Movimiento y acción de mujeres ayer y hoy ¿compartimos el mañana?
“Impedir el diálogo con las mujeres del pasado tiende a encubrir la historia y, en el caso de la mujer, oscurece el verdadero sentido de sus exclusiones y participaciones…” 1
Intercambiar opiniones entre los distintos movimientos de mujeres en América Latina es una responsabilidad que, en este caso, tiene como finalidad generar visión y política: trabajar para, por y desde las mujeres rescatando la historia de las organizaciones de las mismas en el contexto latinoamericano, desde una plataforma de reciprocidad.
Es necesario establecer un diálogo con las mujeres del pasado, iniciar una conversación que nos permita entender el camino recorrido por ellas y, más aún, identificar nuestros propios caminos. En una sociedad que privilegia la acción y el éxito individual por sobre las acciones conjuntas y organizadas, necesitamos encontrar la manera de establecer redes que nos permitan re-conocernos como mujeres latinoamericanas: recurrir a las tecnologías propias de la sociedad del conocimiento para organizarnos, aún cuando nos encontremos a miles de kilómetros de distancia. Sólo a partir del diálogo podremos generar un ‘cuarto propio’ latinoamericano para, desde ahí, cuestionar nuestras realidades y exigir, en conjunto, una sociedad verdaderamente democrática, equitativa y justa, desde las bases y para las bases.
Hipotéticamente, planteamos que las experiencias de movimientos de mujeres tendrían sus particularidades según el espacio en el que se generan, en este contexto, la presente propuesta es necesaria como instancia de rescate de nuestra historia como mujeres de América Latina; la que posibilitará abrir la discusión sobre lo que se espera de las organizaciones de mujeres en el siglo XXI. La necesidad de compartir, dialogar y construir discursos conjuntos motiva la realización de esta mesa. Nuestra experiencia de autogestión como grupo Estudiantas del Género, nos motiva a mirar en el pasado para construir el ahora y configurar el futuro. La historia del Movimiento Pro Emancipación de la Mujer Chilena (MEMCH), en sus dos etapas de mayor desarrollo -la lucha
1 Stuven, Ana María, “El asociacionismo femenino: la mujer chilena entre los derechos civiles y los derechos políticos” en Montecinos, Sonia (compiladora), Mujeres chilena: fragmentos de una historia, ED. Catalonia, Santiago, 2008.
por el derecho al sufragio de la mujer en la década del cuarenta y la lucha por la democracia durante la dictadura militar de Pinochet- nos ayuda a contextualizar el ahora y conversar sobre un cuarto propio latinoamericano.
Nuestro objetivo principal es dialogar en torno a las dinámicas de las organizaciones de mujeres en América Latina a partir de la experiencia de un grupo relevante en la historia de Chile.
Específicamente buscamos: 1- Evidenciar la lógica funcional de las organizaciones de mujeres en Chile durante el siglo XX; 2- Compartir las historias de movimientos de mujeres de los diferentes países de las asistentes a la mesa; 3- Reflexionar sobre las experiencias de encuentro femenino/feminista de las participantes de la mesa; 4- Generar la posibilidad de una red de intercambio.
La historia de las agrupaciones femeninas durante el siglo XX en Chile ha estado marcada por un tránsito constante entre lo público y lo privado. Las acciones que las mujeres, coordinadamente, han desarrollado en el transcurso del llamado ‘siglo de las mujeres’ definieron las formas de relación y de apropiación del espacio público que hemos detentado los últimos 20 años. Desde las tertulias organizadas en los círculos aristocráticos a mediados del XIX hasta la lucha irrestricta contra la dictadura militar de Augusto Pinochet, las mujeres chilenas han superpuesto sus objetivos, sus deseos, sus aspiraciones y sus demandas con las imposiciones venidas desde la sociedad patriarcal.
El primer acercamiento que las mujeres chilenas tuvieron con las acciones organizadas está relacionado con la labor propia de la caridad cristiana y la defensa de los valores de la Iglesia Católica. A partir de la segunda mitad del siglo XIX, algunas mujeres de la aristocracia santiaguina se organizaron para criticar públicamente el carácter laico que estaban adquiriendo las instituciones estatales, particularmente la escuela. Toda vez que ésta se entiende cómo la principal herramienta transmisora de los valores republicanos, proponer una escuela laica, representaba un atentado contra la Iglesia y la labor educativa y evangelizadora que ésta había tenido desde la llegada de los españoles. Sin embargo, con la llegada del nuevo siglo y la europeización de la elite nacional, las mujeres de su clase se empaparon de las ideas progresistas
venidas del viejo continente, fue así que se organizaron clubes de lectura que, aún cuando perpetuaban el rol tradicional, permitieron que un número no menor de ellas se vieran identificadas con las demandas de las mujeres profesionales e ilustradas de Europa y Estados Unidos; cada vez más, las mujeres de la clase media emergente y las mujeres profesionales de la clase alta comenzaron a cuestionar el reducido -y casi nulo- espacio público que los hombres les habían asignado.
Por su parte, en el Norte Grande, junto con el surgimiento de las organizaciones obreras masculinas, de la mano de la influyente activista española Belén de Sárraga se dio paso a un tipo muy particular de activismo político conocido como “feminismo obrero”. Las sociedades mineras del norte vieron nacer el primer partido político obrero, el POS, y junto con él se crearon los Centros Femeninos Anticlericales Belén de Sárraga, éstos llevaron a cabo “una praxis política feminista, basada en el principio de la igualdad entre hombres y mujeres y en el ejercicio de los derechos individuales”2. Si bien las demandas de estos centros no tenían nada que ver con las demandas o cuestionamiento que estaban surgiendo al mismo tiempo en otras regiones del país, son movimiento paralelos, que nos muestran cómo la influencia extranjera fue indispensable en el nacimiento del feminismo y las organizaciones de mujeres en Chile.
Durante las primeras décadas del siglo XX, el país se encontraba en un momento histórico crucial: se estaba viviendo lo que los historiadores han llamado “la cuestión social”, marcada no sólo por las inmensas diferencias económicas que existían entre ricos y pobres, sino también por la agitación social que permitió la creación de las leyes sociales, que venían a mejorar -en la teoría, al menos- las condiciones de vida de los y las obreras. Otra característica de este momento es el surgimiento de la clase media, compuesta por trabajadores fiscales, maestros y maestras, pequeños empresarios, etc., hombres y mujeres que modificaron el escenario social del país. Junto con la consolidación de esta nueva clase, en las ciudades más grandes del país, se vivió un proceso de politización de los diferentes grupos femeninos que derivaron del asociacionismo
inicial “a reivindicaciones de género en forma progresiva”3, las que se vieron cristalizadas a principios de la década de 1920 con la creación del Partido Femenino Progresista Nacional y el Partido Cívico Femenino.
Julieta Kirkwood4 llama a este momento “los orígenes”, surgen en este periodo varios movimientos, partidos políticos o brazos femeninos de los partidos tradicionales, todos como respuesta a la necesidad -surgida desde las mujeres- de incorporarse activamente a la vida política. Para estas agrupaciones políticas, que funcionaban independientes de los partidos tradicionales, la obtención de derechos civiles se transformó en bandera de lucha. Si bien, dentro de los temas de discusión se podían observar cuestiones relacionadas con el rol tradicional que la mujer estaba “llamada” a cumplir en la sociedad, éstos convivían con exigencias más progresistas: ampliación de los derechos de igualdad social, obtención del voto político, derecho al divorcio, etc.
Durante la década del ‘30 surgen movimientos que serán fundamentales en los procesos de emancipación de las mujeres chilenas en el ámbito social, laboral y político. Uno de estos fue el MEMCH, creado por Elena Caffarena en 1935, este tiene la característica de haber conseguido algo único, hasta ese momento, organización, masificación y continuidad. La Mujer Nueva, medio de difusión del MEMCH invitaba a todas las mujeres de Chile, sin importar pertenencia de clase o ideología política, a hacerse partícipes de la lucha por sus derechos. En este punto, la posibilidad de participar en la vida política no se veía como algo que las organizaciones femeninas debían exigir al mundo político masculino, más bien se entendía como un derecho que el Estado le estaba negando a las mujeres, situación que ellas, como principales afectadas, debían reparar.
La década del ’40 fue la más fructífera y tiene como corolario la publicación en el Diario Oficial,
3 Stuve, Op. Cit.
4 En su libro Ser política en Chile: los nudos de la sabiduría feminista (Ed. Cuarto Propio, 1990), Julieta Kirkwood hace una periodificación de la participación de las mujeres chilenas en política, durante el siglo XX. Distingue seis momentos: los orígenes (hasta 1931), el ascenso (1931-1949), la caída (1949-1953), el silencio (década de 1950), la participación (fines de los ‘60 hasta 1973) y el cambio de protagonismo (dictadura).
el 14 de enero de 1949, la Ley que les permitía elegir y ser elegidas 5. Una vez conseguido el derecho al sufragio amplio femenino, prosiguió el proceso de decaimiento y silencio caracterizado por una disminución de las actividades de agrupaciones femeninas, una atomización del movimiento y una reorganización que derivó en que muchas de estas mujeres se acogieran a los brazos femeninos de los distintos partidos políticos.
No fue sino hasta finales de la década de los ’60 que las actividades femeninas volvieron a retomar fuerza, se plantea en el mundo occidental la necesidad de liberación global que trae aparejada la necesidad de la liberación femenina. Kirkwood consigna este momento como ‘la participación’, marcada por la relación que se establece entre las mujeres y los gobiernos de la época.
Un momento álgido de la participación de mujeres se produjo durante la dictadura de Pinochet, caracterizándose por conformar un grupo heterogéneo que se visibiliza en movimientos y eventos particularmente femeninos, transversales a otras categorías sociales; incluye a mujeres populares cuyo activismo político se destaca en comparación a otros momentos históricos; e incorpora temáticas consideradas privadas a la discusión política pública. Frente a la institucionalización y control de los tradicionales centros de madres por parte del gobierno militar a través de CEMA CHILE, se alza una renovación del movimiento de mujeres producto de las opresiones y carencias del régimen.
Las mujeres que se enfrentan a la dictadura, se organizan en una primera instancia, en defensa de la vida, entendida como lucha contra las violaciones a los derechos humanos y como subsistencia cotidiana frente a la crisis socioeconómica. Utilizaron estratégicamente su rol tradicional de madre y esposa como una herramienta eficaz de oposición. Sobresale la reunión en torno de las llamadas “ollas comunes” que significaron un punto de encuentro, de afectividad, de ayuda económica y finalmente de politización. Es este escenario de movimiento y cambio (mujeres exiliadas, mujeres trabajadoras, mujeres en las calles) el que posibilita que se comiencen a
5 Discursos en torno al sufragio femenino en Chile 1865-1949 (extractos), en Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Revista Historia N° 38, Vol. II, julio - diciembre, 2005.
cuestionar las condiciones propias del ser mujer, desarrollándose nuevas comprensiones sobre el orden de género hegemónico, principalmente por su irrupción como agentes de cambio de la sociedad civil.
La acción colectiva creció, los grupos de mujeres pobladoras, trabajadoras, intelectuales y/o feministas del primer periodo dictatorial cristalizaron en la coordinación y articulación de organizaciones mayores, en la que sobresale el MEMCH 83. Se reconfigura la división entre lo público y lo privado, “la democracia en el país y en la casa”, lo que significó la autonomía del movimiento con respecto a los partidos políticos y otro tipo de instituciones, profundizando la búsqueda de la democracia propia de los movimientos sociales contradictatoriales, extendiéndola no sólo al tipo de gobierno, sino que al conjunto de las estructuras de la sociedad.6
Es innegable que la década de los ’80 fue participe de un emergente movimiento de mujeres en nuestro país. Diversas organizaciones se involucraron activamente en la integración y desarrollo de los derechos femeninos a través de una actoría socio-política que consideró como metas indispensables la sensibilización, denuncia y critica de la desigualdad en el orden establecido. Así también, es imprescindible tener en cuenta el papel histórico que tuvieron las mujeres en la reivindicación de un gobierno democrático, convocando a enfrentar la violencia del olvido y reivindicar la memoria de sus muertos, a través de una masiva presencia pública que propiciará y promoverá el fin de la dictadura.
Estas incisivas reivindicaciones de género demandan la incorporación de un Programa de Gobierno para la Mujer elaborado por la Concertación de Mujeres por la Democracia7 proponiendo para su concreción una oficina de gobierno especializada y con rango ministerial. Las demandas son acogidas por el nuevo gobierno democrático: en enero de 1991 se funda el SERNAM (Servicio Nacional de la Mujer), entidad encargada de dar las líneas generales a las políticas públicas dirigidas a la mujer. Desde entonces, este organismo ha gestionado distintas
6 Ver Valdés, Teresa, Las Mujeres y la Dictadura Militar en Chile. Material de Discusión Programa FLACSO, Santiago de Chile, Número 94, Año 1987.
7 Palestro, Sandra, "Mujeres en Movimiento 1973-1989" Serie Estudios Sociales N° 14, FLACSO, Santiago, 1994.
iniciativas en pos de la protección de víctimas de violencia intrafamiliar y de erradicar las desigualdades de género.
Bajo estos términos de representatividad, se establece una incorporación paulatina del enfoque de género en el quehacer del Estado. La generación de políticas públicas dirigidas a la mujer, junto a la paulatina recuperación de la investigación en las Universidades estatales estimulará distintas iniciativas que incorporan la reflexión, investigación y docencia en temas de género. En 1991 y 1993 se establecen, en la Universidad de Chile, los primeros programas universitarios del país consagrados a estudios e investigaciones de esta temática (CEGECAL y CIEG). Actualmente se constata la incipiente incorporación de estos ejes en programas de Pre-grado y Post-grado en universidades públicas y privadas que reflejan una voluntad expresa hacia la interdisciplinariedad.
Con el reordenamiento de la democracia existe un flujo de organizaciones sociales hacia las estructuras del gobierno, o bien hacia los partidos políticos. La articulación de las demandas de las mujeres desde el Estado, junto con el desplazamiento de distintas mujeres políticas o líderes de organizaciones sociales a espacios institucionales provoca una confusión en el movimiento que antes se encontraba alineado frente a un objetivo. Asimismo la relación amistosa que se tenía entre las ONGs y las organizaciones sociales -que dieron origen en el pasado a múltiples redes de acción y de acogida- cambia para dar paso a un dialogo directo y fluido con el gobierno central provocando “un alejamiento de la base social”8. El quehacer político de este nuevo gobierno democrático privilegia la interlocución con el Estado y la participación desde él, no desde la construcción del movimiento, provocando un conflicto con las organizaciones que mantienen un trabajo directo con la gente, marginándolas y excluyéndolas de la toma de decisiones.
En el VII Encuentro Feminista Latinoamericano y el Caribe celebrado en 1996 Cartagena-Chile un grupo de feministas cuestionan las políticas llamadas de género por “actuar como una especie
de calmante sin cambiar la situación real de las mujeres” 9 , lo señalan como una manipulación de las ideas feministas vaciándolas de contenido para despolitizarlo. Frente a la pérdida de democracia expresada en representatividades designadas -lo que ellas denominan institucionalización del feminismo- apelan por un Feminismo Autónomo que aporte a “una lucha radicalmente antipatriarcal, anticapitalista, antiracista, y en general, un espacio de lucha antihegemónica”10 .
En la actualidad el movimiento feminista nacional es amplio, heterogéneo, presente en todo Chile y atomizado. Junto con la existencia de diversas estructuras de mujeres que trabajan desde el período de dictadura como organizaciones de pobladoras, de derechos humanos, de origen político-partidista, de origen religioso, campesinas, organizaciones sindicales de mujeres, gremiales y Centros de Madres, entre otros, conviven en el presente diversos movimientos que aglutinan reivindicaciones particulares.
Es posible desglosar las múltiples identidades de estos grupos en cuatro grandes conjuntos: quienes trabajan por visibilizar y abolir la violencia doméstica y sexual; redes que promueven los derechos sexuales y reproductivos; extensos movimientos de minorías sexuales; y diversos grupos de feministas. La mayoría de estas agrupaciones se caracteriza por un activismo virtual, que de acuerdo a diferentes financiamientos pueden mantenerse especialmente organizadas a través de sitios propios en el ciberespacio. Para la comunidad LGBT (lesbica-gay-bisexual-trans) la “Internet ha sido una gran herramienta y de hecho, ha ayudado a articular movimiento mucho más cohesionado que en épocas pasadas.”.
9 Aldunate M., Victoria, Entrevista realizada por Heredia C., Carmen, “Ser feminista es rebelarse a lo establecido para ser feliz", 16 de julio de 2009 [en línea] <http://www.mapuexpress.net/content/publications/print.php?id=2492> [Consulta: diciembre 2009]
10 García R., Carmen, “Palabra de Mujer: Mirando al interior del feminismo latinoamericano y del Caribe (I)”, Abril de 2009. [en línea] <http://apalancando.wordpress.com/2009/04/11/palabra-de-mujer-mirando-al-interior-delfeminismo-latinoamericano-y-del-caribe-i/>[Consulta: diciembre 2009]
11 Montecinos, Erika Entrevista realizada por Vidaurrázaga, Tamara “Entre feminismo y lesbianas hay respeto pero distancia" 20 de agosto de 2006. [en línea] <http://www.feministastramando.cl/index.php? option=com_content&task=view&id=188&Itemid=75>[Consulta: diciembre 2009]
Son estos medios de difusión virtuales los que promueven con mayor independencia una gran multiplicidad de intereses y acciones en defensa de objetivos particulares, pero que a diferencia de épocas pasadas respalda causas de diversa índole –clase, etnia, opción política, ecológica, entre otros-. Sin embargo, esta aglutinación de tendencias no resulta un impedimento para actuar de forma colectiva y abogar por una igualdad de derechos que son incuestionables. Los llamados más permanentes son convocatorias a defender la promoción de la no violencia contra las mujeres, y la defensa de la libertad en materia de regulación de la fertilidad. Diversas manifestaciones públicas de alta concurrencia han demostrado un interés colectivo en exigir al Gobierno y legisladores el deber de respaldar garantías mínimas para todas las personas, y atención preferente hacia grupos vulnerables a través de programas y políticas gubernamentales.
A pesar de estas acciones en común, no es posible observar un movimiento feminista que actúe como bloque en nuestro país. Muchas de estas agrupaciones se esfuerzan por obtener un espacio permanente de representatividad, actuando de forma aislada e individual. Asimismo, la relación vertical que se ha establecido con el Estado impide que estas acciones civiles, atomizadas, conformen un fenómeno colectivo de amplias connotaciones y peso en la sociedad, como sucedió en contextos anteriores.
A partir de esta revisión histórica, proponemos un taller cuya metodología será teórico participativa. Contempla, una primera etapa expositiva, ya desarrollada en las páginas precedentes, y una segunda etapa participativa, donde es fundamental la relación que se establezca con las y los asistentes a la mesa (participación a través de herramientas de trabajo, textos, documentos de la época, fotografías, de las principales organizaciones de mujeres en Latinoamérica).
La identidad, historia y presencia de cada una de las mujeres participes de las distintas organizaciones es importante para integrar la dinámica del grupo, es por ello que cada una de las integrantes de Estudiantas del Género visualizaremos nuestras prácticas cotidianas:
Carla Cárdenas, Licenciada en Historia, © Magíster de Estudios de Género y Cultura Latinoamericana. Interesada principalmente en la conformación de archivos y en las investigaciones asociadas a la historia de las mujeres desde las representaciones de los mass media acerca de los espacios fronterizos de la locura y la criminalidad.
Fernanda Martínez, Licenciada en Historia, © Magíster de Estudios de Género y Cultura Latinoamericana. Interesada en las representaciones de lo masculino y lo femenino en el espacio educativo republicano. Trabaja en Museo de la Educación Gabriela Mistral, donde ha participado en la organización de seminarios y charlas centradas en la educación y género.
Paola Uribe, Socióloga, © Magíster de Estudios de Género y Cultura Latinoamericana. Trabaja como encargada de estudios en la Biblioteca de Santiago, en donde destaca su función de coordinar y ejecutar un programa de género, cuya política incluye las discriminaciones hacia las mujeres, masculinidades no imperantes y diversidad sexual (LGBT) a través del desarrollo de colecciones, actividades culturales e investigaciones en torno al tema, como letras en género.
Jessica Valladares, Profesora y Artista visual, Magíster de Estudios de Género y Cultura Latinoamericana, editora de una revista juvenil, trabaja en investigación en torno a las representaciones de iconos femeninos del siglo XX, ha expuesto y montado trabajos relacionados con cuerpos femeninos, memoria e imaginarios visuales.
La pregunta que quisiéramos plantear parte de la experiencia del Congreso Mundial de Mujeres realizado en Madrid 2008 en donde participamos con una ponencia. Ante las dificultades presentadas en esa instancia y la desestimación que sentimos había para con las mujeres latinoamericanas y del tercer mundo, un grupo de mujeres vimos en ésta ocasión una oportunidad de reflexión, respecto de las posibles formas de conformar redes de apoyo, de generación de identidad de la región. Planteamos las siguientes interrogantes a debatir:
¿Cómo generar una red de mujeres latinoamericanas? ¿Cuáles son nuestras demandas en la región? ¿Qué experiencias particulares en cada una de nuestros países nos servirían de ejemplo
para conformar una red participativa y proactiva? ¿Las dificultades, en tanto brechas tecnológicas, impiden la articulación de un movimiento femenino latinoamericano? ¿La multiplicidad de experiencias, vivencias y culturas propias de las localidades es un obstáculo para la articulación de un ideario común? ¿La fragmentación, la inserción de la posmodernidad en parte de la sociedad conviviendo con miradas modernas y nuestra propia identidad regional definida por García Canclini de cultura hibrida dificultan la articulación?
Lecturas Convocadas
1. - Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Discursos en torno al sufragio femenino en Chile 1865-1949 (extractos), en Revista Historia N° 38, Vol. II, juliodiciembre, 2005.
2. - Kirkwood, Julieta, Ser política en Chile: los nudos de la sabiduría feminista, Ed. Cuarto Propio, 1990
3. - Palestro, Sandra, "Mujeres en Movimiento 1973-1989" Serie Estudios Sociales N° 14, FLACSO, Santiago, 1994.
4. - Stuven, Ana María, “El asociacionismo femenino: la mujer chilena entre los derechos civiles y los derechos políticos” en Montecinos, Sonia (compiladora), Mujeres chilena: fragmentos de una historia, ED. Catalonia, Santiago, 2008.
5. - Valdés, Teresa, “Las Mujeres y la Dictadura Militar en Chile”. Material de Discusión, Programa FLACSO, Santiago de Chile, Número 94, Año 1987.
Espacios Visitados
1- http://apalancando.wordpress.com
2- http://www.feministastramando.cl
3- http://www.mapuexpress.net