2019 5ª3ª-LETRAS NUESTRO PASO POR EL ÙLTIMO AÑO DE LA SECUNDARIA “SE HACE CAMINO AL ANDAR”
Berenic e Díaz
RocĂo Maldonado
PRESENTACIÒN DE ESTA ANTOLOGÌA A lo largo de este año, tanto mis alumnos como yo hemos navegado con otros instrumentos los mares de la lectura, la escritura, la mirada sobre los hechos. Si ya antes nos habíamos acostumbrado a “ponernos de cabeza” para encontrar otro àngulo de observación de lo que nos rodea, hemos tratado de sacarle el mayor jugo posible a este primer año de una de las materias nuevas de la orientación: Proyecto de Mediaciòn para la lectura y la escritura. En el marco de esta asignatura hemos ensayado diversas formas de recrear lecturas y actividades y procedimientos diversos de presentación de material a través de imágenes, audio, textos audiovisuales, análisis y elaboración de historietas, entre otros. Queda registro de
las
actividades
realizadas
en
el
espacio
dedicado
a
esta
materia
(https://transitandolenguajes.wordpress.com/proyecto-de-mediacion-para-la-lecturay-la-escritura/) en el blog https://transitandolenguajes.wordpress.com/. Y digo “ensayado” no porque estemos improvisando sino porque como primera experiencia de la materia asì diagramada, suponemos que el próximo año algunas actividades se reforzaràn, otras serán incorporadas y algunas posiblemente desaparezcan o se replanteen. La última actividad del año fue el diseño y armado de un documental, trabajo final para Literatura, que tenía aportes y soporte desde Literatura, cultura y sociedad, Anàlisis del discurso, Espacio de Definiciòn Institucional (EDI), Tecnologìa de la Informaciòn, Historia Orientada y Proyecto de Mediaciòn para la Lectura y la escritura. Lo que se lee a continuación es fruto de una propuesta final que les planteè: elegir imágenes para combinar con textos elegidos por ellos: lecturas de alguna de las materias de quinto año, alguna actividad que les hubiera resultado atrayente o curiosa, textos o discursos vinculados con su paso por el último año de la escuela secundaria. ¿El objetivo? Armar una antología de 5ª3ª en una publicación virtual donde texto e imagen, asì como sonido, tuvieran sus lugares de privilegio. Lògicamente la intención estaba centrada en que ellos mismos manejaran la herramienta y decidieran què colocar y en què orden de todo lo que se aportò. Como no nos han alcanzado los tiempos, presento esta versión con una posible organización de los diferentes discursos; es posible que luego le demos una segunda edición jerarquizando el material de otro modo.
SILVINA GABRIELA FARIÑA
Miranda Pereyra S.
LECTURAS
Rocío Benítez
Selena Púa/Rocío Maldonado
Los Nadies, Eduardo Galeano. Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte;
pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba. Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos: Que no son, aunque sean. Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no profesan religiones, sino supersticiones. Que no hacen arte, sino artesanía. Que no practican cultura, sino folklore. Que no son seres humanos, sino recursos humanos. Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino número. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata. Rocío Maldonado/Lucas Gómez Latinoamérica, Calle 13. Soy Soy lo que dejaron Soy toda la sobra de lo que te robaron Un pueblo escondido en la cima Mi piel es de cuero por eso aguanta cualquier clima Soy una fábrica de humo Mano de obra campesina para tu consumo Frente de frio en el medio del verano El amor en los tiempos del cólera, mi hermano El sol que nace y el día que muere Con los mejores atardeceres Soy el desarrollo en carne viva Un discurso político sin saliva
Las caras más bonitas que he conocido Soy la fotografía de un desaparecido La sangre dentro de tus venas Soy un pedazo de tierra que vale la pena Soy una canasta con frijoles Soy Maradona contra Inglaterra anotándote dos goles Soy lo que sostiene mi bandera La espina dorsal del planeta es mi cordillera Soy lo que me enseño mi padre El que no quiere a su patria no quiere a su madre Soy américa latina Un pueblo sin piernas pero que camina, oye Tú no puedes comprar al viento Tú no puedes comprar al sol Tú no puedes comprar la lluvia Tú no puedes comprar el calor Tú no puedes comprar las nubes Tú no puedes comprar los colores Tú no puedes comprar mi alegría Tú no puedes comprar mis dolores Tú no puedes comprar al viento Tú no puedes comprar al sol Tú no puedes comprar la lluvia Tú no puedes comprar el calor Tú no puedes comprar las nubes Tú no puedes comprar los colores Tú no puedes comprar mi alegría Tú no puedes comprar mis dolores Tengo los lagos, tengo los ríos Tengo mis dientes pa' cuando me sonrío La nieve que maquilla mis montañas Tengo el sol que me seca y la lluvia que me baña Un desierto embriagado con bellos de un trago de pulque Para cantar con los coyotes, todo lo que necesito Tengo mis pulmones respirando azul clarito La altura que sofoca Soy las muelas de mi boca mascando coca El otoño con sus hojas desmalladas Los versos escritos bajo la noche estrellada Una viña repleta de uvas Un cañaveral bajo el sol en cuba Soy el mar caribe que vigila las casitas Haciendo rituales de agua bendita El viento que peina mi cabello Soy todos los santos que cuelgan de mi cuello El jugo de mi lucha no es artificial Porque el abono de mi tierra es natural
Tú no puedes comprar al viento Tú no puedes comprar al sol Tú no puedes comprar la lluvia Tú no puedes comprar el calor Tú no puedes comprar las nubes Tú no puedes comprar los colores Tú no puedes comprar mi alegría Tú no puedes comprar mis dolores Não se pode comprar o vento Não se pode comprar o sol Não se pode comprar a chuva Não se pode comprar o calor Não se pode comprar as nuvens Não se pode comprar as cores Não se pode comprar minha'legria Não se pode comprar minhas dores No puedes comprar al sol No puedes comprar la lluvia Vamos caminando Vamos dibujando el camino No puedes comprar mi vida Mi tierra no se vende Trabajo bruto pero con orgullo Aquí se comparte, lo mío es tuyo Este pueblo no se ahoga con marullos Y si se derrumba yo lo reconstruyo Tampoco pestañeo cuando te miro Para que recuerdes mi apellido La operación cóndor invadiendo mi nido Perdono pero nunca olvido, oye Aquí se respira lucha (Vamos caminando) Yo canto porque se escucha (vamos caminando) Aquí estamos de pie Que viva la América No puedes comprar mi vida Rocío Maldonado/Lubna Parga
Rocío Benítez
“Emma Zunz” Jorge Luis Borges
El catorce de enero de 1922, Emma Zunz, al volver de la fábrica de tejidos Tarbuch y Loewenthal, halló en el fondo del zaguán una carta, fechada en el Brasil, por la que supo que su padre había muerto. La engañaron, a primera vista, el sello y el sobre; luego, la inquietó la letra desconocida. Nueve diez líneas borroneadas querían colmar la hoja; Emma leyó que el señor Maier había ingerido por error una fuerte dosis de veronal y había fallecido el tres del corriente en el hospital de Bagé. Un compañero de pensión de su padre firmaba la noticia, un tal Fein o Fain, de Río Grande, que no podía saber que se dirigía a la hija del muerto. Emma dejó caer el papel. Su primera impresión fue de malestar en el vientre y en las rodillas; luego de ciega culpa, de irrealidad, de frío, de temor; luego, quiso ya estar en el día siguiente. Acto continuo comprendió que esa voluntad era inútil porque la muerte de su padre era lo único que había sucedido en el mundo, y seguiría sucediendo sin fin. Recogió el papel y se fue a su cuarto. Furtivamente lo guardó en un cajón, como si de algún modo ya conociera los hechos ulteriores. Ya había empezado a vislumbrarlos, tal vez; ya era la que sería. En la creciente oscuridad, Emma lloró hasta el fin de aquel día del suicidio de Manuel Maier, que en los antiguos días felices fue Emanuel Zunz. Recordó veraneos en una chacra, cerca de Gualeguay, recordó (trató de recordar) a su madre, recordó la casita de Lanús que les remataron, recordó los amarillos losanges de una ventana, recordó el auto de prisión, el oprobio, recordó los anónimos con el suelto sobre “el desfalco del cajero”, recordó (pero eso jamás lo olvidaba) que su padre, la última noche, le había jurado que el ladrón era Loewenthal. Loewenthal, Aarón Loewenthal, antes gerente de la fábrica y ahora uno de los dueños. Emma, desde 1916, guardaba el secreto. A nadie se lo había revelado, ni siquiera a
su mejor amiga, Elsa Urstein. Quizá rehuía la profana incredulidad; quizá creía que el secreto era un vínculo entre ella y el ausente. Loewenthal no sabía que ella sabía; Emma Zunz derivaba de ese hecho ínfimo un sentimiento de poder. No durmió aquella noche, y cuando la primera luz definió el rectángulo de la ventana, ya estaba perfecto su plan. Procuró que ese día, que le pareció interminable, fuera como los otros. Había en la fábrica rumores de huelga; Emma se declaró, como siempre, contra toda violencia. A las seis, concluido el trabajo, fue con Elsa a un club de mujeres, que tiene gimnasio y pileta. Se inscribieron; tuvo que repetir y deletrear su nombre y su apellido, tuvo que festejar las bromas vulgares que comentan la revisación. Con Elsa y con la menor de las Kronfuss discutió a qué cinematógrafo irían el domingo a la tarde. Luego, se habló de novios y nadie esperó que Emma hablara. En abril cumpliría diecinueve años, pero los hombres le inspiraban, aún, un temor casi patológico… De vuelta, preparó una sopa de tapioca y unas legumbres, comió temprano, se acostó y se obligó a dormir. Así, laborioso y trivial, pasó el viernes quince, la víspera. El sábado, la impaciencia la despertó. La impaciencia, no la inquietud, y el singular alivio de estar en aquel día, por fin. Ya no tenía que tramar y que imaginar; dentro de algunas horas alcanzaría la simplicidad de los hechos. Leyó en La Prensa que el Nordstjärnan, de Malmö, zarparía esa noche del dique 3; llamó por teléfono a Loewenthal, insinuó que deseaba comunicar, sin que lo supieran las otras, algo sobre la huelga y prometió pasar por el escritorio, al oscurecer. Le temblaba la voz; el temblor convenía a una delatora. Ningún otro hecho memorable ocurrió esa mañana. Emma trabajó hasta las doce y fijó con Elsa y con Perla Kronfuss los pormenores del paseo del domingo. Se acostó después de almorzar y recapituló, cerrados los ojos, el plan que había tramado. Pensó que la etapa final sería menos horrible que la primera y que le depararía, sin duda, el sabor de la victoria y de la justicia. De pronto, alarmada, se levantó y corrió al cajón de la cómoda. Lo abrió; debajo del retrato de Milton Sills, donde la había dejado la antenoche, estaba la carta de Fain. Nadie podía haberla visto; la empezó a leer y la rompió. Referir con alguna realidad los hechos de esa tarde sería difícil y quizá improcedente. Un atributo de lo infernal es la irrealidad, un atributo que parece mitigar sus terrores y que los agrava tal vez. ¿Cómo hacer verosímil una acción en la que casi no creyó quien la ejecutaba, cómo recuperar ese breve caos que hoy la memoria de Emma Zunz repudia y confunde? Emma vivía por Almagro, en la calle Liniers; nos consta que esa tarde fue al puerto. Acaso en el infame Paseo de Julio se vio multiplicada en espejos, publicada por luces y desnudada por los ojos hambrientos, pero más razonable es conjeturar que al principio erró, inadvertida, por la indiferente recova… Entró en dos o tres bares, vio la rutina o los manejos de otras mujeres. Dio al fin con hombres del Nordstjärnan. De uno, muy joven, temió que le inspirara alguna ternura y optó por otro, quizá más bajo que ella y grosero, para que la pureza del horror no fuera mitigada. El hombre la condujo a una puerta y después a un turbio zaguán y después a una escalera tortuosa y después a un vestíbulo (en el que había una vidriera con losanges idénticos a los de la casa en Lanús) y después a un pasillo y después a una puerta que se cerró. Los hechos graves están fuera del tiempo, ya porque en ellos el pasado inmediato queda como tronchado del porvenir, ya porque no parecen consecutivas las partes que los forman. ¿En aquel tiempo fuera del tiempo, en aquel desorden perplejo de sensaciones inconexas y atroces, pensó Emma Zunz una sola vez en el muerto que motivaba el sacrificio? Yo tengo para mí que pensó una vez y que en ese momento peligró su desesperado propósito. Pensó (no pudo no pensar) que su padre le había hecho a su madre la cosa horrible que a
ella ahora le hacían. Lo pensó con débil asombro y se refugió, en seguida, en el vértigo. El hombre, sueco o finlandés, no hablaba español; fue una herramienta para Emma como esta lo fue para él, pero ella sirvió para el goce y él para la justicia. Cuando se quedó sola, Emma no abrió en seguida los ojos. En la mesa de luz estaba el dinero que había dejado el hombre: Emma se incorporó y lo rompió como antes había roto la carta. Romper dinero es una impiedad, como tirar el pan; Emma se arrepintió, apenas lo hizo. Un acto de soberbia y en aquel día… El temor se perdió en la tristeza de su cuerpo, en el asco. El asco y la tristeza la encadenaban, pero Emma lentamente se levantó y procedió a vestirse. En el cuarto no quedaban colores vivos; el último crepúsculo se agravaba. Emma pudo salir sin que lo advirtieran; en la esquina subió a un Lacroze, que iba al oeste. Eligió, conforme a su plan, el asiento más delantero, para que no le vieran la cara. Quizá le confortó verificar, en el insípido trajín de las calles, que lo acaecido no había contaminado las cosas. Viajó por barrios decrecientes y opacos, viéndolos y olvidándolos en el acto, y se apeó en una de las bocacalles de Warnes. Paradójicamente su fatiga venía a ser una fuerza, pues la obligaba a concentrarse en los pormenores de la aventura y le ocultaba el fondo y el fin. Aarón Loewenthal era, para todos, un hombre serio; para sus pocos íntimos, un avaro. Vivía en los altos de la fábrica, solo. Establecido en el desmantelado arrabal, temía a los ladrones; en el patio de la fábrica había un gran perro y en el cajón de su escritorio, nadie lo ignoraba, un revólver. Había llorado con decoro, el año anterior, la inesperada muerte de su mujer -¡una Gauss, que le trajo una buena dote!-, pero el dinero era su verdadera pasión. Con íntimo bochorno se sabía menos apto para ganarlo que para conservarlo. Era muy religioso; creía tener con el Señor un pacto secreto, que lo eximía de obrar bien, a trueque de oraciones y devociones. Calvo, corpulento, enlutado, de quevedos ahumados y barba rubia, esperaba de pie, junto a la ventana, el informe confidencial de la obrera Zunz. La vio empujar la verja (que él había entornado a propósito) y cruzar el patio sombrío. La vio hacer un pequeño rodeo cuando el perro atado ladró. Los labios de Emma se atareaban como los de quien reza en voz baja; cansados, repetían la sentencia que el señor Loewenthal oiría antes de morir. Las cosas no ocurrieron como había previsto Emma Zunz. Desde la madrugada anterior, ella se había soñado muchas veces, dirigiendo el firme revólver, forzando al miserable a confesar la miserable culpa y exponiendo la intrépida estratagema que permitiría a la Justicia de Dios triunfar de la justicia humana. (No por temor, sino por ser un instrumento de la Justicia, ella no quería ser castigada.) Luego, un solo balazo en mitad del pecho rubricaría la suerte de Loewenthal. Pero las cosas no ocurrieron así. Ante Aarón Loewenthal, más que la urgencia de vengar a su padre, Emma sintió la de castigar el ultraje padecido por ello. No podía no matarlo, después de esa minuciosa deshonra. Tampoco tenía tiempo que perder en teatralerías. Sentada, tímida, pidió excusas a Loewenthal, invocó (a fuer de delatora) las obligaciones de la lealtad, pronunció algunos nombres, dio a entender otros y se cortó como si la venciera el temor. Logró que Loewenthal saliera a buscar una copa de agua. Cuando este, incrédulo de tales aspavientos, pero indulgente, volvió del comedor, Emma ya había sacado del cajón el pesado revólver. Apretó el gatillo dos veces. El considerable cuerpo se desplomó como si los estampidos y el humo lo hubieran roto, el vaso de agua se rompió, la cara la miró con asombro y cólera, la boca de la cara la injurió en español y en ídisch. Las malas palabras no cejaban; Emma tuvo que hacer fuego otra vez. En el patio, el perro encadenado rompió a ladrar, y una efusión de brusca sangre manó de los labios obscenos y manchó la barba y la ropa. Emma inició la
acusación que había preparado (“He vengado a mi padre y no me podrán castigar…”), pero no la acabó, porque el señor Loewenthal ya había muerto. No supo nunca si alcanzó a comprender. Los ladridos tirantes le recordaron que no podía, aún, descansar. Desordenó el diván, desabrochó el saco del cadáver, le quitó los quevedos salpicados y los dejó sobre el fichero. Luego tomó el teléfono y repitió lo que tantas veces repetiría, con esas y con otras palabras: Ha ocurrido una cosa que es increíble… El señor Loewenthal me hizo venir con el pretexto de la huelga… Abusó de mí, lo maté… La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos, porque sustancialmente era cierta. Verdadero era el tono de Emma Zunz, verdadero el pudor, verdadero el odio. Verdadero también era el ultraje que había padecido; solo eran falsas las circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios Rocío Benítez.
Rocío Benítez
-I-
Aquí me pongo a cantar al compás de la vigüela, que el hombre que lo desvela una pena estraordinaria,
como la ave solitaria con el cantar se consuela. Pido a los Santos del Cielo que ayuden mi pensamiento, les pido en este momento que voy a cantar mi historia me refresquen la memoria, y aclaren mi entendimiento. Vengan Santos milagrosos, vengan todos en mi ayuda, que la lengua se me añuda y se me turba la vista; pido a mi Dios que me asista en esta ocasión tan ruda. Yo he visto muchos cantores, con famas bien obtenidas, y que después de alquiridas no las quieren sustentar-: parece que sin largar se cansaron en partidas. Mas ande otro criollo pasa Martín Fierro ha de pasar, nada lo hace recular ni las fantasmas lo espantan; y dende que todos cantan yo también quiero cantar. Cantando me he de morir, cantando me han de enterrar, y cantando he de llegar al pie del Eterno Padredende el vientre de mi madre vine a este mundo a cantar. Que no se trabe mi lengua ni me falte la palabra el cantar mi gloria labra y poniéndome a cantar,
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cantando me han de encontrar aunque la tierra se abra. Me siento en el plan de un bajo a cantar un argumentocomo si soplara el viento hago tiritar los pastoscon oros, copas y bastos, juega allí mi pensamiento. Yo no soy cantor letrao, mas si me pongo a cantar no tengo cuándo acabar y me envejezco cantando; las coplas me van brotando como agua de manantial.
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Con la guitarra en la mano ni las moscas se me arriman, naides me pone el pie encima, y cuando el pecho se entona, hago gemir a la prima y llorar a la bordona. Yo soy toro en mi rodeo y toraso en rodeo ageno, siempre me tuve por güeno y si me quieren probar, salgan otros a cantar y veremos quién es menos. No me hago al lao de la güeya aunque vengan degollando, con los blandos yo soy blando y soy duro con los duros, y ninguno, en un apuro me ha visto andar titubiando. En el peligro ¡qué Cristos! el corazón se me enancha pues toda la tierra es cancha,
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y de esto naides se asombre, el que se tiene por hombre ande quiera hace pata ancha. Soy gaucho, y entiendanló como mi lengua lo esplica, para mí la tierra es chica y pudiera ser mayor, ni la víbora me pica ni quema mi frente el Sol.
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Quimey Ivonna
Rocío Benítez
Selena Púa
MatĂas MartĂnez
Miranda Pereyra
Rocío Benítez
Rocío Benítez
Miranda Pereyra S.
TRABAJOS Y ACTIVIDADES DE CLASE
Selena Púa
El gran Imperio incaico o inca (en quechua: Tawantin suyu, lit. ‘las cuatro regiones o divisiones’) fue el mayor imperio en la América Precolombina. Al territorio del mismo se denominó Tahuantinsuyu y al período de su dominio se le conoce, además, como incanato y/o incario. Floreció en la región andina del subcontinente entre los siglos xv y xvi, como consecuencia del apogeo de la civilización incaica. Abarcó cerca de dos millones de kilómetros cuadrados entre el océano Pacífico y la selva amazónica, desde las cercanías de Pasto (Colombia) al norte hasta el río Maule (Chile) al sur. Los orígenes del imperio se remontan a la victoria de las etnias cuzqueñas (Región Sur del actual Perú), lideradas por Pachacútec, frente a la confederación de estados chancas en 1438. Luego de la victoria, el curacazgo incaico fue reorganizado por Pachacútec, con quien el Imperio incaico inició una etapa de continua expansión, que prosiguió con su hermano Cápac Yupanqui, luego por parte del décimo inca Túpac Yupanqui, y finalmente del undécimo inca Huayna Cápac, quien consolidó los territorios. En esta etapa la civilización incaica logró la máxima expansión de su cultura, tecnología y ciencia, desarrollando los conocimientos propios y los de la región andina, así como asimilando los de otros estados conquistados. La Civilización incaica surgió de las tierras altas del Perú en algún momento a principios del siglo xiii. Su último bastión fue conquistado por los españoles en 1572. Luego de este periodo de apogeo el imperio entró en declive por diversos problemas, siendo el principal la confrontación por el trono entre los hijos de Huayna Cápac: los hermanos Huáscar y Atahualpa, que derivó incluso en una guerra civil. Entre los incas la viruela acabó con el monarca Huayna Capac, provocó la guerra civil previa a la aparición hispana y causó un desastre demográfico en el Tahuantinsuyu. Finalmente Atahualpa vencería en 1532. Sin embargo su ascenso al poder coincidió con el arribo de las tropas españolas al mando de Francisco Pizarro, que capturaron al inca y luego lo ejecutaron. Con la muerte de Atahualpa en 1533 culminó el Imperio incaico. Sin embargo, varios incas rebeldes, conocidos como los «Incas de Vilcabamba», se rebelaron contra los españoles hasta 1572, cuando fue capturado y decapitado el último de ellos: Túpac Amaru I. Los incas consideraban a su rey, el Sapa Inca, como el "hijo del sol". Muchas formas locales de adoración persistieron en el imperio, la mayoría de ellas relacionadas con las sagradas Huacas locales, pero los líderes incas alentaron el culto al sol de Inti - su dios del sol - e impusieron su soberanía por encima de otros cultos como el de Pachamama.
Sebastiรกn Carabajal
Lucas Gรณmez
Berenice Díaz
Rocío Benítez
Lucía Ibáñez
Rocío Maldonado
Camila Sayago
Rocío Benítez
Miranda Pereyra S.
Lubna Parga
Antonio Tacchi
MatĂas Guanuco
RocĂo Maldonado
ESCRITURA Y PRODUCCIÓN
NADIA QUIPILDOR
"Cómo." Miro y no veo. Toco y no siento. Ya ni rasguña, el eco, oscuro, perezoso, insistente.
Cómo puedo hacer para querer, para saludar al sol, para sentir calidez, frío, para terminar esta oración.
Cómo puedo hacer para no sentir que soy una memoria, o un recuerdo, o una mera historia.
Cómo puedo hacer para que me veas, para que me toques, para que no duela.
Cómo. - Berenice Diaz.
"Un jardín" Soy las espinas en una rosa, Soy la maleza de un esplendido jardín, Soy las flores de invierno Que se marchitan en primavera, Soy las plantas que pasan desapercibidas, Soy las flores exoticas, Soy las flores silvestres, Soy el jardín Que resguarda los olores, Murmullos, Almas, Secretos, Soy la magnolia Que la tocas y se marchita, No soy nada en el jardín, Pero a la vez todo, Soy el jazmín, Cuándo impregna la pasión, Soy una visita de miradas curiosas, Soy las distintas estaciones, Las flores se marchitan Y renancen Soy el nacimiento, Soy la vida, Soy la muerte. Miranda Pereyra Schreiner "En los ojos brillaban de color rojo, Un fúsil apuntaba al cielo" Miranda Pereyra Schreiner Sin título Soy lo que sostiene mi bandera porque tengo la espalda hecha de hierro de los golpes que aguante junto a mi tierra. Soy todos los santos que cuelgan de mi cuello que clavan hondo como las cañas en la tierra,
como el caĂąaveral que esconde a mi pueblo. RocĂo Maldonado
Nadia Quipildor
Lucía Ibáñez
Pero quiero saber si me ves o si sólo me miras. Si sentís lo que decís o si lo decís porque sabes que no hace falta más que eso para que me quede. Si me extrañas a mi o extrañas lo demas y por eso queres verme. Si te gusto yo o te gusta que conmigo te olvidas por un rato de eso que no tenés. Julia Pérez Branda
Rocío Maldonado
Soy aquello que presencia la nada Escuchando un árbol caer Soy el bosque que lo oye crecer. Soy el escalofrio de la ducha Chorrito de agua por la espalda Soy aquello que la piel te eriza Y tu corazón suaviza. Soy eso que cuando no estoy
Queres con locura Soy una partitura Soy una canción en tus oídos. Sebastián Coronel
Selena Púa
Camila Hurtado
Rocío Benítez
ALGUNAS CONSIDERACIONES FINALES
Miranda Pereyra S.
En los textos e imágenes he colocado debajo el nombre de los alumnos: en el caso de las lectura, porque fueron quienes las eligieron (lo mismo que en ciertas ilustraciones); cuando se trata de trabajos de clase o actividades de escritura, porque los aportaron o los escribieron. Me gustaría, por último, colocar aquí dos o tres ejemplos de algunas de las actividades que van a encontrar en el blog. La selección nada tiene que ver con el hecho de que sean los mejores, los más logrados, los de quienes más hayan trabajado; me interesa en este caso aportar alguna variedad en relación con el tipo de trabajos que han desarrollado durante el ciclo. Espero, por otra parte, que la edición que presento sea del agrado de quienes no pudieron participar de la diagramación por falta de tiempo. Intentaremos que esto no suceda con el próximo grupo.
Berenice Díaz
Flor de Sakura
Durante las guerras que se sucedieron en el Japón antiguo, miles de guerreros Samuráis dejaron sus casas y sus familias para concurrir orgullosamente a batallar. En sus hogares plantaban arboles de cerezo de flores blancas en su honor el cuidado que se le daba al árbol significaba el anhelo de sus familias de que estuvieras bien.
Sus esposas, se quedaban solas y angustiadas en la espera del regreso con vida de sus maridos. Hubo, entonces, muchas de ellas que al enterarse de que sus esposos habían muerto durante el combate tomaron las drástica decisión de suicidarse.
Todas ellas decidían hacerlo frente a los arboles de cerezo los cuales, al absorber la sangre, fueron tiñendo sus blancas flores de un tono rosado o un tanto rojizo, naciendo así la segunda variedad de árbol Sakura existente. Un bello fruto de tiempos de guerra y dolor.
Julia Pérez Branda Rocío Maldonado