Nota de is nº 2. Las ciudades como centros de innovación

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NOTAS DE INNOVACIÓN SOCIAL

Nota Nº 2 -­‐ 15/02/2016 Sugerencia para citar esta nota: García Vegas, R. (2016). Las ciudades como centros de innovación, Notas de Innovación Social Nº 2 / URBANSINDEX, disponible en www.urbansindex.com

Las ciudades como centros de innovación Por Ricardo García Vegas Universidad Rey Juan Carlos

Las ciudades son los principales centros de innovación y generación de conocimiento. Son espacios que favorecen el surgimiento de nuevos productos, servicios, ideas y en general, nuevas formas de hacer las cosas. Johnson (2011, pág. 18) describe cómo la aplicación de la llamada Ley de Kleber (a través de la cual se estableció una relación negativa entre la masa y el metabolismo a la hora de estudiar los seres vivos) ha permitido corroborar el valor de las ciudades como centros que promueven la innovación. Al analizar los indicadores de varias docenas de ciudades se comprobó que la Ley de Kleber permitía estudiar la energía y el crecimiento del transporte en las ciudades con la misma precisión que en los seres vivos. Pero como bien afirma Johnson (2011, pág. 20), el mayor descubrimiento del equipo de investigación se obtuvo a partir del estudio de los datos que no respondieron a esta ley. En el tratamiento de los indicadores relacionados con la creatividad y la innovación se evidenció una relación positiva entre el crecimiento de las ciudades y la generación de ideas. Quedó demostrado con una regla de la cuarta potencia positiva, que a medida que las ciudades crecen su capacidad innovadora es cada vez mayor, como ejemplifica el propio autor: una ciudad diez veces más grande que su vecina, termina siendo 17 veces más innovadora. La interrogante que surgió a partir de los resultados del estudio es qué hace de las ciudades un espacio propicio para la innovación y qué elementos la potencian. Para dar respuesta a estas interrogantes una perspectiva que se desarrolla en la literatura se enfoca en el valor de las redes y las interacciones sociales en los centros urbanos, estableciendo una clara relación con la innovación. No cabe duda que existen factores personales que determinan la capacidad creativa e innovadora de los individuos o la forma cómo estos aprovechan las oportunidades del entorno en el que se desenvuelven. Pero más allá de los aspectos individuales, las externalidades positivas de los procesos de intercambio de información y conocimiento que se generan entre los miembros de las redes son determinantes en los procesos innovadores. 1


Las ciudades brindan oportunidades de aprendizaje a sus habitantes, gracias al cumulo de interacciones diarias que se producen en su territorio. Se tratan por ejemplo de interacciones de carácter social, académica o empresarial que, con distinta intensidad, se extienden de un barrio a otro e influyen en los patrones de conducta de sus habitantes. De esta manera, la propia dinámica de las redes incentiva a las personas a imitar y aprender de las habilidades mostradas por sus vecinos en la atención de sus problemas o poner en marcha iniciativas emprendedoras (Glaeser, 1997, pág. 2). Otra perspectiva se sustenta en el análisis de los procesos de acumulación de conocimiento en el territorio, cuyo desarrollo y aplicación se han convertido en elementos clave del crecimiento económico. Para diversos autores la acumulación del conocimiento define las ventajas competitivas de un territorio en la economía mundial y, junto a la globalización económica, es un importante catalizador de cambios espaciales que inciden en la configuración de nuevas formas de organización en el territorio (Caravaca, 1998, pág. 41). De ahí que los países más industrializados estén orientando sus políticas de desarrollo a la producción, distribución y uso del conocimiento, frente al rezago de otros factores de producción que históricamente se han considerado los principales generadores de la riqueza (Trullen, Llados, & Boix, 2004, pág. 141). Un aspecto que se recalca en la literatura es que el concomiendo tiene una extraordinaria capacidad para hacer que otros factores de producción, como el trabajo y el capital físico sean cada vez más productivos (Lucas, 1988, pág. 41). Parte de ese conocimiento se encuentra en el capital humano que, con diferentes características en cuanto al nivel educativo y de capacitación, puede acumularse en una ciudad gracias al efecto positivo de las interacciones sociales entre sus habitantes, los flujos migratorios o las políticas públicas que promueven la investigación y el desarrollo del sector educativo. Los resultados de diversas investigaciones han mostrado que el capital humano altamente cualificado tiene un efecto llamada entre personas igualmente cualificadas, lo que favorece la atracción de talento y con ello la acumulación del conocimiento en los centros urbanos (Lucas, 1988, págs. 37-­‐39). La atracción de talento genera un marco de incentivos que inciden positivamente en la localización de las empresas, especialmente, aquellas que tienen un alto componente tecnológico y de innovación (Florida, 2000, pág. 33). De esta forma, se genera un círculo virtuoso que contribuye a la innovación en los centros urbanos. Innovación social y ciudades

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Al definir las ciudades como centros de innovación y conocimiento se abre una valiosa oportunidad para orientar la capacidad creativa de sus habitantes hacia la atención de los problemas sociales. Los procesos de interacción que se dan entre los miembros de las redes que surgen y se desarrollan en el seno de las ciudades son un semillero de buenas ideas para impulsar la transformación del entorno social. Además, la posibilidad de que las organizaciones públicas, privadas y sociales intercambien recursos estratégicos puede favorecer la adopción de nuevos modelos de gobernanza que promuevan la acción colectiva. La innovación social es un concepto útil que describe los nuevos modelos de relaciones sociales que se están configurando en torno a problemas cada vez más complejos. Permite articular el trabajo conjunto de los actores públicos, privados y sociales con la identificación e implementación de soluciones efectivas a estos problemas y la satisfacción de las necesidades de la población. Sin embargo, la innovación social se ha utilizado como una especie de paraguas donde se incluyen multiplicidad de temas, en muchos casos debidamente articulados entre sí, pero en otros sin ninguna conexión o línea conductora que les dé un sentido lógico. Moulaert (2009, pág. 21) aporta una definición sencilla que puede ser de mucha utilidad para superar esta dificultad, con la ventaja de que la plantea en una publicación donde aborda el desarrollo territorial en las ciudades. Entiende la innovación social como la satisfacción de las necesidades humanas, a través de la transformación de las relaciones sociales, de los sistemas de gobernanza mediante los cuales se provee bienes y servicios a las personas. Partiendo de esta definición puede afirmarse que la innovación social tiene como principal objetivo la satisfacción de las necesidades humanas y por supuesto, la solución de los problemas sociales. Esta idea aporta un primer elemento diferenciador del concepto, al plantear que la finalidad de la innovación no es rentabilizar una inversión o generar valor económico para sus promotores, ni posicionarse en el mercado o ser más competitivo frente a otros actores. El principal objetivo es identificar las necesidades y los problemas que afectan a la población, independientemente de la escala territorial, y aportar soluciones novedosas frente a las alternativas disponibles. El segundo elemento que aporta la definición se relaciona con el cómo, es decir, el proceso innovador. Es aquí donde el autor enfatiza la importancia de los nuevos modelos de gobernanza para la provisión de bienes y servicios. No se trata de generar soluciones bajo modelos jerárquicos tradicionales, donde un actor interviene de forma unilateral sin el concurso de otros actores, concentrando los procesos decisionales y poniendo en peligro la propia sostenibilidad del proyecto o la iniciativa que implementa. La innovación social se sustenta en una transformación de las relaciones sociales, en la adopción de modelos colaborativos que promueven el intercambio de información y de conocimiento entre una multiplicidad de actores que intervienen en el hecho social. 3


Esta transformación de las relaciones sociales trae consigo una necesaria transferencia de conocimientos y marca un punto de inflexión en la forma de abordar el problema de manera que garantiza su sostenibilidad en el tiempo. Un cuarto elemento diferenciador del concepto de innovación social, no tan explicito en la definición de Moulaert (2009), es lo se espera de la innovación, que en definitiva no es más que el cambio social. El impacto de una iniciativa socialmente innovadora se introduce como un elemento diferenciador de con respecto a otras innovaciones orientadas a la consecución de valor económico. Las ciudades además de brindar valiosas oportunidades para la interacción y el aprendizaje social, son un espacio donde confluyen culturas, valores identitarios y códigos comunes que brindan un marco propicio para la definición de objetivos colectivos y el fortalecimiento de lazos de cooperación, en torno a los cuales se produce la innovación social. Potencia las habilidades y los recursos de los actores para identificar los problemas que les afectan a los ciudadanos y facilita la definición los mecanismos más adecuados para su solución. Esto incluye, la posibilidad de establecer alianzas con los gobiernos locales cuyo entramado institucional abarcaría en principio todo el territorio.

Bibliografía Arenilla, M., & García-­‐Vegas, R. (2013). Innovación social. La integración social en la Administración Pública. Oleiros: Netbiblo. Caravaca, C. (1998). Los nuevos espacios emergentes. Estudios Regionales (50), 39-­‐80. Florida, R. (2000). The Economic Geography of Talent. Recuperado el 2 de julio de 2014, de http://citeseerx.ist.psu.edu/viewdoc/download?doi=10.1.1.12.1932&rep=rep1&type=pdf Glaeser, E. L. (1997). Learning in cities. Cambridge: Working paper 6271. National Bureau of Economic Research. Huntington, S. (1966). Political order in changing societies. New Haven: Yale University press. Johson, S. (2011). Las buenas ideas. Una historia natural de la innovación. Madrid: Turner Publicaciones. Lipset, S. (1959). Some social requisites of democracy: economics development and political legitimacy. American Political Science Review , 53 (1), 69-­‐105. Lucas, R. E. (1988). On the Mechanics of Economic Development. Journal Monetary Economics (22), 3-­‐42. Moulaert, F. (2009). Social Innovation: Institutionally Embedded,Territorially (Re)Produced. En D. MacCallum, F. Moulaert, J. Hillier, & S. V. Haddock, Social Innovation and Territorial Development (págs. 11-­‐23). Farnham: Ashgate Publishing Limited.

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Mulgan, G. (2007). Social innovation: what it is, why it matters and how it can be accelerated. London: The Ypung Fundation. Rittle, H., & Webber, M. (1973). Dilemmas in a general theory of planning. Policy Sciences , 4, 155-­‐169. Trullen, J., Llados, J., & Boix, R. (2004). Economía del conocimiento, ciudad y competitividad. Investigaciones Regionales (1), 139-­‐161.

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