3 minute read
NO ES EL NEOLIBERALISMO
· Por Elizabeth Castro*
urante las últimas semanas la sociedad ha tenido que enfrentarse a violencias que parecen inconcebibles, la crueldad con que Fátima e Ingrid Escamilla fueron asesinadas, parece irreal, la falta de sensibilidad con que sus casos fueron tratados por las instituciones es un atentado, ni qué decir de quienes encubiertos por el anonimato que ofrecen las redes sociales se dedicaron a revictimizarlas a ellas y sus familias, como si ser mujer y terminar siendo parte de la cifra de los feminicidios fuese algo natural, como si las víctimas fuesen culpables de su fatalidad y las familias tuvieran que pagar por ello. D
Advertisement
El asesinato de una niña no es algo menor, su muerte no responde a cifras o tendencias, sino a la podredumbre del ser humano, a nuestros fallos como sociedad y a la irresponsabilidad de un gobierno que prefiere revictimizar y hacerse el ofendido antes que aceptar que el problema de inseguridad se le ha ido de las manos.
El asesinato de Fátima no es un atentado contra López Obrador, quien insiste en volver personal algo que es público y que nos afecta de forma desproporcionada a las mujeres, no es el neoliberalismo ni los vidrios de Palacio Nacional, no son los conservadores ni los grupos de choque que intentan “atentar” contra la 4T, son los 73 feminicidios de mujeres durante el mes de enero, son las más de diez mujeres asesinadas cada día en el país, son las niñas que ahora no pueden ir a la escuela sin sentir miedo, son las más de cuatro mil mujeres asesinadas durante 2019.
Ingrid Escamilla no es solo un número en la larga lista de injusticias, es una mujer que fue expuesta, vulnerada hasta lo indecible por quienes filtraron y divulgaron las imágenes de su cuerpo e hicieron de su muerte un circo para vender más. Ingrid era una joven a quien le arrebataron la vida porque sí, porque en este país feminicida para el gobierno una mujer vale menos que un monumento, mucho menos que un vidrio y una mancha de pintura en palacio nacional.
En este país, en estos tiempos de transformación, tren maya y rifas absurdas, los feminicidios son un tema incómodo para quienes se dicen diferentes y honestos.
Las mujeres no somos escuchadas por quienes nos prometieron acabar con la corrupción y la impunidad, no hemos visto materializados nuestros derechos y tampoco hemos logrado colocarnos como prioridad en la agenda de un Presidente que dice proteger al pueblo bueno; dando a entender con sus acciones que quienes representamos el 51.4% de la población no somos parte de ese pueblo.
Y tal vez no lo somos, tal vez el destruir puertas y ventanas nos excluye de las formas y nos convierte en vándalas; tal vez el gritar nuestra rabia nos coloca en la lista de enemigos, y el protestar afuera de palacio nacional nos ubica en el espectro de lo inmoral. Tal vez Andrés tiene razón y el feminicidio es un atentado contra su gobierno y no contra la vida de las mujeres, tal vez el Presidente, como dijo Irma Eréndira Sandoval, es el mandatario más feminista que hemos tenido pero nosotras, necias, rebeldes, víctimas, no lo hemos notado.
O tal vez, necesitamos ponernos en su lugar y él en el nuestro para saber quién se está equivocando, tal vez el Presidente y sus secuaces necesiten vivir en carne propia el miedo, el dolor y la muerte para comprender que nos están matando, que caminamos sin sentirnos seguras, que cada día es una lucha por sobrevivir, por llegar vivas a nuestras casas; que buscar entre la tierra los restos de una hija es más doloroso que la muerte misma, que buscar justicia para las que nos han sido arrebatadas es un viacrucis infinito.
Tal vez el Presidente necesita escuchar nuestros gritos, o ver como sus monumentos se caen uno a uno y sus vidrios se pulverizan ante el embate de nuestro dolor para aceptar que tiene que hacer algo y que los asesinatos de Fátima e Ingrid no fueron atentados contra él, porque a diferencia de ellas… él sigue vivo.
* Elizabeth Castro elizabethcastro.mx Fb. elizabethcastrooax @lyzpc