexiones de lo que les gusta de su espacio. 3. Analizan las problemáticas como hechos cotidianos a los que están sujetos. 4. Comprenden su territorio desde las visiones colectivas de la sociedad.


Investigación en aula: la experiencia de trabajos con niños y niñas

Estas similitudes hacen planteamientos de que ya existen elementos definidos sobre el espacio, que son asociados a ese único lugar, por lo tanto no son extranjeros en tierras extrañas, sino que son participantes de su espacio, entonces el siguiente paso es el más importante: ¿Cómo generar procesos que permitan vinculaciones y participaciones con el espacio en el que viven? Esta pregunta es necesaria, y por lo tanto los ejercicios aquí planteados son tan solo una evaluación que debe seguir a procesos pedagógicos y proyectos dentro del aula (Montoya, 2003; Jurado, 2010 y Martínez et al., 2011). Las percepciones son lo que nos lleva a la construcción del territorio, pero si no se generan procesos de participación se convierten únicamente en observadores de las realidades de lo que está a su alrededor, por lo tanto los espacios negados del territorio o que «no me gustan» son respuestas claras de aquello a lo que la gente no protege, es así como los procesos de percepción están unidos a las condiciones de lo cotidiano (Bosques et al., 1992 y Estébanez, 1979). Otro de los elementos que es necesario tener en cuenta es que se necesitan de unidades básicas cualitativas, entablar conversación constante en la realización de los talleres promueve una retroalimentación permanente entre el investigador y el investigado (Ortiz, Prats y Baylina, 2008; 2011). Estos elementos son de suma importancia pues conceden injerencia en los procesos teóricos que son modificables a partir de las nociones que los pequeños tienen de su territorio. Esto permite, además, configurar espacios dinámicos y continuos, construidos socialmente e inmersos en realidades continuas.

Comentarios finales El trabajo con niños y niñas se ha enfocado desde varias miradas que se han visto planteadas desde una nueva rama de la geografía: geografía infantil o geografía de la niñez (Ortiz, 2007), sin embargo los planteamientos aquí señalados han tomado como base fundamental la geografía de la percepción para entender el conocimiento que existe en el territorio (Bosques et al., 1992 y Estébanez, 1979) desde las visiones de quienes habitan el territorio a través del uso de cartografía social (Acselrad, 2010; Colombia, Ministerio de Medio Ambiente e Instituto Geográfico Agustín Codazzi, 1999; Cobert, 2009) y proyectos dentro del aula (Martínez et al., 2011). Esto sin desestimar la geografía de género, geografía social y geografía escolar como ramas que ayudan al pensamiento de procesos investigativos dentro del aula.

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Aun así es necesario comprender que los niños y las niñas viven dentro de un marco contextual muy diferente en el que viven sus padres, que da como resultado apreciaciones modificadas en todo momento por los procesos perceptivos y cognitivos del sujeto. Esto se entiende mejor desde los procesos de apropiación territorial y de la consecución de los ejercicios investigativos, que terminan siendo solo un ejercicio meramente unidireccional ya que no hay continuidad de los ejercicios. Por lo tanto, estos ejercicios han generado una introspección, un análisis sobre el cómo, el cuando y el a quién podemos llegar con este tipo de metodologías, más en un país con grandes fallas pedagógicas y en lineamientos de enseñanza de la geografía (Montoya, 2003). La práctica de los procesos investigativos ha permitido entender las visiones de los niños y niñas, teniendo ideas claras sobre el espacio en el que habitan. Esas ideas claras, son nociones que dependen del gusto sobre los espacios, sobre lo que se conoce y se explora, permitiendo integrarlas a procesos consensuados y a miradas criticas siempre presentes y que no pueden dejarse de lado. Por ello, es una invitación a generar espacios de discusión sobre la investigación en el aula; desde diferentes teorías geográficas, permitiendo conocer un mundo inexplorado y lleno de posibilidades para los geógrafos.

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Faro de Alejandría Se terminó de imprimir en las instalaciones de GRACOM Gráficas Comerciales, Ubicada en la Ciudad de Bogotá, Colombia, en la Carrera 69K N° 70-76, en el mes de febrero de 2014. El tiraje es de 300 ejemplares en papel Ivory de 90 gramos. Las fuentes utilizadas: Swift, Ubuntu.




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