Reiteraciones: género y kundalini
Tak Combative (D. C. Hernández) Intervención en el grupo “Visibilizando la violencia de género” dentro de Arte y performance: haciendo visible el trauma grupo de trabajo del IX Encuentro del Instituto Hemisférico
2014
¡Manifiesta!
Coreografía
de
los
movimientos sociales en las Américas. Jueves 26 de junio de 2014.
1. Contexto: conocimiento situado
En primer lugar, me gustaría hablar del origen de la investigación que presento en este espacio y de mis reflexiones alrededor de la performance y su dimensión política. Para ello, debo hablar un poco sobre las fuentes tanto académicas como vivenciales y sociales de donde he bebido conocimiento. Mi nombre identitario es Tak Combative. Soy una persona trans que nació en Bogotá, Colombia. Soy filósofo de la Universidad Nacional de Colombia, que es una institución pública y soy Profesional en Estudios Literarios de la Universidad Javeriana, que es una institución privada. De este tronco de conocimiento bicéfalo me quedé, en lo que es relevante para este espacio, sobre todo con los estudios de género a partir de Butler, los estudios decoloniales de origen antillano y la Psicomagia. Pertenezco al Colectivo Entre-tránsitos, en el que luchamos por la defensa y reconocimiento de los derechos de las personas trans, especialmente de la población trans-masculina (personas asignadas como mujeres al nacer, según un escrutinio dudoso de su genitalidad, que luego transforman su identidad de género hacia lo masculino). Trabajamos el tema de nuevas masculinidades, no hetero-normativas, a través de la performance como activismo callejero, música y títeres, y la educación popular con una perspectiva de género y tránsito. Soy instructor de yoga kundalini y futuro profesor de este mismo tipo de yoga. Del cruce de estos saberes y actividades vitales nace “Reiteraciones: género y kudalini”.
2. Conceptos: un acercamiento
En segundo lugar, me gustaría hablar, desde este encuentro de saberes, sobre algunos conceptos clave a partir de los cuales elaboro mi propuesta y llego a mis reflexiones por las cuales hago parte de este grupo de trabajo. Estos son conceptos son: yoga kundalini, violencia de género, memoria y trauma.
2.1 Yoga kundalini
El tipo de yoga que practico y estudio es el yoga kudalini según las enseñanzas de yogui Bajan. Este es un yoga occidentalizado, que no se practicaba como tal en la India, pero que, por supuesto, bebe de esa tradición en cuanto yoga de posturas (asanas) y yoga de la conciencia (basado en los principios de Patanjali) y en la filosofía de los Sikhs. Este tipo de yoga es traído al continente americano, específicamente a los Estados Unidos, por nuestro maestro yogui Bajan, quien, a partir de los conocimientos tradicionales de su lugar de origen, crea una práctica y forma de vida bastante útil para trabajar con las dificultades del hombre occidental, principalmente, la preeminencia, en la toma de decisiones y la forma de interpretar el mundo, de la cabeza sobre el corazón (es decir, la razón como fuente privilegiada de conocimiento). El yoga kundalini es una “tecnología” diseñada para sanar los cuerpos sutiles (que incluyen, entre otras, el cuerpo físico, el aura y diferentes tipos de mentes que posee cualquier el ser humano). La sanación está relacionada con el equilibrio energético de estos cuerpos que ocasiona, a su vez, un buen funcionamiento del cuerpo físico y de las relaciones del sujeto consigo mismo y con los demás. A través de la meditación, que acompaña la práctica de asanas, se busca limpiar el inconsciente de patrones de comportamiento negativos, dolores provenientes de eventos del pasado y pensamientos atravesados por la culpa, la cual, según este paradigma, proviene de una imagen negativa y errada del sí mismo que conduce a más comportamientos generadores de sufrimiento y karma. El karma es toda consecuencia negativa de nuestros actos y de los actos de otros sobre nosotros cuando tenemos una serie de patrones negativos que no hemos comprendido ni corregido y que por eso vuelen una y otra vez hasta que, al comprender, se convierte en Dharma, la consecución del verdadero destino.
Teniendo en cuenta cómo está organizada la práctica del kundalini, resulta bastante sencillo observar la dimensión performativa que esta tiene. Varias de las asanas, pero sobre todo las posturas de las
meditaciones (dinámicas o estáticas) son la repetición de un gesto cuya interpretación es literal. Reiteramos una acción que emula una intención realizada hace miles de años y cuya simbología hace parte de una convención bastante clara. Por ejemplo, en la meditación del Wahe Guru, se repite una acción: poner los brazos formando un ángulo de 90º con el tronco, las manos hacia arriba con las palmas en forma de recipiente. Esta meditación emula un gesto realizado en la India donde las personas iban al río, tomaban agua en sus manos y la echaban por detrás de su hombro para olvidar antiguos dolores. Esta meditación se supone efectiva además porque trabaja los meridianos de los brazos, que son la extensión del corazón, y el área de los pulmones, que es la que determina nuestra relación con el pasado. Además, al hacer la meditación, se pronuncia un mantra que funciona como una semilla positiva y sanadora en el inconsciente.
Las reiteraciones de estas acciones, configurando una performace, conservan su dimensión ritual y se desempeñan como tecnologías del cuerpo y la conciencia que trabajan los chakras, equilibrando la energía. Así, la performance convive con el rito y la medicina yóguica. En ese sentido, el maestro o guía de las prácticas se puede ver cómo el perfomero que influye en los co-participantes, guiando así un peformance ritual colectivo donde la energía en conjunto del grupo se purifica. El performero entrena sus rutinas de acciones reiterativas y los co-participantes entrenan y ensayan estas rutinas frecuentando las clases e involucrándose con la práctica.
2.2. Violencia de género
Partiendo de la idea desarrollada por Butler de que el género compromete una serie de reiteraciones, citas o “comportamientos dos veces actuados” que construyen, normatizan y nos entrenan en el rol de género que el saber médico nos impuso de acuerdo a nuestro sexo “biológico”, las personas trans sufrimos una serie de violencias al no querer cumplir con esa performatividad que constituye al género pre-supuesto. Muchos de nosotros practicamos el “performance equivocado” según nuestro supuesto ser hombre o ser mujer o saltamos de una a otra categoría (dado que es imposible hacerse completamente al margen del sistema sexo/género donde todas las cosas, acciones, discursos, etc. están generizados desde el binarismo). Así, el joven hombre trans le es impuesto usar vestido en su colegio y estar en un salón femenino, a pesar de manifestar inconformidad con este rol identitario, y sus padres y familiares lo castigan por no sentarse como una niña, hablar como una niña e interpretar el papel de la
mujer en su sociedad, quizás queriendo ser madre y luego abuela. A partir de esta violencia por el incumplimiento de los perfomances “correctos”, se da inicio a la estigmatización, la transfobia, la discriminación laboral y todos los problemas de acceso a los derechos fundamentales por los que luchamos constantemente.
2.3. Memoria
Así las cosas, las personas trans guardamos una memoria de estas violencias sobre nuestra identidad de género además de las memorias dolorosas usuales de rupturas amorosas y dificultades en las relaciones con otros, así como violencia intrafamiliar y económica, típica de nuestros países latinoamericanos machistas y cada vez más neoliberales. Esta memoria que recae sobre nuestros tránsitos está invisibilizada, desde que la identidad transmasculina ni siquiera aparece en la escena de las organizaciones sociales y los sectores LGBTI hasta hace algunos años, al menos en Bogotá. Aún conservamos la broma en nuestro grupo de que los hombres trans son un “mito urbano”.
Ahora bien, la memoria, desde la aproximación del kundalini, podría entenderse como un registro inscrito en el cuerpo y en la mente, incorporado como bloqueos energéticos, patrones positivos o nocivos de comportamiento y semillas kármicas de pensamiento (origen del sufrimiento) o semillas positivas Dharma (origen de la conexión con el destino). Así, la memoria sería ambivalente, siendo su lado “negativo” o kármico aquél relacionado directamente con el trauma.
2.4. Trauma
Bajo este orden de ideas, el trauma sería entendido como la memoria (en el cuerpo y en la mente) que genera sufrimiento, por situaciones agenciadas o recibidas que no se han comprendido y, por ello, no se han superado, generando entonces más ciclos de karma para el individuo. Queda claro que el trauma va más allá del lenguaje y mucho más allá de la psique, así como la noción de “comprender” que la superación del trauma implica. Bajo esta forma de ver el mundo, el trauma está, por ejemplo y literalmente, en el pulmón (cuarto y quinto chakra), cuando nos apegamos al pasado con melancolía y tristeza y no somos capaces de vivir en el presente; cuando sobrellevamos una situación familiar o de entorno cercano que es tensionante y no la queremos respirar (vivir), contrayendo bronquitis, alergias,
etc. El trauma está en el intestino, cuando no queremos dejar ir lo que nos hace mal, o cuando no sabemos recibir y nutrirnos con lo que llega de afuera. Todo está conectado (aunque no sea tan sencillo comprender cada caso y no haya correspondencias exactas) de manera que la forma de sanar estos traumas, si el marco de comprensión es correcto, debería tener esta perspectiva abierta que permita una verdadera recuperación y la futura dicha anhelada.
La resistencia está, entonces, no solo en el afuera, en la colectividad, la intervención en las calles, el alegato al estado, etc. La resistencia estaría también en el cuerpo y en la mente de cada quien; estaría en la recuperación de la vida como espacio vital y gozoso, con el corazón abierto.
3. Reiteraciones: recuperando la memoria y sanando
Tenemos entonces una aproximación al género desde lo performativo, donde se reconocen las violencias de género que recaen sobre las personas trans. Estas violencias quedan registradas en nuestros cuerpos y mentes, desperdigando el sufrimiento tanto personal como hacia los demás. El trauma de estas experiencias dolorosas no es mediado fácilmente para dejarlo atrás, sino que se atasca en el silencio de la memoria, la invisibilidad de nuestras identidades y nuestra incapacidad generalizada, como seres humanos, de sanar el pasado de forma holística, involucrando los pensamientos, las acciones y el habitar del cuerpo propio. Tenemos, además, una tecnología del cuerpo sutil denominada yoga kudalini. Esta tecnología, a través de acciones reiteradas que tienen una dimensión simbólica pero también un sentido dado por la medicina yóguica (chakras y movimiento energético), ofrece la promesa de la sanación a partir de la disciplina, el desapego y la práctica constante.
Teniendo lo anterior en cuenta, mi propuesta de investigación tiene que ver con la ejecución de un perfomance ritual de sanación que tiene dos partes. En una primera parte, los co-participantes, guiados por el performero yogui, identifican un gesto o acción relacionada con esta violencia de género. Puede ser el gesto, muy conocido entre nosotros, de esconder nuestros senos cerrando el corazón, encorvando la espalda hacia atrás. Puede ser también el apretón de manos que los demás (incluso personas trans) nos exigen que usemos en lugar del saludo con beso en la mejilla que, en nuestra cultura, está destinado al género femenino, etc.
Reconocer estos gestos y hacerlos visibles reivindica la memoria y construye una identidad dentro de un espacio seguro y amoroso (el espacio del yoga, de la unión) donde la denuncia no pasa por una verbalización necesariamente ni la enunciación discursiva de la violencia. Pido a los co-participantes que, una vez reconocido este gesto, lo reiteren con sus propios cuerpos, con los ojos cerrados, encarnando así al fantasma para poder dejarlo ir. Se trata de un acto psicomágico de posesión donde se encarna el rol de donde emana el trauma: yo soy el fantasma que me asusta, me genera odio o me lastimó y lo dejo ir.
En una segunda aparte, comienzo la práctica de sanación a través del yoga kundalini, concentrándome particularmente en series que profundicen en el segundo chakra, relacionado con la sexualidad y la sensualidad frente a otro (en ocasiones un aspecto muy violentado para las personas trans) y el cuarto chakra, relacionado con la capacidad de amar al otro, sacrificar, etc. pensando en las futuras masculinidades que se fungen en esos cuerpos presentes. Luego de la serie y de la relajación, realizo una meditación específica para limpiar el karma y sanar el pasado, tal y como la que se describió aquí.
Aunque el espacio público es estratégicamente político, por el solo hecho de poner allí cuerpos indomables y rebeldes, personas trans que salen en grupo a exponerse sin problema alguno, también el espacio privado de la casa de yoga o las casas de cada uno es un lugar de privacidad para el duelo y la sanación.
Finalmente, en esta investigación procura que lo político de la performance, a través de la recuperación de la memoria, se mezcle con lo ritual y lo curativo, para que la práctica tenga un sentido profundo de ayuda mutua y de empoderamiento.