El auténtico librero
Entro en la librería El Espacio de mi amigo Mauro, en la calle del Hospicio (creo que eligieron ese nombre para hacer un juego de palabras) en Pistoya. El nombre completo de su razón social es El Espacio de la calle del Hospicio; si luego añadimos la calle tenemos este trabalenguas: El Espacio de la calle del Hospicio en la calle del Hospicio número 26-28. En su sitio de Internet se lee: «El Espacio de la calle del Hospicio es un lugar, un lugar de palabras, un lugar de señas, un lugar de sueños, un lugar de páginas, un lugar de encuentro, un lugar de creación, un lugar de descanso, una plaza, un cruce de historias, de resistencias y de multitudes...». El Espacio es una librería independiente, muy activa; hacen presentaciones, acogen iniciativas culturales de distinto género, seminarios, performances, etc.; una librería que da espacio, precisamente, a pequeños editores, a escritores noveles y a las novedades no comerciales; en fin, que aquí no encontraréis el último libro de Vespa o de Moccia. Mauro la gestiona junto a su mujer Alicia. Hay también galería de arte (he visto exposiciones con ilustraciones originales de Gianluigi Toccafondo y de Guido Scarabottolo, por ejemplo) y tienen una buena sala de té. En ese momento la librería está desierta, no hay clientes. Saludo a Mauro, que como siempre está trabajando en la computadora, y le digo en frío, sin preámbulos, porque hace días que la idea se agita en mi cabeza («se arrastra», habría dicho Manganelli con expresión más eficaz): –Para ser un auténtico librero, no deberías limitarte a recomendar los libros que estás seguro que interesarán a tus clientes más asiduos y apegados. No, yo creo que eso ya no es suficiente
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