“EXPERIENCIAS DE VIDA TRANS” COMO METODOLOGÍA PARA LA EDUCACIÓN POPULAR EN CLAVE DE GÉNERO Tak Combative (Diana Catalina Hernández Quecano) Colectivo Entre-tránsitos dchernandezq@gmail.com Línea temática: Los aprendizajes sin Escuela en procesos comunitarios:
Permaculturas,
Educación
Popular,
Educación Comunitaria, movimientos sociales, etc. Introducción En la Escuela tradicional no hay espacios donde se puedan comprender los conceptos de sexo, género y orientación sexual con sus matices y diferencias. Aunque la comprensión de esta diferencia no garantiza, desde luego, un mundo más justo, ciertamente sí copera en la convivencia consciente y amorosa con la diversidad de identidades que cohabitan en nuestros contextos sociales. El único espacio disponible es esa incómoda y obligatoria “educación sexual” dirigida únicamente a los temas de prevención de enfermedades de transmisión sexual y anticoncepción. Así, las personas crecen sin herramientas para tener una lectura social incluyente de su entorno. En cambio, en los espacios formales y no formales en los que crecemos, con mucha efectividad, se transmite el machismo, el sexismo y la discriminación. Esta educación cultural a propósito de los estereotipos sobre el deber ser de la masculinidad y la feminidad se difunde a través de material audiovisual, publicidad, y, desde luego, la repetición de comportamientos (que son imitados) y la corrección de todo lo que pueda ser “desviado” o “inapropiado”. No es sorpresa para nadie que el mecanismo por el cual somos insertados en el sistema binario sexo/género comienza cuando a un sujeto le es asignado un sexo biológico al nacer por medio de una inspección médica. El paso siguiente es forzar la coincidencia entre este sexo biológico, la identidad de género y la expresión de género (hembra, mujer, femenina; varón, hombre, masculino) y corregir, de ahí en adelante, en el espacio de la Escuela formal, todo comportamiento que contradiga este sexo asignado. Entonces, si un niño muestra afinidad hacia algún comportamiento femenino (ponerse una falda o bailar de cierta manera), puede ser hostigado por sus profesores o sus compañeros para corregir su “desvío”.
Así las cosas, parece evidente que la Escuela formal es el lugar menos propicio para que un sujeto se forme con una idea de equidad a propósito de la diversidad, con el agravante de que todo lo que rodea a las personas en la cotidianidad es ya una fuente de educación machista, sexista y discriminadora. Por todo lo anterior, consideramos que una enseñanza sobre asuntos de género en un marco de Derechos Humanos y justicia social resulta una herramienta de transformación muy poderosa. La pregunta entonces es cómo abordar estas temáticas de forma tal que se respeten los que consideramos pilares de la educación popular: 1. Buscar transformar la sociedad 2. Romper el modelo de un único sujeto que es portador del conocimiento y una serie de
alumnos que carecen de él 3. Trabajar en dos frentes: organización y movilización social 4. Defender el cumplimiento de la máxima “no es suficiente el aprendizaje sin la acción”
En el presente escrito quiero proponer que las “experiencias de vida trans” pueden considerarse como una de las metodologías apropiadas y efectivas para abordar los temas de sexo, género e identidad sexual desde una perspectiva de Derechos Humanos para población diferente como niños, jóvenes y adultos. Con “experiencias de vida trans” me refiero a toda aquella experiencia en la que el sujeto siente que ha sobrepasado los límites de lo que se considera “apropiado” o típico del género que le fue asignado según su genitalidad. Esto va desde la decisión de una mujer de tener una elación amorosa con otra mujer o practicar actividades “propias” de los hombres, como ser obrera de construcción o boxeadora, hasta la decisión de un hombre transgénero de consumir hormonas para transformar su cuerpo hacia lo masculino. Decimos que toda persona que haya tenido una experiencia de vida trans ha “transitado” o ha tenido “tránsitos” en su vida. En primer lugar, explicaré un poco del contexto de mi grupo de trabajo y de la experiencia educativa denominada “Universo pedagógico” a partir de la cual se desprenden estas reflexiones.
En segundo lugar, exploraré la propuesta de las “experiencias de vida trans” como metodología de educación popular para abordar temas de sexo, género y orientación sexual. Para finalizar, me referiré a otras herramientas pedagógicas que acompañan este marco y que fueron resultado de la sistematización de las experiencias educativas y de reflexiones posteriores. 1. El universo pedagógico
En primer lugar, quisiera contextualizar el lugar de enunciación de estas reflexiones: el Colectivo Entre-tránsitos. Este es un grupo de hombres trans 1 y personas con experiencias de vida trans. Su misión es: “(L)a transformación en los ámbitos políticos, culturales y sociales de los imaginarios convencionales de masculinidad, visibilizando en ellas las experiencias de vida trans en el contexto colombiano. Para tal fin, posicionamos identidades, corporalidades y sexualidades en tránsito que han sido silenciadas a través de la historia. (…) Buscamos mejorar la calidad de vida de las personas con experiencias de vida trans” (entretransitos.org).
El Colectivo se ha especializado, desde su fundación en el 2009, en el tema de transmasculinidades y masculinidades no hegemónicas en Colombia, siendo el primer grupo que congrega, visibiliza y trabaja estos temas en la ciudad de Bogotá. Cabe decir que las mujeres trans han tenido históricamente mucha más visibilidad que los hombres trans, y de allí la importancia de nuestro trabajo. En el marco del Colectivo nace, en el 2012, el proyecto TransformArte es tu derecho, cuya línea de educación descansa en lo que se denominó el “Universo pedagógico”. La propuesta del Universo se implementó en diferentes grupos focales entre marzo de 2012 y enero de 2013.
1 Por “hombre trans” entendemos persona que, al nacer, le fue asignado el sexo femenino y que luego construye su identidad de género y su expresión de género en lo masculino.
El objetivo del Universo pedagógico era “lograr que las personas reconozcan en otrxs y/o en ellas mismas múltiples experiencias de vida trans desde un escenario de Derechos Humanos” (Sistematización, 2013: 8). Este objetivo se pretendió alcanzar a través de la implementación de una serie de talleres dentro de los grupos focales. La sistematización de esta experiencia, que llevé a cabo con la colaboración de dos de mis compañeros, Nikita Vargas y Camilo Losada, se realizó entre enero y abril del 2013 y tuvo como resultado una publicación lanzada en abril de dicho año. 2. Tránsitos de género como metodología
Al sistematizar los talleres pude observar que el objetivo del Universo pedagógico fue interpretado como la visibilización de la existencia de hombres trans para el caso de las personas que desconocían esta realidad y el reconocimiento de diferentes tipos de tránsitos posibles para el caso de personas que se identificaban como trans. La mayoría de los talleres analizó los roles de género binarios para mostrar su violencia implícita. Se trataba de hacer ver lo que el sistema sexo/género le prohíbe a las personas hacer según su género (porque son comportamientos del género opuesto) y la discriminación que puede significar romper esa prohibición. Esto les permitía a los facilitadores exponer la transfobia a la que están expuestos los hombres trans. Adicionalmente, se hizo mucho énfasis en cómo esos roles binarios están presentes en nosotros desde la infancia, en las canciones infantiles, en la forma en la que los colores y los objetos están sexuados, en las propagandas (lo que es ser un “verdadero hombre”), etc. Los estereotipos de género, entonces, se mostraron como algo aprendido que es posible desaprender. Este ejercicio de reconocer el origen, el contenido y la violencia que se despliega de los roles de género binarios me pareció muy potente para su deconstucción. Con todo, por mi experiencia de vida y mi trayectoria en el Colectivo, supe también que había una potencia adicional en esta idea de “visibilizar en otros o en mis experiencias de vida trans”.
La clave estaba en esto de “experiencias de vida trans”. Quisiera resaltar que, con este término, nos referimos a toda experiencia de vida donde se haya transgredido el estereotipo de género en el que la sociedad ha inscrito a la persona. Por ejemplo, cuando un hombre decide experimentar roles, actividades, gustos, etc. relacionados con “lo femenino” o viceversa. Como se puede observar, esta idea de las “experiencias de vida trans” resulta muy abarcadora. Esto porque, es evidente que los estereotipos de género son una “idea regulativa” y ninguno de nosotros, por más de que se esfuerce durante toda su vida, cumple a cabalidad con su rol de género como hombre o mujer dentro de su cultura. Entonces, si en el Universo pedagógico se reconocía el origen, el contenido y las violencias implícitas en los roles binarios de género, es posible desarrollar una serie de talleres en donde se hagan explícitas las cosas en las que cada persona se “desborda” de su género (o aquellas en las que le gustaría trabajar, como, por ejemplo, ser un hombre con una afectividad expresiva). La conclusión lógica de estos talleres sería, entonces, el reconocimiento de que todas las personas hemos tenido “experiencias de vida trans”, es decir, que hemos transitado, transitaremos y vamos a transitar en el género. Desde luego, uno podría enfocarse en la idea de que hay muchas formas de ser hombre y de ser mujer, que esos estereotipos de género se pueden romper, porque son construcciones culturales. Eso es cierto, y cuando una persona rompe el estereotipo, en realidad, estaría es siendo una mujer o un hombre no-hegemónico, alternativo. La pregunta sería entonces, ¿qué ganancia hay en que las personas afirmen que han tenido experiencias de vida trans?, ¿por qué ir más allá del reconocimiento o deseo de tener un género no-normativo? Considero que este ejercicio de reconocerse a sí mismo como una persona “en tránsito”, desde el punto de vista de los roles binarios de la cultura a la cual pertenece, es muy poderoso. Y es muy poderoso por varias razones. En primer lugar, porque las personas que no se identifican dentro de la sigla LGBT (que son la mayoría) nunca piensan que podrían estar cerca de estas identidades diversas. Es así como
el ejercicio de reconocimiento de sus experiencias de vida trans resulta bastante impresionante para ellas. Al trastocar las categorías de lo normal y lo anormal: todos los “normales” son “anormales” (trans) y lo único que hay es diferentes tipos de anormalidad (unos que se hormonan o se operan, otros que juegan con muñecas), las personas se ven interpeladas a sí mismas desde el lugar de lo diferente, de “lo otro”, siendo ellas, de forma insospechada, también, “lo otro”. Esto puede significar que las personas sean mucho más sensibles a las violencias de género y a la discriminación, porque finalmente pueden encontrar referentes en su propia vida. La violencia y la discriminación (incluso la transfobia) ya no son realidades externas y lejanas. Adicionalmente, resulta claro que pasar por todo este proceso de identificar los roles de género binarios, observar su origen, ver sus violencias y, finalmente, identificar los tránsitos facilita bastante que un sujeto comprenda qué es la identidad de género y qué es una persona trans. Esto no es para nada fácil de entender, lo sabemos nosotros, sobre todo porque se confunde fácilmente este asunto con las orientaciones sexuales. De hecho, suelen presentarse preguntas que nacen de esa confusión, como por ejemplo: entonces los hombres trans son lesbianas, ¿cierto? Pregunta que confunde la identidad de género con la orientación sexual. En segundo lugar, que todos y todas reconozcan sus tránsitos de género es muy poderoso, porque provee un sentimiento de libertad. Si el facilitador consigue que los tránsitos de género no se vean como algo malo, negativo, desviado, etc., sino como algo cotidiano y generalizado, quizás la persona se pueda sentir mucho más tranquila de construir su identidad de género y su expresión de género como mejor le parezca. Ya no habría un afán autoimpuesto de cumplir con el estereotipo, dado que, al final, nadie lo hace. Teniendo lo anterior en cuenta, me gustaría describir entonces cómo se realizaría un taller con la metodología de “experiencias de vida trans”. En primer lugar, el esquema del taller sería el mismo que se utilizó en el Universo pedagógico: Encuentro: primer acercamiento participante-facilitador. Lo más importante de este momento es el reconocimiento como humanos, además de generar expectativas, más
que certezas. Partir de los conocimientos que tienen los participantes y dar cuenta de las inquietudes, cuestionamientos y mitos previos. Conceptualización: cuando se ofrecen a los y las participantes unas definiciones sencillas del ABC de género de conceptos que se vayan a necesitar para el taller. Construcción: es el momento de facilitar, dinamizar y propiciar el acercamiento entre quienes participan en el proceso de aprendizaje con el objetivo de ir más allá de las definiciones planteadas, a fin de construir colectivamente el saber, y permitir el paso de unas nociones individuales al reconocimiento y creación de una diversidad de posibilidades. Creación: posibilidad de generar un producto colectivo, un consenso alrededor de los saberes del grupo que se reconocen y se apropian. Retroalimentación: valoración del taller cualitativa y cuantitativamente para construir referentes de autoevaluación que nos permitan mejorar en la implementación de las metodologías. (Sistematización, 2013: 13). Para la parte de la conceptualización, se requiere que los facilitadores tengan un acervo de conceptos unificados. En nuestro caso, buscamos que todas estas definiciones se hayan elaborado como una construcción colectiva del grupo. En la preparación del Universo pedagógico, se trabajaron algunos conceptos; durante la sistematización, se construyeron otros; y, finalmente, se han elaborado el resto en esta segunda fase del Universo. Así, tenemos ya una lista de términos definidos que crece cada vez más. Teniendo en cuenta ese esquema de trabajo, un taller con la metodología de “experiencias de vida trans” desarrollaría las siguientes fases: 1. Identificación de los estereotipos de género en la cultura y momento histórico al cual
se pertenece 2. Reconocimiento del origen de estos estereotipos: ¿desde cuándo y a partir de qué
fuentes los aprendo? 3. Concienciación de las violencias implícitas en estos estereotipos: ¿qué sucede si me
salgo del esquema? 4. Explicación de lo que es una “experiencia de vida trans” 5. Auto-reconocimiento de mis tránsitos de género
Para cumplir con todas estas fases, hemos reconocido una serie de herramientas que salen de la experiencia educativa misma. Veamos. 3. Otras herramientas para abordar el tema de tránsitos
En la sistematización de la experiencia educativa del Universo pedagógico identifiqué una serie de herramientas que los facilitadores utilizaron en sus talleres. Posteriormente, en la segunda fase del Universo pedagógico que se encuentra en curso, añadimos un par más de herramientas y redefinimos otras. Así, tenemos un acervo de herramientas posibles que pueden acompañar la base de los talleres: “experiencias de vida trans” que me gustaría compartir aquí para su posible réplica. 1. Cuerpo: trabajar actividades que interpelen el cuerpo de los participantes con el fin de construir conocimiento desde la experiencia más que desde el discurso. Se trata de darle un lugar al cuerpo, cómo se hace presente en los ejercicios de talleres y por qué lo abordamos. ¿Cuándo me dicen que yo haga un ejercicio de cuerpo qué debo hacer? Mínimos a cumplir: 1) Hacer más uso del lenguaje corporal que el verbal. 2) Reconocimiento del cuerpo (tocándose a uno mismo o teniendo conciencia de mi cuerpo). 3) Aproximación y contacto (baile, meditación, etc.). 2. Incomodidad: dinamizar actividades que generen un leve grado de incomodidad en los participantes, para que, a través de esta incomodidad, salgan a la luz los prejuicios sobre el género y posibles discusiones constructivas alrededor de él. Se trata de realizar una actividad que genere algún grado de incomodidad desde el prejuicio (elementos de identidad, actitudes, paradigmas). Mínimos a cumplir: 1) No buscar la incomodidad desde la confrontación sino desde las instrucciones del ejercicio. 2) Que la incomodidad evidencie el prejuicio dentro del Universo pedagógico. 3. Análisis de material: trabajar con propagandas populares, canciones o imágenes donde sea fácil evidenciar las construcciones de género hegemónicas en un contexto particular. 4. Memoria y construcción de ser: apelar a los recuerdos de las personas para detonar conceptos del universo pedagógico, puede enfocarse en la infancia de los participantes
(canciones infantiles, juguetes, ropa de niños) para evidenciar las construcciones de género hegemónicas. 5. Historias de vida trans: sensibilizar a los participantes con historias de vida atravesadas por tránsitos. Mínimos: hacer referencia a una historia de vida trans o construirla en el taller. 6. Travestismo: el cuerpo mismo del facilitador que se reconoce a sí mismo como persona trans hace que se convierta en un mediador pedagógico que propende por a la comprensión y respeto de la población trans. Indicaciones para desarrollar esta metodología: 1) llegar trasvestidx e identificarse con el género que no leen las demás personas o 2) llegar e identificarse con el género que no leen las otras personas (sin travestirse) y luego cambiar de ropa. En cualquier caso, hacer las preguntas: ¿Qué me hace falta para que me reconozca la identidad con la que me menciono? 7. Mentefactos: elaboración de mentefactos (diagramas que organizan el conocimiento para comprender un concepto) con las categorías de: “pertenece a”, “se diferencia de”, “se divide en” y “se caracteriza por”. Conclusión Como hemos mencionado, no hay educación el campo del género debido a los muchos tabúes alrededor del tema. Las instituciones, todavía conservadoras, no les parece que dicho tema vaya con su moral e ideología; y, aún peor, los padres creen que si educan a sus hijos en estos campos, se van a volver gays, lesbianas o trans (lo cual les parece aberrante). Además, tampoco sabemos cómo hacerlo, no tenemos idea de cómo tratar con esos temas. El cuerpo es un mito, los genitales, sobre todo, el deseo es un mito, el sexo, etc. Entonces no tenemos herramientas pedagógicas (y a veces no las queremos tener). Uno diría que la educación alternativa, la educación sin escuela, etc. es el espacio más apropiado para que este tipo de educación se dé, porque (así quisiéramos) la educación alternativa es libertaria, rebelde, consciente, etc. Sin embargo, probablemente no es lo que encontramos en la actualidad, y un niño educado en casa puede quizás salir a la oferta de educación superior formal o al mercado laborar y discriminar a las personas con orientaciones o géneros diversos.
Entonces, lo que necesitamos en realidad es educar a los padres, en primer lugar, que de hecho no están preparados para la libertad de mente con la que vienen sus hijos solo por haber nacido en esta época. Lo que les presenté aquí es una idea mínima, muy sencilla, para abordar este asunto y, sin embargo, es una idea muy polémica. La idea de que todos nosotros somos personas con experiencias de vida trans nos exigen demasiado, no acerca peligrosamente a lo Otro y por eso resulta incómoda. ¿Me está diciendo transgénero, travesti o algo así? ¡Jamás! Con todo, el hallazgo evidente de que nadie encaja a la perfección en los estereotipos hegemónicos de masculinidad y feminidad me permite decirle a todas las personas que, por algún aspecto de su vida o algún momento de su historia viven o han vivido una experiencia de vida trans y quizás en esa vivencia fue discriminado, violentado, cuestionado, etc. o podría haberlo sido.2 Claro, si llegáramos a la conclusión de que las categorías de hombre y mujer son vacías, el concepto de “experiencias de vida trans” no tendría sentido. Sin embargo, en este mundo donde los roles de género determinan en gran medida las relaciones de poder, esto resulta útil. Habría que decir que, en todo caso, esas experiencias de vida trans dependen absolutamente del contexto. Si en una sociedad cocinar es una actividad exclusivamente masculina, esa masculinidad no constituiría una experiencia de vida trans. Finalmente, de acuerdo con lo expuesto aquí, considero que la propuesta metodológica de las “experiencias de vida trans” en un marco de derechos humanos y con los pilares de la educación popular puede ser una herramienta de cambio social en el cual las personas interpreten su entorno comprendiendo amorosamente su diversidad y complejidad en el campo del sexo, género y orientación sexual. Creo firmemente que tocar estos temas desde la infancia colaboraría para la construcción de un mundo más justo para todos. Bibliografía 2 ¿Cómo podemos demostrar que nadie cumple a cabalidad con el estereotipo de masculinidad o feminidad hegemónica? basta con hacer una lista de las características que se supone van en cada casilla y preguntarnos si cumplimos con todas y cada una de ellas. Para eso, el Colectivo Entre-tránsitos realizó en el 2011 la Chiva patologizadora, donde le preguntábamos a todas las mujeres, por ejemplo, si de pequeñas jugaban con muñecas y si les gustaba orinar sentadas, entre otras y, cuando fallaban a una, les dábamos su certificado de disforia de género que las certificaba como trans.
Página web Colectivo Entre-tránsitos. www.entretransitos.org Hernández, D.C; Vargas Latorre, N; Losada, C. Sistematización de experiencias educativas Colectivo Entre-tránsitos. Bogotá, Digiprint Editores: 2013.