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LOS CAMlNOS DEL LlBERTADOR: GLORlA, OCASO, ENFERMEDAD Y MUERTE (Per Angusta Ad Agusta)
Dr. lgnacio Ramirez Aguirre
2015
Créditos D1: Ped·oPére=. Asesoram iento Jurídico
Ledo. Juan Secairr;i Corrección Idiomática
SI: Francisco Oellana, Corrección Gramatical
Dr.Amilcar ñpia, Asesoría de los aspectos de la Histoiia Sr. Cristian Floes, Diseño Gráfico
lng. Alonso Mmeno, Coordinación Técnica de Ja Edición
Sra. RosauraVi:uña, Secretaría
DR. IGNACIO
RAM fR EZ AGUIRRE
"Para hablar de Bolívar hay que tener una montaña por tribuna y un puñado de cinco pueblos libres en la mano".
JoséMartí
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edi co este tra bajo a mi pu ebl o humild e, raza cobriza humilla da, que no logra despojarse de las garras qu e devoran sus entrañas. Sim ón B o lívar nos liberó de l y ugo español, mas nunca nuestros países lograron liberarse de los caudill os, que se han turnado para arrasar co n Ja economía, pisotear Ja ética, Ja libertad , y los val ores profund os que son inh erentes al ser hum ano .
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Dos siglos desde que nuestra sociedad latinoamericana comenzó a gestar Jos países liberados por Simón Bolívar. Lo que movió aquella gesta heroica, sigue dolorosamente vigente. A través de décadas, en distintas latitud es de nuestra América Latina, hemos sid o testigos de las proclamas para impulsar,
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conso lidar, defender, e inc luso perpetuar e imponer procesos revoluc ionarios o el "proceso político" . Esto ha conducido a nuestros p ueblos boli varianos a niveles aberrantes de abuso del poder, corrupción, pobreza, desesperanza y violenc ia social. Realidades, en suma, por las cuales debemos sentir inmensa vergüenza social y necesidad de luchar por un cambio profundo en pro de una real y só lida democracia. Los "hechiceros" del siglo XXI, los caudillos populistas, hacen de la política un espectáculo, arremolinan las masas sin brújula doctrinaria ni bandera. La falta de objetivos glob ales y de program as específicos ha producido un vacío peligroso para el futuro de los países. No son suficientes las sabatinas, la humillación d e los "otros" y la apabullante propaganda. La buena voluntad, el impulso irrefl exivo y la audacia son insuficien tes. Es tan cierto, lo que escribe Jesús María Peña Marín, en su libro: ''l\.ún no logran sembrarme de silencio"
PALABRASANTELATUMBADEDONSIMÓN Malas están las cosas Don Simón, y a su bondad ruego pase usted conmigo un mal rato, y le nazca de nuevo Ja rabia el coraje en estos sus doscientos años de amargura; es que en verdad si usted alza la vista Don Simón encontrará sin horizonte
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sus cinco patrias liberadas, y entonces saldrá intranquilo del sepulcro y entenderá que su guerra y su ideal han sido traicionados; que no es terrorismo ni cosa parecida, sino que, realme nte andan mal las cosas
Don Simón: como usted sabe ya antes de su muerte tenían mando en sus ti las los traidores; y los que usted creyó designados por la providencia, des ignados o no, de mar a mar s iembran de oprobio nuestra América; de la Patagonia al Bravo y con ayuda de los generales traidores de sus fil as ro ban la riqueza y asesinan los mejores hijos de su sueño de América de todos; las reglas de justicia que nos legaron los fundad ores de Ja patria las han incinerado y en sus llam as han torturado a quienes han defendido sus principios Don Sim ón; y lo más grave,
todo eso lo hacen en su nombre, padre de estas cinco patrias que aún no tenninan de nacer y por lo tanto, es preciso que usted culmine su tarea:
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mande usted fusilar los traidores de tres soles que han traicionado sus principios y desdorado sus ejércitos para que la América madre acabe de parir la patria que para nosotros ha soñado. Aquí estamos Don Simón, ante su tumba, Ja patria le reclama; por lo pronto ya marchan contingentes de patriotas; Sandino está de pie contra el tirano y acompañado de Don José y Don Farabundo cabalgan en lomos de estirpe Martiana, camino de encontrar a San Martín, a Che Guevara y a Don Tupac Amaru que ya marchan hacia el centro de América camino de borrar fronteras y construir su sueño de América de fraguas en las que se destruyen las cadenas y las armas; Ja América de hieITo para fundir en patria los arados, la América trigal en la que se amasa el pan de todos, la América de todos que en la fragua fraguará proyectos de acción para quitar la cara pordiosera de esta Amé1ica de hoy, a punto de parir pero sufriendo.
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Es preciso Don Simón que levante usted su espada y al bajarla cobre en el paredón la traición a los cobardes, arroje usted al fuego Don Simón a todos los que han hecho de su sueño una mazmorra. Es un imperativo de los ciudadanos ser capaces de indignarse, discrepar y soñar en un mundo diferente más justo y más humano. Es un desafío enfrentarse, como Jo hizo El Libertador, a la audacia, la incap ac idad, la arroganci a y a Ja ignorancia, de los actuales líderes bolivarianos, prepotentes, que han hundido a sus pueblos con falsas promesas. Dedico esta obra a los pueblos nobles de Latinoamérica, que merecen tranquilidad, libertad, estabilidad y democracia. Nuestros pueblos y países que no salen del pantano del subdesan-ollo, zarandeados por el despotismo y la demagogia. Acosados por el peso abrumador de la deuda externa, y deseosos de hallar nuevas rutas hacia el futuro.
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II. AGRADECIMIENTO La realización de este trabajo ha sido posible con la solaboración de varias personas que alentaron su desarrollo. - Dejo constancia de mi agradecimiento y gratitud a mi esposa Rosaurita, quien, durante e l tiempo dedicado a esta obra, me brindó afecto y confianza, veló permanentemente por el logro de lo óptimo. - Mi especia l agradecimiento al Dr. Raúl Pérez, Director de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, por su irrestricto apoyo para la publicación de este libro. - M i gratitud al doctor Pedro Pérez, quien estuvo pendiente de los pasos de la investigación, e hizo importantes críticas y sugerencias. - A l doctor Am ilcar Tapia por el Prólogo di áfano, erudito y generoso con mi persona. - Agradezco en forma especial al Ledo. Juan Secaira y al señor Francisco Orellana, por su colaboración en Ja redacción y en Ja estructura gramatical de este trabajo. - Mi agradecimiento al señor Cristian F lores por el diseño gráfico. - Agradesco a la empresa Farmacias SIEGRRIED, por su apoyo .-=--: y solidaridad.
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ID.PRÓLOGO Es indudable que la figura de Bolívar no c rece con s us épicas jornadas de heroísmo, tampoco con e l fu lgor gen ial de su cerebro, men os aún po r la hipérbol e de expresiones con las cuales se pretende dimens ionar s u imagen colosal. No. Para describir al Libertador de Améri ca habría que comenzar por crear un len guaje nuevo, en que cada letra fuese un signo de g loria, cada palabra tuviese un sonid o de te mpestad, y cada frase constituyese un himno resonante y duradero . Es indudable que la humanidad ha producido muchos varones eminentes; pero no ha dado uno más grande que él, y, sobre todo, 1únguno como él poseyera, en conjunto, tan completo y aimonioso acervo, junto con todas las cualidades que existen en un hombre. Brillante en mil facetas, la multiplicidad genial de este genio, hace más dificil la confecc ión de su retrato espiritual. Su a lma templada en los fragores de la contienda, en dond e la valla era para él un incentivo, e l peligro encerraba una ilusión, y el dominio de lo imposible se convertía en su deleite. Llevaba dentro del pecho, e l espíritu de la guerra, y sacaba de la nada, fuerzas suficientes para nive lar los escasos medios de lucha de que disponía n sus ejércitos, con los elementos y el número de las bien organizadas tropas enemigas. Se diría que convivía con una fuerza secreta que le impulsaba, y una luz de acierto que le guia ba. Cuando todo hacía pensar en el fracaso, Bolívar encontraba el den-otero del triunfo; cuando el abatimiento se apoderaba del ánimo de los que le rodeaban, su corazón se enardecía; cuando todo se tomaba pequeño, 15
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él se agigantaba y erguía. La adversidad se convertía en un milagroso poder que le reanimaba y fortalecía Nadie como él manejó la espada, haciendo de ésta, no una hoz segadora de libe1tades, sino, al contrario, convirti endo el acero toledano de su hoja, en un espejo impecable sobre el cual pudieran reflejarse la sinceridad y la pureza de s us convicciones republicano-democráticas. Nadie como él pudo incurrir en e l extravío de hacer de su espada, instrumento de destrucción o tiranía; al contrario, la convirtió en un símbolo de redención, tributándole. así, el más alto y efectivo elogio, dando con ello, el más hennoso ejemplo para quienes siguen la carrera de las armas. Lo más importante es que dem ostró que yerran quienes piensan que la espada ha de ser únicamente instrumento de fuerza y de opresión. Por e ll o, B olíva r, no so lamente fue un guerrero instintivo y bravo, sino que s us plan es ll egaron a conv ertirse en obra de meditación y conocimiento militar. En cuanto a su vida personal, poseía una especial particularidad: con la misma voz que en las arengas y proclamas sabía lograr prolongaciones de tormenta, obtenía en las lides del amor, la dulce s uavidad del efluvio. Po r eso, s u palabra tenía, sucesivamente, a rdor de fragua y tersura de ósculo, y su mente vertía refulgencia meridiana y apacibles tintes aurorales- Como espíritu s uperior que era, sintió el amor con toda la exqui sita fruición de su finura imperceptible a los seres vulgares. Romántico e idealista, su romanticismo lo hizo un obsesionado de la gloria y s u idealismo le convirtió en un creador. El amor fue factor determinante de su suerte y con ella, de la suerte del Nuevo Mundo.
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En fin, Bolívar, héroe epónimo, soldado con alma de genio, escritor de fu ste, político extraordinario, amante sing ular, bondadoso y humanitario .. ..., pero también humano, sujeto a Ja estricta sentencia de Ja naturaleza, de cuyo mandato ningún ser viviente puede evadir sus edictos. En este punto, el Padre de América debió rendir tributo inexorable a la enfermedad y Ja decadencia permanente de su organismo debido a un mal endémico que lo atormentaría durante toda su vida, llevándole :finalmente al sepulcro el 17 de diciembre de.1830 en San Pedro Alejandrino. Sin Jugar a dudas, Ja enfermedad y muerte de Bolívar ha sid o tratada en muchas ocasiones por escritores y estudiosos de la Historia, quienes han dado su versión en cuanto a lo ocuJrido parti cularmente en sus últimos días. Han recogido a pie enjuto sus palabras, gestos, personaj es y circunstancias de su falleci. miento. En igual forma, tenemos varios trabajos que hablan de la crónica enfermedad del alfarero de naciones y las consecuencias que su larga y penosa enfermedad le trajo a lo largo de su relativa corta existencia. Sin embargo de todo ello, pocos han sido Jos estudios que con exhaustiva severidad científica desde el punto de vista médico han tratado Ja enfermedad y muerte de Bolívar. Al respecto se han tejido varias teorías y versiones sobre su dolencia, así como se han planteado las más diversas consideraciones que dejan en más de una ocasión muchas preguntas que no hallan una respuesta satisfactoria, ya que el camp o de la medicina es amplio y generoso en opiniones y versiones, muchas de ellas apegadas de man era exclusiva al campo forense; sin embargo, para el caso que nos ocupa, el Dr. Ignaci o Ramírez, uno de Jos estudiosos más r espetados y 17
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acreditados del país en el camp o de la investigación, tiene una opini ón mu y rigurosa desde la pe rspectiva médica, ya que no so lamente emite sus versiones desde la base fi sio pato lógica, sino que luego d e un largo y minucioso trajinar hi stóri co, que Je ha prop orcionado vali osas herramie ntas de tiempo y circ unstancia, hace un seg uimi ento a la vida del Libertador, dete rminand o causas y efect os de la enferm ed ad que fu e contagiada por sus padres, maléfi ca "herencia" que se acrecentará en su ju ventud , se plasm ará en su edad adulta y finalm e nte acabará con su vida. El autor m ira desde otro ángulo los diagnósticos efectuados por los médicos que trataron a Bolívar y se ubica en el tiempo y las razones que llevaron a los galenos a dar su veredicto. No es un crítico de sus opiniones; al contrario, se sitúa en el espacio y ambiente científico de la época, limitándose a dar sus ideas sobre tal o cual tratamiento, alguno de los cuales no correspondía a la realidad del medio, ya que los doctores habían recibido su formación en universidades europeas o americanas; sin embargo, de ello logra valiosas conclusiones que pueden servir de reflexión para efectuar nuevos trabajos de esta índole. El Dr. Ramírez tiene la habilidad del cirujano no solamente desde el punto de vista clínico, sino que a través de su larga experiencia como investigador social, puede comprender varias facetas del mal que agobió a Bolívar, y las manifiesta de manera clara y precisa en su obra, la cual se halla redactada de manera técnica desde el punto de vista médico, asunto que para muchos puede no ser muy clara, ya que su terminología es apropiada para describir asuntos intrinsecos de una decadencia orgánica. De manera personal, miro que este es uno de los mayores méritos del autor y su obra, ya que sin tener la formación histórica necesaria para estos casos, el
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Dr. Ramírez promueve un estudio serio, profundo, responsable y documentado de las causas y consecuencias de tan abominable mal que debió soportar ~J Libe1tador a lo largo de su existencia; y lo hace con serena precisión, basado en una abundante bibliografía médica e histórica que le ofrece cuadros concretos sobre las acciones de Bolívar, deteniéndose en detalles sobre los cuales pocos hemos tenido la opo1tunidad de reflexionar, ya que, generalmente, nos ha interesado el proceso ideológico, político y militar de tan singular personaje, mas no las razones por las que en muchas ocasiones Bolívar cambiaba de carácter y de actitudes producto de la continua decadencia de su organismo, frente a los hechos que le tocó afrontar. No deseo hacer otro co1nentario, ya que la lectura de tan valioso trabajo me inhibe de hacerlo desde otra perspectiva: Solamente deseo a nombre de Ja Confraternidad Bolivariana de América, Capítulo República del Ecuador, saludar, felicitar y agradecer a nuestro ilustre académico por su esfuerzo y visión para entregar al país y américa, esta singular contribución, que, a no dudarlo, será uno de los más significativos apmtes para- esclarecer desde el punto de vista médico y científico las verdaderas causas de la 1 mue1te del Libertador. Dr. Amílcar Tapia Tamayo, CANCILLER DE LA CONFRATERNIDAD BOLIVARIANA DE AMERICA, CAPITULO REPUBLICA DEL ECUADOR
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IV. PREFACIO
La histori a de Bo líva r está erizada d e d ifi c ultades, hay que estudiarla a tra vés de una bruma de nocio nes anhistóricas. No hay aspectos de la v ida de Bolívar, desde s u cuna (¿era del todo blanco?) hasta su mue1te (¿murió como cristiano?), que no provoquen acalorados debates en los que siempre se lucha por la gloria del héroe con un sentido realista del valor de las munic iones que se manej an, ni aun la posición que se defiende. Sirva de ejemplo la entrega de Miranda a las autoridades españolas después de la Capitulación de la Victoria; conflictos sí los hay en la mitología venezo lana, pues en este episodio El Libe1tador resulta ser uno de los conspiradores que entrega al precursor. A otros, corres po nd e la tarea de inmo rta lizar s u ep opeya libertadora. A los médicos, el piadoso de be r d e buscar en su carnadura huma na, e n las huellas de l s ufr imiento y en los dolores qu e sobre ll evó, e l porqu é de s u mu e rte. Es dificil la tarea. Porque, a pesar de lo relativamente cercana que está su presencia entre nosotros, los cambios que desde entonces acá ha tenido la medicina en cuanto a c lasificación nosológica de las enfermedades, métodos de diagnóstico que no existían en ese tiempo, tampoco laboratorio bacteriológico y peor hormonal o medidas terapé uticas apropiadas, hacen qu e una aproximac ión exacta a la definic ión de l c uadro patológico fi na l que desembocó en la muerte, sea un grave compromiso. Sin embargo, contamos con indicios que, unidos a datos de la tradición, a informaciones de sus contemporáneos, a eventuales y esporádicas citas de Ja correspondencia bol ivariana, permiten realizar el diagnóstico difere ncial que conduce a una síntesis final.
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Y contamos con Ja iconografía, que ayuda al observador a intuir -con auxilio de Ja imaginación- la enfermedad mortal del genio de América. Pero, sobre todo, se tiene el Protocolo de la Autopsia, realizada con adm irab le comprensión de Ja importancia que para Ja H.i sto ria habría de po seer por s u médico de los últimos días, Alejandro Próspero Reverend, y el cuidadoso diario que llevó este ilustre francés. Estas observaciones que respaldan Ja tradición generalmente aceptada indican que Ja última enfermedad del Libertador, Ja que Je llevó al sepu lcro, fue una tuberculosis pulmonar que evolucionó en ten-eno predispuesto a adquirirla por contagio de sus padres, agravada por una vida llena de privac idades entregada en holocausto con febr il actividad a Ja independencia de América. Existen definitivamente ev idencias en la epicrisis de la enfermedad de Bolívar, que atestigua n el compromiso meníngeo y suprarrenal (enfermedad de Addison). Al revisar los antecedentes patológicos de Bolívar, hallamos que durante su niñez y pubertad no se mencionan afecciones de índole fisica relevantes y cuando llegó a España, en su primer viaje a E uropa en 1799 y con 16 años de edad, le refirió a un familiar estar "como en general llegan los suramericanos, robusto, vigoroso y ardiente". Recordemos sin embargo que en su infancia sufrió graves traumas emocionales al quedar a muy temprana edad huérfano de padre y madre y que tuvo que vivir " de casa en casa" contra su voluntad, porque él deseaba estar con su hermana mayor, María Antonia. Cuando regresa de España, contando con 19 años y casado con
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María Teresa, sufre una nueva desgracia, porque al poco tiempo, su esposa fallece, presuntamente de fiebre amarilla. Sumido en una profunda depresión, alternada con episodios de agresividad, regresa a España para tratar de aliviar sus penas, a finales de 1803. El futuro Libertador, en ese segundo viaje ahogó sus penas en diversiones, el juego y las mujeres. igualmente se le cruza en e l camino Fanny de Yillars, esposa de un acaudalado comerciante y proveedor del ejército francés, con quien inicia una de las tantas relaciones amorosas que mantuvo. A pesar de que no se describen enfermedades de impo11ancia, no es descartable que nuestro ilustre personaje, quien estuvo expuesto a la tuberculosis de sus padres, quienes faUecieron por esa causa, hubiera tenido lo que se llama en Medicina la primo- infección tuberculosa, cuyos síntomas pueden pasar inadvertidos, mientras el bacilo de Koch, agente causal de la enfermedad, permanece latente en e l organismo, especialmente en el pulmón, hasta que otra enfen11edad o el estrés intenso y sostenido capaz de producir inmunodeficiencia (baja de las defensas) hace que se reactive y entonces aparecen los síntomas típicos. Es poco probab le que exista una posibilidad diferente a Ja tuberculosis como causa de muerte de l Libertador Simón Bolívar. La tuberculosis adquirida, o reactivada en algún momento de su intensa vida de soldado y de una progresión tan rápida, que lo deterioró en forma acelerada, hasta conve11irlo físicamente en casi un anciano a la edad de 47 años. Esta infección destruyó su aparato respiratorio, comprometió e l sistema nervioso central y, con mucha seguridad, las glándu las s uprarrenales, con las consiguientes manifestaciones c líni cas. La descripción de la autopsia del doctor Reverend, aun sin tener un conocimiento claro de la patología del compromiso meníngeo de la infección bacilar
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en la época, es muy clara en señalar las lesiones del sistema nervioso central, compatibles a las de la meningiti s tubercu losa. La enfermedad que tu vo El Libertador a lo largo de su vida y las muchas crisis que presentó en los últimos años de ella, sin duda tuvieron que influir en alguna form a en el desarrol lo de las guerras de la independencia, el nac imiento de la República y tal vez mucho más, en la evoluci ón de los hechos que llevaron a la des integrac ión de su obra política. Para conocer la secuencia y evoluc ión clínica de su enfe1medad, en esta obra, se ha tomado fielmente la mayor información posible de los di versos autores citados, representativos de la inmensa bibliografía que hay sobre E l Libertador, transcribiendo cas i textua lmente muchos de sus textos. En forma somera hemos tenido el cuidado de re lacionar los períodos de su e nfermeda d con e l contexto histórico que se vivía en ese m omento; sin embargo, no pretende mos realizar una investigación histórica exh austiva. Intentamos construir y est ructu rar el conocimiento de la histor ia c línica y relacionarlo con la inform ación que conocemos de s us últimos momentos y de la autops ia de l h ombre m ás grande íntimamente ligado a la historia de nuestra América. Comprender los vaivenes de la mente con base en los cambios anatómicos sutiles explorados apenas con la luz de l oj o humano, nunca ha sido posible y, tal vez nunca lo sea, pero ello no prohíbe breves incursiones en razonamientos lógicos. Del mismo modo, tratar de encontrar la causa de la muerte de quien desde hace 185 afios yace en la inm01talidad siempre será un intento atrevido. La lucha de Sim ón Bolívar para conquistar la libertad del yugo españo l fue te naz, intensa y m atizada por las pos iciones y
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comportamientos buenos y malos de los pueblos de la América mestiza. Como bien señala Marco Tulio Cordero, según el desarrollo de las circunstancias: " largo y tortuoso ha sido el camino recorrido por los seres humanos en su vida de interdependencia e interre lación para conquistar sus objetivos y alcanzar s us metas propuestas". Allí bien podemos encasillar en primerísimo lugar al Libe1tador Bolívar. La lucha cotidiana, como dijera el filósofo y libre pensador Jeremías Bentham, "encarna un desgaste mental y físico, solamente comparable a la satisfacción espiritual de los logros alcanzados". Enfatizaba también que: "únicamente los hombres libres, son proclives a luchar por ta libertad, tanto para ellos mismos, como pa ra s us connac iona les". Bien podemos afirmar, entonces, que la naturaleza del ser humano, por su propia condición de ser pensante, "no admite bajo ninguna condición que sus semejantes le señalen distintos derroteros que aquellos que su libre albedrío precise". En la hora de su triunfo, preocupaban a Bolívar tres órdenes de problemas: e l pueblo estaba con España y contra é l; s u compañero de armas Santiago Mariño le negaba obediencia y hasta una cooperación razonable, y ta fuerza militar de los realistas, lejos de estar ma ltrecha, se reorganizaba rápidamente. Frente a estos tres problemas su actitud fue característica: ávido de poder, ansió hacerlo por entero. Palpitaba en su seno la idea de que, con tal que se le otorgara todo
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el poder y sin disputa, quedaba asegurada su victoria que arrollaría todos los obstáculos. Esta fe era e l secreto de sus éxitos futuros. Fe, no en su causa, sino en sí mismo; y no en sí como instrumento de más altos poderes (fe que había iluminado los ojos de Colón y de Hemán Co1tés), sino en su propio ser personal, en aquel fuego que brillaba en sus ojos negros con destellos minerales y terrestres. Poder, y más poder. Y a fin de ganarlo, Bolívar, también, halló en sus raíces españolas el modo cortesano y en s us celajes europeos el procedimiento francés. Bolívar presentó la dimisión de la Presidencia de Colombia. Un amigo suyo, Alzuru, sin duda, preparado al efecto, había declarado que era necesario "marcar" al Libertador con la espontánea y pública aclamación de la suprema autoridad dictatorial, para que constituyéndole nuestro primer Magistrado, salga, así él como la República, de esa especie de dependencia con que obraba como wmisionado del honorabk: Congreso de la Nueva Granada. Durante los primeros meses de 1828, la salud de Bolívar iba declinando notablemente. No podía andar a caballo dos horas continuas sin fatigarse, a diferencia de los años anteriores en los cuales rec01Tió cerca de 123.000 kilómetros; caba lgó con la antorcha de la libe11ad la distancia lineal de 6.500 Kilómetros, desde cuando comenzaron las guerras de la Independencia, surcando varias veces en esta epopeya la América del Sur: de norte a sur y de sur a norte. El 9 de abril de ese año se instaló la Convención de Ocaña convocada para dar una nueva Constitución a Colombia. Hasta el 25 de septiembre, en que se produjo el grave atentado contra su vida y que fue salvado milagrosamente por Manuela Sáenz, a quien Bolívar llamaría más tarde " la Libe1tadora del Libe11ador". "En
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la noche del 25 de septiembre El Libertador que estaba enfermo con fiebre y acceso de tos .. . se produjo el atentado y Manuelita lo salvó haciéndo lo escapar por la ventana de su habitación ...". En los días sigui entes a la conspiración, la salud del L ibertador sufrió grav ísimo quebranto porque la amargura y la desilusión, al apoderarse de un espíritu tan susceptible a los agravios como el suyo y las horas que estuvo sometido al frío y a la humedad bajo las a rcadas del puente del Carmen en el que se guareció luego de su escape, afectaron tremendamente sus pulmones, que de por sí se hallaban muy enfermos y la presentación de la inequívoca enfermedad de tuberculosis que finalmente lo llevaría a la tumba. Vivía refug iado en su dormitorio atormentado por la fiebre y torturado por las dudas, la tos le acosaba durante el día y en la noche y de sus labios emanaba una saliva sanguinolenta, el rostro chupado y seco. Dirfase que la enfermedad lo estaba consumiendo lentamente, y su aspecto desmejoraba día a día. E l médico no lograba mejorar a su paciente, por lo que el doctor Charles Moore, médico muy anciano, fue reemplazado por el joven galeno escocés doctor Richard Cheyne, quien había estudiado en Edimburgo-Alemania, y fue él quien diagnosticó defin itivamente que Bolívar sufría de tuberculos is. Es natural que un personaje com o E l Libertador Simón Bolívar suscite tanto interés en cuanto a sus enfermedades y a la causa de s u mue11e, tal como ha sucedido con otros grandes personajes de la Historia, y ta l es el caso de Tutanka mon, Alejandro Magno, Napoleón Bonapa11e, Washington, el compositor F. Chopin (genio polaco, contemporáneo de Bolívar, quien murió también por tuberculosis), etc. Es bien sabido que la salud de Bolívar se deterioró violentamente con el fracaso de su gran proyecto político: La Gran Colombia, que tuvo una vida efünera, inestable e insegura, porque
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obviamente no tenía un sustento geopolítico natural. Ya desde comienzos de 1830 La Gran Colombia da muestras evidentes de su desmembramiento, con el pronunciamiento de separación por parte de Venezuela y de Ecuador. Este fracaso tan rotundo de su suefio político afectó sin duda su salud y hay evidentes signos de que una depresión espiritual lo acongojaba, a tal punto que el 1° de mayo de 1830 renuncia irrevocablemente a la Presidencia y entrega el mando de La Gran Colombia al general Domingo Caycedo. El 8 de mayo de 1830, Bolívar partió de Bogotá acompañado de un grupo de amigos y políticos, con solo 17 mil pesos, producto de la venta de su vajilla de plata, sus alhajas y s us caballos. El Vicepresidente de Colombia, Domingo Caycedo, le envía a Bolívar su pasaporte, pues este tenía la intenc ión de volver a Europa. En junio llega a Ca1iagena, donde los lugareños le animan a seguir luchando, mientras en Bogotá continúa la campaña en su contra. Sitúase en la Villa de la Soledad y después en Barranquilla, donde pasa los meses de octubre y n ov iembre. La soledad en que se hallaba, la saña insaciable con que s us enemigos burlaban su reputac ión, la ingratitud de muchos de sus amigos, todo esto obraba fuertemente en s u a lma sensible y su fogosa imaginación. Para c ompletar el cuadro doloroso de s u vida, el l 0 de julio e l general Mariano M ontilla le informa del asesinato del Gran Mariscal de Ayacucho, noticia que desilusiona tremendamente a Bolívar. A fines del mes, ve publicada en la prensa la resolución del Congreso venezolano de romper relaciones con Colombia, mientras El Libertador pe1manezca en suelo colombiano. El agravio devoró la salud de Bolívar, y, sin embargo, sus seguidores le insisten una vez más a no salir de Colombia. Una profunda melancolía y un gran decaimiento fueron las consecuencias. Esta situación y la fa lta de un buen facultativo que le administrara medicamentos, agravó mucho más la enfermedad de Bo lívar, que
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al comienzo no se creía que fuera un peligro inminente. Viendo El Libertador que su enfermedad crecía y siguiendo también e l consejo de su médico, determinó trasladarse a Santa Matta, de donde e l Obispo Estévez, el General Montilla y otros de sus amigos le lla maban con insistenc ia. Creyendo que el mar contribuiría a mejorarlo, se embarca sufriendo un viaj e demasiado tormentoso. Un v iaje narrado mag istralmente por Gabriel García Márquez en su novela "E l general en s u laberinto". Dos cosas te nía en mente Bo lívar: o irse a Inglaterra a recobrar su salud y escribir sus memorias o comenzar a trabajar para recuperar la unión grancolombi ana. Su salud ha bía empeorado mucho. Llega a Santa Marta el l 0 de dic iembre en un estado lamentable de postración y debilidad. Algunas medicinas que le aplicaran el doctor Próspero Reverend, médico francés, y el doctor Mac N ight, cirujano de la go leta de guerra G rampus de los Estados Unidos, calmaron un tanto la tos, el dolor del pecho, los insomnios y otros síntomas ala rmantes. Sin embargo, eran lentos los progresos de la mej oría; creyendo acelerarla, el mismo Bolívar solic itó lo llevaran al campo, a fin de respirar un aire más puro y fresco. Como una muestra del estado de ánimo del Libertador tenemos en estos años una carta al Gral. O ' Leary, del 2 1 de agosto de 1829, donde le decía: "Yo no puedo v ivir baj o el peso de la ignominia que me agobia, ni Colombia puede ser bien servida por un desesperado, a quien le han roto todos los estímulos del espíritu y atTebatado para siempre todas las esperanzas". E l 8 de mayo de l 830, después de ratificar a l Congreso su irrevocable renuncia a la Presidencia de Colombia, toma el rumbo del exilio, de, un ostracismo que él mismo se había decretado. " ... El bien de la patria -decía- exige de mí el sacrificio de separarme para siempre de l país que me dio la vida 29
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para que mi permanencia en Colombia no sea un impedimento a la felicidad de mis conciudadanos". El mes de jul io de 1830, el de su último cumpleaños, lo pasa en Cartagena. "No sé qué hacer-le dice a Leandro Palacios el 24 de julio- mis am igos me quieren detener, lo que yo repugno porque no veo objeto en esta retención. Así es que mi más grande ansia es la de irme de este país para Europa, porque estoy muy bien convencido de que nadie puede hacer el bien contra una oposición casi general. Nadie se entiende, nadie absolutamente". En este mismo día le dice a Femández Madrid: "Diré a usted, que nuestra Colombia se está embrollando cada día más; en Venezuela se ha vuelto a levantar un partido en mi favor; y si no me equivoco es fuerte. El sur se ha separado de la Nueva Granada. Pasto es objeto de disputa entre estas dos secciones. Hay difi cultades en e l Departamento de Boyacá para reconocer la Constitución; y la confianza en general se ha perdido. El General Sucre ha sido asesinado en Pasto por orden de algún jefe militar de los que allí mandan; aunque quieren decir que fue orden de Flores, pero esto es falso. E l señor Mosquera parece decidido a emplear Ja demagogia; y esta medida puede traer disturbios al Departamento del Magdalena donde el orden tiene su asilo. Yo no le veo esperanzas a la patria". En los últimos días de septiembre, vertiginosamente, empeora su salud. En busca de mejores aires va a Turbaco, población de un clima más benigno. En efecto el clima de esta población vecina a Cartagena le agrada y comienza a sentir una leve mejoría. El día 2 de octubre le dice a Urdaneta, quien ya ha sido nombrado Presidente: " Yo he venido aquí un poco malo, atacado de los nervios, de la bilis y del reumatismo. No es creíble el estado en que se encuentra mi naturaleza. Está casi agotada y no me queda espe-
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ranza de restablecerme enteramente en ninguna parte y de ningún modo". La noche del 2 de octubre de 1830 fue de un invencible desvelo. En Turbaco pasa los meses de octubre y noviembre, pero su salud sigue empeorando y sus edecanes resuelven llevarlo de nuevo a Cartagena y de allí a Santa Marta, a donde ya se ha adelantado Mariano Montilla para preparar su recepción. En el bergantín "Manuel", procedente de Sabanilla, llega a Santa Marta el 1º de diciembre a las 7 y media de la noche. Mariano Montilla lo espera junto con el médico que ha llamado para atenderlo. En el propio muelle lo recibe Reverend, el joven médico francés designado para cuidarlo, quien lo acompañará hasta el último momento. "Cuerpo muy flaco y extenuado -dice el Boletín de Reverend-. El semblante adolorido y una inquietud de ánimo constante". El 6 de diciembre lo conduj eron a la quinta de San Pedro Alejandrino, de propiedad del comerciante Joaquín de Mier, a una legua de la plaza. Allí pasó dos días aliviado y más alegre, de modo que el 8 escribió a uno de sus amigos en Bogotá; sin embargo, aquella misma noche la enfermedad comenzó a atacarle la cabeza, apareció el hipo, los extremos se le enfriaron, tuvo delirios y la calentura le dio con más fuerza. El 1O de diciembre, en las horas de la tarde, su mente estuvo totalmente despejada y en pleno ejercicio de sus facultades intelectuales. Hizo su testamento y dirigió a los colombianos sus postreras palabras, ya en su lecho de muerte, palabras que respiran su amor por la libertad, la consolidación de Colombia, y el sostenimiento de la unión entre sus hijos: "Mis últimos votos son por la felicidad de la patria; si mi muerte contribuye para que cesen los paitidos y se consolide Ja unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro". Estos fueron los últimos actos del Libertador. A partir de aquel día, su vida continuó extinguiéndose como la luz de una lámpara.
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Turbadas sus facultades mentales, era frecuente el desvarío, hasta el 17 de diciembre, a la una de la tarde, en que expiró pasando su alma al mundo del silencio y la soledad. Bolívar había nacido en Caracas, el 24 de julio de 1783: vivió 47 años, 4 meses, 3 días, en plena etapa de su vida productiva. Con los métodos de diagnóstico y tratamiento médico actuales, Simón Bolívar se hubiera curado de la tuberculosis y habría recibido suplemento hormonal para la enfermedad de Addison. Pudo haber hecho a su patria y acaso a la América entera, servicios de la mayor impmtancia La tuberculosis contribuyó, para que El Libertador no lograse culminar con su sueño de la creación y consolidación de La Gran Colombia El fundador de Colombia bajó al sepulcro en el aniversario y casi a la misma hora en que once afios atrás se había proclamado, en la ciudad de Angostura, la creación de la República; lamentablemente esta no sobrevivió a la muerte de su padre y fundador. José Palacios, su m ayord omo, llorando en un rincón de la habitación exclamó: " ¡Se me murió mi señor! " . El general Montilla no pudo contener el llanto y exclamó: " ¡Ha mue1to el Sol de Colombia!". Desenvainó su espada y coitó el cordón del péndulo que marcaba la hora, el cual se quedó para siempre marcado la una, tres minutos y cincuenta y cinco segundos (O 1:03 :55) de la tarde. Acompañaron a Bolívar en sus últimos momentos Jos generales: Mariano Montilla, José María Carreña, José Laurencio Silva, José de La Cruz Paredes, el coronel Belford Hinton Wilson, Juan Glenn, el capitán Andrés Ibarra, Lucas Meléndez, José María Malina, Joaquín de Mier, el doctor Manuel Pérez Romero, el doctor Próspero Reverend, Manuel Ujueta, el notario José Catalina Noguera, su sobrino Fernando Bolívar Tinaco, y su mayordomo, José Palacios.
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Cuando Reverend fue a amo1taj ar el cuerpo, se dio cuenta de que la única camisa que tenía Bolívar estaba rota. Reverend dijo: "Bolívar aun muerto no vestirá una camisa rota, voy a traer una de las mías". Pero le entregaron una que había mandado el general José Laurencio Sil va y con esa vistió el cuerpo. Del Protocolo de la A utopsia del Libertado~ se deduce que el doctor A. P. Reverend comenzó a practicarla el 17 de diciembre de 1830 a las 4 de la tarde, o sea casi 3 horas después de haberse producido la mue1te. Consta igualmente en e l protocolo que la operación fue presenciada por los generales Mariano Monti lla y José Laurencio S ilva, y que la practicó en una de las habitaciones de la Quinta San Pedro. Los despojos mortales del Libertador recibieron cristiana sepultura en el altar mayor de la suntuosa Catedral Basílica de Santa Marta, y en ese sagrado recinto moraron apaciblemente, hasta diciembre de J 842, cuando fueron trasladados a su país de origen, Venezuela, cumpl iéndose así e l mandato de su testamento. Sus restos fueron inhumados posteriormente en la cripta de la Santísima Trinidad de la Catedral de Caracas, santuario de mucha advocación de la fam ilia Bolívar, que guarda las cenizas de sus padres. Allí permanecieron en medio de plural satisfacción, hasta e l definitivo traslado al Panteón Nacional, cuando la República de Venez uela resolvió construir el más alto altar a la patria, objeto de la veneración nacional. El último viaje lo hace E l Libertador a bordo de la goleta venezolana "Constitución", escoltada por buques de las marinas de guerra francesa, holandesa, danesa y británica. Luego de un apoteósico recibimiento en Caracas, reposa en el
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Panteón Nacional de Venezuela. Poco después de su fallecimiento, La Gran Colombia, que estaba en degeneración debido a las disputas políticas internas que :fragmenta.ron el orden constitucional, fue reconocida legalmente como disuelta en 1831 con el establecimiento de las tres repúblicas: Nueva Granada, Venezuela y Ecuador, que quedarían bajo el liderazgo e influencia del neogranadino Francisco de Paula Santander (al regresar del exilio), el venezolano José Antonio Páez y de Juan José Flores en Ecuador, respectivamente. En un acto inexplicable, reprobable y de profanación, el ya fallecido coronel Hugo Chávez Frías, cuando fue Presidente, de la República Bolivariana de Venezuela, ordenó una segunda "autopsia" de los restos mortuorios de Bolívar, en el supuesto de haber sido envenenado por lo que denominó: " oligarquía santafereña". Dicho acto execrable no demostró jamás la existencia de un posible envenenamiento. Lo anterior, sumado a la prueba documental de Reverend, y a la inspección del cadáver en Ja primera autopsia y al repudiable hecho de la insana profanación de los restos de Bolívar, constituye un argumento demoledor en contra de la teoría de Chávez.
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l. INTRODUCCIÓN
Simón José Antonio de la Santís ima Trinidad Bolívar y Ponte Palacios y B lanco, mejor conocido como Simón Bolívar (Caracas, Capitanía General de Venezuela, 24 de j ulio de 1783-Santa Maita, Gran Colombia, 17 de diciembre de 1830) fü e un militar y político venezolano de la época prerrepublicana de la Capitanía General de Venezuela; fu ndador de La Gran Colombia y una de las figuras más destacadas de la emancipación americana frente al Imperio españo l. Contribuyó de manera decisiva a la independenc ia de las repúblicas actua les Bo livia, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Venezuela. Planeó, peleó, dirigió y organizó un total de 472 batallas, entre noviembre 26 de 181O (Batalla de Coro) y enero 22 de 1826 (Batalla del Callao). En 1813 le fue concedido el título honorífico de Libertador por el Cabildo de Mérida en Venezuela que, tras serle ratificado en Cai·acas ese mismo año, quedó asociado a su nombre. Los problemas para llevar ade lante sus planes fueron tan frecuentes que llegó a afirmar de sí mismo que era "el hombre de las dificultades", en una carta dirigida al general Francisco de Paula Santander, en 1825. Participó en la fundación de La Gran Colombia, nación que intentó consolidar como una gran confederación política y militar en América, de la cual fue Presidente. Bolívar es considerado por sus acciones e ideas el Hombre de América y una destacada figura de la Historia Un iversal, ya que dejó un legado político en diversos países latinoamericanos, algunos de los cuales lo han convertido en objeto de veneración nacionalista. Ha recibido honores en varias partes del mundo a través de estatuas o monumentos,
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parques, plazas, etc. Así mismo, sus ideas y posturas políticosociales dieron origen a una corriente o postura llamada bolivarianismo. Simón Bolívar, Libe1tador de Venezuela, N ueva Granada (hoy llamada Colombia y que incluía a Panamá), Quito y G uayaquil (hoy llamadas Ecuador), Perú y Alto Perú (después llamada Bolivia en su honor), murió el 17 de diciembre de 1830 en la quinta de San Pedro Alejandrino, cerca de Ja ciudad de Santa Marta, Colombia, a la l :03:55 de la tarde (hora de Colombia), a causa de tuberculosis pulmonar e insuficiencia ad renal crónica (enfern1edad de Addison).
2. BIOGRAFÍA 2.1. GENEALOGÍA Su padre, Juan Vicente Bolívar y Ponte- Andrade, y s u madre, María de Ja Concepción Palacios y Blanco, pertenecían a Ja aristocracia caraquefía, y cuando se casaron, en el año 1773 había una gran diferencia de edad entre ambos cónyuges. Juan Vicente tenía 47 años en ese momento y Concepción, 15 años. De esta unión tuvieron cinco hijos (todos nacidos en Caracas): MaríaAntonia. Nacida en 01101111777. Muere 07/ 10/1842. Juana Nepomucena. Nacida en 16/05/ 1779. Muere 07/ 1847. Juan Vicente. Nacido en 30/05/1781. Muere 06/ 18 11. Simón José Antonio. Nacido 24/07/ 1783. Muere 17/12/1830. María del Carmen, Nacida en 1785, murió a las 12 horas de nacer, hija póstuma de su recién fallecido padre.
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2.2. ANTEPASADOS La familia Bolívar provenía de una población llamada La Puebla de Bolívar en Vizcaya (País Vasco, España), ubicada entonces en la merindad de Marquina, y ya desde los inicios de la colonia sus miembros realizaron acciones destacadas en Venezuela. Mucha y buena labor se ha hecho ya para desentrañar y sacar a luz las raíces de Bolívar; pero quizá adolezca de excesiva concentración en la línea masculina directa y en el apellido Bolívar. E l árbol genealógico, en doce generaciones, con solo ciento treinta antepasados conocidos, revela nada menos que sesenta nombres distintos, cualquiera de los cuales, a no ser por la costumbre de designar a las personas por el nombre de la línea paterna, hubiera podido ser el del Libertador. Ante la ley se llamó Simón de Bolívar. En cuanto a la sangre, lo mismo se hubiera podido llamar Simón Rojas, o Herrera, o Vázquez de Escobedo, o cualquiera de los demás ape llidos que por docenas fi guran en su árbol genealógico. De ellos, a l menos tres merecen tanta atención como el que sus hazañas han impreso en la Historia. Estos sesenta apellidos son como otras tantas raíces por donde llegan hasta Simón Bolívar las savias de tantas familias del nuevo y del viejo mundo para nutrir su ser con memorias y tradic iones mucho más fuertes que su propia conciencia de ellas. No ha calado hasta lo hondo del Libertador ni ha comprendido su carrera accidentada, y a veces al parecer incoherente, quien no haya explorado primero estas avenidas de su abolengo por donde su ser arraigaba en la tierra histórica de su pueblo. Porque todo hombre, grande o pequeño, es la suma de miles de antepasados y, por consiguiente, resumen de todo el pueblo en cuyo seno viene a la vida. El primero de los Bolívar en arribar a Venezuela fue Simón de
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Bolívar el cual, junto con su hijo, llegó a Caracas, treinta años después de la fundación de la ciudad, hacia 1589, y por tener el mismo nombre se les distinguió como Simón de Bolívar el Viejo y Simón de Bolívar el Mozo. Bolívar el Viejo se destacó como Contador Real, por privilegio especial del rey Felipe II, quien en el título de nombramiento le reitera su amplia confianza como velador de la Real Hacienda, cargo que ejercieron tanto él como su hijo, en Margarita y Caracas. Fue, además, Procurador General de las ciudades de Caracas, Coro, Trujillo, Barquisimeto, Ca.rora, El Tocuyo y Maracaibo ante la Coite española, entre 1590 y 1593, para informar al rey Felipe sobre el estado de Ja provincia y pedirle cie1tas mejoras, exenciones de impuestos y privilegios que facilitaran el desarrollo de la misma. Entre sus logros para Caracas está el haber gestionado en el Consejo de Indias la concesión real del escudo que aún conserva, junto con el título de Muy noble y leal ciudad. Con el tiempo, los Bolívar se unieron en matrimonio con las familias de los primeros pobladores de Venezuela y alcanzaron rangos y distinciones tales como las de Regidor, Alférez Real y algunos gestionaron los títulos nobiliarios de Marqués de Bolívar y Vizconde, conocido por la riqueza de s us minas de cobre (estos títulos, sin embargo, no llegaron a concederse). Juan Vicente de Bolívar y Ponte Andrade, (solicitante del marquesado de San Luis) (La Victoria, 15 de octubre de 1726, Caracas, 19 de enero de 1786). Sus padres fueron el político aragüeño Juan de Bolívar y Martínez de Villegas y la caraqueña María Petro-
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nila de Ponte Andrade y Marín. Descendía de colonos españoles originarios de Vizcaya (País Vasco, España), aunque también descendía parcialmente de colonos españoles procedentes de las islas Canarias; que por lo que se ha podido comprobar, tenían sangre guanche. Heredó una considerable fo11una de sus padres, que logró incrementar, llegando a convertirse en uno de los hombres más ricos de las colonias del imperio español. Juan Vicente Bolívar, en 1782, en compai'iía del Marqués de Mijares y de Martín Tovar, escribió varias cartas a Francisco de Miranda pidiéndole que viniera a salvar a los venezolanos de la tiranía y opresión española. A lgunos historiadores ponen en duda la veracidad de esto, sin embargo el supuesto documento aparece entre los archivos de Miranda. En cuanto a la fami lia Palacios, era oriunda de la zona de Miranda de Ebro, actual provincia de Burgos, en Espafia. El primero de los Palacios en llegar a Venezuela fue José Palacios de Aguirre y Ariztía-Sojo y Ortiz de Zárate, natural de Miranda de Ebro, 1647, falleció en Caracas, en 1703 . El resto de los descendientes se unieron en matrimonio con otras familias aristócratas y alcanzaron los puestos de a lcalde, regidor, procurador, etc. Dos generaciones después de José Palacios nacería María de la Concepción Palacios de Aguirre y Ariztía-Sojo y Blanco, hija de Feliciano Palacios de Aguirre y Ariztía-Sojo y Gil de Aniata y de Francisca Blanco de Herrera, descendiente de algunas familias canarias establecidas en Venezuela. Ella fue la madre de Simón Bolívar.
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2.3. INFANCIA Y JUVENTUD Simón, de la estirpe vasca de los Bolibaijauregui, nació en la noche del 24 al 25 de julio de 1783, en una casa solariega ubicada en la Plaza San Jacinto de Caracas. Vástago de una de las familias más ilustres de la provincia. Esta provincia, conocida unas veces por Venezuela, otras por Caracas, nombre de su capital, era en•tonces entidad autónoma del Imperio español de América, gobernada por un Capitán General. Era, pues, Caracas la capital de uno de los reinos de ultramar que, juntamente con los de Europa pe1tenecientes a la Corona de España, constituían entonces el complejo Imperio español. F ue bautizado el 30 de julio de 1783, en la Catedral de la Capilla de la Santísima Trinidad, propiedad de la familia Bolívai·, con los nombres de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad de la Concepción, por el doctor Juan Félix Jerez de Aristeguieta, su primo hermano, quien, en acuerdo con don Juan Vicente, padre del niño, le puso el nombre de Simón. El sacerdote que bautizó a Simoncito era un tío suyo, el Dr. Don Juan¡;'élix Jerez Aristeguieta y Bolívar, hombre pudiente. El 8 de diciembre de 1784, cuando Simón tenía d ieciocho meses, hizo este sacerdote testamento, dejando al niño (en cabeza de una lista de posibles beneficiarios) un vínculo que comprendía toda su fmtuna. Pero el ápice y corona de este testamento resulta singu lar en un párrafo que pai·ece profético: "que de la misma manera excluyo del goce y posesión de este vínculo a todo aquel que por su desgracia cayera en el feo y enorme delito de lesa Majestad divina o humana, o que en otro de iguales circunstancias; y si aconteciere (lo que Dios no permita) que estando en posesión de este vínculo,
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incurriere en dichos crimenes es mi voluntad separarle como Je separo de su goce y posesión, veinte y cuatro horas antes de incurrir en delito". Nada pues más claro: el sacerdote que bautizó a Simón Bolívar Je dejó su fortuna con dos condiciones: que permanecería fie l a Dios y al Rey de España; condiciones que como todas las demás del vínculo " infaliblemente deben observarse" . Cuando nació Simón Bolívar su madre se vio en la necesidad, por quebrantos de salud, de buscarle nodriza. Recurrió primero a su amiga Inés Mancebo de Miyares, quien recién había dado a luz, y pudo compartir su leche materna con " Simoncito", y luego hizo llamar a Hipólita, una esclava de la hacienda El lngenio, en San Mateo, propiedad de la familia, una negra de treinta añ.os, que estaba próxima a dar a luz. Bolívar tuvo mucho cariño por Hipólita, a quien llegó a considerar como su madre e incluso como su padre, pues ella hizo las veces de ambos. Y El Libertador guardaba gratitud, afecto y respeto hacia la negra Hipólita, su aya y "madre de leche", quien lo amamantó en sus primeros años y lo cuidó cariñosamente en su orfandad. Solo cinco años tiene Simón cuando se desarrollan en Caracas las majestuosas pompas fúnebres por la mue11e del rey Carlos lll; y casi en seguida vienen los festejos por el ascenso al trono de Carlos IV. La autoridad que preside las ceremonias es el abuelo materno de Simón, Feliciano Palacios, alférez real de Ja ciudad: a su voz se hacen las descargas de artillería o se lanzan pródigamente monedas para que las recoja la multitud. El niño, una vez trocado en Libertador, no olvidará el fausto de estas fiestas, y lo impondrá cada vez que entre triunfante a las ciudades que salve é l de la férula realista.
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Este fue el ambiente del hogar en que se crió Simón Bolívar. Su padre murió de tuberculosis, cuando él tenía tres años. El sacerdote que lo bautizó y le dejó su fortuna había muerto antes. Las influencias más fuertes que quedaron sobre e l hogar fueron las de su madre y su abuelo materno. De su madre hay una carta y el testamento, papeles ambos reveladores de su personalidad. Era Doña Concepción muj er positiva y práctica, capaz de habérselas con las múltiples ocupaciones y con las cuentas compl icadas de una hacienda tan rica. No revela mucho sentimiento, casi se diría que hay cietta dureza masculina en su carta; el más personal e íntimo de los dos documentos. Siempre es arriesgado intentar reconstruir un carácter tan solo a base de los documentos; con todo, la carta de Doña Concepción a su hermano Esteban rezuma tanta vida, es tan espontánea, tan fue1te y clara en s u perfil que los rasgos que sugiere se graban en la imaginación. La madre de Bolívar era una mujer que vivía atenta a la tarea del día, poco dispuesta a perderse en la abstracción. Positiva, práctica, tomaba como cosas consabidas y sin discusión su fami lia, su fortuna, sus esclavos y su fe. Debió ser excelente madre, ni demasiado dura ni demasiado tierna, admirable ama de casa y administradora activa y eficaz de sus haciendas. Sin embargo, las responsabilidades hicieron que su salud, también enferma de tuberculosis, decayera rápidamente y, según la opinión de médicos historiadores, es posible que ya entonces Bolívar sufriera de primo-infección tuberculosa con un tipo de tuberculosis que pasa inadve1tida m ientras las defensas corporales son favorab les. Hacia 1790 - Simón ha alcanzado los siete años- siente doña Concepción que algo extraño sucede en su organismo: amanece afiebrada sin motivo, acósale la tos, en su rostro pálido se han
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grabado profu ndas ojeras que dan al ojo brillo especial. La tuberculosis no se detiene, corroe como los ácidos lentamente, fatalmente. El destino ha preparado ya e l segundo golpe rudo contra Simón y sus hermanos; a veces la lógica del destino maltrata, para encum brar. La tisis ha deshecho rápidamente los pulmones de doña Concepción, a quien nadie puede aliviar de los terribles vómitos de sangre. Un día de julio de 1792 se presenta la agonía; entrega a su padre los cuatro hijos para quienes la orfandad va a ser total; le pide que le redacte el testamento y se queda muerta plácidamente, sin dolor. La soledad se impregna de perpetuidad, así, en el alma de Simón. Fa lleció el 6 de julio de l 792, a la edad de tre inta y tres años. Quedó como cabeza de familia su padre, Don Felic iano Palacios y Sojo. Parece haber sido hombre activo e inteligente. Comenzó por desprenderse de sus dos nietas, cargo siempre difíc il de conllevar para un hombre anc iano y viudo. Dentro del mismo año consig uió casarlas a las dos: a María Antonia que tenía quince años, con Don Pablo C lemente Palacio; a Juana, que no había cumplido todavía los catorce, con Don Dionisio de Palacios Blanco. Don Felic iano escribe a su hijo Este ban declarándose encantado de verse libre de la administrac ión de los bienes de sus nietas, pues ya el trece de octubre estaban las dos instaladas cada una en su casa. Quedó el hogar casi huérfano de mujeres. Simón Bo lívar tenía nueve años. El padre Juan Vicente murió, probablemente de tuberculosis, en el año de 1786, c uando e l niño Simón tenía tres años. Su madre, Concepción Palacios, de quien se dijo " tiene débiles los pulmones", se mostró de naturaleza enfermiza, entri steció el hogar, vivió
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alejada de él, encerrada en sus habitaciones; no lo podfa atender porque estaba enferma de tisis y murió de consunción, quedando el niño Simón bajo la tutela del abuelo materno y de los tíos Palacios, Feliciano y Carlos, en Caracas y Esteban, en Madrid. Simón, fue confiado a su tío don Esteban Palacios y Blanco, pero como este se encontraba en España permaneció bajo Ja custodia de don Carlos Palacios y Blanco, otro de sus tíos, que por lo visto era un hombre con el que no se llevaba bien; era tosco y de carácter duro, mentalidad estrecha, que se ausentaba frecuentemente de Caracas para atender sus propiedades y, por tanto, solía dejar a su sobrino con la servidumbre y asistiendo por su cuenta a la Escuela Pública de Caracas. Las referencias que dejó Bolívar en su correspondencia hacen suponer que su infancia fue dichosa, feliz, segura, rodeada de sólidos afo1,;tos y gratos re1,;utmlos con parientes destacados e influyentes dentro de un entorno aristocrático que le brindó equ ilibrio emocional, cariño y afecto. 2.4. ANTECEDENTES SOCIO-ECONÓMICOS Y ÉTNICOS Como siempre ha sucedido, en la época en que vivió Bolívar, tres eran las fuentes principales de la renta que se gastaba en prolongar la vida lo más aumentada posible: la tierra, el comercio, y los cargos de Estado o de las ciudades. A veces, desde luego, de lo uno y de lo otro. Tal era el caso de algunos de los hombres más famosos de los anales de la emancipación, como Nariño, o el padre del Libertador. Nariño había sido tesorero de Ja Nueva Granada, por obra y gracia del favoritismo de dos virreyes sucesivos; el padre de Bolívar era Alférez Real,
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cargo honorario del cabildo de Caracas, vinculado en su famil ia por privilegio; Cortés de Madariaga, el canónigo chileno que soñó con distinguir el movimiento de emancipación de Venezuela, de cuyo sueño le despertó duramente Bolívar, vivía de su beneficio vinculado a la catedral de Caracas. Podría a largarse la lista, de la que se desprendería que los sucesos que desgarraron hasta su entraña la comu nidad hispánica del Atlántico germinaron en esta capa de la sociedad criolla compuesta de terratenientes y oficiales públicos, cu ltos, ociosos, ricos, que v ivían en la costa del "Mediterráneo americano", libres de toda preocupación. "Las costas de Venezuela -escribe Humboldt-, por su desarrollo, su penetración hacia el este, la multiplicidad de sus pue1tos y la seguridad de sus fondeos en toda estación presenta las ventajas que ofrece el mar interior de Las Anti llas. En ningún otro sitio ha sido más dificil reprimir el comercio ilícito con los extranjeros. No es, pues, de extraflar que esta facilidad de relaciones comerciales con los habitantes de la América libre y con los pueblos de la agitada Europa, haya fomentado por un lado la opu lencia y las ideas, y por otro, ese deseo inquieto de autonomia que cabe distinguir del amor a la libertad y a las instituciones republ icanas. Corresponde el primer lugar al linaje de Bolívar, no por ser él masculino, sino porque es una de las líneas ancestrales de mayor relieve en la fam ilia del Libertador, así como uno de los linaj es más ilustres en la historia de su país. Cuando en 1587 llega a Caracas de s u España natal por vía de Santo Domingo el fundador de esta rama venezo lana de los Bolívar, Simón el primero, y el más famoso de ella después del último, el país se halla restablecido ya de las tribulaciones de su era alemana (Carlos V había concedido a dos alemanes "licencia y facultades para descubrir, conquistar y poblar" las costas y los islotes).
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Simón de Bolívar, el procurador, es una de las raíces de Simón Bolívar, El Libe1tador. E l antepasado era un administrador y oficial público, nacido y criado en el servicio del Estado, y cuya primera labor en su nueva patria consistió en representar al pueblo, pero también al Gobernador, es decir, en presentar ante el Rey los planes de un Gobernador activo e inteligente en forma de peticiones de la colectividad de pobladores españoles. A Simón de Bolívar se le concedía Ja prerrogativa de regidor vitalicio de Caracas con voz y voto. Era esta concesión curiosa desviación de las tradiciones republi can as de los cabildos de Venezuela. Esta es pues la tendenc ia desde Simón de Bo lívar, el procurador, a través de los siglos hasta latir en el corazón de Simón Bolívar: un interés de ciudadanía en las cosas de la República, pero de la República de Jos pobladores blancos, dueños de la tierra, de las minas, del ganado y de los esclavos; dueños de hecho, además, de los indios; hombres de ocio, de valor, de altivez y de privilegio, que estimando en mucho la buena opinión de sus pares, estimaban todavía más el título de honor a la vara de magistrados que les otorgaba a través de los anchos mares el monarca de la vieja España. El linaje de los Bolívar, apo1taba al Libertador la prestancia de Ja añeja encina española y del laurel. Pero Simón Bolívar hubiera sido como fi gura históri ca mucho menos representativo, como ser humano mucho menos complejo, como americano mucho menos arraigado en el s uelo del N uevo Mundo, de haber sido blanco puro. Aunque las fuerzas y los espíritus cambiantes le hubieran influido, no habría podido tener acceso -como lo tuvo- a las capas más profundas del alma de las Indias, si s u familia no hubiera absor-
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bido, quizás más de una vez, sangre negra y sangre india. "¿Qué dirán las naciones europeas cuando lleguen a saber que Bolívar es zambo? - preguntaba Simón Rodríguez en su vigorosa defensa del Libe1tador- . ¿Qué dirán los rubios de Inglaterra, los de Escocia, los de Francia, y, sobre todo, los de ... Andalucía? - Un zambo mandando indios en e l Perú ... ¡Qué impropi edad!- . Y, ¿qué dirían las gentes de juicio, si e l autor de esta defensa emprendiese probar con papeles o con opiniones que Bolívar es blanco de primera, de segunda o trigésima extracción? - Noble de primera o de centésima jerarquía- ; Bolívar y su defensor son zambos; pero ninguno de los dos es necio". Como blanco, era Bolívar heredero de una tradición de poder y de gobierno que ni se daba cuenta de sí misma. Que los blancos fuesen dueños de la tierra, del ganado, de los esclavos y de los indios "reducidos" no se discutía, como tal circu laba s uavemente por las venas de Bolívar, sin e l más mínimo frotamiento.
2.5. EDUCACIÓN La fonnación educativa de Bolívar fue bastante infonnal, ya que no fue un a lumno regular que cursara estudios desde la educación elemental hasta la universidad. El desempeño escolar de Bolívar no fue muy brillante como alumno de la Escuela Pública, institución admini strada por el Cabildo de Caracas, que func ionaba de fonna deficiente debido a la carenc ia de recursos y de organización. Al igual que otros muchos ricos y bien educados crio llos, recibió instrucción de tuto res privados en s u propia casa.
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Su abuelo y tutor, con mucha esperanza de que Ja decisión fuese acertada, a los 9 años lo puso bajo la vigi lancia de Rodríguez, quien dejó sus ocupaciones y se dedicó enteramente al niño. El joven Simón fue atinadamente confiado a Sim ón Rodríguez, pedagogo liberal, excéntrico, de vasto pensamiento universalista, que supo sembrar en el alma de su alumno e l germen de las ideas nuevas. "Yo he seguido el sendero que usted me señaló", escribió Bolívar a s u maestro Rodríguez, muchos años más tarde. Estando bajo su tutela, lo llevó a Ja hacienda San Mateo, lo acostumbró a ser madrugador, a cumplir las pequeñas obligaciones que le imponía. Cada día tenía una excursión, ensefiándolo a montar a caballo, natación, etc. Cualquiera de estas actividades lo hacía con empeño y dedicación. Lo entrenaba en las buenas lecturas, leyéndole capítulos de las "Vidas Paralelas" de Plutarco, y otras obras. A la vez le enseñaba las maravillas de la naturaleza, los peligros de aquella, le daba inslrucciones subrt: elementos de higiene y, sobre todo, los conceptos de la Libertad y los Derechos del Hombre. Le instruía con claridad en las perspectivas de la vida. En aq ue l entonces, Simón Rodríguez era maestro de Bolívar, y don Carlos, pensaba env iarle a vivir con é l porque no podía atenderlo personalmente y las protestas de su sobrina, María Anton ia, sobre la educación y cuidados que recibía su hermano, eran frecuentes. Ante la perspectiva de vivir con su maestro, Simón escapó de la casa de su tío el 23 de j ulio de 1795, para refugiarse en la de su hermana María Antonia, que ejerció s u custodia temporal, hasta que se resolvió el litigio judicial en Ja Real Audiencia de Caracas, que devolvió a don Carlos, la custodia de Simón. Simón trató de resistirse, pero fue sacado por Ja fuerza de la casa
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d.e su hermana y llevado en volandas por un esclavo hasta la vivienda de su maestro. Una vez allí, las condiciones en las que vivía con el maestro Rodríguez no eran las ideales, pues tenía que compartir ese espac io con 20 personas en una casa no apta para ello, y por esto Simón escapó de allí un par de veces, en las que terminó volviendo por orden de los tribunales. Las enseñanzas y tutela de Rodríguez no duraron mucho tiempo, se descubrió en Caracas una conspiración contra el Estado, en la que Rodríguez participaba; lo obligaron a abandonar e l país, confmme decidieron las autoridades españolas. Al poco tiempo, Rodríguez renunció a su cargo de maestro para irse a Europa y la Real Audie ncia de Caracas determinó que Simón fuera trasladado a la Academia de Matemáticas, dirigida por el padre Andújar y que funcionaba en casa de su tío Carlos. Al parecer, en esta academia Ja formación de Bolívar mejoró notablemente en calidad y en cantidad, y fue complementada con lecciones de Historia y Cosmografia impartidas por don Andrés Bello, hasta su ingreso en el Batallón de Milic ias de Blancos de los Val les de Aragua el 14 de enero de 1797. Simón Rodríguez, le enseñó a leer y a escribir, y Andrés Bello le instruyó en e l arte de la composición y en geografía, y el padreAndujar, un inte lectua l admirado por Humboldt, le enseñó matemática en una academia diseñada especialmente para Bolívar. El abuelo ma terno, don Feliciano Palacios y Sojo, hombre piadoso y conservador, se constituyó en su tutor, y el primer administrador de los bienes del niño, que entonces tenía nueve años de edad, Bolívar sintió Ja inmensa nostalgia de la orfandad.
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A Jos once años, con una madurez intelectual adelantada a la de sus contemporáneos solicitaba con insistencia viajar a España con su tío y padrino, por cuanto se sentía muy solo, pues la fam ilia Bolívar Palacios había desaparecido con los precoces matrimonios de sus hennanas y e l fa llecimiento de su hermano Juan Vicente, en un accidente marítimo. Desesperado por su soledad, en ausencia del tutor, se fu gó de casa y fue a buscar calor de hogar en el de su hennana María Antonia. Allí pudo disfrutar de l cariño de ella. Después, Bolívar fue enviado a E uropa a estudiar idiomas extranjeros y a asistir a la Academia de San Fernando, en Madrid, para mejorar su aprendizaje de matemáticas. Allí, también tomó lecciones de esgrima, danza y equitación. Desde s u adolescencia, Bolívar tuvo el hábito de la lectura; el suyo fue un proceso continuo de vigorización y renovación de su personalidad intelectual. Es imposible construir una lista exhaustiva de Jos autores leídos por Bolívar; conocía los clásicos de Ja antigüedad, griegos y romanos: Homero, Plutarco, César, Yirgilio; todos los géneros. Clásicos modernos de España, Francia, Italia e lng late1n. Igualmente, de los más diversos sectores intelectuales: desde filósofos y políticos como Hobbes, hasta poetas como Tasso y Camoens, pasando por naturalistas como Buffon, astrónomos como Lalande, economistas como Adam Srnith. En sus cartas puede hallarse muchos nombres regados con espontaneidad: los enciclopedistas y p lanificadores de la Revolución Francesa, conocidos y estudiados a fondo y cuya influencia en eJ credo bolivariano es fácil señalar': Montesquieu sobre todos. Rousseau, D'Alambert, Condillac, Voltaire. Además, Cervantes, Locke, Helvetius, Ossian, Goguet, Llorente, Napoleón, Rollin, Berthot, De Pradt, Filangieri, Mahon, La Fontaine, Costant, M .
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Stael, Grotius, Humboldt, Ramsay, Beaujour, Mably, Dumeril, Delius, Montholon, Arrien, Sismondi, etc. En la biblioteca paterna, Simón encontró las Comedias de Calderón de la Barca y las Vidas Paralelas de Plutarco, uno de los autores que llegaría a reconocer entre sus preferidos; en sus páginas leería las biografías de los hombres ilustres y de los héroes militares de la antigüedad griega y latina. También tuvo a mano los trece volúmenes de las Ordenanzas militares, el Teatro Crítico Universal, del padre Feijoo, los Sermones, de Bossuet y los quince tomos del Espectáculo de la Naturaleza, del abate Pluche. 3. PRIMER VIAJE A EUROPA Y MATRIMONIO Bolívar fue e nviado a España a los 15 años para continuar sus estudios. En Madrid, en 1800, conoció a la joven María Teresa Rodríguez del Toro y Alaiza, cuando solo tenía 17 años de edad y ella 20. En agosto de 1800, María Teresa aceptó el noviazgo con Simón Bolívar, y contrajeron matrimonio e l 26 de mayo de 1802, en el Teatrillo del Palacio del Duque de Frías, donde funcionaba Ja primitiva Iglesia Parroquial de San José. Bolívar tenía 19 años y María Teresa 21 . E l 15 de junio de 1802, partieron los recién casados hacia Caracas, y desembarca ron el 12 de ju 1io en La Guaira. Después de una corta estadía en Caracas, se trasladaron a la "Casa Grande" del ingenio Bolívar, en San Mateo. María Teresa, enfermó poco después de "fiebres malignas" -hoy día identificadas indistintamente como fiebre amarilla o paludismo- por lo que el matrimonio regresó a Caracas, a su Casa del Vínculo, donde ella murió e l 22 de enero de 1803.
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El joven Bolívar se dedicó a viajar, trans ido de dolor, para mitigar la pena que le causó el fallec imiento de su esposa. Fue en ese estado de ánimo que juró no volver a casarse jamás.
4. SEGUNDO VIAJE A EUROPA En el mismo año de la muerte de su esposa, viajó a París, donde se dedicó, junto a su antiguo maestro Simó n Rodríguez, a la lectura de los clásicos y a ilustrarse en diversos campos del saber universal.
4.1. RESPETO PÚBLICO El día de su llegada a París, Bolívar había querido, en el mismo momento, recorrer toda la ciudad; había tomado un coche público, en el que, por descuido, dejó su caitera en la que se hallaban sus libranzas y las ca1tas de crédito que llevaba, y se admiró mucho de que veinticuatro horas después, se le llamase para hacerle entrega de su cartera intacta. Simón tenía 20 años. Volvió a Europa y vivió varios años en París. En 1807, llevaba una vida bohemia y disipada; su salud desmejoró sensiblemente y avanza la posibilidad de que fue entonces cuando se activó la tuberculosis que se tomó evolutiva y fatal.
4.2. SED DE GLORIA - "Vi en París, en el último mes del año de 1804, la coronación de N apoleón. Aquel acto magnífico me entusiasmó; pero menos su pompa, que los sentimientos de amor que un inmenso pueblo manifestaba por el héroe. Aquella efusión general de todos los corazones, aquel libre y espontáneo movimiento popular, excitado
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por las g lorias, por las heroicas hazañas de Napoleón, vitoriado en aquel mom ento por más de un millón de personas, me pareció ser, para el que recibiera aque llas ovaciones, el último grado de las asp iraciones humanas, el supremo deseo y la suprema ambición de l hombre". Algo más: " la corona que se puso Napoleón sobre la cabez a, la miré como una cosa miserable y de moda gótica. L o que me parec ió grande fu e la aclamación universal y el inte rés que inspiraba s u persona".
4.3. LOS CAMINOS POR LTALIA. EL JURAMENTO. El 15 de agosto de 1805, Bolívar emprende uno de sus más largGs y nostálgicos paseos en compañía de Simón Rodríguez y Femando Toro. E l lento paseo lo conduj o hasta la cumbre de l Aventino, el Monte Sacro de Roma. Querían contemplar el escenario donde se desarrolló aquel episodio de la historia romana, cuando se retiraron los plebeyos en s us desavenencias con los patricios en la época de la República. Era un lugar que invitaba al cambio y es muy probable que al dirigirse a ll í, tanto él como s us compañeros, tuvieran la intención de llevar a cabo un gesto simbólico. Todos deseaban ver libre e independiente a su patria y a la América toda del yugo espafi ol. Rodríguez y Bolívar se sentaron a descansar. Sus m iradas recorrían el am plio paisaj e que se ofrecía ante sus ojos. Admirando aquel panorama, a Bo lívar le vino el recuerdo de l cam po y e l pa isaje venezolanos, recordó a su país ansioso de libe1t ad y con voz alta y firm e, para que le oyeran sus acompafiantes, dijo: "¿Conque este es e l pueblo de Rómulo y Numa, de los Gracos y los Horacios, de A ugusto y de Nerón, de César y de Bruto, de Tiberio y de Traj an o?
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Aquí todas las grandezas han tenido su tipo y todas las miserias su c una ... ". Bo lívar siguió hablando, pensando en todo lo que le inspiraba ese pueblo, que había dado para todo, menos para la causa de la humanidad. De pronto, la exaltación acumulada durante los días anteriores en el corazón de Bolívar y la angustia que le produj o el recuerdo de su país natal, explotaron violentamente. Con los ojos encendidos como dos llamas, se puso en pie, se cogió con ímpetu a las manos de Rodríguez, cayó de rodillas y dio rienda suelta a sus pensamientos, con una emoción incontenible, dijo: "Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por e llos; juro por mi honor, y juro por la patria, que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español". S. BlOTIPO DE SIMÓN BOLÍVAR
Este es el momento para intentar un retrato de cuerpo entero. A los veinte y dos años, y juzgar por los retratos de la época, era todavía adolescente y parecía ufano de sí mismo. Las descripciones de amigos, enemigos y personas neutrales, coinc iden en sus rasgos y personalidad. La grandeza del Libertador de América residía en sus ejecutorias. Un aspecto para cultivar la reputación de Bolívar fue s u ego: él sentía que debía ser libertador, lo habían inculcado desde su niñez. Era una persona muy orgullosa de sí mismo, nunca ególatra, por el contrario muy altruista; sabía que debía ser el que llevara las riendas de La Gran Colombia.
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Los años de ado lescencia de Simón Bo lívar así com o los de s u j uventud fueron etapas que tuvieron muy poca riqueza documental, menos aú n se supo de su aspecto fís ico. A excepción de una miniatura hecha en Madrid entre 1799 y 1802, más probablemente hac ia I 800-1 801. La descripc ió n fís ica y psíquica del Libertador re latada por alg unos autores presentaba muchas coinc idencias y algunas contradicciones. A lg unos autores, entre ellos Luis López de Mesa, aseguraban que la ' sangre negra" de Bolívar era perceptible en sus facciones. Otros auto res decían que en sus rasgos faciales no había características de negro ni de indio. El paso de los años nimbados de amargura, traiciones, do lor y enfermedad, fueron cambiando su fisonomía. Hay buenos esbozos de é l en los retratos y en la literatura, en los que podemos observarle ya más hecho. He aquí uno de la mano amiga de Perú de Lacro ix: "el general en jefe Simón Antoni o Bolívar, cumplirá cuarenta y cinco años el 24 de julio de este año (J 828); representa, sin embargo, c incuenta. Su estatura es mediana; e l c uerpo delgado y tlaco; los brazos, los mus los y las piernas, descamados. La cabeza, larga, anch a Ja parte superior y muy afi lada en Ja inferior. La frente, grande, despejada, cilíndrica y surcada de arrugas hondas cuando el rostro no está animado y en momentos de mal humor y de cólera. El pelo c respo, erizado, abundante y canoso. Los ojos, que han perdido el brillo de la juventud, conservan la viveza de su genio: son profundos, ni pequeños ni grandes; las cejas, espesas separadas, poco arqueadas y más canosas que e l pelo. La nariz, proporcio nada. Los huesos de los carrillos, agudos, y las mejillas chupadas en la parte inferior; los dientes, blancos, y la risa agradable. La barba, larga y afilada. El rostro, moreno y tostado, y se oscurece más con el mal humor; entonces, el semblante cambia:
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Jas arrugas de la frente y de las sienes se tornan más profundas, los ojos se achican, el labio inferior se pronuncia más y la boca es fea; en fin, aparece una fisonomía diferente, un rostro ceñudo que manifiesta pesadumbre, pensamientos tristes e ideas sombrías. Cuando está contento, todo esto desaparece: la cara es risueña, y el espíritu del Libe1tador brilla sobre su fisonomía. S.E. no usa ahora bigote ni patillas" . Otro retrato trazado nueve años antes por Ja mano resentida del coronel inglés Hippisley: "el General Bolívar es una persona de apariencia ruin, que representa unos cincuenta aftos aunque no pasa de treinta y ocho. Tiene unos cinco pies y seis pulgadas de alto, es delgado, de tez cetrina, rostro alargado, con todas las señales de Ja ansiedad, de Ja cavilación, y casi de Ja desesperación. Parece también que ha debido pasar muchos trabajos. Sus ojos negros y, según todos dicen, brillantes, se hallan ahora apagados y sin án imo, aunque bien puedo creer que posean más fuego y animación cuando le deprime menos la fatiga. El pelo negro, atado con cierta flojedad sobre Ja nuca con una cinta, grandes bigotes, pañuelo negro al cuello, capote azul y pantalones azules, botas y espuelas completaban el atavío. Para mí hubiera pasado cualquier cosa menos lo que era en realidad. Al través de la habitación estaba suspendida una de esas hamacas espafiolas sobre la que de cuando en cuando se sentaba o recostaba columpiándose mientras conversaba, sin permanecer más de dos minutos en Ja misma postura". Era, pues, Bolívar hombre de pequefia estatura. También lo era Napoleón ; pero ambos poseían esa especie de aura que les hacía parecer muy altos en las grandes ocasiones. Pero, m ientras el éxito hizo engordar a Napoleón, Bolívar permaneció toda Ja vida seco y avellanado. Lo que es una característi-
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ca de los pacientes tuberculosos, y más aún si tienen ins uficiencia adrenal. Es verdad que no logró jamás un éxito bastante rotundo para poder instalarse en él y gozar sedentariamente de l poder y de la vida. Pero, hay causas más hondas que explican este aspecto acecinado que El Libertador guardó hasta la muerte, propio de la insuficiencia adrenal crónica (Enfermedad de Addison). Mollien, uno de s us detractores, lo describió como: " ... de ojos agotados y relumbrosos, rostro seco y amarillento, cutis áspero, pelo rojizo y crespo, tiene un c uerpo sumamente flaco, osamenta fuerte y músculos vigorosos. Posee bastante capacidad para concebir y combinar las ideas con prontitud. A un mismo tiempo recibe impresiones diversas, casi sin cesar. Su imaginación es siempre exaltada y sus pasiones violentas ... ". Envejece prematuramente. Uno de los o11cia les de la Legión Británica dice, en 1818: " ... tenía unos treinta y cinco años, si bien parecía de siete u ocho más ... " Antes de la Batalla de Carabobo ya se sentía sumamente cansado. El 24 de mayo de 1821 dice en una ca1t a a Fernando Peñalver: " ... Añado que mi salud está ya descalabrada y que comienzo a sentir las flaquezas de una vejez prematura" . Viaja a Santa Marta el 30 de noviembre de 1830 en e l bergantín " Manuel", escoltado por la corbeta de guerra norteamericana "Grampus", llegando a esa c iudad el 1° de diciembre. Se asigna como su médico al doctor Alejandro Próspero Reverend. En lo que se refiere a l posible compromiso tuberculoso de las glándulas suprarrenales, ocasionando una insuficiencia adrenocortical, el deterioro en sus fuerzas físicas y la frecuente adinamia
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de Bolívar, es atestiguada por varias personas, en especial por sus médicos. E l doctor Adrianza, médico venezolano, estudioso de los aspectos clínicos en El Libe11ador, refi ere las astenias de Bolívar en documentos de: 1818, 182 1, 1822, 1824, 1826, 1827, 1828, 1829 y J 830. Estos episodios los describe el mismo Libe11ador en varias de sus cai1as. En agosto J6 de 1829 a Fernández M adrid: " ... Mi salud está aniquilada. Ya no me quedan fu erzas físicas para ha cer e l servicio que he hecho hasta ahora ... " . En septiembre 13 del mismo año, a O'Leary: " ... Convencido de que mis fuerzas se han agotado casi todas .. ." En febrero 27 de J 830, a Rafael Arboleda: " ... La debilidad con que he quedado me tiene bastante molesto ..." En septiembre 20 de 1830, al general Briceño Méndez: " ... Yo estoy viejo, enfermo, cansado, desengafiado, hostigado, calumniado y mal pagado ..." . El 6 de agosto de 1829, a Fernández Madrid: " ... Si usted me viera en este momento parezco un viejo de sesenta años..." . En 1824, Bolívar se ve afectado por lo que se bautizó como un "tabardillo". El 7 de enero, en Pativilca, escribe Bolívar: " ...De resultas de una larga y prolongada marcha que he hecho en las sierras del Perú, he llegado hasta aquí y he caído gravemente
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enfermo... Es una complicación de irritación interna y de reumatismo, de calentura y de un poco de mal de orina, de vómitos y dolor cólico ...". Joaquín Mosquera escribe entonces desde Pativilca: " ... Me informo que El Libertador estaba enfermo de muerte en Pativilca, de un tabardillo que le habían causado los soles de los arenales de aquellas costas al regresar de Trujillo ... Encontré al Libertador ya sin riesgo de muerte del tabardillo que había hecho crisis, pero tan flaco y extenuado que me causó su aspecto una muy acerba pena ... Al llegar, dijo El Libertador, tendido todavía en el suelo: diga usted allá a nuestros compatriotas cómo me dejó usted moribundo en esta playa inhospitalaria, teniendo que pelear a brazo partido para conquistar la Independencia del Perú y la seguridad de Co lombia ...". En cuanto al posible paludismo que se sospechó en El Libertador, Bolívar escribe en Octubre de 182 1 a Santander: " ... El general Urdaneta y yo vamos bien, pero el doctor, el capellán, lbáñez y varios asistentes se han quedado enfennos con calentura, conque es de esperar que llegaremos con la misma gracia...". En febrero de 1822, también a Santander: " ... En el Cauca nos hemos enfermado todos, todos, todos, y aquí caen 64 por día de una columna de mil hombres ...". Los años de guerra y privaciones habían su11ido su efecto en el cuerpo del Libe1tador. Dos testimonios adicionales nos revelan incluso su dieta en las marchas mifüares. 61
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E l General Daniel Florencio O ' Leary escribe en sus Memorias refiriéndose a la campaña de Jos Llanos Venezolanos: " ... Se exponía a sufrir las mayores fatigas, como andar quince y veinte horas seguidas a caballo, con grande rapidez, com iendo solo un pedazo de carne asada ...". Lacroix, por su pa1te, ~n e l "Diario de Bucaramanga": " ... Muchas veces no prueba e l café. Come bastante en el almuerzo, como en la comida, y hace uso de mucho ají y pimienta ... come más legumbres que carne; casi nunca prueba Jos dulces ... Je gusta hacer la ensalada y tiene el amor propio de hacerla mejor que nadie ..." . Los pacientes con ins uficiencia arterial tienen "hambre de sal" En lo que toca a su personalidad, uno de sus biógrafos lo describe en Ja siguiente forma: " ... Era amigo de bailar, galantear y sumamente adicto a las damas y diestro en e l manejo del caballo. Gustábale correr a todo escape por las llanuras del Apure ... En el campamento mantenía el buen humor con oportunos chistes. Pero en las marchas se le veía siempre algo inquieto y procuraba distraer su impaciencia entonando canc iones patrióticas ... Amigo del combate, acaso lo prodigaba demasiado, y mientras duraba, tenía la mayor seren idad ..." . Por su pa1te, O'Leary escribía: " ... Hacía mucho ejercicio. No he conocido a nadie que soportase como él la fatiga. Después de una jornada que bastaría para ren-
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dir a l hombre más robusto, le he visto trabajar cinco o seis horas, o bailar otras tantas, con aquella pasión que tenía por el baile ... Detestaba la calumnia, especialmente cuando era púb li ca y periodística. Tenía obsesión por la limpieza corporal y se bañaba hasta tres veces por día en cl imas ardientes ..." . Además: " ... En el invierno dicen que se mueren todos de calentura y no dudo. En estos días pasados han entrado al Hospital cien y pico de hombres, porque hace tres días que empezó a llover...". En las Memorias de O'Leary (Tomo 1, Cap. 21, p. 467): " ... Pero, al fin, a tantas fatigas y vigil ias, a tantos esfuerzos mentales y fisicos, tuvo que sucumbir su robusta constitución. En el pueblo de Camaguán y en marcha para Calabozo, le sobrevino una extremada debilidad acompañada de fiebre que le obligó a regresar a San Fernando ...". Su tendencia a los "pensamientos tri stes e ideas sombrías" se manifiesta en todos los retratos de Bolívar, menos en Jos de su primera juventud. El trasfondo de los ojos es triste, aun c uando el resto de su rostro, tal como lo ha captado el artista, respire alarde o seguridad de sí mismo. Parece como que Ja tristeza hubiera sido en él el estado natural en que recaía al volver al silencio y a la soledad. Posiblemente era el resultado de sentirse enfermo, sin mejoría y las crisis de su enfermedad le corroían progresivamente. Vinieron los años de guenas, exilios y toda la lucha libertadora por la independencia de América. Se jactaba de s us proezas fisicas y de haber vencido a los llaneros de Páez en nadar y cabalgar, con
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lo que se ganó su respeto. Era ambidextro y manejaba el sable con ambas manos, lo que le dio ventajas en sus muchas batallas. No bebía licores fuettes, tomaba vino seco y espumoso en poca cantidad. Tenía algo de mestizo y muchos m alquerientes Jo llamaban el "zambo" Bolívar. Tuvo muchas amantes pero no tuvo hij os. La esterilidad posiblemente era el efecto de la tuberculosis y el pennanente estropeo testicular. Por tanto cabalgar se Je había formado alrededor del sieso un callo escabroso como una penca de barbero que le mereció el apodo honorable de "culo de fierro". Desde que empezaron las guerras de la independ enc ia había cabalgado 123.000 kilómetros, recorriendo muchas veces en esta epopeya a la América del Sur de n01te a sur y de sur a norte. Y la última vez, ya muy enferm o, un año antes de morir, en 1829, cuando la invasión de los peruanos al Ecuador, viajó de Bogotá a Quito y regresó luego de que Sucre los derrotara en la Batalla del P011ete de Tarqui. Y su viaje final en 1830, de Bogotá a Santa Marta y a la inmo1talidad. Existen un sin número de descripciones de la fisonomía, realizadas por contemporáneos del Libe1tador, en las que se manifiestan las características físicas de l Libe1tador. Nos interesa presentar algunas que se re lacionan con la enfermedad (insufi cienc ia adrenal), que produjo cambios significativos en el aspecto, especialmente en la coloración de s u piel, que se fue tornando bronceada oscura, como apreciamos en e l texto de esta obra:
La descripción física del científico Franc;ois Désiré Roulin : "Tenía la cabeza de regular volumen pero admirablemente conformada, deprimida en las sienes, prominente en las partes anterior
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y superior. E l desarrollo de la frente era enorme, pues el la sola comprendía bastante más de un tercio del rostro, cuyo óva lo era largo, anguloso, ag udo en la barba y de pómulos pronunciados. Casi siempre estuvo El Libe1tador totalmente afeitado, fuese por sistema o por no tener la barba graciosa y abundante. Tenía los cabellos crespos y los llevaba siempre divididos entre una mecha enroscada sobre la frente, y guedejas sobre las sienes peinadas hacia adelante[ ... ] El Libe1tador tenía el perfi l enteramente vascongado y griego, principalmente por e l coit e del rostro, la pequeñez de la boca, la amplitud de la frente y la rectitud de Ja nariz, muy finamente delineado [ ... ] las cejas, bien arqueadas y extensas[ ... ] Como tenía profundas las cuencas de los ojos, éstos que eran negros, y muy vivos, brillaban con fu lgor e léctrico, concentrando su fuego cual si sus miradas surgiesen de profundos focos".
"Era Bolívar de talla poco menos que mediana, pero no exenta de gallardía en s us mocedades; delgado, de temperamento esenc ia lmente nervi oso y bastante bilioso; inquieto en todos sus movimientos, indi cati vos de un carácter impres ionabl e, impaciente e imperiosos. En su juventud había sido muy blanco (aquel blanco mate del venezolano de raza pura española); pero al cabo le había quedado la tez bastante morena, quemada por el sol y las intemperies de quince años de campañas y viajes; y tenía el andar más bien rápido que mesurado, pero con frecuenc ia cruzaba los brazos y tomaba actitudes esculturales, sobre todo en los momentos solemnes".
Ducondray- Holstein "Todo él es flaco y desmedrado. Muy poco cabello le cubre e l cráneo. Da la sensación de un hombre de sesenta y cinco años. Camina con los brazos en perpetuo movimiento, y no puede andar
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largo espacio sin sentirse fatigado. El rostro largo, ch upadas las mejillas; la tez, de un moreno lívido".
General José Antonio Páez "La tez tostada por el sol de los trópicos; conservaba no obstante la limpidez ilustre que no había podido arrebatarle los rigores de la intemperie ni los continuos y violentos cambios de latitud por los cuales había pasado en sus marchas. Tenía el pecho angosto y el cuerpo delgado, las piernas sobre todo. La piel morena y algo áspera. Su aspecto cuando estaba de buen humor, era apacible, pero terrible cuando irritado; el cambio era terrible" .
Juan Pablo Carrasquilla "Tenía la piel tostada por el sol de Jos Llanos, Ja cabeza bien modelada y poblada de cabellos negros ensortijados. Los ojos negros, penetrantes y de una movilidad eléctrica".
Robert Proctor "Es hombre muy delgado y pequeño, con aspecto de gran actividad personal; s u rostro es bien formado pero arrugado por la fatiga y la ansiedad. Su tez es obscura, después de muchas oportunidades de verle, puedo decir que nunca encontré cara que diese idea más exacta del hombre".
General Guillermo Miller "El General Bolívar es delgado y algo menos de una regular estatura. Se viste bien y tiene un modo de hablar y presentarse franco y militar. Sus maneras son buenas y s u aire sin afectación pero que
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no predispone mucho en su favor. Se dice que en su juventud fue de buena figura, pero actualmente es de rostro pálido, pelo negro con canas y ojos negros y penetrantes pero generalmente inc linados a tierra o de lado cuando habla; nariz bien formada, frente alta y ancha y barba afilada; la expresión de su semblante es cautelosa, triste y algunas veces de fiereza". Hiram Paulding "En la conversación ordinaria el semblante de Bolívar presenta un aire melancólico, y apenas levantaba los ojos del suelo; pero si trataba algún asunto que le interesaba mucho, entonces adquiría mucha v ivacidad, miraba cara a cara al que le escuchaba atento y en cada gesticulación se veía expresada un alma encendida de vivas pasiones. Era bien parecido, tanto de semblante como de persona. Su estatura, aunque no alta, tampoco era pequeña; tenía la tez trigueña oscura, aunque tal vez estaba más de lo que realmente era, por estar continuamente expuesto a las faenas e intemperies de una vida militar de un clima cálido. Todo en él era grande e infundía respeto y adm iración" . C. van Dockum
"De estatura mediana, muy fl aco y de constitución fisica bastante raquítica. La cara, oscura y quemada por el sol, comprobaba las fatigas que había pasado; mientras que la frente alta y la seriedad de sus modales inspiraban veneración, e involuntariamente se veía uno obligado a inc linarse delante de él, aunque no afectaba presunción ni despotismo".
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Alfonso Moyer "El general Bolívar representa unos cuarenta y cinco años de edad: estatura mediana, cuerpo excesivamente flaco . Su aspecto es el de un hombre enfermo y fatigado. El pelo ya escaso y muy co110, está blanco. La cabeza es pequeña y larga. La tez y la fisonomía son españolas" .
José Andrews "La persona de este hombre extraordinario quizás haya s ido antes descrita: es delgado, pero de contextura activa y resistente, expres ión firme. Su semblante generalmente muestra señales de fatiga y está consumida por el afán. Su frente está arrugada por el pensamiento y Ja ansiedad, de tal modo, que un mal ceño aparece casi siempre en ella".
El Cónsul General Hendcrson en carta a Mr. Canning La estatura del general Bolívar no es tan pequeña como generalmente se dice. Es delgado, pero tiene las más fi nas proporciones. Su tez es ahora oscura a causa de su vida en la intemperie. Cuando no habla, su semblante toma el tinte de la melancolía. De pelo negro (en febrero de 1825 estaba ya canoso), ligeramente rizado y también dispuesto por Ja naturaleza que deja despejada s u ancha frente" .
Samuel Haigh "El general Bolívar residía entonces en un pueblito a dos leguas de Cartagena. Estaba a punto de salir para Santa Fe de Bogotá ... E l L ibertador dormía la siesta en una pieza interior y e l coronel
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Wilson fue a avisarle que yo acababa de ll egar del Perú . Pocos momentos después apareció E l Libertador. Lo reconoc í inmediatamente por el parecido con el retrato, pintado por un indio, que había visto en el Perú. Vestía traje matinal de a lgodón estampado, con zapatillas coloradas. Me recibió muy cordialmente, haciéndome sentar en un sofá . . . Mis impresiones del carácter de Bolívar fueron superiores y no inferiores a mi expectativa. Se le ha descrito como brusco de maneras, pero era muy suave y caballeroso. Es muy delgado pero musculoso, de mejillas chupadas y consumidas, color cetrino, na riz bellamente aguileña, ojos grandes y negros con expresión muy viva, frente más a lta de lo común pero surcada de arrugas; el cabello negro se ha vuelto gris, más por el afán que por la edad; realmente su aspecto de conjunto s ugiere la idea de no ser un hombre vulgar".
Augusto Le Moyne "Como tuve la fortuna de conocerlo persona lmente y de haber sido admitido a su intimidad, durante los años de 1829 y 1830, empezaré hablar de su persona. De estatura regular y de complexión, si no robusta en apariencia, por lo menos capaz, como Jo demostró, de soportar las mayores fatigas; los oj os grandes y la mirada viva que resplandecía en ellos denotaban un alma ardiente; tenía la cara alargada, la frente espaciosa, Ja tez more na y Ja nariz aguileña, pero bien dibujada".
José Manuel Restrepo " Bolívar era de estatura mediana, de un cuerpo seco y descarnado; cuando era joven, de un color blanco y hermosa tez; pero después de sus campañas esta ba moreno y pálido".
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" ... Al final de esta carta quisiera anotar algunas observaciones en torno al presidente, el general Bolívar, orig inadas las unas a partir de mi propia experiencia, otras, prestadas de testigos que Jo conocen de cerca y hace tiempo. Este extraño hombre al parecer cuenta cuarenta años de edad; es de estatura mediana, magro, de mala postura - a caballo sobre todo, deja caer su cuerpo hasta enC?rvarlo totalmente- ; su mirada es fija y sombría; Jos rasgos de su cara descubren la frialdad de un carácter egoísta y calculador que sólo se alimenta de objetos que sirven a su ambición o poder y que se inflama con fac ilidad, cuando se topa con algún disenso". Oficial Anónimo de la Marina Colombiana
"Entré al cuaiio que era grande, polvoriento y escasamente amoblado. Al final del cuarto estaba sentado en el suelo el coronel O' Leary- para ese entonces uno de los secretarios de su Excelencia - con un pequeño escritorio en su regazo escribiendo correspondencia de naturaleza militar dictada por Bolívar, quién, al otro extremo del cuarto estaba sentado al borde de una gran hamaca suramericana colgada del techo. Para evitar Ja inconveniencia del calor, Bolívar se encontraba bastante desnudo o cubierto con cosa alguna, y se mecía con fuerza por medio de un mecate pasado por un gancho en la pared opuesta jalada para el propósito . . . . En persona el Presidente es de unos 5 pies 7 pulgadas de estatura, pero su cuerpo y extremidades son tan desproporcionadas, que en vez de inspirar respeto, más bien quizá, vistos en esfera común de la vida cotidiana, inspirarían risa. Su cabeza es excesivamente grande con un abundante, basto, rizado y muy oscuro cabello. Los rasgos de su rostro obscuro, rudos y varoni les, se ven bastante
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opacados por la superabundancia de patillas".
5.1 RESUMEN DE LA DESCRIPCIÓN FÍSICA De estas descripciones se puede obtener lo siguiente: Estatura: Entre 5 pies, 4 pulgadas y 5 pies, 6 pulgadas (1,62 y 1,68 Mts) Cuerpo: Delgado (flaco) pecho angosto. Unos dicen que sin mucha musculatura. Cabeza: Pequeña y larga (ancha arriba, afilada abajo). Cabello: Negro (unos dicen que fino y crespo, otros que rizado y ensortijado). Cejas: Espesas, prominentes, arqueadas. Rostro: Entre alargado y ovalado. Frente: Alta, ancha, ceñuda (unos dicen que con arrugas). Tez: Morena, tostada al sol. Ojos: Negros, grandes, vivos y penetrantes. Nariz: Aguileña, bien formada (otros dicen que larga). Boca: Algo fea, labios algo gruesos y saliente el inferior. Pómulos: Salientes pronunciados. Mejillas: Hundidas. Barbilla: Afilada, puntiaguda, larga. Orejas: Grandes, pero bien puestas. Voz: Aguda y penetrante, algo ruda.
6. UNA PERSONALIDAD COMPLEJA Tal era la complejidad desconcertante de esta alma singular, verdadero laberinto de centros de fuerzas diferentes y con frecuencia antagonistas. La separación más honda era el verdadero abismo que mediaba entre el ser soterráneo tradicional y el sobreser intelectual, que su ruptura temprana con su hogar y su familia, había abierto en su alma y que su vida de hombre maduro había ampliado y ahondado.
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La edad y la experiencia de los hombres, había madurado en él una transición entre sus tendencias dictatoriales y e l substrato prenatal español que, por faltar mujeres en su niñez, había permanecido sepulto toda su vida. Sea cualquiera la opinión que se tuviese sobre la evolución de Bolívar, siempre queda en claro que su pensamiento era tan heterogéneo y complejo como el resto de su carácter. En lo fundamental no latía en él una verdadera unidad . Antes, al contrario, era un alma vasta, sometida a tensiones fue1tes entre los diferentes astros del espíritu que entonces como ahora emiten radiaciones en pugna en la mente de los hombres. A muy temprana edad presentó surmenage (síndrome de fatiga crónica, producida por la ruptura entre el ritmo personal y el ritmo de trabajo). Cuando fue a la Batalla de Carabobo, antes de cumplir 38 af'ios, aparentaba 7 a 8 af'ios más. Su rostro era delgado y expresaba paciencia y resignación, se quejaba de agotamiento físico. Claro está que no era el único hombre de su tiempo en el cual se daban estas circunstancias de ambiente y de fami lia, y, por lo tanto, un paisaje mental y moral tan quebrado como el suyo. En su matrimonio, Bolívar busca, subconscientemente, acceso a su ser oculto, cerrado por la mue1te de su madre. Defraudado este intento por la muerte de su mujer, cuando ya comenzaba a endurecerse en la madurez, el acceso a su ser profundo quedó cen-ado. El niño en él quedó sepulto para siempre. Llegó a hombre. Al enviudar j oven y sano, es natural que buscara aventuras amorosas; y en París, bajo los primeros impulsos de su nueva libertad, se entregó a los placeres femeninos hasta poner en peligro su salud. Pero, en su sed nunca satisfecha de mujeres había algo mucho más
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hondo que el mero deseo animal. A pesar de su inconsistencia y sensualidad, la necesidad de mujeres que revela la vida de Bolívar, procedía de niveles altos. Era en él un anhelo de huir de su vacío interior. Durante toda su vida le veremos pasar, con asombrosa rapidez, de uno a otro de s us centros internos, refugiándose ya, en uno ya en otro en la agonía de las tensiones encontradas que prevalecían en los vastos es pacios intermedios. Así se explica el cambio total de fisonomía como equivalente a la revelación de hombres distintos que apunta Perú de Lacroix: "el rostro moreno y tostado, y se oscurece más con el mal humor; entonces, el semblante cambia: las arrugas de la frente y de las· si~nes se tornan más profundas, los ojos se ach ican, el labio inferior se pronuncia más y la boca es fea; en fin, aparece una fisonomía diferente" . En relación al rostro moreno y tostado, posiblemente el efecto de su peregrinar bajo la intemperie debe haber curtido su piel, pero, vale la pena señalar que Ja insufic ienc ia adrenal crónica puede haber contribuido a la colora.ción parduzca de su pi el. Las cosas de su fami lia Je tomaron mucho tiempo. Se hallaba rodeado de mujeres que lo encocoraban con sus querellas y disputas. María Antonia, no hacía más que quejarse de su hermana Juanita y de la viuda de Juan Vicente. El primogénito de María Antonia, Anacleto Clemente, era una bala perd ida a quien Bolívar tuvo que escribir varias caitas fue1tes amenazándole con desheredarlo. Hamilton cuenta cómo, durante una boda, Anacleto, bebido, hirió a un criado y Santander se quejaba a Bolívar del estado deplorable en que había dejado la quinta de las cercanías de Bogotá, de la que Santander tuvo que expulsarlo, pues (escribe María Antonia) v ivía en ella "con porción de pillos y entre ellos unos franceses que se descubrieron ser espías". A pesar de sus defectos María Antonia era la persona de más carácter de la famili a, y, aunque Bolívar solía reñirla en sus ca1tas, la tenía en gran estima.
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Toda esta atmósfera de querellas familiares tenía que ser enfadosa para un hombre acostumbrado a vivir y pensar en dimensiones continentales. Sin embargo, Bolívar seguía sus asuntos personales con la mayor atención, ya que, desde luego, tenía que apoyarse en s u fortuna personal para asegurar su independencia de Ja vida pública. Bolívar, podía considerarse como un hombre que, después de haber llegado a la cumbre de una montafla, contempla las alturas que todav ía quedan por dominar, con su cuerpo fatigado y que ansía reposo, pero con un espíritu fuerte que pide más trabajo. Algunas de sus manifestaciones de esta época s ugieren cierto sentido de Ja labor lograda y hasta la renunciación que a veces sigue al logro. Augusto Mijares, escritor venezolano considerado como uno de sus mejores biógrafos escribió su biografía, traducida a muchos idiomas. Insistía, con tenacidad, en los aspectos éticos de E l Libe11ador; a este respecto afirmaba: "La humanidad ha dado siempre el carácter de heroísmo, no al combatir vu lgar, sino a la íntima condic ión ética que pone al hombre por encima de sus semejantes. Héroe es el que se resiste cuando los otros ceden, el que cree cuando los otros vacilan; el que se conserva fi el a sí mismo cuando los otros se prostituyen. El que se subleva contra la rutina y el conformismo en la que se complacen los cobardes". E l 29 de ju lio de 1822, después de haber enumerado los frutos que había sacado de Ja Conferencia de Guayaquil, le escribió a Santander: "Ya no me fa lta más sino poner a salvo el tesoro de mi prosperidad, escondiéndolo en un retiro profundo para que nadie me lo pueda robar, quiero decir que ya no me fa lta más que retira rme y morir. Por Dios, que no quiero más: es Ja primera vez que
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no tengo nada que desear y que estoy contento con la fortuna". Instado por Santander y por Briceño para que tome parte más directa en el gobierno, se niega, con mayor o me nor sinceridad; y en una de las cartas vuelve a referirse a la muerte. La constitución no es buena, explica: " pero si se reforma la constitución y las leyes tampoco me encargan del ma ndo, porque no se crea que es por ambición; y porque quiero descansar después de doce años de tempestad. Los dos terc ios de mi vida se han pasado ya, y el tercio que fa lta lo qu iero emplear en cuidar mi a hna y mi reputación; porque yo tengo que dar cuenta a Dios y al mundo de mi vida pasada y no quiero morir sin dejar antes mis cuentas corrientes". Y a Briceño, que deseaba dejar el Ministerio: " Yo he llegado al término de mi carrera y ya es preciso que decline, y por lo mismo es conveniente que yo me proporcione una caída honrosa y suave, si yo no me la p roporc iono a mi gusto, la puedo recibir con vio lenc ia y con pérdida de todas mis adq uisiciones". Es muy posible que estos accesos de hastío fueran sinceros, mientras duraban; pero todo lo que antes y después escribió tiende más bien a hacer sospechar que se trataba de meras marchas y contramarchas en su astuta táctica hacia la satisfacción de su pasión predominante, la ambición. Después de extenderse sobre esta misma idea del descanso, escribe a s us amigos, los Toro: " Puede ser que cuando vuelva a la clase de Simón Bolívar quiera desear de nuevo la presidenc ia. S iquiera se me debe concede r este capricho en recompensa de mis servicios". Con todo, en cart a a Santander, dice: "Tenemos dos millones y medio de hab itantes derramados en un dilatado desie rto. Una parte es sal vaje, otra esclava, los más son enemigos entre sí y todos viciados por la s uperstición y despotismo. ¡Hermoso contraste para oponerse a todas las naciones de la tierra!. Esta es nuestra situación; esta es Colombia, y después la quieren dividir". N i ta mpoco esperaba de l Perú más que desastres.
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"La cuestión del Perú es como decía Pradt habla ndo de los negros de Haití, tan intrincada y horrible que, por doquiera que se considere, no presenta más que horrores y desgracias y ninguna esperanza, sea en manos de los españoles o en manos de los peruanos". En el fondo lo que le roía las entrañas era la insinceridad secreta de su vida pública: ¿había luchado por la libertad o por la gloria? En una larga carta a Santander surgen ambos temas al servicio de su ánimo desengañado: "Los quiteños y los peruanos no quieren hacer nada por su país, y, por Jo mismo, no iré yo a tiranizarlos para salvarlos ( ... ). Hasta ahora he combatido por Ja libe1tad, en adelante quiero combatir por mi gloria aunque sea a costa de todo el mundo. M i gloria consiste ahora en no mandar más y no saber de nada más que de mí mismo( .. .); siempre he tenido esta resolución, pero de día en día se me aumenta en progresión geométrica. Mis años, mis males y el desengaño de las ilusiones juveniles no me permiten concebir ni ejecutar otras resoluciones. El fastidio que tengo es tan mortal que no quiero ver a nadie, no quiero comer con nadie, la presencia de un hombre me mortifica" (el aislamiento que buscan los pacientes addisonianos) . Pasa luego a describir con pincel sombrío el cuadro de su tiempo, " los espantosos ruidos de las caídas, época de catástrofes' , y dice después: "Ya que la muerte no me quiere tomar bajo sus alas protectoras, yo debo apresurarme a ir a esconder mi cabeza entre las tinieblas del olvido y del silencio, antes que del granizo de rayos que el cielo está vibrando sobre Ja tierra, me toque a mí uno de tantos y me convie1ta en polvo, en ceniza, en nada. Sería demencia de mi parte mirar Ja tempestad y no guarecerme de ella. Bona.parte, Castelreagh, Nápoles, Piamonte, Portugal, España, Morillo, Ballesteros, lturbide, San Martín, O'Higgins, Riva Agüero y Francia, en fin, todo cae dell'ibado, o por Ja infamia o por el infortunio; ¿y yo de pie?, no puede ser, debo caer".
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7. ANTECEDENTE A LA INDEPENDENCIA
Regresó de Europa a Venezuela en 1806 y a la vez que administraba los negocios fam iliares unió sus esfuerzos a la causa revolucionaria. A lo largo de Ja lucha de América del Sur por Ja independencia, Simón Bolívar, Francisco de Miranda y otros próceres abrieron el camino hacia Ja li be11ad. Encendiendo la llama para Ja liberación de sus pueblos.
Criollos de Quito habían elevado el primer movimiento de autonomía. El impacto del 1Ode Agosto de 1809 en América no fue Ja revuelta contra el colonialismo, como antes ocurrió en otros territorios de la actual Bolivia, sino la instalación de la primera Junta Soberana. En Chuquisaca y La Paz ya se habían generado los primeros levantamientos criollos y populares contra las autoridades de Espafia. A llí se proclamó fide lidad al rey Fernando VII, e incluso se habló de libe11ad. Pero esos movimientos nunca crearon un gobierno propio ni una junta soberana, que durase y concluyera en una verdadera Constitución, como se lo hizo en Quito. Esa es la forta leza del Primer Grito de la Independencia. Hernán Rodríguez Casteio, en su ensayo "La gloriosa y trágica historia de la Independencia de Quito'', sostiene que la primera conjura de la revolución en la capital nació en la Navidad de 1808, en Ja hacienda del marqués de Selva Alegre, Juan Pío Montúfar. Sin embargo, la revuelta de insurgentes criollos se concretó el I O de agosto de 1809. 77
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La Junta desconoció la autoridad del conde Ruiz de Castilla y nombró la Junta, con Montúfar como presidente. España intentó abolir los a ires Jibe1tarios. En diciembre de 1809, cuando Ruiz de Castilla volvió al poder, arrestó a 74 próceres de la élite quiteña. Ocho meses más tarde (el 2 de agosto de 181 O), los próceres fueron asesinados en la matanza que tuvo como escenarios a l Curutel de la Real Audiencia de Quito, la Plaza M ayor y las calles de Quito, donde murieron más de 300 quiteños. Esa masacre encendió una reacción en e l continente. Los sucesos los conoció e l sacerdote Camilo Enríquez. É l fue quien acuñó en Chile la frase Q uito, Luz de América. Así, ese aire de libertad se respiró en otras regiones de Hispanoamérica. El historiador Juan Paz y Miño sostiene que la llama de Quito prendió a las Juntas Soberanas en Caracas, donde hubo funerales por los patriotas caídos en Quito, Bogotá, Bue nos Aires y Chile. "Fueron una réplica de la de Quito, pero en distintas fechas de 181 O. Estallaron juntas". Parecerían sucesos a islados, pero los historiadores coiJ1ciden en que desde 1809, con el 1O de agosto y sus secue las, se inició e l proceso de independencia de la América Hispana, e l cual terminaría con las batallas de Junín y de Ayacucho, en 1824. Aquí existió un triunfo político, destaca Paz y Mifio . " La gesta no tu vo el respaldo de G uayaq uil ni de C uenca. La razón es que en Quito estaba Ja única uni versidad . Allí se fo tjaron intelectua les con conceptos de soberanía popular y libe1tad. Gracias a Quito, las luchas contra el colonialismo luego s iguieron en Asia y Á frica" .
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8. INDEPENDENCIA DE VENEZUELA DE ESPAÑA: LA PRIMERA REPÚBLICA, 1810-1812 En respuesta a Ja agitación civil en España, Venezuela declaró Ja independencia y la mantuvo durante unos pocos meses. Liderados por Simón Bolívar y Francisco de Miranda, la Primera República de Venezuela no duró, pero era, sin embargo, un paso crucial para la independencia del no1te de América del Sur.
8.1. FRANCISCO DE MIRANDA EL PRÓCER Francisco de M iranda (1750-J 816) fue un intelectual nacido en Caracas que viaj ó mucho, sirvió en el ejército españo l y como general en la Revolución Francesa. Tenía ilustres amigos, como el primer mini stro británico, Wi lliam Pitt; A lexander Hami lton y Catal ina la Grande de Rusia (fue su amante). A lo largo de sus viajes, Miranda permaneció dedicado a la causa de la libe1tad de América del Sur. En 1806, obtuvo financiamiento privado para una invasión: é l y 500 hombres tomaron la c iudad-pue110 venezolano de Coro, durante dos semanas, antes de ser derrotados por las fu erzas españolas. Regresó a Londres para buscar una nueva opo1tunidad.
8.2. INGRESO A LA MASONERÍA Tras una visita a Nápoles, Bolívar regresó a París, donde, a comienzos de 1806, se afilió a la masonería. A los 23 años, en Cádiz, en su segundo viaje a Europa. Conociendo s u afiliación a la masonería, los comentarios negativos de pa1te de sus detractores no se hicieron esperar. "S imón Bolívar no fue, no pudo haber sido ateo porque fue masón ... y e l requisito
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obligado para optar a la iniciación masónica es creer en Dios, o en un ser superior que los masones denominan Gran Arquitecto del Universo .. . no pudo ser iconoclasta porque j amás se dedicó a destruir imágenes. Además de que por su misma condición de masón, vale decir, de mente universal y tradicionalista, mal podría irrespetar los valores de ninguna Iglesia, ni de idea alguna concebida por los hombres; respetaba la libertad de cultos. Fue católico en el verdadero sentido de la palabra, universal, no permitía que nada ni nadie limitase su razón a simples creencias sin bases denominadas comúnmente dogmas, y no pudo haber abandonado enseguida a Ja masonería porque en la Academia de la Historia reposa un documento oficial que hace constar que Bolívar recibe su Segundo grado, para lo cual necesita haber permanecido algún tiempo dentro de la Orden" (Jorge Mier Hoffman), además de que extraoficialmente se dice que en N ueva York hay constancia de haber recibido grados superiores; pero de los cuales no existen pruebas. Miranda se había iniciado muy joven, en Madrid, en 1773, y Bolívar se inició, en Cád iz, ambos tenían e l fervor íntimo de luchar por la liberación y la justicia de los pueblos de La Gran Colombia. En 1798, Miranda creó La Gran Reunión Americana, en cuyo seno se fraguaba la emanc ipación continental, que se fortalecía y afianzaba en Londres y en sus filiales. Las Logias Lautarinas, ya extendidas con éxito entre 1800 y 1823 en Santiago de Chile, París, Madrid, Cád iz y Buenos Aires, b~jo la trilogía de Unión, Fe y Victoria, estaban dispuestas a concretar los ideales libertarios que estimulaba la masonería, con los valores consecuentes que le daban justicia y dignidad al hombre. Bolívar había sido excomulgado por un edicto de los gobem a-
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dores del Arzobispado de Bogotá, conformado por Jos canónigos Juan Bautista Pey y José Domingo Duquesne, e l 3 de diciembre de 1814, debido a las intenciones de saquear las iglesias, persegu ir a los sacerdotes y destruir la religión. Las relaciones entre el clero y el gobierno republicano fueron demasiadamente dificiles. La propia Sagrada Congregación de Negocios Eclesiásticos Extraordinarios del Vaticano Je había señalado como liberal y ateo, en su sesión 116, del 4 de agosto de 1829.
8.3. LA LUCHA Y LA GUERRA EN ESPAÑA A lo largo de 1808, las presiones de Napoleón desencadenaron una serie de acontecimientos que empeoraron aún más la ya comprometida situación española, el rey Carlos IV de España abdicó el trono a favor de su hijo Fernando, el 19 de marzo de 1808, después de Jos sucesos del Motín de Aranjuez, y más tarde, e l 5 de mayo de 1808, se consumó e l desastre para España cuando Carlos JV y su hijo fueron obligados a ceder el trono a Napoleón, en Bayona, para designar a su hermano, José, como nuevo Rey de España. Esto provocó una gran reacción popular en España que desencadenó lo que hoy se conoce como la Guerra de la Independencia Española; tanto en América como en España, se formaron Juntas Regionales que fomentaron Ja lucha contra Jos invasores franceses para restablecer en el trono al monarca legítimo. Sin embargo, en las juntas americanas solo se hablaba con entusiasmo de la Junta Popular de Cádiz y muchas de ellas eran vistas con recelo por las autoridades españolas, que las suponían sospechosas de ser favorables a los franceses y que no se habían olvidado de acciones como Ja de Antonio Nariño en Bogotá, que había publicado una obra sobre Jos derechos del hombre, el movimiento de Juan Picornell, Ja Conspiración de Manuel Gual y José María 81
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España, o de las fracasadas expediciones militares de Francisco de Miranda en Venezuela. Pero también consideraban que estas juntas tenían derecho de imitar a sus análogas de la Península ya que los dominios españoles eran considerados una parte esencia l e integrante de España, cuyos territorios no eran considerados como simples colonias. Con el tiempo se fueron formando dos bandos bien diferenciados como resultado de los debates políticos y la inestabilidad internacional: el de los realistas, que querían continuar bajo la dependencia di recta del monarca español, liderado por Juan de Casas; y el de los patriotas, pa11idarios de constituir una Junta de Gobierno con una autonomía plena similar a la de las juntas provi nciales en España, pero sin mantener más lazos con la metrópoli, diferentes a un reconocimiento formal de Fernando VI 1 como soberano, queriendo imitar así el ejemplo del Brasil regido desde Draganza, con autonomía de Pmtugal. Así, a mediados del año 1807, cuando Bolívar volvió a Caracas, se encontró con una ci udad inmersa en un ambiente de gran agitación social y política, que era gobernada por personajes interinos bajo la supervisión de un regio regente visitador, visto con malos ojos por la colectividad caraqueña, llamado Joaquín de Mosquera y Figueroa. Este era un ambiente poco propicio para enfrentar situaciones de crisis y fue una c irc unstancia que ayudó a precipitar los acontecimientos a favor de la independenc ia. Bolívar, había vuelto a Caracas absolutamente convencido de Ja imperiosa necesidad de independencia para América y trató de
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convencer a s us parie ntes y amigos de que era la mejor opción, salvo Ja excepción de su hermano Juan Vicente, no pudo hacerlo fácilmente, debido a que las noticias de Europa llegaban muy tarde y con pocos detalles, por lo que Ja gente se enteraba de los acontecimientos solo de una forma general e inexacta y esto limitaba s u capacidad para eva luar la situación. Pero, las cosas cambiaron repentinamente en pocos días, tras una serie de acontecimientos que causaron una conmoción general en Caracas. A principios de julio del 808, el Gobernador encargado de Caracas, Juan de Casas, recibió dos ejemplares del diario londinense T he Times, que el Gobernador de Trinidad rem itió antes a l de Cumaná y que relataban la noticia de la abdicación del trono de España en favor de Napoleón. Las autoridades trataron de mantener la noticia en secreto para evitar Ja alarma social, pero la llegada de l bergantín francés Le Serpent al puerto de La Guaira, el 15 de j ulio de 1808, con varios comisionados enviados por Napoleón, para confirmar Ja noticia, hicieron fracasar e l plan. Un ofi cial francés se presentó ante el Gobernador Casas con documentación oficial confirmando las malas noticias de The Times, y mientras en la Gobernación deliberaban sobre Ja situación, Ja población em pezó a alarma rse por la aparatosa llegada de los franceses, divu lgando profusamente la noticia de la desaparic ión de Ja monarquía trad iciona l, en periódicos y otras publicaciones. La reacción popular fue de ma lestar e indignac ión y la situación empeoró cuando un capitán de fragata ing lés, llamado Beaver, desembarcó, poco des pués, del Alcasta en La G uaira, tras persegui r al Le Serpent sin poder apresarlo, para informar al Gobernador
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Casas y a la población que la lucha en España para rechazar a los franceses continuaba y que Napoleón no tenía la situación dominada. Entonces surgió un proceso político extraño entre el Gobernador, La Audiencia y el Cabildo, que terminó de socavar el orden colonial vigente y esto hizo que la conmoción en la socied ad caraqueña se orientara en dos direcciones, una representada por Bolívar que quería proclamar la independencia, y otra representada por otros criollos que querían mantener la fidelidad a Fernando VII. Así, el 11 de enero de 1809, llegaron a Caracas unos despachos oficiales que anunciaban la creación de la Junta Central de España e Indias, que te1minó instalándose en Sevi lla, en abril de 1809, y, poco después, el 14 de enero de 1809, llegó a Venezuela el Mariscal de Campo Vicente Emparan, en calidad de Capitán General de Venezuela y Gobernador de Caracas. Su llegada dio una nueva perspectiva a la s ituación política, ya que empezaron a circular rumores que lo relacionaban como paitidar io de los franceses, por lo que fue acusado de querer confundir a la población. En el panorama de ince1tidumbre reinante, e l 19 de abril de 1810, los miembros del Cabildo de Caracas decidieron constituir una Junta Conservadora de los D erechos de Fernando VII, en un acto que tennina con la firm a del Acta de Independencia y Constituc ión de la Primera República, e l 5 de julio de I 811 . La revuelta del 19 de abril de 181 O, obligó al entonces Capitán General de Venezuela, Vicente Emparan, a ceder sus poderes a esta Junta y trajo como resultado la expulsión de los funcionarios españoles de sus puestos para embarcarlos rumbo a España.
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Poco después, tras enterarse de los hechos, la Regencia dispuso el bloqueo de las costas de Venezuela, pero ya era tarde. Desde entonces el proceso independentista sería imparable, y el ejemplo de Caracas fue seguido por el resto de las juntas americanas. Las regiones y c iudades a lrededor de Caracas, decidieron por sí mismas el reconocer o no al Consejo de Caracas. Algunas lo hicieron y otras no, lo que llevó a una guerra civi l de facto entre los realistas y los partidarios de la independencia.
8.4. DELEGACIÓN DE SIMÓN BOLÍVAR A LONDRES Buscando apoyo para el nuevo gobierno revolucionario, el joven impetuoso, Simón Bolívar, v iajó a Londres a la cabeza de una pequeña de legación integrada por e l erudito Andrés Bello y Luis López Méndez. Los venezolanos, se reunieron con algunos funcionarios británicos de a lto rango, pero ni la ayuda ni el reconocimiento parecían próximos: Gran Bretaña, prefería proteger su orientación con e l gobierno en el exilio de Fernando.
8.5. BOLÍVAR DURANTE LAPRIMERAREPÚBLICA Después de convenir con los ing leses la permanencia de un representante en L ondres, Bolívar embarcó en la corbeta Shaph ire y llegó a La G uaira el 5 de diciembre de 181 O. Una vez en Venezuela, empezó a hacer gestiones para promover e l regreso de Mi.randa, que como resultado de éstas, llegó a Venezuela en el bergantín ing lés Avon, e l 1O de diciembre de 181 O, ante una fría recepción oficial por paite de la Junta Suprema, que poco después lo nombró Teniente General. Miranda, pronto e mpezó a tener conflictos con el Jefe Militai· del
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Gobierno, el Marqués del Toro, por s u incapacidad para controlar la rebelión realista de Coro, y, mie ntras tanto, las c irc unstancias políticas habían favorecido la aparición en Caracas de organizaciones como la Sociedad Patriótica, que era una especie de asociación independentista que funcionaba como foro de debate político que divulgaba s us conclusiones en una publicación propia titulada El Patriota de Venezuela. Bo lívar, fue un miembro importante de esta asociación que estuvo muy im plicada en las movilizacion es posteriores ocurridas el 5 de julio de 1811 , para ratificar la Declaración de Independencia, y que defendió posturas opuestas a la Constitución del 21 de diciembre de 1811 , al considerar que era una copia literal de la que regía en los Estados Unidos, que no se adaptaba a la realidad del momento en Venezuela. E l 13 de agosto de 18 11 , fuerzas coma ndadas por Miranda, lograron una victoria en Valencia, contra los rebeldes de dicha ciudad, que pretendían recuperar pri vilegios de s u antigua capita lidad y es e n esta acción donde Bo lívar empezó propiamente s u carrera militar al dirig ir un ataque a un pues to fo1tificado que fue s u bautismo de fuego y su primera acción disti nguida . Así, Miranda lo propuso para el rango de coronel y Je envió a informar de Ja victoria al gobierno de Caracas. Poco después, Bolívar empezó a levantar Ja moral en los Valles de Aragua por iniciativa propia por lo que e l general M irnnda, por entonces com andante en j efe de las fue rzas militares republicanas, Je persuadió de que aceptara el rango de Teniente Coronel en el Estado Mayor y le nombró Jefe Milita r de P uerto Cabello, la principal plaza fuerte de Venezuela. Dicha plaza era e nto nces un punto mil itar clave po r s us carac-
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terísticas coinc identes de puerto, arsenal, pri sión militar y principal punto de apoyo y control en Ja zona. Los prisioneros de guerra influyentes, en e l Castillo San Felipe y a la vez a llí también se encontraba almacenado gran parte del arsenal militar republicano. A pesar de ser contrario a las normas de seguridad militar, se estaba dando esta situación y aunque Miranda ordenó trasladar a los prisioneros a otro lugar, eso nunca se cumplió y fue uno de Jos motivos que, unido a la inexperiencia militar de Bolívar, propició la caída de Puerto Cabello. Los prisioneros lograron tomar por sorpresa a la guardia y la dominaron gracias a la traición de un oficial al que sobornaron, se apoderaron de l Castillo San Felipe y comenzaron a bombardear Puerto Cabello. Bolívar, trató de recuperar la guarnición durante seis días de combate con las fuerzas que pudo controlar y que al parecer no superaban los cuarenta efectivos pero la situación le era muy desfavorable: no se podía cañonear el castillo por el reducido alcance de Ja artillería y la ciudad empezaba a ser atacada por las fuerzas del capitán D omingo Monteverde, y, tras lanzar un desesperado ataque frontal sobre el castillo, que fracasó, Bolívar, decidió abandonar la plaza por vía marítima, logrando escapar a duras p enas. Este acontecimiento, unido a l violento terremoto del 26 de marzo de 181 2, inc linó la ba lanza a favor de los rea li stas y aunque hubo muchos que creyeron que aún se podía seguir la lucha, Miranda capituló el 26 de julio de 181 2, por encargo del Congreso, en el Tratado de La Victoria, que instauró nuevamente el dominio español sobre Venezuela.
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E l 30 de julio de 1812, Miranda llegó a La Guaira con la intención de embarcarse en la nave inglesa Sapph ire, en medio de un ambiente en el que pocos sabían de las negociaciones con Monteverde, por lo que muchos oficiales republicanos se sintieron traicionados, se habían iniciado por órdenes del Congreso y no por deseos de Miranda. Por ello, cuando Miranda se hospe daba en casa del coronel Manuel María Casas, comandante de la plaza, se encontró con un grupo numeroso, en el que estaban don Miguel Peña y Simón Bolívar, que Je convencieron de que se quedara, por lo menos una noche, en la residencia de Casas. A las dos de la madrugada, encontrándose Miranda profundamente dormido, Casas, Peña y Bolívar se introdujeron en su habitación con cuatro soldados armados, se apoderaron precavidamente de su espada y su pistola, lo despertaron y con rudeza le ordenaron que se levantara y vistiera, tras lo cual lo engrilletaron y lo entregaron al español Monteverde. A cambio de este acto, el espaiiol Francisco- Antonio de !turbe y Hériz accedería a darle a Bolívar e l salvoconducto que le había solicitado para exiliarse en el extranjero, con el especial favor de Monteverde. En esta ocasión, el jefe español hizo que se viera el acto de haber entregado a Miranda como un servicio al estado españ.ol: "Debe satisfacerse el pedido del coronel Bolívar, como recompensa al servicio prestado al rey de Espafia, con la entrega de Miranda". Nada se sabe de Bolívar, entre la noche del 30-3 1 de julio, en que entrega a Miranda a las autoridades españolas, y el 26 de agosto, en que, en compañia de !turbe, va a ver a Monteverde, de cuyas
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manos recibe el pasapo11e "para países extranjeros". Ocuparía el tiempo en las gestiones que requería su fortuna para su debida adminjstración. Bolívar trató primero de irse en un barco perteneciente al mercader inglés Mr. F. L., a quien Monteverde había escrito una cai1a de recomendación a su favor. En cuanto Mr. F. L. abrió la cai1a de Monteverde, con e l portador que era Bolívar, expresó en términos fuertes su desaprobación de la conducta de aquel para Miranda, y sin permitirle ni una palabra en su descargo, lo mandó se bajara del barco, diciéndole que por nada ni por nadie Jo recibiría a bordo. Bolívar, intentó en vano justificarse. Se le obligó a dejar el barco y volver a tierra. Poco después, se hizo a la vela en Ja goleta española Jesús, María y José. La prisión de Miranda fue una monstruosidad jurídica por pai1e de Monteverde. A partir del día en que Bolívar y Monteverde compa11ieron la infamia de prenderlo, Miranda pasó de cárcel en cárcel, de las bóvedas de La Guaira a Pue110 Rico, y de Puerto Rjco a Cádiz, hasta su mue1te. Habida cuenta de Ja época, no se Je trató mal; pero el mero hecho de que no se le dejara en libe11ad fue en sí un crimen cuya responsabilidad recayó sobre Fernando VII. Alguna vez, cuenta uno de sus compañeros de cárcel, paseándose por un pequeño recinto, se detenía y tomaba en la mano una de las cadenas que enlazaban los pilares del patio, exclamando con amargura: "Cuando pienso que el primer eslabón de esta cadena ha sido forjado por mis propios paisanos ... ". Mientras Miranda se orientaba hacia una Federación fundada en la reconciliación de todos los países hispanos, Bolívar pensaba en congraciarse con las autoridades españolas alistándose en el ejército de Wellington, tan solo en un acceso pasajero de abatimiento
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y de derrumbe íntimo causado por su fracaso en Pue1to Cabello. A bordo de la goleta española con rumbo a Curai;:ao, Bolívar se hallaba en un estado que creía todo perdido, porque había sido den-otado una vez; y por eso había intentado alistarse en el ejército de Wellington abandonando la causa de la independencia. No había alcanzado aún la actitud abnegada y obj etiva de M iranda, que al volver el rostro a Es pafía lo hacía por la paz y el buen sentido, y sin pensar en s í mismo. Bolívar se volvía hacia España pensando en Bolívar, que había fracasado en un campo e intentaba lograr fortuna en e l otro. Lo que Je animaba era su insaciable sed de gloria personal. El 2 de septiembre desembarcaron en Cura<;:ao. "Mala navegación, peor a bordo y detestable recepción -escribe Bolívar a !turbe-. Digo que mi recepción fue detestable porque todavía no había llegado, cuando ya estaba mi equipaje embargado por dos causas muy raras: la primera porque mis efectos y trastes estaban en la misma casa en que estaban Jos de Miranda; y la segunda porque contrajo deudas en Puerto Cabello, que ahora he de pagar yo, porque yo era comandante de la plaza cuando las contrajo". Añade Bolívar que "esta es la exacta verdad". "De esto resulta que yo me hallo sin medio alguno para a limentar mi vida, que ya comienzo a ver con demasiado hastío y hasta con horror" . Esos meses que pasó en el destierro han debid o serle de gran fruto moral. Hasta entonces había sido Simón de Bolívar el niño mimado de la natura leza y de la sociedad. Después de su humillación íntima en Puerto Cabello, y de su convicción íntima de su propia infam ia para con Miranda, estas otras humillaciones externas y visibles del pobre desdeñado en su destierro en Cura9ao harán más penetrante y amargo su examen de concienc ia.
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9. EL MANIFIESTO DE CARTAGENA Bolívar, fue autorizado por Monteverde a trasladarse el 27 de agosto de J 812 a la isla de Curac;:ao, ocupada por Jos ing leses, en Ja goleta española Jesús, María y José junto con José Félix Ribas, Vicente Tejera y Manuel Díaz Casado, donde permaneció un corto período. Después, se trasladó a Cartagena de Indias, en N ueva Granada, donde el proceso independentista se había iniciado e l 20 de ju lio de 1810 y había desembocado en la formac ión de varias juntas supremas que rivalizaban entre sí. En este panorama compuso un manuscrito conocido como el Manifiesto de Cartagena, en el cual hizo un análisis político y militar de las causas que provocaron la caída de Ja Primera República de Venezuela y exhortaba a la N ueva Granada a no comecer los mismos errores que Venezuela para no correr Ja misma suerte. También en este manifiesto proponía fórmulas que ayudaran a rem ediar las divisiones y a promover la unjón de los distintos pueblos de América para lograr el objetivo común, la Independencia. A sí, a poco de llegar, Bolívar solicitó al gobierno de Cartagena le autorice prestar serv ic io en sus tropas y le fue concedido el mando de una guarnición de 70 hombres en la pequeña localidad de Ba1rnncas, con la que empezaría a forjarse su futuro prestigio militar. A l principio, Bolívar estaba subordinado a un aventurero francés llamado Pierre Labatut, pero, en contra de las órdenes de este, decidió tomar la iniciativa realizando una campaña para derrotar a las pa1t idas realistas que se encontraban en las orillas del río Magdalena, a Ja vez que a umentaba el adiestramiento y e l contingente de sus tropas.
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Como resultado de esta campaña, logró li berar varias poblaciones, como Tenerife, El G uama!, E l Banco, Tamalameque y Puerto Real de Ocaña; logró derrotar a diversas guerrillas realistas que operaban en la zona y finalmente ocupó Ocaña. Ante estos logros, el coronel Manuel del Casti llo, Comandante General de Pamplona, solicitó su ayuda para detener a los realistas que amenazaban con entrar desde Venezue la. Para el lo, e l coronel Bolívar tuvo que pedir autorización al gobierno de Cartagena para intervenir en el territorio de Ja nueva república denominada Estados Unidos de Venezuela. Cuando se la dieron, llegó hasta la frontera con Venezue la mediante la Batalla de Cúcuta, acción en la que atacó, e l 28 de febrero de 1813, a las fuerzas españolas y le dio méritos suficientes para que el Congreso y el gobierno le nombraran ciudadano de la Unión y le concedieran el rango de Brigadier, a cargo de la División de Cúcuta. Desde febrero hasta abri l de 1813 tuvo que permanecer en Cúcuta, detenido por trabas legales y por diferencias con Castillo, que empezaba a verle con suspicacia ante sus deseos de avanzar sobre Venezuela. Para entonces, Bolívar disponía de una fuerza eficaz, y rodeado de una bri llante oficialidad neogranadina que estaba dispuesta a seguirlo en una eventual reconquista de Venezuela.
10. LA GUERRA A MUERTE (LA CAMPAÑA ADMIRABLE) Después de recibir autorización y recursos de la Nueva Granada, Bolívar inició una de sus acciones militares más destacadas, la Campaña Admirable.
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Al principio, c uando entró desde Cúcuta en febrero de 181 3, para iniciar su campaña por los A ndes venezolanos, no encontró resistencia, por lo que avanzó hasta Mérida y tomó la ciudad pacíficamente, después de que las autoridades realistas huyeran ante su inminente llegada. Así, en esta entrada triunfal, se le conced ió por primera vez el título de El Libe1iador, por decisión del Cabildo de Mérida. Rápidamente las fu erzas de Bolívar empezaron a contro lar la situación, ganando terreno a un enemigo que huía ante el sorpresivo avance que pilló a los realistas completamente desprevenidos. Finalmente, Bolívar decidió obligar a pe lear a las fuerzas realistas en Los Taguanes, un lugar entre Tucupido y Valencia, donde les derrotó y forzó una capitu lación que se firmó en La Victoria. Tras la capitulación española, Bolívar tuvo entonces el cam ino libre hacia la capital e hizo una entrada triunfal en Caracas, el 6 de agosto de 18 13, donde después de un triunfo militar en Mosquiteros, le nombraron Capitán General y le ratificaron e l título de El Libertador, que, desde entonces, quedó unido a su nombre. El 6 de agosto de 1813, Simón Bolívar, a Jos treinta años y trece días de edad, entró en Caracas tri unfante. Doce hermosas doncell as vestidas de blanco, coronadas de fl ores y adornadas con Jos colores de la república, rodearon su caballo y lo coronaron de fl ores y de laurel. Por calles de casas en ruinas, pero vistosamente decoradas, y reverberantes y entusiastas aclamaciones, Simón Bolívar, bebió hasta la saciedad el v ino capitoso de la GLORIA, tan pe ligroso para su salud fis ica y moral. Mientras vivía aquella hora ino lvidable, quizá dirigiera sus miradas menta les hacia aq uel día, 2 de septiembre de 1812, "hace tan solo quince meses'', en que desembarcara derrotado y fugitivo en C ura9ao; a aquel otro
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día, 2 de julio de 181 2, "hac ia apenas trece meses", en que había fracasado en Puerto Cabello y con la cabeza entre las manos, se creía indigno de mandar a l más ínfimo soldado; quizá hasta aquel día ya distante en que había jurado, sobre el Monte Sacro, libe1tar a su patria del yugo español. Más reciente, más urgente, quizá, pensara en aquella mañana, "hacía apenas unos días", en que, al entrar en Barinas, se había enterado de que también en las provincias orientales luchaban patriotas y libe1tadorcs y había temido que pudieran llegar a Caracas antes que é l, arrebatándole la gloria de que ahora disfrutaba como solo y único Libertador. Pero, acalladas las aclamaciones y terminados los festejos, E l L ibertador tuvo que atender a una situación que no tenía nada de brillante. En el país existían, por lo menos tres, tradiciones en contra: la primera era la manía federafüta, imitación de Los Estados Unidos, que revestía, con honrosa toga política de corte extranjero la tendencia muy nacional a l localismo y a la anarquía; la segunda era la tendenc ia del hombre de garnacha a organizar el gobierno bajo formas republicanas, limitando al militar al campo estrictamente bélico; y la tercera, la tendencia de las c lases a ltas a no obedecer a nadie más que a sí mjsmas, y de las clases bajas a permanecer leales a la Corona de España. Por último, Simón Bo lívar tenía que velar a su peor enemigo, su propio temperamento, díscolo y arbitrario, que a veces bastaba para privar de toda autoridad sus actos y palabras. La equidad obliga a prestar la debida atenc ión a s u j uventud e inexperiencia por una parte y a la dificultad de la situación general por otra. Uno de sus mayores méritos a la sazón - al que no se le suele dar la atenc ión que merece- es el cuidado y la habilidad técnica que parece haber consagrado entonces a la organización y ejercic io de sus fuerzas militares. Esta fue la gran obra de Bolívar
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durante las primeras semanas de su gobierno. Obra de suma dificultad. El país se hallaba desorganizado, mora lmente di vidido y en general hostil. En no pocos lugares, entre ellos San F rancisco de Yare, donde Bo lívar tenía bienes, los negros se alzaron proclamando lealtad a Fernando VII. Bolívar, se concentró en organizar el Estado y dirigir la guerra en lo que parecía ya su etapa final. La actividad administrativa desarrollada por Bolívar adquirió grandes dimensiones y organizó el régimen militar mediante regulaciones, mantuvo e l Consulado y creó un nuevo s istema fisca l, un nuevo mecanismo de ad m inistración de justicia, modificó e l gobierno municipal y ofreció la naciona lidad a cuantos extranj eros quis ieran colaborar con la causa republicana. Igualmente atendió los asuntos económ icos media nte incentivos a la actividad agrari a, las expo1iaciones y la búsqueda de mano de obra calificada.
10.1. JOSÉ TOMÁS BOYES Fue entonces cuando apareció en escena la figura de un cap itán de milic ias españo l llamado José Tomás Boves, fa moso por su valentía, que a principios de 18 14, inició o peraciones militares en La P uerta con tropas autóctonas de la región de Los Llanos venezolanos, autorizadas al saqueo y a l pillaj e. Las fuerzas de Bolívar se fueron debilitando a medida que entraban en combate con Boves y sus llaneros, debido a la falta de recursos materiales y de tropas de relevo para cubri r las baj as sufridas ante un enemigo que se mostraba implacable y que no dudaba en ejecutar a todos los prisioneros, para no tener que mantenerlos.
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Ante el aumento de la violencia del conflicto y Ja falta de medios para combatir a Boves y a sus llaneros, Bolívar decidió retirarse con las fuerzas que le quedaban hac ia el Oriente venezolano el 7 de julio de 1814 y unir fuerzas con Santiago Mariño, en un esfuerzo común para detener a Boves. La retirada estratégica de Bolívar produj o un éxodo masivo desde Caracas hacia Oriente, en el que murieron muchas personas que intentaron seguir en retirada a las fuerzas republicanas por temor a las sanguinarias represalias de Boves y su luga1teniente, Franc isco Tomás Morales. Debido al acoso por parte de las fuerzas de Boves a los refugiados caraqueños, en huida, Bolívar decidió hacerles frente en Aragua de Barcelona, el 17 de agosto de 1814, en un intento de retrasar el avance realista y salvar al mayor número posible de personas desplazadas. Tras ser derrotado, Bolívar logró llegar a Cumaná, t:I 25 de agosto de 1814 y unirse a Mariño. Pero, para entonces Ja Segunda República de Venezuela estaba herida de muerte, Jos realistas consolidaron su dominio por todo el país a lo largo de 1814 y solo el Oriente venezolano, y Ja isla Margarita, permanecieron en manos republicanas. Sin embargo, el bando republicano se encontraba entonces dividido en facciones lideradas por diversos caudillos que dominaban porciones de teJTitorio y rivalizaban entre sí. De esa manera sería muy dificil para Bolívar coordinar acciones por aquellos motivos. Esta situación, unida a Ja conducta del corsario G iovanni Bianchi, que intentaba aprovechar la situación en s u beneficio, desencadenó una serie de acontecimientos que h icieron que Bolívar saliera con Mariño desde Carúpano hacia Cartagena.
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Con Bolívar, había sido derrotada Ja república, pero con Boves, ¿quién triunfaba? D esde luego no el régimen de España. En cuanto subsistía después de la ignominiosa caída al arroyo de Bayona, el régimen de España estaba encarnado en Venezuela.
11. EL CAMINO EN JAMAICA Tras los acontecimientos de Carúpano, Bolívar llegó a Cartagena a finales de 1814 para obtener ayuda de la N ueva Granada, que en esos momentos se encontraba también en una situación dificil, que le impedía desarrollar nuevos proyectos. Estas circunstancias, y el apoyo que le daba el gobierno neogranadino, hicieron que fuera reconocido como jefe por todos los venezolanos que se encontraban en N ueva Granada. El 19 de septiembre de 1814, Bolívar se encuentra con Camilo Torres Tenorio, quien pres ide el Congreso de las Provincias U nidas de la Nueva Granada y admitiendo los argumentos de Bolívar y ante la de1TOta sufrida por el General Antonio Nariño, en la campaña del sw:, en julio de 1814, encarga a Bolívar la conducción de la guerra. El 10 de diciembre, Bolívar toma Santa Fe y obliga así a que Cundinamarca reconozca como autoridad al Congreso de las Provincias Unidas. Ante la impos ibilidad de desarrollar algún proyecto decidió abandonar su cargo en la N ueva Granada y partir hacia Jamaica en el buque La Decouve1te, llegando a la isla el 14 de mayo de 1815; a los pocos meses de estar a llí escribió, con fecha del 6 de septiembre de 181 5, la Carta de Jamaica, documento que tiene múltiples significados por s u forma, contenido y características materiales como texto de reflexión y anális is.
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En dicho documento describe en general la s ituación de América considerándola como un todo wlitario y empieza a exponer el proyecto, ya preconcebido por Francisco de Miranda, de crear una gran confederación americana con el nombre de Colombia como una realidad a alcanzar por las nacientes repúblicas, que sería en adelante la base de su proyecto político. Ante la neutralidad del gobierno británico, que no quería comprometerse a darle un apoyo abierto, y la posibilidad de que los españoles estuvieran intentando asesinarle, Bolívar consideró necesario trasladarse a otro país más seguro donde pudiera organizarse una expedición. Bolívar, residió en Jamaica desde el 14 de mayo hasta el 18 de diciem bre de 1815. Esos s iete meses pusieron a prueba el temple de su alma como nunca, haciéndole padecer la esclavitud de la pobreza. Dado al placer y al lujo, era Bolívar, no obstante, capaz de la vida más austera si así lo exigía la labor; el hombre que había nacido entre seda y terciopelo, oro y perlas, tuvo que comer en Jamaica en la mesa desnuda de las posadas y dormir en hamacas de casas de huéspedes. Pero lo más duro para él era la estrechez del campo de acción, el tiempo que tenía que perder por fa lta de medios para hacerlo fé11il. A tales extremos estaba reducido él, un tiempo, activo aristócrata de la cúspide de la sociedad de Caracas. Pero, Ja fortaleza del ánimo, que tanta miseria sufría, obligaba al respeto. El 4 de diciembre de 1815 escribía a H yslop: En contraste con la luminosidad de previsiones tan exactamente confirmadas luego, acosa la pobreza: "Yo no tengo un duro . No me lisonjea otra esperanza que la que me inspira el favor de usted: sin él la desesperación me forzará a terminar mis días de un modo violento [ ... ]Estoy resuelto a no solicitar la beneficencia de nadie,
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pues es preferible la muerte a una existencia tan poco honrosa". No será ésta la única ocasión en que piense en el suicidio. Días más tarde la queja se agudiza, grita: " He sa lido de la casa donde vivía porque las locuras de la mujer que me servía me habían hecho perder la paciencia. Esta maldita mujer me cobra ahora más de cien pesos de gastos extraordinarios que verdaderamente son injustos; pero como ella es tan maldiciente, tan perversa y ta n habladora, no quiero, no quiero, que m e vaya a ejecutar delante de un juez por tan poco y me exponga por sus insolencias y ultrajes a una violencia con ella". En aquellos precisos momentos Ja má1tir Ca1tagena, al cabo de tres meses y medio de sitio, se rendía al general español Morillo. La crisis personal, dura, íntima, de Bolívar toma ímpetu de drama: Supe que Ja dueña de la posada en que estaba alojado con el general Pedro Briceño Méndez y mis edecanes Rafael A. Pérez y Ramón Chipi a, había tratado mal aun insultado a este liltimo, faltándole así a Ja consideración debida, lo que me hizo no sólo reconvenirla fuertemente, sino que determiné mudar de a loj amiento. Efectivamente, salí con mi negro Andrés con el objeto de buscar otra casa, sin haber paiticipado a nadie mi proyecto; hallé lo que buscaba [¿la casa de Julia Cobier?] y me resolví a do1mir en ella aquella misma noche, encargando a mi negro de llevarme allí una hamaca limpia, mis pistolas y mi espada; el negro cumplió m is órdenes s in hablar con nadie, aunq ue no se lo había encargado, porque era muy reservado y callado. Asegurado mi nuevo alojamiento, tomé un coche y fu i a comer a una casa de campo de un negociante que me había convidado. Eran las doce de la noche cuando me retiré y fui directamente a mi nueva posada. El señor Amestoy, antiguo proveedor de m i ejército, debía salir de K ingston para los Cayos
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al siguiente día en una comisión de que lo había encargado, y vino aque lla misma noche a mi antigua posada para verme y recibir mis últimas instrucciones; no hallándome, aguardó, pensando que llegaría de un momento a otro. Mi edecán Páez se retiró un poco tarde para acostarse, pero quiso antes beber agua y halló la tinaja vacía; entonces despertó a mi negro Piito, y éste tomó dicha tinaja para ir a llenarla; mientras tanto, el sueño se apoderaba de Amestoy, que, como he dicho, me aguardaba, y él se acostó en mi hamaca, que estaba colgada, pues la que Andrés había llevado a mi nuevo aloj amiento la había sacado de los baúles. El negrito Pío o Piito, pues así lo llamábamos, regresó con el agua, vio mi hamaca ocupada, creyó que e l que estaba dentro era yo, se acercó y dio dos puñaladas al infeliz Amestoy, que quedó muerto. Al recibir la primera dio un grito, moribundo, que despe1tó al negro Andrés. Quién a l mismo instante salió para la calle y corrió para mi nuevo alojamiento, que sólo él conocía; me estaba refiriendo lo ocurrido cuando entró Pío, que había seguido a Andrés. La turbación de Pío me hizo entrar en sospechas; le hice dos o tres preguntas y quedé convencido de que é l era el asesino, sin saber todavía quién era la víctima. Tomé al momento una de mis pistolas y dije entonces a Andrés que amrurnse a Pío. Al día siguiente, confesó su crimen y declaró haber sido inducido por un español [fu e e l propio general Morillo] para quitarm e la vida . Aque l neg rito te nía diecinueve a ños; desde la e dad de di e z a on ce estaba conmigo y yo tenía absoluta confianza en é l. Su delito le valió la muerte, que recibió sobre el cadalso. Magdalena Ma lina, en su libro "Simón Bolívar, Su Patología'', comenta : "Y si no hubiese fallado el golpe, ¿qué habría sido de América?"
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Habrá más tarde nuevos intentos de asesinato al Libertador. Pero las almas vigorosas no conceden importancia a la muerte; siguen adelante. La m uerte carece de entidad para todos. E l Libe1tador, gracias a algún préstamo final del comerciante Hyslop, y luego de fracasado un proyecto de viaje a Cartagena, embárcase rumbo a Oriente, hacia la isla vecina de Haití, donde gobierna el general Alejandro P étion, un gallardísimo defensor de todo empeño libertario. La propaganda fue la actividad mayor de Bolívar en Jamaica. E l estilo es nervioso y vivo; los argumentos agudos; las conclusiones claras y orientadas a Ja acción; pero sería absurdo buscar en esta literatura ardiente y parcial lo único que no puede hallarse en ella: la objetividad, el sentido de la verdad, la coherencia. Es pasión manejada con maestría, pero pasión y nada más. El fin que proponen los escritos de Bolívar en ese entonces, es a nte todo, e l reclutar protección y apoyo en Ing laterra para Ja causa de la independencia. Bolívar se daba cuenta más, que otros caudillos sudamericanos, de la humillación que tal actitud le implicaba, y, sin embargo, sobre este terreno resbaladizo, sigue el ejemplo de Miranda y e l de no pocos "patriotas" mexicanos de una generación anterior, pasando a ofrecer a la Gran B retaña territorios de la América hispana a cambio de su ayuda. Bolívar estaba muy a l tanto del aspecto realista de la política internacional, y de los argumentos idealistas sobre la justicia, la libertad, y ha sta la " inocenc ia" de América, pon ía buen cuidado en subrayar las ventajas materiales que para G ran Bretaña tendría la emancipación del N uevo M undo. E l infatigable propagand ista aseg ura a H yslop que " los montes de la Nueva Granada son de oro y plata; un c01to número de mineralo-
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gistas explotarían más minas que las del Perú y Nueva España". Pero, no es seguro que Bolívar se diera cuenta de su incoherencia; y es hasta probable que fuera la primera víctima de su propia propaganda. Quizá ni siquiera llegase a ver que los españoles no podían ser culpables de desear la destrucción del "opulento imperio de México", ni de haber trocado a toda América en "hóffidas soledades y espantosos desie1tos'', puesto que México seguía siendo un opulento imperio y no una hórrida soledad. Bolívar, acababa de declinar la invitación de Ca.vero Hyslop para volver a Caitagena, pero esta vez aceptó al instante. En el primer caso se trataba de entrar de contrabando en una ciudad moribunda; en el segundo, de ir al socorro de la ciudad a la cabeza de una fuerza respetable. Bolívar, entonces, puso rumbo hacia Haití, donde esperaba encontrar mejores apoyos que Jos recibidos en Jamaica.
12. EL CAMINO EN HAITÍ El 19 de diciembre de 1815, Bolívar salió de Jamaica para Haití de una manera que él mismo describió como precipitada y llegó al puerto de Les Cayes el 24 del mismo mes. Cuando Bolívar salió de Jamaica ya tenía resueltos los aspectos fundamentales de la campaña que tenía en mente, que requerían un análisis cuidadoso, ya que implicaban conseguir respaldo político, ayuda financiera y colaboración técnica, naval y militar. El 31 de diciembre de 181 5, llegó a Port-au-Prince. Haití era entonces la única república deJ Nuevo Mundo independiente (de Francia), a más de los EE. UU. El Presidente, General Alexandre Pétion, recibió a Bolívar con gran cordialidad y le causó una excelente impresión. Aquel día fue para la estirpe humana, brutalmente arrancada de su tierra africana para trabajar en la esclavitud
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del N uevo Mundo un día de victoria y, si no de venganza, por lo menos de desquite. Aquel visitante blanco, que Pétion recibía con sonrisa afable, era Simón Bolívar, descendiente directo de aq uel otro Simón de Bo lívar, criado en la mis ma is la dos siglos antes, que, instalado en Caracas más tarde, había ido a ped ir a Felipe II el permiso de in1portar anualmente a Venezuela varias toneladas de esclavos negros. Pétion, subord inó su apoyo a la concesión de la libe11ad para s us hermanos esclavos. El 8 de febrero de 1816, Bo lívar le escribía que estaba "abrumado por el peso de sus favores"; y añadía: " Sois en todo magn ánimo e indulgente. N uestros asuntos están casi resueltos, y s in duda dentro de una quincena de días estaremos en disposición de partir. Ya no espero más que vuestros últimos favores; y si me es posible iré yo mismo a expresaros mis reconocimientos". Allí, con la ayuda encubierta del gobierno haitiano y de l experimentado Almira nte Luis Brión, Bolívar logró organizar una expedición marítima conocida como la Expedición de los Cayos, que salió el 23 de marzo de 1816, cop rumbo a la isla de Margarita, desde donde e mpezaría de nuevo sus operaciones militares. La expedición, con más de mil hombres, retrasó su partida seis días porque Bo lívar esperaba a que se le uniese su amante, Josefina M achado, que venía de la isla danesa de Sa int T homas. Como Brión presionó para continuar, partieron los barcos. A l llegar al sur de la Hispani ola, un barco mensaj ero alcanzó el navío de Bolívar y comunicó que Machado y s u fami lia habían llegado a Les Cayes, por lo que Bol ívar le pidió a Brión que se detuvi esen de nuevo y enviase una fragata a recogerlas. Los ofic iales británicos y a lemanes protestaron y amenazaron con abandonar la expedición,
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que era tomada tan a la ligera, pero Brión los convenc ió de que continuasen. El 1O de abril de 1816, se hizo a la vela de Los Cayos la expedición que se proponía libertar a Venezuela. Había sido organizada en lo financiero por el Estado haitiano y por el mulato de Curac;ao, Luis Brion. Al amanecer del 16 de abril de 1816, la fl ota de 14 barcos se hallaba frente a Pue1to Cabello; a las siete había vuelto ya hacia Ocumare, donde la tropa desembarcó a medio día, y avanzó tierra adentro. Sin casi resistencia, siguió camino y tomó a Maracay, después de una escaramuza con un destacamento de caballería español. Parece que este mismo éxito tuvo efectos contraproducentes para los patriotas, pues su armada ~toda ella compuesta de corsarios extranjeros-, dando por seguro que los opulentos caraqueños se asustarían y huirían hacia Cura9ao, decidieron descargar los parques de cualquier manera sobre la playa y apresurarse a ir a bloquear la Guaira al olor del botín.
13. CAMJNO A LA GRAN COLOMBIA Después del fracaso de la Segunda República de Venezuela y su corta permanencia en Nueva Granada como comandante militar, Bolívar se vio obligado a reflexionar sobre la causa de los fracasos previos, la situación internacional y Ja forma de lograr la independencia de forma duradera. Sus reflexiones le llevaron a la conclusión de que para a lcanzar la independencia definitiva se debía derrotar totalmente a los españoles, para impedir que realizaran acciones de reconquista, pero esto no sería s ufi ciente, los esfuerzos descoordinados y dispersos
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de los caudillos regionales a lo largo de América debían ser unificados bajo un mandato único, y como garantía de una independencia permanente se debía crear una república grande y fuerte para poder desafiar las pretensiones de cualquier potencia imperial. La idea de crear una nación semejante hizo que Bolívar tuviera un objetivo político mucho más amplio y esto en definitiva le mov ió a actuar de una manera diferente a las anteriores. Ya en la isla de Jamaica, Bolívar había expuesto la idea de conformar a Colombia como un país que debía hacerse realidad . Concluyó que para convertir la idea de Co lom bi a en una nac ión viable y creíble hacía falta crear un gobierno centralizado y capaz de coordinar las acciones necesarias para resguardar las fronteras y aglutinar a los distintos pueblos de la América Hispana como garantía de Ja independencia. Aunque el proyecto de Colombia como nación lo idealizó en realidad Francisco de Miranda, durante sus acciones precursoras, fue Bolívar quien tuvo e l mérito de rescatar este proyecto de l baúl de Jos recuerdos de sus primeros contactos con e l precursor en Londres y de llevarlo a cabo contra viento y marea hasta su mue11e. Para garantizar la libertad de aquella Colombia , Bolívar consideraba vital conseguir cuanto antes el control sobre Venez uela, para imped ir que los españoles la utilizaran como puesto de avanzada en tierra firme para sus campañas de reconquista, por lo que decidió empre nder esta tarea como algo prioritario. Así, desembarcó en la isla de Margarita, a mediados de 1816, decidido a lograr desde el principio el reconocimiento de su liderazgo y
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después de obtener un éxito inic ial con e l líder local Juan Bautista Arismend i, preparó la campaña para liberar al continente. El 16 de j ulio de 18 16, Bolívar desembarcó en Ocumare de la Costa y emitió una proclama en la que cambiaba s u decreto a mue1te. En la misma declaraba que los "españoles europeos" no serían matados salvo que estuvieran combatiendo. A llí declaraba que su armada iba a liberar a toda Venezuela. Contaba con 650 soldados, de los que 300 jamás habían estado en combate. Bo lívar, consiguió alistar a unos doscientos negros, pero la mayoría de la población hu yó. Entonces, procedió a marchar en dirección a Valencia, con el fin de establecer desde allí una conexión con los combatientes que se hallaban en los Llanos. Las fuerzas bajo Mor ales se dirig ieron a Valenc ia y de a llí hacia los cerros que llevaban a Ocumare. Después de una coita escaramuza, huyó Bolívar hacia Ocumare y de allí a Bonaire. Al llegar Brión a Bonaire, le recriminó a Bolívar 4ut: hubiera abandonado Ocumare dt: esa manera y lt: ordenó ir a C umaná. Brión, partió a Margarita para reparar varios barcos y Bolívar desembarcó de nuevo en Cumaná. A llí, Santiago Mariño y Manuel Piar le recrim inaron igualmente la huida de Ocumare y lo amenazaron con llevarlo a una Corte Marcial y fu silarlo. De acuerdo con Ducoudray Holstein, Bolívar se convirtió en acérrimo enem igo de Piar, desde aquel entonces. Con el fin de ev itar más encuentros problemáticos con oficiales revolucionarios, decidió part ir de nuevo hacia Haití. A med ida que pasaba el tiempo, Bo lívar tuvo que lidiar con personaj es que habían ganado s u generalato a través de la acción, pero que por el tipo de guerra que se hacía en ese momento acabaron aceptando la Jefatura Suprema de Bolívar, como un mal necesario para poder derro tar a los españoles, has ta que, a la la rga, su liderazgo fue indi scutido .
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A partir de 18 17 se desarrolló un conflicto de poder entre Manuel Piar, que había liderado la conquista de G uayana, y S imón Bo lívar. Piar había derrotado a Morales en El Juncal a fi nales de l 8 16 y había tomado A ngostura en abril de 1817. Simón Bo lívar, realizó un consejo de guerra e l 24 de julio de l 817 para que se reconociese su liderazgo. Bo lívar escribió un pronunciamiento contra Piar en agosto. Sedefio fu e mandado a aprehenderlo. Acusado de querer eliminar a Bo lívar y establecer una pardocracia, Piar fue fusilado el 16 de octubre de 18 17. Con ello, Bolívar quedó como j efe de las fuerzas independentistas en Venezuela. La consolidación del liderazgo supremo fac ilitó e l control del oriente venezo lano y la in stalación de Bolívar en A ngostura (hoy Ciudad Bolívar), que trajo con sigo e l inevitable y largo enfrentamiento con las fu erz as expedi cionarias de l genera l español Pablo M orillo y la organización de los m ecanismos elementales para que el gobierno pudiese fu ncionar. En aque l momento, el ejército español ya se encontraba muy desgastado, después de la larga campaña de reconqui sta realizada a lo largo de A mérica, y aunque el general M orillo era un comandante militar muy capaz, que intentó por todos los medios paliar la situación, no pudo evitar que sus tropas iniciaran un lento pero inevitable dec li ve debido a la falta de recursos y de refuerzos para cubrir las bajas que sufrían. Ya en 18 18, la situación de l ~j ército español en Venezuela se hizo insostenible y Morillo se vio obligado a retirar algunas de sus fuerzas de la Nueva Granada, para intentar contener a Bolívar. Para entonces la situación política y militar era bastante buena como para pensar en la organización de un Estado, y así fue como se instaló, el año 181 9, el Supremo Congreso de la República en Angostura.
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14. LOS CAMINOS PARA LA LIBERACIÓN DE LA NUEVA GRANADA A partir del año 18 18 la situación se decantó definitivamente a favor de los patriotas y desde entonces prácticamente su avance por el continente se hizo imparable, lo que pennitió que Bolívar, desde Venezuela, y Francisco de Paula Santander, desde N ueva Granada, empezarnn a coordinar acciones conjuntas desde sus áreas de infl uencia que fomentaran Ja unidad militar. Para entonces existía en Nueva Granada un impo11ante foco de resistencia revolucionaria contra las tropas de Morillo, en los llanos de Casanare, zona contigua a Jos llanos de Apure y del Arauca, donde algunos de los revolucionarios neogranadinos, más comprometidos, se habían retirado para resistir Ja violencia de la contrarrevolución del comandante militar Sámano, como baluarte patriota al mando de Santander, a quien Bolívar ascendió al grado de Brigadier y lo nombró Comandante Mil itar de la División de Vanguardia. Ambos habían elaborado un plan en el que Santander debía preparar la provincia de Casanare, unificar a los guerrilleros del sur y dar informes a Bolívar sobre las tropas españolas para iniciar la invasión de la Nueva Granada. Junto con los preparativos militares también se realizaban acciones políticas imp01tantes. El 2 1 de enero de 1819 llegaron a Angostura dos buques británicos, el Perseverance y el Ta11are, con un cuerpo de voluntarios, que fue conocido como la Legión Británica, para apoyar a Bolívar, y el 15 de febrero de 181 9, e l Libe11ador reunió el Congreso de Angostura, acontecimiento en el que pronunc ió una de sus mejores composiciones políticas, el Discurso
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de A ngostura, en el que hacía un aná lisis crítico de la situación, exponía e l ru mbo a seguir para fundar la república y anunciaba la Ley Funda mental de la República de La Gran Colombia (que sería ratifi cada en el Congreso de Cúcuta corno la Constitución de Cúc uta, en 1821 ). Mientras tanto, Bolívar seguía preparando la invasión militar de Nueva G ranada, tratando de mantener los deta ll es de la campaña en secreto, por lo q ue su duración, características, fec ha de inicio y a lcance eran datos desconocidos, lo cua l contribuía a aumentar el factor sorpresa y la irnprevisibilidad del ataque. Morillo estaba a l corriente de la llegada de la Legión Británica a Angostu ra baj o e l mando de James Rooke e intuyó que el siguiente paso lógico de Bolívar sería unir fuerzas con José Antonio Páez, destacado líder rebelde de Los Llanos, por lo que, tras analizar la situación, decidió atacar el princ ipal reducto rebe lde neogranadino, en Casanare, con tropas a l mando del coronel José María Barreiro, que fu eron hostigadas constantemente por las tropas del general Santa nder mediante tácticas de guerrilla que fueron desgastando a las fuerzas de la Tercera División española. La llegada de la época de lluvias hizo Jos caminos intransitables y las operaciones militares más difíciles, por lo que los españoles decid ieron replegarse ante la lógica de que e l enemigo haría lo mismo. Sin embargo, el desarrollo de los acontecim ientos hacía presentir lo peor a l general Morillo, ya que su ejército expedicionario, exhausto y sin recibir refuerzos desde hacía m ucho tiempo, estaba combatiendo contra fuerzas militares eficaces de las que se desconocía s u capacidad real.
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Es entonces cuando Bolívar realizó una de sus hazañas militares más destacadas, el Paso de los Andes, que realizó en una estación poco propicia y que se consideraba imposible con los medios de la época. El dificil avance de las tropas patriotas se produjo a través del páramo de Pisba, hasta dar alcance a los realistas, el 25 de julio de 1819, en la Batalla de l Pantano de Vargas, en la cual la tropa realista finalmente huyó, situación que permitió a los patriotas llegar a la ciudad de Tunja, e l día 4 de agosto. Allí se reunió con las tropas patriotas que estaban bajo el mando de Santander en la población de Tame (actualmente ubicada en el departamento de Arauca), en donde comienza la campaña libertadora de la Nueva Granada. El ataque de Bolívar logró sorprender a los españoles que, ante el desastre, intentaron tomar medidas. Barreiro todavía pensaba que podía controlar la situación pero el estado de sus tropas le obligaba a estar a la defensiva, por lo que decidió replegarse hacia la c iudad de Bogotá donde las condiciones le serían mucho más favorables. El enfrentamiento decisivo con los realistas se produjo en la Batalla de Boyacá el 7 de agosto de J 819, por medio de la cual se pretendía detener el avance de las tropas leales comandadas por Baneiro hacia la ciudad de Bogotá, y que devino en una gran victoria para Bolívar y el ejército revolucionario. Cuando e l virrey Sámano, quien conocía como los dem ás realistas el Decreto de Guerra a Muerte, se enteró de la derrota, huyó inmediatamente de Bogotá y de esta forma, el ejército libertador entró triw1fante en la capital, el día 1Ode agosto.
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15. CONGRESO DE CÚCUTA
El resultado de este Congreso fu e el nacimiento oficia l de la República de Colombia, conocida como La Gran Co lombia, mediante la promulgación de la Ley Fundamental de Colombia y cuya extensión abarcó en ese momento los territorios de la Nueva Granada y Venezuela, que se dividieron políticamente en tres departamentos: Cundinamarca (Bogotá), Venezuela (Caracas) y Quito (Quito). También el Congreso proclamó, en diciembre de 1821, a Bolívar Presidente de la República y a Francisco de Paula Santander como Vicepresidente, de forma que, "las Repúblicas de Venezuela y la N ueva Granada quedan, desde este día, reunidas en una sola bajo el título glorioso de República de Colombia". 16. CAMPAÑAS FINALES
Durante los años siguientes, la opos ición realista fue completamente eliminada. El 24 de junio de 182 J, en la Batalla de Carabobo, campo cercano a la ciudad de Valencia, se obtuvo una victoria decisiva sobre el ejército español, que fue completada con la batalla naval del Lago de Maracaibo, el 24 de julio de 1823 y se liberó definitivamente a Venezuela. Durante su permanencia en Bogotá, se dieron otros procesos libertarios como el de Guayaquil, el 9 de octubre de 1820, que se llevó a cabo sin la participación de Bolívar, lo cual incidió para que posteriormente El Libertador optara por ocupar aquella provincia, que se había declarado independ iente bajo la presidencia de José Joaquín de Olmedo. Dos años después, Simón Bolívar Jlegó a Guayaquil con su ejército, destituyó a la Junta de Gobierno y la 111
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anexó a La Gran Colombia. Des pués de la victoria de Antonio José de Sucre sobre las fuerzas españolas, en Ja Batalla de Pichincha, el 24 de mayo de 1822, el nmte de Sudamérica fue liberado. Con esa gran victoria, Bolívar se preparó para marchar con su ejército y cruzar Los Andes y liberar definitivamente al Perú, que ya había declarado su independencia el 28 de julio de 1821, Juego del desembarco del general José de San Maitín en Paracas y la toma de Lima, el 12 de ju lio. En junio de J822, después de la Batalla de Pichincha, Bolívar hizo su entrada triunfal a Quito, comenzaron sus amores con Manuela Sáenz y "estaba ya en Ja primera fase de la tuberculosis" . El 26 de julio de 1822, Bolívar tuvo una conferencia con San Martín en Guayaquil para discutir la estrategia de la liberación del resto de Perú . Nadie sabe qué ocurrió en la secreta reunión entre los dos héroes sudamericanos, pero San M artín volvió a Argentina, mientras Bolívar se preparó para la lucha contra los últimos reductos españoles en Sudamérica, en la sierra y en e l Alto Perú. Nuevamente regresó a Quito, en el año nuevo de 1.823, venía de Pasto. Llegó muy cansado, completamente agotado y su médico personal, el Dr. Charles Moore, de Ja Legión Británica, Je propuso el descanso como e l mejor remedio posible. En 1823, Bolívar fue autorizado por e l Congreso de La Gran Colombia para tomar el mando y en septiembre llegó a Lima, cuyo gobierno le pedía que di rigiera la guerra y se reunió con Sucre para planificar el ataque. El Congreso peruano lo nombró dictador el 1O de febrero de 1824, y a paitir de entonces logró controlar las
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intrigas de la nueva república. El 6 de agosto de 1824, Bolívar y Sucre, juntos, derrotaron al ejército español en Ja Batalla de J unín. A raíz de esta victoria, el poeta guayaquileño José Joaquín de Olmedo Je escribió el poema épico "Victoria de Junín. Canto a Bolívar", verdadera obra maestra de la poesía de las nac ientes naciones suramericanas y de Ja gran patria ecuatoriana, y en ella, no solo se describe la batalla, sino que también Olme do pone en boca de Huayna Cápac los destinos de Ja América Libre del yugo español. El 9 de diciembre de 1824, Sucre destrozó el último baluarte del ejército español en la Batalla de Ayacucho, acabando con el domini o español en Sudamérica.
17. CAMINO COMO GOBERNANTE DEL PERÚ Bolívar, desembarcó en el puerto del Callao el 1° de septiembre de 1823, en el bergantín Chimborazo, luego de que una comitiva del Congreso de la República del Perú, encabezada por José Faustino Sánchez Carrión, le enviara una invitación mientras estaba en Guayaquil, provincia cuya anexión a La Gran Colombia dispuso en julio de 1822. A dicho recibimiento asistió el presidente José Bernardo de Tagle, marqués de Torre Tagle, y su gabinete ministerial en pleno. Al día s iguiente de su llegada, el Congreso lo nombra " Suprema Autoridad" y poco después le encarga la dirección de la lucha contra el ej érc ito realista, disponiendo que al mismo Torre Tagle le rinda cuentas de sus acciones. La primera acción de Bolívar fue e liminar las fuerzas de José de la Riva Agüero, quien fuera presidente del Perú antes que Torre Tagle y se oponía a la llegada del Libertador, en Trujillo. Riva
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Agüero fue apresado en noviembre de ese año, pero logró escapar y se fue a Inglaterra. M ientras tanto, el primer Congreso Constituyente, que estaba próx.imo a proclamar Ja primera Constitución Política del Perú, emite una resolución señalando que entrarán en suspenso las disposici ones de esa Carta Magna, que sean contrarias a las disposiciones y deseos de Simón Bolívar. La Constitución fue jurada el l J de noviembre de ese afio, pero nunca entró en vigencia. 18. CAMINO EN PATIVILCA En enero de 1824 decidió viajar al norte, al puerto de Truj illo a donde llegó la flota con el ejército colombiano. Según unos, al tomar el camino de la costa, por los ardientes arenales y el clima malsano, se afectó profundamente su organismo y se vio forzado a detenerse en la pequefia población de Pativilca. Según otros, viajaba por barL:o y tosió, escupió sangrt!, vomitó durante varios tlía.s y estuvo tendido con los escalofríos de la fiebre. Temiendo por su vida, el capitán del barco lo desembarcó en Pativilca, pequeño puerto situado a unas 30 leguas al norte de Lima. Estuvo postrado durante ocho días con fiebre violenta, delirando, tenía tos, vómitos, escalofríos, cólicos, s udores fríos. Todos temían por su vida. Así dw·ó ocho días, del l al 8 de enero, y comenzó a recuperarse lentamente. El diagnóstico de los médicos fue vago, dijeron que tuvo "tabardillo", pero es posible que fuera una recrudescencia de tuberculosis o por la diseminación de nuevas lesiones o reactivación de las antiguas. Los del irios eran frecuentes y Jos médicos lanzaron la hipótesis de una "fiebre cerebral". Es evidente que se trató de una crisis de la insuficiencia adrenal y posible compromiso meníngeo por la tuberculosis.
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Su amigo don Joaquín Mosquera, quien regresaba de Chile, salió de Lima: "seguí por tierra a Pativilca y encontré al Libe1tador ya sin riesgo de muerte del "tabardillo'', que había hecho crisis, pero tan flaco y extenuado que me causó su aspecto muy acerba pena. Estaba sentado en una pobre s illa de vaqueta, recostado contra la pared de un pequeño huerto, atada la cabeza con un pañuelo blanco y sus pantalones de güin que me dejaban ver s us dos rodillas puntiagudas, sus piernas descarnadas, su voz hueca y débil y su semblante cadavérico". "Le pregunté: ¿y qué piensa hacer usted ahora? Entonces avivando sus ojos huecos con tono decidido me contestó: TRIUNFAR". Se recuperó lentamente y siguió su viaje al puerto de Trujillo. El general Córdoba, que venía de Guayaquil a Trujillo con el ej érc ito colombiano, al encontrarlo relató: "parecía mucho más viejo de los 41 con que en realidad contaba, rasurado el bigote, con profund as ojeras, escapado milagrosamente de la muerte, s u estado general era el de una persona sumamente débil". Se recuperó completamente y fue capaz de dirigir la organización del ejército, ascender la cordillera y llegar a la s ierra con a lturas de 3.000 y m ás metros sobre el nive l de l mar, s in desfallecer ni enfermar del "soroche", pasar el cerro de Paseo (4.331 metros) y en las llanuras de Junín dirigir la batalla que derrotó a los ejércitos españoles en agosto 6 y 7 de 1824. Luego, se dirigió a Lima y en diciembre de ese año, después de la Batalla de Ayacucho (diciembre 9), cuando e \ ej ército colombiano, com andado por el general Sucre (honrado luego con el título de Mariscal de Ayacucho), derrotó al ej ército español en la batalla definitiva por la liberación del Perú, fue capaz de volver a la sierra, ir al Cuzco y luego al Alto Perú, en donde fundaría la república que lleva su nombre.
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E l ej ército realista tenía el control de Ja sierra central y el del sur del país (actuales depaitamentos de Junín, Ayacucho, Cuzco y Arequipa). Por su parte, luego de la derrota de Riva Agüero, las fuerzas del ejército unificado tenían posesión de la costa central y norte, y de la sierra n01te (actuales departamentos de Piura, La L ibettad, Ancash, Lima y Caj amarca). Ante ello, siendo factib le la posibilidad de que Lima fuera invadida por fuerzas realistas (como en efecto lo fue tras el motín del Callao), Bolívar decidió mudar s u cuartel general al pueblo de Pativilca, 200 kilómetros al nOJte de Lima. Bolívar, instruye a Torre Tagle que se acerque a los mandos españoles acantonados en Jauja para lograr una negociación, con la finalidad de ganar tiempo pai·a aumentar su ejército y ser capaz de vencer al realista (que en el manifiesto tras la batalla de Junín, Bolívar se jactaba de derrotar tras 14 años de triunfos contra los independentistas). Torre Tagle cumple ese encargo pero, paralelamente, es acusado por Bolívar de negociar con el virrey La Serna la expulsión de l Libe1tador y obtener así la plenitud de su mandato.
19. CAMINO HACIA EL OCASO Bolívar comenzaba a darse cuenta del paso de los años y del esfuerzo que había tenido que hacer para sopo1tar su tensión. El 29 de septiembre de 1822 escribe a Santander que lleva días en cama con dolores de cabeza, catarros y forúnculos; y el 27 de octubre le pide que le prepare la qu inta de las cercanías a Bogotá, pero para la vida sencilla de un hombre enfermo. "Llegaré muy estropeado porque es muy lejos, y porque ya estoy bastante estropeado con los cuidados que no me dejan donnir y con las penas fisicas después de estai· ya viej o y muy falto de robustez". Lo que por enton ces m ás le preocupaba era la situación de
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Venezue la, que se le iba de las manos cuando todavía no tenía bien aseguradas sus conquistas del sur, ni desde luego resuelto el problema del Perú. Se declaraba dispuesto a ir al norte, por Panamá, con 2.000 veteranos, si para entonces Soublette y Páez no habían derrotado a Morales, pero no desde luego hasta que se hubiera resue lto el problema peruano. No temía solo una victoria españo la en el s ur, sino la inestabilidad de la opinión pública. La guerra era un desastre. "Por la adjunta Memoria verá usted -le decía a Santander desde Cuenca- lo que fue e l Re ino de Quito antes de los sacrificios y de las desolac iones de esta campaña. Para que Venezuela se aiTUinara se han necesitado doce años y Quito se ha arruinado en cuatro días". Desde Guayaquil escribía a Santander sobre el batallón de Albión, disgustado porque no le pagaban: "Yo le mandaba al Perú, y me dijeron que no querían ir, pero confidencialmente: aquí no conviene porque este es un país poco seguro y su guarnición debe ser muy adicta a nosotros". No se sentía pues seguro ni del terreno que pisaba. A Santander le escribía desde Cuenca: "Antes que acabe esta carta debo añadir a Ud . para su conocimiento que nos hemos encontrado e l chasco más grande que se puede imag inar con respecto a las rentas ele este país, pues la constituc ión española ya había abolido los tributos, y Sucre había abolido las alcabalas, los tributos y e l estanco de aguardiente. Yo mandé que todo continuai·a como antes de la constitución española, porque era el único modo de cobrar algo en efectivo". Bien se explica que dijera desde Guayaquil : "Ud., crea, amigo, que está sumiso porque yo estoy aquí con 2.000 hombres de la Guardia, y que estos 2 .000 hombres no bastarían si yo me fuese antes de dejar bien establecido el sistema". El tono pretoriano no puede ser más claro . E l 29 de julio había descrito la s ituación de Guayaquil en carta a Santander que revela su desprecio por las form as de la opinión pública: " Hoy están tratando los de la Junta Electoral de
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esta provincia sobre su agregación a Colombia: creo que se hará, pero pretendiendo muchas gracias y privi legios. Yo, encargado del Poder Ejecuti vo en esta parte, me encargaré de la provincia, dej ando a l Soberano Congreso libre su soberana voluntad, para que salga del paso con su soberano poder". La Junta se puso a d iscutir el asunto, tardando más de lo que el ritm o de Bolívar lo permitía; y el 31 de julio, cuenta O ' Leary, "El Libe1tador hizo saber su deseo de que terminase la discus ión, cuyo único objeto era declarar la incorporación de la provincia al territorio de Colombia". Los 2.000 arg umentos de uniforme con que contaba Bolívar decidieron al instante a la Junta y el acuerdo quedó aprobado sin más. A lgunos disidentes y oficiales de G uayaquil se desterraron . A l margen de esas intrigas, el 5 de febrero de 1824, las tropas bolivarianas de las fortalezas del Callao, pertenecientes a la expedic ió n libertadora, acaudilladas al m ando de un sargento de apellido Moyano, se levantan en m otín en e l Callao, arg umentando fa lta de pago a los so ldados. Esa sublevación liberó a los presos españoles que estaban recluidos en la Fo1ta leza del Real Felipe y les entregó las instalaciones y las defensas de l pue1to. Las fuerzas reali stas ocuparon Lima el 29 de febrero, para más tarde replegar su fuerza principal a la sierra central y sostener una guarnición en el Callao, c uyas defensas quedaron baj o e l mando del militar espai'í ol José Ram ón Rodil, en las que se refug iaron varias facciones patriotas, inclus ive el mismo Torre Tagle, que se quedaría en la Fo1taleza del Real Felipe, donde m urió al año s iguiente. Ante la fa lta de respuesta del presidente Torre Tagle, el Congreso Jo depone e l 10 de febrero y entrega a Bolívar todo el poder político y mi litar. Acto seguido, el Congreso se auto-inmola y entra en receso hasta que El L ibertador lo convoque. Bolívar se convirt ió en la ún ica y máxima autoridad en e l Perú, nombrando como
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único Ministro General a José Faustino Sánchez Carrión. Bolívar, nombrado Jefe Supremo, volvió a Pativilca y ordenó e l repliegue generalizado del ejército unido a Trujillo y Huamachuco. Bolívar, comenzó el año 1824 con mala salud. No sabía reservarse. Además de su constante actividad como caudillo de una revolución continental, consumía su desmedrado cuerpo en los placeres, sobre todo en su amor inmoderado por las mujeres. Eran las limeñas famosas en toda América por su belleza y encanto. Amaban a Bolívar y é l se dejaba querer. "Lima -le escribía a Santander apenas llegado- es una ciudad agradable y que fue rica; ( ... ) Las damas son muy agradables y buenas mozas. Hoy tenemos un baile en que las veré a todas" . Más tarde volvía sobre e l tema: " Yo cada día más contento en Lima ( . .. ) los hombres me estiman y las damas me quieren: esto es muy agradable; tienen muchos placeres para el que puede pagarlos( ... ) yo estoy encantado ; por supuesto que no me falta nada. La mesa es excelente, el teatro regular, muy adornado de lindos ojos y de un porte hechicero; coches, caballos, paseos, toros, Te De ums, nada falta; sino plata para el que no la tiene, que a mí me sobra con mis ahorros pasados". El 13 de octubre de 1823 llegó a Lima Manuelita Sáenz, Jo que no mejoraría en nada la salud de Bolívar, ya que, en punto a la sensualidad, se juntaban el hambre con las ganas de comer. Pero continuó su v ida febril de César universalmente admirado. Tuvo por entonces la satisfacción de salvar con s u prestigio de las garras del Dr. Francia, dictador del Paraguay, a s u amigo Bonpland, compafíero de Humboldt, y de ofrecer a Madame Bonpland y su familia " un destierro honroso en Co lombia". Al regresar de Trujillo, donde había ido a resolver un conflicto de autoridad con Guise, Bolívar cayó gravemente enfermo en
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Pati vilca. Él mismo describe su enfermedad en ca1ta a Santander: " Una complicación de irritac ión interna y de reumatismo, de calentura y de un poco de mal de orina, de vómitos y dolor cólico"; todo lo c ual lo atribuía a una larga marcha. Más probable es que le viniera de la vida que llevaba en Lima, como él mismo lo revela al escribir: "Si me voy a convalecer a Lima, los negocios y las tramoyas me vo lverán a enfermar" . "Ya no puedo hacer un esfuerzo sin padecer infin ito", le escribe a Santander; pero la fecha misma de esa caita, 7 de enero ; es dec ir, a los seis días de haber caído enfermo, prueba su asom brosa energía. Afiade, estas dos frases significativas: "Estoy muy acabado y muy viejo, y en medio de una tormenta como esta represento la senectud"; y "además me suelen dar, de cuando en cuando, unos ataq ues de demencia aun cuando estoy bueno, que pierdo enteramente la razón, sin sufrir e l más pequeño ataque de enfermedad n i de do lor" . La primera de estas frases subraya la actitud de envejecim iento y desilusión que había w menzado a in vadirle el ánimo muy pronto y casi predominante en é l desde el año anterior. El espectáculo de San M a1tín retirándose a la vida privada parece haberle fascinado como en ciertas circ unstancias fascina el suicidio. Muy revelador es que en esta página, que el m ismo llama su " íntima con fesión", le venga a Jos puntos de la pluma la palabra demencia con la que había descrito los súbitos ataques en que parecía perder la razón. Toda la erut a parece escrita en una especie de crepúsculo mental que confirma las tensiones de su a lma torturada, demasiado fu ertes para resistirlas sin algún desequilibrio. En cuanto a las circunstancias hacían bajar la presión de la fuerza dominante de su vida, la sed de poderío, estas tensiones internas desintegraban su unidad llevándole al borde de la locura. Pero, quizá sea posible dar un paso más en este análisis. Aunque ambic ioso y bastante fue1te para sobreponerse a cualquier obstáculo
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exterior contra su ambición, Bolívar comenzaba a percatarse de que no le sería dado alcanzar la cumbre del poder porque a ello se oponía su propio carácter y la enfermedad que le consumía. Tres rasgos de su fisonom ía moral le incitaba n a distraerse de l sendero de su ascensión: le abun-ía e l ejerc ic io cotid iano del poder, amaba los placeres, y, sobre todo, era demasiado inte ligente. No ha menester volver sobre su desgana para con la administración; bastará apuntar que siempre que podía, se alejaba de las capital es o fi c ia les de s u m a nd o, co nfiand o e l poder di a rio a s us lugarten ientes. Sobre su afición a los placeres se han escrito tomos e nteros: adoraba a las muj eres, los banque tes y los ba iles. En cuanto a Ja excelenc ia de su intelecto, ¿qué más monumento que sus cartas? Otro espíritu menos agudo se hu biera contentado con usar la mano que manejaba las palancas del poder; el de Bolívar no hace más que distraerse del estrecho sendero de la acción para m irar la derecha e izquierda, comparar, predecir, gozar de las ideas con aquel gusto q ue aportaba a toda la vida. Así pues, estos tres rasgos de s u carácter obligan a la misma conc lusión: no a lcanzaría ad augusta porque no se limitaba a per angusta. Cuando Joaquín Mosquera, su enviado ambulante en e l s ur, regresó para informarle de l viaj e, ha ll ó a l pobre Bo lívar convaleciente en la modesta casa enjalbegada de Pativilca: "Flaco y extenuado, hálle le sentado en una silleta de vaqueta, recostado contra la pared de un pequeño huerto, atada la cabeza con un pañuelo blanco y sus pantalones de güin que me dejaban ver sus dos rodi llas puntiagudas, s us piernas descarnadas, su voz hueca y débi l, s u semblante cadavérico". Tal era la morada de un espíritu indomable. Nadie hu biera pod ido adivinarlo al leer las cartas que por entonces salían de aquella casa sobre la catTetera po lvorienta de Pativilca durante aq uellos días febriles. Sus oj os negros y fogosos lo seguían todo con intensa atenc ión. A Heres, encargado del
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armisticio fing ido con los españoles, le escri be: "Cuando vuelva Berindoaga o que escriba. haga Ud. el mayor esfuerzo por saberlo todo, desde la primera palabra hasta la última, desde las miradas más sencillas hasta Jos actos más explícitos. Copie Ud., escriba Ud., pregunte Ud., hasta a los criados que hayan ido con Berindoaga de mi pan e, qué han oído, sab ido o visto. A Berindoaga que me escriba una ca11a particular, con todo, todo, todo, sin dejar Ud. de hacer lo mismo. El ayudante que haya ido con Berindoaga, que venga a verme, para que me refi era algunas menudencias que puedan ilustrarme. Desde luego, examine Ud. qué impresión hace en el público, y sobre todo en los miembros del gobierno, el resultado de esa misión. Sorprenda Ud. in fraganti el secreto de sus corazones por un pronto y diestro examen. obre todo pregunte Ud . qué dicen los godos de m í y de los colombianos". Así escribía a Heres; y a Sucre una carta larga, llena de vivacidad y de lucidez, de ideas cente llantes y de frases felices y otra resumiéndole las noticias recibidas de Berindoaga. Con su agudeza usua l, se niega a dar créd ito alguno a la opinión de Berindoaga, que los españoles no se proponen atacar hacia el no11e; antes al contrario, Bolívar opina que "serían unos necios si lo ejecutaran ahora" . E ra precisamente e l p lan español, y e l hecho de que Berindoaga dijera Jo contrario a Bo lívar, aun como opinión personal, ha de contarse como fuerte indicación de que se había pasado a la causa española. Vino luego Ja pérdida del Callao, que impresionó hondamente a Bolívar, pro vocando una reacción de energía y de lucidez, así como de esa tendencia a imperar por el terror que vivió en él toda la vida. Su larga cru1a a Santander, del 1O de febrero de 1823, es de un hondo, inteligente, pero enérgico pesimismo : "Amigo, este mundo se está desmoronando .... Todo está perd ido ... Este país está plaga-
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do de la peste moral. .. Yo tiemblo al aspecto de tan enormes atentados, por nuestras tropas colombianas, pues este contagio es más poderoso que cuantos elementos físicos y mo rales puedan influir en las acciones humanas ... Cada canalla quiere ser soberano; cada canalla defie nde a fuego y sangre lo que tiene, sin hacer e l menor sacrificio. Esto lo digo por Perú y Colombia, y más que todo por Quito, que es e l espejo del egoísmo". Piensa retirarse hasta Colombia por no poder remediar la insuficiencia de su ejército, "no pudiendo yo fundir de nuevo nuestros soldados oficiales y jefes, que unos por frág iles, y otros por defectuosos no tienen la admirable propiedad que es la excelencia que tiene el ejército español del Perú". No fue ta n insincero en s us confidencias a Páez sobre Las Antillas españo las. Por entonces le bu llía en la imaginación un plan para liberar a Cuba y a Puerro Rico. A juzgar por lo que cuenta Páez, eran sus motivos que Cuba se había convertido en el refugio de todos los hispanoamericanos favorables a España y deseosos de una contraofensiva española; que La Habana y San Juan eran bases excelentes para tal contraofensiva; y sobre todo que Colombia tenía un ejército fuerte que no convenía tener desocupado. Según Páez, Bo lívar proyectaba enviarlo a él con 10.000 infantes y 1.000 caballos a tomar las dos islas, emancipar a los esclavos y organizar con ellos un ejército que desembarcaría en España para volver a poner en el poder a los liberales. Este último capítulo del cuento de hadas no debía ser más que adorno para enardecer la imaginación de l llanero. Es muy poco probable que Bolívar aspirara a realizarlo, aunque habló de ello repetidas veces. Por aquel entonces, pensaba tan solo en Cuba y en Puerto Rico y aun, en sus momentos de más calma, en Puerto Rico. El 6 de febrero llegaron noticias de Europa que no había tal guerra;
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y al instante Bolívar renunció a sus planes, pues, como les decía a varios de sus amigos, "sin la cooperación inglesa nada haríamos" . Sin embargo, el proyecto siguió vivo en su ánimo. 20. FORMACIÓN DEL EJÉRCITO
Desde Pativilca, Bolívar empieza las acciones para aumentar el Ejército Unido Libertador del Perú. Nombra como jefes principales del ejército unido a los generales grancolombianos Sucre, Córdoba y Lara. N ingún peruano formó parte del estado mayor siendo que solo el general José de La Mar estuvo a cargo de la rama peruana del ejército. Ello se debía a que El Libertador no sentía aprecio por los peruanos, tal como se muestra en diversas ca1ias. Hiram Paulding, un marino inglés, escribió en sus notas de la bitácora que supuestamente Bolívar le refirió sobre los peruanos: "eran unos cobardes y que, como pueblo, no tenían una sola vutud varonil. En suma sus denuestos fueron ásperos y sin reserva ... Luego me dijeron que siempre solía hablar así de los peruanos", pero en recientes aclaraciones se ha dejado entrever que estas aseveraciones tuvieron origen en la lentitud y demora de los peruanos al reaccionar por su emancipación, pero esta aseveración cae en total contradicción con la gallardía demostrada en la batalla naval de El Callao, como hecho final que encumbró a Ja recién creada nación peruana como una república. Bolívar escribió instrucciones precisas, sobre todo en lo referido a la arma del ejército, en sus cartas incluyó instrucciones desde cómo hacer las correas y cómo herrar los caballos. Así ordenó que los jefes militares tomaran del norte peruano los recursos necesarios, la mayoría fueron obtenidos mediante amenaza y
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otros fueron simplemente arrebatados a sus dueños. La orden de Bolívar, respecto a utilizar la riqueza que hubiere en las igles ias, dio lugar a abusos y saq ueos por parte de los jefes militares grancolombianos. Durante todo ese tiempo, la guerra se desarrollaba en el mar. El almirante Maitin George Guisse, jefe de la escuadra peruana, destruyó los barcos de guerra español es que asediaban las costas peruanas, permitiendo que llegasen pertrechos y refuerzos desde Colombia y ased iando constantemente la fuerza rea lista de España en Perú, acantonada en El Callao bajo el mando de José Rodil. El 2 de agosto, en la localidad pasqueña de Rancas, Bolívar pasó revista al ejérc ito que logró armar y que contaba con 12 000 hombres listos para acometer al ejército del Virreinato del Perú, que desde principios de 1824 ha bía quedado paralizado por la Rebelión de Olañeta. El 6 de agosto se dio Ja Batalla de Junín donde la caballería de l ejército rea lista fue derrotada por primera vez en el Perú. E l 9 de diciembre de ese año, se puso fin a l Virreinato del Perú mediante la victoria en Ayacucho.
21. SU OBRA POLÍTICA AMENAZA CON DERRUMBARSE En los últimos meses de 1827, "meses decisivos para su obra que amenaza con derrumbarse, sus actos se nos presentan como fa ltos de continuidad y en su conducta pueden observarse bruscos saltos de entusiasmo, seguidos casi inmed iatamente de vertí.c ales caídas de ánimo, q ue obedecían al deterioro de su salud y a su escepticismo frente a los problemas a que se ha llaba enfrentado en aquellos momentos en los cuales su obra política comenzaba a derrumbarse en el convulsionado escenario del continente" . "Se sentía débil y
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demasiado enfermo" . " Se hundió durante semanas en el letargo de la indecisión, tembloroso en las agonías nocturnas de la fiebre y en las agonías diurnas de la melancolía. En los primeros meses del año de 1828". La salud de Bolívar iba declinando notoriamente, ya no podía andar a caballo dos horas seguidas sin fatiga. La insuficiencia suprarrenal de etiología tuberculosa le corroía progresivamente y en fonna continua. En abril 9 de 1828, se instaló la Convención de Oca.fía, convocada para dar una nueva Constitución a la república. El Libertador envió su mensaje, que fue leído para la instalación, viajó a Bucaramanga y allí esperó los res ultados. La mayoría de los delegados eran del partido del general Santander. Uno de sus ayudantes, e l coronel Luis Perú de Lacroix, dejó un diario de todo lo que había acontecido dtu-ante los tres meses en que permaneció allí, de marzo a junio. Dw·ante esta permanencia en Bucaramanga su salud no tuvo mayores novedades; solamente anotó que el 13 de mayo "tenía el estómago cargado y un gran dolor de cabeza". Su médico, e l doctor Moore, le recetó un vomitivo y El Libertador le dijo que no lo tomaría. "Los médicos son como los obispos, aquellos dan recetas y estos bendiciones". "El doctor Moore está enorgullecido de ser mi médico y le parece que esta colocación aumenta su cienc ia, creo que efectivamente necesita de tal apoyo; en una palabra mi médico es para mí un mueble de luj o y aparato, no de necesidad; lo mismo que me pasa con mi capellán, a quien he despedido". La convención fracasó y se di solvió el 1Ode junio. Un movimiento en la capital, e l 13 de junio, desconoció la convención y en actas copiosamente respaldadas por firmas nombró al Libertador como Supremo Dictador de Colombia; en los días siguientes, en actas
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públicas en las principales ciudades, lo respaldaron como única autoridad con poderes dictatoriales. Su oponente, el general Santander, quedó cesante de la vicepresidencia y todo esto llevó a la conspiración contra su v ida en el mes de septiembre de 1828. En esta actitud ha! ló Bolívar a Bogotá cuando !legó a la capital e l 14 de junio de 1828. Bolívar llegó a Bogotá de humor napoleónico y asumió al instante plenos poderes que ya ejercía a decir verdad hacia algún tiempo; así quedó establec ida una dictadura francamente militar, apoyada por un grupo de generales venezolanos y de coroneles irlandeses, y Bolívar gozó de un poder político que jamás virrey español algu no conoció ni soñó que fuera posible ejercer. De hecho, tenía en mano la vida y hacienda de todos sus súbditos. Aque ll a s ituación hu biera podido fl orecer con todo el encanto y refinam iento de una ciudad de añeja cu ltura, de no h aber mediado la debi lidad de Bolívar para con Manuela. "El hielo de mis años se reanima con tus bondades y tus gracias-le escribía por entonces- . Tu amor da una vida que está expi rando. Yo no puedo estar sin ti, no puedo privarme volunta riamente de mi Manuela. No tengo tanta fuerza como tú para no verte: apenas basta una inmensa distancia. Te veo aunque lejos de ti. Ven, ven, ven luego. Tuyo de alma".
22. LA CONSPIRACIÓN Y EL ATENTADO E l ambiente en que Bolívar instaló su dictad ura tiraba más al campamento y al cuartel que a la cortesanía de la gentil Bogotá de antaño. Esta c ircunstancia contribuyó no poco a preparar la traged ia del 25 de septiembre. El 25 a las seis de la tarde - escribía Manuela a O ' Leary-, me mandó llama r El Libertador, que vivía
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a pocos pasos de la Casa de San Carlos, residencia del Presidente; contesté que estaba con dolor de la cara; repitió otro recado diciendo que mi enfermedad era menos grave que la suya y que fuese a verlo; como las calles estaban mojadas, me puse sobre mis zapatos, zapatos dobles. (Estos le sirvieron en la huida, porque las botas las había sacado para limpiar). Cuando entré estaba en baño tibio. Me dijo que iba a producirse una revolución. Le dije: "Puede haber, enhorabuena, hasta diez, pues Ud. da muy buena acogida a los avisos". No tengas cuidado -me dijo-, ya no habrá nada. Manuela reprochaba en efecto al Libertador su indiferencia para con el peligro, cuya inminencia le había enunciado una señora que había venido a verle poco antes, pero que Bolívar no quiso escuchar porque implicaba en la conspiración a Córdoba, insinuación que el creyó calumniosa. Con todo, había enviado a su amigo París a que la viera. Pero no parece haber tomado precauciones de ningún género. Manuela sigue contando: "Me hizo que le leyera durante el baño; desde que se acostó se durmió profundamente, sin más precaución que su espada y pistolas; sin más guardia que la de costumbre, sin prevenir al oficial de guardia ni a nadie, contento con que el Jefe de Estado Mayor, o no sé lo que era, le habría dicho que no tuviese cuidado, que él respondía. Serían las doce de la noche cuando ladraron mucho dos perros del Libertador, y a más se oyó algún ruido extraño( ... ). Desperté al Libertador y lo primero que hizo fue tomar su espada y una pistola y tratar de abrir la pue11a; le contuve y le hice vestir, lo que verificó con mucha serenidad y prontitud". "Me dijo: Bravo; vaya, pues ya estoy vestido; ¿y ahora qué hacemos, hacernos fuertes? Volvió a querer abrir la pue11a y lo detuve. Entonces recordé lo que había oído al mismo general un día. ¿Ud. no dijo a Pepe París que esta ventana era muy buena para un lance de éstos?" - "Dices bien"me dijo; y fue a la ventana, yo impedí el que se botase porque pasaban gentes, pero lo verificó cuando no hubo gente, y porque
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ya estaban forzando la puerta". Así pues, al dar contra la puerta y abrirla vieron a una mujer que, con una espada en la mano, los miraba tranquilamente a la luz de una linterna que uno de ellos llevaba. Daga en mano y cananas y pistolas colgándoles del pecho, se adentraron en el cuarto preguntando: "¿Dónde está Bolívar?" "En el Consejo'', contestó Manuela. Uno de ellos notó la ventana abierta: "¡Se ha escapado! ", exclamó; y un soldado torpe, apodado Lopote, se echó sobre ella para vengarse. "No matamos mujeres", dijo Horment fríamente. Manuela siguió desorientándoles, y ellos buscando a Bolívar y vagando por la casa para encontrar la sala del Consejo, hasta que perdieron la calma; y cuando Manuela encontró herido a !barra y se puso a curarlo con su propia ropa, ambos cometieron la imprudencia que era de suponer. "¿Lo han mue1to?", preguntó 61. Y ella contestó que no. Los conspiradores dieron rienda suelta a su furia dando a Manuela fuerte paliza con el plano de la espada, al punto que doce días después, el 7 de octubre, seguía todavía en cama. Sin embargo, no parecía haberse dado cuenta del dolor, pues siguió actuando con su admirable serenidad e inteligencia. Al oír el paso fuerte de Fergusson en la calle, se asomó a la ventana y viéndole a la luz de la luna, que era mucha, sin contestar a su pregunta sobre El Libertador, por temor a los centinelas, le previno que no entrara porque lo matarían; contestó Fergusson que moriría como soldado; y al instante sonó un tiro y Fergusson cayó muerto de un pistoletazo que le asestó Carujo, amén de un sablazo en la frente. Manuela se fue después al cuarto de Fernando, el sobrino de Bolívar que estaba enfermo, para que se traj era a Fergusson, que creía vivo, mientras ella corría a los pisos altos para ocuparse del resto de Ja servidumbre. Llegaron entonces Urdaneta, Herrán y otros preguntando por el general, "y Jo más gracioso de todo sigue contando Manuela- era que me decían: ¿Y a dónde se fue?,
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cosa que ni el mismo Libertador sabía". Al caer Bolívar de p ie en la calle, "un centinela situado no lejos de la ventana lo tomó", según se dice por un sirviente de Palacio. Este error fue muy natural, ya que pasaba a la sazón por la calle el repostero de Bolívar que Jo acompañó en su fuga. Ambos se echaron a correr a la luz de la luna y se fueron a esconder bajo el puente en el lecho fangoso del rf o de San Agustín, donde sig uieron ocultos, oyendo de cuando en cuando tiros y golpes y a veces vivas a la libertad o vivas a Bolívar. Así fue pasando el tiempo, entreco1tado por tropillas de j inetes que cruzaban Ja ciudad por orden de Urdaneta en busca de Bolívar, el cual, aunque oía gritar viva El Libertador, no se movía ni chista ba por temor a una celada. Pasaron 3 o 4 horas y al fin Bolívar mandó a su criado, saliera recatadamente arrimado a la pared para ver quiénes eran unos que se acercaban; reconoció el criado a unos oficia les que Jo reconocieron a él y lo tranquilizaron sobre la situación; así que al fin pudo salir Bolívar de s u escondite, empapado, pasó la noche tiritando de frío y desengaño, entumecido y enfangado, y así llegó a caballo a la Plaza Mayor, donde fue recibido con entusiasmo. Y dice Posada Gutiérrez s u gran admirador: "Que estando a punto de desmayarse les dijo con voz sepulcral: ¿Queréis matarme de gozo estando próximo a morir de dolor?". No cabe duda de que la causa de aque l dolor no era otra que la mancha indeleble que en aquella noche había empañado su GLORIA. Sabemos cuánto lo afectó, porque con aq uel la atención que ponía a su publicidad publicó una información sobre lo ocuiTido que procede seguramente de su pluma, y en la que dice: "Salía S.E. al encuentro -omitiendo desde luego toda alusión a Manuela Sáenz-, mas, estando solo contra todos Jos conspiradores, trató de hacerse fuerte en s u propia alcoba, como ya fuera imposible re-
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sistir por más tiempo, voló a Ja calle por un balcón y dando vuelta a parte de la ciudad, consiguió llegar al cuartel de Vargas. No ha llando El L ibertador a Vargas en su cuarte l cuando se dirigió a é l, vino a Ja plaza, en donde fue recibido con indecible a lboroto y enajenamiento". Delatan su pluma detalles como el de "volar" por " huir" . Se observará la om is ión de su poco airoso ocultamiento debajo del puente. En Jos días s ig uientes a la conspiración, Ja salud del Libertador s ufrió un gravísimo quebranto porque la amarg ura y la desilus ión, a l apoderarse de un espíritu tan susceptible a los agravios como el suyo, y las horas que estuvo sometido a l frío y a Ja humedad bajo las arcadas del puente del Carmen, afectaron profundamente sus pulmones, ya muy enfermos y determinaron la presentación de los inequívocos s íntomas de la enfermedad que contribuiría decisivamente a llevarle a la tumba. Vivía en e l refugio de su dormitorio, atormentado por la fiebre y to1turado por las dudas, la tos había vuelto y en sus labios con frecuencia había una saliva sanguinolenta, el rostro chupado y seco. En las pinturas de José María Espinosa (pintor colombiano, contemporáneo de Bolívar), se aprecia en su rostro: frente, mej illas, región naso-geniana Ja pigmentación parduzca (como de s uc iedad), signo inequívoco de la enfermedad de Addison. La enfermedad lo estaba consumiendo visiblemente. Su aspecto empeoraba de día en día. En reemplazo del viejo doctor Moore lo atendía un joven médico escocés, el doctor R ichard C h eyne, de 25 año s, que h a bía estud iado en Ed imbu rgo y que le diagnosticó un retorno de la tuberculos is. "Más debilitado ya el cuerpo del Libertador por las fatigas de una guerra de 16 años, fue moralmente asesinado el 25 de septiembre; jamás se restablecería de la honda y dolorosa impresión que Je causaron los puñales ases inos. Creía verlos dondequiera, especialmente en la noche, que los veía brillar y que iba a ser s u víctima infalible".
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Y llegaron a Bogotá los días del "terror", con detenciones de todos los sospechosos, juicios sumarios muy rápidos, condenas a mue1te, fusilamientos y ahorcados en la plaza mayor, prisiones y destierros. El general Santander fue condenado a mue1te, pero se le conmutó la pena por prisión en Cartagena, y el destierro. Todavía bajo esta nube que oscurecía su ánimo, Bolívar hizo venir a su Primer Ministro Castillo y le mandó convocara a Consejo, pues deseaba dimitir; también le indicó su deseo de que el Congreso que debía reunirse el 2 de enero se convocara inmediatamente, así como que preparara un decreto perdonando a todos los conspiradores y que hiciese los preparativos para su propio viaje al extranjero. Castillo, que lo había escuchado con los brazos cruzados y la cabeza baja, se avino a todo menos a lo último, recomendándole se limitara a retirarse a su quinta y a hacer vida de ciudadano pa1ticular, ya que su ida al extranjero no dejaría de interpretarse como una justificación y confirmación del desvío popular hacia él. Bolívar se rindió a esta razón. Pero todo ello no era más que humor pasajero de su ánimo. Informado por Castillo, Urdaneta se presentó ante Bolívar con Córdoba, Whittle, Crofton y numerosos oficiales de los dos regimientos bolivaristas, hombres todos que se sabían perdidos si los abandonaba. Bolívar terminó por ceder a sus súplicas, revocó sus instrucciones a Castillo, se declaró dictador sin límites, y comenzó sin tardanza una represión que no añadió nada bueno a su fama. El 4 de octubre, "Bolívar había manifestado su confianza en el público, pues se paseó en la ciudad con la compañía tan solo de dos o tres amigos particulares''. El episodio lo había quebrantado física y moralmente; dando a sus amigos no poco que pensar. Bolívar había estado al borde de la mue1te por asesinato; y quedando muy lejos de la mue1te por agotamiento y enfermedad. ¿Y después? El
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7 de octubre, Henderson informaba al conde de A berdeen sobre este aspecto de las cosas. Gozaba de fuerte situación en Bogotá, no solo como Cónsul británico, llamado además a actuar como ministro por las frecuentes enfermedades de Campbell, sino por ser e l padre de Fanny Henderson, que a la edad precoz de 13 afias había inspirado ardiente amor a Córdoba, entonces Ministro de la Guerra de Bo lívar. Por este canal pasaban a Londres no pocos secretos de Estado de la nación colombiana. El 7 de octubre escribía Henderson al Foreign Office: "Los enemigos del General Bolívar opinan que una monarquía constitucional es s u única esperanza después de la muerte de esta distinguida persona, pero creen , y estimo con razón, que no habrá principe europeo que quiera venir aquí con la excepc ión de algún miembro de Ja casa real española, para la que hay una antipatía general res uelta e insuperable" .
23. CRASO ERROR. SUBLEVACIÓN DE CÓRDOBA Había dos partidos entre los generales: los que esperaban prosperar personalmente baj o la monarquía y los que, como Páez o Córdoba, eran demasiado ambiciosos, díscolos o resentidos. Bolívar, que era pretoriano como e l que más, cometió entonces un grave error. Mandó al coronel Jiménez, entonces a las órdenes de Córdoba, una carta críptica en la que, reservadamente, Je indicaba que vigi la ra a su jefe y, llegado el caso, "hic iera uso de su espada". Jiménez procedía de filas y era analfabeto. Hubo que leerle Ja cait a, que así llegó a oídos de Córdoba. Bolívar escribió a Córdoba (30-Vll-29) una explicación ni clara ni convincente. Ya andaba Córdoba preparando su pronunciamiento. Bolívar lo nombró M inistro de Marina, lo que Córdoba consideró naturalmente como un insulto, pues no había tal marina y é l había sido ya Ministro de la G uerra. Todav ía hizo Bolívar un último esfuerzo de conc iliación, enviándo le de Ministro a Holanda; pero ya entonces
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Córdoba se había echado al ruedo o más bien le habían empujado. El 14 de septiembre lanzó una proclama incendiaria en Mede llín, y el 16 un manifi esto que terminaba con las palabras de rigor: " una causa santa nos reúne: conquistar el poder, para ponerlo baj o la salvaguardia de las leyes". Rafael Urdaneta reaccionó vigorosamente mandando contra Córdoba 800 veteranos al mando de O ' Leary, ya general. Córdoba contaba con poca gente y mal instruida. Córdoba, que estaba en s u el emento, incluso con pocos hombres, pudo ha ber resistido largo tiempo. Pero estaba condenado a Ja derrota de antemano. Luchó como un desesperado hasta caer gravemente herido; y mientras yac ía en una choza que hacía de hospital de campo, fue asesinado por el irlandés Rupe1t Hand por órdenes expresas de O ' Leary (1 7-X-29). La sublevación de Córdoba obligó a Bolívar a cambiar de residencia y quizá de proyectos. El 22 de octubre de 1829 había llegado a Q uito, camino de Bogotá; muy a pesar suyo, por cie1to, pues seguía con el corazón puesto en L ima. El mismo día le escribía a Urdaneta, sin saber la derrota y mue1te de Córdoba cinco días antes: " Yo había pensado, en la suposición de que Ud. estaría en Casanare, que marchará el General Sucre a dirigir las operaciones del norte, mientras yo me quedaba aquí a esperar la ratificación de la paz y mandarla a cumplir conforme a su tenor" . Bien se nota su esperanza, nunca abandonada, de volver a l Perú. Pero, como lo explica dos veces en esta ca1ta, Sucre se resistía a tomar el m ando contra Córdoba, de modo que "aunque conozco que hago much a falta por el sur". Se decide a iJ· al norte. Por entonces recibió la visita del coronel A ustria, enviado por Páez para enterarse de lo que Bolívar pensaba, a fin de preparar su propio a lzamiento apoyándose en algún pretexto político. Bo lívar contestó con su cautela usua l que se remitiría a lo que decidiera el Congreso. Las instrucciones secretas que había redactado é l m ismo para el Con-
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greso, reveladas por Córdoba . En s u proclama, prescribía un Presidente vitalic io para e legir a su sucesor, y veto absoluto para la legislación; un Vicepresidente con poderes defini dos por el Presidente; secretarios de Estado responsables ante el Presidente; Senado vitalicio y hereditario, de nombrami ento inic ia l presidencial; Cámara Baj a e legida entre personas con capital mínimo de 6.000 pesos, con legislaturas cada dos años para debatir leyes presentadas por e l Presidente; y un Poder Judicial nombrado por el Presidente y con poderes definidos por él. Pero, era Bolívar tan complejo que es menester cotejar documentos simultáneos y contradictorios para explicar lo ocurTido. Don Manuel José Mosquera, padre de su ayudante Tomás C ipriano y del sucesor de Bol ívar en la Presidencia, Don Joaquín, escribía desde Popayán: " Llegó E l Libe1tador ayer; está de muy buen humor, porque, seglln se ha dicho en confianza, la Inglaterra ofrece su apoyo para un gobierno cual propone la cuarta meditación". "Una carta de l Libertador acaba de hundir al Consej o en confusión e inquietud. Dice que quiere así desmentir a s us enemigos. El modo más hermoso de desmentir a sus enemigos hubiera sido organizar el país y no traer sobre él todas las desgracias, que es lo que va a hacer ( ... ). Como es un hombre de primer pronto, de gran inconsecuencia y movilidad, pensará y obrará de modo distinto". Entre tanto e l secretari o de Bo lívar escribía a los min istros: "S.E. me manda protestar, como protesto a su nombre ante el Consej o, que no reconocerá por acto propio de S.E. otro que someterse como ciudadano al gobiern o que dé el Congreso Constituyente, y que de n inguna manera aprobará la menor influencia en aquel cuerpo de part e de la admini stración actual. S.E. no d ej a d e c o nocer al
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m ism o tiempo, y aun de admirar cuán grande ha sido el esfuerzo patriótico y el heroico va lor con que e l Consejo ha acometido, por bien de la república, una empresa tan arriesgada, y se ha empeñado en la negociación más peligrosa que puede ocurri r en los anales de un gobierno( ... ) me ordena S.E. dar las gracias a l Consejo de Ministros por este sacrificio, que si no tiene un fin satisfactorio, puede ser la causa de los más crue les compromisos para los miembros que Jo componen". Rest:repo, uno de ellos, comenta: "Al terminarse la lectura de esta Nota fu e uniforme el sentimiento de Jos miembros del Consejo de Ministros: la indignación". Es inútil tratar de quitar yerro a esta actitud de Bolívar. Bresson informaba el día 20 a su gobierno: "Nad ie se explica su conducta. Parece entregado a mil sentim ientos y a mil proyectos contrarios. Sus pensamientos, sus órdenes del día siguiente no se parecen en nada a los de la víspera. Todo en él es incertidumbre y contradicción. La debilidad s ucede a la energ ía, el despe1tar al s uefío; se diría la agonía de un a lma grande. Una inte ligencia noble, que lucha y que va a apagarse; su reputación, su popularidad, su influencia se resienten por ello. La f01tuna se retira de él. Los miembros del gobierno no saben qué marcha seguir. El General Bo lívar les ha estimulado en su s gestiones con Francia e Inglaterra. Ha dejado que se comprometieran. Su cait a al coronel Campbell basta para dar fe de ello: y de repente, al primer grito popular, nos dej a en la estacada. Esto es burlarse no solo de ellos sino de las potencias cuyo apoyo ha sido pedido. Si volvieran a implorarla de nuevo, ha perdido el derecho a que se escuche" . Y en un despacho posterior, analiza la Nota de Bolívar con su a.gudeza usual. El 11 de enero informa: " Me ha anunc iado el Ministro que después de la vuelta del Libertador Ja administración actual, cediendo así a la opinión del momento; pero que queda persuadida de que el país no puede salvarse más que por este proyecto y que había meditado, y que
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daría más frutos en el porvenir. Ayer se expresaba el General Sucre en los mismos términos". No cabe exonerar a Bolívar de responsabi lidad en estos sucesos. Su política, no franca y abierta, había llegado a la opacidad después de su regreso del Perú. A su más íntimo confidente, O 'Leary le escribía: "S upongo que Ud. no se habrá olvidado de lo que he dicho antes, sobre mis opiniones o deseos. Me apuran mucho sin saber a qué determinarme. Yo quisiera insistir en lo que he dicho a Ud.; pero sin decirlo, es decir, en secreto". Esta opacidad se volvía todavía más espesa e impenetrable a causa de su enfermedad. Comenzaba, a fuerza de complicación, a no saber ya por dónde se andaba, lo que terminaba por desconcertarle una voluntad en el fondo todavía entera. Su política, ahora declarada, si es que en verdad era en efecto su política declarada, la de dividir a Venezuela Lle N ueva Granaua, parece haberse debido al miedo subconsciente a Páez que lo dominaba, y a la convicción de que el espíritu del feroz llanero era más fuerte que el suyo. Cortaría a Venezuela y se la echaría al lobo del Apure, para salvar lo demás. Así se explicaría su carta a Urdaneta: "Escribo al señor Vergara diciéndole redondamente lo que pienso y deseo. No me he parado en pelillos y le aconsejo que procure que se divida al país en el Congreso próximo. La Nueva Granada puede quedar entera (quiere decir sin perder el Ecuador) y mis am igos, que son infinitos, pueden tomar la preponderancia". Viene después la frase de siempre sobre su deseo de retirarse a la vida privada, y luego: "Si se aprovecha este momento de triunfo en que estamos mis amigos pueden hacer lo que quieran en la Nueva Granada, porque son muchos y están unidos, pero si no aprovechan esta oportunidad, después serán abatidos. La medida es fuerte, pero es indispensable". Todo tenía que deprimir el ánimo generoso y desinteresado de
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Bolívar, pero en nada afectaba a su apetito de poder. En Fucha oyó rumores de que Mariano París, uno de sus íntimos amigos, preparaba una asonada sacando a la milicia de la que era coronel , para proclamar la separación de Venez ue la y de Nueva Granada y declarar Presidente a Urdaneta en Bogotá. Al instante se volvió a la capital, hallando que Caicedo había hecho frente con éxito a esta conspiración, cuya gravedad, y realidad, cabe poner en duda. Revela el episodio lo sensible que era todavía la piel política de Bolívar. 24. ÚLTIMAS GUERRAS Y ABANDONO DEL PODER El Libe1tador pasó una larga temporada de reposo en Ja quinta del pie de Monserrate, con la compañía de Manue lita, a quien llamaba la "Libertadora del Libertador" a raíz de su actuación la noche del atentado. Luego siguió a Boyacá. De Boyacá partió en diciembre al Cau1;a a w mbatir un alzam iento del General Obando y la invasión del Perú al sur de Colombia (Ecuador) con la intención de an exarse la provincia de Guayaquil. El Libertador, todavía muy dé bil , viajó a Guayaqui l; el Mariscal Sucre ya estaba en e l Ecuador, quedó al mando de los ejércitos y se terminó la guen-a al derrotar Sucre a los ejércitos del Perú en la Batalla del P011ete de Tarqui, e l 27 de febrero de 1829. En Guayaquil, Bolívar "cayó gravemente enfermo desde el 3 de agosto y estuvo en riesgo inminente de morir hasta el día 1O cuando comenzó a mej orar. Padeció un violento ataque de nervios y de cólera morbo con fuertes calenturas. Esta grave enfermedad que le dejara débil y extenuado, provino en parte del clima insalubre en la estación de l invierno y de los cuidados de la campaña; pero se atribuye principalmente a una fue11e pasión de ánimo causada por los continuos ataq ues y escritos que se publicaron contra él . ...". Para reponer su salud tuvo que trasladarse a la isla de Santay, al frente de Guayaquil (agosto 31).
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En carta al General O' Leary, dij o: "no es creíble el estado en que estoy, según lo que he sido toda mi vida, y bi en sea mi robustez espiritual ha sufrido m ucha decadencia o que mi constitución se ha arruinado en gran manera, lo que no deja duda es que me siento sin fuerzas para nada y que ningún estímulo puede reanimarme. Una calma uni versal o más bien una tibieza a bsoluta me ha sobrecogido y me domina completam ente. Estoy tan compenetrado de mi incapacidad para continuar más tiempo en el Servicio Público, que me he creído obligado a descubrir a m is más íntimos la necesidad que veo de separarme del mando suprem o pa ra siempre .....". El 22 de septiembre se firm ó el tratado definiti vo de paz con el Perú y e l 23 viaj ó a la ciudad de Quito a donde llegó e l 20 de octubre. En ju 1io y septiembre había enviado cartas a sus Secretarios (Ministros) en las que decía estaba "aniquilado moral y fís icamente" y que ha bía resuelto "separarse definiti vamente de l mando". El alzamiento y muerte del general Córdoba en Antioquia, en septiembre y octubre de 1829, lo afectó mucho y escribió "estoy cansado .... no puedo más, no puedo más". Había convocado a un Congreso Constituyente que deb ía reunirse el año siguiente en enero. Llegó a Quito en octubre 20 y partió para Bogotá en octubre 29 para llegar e l 15 de enero de 1830. Esta última entrada a Bogotá fue dra mática. Ya no fue como las entradas triun fa les de años atrás a Bogotá, Q uito o Lima. E l gobierno h abía organizado un desfile militar impresionante, con un ejército de 4.000 hombres de milicias y caballería, arcos de triun fo, descargas de cañones, repiques de campanas, pero la multitud permaneció triste y en silencio y E l Libertado r estaba muy enfermo, pálido, extenuado, con la voz honda apenas perceptible, las mejillas chupadas, los labios lívidos, el rostro febril y continuaba con la tos devastadora. Estaba ind iferente a todo. Los cambios que se operaban en El Libertador se advierten mejor observando la iconografía de la época desde 139
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1824 a 1830. El empeoramiento de la enfermedad se aprecia mejor en los retratos del pintor granadino José María Espinosa, en 1830. Los retratos hechos a lápiz entre enero y mayo de ese año, antes de su viaje de Bogotá a Honda, muestran la evolución del semblan te envejecido, la piel hiperpigmentada, exhausto, demacrado en plena decadencia física y se anuncia la próxima disolución de su cuerpo. Simón Bolívar, en el Diario de Bucaramanga del 17 de abril de 1828, dice: "Para mí la vida no es otra cosa sino el resultado de Ja unión de dos principios, a saber: de la contractibilidad, que es la facultad del cuerpo material, y la sensibilidad, que es la facultad del cerebro o de la inteligencia. Cesa la vida cuando cesa aquella unión; el cerebro muere con el cuerpo, y muerto el cerebro no hay más secreción de inteligencia" . Lo genial de este acie1to es que constituye el concepto científico actual de muerte cerebral, de fundamental importancia para Ja donación de órganos y tejidos, para, e l trasplante de los mismos. E l Congreso Constituyente se instaló en enero 20 de 1830, a llí leyó su mensaje y solicitó separarse del ejercicio del poder por hallarse muy enfermo, pero no lo aceptaron n i nombraron s ucesor. Entonces en marzo l º, encargó e l Poder Ejecuti vo al general granadino Domingo Caycedo, entregó el mando y se refugió en el campo o quinta de Fucha, en los extramuros de la ciudad, a reponer s u salud que se hallaba muy deteriorada, tanto por el trabajo, como por los sufrimientos morales que le causaban sus enemigos en la Nueva Granada y en Venezuela. Desde aquel día no volvió a ejercer el Poder Ejecutivo. Se volvió irritable y colérico, entraba en conflicto con los generales Urdaneta y Castillo. Daba expresiones duras y perdió la calma en una reunión del Consejo de Ministros. "Estaba gastado fís ica y moralmente. Sus largos trabajos y fatigas, así como sus crueles sufrimientos m orales en medio de la tempestad que por todas partes se había levantado contra
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él, debilitaron su cuerpo y su alma ya no obraba con s u antigua energía y acierto". Aconsejado por sus amigos acepta separarse del poder y salir del país y así dirigió al Consejo su último mensaje. El Congreso le contesta el 30 de abril, nombró como Presidente a su amigo Don Joaquín Mosquera, y Vicepresidente al general Domingo Caycedo. En Fucha permaneció hasta la paitida al exilio. Manuelita lo visitaba con frecuencia, pero no se quedaba allí. Se encontraba muy deprimido, como lo evidencia una larga conversación que tuvo a finales del mes de abril, con su amigo el entonces coronel Joaquín Posada Gutiérrez y que este deja consignada en sus memorias: " una tarde salimos solos a pasear caminando por aquellas bellas praderas ... su andar era lento y fatigoso su voz casi apagada. Mirando la corriente del riachuelo: ¿"Cuánto tiempo -me dijo- tardará esta agua en confundirse con la del inmenso océano, como se confunde el hombre en la podredumbre del sepulcro con la tierra de dónde salió"? Una gran parte se evapora y se sutiliza, como la gloria humana, como la fama. De repente apretando las manos contra las sienes, exclamó con voz trémula: " ¡Mi Gloria!, ¡Mi Gloria!, ¿por qué me la arrebatan?, ¿por qué me calumnian? ...." . El Libertador pasó la última noche en la casa de un amigo. Antes de irse Manuelita, que lo visitaba, presentó un severo acceso de tos y luego su servidor, José Palacios, encontró al General a merced del delirio. Le oyó decir frases incoherentes que cabían en una sola: "nadie entendió nada" . El cuerpo ardía en la hoguera de la calentura ... Era lo que é l llamaba "mis crisis de demencia" que ya no alarmaban a nadie, pues h acía más de cuatro años que las padecía. En la casa estaban reunidos muchos amigos civiles, militares y diplomáticos, y un destacamento militar para protegerlo, pues se presumía un nuevo atentado contra El Libertador. Se despidió de Manuelita, que se iría para su casa y al día siguiente lo vería de lejos sa lir de la ciudad.
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En la reunión de desped ida un diplomático comentó "esto parece un funera l". Lo acompañarían en la primera jornada un grupo de delegados del gobierno, militares, diplomáticos y amigos. El diplomático inglés escribió en un informe a su gob ierno: "el tiempo que le queda le alcanzará a duras penas para ll egar a la tumba". Bolívar, salió de Santa Fe de Bogotá el 8 de mayo de 1830, a las 6 horas de una mañana lluviosa y triste con rumbo a Ca11agena y sin saber a dónde iría después. Iba acompañado por un grupo de am igos y un pequeño destacamento militar para protegerlo. "En el sitio de Cuatro Esquinas, donde empezaba el camino empedrado, Manuela Sáenz sola y a caballo esperó el paso de la comitiva y le hizo al General desde lejos un último adiós con la mano. Él le correspondió de igual modo y prosiguió la marcha. Nunca más se vieron". Atravesó la sabana esplendorosa y llegó a Facatativá, donde pasó la primera noche, luego sigu ió por tierra ca liente y pasó la segunda noche cerca de Guaduas. Todo el tiempo tenía fiebre. En la última etapa de este viaje llegó hasta Honda, donde permaneció varios días. La primera noche en Honda "está postrado de la fiebre, sucumbía a la calentura, desvariando casi a gritos en un pantano de sudor". El segundo día estaba mejor, fue a un paseo y pudo nadar sin fatiga durante media hora. En la última noche fue a un baile en su honor y bailó tres horas seguidas. El J6 de mayo inició la navegación por el río Magdalena. Viajó en una pequeña fl ota con un pequeño séquito de militares. En Mompox tuvo dificultad para subir al puerto, "titubeando a cada paso y sosteniéndose a duras penas pero logró llegar con la dignidad intacta". En la noche habló dorm ido "prosiguió con un salterio de lamentos amargos, residuos de una gloria desbaratada que el viento de la mue11e se llevaba en piltrafas". Reinició el viaje el 21 de mayo. En Zambrano no recuerda hechos previos y el General "está cada vez más inquieto con las goteras de su memoria". Por todos los sitios donde se había quedado, el temor a la tisis hacía que quemaran los
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tendidos de s u cama y enterraran las vaj illas. Llegó a Turbaco el 25 de mayo . Primero desembarcó en Barranca Nueva y en mulas siguió a T urbaco. Se a loj ó e n la casa que fuera del v irrey Caballero y Góngora. En real idad estaba peor de lo que revelaba su mal humor, así se empeñara e n ocultarlo, y hasta su mismo séquito observaba día tras día s u erosión insac iab le. No podía con s u a lma. El color de s u piel había pasado del pardusco pálido a l amarillo mortal. Tenía fiebre y el dolor de cabeza se había vuelto eterno, deliraba de fiebre. Los huesos eran visibles a través de la piel y no conseguía fijar la mirada. Estaba consciente de la fetidez y calor de su a li ento. Los amigos notaban que había di sminuido de estatura. Un visitante a l salir, dijo: "ya tiene cara de muerto" . Permaneció en Turbaco 29 días. El 24 de junio viaj ó de Turbaco a Cartagena con la intenc ión de viajar a lnglaterra, lo que se va aplazando y se abandona. El primero de julio llegó a Cartagena; la noticia del asesinato de l Mariscal Sucre, ocurrido e l 4 de junio en la montaña de Berruecos, cerca de Pasto, en su viaje de Bogotá a Q uito. Esto le produjo al Libertador un "dolor profundo por la desgraciada y temprana mue1te de un j efe y compañero de armas tan célebre como querido '. "Por una coincidenc ia fatal, se expuso a un viento frío y húm edo aquella noche en que contrajo el constipado que se Je agravó después hasta conducirle al sepulcro" . A demás, el 14 de julio le informaron de la resolución de l Congreso venezolano de mayo 28. en la cual "se negaba a entrar en relación con el resto de Colombia mientras el Genera l Bolívar permaneciera en su territorio''. Bo lívar sintió profundamente este agravio, su salud ya mala se empeoró y esta nueva pena obró poderosamente en s u alma devorada en amargura hasta e l sepulcro. Se trasladó de la residencia en Caitagena a una más fresca en el cerro de la Popa. La fiebre y la tos recrudecieron. El primero de octubre emprendió viaje a Santa Marta pensando en seguir a Jamaica y luego a Europa. La
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primera j ornada fue a Turbaco. La lluv ia, los dolores en el bazo y en e l hígado, la fi ebre y la postrac ión lo llevaron a la Villa de la Soledad en donde permaneció los meses de octubre y noviembre. La primera noche en Soledad sufrió un ligero vahído. Se s intió tan mal que aceptó que Jo viera un médico, pero con Ja condición de que no lo examinara y que no pretendiera darle nada de beber. Entonces, vino e l doctor Hérc ules Gastelbondo, solo para charlar. El doctor era un anciano comprensivo, plácido y muy paciente, con gran incredul idad a los medicamentos. Establecieron una buena relación y el doctor Gastelbondo lo siguió vis itando hasta que viaj ó a Santa Marta. E l mayor peligro era caminar.
25. CAMINO A SANTA MARTA Un día, cuando st: di:sponía a baj ar so lo por las escaleras, se le desvaneció el mundo, ''me caí de m is propios pies, sin saber cómo y medio mue1to". La soledad y la ingratitud de sus amigos le provocaron una profu nda melancolía y un gran deca imiento de ánimo, se agravó su enfermedad "catarro pulmonar descuidado". El primero de diciembre se embarcó rumbo a Santa Marta en el bergantín Manuel, de propiedad del español Joaquín de Mier; iba escoltado por Ja fragata Grampus de los Estados Unidos, que tenía a bordo a un buen c iruj ano, el doctor N ight. El General Montilla vio e l estado de lástima en que se encontraba El Libertador y consultó a su médico local. El doctor Gastelbondo le dijo "no creo siquiera que soporte la travesía" . E l movimiento de l barco en la última parte del viaj e afectó mucho al pasajero . Llegaron en la tarde a Santa Marta, lo baj aron de l barco en silla de m anos y lo aloj aron en la casa de la Aduana. Don Joaquín de Mier recuerda: " la criatura de pavor que desembarcaron en andas, apenas con un soplo de vida", recuerda "su mano ardiente, su alientó arduo". En
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los días siguientes se aliviaron algo la tos, e l dolor en el pecho y el insomnio. Tan pronto llegó a la casa de la Aduana lo atendió el doctor Alejandro Próspero Reverend, el médico francés de Santa Marta, quien se dio cuenta de que había empezado a morir desde hacía años. Por la languidez del cuello, la contracción de l pecho y el tinte pardusco amarillento del rostro, pensó que Ja causa mayor eran los pulmones dañados. El doctor Reverend y el doctor Night no se pusieron de ac uerdo, e l primero estaba convencido de una lesión pulmo nar y el segundo que era un paludismo crónico. El día 6 Jo llevaron al campo, a la quinta de San Pedro Alejandrino . La primera noche durmió bien y al día siguiente, restablecido de sus dolores, hizo un recorrido por los trapiches y el día 1O, completamente despejada su 1uente, dictó caitas, hizo testamento y dictó su última proclama. Lo visitó el obis po Estévez, a puerta cerrada, durante 14 minutos. El obispo salió descompuesto, se va y no vuelve a visitar.lo ni asiste al enti erro. ¿Qué sucedió? Nadie lo supo. Esa noche, en una sencilla, pero recogedora ceremonia, el cura del pueblo de Mama Toco, Hermenegildo Barrai1co, cumpliendo órdenes le administró el viático al Libe1tador. Después le dice a su servidor, José Palacios: " carajos, ¿cómo voy a salir de este laberinto?". Poco después, en uno de s us delirios, le dice a s u servidor: " vám onos, vámonos ... esta gente no nos quiere en esta tierra .. . vámonos, muchachos ... lleven mi equipaje a bordo de la fragata ... ". Esta vivenc ia debemos ampliarl a, pero en lugar de intentarlo nosotros preferimos transcribir un coito fragmento de E l general en su la berinto ( 1989) de Gabriel García Márquez, quien a su vez la tomó de l doctor Reverend ( 1886): "No me imaginé que esta vaina fuera tan grave como para pensar en los santos óleos'', le dijo. " Yo, que no tengo la felicidad de creer en la vida del otro mundo" . ''No se trata de eso'', dijo Reverend. "Lo que está demostrado es que el arreglo de los asuntos de Ja conciencia le infunde al enfermo un estado de ánimo que le facilita mucho la
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tarea del médico". "El general no le prestó atención a la maestría de la respuesta, porque lo estremeció la revelación deslumbrante de que la loca carrera entre sus males y sus sueños llegaba en aquel instante a la meta fi nal. E l resto eran las tinieblas" . 'Carajos", suspiró. " ¡Cómo voy a salir de este laberinto!"
26. EL GENERAL EN SU LABERINTO "Examinó e l aposento con la clarividencia de sus vísperas, y por primera vez v io la verdad : la última cama prestada, el tocador de lástima cuyo turbió espejo de paciencia no lo volvería a repetir, el aguamanil de porcelana descarchada con el agua y la toalla y el jabón para otras manos, la prisa sin corazón del reloj octogonal desbocado hacia la c ita ineludible de l 17 de diciembre a la una y siete minutos de su tarde fina l. Entonces cruzó los brazos contra el pecho y empezó a oír las voces radiantes de los esclavos cantando la sa lve de las seis en los trapiches, y vio por la ventana el diamante de Venus en e l cielo que se iba para siempre, las nieves eternas, la enredadera nueva cuyas campánulas amarillas no vería florecer el sábado sigu iente en Ja casa cerrada por e l duelo, los últimos fu lgores de la vida que nunca más, por los sig los de los siglos, vol vería a repetirse".
27. PASOS FINALES "Cuando advertí que ya la respiración se ponía este1torosa, el pulso trému lo, casi insensible y que la muerte era inm inente, me asomé a la puerta del aposento, y llamando a los generales, edecanes y a los demás que componían el séquito de Bo lívar. Seilores, exclamé, si queréis presenciar los últimos momentos y
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postrer aliento del Libe1tador. ya es tiempo", escribe en su diario Alejandro Próspero Reverend, el médico francés que atendió a Bolívar, día y noche, entre el l al 17 de diciembre de 1830. Después, se extinguió lentamente su vida, turbadas sus facultades mentales, eran frecuentes el desvarío y los delirios y murió a la l de la tarde del día 17 de diciembre. Próspero Reverend fue el testigo de excepción que registró cada minuto de la agonía del fundador de las repúblicas bolivarianas. Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios, murió a la una de la tarde del día 17 de diciembre de 1830. Solo y abandonado terminó este hombre que durante veinte años vivió solo para poner fin a tres s iglos de autoritarismo y violencia. monárquica españo la y para sentar las bases en las que se sustenta la democraci a y el republ icanismo, de !ajusticia y la libertad. Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios y Blanco, nació en la ciudad de Maria.na de Caracas, el 24 de julio de 1783. Los 47 años de su vida fueron de ostentación propia de su ascendenc ia, alegrías dolores, decepciones, ingratitud, odios y enfermedades.
28. DIARIO SOBRE LA ENFERMEDAD El doctor Reverend llevaba un "Diario sobre la enfermedad que padeció S.E. El Libertador. Sus progresos, disminuciones y método curativo seguido por el médico de cabecera doctor Alejandro Próspero Reverend". Escribió 33 boletines desde el 1 al 17 de diciembre de 1830, que se pueden resum ir as í:
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No. 1- Diciembre 1: Muy fl aco y extenuado. La voz ronca, una tos profunda con esputos viscosos. Una inquietud de ánimo constante. No. 3- Diciembre 3: Duerme muy poco, 2 a 3 horas las primeras de la noche, el resto desvelado y con desvaríos. No. 4- Diciembre 4: Tos, expectoración y fiebre; come muy poco. No. 8- Dic iembre 8: Tiene fi ebre, hipo, amodorrado, entorpecimiento de sus facultades intelectuales. No. 9- Diciembre 9: Tiene fi ebre, hi po, delirio en la noche, trabajo para expresarse. No. 11 al 12 - Diciembre l O: En la noche peor, "síntomas de congestión en el cere bro" . Hipo, tos, expectoración. Disposiciones espirituales y temporales con serenidad y sin fall as en facultades inte lectuales. No. 15 al 16- Diciembre 12: Hipo, tos, fi ebre, delirio. Aparece incontinencia de orina, que persistirá. Confusión mental fluctuante. No.17 al 18- Dic iembre 13: Inquieto, incontinencia de orina, se agrava en el día, ná useas, vómito, to s, ya no expectora, muy abatido, sensaciones entorpecidas, confuso, "aberración de la memoria". No. 19 al 2 1- Dic iembre 14: S igue confuso, torpe~a de sensaciones, incontinencia, facies hipocrática, sopor. No. 22 al 27- Diciembre 15: Persiste estuporoso, balbucea, muy
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poca comida. confuso hipo, extremidades frías, confuso "desvaría continuamente", balbucea, escaso alimenlo. No. 28 al 30- Diciembre 16: Peor, en anuria, postrado confuso, sigue delirando con disnea y pulso débil. No. 32 al 33- D iciembre 17: facies hipocrática, estuporoso respiración anhelosa. A las 12 a.m. ronquido y expira a la 1 p.m. A las 4 p.m. el doctor Reverend realizó la autopsia del Libe11ador por el significado que este documenlo liene para la historia de la Medicina, transcribimos su texto literalmente: Alejandro Próspero Reverend. Tomado fielmente del original. El cadáver fue trasladado a la casa de la Aduana en Santa Marta, la misma que habitó a su llegada y allí fue embalsamado por el mismo Dr. Reverend . El general Mariano Monlilla dispuso el entierro lo mejor posible el cual se realizó el día 20, con la asistencia de su séquito de militares, sus pocos am igos, los veteranos de Ja independencia y la población de Santa Marta. Fue enterrado en una humilde bóveda en la catedral, sin distinción alguna que le pusiera el gobierno. Allí permaneció durante 12 años. En 1842, el gobierno de Venezuela quiso reparar las ofensas infligidas al Libertador y trasladó sus restos a Caracas. Se hizo un magnífico funeral y quedó colocada Ja urna de sus restos en una capilla de la catedral, en un hermoso monumento. Solo la muerte se atrevió a ignorar que u Excelencia era inmortal. 29. PROTOCOLO DE LA AUTOPSIA DEL LIBERTADOR
El 17 de diciembre de 1830, a las 4 de la tarde, en presencia de los señores generales beneméritos Mariano Montilla y José Laurencio
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Si lva, habiéndose hecho la inspección del cadáver en una de las salas de habitación de San Pedro, en donde fa lleció S.E. el General Bolívar, ofreció las características siguientes:
1. Habitud del cuerpo. Cadáver a los dos terc ios de marasmo, descoloramiento universal, tume facción en la región de l sacro, músculos muy poco descoloridos, consistenc ia natural. 2. Cabeza. Los vasos de la aracnoides e n su mitad posterior ligeramente inyectados, las desigualdades y circunvoluciones del cerebro recubie1tas por una materia parduzca de cons istencia y transparenc ia gelatinosa, un poco de serosidad semirroja baj o la dura-máter; el resto del cerebro y cerebelo no ofrecieron en su sustanc ia ningún signo patológico. 3. Pecho . De los dos lados posterior y s uperior estaban adheridas las pleuras pulmonares a las pleuras costales por producciones semimembranosas; endurecimiento en los dos tercios superiores de cada pulmón; e l derecho cas i desorganizado presentó un manantia l abierto de color de las heces de l vino, jaspea do de algunos tubérculos de diferentes tamafios, no muy blandos; el izquierdo, aunque menos desorganizado, o freció la misma afecc ión tuberculosa, y dividiéndola con el escalpe lo se descubrió una concreción calcárea irregularmente angulosa de tamaño de una pequeña avell ana . Abierto el resto de los pulmones con el instrumento, derramó un moco parduzco que por la presión se hizo espumoso. El corazón no ofreció nada particular, aunque bañado en un líquido ligeramente verdoso, contenido en e l pericardio. 4. Abdomen. El estómago, dilatado por un licor amarillento de que estaban fuertemente impregnadas s us paredes, no presentó, sin embargo, ninguna lesión ni flogosis; los intestinos delgados
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estaban ligeramente m eteorizados; la vejiga enteramente vacía y pegada bajo el pubis, no ofreció ningún carácter patológico. E l hígado de un volumen considerable, estaba un poco escoriado en su superficie convexa; la vejiga de hiel muy extendida; las glándulas mesentéricas obstruidas; el bazo y los riñones en buen estado. Las vísceras del abdomen en general no sufrían lesiones graves . Según este examen es fácil reconocer que la enfermedad de que ha muerto S.E. El Libertador, era en su principi o un catarro pulmonar, que habiendo sido descuidado pasó a l estado crónico y consecuti vamente degeneró en tisis tuberculosa. San Pedro, Diciembre 17 de 1830, a las ocho de la noche.
30. EPICRISIS Y ANÁLISlS DE LA HISTORIA CLÍNICA DEL LIBERTADOR La historia clínica del Libe11ador es compleja, hasta llegar a la autopsia, por medio de la cua l se aclararon algunos temas relacionados con las causas de s u mue1te. "En el umbral de la j ornada del Libertador fue cuando se acentuaron sus penalidades que repercutieron en su vida y obra humana y política, con su tipo constituc ional Jeptosomático, se sornatizaban sus trastornos psicológicos. S u sintomatolog ía fue múltiple, tenía continuas molestias digestivas que él las calificaba como atrabili s. Su temperamento varonil e inclaudicable, también iba deteriorándose paulatina y silenciosamente, los accidentados y frecu entes viaj es por sitios inhósp itos, llenos de pe ligros de todo género, la alimentación que consumía, escasa y desequilibrada, las noches de insomnio ... , la grande responsabilidad que se impuso sobre el porvenir de Jos pueblos de América lo s umieron muchas veces en Ja ansiedad y desesperación .. ." - , dice textualmente Magdalena
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Molina- y añade que fueron muchos los factores etiológicos que minaron su salud, sin que jamás se haya diagnosticado claramente, ni se haya tratado con exactitud, de acuerdo con la medicina de su tiempo, su principal enfermedad, fue la tuberculosis, cuya primoinfección contagiada en e l seno fami liar, no se desarrolló sino cuando su cuerpo perdió las resistenc ias que le daban protección, mientras gozaba de una salud envidiable en su temprana j uventud. Están consignados Jos principales hechos, casi todos coherentes, de la historia médica del Libertador que se conocen de diversas fuentes. Fue claro para varios de los médicos que atendieron a Boüvar, que tenían experiencia aprendida en Europa en donde esta enfermedad era prevalente, que tenía tuberculosis (tisis). En la época en que vivió Bolívar, la tubercu losis era causa común de muerte en Europa y América. Era un asesino arrasador; así, en Europa Frédéric Chopin, el genial compositor y violinista polaco (1 810- 1849), fallec ió de tuberculosis, en ese entonces conocida como una enfermedad romántica; N iccolo Paganini, violinista y compositor ital iano (J 782- 1840); Honoré de Balzac, escritor francés ( 1799- 1850); G ustavo A do lfo Béquer, poeta y narrador espafi ol ( 1833-1870); Eugene Delacroix, pintor francés (J 798- 1863); Johann Wolfgang Yon Goethe, dramaturgo y científico alemán (1749-1823); lmmanuel Kant, filósofo prusiano ( 1724- 1804); Napoleón 11, Emperador de los franceses (18 11 - 1832); Edgar Allan Poe, escritor y poeta estadounidense ( 1809- J849); Anton io Nariño, político y militar neogranadino ( 1765- 1823), etc. E n América, en 1823, fa l Ieee, quebrada por la tubercu losis, Doña Remedios de Escalada, esposa y amiga del Prócer de la [ndependencia de Chile y Argentina, General José de San Martín. Una re lación formal y larga fue la que tuvo El L ibe11ador Simón
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Bolívar con Josefi na Machado. Ella le acompañó en las batallas, era una de las muchachas que entregó al caraqueño una ofrenda de flores, cuando llegó victorioso a Caracas. Le acompañó por seis años, siendo e l más desafo11unado de los amores del héroe, pues al amor seguían las agonías de la guerra y la enfermedad. Por ello se dice que El Libertador hace detener por ocho días Ja expedición que iba a liberar a Venezuela, para esperar e l arribo de Josefina llegada lardamente a los Cayos. E ll a s igue a Bolívar a Los Llanos, se enferma y muere de tuberculosis en Achoguas en 1820. Puede especularse que EJ Libertador le contagió de la tuberculosis por la larga convivencia. Por otro lado, la madre de Bolívar muri ó tuberculosa cuando era niño y él posiblemente tuvo Ja primo infección en la infancia o la adqu irió durante su vida en París luego de mue11a s u esposa. L a primo in fección cicatrizó dadas las buenas condiciones de vida y su buena alimentación. En la autopsia el nódu lo calcificado que se ha lló en el pulmón izquierdo, de l tamaño de una avell ana (de 1 a 2 centímetros de diámetro), ¿era la c icatriz de esa primo infección? La reactivación se prod ujo, posiblemente, cerca de 1822 y luego de la s ituación crítica de 1824 en Pativilca (tabardillo para sus médicos en ese momento) se hizo ma nifiesta la enfermedad pu lmonar. Sorprenden la recuperación y la capacidad para, pocos meses después, sopo11ar el ascenso a la s ierra andina a cerca de los 3.000 metros de altura sobre el nive l del mar; resistir el ascenso al ce1rn de Paseo, de más de los 4.000 metros, organizar s u ejército y luego dar la Batalla de Junín, de la que salieron victori osos. Meses después, luego de Ja Batalla de Ayacucho viajó a l Cuzco y al A lto Perú con alturas de cerca de los 3.600 metros sin desfallecer. Después de esta etapa Ja enfermedad pulmonar fue más aparente, con estados febriles muy frecuentes, accesos severos de tos y expecto ración hemopto ica, con varias cris is severas y desde 153
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1828 ya era manifiesta su decadencia física y anímica. Con frecuencia presentaba estados confusionales, delirios, cefaleas muy severas que ya indican un compromiso meníngeo y del sistema nervioso central. Para entonces, algunos médicos mencionaron la "fiebre cerebral" y el Libertador se refería a estos episodios como "mis delirios". Luego del atentado de septiembre 25 de 1828, su situación se agravó posiblemente por la exposición al frío en la noche del atentado, cuando se refugió debajo del puente del Carmen y la presión emocional tan severa que tuvo. Es muy probable qu e haya vivido una experiencia de lo que hoy se conoce como síndrome de esn-és postraumático, seguido de un estado depresivo crónico hasta el final de sus días. La tubercu losis siguió progresando, el daño pulmonar empeoró, tenía severos accesos de tos con expectoración hemoptoica, fiebre casi continua, debi litamiento y manifestaciones fluctuantes del cuad ro de compromiso cerebral y meníngeo. Todo esto fue más severo a partir de 1829 y de su último viaje a Quito. La tuberculosis progresó sin misericordia. Por desgracia cuando El Libertador adolecía de esta enfermedad no se contaba con la terapéutica adecuada y específica, fue a partir de 1944 con Ja introducción de los antibióticos para el tratamiento de esta enfermedad, la estreptomicina en 1944 y la isoniazida en 1952, que cambió el espectro de esta enfermedad y se transformó la situación epidemiológica en el mundo; situación que desde hace algunas décadas ( 198 1-1982), está siendo agravada por el impacto causado a la defensa inmune por la epidem ia del virus de la inmunodeficiencia humana, el VJH. El regreso a Bogotá, en enero de 1830, fue un esfuerzo demasiado grande para el enfermo y Ja descripción de su aspecto relatada por varios historiadores es dramática. Nada mejor para apreciarla
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que los c uadros hechos por el pintor granadino José María Espinosa, en el período de enero a mayo de ese año, que muestran la decadencia física del ilustre enfermo. Todos estos síntomas persistieron, los cambios mental es fueron más aparentes, se quejaba de fa llas de memoria, estaba irritable y a veces colérico o melancólico y se sintió incapaz de seguir gobernando, de tomar decisiones y de prever su futuro. Antes de su pattida de Bogotá al exilio se acentúo la depresión (¡Mi GLORIA¡ ¿Por qué me la arrebatan ?) y hu bo premoniciones de muerte. En los meses finales de su vida se acentuaron estas ma nifestaciones, en espec ia l durante todo e l viaje de Bogotá a Ca1tagena y fin a lmente a Santa Marta. Hubo fluctuaciones de su estado mental, delirios y estados de confusión, con deterioro de su memoria y las cefaleas eran persistentes. Los últimos 17 días de s u vida quedaron muy bien reseñados por su méd ico de cabecera, y la autopsia confirmó el diagnóstico de tuberc ulosis pulmonar, de l compromiso meníngeo, y posiblemente de la enfermedad de Addison. No es fáci l establecer correlaciones de las fluctuaciones de estos síntomas con los hallazgos de la autopsia, bien pueden re lacionarse a la meningitis y a una posible hidrocefa lia con un síndrome de hipe1tensión endocraneana intermitente. En este contexto es sorprendente que en el día JO presente lucidez mental y pueda dictar su testamento, su última proclama y las disposiciones finales. para caer luego en e l delirio y la confusión mental. Además, hay que considerar que en los últimos días de la enfermedad debió presentarse un trastorno metabólico impo1tante: deshidratac ión, anemia, desnutrición y marasmo, falla renal, cuadro compatible con un estado terminal de la ins uficiencia suprarrenal crónica. Agregándole a la meningitis una encefalopatía metabólica. En conclusión, con las limitaciones de la autopsia y con las observaciones c línico pato lógicas disponibles, no queda duda de 155
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que el Libertador murió de tuberculosis pulmonar (tisis) con compromiso del sistema nervioso central , e insufic iencia adrenal (enfermedad de Addison), esto ocurrió cincuenta y dos años antes del descubrimiento del Mycobacterium tuberculosis por Robert Koch, y de la descripción de la enfenn edad de Addison en 1855. Comprender los vaivenes de la mente con base en los cambios explorados apenas con la luz del ojo humano nunca ha sido posible y tal vez nunca lo sea, pero ello no impide breves incursiones en razonamientos lógicos. Del mismo, modo tratar de encontrar la causa de la muerte de quien hace 185 años yace en la inmortalidad, siempre será un intento atrevido. Los antecesores de Bolívar, que no habían muerto en guerras o revoluciones, habían caído víctimas del mal familiar, pulmones débiles y tuberculosos.
31. CONSIDERACIONES ANATOMOPATOLÓGICAS El doctor Alberto Angulo Ortega, eminente anatomopatólogo de la División de Tuberculosis del Ministerio de Sanidad de Colombia, sobre la descripción de Ja autopsia, dice lo siguiente: ·'La descripción de los pulmones corresponde a la TUBERCULOSIS FLBRO-ULCEROSA CON DISEMINACIÓN BRONCO NEUMÓNICA. El aspecto descrito es el que acostumbramos a encontrar hoy día en los casos tuberculosos no tratados". En Jo referente a Ja cavidad abdominal, el protocolo de la autopsia dice así: "El estómago dilatado por un licor amarill ento de que estaban fuertemente impregnadas sus paredes, no presentó sin embargo ninguna lesión ni flogosis; los intestinos delgados estaban
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ligeramente meteorizados; la vej iga enteramente vacía y pegada baj o el pubis, no ofreció ningún carácter patológico. E l hígado de un volumen considerable, estaba un poco escoriado en su superficie convexa; la vej iga de hiel muy extendida; las glándulas mesentéricas obstruidas; el bazo y los dos riñones en buen estado. Las vísceras deJ abdomen en genera l no s ufrían lesiones graves". De esta descripción se deduce que el doctor Reverend aparentemente no abrió el tubo intestinal y se limitó a examinarlo por s u superficie exterior; Ja dilatación e impregnación de las paredes del estómago se refiere en realidad a manifestaciones post-mo1tem. El grado cons iderable del tamaí'ío del hígado probab lemente se debió a una degeneración ad iposa, (aunque no se menciona el color amarillo), lesión esta que coexiste frecuentemente con tuberculos is o a una congestión por ins uficiencia ventricular derecha, quizás producida por su fibrosis pulmonar, pero fu era de este dato del tamaño de l hígado no hay otros que vengan en apoyo de la insuficiencia ventricular; y la escoriación que se encontró en la superfi cie convexa, nos atrevemos a asegurar que se trató de un artefacto producido en el momento de la extirpación del órgano. La vesícula biliar solamente la refiere como "muy distendida"; es de suponer que no ha debido escapar a l doctor Reverend alguna lesión llamativa de este órgano y por esta descri pción se puede concluir que Ja vesícula biliar se encontraba dentro de los límites normales. A l referirse a las g lándulas mesentéricas obstruidas, está señalando gang lios linfáticos aumentados de volumen; no podemos ir más adelante con el dato aislado, puesto que no abrió e l tubo intestinal ni señala cómo es el aspecto de estos ganglios en la superficie de los cortes. Cuando dice: " los riñones en buen estado", debemos suponer que por Jo menos El Libertador no presentaba una afección renal llamativa, como Jo hubiera sido un riñón contraído de una pielonefritis o glomerulonefritis en estado avanzado o terminal.
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El mismo doctor Reverend establece una discusión de la autopsia donde asienta conceptos que analizados a la luz de los conocimientos de entonces e interpretados hoy, nos permiten dar más fuerza a la tes is de la mue1te debida a la tuberculosis. Dice Reverend: " la enfermedad de que ha muerto S. E. El Libe11ador, era en su principio un catarro pulmonar que habiendo sido descuidado pasó al estado crónico, y consecutivamente degeneró en tis is tuberculosa" . El doctor Angulo Ortega -ya citado- expresa lo siguiente: " Los que desde hace años nos dedicamos a las autopsias de casos de tuberculosis pulmonar (principalmente en las formas fibra-ulcerosas o fibroúlcero- caseosas), sabemos que con mucha frecu encia la enfermedad no se circunscribe a los pulmones, sino que ataca también la laringe, intestino y adrenales". De la sintomatología rel atada por R1;;verend, parece deducirse que El Libertador presentaba una laringitis tuberculosa. En la descripción de la autopsia se señala " las glándulas mesentéricas obstruidas". Parece ser que Reverend quiso significar que había hipertrofia de los ganglios mesentéricos. Si la interpretación que le damos a los ganglios fuese correcta, como suponemos, esto podría estar en re lación con una tuberculosis intestinal y/o adrenal. El hallazgo de lesiones intestinales en casos de tuberculosis, pulmonar crónica excavada (en nuestro medio) es la regla y se acompaña de una adenitis tuberculosa mesentérica. Aunque ni el intestino fue abie1to ni los ganglios mesentéricos fueron seccionados, Ja observación de " las glándulas mesentéricas obstruidas habla en favor de una localización tuberculosa intestinal", y posiblemente de las glándulas s uprarrenales. Conclusión: creemos que con este protocolo de autopsia que
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tene mos a la mano puede llegarse a la conclusión definiti va de que la enfermedad princ ipa l que causó la muerte del Libe rtador fue: TUBERCU LOS IS PULMONAR BILATERAL FIBRO ÚLCERO CAVERNOSA, CON DISEMINACIÓN BRO CO NEUMÓNICA. La coex iste nc ia de laringitis (verificada c lín icamente) y adenitis mesenté rica confirman aún más esta evidencia. En relación con la enfermedad princ ipal hubo una congestión y degeneración grasa del hígado y anemia secundaria. Las lesiones descritas en el pulmón, tanto por su topogra fía como por el aspecto morfo lógico no pue den corresponder a ninguna otra afección conocida . La descri pción no es compati ble con otra afección infla matoria específica (como una micosis) o inespecífica (como un absceso pulmonar), ni con una lesión de tipo degenerati va o neoplásica.
Tuberculosis pu/111011m; insuficiencia suprarrenal crónica y compromiso meníngeo fue ron las causas de muerte de Simón Bolívm: Mucho se ha especulado sobre la causa de s u mue1te. A lgunos han llegado a l extremo de acusar a s us propios m édicos de haber admini sb·ado medicamentos equivocados para los conocimi entos de aquel entonces. Otros han mencionado la m alaria como la enfermedad que causó su deceso. Las opiniones no son igua les y encuentran pa1ticu1ar divergencia tres teorías sobre la causa última de su muerte: El paludismo, el absceso hepático amebiano y la tuberculosis. Sin embargo, al rev isar documentos históricos de la época que in cluyen los frecuentes partes médicos del doctor Reverend, su últim o galeno, se encuentra una evidencia casi contundente que seña la a Ja tuberc ulosis como causa de muerte del ilustre graneo-
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lombiano, quien fallece a la edad de cuarenta y siete años, con el ánimo deshecho y el cuerpo completamente emaciado, como lo atestigua el infonne de la autopsia practicada en la Quinta de San Pedro Alejandrino, cerca de la ciudad de Santa Marta, el 17 de diciembre a las cuatro de la tarde. 32. EL ÚLTIMO CAIVONO "Estoy en el caso de perder el camino de la vida o de segu.ir siempre el de la gloria ". Bolívar.
Bolívar no deja de toser desde septiembre de 1828, luego del atentado del cual fue objeto y que le ocas ionó en forma inmediata un episodio de hemoptisis. Existen datos suficientes como para sospechar un compromiso de las glándulas suprarrenales, posición clínica que compartimos con el doctor Efraím Otero Ruiz, quien fuera presidente de la Academia Nacional de Medicina de Colombia. Los últimos días de Bolívar comienzan en julio de 1830, cuando conoce el asesinato del noble y valiente Mariscal Sucre en las montañas de Berruecos. Di ce Restrepo en su historia de Colombia: " ... lo sufrió en silencio, cual convenía a un hombre de alma y sentimientos elevados ...". Hay testimonios que afirman que permaneció varias horas a la intemperie y posteriormente se encerró en su cuarto hasta el amanecer, meditando y profundamente apesadumbrado. A partir
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y cons ume, en especial, para referirse a la tuberculosis pulmonar, enfermedad que por lo general se considera como sinónimo del término que nos ocupa. Ev idencias de la existencia de este padecimiento se tiene desde el neolítico, hace unos J 2000 años. También se han encontrado restos de la bacteria que ocasiona la tuberculosis o tisis, en momias egipcias.
33.1. ETIOLOGÍA Cualquier persona puede verse afectada por esta in fecc ión (en la actualidad se previene mediante la vacunación), la enfermedad se propaga a través del a ire mediante pequefias gotitas de secreciones de la tos o estornudos de personas infectadas de Mycobacterium tuberculosis. La bacteri a en forma de bacilo fue descubierta, e l 26 de marzo de 1882, por Robe1t Heinrich Hermano Koch ( 184319 1O); por eso ta mbién se conoce como "bacilo de Koch". Para contagiarse de tuberculosis debe existir un contacto frecuente, fami liar o una convivencia con personas infectadas. Es muy raro contagiarse de forma casual por un contacto esporádico. Una vez que la bacteria se introduce en e l pulmón se forma un granuloma que es la infección primaria de la tuberculosis, este proceso no prod uce síntomas y en el 95% de los casos se recupera solo, sin más problema. La bacteria de la tuberculosis pasa así a una fase de inactividad encerrada en un granu loma. Si por cualquier causa (otras infecciones, estrés, desnutrición, ambi ente insalubre, etc.) las defensas del cuerpo se debil itan, las bacterias se reactivan y se produce la enfermedad. Con seguridad esta fue la evolución de la enfermedad del Libe1tador Simón Bolívar.
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de ese día su naturaleza flaquea en forma ininterrumpida. Considero necesario reseñar brevemente las características c ientíficas de la tuberculosis y de la enfermedad de Addison (ins uficienc ia adrenal crónica). La cronología del conocimiento científico, permite comprender por qué Simón Bolívar no fue diagnosticado y tratado exitosamente, a pesar de haber tenido una serie de médicos, que, eran de l mejor nivel profesional para aque l tiempo: Desiderio Roulin (méd ico francés), 1824. Dr. Valdés, en Pativilca, 1824. Ricardo Cheyne, L828. Santiago Gastelbondo, en Ca1tagena y Barranquilla, J830. Charles Moore, de la Legión Británica, 1828. Dr. Mac Nigh, norteamericano de la goleta Gramphus. Próspero Reverend, quien asistió al Libertador en Jos últimos días de su vida y muerte. - Otros médicos, que cuidaron de l Libe1tador en a lgunas de sus campañas fueron : Ricardo Murphy, David Burton y Thomas Foley. .
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33. LA TUBERCULOSIS La tuberculosis (conocida en la antigüedad como tisis) es una enfermedad infecciosa producida por el Mycobacterium tuberculosis. Normalmente afecta primariamente a los pulmones pero puede extenderse a otros órganos. La palabra tisis viene del latín phthisis, tomada en préstamo del griego <ji8iou; (phthisis), debilitamiento, consunc ión. Tis is se aplica pa ra designar cualquier padecimi ento que debilita
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33.2. SÍNTOMAS En pri nc ipio el com ienzo de La enfermedad s ue le ser con afectación pu lmonar y los síntomas son: • Tos persistente. • Fiebre. • Cansancio constante. • Pérdida de peso. • Sudores nocturnos. • Pérdida de l apetito. Los síntomas que consumían al Libertador corresponden en forma completa con los enumerados. La etiología de Ja tuberculosis y la descripc ión de la enfermedad de las glándulas adrenales son conocidas y descritas con posterioridad al fallecimiento. Los valiosos médicos que le atendieron no podían tener esa información c ientífi ca.
l. El Libe1tador fallece en 1830. 2. La insuficiencia adrenal (enfermedad de Addison) provocada por la tuberculosis se describe en l 855. 3. Recién se identifica e l bacilo de Koch como agente causante de Ja tuberculosis en 1882, lo que permitió s u tratamiento.
34. ENFERMEDAD DE ADDISON ASOCIADA A TUBERCULOSIS PULMONAR Y MENÍNGEA La enfermedad de Addison resulta de la destrucción progresiva de las g lándulas adrenales pudiendo llegar hasta el 90%, antes de que aparezca una insuficiencia corticosuprarrena l elínicamente observable. Históricamente, la tuberculosis fue una causa frecuente de Ja enferme dad de Addison, aunque otras enfermedades también 163
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pueden producir la enfermedad. En 1855 Thomas Add ison (1793-1 860) publicó una monografia en la que habla de los efectos locales y constituciona les de las enfermedades de Ja corteza suprarrenal (On the constitutional and local effects of disease of the s uprarenal capsules). A partir de ocho casos describe el c uadro clínico de la insuficiencia de Ja corteza sup rarrenal, que se amplió posteriormente en pequeños detalles. "El pac iente se vuelve, poco a poco, débi l e indolente, se s iente incapaz de hacer un esfuerzo corporal o mental. El apetito queda reducido o falta ... e l pul so es flojo y débil. .. , el cuerpo se agota ..., presenta un ligero dolor o malestar en la zona del estómago y vómitos. Junto con estas manifestaciones más o menos pronunciadas puede observarse también, un cambio de color característico de la piel. .. que se extiende por todo el cuerpo . Podemos decir que se observa un color marrón, como sucio o negro de humo o d iferentes tonos marrones". La enfermedad de Addison, es la insuficiencia de la co1teza suprarrenal debido a la destrucción o disfu nción de esta, afectando la producción de glucocorticoides y mineralocorticoides. Con la enfermedad de Addison crónica de comienzo lento, puede producir sintomatología de bajo nivel, inespecífico, pero debi litante y s ignificati vo. La edad más común de presentación en ad ultos es de 30-50 años (en esa etapa se desarrolló la enfermedad del Libertador). La aparición de síntomas a menudo es inespecífica. Se evidencia hiperpigmentación de la pie l y membranas mucosas, que a menudo preceden a otros síntomas por meses y años. Esta es causada por el e fecto estimulante de exceso de la hormona adrenoco1ticotrópica (ACTH) sobre los melanocitos, para producir me lanina.
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El cuadro clínico está precedido de s íntomas derivados de reserva adrenal escasa, como astenia vespertina, anorexia, pérdida de peso, mareos por hipotens ión arterial y mialgias. La progresión de la deficiencia de cortisona intensifica las manffestaciones clínicas que se agravan si la secreción de mineralcorticoide se encuentra afectada, como ocurre en algunas formas de insuficiencia adrenal primaria, tales corno Ja tuberculosa, secundaria a cirugía y destrucción tumoral o hemorragia. E l défi cit de mineralcorticoide induce a una pérdida salina urinaria con retención de potas io que potencia la hipotensió n a1terial, ya favorecida por la falta del efecto sensibil izante del cortiso l, sobre la acción presora de las catecolaminas. La hiponatremia, potenciada por Ja incapacidad para excretar agua libre, junto con la hiperpotasemia, retención nitrogenada y acidosis metabólica, contribuyen a los trastornos de la motilidad de la musculatura lisa y estriada, dando lugar a dolores abdominales, que plantean el diagnóstico diferencial con un cuadro de abdom en agudo, vómitos y diarreas, que empeoran a la deshidratac ión y conducen al estado de shock circulatorio. El déficit de cortisol, como hormona contrarregu ladora, cursa con frecuencia con hipoglucemia. El diagnóstico de enferm edad de Addison debe ser considerado siempre ante un paciente que presente: hipotensión, pérdida de peso, anorexia, debilidad e hiperpigmentación . Cuadro clínico que se presentó en la enfermedad del L ibertador.
34.1. SINTOMATOLOGÍA Y SIGNOS CLÍNICOS La insuficiencia corticosuprarrenal por destrucción lenta de las glándulas supra1Tenales tiene un comienzo insidioso, donde la identidad de Ja enfermedad en las primeras fases es muy dificil, siendo fácil su diagnóstico en los casos avanzados. Se caracteriza por: 165
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Astenia o debilidad: aparece constantemente en Ja enfermedad de Add ison, en el 99% de Jos casos. Al principio puede ser esporádica y más frecuente en momentos de estrés, pero a medida que Ja función suprarrenal se deteriora, el paciente está continuamente fati gado y necesita reposo en cama. Hiperpigmentación cutánea y de mucosas: ocurre en el 98% de los casos. Normalmente aparece como un oscurecimiento difuso de color moreno, pardo o bronceado en ciertas regiones, como el rostro, los codos o los surcos de las manos, y en las zonas que están no1malmente pigmentadas, como los pezones. En las mucosas pueden aparecer placas de color negro azulado en el 82% de Jos casos. A lgunos pacientes presentan efélides oscuras y a veces, paradójicamente, áreas irregulares de vitíligo (9% de los casos). Esta hiperpigmentación persiste tras Ja exposición solar. Se debe a que en el proceso de síntesis de la ACTH se sintetiza previamente proopiomelanocortina (POMC). Péptido que, además de dar lugar a la ACTH, también dará a-MSH, ho1mona estimulante de la síntesis de melanina. Pérdida de peso o adelgazamiento: ocurre en el 97% de los casos, debido a Ja anorexia y alteración de la función gastrointestinal. Alter ación de la función gastrointestinal: Ja anorexia, las náuseas y los vómitos aparecen en el 90% de Jos casos y a veces es la primera manifestación de la enfermedad. En ocasiones (34% de los casos) puede aparecer un dolor abdominal impreciso, tan intenso que puede confundirse con un abdomen agudo. La diarrea ocurre en el 20% de los casos y el estreñimiento en el 19%. Hipotensión arterial: descrita como menor de 110/70, ocurre en el 87% de Jos casos y se acentúa la postura hasta ser menor de
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80/50. El síncope puede ocurrir en el 16% de los casos. Bolívar lo tuvo en varias ocasiones.
Trastornos perceptivos: existe refuerzo de las percepciones sensoriales gustativas, o lfatorias y auditivas, revers ibles con e l tratamiento. También pueden aparecer cambios en la personalidad, como inquietud e irritabilidad excesivas. La sensibilidad olfatoria aumentada, de Bolívar se evidenc ia en la anecdótica visita que le hace el general J. M. Sardá, uno de sus más adictos amigos, quien se presentó por una visita de despedida. Sardá, después de haber saludado, tom ó un asiento cerca de la hamaca en donde estaba acostado El Libertador, quien Je dijo pausadamente: "General, apaite un poco su asiento". Sardá se reculó algo. "Un poco más" . Así lo hizo. "Más todavía, repitió Bolívar". A lgo alterado, dijo, entonces, Sardá: "Permítame S. E. que no creo haberme ensuciado. No tal; es que usted hiede a diablos. ¿Cómo a diablos? Quiero decir a cachimba" . Sardá, que no se coitaba fácilmente, con voz socarrona dij o : " ¡Ah! mi General, tiempo hubo en que V. E. no tenía tal repugnancia. Sí, otros tiempos eran, amigo mío, contestó Bo lívar, ahora me hallo en una situación tan penosa, sin saber, lo que es peor, c uándo saldré de e lla" . Hipertermia: el hipotálamo no controla la homeostasis del cuerpo por falta de secreción de corticoides. Uno de los tormentos de Bolívar fueron las fiebres frecuentes y Ja hiperhidrosis. En la mayoría de los casos las alteraciones mentales suelen aparecer en fmma de cambios de conducta y de personalidad . Por este motivo es fácil e l d iagnóstico erróneo de trastorno de Ja personalidad y trastorno somatomorfo de características hipocondríacas. Los síntomas p sicológicos de aislamiento, apatía, fatiga, trastorno del estado de ánimo, afectación de la memoria y pobreza
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global del pensamiento, también suelen ser de inicio precoz, por lo que se puede confundir la enfermedad de Addison con una demencia o con una depresión. En la crisis suprarrena l aguda puede desarrollarse un síndrome cerebral con psicosis (alucinaciones) y delirium. Estas man ifestaciones fueron frecuentes en los últimos años de vida del libertador Simón Bolívar.
Diagnóstico diferencial: ¿Qué otra enfem1 edad sino la tuberculosis hubiera dado un cuadro como el descrito? En e l diagnóstico diferencial, descartada la falla renal consecutiva a una intoxicación por cantáridas que se le apl icaron sobre la piel como revulsivo en forma de vejigatorios, sería la presencia de un absceso pulmonar amebiano, expulsado en una vómica, tesis del D r. Luis Ard ila Gómez en cuyo res paldo tendríamos el hallazgo post mortem de Reverend, quien señaló que e l hígado, de un volumen considerable, estaba un poco escoriado en su superficie convexa, y por el compromiso hepático que el mismo Bolívar se refería como ataques de bilis o su atrabil is mortal. Don Tomás Cipriano de Mosquera, en s us M emorias sobre la vida del General Simón Bolívar, mencionó que en enero de 1822 se encontraba El Libertador en la ciudad de Ca li; fue atacado de una terciana y pidió al Dr. Joly un remedio activo para curarlo, y le dio una bebida arsenical que le cortó inmediatamente la fiebre; pero desde entonces comenzó a sufrir El Libertador en Jos órganos de la digestión, y después de la Batalla de Bomboná tuvo un ataque de disentería y desde entonces su salud ya no fue completa. Cuando Mosquera hablaba de terciana, podría pensarse en el paludismo, pero por el tratamiento a base de arsenicales y la respuesta favorable, quizá fuera más factible pensar en una infestac ión
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amebiana, m anifestada por disentería.
35. CRONOLOGÍA DE LOS CAMINOS DEL LIBERTADOR 1783 1786 1792 1793 J 799 1802 1802 1803 1803 1804 1805
Nacimi ento, en Caracas (24 de julio). Fallece su padre (19 de enero). Fallece su madre (6 de junio). Subteniente. Viaja a España. Se casa (26 de mayo). Regresa a Venezue la. Enviuda (22 de enero). Viaj a a España (23 de octubre). Presenc ia, en París, la coronación de Napo león. Viaja a Ita lia, y hace el juramento del M onte Sacro, en Roma (15 de agosto). 1805 Regresa a París (diciembre). 1806 Regresa a Venezue la , pasando por los Estados Unidos. 181 O Sale, en mis ión diplomática, hacia Londres, a nombre de la Junta de Gobierno de Venez uela (6 de junio). 181 O Encuentro con M iranda, en Londres. 18 1O Regresa a Caracas (5 de diciembre). 1811 Discurso en la Sociedad Patriótica (4 de julio). 1. 8 11 Interviene en la toma de Valencia. 18 12 Se encarga del mando de Pue1to Cabello. 181 2 Abandona Puerto Cabello. 181 2 Apresa a Miranda (30 de julio). 1812 Se embarca para Cu ra~ao. 1812 Llega a Cartagena (27 de noviembre). 1812 Inic ia por s u cuenta la «Campaña admirabl e». 1813 Triunfa en Cúcuta (28 de febrero). 1813 Le aclaman Libertador, en Mérida (23 de mayo). 169
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Decreta la «guerra a mue1te», en Truj illo (15 de junio). Triunfa en Taguanes (31 de julio). Entra en Caracas (7 de agosto). 181 3 Victoria en Bárbula (30 de septiembre). 181 3 La Municipalidad de Caracas le aclama capitán general de los ejércitos de Venezuela y le da el nombre de Libertador. 181 3 Derrotado en Barquis imeto; triunfos en Vig irima y Araure. 1814 Asamblea popular en Caracas . 1814 Intensas batallas en San Mateo (febrero y marzo). 1814 Liberación de Valencia (3 de abril). 1814 Primer tri unfo en Carabobo. 18 14 Derrota en la Puerta (15 de junio). 1814 Asamblea popular en Caracas. 181 4 Emigración en masa hacia el oriente de Venezuela. 1814 Derrota en Villa de Aragua de Barcelona. 1814 Abandono del país, po r Carll pano, rumbo a Ca1tagena (8 de septiembre). 1814 Se presenta en Tunja, al Congreso de la Nueva Granada (24 de noviembre). 181 4 Tom a de Bogotá. 1815 Asedio de Caitagena (24 de marzo). 1815 Abandona el país, rumbo a Jamaica. 1815 Escribe la célebre "Caita de Jamaica". lntentan asesinarlo. 1815 Desembarca en Los Cayos de San Luis y conferencia con el Presidente de Haití, Alejandro Pétion. 1816 Sale con una expedició n libertadora, rumbo a la isla vene zolana de Margarita (2 1 de marzo). 1816 Triunfo naval en Los Frailes. 18 16 Desembarca en Margarita (3 de mayo) 1816 Toma de Carllpano, en la costa venezolana. 1816 Desembarca en Ocumare de la Costa (6 de ju lio). 181 6 Derrota en Los Aguacates .
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Reembarque en Ocumare y desembarco en G i.iiJia. Reembarque hacia Los Cayos (Haití) (22 de agosto) . Segunda expedic ión libertadora, rumbo a Margarita (21 de diciembre). Llega a M argarita. Desembarco en Barcelona (3 1 de diciembre). Combates en Clarines y Barcelona. Arribo al río Orinoco (3 de abril) . Toma de A ngostura (1 7 de julio). Aclamado Jefe supremo (24 de j ulio). Fusila miento del general Piar ( 16 de octubre). Creación del Consej o ele Estado. A pe11ura de la campaña del Guárico (3 1 de diciembre). Sorpresa de Calabozo y combate en El Sombrero. Segunda derrota en La Puerta. D errota en Ortiz (26 de marzo). Sorpresa y peligro de mue11e en Rincón de los Toros. Regreso a A ngostu ra. Convocatoria de l Congreso de Venezuela. Instalación del Congreso en Angostu ra ( l 5 de febrero). A pertura de la campafia, rumbo a N ueva Granada (27 de febrero). Paso de los A ndes por el Páramo de Pisba (5 de julio). Victoria en Pantano de Vargas (25 de julio). Triunfo en Boyacá (7 de agosto). Liberación de Bogotá (10 de agosto). Llegada a A ngostura ( 11 de dic iembre). C reación de Colombia en el Congreso de Angostura. Es eleg.ido Pres idente ( l 7 de diciembre). Sale de A ngostu ra, rumbo a la N ueva Granada (24 de diciembre). Entra e n Bogotá (5 de marzo). 171
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Sale de Bogotá, rumbo a Venezuela (22 de marzo). Residencia de cuatro meses en la frontera con Venezuela (abril- agosto). Llega a Turbaco, para el asedio de Cartagena. Retorno a la frontera (2 1 de diciembre). Apertura de la campaña de Venezuela (27 de septiembre). Tratado de armisticio (26 ele noviembre). Triunfo diplomático sobre el general Mori ll o en la entrevista de Santa Ana (27 de noviembre). Retorno a la frontera). Regresa a Bogotá (1 O de enero). Apertura de la nueva campaña sobre Venezue la (1 de marzo). Triunfo en la segunda Batalla de Carabobo (24 de junio). Entra en Caracas (29 de junio). Ofrece ejércitos para la liberación del Perú. Asiste al Congreso del Rosario de Cúcuta, que le da facultades extraordinarias (29 de septiembre). Parte para la campaña del Sur. Triunfo en Bomboná (7 de abril) . Victoria en Pichincha (éxito de Sucre) (24 de mayo). Capitulación de Pasto. Llega a Quito. Conoce a Manuela Sáenz. (16 de junio). Llega a Guayaqu il. Esta provincia se incorpora a Colombia (13 de j ulio). Triunfo diplomático en la conferencia, en Guayaquil, con el general San Martín (26-27 de julio). Bolívar, en Pasto (3 de enero). Llega a Guayaquil, y env ía un a expedición de seis mil hombres al Perú (marzo-abril). Llega a Lima (2 de septiembre). Marcha a someter a Riva Agüero.
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1.824 1824 1824 1824 J 824
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El Congreso del Perú le nombra Dictador ( 1 de febrero). Peligro de muerte en Pativilca (marzo). Apertu ra de la campaña del Perú. Atraviesa la cordillera ele los Andes Uunio). Triun fo en Junín (6 de agosto). Liberación de Lima (noviembre). Invitación para el Congreso Interamericano de Panamá (7 de diciembre). Vi ctori a en Ayacucho (éx ito de Sucre) (9 de diciembre). Reunión del Congreso Peruano en Lima, el cual decreta honores y recompensa pecuniaria para Bolívar (febrero). Visita a Jos departamentos del sur del Perú (abril). Creación de Boli via ( 16 de mayo). Llegada al Cuzco (25 de j unio). Conferencia, en Potosí, con enviados ofi ciales del Rio de la Plata. Llega a Lima y da a conocer su proyecto de Constitución para Boli via (febrero-mayo). Se instala el Congreso de Panamá (22 de junio). Bolívar, declarado Presidente vitalicio del Perú y adopción de la Con stitución Boliviana (agosto-noviembre). Llega a Guayaqu il ( 12 de septiembre). Entra en Bogotá ( 14 de noviembre). Parte para Venezuela (25 de nov iembre). Llega a Caracas ( 12 de enero). Arribo a Cattagena (9 de julio). Llega a Bogotá ( 1Ode septiembre). Llega a Bucaramanga dond e perm anece mientras se ce lebra la Convención de Ocaña. La Junta Popu lar de Bogotá le proclama Dictador de Colombia (1 3 de j unio). Llega a Bogotá y convoca a elecciones para enero de 1830 173
LOS CA M I NOS
1828 1828 1829 1829 1829 1829 1830 1830 1830 J830 1830 1830 1830 1830 1830 1830
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(24 de junio). Intento de asesÍJiato (25 de septiembre). Parte para el Sur a hacer frente a la invas ión de tropas peruanas (28 de diciembre). Llega a Quito (los peruanos han sido derrotados por Sucre, en Tar qui, el 27 de febrero) (l 8 de marzo). Armisticio con el Perú (27 de junio). Enfermo de gravedad en Guayaqui l (agosto). Tratado de paz con el Perú (22 de septiembre). Llega a Bogotá (15 de enero). Instalación del Congreso (20 de enero). Renuncia al Poder (27 de abri l). Entrega el Poder al Vicepresidente. Parte para Ca1tagena (8 de mayo). Recibe la noticia, en Cartagena, del asesi nato de Sucre ( 1 de julio). Llega a Santa Marta (1 de diciembre). Llega a la quinta de San Pedro Alejandrino. Última proclama y testamento ( 1O de diciembre) . Muerte (17 de diciembre).
DR . I GNAC IO RAM !REZ AGU I RRE
EL AMERICAN O MÁS PROMINENTE DEL SIGLO XX
"Con solo 4 7 años de edad peleó en 4 72 batallas y fue derrotado solo 6 veces. Participó en 79 grandes batallas, con el gran riesgo de morir en 25 de ellas. Liberó 5 naciones caba lgó 123 mil ki lómetros, más de lo navegado por Colón y Vasco de Gama combinado. Fue Jefe de Estado de 5 naciones.
Cabalgó con la antorcha de la libe1tad la distancia lineal de 6.500 kilómetros, esa distancia es aproximadamente media vuelta a la Tierra. Recorrió 1Oveces más que Aníbal, 3 veces más que Napoleón y eJ doble de Alejandro Magno. Sus ideas de Libertad fueron escritas en 92 proclamas y en 2.632 cartas. Lo más increíble es que muchas de ellas fueron dictadas de forma simultánea y en diferentes idiomas a distintos secretarios. Y el ejército que comandó nunca conquistó ...... sólo LIBERÓ .... ' Del mismo modo, con su pluma privi legiada escribió Juan Montalvo: "En los hombres extraordinarios, esos que prevalecen sobre cien generaciones y dominan en la tierra altos como una montaña, el genio viene armado con todas las armas ... . Guerrero, escritor, político, estadi sta, orador, todo fue Bolívar, y de primera línea" .... "S in temor de sobrepasarnos en el encarecimiento, podemos contar a Don Simón entre los hombres con los cuales Ja naturaleza demuestra su poder, y Dios el amor con que glorifi ca al género humano".
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DEL
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SECC I Ã&#x201C;N III
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1.1 BERTA D O R
D R. I G N AC IO
RA MI R EZ i\ GU IR RE
36. ICONOGRAFÍA DE SIMÓN BOLÍVAR L a iconografia de Simón Bolívar (Caracas, 24 de julio de 1783-Santa MaJta, 17 de d iciembre de 1830) es de paiticular impo1tancia, puesto que, son val iosos documentos que permiten estudia[· la vida de este hombre extraordinario. Existen var ios retratos tomados «de l natural», los cuales se convirtieron en las fuentes de producción de una incontable canti dad de imágenes en los más di versos reportes. Q uienes ha n estudiado la iconografía del héroe privilegian estas fuentes y, en general, han dado menor relevancia a las obras que se produjeron después de su m uerte. La iconografía Bolilvariana es, en términos generales y con a lgunas excepciones, de variable mérito en c uanto al parecido se refiere, como se verá en los retratos que se reproducen al fi nal de este capítul o. La hab ilidad de los artistas para captai- el parecido de Bolívar no siempre fue exitosa. Don Manuel Arocha atribuía esta circunsta ncia a dos razones cuando afirmaba que: "No fueron muchos pintores los que pudieron pintar al Libertador del natura l, ni todos fueron buenos pintores". Los retratos de S imón Bo lívar abundan. Se repiten en innumerables variantes en textos, revistas, documentos y enciclopedias. De todos los retratos del Lí be1tador pintados por sus contemporáneos, probablemente cuatro perfiles y un retrato de tres cuartos son paiticularmente interesantes. Se conjugan tan bien entre sí que permitía descubri r el Bolívar real que vieron s us pintores. Los más impo1tantes, por su fide lidad, son los perfiles del francés Fran<;ois Désiré Roulín, del italiano Antonio Meucci, del colombiano José María Espinosa y el retrato de tres cuartos que don
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Alfredo Boultom bautizó como "El Retrato del Pintor Anónimo de 1826", obra que conesponde al pintor ecuatoriano Antonio Salas. Desde que se sosegó el odi o contra El Libertador y se inició su rehabilitac ión y la exaltación de su memoria (1842), se ha creado una imagen por pmie de mtistas y dibujantes que no conocieron personalmente a su modelo y que, a lo largo de sucesivos retoques acentuados por siglo y medio de maquillaje histórico han atenuado las facciones y afinado la actitud del personaje. Teniendo en cuenta la centralidad, que se reconoce en la actualidad, a las imágenes como portadoras de sentido, para la comprensión de múltiples aspectos del pasado, que otras fuentes no pueden ofrecer. Hoy es posible reconstruir, paso a paso, el proceso de su existencia en el contexto social y político en que tuvo ocurrencia. Los retratos que se hicieron de Bolívar a lo largo de s u vida, constituyen un auxiliar documental poderoso para aproximarse al conocimiento de sus preocupaciones, sus estados de ánimo, sus actitudes en tiempos de crisis o en momentos de triunfo y también, naturalmente, las vicisitudes de su salud y el desarrollo de la enfermedad que lo llevó a la tumba. La iconografía de Bolívar es un corpus bastante disímil ; sin embargo constituyen documentos históricos, que contribuyen a refrendar la historia del héroe, en un ser m aterial. Pe1ienecen al retrato como género y por e llo son producto tanto de las decisiones del modelo como de la mediación del arti sta, de sus intereses, de sus capacidades y de sus m edios. No se ha establecido si los pintores que lo retrataron fueron convocados por El Libertador, excepto en la ocasión que el pintor colombiano Espinosa re lata:
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fa ltaba ya muy poco para e l 25 de septiembre de 1828, cuando fue a mi casa mi tío José l. París y m e dijo: «El Libertador te llama para que vayas a retratarlo». En el momento preparé el marfil , y nos fuimos a Palac io. Después de presentado Bolívar, que me hizo un cariñoso recibimi ento, se colocó al frente de mí, con los brazos cruzados : apenas comenzaba yo e l disefio, cuando me dijo: ¿ya está? le contesté que fa ltaba mucho: entonces estiró los brazos diciéndome: «Puede usted venir cuantas veces quiera, a las once, antes que se re úna el Consej o» . La función del retrato como e lemento simbólico y político era claro para Espinosa, produjo dos tipos de imágenes totalmente d iferentes del héroe. La primera en miniaturas, acuarelas y óleo, en donde aparece el héroe de buen sembl ante vistiendo su uni forme ofi cia l y «de brazos cruzados». Solo dos aiios después, Espinosa hizo un par de retratos en dibuj o del héroe, vestido de civil. rea lizados poco tiempo antes de su partida de Bogotá, cuando se encontraba en su peor momento de salud y ánimo. Son testimonios del estado que dominaba a l modelo y a l a1tista. No se divulgaron s ino hasta el s iglo XX, seguramente debido a que no respondían a la función celebratoria del héroe sino a su carácter contingente, anti heroico. Ello explicaría no so lo que Espinosa produj era retratos tan disímiles en tan poco tiempo, sino que los perfil es realizados por Fran<;ois D ésiré Roulín y A ntoni o Meucci, no representen a l enfermo y demacrado héroe en 1830. La d istancia entre Bolívar y s u imagen la relata Espinosa en e l irreconocible Bolívar luego de l triun fo de la Bata lla de Boyacá en 1819: Vimos venir a un militar, bajo de c uerpo y delgado, a todo el paso de un caballo cerbuno; todo fu e divisarlo [el general] Maza y excla-
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mar: «¡allí v iene un Jefe godo de los derrotados! » y diciendo esto, picó espuelas al suyo, y cuando estuvo a unos 30 pasos de distancia, gritó: «¡alto ahí! ¡Quién vive! ». El desconocido no hizo caso de esta interpelación y siguió adelante; entonces Maza enristró su lanza y acercándose más, gritó lo mismo; pero el Jefe pasando de largo cerca de Maza, le dijo con un tono de tanta dignidad como desprecio: «¡no sea pendejo!». En aquel instante reconocieron Maza y mi hermano al general Bolívar. La primera iconografía de Bolívar se publicó, el 24 de julio de 1883, con motivo del centenario del natalicio del héroe, por el artista y periodista colombiano A lberto Urdaneta ( 1845-1887) en el Papel Periódico Jlust:rado. El segundo iconógrafo bo livariano es e l bibliógrafo y editor venezolano Manuel Segundo Sánchez, con su estudio Ap untes para la iconografía del Libertador, publicado en 1916. El s iguiente investigador es el estudioso y coleccionista venezolano Alfredo Boultom, el más prolífico de los iconógrafos de Bolívar quién le ded icó cuatro trabajos. La obra de Boultom es una catalogación sistemática y densamente documentado de los retratos que se hicieron en vida de Bolívar. Divide los reh·atos en siete grupos y asigna como filiaciones a las derivaciones de los mismos, ya fueran copias o interpretaciones de las fuentes . Dichos grupos son: J. Bate, 2. Gil de Castro, 3. Pintor Anónimo de 1826, 4. Roulín, 5. Espinosa, 6. Meucci y 7. Sin vincu lación. La iconografía del Libertador del ingeni ero, escritor y ed itor colombiano Enrique Uribe White se publicó en 1967 y se reeditó en 1983. El más reciente estudio iconográfico de Bolívar titulado Icono-
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RAMIJU:!Z AGU I RRE
grafía revisada del Libertador (2004), fue escrita por los aitistas e investigadores colombianos. Beatriz González, curadora de rut e e historia de l Museo Naciona l de Colombia, entre 1989 y 2004, y Daniel Castro, director de la Casa-Museo Q uinta de Bolívar y del Museo de la Independencia. González y Castro, estructuraron ocho grupos iconográficos: 1. Grupo Europ a, 2. Grupo Figueroa, 3. Grupo Salas, 4. Gru po Gil de Castro, 5. Grupo Roulín, 6. Grupo Espinosa, 7. G rupo Meucci, 8. Grupo de paso. Una c lasificac ión que incluye a lgunos de los pintores americanos que Boultom desestimó y excluyó de las obras fa lsas de acue rdo con los estudios de l investigad or venezolano Carlos Duarte. Espinosa orig inó desde Bogotá a pa11ir de J 828, una iconografía que representa a Bolívar de brazos cruzados, unas veces de uniforme y otras vestido ele civil. Bolívar posó ante Espinosa el día l de agosto de 1828; un mes antes de que tuviera lugar el atentado contra su vida. Su prestigio lo llevó a pintar al Libertador Presidente Simón Bo lívar en agosto de 1828. La iconografía de Espinosa se desarrolla a par.tir de ese año. La expresión de Bolívar en los bocetos de Espinosa va cambiando a medida que se agrava su sa lud y la situación política de Co lombia.
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DR. IGNACIO
RAM IREZ AGUIRRE
ICONOGRAFÍA
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DEL Llll ERTAD OR
OR . lGNA C l O
RAMIREZ A GU JR RE
36.1 EVOLUCIÓN DE LA IMAGEN DE SIMÓN BOLÍVAR Y DE SU ENTORNO
Juan Vicente Bolívar y Ponte-Andrade, padre de El Libertador
Tanto los "Bolí var" como los ·' Palacios", constituían la fl or y nata de la oliga rquía venezolana: el ape llido " Palacios" provenía de la loca li dad de Miranda del Ebro en Castilla la Vieja; y Jos " Bolívar" de la región vasca de Bilbao en Vizcaya; pero sin embargo, ambos apellidos tenían varias descendencias en Venezuela, y por lo tanto. tanto María como Juan nacieron en Venezuela.
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El matrimonio habitaba en una espac iosa mansión solariega de gran esplendor al mejor estilo de Sevilla, heredada por Juan Vicente, con patios interiores conve11idos en jardines, ubicada entre las esquinas de Traposos y San Jacinto, en la Caracas colonial, que di staba menos de 200 metros de la Plaza Mayor; por el fondo se comunicaba con la casa del padre de María ele la Concepción, Don Felic iano Palacios; y colindaba con el convento de San Jacinto.
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RAMIREZ
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:. ,..
Al momento de verter el agua bendita sobre la cabecita descubierta de Bolívar, niño, su padrino, el Presbítero Juan Félix Jerez Aristeguieta y Bo lívar, quiso darle como nombre "Simón", en honor a Simón el apóstol y predicador en Egipto y Etiopía .
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C A MI NOS
JJl'I.
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1799 Simón Bnlívilr tenía aproximadam ente 16 años. A utor Anónimo Miniatura sobre marfi l 0,06 x 0,05 Madrid, circa 1799-1 802 Colección de la.Fundación Jolm B oullon, Carneas
1799 Simón Bolívar tenía aproxim adamente 16 aüos.
1802 . Boda de Simón Bolívar con María Teresa Rodríguez del Toro. Ten ía 18 al'íos y su nov ia 2 1. Boda realizada en Madrid, el 26 de mayo de 1802. Pintura que se encuentra en la Casa Nata l del Libertador. En j unio de 1802 regresó con su esposa a Venezuela, estableciéndose en Caracas. Poco duró la fe lic idad, porque en enero de 1803 murió la j oven María Teresa Rodríg uez de l Toro, víctima de la fi ebre amarilla. La desesperación de S imón Bolívar fue inmensa. 190
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RJ\ MÍR E Z AGU IRR E
1806. Tenía Bolívar 23 años, en el aiio de Ja coronación de Napoléon en París. Pintura de autor desconocido que se encuentra en el Museo de la fun dación "Jolm Boullon" ubicado cerca del Pantéon Nacional de Caracas.
1816. Simón Bolívar tenía 33 años. S u rostro dibujado durante la dramática estadía en Haití, nos dice más acerca de Jo que pasaba por su ánimo que muchos testimonios escritos. Anónimo, carboncillo pastel papel pegado Fundación John Boulton, cerca del Pantéon Nacional, Caracas.
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El retrato de Haití (imagen a Ja derecha) debe considerarse fundamental en la iconografia bolivariana. Esta imagen marca el comienzo del "rostro maduro" de Bolívar después de las terribles derrotas mi litares de 1814 y 1815. Se observa la calvicie incipiente, la delgadez del rostro, Ja creciente palidez de las facciones. A partir de 1816, Bolívar sufrirá cambios dramáticos en su aspecto fisico, en directa relación con las penalidades de la guerra y con las vicisitudes de su salud. Es conveniente observar la transformación del rostro boli variano desde la miniatura de 1799, cuando tenía 16 años, hasta el retrato de Haití, cuando había cumplido los 33 años y se aprestaba a organizar la Expedici ón ele los Cayos.
Atribuido a W Neagle Óleo sobre tela Circa 1818 Angostura Casa Natal del Libertador Caracas
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A pa11ir de las campañas de 1818, Simón Bolívar consolidará sus fuerzas militares. Las derrotas serán solo contingencias adversas de un proceso de ascenso y consolidación. Al mismo tiempo, su salud sufrirá quebrantos cada vez más frecuentes.
Antecedentes clínicos: Su edecán, e1 irlandés O ' Leary, dice: 'Tenía e l pecho angosto, e l cuerpo delgado, las piernas sobre todo [... ] Hacía mucho ejercici o [ ... ] su natural inquietud no se avenía con e l reposo" . Había tenido su primer ataque de malaria e l 18 de diciembre de 18 12, o, posi ble inicio de la insuficiencia adrena l crón ica, en Barrancas. Estuvo tres días sin conocimiento. A l recuperar la conciencia, continuó la campaña despreciando las recomendaciones de su médico, el Dr. Fo lnay. Sufrió nueva cris is de su enfermedad el día 27, aunque menos grave porque e l Dr. Folnay lo había ob ligado a tomar quinina, casi a la fuerza. E l 3 de enero de 18 13 estuvo a punto de desmayarse, otra vez a causa de la malaria o la enfermedad de Add ison. Y e l 5 se repitió el malestar. En estas lame ntables condiciones inició lo que habría de llamarse La Campaña Admirable de 1813. El 15 de junio de 18 13 firm ó el Decreto de Guerra a Mue1ie después de sufrir un acceso de insomnio. Luego de la terrible derrota en La Puerta ( 15 de ju nio de l 814) fue víctima de una crís is addison iana.
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El 4 de julio de 18 17, sorprendido por los españoles en una emboscada, pasó la noche hundido hasta el pecho en un río y atacado por la fiebre. El 1Ode febrero de 1818, en marcha hac ia San Fernando de Apure, sufrió un acceso de tos y cayó luego en un sueño prolongado. El agotamiento físico lo obligó a suspender la marcha y regresar a San Fernando el 3 de marzo de 181 8. El 16 de marzo del mismo año sufrió otro grave ataque de su enfermedad. El 17 de abril fue sorprendido a medianoche por los españoles en Rincón de los Toros. Una mula le dio una coz y le lesionó una pierna. Entre mayo de 1818 y ju 1io de 181 9 su frió de 1lagas y forúnculos que le impedían montar a caballo. A pesar de todos estos males, Bolívar continuó desplegando una actividad sobrehumana. Libró las batallas decisivas de la provincia venezolana, participó en el Congreso de Angostura y organizó las fuerzas políticas y militares de la revolución para emprender el Paso de los Andes y la liberación de la Nueva Granada. Cruzó la cordillera por los páramos más inhóspitos, atacado de fiebre. Ganó la Batalla del Pantano de Vargas (25 de julio de 1819), ocupó la ciudad del Tunja el 5 de agosto y dos días después selló Ja independencia de la N ueva Granada con la brillante victoria de Boyacá. 194
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La batalla de Boyacá, según José María Espinosa. En primer plano, la carga de los llaneros.
Enfermo, maltrecho y victorioso, Simón Bolívar entró en Santa Fe de Bogotá e inició de inmediato la organización del gobierno.
18 19. Óleo, Pedro José Figueroa
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Pedro José Figueroa Bolíva1; Libe1tador de fa Patria Óleo sobre tela 181 9 Quinta de Bolí var- Bogotá
En esta alegoría, el artista registra, tal vez sin proponérselo, los estragos que la guerra ha causado en la salud de Simón Bolívar. Puede observarse el rostro de s ufrimiento, enflaquecimiento y la hiperpigmentación facial.
Autor Anónimo 1822, Quito Colección partic ular, Lima
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Las facciones de Bolívar, menos idealizadas en el retrato de la derecha, reflej an los efectos de la terrible campaña de Pasto ( 1822) y nos da tal vez una idea más correcta sobre e l el rostro del guerrero, emaciado y con la piel con manchas de color pardusco, que no con-esponden a l e fecto de l sol o de la intemperie. Febrero: Agotamiento fís ico. Acceso ele sueño. Enfermo en San Cristóbal. Noviembre: Intensa reacción psicosomática ante una infracción de un oficial. Vi olento cólico. l 82 1. Enero : Enfermo en Bogotá como resultado de la penosa marcha desde Ve nezuela. M ayo: "mi salud está ya descalabrada, que comienzo a sentir las flaquezas de una vejez prem atura" . Jul io : después de la Bata lla de Carabobo, dice que se s iente muy viejo y a l fi na l de s u vida (tiene entonces 38 años de edad) . Octubre: Fiebre, tos por la tuberculosis, m anifestaciones por la insuficiencia adrena l crónica. 1822. Jun io: "estoy encanec ido al servicio de la patria [...] mis sentidos me pide n descanso". Septiembre: Forúnc ulos, constipado, migraña. Varios días en cama. Insomnio. Dice que desea reti rarse a su quinta en Santa Fe para "vivir como enfermo'·. 1823. Enero: Solicita del gobierno " la orden para recibir mi haber, para tener con qué rctiranne del servicio; yo estoy viejo, pobre, cansado ...".
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1824. Enero y febrero: Dos meses en cama, víctima del más terrible cuadro clínico de su vida. Posible cuadro de hepatitis. Cólicos. Delirios. Cólera morbo. A l borde de la mue11e. A partir de esta crisis, la salud de Bolívar no se va a recuperar más. No ha cumplido aún 40 años pero representa más de 50. En estas condiciones prepara y libra la bata lla de Jun ín (6 de agosto de 1824), y organiza las operaciones en la sierra peruana.
El año de 1825 es como una línea divisoria en la vida de Simón Bolívar, en lo político y en lo personal: Sus iniciativas políticas comienzan a desgastar su gloria, generando p oderosas reacciones de recelo y aun de odio. La creación de la República de Bolivia es recibida en el Perú, Ja Nueva Granada y Venezuela como una señal de intenciones imperiales o monárquicas. La organ ización del Congreso Anfictiónico de Panamá consume sus fuerzas y la mala salud le impide asistir
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a sus sesiones. La incomprensión, la calumnia y las intrigas lo rod ean y acosan. Tod a su fisonomía cam bia, su rostro se h ace más sombrío, el cabello y la barba h an d isminuido, su bigote se vuelve blanco y decide suprimirlo. M uchos de los retra tos d e ese añ o m uestra n la huella de sus privaciones y penali dades, sus ataques d e cólicos, tos por la tuberculosis y las crisis ad disonianas se tornan más frecuentes. En Lima se conspira para asesinarlo, en Bogotá y en Caracas se le calumnia d el modo más feroz.
1828, mayo. José María Espinosa hizo este retrato a l óleo, con ocasión de la estadía de Bo lívar en Ocaña, en tiempo de Ja Gran Convención.
Durante este período (mayo-junio) El Libertador s ufrió diversos problemas d e salu d, mostrando sín tomas de agotamiento, decaimiento d e ánimo. Su rostro cada vez más manchado por la hiperpigmentación.
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CAMINOS
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Miniatura (arriba) y retrato al oleo (derecha) realizados por José María Espinosa en 1828, durante la estancia
de Bolivar en Bucaramanga en los días de la Gran Colombia
Entre abril y junio de 1828 se realiza la Gran Convención de Ocaña, sin que se logre llegar a ningún acuerdo. Al quedar en minoría, los partidarios de Bolívar se retiran de las sesiones y la Convención queda disuelta. Bolívar es obligado a asumir la dictadura por pronunciamientos cívico-militares. Las provincias del sur se declaran en rebelión.
Retrato por José María Espinosa, pocos días después de Ja noche dramática,
25 de septiembre de 1828
La noche del atentado, Bolívar permaneció oculto durante varias horas, bajo un puente, en el terrible frío bogotano.
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Los efectos s obre su salud (en especial sus pulmones) fueron fatales. En sus campañas militares, Bolívar frecuentemente marchaba con un sombrero, como el de la foto, lo cual indicaría, que las manchas de la piel de su rostro no obedecen solamente al efecto de la exposición al sol y a la intemperie.
1829: Quito. Ó leo de Anto ni o Salas.
Después de Ja gravísin1a enfermedad de Bolívar en Guayaquil.
• •
o
l 829, Bogotá. Dibujante: José María Espinosa. Del archivo personal de Manuela Sáenz.
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Está incl uido un mensaje que dice: " A dofia Man ue la Sáenz: Su excelencia recuperado después de un ataque de bilis ruega a usted un poco de su compañía" . Como se sabe, Manuel ita no vivía con E l Libe11ador, qui en le enviaba mensajes como este c uando deseaba encontrarse con e lla.
1830: Bogotá. Óleo de José María Espinosa. Una de las muchas variantes hechas por este rutista a comienzos de 1830. Todas fueron conocidas y aprobadas por Bolívar.
El Bolívar de pie, con los brazos cruzados y mirando de soslayo al pintor, fue la postura característica escogida por José María Espinosa para los óleos realizados desde fines de 1828.
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1830: Bogotá.
Después de su renuncia al pode1: José María Espinosa, acuarela sobre cartu lina.
En Ca1tagena, su salud empeora sensiblemente y debe buscar reposo en la hac ienda de San Pedro Alejandrino, cerca de Santa Marta. Allí, abrumado de amargura, espera la muerte, asistido por el doctor Alejandro Próspero Réverend.
Después de su renuncia al poder. Vísperas de su viaje a Cartagena. Obsérvese el gran deterioro físico y la pigmentación más acentuada en su tez.
1830: Bogotá.
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llll ERTAUOR
1830, probablem ente fines de julio: Caitagena. Antonio Meucci.
Es un retrato único en la iconografia bolivariana, por la sonrisa del Libertador. Se comprueba, que varios aitistas coinciden en pintar el rostro del Libertador, manchado, con el color pardusco, propio de la enfermedad de Addison.
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José María Espinosa escribió debajo del boceto: "Se refleja en el noble rostro de su excelencia una grave preocupación por su salud. Solo él sabe cuánto sufre. Santa Martha X !l-10-130".
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Esta imagen muestra el mal estado de salud de Bolívar en 1825. Retrato hecho en período de convalecencia entre crisis hepática e ins uficiencia adrenal.
Acercamiento de la foto anterior, en que se observa la hiperpigm entación de las manos.
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José María Espinosa Carboncillo sobre papel 0,20 x 0,28 Colección Sylvia Boulton Caracas.
1830: Bogotá. Poco antes de iniciarse el viaje final de Bolívar a Cartagena.
Está fechado en diciembre 1O de 1830. José María Espinosa lo fechó en Santa Marta, pero es evidente que lo realizó en San Pedro Alejandrino.
En 1842 fueron repa1tidos a Venezue la los restos de Bolivar, en actos solemnes que alcanzaron dimensiones de apoteosis. Fue el fi n de la reacción antibolivariana.
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DR . IGNACIO
RAMIR J;z AGU I RRc
DOCUMENTO ANEXO
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LOS CAMINOS DEL l. l llF.RTADOR
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R1\l'.ll REZ AGU I R RE
38 DOCUMENTO ANEXO LA ÚLTIMA ENFE RME DAD, LOS ÚLTIMOS MOMENTOS Y LOS FUNERALES DE SIMÓN BOLÍVAR LIBERTADOR DE COLOMBIA Y DEL PERÚ Alejandro Próspero Reverend (Médico de Cabecera) Nota de la edic ión: Tomado de la ed ic ión preparada por la imprenta Hispano- Americana de Cosson y Comp., París, J866. Nota de la publicación digital: Este documento digital contiene únicamente las prutes del documento que se encuentran en el dominio público.
TABLA DE CONTENIDO - INTRODUCCJÓN - DlARlO SOB RE LA ENFERMEDAD QUE PADECES.E. EL LIBERTADOR, SUS PROGRESOS O DISMlNUCJÓN Y MÉTODO CURATIVO SEGU IDO POR EL MÉD lCO DE CA BECERA, DR. ALEJAN DRO PRÓSPERO REVEREND. - AUTOPS IA DEL CADÁVER DEL EXCMO . SEÑOR LJB ERTADOR GENERAL S IMÓN BOLÍVAR. DETALLES MUY INTERESANTES OCURRIDOS ENTRE EL LIBERTADOR Y SU MÉDICO DE CABECERA. - RELACIÓN HISTÓRICA DE LOS ÚLTIMOS HONORES HECHOS "AL LIBERTADOR DE COLOMBIA". - TESTA MENTO DES.E. EL LIBERTADOR DE COLOMBJA, GEN ERAL SIMÓN BOLÍVAR. EL LIBERTADOR DE LOS CO
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C AMI NOS
DE L
LlllE RTADOR
LOMBlANOS. - PARTE DEL SEÑOR GENERAL COMANDANTE GRAL. DEL DEPARTAMENTO. ORDEN GENERAL PARA EL 17 DE DICI EMBRE DE 1830. - JUAN DE FRANCl SCO MARTÍN. - EL GENERAL COMANDANTE DE ARMAS DE LA PLAZA Y PROV INCIA A LAS TROPAS QUE LA GUARNECEN. - EXEQUIAS FÚNEBRES DE LA Cl UDAD DE CARTAGENA EN HO RA DEL LIBERTADOR. - PROCLAMA DE RAFAEL URDANETA ENCARGADO DEL PODER EJECUTIVO, ETC. - CONSIDERACIONES SOBRE LA TRASLACIÓN DE LOS RESTOS DEL LIBERTADOR S IMÓN BOLÍVAR, DESDE SANTAMARTAACARACAS, EN NOVIEMBRE DE 1892. - CARTA DEL LIBERTADOR A DON GABRIEL CAMACHO.
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DR . I GN AC IO
RAf\l(R l!Z AG UIRRE
INTRODUCCIÓN
París, enero 29 de 1866. Señor Dr. ALEJANDRO PRÓSPERO R.EV EREND. Presente. Muy señor mío y amigo: He leído con mucho interés el manuscrito de usted sobre la última enfermedad y los últimos momentos del Libertador SJMÓN BOLÍVAR, y creo que Jos curiosos detalles allí contenidos serán leídos con el mismo interés en los estados latinoamericanos. Muchos años, variados acontecimientos y profundos cambios políticos se han sucedido en América después de 1831 , y nuevas generaciones han venido renovando nuestros pueblos. A medida
que esta transformación ha ido verificándose, Bolívar ha aparecido más grande en su genio y en su raro desprendimiento, y todo lo que se relaciona con su historia despierta vivamente la atención pública. Nada me parece tan interesante en ella como sus últimos días. Ver morir al Héroe y al gran Patriota de la América del Sur, el que había consagrado su fo1tuna, su existencia en independizar y organizar varias repúblicas verle morir, digo en una modesta casa de campo, pobre, persegu ido y acompañado solamente por unos pocos amigos y servidores fi eles es un espectáculo bien digno de las serias meditaciones del fil ósofo y del político americano. A usted pertenece también el honor de haber asociado su nombre a estos últim os y memorables días. Usted asistió al Libertador 219
LO S
CAM I N OS
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LlllERTA D O R
en s u última y penosa enfermedad, s in separarse de s u lado de día ni de noche, dedicándole desvelos muy asiduos y negándose después a aceptar recompensa alguna, pecuniaria, satisfecho con el honor de haberle asistido y la gratitud que tarde o temprano debía granjearle en el ánimo de los americanos un proceder tan no ble y desinteresado. Importa, pues, no menos a usted que a la historia el recordar, en países en donde la sucesión y rapidez de los acontecimientos hacen o lvidarlo todo pronto, que aún existe viviendo modestamente en el suelo americano, su patria adoptiva, el médico que recogió e l último aliento del Libertador, y consoló y alivió su postrera agonía, sin otro interés que el del honor que tan no ble misión debía dej arle. Todas estas consideraciones y otras de más e levada trascendenc ia que se desprenden de la lectura de s u manuscrito, me mueven a excitarle para que proceda usted s in demora a publicarlo . Si, como usted me ha indicado, en 183 1 se dieron a la luz en pocos ejemplares los Bo letines de la en fermedad del Libertador, es ind udable que éstos han desaparecido. y que s in la publicación que Ud . solo puede hacer hoy, las nuevas generac iones se encontrarían s in documentos auténticos que las instruyesen de los detalles y circunstancias re lati vos a la mue11e del Gran Capitán de la América del Sur. Quedo de usted muy o bediente servidor y amigo, MIGUEL VENGOH ECHEA
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UR . IGNA C IO
RAMIRE Z AGUI RRE
DIARIO
Sobre la enfermedad que padece S.E. EL LIBERTADOR, Sus Progresos o Disminución y MÉTODO CURATIVO SEGUIDO POR EL MÉDICO DE CABECERA DR. ALEJANDRO PRÓSPERO REVEREND BOLETÍN NÚMERO 1 S. E. llegó a esta c iudad de Santa Marta a las siete y media de la noche, procedente de Sabanilla, en el bergantín nacional Manue l, y habiendo venido a tierra en una silla de brazos por no poder cam inar, le encontré en el estado siguiente: cuerpo muy flaco y extenuado; el semblante adolo1ido y una inquietud de ánimo constante. La voz ronca, una tos profunda con esputos viscosos y de color verdoso. El pulso igual, pero comprimido. La digestión laboriosa. Las frecuentes impresiones del paciente indicaban padecimientos mora les. F inalmente, la enfe rmedad de S. E. me pareció ser de las más graves, y mi primera opinión fue que tenía los pulmones dañados. No hubo tiempo de preparar un método formal ; so la mente se le dieron unas cucharadas de un elixir pectoral compuesto en BarranquiUa. Santa Matta, diciembre l º de 1830, a las ocho de la noche.- REVEREND.
BOLETÍN NÚMERO 2 S. E. pasó mala noche desvelado y tosiendo, principalmente por la madrugada. Tuve más lugar de reconocer e l temperamento del paciente, q ue se puede c lasificar en los bilioso-nerviosos. Además de tener el pescuezo delgado tiene tam bién el pecho contraído, y agregando a estas señales la amarillez de su rostro, opiné que la enfermedad era un catarro pulmonar crónico, tanto más cuanto
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CAMINOS
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que yo reparaba los esputos de color verdoso. Fue de la misma opinión e l Dr. M . Night, cirujano de la goleta de guena Grampus de Jos Estados-Unidos, que casualmente se hallaba en esta plaza. A las diez de la mañana conferenciamos el Dr. M. Night y yo para arreglar un método curativo, y lo hicimos en estos términos: los remedios pectorales mezclados con los narcóticos y expectorantes, dando al mi smo tiempo una pequeña dosis de sulfato de quinina para entonar el estómago. Por alimentos las masas de sagú, pollo y caldo. Diciembre 2, a las ocho de la noche. -REVEREND.
BOLETÍN NÚMERO 3 La noche pasada fue un poco más tranquila, pero siempre con la tos y los mismos esputos. Es de adve1ti r que S. E. tiene mucha repugnancia para tomar los remedios y aun los alimentos, lo que se puede atribuir a la desgana que tiene. También debe notarse que duerme solamente dos o tres horas en l.as primeras de la noche, y el resto lo pasa desvelado y como con pequeños desvaríos. El mismo método, y además el cuaito ventilado, procurando que el pecho y los pies estuvieran cubiertos.- Diciembre 3, a las ocho de la noche.- REVEREND.
BOLETÍN NÚMERO 4 La noche pasada no fue molesta: esta mañana hubo unos vómitos que S. E. atribuyó a una taza de leche de burra, y no continuó tomándola. La misma tos, expectoración y desgana, con todo e l pulso parecido al natural, aunque por la noche se vuelve algo febri l. Por la tarde estando presente el Dr. M. Night, se quejó S. E. de un dolor interno correspondiente a l hueso esternón: se Je aplicó entonces el emplasto de pez de Borgoña en la parte dolorida, y se alivió bastante. E l demás método y alimentos lo mismo que en
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los días antecedentes.- Dic iembre 4, a las ocho de la noche.REVEREND .
BOLETÍN NÚMERO 5 La noche pasada no fu e buena, y a pesar de seguir con los mismos remedios ya indicados, pasó el día más molesto que los antecedentes. E l do lor del pecho le c reció y se propagó en e l costado derecho. También un poco de hipo; pero no causaba al paciente mucha molestia. El do lor del pecho se c uró con una untura anodina, y mediante una píldora calmante se sosegó. El mismo mé todo y los mjsmos a limentos. S. E. volvió a la costumbre de encerrarse. En este día se pensó buscar en el campo un temperamento más fresco y más puro que e l de la ciudad: el mismo pac iente lo desea con ansia.- REVEREND. Adición: Habiendo tenido que seguir en la goleta Grampus e l Dr. M. N ight de que es cirujano, yo me quedé solo e ncargado de la asistencia de S. E. el Libertador.- Dic iembre 5, a las nueve de la noche.- REVEREN D.
BOLETÍN NÚMERO 6 La noche pasada íue regular mediante la píldora calmante que tomó S. E. E l do lor del pecho había desaparecido, y la expectoración era menos. Habiendo S. E. manifestado e l gran deseo que tenía de ir a l campo, y de acuerdo con s us am igos que también opinaban como yo, que Je sería provechoso el a ire del campo, salió S. E. por la tarde para la quinta de San Pedro, donde llegó bastante contento del viaje que decía le había aprovechado, pues le condujeron en berlina. En fin, estaba muy satisfecho, y esta confianza fomentaba las esperanzas de sus amigos. Los mismos
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remedios y los mismos alimentos. Además, se hizo un poco de agua de goma arábiga por tisana común .- San Pedro, Diciembre 6. a las nueve de la noche.- REYEREND.
BOLETÍN NÚMERO 7 S. E. pasó una buena noche y el día contento, alabando mucho la mudanza de temperamento, o más bien el hallarse en el campo. E l pulso permaneció siempre regular, y observé poca cantidad de esputos. Además de las medicinas ya indicadas, tomó un baño emoliente tibio, y no tuvo novedad: es el mejor día que ha ten ido S.E. después de su llegada.-Diciembre 7, a las ocho de la noche.-REVEREND.
BOLETÍN NÚMERO 8 A noche principió a variar la enfermedad. S. E., además del pequeño desvarío que ya se le había notado, estaba bastante amodorrado, tenía la cabeza caliente y los extremos fríos a ratos. La calentura le dio con más fuerza, le entró también el hipo con más frecu encia y con más tesón, pero sin molestar a l paciente. La expectoración fue menos y el desvelo más grande. Sin embargo, e l enfermo disimulaba sus padecimientos, pues estando solo daba algunos quejidos. Se le puso un emplasto anodino narcótico en el epigastrio, y mediante unos remedios antiespasmódicos se sosegó un poco; pero se le observaba de un modo sensible entorpecim iento en el ejercicio de sus facultades intelectuales. Me pareció ser un efecto de la supresión de Ja expectoración y que la materia morbífica por un movimiento metastástico del pecho subía a la cabeza. Se usaron entonces los remedios refi-igerantes en la cabez a, los revulsivos en los extremos inferiores, las frotac iones estimulantes lejos del paraje atacado, y finalmente cuantas medicinas
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DR . IGNAC I O RA MI R.E Z AGU l ll RE
podían hacer derribar la congestión en el cerebro.-Diciembre 8, a las nueve de la noche. REVEREND. BOLETÍN NÚMERO 9
La noche fue bastante molesta; mucho desvelo, poca expectoración; el hipo repitió con bastante fuerza ; algún delirio; el pulso más frecuente y apretado; sudor ninguno. Cuando se Je preguntaba a S. E . si tenía algún dolor, siempre contestaba que no; por lo que se conocía que el sistema nervi oso estaba atacado. Han seguido los remed ios calmantes anodinos y el mismo método que el día anterior. Por alimentos sagú gelatina y caldos.-Diciembre 9, a las ocho de la mañana.- REVEREN D. BOLETÍN NÚMERO 10 A pesar de tener el cuerpo más despegado, le siguió la misma
modorra. La lengua ha estado algo trabajosa a ratos. Calor en la cabeza y los extremos fríos. Un pediluvio y las manos puestas en agua tibia restablecieron el equili brio de los humores. Arrojó alg unos esputos de la misma cal idad que antes, con sensaciones de dolor al pecho, principalmente hacia el lado izquierdo. Linimentos anodinos en las partes doloridas, y el uso de los revulsivos siempre lo mismo. Por la tarde se le recargaron los males, pero solamente de noche se le notó delirio. A pesar de tener algún trabajo en expresarse gozaba enteramente de su juicio.- Diciembre 9, a las nueve de la noche. REVEREND. BOLETÍN NÚMERO lJ
Dos o tres horas de sueño en las primeras de la noche y con alguna inquietud. El resto de ella lo pasó S.E . desvelado, conver-
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CAMINOS
DEL
LI BERTA D OR
sando solo, y de consiguiente deliraba. La mayor patte del tiempo era un quejido continuo; pero el paciente siempre contestaba que estaba bueno. No pudo restablecerse la expectoración como antes; de consiguiente tuve más motivo para creer que iba a efectuarse la metástasis. Se continuó el uso de los calmantes y por otra prute los revu lsivos.- Diciembre 1O, a las ocho de la mañana.- REVEREND.
BOLETÍN NÚMERO 12 Como de costumbre tenía más despejo de día, por la noche le crec ieron los males con más fuerza. De cuando en cuando Ja misma modorra; pero a l despertarse hablaba con serenidad y claridad. Sin embargo, aparecían Jos síntomas de congestión en el cerebro. Como S. E. es de naturaleza estreñido, Je dieron dos píldoras purgantes para que evacúe, y no le hicieron efecto, a pesar de dos lavali vas que se le echaron. Lt: alacó el hipo de nuevo y tuvo más arqueadas. Un parche anodino le restableció la quietud; pero siguiendo siempre las señales inminentes de una congestión cerebral, se le puso un cáustico o vejigatorio en la nuca a las dos de la tarde, continuando los mismos remed ios revulsivos y anodinos. A las ocho y media de la noche se levantó el cáustico, que le había hecho poco efecto, por lo que se le puso otro inmediatamente en el mismo paraje. Bebió el agua de goma por tisana común. Habiendo estado por la tarde más despejado a beneficio del cáustico, S. E. hizo s us disposic iones espirituales y temporales con Ja mayor serenidad, y no le reparé la menor falta en e l ejercicio de sus facu ltades intelectuales, lo que atribuí también al efecto de l vejigatorio.- Diciembre 1O, a las nueve de la noche.- REVEREND.
BOLEID NÚMERO 13 Med iante los vej igatorios en la cabeza, y frotaciones en el espinazo, como también los sinapismos en los pies, amaneció con menos
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sopor. Sin embargo, la noche fue molesta y con algún delirio. A media noche le entró la calentura con alguna fuerza. S. E. tomó cucharadas de una poción antiletárgica que le hizo regular efecto. El hipo no fue tan tenaz; pero siempre seguían los demás síntomas graves.- Diciembre 11 , a las ocho de la mariana. REVEREND.
BOLETÍN NÚMERO 14 Después de la curación del vejigatorio que levantó regular y que no causó mucho dolor a S. E., hubo una deposición copiosa provocada por una lavativa purgante. Los ataques del hipo no fueron tan fuertes ni tan frecuentes. Con todo hubo modorra con calor en la cabeza y frío en los extremos. Por la tarde S. E. tuvo ardor en la orina, se le dio el agua de linaza y un pequeño delirio se notó cerca de las seis; e l pulso más frecuente y apurado. Se continuó e l mismo m étodo; es decir, refrigerantes en la cabeza, frotaciones estimulantes en el espinazo, sinapismos a los pies, lavativas excitantes, y también una mixtura pectoral incisiva para excitar la expectoración.-Dic iembre 11 , a las ocho de la noche.- REVEREND.
BOLETÍN NÚMERO 15 S. E. pasó mala noche, desvariando a menudo. Sin embargo, el vej igatorio había purgado algo. El pulso frecuente y más comprimido que nunca; grande exasperación en los síntomas. Orines involuntarios con sensación de ardor. No hubo hipo. Se siguió el mismo método, pero con poco efecto en los res ultados, pues amaneció menos despejado que e l día anterior. Al curar el vejigatorio se le untó más arriba de la nuca con .lin imento vesicante de Gondret; inmediatamente le causó el pequeño dolor que proviene de su aplicación. -Diciembre 12, a las ocho de la mañana. REVEREND. 227
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BOLETÍN NÚMERO 16 Desde las ocho de la mañana hasta el med io día tu vo las ideas algo con fusas, conversando a ratos con a lguna seren idad. Por la tarde se despej ó y tuvo a lgunos momentos tranqu ilos. La tos se aumentó y expectoró un poco más; el pulso siempre febril y apretado; frío en los extremos y calor en Ja cabeza, e l vejigatorio purgó poco, y el linimento vesicante de Gondret hizo poco e fecto. Hubo una deposición provocada por una lavativa. Por ag ua común la tisana de la semilla de linaza, la mixtura pectoral, y los a limentos fueron una o dos tazas de caldo, la gelatina y varias tazas de sagú. La gana de comer es muy poca, y la sed ninguna.-Diciembre 12, a las nueve de la noche.- REVEREN D.
BOLETÍN NÚMERO 17 La noche del 12, al 13, S. E. la pasó con mucha inquietud y desvelo, mudándose a cada rato de la cama a la hamaca y de la hamaca a la cama, con unos quejidos continuos, pero sin poder explicar sus achaques. O rines involuntarios, frecuentes y en poca cantidad . Tos seca y muy a menudo, pero sin expectoración. El pulso frecuentes y más blando que ayer, pero más deprimido. La voz algo pesada y la expresión más trabajosa. E l vejigatorio ha purgado poco. Finalmente, S. E. está más abatido que en los días anteriores. La cabeza siempre calurosa. Refrescos a la cabeza y tisana emo liente por agua común. Sagú por alimento.- Diciembre 13, a las ocho de la maña na. - REVEREND.
BOLETÍN NÚMERO 18 E n este día se han agravado los síntomas de la enfermedad de S. E. y aun se ha agregado otra complicación, que es una irritación
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de los órganos digestivos, p ues la leng ua, de húmeda que estaba hasta ah ora, se ha puesto un poco seca, áspera y co lorada en s us ori llas. Varias veces ha tenido bascas y aun ha vom itado. La misma confusión en las ideas y aberración de la memoria. Calor e n la cabeza, pero menos que en los días anteriores; e l frío en los extremos también ha sido menos. Ha seguido la tos seca sin expectoración, pero con un escupir continuo. Orines involuntarios a veces, aunque no muy frecuentes. E l semblante muy abatido. El pulso por la tarde fue s uave; pero es de advertir que esa disposición no es constante. No se ha quejado tanto S. E., pero tampoco ha explicado sus dolenc ias. Las sensaciones están como entorpecidas. Refrescar la cabeza, llamar el calor a los extremos, calmar la tos con agua mucilaginosa, ha sido el método de hoy, y e l sagú por alim ento. E l vejigatorio ha purgado poco.-Diciembre 13, a las nueve de la noche. - REVER.E D.
BOLETÍN NÚMERO 19 La noche del día 13 a l 14 S. E. ha tenido un poco de descanso, efecto de un j ulepe anodino, y untura emoliente en el pecho. Desde las doce hasta las seis de la mañana durmió s in despertarse, y de consiguiente sin toser. Sin embargo, sigue el entorpecimiento en las sensaciones; Ja lengua está más húmeda y menos irritada; la voz ronca y mientras dormía e l pecho le silbaba. Hay siempre incontinenc ia de orina. El pulso está menos frecuente y a lgo blando. El vejigatorio ha purgado algo; después de h aberl o curado S. E. ha tenido unas bascas y uh vómito. Tisana pectora l, untura anodina en el pecho, y sagú por alimento.-Diciembre 14 a las ocho de la mañana.-REVEREND.
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BOLETÍN NÚMERO 20 E l Libertador se va empeorando más. El pulso, de regular que estaba a las ocho, se ha vue lto deprimido. Los extremos se mantienen fríos. t;Jn sopor casi de continuo se ha apoderado de S. E. El semblante está más abatido, y pronostica la proximidad de Ja muerte. Tose muy poco y nada expectora. Fo1tifi cantes y estimulantes al exterior. Diciembre 14, a las once de la mañana.-REVEREND.
BOLETÍN NÚMERO 21 S. E . s ig ue en e l mismo estado de postración, y aun, peor. Poco a poco se le van agotando las fuerzas vita les. Decúbito en las espaldas, coma vígi l, la fac ies algo hipocrática, el sopor lo mismo, Ja respiración estertorosa, pa labras balbucientes, y frío excesivo en los extremos, son los s íntomas que tiene el enfermo . N ing una esperanza nos queda. Siem pre se usan los fortificantes interior y exteriormente. Sagú con vino es el alimento que puede pasar.D iciembre 14, a la una y media de la tarde.-REYEREND.
BOLETÍN NÚMERO 22 S. E. s ig ue s iempre declinando. L os únicos remedi os que se usan son los fortificantes. El sopor permanece lo mismo que Jos demás síntomas expresados en e l boletín anterio r número 2 1 Dic iembre 14, a las cuatro de la tarde.- REV EREN D.
BOLETÍN NÚMERO 23 S. E. está en el mismo estado de postración . S in em bargo, no han crecido de un modo sensible Jos síntomas expresados en los dos boletines antecedentes. El pulso está siempre deprimido, los extremos fríos, las pa labras balbucientes, etc., pero el hipo no ha
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sido tan a menudo esta noche. El vejigatorio purga poco, y tiene la llaga un color blanquizco. Se s igue el mismo método, es decir fortificantes al exterior y al interior, sinapismos, y untura anodina en el pecho. Sagú con vino por alimento. - Diciembre 14, a las nueve de la noche.- REVEREND.
BOLETÍN NÚMERO 24 S. E. se halla casi Jo mismo, con la diferencia que los síntomas han perdido algo de su fuerza. Así es que el calor ha vuelto a los extremos, el pul so está menos deprimido, etc. Además, ha arrojado algunos esputos. A pesar de las pocas esperanzas, siguen siempre Jos f01tificantes y alimentos nutritivos, como el sagú con vino.- D iciembre 15, a las seis de la mañana.- REVEREND.
BOLETÍN NÚMERO 25 S. E. sigue lo mismo y aun le vuelve a ratos el hipo. Está siempre con el mismo desvarío. La tos se ha vuelto seca, y no esputa casi nada. La lengua seca en su centro. El pulso menos blando. Sin embargo, el frío en los extremos no ha vuelto como ayer. Medicamento pectoral. Sagú por alimento cada dos horas.- Diciembre 15, a la una de la tarde- REVEREND.
BOLETÍN NÚMERO 26 El estado de S. E. es siempre crítico. El mismo desvarío, palabras balbucientes, semblante más decaído, estupor en el rostro, orines en pequeña cantidad; voz ronca, la lengua algo seca, poca expectoración. Las fuerzas vitales estimuladas por el arte no bastan para tanta complicación, y, por consiguiente, hay muy poca, o, por mejor decir, ninguna esperanza de conservar la vida de S.E.
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el Libertador. Sin embargo, siguen los remedios pectorales, y unturas anodinas en el pecho; refrescos en la cabeza, y frotaciones espirituosas en los extremos. Sagú por alimento.- Diciembre 15, a las cinco de la tarde.-REVEREND.
BOLETÍN NÚMERO 27 Vuelven a agravarse los síntomas peligrosos de que se ha hablado antes en los últimos boletines. Ha vuelto el hipo a menudo, la cabeza se ha puesto cal urosa, y el frío ha invadido otra vez los extremos; de consiguiente ha resultado el desvarío continuado que S. E. tiene desde esta tarde. La voz se ha puesto más ronca y las palabras balbucientes. Nada de despejo en todo el día. El pecho no se afloja, aunque la tos no es mucha. Los orines son pocos. Refrescos en Ja cabeza, dos ventosas en las espaldas, y dos vej igatorios en las pantorrillas; el de la nuca ha purgado poco. Se le dieron dos c ucharadas de una poción antiespasmódica, y se contuvo el hipo. Tisana pectoral incisiva por agua común. Se le pusieron dos lavativas. Por alimento una taza de sagú cada dos horas.- Diciembre 15, a las nueve de la noche.- REVEREND.
BOLETÍN NÚMERO 28 Los síntomas del mal se están exasperando por momentos. El desvarío continúa, los orines están parados, el hipo no cede, los extremos muy fríos. El semblante ha vuelto a ponerse hipocrático. El pulso está miserable. ¡Nunca había llegado S. E. a tan sumo grado de postración! Frotaciones espirituosas en los extremos, poción antiespasmódica, una cucharada de un cordial. Desde las nueve de la noche no había tomado alimento. Se le prepara actualmente un poco de sagú con vino.-Diciembre 16, a la una de la madrugada.-REVEREND .
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BOLETÍN NÚMERO 29 Por los muchos estimulantes y fortificantes se sostiene la vida de S. E. Ha vuelto un poco de calor a los extremos, el pulso no está tan decaído; pero, vuelvo a dec irlo, es solo e l estímulo de los remedios. Aún no se han c urado los vej igatorios, pues habiéndoselos quitado a in edia noche el mismo paciente, fue necesario re ponérselos. Frotaciones espirituosas e n los extremos, antiespasmódicos al interior, son los remedios que se le están haciendo. El sagú con vino por alimento. Diciembre 16, a las seis de la mañana.
BOLETÍN NÚMERO 30 S. E. va siempre declinando, y si vuelven las fuerzas vitales a sobresalir a lguna vez, es para decaerse un rato después ; fina lmente, es la lucha extrema de la vida con la muerte. El vejigatori o de la nuca ha purgado bastante, pero los que se pusieron anoche en las pantorrillas han hec ho muy poco efecto. Los orines se han s uprimido. Siguen siempre las frotaciones espirituosas en los extremos, las bebidas antiespasmódicas, unturas emolientes, y lavativas. Sagú cada dos horas.- Diciembre 16, a la una de la tarde. -REVEREN D.
BOLETÍN NÚl\IIERO 31 Todos los síntomas de la enfermedad de S. E. han vue lto a exasperarse; además se le ha notado otro síntoma malo, y es que ha echado orines ensangrentados. La respiración es más trabajosa, y apenas han purgado los vej igatorios, princ ipalmente los de las pantorril las. Frotaciones es pirituosas en los extremos, antiespasmódicos a l interior, etc. Sagú por al imento.-Diciembre 16, a
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las nueve de la noche. -REVEREND.
BOLETÍN NÚMERO 32 Todos los síntomas están llegando al último grado de intensidad; el pulso está en el mayor decaimiento; Ja facies está más hi pocrática que antes; en fin, la muerte está próxima. Frotaciones estimulantes, cordiales y sagú. Los veji gatorios han purgado muy poco. - Diciembre 17, a las siete de la mañana.- REVEREND.
BOLETÍN NÚMERO 33 Desde las ocho hasta la una del día que ha fa llecido S. E. El Libertador, todos los síntomas han señalado más y más la proximidad de la muerte. Respiración anhelosa, pulso apenas sensible, cara hipocrática, s upresión total de orines, etc. A las doce empezó e l ronquido, y a la una en punto expiró e l Exmo. Señor Libertador. Después de una agonía larga, pero tranquila.-San Pedro, Diciembre 17, a la una del día- REVEREND. Es copia: fecha a la una y media de la tarde.-Cepeda, Secretario. Es copia: Cartagena, enero J2 de 183 J. El secretario de la prefectura, JUAN BAUTJ STA CALCAÑO
AUTOPSIA DEL CADÁVER DEL EXCMO. SEÑOR LIBERTADOR GENERAL SIMÓN BOLÍVAR El 17 de diciembre de 1830, a las cuatro de la tarde, en presenc ia de los Sres. generales beneméritos Mariano Montilla y José Laurencio Silva, habiéndose hecho la inspección del cadáver en una de las salas de la habitación de San Pedro, en donde falleció S. E. el General Bolívar, ofreció las características siguientes:
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l º .HABITUD DEL CUERPO.- Cadáver a los dos tercios de marasmo, descoloramiento universal, tumefacción en la región de l sacro, músculos muy poco descoloridos, consistencia natural. 2º. CABEZA.- Los vasos de la aracnoides en su mitad posterior ligeramente inyectados, las desigualdades y circunvoluciones del cerebro recubie11as por una materia pardusca de consistencia y transparencia gelatinosa, un poco de serosidad semirroja bajo la dura-máter; el resto del cerebro y cerebelo no ofrecieron en s u sustancia ningún signo patológico. 3°. PECHO.- De los dos lados posterior y superior estaban adheridas las pleuras costales por producciones semimembranosas; endurecimiento en los dos tercios superiores de cada pulmón; el derecho casi desorganizado presentó un manantial abie110 de color de las heces del vino, jaspeado de algunos tubérculos de diferentes tamaños no muy blandos; el izquierdo, aunque menos desorganizado, ofreció la m isma afección tuberculosa, y dividiéndolo con el escalpelo, se descubrió una concreción calcárea irregularmente angulosa de tamaño de una pequeña avellana. Abierto el resto de Jos pulmones con el instrumento, derramó un moco pardusco que por la presión se hizo espumoso. El corazón no ofreció nada pru1icular, aunque bañado en un líquido ligeramente verdoso contenido en el pericardio. 4°. ABDOMEN.- El estómago, dilatado por un licor amarillento de que estaban fuertemente impregnadas sus paredes, no presentó, sin embargo, ninguna lesión ni flogos is; los intestinos delgados estaban lige ramente meteorizados; la vejiga, enteramente vacía y pegada bajo e l pubis, no ofreci ó ningún carácter pato lógico. El hígado, de un volumen considerable, estaba un poco escoriado en su superficie convexa; la vejiga de la hiel m uy extendida; Jas glándulas mesentéricas obstruidas; el bazo y los riñones en buen
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estado. Las vísceras del abdomen en general no sufrían lesiones graves. Según este examen, es fácil reconocer que la enfermedad de que ha muerto S. E. El Libertador era en su principio un catan-o pulmonar, que habiendo sido descuidado pasó al estado crónico, y consecutivamente degeneró en tisis tuberculosa. Fue pues esta afección morbífica la que condujo al sepulcro a l General Bolívar, pues no deben considerarse sino como causas secundarias las diferentes complicaciones que sobrevin ieron en los últimos días de s u enfermedad, tales como la aracnoides y la neurosis de la digestión, cuyo signo principal era un hipo casi continuo; y ¿quién no sabe por otra parte que casi siempre se encuentra alguna irritación local extraña al pecho en las tisis con degeneración del parenchima pulmonar? Si se atiende a la rapidez de la enfermedad en su marcha, y a los signos patológicos observados sobre el órgano de la respiración, naturalmente es de creerse que causas particu lares influyeron en los progresos de esta afección. No hay duda que agentes físicos ocasionaron primitivamente el catarro del pulmón, tanto más cuanto que la constitución individual favorecía e l desa1rnllo de esta enfermedad, que la fa lta de cu idado hizo más grave; que el viaje por mar que emprendió El Libertador con el fin de mejorar su salud, le cond ujo al contrario a un estado de consunción deplorable, no se puede contestar; pero también debe confesarse que afecciones morales vivas y punzantes como debían ser las que afligían continuamente el a lma del General, contribuyeron poderosamente a imprimir en la enfetmedad un carácter de rapidez y en su desarrollo, y de gravedad en las complicaciones, que hicieron infructuosos los socorros del arte. Debe observarse en favor de esta aserción, que E l Libertador, cuando e l mal estaba en su principio, se mostró muy indiferente
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a s u estado, y se denegó a adm itir los cuidados de un médico; S. E. mismo lo ha confesado; era cabalmente en e l tiempo en que sus enemigos Je hartaban de disgustos, y en e l que estaba más expuesto a los ultraj es de aquellos que s us beneficios habían hecho ingratos. Cuando S. E. llegó a Santa Marta, bajo auspicios mucho más favorables, con la esperanza de un porvenir más dichoso para la patria, de quien veía brillantes defensores entre los que le rodeaban, la naturaleza conservadora retornó s us derechos; entonces pidió con ansia los socorros de la medicina. Pero, ¡ah! ¡Ya no era tiempo! El sepulcro estaba abierto aguardando la ilustre víctima, y hubiera sido necesario hacer un milagro para imped irle descender a él.- San Pedro, djciembre 17 de 1830, a las ocho de la noche.ALEJANDRO PRÓSPERO REVEREND. Es copia: J. A. Cepeda, secretario. Es copia: Cartagena, enero 12 de J 83 1. Calcaño, secretario. Acabada Ja autopsia del cadáver, que fue trasladado sobre la marcha de la quinta de San Pedro a la casa que primero habitó el General Bolívar en Santa Marta, fu e menester proceder a su embalsamamiento. Por desgraci a, estaba enfermo el único boticario que había en la ciudad. Muy escasas fueron , si no fa ltaron, las preparac iones que se usan en semejante caso hallándome solo para practicar esa operación. Se me hizo muy laboriosa la tarea, máxime cuando se me h abía limitado un corto tiempo, y que este trabajo se hacía de noche. Así es que no se concluyó sino cuando era ya de día. Yo iba a retirarme para descansar de tantas fatigas y desvelos, cuando el señor Manue l Ujueta, a la sazón jefe político, me hizo presente que nadie en la casa era capaz para vestir el cadáver, y a fuerza de empeños m e comprometió a des-
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empeñar esta última y triste función. Entre las diferentes piezas del vestido que trajeron se me presentó una camisa que yo iba a poner, cuando advertí que estaba rota. No pude contener mi despecho, y tirando de Ja camisa, exclamé: "Bolívar, aun cadáver, no viste ropa rasgada; si no hay otra, voy a mandar por una de las mías". Entonces fue cuando me trajeron una cam isa del General Laurencio Silva, que vivía en Ja misma casa. En primer lugar, esta penu1ia puede sorprender y molestar a la vez a los que simpatizan con el Héroe Colombiano; pero impresión tan penosa se desvanece muy pronto, cuando se considera que esta misma escasez hasta en sus recursos pecuniarios era el resultado de los innumerables sacrificios que nunca excusó El Libettador para dar patria a unas cuantas nacionalidades de Sur América, y sirve más bien para glorificar y popularizar el nombre de Bolívar. Sin embargo, Je acusaron sus enemigos de aspiraciones a ser el tirano de sus conciudadanos. Entre los papeles que por disposición testamentaria mandó El Libe1tador se quemaran me fue enseñado uno, el único que el sefior Pavageau apartó para sí, y era un acta o representación de varios sujetos, cuya firma recuerdo muy bien y tal vez conocida por los contemporáneos de la época si estuvieran vivos, en la cual proponían al Libe1tador que se coronase. Bolívar rechazó la tal proposición en estos términos: "Aceptar una corona, sería ensanchar mi g loria; más bien prefiero el precioso título de primer ciudadano de Colombia". Estas palabras afirmo, como hombre de honor, haberlas visto estampadas en este documento, que no se publicó para cumplir con las órdenes del Libe1tador, y también por no comprometer las firmas de los autores de la proposición.
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DETALLES MUY INTERESANTES OCURRIDOS ENTRE EL LIBERTADOR Y SU MÉDICO DE CABECERA El 1º de diciembre de 1830 desembarcó ya de noche, S. E. El Libe1tador Simón Bolívar, haciéndole la población de Santa Marta un recibimiento si no pomposo, a lo menos muy simpático, como lo manifestaban las muestras de respeto y las aclamaciones que le acompañaron hasta la casa preparada para su habitac ión . Esta cordial acogida desvaneció sin duda si él se acordara de e llas, las preocupaciones infundadas que, según dichos, traía contra los samarios antes y en tiempo que en vista de este puerto él transitaba desde Venezuela a bordo de la escuadra a las órdenes de los generales Salón y C lemente Uunio de 1827). Introducido poco después por el General Mariano Montilla cerca del augusto enfermo, cuyo rostro pálido, enflaquecido, cuya inquietud y agitación continua en su cama indicaban violentos padecimientos, me sentí fuertemente conmovido, y no me fue difícil conocer a la simple vista lo grave de la enfermedad. Por el rango y prestigio del s uj eto se acrecentaban en mi ánimo las dificultades para emprender una cura que me parecía tan asombrosa. Sin em bargo, me alentó el modo benigno con que me trató el Libertador, diciéndome que por un amigo s uyo, e l señor Juan Pavageau, en Cartagena, sabía que podía tener confianza en mí, y que, a pesar de s u repugnancia a los aux ilios de la medicina, él tenía Ja esperanza de que yo Je pondría bueno por ser su cuerpo virgen en remedios (sic). En esta primera conversación que tuvo lugar ya en castellano, ya en francés, me enteré que él había desdeñado la asistencia de los médicos al principio de s u enfermedad, que comenzó por un catarro en Cartagena, curándose él mismo como lo acostumbraba, mediante un tratado de higiene que siempre llevaba consigo; y que él había venido embarcado para desocu-
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par s u estómago cargado de bilis por medio del mareo, así como lo logró. Error fun esto, pues estas violentas contracciones del estómago irritaron y fatigaron su temperamento esencialmente nervioso, aumentando más bien la flogosis de los pulmones. En la conferencia medica que tuvimos juntos el Dr. Night, cirujano de la goleta de guerra Grampus de los Estados Unidos, que escoltó desde Sabanilla a S. E. El Libertador, de común acuerdo fuimos de parecer que la enfermedad del General Bolívar era un catarro pulmonar crónico. Conven imos entonces del método curativo coITespondiente, bien que por mi parte yo no tuviera tanta esperanza como mi colega de la eficacia de los medicamentos recetados. En el curso de mi práctica varias veces he observado (y tal vez lo mismo habrá s uced ido a otros facultativos) e l optimismo de cie11os profesores que de paso concurren a una junta medica!, infundiendo a los dolientes esperanzas de buen éxito en la enfermedad, mientras que el perplejo médico de cabecera, cargando con toda la responsabilidad, queda desalentado y solo para luchar contra unos males incurables. En esta s ituación me dejó el doctor Night cuando se marchó el día 15 de diciembre con la go leta Grampus. Entonces fue c uando me llamó a s u casa e l general Montilla, y s in preámbulos me dirigió las palabras s iguientes: "Tengo el mayor interés de saber de usted, Dr. , cuál es su concepto sobre la enfermedad del L ibertador; dígame la verdad francamente y s in rodeos." Me recogí un momento para contestar tan imprevista pregunta: " Sr. general, con el más profundo sentimiento participo a V. S. que la enfermedad del Libertador no tiene remedio, pues en mi concepto, como facultativo, la considero como tisis pulmonar llegada en su último grado, y ésta no perdona." Al oír estas palabras el general se dio una fuerte palmada en la frente
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echando un formidable taco, al mismo tiempo que las lágrim as se le asomaban a los ojos; en seguida se metió en su aposento, dejándome solo a mis reflexiones. Dos días antes de este suceso hubo una ocurrencia en la habitación del Libe11ador, de donde se sacara la delicadeza del olfato del General Bolívar, y el caso fue así: Uno de sus más adictos amigos, el general J. M. Sardá, se le presentó para hacer una visita de despedida. Sardá, después de haber saludado, tomó un asiento cerca de la hamaca en donde estaba acostado el Libertador, quien le dijo pausadamente: "General, aparte un poco su asiento". Sardá se reculó algo. "U n poco más". Así lo hizo. " Más todavía, repitió Bolívar". Algo alterado, dijo entonces Sardá: "Permítame S. E. que no creo haberme ensuciado" . "No tal ; es que usted hi ede a diablos". ¿Cómo a diablos? "Quiero decir a cachimba" . Sardá, que no se cortaba fácilmente, con voz socarrona dijo: " ¡Ah! Mi General, tiempo hubo en que V. E. no tenía ta l repugnancia cuando doña Manuela Sáenz". "Sí, otros tiempos eran, amigo mío'', contestó Bolívar, "ahora me ha llo en una situación tan penosa, sin saber lo que es peor, cuándo saldré de el la" . Cie11amente el ser médico de cabecera del Libe11ador era un honor muy apetecibl e, pero también parece que no tan lisonjero cargar con Ja responsabilidad, pues ninguno de los médicos que había en Cartagena, v ino a tomar pa1te conmigo en la asistencia, por más que el general Montilla, a instancias mías, los llamara por varios y repetidos oficios. Poco tiempo después de la defunción del Libertador se apareció un méd ico de Ca1tagena, excusándose de no haber venido a dar s u cooperación en una asistencia que él consideraba inofic iosa, puesto que mis boletines pronosticaban el funesto y próximo término, y además que presenciar el fallecimiento de Bolívar era para él demasiado sensible. ¿Qué se dir ía
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entonces del so ldado que sacaría el c uerpo a l combate por temor que se perdiera la batalla?. Con haber llegado a la quinta de San Pedro El Libertador se manifestó muy contento, alucinándose con más esperanza de recobrar la salud ; y sus amigos que le acompañaban pa11icipaban de esta ilusión . ¡Cuánto deseaba yo que se hubi era logrado tan favorable éxito! Pero a la par que, así como la mayor parte de los tísicos, él aparentaba confianza en el temperamento más fresco del campo, yo me desconsolaba con la triste idea que demasiado pronto llegaría la decepción. Como é l ignoraba la clase de su enfermedad, había formado el proyecto de trasladarse hacia Ja Sierra Nevada poco a poco, creo más bien de rancho en rancho. Así es que se había hecho cargo e l general Sardá de levantar una choza en Masinga, pequeña aldea a dos leguas de Santa Marta, por Ja temperatura más fresca que la de la costa; pero estaba ya decr~tado por el Altísimo que no la habitaría el ilustre paciente. Sin embargo, él seguía con sus jovialidades, y de cuando en cuando, me dirigía la palabra en medio de Ja conversación. Una vez, que estábamos solos, de repente, me preguntó: " Y usted, ¿qué vino a buscar a estas tierras?" "La Libertad". " Y usted, ¿ la encontró?" " Sí, mi General. Usted es más afortunado que yo, pues todavía no la he encontrado ....". Con todo, añad ió en tono animado: "vuélvase usted a s u bella Francia en donde está ya flam eando la gloriosa bandera tricolor, pues no se puede vivir aquí en este país, en donde hay muchos canallas" (sic). Fue esta Ja única vez que oí salir de la boca del Libe11ador palabras mal sonantes contra los conciudadanos pues no se debe admitir como verdadera impresión del pensamiento las incoherencias que profiere el enfermo en medio de los ensueños o deliri os de la fiebre, así como sucedió una noche que se le escaparon a nuestro enfermo estas entrecortadas palabras: ¡"Vámonos! ¡Vámonos !... " . " ¡Esta gente no nos quiere en esta
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tierra .... ! ¡Vamos, muchachos !.... Lleven mi equipaje a bordo de la fragata". Cada cual puede sacar de eso el significado que se le antoje. En otra ocasión que yo estaba leyendo unos periódicos, me preguntó el Libertador: "¿Qué cosa está usted leyendo?"-Noticias de Francia, mi General. ' ¿Serán acaso referentes a la Revolución de Julio?" -S í, señor. "¿G ustaría usted ir a Francia?"-De todo corazón. "Pues, bien, póngame Ud. bueno, doctor, e iremos juntos a Francia. Es un bello país, que además de la tranquilidad que tanto necesita mi espíritu, me ofrece muchas comodidades propias para que yo descanse de esta vida de soldado que llevo hace tanto tiempo" . ¡Ay de m í! ¡La fottuna adversa burló nuestros deseos, y estos halagüeños proyectos se volvieron castillos en el aire! Aunque la enfermedad no presentase signos de dolor físico, el paciente solía a veces dar unos quejidos c uando estaba sofioliento ; me acercaba entonces a su cama y Je preguntaba si sentía algún dolor. "No", contestaba muy sosegado. -¿Cómo es que se queja V. E.?- "Es una manía, nada siento y me va muy bien" . ¡Cosa singular! El mal hacía progresos a medida que el enfermo aparentaba seguir bueno; pues la fiebre iba crecie ndo, complicándose con delirios fugaces, el hipo, la supresión de la expectoración, etc. Este conjunto de síntomas alarmantes formaba para mí un presagio funesto. Enterado de la situación el general Montilla, me dijo: "Ya que el Libertador está en peligro, sería menester que usted le avisase de su mal estado para que arreglase sus cosas espirituales y temporales". Sírvase. señor general, dispensarme; si yo hiciera tal cosa, ni un momento me quedara aquí; eso no es asunto del médico mas bien del sacerdote. "¿Qué haremos, pues? ... ". Lo mejor para salir del apuro será llamar al señor Obis-
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po de Santa Marta; ahí tiene usted e l caballo de l Libertador, en un salto avise al doctor Estéves, a fin de que se sirva llegarse para acá lo más pronto posible. Sobre la marcha vino e l ilustre prelado, que sin tardar se puso a conferenciar a solas con El Libertador, y a poco rato salió de su aposento. Entonces dirigiénd ose a mí S.E., me dijo: "¿Qué es esto, estaré tan malo para que se me hable de testamento y de confesarme? "No hay tal cosa, señor, tranquilícese .... Varias veces he visto enfermos de gravedad practicar estas diligencias y después ponerse buenos. Por mi parte confío que des pués de haber c umplido Y. E. con estos deberes de cristiano cobrará más tranquilidad y confi anza, a la par que allanará las tareas del médico". Lo (mjco que dij o fue: " ¡Cómo saldré yo de este laberinto! ". No fue el lance tan apretado cuando por Ja noche de este mismo día se le admin istró los sacramentos. P or más tiempo que viva nunca se me olvidará lo solemne y patético de lo que presencié. El cura de la aldea de Mamatoco, cerca de San Pedro, acompañado de sus acólitos y unos pobres indígenas, vino de noche a pie, llevando el viático a Simón Bolívar. ¡Qué contraste! Un humilde sacerdote y de casta ínfima a quien realzaba solo su carácter de ministro de Dios, sin séquito y aparatos pomposos propios a las ceremonias de la Iglesia, llegase con los consue los de la religión al primer hombre de Sur América, ¡al ilustre Libertador y Fundador de Colombia! ¡Qué lección para confundir las vanidades de este mundo! Estábamos todos Jos circunstantes impresionados por la gravedad de tan imponente acto. Acabada Ja ceremonia religiosa, luego se puso e l escribano notario, Catalina Noguera, en medio del círcul o formado por los generales Mariano M ontilla, José María Carreño, Laurencio Silva. militares de alto rango; los señores Joaquín de Mier, Manuel Ujueta y varias personas de respetabilidad, para leer la a locuc ión dirigida por Bolívar a los co lombianos. Apenas pudo llegar a Ja mitad, su conmoción no le permitió continuar y le fue preciso
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ceder el puesto al doctor Manuel Recuero, a la sazón auditor de guerra, quien pudo concluir la lectura ; pero. a l acabar de pronunciar las últimas palabras: "yo bajaré tranquilo al sepulcro'', fue cuando Bolívar, desde su butaca, en donde estaba sentado, dijo con voz ronca: "Sí, al sepulcro ... es lo que me h an proporcionado mis conciudadanos ... pero les perdono". " ¡Ojalá yo pudiera llevar conmigo el cons uelo de que permanezcan unidos!". Al oír estas palabras que parecían sa lir de la tumba, se me cubrió e l corazón; y al ver la consternación pintada en e l rostro de Jos circunstantes, a cuyos ojos asomaban las lágrimas, tuve que apa11anne del círculo para ocu ltar las mías, que no me habían arrancado otros cuadros más patéticos. Dicen, sin embargo, que los médicos carecen de sensibilidad. Por más que e l facultativo y las personas que rodeaban al Libertador disimulasen su tristeza y desánimo bajo un semblante sereno y halagüefto, me pareció que el General Bolívar está interiormente algo desconfiado en e l buen éxito de s u enfermedad, pues no era tan expansivo como antes y se resistía a veces a tomar las medicinas, que casi siempre eran calmantes suaves. Sucedió, pues una noche que su edecán Andrés !barra vino a avisarme que el General se negaba absol utamente a tomar la bebida preparada. En un instante estuve cerca de la cama del aug usto enfermo, a quien presenté yo mismo el brebaje; y como me dijo que ya estaba aburrido con los remedios y que no quería tomar más .... -Entonces le dije respetuosamente, si Y. E. se resiste a tomar las medicinas, ¿para qué sirve tener e l médico a su lado, quien viendo despreciados su esmero y sus empeftos para lograr su restablecimiento, desesperará de continuar una asistencia infructuosa?- Viendo que esta reflex ión había producido alguna impresión, aproveché el momento para ponerle en la mano la cucharada, y como él quedaba todavía s uspenso a tomarla: " Permita V. E. una adverten-
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cía: a veces sucede que a consecuencia de unas incomodidades, impaciencias, etc., se atrasan los progresos a mejorar su salud, y este daño que V. E. se hace a sí mismo, lo lamentamos". "Diga pues que no ande el sol." Echándome una de aquellas ojeadas fulgurantes. Me incliné admirado, y sin darme lugar a contestar, añadió: "Yo he notado que también se arisca usted, doctor", "con una inflexión marcada sobre esta última palabra". Es la verdad, lo confieso; pero cuando se trata de la buena asistencia con su persona, mi General, no reparo siempre en los medios, esta es mi disculpa; y con eso volví a encarecerle que tomara la cucharada de la poción que él tenía todavía en la mano. "¿Y esta cucharada será la última por esta noche?" -Sí, señor. Después de haberla tomado nos dijo: - " Ahora está bien, ustedes pueden retirarse a dormir. Debo explicar lo que dio lugar a que El Libe1tador me echara en cara mi poca moderación. Uno o dos días antes tuve una fuerte inwmodidad por haber notado faltas en el servicio y apatía de parte de los que me ayudaban en la asistencia para con E l Libertador, y máxime cuando estaba oyendo decir: -"¿Para qué molestar más al enfermo con medicinas, ya que no tiene remedio y que no puede salvarle?",- y otras expresiones que lastimaban mi amor propio. Pronto se armó una bulla de voces en la antesala, y acudiendo el general L. Silva, sin saber de qué se trataba, probó amedrentarme, como si yo fuera alguno de la servidumbre, o si yo estuviera debajo de su mando. Pronto fue su desengaño cuando le dije: -"Sepa usted, general, que estoy aquí solamente para asistir como médico al Libertador, no en clase de mercenario, sino por mi propia voluntad". Seguía el altercado cuando afortunadamente se apareció el coronel D. Juan Glenque, nos puso en paz. A su tiempo se sacará de esa explicación uno de los motivos por qué no quise aceptar una recompensa pecuniaria. Ya se aproximaba el día en que iba a desaparecer para siempre el
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Héroe Colombiano; me manifestó la a ntevíspera del fatal acontecimiento e l deseo de descansar en s u hamaca, y como vi que su mayordo mo José Palac ios ni nadi e a parecía por más que yo llamase, me ofrecí entonces al Libertador diciéndole: "Si me lo permite V. E., yo le pondré en la hamaca'. - "Y usted, ¿podrá conmigo?" -"Me parece que sí". -Con precaución Je cogí en mis brazos, y creyendo al levantarle sin reparar su grande fl acura, que yo iba a s uspender un peso considerable, hice tal esfuerzo que por poco me voy de espaldas con un cuerpo que tal vez no pesaba arriba de dos arrobas; la fo1tuna que me sujetó algo, la hamaca tendida al través de l aposento . Por la ya referida ocurrenc ia entre El L.ibertador y Sardá, se conoce cuánta era la de licadeza de su o lfato y solía man ifestar esta susceptib ilidad cada vez que yo me a rrimaba a su cama, pidiendo su frasco de agua colonia y dic ié ndome: " Usted huele a hospita l; sus vestidos, parece que están impregnados ele miasmas que exJ1a lan los e nfermos . Se excusó de rec ibir a su boticario, quien desde Santa Marta v ino a empefiarse conmigo para que fuese admitido a presentar sus respetos al Libertador, d iciéndome: Agradezco mil veces al señor Tomasín todas las cosas buenas que compuso para mí, pero él v.iene cargado con tantos olores de s u botica que no me hallo capaz de ag uantar todas estas pestilencias. Procure pues, doctor, hacer que me dispense si no puedo recibirle. Arregle usted, en fin , este negocio de modo que él no se resienta, pues vuelvo a darle las gracias por las preparaciones y, sobre todo, las sabrosas gelatinas que é l me compuso en s u ofi cina. Tomasín no podía consola rse por más que yo le dijera que todos estábamos expuestos a s ufrir estos mismos desaires y que debía, lo mismo a nosotros, compadecerle esta especie de manía''. Llegó por fi n el día enlutado. 17 de dic iembre de 1830, en que
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iba a terminar su vida el ilustre Caudillo Colombiano, el Gran Bo lívar. Eran las nueve de la mañana c uando me preguntó e l general Montilla por el estado del Libe1tador. Le contesté que a mi parecer no pasaría el día. -Es que yo recibí una esquela dándome aviso que el señor obispo está a lgo malo, y quisiera que usted fuera a verle. - Disponga usted, mi general. - ¿Y el moribundo aguantará hasta que usted esté de vuelta? -Creo que sí, con tal que no haya demoras en esta diligencia. - Entonces aquí está el mismo caballo del Libertador. - A todo escape ida y vuelta; ya usted sabe, no hay momento que perder. -En efecto, cuando volví conocí que se iba aproxim and o la hora fata l. Me senté en la cabecera teniendo en mi mano la del Libertador, que ya no hablaba, sino de un modo confuso. Sus facc iones expresaban una perfecta serenidad; ningún dolor o seña de padecimiento se refl ejaban sobre su noble rostro. Cuando advertí que ya la respiración se ponía t:sle1torosa, el pulso de trém ulo casi insensible y que la mue1te era inminente, me asomé a la puerta del aposento, y llamando a los generales, edecanes y los demás que componían el séquito de Bolívar: - "Señores, exclamé, si queréis presenciar los últimos momentos y postrer aliento del Libertador, ya es tiempo". - Inmed iatamente fue rodeado el lecho del ilustre enfermo, y a pocos minutos exhaló su últim o sus piro Simón Bolívar, el ilustre Campeón de la Libertad sudamericana, c uya defunc ión cubrió de luto a su patria, tan bien pintado cuando en s u proclama el general Ignacio Luque exclamaba: - "¡Ya murió el Sol de Colombia!" . Yo iba a dej ar la pluma, pero debo explicaciones en obsequio de la verdad y j usticia sobre algunos e logios que se me han dirigido con respecto a mi abnegación en Ja asistenc ia que di al Libertador. He aquí la verdad : después de los funera les el genera l Montilla me llamó, y e n presencia del coronel Pedro Rodríguez, me dijo que yo presentase la cuenta, como médico, de mi asistencia a l
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General Bolívar, y Je contes té en estos términos: - "Nunca pensé, ni pienso sacar una recompensa pecuniaria de mi asistencia al Libertador. ¿Qué más premi o que e l honor insigne de haber sido su médico? Además de eso se me haría un escrúpulo aceptar retribución al recordarme ciertas expresiones proferidas en e l altercado que anteriormente tu ve con el general Laurencio Si lva, quien por escrito me pidió amistosamente la misma cuenta antes que usted . Hice, pues, lo que me pareció decoroso, y no me arrepiento de haberlo hecho. Sin embargo insistió el genera l Montilla en sus ofrecimi entos, y viendo que no podía pers uadirme sobre este particular, me dijo": -' ¿Aceptaría usted e l despacho de cirujano mayor del ejército?" - Mil gracias, mi general y dispénseme si rehúso; prefiero mi libertad a todo empleo asalariado. Se quedó un rato admirado, pero no tardó en dec irme en tono algo jovial: -Ahora sí ¿aceptará usted siendo ad honorem el despacho? De esta manera nada tengo que objetar, mi general. - No tenga usted cuidado que a vuelta de correo tendrá usted el despacho ofrecido. Efectivamente, s upe indirectamente que el dichoso, me equivoco, e l desdichado despacho había llegado a Cartagena para tomar razón en las ofici nas de la intendencia. Pero, estaba escrito que no llegaría a mis manos el tal despacho; pues e l general Montilla, después de la defunción del Libertador, hostilizado por una reacción po lítica, fue sitiado en la misma Cartagena y tuvo que salir para Jamaica, después de haber capitulado. Entonces fue cuando vino de Bogotá el coronel Montoya, quien echando mano al archivo da la intendencia, aniquiló todos los papeles o documentos que procedían del gobierno del general Rafael Urdaneta, llamado intruso: y, sin duda, mi pobre despacho parti cipó de la sue11e infausta de los demás papeles tildados de ilegalidad . Teniendo la ce1teza que había existido e l consabido despacho, pues los señores doctor Ignacio Carrefio y J. A. Cepeda, secretario en el Despacho de Ja intendenc ia, lo habían visto en la gobernación de Cartagena,
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me pareció muy natural reclamarlo, aguardando una oporhmidad . Estando, pues, de Pres idente el general Tomás C. Mosquera en el año 1845, dirig í una representación al gobierno para que se me otorgara, s i no el despacho, a lo menos un documento donde constate que se había expedido a mi favor, a principios del año 1831, el despacho de cirujano mayor de ejército ad honorem, bien que dimanado del gobierno llamado intruso del general Rafael Urdaneta; como que la política no debía tener injerencia en los servicios privados prestados al General Simón Bolívar, por su médico de cabecera. Esta solicitud mía fue negada con ténninos lisonj eros para mí, es verdad, pero esa negación me fu e algo pe1j udicial e n circunstancias que yo hubiera utilizado si hubiese poseído aq uel título. Lo mismo sucedió con una representación hecha por mí, en 1846, al gobierno de Venezuela, s iendo Pres idente el general Carlos Sublette, bien que fuese apoyada por varios notables venezolanos y aun por el ministro francés Sr. David, con Ja diferencia que Ja repulsa no fue tan a lmibarada como la del gobierno granadino. A pesar de estos desaires, a los cuales no quedé insensible, creo haberle logrado el único objeto de esta digr esión, y es dar a conocer el carácter noble y generoso del finado ben emérito genera l Mariano Montilla, que no excusó medio alguno para que un testimon io de gratitud fuese dado al último médico del Libe11ador Simón Bolívar. A. P. REVEREND
RELACIÓN IDSTÓRICA DE LOS ÚLTIMOS HONORES HECHOS AL LIBERTADOR DE COLOMBIA El 17 corriente a Ja una de la tarde, fa lleció de mue1te natural el Exm o. Sr. Libe1tador de Colombia, Simón B olívar. En medio de varios am igos suyos y antiguos compañeros de sus g lorias cerró
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sus ojos para siempre en la quinta llamada de San Pedro, di stante una legua de la ci udad de Santa Marta. Inmediatamente se hizo por la forta leza del Morro la señal de tres cañonazos, y ésta fue sucedida de uno cada día hasta que se sepultó el cadáver, como parte de los honores fúnebres que manda la ordenanza. en estos casos. Verificado por el facultativo el reconocimiento del cadáver de S. E., y hecha Ja disertación que en copia ce1tificada se adjunta, se le trasladó a la ciudad como a las ocho de la noche, y se depositó en la casa de Aduana donde estaba preparada de antemano. Allí se embalsamó, y colocado después en la sala principal del edificio con el aparato fúnebre, si no correspondiente a tan distinguido personaje, al menos proporcionado a los recursos del país, quedó expuesto al público que anhelaba por conocerle y admirarle. Un concurso numeroso de todas clases y sexos ocupaba frecue ntemente la casa de dia y de noche, y no había uno que no lamentase la mue1te prematura del Héroe. Fijado el día 20 para dar sepultura al cadáver, se ejecutó en orden siguiente. Tendida en ala la milicia de la ciudad por las calles por donde debía pasar el entierro, y puesta sobre armas la guardia de S. E., comenzó la procesión a las cinco de la tarde precedida por los caballos del difunto general con caparazones negros, llevando sobre ellos las iniciales del nombre de S. E., sin los cuatro cañones de campaña ni destacamento de artillería que previene la ordenanza por no haberlos en la plaza; en el orden de marcha seguía el sargento mayor de ésta a caballo, y detrás un coronel y un primer comandante también montados, todos tres con espada en mano ; después marchaba una compañía del batallón Pichincha, luego las parroquias de Ja ciudad, y el cabildo eclesiástico sin asistencia del ilustrísimo Sr. Obispo por hallarse enfermo, y en seguida el cadáver del Libertador vestido con insignias militares y conducido por dos genera les, dos coroneles y dos primeros comandantes; detrás del cadáver el comandante de annas de la plaza y sus respectivos
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estados mayores, luego la guardia de S. E., compuesta también de otra compafiía del batallón Pichincha con bandera arrollada y armas ·a Ja funerala, y después de ella oficiales no empleados y magistrados y ciudadanos de Santa Marta, presidiendo a éstos el gobernador de la provincia, quien llevaba a su derecha uno de los albaceas del difunto General. Desde la casa en que estaba depositado el cadáver de S. E. hasta la puerta de la catedral recibió todos los honores que la ordenanza sefiala a los capitanes generales del ejército. Un silencio religioso y un sentimiento profundo se notaban en el semblante de todos los que presenciaban la triste ceremonia del entieno del Libe11ador de Colombia, y las músicas sordas de los cuerpos, junto con el lúg ubre tañido de las campanas parroquiales, y el canto fúnebre de los sacerdotes de la religión, hacían más melancólico el deber de dar sepultura al Padre de la patria. Llegado en fin, e l entierro a la Santa Iglesia Catedral, st: L:o loL:Ó t:l cadáver en un túmulo sunluosamt:nlt: vt:sliuu, y allí tuvieron lugar los últimos oficios fünebres. Las compañías de Pichincha y guardia de S. E. y la fortaleza Mon o hicieron sus respectivos descargues en el tiempo que previene la ordenanza, y concluida la función, S. E. fue colocado en una de las bóvedas principales con las precauciones necesarias para su conservación, desfi !ando seguidamente las tropas a sus cuarteles. Allí reposarán los restos venerados del Genio de la Independencia, hasta que pueda cumplirse su voluntad de trasladarlos a su país nativo. No habiendo en la plaza de Santa Marta tropas suficientes, piezas de a1tillería ni otros recursos prec iosos para enterrar a S. E. con todo aquel aparato y pompa que previenen las ordenanzas del ejército, la comandancia general ha tenido que pasar por la doble pena de no haber podido tributar a S. E. todos los honores que por su graduación le correspondía, y que eran tan justos y tan dignos de sus virtudes y heroicos servicios.
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Santa M arta, dic iembre 24 de 1830. El secretario de Ja comandancia general del Magdalena. J. A. CEPEDA. Es copia: Cartagena, enero 12 de 183 1. El secretario de la prefectura, CALCAÑO
TESTAMENTO DE S.E. EL LIBERTADOR DE COLOMBIA GENERAL SIMÓN BOLÍVAR En el nombre de Dios Todopoderoso. Amén . Yo, Simón Bolívar, Libertador de Ja República de Colombia, natural de Ja c iudad de Caracas en el departamento de Venezue la, hijo legítimo de los Sres. Juan Vicente Bo lívar y María Concepción Palacios, difuntos, vecinos que fueron de dicha ciudad; hallándom e gravemente enfermo, pero en mi entero y cabal juicio, memoria y entendimiento natural, creyendo y confesando como firmemente creo y confieso el alto y soberano misterio de la beatísima y santísima Trinidad, Padre Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas y un solo Dios verdadero, y en todos los demás misterios que cree y predica y enseña nuestra santa madre Iglesia, católica apostólica y romana, bajo cuya fe y creenc ia he vivido y protesto vivir hasta la muerte como católico fiel cristiano, para estar prevenido cuando la 111 ía llegue, con disposición testamental, bajo Ja invocación divina, hago, otorgo y ordeno mi testamento en la forma s iguiente: l a.- Primeramente encomie ndo m i alma a Dios N tro. Señor que de la nada Ja crio, y e l cuerpo a la tierra de que fue formado, dejando a disposició n de mis albaceas e l funeral y entierro y el pago de las mandas que sean necesarias para obras pías, y estén prevenidas por e l gobierno.
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2a.- Declaro fui casado legalmente con la Sra. Teresa Toro, difunta, en cuyo matrimonio no tuvimos hijos algunos. 3a.- Declaro que cuando contraj imos matrimonio, mi referida esposa no introdujo a él ningún dote, ni otros bienes y yo introd uj e todo cuanto heredé de mis padres. 4a .- Declaro que no poseo otros bienes más que las tierras y minas de Aroa, situadas en la provincia de Carabobo, y unas a lhajas que constan en el inventario que debe hallarse entre mis papeles, las cuales existen en poder del señor J uan de Francisco Ma1tín, vecino de Cartagena. 5a.-Declaro que solamente soy deudor de cantidad de pesos a los seflores Juan de Francisco Maitín y Powles y compaflía, y prevengo a mis albaceas que estén y pasen por las cuentas que dichos señores presenten, y las satisfagan de mis bienes. 6a.- Es mi voluntad que la medalla que me presentó el Congreso de Bolivia a nombre de aq uel pueblo, se le devuelva como se lo ofrecí, en prueba del verdadero afecto que aún en mis últimos momentos conservo a aquella República. 7a.-Es mi voluntad que las dos obras que me regaló mi amigo el general Wilson, y que pe1tenecieron antes a la B iblioteca de Napoleón, El Contrato Social de Rousseau y el Arte M ilitar de Monte-Cúculi, se entreguen a la Univers idad de Caracas. 8a.-Es mi voluntad que de mis bienes se den a mi fiel mayordomo José Palacios ocho mil pesos en remuneració n a sus constantes servicios.
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9a.- Ordeno que los papeles que se hallan en poder del señor Pavageau se quemen. lüa.-Es mi voluntad que después de mi fall ecimiento, mis restos sean depositados en la ciudad de Caracas, mi país natal.
11 a.- Mando a mis albaceas que la espada que me regaló el gran Mariscal de Ayacucho, se devuelva a su viuda para que la conserve como prueba del amor que siempre he profesado al expresado gran mari scal. 12a.- Mando que mis albaceas den las gracias al Sr. General Robe1to Wilson por el buen comportamiento de su hijo Belford Wilson, que tan fi elmente me ha acompañado hasta los últimos momentos de mi vida. 13a.- Para cumplir y pagar este mi testamento y lo en él contenido, nombro por mis albaceas testamentarios fideicomisarios, tenedores de bienes, a los señores general Pedro Briceño Méndez, Juan de Francisco Martín Dr. José Vargas y general Laurencio Silva, para que de mancomún e insolidum entren en ellos, los beneficien y vendan a moneda o fuera de ella, aunque sea pasado el año fatal de albaceazgo, pues yo les prorrogo el demás tiempo que necesiten, con libre franca y general administración.
J4a.- Y c umplido y pagado este mi testamento y lo en él contenido, instituyo y nombro por mis únicos universales herederos en el remane nte de todos mis bienes, deudas, derechos y acciones, futw·as sucesiones en que haya sucedido y suceder pudiere, a mis hermanas María. Antonia y Juana Bolívar, y a los hij os de mi finado hermano Juan Vicente Bolívar, a saber, Juan, Felicia y Fernando
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Bolívar, con prevención de que mis bienes deberán dividirse en tres partes las dos para mis dichas dos he1manas, y la otra pai1e para los referidos hijos de mi indicado hermano Juan Vicente, para que lo hayan y disfruten con la bendición de Dios. Y revoco, anulo y doy por de ningún valor ni efecto otros testamentos, codicilos, poderes y memorias que antes de éste haya otorgado por escrito, de palabra o en otra forma, para que no prueben ni hagan fe en juicio ni fuera de él, salvo el presente que ahora otorgo como mi última y deliberada voluntad, o en aquella vía y fmma que más haya lugar en derecho. En cuyo testimonio así lo otorgo en esta hacienda de Santa Maita, a diez de diciembre de mil ochocientos treinta. Y S. E. el otorgante, a quien yo el infrascrito escribano público del número certifico que conozco y de que al parecer está en su entendimiento natural, así lo dijo, otorgó y fümó por ante mí en la casa de su habitación y en este mi registro corriente de contratos públicos; siendo testigos los señores general Mariano Montilla, general José María Carreña, coronel Belford Hinton Wilson, coronel José de la Cruz Paredes, coronel Joaquín de Mier, primer comandante Juan Glen y doctor Manuel Pérez de Recuero, presentes.-SIMÓN BOLÍVAR.Ante mí.- JOSÉ CATALINO NOGUERA, escribano público.- Es copia: Cepeda, secretario. Es copia: Cartagena, enero 12 de 1831. El secretario de la prefectura, JUAN B. CALCAÑO
EL LIBERTADOR A LOS COLOMBIANOS Colombianos: Habéis presenciado mis esfuerzos para plantear la
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Libe11ad donde reinaba antes Ja tiranía. He trabajado con desinterés, abandonando mi fortuna, y aun mi tranquilidad. Me separé del mando, cuando me persuadí que desconfiabais de mi desprendimiento. Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad, y hollaron lo que me es más sagrado: mi reputación, y mi amor a la libertad. He sido víctima de mis perseguidores, que me han conducido a las puettas del sepulcro. Yo les perdono. Al desaparecer de en medio de vosotros, mi cariño me dice que debo hacer la manifestación de mis últimos deseos. No aspiro a otra gloria que a la consolidación de Colombia. Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la Unión: los pueblos obedeciendo al actual gobierno para libertarse de la anarquía; los ministros del Santuario dirigiendo sus oraciones al Cielo, y los militares empleando su espada en defender las garantías sociales. COLOMBIANOS: Mis últimos votos son por la felicidad de Ja patria: si mi mue11e contribuye para que cesen los paitidos y se consolide la Unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro. SIMÓN BOLÍVAR Yo el infrascrito escribano público certifico: Que el Excmo. señor Libertador de la República de Colombia, Simón Bolívar, a mi presencia y la de Jos señores ilustrísimo Obispo de esta diócesis Dr. José María Estévez, general comandante del departamento Mariano Montilla, general de división Laurencio Silva, el auditor de guerra y marina del depa11amento Dr. Manuel Pérez de Recuero, el coronel José de la Cruz Paredes, el coronel Belford Wilson, edecán de S. E., el coronel de milicias de Santa Marta, Joaquín de Mier, el primer comandante de milicias de Barranquilla, y Soledad, Juan Glen, el Juez Político de Santa Marta Manuel Ujueta, el médico de cabecera de S. E. El Libertador, Dr. Alejandro Próspero Reverend ; el capitán Andrés !barra, edecán
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de S. E., el capitán de la guardia de S. E. Lucas Meléndez, y el teniente de la misma guardia José María Molina, firmó la anterior a locución que dirige a los colombianos en su entero y cabal j uicio el día 1O de los corrientes, después de haber recibido los auxili os espirituales en la hacienda de San Pedro A lejandrino, una legua distante de Santa Marta. Y para constanc ia firm an Jos referidos señores en la indicada hacienda, a once de dici embre de mil ochocientos treinta. José María, Obispo de Santa Ma1ta. Mariano Montilla.- J. M . Carreño.-José L. Silva.- M. Pérez de Recuero.- José de la C. Paredes.-Belford Wilson, edecán de S.E. el Libertador. -Joaquín de Mier.-Juan G len. -Manuel Ujueta. Alejandro Próspero Reverend .- A. lbarra, edecán de S. E. e l Libertador.- Lucas Meléndez.-José María Molina.-Ante mí : José Cata lino Noguera, escribano. Es copia de su original a que me remito. Y por orden del Sr. general comandante de l depaitamento, Mariano Montilla para as untos del servicio, certifi co y firmo la presente en este pliego papel sello oficio, en Santa M arta a once de diciembre de mil ochocientos tre inta. José Catalino Noguera.-Escribano de ofi cio. Es copia: Cartagena, enero 12 de lj3 l . El Secretario de la Prefectura, JUAN B. CALCAÑO
PARTE DEL SR. GENERAL COMANDANTE GRAL. DEL DEPARTAMENTO N úmero 255 .-Comandancia Genera l del Magdalena.-Cuartel general en Santa Marta, a 17 de diciembre de 1830, a Ja una y media de la tarde.-A I Sr. Prefecto del depa1tame nto.- E I Excmo. Señor Simón Bo lívar ha pagado hoy a la natura leza el precioso tributo de s u impo1tante vida, y Colombia acaba de perder para
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siempre a su Libertador... a su Padre ... a su mejor y más ilustre ...... ¡Ciudadano! Con profundo dolor de mi corazón tengo que ser el órgano de tan infausta nueva, acompañando a V. S. copia ce1iificada de los últimos boletines recibidos en el estado mayor desde las nueve de la noche de ayer hasta la una de la tarde en que expiró S. E., Dios guarde a V. S.-Por orden del señor Comandante general que se halla en San Pedro.-El Jefe del E.M.D.-P. Rodríguez. Es copia: Cartagena, enero 12 de 1831. El secretario de Ja prefectura, JUAN B. CALCAÑO ORDEN GENERAL PARA EL 17 DE DICIEMBRE DE 1830 Art. 2°. Es la una de la tarde, y Colombia acaba de perder para siempre a su LIBERTADOR Y PADRE.-Si grande y magnánima fue la vida del Genio de nuestra independencia y libertad, su muerte ha sido la de un verdadero ¡Héroe.... ! ¡Qué sufrimiento! , ¡qué constancia! , ¡qué tranquilidad de espíritu! Un espacio inmenso se ha interpuesto ya entre Colombia y su LIBERTADOR, y nada podrá calmar la dura pena de los colombianos ..... El ejército, esa parte preciosa del pueblo que tantos días de gloria ha dado a la patria, ya no verá más al frente de sus banderas al Varón Ilustre que por el camino del honor y de la victoria le condujo al templo de la inmortalidad. Soldados: un eterno adiós nos ha dicho nuestro LIBERTADOR, nuestro General, y al separarse de nosotros nos ha dirigido las siguientes palabras. (Aquí su proclama). Este precepto, esta ley pronunciada sobre el sepulcro por el fundador de Colombia, será para el ejército una regla inviolable, y ¡desgraciado de aquel que desobedezca tan saludable mandato! La sombra del LIBERTADOR la buscará por todas pa1ies, no po-
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drá sufrir los remordimientos que le acompañarán. El general, comandante general, Mariano Montilla.- Es copia: Rod1íguez. Es copia, Cartagena, enero 12 de 183 1. JUAN B. CALCAÑO JUAN DE FRANCISCO MARTIN Prefecto del Departamento, etc. Pueblos del Magdalena: Penetrado del más acerbo dolor, lleno hoy el más triste deber. ¡EL PADRE DE LA PATRIA ya no existe! ... Las calamidades públicas y la horrible ingratitud de sus enemigos le han conducido al sepulcro el 17 del corriente a Ja una de la tarde. É l ha muerto víctima de su consagración a la patria. Un fin prematuro ha sido el premio de sus heroicos sacrificios; y las lágrimas de sus fieles amigos y el tardío arrepentimiento de sus gratuitos enemigos no podrán ya volver la vida al que tantas veces dio a Colombia. La lápida que cubre sus restos venerables le separa para siempre de nosotros. ¡En los momentos en que el grito nacional le vindicaba, llamándole como la única esperanza de la patria, la muerte nos le arrebata, y el Cielo ha recibido ya al Bienhechor de un mundo! Ciudadanos: EL LlBERTADOR os ha consagrado hasta los últimos instantes de su preciosa existencia. Oíd su voz y respetemos con santo recogimiento sus postreros deseos, estos deseos que deben ser una ley sagrada para nosotros y desgraciados si llegamos a violarla: la ruina nacional sería el más infalible resultado, y Colombia terminaría su existencia con la de su Ilustre Fundador. Ciudadanos: EL LIBERTADOR, al dejarnos para siempre, nos encarga que nos unamos, que trabajemos todos por el inestimable de la Unión, y obedezcamos al actual gobierno para libe1tarnos de
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la anarquía. Correspondamos pues a su encargo, marchemos unidos, y juremos sobre su tumba ser fieles a los deseos que le inspiraron sus últimos votos por la felicidad de la patria . Así honraremos su memoria y satisfaremos una inmensa deuda de gratitud. Cartagena, diciembre 21de1830. JUAN DE FRANCISCO MARTIN Es copia: Catiagena, enero 12 de 183 l. El secretario de la prefectura, JUAN B. CALCAÑO EL GENERAL, Comandante de Armas de la Plaza y Provincia a las Tropas que la guarnecen ¡Soldados! ¡Murió el Sol de Colombia! ¡Sus rayos bienhechores dejan ya de alumbrar a esta tierra desgraciada! ¡Murió el PADRE DE LA PATRIA, el ilustre BOLÍVAR; ¡¡y cien años de luto no son suficientes a demostrarle toda nuestra gratitud, todo nuestro amor, todo nuestro agradecimiento!! ¡Soldados! Vosotros sabéis lo que ha perdido Colombia en su LIBERTADOR; un Padre amoroso, un Soldado fiel , un sabio Magistrado, el mejor Protector de la humanidad. ¡Soldados! Nuestro LIBERTADOR, confiando siempre en vuestro patriotismo, en vuestras virtudes, y en el cariño que le habéis jurado, os hace una súplica que ha llaréis consignada en su última voluntad. No es posible que vosotros la desatendáis; honrad su muerte, pues a la vez que Jlenáis este deber sagrado, la patria reportará mil bienes de vuestra sumisión. Yo os lo ruego, y seré el primero en sujetarme ciegamente a la postrera disposición del Benefactor de Colombia. Catiagena, diciembre 21 de 1830. 261
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EXEQUIAS FÚNEBRES DE LA CIUDAD DE CARTAGENA EN HONRA DEL LIBERTADOR El día 17 de diciembre fu e un día de dolor y de luto para los habitantes de esta ciudad. En el tuvieron lugar las exequias funerarias decretadas por la prefectura en honra de S. E. El Libertador, y Jos hombres de todos los partidos, aun aquellos que en vida del ilustre finado manifestaron oposición a las opiniones de S. E., concurrieron al pie de los altares a honrar su memoria y elevar sus votos al Altísimo por la pública tranquilidad en la orfandad en que su muerte ha dejado a la patria. Desde muchos días antes se había trabajado con actividad y esmero en la construcción de un magnífico monumento que se elevó en el centro de la iglesia catedral en que se celebró esta fúnebre ceremonia. Este se componía de un obeli sco de cuarenta y cinco pies de altura, ejecutado con singular gusto. Su base tenía veinte y un pies de extensión y siete de alto, con pilastras c;le relieve del orden toscano. En su centro se veía el retrato del LIBERTADOR muy bien ej ecutado, sostenido por la Libertad y la Independencia, representadas por estatuas situadas sobre cadenas despedazadas, la Corona y el León de Espafia. Sobre el retrato estaba colocado el súnbolo de la muerte, y el conjunto se apoyaba sobre un globo terrestre y las fases de la Unión. A las extremidades, hacia la base, dos estatuas, la una representando la América y la otra Ja Religión, y ambas en actitud llorosa sostenían dos trípodes con antorchas encendidas. Estas figuras estaban rodeadas de trofeos militares, de las banderas de los diferentes Estados de la América y de las naciones amigas, como la inglesa, de los Estados Unidos, francesa, holandesa y otras varias. En el tercer orden, sobre el pedestal, se elevaba el zócalo del
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obelisco, adornado de trofeos. En el centro descansaba la urna de relieve entrelazada de dos guirnaldas de rosa y de laurel, con un velo negro, dispuesto ingeniosamente en forma piramidal. Cerca de la urna se colocaron la espada, bastón y sombrero del Libertador, la magnífica medalla de brillantes que Je presentó la República de Bolivia, el Sol del .Perú, la Estrella de Venezuela, que le regaló la viuda del ilustre Camilo Torres, y la de la ciudad Sucre, y demás condecoraciones del Libe11ador. Sobre el zócalo descansaba el gran obelisco de cuatro frentes. Este estaba adornado con la bandera de Colombia, la Fama en bajo relieve, el escudo de armas de la República sostenido por otro escudo con esta inscripción:
- EXTINCTUS AMABITUR lDEM Y alrededor se veían trofeos, banderas, etc., colocados con arte a presentar una vista imponente y grandiosa. Sobre la base, inscrito en el frente principal, se leía: CARTAGENA GENEROSA HOSPEDÓ EN EL AÑO Xll A BOLÍVAR: PROPENDIÓ A SU GLORIA BRINDÁNDOLE CON MANO LIBERAL LOS ELEMENTOS DE LIBERTAD Y VICTORIA: EN XXX LE DlO UN ASILO CONTRA LA INGRATITUD Y LA ENVIDIA: HOY INCONSOLABLE POR SU PÉRDIDA
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TRIB UTA ESTE HOMENAJE A SUS PRECIOSOS Y VENERABLES RESTOS. La parte opuesta al frente tenía sobre la base la s iguiente inscripción: CUANDO LA POSTERIDAD fMPARCIAL Y AGRADECIDA ERIJA ALTARES A LOS BIENHECHORES DE LA HUMANIDAD, COLOCARÁ EN PUESTO EMJNENTE EL DEL FUNDADOR DE TRES REPÚBLICAS EN EL CONTINENTE AMERlCANO. Sobre los ángulos estaban co locados dos trípodes infl amados, sostenidos por dos estatuas, la una representando a Marte, que deposita la espada, la otra a Minerva ofreciendo la oliva. En el pedestal del mismo lado estaba representado el cráneo de la M uerte con las alas del Tiempo. En el obelisco de l mismo lado se leían las s iguientes victorias: TENERI FE CUCUTA LOS TAG UIANES VIGIRIMA BARBULA LAS TRINCHERAS ARA URE SAN MATEO OCUMARE CALABOZO
SOMBRERO ORT IZ GA MEZA BONZA VARGAS BOYACÁ CARABOBO !BARRA BOMBONA JUNIN
Sobre la base a l costado derecho se veían las s iguientes inscri p-
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c iones: A LOS AUGUSTOS MANES DE BOLÍVAR E L GRAN DE CARTAGENA JUSTA Y RECONOCIDA. BUEN CIUDADANO, PRÓBlDO MAGISTRADO, ESCLARECIDO LEGISLADOR, SIRV IÓ, MANDÓ E ILUSTRÓ A SU PATRlA. En el pedesta l se representaba la áncora de la Esperanza, en medio de los símbolos de la Abundanc ia. El obelisco estaba adornado por el lado derecho con la bandera y armas de la República del Perú, por Ja izquierda con Ja bandera y armas de la República de Bolivia, y sobre la base de este último estaba inscrito : BOLÍVAR, FAVORECIDO DE LA FORTUNA, DESDEÑÓ SUS ATRACTIVOS, CONSAGRÓ SU REPOSO Y TODA SU VlDA A LA PATRIA: SOLDADO INTRÉPIDO, CAPITÁN EXPERTO, VENCEDOR EN C IEN BATALLAS, LlBERTÓA SU PATRIA DIO LAS LEYES, Y SE SOMETIÓ A ELLAS. En el pedestal se representaba, a l centro de la cornucopia, en bajo rel ieve, la balanza y espada, atributos de la Justic ia. Al frente de l monume nto estaban co locados pabellones de arras, cafiones, b alas, y una rica ofrenda.
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Todo el temp lo estaba colgado y festoneado de negro, y sus columnas pintadas del mismo color, presentando el todo una vista lúgubre cual lo requería el objeto. Desde la noche presente estaban iluminados el templo y monumento, y tuvo lugar la vigilia, a que as istió un numeroso concurso de ambos sexos. El 17, a la hora señalada, concurrieron todos los empleados y corporaciones c iviles y militares e igua l concurso que la noche anterior, vestidos de luto, y se celebró la misa, pronunc iando al fin de ella una elocuente oración fúnebre el discreto provisor de este obispado, ilustre patriota, y amigo distinguido y fie l del Héroe, dignísimo deán de este cabi ldo, Dr. Juan Marimón. Los batallones de artilleros veteranos y de milicias hicieron las salvas de ordenanza, a que contestó la artillería de la plaza con veinte y un cañonazos. Todo e l día, y por la noche hasta las di ez, quedó abierto el templo, e iluminado e l catafalco por setecientas luces colocadas fuera de la vista, que daban al todo un brillo y realce muy propio. Así honró Cartagena en aquel día la memoria del Héroe ilustre a qui en la patria debe s u existencia. Quiera el Cielo que e lla y toda Co lombia Ja honren de un modo más digno oyendo los últimos votos de aque l Genio singular, y presentando a l universo el grandioso e interesante espectáculo de un pueblo unido, sacrificando sus pasiones a la dicha nacional.
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PROCLAMA RAFAEL URDANETA EJECUTIVO
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ENCARGADO
DEL PODER
Colombianos: agobiado por el peso del dolor, me esfuerzo, no obstante, por cumplir con el más triste de mis deberes como magistrado, como ciudadano, como amigo. Os anuncio que ha cesado de existir el más ilustre entre todos los hijos de Colombia, El LIBERTADOR, el Fundador de tres Repúblicas el inmortal SIMÓN BOLÍVAR. Después de haber agotado, hasta las últimas heces del cáliz de amargura que le ofreció la suspicacia de algunos conciudadanos suyos, ha pasado a la región de las almas, dejando un vacío inmenso en Colombia, en América, en el orbe civilizado. Colombianos: las pasiones contemporáneas, aun las más encarn izadas, deben darse ya por satisfechas, Bolívar no pertenece de hoy más sino al dominio de la historia; y mientras ella le asigna en sus páginas el prominente lugar a que Je han hecho acreedor sus relevantes servicios a Ja causa de Ja humanidad, nosotros, los que tenemos la desgracia de sobrevivirle, debemos reunirnos en torno de su tumba helada, a llorar la pérdida que hemos hecho, a meditar sobre la situación de Colombia, y prestarle los auxilios de que tanto necesita la patria para revivir. Colombianos: deseoso de que no se malogren los esfuerzos inauditos de aquel Varón esclarecido por la independencia y la libe1tad de nuestra tierra, me ocupo actualmente de dictar aquellas medidas que demandan el reposo y bienestar de los que viven sometidos al gobierno nacional, y de negociar con Jos que no lo están, los medíos de llegar a un avenimiento amistoso, que tenga por resultado reorganizar a Colombia y presentarla de nuevo a Jos ojos de las naciones en su pasada majestad y esplendor. En
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nombre de Ja independencia y de la libertad. convido a todos los que abriguen en su pecho sentimientos nobles y generosos a que coadyuven a la bella empresa de restaurar a Colombia. Venid, pues, colombianos, al templo de la concordia, venid conmigo a darnos un abrazo fraternal. Solo así evitaremos que el país sea patrimonio de la anarquía más espantosa y devoradora que jamás vieran Jos siglos. Bogotá, enero 9 de 1831.-21. RAFAEL URDANETA
CONSIDERACIONES SOBRE EL TRASLADO DE LOS RESTOS DEL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR DESDE SANTA MARTAA CARACAS EN NOVIEMBRE DE 1842 Apenas se habían enfriado las cenizas de Bolívar, el partido adverso al gobierno que dej ó planteado, volvió a hostilizarlo, olvidando muy pronto las patéticas exhortaciones que desde el lecho de l dolor dirigió a sus conciudadanos el Fundador de Colombia. Tiempo atrás Venezuela se había separado de la gran República; debían imitar este funesto ejemplo sus dos hermanas Nueva Granada y el Ecuador. A principios del año 1831 , hubo un pronunciamiento en Barranquilla, que fue sofocado en su primer paso por aquel general Ignacio de Luque, autor de Ja famosa proclama que empieza por estas pintorescas palabras: " Soldados, murió el Sol de Colombia, etc.", y después encabezado por él mismo, pues tornó contra el general Mariano Montilla las annas que éste le había confiado, para sostener su causa, desde Cartagena, en donde mandaba como comandante del departamento. Por más esfuerzos que hicieron los generales J. M. Carreña Silva y demás valientes militares, defensores de Cartagena, tuvo que capitular y rendirse a Luque, que mandaba en jefe el sitio. Montilla y sus compañeros pudieron refugiarse en Jamaica y algún tiempo
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después a Venezuela, su país natal, volviendo a la vida privada. El movimiento reaccionario se extendió a Santa Marta, y se propagó rápidamente desde la costa hasta el interior de la Nueva Granada. Sin que hubiese efusión de sangre, el general Rafael Urdaneta, Presidente de hecho, fue depuesto del mando, que de un modo transitorio recayó sobre el señor Dom ingo Caicedo, quien cedió el puesto al general Francisco de Paula Santander, ac lamado por los sufragios de Ja nación neo-granadina, mientras estaba pasando su destierro en Francia. Su sucesor en la presidencia fue el doctor Ignacio Márquez, quien, antes de acabarse el período de su mando, tuvo que sostener una lucha sangrienta y larga contra un partido numeroso que, con las armas en Ja mano, clamaba por el régimen de la Federación, y que indudablemente habría sucw11bido, si no tuviera por apoyo el valor y talentos de los generales Tomás C. Mosquera y Pedro A. Herrán, quienes hicieron triunfar la causa de la legalidad. En el año 1842 estaba de Presidente de la Repúbl ica de la Nueva Granada el general Pedro A. Herrán, cuando el Congreso de Venezuela dio el decreto del 30 de abril de 1842 disponiendo la traslación de los restos del Libertador Si món Bolívar a Caracas, para cumplir con su última voluntad expresada en su testamento. Es de admirar que por consideraciones políticas fuese necesaria una espera de doce años para dar satisfacción a la opinión nacional que ya se había pronunciado mucho antes, y tributar el solemne obsequio que tanto merecían los eminentes servicios del Caudillo de la independencia de Sur América. En fi n, estaban de acuerdo Venezuela y la Nueva Granada, y había llegado el día de celebrar un acto espléndido de justicia y aun de gratitud muy debidas a la memoria de Bolívar. El 16 de noviembre habían llegado al puerto de Santa Marta Jos
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buques venezolanos Constitución y Caracas, el bergantín Albatros de S.M.B. y la Venus bergantín de guerra holandés, y en este mismo día se les reunió la fragata de gue1Ta francesa Cirsé, en que venían los comisionados por Venezuela para recibir los restos mortales del Libertador, y eran los HH. Sres. doctor José M. Vargas, general José M. CaITeño y Mariano Uztariz. Los buques extranjeros mandados por sus respectivos gobiernos, habían ido para convoyar la nave que debía conducir a la Guayra los restos de Bolívar. Con el debido acatamiento, fueron felicitados Jos señores comisionados a bordo del Constitución, por el secretario de gobernación y varios oficiales de tropa y marina. Al desembarcar fueron llevados en berlina a la ciudad, y seguidamente hospedados en casa del honrado caballero D. Joaquín de Mier, el mismo que tan francamente practicó hospitalidad para con Bolívar, enfermo y desvalido, quien le honró con su amistad, único premio que podía darle un moribundo en su triste situación. En el centro de la ciudad está situada la iglesia catedral, de construcción moderna y de aspecto bastante imponente. En la nave derecha se ve el altar de San José y a sus pies Ja bóveda de Ja familia Díaz Granados, en que sepultó primeramente el cadáver de Bolívar, que debía permanecer allí hasta que circunstancias más favorables permitieran que se le diese una sepultura más monumental y correspondiente a la nombradía del Libertador. Parece que un tenemoto que desoló a Santa Marta en el año de 1834, arruinó la susodicha tumba. No faltó quien dijo que era obra de unos desafectos a Ja memoria de Bolívar, quienes para satisfacer sus enconos rastreros, trataron de profanar su sepultura y hacer desaparecer sus restos mortales. Sea lo que fuere, debajo de la media naranja de la catedral se sepultaron de nuevo los despojos
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mortales del Libe1tador, y, para señalar mejor este lugar, se pu so una lápida o Josa de mármol que encargó a los Estados Un idos el capitán Joaquín A. Márquez, quien dio a estas circunstancias azarosas una prueba de ánimo y generoso patrioti smo, a la par que era un obsequio al Gran Capitán de Jos ejércitos de Colombia. A eso de las cuatro de la tarde del 20 de noviembre, con el objeto de presenciar el acto de la exhumación de los venerados restos del Libertador, se hallaban reunidos en la iglesia catedral el general Joaquín Posada Gutiérrez, gobernador de Santa Marta, presidente de la comisión nombrada por la Nueva Granada, para la entrega de los restos; el Ilmo. Sr. Obispo de la diócesis Dr. L uis José Serrano, miembro de la comisión; el señor Joaquín de Mier, miembro también de la comisión; actual dueño de la quinta de San Pedro Alejandrino, llevando al ojal de la casaca el busto del Libe1tador; el doctor José María Vargas, presidente de la comisión nombrada por el gobierno de Venezuela, albacea testamentario de Bolívar, ex-presidente de la República de Venezuela; el general José Maiía Carreño, miembro también de la comisión por Venezuela, ilustre soldado de la Independencia, con un brazo menos que perdió en una batalla y condecorado con sus cruces, teniendo puestas las charreteras y bandas que fueron del Libertador; el señor Mariano Uztariz, hij o del ilustre Francisco Uztariz, máJtir de la Independencia; el prebendado Sr. Manuel Cipriano Sánchez, gran capellán de la comisión; los señores Pablo S. Clemente y Simón Camacho deudos del Libe11ador, el señor teniente coronel José M . Contreras; el comandante del buque Constitución; Sr. Sebastián Boguier, comandante del apostadero de Puerto Cabello, Jefe marítimo de la expedición; los comandantes de Jos buques de guerra extranjeros que convocaran al Constitución a la Guayra, a saber: Mr. Jul. Ricard, comandante de Ja fragata Circé; Mr. J. A. Johr, comandante del bergantín Venus; Mr. Reynold York, coman-
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dante del bergantín Albatross, y el estado mayor correspondiente a los tres buques, colocados por el orden de su graduación militar. Todos estos señores ocupaban el ala derecha de Ja nave central, en el orden dispuesto por el programa de la función mortuoria que dio el señor Gobernador. En el ala izquierda de la nave estaban el ilustre Consejo Municipal, el estado mayor del batallón número 9 acantonado en Ja plaza, el cónsul de los Estados Unidos Sr. Robeson, el vice-cónsul de Francia Sr. A. P. Reverend, el vice-cónsul de S. M. B. Sr. José Ayton, y gran número de particulares. La guardia de honor estaba al lado derecho, detrás de las comisiones. Se echaba de menos la Ecuatoriana, que no pudo llegar a causa del mal tiempo, y también la de Cartagena que estuvo a punto de naufragar en Ja costa de Santa Marta. Un silencio profundo reinaba en la concurrencia, sobrecogida por el sentimiento religioso y en la expectativa del acto solemne que se iba a practicar. Todas las miradas estaban fijas en un objeto, y cada uno sentía latir el corazón en su pecho a los golpes que desunían la piedra que cubría los restos mortales del Caudillo de Ja Independencia: Bolívar. Al separarse las últimas losas que formaban Ja tapa sepulcral, se vio el cajón de plomo con visos de fractura; luego después de abierto apareció el esqueleto, bastante deformado, del que tuvo una vida tan gloriosa, que solamente podía ser conocido por el facultativo que había hecho Ja autopsia del cadáver. Sin embargo, a la pregunta que hizo en voz alta el señor Gobernador al médico A. P. Reverend, contestó éste que
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ciertamente eran Jos restos del Libe1tador Simón Bolívar. Los circunstantes que rodeaban Ja sepultura se apresuraron a recoger los trozos del cajón de plomo que les repaitía el gobernador, para guardarlos como una reliquia del ausente Padre de la patria. Al mismo tiempo el cañón resonaba en la bahía, las campanas se oían dobles, los pabellones estaban colgados a medio palo, y las antenas de las embarcaciones, en cruz. Se levantó un acta de la exhumación, los despojos del cadáver fueron depositados en la urna cineraria que la Nueva Granada consagró a las reliquias de su Libe1tador, y últimamente colocada en un catafalco sencillo bajo la custodia de una compañía del batallón Nº 9. El 21 de noviembre amaneció nebuloso, como si el cielo quisiera participar de la tristeza del pueblo samario, que se preparaba a dar el último adiós a las reliquias del Padre de la patria. Eran las nueve de la mañana cuando principiaron las exequias con una descai·ga del batallón; y en medio de un numeroso concurso, de la pompa y ceremonias religiosas, el Ilmo. Sr. Obispo ofició de pontifical. El Sr. Provisor, José M. Noriega, pronunció una oración fúnebre, en la que delineó ligeramente la mai·cha de la Libe1tad bajo el pabellón de Colombia que sustentó Bolívar. A la una del día terminó la ceremonia de la iglesia, último deber que fue el consuelo de los concurrentes penetrados del sentimiento religioso.
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Traslación al Puerto.- A las cuatro de la tarde mostraba su luto la ciudad huérfana. Sus casas, puertas y ventanas vestían cortinas de telas negras, y todos guardaban silencio profundo. Las comisiones, las autoridades y demás cuerpos colegiados de Ja ciudad, el clero, los comandantes de la marina y su estado mayor, el señor comandante del departamento, el estado mayor de la guarnición, los cónsules y lo principal de los ciudadanos estaban reunidos en el templo. A las cuatro y media desfiló el acompañamiento por la calle Mayor, entre las dos alas que formaba Ja tropa tendida con armas a la funerala, desde el templo hasta el embarcadero. Rodeaban la urna cineraria los comandantes, y los oficiales granadinos la conducían, alternando con los dos de la marina venezolana y extranjera. Seguían inmediatamente las comisiones, y Juego la tropa de línea que se iba incorporando al cortejo, con tambores a Ja sordina y banderas con corbatas negras. Luego venía una numerosa concun-encia de personas de ambos sexos que quiso acompañar las veneradas reliquias hasta el último momento, en medio del recogimiento, que solamente inte1TUmpía el sonido sordo de los tambores. Ya en la playa, cerca de la batería de Santa Bárbara, se detuvo la procesión, callaron los tambores, y el Sr. general Posada, en extremo conmovido, propunció esta sentida despedida: "Señores comisionados de Venezuela: en este día, solemne por tantos títulos, en este día de luto para la Nueva Granada en que
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tiene que despojarse por su propia mano de las preciosas reliquias que hubiera querido conservar eternamente, estoy encargado por el gobierno de mi patria y por Ja honorable comisión que tengo Ja honra de presidir, de un deber bien penoso y triste: el de manifestaros, para que lo digáis a Venezuela, para que lo sepa el mundo entero, el duelo y sentimiento con que la Nueva Granada se desprende de los restos venerados del Libertador Simón Bolívar. - ¿Y podré yo cumplir con este encargo? No, no hay palabras bastantes para expresar lo que sienten los corazones. Vosotros, honorables diputados, lo veréis mejor en los semblantes de todos Jos samarios, de este pueblo que recibió aquellos últimos suspiros de Bolívar, que le arrancaron los dolores físicos y Jos dolores morales; que Je vio postrado en el tribunal de la penitencia, recibiendo Ja bendición del Cielo por la mano de un dignísimo príncipe de Ja Iglesia; de este pueblo en fin, que depositó conmovido su cuerpo inanimado en el Jugar santo en que lo encontraríais, y que representa hoy a la N ueva Granada en su dolor. - Lo que habéis visto, Jo que veis, no se finge; todas las pasiones han callado, todas las pasiones han desaparecido, para rendir homenaje a Ja sombra creciente del Gran Caudillo de los Libertadores, los recuerdos de las hazañas inmortales del glorioso ejército, el nombre mágico de Colombia .... pero yo no puedo continuar. ..... - Tomad, señores, el precioso tesoro que buscáis; llevadlo a esa tierra privilegiada por el acaso; y sabed y sepa ella, que solo el respeto que el gobierno y el pueblo granadino tienen a la última voluntad del Héroe, es la única fuerza capaz de hacer a la Nueva Granada resignarse al sacrificio.
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-Y vosotras, cenizas ilustres, que habéis reposado ea paz por más de una década en este suelo que no quisisteis que os sirviese de asilo eterno, admitid los votos que Jos granadinos -todos elevan al Cielo por vuestro descanso perdurable-". Dos lágrimas se desprendieron de sus ojos, y apenas pudo pronunciar las últimas palabras. El Sr. Dr. Vargas contestó como presidente de la com isión venezolana y a nombre del gobierno que representaba. Fue colocada la urna a bordo de Ja falúa venezolana, y después de doce años del sueño de la tumba en las playas granadinas, Bolívar tornó a los suyos. El pabellón de Venezuela flameaba entre las nubes de humo del cañón sobre el último legado que Je hizo El Libertador, su hijo más amoroso. El comandante del buque Constitución y su segundo recibieron el precioso depósito, y en pie sobre su bordo se despidieron de los samarios, haciendo a la tripulación la señal de partir. La falúa, escoltada por las embarcaciones extranjeras, colocada en el centro, coronada con su pabellón tricolor y atravesando una humareda que se desprende de los cafiones de Santa Bárbara y de todos los buques de Ja bahía, llega ligera al costado de la nave capitana de Venezuela. La guardia de honor presenta las armas, el buque Constitución enarbola orgullosamente su banderola de señ.al... .. Bolívar estaba en su capilla ardiente. Trece cañonazos lo anunciaron. Ya pe1tenecía Bolívar a su patria; a la Nueva Granada solo le quedaba como único recuerdo material su corazón guardado en
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una caja de plomo. Así se concluyó la función fúnebre del 21 de noviembre. El 22, a las diez de la mañana, el Constitución y los demás buques que debían convoyarla levaron ancla; después de una salva de sus cañones, desplegaron las velas y salieron del pue1to, mientras que los samarios desde la playa agitando sus sombreros y pañuelos hasta que los perdieran de vista atrás del Morro, les daban el último adiós. Santa Marta, a pesar de no estar favorec ida como Caracas que tiene depositados en un mausoleo los restos mortales de Bolívar, posee, sin embargo, en la quinta de San Pedro Alejandrino, la modesta habitación en donde terminó su gloriosa vida. ¿No sería digno de Ja grandeza de las tres repúblicas que componían Ja antigua Colombia adquirir esta quinta, para conservar siquiera la casita, el aposento en que El Libe1tador exhaló su último suspiro? Si no se edificara allí un monumento, quedaría a lo menos el lugar como recuerdo bastante atractivo para los transeúntes simpáticos a la memoria del Gran Caudillo de la Independencia, quienes, a su llegada a la ciudad de Santa Marta, no se olvidarían de visitar la casa en donde fal leció Bolívar, así como ha sucedido tantas veces. Guadas, mayo 11 de 1830
CARTADELLIBERTADORADON GABRIELCAMACHO Señor Gabriel Camacho. Mi querido amigo: al fin he salido de la Presidencia y de Bogotá encontrándome ya en marcha para Cartagena, con la mira de salir de Colombia y vivir donde pueda; pero como no es fácil mantenerse en Europa con poco dinero, cuando habrá muchos de los sujetos más
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distinguidos de aquel país que querrán obligarme a que entre en la sociedad de alta clase, y después que he sido el primer magistrado de tres repúblicas, parecerá indecente que vaya a existir como un miserable. Por mi parte, Je digo a usted que no necesito de nada o de muy poco, acostumbrado como estoy a la vida militar. Mas, el honor de mi país y el de mi carácter me obliga imperiosamente a presentarme con decoro delante de los demás hombres, mucho más cuando se sabe que yo he nacido con algunos bienes de fortuna, y que tengo pendiente todavía Ja venta de las minas heredadas de mis padres, y cuyos títulos son los más auténticos y solemnes. Yo no quiero nada del gobierno de Venezuela; sin embargo, no es justo, por la misma razón, que este gobierno permita que me priven de mis propiedades, sea por confiscación o por injusticia de parte de los tribunales. Me creo con derecho para exigir del Jefe de ese Estado, que ya que he dejado el mando de mi país solo por no hacerle la guerra, se me proteja a lo menos como el más humilde ciudadano. Mucho he servido a Venezuela, mucho me deben todos sus hijos, y mucho más todavía el Jefe de su gobierno; por consiguiente sería la más solemne y escandalosa maldad que se me hubiese de perseguir como a un enemigo público. No Jo creo, sin embargo, y por lo tanto Je ruego a usted se sirva hacer presente todo lo que llevo dicho y todo lo que usted sabe en mi favor al general Páez y al doctor Yáñez, porque estos deben ser los que más influyan, sea directa o indirectamente, en e5te negocio. Se sabe que tengo justicia y que estoy desvalido. Con estos títulos solos me creo ya en seguridad contra Jos tiros de mis enemigos. No sé todavía a dónde me iré, por las razones dichas; me iré a E uropa hasta no saber en qué para mi pleito, y quizás me iré a Curazao a esperar resultado, y si no a Jamaica, pues estoy decidido a salir de Colombia, sea lo que fuere en adelante. También estoy decidido a no
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volver más, ni a servir otra vez a mis ingratos compatriotas. La desesperación sola puede hacerme variar de resolución. Digo Ja desesperación, al verme renegado, perseguido y robado por los mismos a quienes he consagrado veinte años de sacrificios y peligros. Diré, no obstante, que no los aborrezco, que estoy muy distante de sentir el deseo de Ja venganza, y que ya mi corazón les ha perdonado, porque son mis queridos compatriotas, y, sobre todo, Caraqueños. Tenga usted Ja bondad, mi querido amigo, de escribirme a Londres por medio de s ir Robert Wilson, y a Jamaica por el Sr. Heilop. Ambas cartas deben ser duplicadas, para que me llegue alguna, aunque se pierda otra, y porque las primeras las recibiré en Las Antillas. Escriba usted, además, al Sr. Madrid sobre todo lo que ocurra en el pleito. En el correo anterior escribí a usted diciéndole que había aprobado la transacción propuesta por el Sr. Ackers, debiendo yo pagar por ella las cuatro mil libras esterlinas, pues quiero terminar el negocio de cualquier modo, y sobre esto he escrito ya también al Sr. Madrid. El Congreso ha mandado que se me pague fielmente la pensión, y me ha dado las gracias por mis servicios; a pesar de todo, no puedo contar con esta gracia, porque nadie sabe los acontecimientos que sobrevendrán y las personas que tomen el mando. Por lo mismo, lo más seguro es mi propiedad que reclamo una y mil veces, para vivir independiente de todo el mundo. Salude usted a su muj er y a mis hermanas. De usted de corazón.
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39 ÍNDICE DE CONTENIDOS Sección 1 l. Dedicatoria ....... ....................... . ....................... 7 TI. Agradecimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
111.
Prólogo . ................................ . ............... 15
IV.
Prefacio .. .. ..... .... ......... . ............ ... .. .. . ...... 21
Sección 11 1. Introducción ............................... ...... . ................ 37 2. Biografía............. ........ . ......................... . .........38
2.1. G·enealo .............................. . .......................... 38 2.2. Antepasados .. ...... ... ..... .. .... .. .. ... .. .. ..... .. ......... 39 2.3. Infancia y Juventud ........... ....... ... .......................... .42 2.4. Antecedentes socio-económicos y étnicos .... .... ....... 21 2.5. Educación ...... .. .. .. .. ........ ... ... ... ... . .... . ... . ........ 22
3. Primer viaje a Europa y matrimonio ........ .. ...... ........24 4. Segundo viaje a Europa .. .................. ..... .. ............. 25
4. 1. Respeto público ............................................. 25 4.2. Sed de GLORIA .. ..... . .. ... ... ... ... . ...... .. ....... ... .25 4.3. Los caminos por Italia - el juramento-.... ............... 25 5. Biotipo de Simón Bolívar ................. ... ..... ........... 26 5.1. Resumen de la descripción fisica ... .... . ...... ............ 33 6. Una personalidad compleja ............... ... .................34
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7. Antecedentes a la Independencia ...... . . .... . . ... ............ 36 8. Independencia de Venezuela de Espai'ía: La Primera Repúb lica, 1810-1812 ... . . . . .. .... . .. . .............. 37 8.1. Francisco de Miranda el P rócer. .. .. ... . . ..... .. .. ........37 8.2. Ingreso a la masonería . . . .. .. . .. . .. . .. .. .. ... .. ...... .....37 8.3. La lucha y la guerra en Es paña .... ... .... ... . .. ... ...... 38 8.4. Delegación de Simón Bolívar a Londres ........ ........ .40 8.5 . Bolívar durante la Primera República .... ...... .. . . .
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9. E l Manifi esto de Cai1agena . . ..... . . . . ... .. ... . ... ..... ......43 10. La guerra a muerte (la Campaña Admirable) . .. . .... 44 10.1. José Tomás Boves .. ... .. .. ..... ..... .. ........ . .. .. .. .... .45 11. El camino en Jamaica . . ...... .. ... . .. . ..... .... . .. .. . .. . .. 46 12. E l camino en Haití . . .. ... .... .. . ... .. ... .. . . ...... . . . ... .. 48 13. Camino a la Gran Colombia .... . ... ... .. . .... .... ....... 49 14. Los caminos para la liberación de la N ueva Granada 51 15. Congreso de Cúcuta . . .. . ... .. . ... ... ..... ....... .. ...... . . 53 16. Campañas fina les . . .. ... . .. . .. ... . . . . .... . . .. .. . . .. ..... .... 53 17. Camino como Gobernante del Perú . . . . . ... . .... . ......... 54 18. Camino en Pativilca ... .. ... .. . . . .... ... ... . .. . ..... ... ... 54
19. Camino hacia e l Ocaso . .. . . ......... . . .... ..... . .. .. . . . 55 20. Formación del ejército . ... . .. . ..... . .. ..... ................... 59 21. Su obra política amenaza con derrumbarse .. .............. 59 22. La conspiración y el atentado .. .. .. . . . .. .... .. .... .......... 60 23 . Craso error. Sublevación de Córdoba .......................... 63 24. Ú ltimas guerras y abandono del poder ......................... 65 25. Camino a Santa Marta . . ... . . ... ..... ... . . ... ... . .. ........... 68
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LOS CAMINOS DEL LIBERTADOR
26. "El General en su Laberinto...... .. .............................. 69 27. Pasos finales . ... .... .. .... .. . ............... ...... ... ........... 69 28. Diario sobre Ja enfermedad . ....... .............................. 69 29. Protocolo de Ja autopsia del Libertador ........ .. ... ....70 30. Epicrisis y análisis de la historia clínica del Libertador 71 31. Consideraciones anotomopatológicas .......................... 73 32. El último camino ...................... .. .. ........................... 75 33. La tuberculosis . ................. .. . .. ... ... .....................76 33. 1. Etiología .. ... .. ...... . .... . .... ..... . ............................. 76 33 .2. Síntomas ..... ....... .. ... ... .... ...... .. ....... .................. 77 34. Enfermedad de Addison asociada a tu bercu losis pulmonar y meníngea .................................................. 77 34.1. Sintomatología y signos clínicos . ... .. .. ... .. . .. . ... ... 78 35. Cronología de los carrunos del Libertador................... 80
Sección ID 36. lconografia de Simón Bolívar...................................... 84 36.1. Evolución de la imagen de Simón Bolívar y de su entorno ..... .. ..... .. ...... .. .. ... ... .... ......................... 87 37. Referencias Bibliográficas Consultadas ...................... 103 38. Documento Anexo ....... .. .. .. ... . ..... ....... .... .......... 106 39. Índice de contenidos ... . . ... .. . .. . .......... .. .. . .. ........ 136
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DR. IGNACIO
RAMIREZ AGUIRRE
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