Karl Benz -2da

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Departamento de Educación Tecnológica. Segunda Unidad: Material de Apoyo Quinto Básico.

Karl Benz Karl Friedrich Benz, también conocido como el “padre del coche moderno”, nació en la localidad alemana de Karlsruhe en 1844.

Hijo de un conductor de tren fallecido cuando él sólo tenía dos años, decidió muy pronto que su futuro estaba en la ingeniería. En una época en que la revolución industrial estaba en pleno apogeo, Benz, junto a otro de los pioneros de la industria del automóvil, Gottlieb Daimler, darían el impulso necesario para uno de los mayores avances hasta entonces conocidos en la historia del transporte. Tras su paso por la politécnica de Karlsruhe, Benz desempeñó numerosos oficios hasta que en 1871 fundó su propia compañía en Mannheim. Un año después se casaría con Bertha Ringer, que resultará una figura crucial en todos sus logros posteriores. Sin embargo, los inicios de la empresa no fueron buenos y los beneficios no llegaban. Las cosas no pintaban bien para los Benz hasta que a punto de terminar la década de los setenta, el cabeza de familia por fin consiguió terminar su proyecto de motor de dos tiempos. La recompensa fueron varias patentes y una seguridad económica que le permitiría centrarse en el objetivo que a la postre le haría pasar a la historia del automóvil. Eilhard Milscherlich descubrió un hidrocarburo de gran poder energético al que llamó bencina y que con el tiempo se convertiría en el combustible ideal para los primeros vehículos a motor. Desde muy pequeño, Benz había estado fascinado con la idea de un carruaje sin caballos propulsado por un motor. Sus primeros experimentos habían sido con vehículos de dos ruedas, pero sería finalmente con una especie de triciclo, con el que lograría su propósito. No obstante, además de por su perseverancia (y la de su esposa) dos acontecimientos simultáneos fueron de vital importancia en el desarrollo de su idea. El primero nos lleva a 1884 al taller del también ingeniero Gottlieb Daimler y su colega Wilhelm Haybech. Daimler (1834­1900), al que ya se ha hecho referencia como uno de los padres del automóvil moderno, llevó a la práctica una versión mejorada del motor de combustión interna de cuatro tiempos, convirtiéndose así en fuente de inspiración básica para Benz. A pesar de que sus dos empresas se acabarían fusionando años más tarde, estos dos visionarios nunca llegarían a conocerse personalmente. Como anécdota sobre Daimler se suele citar que, paradójicamente, no condujo jamás un coche. Además su muerte llegó precisamente tras los trastornos sufridos a lo largo de un ajetreado viaje en uno de los vehículos que tanto ahínco había puesto en desarrollar. Y de ahí pasamos al segundo acontecimiento, más simple si cabe, pero igual de decisivo en esta historia. El que se produjo cuando el profesor de química Eilhard Milscherlich descubrió un hidrocarburo de gran poder energético al que llamó bencina y que con el tiempo se


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convertiría en el combustible ideal para los primeros vehículos a motor. Con estas dos premisas y el trabajo previo de Benz nos plantamos en el 29 de enero de 1886, fecha exacta del nacimiento del considerado unánimemente como primer automóvil moderno. Ese día, a sus cuarenta y dos años, el joven ingeniero de Karlsruhe presentó la patente número 37435 para un modelo conocido como “Motorwagen”. Se trataba de un vehículo de tres ruedas, de una velocidad, muy ligero y con capacidad para alcanzar la, ahora irrisoria cifra, de unos quince kilómetros por hora. El diseño dista mucho de parecerse a los coches que actualmente circulan por nuestras carreteras pero precisamente en su sencillez y originalidad radicó su éxito. Y eso fue debido a que Benz, a diferencia de Daimler, no se limitó a colocar un motor sobre una especie de carruaje de caballos sino que construyó también un chasis adecuado a la propulsión que lo movería. Así pues, recién comenzado el 1886, el “auto a motor patentado de Benz” estaba ya listo para la venta. Para la venta a los pocas personas que en esa época pudieran tener en centro Europa dinero para permitírselo. Pese a la campaña de publicidad que la empresa lanzó para popularizar el modelo, los clientes potenciales se mostraron muy reacios a adquirirlo. Su incomodidad e inestabilidad no eran de fiar por entonces y sin ventas, el futuro de la empresa peligraba.

¿Dónde estuvo la solución? Pues una vez más en manos de Bertha Benz. La esposa de Karl Friedrich ya había jugado tiempo atrás un papel muy importante en los progresos de su marido, brillante inventor pero totalmente negado para el mundo de los negocios. Los desvelos de Bertha habían logrado salvar primero la primera tienda de mecánica familiar, abocada a la quiebra, gracias a que consiguió un préstamo de sus padres. De igual modo, durante los años siguientes, animó incansable a su esposo cada vez que este quería rendirse en su sueño de conseguir por fin el automóvil que funcionara sin tracción animal. Pero su contribución más importante, no sólo para la supervivencia de la empresa Benz & co., sino también para la historia de los viajes por carretera, llegaría una mañana de agosto de 1888. Como ya se ha dicho, el “Motorwagen” no inspiraba excesiva confianza a los alemanes más pudientes, así que Bertha decidió predicar con el ejemplo y realizar ella misma, con dos de sus hijos, un viaje con ese coche entre las localidades de Mannheim y Pforzheim. Nada menos que cien kilómetros de distancia separaban ambas ciudades, unidas además por carreteras en un estado más que deficiente. Pero eso no detuvo a esta resuelta conductora que culminó al anochecer de ese día el primer viaje largo en automóvil del que se tiene constancia. Como bien se encargó luego de publicitar, sus únicos problemas fueron a la hora de empujar el coche al subir las cuestas, y por supuesto el encontrar tiendas donde le suministraran combustible. Las gasolineras, claro, no se habían inventado aun. La noticia de esta expedición pronto de extendió por el país y los pedidos no se hicieron esperar. El negocio estaba otra vez en marcha y cinco años después, en 1893, Benz lanzaba un nuevo modelo, esta vez de cuatro ruedas, llamado “Viktoria”. A este le seguiría otro, aun más perfeccionado, que se conoció como “Velo”. Este último se convertiría en el primer automóvil en fabricarse en serie de la historia. Su relativamente bajo precio hizo que las ventas de la empresa se disparasen y así, se pasó de los cincuenta coches construidos en 1890 a los 430 en 1899. Todo un récord para la época que llevó a la Benz a liderar un mercado que se expandía vertiginosamente. Pero desgraciadamente para el artífice de su despegue, este se vería abocado a abandonar la empresa en 1903 debido a presiones internas. Junto a él se fueron dos de sus hijos con los


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que fundaría un nuevo negocio automovilístico con escaso éxito. Ya sin él al mando, en 1926 la Benz se fusionaría con la Daimler para formar la Daimler&Benz, popularizada más tarde como la Mercedes&Benz. Este nombre surgió tras el capricho de un rico diplomático austrohúngaro, que prometió encargar la fabricación a la Daimler de nada menos que treinta y seis vehículos. Eso sí, con dos condiciones. La primera, la de conseguir la licencia en exclusiva para exportar la firma a Francia y los Estados Unidos. Y la segunda, la de que ese modelo en cuestión se bautizara como su hija, Mercedes. A diferencia de su colega y competidor Gottlieb Daimler, fallecido en 1900, Karl Benz sí pudo contemplar al menos el floreciente desarrollo de una industria de la que él había plantado gran parte de las semillas antes de morir, el 4 de abril de 1929 en Ladenburg, Alemania.


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