ARTE AULA Y GÉNERO
No es extraño que comience a reflexionar sobre mi práctica docente cuando no estoy en el aula. Aunque la reflexión-acción debiese ir de la mano, palmo a palmo en cada entrada, a cada umbral de cada sala, la realidad cotidiana no es así. Nuestros tiempos de distanciamiento y de reflexión son bastante limitados, por cada una clase de cuarenta y cinco minutos tenemos quince para planificar, corregir y evaluar nuestro actuar. Las preciosas horas no lectivas, destinadas en la mayoría de los colegios a planificar clases, evaluar material de estudio, corregir pruebas, trabajos, ensayos, reservadas a la creación de material didáctico, a la atención de apoderados/as, a la contención de nuestros alumnos/as desearíamos que se transformasen en momentos para respirar y descansar…eso si no nos encuentran el equipo de gestión que nos pide un minuto para conversar algún tema, preparar una efeméride, o simplemente cuidar un curso.
Los cuestionamientos y críticas a nuestro quehacer –si es que los hay- se practican en vivo y en pleno laboratorio. Los apuntes mentales para modificar, adecuar o mejorar una clase se albergan en algún rincón de nuestra cabeza y se quedan ahí hasta que los reactiva el escenario y los personajes que los detonaron. Pero, los cuestionamientos que realizamos van dirigidos la mayoría de las veces a nuestra “performances” dentro del aula, más que al desarrollo de contenidos o al cuestionamiento de ordenamientos internos o ministeriales. Se ponen en marcha y si resultan, se repiten una y otra vez. Clase tras clase, incluso año tras año. Conozco colegas que se vanaglorian de llevar décadas repitiendo la misma lección, el mismo tono de voz y hasta los mismos chistes. Como una función teatral que se reitera tras abrir el telón, aparece un personaje, una máscara puesta a prueba tras años de experiencia para poner en escena la cuantiosa base de datos que abarcan valiosos minutos de clase: un sinfín de discursos sobre el aseo y disposición de la sala, el silencio y orden antes de iniciar la lección, charlas sobre el respeto hacia los demás y hacia uno mismo, la responsabilidad a la hora de cumplir con nuestras obligaciones y una serie de peroratas que nos sirven de excusa a los/las profes para “capear clases”, para evitar “pasar la materia” y dejar que corra el reloj para descansar mentalmente del estrés del curso anterior. Si, ¡“ese” curso! el que todos los profes sufren angustia mental cuando revisan su horario y se dan cuenta que les toca otra vez con él…
Todo este sufrimiento psíquico se produce desde la idea que el “manejo de grupo” suele ser un criterio o indicador de alta importancia para medir la calidad de la práctica docente. Cuando un curso se escapa del silencio y entorno normal se suele mirar al colega claramente en falta y apelar a su falta de experiencia, a un hippismo inherente o simplemente a una incapacidad personal para infundir el tan valorado “respeto”. Esta enseñanza rigurosa, este profesionalismo estricto malentendido, expone como precioso valor la cascara brillosita de años de acomodamiento fatalista, convirtiéndonos en entrenadores pragmáticos que perpetúan una manera fría, mecánica y falsamente “neutra” de tratar los contenidos. La mayoría de las veces ese silencio que impregna una sala, esa inmovilidad que simula perfección y que nos muestra la apariencia de calma, esconde rutinas reiteradas que disciplinan, ordenan, estructuran y son repetidas de manera acrítica hasta el cansancio. Se trata de dinámicas asimiladas en la práctica docente – en los “años de circo”- que se absorben con facilidad y rápidamente nos dan resultado provechoso para nuestra calma mental. Apelamos a consignas como el respeto, el orden, el cumplimiento de normas, de plazos, de reglamentos internos como verdaderos emblemas de lo que el Michel Foucault reasignó como “panóptico”, es decir la interiorización de disciplinamientos que generan las tecnologías de la observación a través del control y la vigilancia en cada individuo.
Todo este aparataje que sostiene nuestras clases es el llamado curriculum oculto, ese que esconde, invisibiliza y sostiene por generaciones conductas sesgadas. Cuando permitimos que reiteradamente sean nuestras alumnas las encargadas de la limpieza de nuestra sala o nos burlamos de manera irónica de la vanidad de nuestros jóvenes al depilarse las cejas o usar pitillos por ejemplo, estamos jugando roles deterministas que asignan y encasillan valores para un determinado sexo y restringen su sexualidad a una asignación social-cultural-histórica- que impone violentamente una mirada heteronormativa y hegemónica.
Asimismo el inicio de nuestra clase puede marcar el ritmo de lo que se avecina: un simple saludo puede ser sexista, “ese buenos días alumnos”, oscuro, gris, trivial y manoseado oculta, invisibiliza y ha invisibilizado por décadas a millones de mujeres sentadas en esos pupitres. Una negación que no es menor si pensamos en los siglos de lucha para lograr ganar ese lugar. Sin embargo esta anulación sigue presente en pleno siglo XXI, la escucho constantemente en la sala de clases de al lado, me ha estremecido y me alienta para recordarles a todos y a todas que sí existen, que se hagan notar, que el “lenguaje construye realidad” y no es lo mismo saludarlas y saludarlos de alumnos/as – a-lumni, sin luz- que con un marcado “buenos días queridos y queridas estudiantes”.
Nuestros cursos conviven con múltiples realidades una vez al día, la que impone el colegio, la que presenta el maestro/a, la que penetra en los medios desde esos celulares encendidos en plena clase, la que traen en sus corazones desde casa… y todas parecen titilar con diferentes mensajes contradictorios a la vez. Cómo encontrarse a sí mismos/as y su propia verdad cuándo ni siquiera existimos, cuándo se nos enseña una historia del Hombre –con mayúscula- y se tiene que leer, aprender y recordar solo autores/descubridores/e inventores masculinos, cuando se niega y esconde lo que se siente por un mismo sexo y se lo corona con una frase vacía sobre la tolerancia, cuándo se tiene la obligación de participar en ceremonias y festividades como dogmas religiosos, cuándo se conmemoran efemérides occidentales que reniegan nuestras raíces indígenas. ¿Cómo saber quiénes somos?
Lo principal al trabajar con niños y niñas, con jóvenes, es tener conciencia y claridad de nuestra incidencia en el ejercicio del diálogo y el auto-conocimiento y auto-descubrimiento vital en los procesos educativos. Saber que no sólo enseñamos una asignatura en particular sino que con nuestra ignorancia o inmadurez podemos estar siendo parte de un engranaje que repite y perpetúa estigmas de género de manera arbitraria. Posibilitar el conocer y reconocerse diferentes a lo establecido, debería ser una norma para lograr la auto-búsqueda, el auto-concepto de sí mismo/a y el lugar que queremos ocupar en el mundo.
Me parece importante tener consciencia del presente, del único lugar que podemos manejar y hacernos cargo, y entregar las herramientas a nuestros/as estudiantes de la autonomía del “estar siendo” del “estar haciéndose” constantemente. Solo así podremos dejar de lado las culpas a los y las demás –“la mala base”, “la familia ausente”, “la colega que no pasó la materia”- para dar paso a una práctica docente basada en la lucidez.
Sé que es muy difícil mantenerse lucida/o en un ambiente lleno de emociones, demandas y requerimientos que lo impregnan todo a diario, que nos envuelve y muchas veces nos hace olvidar por qué estamos en esto. Pero es necesario que antes de cerrar la puerta de esa sala y respirar profundo recordemos por qué estamos ahí.
Para eso es necesario que como guías tengamos avanzado el camino en nuestra propia búsqueda y coherencia interior. Nada se saca con levantarse solo a enseñar matemáticas, o solo a enseñar a leer, porque nuestra pega es mucho más que eso, nuestro trabajo consiste en lo que llama Paulo Freire realizar una lectura crítica del mundo que “exige una comprensión critica de la realidad, supone por una parte su denuncia, y por otra el anuncio de lo que aún no existe”. La lectura crítica del mundo es un proceso de lectura del mundo que supone a través de la denuncia la organización de individuos en pro de un sueño o proyecto de sociedad, es el anuncio de un sueño que nos invita a intervenir en la reinvención de la sociedad. Por tanto esa debe ser la principal destreza de cada docente, debemos ser increíbles lectores/as del mundo y de la realidad en que estamos insertas/os.
La Escuela es un magnetófono de lo que se debe recordar anulando con su insistencia lo que resuena en nuestro interior como verdadero. Interrumpir este eco, detener esta marcha es posible. Un solo profesor/a puede marcar el cambio. Ese que recordamos de toda nuestra experiencia escolar, no aparece ante nuestros recuerdos por azar, sino que consiguió estremecernos -a veces para bien y otras para mal-. Prefiero entender una práctica docente asumida con criterios de seriedad cuando llevamos a cabo nuestras tareas de una forma rigurosa y asumimos una ética en el trato con las personas coherente con la voluntad firme de decidir una práctica educativa de intervención en el mundo para rectificarlo, como nos señala Paulo Freire.
A mi parecer hacer clases es una práctica política. Y con esto no me refiero a pertenecer a un partido o practicar una doctrina ideológica sino como afirmaba Kate Millet “lo personal es político”…Hay quienes tienen conciencia de ello y quiénes no. Las mujeres y hombres que trabajamos ejerciendo como docente sabemos que está en nuestras manos un pequeño mundo que expone y perpetúa prejuicios de clase, raza, etnia, diferenciación sexual y de género que se articulan como eco de nuestras vivencias históricas y sociales.
Ingresar en este sistema para lograr una transformación debe considerar el peso de estas dinámicas que permean todo el aparataje escolar desde la articulación curricular hasta los actos cotidianos de convivencia. Si ud. profesor/a con un ideal de transformación social, está buscando trabajo y deja en evidencia que quiere aproximarse al sistema escolar desde la idea de dinamitarlo todo, se expone a terminar como kamikaze expulsado/a de la extensa sala de espera con colegas en su misma situación o bien burlar los detectores escolares por un tiempo y terminar con una terrible frustración.
Tener conciencia del lugar en que nos situamos nos permitirá actuar con lucidez, aunque muchas veces la rutina cotidiana nos haga creer lo contrario. Camuflarse, pasar gato por liebre, intentar parecer un profesor a la usanza skineriana le permitirá prolongarse en el tiempo y solo de esta manera ejercer una influencia en el crecimiento humano e intelectual de sus alumnos/as. Y como agregado pasar la barrera de los dos años de contrato a plazo fijo para tener uno indefinido, intentando superar así la precariedad de la pega docente.
Desde esta perspectiva la práctica pedagógica debe considerar la habilidad del maestro o de la maestra para jugar el partido con las cartas que entrega el sistema y desde dentro ejercer un quiebre que lo desestabilice. Es ingresar con las normas del panóptico para destronar su supervisión.
El cambio: mostrar la baraja de naipes
Cuando leo textos sobre género y educación siempre me queda un gusto a poco. Siempre pienso en que faltó algo. Entiendo el discurso, los debates y alabo las propuestas nuevas, pero me pasa que no puedo imaginar su puesta en marcha en la sala de clases. Quizás este malestar se deba a que la gran cantidad de publicaciones y ensayos son escritos por especialistas que se relacionan de una u otra forma con género o con educación, pero no con pedagogía. Lo que echo de menos es su aplicación práctica… “todo bien, todo bonito…pero ¿cómo lo hago?”. Y en ese vacío se desvanece las ganas de llevarlo a cabo.
Sin ningún ánimo de parecer un ejemplo, quiero exponer mis armas de trabajo cotidiano para debatir y comparar su aplicación.
1. La seriedad profesional o tomarse la pega en serio Es cierto que nuestro trabajo es mal pagado, mal mirado y que cargamos con una deuda histórica, pero también es importante revisar cuánto de nuestras prácticas validan esta sumisión. Cuando aceptamos que se nos interpele a través de nuestra vocación, cuando regalamos horas extras en el colegio y en casa sin chistar, cuando se nos pone en duda por no tener la camiseta del colegio, cuando se nos intenta manejar con los sentimientos de nuestros alumnos/as estamos siendo cómplices de una pedagogía poco crítica. Manifestar una práctica seria y comprometida debe ser consecuente con una constante interrogación sobre las dinámicas del trabajo escolar y de cómo se desenvuelven en nuestro cotidiano para cuestionar y cuestionarnos a cada momento. Preguntarse una y otra vez parece ser el único camino para que nuestras ideas y nociones del mundo puedan ser vitales, fértiles, transformadoras. Teniendo en cuenta esta consideración asumir una conducta rigurosa sería una herramienta eficiente para camuflarse tras un profesionalismo quede deje feliz a la burocracia con sus demandas de papeleo en términos de planificación, supervisión y evaluación. Podemos solicitar, urjir, demandar y jalar todo el sistema escolar desde los hilos de la tecnocracia - conductas que son por lo demás aplaudidas por los equipos de
gestión que cuentan con material apto para contabilizar y respaldar como labor docentepero es imprescindible no olvidar que los minuciosos seguimientos del proceso de trabajo de aprendizaje resultan ser un lugar vacío si no consideramos la realidad concreta en la que nos desenvolvemos.
Dentro de estos parámetros de seriedad utilizo herramientas para ordenar, estructurar, esquematizar, supervisar, controlar y evaluar de forma constante. Anoto, transcribo, y escribo en mis cuadernitos lo que sucede cada clase, pero también promuevo que las famosas listas de cotejo, las rúbricas, las hojas de ruta, las bitácoras de proceso, las autoevaluaciones, sean creadas y seguidas por los propios alumnos y alumnas.
Los instrumentos de aprendizaje generado por nosotros mismos/as a través de la experiencia empírica son una estrategia valiosa que da muestras de la rigurosidad con que trabajamos. Nos permite instalar -como un mapa mental- el recorrido que intentaremos seguir en cada propuesta de aprendizaje. Se trata de poner en palabras la realidad y concebir un soporte que contenga la experiencia a vivir. Lo principal es dejar en evidencia esta situación ante quienes más nos interesa. Nuestras y nuestros alumnos. Señalarles nuestra visión de lo que sucederá en las dinámicas de convivencia, en el desarrollo de nuestra clase, exponer el guión de cada unidad y repetirlo constantemente nos permite generar un ambiente, marcar los ritmos y crear el terreno propicio para la metacognición, o sea para la autoregulación del propio aprendizaje. Esta diseminación del control genera conductas de autosupervisión lo que podría leerse como una asimilación del panóptico en el interior de cada sujeto de aprendizaje pero también puede ser entendida como la difuminación del poder ya que como Foucault señala “el poder está en todas partes” El sujeto está atravesado por relaciones de poder, no puede ser considerado independientemente de ellas. Desde esta perspectiva su apropiación genera las armas de subversión.
2. Manejo del currículo (la ventaja de las artes en la práctica)
Es verdad que curricularmente las artes visuales y la educación tecnológica tienen la ventaja de no rendir pruebas nacionales, que no tenemos la presión de una supervisión constante y que generalmente existe una desvalorización social de la asignatura. He escuchado a apoderados decir a sus hijos: pero ¿cómo te va mal?, ¡si es artes, no más!. Y es esta singularidad la que nos permite tener un amplio margen de acción. También es importante mencionar que dentro de la rigurosidad profesional está manejar y conocer los programas ministeriales de la asignatura. Nosotras/os somos los únicos que podemos recrear propuestas de planificación girar e inventar proyectos de aprendizaje interesantes y sugerentes. Es nuestro trabajo hacer respetar el lugar que merecemos en cada institución. Las posibilidades de las artes en la escuela son variadas en estilos y propuestas lo importante es provocar y desatar el espíritu crítico, considerando siempre que nuestro primer trabajo como profesores/as es tener la lucidez de lo que estamos haciendo para poder escamotear los discursos alienantes y provocar el hallazgo del auto-conocimiento.
3. Crecer cuestionándose (ejercicios de indagación)
Todas las propuestas de aprendizaje se anclan en la curiosidad o el deseo de conocer como inquietud indagadora. Utilizo el concepto de Freire “Lectura del mundo” para alentar a mis alumnos y alumnas a develar lo escondido para estimular su curiosidad critica e indócil para entender que somos sujetos histórico inacabados/as insertos/as en un proceso de permanente búsqueda. Utilizo esta necesidad insatisfecha para que sepan que a través de la comprensión del mundo pueden intervenir, escoger, decidir, romper con la resignación.
Una vez más las posibilidades del arte permiten elaborar trabajos desde la experiencia empírica, expresar emociones e ideas, a través de lenguajes que escabullen la supervisión del panóptico. Elaborar performance o puestas en escena que utilicen el artilugio de la simulación: es solo actuación es arte, es falso, es como jugar…
A través de mis propuestas de aprendizaje les invito a situarse en el lugar del desplazamiento, desafiando lo establecido, desestabilizando la norma pero desde la seguridad de lo conocido.
Desde los conocimientos previos dirían algunos/as, desde estas experiencias que se despliegan en el cotidiano invitándonos a absorberlas sin mediar cuestionamiento alguno. Generalmente mi principal herramienta es la lectura de los discursos visuales: todo lo que aparece en la televisión, en la publicidad, en el cine, en las redes sociales, en la simbología de la calle. Desde este escenario conocido para todos/as les propongo su alteración.
Pero también me parece trascendental la adquisición de nuevos conceptos, conocer y aprender el bagaje de contenidos debe ser nuestra responsabilidad en los niños y niñas más vulnerables. Esta es la única manera de que manera posterior generen nexos e interrelaciones entre diferentes disciplinas. Porque la vivencia del mundo es múltiple y no se divide en asignaturas.
4. Apropiarse de las técnicas /paraodiar/burlar/evadir
La principal ventaja de la apreciación visual es aprender a desentrañar verdades escondidas y desmitificar farsas ideológicas. Detenerse a digerir lo que vemos constantemente a través de los medios de comunicación les invita a los y las estudiantes a entenderlos como un proceso que no es neutral y que están saturados de ideologías a favor o en defensa de… y que lo logran de manera sutil o explicita. Enfrentar los lenguajes de los medios y debatir lo que se dice y cómo se dice es importante para luchar contra ellos, para no estar entregados/as o abiertos a lo que se transmite. La comprensión critica de sus procedimientos, esta postura crítica y atenta no es privilegio de una disciplina si no que pensar críticamente es una posibilidad humana sumamente necesaria en nuestros tiempos actuales. En mi opinión la única defensa para rebatir los medios y defenderse de sus ideologías difundidas como su verdades únicas.
No es fácil utilizar las producciones que emergen como caudal de los medios y discutir sus discursos y procedimientos y menos aún apropiarse de ellos para transmitir un discurso que los desestabilice. No es fácil añadir un grado de compromiso con nuestra propia forma de pensar y sentir y aún más difícil es gritarle al mundo que no estamos de acuerdo.
Esa es la invitación que le hago a mis alumnos/as con cada propuesta de aprendizaje y la mayoría de las veces soy retribuida con creces. Otro mundo es posible, hay que gritarlo y seguir en las aulas…
Claramente las tácticas sirven pero tenga en consideración que luego de unos años de experiencia, las caretas se desmoronan y el personaje de profesora estricta y rigurosa se cae para ser apuntada de conflictiva, rebelde y de revolver el gallinero…una táctica de distracción perfecta...