Fernando
Juárez
“Lo hice, bailé, y me aplaudieron” Rodrigo Carrillo encuentra que el teatro y la danza son las grandes pasiones del nuevo director del Ballet Moderno y Folklórico, compañía que hoy clausura el Festival de Junio.
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“Yo estaba dispuesto a entregarme, a volcar y dar de mí mismo cuanto tenía” ...es un fragmento del libro Un actor se prepara, de Constantin Stanislavski, el primer libro de teatro que leyó Fernando Juárez. “Desde el primer día que me encontré con el teatro, siempre he dado lo mejor de mí. El trabajo ha sido intenso, conmovedor, apasionado. He tenido la dicha de conocer a maestros exigentes que me han sacado sangre, sudor y lágrimas. Pero he aprendido y sigo aprendiendo”. Juárez es egresado de la Escuela Nacional de Arte Dramático (ENAD) y de la Escuela Superior de Arte de la Universidad de San Carlos. Es, desde hace unos meses, el director del Ballet Moderno y Folklórico (BMF) del Ministerio de Cultura y Deportes. Desde inicios de año comenzó a recibir esa responsabilidad de manos de Lucía Armas, quien lo precedió en el cargo. Juárez se ganó el puesto después de una elección que hicieron los miembros de ballet entre varios candidatos. “Desde hace 20 años bailo con el BMF”, dice Fernando. “Primero me contrataban por presentación, cuando el director era Miguel Cuevas, y desde hace 12 años tengo la plaza de bailarín, por eso conozco bien la compañía en su parte artística y administrativa”.
Magacín es una publicación de Siglo.21 Texto. Rodrigo Carrillo ruydias_2005@yahoo.com.mx Fotos y retoque de imágenes. Cecilia Cobar ccobar@ siglo21.com.gt Diseño. Alexander Mérida. Visite. s21.com.gt/suplementos/magacin
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DOMINGO 15 de mayo de 2011
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DOMINGO 26 de junio de 2011
Como en el teatro El encuentro de Fernando con las artes escénicas sucedió con el teatro, de la manera que empieza una función, con tres llamadas. “Siempre me ha gustado estar frente al público: en las conferencias de ciencias naturales del colegio, en las exposiciones de temas de idioma español, en las kermeses estudiantiles, en los actos vecinales... un día, un maestro de ética me dijo: Usted debería ser actor”, recuerda Fernando de la primera llamada a escena, una que entonces no atendió. La segunda llamada está relacionada con las páginas del diario El Gráfico, en el cual apareció un anuncio que promocionaba un curso de actuación. Los interesados tenían que presentarse en una conocida pista de hielo ubicada en la avenida de Las Américas. Juárez llegó y dio varias vueltas frente a las puertas y se fue, lo mismo hizo a la semana siguiente; pero a la tercera visita una jovencita le dijo: “¿Venís al curso de actuación?, pues entrá”. Ella le abrió la puerta y así Fernando se encontró finalmente con el teatro, rama del arte que considera su familia, su trabajo, su pasión y su vida. Ese primer curso de actuación llevó a Juárez a inscribirse en la Escuela Nacional de Arte Dramático (ENAD). Un amigo lo apoyó con la inscripción y lo acompañó durante el primer mes, Fernando se quedó hasta concluir la carrera de Bachiller en Arte Dramático. Desde los primeros días en la ENAD, supo que el teatro sería su vida. Esa sensación considera que fue la última llamada a los escenarios. En esa Escuela le amanecía y le anochecía. Estudiaba, practicaba, y ensayaba todo el día. Llegaba a dormir a su casa y volvía a la tarea de hacerse actor con la guía de grandes maestros como Luis Tuchán, Xavier Pacheco, Consuelo Miranda o Liseth Mertins. “Mis maestros me sacaron el jugo, me exigieron mucho y me enseñaron a ser un buen artista. Tengo una buena formación académica y mucha experiencia en las tablas, porque siempre he trabajado en el escenario, actuando o bailando, dirigiendo y produciendo”.
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Para estudiar teatro contó con el apoyo de su madre, quien inicialmente no quería que se dedicara a “una profesión mal pagada”, decía. Pero Fernando continuó con el aprendizaje y para costearlo trabajó como bartender por las noches. “Trabajé en el Colegio de Ingenieros y me regresaba a casa caminando en la madrugada por toda la avenida Bolívar. Eso valió que mi mamá se diera cuenta de mi empeño por ser artista y me ofreció toda su ayuda. Yo la acepté, pero acordamos que seguiría trabajando para comprar mis libros y el material que necesitara”. Siendo alumno en la ENAD, la maestra Liseth Mertins invitó a Fernando a tomar clases de danza en su academia. Él acudió entusiasmado. “Me gustó mucho la danza, me enamoré de ella también”. El actor incursionó en la obra de teatro de Rubén Nájera El juicio de los dioses. “Yo estaba como actor en la obra, pero hacía falta un bailarín, y Liseth, quien había hecho las coreografías, me dijo que lo supliera. Lo hice, bailé; y me aplaudieron”. Juárez reconoce que su faceta de actor se enriqueció mucho con la danza. “Aprendí a manejar mejor mi cuerpo y como bailarín la actuación me dio la expresión necesaria. Pero emocionalmente soy actor. Los actores somos apasionados, explosivos. En un instante nos sacamos la madre en un ensayo con el compañero de escena y decimos lo que pensamos, y al rato estamos juntos tomado un café. Los bailarines son más contenidos en sus emociones, como cuando se paran después de tres saltos y respiran como si no hubieran hecho nada”. El baile le abrió otras puertas y le mostró otros mundos al artista, quien fue convocado por Julia Vela para ser parte del cuerpo de baile del Ballet del Inguat. Con esa compañía llevó los bailes folclóricos de Guatemala por todo el mundo.
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CLAUSURA El Ballet Moderno y Folklórico tiene a su cargo el cierre del Festival de Junio hoy a las 4:30 p.m. La clausura se realizará en la Gran Sala Efraín Recinos del Centro Cultural Miguel Ángel Asturias, zona 1. Boletos a la venta en taquilla una hora antes de la presentación. Platea Q40 y Balcones I y II Q30. El Ballet presentará las obras Feria y El Paabank.
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Nuevas coreografías “Un día, en el aeropuerto de aquí me preguntaron cuál era mi profesión. Actor y bailarín, contesté. El hombre de Migración me dijo: No, le pregunto en qué trabaja. Molesto le respondí: Soy artista, trabajo del arte y vivo por amor al arte. Fernando Juárez cuenta esta anécdota para ilustrar cómo en Guatemala al artista no se le considera un profesional. Sin embargo, él está convencido de que en este mundo de destrucción el arte puede salvarnos. “Con el arte construimos”, dice. “Con el arte nos mostramos como somos y nos reconocemos como humanos. Yo renuncié a muchas cosas en la vida por el arte, pero mi trabajo me ha dado grandes satisfacciones, como ver crecer profesionalmente a mis alumnos y verlos convertirse en la nueva generación de artistas de este país”. El origen del BMF es la danza contemporánea; no obstante, el baile folclórico ha sido el dominante en los últimos años. Desde hace unos meses los coreógrafos y bailarines trabajan en nuevas obras para ampliar el repertorio moderno. El 17 y 18 de julio se presentarán varias coreografías nuevas relacionadas con temas urbanos como la soledad, el trabajo y las pasiones que se dan en una ciudad. “Los coreógrafos jóvenes del Ballet están creando nuevas piezas. Necesitamos propuestas, nuevas iniciativas. La danza, como todas las artes, necesita reoxigenarse, reinventarse y encontrar otras formas de comunicar sentimientos y emociones, por eso le estamos apostando a favor del talento joven”, explica Juárez.
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El BMF optimiza los recursos para continuar con su agenda de trabajo. “Nos daban el presupuesto por cuatrimestre y ahora es por mes. Son muchas las cosas que hay que hacer, además de bailar y crear coreografías. Hay que remozar el vestuario y la utilería que se tiene y que es muy costosa. Hay piezas únicas, como máscaras y huipiles. Todos los trajes son originales, lo mismo que la utilería. Hay que pagar coreógrafos y hacer escenografías, además de producir nuevos montajes. Todo con pocos recursos, pero con muchas ganas de hacer bien las cosas”, indica el director. El Ballet cuenta con 15 bailarines y los siete músicos de la marimba de la compañía, la cual tiene su sede en el Palacio Nacional de la Cultura. “Necesitamos en realidad un cuerpo de baile de 20 personas, una marimba con 10 músicos y una sede propia donde podamos ensayar a cualquier hora”, apunta Juárez al recordar que en el Centro Cultural Miguel Ángel Asturias hay un espacio destinado para construir la sede del Ballet. “El maestro Efraín Recinos tendría que hacer los planos y nosotros que insistir y buscar ayuda por todas partes para hacer realidad ese sueño: una sede propia y digna”. Juárez sabe que tiene que hacer de mediador entre las autoridades y artistas. “Yo no me peleo con las personas, me peleo con los puestos que ocupan, me peleo para que nos den lo que necesitamos para hacer arte, que es nuestro trabajo. Por el otro lado, hago que los artistas comprendan de mejor manera las limitaciones, y que nunca pierdan la mística del arte. “Hacer arte en Guatemala es difícil pero no imposible”, reflexiona. “Yo siempre he trabajado en lo independiente y he presentado montajes con la ayuda de colegas y amigos. Todos sabemos que es difícil y por eso somos una comunidad en la que, entre todos, contribuimos para hacer arte. Por eso seguimos actuando y bailando, es lo que sabemos hacer”, concluye un Fernando Juárez plenamente identificado con aquella misma pasión del libro que leyó en albores de su trayectoria: …Yo estaba dispuesto a entregarme, a volcar y dar de mí mismo cuanto tenía.
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