Esta publicación, que a partir del 2011 ha adoptado una frecuencia bimensual, se ha propuesto desde su inicio llegar a un diverso público, cuyo creciente interés y demanda nos ha impulsado a mantener y elevar su contenido y su calidad gráfica. En esta edición, además de la valiosa contribución de destacados colaboradores continuos, recibimos el aporte de otros escritores, periodistas, gestores culturales y organizaciones sociales que la enriquecen con sus trabajos. De esta manera, Jiwaki continúa siendo una publicación abierta a diversas expresiones que son parte del panorama temático de las culturas a la altura de la intensa y variada producción cultural de nuestra ciudad. En este número presentamos artículos referidos a los 186 años del Colegio San Simón de Ayacucho, la historia de la Casa de Cultura Franz Tamayo, el aporte cultural de Jacobo Libermann, los primeros sindicatos del transporte urbano, la poética de Soledad Quiroga, la visión de país del notable Nicomedes Suárez a partir de la amnesia, así como una reseña sobre el centro histórico de la ciudad, entre otros temas de interés. Agradecemos a nuestros lectores, de distintas edades, sectores y preferencias, por su constante interés y receptividad, a quienes está dirigida esta producción realizada por el equipo de comunicación de esta Oficialía.
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Llegamos a la publicación Nº 40 de la Revista Cultural Jiwaki, que desde el año 2008 ha ido entregando mensualmente la Oficialía Mayor de Culturas con el propósito de difundir temas relacionados a la cultura paceña, a los personajes de las artes y el pensamiento nacional, la historia y los recuerdos de nuestra ciudad así como a las expresiones literarias y plásticas así como distintas manifestaciones contemporáneas.
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Walter Gómez Méndez Oficial Mayor de Culturas
fotografĂa: archivo Diccionario Cultural Boliviano
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guardados de sus depósitos. Entre esos libros estaban, intactos, los 22 volúmenes producto de la “ociosidad hacendosa” de los escribanos de Loén del siglo XVI y, para mayor fortuna del hallazgo, un volumen complementario debido a un “incorregible diarista” que da cuenta de por qué y cómo fueron escritos. Estos escribanos –según las Relaciones y comentarios de Gonzalo Mendoza de Arroyos (1538-1600), un cronista contemporáneo a los hechos– tenían como tarea la trascripción de las crónicas históricas de la región de Loén que les eran dictadas por su Oficial Mayor Abelardo Núñez de Arce. Éste se ausentó a España en vista oficial. Su ausencia, sin embargo, se prolongó varios años porque habiendo naufragado en el mar Caribe fue esclavizado por los aborígenes de una isla. Durante su ausencia, los escribanos, sin la dirección de su Oficial Mayor y ante la ausencia de material para su oficio, cayeron en el pasatiempo de crear juegos lingüísticos que después compilaron bajo el título de Altas cosas.
Hacia 1965, Nicomedes Suárez Araúz (Santa Ana, Beni, 1946), en un lugar perdido –nunca el vocablo fue más preciso– de la Amazonía boliviana, fue testigo de la exhumación de un inquietante hallazgo. Al excavar los cimientos de la primera iglesia de Loén, tal el nombre del perdido lugar, para reforzarlos, se tropezó con una canoa de madera incorruptible cubierta con una lámina metálica. El objeto (bastaría “olvidar” la “b” para que la “barca” se convierta en “arca”) había sido enterrado para proteger, durante las represalias indígenas, las reliquias de la iglesia y libros
El diarista menciona algunos de los procedimientos utilizados por los escribas en sus juegos lingüísticos: utilizar en sus escritos sólo partes individuales de la oración, verbigracia sólo artículos o sólo sustantivos; escribir sólo el verso final de supuestos poemas después de haber imaginado todo el poema; redactar un escrito o componer un poema y a su lado otro con los precisos antónimos de las palabras del primero; ingeniar escritos en que el dicho y el hecho en la lectura fueran el mismo acto... Para satisfacción del curioso lector, estos textos, que los escribanos titularon Komas o Cartas a la amnesia, están transcritos, a su vez, por Nicomedes Suárez Araúz en sus libros titulados Cartas a la Amnesia y Los escribanos de Loén. Más allá de esta historia apócrifa está su metáfora. Esos escribas, sin la versión europea que les era dictada por su Oficial Mayor quedaron librados a su propia invención. Esto quiere decir, como lo ha hecho notar José
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Manuel Rodeiro, que la literatura de América –y también su historia– nace en los intersticios de la memoria o sea, fundamentalmente, del olvido. Ante el vacío, la imaginación –“como un actor sin guión” diría Suárez– se libera. “América –otra vez Suárez- es la tierra abierta a la invención irrestricta porque no está circunscrita a un pasado omnipresente, inamovible”. Renan, uno de los autores frecuentados por Suárez, se preguntó en un arrebato de alto romanticismo ¿Qué es una nación? para concluir que los fundamentos de una nación están en el olvido de los hechos históricos. Simétricamente, Suárez se pregunta “¿Qué es ser boliviano?”. Y, borgianamente, responde: “Es un acto de voluntariedad”. Y sigue: “Es creer que existe en el espacio y en el tiempo una entidad geopolítica que se llama Bolivia. Más aún, es creer en la mitología que esconde al pasado, es vivir en los intersticios del tiempo, en la intrahistoria perdida, en la amnesia”. Estas ideas pueden redondearse con otra apreciación de Rodeiro: “Latinoamérica no es Indoamérica, no es Europa, no es África, es una carta a la amnesia, es su propia respuesta”. Así, el olvido, la amnesia, pierde su connotación negativa y se convierte en un principio activo. Es más, se convierte en el único espacio posible de la memoria y, por lo tanto, de la escritura. “Mi nostalgia creó mi mundo poético –ha dicho más de una vez Suárez–. Soy simplemente un hijo de Loén, un boliviano de la Amazonía, un mojeño, un movima”. Y como tal, se podría añadir, “condenado” a inventar cada palabra y cada fragmento de la historia. Como pocas, la obra de este poeta movima, es toda una literatura, en el sentido en que en ella se entraman la invención, la reflexión y la investigación. Los límites de estas vertientes de su escritura no son precisos o, mejor, no pueden ser precisos: la invención, la reflexión y la investigación discurren intercambiando sus aguas, como el propio río Amazonas, metáfora profunda y siempre en desplazamiento que está en el fondo de todas sus palabras e imágenes.
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En las fabulaciones de los escribas de Loén, en sus poemas, hay una deconstrucción del lenguaje. Esto libera a los textos de Suárez de toda nostalgia –aunque íntimamente provengan de ésta– o supuesta inocencia –trampa fatal de los devotos del Mundo Nuevo– y los inscribe en una esfera de crítica modernidad. Los Komas o las Cartas a la amnesia –así llaman los escribas a sus textos– no son meros juegos del lenguaje, y por ello no deberían ser leídos fácilmente en la esfera de algún vanguardismo. Koma proviene del griego Komma que significa trozo o parte de un período, es decir, modernamente, fragmento. Estos poemas son, entonces, fragmentos de olvido. “Quebrantar la coherencia narrativa –dice Suárez en uno de sus escritos– es entrar en lo no-histórico, es entrar al vacío memorístico o, por lo menos, en convulsos planos temporales y espaciales”. Por otro lado, en castellano, la coma es un signo ortográfico, una división de la oración, una pausa; pero más allá de su funcionalidad, una coma es una grieta, un intersticio del lenguaje por el que puede filtrarse el sentido. Así, el lenguaje, y con él la representación, pierden su pretendida monolítica unidad, su cualidad de cosa dada y hecha. “El arte –dice Suárez– es un mensaje cuyas preguntas y respuestas están completamente mezcladas”. Finalmente, el coma, esta vez como nombre masculino, significa “el estado fisiológico de inconciencia que en su aparente vacuidad total evoca un estado extático”. (No habría que olvidar, sobre este último asunto, que los surrealistas querían, apelando precisamente a un estado de inconciencia, penetrar en una realidad más real). Por este camino, por una exploración radical de la materialidad del lenguaje, era inevitable que el arte de la amnesia –ese es el nombre del quehacer de Suárez– derivara a la exploración del grafismo y de ahí a las artes plásticas. El trazo, primero, y la escritura después son, finalmente, los modos que el hombre se ha provisto para materializar la
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memoria. Desmontarlos es abrir las brechas para acceder al olvido. El texto que se presenta en las páginas siguientes es la Introducción, precisamente, al libro que Suárez dedica a la exploración de la amnesia en las artes plásticas, Amnesis Art. The Art of the Lost Objet. Dos cuestiones pueden mencionarse para acabar de señalar a este volumen. Por un lado, este libro es una evidencia de la “convocatoria” de la teoría de Suárez. El arte de la amnesia ha convocado o ha provocado un círculo en torno a él: artistas de distinta procedencia se han sentido identificados con las ideas de Suárez o han encontrado en ellas motivos para sus obras. Esas obras son parte de la materia que estudia este libro. Por el otro, es una ventana a la propia obra plástica de Suárez, que como los objetos de Tlön, en la fabulación de Borges, comienzan –“olvidándose” del nombre de su creador– a invadir la realidad. Nicomedes Suárez Araúz es poeta, narrador, crítico, teórico de las artes y artista plástico. A sus once años salió por primera vez de la Amazonía. “Ser analfabeto hasta los once años es vivir con la sustancia de la naturaleza calada en los huesos del alma. ¿Por qué? Porque no sentía a la naturaleza como algo
ajeno, no la veía a través de un vidrio ahumado o un derruido espejo de palabras. No. Experimentaba su flujo como algo viviente y presente en su fluir”, dijo en una entrevista de 1973. Estudió en la Argentina, Inglaterra y Estados Unidos. En 1976 se doctoró en Literatura Comparada en la Universidad de Ohio. Es profesor en la Universidad Smith de Massachussets. Es fundador y codirector del Center for Amazonian Literature and Culture y de su revista Amazonian Literary Review. Entre sus libros de poemas figuran Los escribanos de Loén (1974), Cartas a la Amnesia (1974) Caballos al anochecer (1977), Cinco poetas amazónicos (1995) y Recetario amazónico. El Fondo Editorial del Gobierno Municipal de Santa Cruz de la Sierra ha publicado en 1997: Loén: Amazonía-Amnesis-América, una antología de su poesía con una esclarecedora Introducción de José Manuel Rodeiro. Editorial La Hoguera también de Santa Cruz en 2010 ha puesto a disposición del público Loén: Un mundo amazónico olvidado. Antología de la obra loeniana y la estética Amnesis, selección y edición de Kristine Marie Cummings de Suárez.
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HIDRONIMIAS DE LA PAZ
LOS NOMBRES DE
LOS RÍOS PACEÑOS
Y ALGO DE SU HISTORIA.
Los ríos que se trenzan a lo largo y debajo de nuestra ciudad llegan a tres centenares innumerables. En su curso se instalaron poblaciones, lavaderos de oro y chacras de diversos cultivos. Tras la fundación de La Paz sirvieron como límite entre los barrios de indios y de españoles. Según el libro “Los nombres de Chuquiago”, editado por el municipio paceño, los barrios se organizaron a partir de los espacios creados por estas torrentes. Hasta principios del siglo anterior, La Paz estaba cruzada de puentes. En la cosmovisión andina, el significado ri-
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tual de las corrientes no tuvo la fuerza de los cerros y alturas, al contrario, fueron los manantiales o puquios, las encrucijadas de ríos y caídas de agua, las de mayor relevancia. Deteniéndonos en los nombres de estas corrientes hídricas, se puede establecer que la hidronomia (o nombres de los ríos) sigue siendo fundamentalmente aymara, y que dichos nombres representan o describen conceptos jerárquicos tradicionales y significados mágico-religiosos, como se aprecia en estos ejemplos:
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Río Chuquiapu Atraviesa la ciudad de norte a sur. Se trata de un léxico aymara que dio el nombre a la ciudad y una de las pocas de América Latina que mantiene su toponimia e hidronimia. ChuquiapuJawira Conocido también como Río Grande de La Paz, nace en los deshielos permanentes de las cumbres de Chacaltaya (Cordillera de Chukura). En su recorrido toma primero el nombre de Achachiqala al que se le van uniendo afluentes menores. Por su margen derecho recibe primero al río Kayarcalle o Apumalla, después al Qaeawich’inka, formado de varios arroyos y se une al Choqueyapu a la altura de la calle Loayza. Por Obrajes se le une el Urq’ujawira, más abajo se une con el río Qalacutu y pasa por el de Irpawi para continuar su recorrido, ya con el nombre de Río La Paz cursando sus aguas hasta formar el río Beni. A propósito de este caudal, el escritor paceño Rosendo Gutiérrez dijo que el Chuquiapu era “el verdadero origen del Amazonas, que naciendo en la más alta cordillera del mundo, tuvo que perforar los macizos Andes, para reunir en su lecho a los tributarios de los ríos del globo”.
Se une al Chuqiapu a la altura de Obrajes. El Urqujawira regaba la zona de Putuputu que más tarde se denominaría Miraflores, que era una región enteramente agrícola y la separaba de Villa Copacabana. Según estudios arqueológicos, se sabe que desde tiempos anteriores a la conquista española, se establecieron lavaderos de oro a lo largo de sus márgenes. Varias crónicas afirman que Francisco Pizarro también explotó estas minas y después de 1586, algunos indios trabajaron en los lavaderos para poder pagar sus tributos. El río Urqujawira se hizo famoso porque – de acuerdo a las crónicas de 1778 – se encontró ahí la famosa pepa de oro de 47 libras, 14 onzas y 8 adarmes con una ley de 21 kilates. Esta extraordinaria pieza de oro le fue arrebatada a su poseedor por el Marqués Castel para enviarla al rey de España. A comienzos del siglo XX, el río Urqujawira marcaba por el Este, el límite entre la región urbana y rural de la ciudad de La Paz, tanto así que en algunas remembranzas de mediados de siglo, se recuerdan las “escapadas” que realizaban los escolares por las orillas de su cauce.
Río Urqujawira Urqujawira o río macho (urqu=masculino y jawira=río) es otro de los que atraviesa la ciudad de norte a sud, en este caso por la zona de Miraflores. ¿A qué se debe este significado que nos obliga a pensar en la posibilidad de que el río masculino tuviera su par femenino? Se sabe que en la cultura andina todo tiende a hacerse par “todo es hombre y mujer” dicen algunos testimonios aymaras. El Urqujawira nace en la Cordillera de Wayllani o Jalacha baja, por la zona de Chuquiaguillo para seguir por Kayquni, de ahí que históricamente este río es conocido también con el nombre de Chuquiaguillo.
Foto: Cordero
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Denominaciones Entre los apelativosde ríos sobre los cuales se asienta la ciudad, se encuentran, por ejemplo: CHUQIAPU:
Señor de oro
APUMALLA:
Señor de estaño o plomo (aunque lo correcto es señor (único)
CHAJTIRI:
El que se pierde
WALLPAWIRA:
El río de la gallina
CHAPUMAJAWIRA:
Río que amasa
KUPINIJAWIRA:
Situado a la derecha
WAYAJAWIRA:
Río seco
JACH’AJAWIRA:
Río grande
JAQUNTATAJAWIRA: Arrojado desde lo alto Q’ARAWICH’INKA:
En forma de cola angosta
QHATANI:
Impetuoso
Q’ILLUMANI:
Amarillo
KULLK’UJAWIRA:
Río estrecho
MIQ’AJAWIRA:
Río de la quebrada
YIQIJAWIRAJAWIRA: Río de arcilla
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PANTISIRA:
Vena de flores rosadas
SAYT’AQUTA:
Laguna estancada
SANK’AJAWIRA:
Río brillante
SUQIRIJAWIRA:
Río de donde brota el viento
TANQANIJAWIRA:
Río colmado
WILAWILAJAWIRA:
Río colorado
WISKALLAJAWIRA:
Más largo que ancho
UMAWAK’A:
Lugar de culto para el agua
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por PEDRO SUSZ K.
En 1982 tuve la suerte de conocer en México a Madeleine Malthête-Méliès. Estaba allí, ella, para guiarnos en el ceremonioso ascenso a la cámara de los misterios, a propósito de la presentación de una retrospectiva de la obra de su abuelo: Georges Meliès. Encargada de la conferencia introductoria su intervención rezumó de principio a fin pasión, fervor y varias otras emociones añadidas. Cuando acabamos de repasar el más de medio centenar de títulos rescatados por la nieta, Isabelle en la película de Scorsese, nadie era ya el mismo que antes de apagarse las luces, ni nuestra idea del cine se mantenía invariable. Y desde luego todos los privilegiados, conocedores previos de Meliès por meras referencias librescas en el texto clásico de Sadoul y en los de otros historiadores, pasamos de inmediato a militar en el fervor de Madeleine, justipreciando de paso el verdadero valor del laborioso empeño invertido durante décadas de pesquisa en sitios inverosímiles para salvar el escaso saldo de una obra que en algún momento se creyó definitivamente perdida. En cualquier caso se estima que “el mago de Montreuil” rodó más de 500 cortos, de los cuales no se pudo rescatar más de un 15%, número suficiente en cualquier caso para apreciar a cabalidad el tamaño de su aporte como inventor y pionero de buena parte de los trucos ópticos aún en uso, con otra tecnología claro está.
Es justamente aquella historia, la de la reivindicación de un genio incuestionable aplastado, como tantos otros, por la declinación del cine desde sus escarceos iníciales de máquina de mirar la vida, y de inventarla, a negocio multimillonario administrado por la industria, los gerentes bancarios y los magnates llegados del este europeo ávidos de hacer, al precio que fuera, la mayor cantidad de dinero en el menor tiempo posible, la narrada por Scorsese en un emprendimiento que homenajea al cine de los principios con un impecable despliegue narrativo. Despliegue abrumador en esta ocasión no tanto por su presupuesto de 170 millones de dólares, pocas veces antes tan bien invertidos, ni por la cantidad de recursos técnicos puestos en juego, sino justamente por haberlos sabido someter al servicio del relato, donde el contrapunto entre la imaginación y el rigor nos devuelve la ingenuidad de esos tiempos heroicos, sin dejar de explicitar una crítica frontal a las consecuencias del reemplazo de la ilusión por el pragmatismo a mansalva, homenajeando de paso a todos los grandes de la época. La virtuosa secuencia inicial, ella sola vale el precio de la entrada, es toda una declaración de principios. En varias crónicas anteriores dedicadas a la filmografía de Scorsese apunté que su modo de rodar es la prueba palmaria de la diferencia entre cineastas cerebrales y cineastas viscerales –dejando de lado a los artesanos más o menos talentosos, pertenecientes a otra especie–. Y en esos términos
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Scorsese es, se me antoja, el realizador visceral por definición, de los que respiran cine y son capaces de disfrutar con cada movimiento de cámara, posibilitando, esto es lo más importante, la complicidad del espectador con ese gozo salido de las entrañas. En un sólo falso plano-secuencia, que parece verdadero gracias al siempre prodigioso montaje de Thelma Schoonmaker, responsable del rubro en casi todos los largos del director, vamos de una vista general de París, pasando por los andenes de la estación donde se desarrolla la trama, hasta el detalle de los personajes que nos acompañaran luego en este delicioso tributo al cine como artefacto capaz de concebir nuestros mejores sueños y nuestras mayores pesadillas. Una atmósfera dickensiana envuelve la aventura fantástica de Hugo, el huérfano que habita las laberínticas entrañas de la gran estación de ferrocarril de Montparnasse en París, luego de haber sido dejado a cargo por un tío alcohólico de mantener andando todos sus relojes mecánicos, mientras intenta reparar el autómata heredado de su padre, empeño que lo pondrá en relación con el misterioso propietario del kiosco de juguetes mecánicos, Meliès justamente. Subsistiendo gracias a las pequeñas raterías que le procuran el sustento, Hugo debe adicionalmente sortear el peligro encarnado en el vigilante del lugar, un ex combatiente de la primera guerra mundial que personifica a la autoridad en un modo caricaturesco propio de los policías que acosaban al vagabundo de Chaplin recibiendo al final la clásica patada en el trasero, gesto de insubordinación utilizado por el gran Carlitos para reivindicar a todos los marginados del sistema frente a la prepotencia de la autoridad. Película muy distinta a todos sus anteriores emprendimientos, sobre todo por haber apuntado esta vez al público de todas las edades, oscilando entre un tono naif, dedicatoria especial a la ingenuidad del cine primitivo, y los momentos y ambientes lúgubres que recuerdan a Oliverio Twist, el di-
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rector entrega un resultado lleno de hechizo y encanto, con un exquisito diseño visual y escenográfico, acompañado por el brillante score musical compuesto por Howard Shore y sostenido por la notable composición de caracteres de todo el elenco, donde vuelve a sobresalir Ben Kingsley, tan convincente en su composición de Meliès como en su momento lo fue en la de Gandhi. Muchos se preguntaron los motivos por los cuales Scorsese pareció haber sucumbido a los dictados de la moda, optando por una realización en 3D. Pero la respuesta es la película misma, el uso que de la tecnología hace Scorsese, con igual espíritu bohemio y con la misma agitada curiosidad que describe al reproducir los afanes de Meliès en aquel mítico estudio de cristal de Montreuil. A lo largo de su carrera Scorsese no se limitó a rodar películas, dando cuenta de una erudición cinéfila expresada en los múltiples guiños y alusiones que atraviesan esa obra mayor, buena parte del esfuerzo estuvo dedicado también a trabajar a favor de la salvaguardia de la memoria cinematográfica. La inclusión en el relato de fragmentos de los primeros cortos de los Hnos. Lumière es de tal suerte no sólo un tributo nostálgico a la magia de las primeras películas, es también de manera implícita una invocación a preservarlas de la destrucción y del olvido.
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Luego de presentar en dos ediciones anteriores una selección de términos del Diccionario Herético de Humberto Quino, “estrujamos el limón” recurriendo al Diccionario del Diablo, la obra más renombrada del escritor norteamericano Ambrose Bierce y una de las principales fuentes consultadas por Quino. Bierce (1842 – 1913 ?) fue un aventurero y periodista, de una vida muy dura y azarosa, así como de un ingenio que lo llevó a ser un escritor polémico y famoso por su humorismo cáustico y mordaz. Como cuentista se lo equipara a Edgar Alan Poe y es conocida su admiración por la prosa de Marc Twain, de quien fue amigo cercano. Los textos que fue publicando en una columna de los periódicos de W. Hearst, cuando era uno de los escritores más célebres de la Costa Oeste, fueron más tarde reunidos en el diccionario que ha sido libro de cabecera de mentes brillantes como la de Emile Cioran. Su muerte sigue siendo un misterio. Se sabe que casi anciano y lisiado desde la Guerra de la Secesión, cruzó la frontera de México para combatir junto a Pancho Villa, donde desapareció sin dejar rastro. Carlos Fuentes se inspiró en este episodio para escribir su novela Gringo Viejo, llevada más tarde al cine. Incluimos en este número parte de este glosario irónico. Fernando Savater escribió “Pocos libros me han divertido tanto y tan duraderamente como éste…”
Ambrose Gwinett Bierce
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Abdicación: Acto mediante el cual un soberano demuestra percibir la alta temperatura del trono. Abstemio: Persona débil que cae en la tentación de negarse a sí misma un placer. Aburrida: Una persona es aburrida es la que habla cuando deseas que te escuche. Academia: Escuela antigua donde se enseñaba moral y filosofía. Escuela moderna donde se enseña el fútbol. Adherente: Secuaz que todavía no ha obtenido lo que espera. Admiración: Reconocimiento cortes de la semejanza entre otro y uno mismo. Alba: Momento en que los hombres razonables se van a la cama. Algunos ancianos prefieren levantarse a esa hora. Amistad: Es un barco suficientemente grande para llevar a dos cuando hay buen tiempo, y apenas a uno solo si hay tormenta. Alianza: En política internacional, la unión de dos ladrones, cada uno de los cuales ha metido tanto la mano en el bolsillo del otro que no pueden separarse para robar a un tercero. Aministía: Es le generosidad del gobierno para con los condenados cuyo castigo se torna demasiado caro. Ayer: Infancia de la juventud, juventud de la madurez, el pasado entero de la ancianidad. Baco: Cómoda deidad inventada por los antiguos para emborracharse. Beber: El individuo que se da a la bebida es mal visto, pero las naciones bebedoras ocupan la vanguardia de la civilización y el poder aunque no les acompañe la justicia. Belladona: En italiano significa una mujer hermosa, en nuestro idioma un veneno mortífero. Un ejemplo irrefutable de que ambas lenguas coinciden en lo esencial. Boca: En el hombre, puerta de entrada al alma; en la mujer, vía de salida del corazón. Bruja: 1) Mujer fea y repulsiva en perversa alianza con el demonio. 2) Mujer joven y hermosa, en perversa alianza con el demonio. Calamidades: Son de dos especies: la desgracia que nos ocurre y la suerte que tienen los otros. Celoso: Indebidamente preocupado por conservar lo que sólo se puede perder cuando no vale la pena conservarlo.
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Circo: Lugar donde se permite a caballos, “ponies” y elefantes contemplar a hombres, mujeres y niños en el papel de tontos. Citas: Las citas son una manera de repetir erróneamente las palabras de otro. Cobardía: Un cobarde es una persona en la que el instinto de conservación aún funciona con normalidad. Comestible: Dícese de lo que es bueno para comer, y fácil de digerir, como un gusano para un sapo, un sapo para una víbora, una víbora para un cerdo, un cerdo para el hombre y un hombre para un gusano. Cómplice: El que con pleno conocimiento de causa se asocia al crimen de otro; como un abogado que defiende a un criminal, sabiéndolo culpable. Conocido: Grado de amistad que llamamos superficial cuando el sujeto es pobre, e íntimo cuando es rico y famoso. Consuelo: Es el hecho de saber que alguien mejor que uno es más infeliz que uno. Consultar: Requerir la aprobación de otro para tomar una decisión ya resuelta. Convento: Lugar de retiro para las mujeres que desean tener tiempo libre para meditar sobre el vicio de la pereza. Costumbre: Cadena de los libres. Democracia: El elector goza del sagrado privilegio de votar por un candidato que eligieron otros. Dentista: Prestidigitador que nos pone una clase de metal en la boca y nos saca otra clase de metal del bolsillo. Desprecio: Sentimiento de un hombre prudente ante un enemigo demasiado temible para hacerle frente sin peligro. Destino: Justificación del crimen de un tirano; pretexto del fracaso de un imbécil. Dictador: Es el jefe de una nación que prefiere la peste del despotismo a la plaga de la anarquía. Distancia: Único bien que los poderosos permiten conservar a los pobres. Duda: Es la madre de un descubrimiento.
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Economía: Compra del barril de whisky que no se necesita por el precio de una vaca que no se tiene. Ecuanimidad: Disposición de soportar ofensas con humilde compostura, mientras se madura un plan de venganza. Exilado: El que sirve a su país en el extranjero, sin ser un embajador. Experiencia: Sabiduría que nos permite reconocer como una vieja e indeseable amistad a la locura que ya cometimos. Fanático: Dícese del que obstinada y ardorosamente sostiene una opinión que no es la nuestra. Fiesta: Celebración religiosa generalmente caracterizada por la glotonería y la ebriedad, que suele realizarse para honrar a alguien que se distinguió por ser un santo y un abstemio. Filántropo: Anciano caballero rico y generalmente calvo, que ha aprendido a sonreír mientras su conciencia le roba sus bolsillos. Frontera: En geografía política, línea imaginaria entre dos naciones que separa los derechos imaginarios de una, de los derechos imaginarios de la otra. Gramática: Sistema de trampas cuidadosamente preparadas en el camino por donde el autodidacta avanza hacia la distinción. Guerra: La guerra es desatar con los dientes un nudo político que no se puede deshacer con la lengua. La guerra se complace en venir como ladrón en la noche y la noche está hecha de promesas de amistad eterna. Hospitalidad: Virtud que nos induce a alojar y alimentar a personas que no necesitan alojamiento ni alimento. Humildad: Paciencia inusitada para planear una venganza que valga la pena. Ignorante: Persona desprovista de ciertos conocimientos que usted posee, y sabedora de otras cosas que usted ignora. Imaginación: Depósito de mercaderías que poseen en común los poetas y los mentirosos. Impunidad: Riqueza. Ingenio: Sal con la que el humorista norteamericano arruina su cocina intelectual, al omitirla.
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artistasYuri Fukushima & Freddo Escobar /
http://migrantefukushima.blogspot.com
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La obscuridad invade el teatro. Lentamente una tenue luz va apareciendo a la par de unas siluetas en parsimonioso movimiento… a escasos segundos todo queda claro: Karin Smidt, Ximena Muñoz, Tania Delgadillo y Kathia Salazar se apoderan del escenario en busca de la necesaria conexión con el público. Era abril de 1987, nacía el grupo independiente de danza contemporánea “DragaDanza”. La coreografía “Si de amor se trata” de Karin Smidt interpretada por Emma Junaro, marcó ese inicio en una especie de conjunción de danza contemporánea y canto popular. Luego vendría la conocida obra musical de Cergio Prudencio “La Ciudad”, basada en el poema de Blanca Wietüchter; “Selva”, escrita por Willy Pozadas y “Juegos Imaginados” de ambos autores.
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25 años después queda al frente Kathia, con la satisfacción de haber iniciado un movimiento que a la larga significó escribir la historia de este género artístico en el país, después de la pionera Melo Tomsich. Los inicios Todo empezó con un viaje al Brasil de Karin Schmidt y Kathia Salazar (1996). Como antecedente estaban las propuestas diferentes de ambas junto a actores y escritores, algo nuevo para nuestro medio. La recepción del público no fue fácil, en ese momento la danza contemporánea o la “modern dance” era muy poco digerible, costó bastante situarse en la visión de lo que la gente entendía como danza, estos pasos siguieron a la creación de una propuesta para “expresar el sentir humano” y así nació DragaDanza, el grupo independiente de danza contemporánea. Las jóvenes que trabajaban con Karin, Ximena Muñoz, Noren Guzmán de Rojas y Tania Delgadillo, se unieron a esa búsqueda de nuevas proposiciones en el lenguaje corporal. A la partida de Karin Smith, en 1992, asume la dirección del grupo Kathia Salazar que había fijado como residencia la ciudad de Santa Cruz. Para ese entonces se había propuesto otra meta: crear escenarios al aire libre, allí donde había gente, la cosa era simple, sin pensar en escenografías ni complicados vestuarios. Con esa visión ha creado los espectáculos “Busco una mirada”, “En nombre de todos”, “Sereno”, “Imagen de creación continua”, “Cosas de la vida”, “Más allá de la forma”, “Honrar la vida”, “Dragando nuestras sensaciones”, “Concierto, aire de las sombras”, “Temas urbanos”, “Por tí, por mí. Por La Paz”, por citar algunos. “Se visitaron todos los rincones de la ciudad de Santa Cruz encontrando la respuesta más maravillosa, que el arte y la danza tocan sentidos y sentimientos de la gente sin importar la preparación escolar, académica o intelectual que tengan o no, como tanto nos habían criticado”, afirma Salazar.
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Motivado, el grupo siguió trabajando hasta alcanzar un momento importante de plasmar la profundidad del ser y no la estética del cuerpo, este fue el trabajo “más allá de la forma” que le abrió las puertas de un viaje muy especial a Alemania, tres meses y medio en la Feria “Landesgartenschau”, un viaje para crecer para madurar pero también para probar que el trabajo que se desarrollaba en DragaDanza era muy especial, llegaba a la gente no importaba el idioma, frente a otros artistas hubo complacencia de encuentros, aciertos e intercambios siempre enriquecedores. Parte de su producción se tradujo en las 250 intervenciones que realizó en la Feria. Esa participación selló la filosofía de Salazar: armonía, sociabilidad y compromiso. La experiencia en la capital oriental fue incomparable, de madurez artística. Para la experimentada bailarina la característica de DragaDanza siguió siendo la misma, de espíritu simple, aguerrido, corajudo y libre. En 2002 Kathia decide retornar a La Paz. El reto de activar el grupo era grande pues habían transcurrido trece años del inicio de aquella locura llamada DragaDanza; pero consecuente con el propósito de crear espacios alternativos en los barrios para sacar hacia ellos las potencialidades artísticas que anidan en las personas y compartir la fuerza del arte como un elemento esencial de formación y reivindicación, la motivaron a dar los primeros pasos. Actualmente Dragadanza ya no es el único grupo de danza contemporánea en La Paz, varios otros se abrieron paso en la constante dinámica. El panorama de esta especialidad ha cambiado, donde cada creador hace propuestas tan diversas como uno mismo. DragaDanza es aquello que debe tornar y volver a comenzar sin cesar; es el espacio que busca dragar las sombras: las propias, de la gente y la sociedad, que busca expresarse como un lenguaje diferente, como una fuerza, como... la vida misma.
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María Soledad Quiroga *
El deseo El deseo es como un árbol copioso abierto y verde húmedo en la profundidad morado oscureciendo el territorio de los besos. Una elipsis incolora vibrante y quebradiza en la orfandad de los impulsos. Un árbol crecido a dentelladas erizado en el hambre cubierto de pétalos filudos florecido en la límpida altura enraizado en la atmósfera pura del grito abigarrado y desnudo solo en el cielo amplio vacío y encabritado caracoleando en las aguas turbias del clarísimo relámpago. Cometa desgarrado volumen de sal ardiente cuerpo celeste extraviado agitado por la muerte que no es muerte fugitivo prisionero del instante.
*María Soledad Quiroga Trigo (1957) es una de las voces más diáfanas de la nueva poesía boliviana. Ha publicado los poemarios Ciudad blanca (1993), Recuento del Agua y Maquinaria mínima (1995) Casa amarilla (1998), Los muros del claustro (2004), e Islas reunión (cuentos, 2006).
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Un artículo en la pasada edición de Jiwaki hablaba de las salas de cine que surgían en La Paz conforme el cine se apoderaba del gusto de la gente y se convertía en el centro de las actividades de quienes vivíamos en esta ciudad. Sí, porque a mediados del siglo XX las salas de cine eran el centro de nuestras actividades. Es por ello que hoy pretendo rememorar de qué manera se entretejía esta relación y de esa manera recordar algo de lo mucho que el cine nos dio. Estas salas eran espacios con capacidad para más de 350 personas que se colmaban de espectadores de lunes a domingo, en todas sus funciones que eran tres —matineé, tanda y noche— a las que en domingo se agregaba la función de matinal, dirigida a los niños. No recuerdo funciones con salas vacías, los sábados y más aún los domingos, la gente se concentraba en las boleterías a la una de la tarde. Esta demanda permitía una creciente actividad en la reventa de entradas que valga la pena agregar, tenían precios bastante accesibles.
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Entonces existía una extraña disposición que prohibía el ingreso a los menores de 21 años en cualquiera de las funciones de lunes a viernes aun se proyectaran dibujos de Walt Disney. La intención apuntaba a evitar que los chicos se ch’achen del colegio, pero hete aquí que los sábados y domingos los colegiales sólo podíamos ingresar a funciones de matineé y, claro, a matinal los días domingos. Esa era una de las razones por la que los ch’achones frecuentábamos aquellos cines “de medio pelo”, donde nadie contemplaba tal disposición.
El cine que veíamos Entre los cines de medio pelo destacaban el Colón y el Murillo, ambos en San Pedro, en la calle Sagárnaga estaba el Avaroa y el cine Mignon, una suerte de paradigma de este tipo de salas, en la calle Chuquisaca. Una escena del filme “Cinema Paradiso” nos muestra a un señor que se ubica en el borde de la luneta alta, cuyo placer es escupir hacia abajo mientras admira la cinta. En el cine Colón el límite de la luneta alta no era un muro si no una reja por la que algunos jóvenes ubicados allí, se solazaban orinando hacia platea. Estos cines también nos permitían a los más jóvenes acceder a películas “prohibidas” cuyas heroínas –la argentina Isabel Sarli o la francesa Briggite Bardot, entre otras– tenían la osadía de mostrar sus regiones pectorales. En general eran salas que se alimentaban de cine mexicano y –en el caso del Avaroa– cine argentino y, claro, aquellos filmes prohibidos. Las salas de “primera” eran los espacios donde se estrenaban los grandes éxitos de la época. Recuerdo, por ejemplo que el 6 de Agosto se inauguró con la proyección de “El manto sagrado”, la primera cinta en cinemascope. Los cines de “segunda” como el París, en la plaza Murillo, cerca del Rotativo Copacabana, donde se ingresaba cuando uno lo deseara, de manera que podía ver dos o tres veces el mismo filme, eran salas de reestrenos. En este nivel, en Miraflores estaban el cine Avenida y el Miraflores, ambos muy cerca de la Intendencia del Ejército. El Avenida “inventó” ciclos de reestreno de las mejores películas llegaditas dos o tres meses antes –“Lunes familiar” y “Jueves femenino”– a las que podíamos ingresar a mitad de precio incluso quienes teníamos menos de 21 años. Cabe anotar que los grandes filmes llegaban a nuestras salas por lo menos dos años y algunos meses después de sus estrenos mundiales. Con preferencia la gente se inclinaba por temas como la historia antigua. Aquellas que se ubicaban en la Grecia antigua o el imperio Romano, también algunas historias bíblicas. El cine español al que accedíamos eran filmes de gran éxito protagonizadas por cantantes como Sarita Montiel, aunque el film que más destacó fue “Marcelino, pan y vino”, cuya estrella fue un niño de seis años. El cine 6 de Agosto también dio espacio a la llamada nueva ola francesa, algunos de ellos de gran nivel cinematográfico. También accedimos a la obra de maestros como Federico Fellini o el sueco Ingmar Bergman. Gran éxito tuvieron los filmes italianos con temas del far west, que algunos llamaban “far west spaghetti”.
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Claro allí estaba el cine mexicano cuya temática, además de charros y mariachis, se inclinaba al novelón lacrimógeno. A esta temática en los años 60 se agregó el roquero, cuyo atractivo mayor tenía el nombre del cantante Enrique Guzmán. Con los años el cine mexicano se concentró en la sala del cine México, siempre convocando a centenares de espectadores. Las funciones de matinal estaban destinadas a los héroes del cómic como Batman, Superman, Dick Tracy, el Zorro y otros, en producciones divididas en capítulos. Eran películas de 12 capítulos, y se ofrecían en series de tres capítulos, de manera que estábamos obligados a asistir al mismo cine durante cuatro domingos. Previamente se ofrecían mediometrajes de cowboys con menos de una hora de duración, también con héroes del cómic como Roy Rogers o Red Ryder.
El cine de ayer, el de hoy Como lo dije antes, el cine era asumido como una actividad social fundamental. Las salas de cine eran puntos de encuentro con amigos y parientes, claro, en esa época no teníamos mayores opciones para distraer nuestras horas de ocio. Tal vez sea pertinente mencionar que fue una tarde de 1974, en una sala de cine en Buenos Aires, donde los espectadores no superábamos las nueve personas. No sé por qué aquella vez sentí una especie de vacío anímico que no olvido. Como se verá las diferencias con lo que hoy sucede en materia “cinera” son muy diferentes. Actualmente disponemos del DVD –dividí y vencerás, es una reflexión que escuché de un joven filósofo callejero sobre el tema– que nos permite acceder incluso a películas estrenadas hace una semana en Nueva York. Sí, sin duda las condiciones de vida han variado radicalmente, claro, también deberíamos anotar que los precios de las entradas ya no son tan accesibles, aunque –en descargo de los empresarios– tenemos que anotar que no es lo mismo esperar 350 espectadores que tener la lejana esperanza de contar con 21 personas. Allí es donde entra el detalle de la venta masiva de pipocas, que pueden darle un sonido de fondo muy especial al filme que intentamos disfrutar.
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A 186 a帽os de su fundaci贸n.
ElAyacucho, el primer colegio de La Paz
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Plantel docente del colegio. Año 1929
Estudiantes voluntarios para movilizarse a la contienda del Chaco.
El Colegio San Simón de Ayacucho fue creado por Decreto Supremo del 27 de Abril de 1.826, como Colegio de Ciencias y Artes, mediante disposición firmada por el Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre. En la misma se dispone también la creación de los colegios Pichincha de Potosí y del Junín de la ciudad de Sucre, siendo por tanto los tres primeros establecimientos de educación de la naciente república. Fue el mentor del libertador Simón Bolívar, Simón Rodríguez, el encargado para diseñar el programa de estudios de estos establecimientos, de acuerdo a su visión humanista y emancipadora, ejerciendo su condición de Director General de Enseñanza Pública. La concepción liberal de Antonio José de Sucre, marcadamente anticlerical por la adhesión de la Iglesia Católica al sistema colonial, se tradujo en la expropiación de varios conventos religiosos y otros edificios a favor de la fundación de establecimientos educativos en el nacimiento de la República, donde la mayor cantidad de fondos para su funcionamiento provenían también del ámbito eclesiástico. De esa manera, el claustro de la Orden de los Dominicos, que fuera ocupada durante la Guerra de la Independencia como cuartel del Regimiento Colombiano “Voltígeros”, pasó a ser el edificio del San Simón de Ayacucho, nombre que eligió el Mariscal Sucre - creador de este primer Colegio de Ciencias y Artes- para rememorar al libertador Bolívar y a la batalla de Ayacucho, declinando de esta manera nombre que había sido solicitado por eminentes paceños para este fin. Situado al lado del templo de Santo Domingo, en el centro de la ciudad española, en el margen este del Choqueyapu, el ex convento continúa hasta hoy siendo albergando este centenario establecimiento.
La historia del lema ayacuchense El 16 de Agosto de 1609, 61 años después de fundada la ciudad, frailes y hermanos de la orden Dominica, llegaron desde Lima para fundar el convento y claustro de su orden, en el solar situado a una cuadra de la plaza mayor haciendo esquina con antiguas construcciones
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hechas de adobe, se abrió una calle con su frontis, la misma que fue denominada calle Kory Paity, Kory Paita (el oro está aquí, el oro está acá), pues en épocas de lluvia, desde la zona alta bajaban las aguas arrastrando arena que contenía partículas y polvo de oro, que los lugareños, justo en esa cuadra, recogían para lavarla. Este denominativo es hasta hoy el grito emblemático de la muchachada ayacuchense en sus desfiles y demostraciones de entusiasmo. El Colegio Ayacucho, que cumple 186 años el 27 de abril de este año, alcanzó un sobresaliente desempeño educacional gracias a los notables hombres de ciencias y letras que tuvo como directores que inicialmente recibían el nombre de rectores. En 1930 se creó la Universidad Mayor de San Andrés, fue José Manuel Loza quien ocupó simultáneamente el rectorado del colegio y de la naciente universidad, que inicialmente funcionó en el mismo edificio de la actual calle Yanachocha. Desde entonces el Ayacucho y la UMSA comparten el mismo escudo y la leyenda “Universitas Minor Pacensis Divi Andreae”. En sus aulas han impartido sus conocimientos notables maestros, estadistas, escritores, científicos, y jurisconsultos como Agustín Aspiazu, José Rosendo Gutiérrez, Félix Reyes Ortiz, Nicolás Acosta, Pedro Kramer y Manuel Vicente Ballivian, entre muchos otros. En el gobierno de José Manuel Pando, designó director del colegio al Dr. Juan Peñaranda, quien diera un gran impulso a la educación nacional, iniciándose el resurgimiento de la educación media, siendo el Colegio Ayacucho, el instituto modelo para llevar adelante las reformas señaladas por la misión belga bajo la ejecución del George Rouma. Es acaso el centro de formación secundaria donde se graduó el mayor número de presidentes de Bolivia: José Ballivián y Segurola (1841-1847), Agustín Morales Hernández (1871-1872), Adolfo Ballivián Coll (1873-1874), José Manuel Pando (1899-1904), Ismael Montes (1904-1913), Bautista Saavedra (1920-1925), Dr. José Luis Tejada Sorzano (1934-1936), Enrique Peñaranda (1940-1943), Tomas Monje Gutiérrez (1946-1947), Hugo Ballivián Rojas (1951-1952), Alfredo Ovando Candia (1966-1970) y Guido Vildoso (1982). También han salido de sus aulas algunos vicepresidentes de Bolivia como Jenaro Sanjinés, abogado, periodista e historiador (18961899), Lucio Pérez Velasco, político e industrial, (1899-1904) y Víctor Hugo Cárdenas (19931997). Muchas calles, plazas, colegios o escuelas y otros espacios públicos han sido nominados en nuestra ciudad en homenaje a notables artistas, pensadores y hombres públicos que fueron alumnos y varios de ellos profesores de este prestigioso centro educativo, como Franz Tamayo, Alcides Arguedas, Ricardo J. Bustamante, Eloy Salmón, Genaro Sanjinés, Nicolás Acosta, Macario Pinilla, Agustín Aspiazu, Antonio Díaz Villamil, Fermín Eyzaguirre, José Rosendo Gutiérrez, Pedro Kramer, Dr. José Manuel Loza, José Santos Machicado, Félix Reyes Ortiz, Daniel Sánchez Bustamante, Rosendo Villalobos, Fernando Diez de Medina, Delfín Eyzaguirre, Apolinar Camacho, Raúl Salmón de la Barra, Alberto Laguna Meave, Hugo Almaraz Aliaga, Amalia Villa de la Tapia (la primera aviadora militaren el país), Rigoberto Paredes, Arturo Borda y Gastón Velasco, entre otros. El año 1915 se fundó la brigada de Scouts “Max Paredes”, que constituía la cuna del civismo, del valor y el patriotismo boliviano; la brigada realizaba giras pedestres a todas las provincias de La Paz, llegaron a pie hasta la ciudad de Trinidad en el año 1937. En base a la formación de los Scouts y otros alumnos del Colegio, el año 1934 conformaron el batallón “Illimani” y la
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Patrulla “Kantutas” comandados por Dn. Gastón Velasco, Armando Escobar Uría y otros, quienes junto a sus profesores fueron a la Guerra del Chaco.
La “corbata del Ayacucho” El tradicional traje azul y la camisa blanca que identifica al Ayacucho en los desfiles escolares y otros acontecimientos, no incluye la corbata. Fue cuando en 1934 un numeroso grupo de alumnos de último grado se brindaron como voluntarios para ir al frente. El entonces director Delfín Eyzaguirre les respondió: ¿cómo quieren ir a la guerra si ni siquiera saben amarrarse los pantalones?. Los alumnos dieron un giro, se quitaron las corbatas para ceñirse los pantalones y volviéndose nuevamente respondieron que estaban ya listos para ir a la contienda. A partir de entonces dejaron de usarla, luciendo la camisa blanca abierta. Muchos no regresaron de esa conflagración, la más sangrienta de América del siglo XX. La participación activa del este colegio en el Chaco inició una tradición de lucha social y política que se materializó en los años posteriores en diversos episodios de la historia contemporánea. El profesor Froilán Pinilla autor de la letra del himno del Colegio, refleja este episodio en una estrofa que dice: “En tus aulas se formaron los valientes paladines que en los campos de batalla sucumbieron bajo el sol”. La letra de ese himno entonado con profunda emoción por los alumnos y ex alumnos cada 27 de abril y en otros actos significativos ha sido adaptada a la música de “El Pajarillo”, un viejo corrido mexicano. Eran concurridas las finales de fútbol intercolegial que tenía entre sus principales aspirantes al título a los equipos del Ayacucho y el Don Bosco. El historial deportivo es generoso en nombres que el fútbol profesional guarda entre sus mejores exponentes como Armando Gamarra, Mario Alborta, Froilán Pinilla, Luis Mariscal, Edgar Vargas, Mario Vargas, Rolando Vargas y Max Ramírez, estos últimos fueron los jugadores de la selección nacional y consiguieron por primera vez el campeonato sudamericano en 1963.
La Asociación de ex alumnos Como referente del largo recorrido del colegio, está el “A.B.C.” periódico que se constituye en el decano de la prensa estudiantil y patrimonio del Colegio Ayacucho, fue fundado en abril de 1.913 por quien más tarde sería el notable periodista y escritor Gustavo Adolfo Otero. Este órgano refiere que se instituyó la “Asociación de ex alumnos del Colegio Nacional San Simón de Ayacucho” en 1956 y que en 1.977 obtuvo su personería jurídica. Desde el año 2000 hasta el presente está presidida por el Lic. René Saavedra Ribera, quien ha sido reelecto para sucesivas gestiones, logrando importantes avances para el colegio, así como distinciones merecidas por su larga y significativa historia, entre las que destacan la del Congreso
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Nacional e instituciones paceñas como Amigos de la Ciudad. En 2007 el Gobierno Municipal de La Paz declaró “Patrimonio Monumental de la ciudad” al edificio del colegio. A partir del año 2002, el directorio ha programado anualmente para el mes de abril, una sesión de honor el reconocimiento como “notables ayacuchenses” a quienes se hayan destacado por su contribución en distintas disciplinas y funciones. Saavedra y su directorio comentan sobre la disciplina que era renombrada por esos años. No sólo los profesores infligían una dolorosa manga de varazos en las posaderas a quienes recibían las libretas con más de tres asignaturas reprobadas, a su turno los alumnos del sexto secundario también castigaban a los aplazados en pleno patio, además de lo que tenían que cosechar en la casa. No había muchas posibilidades de elegir sino el estudio y la responsabilidad, comentan risueñamente. El Ayacucho en los inicios del siglo XX, tuvo también alumnas mujeres; esto cambió a partir de la Guerra del Chaco, convirtiéndose en un colegio exclusivamente masculino, donde imperaba una rígida disciplina cercana a la militar, con un sistema de castigo similar al castrense que se mantuvo por mucho tiempo. A partir del año 1997, varios establecimientos establecimientos educativos reservados a los varones se convirtieron en mixtos. De esta manera, el Ayacucho volvió a recibir a jóvenes estudiantes después de varias décadas. En un principio, este cambio fue resistido por los varones, pero luego de algún tiempo, ambos encontraron la forma de compartir y hacer común la vida escolar. Resulta interesante que el “temple” de los muchachos del Ayacucho ha llegado a ser muy bien asumido por las chicas. En la actualidad, la proporción de estudiantes varones y mujeres es casi pareja. Pese a ciertos cambios, la “banda” del Ayacucho será como siempre, la de las voces de los estudiantes. Hace casi cincuenta años, se tomó la decisión de rechazar la dotación de instrumentos para una numerosa banda escolar, por haber optado por otra, la de equi pos didácticos para los labotorios de física, de química y los talleres de formación técnica. Por esa decisión, esos instrumentos fueron entregados al Colegio “Díaz Villamil”. De esta suerte, las canciones y los estribillos continuarán ganando las calles cuando el Ayacucho concurra a los desfiles en los que volverá a escucharse el emblemático y aguerrido... ¡Kori payta… Kory Paytí, el Ayacucho está aquí!.
El Lic. Rene Saavedra (centro) junto al directorio de la Asociación de ex-alumnos.
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Preparación
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Remoje la quinua una noche anterior. Lávela hasta que salga toda la espuma amarga y las pequeñas piedritas que generalmente lleva. Luego hágala cocer en una olla de barro, aplastándola con una wislla y agregue la sal a gusto.
Lave la quinua varias veces y póngala en una olla con agua hirviendo, sin sal. De ser necesario, aumente agua poco a poco, evitando que la quinua se haga una masa.
Servir la preparación en un plato, echando la leche y rociando el preparado con queso rallado.
* Este plato puede prepararse también de otras maneras. Por ejemplo, doña Casimira Ramírez no utiliza queso y Sofía de Mendoza le agrega una mitad de ají colorado molido. Cecilia Loza agrega mantequilla y huevos como un toque final. (María Concepción Ayca Mamani)
RECETAS DE PASTEL DE QUINUA
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Una vez cocida la quinua agréguele la sal y las tres yemas. Agregue también el perejil y orégano a la salsa ya cocida. Bata las claras hasta alcanzar el punto nieve para añadir el queso rallado. Bañe los moldes con aceite y vierta la mitad de la masa de la quinua, luego la salsa, cubriéndola con la otra mitad de la masa y vacíe luego la preparación de las claras batidas con el queso. Ponga el molde en horno moderado por 45 minutos, para finalmente servir en tajadas acompañado por ensaladas u otras guarniciones.
Ingredientes 1 y ½ tazas de quinua 3 huevos 1 queso mediano 3 litros de agua ½ kilo de carne molida 2 cebollas medianas 1 tomate mediano 2 dientes de ajo 2 vainas de ají amarillo 2 cucharadas de aceite 1 cuchara de perejil 1 cuchara de orégano 1 cucharilla de sal Una pizca de comino
Pique la cebolla y el tomate en cuadrados y muela el ají con el ajo. Freír por media hora estos ingredientes añadiendo comino y sal a gusto. Agregue la carne a la preparación anterior, más la cantidad de agua que sea necesaria y deje cocer por otra media hora.
(Eugenia Martínez Molina)
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Ingredientes 1 kilo de quinua cocida 2 huevos 1 taza de harina ½ taza de azúcar 1 puñado de anís 3 cucharas de mantequilla 1 queso criollo mediano 2 cucharillas de royal
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Preparación
Preparación
Bata las yemas con la mantequilla y el azúcar, agregue la quinua cocida fría y la mitad del anís. En otro recipiente bata las claras a punto nieve, añada el royal y mezcle con la preparación anterior; vierta al molde una parte del preparado, poniendo encima un poco de anís, el queso en rebanadas y nuevamente el restante de la quinua, y así sucesivamente en capas.
Hacer cocer la quinua a fuego lento en poca agua. Cuando esté a medio cocer, aumentar lentamente la leche (la mezcla debe ser más seca que aguanosa).
Al final, unte el queso y luego el anís. Haga cocer durante 45 minutos en horno caliente. Cuando esté listo, sirva en la mesa como segundo plato en trozos medianos.
* El secreto de Doña Avelina Borda Pérez
es lavar muy bien la quinua y hacerla cocer con una pizca de sal. Deberá enfriarse durante unas cuatro horas antes de preparar el pastel.
(Avelina Borda Pérez)
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Ingredientes (Para seis personas) 1 libra de quinua bien lavada 5 huevos 1/2 litro de leche 2 quesos medianos 2 cebollas grandes 1 tomate 1 cucharilla de pimienta ½ cucharilla de comino 2 dientes de ajo 12 aceitunas 1 cucharilla de royal
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Fría la cebolla con el tomate y los condimentos con un poco de agua. Cueza los huevos por 12 minutos. En una fuente mezcle la quinua con tres huevos bien batidos y medio queso rallado, pimienta, royal y sal. Luego de probar la sazón ponga una capa del preparado sobre una placa aceiteada, se reparte el queso en tajadas y una mitad del ahogado, un huevo duro en tajadas y seis aceitunas para decorar la presentación del pastel. Llevar al horno precalentado y dejarlo media hora. Se pueden agregar tajadas de pimiento morrón para decorar el pastel. (Sarah Pérez de Miranda)
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fotoReportaje
DANIEL CABALLERO
se hace camino al andar
Esta serie fotográfica pertenece a la obra “Se hace camino al andar”, presentada por Daniel Caballero Mercado con el seudónimo de “Ojo Piojo” en el XII Concurso Municipal de Fotografía “Freddy Alborta” de 2011. El jurado, conformado por Guillermo Ruiz, Alain Mesili, Fernando Villegas, Pilar Hidalgo y Rafael Urquizo, determinó otorgar a este trabajo el Premio Único en la Categoría de Fotoperiodismo.
Para el resto, no estadounidense del mundo, las “primarias”, en las cuales ocupan su tiempo los aparatos de los partidos políticos de allá durante buena parte del año anterior a las elecciones presidenciales, son un dato de importancia irrelevante, no obstante el esfuerzo de los medios de comunicación por otorgarles un relieve que, esta película se encarga de entrar a fondo en materia, está claro tienen en la pugna por la candidatura a Presidente. Son si se quiere un laboratorio micro de los procedimientos aplicados luego de manera intensiva durante la campaña principal misma y, de ponerlo en evidencia también se ocupa la
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trama de esta intriga política, la prefiguración más clara del pragmatismo aplicado para llegar a buen puerto, esto es a ponerse, sea como fuere, al mando de la primera potencia mundial. Adicionalmente tal ejercicio “democrático” semeja la primera etapa de una maratón plagada de obstáculos, cuyas exigencias físicas y mentales tal vez permitan entender por qué el ganador de esta y la segunda etapa, cuando finalmente consigue cruzar la meta de la Casa Blanca, se encuentra a tal punto exhausto que prefiere dejar el gobierno en manos del complejo industrial-militar, limitándose a viajar, discursear, encender las lamparitas del árbol de navidad y recibir a Mick Jagger.
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Los Idus de Marzo, título original de la película, denotaban en la mitología romana un tiempo de buenos augurios. El asesinato de Julio César, precisamente durante los Idus del año 44 a.c. volcó el sentido de las cosas, igual como acontece en esta historia de ilusión y desengaño, de ideales puestos entre paréntesis y de un nuevo atestado acerca de ese discutible lugar común de acuerdo al cual la política es siempre un basurero, sin duda el aspecto menos feliz de una película de todas maneras menos valorable por la originalidad de su asunto que por la robustez del tratamiento. De algo estoy persuadido, por experiencia: el primer párrafo de un relato escrito, en ocasiones la primera frase incluso, igual que la secuencia de arranque de un relato cinematográfico dan la pista exacta, bastan para advertir si nos encontramos en presencia de un narrador laborioso o de un narrador talentoso, dos cualidades muy distintas. En tal sentido la secuencia de apertura de Secretos de Estado es un prodigio de síntesis y precisión.
Cuando Stephen Meyers, el consultor estrella de la campaña del gobernador de Pennsilvania Mike Morris, aspirante a candidato demócrata a la Presidencia de los Estados Unidos, se aproxima al micrófono en un teatro desierto para probar el sonido, adelantando el discurso que luego pronunciará Morris, dos elementos son colocados sobre la mesa: la política hoy es sobre todo una puesta en escena cuidadosamente montada. Marca además el papel fundamental de los “expertos en imagen”, siendo que tal escenificación es un mero ejercicio de mercadotecnia, amén de poner en claro que lo importante ocurre en la trastienda, detrás de bambalinas. Allí se negocia, se chantajea -si fuera el caso-, se estrangulan los principios y se da rienda suelta al pragmatismo desbocado. Por último tal escena del principio es simétrica a la del final, cerrando un círculo en cuyo interior asistimos a la puesta en juego de las más variadas estratagemas y piruetas maquiavélicas para asegurar que el voto “espontáneo” de los electores sea efectivamente el pretendido por los estrategas de campaña.
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Un elemento esencial de la trama es la relación entre la política y el sexo, aspecto este último que acaba siendo siempre el vector no programable, la variable capaz de mandar al demonio cualquier campaña pensada y armada hasta el menor detalle del poder, aspecto a menudo escarbado por sicólogos, antropólogos y sociólogos.
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permanecer sobre la tierra, en medio de los ajetreos del descenso al infierno. En cuanto a las interpretaciones, asistimos a un genuino festival, un por demás disfrutable torneo de talentos en el cual resulta difícil discernir un ganador pues todos los protagonistas dan lo mejor de sí, y es un montón.
Ahora bien, para posibilitar que cualquier película semejante, sostenida por las charlas de los protagonistas, vale decir apoyada en una estructura más propia para una obra teatral, funcione, resultan imprescindibles dos condiciones: que los diálogos sean buenos y los actores encargados de decirlos también.
Este es el quinto largometraje de Clooney y, tal vez sin ser el mejor de todos ellos, la confirmación palmaria de que se trata de un director inteligente, de pulso muy sólido, en perfecto dominio de los recursos necesarios para contar con claridad y brillantez de recursos narrativos historias alineadas en una visión crítica de la realidad norteamericana actual.
Mérito, no es el único, de un guión muy hábilmente tramado en su evolución, las réplicas exhiben un filo y una dinámica sin desmayos, sorteando cualquier tentación de sermonear sobre la fealdad de los comportamientos descritos. Clooney evita treparse al púlpito para sermonear desde arriba su asco ético, beneficiando a la película prefiere
En tal sentido algo tendrá que ver con el amargo desencanto que va invadiendo la trama, en paralelo al resquebrajamiento de las ilusiones de Stephen, el propio sentimiento de una generación que creyó ver en Barack Obama una posibilidad de redención de lo político y de los políticos, pero va haciéndose a la idea: se trató de un chasco.
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artistaGunnar Quispe
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artistaDiego Alvarado
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artistaAndrĂŠz Luna Orozco
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artistNorka Paz
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artistaVer贸nica P茅rez /
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MÁS DE MEDIO SIGLO, ENTRE EL TEATRO Y SU FAMILIA Era apenas una adolescente cuando el director y dramaturgo paceño Raúl Salmón probó sus condiciones para la actuación encargándole el papel secundario de ayudante de una sandwichera. A los 16 años, Agar Antequera se desenvolvía como una drogadicta en la obra “Los hijos del alcohol” del propio Salmón. Cuando el país todavía respiraba la atmósfera de la Revolución de 1952, decidió hacerse actriz de teatro convencida de que el arte escénico era lo suyo. La frase de Salmón “… si no puedes, quiere decir que no sirves para esto”, no sólo zumbaban en sus oídos, sino que le hicieron perder el miedo al escenario y encontrar el oficio que se convertiría en la pasión de su vida. Agar empezaba a alejarse de un sueño que germinó a sus trece años… ser odontóloga.
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Evocando a Salmón Hay muchas razones que justifican la admiración de la actriz por su maestro. Don Raúl –como muchos lo conocían– quien le enseñó a no sentirse discriminada artísticamente por incursionar en el teatro popular. Cuando ella tomó esa decisión la visión sobre este oficio era totalmente diferente a la actual. Desde niña, Doña Agar recibió una educación muy “severa”, demasiado estricta para su corta edad, según ella. Optar por el teatro fue una decisión que le trajo algunos sinsabores como el hecho de que su abuela paterna, Luisa, jamás asistiera a una actuación suya. “Para ella era simplemente una vergüenza que vista de pollera en el escenario, que haga comedias o dramas. Cuanto más se indignaba, más me enorgullecía representar a la chola como era: humana, con sentimientos como cualquier ser que ríe, llora y sufre”, afirmó.
“Mi trato, el lenguaje y la actitud ha sido estimulante para las cholas que vieron que es posible librarse de prejuicios para salir adelante. Como actriz he respetado ese personaje. Reitero, la he mostrado como un ser humano real que expresa emociones y mucho aplomo en la vida. He tenido cuidado de no sobreactuar, porque eso desfigura al personaje, lo ridiculiza y caricaturiza. Sentí que mi trabajo podía cambiar la mentalidad de la sociedad y así lo hice”, señaló. La familia Antequera, de la que proviene Doña Agar, es del cantón Araca, allí pasó su infancia rodeada de pongos y envidiable naturaleza. Sus padres decidieron mandar a los cinco hijos a La Paz para que concluyan el bachillerato, vino con ellos una mujer de pollera para ayudar en la labores de casa. “Esa sirvienta como muchos la llamarían, no sólo fue parte nuestra, sino que me inspiró su forma de ser y su consecuencia con ciertos valores, es difícil no recordarla cada vez que visto pollera”.
La carrera artística de Doña Agar había alzado alto vuelo en pocos años. De las tablas y el radioteatro dio un salto con la serie televisiva “La niña de sus ojos” de Antonio Díaz Villamil, Agar Antequera se puso otra vez la pollera para encarnar a la relegada como cuestionada chola y ser vista por miles de televidentes. Raúl Salmón encontró que su fuerza y estilo actoral se parecían a la actriz española-argentina María Delós y sin pensar dos veces la bautizó artísticamente como Agar Delós, lo de Antequera –su apellido paterno¬– pasó a segundo plano, mucho más Murillo, el de su esposo. “Felizmente para esa época mi abuela paterna ya había fallecido, de lo contrario sí, le habría dado un infarto por quitarme el apellido de su hijo”, agregó sin evitar una carcajada. Su madre apoyó su decisión a diferencia de su padre que permanecía en la finca por su profesión de agrónomo. A insistencia de ella, Doña Agar entró a la Normal “Simón Bolívar” para ser maestra de primaria, pero vino el matrimonio y la carrera quedó trunca a un año de su egreso. Al pasar el tiempo se convirtió en una de las incansables promotoras para la creación de la carrera de arte escénico en la Universidad Mayor de San Andrés, un sueño largamente acariciado donde piensa volcar los conocimientos dados por Raúl Salmón, Carlos Cervantes, Humberto Rada de la Peña, Tito Landa, Juan Carlos Basi, Celso Peñaranda, Jorge Bustillo y Enrique Sandrini, inolvidables maestros del teatro. La experimentada actriz considera que acumular conocimientos y mejorar las capacidades debería ser una de las prioridades del gremio. La carrera académica está planteada de tal forma que involucra a todos los trabajadores del arte escénico. Este logro es parte de su trabajo al frente de la directiva de la Asociación Boliviana
de Actores (abril del 2008 a febrero de 2011). En ese tiempo logró reducir el costo de las patentes que cada artista paga al municipio paceño por el uso de los teatros y dejó pendiente la inclusión de su gremio al seguro de salud universal y la adquisición de un mausoleo para los actores. Como el propósito fue dignificar a un relegado sector social, luchó, incluso al interior de su familia, por reivindicarla, aspecto que le valió la condecoración “Pedro Domingo Murillo” otorgada por el municipio paceño en 2004, quién además la distinguió también como la mejor actriz en la obra “Chuquiago nunca pierde”. El pasado año, la Fundación Simón I. Patiño reconoció su trabajo y aporte significativo a la historia del teatro boliviano. Reconociendo su talento, varios directores de cine la invitaron a ser parte de los filmes “Amargo Mar”, “Paulina y el cóndor”, “Para recibir el canto de los pájaros”, “Escríbeme postales a Copacabana” por citar algunos. La actriz lamenta que el actual nivel y calidad del llamado teatro popular haya caído bastante debido, en parte, a la improvisación que caracteriza a las actuales puestas, una improvisación que ahuyenta al público de los escenarios. La última obra representada fue en abril de 2011 con “El Cerco” de Carlos Cordero. Ahora tiene dos propuestas para teatro y un contrato firmado con una productora audiovisual. “Un desafío que asumo confiando en mi buena memoria, compromiso que no descarta la posibilidad de terminar el libreto de mi segunda obra”, afirma la actriz que ayudó a Rosa Ríos a iniciarse en el arte escénico, allá por 1975 y a muchos jóvenes en Oruro, Potosí, Cochabamba y Potosí. Doña Agar es hermana de la conocida locutora Elsa Antequera. Tiene cinco hijos: Vania, Maiza, Claudia, Musmé y Gonzalo, cada uno hizo teatro guiados por su experiencia, aunque después siguieron otros rumbos en la profesión que eligieron. Su primogénita casi
nace en el escenario del Municipal cuando ensayaba “El partido de la contrapartida”. Mientras va recordando pasajes de su vida actoral y familiar, recibe la noticia del nacimiento de la séptima nieta. Una vida dedicada a las tablas La vitalidad de esta señora del escenario es tan grande que no deja de pensar en libretos, luces, escenarios y el correr del telón para que se produzca el sortilegio de la actuación. “No me concibo fuera del teatro. Pienso que fui una privilegiada en la vida: hacer lo que a uno le apasiona y hacerlo para vivir con dignidad porque yo vivo del teatro, es una bendición”. La experimentada actriz se aproxima a celebrar seis décadas viendo libretos, adentrándose en el personaje, desplazándose por el escenario y recibiendo humildemente el aplauso del público después de cada actuación. “Creo que la lucha valió la pena pues ahora la gente aprendió a valorar sus raíces, a pensar que la pollera es cuestión de dignidad antes que vergüenza”, concluyó.
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La Presencia… María Soledad Quiroga * Una gota pende inmóvil de la punta de una hoja un pájaro levanta el vuelo y deja la rama vibrando el caracol cierra los ojos y espera el estruendo. El sol deja caer sus hebras derrocha su ramaje al pasar el caracol lo recoge toma los hilos los ovilla los hace suyos en la penumbra cálida. Ciego y atento en su trayecto registra sin olvidar nada todo lo va cifrando con el cuerpo mientras el sol lo borra quizá un trazo un hilo de perfil un minúsculo espejismo
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quede y dure lo que un instante mientras lento se mueve y arrastra el mundo desde su origen. Sigue el reguero de arena que el tiempo desordenado deja lo recoge lo hilvana lo sujeta a su centro y teje asĂ el desierto es jardĂn y brota al devorarlo todo. Atento al latido despierto a la vigilia de las cosas dispone la valva la hace copa cesto cedazo para asir y dejar que todo fluya en su corriente. La piel contra la piedra deslizando su saliva suave su labio dulce su falta de hueso frotĂĄndose como si estuviese en el agua
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como si la dureza lamiera quizá la piedra sea mansa se haga tierna cordero se arrodille y hable en voz baja se haga agua silencio. Paisaje resumido: piedra limpia o breve hierba la luz cayendo oblicua en la tarde y el caracol cruzándola silente quizá la mira y pronuncia en japonés ese lenguaje abreviado
*María Soledad Quiroga Trigo (1957) es una de las voces más diáfanas de la nueva poesía boliviana. Ha publicado los poemarios Ciudad blanca (1993), Recuento del Agua y Maquinaria mínima (1995) Casa amarilla (1998), Los muros del claustro (2004), e Islas reunión (cuentos, 2006). En esta edición presentamos dos escritos, el primero extraído de Casa Amarilla y el otro de Trazo de Caracol, último poemario de la autora publicado por Plural Editores en 2011.
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Memorias de la ciudad
Colectivo Chauchero marca Chevrolet Modelo 1929 de propiedad de Eugenio Pomier
El año 1905, el investigador, arqueólogo, marino e ingeniero Arthur Posnansky introdujo en nuestra ciudad el primer automóvil. Posteriormente, fueron apareciendo otros vehículos motorizados y en 1908 se instala el primer servicio de transporte masivo de pasajeros, dotado de seis carrozas tiradas por robustos mulos. Las terminales estaban en Challapampa y San Jorge y desde las siete de la mañana esta especie de “diligencias” partían simultáneamente de ambos puntos cada hora hasta las diez de la noche.
Los primeros colectivos de La Paz /
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La competencia que representaron los tranvías determinó que en 1909 esta empresa de transporte a tracción animal, perteneciente a las familias Gutiérrez y Collao suspendieran sus servicios. El Concejo Municipal y la Bolivian Rubbers firmaron ese mismo año un contrato para el funcionamiento del servicio tranviario. En pocos meses se tendieron las rieles y los postes de energía eléctrica que movían los diez tranvías que inicialmente brindaron sus servicios, los mismos que proporcionaban confort y una velocidad límite aceptable para esos tiempos: 10 kilómetros por hora. También en 1909 se iniciaron las actividades del transporte público con los primeros autobuses o como se los llamó por mucho tiempo, los colectivos. Los primeros fueron pequeños y también fueron utilizados automóviles con mayor número de asientos. Ya para 1928 se habían reunido coches de transporte público de distintas marcas : Broadway, International, Chevrolet y General Motors. Su base estaba en la Av. Montes, a la altura de la calle Pisagua y su rutina era desde esa esquina hasta la Plaza Abaroa.
Archivo Cordero Chaucheros con ruta San Jorge - Av. Pando
Estos y otros datos están presentados en una publicación que en este mes de marzo será presentada por don Gonzalo Pomier Ríos, experimentado dirigente de este sector. El título es extenso, como la memoria de este “cronista sindical”: ”Memorias e Historia de la Sociedad de Propietarios, Conductores y Cobradores de la Línea 1” (Hoy Sindicato Mixto de Transportes “Litoral”). Como integrante de una tercera generación de esa institución pionera, Pomier ha conservado documentos, anécdotas, fotografías y otros recuerdos de su gremio. Las unidades que brindaban este servicio recibieron denominativos de acuerdo a sus características, como las aquellas cuyas carrocerías eran de madera y tenían 6 puertas, se llamaban “Chaucheros” y las de 4 puertas eran llamadas “Cajoncitos”. El servicio fue rápidamente monopolizado por empresas familias, gran parte de ellas de origen extranjero, como la Mitoya de Miguel Tobías, las empresas Angles, Larreza y otras. Para atender la demanda paceña se dividieron en tres grupos. La línea 1, de color amarillo, que recorría la arteria troncal Montes –Obrajes, la línea del “2” de color azul que unía el centro con Sopocachi, y finalmente el “3” cuyas unidades estaban pintadas de rojo, que iba a Miraflores (al Hospital General).
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Esta sociedad del sector del servicio de transporte urbano nació en 1945 como resultado de la tensión entre la empresa de tranvías, los servicios de los colectivos y el Servicio de Tránsito. Según refiere esta memoria, el Director de Tránsito por esos años, era drástico con los horarios y cuando éstos no eran observados, infligía duras sanciones a los infractores. Por otra parte, la Bolivian Power, que para ese tiempo era la administradora de los tranvías, había denunciado a la Línea 1, por la competencia que los colectivos hacían, esto hizo que el Mayor Taborga ordenara el llenado de boletas de control mediante las que se controlaba el flujo de las unidades de motorizados, lo que generó la protesta de los transportistas y su detención en las celdas de Tránsito ubicadas en la Pérez Velasco, en sótano llamado “Frigo”, por el frío que debía soportarse con un singani o pisco “Montaña”, y donde los detenidos resuelven crear la primera organización que agremiase a todos los involucrados en esta actividad. Al recuperar su libertad se reunieron en la calle Clavijo, en casa de Fernando Alvarez, conformando allí su primer directorio, con Serafín Sanjinés Ribero como Presidente de esa organización, que actualmente lleva el nombre de Sindicato Mixto de Transportes “Litoral”. Colectivo Chevrolet año 1945 con carrocería importada Wayne.
Walter Lanza, 2do. presidente de la Sociedad, junto a los conductores Luis Rada, Max Averanga, Agente de Control Francisco Careaga y cobradores, año 1949 con el colectivo de la marca International modelo 1945-K3
Hasta los años 60 los colectivos y los “autos de alquiler” tenían el dominio del transporte urbano de pasajeros. Ya para entonces sus unidades llegaban hasta Calacoto por el sur y la Avenida Perú hacia el norte. Los conductores o choferes de los colectivos tenían un infaltable cobrador, que pasaba por los pasillos recibiendo el dinero y con los talones de boletos en la mano. Para ser cobrador, los jóvenes que deseaban incorporarse al gremio debían acreditar un garante personal y registrarse en las oficinas de Tránsito, sección Servicios Públicos, donde eran evaluados en sus conocimientos de aritmética y conocimiento de las vías y rutas de servicio. Cumplidos estos requisitos recibían una placa numerada que exhibían con orgullo en su calatrava provista por la sastrería “Zambrana Hnos.” En ese tiempo se inauguraba la sede ubicada en la calle 1 de Obrajes, posteriormente se abrió otra en Copacabana, como resultado de la devoción de los socios a la Virgen del Lago y que hacía obligada una romería de movilidades para ser bendecida en esa población, especialmente en Semana Santa.
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Los campeonatos deportivos son también parte de sus actividades, en la actual sede se atesoran los trofeos obtenidos en las ligas inter-sindicales. Tienen en sus canciones, con letras adaptadas a la música del tango Illimani o del tema “Mis Harapos”, expresadas las vivencias de su trabajo, sus satisfacciones y dificultades. También una serie de recomendaciones para mantener en condiciones su instrumento de trabajo: “Nunca el conductor puede permitir que se pare su coche” decían.
Primera importación de microbuses marca GMC modelo 1970
Paulatinamente sus afiliados fueron incrementándose con la aparición de nuevas líneas y años setenta), los taxis de ruta fija o Trufis y finalmente los minibuses. En varios casos, tuvieron que acordar sistemas que no perjudiquen a otras líneas o sindicatos como el “1º de Mayo”. Son servicios que han marcado costumbre y por ello son parte de la memoria cotidiana de trasladarse a la escuela, al trabajo, o en los fines de semana bajar a Mallasa u otro lugar de Río Abajo con la familia completa transportada por alguno de estos vehículos. Es también ver crecer sus rutas al poblarse las laderas y mirar la subida de los colectivos y micros cuesta arriba, hasta vislumbrar desde la hoyada las primeras casas que se iban apareciendo en la Ceja de El Alto.
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La difusión de nuestra cultura y especialmente nuestro folklore ha tenido lugar en las actividades de este sindicato. En 1968 emprendieron una gira por varias ciudades de Chile, llevando una representación artística de danza amenizada por la tradicional banda de Primo Aranda. Ante el éxito cosechado volvieron a realizar esta representación cultural en 1974, en el Inti Raymi de Cusco, Perú.
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Aunque para muchos vecinos los límites entre barrios nunca estuvieron claramente demarcados, el llamado casco viejo de La Paz del siglo XX para atrás, estaba reservado a la aristocracia paceña. Personajes como la Tía Núñez (que después de tocar el piano en el Cine París porque las películas eran mudas, estaba en todas las retretas y actos públicos de la época), los generales Ismael Montes y José Manuel Pando, además de los ex-presidentes Enrique Hertzog y Felipe Segundo Guzmán, eran vecinos del barrio.
En 1890 la Plaza recibió dos fuentes y el sector embellecido con jardineras. De un espacio reservado a desfiles militares pasó a ser el punto de encuentro familiar que disfrutaba las retretas y posaba junto al monumento de Pedro Domingo Murillo. A inicios de 1900, éste era centro de reunión de la vida política, social y cultural.
La dinámica del Centro Histórico de La Paz quedó en la memoria de paceños que próximos a celebrar un siglo de vida nos transmiten también el testimonio de sus padres y abuelos.
En el periodo de 1900-1925, la Plaza soportaba el mayor tráfico de la ciudad debido a que en sus alrededores se instalaron los principales negocios, centros de espectáculos, los mejores hoteles y restaurantes, la administración pública y mucho más. Fue, sin duda, testigo de los acontecimientos que marcaron la historia del país.
En ese repaso se nombra, indefectiblemente, a la Plaza Murillo delineada por el alarife Paniagua, cuando fungía como corregidor Ignacio de Aranda (1558), entonces se la conocía como Plaza Mayor, luego Plaza de Armas, Plaza 16 de julio y Parque Murillo hasta llegar a la denominación actual. A los alrededores estaban los principales edificios de la ciudad: la Caja, El Convento Jesuita de la Virgen de Loreto, el Cabildo, la Casa de los gobernadores, la Librería Renacimiento y el Palacio Episcopal.
En el terreno, ocupado ahora por la Asamblea Constituyente, se encontraba el Convento de la Virgen de Loreto en cuyo interior se produjo la nefasta “Matanza de Yáñez” (1861). Probablemente para borrar ese cruel episodio se procedió a su demolición y en 1904 comenzó a construirse el primer Palacio Legislativo, diseñado por el italiano Antonio Camponovo, el mismo que años más tarde fue remodelado tal como lo conocemos hoy.
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De suma importancia fue el Corregimiento y Cabildo de la época colonial (1843), construcción de piedra, ladrillo, columnas y cornizas de granito. Posteriormente y a raíz del incendio provocado por la turba revolucionaria contraria a la Presidencia de Tomás Frías (1875), se la denominó “Palacio Quemado”, actualmente Palacio de Gobierno. A lado suyo se encuentra
En diagonal y toda una cuadra estaba el Hotel París, con una administración de extranjeros que tenían bajo su mando a más de un centenar de trabajadores bolivianos. Era un verdadero lujo alojarse en él o ser parte de sus espectáculos de jerarquía; el Biógrafo albergaba a 700 personas y en las salas de billar se libraron duras competencias. Fue uno de los
la Catedral edificada en etapas por varias razones. La construcción, en base a cal, ladrillo, piedra y locería, se mostró sólida por dos siglos. En 1821 la nave central mostró rajaduras motivo por el cual en 1825 fue demolida. Siete años después empezó la reconstrucción y tuvieron que pasar muchas décadas hasta quedar concluida en el Gobierno de Daniel Salamanca.
primeros en contar con el teléfono de dos dígitos. Parte del inmueble fue vendido al Fondo de la Policía.
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Otra de las atracciones del barrio, en diseño arquitectónico, era el actual Museo Nacional de Arte que perteneció a los Condes de Arana y de los Diez de Medina. La construcción data de 1775 e incluía al actual Hotel Torino, espacio que
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en contar con energía eléctrica en La Paz. Ubicado en la calle Jenaro Sanjinés, es uno de los más antiguos de América Latina, que en varias ocasiones el escenario se convirtió en pista de bailes, sala cinematográfica y hasta ring de lucha libre, data de 1845. El centro histórico paceño fue creciendo a la par de los centros comerciales con amplia oferta de productos importados, desde golosinas hasta los afamados sombreros borsalino; entre las vías más concurridas estaban las calles Comercio, Potosí y Genaro Sanginés. Las tiendas de ropa importada libraron una dura competencia con las textiles nacionales Said y Forno. Por los alrededores se encontraban edificaciones importantes como la Iglesia de San Agustín (construida en 1554 como asiento de la Parroquia del Sagrario de la Catedral) y el Templo de San Agustín que se levantó sobre el Hospital de varones, allá por la calle Loayza.
por las noches estaba reservado sólo a personas mayores que sucumbían ante sus tradicionales yungueñitos. Metros más allá –sobre la calle Comercio– se levanta el Cine Princesa construido en 1908, un espacio que recibió a los elencos y compañías de danza, ópera, zarzuela, teatro y opereta más importantes de Europa y América Latina; el edificio, diseñado por Jorge Saenz, se construyó en el predio de la residencia de los Marqueses De la Barra. Para consuelo de unos y congoja de otros, el Teatro Municipal fue el primer edificio
El testimonio oral da cuenta del permanente susto en el que vivían las inquilinas de la casona en la esquina Potosí y Jenaro Sanjinés (hoy Hotel Presidente), se dice que en las noches, las paredes despedían fuego de la nada; ellas suponían que era producto de los tapados allí enterrados. Los húmedos zaguanes sirvieron de dormitorio para los pongos que llegaban de la finca de la dueña, una señora de apellido Benavides que los trataba a “chicotazo limpio”. Los niños y jóvenes asistían a las escuelas Reyes Ortiz, Jenaro Gamarra, Natalia Palacios, San Calixto, Ayacucho, Liceo Venezuela, La Salle y otros. Algo inusual fue la conformación de la fraternidad “Atipiris”
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con jóvenes veintiañeros que abrieron una escuela nocturna en la calle Jaén, eran alumnos y profesores al mismo tiempo. El centro histórico paceño fue el primero en contar con energía eléctrica debido a que ya se había convertido en centro político y social del país. El primer contrato de la Municipalidad fue con la The Bolivian Rubber General Enterprise Limited que dotaba de luz al sector –con 300 focos de 16 bujías– las noches en que la luna no mostraba su resplandor, el horario era de seis de la tarde a una de la madrugada. Después vino la Bolivian Power Co. ampliando el servicio para beneplácito de todos. En 1925, como un regalo por el centenario de la República, se inauguraba en el centro paceño el servicio de alcantarillado,
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aunque todavía de manera incipiente. En transporte, los vecinos disponían de carrozas jaladas por caballos y los afamados tranvías. A partir del año 1905 llegó el primer automóvil, traído por el investigador y arqueólogo Arturo Posnansky. Eran tiempos donde los jóvenes de 17 a 20 y las muchachas de 22 a 24 años, podían asistir con sus padres a los bailes del Fantasio o el Club de La Paz, solos… imposible. Era muy frecuente ver las competencias de canicas en las calles o las ruedas de turriles impulsados por alambres, las viejas “pelis” que los cines desechaban, las chocas fabricadas en las latas de leche condensada o las t´ejetas (pelotas de trapo), el único juego entre varones y mujeres era la pesca-pesca, distracciones de las que hoy sólo quedan como reminiscencias en la memoria colectiva de los paceños.
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Notables Pace単os
Jacobo Libermann /
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Promotor incansable del arte, cultor del periodismo cultural, miembro de Gesta Bárbara y hombre impregnado del proceso de la Revolución del 52, Jacobo Libermann Zlonka nació en la ciudad de La Paz en 1922. A sus 90 años continúa leyendo, estudiando y escribiendo en medio de pilas de libros de historia, estudios sociales y poesía. Máximo Libermann, su padre, había llegado de Europa antes de la Primera Guerra Mundial, en Argentina conoció a su madre, Rosa Slonka y ya casados pasaron a Bolivia. La familia enfrentó estrecheces económicas y aunque Máximo consiguió un empleo en una mina de Aramayo, decidió trasladarse a Chile donde logró establecerse mejor por un tiempo, durante el cual el joven Jacobo estudió en el internado Barros Arana de Santiago, y más tarde filosofía y letras, en un seminario eclesiástico que dejó sin llegar a graduarse. Al volver, a sus 17 años, cuando había comenzado a escribir versos, se convirtió en un entusiasta miembro de grupos literarios y de discusiones ideológicas… y también de la bohemia. Su padre le conminó a abandonar la casa; si era tan hombre para llevar una vida bohemia también debía serlo para mantenerse por sí mismo. Por su inclinación desde muy joven por la poesía, tenía entre sus amigos al poeta Guillermo Viscarra Fabre, quien lo ayudó a ocupar un
puesto como maestro interino de escuela en Achacachi. Durante un par de años enseñó a leer y escribir a los niños aymaras en esa población circundante del Titicaca. “Eran niños y niñas maravillosos- recuerda- allí aprendí a comer en chúa la comida de ellos, el wallake, las bogas y la kispiña, a bailar con las tawacos y ver los atardeceres y amaneceres del lago. Era parte de ellos”. Eran los tiempos de la Normal de Warizata, de Elizardo Pérez, Avelino Siñañi y de María Frontaura Arangoña, quien era directora del circuito educativo rural y se había irradiado la pedagogía integrada en el altiplano, era el año 1941 y el Gral. Enrique Peñaranda era presidente del país, luego de la contienda del Chaco. Recuerda también al destacado educador Vicente Donoso Torres, Director del Consejo Nacional de Educación de ese entonces, gracias al que -mediante el “padrinazgo” de Viscarra Fabre- pudo ejercer ese primer trabajo. Las condiciones de vida para los educadores eran difíciles, el sueldo les llegaba con tres meses de retraso y con el monto recibido apenas podía pagar su cuarto y alimentación. Posteriormente, se trasladó a la escuela de la mina Viloco de la Patiño Mines, en el valle de Araca de la Provincia Loayza, donde añade una experiencia en el ámbito mine
Una histórica foto del Grupo Gesta (1978) De izq. a derecha: José Federico Delós Salmón, Mario Gonzalo Rodríguez, Julio de la Vega Rodríguez, Ramiro Bedregal, Jacobo Libermann, Armando Soriano Badani, Gonzalo Silva Sanginés, Valentín Abecia Baldivieso, Mario Ojara Agreda, Rubén Carrasco de la Vega y Carlos Mendizábal
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Esta toma del año 2006 reúne en animada charla a Valentín Abecia, Julio de la Vega, Jacobo Libermann y Armando Soriano en el Montículo, conocido como el “Parnaso de Gesta Bárbara” Foto Archivo “La Razón”.
ro a la vivencia rural que había adquirido. Un año más tarde le tocó trabajar en el puerto de Guaqui. Recuerda las travesías por el Titicaca que los vapores Inca y Ollanta de la Bolivian Railways realizaban durante las noches entre Guaqui y Puno, donde los ricos jugaban al póker y bebían los chuflays con soda inglesa, mientras él disfrutaba en sección de segunda, acomodado en su colchoneta y leyendo sus libros. “Con lo poco que sobraba, luego de pagar mis gastos, adquiría libros, los que nunca han dejado de acompañarme”, dice y recuerda los volúmenes de Editorial “Thor”, que eran muy baratos y llegaban de Buenos Aires. De esta manera conoció a Stephan Zweig, Malraux, Thomas Mann y otros grandes escritores, a tiempo que escribía sus primeros versos. Libermann continuó sus labores de maestro rural como director de la escuela de Portachuelo, en la provincia del Sara de Santa Cruz, y posteriormente enseñó las materias de castellano y metodología en la normal rural de Vacas (Provincia Arani de Cochabamba) a 17 kilómetros de camino que frecuentemente los recorría a pie. En sus frecuentes viajes en ferrocarril fue conociendo a personas influyentes e interesantes de Cochabamba, con quienes compartía sus conocimientos e inquietudes literarias.
Regresó a La Paz, a pedido de su madre y logró restablecer las relaciones con su familia. Don Máximo reconoció que el joven bohemio era capaz de valerse por sí mismo. Gracias a estos vínculos, al inicio de los años 40, Jacobo fue partícipe de la Segunda Gesta Bárbara, que se fundó en La Paz gracias al impulso de Gamaliel Churata (Rodolfo Peralta), exilado peruano que “quemó naves” en Bolivia para ejercer el periodismo, la literatura y la acción política. Churata había sido parte fundamental de la primera Gesta Bárbara que se generó en Potosí y Tupiza en 1918 y respaldó el vivo interés de los jóvenes de esta segunda generación que sentó sus reales en el Montículo de Sopocachi. Allí, Julio de la Vega, Gustavo Medinaceli, Beatriz Schulze, Yolanda Bedregal, Mario Guzmán Aspiazu, Armando Soriano Badani y Valentín Abecia, entre otros artistas e intelectuales, iniciaron una memorable y productiva experiencia que buscaba –como todo el país- un cambio luego de la Guerra del Chaco. No era fácil pertenecer a este colectivo, además de la calidad creativa era necesario un contenido ideológico revolucionario y un sentido indigenista insoslayable en un país de mayoría indígena como el nuestro. La edición de la revista “Gesta Bárbara” es-
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tuvo a cargo de Libermann, donde se publicó su manifiesto ideológico. La crítica militante y expresiones desenfadadas e incluso escandalosas de “los bárbaros” eran comentadas con indignación por la “gente bien” y con simpatía por otros sectores de la sociedad paceña. Al inicio del periodo de la Revolución Nacional, Carlos Ponce Sanjinés se desempeñaba como Oficial Mayor de la Municipalidad de La Paz durante la gestión del Alcalde Luis Gutiérrez Granier, e invitó a Libermann a hacerse cargo de la Dirección de Cultura, quien a tiempo de aceptar buscó a gente joven y talentosa, llamó a René Zavaleta Mercado, quien más tarde sería uno de los más respetados intelectuales latinoamericanos y a Jorge Calvimontes, también orureño, periodista de vigorosa pluma poética. Se restableció el Consejo de Cultura, que había sido conformado 20 años antes, en la gestión del alcalde Muñoz Cornejo, pero esta vez con un mayor número de artistas y estudiosos de extraordinaria valía, entre ellos el músico y pintor Antonio Gonzáles Bravo, el aymarólogo jesuita Luis Soria Lenz, el novelista Abel Alarcón, Yolanda Bedregal, Marcos Kavlin, el mismo Carlos Ponce Sanjinés y Julia Elena Fortún (declarada
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Con el concurso de este órgano consultivo se realizaron iniciativas que perduran hasta años más tarde Mujer de las Américas) y Alcira Cardona. hoy. Es el caso del Salón Anual “Pedro Domingo Murillo” el premio de artes plásticas más prestigioso del país, cuya primera versión data de 1953. En 1956, el poeta Julio de la Vega obtenía el premio del primer concurso municipal de literatura “Franz Tamayo”, abriéndose así los primeros concursos municipales que actualmente suman 14 al año. Con vehemencia, Jacobo Libermann refiere que fue él quien “llevó a la pila bautismal” a la Revista Khana, que significa en aymara la primera luz de la mañana. Esta revista cultural ha ganado un merecido prestigio por la calidad de los trabajos inéditos publicados, característica que se mantiene hasta hoy. Durante los gobiernos militares y también en algunos civiles, su continuidad se interrumpió. Es a partir del año 2008 que se retoma su edición. “Ustedes son dignísimos continuadores de esta obra” señala luego de revisar los últimos números y en especial la edición del Bicentenario, que está acompañada por un DVD interactivo que
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reúne todos los números publicados hasta el 2009, desde el primero al 50. Además de Khana, se editaron importantes colecciones de títulos sobre historia y poesía. La valoración de Khana por parte del presidente Paz Estenssoro, quien era un acucioso lector, hizo que se estableciera una estrecha amistad entre ambos , pasando a ser asesor y director de cultura de la Presidencia de la República, donde se desempeñó hasta el año 1964, en el que el gobierno del MNR es derrocado. Libermann abandonó el país con sus cuatro hijos, Juan Jacobo Túpac, Máximo Alejandro Mallku, Rosa Morelia Kitula y Gilka Wara. Su esposa, doña Bertha Cruz, tenía varios parientes mineros económicamente pudientes en Tupiza, y en Argentina una prima le encomendó a Jacobo la administración de una granja. A su retorno, trabajó en Última Hora, donde se comenzó a editar la Biblioteca del mismo nombre, con una serie de títulos de autores nacionales de mucho valor. Es allí donde aparece la Editorial Khana Cruz, dirigida por este tenaz Kitula promotor literario. A partir de 1962 Libermann fue trabajando sin prisa ni pausa en otro proyecto, uno de
los más importantes de su vida: el pensamiento y la vida del Libertador de 1789 a 1830, periodo apasionante en la vida del gran militar y estadista caraqueño. “Tiempo de Bolívar” en dos tomos, llegó a publicarse en 1989 en Bogotá. En 1995 fue invitado a prologar uno de los cuatro tomos que publicó Clemencia Santa Cruz de Siles sobre Antonio José de Sucre, a quien admira por su grandeza, humildad y lealtad a toda prueba. En medio de libros situados en dos habitaciones de su casa, unos ordenados en anaqueles y muchos otros apilados sobre otros muebles, el periodista y gestor de muchas tareas en beneficio de la cultura nacional continúa leyendo y tomando apuntes. Su primera poesía, que se publicó cuando tenía algo más de 20 años es para él una experiencia lírica y sentimental, mientras que la escribiera entre los años 70 y 80 que están inéditas, muestran verdaderamente la fibra de su espíritu. Espera poder hacerla pública. “Como ve, soy un hombre que tuvo un pasado intenso y complicado, mientras mi futuro es muy sencillo” dice con una mezcla de nostalgia y bonhomía.
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Casa Un referente Municipal de laLaCultura del quehacer “F r a n z
T a m a y o”
cultural del país
El edificio abrió sus puertas al público el 22 de julio de 1974
73 Los antecedentes de este edificio se remontan hasta 1952. Consolidada la Revolución Nacional, el entonces presidente de la República, Víctor Paz Estenssoro, determinó que los municipios del área urbana, comenzando por la sede de gobierno, se encargasen también del fomento a la actividad cultural en sus respectivas jurisdicciones. Para tal fin se establecen las instituciones responsables de la acción cultural. Se instruye la creación de la Dirección General de Cultura y, como primera tarea la institucionalización del Salón Anual de Artes Plásticas “Pedro Domingo Murillo”, certamen competitivo que tras cinco décadas se ha constituido en el principal referente de la plástica boliviana. Entre 1953 y 1960, el movimiento cultural paceño creció a ritmo acelerado, obligando a las autoridades municipales a pensar en una infraestructura mayor y adecuada para satisfacer la creciente demanda artística. Había que buscar un espacio físico que al margen de generar nuevos espacios para la creación artística (en todos los géneros), debía albergar a toda la estructura administrativa encargada de la gestión cultural que impartía la Comuna paceña. Tras muchas evaluaciones del lugar ideal, se decidió destinar el terreno municipal enclavado entre la avenida Mariscal Santa Cruz y la calle Potosí para la construcción del edificio. Los artistas y arquitectos más reconocidos participaron en la licitación de propuestas imponiéndose la experiencia, en arquitectura urbana, de César Zumarán Costas y el tratamiento artístico fue encomendado al artista potosino Ricardo Pérez Alcalá.
El flamante edificio pasaba a ser ocupado por la Dirección de Cultura y los siguientes departamentos: Honorable Consejo Municipal de Cultura, Instituto de Investigaciones Históricas, Instituto de la Cultura Aymara y los salones de arte moderno boliviano, exposiciones temporales, muestras artesanales, sala Iconográfica y el Archivo Histórico Municipal. El edificio de cinco pisos, amplios y modernos ventanales como fachada, abrió sus puertas al público el 22 de julio de 1974, transcurría la gestión municipal del general retirado Armando Escóbar Uría. Tuvieron que pasar décadas desde el proyecto de los años ‘50 hasta su inauguración en pleno gobierno de facto del Gral. Banzer. En ese entonces el escritor Alfonso Finot fungía de Director de Cultura. La Ordenanza Municipal 51/74 del 10 de julio del mismo año dispone la nominación de Casa Municipal de Cultura “Franz Tamayo”, en reconocimiento al pensador e insigne poeta paceño. La inauguración del nuevo espacio dedicado a la promoción del quehacer cultural de La Paz estuvo precedida por una muestra retrospectiva que reunió a los principales artistas plásticos del país. Coral Nova, la Sociedad Coral Boliviana, el Conjunto de Cámara de la Orquesta Sinfónica Nacional, la Banda Municipal “Eduardo Caba”, el Ballet Oficial de Bolivia y la puesta en escena de “La Lanza Capitana”, del dramaturgo paceño Raúl Bothelo Gozálvez, dieron solemnidad al acto realizado en el Teatro Modesta Sanginés. Las crónicas de los diarios paceños calificaron esta apertura como uno de los mayores
Los rostros como evidente muestra de interculturalidad.
Mural de Ricardo Pérez Alcalá
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Escultura en bronce de Ricardo Pérez Alcalá
La estructura externa contiene esculturas y murales de Pérez Alcalá como un icono de la plástica boliviana. Mural en cerámica de Ricardo Pérez Alcalá
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75 acontecimientos de la época: se abría la primera institución cultural del país y el hecho ameritaba la debida cobertura periodística. Siendo Alcalde de la ciudad el empresario y dirigente deportivo, Mario Mercado Vaca Guzmán (1976), se produjeron cambios que marcan un nuevo rumbo de la repartición municipal. La Dirección de Cultura adquiere el rango de Oficialía Mayor y Mario Bedoya Ballivián asume la misma. Desde una otra óptica de trabajo, la Oficialía Mayor de Cultura empieza a trazarse retos y responsabilidades diferentes. Se diseñan y ejecutan políticas que benefician a la infraestructura cultural de La Paz, de los trabajadores de la cultura y una serie de acciones en torno a la creación artística. Por citar algunos ejemplos: se crean los sistemas municipales de museos y bibliotecas; se pone en marcha la política editorial; asimismo quedan conformados los elencos de teatro y danza, además de la Orquesta Municipal de Cámara. La continuidad del Salón Municipal de Artes Plásticas motiva a las gestiones a perfilar la creación de concursos en distintos géneros artísticos. A principios de la década del ’90 se observa otro hito importante, la Oficialía Mayor de Cultura, al igual que las áreas Técnica y Administrativa del municipio paceño, dispone -desde entoncesde una partida presupuestaria que le permita crear y recrear actividades orientadas al desarrollo cultural y artístico de la ciudad de La Paz. A 37 años de respirar arte por todos sus rincones, la Casa Municipal de Culturas “Franz Tamayo” se ha convertido en el referente del movimiento artístico-cultural no sólo de La Paz, sino del país gracias al concepto vigente de la gestión muni-
cipal que impulsa la creatividad de los trabajadores de la cultura (actores, escritores, poetas, bailarines, artistas plásticos, músicos, compositores, cineastas, artesanos y otras disciplinas). Si bien una parte de su distribución interna ha cambiado, la estructura externa mantiene las esculturas de Pérez Alcalá como un icono del nivel de la plástica boliviana. Los cóndores en pleno vuelo realizados y el muro de rostros en relieve que expresan la vinculación entre la historia y la interculturalidad fueron captados por las cámaras de miles de turistas nacionales y extranjeros. Es sus cuatro plantas acoge a tres salas de exposición: Antonio Gonzáles Bravo, Arturo Borda y María Esther Ballivián (destacados exponentes en el campo de la literatura, música y plástica bolivianas); con una vista hacia el centro histórico de la ciudad, el Salón Humberto Viscarra Monje (compositor paceño) se abre a todo tipo de actividades brindando comodidad a un centenar de personas; el Teatro Modesta Sanjinés cuya capacidad alcanza a 270 espectadores está dotado de un equipo de sonido digital, de ahí que su apretada agenda prácticamente no conoce pausa. La designación del Oficial Mayor de Culturas es atribución directa del Alcalde Municipal. Entre 1976 a la fecha ocuparon el cargo Mario Bedoya, Bertha Alexander, Carlos Urquizo, Guido Orías, Edgar Oblitas, Yolanda Bedregal, Norah Claros, Antonio Eguino, Carlos Rosso (en tres gestiones), Carlos Cordero (en dos oportunidades), Homero Carvalho, Mario Ríos, Luis Sempértegui, Pedro Martínez, Elizabeth Inchauste, Manuel Monroy, José Lanza, Gloria García, Roberto Borda, Pedro Susz, Pablo Groux y Walter Gómez, todos vinculados al arte en sus diversas vertientes.
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En este número presentamos los trabajos de artistas plásticos y diseñadores bolivianos, quienes participaron en la muestra internacional de carteles en conmemoración del Bicentenario de la firma del Acta de la Declaración de la Independencia de Venezuela, promovida por el Ministerio de Educación de la República Bolivariana de Venezuela el año 2011, bajo la curaduría del renombrado maestro venezolano del cartel Santiago Pol. Un total de 39 creadores de Cuba, México, Venezuela y Bolivia concurrieron con sus trabajos a esta exposición que concitó elogios de autoridades gubernamentales, de la crítica y los medios de comunicación.
Los artistas plásticos Susana Machicao, Sergio Vega, Roberto Valcárcel, Renzo Borja y Carlos Villagómez, representaron a nuestro país en ese importante acontecimiento artístico. Las figuras representativas de la gesta independentista recogen ideas de libertad y esperanza del imaginario colectivo, expresando una simbología plena de significado, en momentos en los que la independencia y la soberanía son, como hace 200 años, un objetivo que debemos seguir construyendo cada día y en distintos sentidos.
Carteles Bicentenario // Susana Machicao
Carteles Bicentenario // Carlos Vilagomez
Carteles Bicentenario // Renzo Borja
Carteles Bicentenario // Roberto Valcarcel
Carteles Bicentenario // Sergio Vega
Juan Pablo Piñeiro *
A ratos no te hablo, olvido como hacerlo. Puedo pasarme días enteros enfrascado en quién sabe qué, y ni siquiera notar tu presencia. Y sé que no puedo ampararme en la opacidad de las nubes para justificar mi descuido. Simplemente es un descuido, una grieta que filtra en mi las gotas viscosas de este ilusorio mundo, gotas que no duermen porque sueñan con ser fieras y defenestrarme, disparando mi alma como flecha lejos de ti. Así de fácil ese oscuro mar se acrecienta, pues no es un mar sino un pantano. Entonces con los párpados para adentro voy palpando el ancho de mi sepultura. Y aunque un día antes te haya visto estallar en el horizonte y me hayas señalado las piedras sagradas que llevo dentro, aún así soy capaz de despertar como si nunca hubieras existido. Y no sé por qué. Los muertos me hacen mucho recuerdo a la gente que veo cada día, especialmente aquellos que tienen la torpeza de darme consejos. Si no soy capaz de verte, entonces por lo menos te pido la gracia de sentirme incómodo y perdido. Para que aunque sea se me haga hueso el presentimiento de que hay alguien a mi lado y no lo estoy viendo. Para estar seguro de que me falta algo. Y porque confío en que siempre tendrás la paciencia de venir a buscarme y aparecer como te gusta aparecer, reflejado en algún brillo pasajero. Siendo monumental como eres, me conmueve el hecho de que no seas adepto a la rimbombancia y la exageración, porque cuando se trata de ser humilde, siempre serás el primero, sin notarlo, y eso me hace feliz aunque haya tantos días en los que no te veo. Tú eres mi tiempo, y cuando apareces enlazas los hilos dorados que he guardado en tus secretos pasadizos para recordarme quién soy, aunque haya estado extraviado en la niebla, viviendo como sea. Si tú no estás, aquí solamente hay muertos. En medio de las vanidades pierdo el
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fotografía: Tony Suarez
trazo y la pluma, y ni siquiera me consuela el hecho de que en la más profunda embriaguez tengo la certeza de que aquí estás. Tú lo has visto todo y estás aquí desde el principio. En lo alto del cielo has mirado la primera noche de luna y por el sol has sido despertado. Para estar junto a ti es preciso subir la montaña por un sendero de hierbas siguiendo la huella del abuelo. Ningún ritual te convoca justamente porque tú eres parte del mundo, y solamente los que te miran pueden ser por ti mirados, aunque tú lo puedes ver todo. Es incómodo para cualquiera estar de pie frente a ti, sin estar presente, ya que por dentro se desbordan manantiales desconocidos. Mientras tanto tú duermes bocarriba para mirar las estrellas y cambias de color al atardecer. Todo el mundo sabe que algunas calles de la ciudad te hacen más grande y otras te convierten en una delicada miniatura. A veces no estás pero te siento y a veces no te veo aunque estés frente a mí. Tu misterio me redime, y me da libertad para soñar con salir de esta tumba. Esta es la ciudad de los muertos justamente porque tú caminas por aquí. Si no existieras tendríamos la certeza de que somos felices, y pensaríamos que este ilusorio mundo es la única dimensión que habita el planeta. Más allá no deberíamos sentir nada, no podríamos pensar en el más allá, ni siquiera presentirlo como quién siente que alguien lo está mirando. Si no estuvieras aquí, estaríamos orgullosos de ser tan indignos y mezquinos. Y sin embargo estás aquí, aunque no te vea. Como un astro silencioso que conoce la composición de nuestra alma. Estás aquí y tú sola presencia me revela la muerte que nos rodea. La triste cárcel que hay que recorrer
todos los días sin llegar a ninguna parte. Aquí no caben ni los héroes ni los enamorados. En esta ciudad de los muertos, se le hacen monumentos de los rastreros, y se corona a las mujeres que entregan su cuerpo a los onanistas. Los muertos somos onanistas y esa es una prueba de que estoy muerto. Encerrado en esta jaula y atormentado por un mundo que no existe porque esta muerto. Si tú no estuvieras aquí, hasta podría pensar que es normal no sentir nada. En junio brillas más porque la luna aparece detrás de ti como una luz. Como si tu fueras nada menos que su primer amor, y quién te dice que no lo eres. Y así como ahora puedo sumergirme en la tranquilidad de tu silueta y descubrir que eras planta antes de ser silencio, mañana puedo estar ciego de nuevo y volverme a distraer por mí descuajeringada existencia y por todas las zonceras que le preocupan a la gente. Me imagino que con dulzura sientes tristeza cuando nos ves, y te desvives por darnos un empujoncito hacia ti, pero sobre todo hacia el universo. No solamente los muertos soñamos contigo, también te veneran los pájaros, los bofedales y las antiguas piedras del mar. Cuántas veces he querido cavar un hoyito en mi sepultura para nunca olvidarme de ti, por más metido que esté dentro de mi mismo, pero no se puede, lo único que puedo ver es la tumba de enfrente. Y después pienso y me doy cuenta que no puede ser tan fácil, uno tiene que buscarte, tú no te puedes ofrecer. Con calma pones las cosas en su lugar aunque para eso tengan que pasar infinitas generaciones. Ese es tu camino, has forjado tu personalidad en la soledad de las alturas y guardas en tus profundas pupilas la
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* Este joven y talentoso escritor ha publicado las novelas “Cuando Sara Chura despierte” e “Illimani Púrpura”, además de escribir los guiones de los filmes “Sena Quina” y “Hospital Obrero”. En esta edición presentamos la última parte de la Trilogía del Illimani, en la que el autor descubre y describe percepciones sobre este singular nevado que es parte de nuestra vivencia cotidiana, aunque a veces no lo sepamos.
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memoria de la luz. Los borrachos se embrutecen cuando te ven y tratan de ocultar la mirada. Los niños te hablan con naturalidad y los solitarios quieren estar contigo. Y aquellos que no conocen la luz ni siquiera han oido hablar de ti. Poco a poco me doy cuenta que no podré seguir mucho tiempo habitando estos mundos tan dispares. En un mundo está mi tumba y en el otro estás tú. Quisiera vivir cerca de ti y dedicarme a tiempo completo a contemplarte, pero soy una víctima del eco y de los espejos, y me mareo con facilidad. En un abrir y cerrar los ojos aparezco en mi tumba, aunque me hayas mostrado jardines y arcoiris. Tú sabes que siempre te busco, que en mi tumba te he dibujado y que para estar contigo tengo que incendiarme y bailar durante días sobre las brasas de mi cuerpo. Sólo así podré encontrarte y permanecer en ti. Tú quieres que tenga callos en las manos y que aprenda a construir la casa de mi familia. Tú quieres que cultive mis alimentos y busque el agua cristalina de la tierra. Tú quieres que ame con firmeza y camine sin temor. Tú quieres que respete y calle. Tú quieres que converse con el brillo de todo el mundo y me ponga siempre de lado del que sufre. Tú quieres que me abandone y que reviente. Tú quieres que ese soplo de libertad que alguna vez entibio mi pecho explote la tumba donde reposan mis huesos. Tú quieres que mire las estrellas y me cure con plantas. Tú quieres que te espere cada día al amanecer y te despida con fervor junto al sol. Tú quieres que sea un hombre cuando soy un muerto. Un muerto que a tu lado está vivo.
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{ En la década de los ‘40 a ‘60, América Latina ha experimentado una de las mayores migraciones europeas. Centenares de españoles decidieron vivir en este lado del mundo a fin de evitar las consecuencias que la Guerra Civil y el periodo franquista ocasionaría particularmente en lo político, económico y social. En este contexto y ante la necesidad de mantener tradiciones, costumbres e iniciar procesos de socialización entre los migrantes, se abrió en las ciudades capitales el “Casino español”, espacio que posteriormente se convertiría en la “Casa de España” cuya función, además, era interactuar con la cultura local e impulsar la relación entre los países. Con el paso de los años la comunidad española fue disminuyendo, los hijos de españoles tenían la nacionalidad del lugar que los acogió, las nuevas generaciones abrazaban la cultura originaria de sus padres, pero también del país donde habían nacido, es decir, el suyo. El hecho generó un natural desinterés para continuar asistiendo a las Casas de España que, a pesar de haber extremado esfuerzos para mantenerlas activas, empezaron a cerrar sus puertas. La Paz no fue la excepción. Un patrimonio en pleno centro paceño Después de un prolongado receso, y consecuente con la política cultural de su gobierno y los estatutos de la Casa de España, la Embajada de ese país en Bolivia determinó reabrir el antiguo inmueble de la avenida Camacho, adecuándolo a un centro cultural. “Tras un acuerdo con la Casa de España, se ha determinado dar un uso adecuado a la planta baja, dos sótanos y un amplio patio como el Centro Cultural de España, una extensión de un programa delineado hace muchos años en países de habla española. El propósito es fomentar la cultura local, es un instrumento importante de cooperación cultural orientada al desarrollo
local, a la puesta de valores con identidad y manifestaciones de creaciones artísticas de los bolivianos y de entrecruzamiento de expresiones bolivianas y españolas”, explicó el Embajador de ese país, Ramón Santos Martínez en relación a la próxima apertura. La programación, nutrida, variada y permanente, estará destinada a públicos de todas las edades, buscará potenciar y fomentar la producción cultural y consolidar los vínculos de entendimiento entre Bolivia y España. Por el momento, La Paz viene a ser la última ciudad latinoamericana en incorporarse a la Red de Centros Culturales en América Latina, faltan por hacerlo Venezuela, Ecuador y Colombia, además de algunos centroamericanos. En todos los casos, los Centros Culturales forman parte de la Red, el camino está abierto y cada ciudad debe adaptarla a su contexto cultural, en Bolivia será diferente por el carácter multicultural lo que supone ejecutar una labor un tanto compleja. La experiencia latinoamericana – hasta el momento– ha quedado gratamente consolidada debido a la respuesta de la gente que se apropió de los Centros y la continuidad de una filosofía de trabajo común en toda la Red. El rasgo pluricultural de La Paz, será una de las características del nuevo Centro Cultural de España. Un lienzo con inscripciones en todos los idiomas y dialectos bolivianos, dará la bienvenida al visitante que se encontrará con tres salas destinadas a exposiciones en todos los géneros artísticos, otra de multiuso y un espacio importante para los talleres dirigidos a los amantes del audiovisual. La sostenida agenda dará paso a actividades temporales de artistas bolivianos, latinoamericanos y españoles, la llegada de estos últimos será permanente para generar procesos de interrelación entre las dos culturas, lo propio sucederá con las
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agendas de los otros quince Centros, de modo que las actividades en Argentina, Chile o Perú, lleguen a Bolivia. La programación, sin embargo, hará hincapié en cursos, talleres y laboratorios mensuales de formación en audiovisual, video y multimedia que estimulen la destreza de los participantes. Los jóvenes dispondrán de información actualizada sobre seminarios, talleres, cursos y becas, asimismo está planificada la realización de espacios formativos sobre gestión cultural, patrimonio, voluntariado y una serie de actividades referenciales y permanentes que tendrán al Centro abierto todo el día. Pensando especialmente en los niños, se ha creado el “Rincón Infantil” dotado de una biblioteca con amplia bibliografía especializada en arte, al margen del patio donde los pequeños darán rienda suelta a su creatividad; sin duda una experiencia única en Bolivia. La atención será personalizada con el afán de descubrir y potenciar las capacidades y habilidades de los pequeños en materia de arte. “La idea es fortalecer toda iniciativa que signifique aprendizaje, disfrute y aprovechar una infraestructura que está ahí hace muchas décadas. Esperamos contar con un artista español por lo menos una vez al mes, una oferta que podrá extenderse hacia el Centro de Formación Iberoamericano que funciona en Santa Cruz de la Sierra”, agregó el diplomático. Uno de los programas de mayor visibilidad en toda la Red Latinoamericana es la preservación y restauración del patrimonio arquitectónico reflejado en edificios, templos, iglesias e inmuebles. En el caso del nuevo Centro Cultural en La Paz que dispondrá también de un restaurante/ cafetería –afirmó el representante del gobierno español– la idea no es mantener
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{ una infraestructura bonita a la vista de todos, sino ponerla al servicio de la comunidad. Es el objetivo de todas las intervenciones hechas desde la Embajada: rehabilitar y aprovechar los espacios patrimoniales. Administración y financiamiento Tomada la decisión de reabrir el espacio convirtiéndolo en una alternativa cultural, la Embajada comenzó el proceso de selección de personal; si bien la dirección recaerá en una persona de nacionalidad española, el equipo humano estará conformado por bolivianos altamente calificados. “El aporte cultural a Bolivia se ha incrementado en los tres últimos años y de manera particular a través de la Agencia Española de Cooperación Internacional que financia proyectos específicos en materia cultural para América Latina, en este caso su concurso será importante aunque habrá una subvención del gobierno español, por ello esperamos la llegada de una autoridad para la inauguración formal del Centro Cultural, de no ser posible, las actividades a paso lento comenzarían en marzo”, sostuvo Santos Martínez. La Embajada tiene compromisos hace tiempo. Una de ellas es la presencia de artistas españoles en eventos como el SIART o FITAZ, concurso de arte, fotografía, una actividad muy volcada hacia Bolivia. El Centro continuará con la vocación de interactuar entre la cultura boliviana y española. El Centro Cultural de España, único en el país, buscará convertirse en el punto de encuentro de quienes aman la cultura y están interesados en sumarse a una dinámica diferente que cambie el ritmo del centro paceño. “Incentivaremos una actividad volcada a Bolivia y un equipo humano que estará esperando al público el año calendario”, concluyó Santos Martínez. El inmueble, declarado patrimonio histórico de la ciudad, fue construido entre 1934 y 1936 con aportes voluntarios, capitales de comerciantes y una importante contribución que llegó desde España. Se trata de una infraestructura diseñada por Julio Mariaca, muy próximo al Mercado Camacho, en pleno centro histórico de La Paz. Antonio Agusti y Rafael Gisbert se encargaron de la construcción que el municipio paceño la catalogó como uno de los más bellos ejemplos de la arquitectura neocolonial con una imponente fachada que rememora el renacimiento español y las grandes residencias de la época.
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