Entrevista Jaime Izquierdo

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“La cuestión es establecer un nuevo marco de relación entre la ciudad y el campo” Jaime Izquierdo Vallina Autor de “Asturias, región agropolitana: las relaciones campo – ciudad en la sociedad posindustrial” y asesor de la anterior Ministra de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino, Jaime Izquierdo regresa a Asturias para ocuparse de los temas que le apasionan. El principal de ellos la evolución del medio rural y su relación con el ambito urbano. De todo ello habla en esta entrevista

Para empezar…una visión amplia del campo asturiano. ¿Estamos ante un problema o ante un recurso a explotar? Estamos ante un territorio heterogéneo, muy variado, con un destacado componente montañoso que, a lo largo de la historia, ha sufrido transformaciones y tensiones de diferente naturaleza. Si a principios de siglo XX el campo vivió los máximos históricos de poblamiento, en el marco de una sociedad española predominantemente rural y escasamente industrializada, ahora vive en el extremo opuesto. Me gustaría hacer dos consideraciones iniciales. En primer lugar, una observación de carácter territorial. Tenemos en estos primeros compases del siglo XXI un escenario rural más complejo: un campo sobre el que se “desparrama” y difunde la ciudad; un campo que se ha intensificado y especializado en las zonas llanas, en la marina y en algunos valles interiores y un campo, de montaña y alejado del área central, que se ha abandonado, que ha sufrido un despoblamiento generalizado, que se asilvestra y que tiene aprovechamiento marginal en términos agrarios. Es preciso actuar sobre esos tres escenarios de forma diferenciada. No creo que sea acertada una política agraria, y de desarrollo rural, de

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Texto | Óscar Álvarez Serrano Fotos | Rosana F. Solís / Amelia H. Iriarte

aplicación uniforme en toda la región, pues esos tres escenarios territoriales nos marcan claramente las prioridades de actuación. En segundo lugar, una observación de carácter sociológico. La sociedad asturiana es ya, por comportamiento y población, netamente urbana aunque viva en una región netamente rural que alberga recursos muy valiosos y muy desconocidos. Sin embargo, los asturianos no parecemos ser plenamente conscientes de ello. Por eso necesitamos un proceso de reflexión profunda para sacarle partido al privilegio de vivir en una región cuyas ciudades están en medio del campo. Después de leer su libro “Asturias, región agropolitana” me he fijado que usted plantea, en contra de corrientes muy pesimistas, que la actividad agrícola, ganadera y forestal tiene futuro. Vayamos por partes. Actividad ganadera. Con el número actual de explotaciones y el número de cabezas de vacuno por explotación... ¿pueden competir en un mercado cada vez más competitivo? ¿Qué ocurrirá a partir de 2015 cuando no existan cuotas de leche? ¿Y el vacuno de carne? En Asturias región agropolitana se plantea con claridad que la cuestión del campo no puede ser tratada en


“Hasta hace apenas 50 o 60 años todas las ciudades tenían un importante aprovisionamiento de alimentos de proximidad procedentes del entorno campesino periurbano.” términos estrictamente de “sector” —término, por otra parte, profundamente enraizado en la perspectiva industrial y que en mi opinión ya no es útil como concepto si no se transforma y se rehabilita— sino en términos de territorio, de diversificación y de nueva organización empresarial de la actividad agraria. El campo asturiano, que ha sufrido una reconversión brutal, no ha entrado todavía en el proceso de, digamos, ajuste fino. Ni mucho menos estamos anticipándonos al surgimiento de una sociedad distinta a la industrial que está cambiando las reglas de juego. Es preciso revisar el sentido de la actividad agraria para satisfacer demandas no estrictamente alimentarias, o para relacionarse directamente con mercados emergentes de proximidad no necesariamente industriales. No puedo vaticinar que ocurrirá en 2015, ahora bien cuanto más ajustemos nuestra producción a insumos propios, cuanto más la diferenciemos por la vía de la calidad, cuanto más penetremos en mercados ecológicos mejor nos irá. La competitividad no depende tanto del tamaño de la empresa, o del sector en el que se inserta, sino de la escala y la estrategia de organización empresarial adecuada.

Asturias ha sufrido, al igual que otras regiones, el despoblamiento fruto de una reducción y una transformación de la actividad agrícola y ganadera. Usted sostiene que parte del futuro de la agricultura está en la ciudad ¿a qué se refiere concretamente? Nada nuevo bajo el sol. Hasta hace apenas 50 o 60 años todas las ciudades tenían un importante aprovisionamiento de alimentos de proximidad procedentes del entorno campesino periurbano. Las ciudades, sobre manera, cuanto más retrocedamos en el tiempo, estuvieron siempre vinculadas a la producción agroalimentaria de proximidad. Algunas ciudades europeas y americanas empiezan hoy a dar respuestas alentadoras en este sentido. Los berlineses cultivan hortalizas, verduras y frutas en más de 80.000 huertas repartidas alrededor de la ciudad. Vancouver, en Canadá, tiene un dinamismo de agricultura urbana extraordinario. Las cifras de la ONU no engañan: 800 millones de personas practican la agricultura urbana y la cifra sigue creciendo. Algunos pequeños agricultores y ciudadanos por ocio, o por el gusto de comer lo que cultivan están retomando esa opción de agricultura de proximidad. No se trata de renunciar al

El componente agropolitano de Asturias —una trama urbana de pequeñas ciudades y villas en medio del campo— es innegable y supone, además, una ventaja comparativa en el conjunto de las regiones de Europa. En la foto, las vacas de país pastan en un paisaje campesino a las afueras de Oviedo con el monte Naranco al fondo. ENTREVISTA |

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“La cuestión del campo no puede ser tratada en términos estrictamente de “sector” sino en términos de territorio, de diversificación y de nueva organización empresarial de la actividad agraria.” mercado mundial de alimentos que uno encuentra en el supermercado, sino que se trata, sobre manera, de ofrecer a los ciudadanos la posibilidad de llevar a su casa una alimentación rica, variada, ecológica de productos locales frente a otra que tiene que recorrer cientos de kilómetros antes de llegar a la tienda. Hacer huerta de la misma manera que se juega al golf, se va al gimnasio o a la piscina. La agricultura urbana puede ser una fuente importante de salud, calidad de vida, freno al cambio climático y recuperación de variedades y de recursos de la biodiversidad agraria al borde de la extinción. Uno de los grandes problemas, usted abunda en ello, son los prejuicios sobre lo rural ¿Seguimos pensando en la actualidad desde las ciudades que el campo es algo que pertenece al pasado, a épocas más atrasadas? Sí, sin duda. Hay mucha desconsideración de la ciudad hacia el campo. Y lo peor es que no somos conscientes de ello. Por otra parte estamos perdido el hábito de usar las manos para trabajar y estamos perdiendo conocimientos básicos sobre el manejo campo. En pleno auge de la sociedad del conocimiento cada vez hay menos asturianos que sepan cultivar una huerta, hacer sidra, quesos o embutidos. Y algunos oficios, fundamentales para gestionar los recursos naturales, el territorio y el paisaje, como el de pastor o el de apicultor, se están perdiendo. La pervivencia y actualización de los oficios del campo es fundamental para la conservación y el desarrollo de Asturias, como las vías de comunicación, la educación, o la salud. Nuestra sociedad, hegemónicamente urbana, tiende a minusvalorar al campo y a pensar que la sociedad del conocimiento puede armarse sólo sobre la base de las nuevas tecnologías olvidándose de aquellas otras tecnologías del pasado que, actualizadas y rehabilitadas, pueden incorporarse a la modernidad para conservar aquello que nos hace singulares, únicos, diferentes e identitarios. Estoy seguro de que dentro de 50 años todos los asturianos navegarán por Internet, vivirán en edificios energéticamente eficientes y manejarán coche eléctricos…lo que dudo es que lleguen a conocer el quesu de Gamoneu de puertu…

Quizás una de los puntos débiles sea la formación de los jóvenes. ¿Estamos perdiendo el gran patrimonio del conocimiento para trabajar en el campo? (es decir tiempos y épocas de plantación, recolección,…técnicas de trabajo) Eso es exactamente. En plena exaltación de la sociedad del conocimiento, muchos que andamos por la “edad media” no sabemos casi nada de la forma en que se producen los alimentos. Konrad Lorenz advertía hace años de los riesgos que nuestra sociedad occidental corre ante la pérdida de relación con lo orgánico. El contacto permanente con el artificio y lo inorgánico debe de ser compensado. Estuve viendo una iniciativa de las escuelas de la isla de La Palma que me encantó. Los críos tienen sus propios huertos donde aprenden a cultivar y se relacionan con los alimentos desde su origen, y a partir de ahí aprenden historia, geografía, naturaleza, salud, biología, etc. Muy divertido y muy educativo. ¿Cuál es la situación en otros países de la UE o similares a España? ¿Ocurre en todas las naciones avanzadas esa ausencia de relevo generacional? Si, es un fenómeno muy generalizado en Occidente. Las oportunidades de empleo urbano son más gratificantes, y están socialmente más reconocidas, que las del campo. Por otra parte, en la ciudad hay objetivamente más oportunidades —de empleo, de conocer gente, de tener relaciones sociales más variadas, de ocio, de conocimiento,…— que en el campo. Ese es un problema de difícil solución. Por eso insisto en plantear la cuestión del campo desde una perspectiva más amplia, por lo menos en términos de política regional. ¿Debería incorporarse a los programaciones del currículo de la educación primaria y secundaria para acercar lo agroganadero a las escuelas ante la ausencia de relevo generacional o potenciar los circuitos especializados (formación profesional y escuelas especializadas? Debemos repensar todas las causas, y todos los procesos, que afectan a la deserción del campo para tratar de revertir el fenómeno. Y por supuesto la educación y formación, tanto formal como informal, son una pieza clave. Los huertos escolares y la experiencia directa de los críos con la agricultura me parece una buena manera

“En plena exaltación de la sociedad del conocimiento, muchos que andamos por la «edad media» no sabemos casi nada de la forma en que se producen los alimentos.”

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de empezar. Los cursos de adultos sobre huerta (de la misma manera que se hacen para aprender tenis, golf o inglés) pueden contribuir a perpetuar conocimientos que se pierden. Probablemente tengamos también que afrontar una reconversión en la formación profesional agraria, que sigue estando orientada en la idea de industrialización e intensificación, para incorporar planteamientos en la línea de los sistemas agroalimentarios y agroecológicos locales. El profesor Cándido Pañeda considera que hay que dejar de hablar de mundo rural puesto que todos somos urbanos. Según este catedrático lo que nos diferencia es que vivimos en espacios diferentes y trabajamos en sectores distintos. ¿comparte esta idea? Es cierto que uno de los efectos negativos de la industrialización ha sido la homogeneidad cultural que se ha impuesto como única alternativa. Ahora bien yo no me resigno, ni creo que se pueda dar la batalla por perdida. Creo que es viable un futuro mundo rural que recupere nuevas lógicas, nuevas relaciones, nuevas formas de producir basadas tanto en la rehabilitación de procesos agroecológicos esenciales —que han estado vigentes durante siglos en ocasiones— como en nuevas tecnologías. Pondré tres ejemplos, el INRA, el más prestigioso

centro de investigación agraria de Francia, está investigando los sistemas agroalimentarios locales para darles un nuevo impulso en mercados de proximidad. El Wordwatch Institute dedicó, en su anuario del año 2008, un capítulo a la economía paralela de los bienes comunales como referencia para aprender a gestionar el clima: un bien comunal de toda la humanidad. Y Elinor Ostrom acaba de recibir el premio Nobel de Economía por sus trabajos sobre la gestión de los comunales. En Asturias, el profesor Jesús Arango ha presentado hace unos meses un excelente trabajo sobre los comunales que, no olvidemos, necesitan fórmulas de gestión distintas de la economía pública y de la privada. La cuestión fundamental no es tanto dar por finiquitado el mundo rural como establecer un nuevo marco de relación entre la ciudad y el campo. Un nuevo contrato basado en el respeto mutuo, y la complementariedad, y no en la subordinación. Y de la misma manera que han aparecido nuevas profesiones urbanas, cosmopolitas y deslocalizadas, deberán surgir nuevas profesiones que gestionen el medio rural de los espacios campesinos en vías de extinción —que, por cierto, seguimos denominando inexactamente “espacios naturales”— que estén vinculadas a la perspectiva local. A esos profesionales les llamamos ecocultores.


La pregunta a la que debemos responder con cierta urgencia los asturianos es quién, cómo y para qué tenemos que conservar, mantener y gestionar el mundo rural campesino que nos dejaron en herencia nuestros antepasados. Declararlo espacio protegido, y asistir impasibles al desmoronamiento de la organización campesina que lo gestionó durante siglos, no es la solución. En la foto, San Esteban de Cuñaba (Peñamellera Baja).

Podemos decir que hay más sinergias y aspectos interrelacionados entre lo rural y lo urbano que tensiones, ¿no? Creo que ahora hay más tensiones porque la ciudad compacta del pasado se ha hecho difusa. La intensificación agraria ha creado algunos problemas ambientales y el abandono rural otros. Las tensiones y las dificultades están ahí, son innegables. Ahora bien es preciso tomar conciencia del problema y plantearse una estrategia de solución porque es cierto que si lo conseguimos podemos hacer emerger esas sinergias y esas interrelaciones positivas. El campo y la ciudad se necesitan, siempre se han necesitado. La ciudad y la agricultura son los dos grandes inventos de la humanidad. Y en Asturias tenemos la oportunidad de disfrutar simultáneamente de la ciudad y del campo. Una suerte y un lujo para alcanzar una buena calidad de vida. Cambiando de tema. Hay personas que consideran que existe colisión entre campo y naturaleza. El ecologismo y los agricultores y ganaderos no llegan a entenderse. ¿es difícil hacer compatibles sus posicionamientos? La historia de la política de la conservación de la naturaleza a lo largo del siglo XX no sale bien parada en términos científicos. La oportunidad perdida se sitúa alrededor de los años 30, al calor de la teoría científica impulsada por la Institución Libre de Enseñanza y que ahora plantean con solvencia los filósofos de la complejidad, como Edgar Morin. La teoría conservacionista pecó en ocasiones de los

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mismos vicios que la intensificación y la especialización industrial de la que quiso apartarse, aunque lo hiciera en el sentido contrario. Se empeño en parar, en detener, en acotar sin percatarse de que la naturaleza española necesita, en un porcentaje altísimo de casos, del intercambio de influjos con el hábitat campesino. Sin un campo bien gestionado no es posible conservar muchas de las especies silvestres que corren peligro de extinción, ni de sujetar los paisajes agrarios complejos. La segregación entre campo y naturaleza ha creado en España más problemas que soluciones. Por eso es fundamental que ahora caminen una al encuentro de la otra. Hace unos años publiqué un artículo que se titulaba “Que el ecodesarrollo me lo den con queso” y en el que se explicaban las relaciones ecológicas entre el pastoreo y el medio ambiente en Los Picos de Europa. La conclusión era que con la rehabilitación actualizada del pastoreo local “canónico” y vernáculo podíamos garantizar la conservación de la topobidiversidad y, además, generar una muy buena renta agraria. Creo que hay un camino de afinidad entre el medio natural y la cultura campesina que es inédito y que serviría no solo para superar conflictos sino para resolver problemas de gestión campesina y gestión del medio natural. Esa orientación, como digo, estaba claro en los años 30 del pasado siglo y salvo honrosas excepciones recientes —Pedro Montserrat, Miguel Ángel García-Dory, Carl Sauer, Ramón Margalef, Fernando González Bernáldez,


José Antonio Valverde,... — en la segunda mitad del siglo XX hemos tratado de gestionarlo por separado con poco éxito... Volviendo al comienzo a algo tan genérico y tras el posicionamiento en su libro me gustaría analizar cual será el escenario ante el que nos encontramos y hacia donde caminamos. Según usted en el futuro podrían coexistir en Asturias tres sistemas agrarios: el urbano, el intensificado para el consumo industrial y el campesino de paisajes naturalizados, ecosistemas complejos y productor de alimentos muy diferenciados con identidad local. ¿Cuál sería el modelo ideal o paradigma más adecuado para Asturias? Me refiero a proporción y posibilidades. Lo primero a destacar es que el devenir del campo no es una cuestión ajena al resto de la sociedad regional. El futuro de Asturias se juega también en el campo. No podemos aspirar a ser una región moderna si el campo no supera sus dificultades. En consecuencia, la reflexión territorial, empresarial, cultural y ecológica sobre el campo es de interés para el conjunto de la sociedad y para la política regional, insisto, más allá del enfoque “tradicional” del pensamiento industrial o de las referencias exclusivas de política agraria “clásica”. Para pensar en un futuro del campo con los tres espacios a los que se refiere necesitamos tanto una toma de conciencia ciudadana como una respuesta política

que se traduzca, finalmente, en un proyecto regional. La perspectiva agropolitana no anticipa el resultado final, simplemente lo esboza como propuesta, marca unas directrices, unos principios y establece algunos itinerarios para avanzar. En los tres casos, en los tres espacios agrarios, la sociedad posindustrial debe crear una interrelación activa entre la economía —sea de enclave, de escala o de alcance—, y la ecología, en un gradiente que va de la ciudad a la alta montaña y con perfiles profesionales y formas de gestión también distintos para cada espacio. Ahora bien, la construcción de un modelo territorial para el campo asturiano no se improvisa. Debe ser la resultante de un proceso de diálogo social, de participación ciudadana y de inteligencia y capacidad política. Me gustaría incidir en ese “jardín sin jardineros” y en el término de ecocultores que cita usted. Quizás el paisaje de Asturias sólo pueda mantenerse con el trabajo de estos nuevos agricultores… Lo diré de otra manera. A nadie, en su sano juicio, se le ocurriría pensar que el Campo de San Francisco, o el Parque de Isabel al Católica, puedan conservarse sin jardineros. Pues, algo parecido, pasa en los “parques naturales”. Con la única diferencia de que en este caso no necesitamos jardineros, sino unos profesionales que transformen la energía acumulada por el sol en los pas-

“Probablemente tengamos también que afrontar una reconversión en la formación profesional agraria, que sigue estando orientada en la idea de industrialización e intensificación.”

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tizales, los matorrales y los árboles en energía local, en fertilizantes orgánicos o en alimentos. Sin esos nuevos profesionales, los ecocultores —es decir, los equivalentes a los jardineros de los parques de la ciudad— no podemos gestionar el paisaje asturiano. Cree que la normativa y la legislación española limita demasiado el trabajo en el sector. ¿somos demasiado restrictivos en comparación con otros países europeos? Las disposiciones europeas son iguales para todos. Sin embargo, hay un margen de actuación nacional, regional y local que es utilizado por algunos países de manera más eficiente. Unos exploran esos márgenes y otros se limitan al cumplimiento estricto de la normativa europea. Creo que hay que mirar más allá de la Política Agraria Común (PAC) porque sólo con esa perspectiva no es suficiente. Aunque suene a tópico la principal actitud para gestionar un territorio, o una empresa, radica en mirar hacia delante. Es como andar en bicicleta. La vista tiene que estar siempre varios metros por delante porque de lo contrario acaba uno por perder el equilibrio o por estrellarse. Si no somos capaces de vivir con anticipación estaremos condenados a vivir en la mera supervivencia. Ahora bien, para hablar de futuro en el campo asturiano tenemos que tener algunas informaciones sobre las tendencias actuales, los marcos generales de la organización social y de la economía que empiezan a despuntar con claridad en todo el mundo. Tenemos que mirar lo que asoma por el horizonte. Y, a la vez, tenemos que mirarnos internamente con perspectiva histórica. Por último, también tenemos que mirar más allá de los análisis estrictos de mercados agrarios, o de los planteamientos de la política sectorial de la PAC. Y, sobre todo, tenemos que observar algunos indicadores que revelan el agotamiento del modelo que nos ha traído hasta aquí. Algunos países europeos, Francia sin ir más lejos, han mantenido una actitud más abierta e innovadora sobre el campo, al menos en sus territorios más desfavorecidos. Eso no quiere decir que no atraviesen dificultades sino que gracias a su forma de organizar el pensamiento y la acción están en mejor disposición para abordar determinados retos y buscar soluciones locales. ¿Debe incorporar el campo criterios empresariales para su gestión para ser más rentables y eficaces? Sin duda. De hecho la toma de decisiones de las familias campesinas tuvo siempre perspectiva empresarial. El mundo rural asturiano, en su última expresión como pequeños propietarios, o en épocas anteriores, tanto de dominio señorial o eclesiástico, se organizó con lógica empresarial. En el futuro mantener la orientación empresarial es fundamental. Ahora bien, la perspectiva em-

presarial moderna debe integrar la perspectiva territorial (que le marca los principios y límites de la actividad empresarial), la perspectiva ecológica y la perspectiva de mercado para producir energía local, madera, agroalimentación de calidad y paisaje. Lo digo porque hay muchos ejemplos en Asturias que parecen salir adelante. Pienso en la innovación en nuevos envases para quesos, en la investigación para mejorar calidad de forrajes para el ganado,…. Las empresas, las explotaciones agrarias, serán más o menos competitivas en el futuro en función de su capacidad de innovar, adaptarse y sacar partido. La competitividad y la capacidad para gestionar estarán más influenciadas por la perspicacia de la empresa que por la eventual estabilidad de los sectores y en ese sentido la innovación aplicada al producto local juega un papel importante. ¿Puede suponer algún riesgo para el campo y el paisaje, el turismo rural o un desarrollo exacerbado? El turismo rural es, en mi opinión, el principal activo del campo en los territorios más desfavorecidos. Casi por definición los empresarios de turismo rural son aliados naturales de la perspectiva agropolitana. De hecho, ellos representan la primera avanzadilla de esos nuevos empresarios que combinan ciudad (como demanda) y campo (como oferta) e intermedian para conseguir que el paisaje rural y los agroecosistemas sigan funcionando. Sin caminos abiertos, gastronomía, productos locales y paisajes que conserven los rasgos naturrurales no es posible el turismo rural. Ahora bien, el turismo rural tiene sus límites tanto en disponibilidad de oferta, como en la forma en que se desarrolla. En términos generales el turismo rural en Asturias es excelente. Hablando de riesgos. El eucalipto como árbol no autóctono puede poner en riesgo la actividad forestal alargo plazo. Estamos ante un árbol muy rentable para el papel pero que resta calidad al monte. ¿Cuál es su situación? El eucalipto, como el maíz, les fabes, la patata, el kiwi,...han venido de fuera. ¡Y menos mal que vinieron! La cuestión del eucalipto creo que es más una cuestión de ordenamiento forestal, y de las actividades agrarias, que de tener prejuicios por lo que viene de fuera. Es cierto que los monocultivos de eucalipto en la costa son un problema desde algunos puntos de vista. Creo que hay que diversificar el cultivo de especies forestales y buscar mecanismos que incentiven a los propietarios a buscar otros cultivos. Es un problema complejo, sin duda, que requiere soluciones de mayor calado. La pérdida de valor patrimonial del paisaje costero que suponen los grandes eucaliptales es otro factor a tener en cuenta a la hora de autorizar las plantaciones.

“Los empresarios de turismo rural son aliados naturales de la perspectiva agropolitana. El turismo rural en Asturias es excelente.”

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