Trígono 5

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Queridos Amigos: Una vez más, y con mucha alegría, nos encontramos junto a ustedes mediante una nueva edición digital de Trígono. Ha pasado bastante tiempo desde la última revista. En parte ello se debió a los cambios que durante este último año hemos hecho sobre nuestra presencia en la web. Nos hemos centrado en la construcción de un blog en el que ofrecemos breves artículos que, creemos, ayudan de mejor manera a difundir la filosofía martinista, de acuerdo a nuestra humilde visión e interpretación. Nos sentimos más que satisfechos por el trabajo allí realizado y por la aceptación que el blog ha tenido en general. Consideramos entonces que era momento de volver a poner manos a la obra en un nuevo número de Trígono, encontrándonos deseosos que sea tan bien recibida como lo fueron las anteriores ediciones. Se presentan en este número artículos escritos por miembros de la Sociedad de Estudios Martinistas, junto a traducciones inéditas que consideramos de gran importancia difundirlas. Reciban todos nuestros lectores y amigos un cálido saludo.

¡¡¡Felices Pascuas!!! Sociedad de Estudios Martinistas


Revista Trígono

Trigono

Contenido Pág. 2 Pág. 8 Pág. 20 Pág. 23 Pág. 30 Pág. 34 Pág. 40 Pág. 45

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Revista informativa y cultural de la Sociedad de Estudios Martinistas

Correspondencia Teosófica Por H. Tzadiq

La caballería y el esoterismo Por H. Reghinos.

El teurgismo de L.C. de Saint Martin Por H. Frederik Instrucciones de la Sabiduría Por H. Taborel

El Arca de la Alianza y su sentido operativo Por H. Frederik El Temple (1° parte) Por H. Soledad

La Iniciación Martinista Por H. Tomás

Espacio Jacob Boehme: Identidad Cristiana Por H. Tzadiq

Nuestra Portada

Edición electrónica de distribuición libre y gratuita.

La copia parcial y/o total de esta publicación se encuentra autorizada siempre que se cite la fuente y sea utilizada sin fines de lucro.

El arte de tapa lleva por nombre "La Vía Cardíaca" y es original del H. Frederik.

Los diseños, artículos y contenidos en Trígono son colaboraciones de miembros y amigos de la S.E.M.

Todos los derechos reservados.

Página Web http://www.sociedadmartinista.blogspot.com Contacto sociedadmartinista@gmail.com

Sociedad de Estudios Martinistas


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Correspondencia Teosófica

En referencia a una carta en particular enviada por Louis Claude de Saint Martin el día 19 de Junio de 1797 a Kirchberger.

Por H. Tzadiq

Aquel contacto epistolar que mantuvieron Kirchberger y Saint Martin, ­cartas compiladas y públicamente conocidas bajo el título “Correspondencia Teosófica”­, resulta ser para todos una posibilidad única, mediante la cual enriquecernos sobre el método que el Filósofo Desconocido utilizara para guiar de manera directa a un buscador sincero. Es claro que sus libros y escritos son, de hecho, instrucciones simbólicas y operativas basadas en un contexto más bien generalizado. Pero encontrandose al alcance de nuestras manos la posibilidad de observar formal y cualitativamente su método aplicado en lo particular, podemos entonces extraer mejor aún las riquezas de su filosofía, y la calidad de su entrega siempre íntegra. En referencia a las últimas cartas que entre ellos se enviaron, existe una en particular que ha sido utilizada para difundir de mejor modo el tipo de iniciación que Saint Martin predicase y deseara promover. Creemos entonces que resultará ser un buen aporte el hecho de ofrecer su traducción, permitiendo observar todo su contexto y magnitud. Sin embargo, para que el contenido obtenga una riqueza mayor, brindaremos algunos extractos de la carta escrita por Kirchberger, a la cual Saint Martin responde. En cuanto a la traducción en sí, colocamos entre paréntesis algunas pocas palabras que entendimos podría mejorar su comprensión contextual. Por último, aquella frase que tanto se ha utilizado para definir la iniciacion martinista, ­sobre la que hemos hecho una especial mención­, se ha resaltado en letra cursiva para su mejor detección. Extractos de la carta enviada previamente por Kirchberger a Saint Martin Fechada el día 23 de mayo de 1797

“Ya le he mencionado lo útil que se volvería una explicación de su parte; creyendo que resultaría ser de un valor e importancia inestimable. Estoy incluso convencido que a causa de ello atraería a un gran número de hermanos hacia el bien verdadero de las aguas vivas, en las que podrían apagar su sed.

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Revista Trígono Una prueba en cuanto a que existen muchos pasajes en la tercera sección de la Tabla Natural que deben ser explicados para favorecerlos, es que ellos son aún oscuros para mi, a pesar del largo tiempo que llevo leyendo esa obra y poniéndola en práctica. Voy a indicárselas para que pueda usted amablemente brindarme la luz suficiente, y así obligarme a respondérmelas a mí mismo. 1. Admitiendo, al igual que usted, la sensibilidad de nuestro planeta, páginas 103 y 104, no logro ver cómo la tierra es la base de todos los fenómenos sensibles, y menos aún cómo puede ser ella el punto sobre el cual se manifiesten todas las virtudes que deban manifestarse en el tiempo. 2. Usted dice, pág 105, “Habitualmente vivimos en la ley de esta clase secundaria, en tanto que diariamente recibimos pensamientos que pueden solo provenir de aquellos que la componen y habitan” Sin duda alguna esto está claro. Y continúa “Pero como casi siempre somos pasivos ante estas comunicaciones, siendo que toda adoración implica actividad, debemos presumir que esta clase secundaria presenta a nuestro estudio objetos de mayor envergadura, más urgentes, más positivos, y que entonces ello requiere mayor vigilancia y un cuidado mejor dirigido que aquellos objetos que ocupan a la mayoría de los hombres” Pero en ningún lado dice, mi querido hermano, en que tipo de adoración y de cuidados éstos consisten, hasta que tanto resulta legítimo, etc. Como seguramente su intensión era instruir a sus lectores, debe permitirme preguntar ¿qué quiso indicar por este singular cuidado y adoración, y en qué consistían? 3. Al pié de la pág 126 hay un pasaje muy delicado en el que dice “Ellos enseñaron que no había ni una sola criatura en el universo que no fuese una imagen de las virtudes divinas; que la sabiduría ha multiplicado sus imágenes alrededor del hombre con la intensión que cuando él se las presente, ella deba otorgarle una renovada unción al verlas, y así transmitir al hombre toda la ayuda que él necesite; para que al unir en ella misma el original con la copia, el hombre pueda poseerlas a ambas” Una o dos palabras explicándolo haría que este pasaje me resultase aún más bello, y especialmente más instructivo. ¿Qué debería hacer el hombre para que cuando la Sabiduría observe esta copia le otorgue una renovada unción, y para que al unirse el original con la copia el hombre las posea a ambas? De hecho ¿qué debería hacer el hombre, en cuanto observe la llama y la luz material, para obtener y poseer las virtudes que fueran sus originales?

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Revista Trígono Usted dice, al comienzo de la pág 167, “Sin la debilidad o el estado viciado de nuestra voluntad, estaríamos separados solo en apariencia de estos seres, de estos buenos agentes, cuyos beneficios fueron consagrados dentro de las tradiciones de la mayoría de los pueblos; y que deberíamos estar realmente cercanos a ellos”. Lo que juzgo de este pasaje es que no solo existe una voluntad corrupta, sino una especialmente débil y corrupta que nos impide disfrutar de las manifestaciones de las virtudes que emanan desde el gran Principio, y que nos priva del beneficio de interactuar con ellas. Mi querido hermano, si puede dígame además ¿cuáles deberían ser los actos de nuestra voluntad, que usted considera necesarios, para disipar el velo que nos oculta de aquellos seres benéficos que han sido ordenados por el gran Principio para cooperar en la restauración del hombre? Soy consciente de la importancia de esta pregunta; a la que solo luego de las muchas pruebas de su amor y confianza me atrevo a realizar” Carta escrita por Saint Martin en respuesta a Kirchberger Fechada el día 19 de Junio de 1797 La amistad que nos une, querido hermano, podría volverse un motivo poderoso para llevarme hasta usted, si la luz que nos guía se viera beneficioso aprobar este viaje; las razones filosóficas que usted desea considere, no pueden volverse tan perentorias como pudieron haber sido en el pasado. El conocimiento que por escrito pude haberle transmitido con anterioridad, dependen de instrucciones que a menudo se apoyan sobre ciertas prácticas y ceremonias mistéricas, cuyo valor era más un tema de opinión y hábito que una realidad, las que de hecho muchas veces reposaban en prácticas ocultas y operaciones espirituales cuyos detalles serían peligrosos transmitir al vulgo o al ignorante, y a la enfermiza intencionalidad humana. El tema que nos ocupa, al no apoyarse en estas (mismas) bases, tampoco se expone a los mismos peligros. La única iniciación que predico y busco con todo el ardor de mi alma, es aquella por la cual ingresamos en el corazón de Dios, haciendo que dicho corazón entre en nosotros, conformando un matrimonio indisoluble que nos vuelva el amigo, el hermano y el esposo de nuestro divino Reparador. Ningún otro misterio existe, para llegar a esta santa iniciación, que el de dirigirnos más y más a las profundidades de nuestro ser, sin renunciar hasta que hagamos brotar la raíz viva y vivificante, porque será entonces que todos los frutos que brindemos, de acuerdo a nuestra clase, serán producidos naturalmente dentro y fuera de nosotros; tal como vemos es el caso con los árboles terrestres, siendo que ellos se adhieren a sus propias raíces e incesantemente extraen su savia. Este es el idioma con el que le he hablado en todas mis cartas; y ciertamente, sea cual fuese el sitio en donde presencialmente me encuentre ante usted, jamás seré capaz de comunicarle ningún otro misterio más profundo, ni más oportunamente adecuado para promover su adelanto, que éste.

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Revista Trígono Y la ventaja de esta preciosa verdad es que podemos hacerla correr desde uno de los confínes del mundo al otro causando sonoridad en cada oído, sin mencionar aquellos que al oírla son capaces de no hacer nada mejor que beneficiarse de ella, o (contrariamente) dejarla en paz; sin igualmente excluir las ampliaciones que deberían surgir por nuestra correspondencia, y todavía más por los tesoros con los que contamos de parte de nuestro amigo Boehme, de quien, según soy consciente, no puedo pensar que usted se encuentre en falta, mientras pienso que a futuro se volverá cada vez menor (tal necesidad) si (tan) solo trabaja sabiamente con lo que ya posee. Es con este mismo espíritu que le responderé acerca de los distintos puntos que usted desea le clarifique segun mis hallazgos. Muchos de ellos, precisamente, pertenecen a las iniciaciones por las que he pasado en mi primera escuela, y a las que he dejado atrás hace ya mucho tiempo para atender a la única iniciación que resulta verdadera al propio corazón. Si he hablado sobre estos puntos en mis primeros escritos, fue por el ardor de la juventud y por el reino que, a través del hábito de verlo a diario tratado y alabado por mis compañeros y maestro, me hubo ganado. Pero ahora, más que nunca, no podría empujar a nadie hacia esa vía, viendo que me he alejado más y más de ella; además ésta sería finalmente inútil a la gente que, de hecho, (y) solo mediante escritos, no podría recibir una luz suficientemente adecuada, mientras que además tampoco tendrían ninguna guía. Esta clase de luz debería ser (solo) para el uso de aquellos que son llamados por el orden de Dios para hacer uso de ellas, y para la manifestación de Su gloria; porque cuando ellos son llamados para hacerlo en este camino, no necesitamos nosotros hacernos problemas acerca de sus instrucciones; porque ellos recibirán entonces, sin ninguna dificultad ni oscuridad, mil nociones extra, siendo ellas mil veces más seguras que cualquiera de las que un mero amateur como yo pudiese brindarle sobre todos estos basamentos. Hablar de ello a otros, sobretodo al público en general, sería tan solo para estimular una curiosidad frívola, y para encontrarse trabajando más para la gloria del escritor que para el bien del lector. Ahora, si he cometido faltas de este tipo en mis escritos, los cometería más aún si persistiera en hacer nuevamente lo mismo. Por ello mis futuros escritos hablarán más sobre aquella iniciación central que, por medio de nuestra unión con Dios, puede enseñarnos todo lo que deberíamos saber; y muy poco sobre la descripción anatómica de aquellos puntos delicados en los que usted desea dirija la mirada, a la que además no deberíamos prestar atención a excepción de aquellas que son comprehendidas en nuestro ministerio y encargo. No me priva ésto, mi querido hermano, que en esta misma carta pueda mencionarle todo lo posible sobre la totalidad de los puntos que me haya enumerado en la suya, por tanto procederé en ese orden.

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Revista Trígono 1. Sobre los medios para una inmediata unión de nuestras voluntades con Dios.­ ­ Diré que esta unión es una obra que puede ser cumplida solo por la resolución firme y constante de aquellos que lo desean; que no existe ningún otro medio para ello que el perseverante uso de una voluntad pura, auxiliada por la obra y práctica de cada virtud, fertilizada por la plegaria que la gracia divina venga a socorrer en nuestra debilidad, conduciéndonos finalmente hacia nuestra regeneración. Esta voluntad es la verdadera propiedad del hombre: Dios mismo pareciera respetar esto, ya que cuando Él vino a traernos buenas nuevas, lo que a lo sumo hizo fue, mediante sus ángeles, desearnos una buena voluntad; entonces vemos que Su propiedad es, para no seguir adelante bajo amenazas y promesas, el dejárselas al hombre para que haga uso de ellas como guste. Consecuentemente, sabrá observar usted que lo que pudiese decir públicamente sobre este enunciado, infaliblemente no recibiría mayor crédito que lo que la palabra divina misma recibe. 2. Sobre la sensibilidad de nuestro mundo.­ ­ Precisamente este es uno de los puntos sobre los que hablé en el verdor de mi juventud, y por este mismo motivo no quisiera seguir adelante sin primero examinarlo con mayor profundidad dentro de mi mismo, aunque, por sobre todo, exento de órdenes. Pero, mediante las aperturas con las que nuestro amigo Boehme nos revistió dentro del contexto de la naturaleza particularmente universal, pienso que usted obtendría una mayor satisfacción sobre ello si emprende la tarea de leerlo con mayor atención. 3. Sobre el culto (adoración) ­ ­ Debo decir que el culto que concierne a las clases aludidas, es en realidad la orden ceremonial instruida por Dios a Su gran Elegido en las distintas épocas, cuando hubo manifestado Su sabiduría y Sus socorros sobre la tierra. Esto concierne a aquellos que Él eligió para tal propósito; el resto recibe los frutos. Eran las distintas instrucciones espirituales y divinas recibidas por Enoc, Noé, Moisés, Elías, y tantos otros que fueron encargados con misiones generales. En cuanto a la generalidad de los hombres, al igual que nosotros, solo son encargados de su propia restauración; siendo ésto suficiente para la ocupación que nos toca: comencemos por ser fieles en las pequeñas cosas; después de todo es de Dios conocer si considera propicio confiarnos de cosas mayores. 4. Sobre la unión del original con la copia.­ ­ Debo decir que en la generación espiritual de cada clase, este efecto debería parecerle a usted natural y en parte posible, ya que siendo las imágenes relacionadas a sus originales deben siempre tender hacia ellas. Esta es la ruta que toman todas las operaciones teúrgicas en las que se emplean los nombres de los espíritus, sus signos, caracteres, y cada cosa que, siendo derivados de ellos, deben guardar con ellos alguna relación: este fue el curso de los sacrificios Levíticos; por sobre todo, esta es la vía de la ley de nuestra iniciación central y divina por la cual, en nuestra presencia ante Dios, tan pura como se pueda, el alma que Él nos dio, y la cual es Su imagen, debemos atraer hacia nosotros el original y formar una sublime unión, más allá de cualquier otra antes hecha, por medio de algún tipo de teúrgia o alguna ceremonia iniciática misteriosa.

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Revista Trígono En cuanto a su pregunta sobre el aspecto de la llama, o de la luz elemental, sobre cómo alcanzar las virtudes que son sus originales, usted debe observar que todo ello es puramente teúrgico, mientras que aquella teúrgia que hace uso de la naturaleza elemental la considero inútil y extraña a nuestra verdadera teúrgia, en la que ninguna llama es necesaria más que nuestro deseo; ninguna luz más que la de nuestra pureza. Igualmente ésto no veda el profundo conocimiento que usted debe extraer de Boehme a cerca del fuego y sus correspondencias: encontrará suficiente para reintegrarse: las más activas adquisiciones que por esta vía se yergan mediante operaciones espirituales sobre los elementos; y sobre este asunto no tengo nada más que agregar. 5. Sobre la variación o debilidad de nuestra voluntad.­ ­ Usted carga más importancia sobre este pasaje que yo. Se encuentra por completo respondida en la número 1 más arriba; ya que si una voluntad constante, pura y fuerte debe, con el favor de Dios, obtener todas las cosas, una voluntad contraria deberá privarnos de todas ellas. Entonces no puedo indicar de otra manera cuáles actos de la voluntad son necesarios para descorrer el velo. No se trata de otra cosa más que, en el ejercicio de nuestra voluntad, debemos aprender a perfeccionar y a brindarle virtuosidad a nuestra voluntad; y de paso, sea dicho, a todas nuestras facultades, tal como cada día puede ser visto en aquello que se relaciona exclusivamente con nuestras artes, nuestras ciencias vulgares, y aún nuestras acciones placenteras. … he leído el pasaje en Isaías XIV. 29, señalado por D. Este contiene una verdad fundamental, verificada en cada época en donde la justicia divina se ha manifestado por las manos de las naciones empleadas para su venganza: esta verdad está presente y podrá ser todavía verificada en nuestra revolución, así como lo será siempre en eventos similares; motivo por el cual sería un error el aplicarla a una circunstancia en particular, observando que las abraza a todas. Adiós.

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La Caballería y el esoterismo Por H. Reghinos Introducción Una de las cuestiones más difíciles de clarificar en el martinismo, es la naturaleza de la conexión entre la tradición caballeresca y la vía íntima. Como ya hemos adelantado en un artículo anterior, el simbolismo en torno al Grial constituye una clara alusión operativa a la vía cardíaca. Sin embargo al profundizar, se advierte en la superficie de la tradición caballeresca, una serie de elementos heterogéneos, demostrativos de que el Grial fue implantado de forma tardía. Entonces, es lícito preguntarnos cuál es el sustento esotérico de la caballería cristiana y porque Saint Martin no le otorgó un papel central como si lo hicieron otros maestros, y en particular Jean­Baptiste Willermoz. Para entender mejor estos aspectos de nuestra tradición, es necesario retrotraerse, a través de los siglos, en una investigación exhaustiva, a fin de determinar cuáles fueron los orígenes y las verdaderas fuentes del actual esoterismo caballeresco. Lejos de creer agotado el tema, creemos que las conclusiones aquí presentadas constituyen un marco para futuras investigaciones. A fin de agilizar la lectura, se ha tratado de sintetizar lo mejor posible los resultados. Sin embargo, por lo extenso del objeto de estudio y lo sorprendente de las conclusiones, resulta necesario exponer gran cantidad de datos para que el lector entienda el fundamento, y si lo desea, compruebe por sí mismo la autenticidad de los hechos históricos descritos. Las Teorías Modernas Sobre la Operatividad en las Tradiciones Caballerescas Frecuentemente se han hecho referencias a la cuestión espiritual de la caballería cristiana, espiritualidad que se asimila a extintas instituciones caballerescas, pretéritas participaciones en las Cruzadas, supuestos hallazgos celosamente guardados o a una santa tradición injustamente truncada que requiere de venganza. En la base de todas estas interpretaciones, siempre es insoslayable la presencia de alguna Orden militar, algunas veces ficticia otras veces real, que encarna el súmmum del ideal caballeresco o bien tiene en custodia una ignota praxis.

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Así se conforman dos grupos, por un lado están quienes consideran a ciertas agrupaciones de caballeros de la literatura (mayormente sobre la historia del Grial y el rey Arturo) como el símbolo de una Vía del Guerrero genuinamente cristiana a la que se debe aspirar (Véase “La Caballería, la Vía del Héroe y el Martinismo”, en Revista Trígono, Nº4, pp. 6­11). Por otro lado se encuentran aquellos que consideran que ciertas Ordenes Militares de existencia histórica comprobada, se han hecho con algún tipo de praxis operativa desconocida, perdida o propia, de la cual ha quedado constancia en determinados grupos con pretensión sucesoria y en determinados elementos simbólicos desperdigados en sus construcciones. El ejemplo más emblemático de este caso es el de la Orden del Temple.

A partir de estos tópicos, órdenes de caballería y templarios, se han tejido toda una serie de discursos que han conformado la noción de la caballería espiritual cristiana, desde la cual se han asociado discursos especulativos sobre la moral, la ética y el honor del caballero, o búsquedas un poco más “operativas” en pos de encontrar la supuesta praxis perdida de estas Órdenes militares. Una breve relación sobre las Órdenes Militares

San Jorge de Capadocia derrotando al dragón.

Las Órdenes Militares fueron instituciones religioso­ militares surgidas durante las primeras cruzadas en Tierra Santa. Sus funciones, su utilidad y los motivos de su fundación eran estrictamente militares. Debe comprenderse que en la Edad Media, en determinadas zonas de la cristiandad, existían conflictos religiosos estancados que requerían de la presencia constante de ejércitos permanentes y listos para movilizarse ante cualquier imprevisto. Esta necesidad no era muy compatible con el sistema medieval de reclutamiento, basado exclusivamente en un rosario de pequeños ejércitos regionales, reunidos mediante negociaciones, lealtades familiares, vasallajes y la leva forzosa de los campesinos, que tardaba semanas en reunir una armada poderosa.

Ante esta situación, se optó por crear asociaciones permanentes de caballeros y dotarlos de un conjunto de reglas y deberes que los mantuviesen sujetos. Estas reglas estaban prácticamente calcadas de las Órdenes Religiosas Monásticas Católicas, las instituciones más estables durante finales de la Alta Edad Media. Así, las Órdenes Militares se propagaron siguiendo este modelo por gran parte de la cristiandad, floreciendo en los lugares donde existían conflictos religiosos estancados, como en Tierra Santa o en España, desempeñando funciones mayoritariamente militares.

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Revista Trígono Un caso especial es el de la Orden del Temple, única orden de existencia real a la que se le atribuye una operatividad genuina. Esta orden logró consolidar un amplio sistema de encomiendas conectadas por una potente flota y una sólida red de castillos, que se sustentaban en la alta competitividad de su propia red bancaria. Su liquidez se vio potenciada por el crónico proceso de falta de divisas en metálico que se sufría en la Edad Media, haciendo que hasta los reyes tomasen deuda con los templarios. Esta fue la causa principal por la que esta orden fue suprimida.

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La Batalla de Poitiers de Charles de Steuben.

Ahora bien, no se conoce con certeza qué tipo de operatividad tenían los templarios, existen teorías que postulan un contacto entre la Orden y los sufíes, aunque esto es improbable ya que la disolución de los templarios coincide con la aparición de las primeras turuq, siendo antes grupúsculos carentes de toda estructura y de existencia efímera. Palabras más, palabras menos, las afirmaciones sobre la existencia de una operatividad templaria se basan en las confesiones asentadas en las actas judiciales del juicio a su último Gran Maestre y en la presencia de una particular y rica simbología en cada una de sus construcciones. Todo esto no prueba absolutamente nada. El juicio contra los templarios fue motivado por las acuciantes deudas de la corona francesa, con lo que las presiones para hallarlos culpables alcanzaron hasta al mismísimo Papa y las confesiones de los caballeros asegurando adorar a Baphomet fueron arrancadas bajo tortura. Muchos templarios, incluido Jacques de Molay, terminaron abjurando de estas confesiones aduciendo haberlas hecho para salvar la vida y el cuerpo. En cambio, los símbolos presentes en las construcciones templarias expresan innegablemente las enseñanzas de la Filosofía Perenne. Sin embargo, tal como lo prueba Fulcanelli en “El Misterio de las Catedrales”, las construcciones religiosas están plagadas de simbología vinculada a la Tradición, puestas allí en la total ignorancia de la alta jerarquía eclesiástica.

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La ejecución de Jacques de Molay último Gran Maestre de la Orden del Temple.

11 Las particularidades de los símbolos de las construcciones templarias radica en el poder económico de estos. Cuando existe una institución con amplia presencia territorial y una sólida línea de financiamiento, adquiere la capacidad de encarar un programa de construcciones amplio con pocas posibilidades de desahucio. Ante esta situación, es natural que se conformen agrupaciones (en este caso, Gremios de Constructores) que actúen como contratistas regulares de esta institución una y otra vez. El empleo de estos compagnonnage, quienes sí están en el conocimiento de los símbolos, garantiza la inclusión de la dimensión simbólica en la obra, pero repetir en el uso de los mismos gremios también es garantía de la aplicación particular de los símbolos. Todo esto desemboca en la aparición de un “estilo simbólico templario”, sin que los templarios sean esoteristas.

Obviamente, lo último que se ha expuesto no es más que conjetura. Sin embargo, cabe destacar que, a excepción de Francia, los templarios no fueron exterminados ni perseguidos. Muchos se integraron en otras ordenes, no obstante, ninguna de estas heredó la supuesta operatividad templaria. Todas en mayor medida se orientaron a acaparar poder político hasta causar su propio colapso, terminando como Representación en piedra en la Iglesia de Santa María de elitistas agrupaciones religioso­ Siones. filantrópicas, tales como la Orden de Malta o la del Santo Sepulcro. Aquellas que continuaron con las viejas reglas, acabaron como meras órdenes militares honoríficas sin una función real asociada, tal como la Antiquísima y Nobilísima Orden del Cardo escocesa.

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La espiritualización de la caballería cristiana

Luego del fin de la Alta Edad Media y con la Era Vikinga como mero recuerdo, la sociedad medieval tenía consolidado un amplio sector de sí misma a los quehaceres bélicos, que ya no cumplía funciones de defensa inmediata y amenazaba con ahogarse en una vorágine imparable de pequeñas y sucesivas guerras regionales. A la postre, la literatura de moda eran los cantares de gesta, un tipo de composición derivada de la épica en la que se hacía hincapié en la temática heroica y guerrera; en la que la religión, cuando aparecía, era un mero complemento. Este es el caso de “Beowulf” en Inglaterra o “El Cantar del Mío Cid” en España. Ante este clima, se hizo necesario dotar de coherencia a la adolescente clase caballeresca mediante una re­funcionalización hacia la defensa del cristianismo. Hechos como las Cruzadas, la batalla de Navas de Tolosa y la fundación de las primeras órdenes militares fueron un primer intento por dotar a la caballería de una función más acorde con el cristianismo. En este proceso tuvo especial relevancia beato Ramón Llull, un notable esoterista que sistematizó una moral y ética cristiana para los caballeros, a través de “El Libro del Orden de Caballería” y la trilogía “Rex Bellator”. Estos libros generaron una enorme influencia tanto en España como en Francia, reproduciéndose en toda la cristiandad y creando un modelo viable de “espiritualización cristiana de la caballería”, aunque en el plano dogmático.

Retablo con la imagen de Ramón Llull.

Sin embargo, Llull fue el padre de la idea de que el caballero debe ser un guerrero valiente, piadoso y honorable que debe ponerse al servicio de la caridad, la lealtad, la verdad y la justicia, en defensa de la fe cristiana. El planteo no tuvo en sí un efecto real inmediato ni contribuyo en absoluto a crear una praxis operativa caballeresca (cosa que Llull jamás se planteó hacer), pero reprodujo en la literatura un “tipo ideal de caballero cristiano” que subsiste hasta nuestros días y que se confunde con la realidad totalmente opuesta del caballero.

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Revista Trígono Este ideal caballeresco se extendió a través de la literatura gracias a un Zeitgeist favorable, forzando un cambio de género de moda. Esto es notable en el siglo XIV cuando el gusto literario se desplaza del Cantar de Gesta, absolutamente bélico, orientado a divulgar una noción de guerrero modelo y con escasas influencias cristianas (siendo en muchos casos paganos), hacia la Novela de Caballerías. Los ejemplos más claros de los esfuerzos por difundir una “noción espiritual” de la caballería, están en la literatura española y en el Ciclo Artúrico. En la literatura medieval española primó el Cantar de Gesta hasta el siglo XIV, pero este era realista y mayormente explotaba la temática de la guerra contra los moros en la península ibérica, cosa que fue cotidiana en España hasta la caída de Granada. A continuación, la Novela de Caballerías tales como “Amadís de Gaula” o el “Palmerín de Oliva”, reemplazaron al Cantar de Gesta e introdujeron de manera parcial el ideal lluriano de la caballería espiritual. En estos los protagonista son grandes guerreros que viven una vida de aventuras, pero los problemas a los que hacen frente están relacionados al cristianismo, matar monstruos vinculados a Satán, involucrarse en luchas por lealtad a determinado personaje, acudir en ayuda de doncellas en peligro o guerrear contra paganos y musulmanes en defensa de la Fe. Así, pese a que la Novela de Caballería posee un ímpetu bélico difícilmente asimilable para la Fe, las aventuras expresan consignas como la valentía, la lealtad, la ayuda al prójimo, la justicia y la piedad, las mismas que modeló Llull en sus obras. Finalmente, estas serán reemplazadas por la Novela de Caballería a lo Divino, donde el ideal caballeresco lluriano alcanza su máxima expresión para trazar alegorías espirituales de tipo cristiano/esotérico/interno, tal es el caso de narraciones como “El Caballero del Sol” de Pedro Hernández de Villaumbrales. Todo este corpus literario caballeresco, caló hondo en España y Portugal, pero alcanzó mucha popularidad en Francia e Italia, e incluso en Alemania, diseminando estos ideales de “caballería espiritual” por toda la cristiandad.

El caso inglés también resulta de importancia porque es la expresión del mismo proceso de “espiritualización de la caballería”, pero sin un esoterista como Ramon Llull que crease las bases para que esto se desarrollase sistemáticamente y con coherencia. Los Cantares de Gesta ingleses son totalmente paganos y están escritos por autores locales de reciente cristianización tales como Aneirin (“Y Gododdin”) o Taliesin (“Llyfr Taliesin”). El punto de inflexión que constituyo la participación de El arquetipo del caballero cristiano. Ricardo Corazón de León en la Tercera Cruzada y su muerte en una revuelta francesa supuestamente derivada de las enemistades que cosechó en Tierra Santa, provocaron un mayor interés por “espiritualizar la caballería”.

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Revista Trígono De este interés surgirá el conocido como Ciclo Artúrico, en el que un conjunto de personajes paganos de las leyendas galesas (como Peredur, Owain y Arthur) y las historias de algunas crónicas anglosajonas (principalmente “Historia Regum Britanniae”) son rescatadas por autores no ingleses como Chrétien de Troyes y Wolfram von Eschenbach, con el fin de darles un barniz cristiano y construir con ello una historia bélico/caballerosa similar a “La Chanson de Roland”.

Los Tuatha Dé Danann marchando a la guerra, ejemplo de personajes típicos de los Cantares de Gesta.

Una característica del Ciclo Artúrico durante su surgimiento entre los siglos XII y XIII, es que se inicia como un rosario de obras sobre personajes individuales (como “Lancelot, el caballero de la carreta” o “Yvain, el caballero del león”), sin que exista un universo artúrico que los delimite y los conecte por igual. Esto se lograra, a partir de la aparición de los libros correspondientes a la Vulgata en siglo XIII, textos que tampoco fueron escritos en Inglaterra, sino en Francia donde existía influencia literaria española. Estos primeros escritos, se fueron sumando uno sobre otro, conformando un universo caballeresco propio de manera irregular e incorporando elementos del cristianismo esotérico, dependiendo del talento y el conocimiento que pudiesen tener algunos poetas. Esta es la razón por la que se advierte la cristianización del ciclo artúrico de forma muy tardía con el desarrollo de un mito particular referente al Grial, durante el siglo XIII con la Vulgata. Aun así, los libros de la Vulgata, son pródigos en guerras, duelos y aventuras muy del gusto guerrero, con incestos, uniones carnales extra­matrimoniales y demás faltas que no son acordes a la moral cristiana, siendo mas bien una galería de arquetipos caballerescos cuya virtud radica en ejemplificar el apogeo y la decadencia de quien apostase por cultivar cualquiera de estas particularidades dentro de la vía caballeresca.

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Finalmente, el ciclo artúrico alcanzará su máximo de cristianización con la Post­Vulgata (una versión purgada y reducida de la Vulgata) y “La Muerte de Arturo” de Sir Thomas Malory, siendo estos dos ejemplos de la irregularidad en el proceso ingles de espiritualización caballeresca. Por un lado, la Post­Vulgata será el resultado de una purga y una censura de la Vulgata a fin de hacerla más acorde a la moral cristiana, sin embargo esta operación fue hecha de modo tan grosero que perdería gran parte de su encanto. Mientras tanto, “La Muerte de Arturo” sintetizara magistralmente el ideal caballeresco cristiano junto a una praxis simbolizada en la caballería (Grial), en los libros XIII al XVII, siendo los otros 16 libros completamente mundanos, con lo que la “Demanda del Grial” peca de inconexa en relación al resto del libro.

Pese a todo esto, la noción de caballería espiritual cristiana se constituirá tardíamente como un sincretismo de estas dos literaturas. La literatura española aportó el ideal de vida del caballero cristiano, basado en el honor, la lealtad, la piedad y la justicia. Mientras tanto, la parcialmente cristianizada literatura medieval inglesa aporto una praxis que si bien no era intrínsecamente caballeresca, quedó simbolizada con más acierto bajo la figura de “la demanda del Grial” (Véase “La Caballería, la Vía del Héroe y el Martinismo”, en Revista Trígono, Nº4, pp. 6­11). De esta forma, el Grial quedo asociado a una operatividad genuinamente de caballeros y relegó a las simbolizaciones caballerescas españolas como la de “El Caballero del Sol”. Así nació el tópico de “el caballero cristiano”, así se formó la idea de “la caballería espiritual cristiana”.

Sir Galahad, modelo de caballero espiritual en el Ciclo Artúrico.

La adopción de “la caballería espiritual” en el ámbito iniciático

Hacia el siglo XVII, los caballeros al estilo medieval no existían y en su lugar estaba una casta aristocrática que ya no se dedicaba a la guerra. No es una sorpresa que esta clase noble experimentase cierta crisis de identidad ante el cambio de época e intentase trazar una continuidad con su pasado caballeresco. De esta manera, las órdenes militares fueron transformadas en organizaciones filantrópicas de cuño elitista o en condecoraciones jerarquizadas con un estatuto asociado tales como la Muy Noble Orden de la Jarretera y la Antiquísima y Nobilísima Orden del Cardo. Sin embargo, existe otra vertiente dentro de esta reacción tradicionalista, y es la infiltración de la noción caballeresca dentro de la masonería. Con anterioridad, la masonería no tenía identificación alguna ni con la Orden del Temple ni con la caballería en general, estando sus grados asociados a los constructores.

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Elizabeth II y el Duque de Edimburgo con las insignias de la Orden del Cardo.

El ceremonial es el camino por el cual esta antigua Orden logró perdurar.

16 No obstante en 1751 el barón Karl Gotthelf von Hund und Altengrottkau funda en Alemania el rito de la Estricta Observancia Templaria en base a una supuesta transmisión de los secretos de la Orden del Temple por parte de un misterioso “Eques e Penna Rubra”. No cuestionare la existencia de este personaje ni de su transmisión, sin embargo como ya hemos visto, los templarios eran una orden volcada a lo político/económico que no tenía operatividad, y aunque la tuviesen, nunca pasó a las otras ordenes en las que se refugiaron los templarios tras el fin de su orden. De esta forma, este “secreto templario” no puede ser más que de índole externa, con lo que es improbable que sobreviviese por casi 437 años y se revele justo en Alemania, donde la Orden del Temple no solo que casi no tuvo injerencia, sino que compitió con otra orden mucho más pujante para la zona como la Orden de los Caballeros Teutónicos.

Dejando de lado los impedimentos materiales que imposibilitan una continuidad de cualquier sesgo entre la Orden del Temple y la Estricta Observancia Templaria, von Hund creó una orden propia de estructura paramasónica sumándole “Altos Grados” a los tradicionales grados masónicos azules.

Finalmente, el rito de la Estricta Observancia Templaria con su carga simbólica y discurso caballeresco, heredado más que nada de la combinación entre la literatura española e inglesa de caballerías, alcanza su punto de inflexión al entrar en contacto con Jean­Baptiste Willermoz. Willermoz era un masón lyonés de respetable y extendida trayectoria que había sido discípulo de Jaime Joaquín de la Torre de la Casa Martínez de Pasqually, fundador y Gran Soberano de la Orden de los Caballeros Masones Elus Cohen del Universo. De su experiencia con la teúrgia externa cohen y en las ideas de Martínez de Pasqually, sintetizó una doctrina y una serie de rituales combinando todo esto con la simbología y la estructura paramasónica de la Estricta Observancia Templaria. Sin embargo Willermoz, con muy buen tino, renunció a la filiación material con la Orden del Temple y buscó

Barón Karl Gotthelf von Hund und Altengrottkau, fundador de la Estricta Observancia Templaria.

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Revista Trígono el reconocimiento de la masonería francesa, así nació el Rito Escocés Rectificado. Mientras tanto las líneas alemanas de la Estricta Observancia Templaria aseguraron su propia supervivencia al adoptar las reformas de Willermoz e infiltrarse en otros ritos masónicos de reciente formación. De esta manera se constituyó la idea de una relación (ficticia) entre el ámbito iniciático y la caballería cristiana, que devino en el actual tópico de la Caballería Espiritual Cristiana. La caballería masónica, Saint Martin y Willermoz

Como el propio Louis­Claude de Saint Martin lo ha expresado en sus escritos, su búsqueda estuvo siempre orientada hacia una vía íntima despojada de todo elemento ocioso. Teniendo en cuenta todo lo revelado hasta aquí, queda en evidencia el porqué de la resistencia de Saint Martin a vincularse con los heterogéneos orígenes del Rito Escocés Rectificado, del cual no sólo se alejó tempranamente, sino que más tarde solicitó que su nombre fuera borrado de los libros de la orden. Al analizar su trabajo con la Estricta Observancia Templaria, resulta indudable que Willermoz tenía un pensamiento diferente al del Filósofo Desconocido. Su mentalidad, claramente influenciada por la masonería de la época, lo llevó a concentrarse en asuntos especulativos como la obediencia y la jerarquía. Así creó una adaptación doctrinaria distribuida en grados masónicos, en los que descartó categóricamente cualquier tipo de praxis teúrgica. Su aporte, consistió principalmente en una serie de rituales colectivos que carecen de profundidad operativa.

La doctrina de Pasqually, desprovista de su praxis correspondiente, fue codificada y dilatada mediante un simbolismo apócrifo de sesgo caballeresco, fruto del romanticismo y el sentimentalismo por la Edad Media de la Estricta Observancia Templaria. Es gracias a este entramado conceptual que el Rito Escocés Rectificado extrae gran parte de su escala de grados. Willermoz prefirió perder operatividad, a cambio de crear un sistema más accesible a un gran número de personas, sobretodo para los masones de su época. Entendió que era necesario codificar y fijar ciertos aspectos importantes de la obra de Pasqually, para que estos conocimientos formaran parte del corpus masónico. De esta forma, trabajó para cubrir la Verdad detrás de un denso velo, constituido por un simbolismo caballeresco y masónico. Se encargó de restringir el acceso directo a la misma por parte del estudiante, anteponiendo los requisitos burocráticos de la obediencia y de la jerarquía de grados. Dotó al rito de ceremonias pomposas, de condecoraciones y de una bonita heráldica. Además, descartó toda praxis seca real, con lo que su obra resultó ser sólo una cáscara especulativa comparada con lo que fueron los Elus Cohen.

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Este es el precio que Willermoz decidió pagar para poder introducir un cuerpo de doctrina martinezista en la masonería francesa, sin que el mismo fuera objeto de rechazo.

Heráldica masónica usada en el Rito Escocés Rectificado.

Cuando Saint Martin advirtió que estas eran las intensiones de Willermoz, y al no compartir su visión, decidió abandonar inmediatamente el proyecto. El Filósofo Desconocido entendía que interponer un velo artificial entre el estudiante y la Verdad, contribuía más a confundirlo que a acercarlo a la Luz. Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que efectivamente Saint Martin no aportó nada al trabajo de Willermoz. En cambio, sí se evidencian grandes influencias en él de von Hund, ya que el creador del R.E.R, jamás incorporó los conceptos del Filósofo Desconocido a su sincrética creación. Conclusión

De lo anterior, se desprende que es en verdad Willermoz, quien continuando con la iniciativa de von Hund (el creador de la Estricta Observancia Templaria), introduce las nociones llurianas de la Caballería Cristiana en la masonería. Por lo tanto, el esoterismo moderno atribuido a los grados caballerescos actuales, tienen en realidad su fuente en la Doctrina de los Elus Cohens adaptada por el propio Willermoz.

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Revista Trígono El origen del simbolismo caballeresco de las órdenes obedece a una idea romántica y sentimentalista, y no a una verdadera praxis esotérica heredada de los caballeros de tiempos pretéritos. Igualmente, debemos concluir que no existe vinculación alguna entre la vía íntima y estas órdenes y grados caballerescos. Lógicamente, hay alguna que otra coincidencia, debido a que las últimas suelen contener ciertos elementos teóricos heredados de los Cohens. Sin embargo, ellos han sido contaminados con un simbolismo que le es completamente extraño. Desde el punto de vista operativo, es claro que las corrientes caballerescas se encuentran absolutamente desvinculadas de la vía íntima martinista. Por lo tanto, el más representativo de los aspectos caballerescos que aparece fuertemente relacionado con el martinismo es la de la praxis cardíaca interna simbolizada en la mitología del Grial, que conlleva las ideas del Sagrado Corazón y la del Templo Interno.

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El Teurgismo de Louis Claude de Saint Martin Por H. Frederik

En varias oportunidades hemos tocado el tema de la teurgia. Todos estos escritos anteriores han sido, en el mejor de los casos, introductorios. Ahora, ha llegado el momento de avanzar hacia el teurgismo de la vía íntima y cardíaca de Saint Martin. Para distinguir entre el teurgismo íntimo y la teurgia externa, no sólo es necesario entender de que se trata la teurgia en general. Sino, comprender ciertos mecanismos que hacen a los medios por los cuales se ejecuta la práctica. La teurgia no sólo escapa de lo cotidiano y de la percepción común. Escapa igualmente del buscador experimentado. Para enfocarnos en las vías teurgicas se requiere el conocimiento de algunos elementos particulares y de habilidades específicas que deben ser despertadas para poder acceder a su praxis y sabiduría. Aquellos que lograron traspasar ciertos umbrales, es probable que con anterioridad hayan visto y experimentado vías que prometen revelar los arcanos de la teurgia, pero que no logran siquiera atravesar el velo del mundo intermediario. Porque esas propuestas parciales están construidas sobre la superstición, el imaginario mágico, las fuerzas inferiores y las ansias de poder y de grandeza de quienes la trasmiten. Estas escuelas son las que captan a la mayoría de los interesados. Sortearlas, constituye la primera prueba. El buscador sincero que persiste, apartándose de las falsas luces, alcanza otras vías más estrechas y profundas. No es casualidad que estos derroteros sean tan comunes. Mas bien, obedecen al adiestramiento propio del teurgo. Quien debe, prematuramente, adquirir la habilidad de distinguir entre lo esencial y lo superfluo del camino. Digamos de una vez, que esta capacidad de percibir la verdadera naturaleza de la corriente sobre la cual debe situarse, constituye la acción teúrgica misma. Esto resulta vital, porque el teurgo durante las operaciones somete su voluntad individual a la voluntad Divina. Y si no es capaz de distinguir la corriente a la que se entrega, entonces puede resultar en una catástrofe. Para completar esta idea, debemos considerar otro aspecto poco conocido: la teúrgia consiste en colaborar para revertir cierta acción demiúrgica particular del Hombre Primordial.

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Esta acción demiúrgica específica debe ser restaurada o restituida para que el Hombre pueda recuperar su lugar original en la Creación. El teurgo necesita conocer y experimentar de primera mano el acto que debe revertir. Toda acción demiúrgica es parte integrante de la cosmogonía. Por lo tanto, podemos decir que, para el teurgo la cosmogonía no sólo relata el pasado o el mito de origen. Sino que es algo palpable que prosigue operando y que es la finalidad de su trabajo. Entonces, su tarea consiste en intervenir, con determinado sentido, en la obra cosmogónica. Para resumir lo anterior, diremos que el teurgo colabora en la obra cosmogónica para restablecer ciertos procesos que les fueron confiados al Hombre Primordial y que éste descuidó al desviarse de sus funciones originales. Si hablar de la Teúrgia resulta sumamente complejo, al intentar penetrar en la Teurgia Interna las dificultades se multiplican. Las pretensiones de este artículo son mas bien modestas. La pregunta que intentamos responder, con nuestros limitados medios, es: ¿Cómo interviene el martinista en la obra cosmogónica? Podríamos decir, a manera de síntesis, que el teurgismo íntimo de Saint Martin, implica la exploración y el conocimiento de la infinitud del alma humana a través del microcosmos. Lo que es un acto de valentía, teniendo en cuenta que la Caída ha transformado al alma en un accesorio ocioso, cuya única función para el hombre del torrente es ser el órgano por el cual penetran la angustia y el hastío de la muerte colectiva. La angustia primordial, hija de la Caída, traspasa los compartimientos estancos de las individualidades. Transita por las venas resecas de la conciencia colectiva humana. Porque, si bien esta conciencia colectiva ha sido desmembrada y olvidada, sus vínculos permanecen grabados todavía en la humanidad caída. Los caminos de un imperio no desaparecen de la geografía de su territorio el día que el imperio cae. Sino que, a pesar del transcurso de los siglos, le sobreviven y dan testimonio de la grandeza de otros tiempos. La angustia deambula por las rutas desgastadas del imperio derrotado del Hombre. Nos lleva, como humanidad caída e ignorante, a creer que es posible plantar un paraíso en el centro del infierno.

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Revista Trígono La angustia primordial se manifiesta en el anhelo de la unidad de la humanidad. Bajo su influjo, el hombre del torrente sueña con una humanidad unida por la paz. Pero su sueño es imposible porque lo proyecta sobre un cuerpo muerto.

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Más irónico resulta nuestro estado actual, ya que la humanidad caída, en realidad, no ha abandonado jamás su unidad. Porque los caminos que la unen siguen estando aquí. Sólo que se ha perdido, en el olvido de las individualidades, el conocimiento acerca de su percepción y de su utilidad. Los caminos constituyen una red infinita que nos mantiene juntos a pesar de la muerte. Esta red es atemporal e indestructible. Ha nacido con el Hombre Primordial y a pesar de su degradación y exilio, es imposible que ella desaparezca. Pues es parte constitutiva de la esencia inmortal del Hombre. Esta red atraviesa todos los estados del Ser, configura los planos de la Creación y es el puente que nos une entre sí y con la Causa Primera. La red está aquí y es el medio por el cual podemos superar la muerte. Pero en el estado actual, sólo puede trasmitir, como si fuera un ruido de fondo, el horror de la angustia de la existencia individual. La red como Ser, como Entidad, busca desesperadamente renacer a su estado glorioso. Nos acorrala para que nos preguntemos ¿si no hemos abandonado jamás la unidad, porque nuestra existencia transcurre en la multiplicidad? La unidad de la humanidad caída es sostenida por una fuerza coercitiva imposible de vencer. Esta fuerza no es otra cosa que la tensión de las cuerdas con que se tejió la red en la que estamos atrapados. Por lo tanto, la unidad en la caída consiste en que las individualidades no tienen a donde escapar. No pueden evitar el sufrimiento ni evadir su destino. Simplemente, porque no hay a donde ir. Están condenadas a permanecer atrapadas en un laberinto que, habiendo sido degradado, ha perdido su centro. La red está dominada por la anarquía. Se nos presenta caprichosa, irracional, fantástica. Percibimos sus efectos como un comportamiento que obedece a una fatalidad caótica. Así, inflige constantemente dolor y frustración a sus prisioneros. He aquí, que el infierno no es otra cosa que la Caída y la muerte de Adán. Saint Martin, conocedor de este drama cosmogónico, advirtió que las individualidades sufren, a escala microcósmica, un padecimiento análogo al de la humanidad caída. Llamó a esta percepción “el círculo de las cosas”. El universo todo y el alma misma del hombre caído, no son más que la imagen constante del Dios que sufre. Que se coloca delante de nuestros ojos en todo momento y en toda cosa. Ella es proyectada en la totalidad de los seres del universo y, por supuesto, en nosotros mismos, para que sirva de ejemplo de como podemos salir de esta trampa. Entonces, Saint Martin nos insta a tomar conciencia de que nuestros caminos internos están abandonados.

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El imperio de nosotros mismos se ha fragmentado en una multiplicidad de reinos egoicos. Ellos constituyen las distintas personalidades, cuyo único fin es luchar entre sí por dominarse unas a otras. Cada reino establece aduanas, con sus aranceles y reglas para explotar los caminos según su propia conveniencia. Así, nuestras rutas internas están igualmente dominadas por la anarquía y las luchas intestinas de nuestra alma. Sólo la fuerza brutal de la tensión de la red nos mantiene unidos, en un enfrentamiento continuo con nosotros mismos. L.C. de Saint Martin comprendió que no era posible trabajar en la restitución de los procesos del Hombre Primordial, si primero no se restituían los procesos internos de las individualidades. El Filosofo Desconocido incitaba a generar en nosotros mismos la unidad de Deseo. Que es aquella en la que todos los pensamientos y actos del hombre son en pos del deseo de la Unión íntima con la Causa Primera. Esta unidad de Deseo, no es otra cosa que activar la unicidad suprarracional y metafísica, capaz de abarcar la infinitud de la red del Alma para dirigirla hacia su único destino final evidente: sumergirse en el Alma Humana Colectiva. Saint Martin, durante sus trabajos, descubrió algo todavía mucho más importante. Cuando una individualidad alcanza la unidad de Deseo en sí misma, recupera su red de conexiones microcósmica. Gracias a su armonía interna puede percibir y conectarse con el orden macrocósmico inmanente. Entonces, los límites de la individualidad se diluyen. Se identifica y se sumerge en la red de toda la humanidad. Se alcanza, por medio de este estado, la vida y la existencia colectiva. Recuperando la acción demiúrgica del Hombre Primordial y, por ella, la capacidad de operar a favor del orden Cosmogónico. Esta individualidad, que se ha sumergido en lo colectivo, se convierte entonces en uno de los guías de la humanidad caída. El teurgismo de la vía íntima y cardíaca trabaja para alcanzar la Regeneración individual en el microsmos. Pero, su acción tiene una proyección macrocósmica implícita e ineludible. Ya que al mismo tiempo, permite la Reintegración Universal del Hombre Primordial. Por este motivo, para Saint Martin, la denominada teurgia externa, no sólo era peligrosa, sino absolutamente innecesaria. Él veía en estas operaciones algo incompleto, un intento de sustitución, grosero y temerario, de la Vía Íntima.

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Instrucciones de la Sabiduría Por Louis Claude de Saint­Martin

(Texto perteneciente al libro de Robert Amadou “Présence de Louis Claude de Saint­Martin, textes inédits” ) Traducido por H. Taborel

Instrucciones de la Sabiduría La Magnificencia de la Sabiduría: Hombre, si nada existe que me sea más querido que tú, entonces quiero mostrarte todo lo que a tu beneficio y favor he hecho, junto a todo lo que debes esperar de mí en cuanto me ames recíprocamente. Solo pido de ti confianza en mis promesas y te daré cien veces más de lo que te he prometido: Porque yo disipo todos tus miedos, clarifico todas tus dudas. Soy la fuerza y la misma Luz. La razón (causa) de las miserias humanas: La primer pregunta que te atormenta es el por qué te encuentras atrapado en la densa materia, cuyas necesidades y corrupción te retienen en la esclavitud, dirigiéndote constantemente hacia la confusión. La emanación de los primeros seres: Para aliviar tu mente sobre este asunto, te enseñaré lo que ocurrió antes de la formación de este universo: los he emanado desde mi propio ser espiritual siendo ellos mismos; para mi gloria, a modo que puedan rendirme un culto de amor y veneración que me complazca, y al mismo tiempo para atraer un estado de bienaventuranza en el ser que únicamente busca honrarme.

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Revista Trígono Ley, precepto y mandamiento:

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Como seres espirituales emanados de mí, eran por completo libres. Poseían una ley ordenada en su emanación, volviéndose incapaces de escaparse de los lazos de la naturaleza, no pudiendo ser por tanto iguales a mí, sin importar cuán violentos sean sus esfuerzos. Porque yo soy el único ser, y nunca habrá ninguno semejante a mí. Ellos aún poseen un precepto que los dirige sobre el culto que debe ser la esencia de sus naturalezas espirituales, además de un mandamiento que deben cumplir. Si estos seres no hubiesen tratado de alejarse de los lazos que les he prescrito, si hubiesen caminado dentro de mis mandamientos sin haber abusado de los suyos propios, una inquebrantable paz e innumerables delicias hubieran sido sus recompensas, mientras que el mal les sería aún desconocido. Sus libertades: Pero siendo sus voluntades y acciones espirituales independientes de mí, yo no podría restringir su libre voluntad sin destruirlos. Ellos poseen dentro de sí un principio de vida indestructible que he otorgado a todo aquello procedente de mí. Por tanto he dejado que operen según sus deseos, sin mi intervención en ninguna acción de su ser. Mis leyes son inmutables. Como llevo conmigo la fuente eterna de los infinitos seres espirituales, todos aquellos que de mí emanaron no pueden dejar de sentirme y conocerme, en tanto se encuentren unidos a mí. Porque si se alejaran, solo encontrarían confusión. Mi ley no puede ser el único fundamento de sus libertades, porque de esa forma no serían mis niños sino mis esclavos. La prevaricación por medio de sus libertades: Por el poder de esta libertad, los primeros seres espirituales osaron, en sus acciones audaces, subirse a mi trono. Quisieron desafiar mi eternidad trayendo ante mí una emanación similar a ellos.

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Quisieron confinar mi omnipotencia dentro de las operaciones de creación. Finalmente, ellos designaron ser por sí mismos (o se proclamaron) creadores de causas terceras y cuartas, a las que conocían por serles innatas en mi omnipotencia, y porque en sus capacidades como seres espirituales y divinos podían leer lo que era en mi seno. La caída: Pero mi trono es eterno e inquebrantable, y como nada se encuentra escondido ante mi, he penetrado dentro de sus mentes criminales una vez que esos pensamientos se hubieran formado. Los hice conscientes que no existe poder que pueda sostenerse en mi contra. Los expulsé de mi sagrado recinto 10, en donde podían leer y conocer mi cuádruple esencia divina, que debería actuar y operar toda mi gloria para los seres espirituales, a saber: el superior 10, el mayor 8, el inferior 7 y el menor 4, a pesar que estos no hubieran sido aún emanados. La creación del universo físico: Cuando así entonces denegué mi luz, creé este universo físico de formas materiales en el que estos prevaricadores continuamente ejercitan sus desórdenes, engendrados por sus deseos sin sentido. Igualmente, los efectos de sus voluntades no predominarán por siempre en contra de las leyes del orden y del tiempo que he dado a mi creación universal, tanto general como particular. Es en el centro de esta obra de mi poder, que he reservado para ellos un asilo, en las profundidades de sus tenebrosas operaciones. La emanación del hombre: Entonces hombre, he nuevamente abierto mi corazón, y así recibiste tu ser. He confiado a ti la defensa de mi gloria, he entregado a ti todos aquellos derechos a los que los primeros seres se encuentran privados.

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Revista Trígono Yo someto a tu poder a estos mismos seres, que no han reconocido ningún otro principio más que a mí. Te los entrego a ti como leyes, preceptos y mandatos. Tú eres libre, como ellos, para utilizarlos a mi gloria. Pero el ángel de las tinieblas, quien ha jurado destruir todo lo que me pertenece, no ha omitido nada en su deseo para seducirte de hacer lo contrario. La Tentación: Él ha insinuado el mismo orgullo criminal en tu alma, lo que lo ha vuelto el objeto de mi ira. Te ha persuadido que no había límites en el poder que te entregué, y que al haber sido creado a mi imagen, te correspondían los mismos derechos que a mí. En vez de expulsar de ti a este monstruo aborrecible, en tanto que tenías el poder para hacerlo, fuiste lo suficientemente bajo como para consentir esta ambición dentro tuyo, a la que imaginaste ser en extremo hermosa. Tomó ventaja de tu facilismo para imprimir aún más profundamente este pensamiento criminal en tu corazón. La transgresión: Pronto fuiste persuadido de llevar a cabo este proyecto fatal, que debería asustarte más que la propia muerte... La miseria: Llora hombre, e introdúcete en la amargura. Conoce el estremecido sufrimiento que debes a mi justicia; aprende a juzgar tu crimen por los modales y penas de tu castigo: Porque por medio de mi ley te encuentras atormentado dentro de cada sitio en el que has pecado, en el orden de asegurar que tu error se vuelva claro al mirar de tus ojos. Durante cada día de tu vida recuerda lo que te cuesta obtener apenas un mínimo rayo de mi luz, y observarás lo mucho que soporto la venganza de quien me ultraja.

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Tú habitabas en una morada de paz y claridad; te encuentras ahora hundido en un abismo de confusión y oscuridad. Tú vivías; te encuentras ahora degradado en un estado en el que has excavado tu propia tumba. Tú eras sabio, habiendo sido formado a mi imagen; te has convertido en esclavo de los esclavos, en lo marginal del cielo y la tierra. Pero ningún tormento ni persecución han provenido de mí, todos tus sufrimientos provienen de tu enemigo, a partir que le has permitido tener dominio sobre ti. Nada existe que no emplee para devorar los débiles trazos de la verdad que tú eres. No se encuentra satisfecho con que te hayas dirigido a esta tenebrosa morada; él preferiría ver que tú permanecieras allí por siempre. Las bondades de la Sabiduría: Hombre, pero como tú eres aún el objeto de mi amor, no he quitado mis ojos de ti. He castigado a mi niño de manera que aún cuando sienta mi justicia, pueda sentir mucho más mi misericordia. Finalmente, al reconocer la magnitud de mi nombre, te volverás humilde (te humillarás) ante mi y entrarás en mi pecho. Si hubiese querido que perezcas, te hubiera separado de mi por completo, así como he separado a aquellos que te hicieron prevaricar en mi contra. La fortaleza entregada al hombre: Por el contrario, en el intento de brindarte una ventaja en tu combate, te he armado fuertemente contra tu enemigo. He diseminado a tu alrededor abundante evidencia de mi poder para comprometerte a través de estas marcas sensibles, para que direcciones hacia mi tus homenajes, ya que es a mi a quien se deben y quien puede recompensarte. Exhortación: ¡Oh hijo mío, cuán lejos has llevado tu ceguera e insensibilidad! ¡Cuánto has olvidado lo que he hecho por ti, y lo que diariamente por ti hago!

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Mis más grandiosos milagros, escasa y difícilmente te ocupan; mis azotes no te atemorizan, mi voz tronante e imponente no te moviliza, y mis leyes, escritas en todas partes con caracteres imborrables, no se imprimen en ti. ¿Por qué entonces ubicaría mi sello en tu corazón? No, no quiero más que camines alejándote de mi; quiero que perseveres en este estado de muerte en el que te hundes más profundamente a cada instante. Quiero enseñarte a observar mis obras, quiero que reconozcas mis verdades en todos y cada uno de tus pasos. Los recursos humanos: (El arbitrio del hombre) Entonces no dudarás más en tomarme como guía, y tu alma confesará que puede encontrarse firme y ser inquebrantable al vivir en mi ley por siempre. Observa las formas y sus órdenes mientras comienzas a conocerlas, porque el primer uso de tus sentidos es el de observar todo a tu alrededor. Percibirás formas diferentes unas de otras; percibirás cierta proporción y reglas en ellas que gobiernan por completo a los seres materiales en todas sus revoluciones. Esta proporción se unirá a ti, y te empujará contra tu voluntad. Sentirás que fuiste creado para el orden por medio de la atracción que encontrarás en todas las cosas que son. Esta es la sencilla y primera observación que debería conducirte al reconocimiento de la eternidad de mi nombre y la inmutabilidad de mis leyes, las que he tallado aún en las obras más groseras hechas con mis manos, afín que nunca dudes de mi.

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El Arca de la Alianza y su sentido operativo Por H. Frederik

Junto a la construcción del Tabernáculo, Moisés recibió las instrucciones para construir el Arca destinada a contener las tablas del decálogo. Se le indicó tanto las medidas (2,5 codos de largo, 1,5 de ancho y 1,5 de alto), como los materiales. Se utilizaría madera de acacia, revestida por dentro y por fuera en oro puro y rematada con una guarda decorativa hecha también en orfebrería. La tapa, a la que se le denomina propiciatorio, debía ser de oro macizo y sobre ella se esculpirían a martillo dos querubines del mismo material con sus rostros enfrentados, sus cabezas inclinadas y sus alas extendidas cubriendo y protegiendo el Arca. Para transportar el Arca, se procurarían cuatro anillos de oro en los que se colocarían dos varas de acacia enchapadas en el mismo material, de tal manera que los sacerdotes que transportaran el Arca no tuvieran jamás la necesidad de tocarla. Estas varas, debían permanecer siempre en el Arca, aún cuando fuera depositada por largos períodos en el tabernáculo o en el Templo. La función principal de la Arca era la comunicación con Yaveh. Pues, se decía que sobre las alas de los querubines el propio Dios se manifestaba envuelto en una nube. Esta reliquia constituía entonces, el Altar que ocupaba el Santo de los Santos, o lugar íntimo del Tabernáculo, lugar sólo reservado a los sacerdotes consagrados y separado por un cortinado. Para transportar el Arca, se la mantenía igualmente oculta de las miradas, ya que se la cubría con pieles y se le impedía a la gente tocarla. Entre los relatos bíblicos se cuenta que durante el reinado de David, el Arca fue tocada por uno de sus custodios, el cual cayo muerto inmediatamente. Luego de este episodio David espero tres meses antes de continuar su traslado. El Arca fue utilizada como amuleto de guerra, dado su considerable poder, durante el sitio de Jericó. Sin embargo, no se trataba de algo infalible. Porque el Arca, no aseguraba la victoria de manera automática. Por ejemplo, , durante el reinado de Saúl, luego de dos funestas derrotas de los hebreos, fue capturada por los filisteos. Según las sagradas escrituras, el Arca fue llevada como ofrenda al templo del dios Dagón. Pero al día siguiente, la estatua de Dagón fue encontrada caída con la cabeza inclinada hacia el Arca. Los filisteos la colocaron nuevamente en su lugar. Pero, a la mañana, los sacerdotes volvieron a encontraron la estatua caída y con la cabeza y los miembros cercenados.

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Luego, una peste hizo estragos en la región y fue atribuida al castigo de Yaveh. Los filisteos, siempre según el relato bíblico, decidieron colocar el arca en una carreta tirada por dos vacas y dejaron que estas se alejaran. Los hebreos recuperaron el Arca gracias a que las bestias se dirigieron hacia su territorio. Si bien, estos no son todos los episodios de las sagradas escrituras donde aparece el cofre sagrado, alcanzan para dar una idea de las funciones y de las propiedades que se le otorgan. Y, también, pueden conducirnos a explicar las leyendas que, con posteridad a los tiempos bíblicos, se han tejido a su alrededor. El cristianismo no fue ajeno a contribuir con relatos la rica mitología del Arca. A tal punto, que las leyendas cristianas sobre el Arca, ajenas al judaísmo, influyeron, en alguna medida, en ciertas explicaciones cabalísticas sobre la misma. Al igual que con el Graal, el Arca de la Alianza es una reliquia mística a la que se le ha atribuido grandes poderes. Nuestro interés sobre éste tipo de objetos es puramente simbólico, y si bien podemos reflexionar sobre ciertos acontecimientos o detalles, que algunos consideran como históricos, la finalidad última de nuestro análisis es explorar su valor metafísico y práctico. No es casualidad, que el Arca de la Alianza sea un símbolo utilizado en numerosas sociedades iniciáticas de occidente, incluso en aquellas de índole caballeresco. Debemos encontrar en estas adaptaciones modernas el hecho de que se le ha atribuido a los templarios su recuperación y traslado a Europa. Historia que nos recuerda a la mitología caballeresca acerca de la recuperación del Graal que trasmiten este tipo de órdenes. Así, se dice que luego de ser recuperada en Tierra Santa, en la cercanías del Templo, el Arca fue llevada a Cluny, con todo su contenido, y que luego fuera escondida en Francia o en Inglaterra por los mismos templarios, antes de la destrucción de la orden. Algunos grados masónicos modernos, hacen referencia directa a estas leyendas. Al punto de utilizar una réplica del Arca en ciertas iniciaciones en las que el candidato debe intentar abrir con una llave el sagrado cofre. Indudablemente, estos significados simbólicos, más allá de las interpretaciones meramente especulativas, indican que existe alguna operatividad respecto de esté símbolo tan venerado y anhelado.

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Podemos, entonces, dejar de lado la banal discusión de la existencia material y de la realidad acerca de las leyendas de donde estuvo o donde se encuentra ahora la codiciada reliquia, y dedicarnos a tratar de dilucidar su acción operativa para el cristianismo interno. Es claro que el significado del Arca para el cristianismo posee ciertas nociones que son desconocidas para el judaísmo. En cuanto al análisis de sus orígenes, notamos que el Arca puede ser asimilada a las reliquias egipcias denominadas bari, que eran los cofres utilizados para contener y transportar los objetos sagrados de los dioses. Este vocablo, al igual que la palabra hebrea aron, se refiere a un artefacto que se usa para navegar, es decir a un barco o a una barcaza. El uso de bari para referirse a estos cofres proviene, probablemente, de que en las procesiones en las que se transportaba los objetos sagrados de los dioses, parte del trayecto se realizaba en una barcaza que surcaba el Nilo. Aún, mas claro es el significado de nave, cuando trazamos analogías con el relato del Diluvio y el Arca de Noé. Esto permite encontrar el origen de uno de los poderes atribuidos al Arca de la Alianza, que siendo naturalmente asociada a una barcaza, poseía la capacidad de dividir las aguas del Jordán. Los querubines son otra clara indicación de la inspiración egipcia del cofre sagrado, porque los relicarios egipcios solían tener una o más figuras humanas aladas extendidas sobre la tapa del cofre. Pero, la evidencia más fuerte no está en la forma y el diseño, sino en su utilidad, ya que el Arca, al igual que los bari egipcios, era el lugar que aseguraba la presencia de la divinidad, es decir, la shekina hebrea.

El Arca tenía un valor claramente totémico para el pueblo judío, ya que aseguraba la presencia de Yaveh. Aún, cuando tenían prohibido realizar representaciones figurativas, el Arca poseía dos figuras talladas. Esta notable excepción, nos habla de que la influencia egipcia de los bari fue más allá de los tabués impuestos por la religión mosaica primitiva. Siendo que una característica típica de los totems son las representaciones figurativas, las cualidades oraculares y los poderes talismánicos aplicados al campo de batalla, es claro que todo ello configura la idea de Arca para el judaísmo. Con el tiempo, y el refinamiento conceptual, se le ha dado un valor más espiritual al Arca, dejando de lado su función de totem para un pueblo nómade. Volviendo a los querubines, si el Arca es de inspiración egipcia, es natural que se le atribuyan figuras humanas aladas. Estas figuras, que constituyen el trono de Dios, tienen una conexión con la Isis alada egipcia que era capaz de regresar el poder fecundador de Osiris para concebir a su hijo.

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Los dos querubines se conectan, entonces, con Isis y su gemela Nefti, que rodean a Osiris con sus alas, siendo Horus el fruto de esta operación. Además, no puede menos que llamarnos la atención, los puntos de contacto con la mitología egipcia que describe estos episodios, donde el ataúd que contiene a Osiris es encerrado en una acacia. La que más tarde es arrastrada por la corriente del Nilo. Lo que refuerza la idea del Arca como barcaza mortuoria que contiene las reliquias del dios. Y, finalmente, Isis alada se posa sobre el sarcófago para atraer el poder fecundador del dios muerto, y poder concebir, por medio de la magia, a Horus. Porque, curiosamente, a Osiris un pez le había devorado el falo durante su travesía por las aguas. Tampoco, podemos dejar de advertir, el simbolismo que implica que un pez, símbolo de Cristo, se apodere del poder de fecundación de Osiris. Para el cristianismo, el Arca ha sido siempre la manifestación Divina, y como tal se la ha asimilado al propio Cristo. Sus contenidos míticos, la copa de maná, la vara de Arón y las tablas de la Ley, indican la naturaleza trina de Cristo y del Hombre Primordial. La copa es el alimento del alma y constituye el Sagrado Corazón, la vara representa el poder rector del Verbo y las Tablas, con el decálogo, simboliza la Unión con el Principio Supremo. En los mandamientos, son cuatro los deberes del hombre para con Dios y seis para con sus semejantes, lo que implica que la Unión Divina es el fruto de la Humanidad Reunida entre sí y con la Unidad. El arca contiene también cuatro símbolos: los querubines cuyas alas representan el Aire. La vara que representa el Fuego, la copa el Agua y las tablas de piedra la Tierra. También estos cuatro elementos son los que están en la mesa del Mago, el Demiurgo del Tarot. Así, los querubines alados, a quienes se les atribuye también la espada flamígera, representa el palo de Espadas de la baraja. La vara de Arón, son los Bastos. La copa de maná es el palo de Copas. Y, finalmente, las tablas de piedra son los Oros. Entonces, queda más claro que el Arca de la Alianza posee un sentido Demiúrgico y Cosmogónico y, como tal, no es más que un símbolo de la Tabla Natural donde se describen la relaciones entre Dios, el Hombre y la Naturaleza. Esta idea, nos acerca a concebir al Arca de la Alianza, como una representación de Cristo y también del Hombre Primordial. Entonces, la Alianza o Unión de la que nos habla éste símbolo, es de una naturaleza Teúrgica. Es éste, precisamente, el sentido operativo que el Cristianismo Interno le ha dado desde siempre.

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El Temple Por H. Soledad

Existe la historia del Temple y existe la historia de su leyenda. El historiador no se ocupa sólo de la verdad; se ocupa también de lo falso cuando se ha tomado como cierto; se ocupa también de lo imaginario y lo soñado. Sin embargo, se niega a confundirlos.

La bibliografía del Temple es superabundante, pero dudosa. Desde un punto de vista científico, la historia de la leyenda del Temple está casi enteramente por hacer. El tema principal de la leyenda se centra en su supervivencia bajo la forma de sociedades secretas. Se afirma que sobrevivió en la francmasonería. E hicieron tanto de uno como de la otra, adherentes a una secta pre y anticristiana. El Temple fue el chivo expiatorio, en la partida que se jugaba entre el poder espiritual (el Papa) y los poderes temporales (las monarquías administrativas y territoriales). Los orígenes: En el siglo XIII, Jacobo de Vitry, historiador y obispo de Acre, en su Historia orientalis seu hierosolymitana, relata: “Ciertos caballeros amados de Dios y ordenados para su servicio renunciaron al mundo y se consagraron a Cristo. Mediante votos solemnes, pronunciados ante el patriarca de Jerusalén, se comprometieron a defender a los peregrinos contra bandidos y ladrones, a proteger los caminos y a constituir la caballería del Rey Soberano. Observaban la pobreza, la castidad y la obediencia, según la regla de los canónigos regulares. Sus jefes eran dos hombres venerables, Hugo de Payns y Godofredo de Saint­Omer. Al principio, no fueron más que nueve los que tomaron una decisión tan santa y, durante nueve años, se vistieron con ropas seculares, que los fieles les daban como limosna. El rey, sus caballeros y el señor patriarca se llenaron de compasión por estos hombres nobles que lo habían abandonado todo por Cristo y les concedieron ciertas propiedades y beneficios para subvenir a sus necesidades y por el alma de los donadores. Y como no tenían iglesia ni lugar en que habitar que les perteneciesen, el rey les alojó en su palacio, cerca del Templo del Señor.

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El abad y los canónigos regulares del Templo les dieron un terreno no lejos del palacio para su servicio; y por esta razón, se les llamó más tarde templarios”.

Hugo llega a Troyes para participar, en enero de 1128, en el concilio de los prelados de Champaña y Borgoña. Se trata de un concilio más entre otros muchos: Bourges, Chartres, Clermont, Beauvais, Vienne en 1125, Nantes en 1127, Troyes y Arras en 1128, después Châlons­sur­Marne. París, de nuevo Clermont, Reims…La influencia de san Bernardo y el Cister deja una profunda huella en estos concilios provinciales, destinados a precisar la reforma de la Iglesia tras la solución de la querella de las investiduras, el gran conflicto entre el papa y el emperador provocado por la reforma gregoriana. La reforma gregoriana puso en marcha un ambicioso programa de cristianización de la sociedad. La primera fase tendió a moralizar la Iglesia (lucha contra la simonía y el concubinato de los sacerdotes), a clericalizar las órdenes monacales (fue la obra de Cluny). Liberó al clero de la tutela de los laicos, izándolo muy por encima de éstos. En un segundo tiempo, los gregorianos desearon extender a los laicos la reforma moral, ofreciéndoles, por ejemplo, un modelo de santidad: el caballero de Cristo. Fiel a este proyecto, el Cister supo inculcar la idea fundamental de que no hay salvación sin una conversión interior, sea cual sea el orden de la sociedad al que se pertenezca y la función que se ejerza por la voluntad del Creador. San Bernardo era lo bastante sensible a las realidades de la sociedad de su época para no exigir de todos que siguieran su mismo camino. Exploró otras vías hacia la salvación, entre ellas la elegida por los templarios. En cuanto al Cister: El monacato cisterciense, nacido en ese comienzo del siglo XII de la “conversión” de algunos jóvenes nobles, desengañados de la vida secular, supo comprender esas aspiraciones, aunque sin captarlas. San Bernardo era y siguió siendo un monje, pero ayudó a los templarios a encontrar su marco original. Desde un punto de vista más general, se subraya hoy en día lo suficiente el papel del Cister en la génesis de la mayor parte de las órdenes militares de los siglos XII y XIII. El Cister se esforzó también por actuar directamente sobre las almas, por insuflar en los laicos el espíritu cisterciense. Su comprensión y su ayuda serán particularmente útiles y eficaces durante la verdadera crisis de conciencia que agita la milicia en el momento –un poco antes, un poco después­ del concilio de Troyes. La regla de la orden: La regla fue redactada en Oriente, con ayuda del patriarca de Jerusalén. Hugo la discutió después con el Papa, antes de someterla al concilio de Troyes, en el que sabía que predominaba la influencia del Cister. Los padres, con Bernardo a la cabeza, corrigieron ciertos detalles, modificaron algunos artículos y dejaron puntos en suspenso, remitiéndolos al papa y al patriarca. Y en efecto, este último revisará la regla en 1131, revisión que suscitó diversas dificultades. Esta es conocida como Regla Latina, de cuyo texto se hará a la vez una versión francesa en 1140.

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Esta Regla inicial contiene ya el basamento de la organización de la Orden. Prevé diferentes especies de miembros, quedando la función militar exclusivamente reservada a los nobles, mientras que los sargentos y escuderos, que pueden ser reclutados entre el pueblo o burguesía, son meramente sus auxiliares. El jefe de la Orden es el maestre del Temple de Jerusalén. Su autoridad es decisiva pero no absoluta; la suprema autoridad es el Capítulo. El maestre reside en Jerusalén y en la Casa Cabecera de la orden: el Templo de Salomón. Debe llevar bastón y látigo: el primero para apuntalar debilidades, el látigo para fustigar los errores y desviaciones de los hermanos. Esta metáfora define el tipo de autoridad del maestre. La segunda jerarquía es la del senescal, reemplazante del maestre. El tercero, es el mariscal, máxima autoridad militar que tiene a su cargo armas y caballos. El comandante de la tierra y el reino de Jerusalén era el tesorero del Templo, encargado de administrar directamente las posesiones de la provincia de Jerusalén, del alojamiento de los hermanos, y de la flota. El drapier, estaba encargado de las vestiduras. Estas eran las máximas autoridades. Luego, en las provincias, había comandante de casas que dependían de los comandantes provinciales, y comandantes de caballeros, que dependían de los mariscales. Entre los sargentos (servientes) cinco poseían cargos más elevados: el sub mariscal – se ocupaba de armas y armaduras; el gonfalonero, responsable de la disciplina de sargentos y escuderos; el cocinero y el herreros. Y el turcoplier o jefe de los turcoples que en tiempos de guerra era jefe de todos los sargentos y recibía órdenes directamente del maestre o del senescal. Los Caballeros podían poseer tierras, casas, criados y labradores, y sus derechos se asentaron con mayor precisión a partir de la bula Omne Datum Optimum, dada por el Papa Inocencio II en 1139, sobre la cual se fundan los principales privilegios de la Orden, entre los cuales se cuentan la exención de la jurisdicción episcopal, que les permite tener sus propios sacerdotes y capellanes sin intervención de los obispos locales, y la exención de los diezmos, importante beneficio que favorece sobremanera el desarrollo de sus posesiones y que solamente había sido concedido anteriormente a los Cisterciences. El hábito era el manto blanco con la cruz roja concedida por el Papa Eugenio III, se reservaba exclusivamente a los caballeros que habían hecho votos perpetuos. Los caballeros debían llevar el pelo corto y la barba hirsuta; podían comer carne tres días a la semana, guardando abstinencia los demás. Comían de a dos en cada mesa, reunidos en un mismo local y oyendo la lectura de las escrituras. Su cama consistía en un jergón, sábana y cobertor y el dormitorio debía estar siempre iluminado. En sus comienzos fue un verdadero modelo de pobreza y humildad. El armamento consiste en la cota de malla hecha de anillos de hierro entrelazados, el yelmo y armadura completa, con coraza y espaldarcetes; lleva espada, lanza, maza, daga y escudo. El centro del ejército es la bandera, el gonfalón baucent, es decir blanco y negro: es una gran bandera de dos franjas verticales, con la roja cruz templaria, que acompaña siempre al mariscal, quien debe designar hasta diez hermanos caballeros para su guardia personal, y la custodia del gonfalón.

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El aspirante a templario debía renunciar al mundo. Una vez examinado y después que se le había leído la Regla, se procedía a la recepción: ésta era una solemne ceremonia que exigía la reunión completa del Capítulo durante la noche en la iglesia.

En 1129, el maestre de la Orden, Hugo de Payns regresa a Jerusalén con 300 caballeros de familias nobles de todo Occidente, y numerosos escuderos. Trae consigo la regla de San Bernardo, fundamento de una historia impredecible. Pronto, la Orden de los Hospitalarios asumirá también carácter militar. Un siglo después surgirá la Orden de los Caballeros Teutónicos. Decenas de órdenes de caballería serán fundadas posteriormente; la Orden de Alcántara, la de Calatrava, la de los Caballeros de Cristo, la de Santiago de la Espada. La Orden llegará a contar cerca de 30.000 miembros, a poseer 9.000 casas y encomiendas, y a atesorar inmensas riquezas. En menos de doscientos años, se construirán prácticamente la mayor parte de las catedrales góticas. Un gran error consiste en confundir la historia del Temple con la historia de las Cruzadas. Muchas de las operaciones militares del Temple se llevaron a cabo en España. En síntesis, los Templarios fueron, durante más de un siglo, uno de los grupos más ricos e influyentes de la política europea. Eran capellanes de reyes, participaban en los grandes Concilios de la Iglesia como en Laterano de 1215 y el Concilio de Lyon de 1274. Sus propiedades estaban distribuidas por toda Europa, no sólo en los países del centro, sino también en Dinamarca, Irlanda, España y Chipre. Los templarios le prestan a Luis IX, cuando cae prisionero de los sarracenos, la mayor parte del dinero necesario para su rescate. Depósito, prenda, crédito, reembolso, cheque, letra de cambio…todos esto tipos de operación empiezan a desarrollarse en las casas de la Orden. El Temple de París llega a ser el centro del mercado mundial de moneda. Los Papas y los monarcas depositan allí sus tesoros. A medida que los Templarios ganaban poder, fama y riquezas, aumentaban sus enemigos. Si bien la Orden nunca aceptó el poder soberano, sus privilegios la convertían en una iglesia dentro de la iglesia y, al menos en Francia, en un estado dentro del estado. La Orden no defendía ninguna política particular en Europa y jamás militarmente en Occidente; toda su organización estaba visiblemente al servicio logístico de la guerra santa en cuanto a combatientes y dinero. La suerte de la Orden, por tanto, quedaba ligada indisolublemente al éxito o fracaso de la cristiandad en Oriente. A partir de la caída de San Juan de Acre, la Orden está en peligro. Sus riquezas, lejos de defenderla, serán el principal incentivo de sus enemigos. Hugo de Payns había partido a Oriente desde la Europa feudal; Santiago de Molay, el último maestre, regresa a la Europa de las monarquías absolutas. Durante el feudalismo, el Temple había sido una necesidad: para las monarquías del siglo XIV, era un riesgo inaceptable y una presa incitante, particularmente para Felipe IV el Hermoso, rey de

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Francia. Su primera idea fue lograr el control del Temple, uniéndola a los Hospitalarios, dependiente de la corona francesa cuyo maestre fuera siempre un príncipe de la casa real de Francia. El proyecto fue rechazado por ambas órdenes y el Papa Nicolás IV dio por terminado el asunto. En 1303, Felipe IV hace raptar al Papa Bonifacio VIII; el encargado de la operación fue su canciller Guillermo de Nogaret, autor de una memoria sobre la recuperación de Tierra Santa, en la que sostenía que los Templarios eran responsables de su pérdida y se proponía confiscar sus tesoros para financiar una nueva expedición. Bonifacio VIII es liberado por un tumulto popular y muere un mes más tarde. Le sucede Benedicto XI, que muere extrañamente al año siguiente, la víspera en que debía pronunciar la excomunión de Nogaret. Y Felipe logra hacer designar un Papa francés: Clemente V que será el primer papa de Avignon. El 6 de agosto de 1306 el papa Clemente convoca al maestre de la orden a volver de Chipre a Francia para discutir con él las posibilidades de una nueva cruzada. Molay llega a París cargado de oro y plata mientras Nogaret comienza a reunir testigos. Felipe IV trata de presionar al papa pero éste expresa dudas sobre los cargos formulados contra la orden. Felipe el Hermoso designa a Molay padrino de uno de sus hijos, para forzar la mano del Papa. Francia, que está bajo la jurisdicción de la Inquisición, está facultada para obrar sin consultar previamente al Papa. El 14 de septiembre de 1307, Nogaret envía a todas las basílicas de Francia la orden real de detener a todos los hermanos de la Orden, mantenerlos prisioneros reservándolos para el juicio de la iglesia, y apoderarse de sus bienes muebles e inmuebles. En la madrugada del 13 de octubre se realiza la detención masiva de los caballeros del Temple, a la misma hora, en las tres mil casas de la Orden en Francia.

¿Cuáles eran las acusaciones?: Apostasía, blasfemia contra Cristo, ritos obscenos, sodomía e idolatría. El postulante en el momento de la recepción debía renegar tres veces de Cristo, de Dios padre, de la Virgen de los santos y santas y luego escupir sobre el crucifijo. Luego, desnudo, recibía el ósculo de la iniciación en la boca, el vientre o el trasero, comprometiéndose a practicar la sodomía cuando se le pidiera. Los sacerdotes omitían, durante la misa, las palabras de consagración, Hoc est Corpus, y enseñaban que Cristo era un falso profeta, crucificado no para redimir a la humanidad, sino en castigo por sus pecados. Adoraban la imagen de un falso ídolo llamado Baphomet, que a veces se mostraba como un ser de tres caras, otras con cuernos, otras en forma de gato negro. Clemente, alarmado convoca a un concilio general en Vienne para el 1º de octubre de 1311 por medio de la bula Regnan in coelo. Mientras tanto, se aboca con los cardenales a organizar una nueva investigación. Pero la maquinaria montada por el rey se mueve sigilosamente como la muerte misma.

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Es digno recordar las palabras de Santiago de Molay en la hoguera: Dejadme unir un poco las manos ya que este es el mejor momento para ello…Luego, añadió: voy a morir enseguida y Dios sabe que sin motivo. Predigo que no tardará en caer el rayo divino sobre quienes nos condenan sin justicia…Ahora, amigos, os pido que volváis mi rostro hacia Notre Dame… Un mes más tarde moría Clemente V; el médico que iba a asistirlo naufragó antes de llegar a su cabecera. Felipe el hermoso moría ese mismo año.

Disuelta la orden, muchos pasaron a los Teutónicos. En los demás países fueron absueltos. Las absoluciones no impidieron que los bienes del Temple en España pasaran en parte a la Santa Sede, en parte a otras órdenes y en parte a la corona. Los Cargos: Molay pidió que volvieran su rostro hacia Notre Dame – Nuestra Señora – la Virgen….(continuará)

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La Iniciación Martinista Por H. Tomás

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(Sobre el sentido y la intensión de la búsqueda) Transmisión Iniciatica El martinismo llega hasta nosotros bajo una impronta iniciática. Las iniciaciones en general se caracterizan por sostener un drama litúrgico dentro del cual el candidato es dispensado con una carga de ideas simbólicas que le sirven para introducirse en ellas hasta volverlas propiamente suyas. Ello a su debido tiempo y de acuerdo al trabajo particular sostenido y afirmado por el iniciado. ¿Qué es lo que intentamos decir con ésto? Que las iniciaciones simbólicas no son más que meros soportes para la Obra, ya que por sí mismas representan solo estímulos por trabajar y desarrollarse. Podríamos compararlo, a manera de ejemplo, con una persona que va al médico por alguna aflicción y que recibe un medicamento para tomar bajo una medida y regularidad determinada. Pues bien, con solo ésto no basta. Es necesario que tal medicación sea tomada para que surja efecto, porque por más que el aflijido presente los certificados del médico y conozca todas las caracteristicas del remedio escritas en su prospecto, en verdad no sabe si ha experimentado el proceso ni la forma de su acción activa hasta tanto no haberlo ingerido adecuadamente. Finalmente podemos decir que sin haberse tomado el trabajo de dosificar en tiempo y forma el remedio recetado, el doliente difícilmente pueda transmitirnos en nada sus esencias y propiedades activas o curativas, así como tampoco sus contraindicaciones, si en su caso las tuviera. Efectividad Entiéndase entonces que cualquier iniciación no puede ser efectiva, ni expresarse verdaderamente de manera alguna, si no ha habido en la persona iniciada simbólicamente, un proceso de profundización y reflexión con el que pueda introducirse a sí mismo dentro de aquello que se le confió para que labore y descubra dentro suyo. Discreciones y reservas Ahora bien, si se tratase de un mero símbolo, aunque complejo, resultaría bastante inexplicable el hecho de no dispensarse de manera más abierta, y sin tantas reservas o

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cuidados, ante quienes expresen el deseo de recibirla. Pero tal cuestión tiene al menos un motivo, lo suficientemente importante, para que tal reserva exista. Las iniciaciones espirituales que se brindan en la mayor parte de las escuelas de misterios, actúan también como aperturas psíquicas, o destrabes anímicos si se prefiere el término, que auxilian al iniciado a poder introducirse en aquellos ideales representados ante él, con mayor fortaleza e ímpetu. Pero al mismo tiempo, esta apertura no discrimina lo puro de lo impuro de manera tajante y contundente como se suele creer o asegurar. Motivo por el cual se explican las reservas hacia estas admisiones. Cada aspirante a la iniciación necesita, en principio, reconocer básicamente algunas propiedades de su propia naturaleza, a fin de llegar a ella con un propósito cierto, y no en cambio con incertidumbres caóticas y sin un resguardo oportuno. Tal descuido e irresponsabilidad podría terminar desviando o anegando el bien que se desea y pretende transmitir. ¿Qué queremos decir con ello? Que, en principio, resulta imprescindible aprender a discriminar lo puro de lo impuro en nosotros mismos hasta cierto grado. Brindemos un ejemplo: toda herramienta mecánica que se de a usar a cualquier persona por primera vez en un taller, requiere de un instructivo que lo ayude a entender su funcionamiento y lógica para que básicamente no se ocasione daños al manipularla. Pero una vez que la persona fue preparada y admitida en el trabajo, debe aún existir una guía que constantemente lo oriente sobre el debido uso de la misma. Ya que la práctica laboral suele producir dudas y contratiempos naturales. En verdad todos necesitamos siempre consultar y evacuar dudas con aquellos que hayan experimentados los mismos problemas e inconvenientes. Tengamos asi en mente, que es ésta la forma propuesta para hacer conocido el método que sirva como transmisor para su debido uso, en tanto poder evitar al máximo todo tipo de errores y accidentes. Porque bien sabemos que las herramientas en sí no son buenas ni malas, sino que ellas toman tales sentidos de acuerdo al uso o abuso con que se las manipule, consciente o inconscientemente. Por tanto, tomando en cuenta este ejemplo, la naturaleza de toda iniciación recae dentro de todos los órdenes en que se las ejecute. Motivo suficiente para tomar todos los recaudos que se consideren necesarios. La iniciación de Saint Martin Louis Claude de Saint Martin fue primeramente iniciado mediante ceremonias en las que los signos sensibles o externos, se manifestaban dentro del orden de la naturaleza del iniciado. Método que posteriormente él mismo encontrase peligroso.

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Terminando por rechazarlas en su aplicación, además de no recomendarlas como actividad práctica. Uno entonces podría preguntarse ¿Por qué negaría y rechazaría aquello que resultó ser innegablemente sus primeros pasos, y la puerta de entrada hacia otras que entendió superiores? Convengamos que cualquier persona de bien utiliza siempre los mejores recursos con los que cuenta, y que si encontrase en su camino otros mejores, sería con estos últimos que seguiría adelante. Bien, así es cómo debería entenderse este asunto. Lo cual no significa que lo anterior no surja o tenga su efecto, sino que lo nuevo posee ventajas y efectos que lo superan, volviendo lo anterior menos recomendable en comparación. El Filósofo Desconocido encuentra, entonces, que las iniciaciones y ritos sensibles, de manifestaciones aparentes y simbólicas en donde las comunicaciones operan como eje central dentro de los trabajos, se vuelven, en mucho, oportunidades para llevar la atención hacia un pensamiento mágico y hacia el ensanchamiento del ego, más que para el servicio de la causa puramente espiritual, que no es otra que la humildad en cualquier tipo de orden. El camino íntimo En sí mismo descubre que lo que llama “vía íntima” no solo predispone a los hombres en mejores condiciones de humildad y de contacto espiritual, sino que a su vez brinda una cualidad en sus frutos, o efectos, que no se comparan con aquellos exteriores. Definitivamente expresa y describe que lo que él ha obtenido por la vía íntima, le resulta mil veces mejor que lo adquirido por la vía de las manifestaciones sensibles. Por estos motivos es que se descartan, de entre nuestros trabajos iniciáticos, todo aquello que no provenga del centro de nuestro ser. Acudiendo siempre al auxilio del Reparador en todas nuestras acciones. Entre la vía externa y la Iniciación Martinista Sin embargo, digamos que quedan flotando en el aire algunas cosas que algunos amigos podrán encontrar algo confusas o contradictorias. Es posible preguntarse ¿cómo es entonces que Saint Martin no concuerde con el método iniciático, y el martinismo proponga una iniciación como recurso de ingreso a sus trabajos? Respondamos con claridad que Saint Martin no concuerda con la operatoria exterior de las iniciaciones, en las que encuentra que se abren puertas que podrían tanto confundir como apartar al hombre sin una intensión y deseo en extremo apegado a la voluntad de Dios. Y aún así lo considera peligroso para quienes se considerasen preparados.

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Porque los efectos sensibles no logran ser en verdad definidos hasta sus raíces por los hombres de este mundo. Y si bien las manifestaciones del espíritu pueden tener los signos del Reparador, debe además contarse la fidelidad y la intensión que manifiesta la persona actuante. Pero no confundamos lo que es denominado iniciación de manifestaciones sensibles, aparentes y simbólicas, con aquellas simbólicamente especulativas, tal como se las ofrece hoy. Porque difieren en sus efectos tanto como el día y la noche en cualidad luminosa. Saint Martin, al referirse a estas iniciaciones, muy específicamente lo hace en referencia al culto Cohen, o Sacerdotal, que en aquella época Pasqually impartía. Aquellas en las que las comunicaciones o contactos espirituales se manifestaban sensiblemente y daban instructivos. Es de este método externo del cual nuestro maestro prefiere apartarse por encontrarlo dudoso. Tales dudas se expresaban básicamente por dos cuestiones: la primera hace referencia a que nosotros no podemos en verdad discernir la naturaleza espiritual que se presentan en estas reuniones, quedando en ello la posibilidad del auto­engaño; la segunda indica que si la presencia espiritual resulta en verdad ser de la naturaleza más pura, el hombre podría, en mucho, fallar a los trabajos que se le presenten a causa de su propia naturaleza corrupta. Recordemos que sobre la tierra, todos los hombres somos pecadores, porque Dios selló todo bajo el pecado hasta tanto el juicio venga. Iniciación especulativa y simbolica Las iniciaciones simbólico­especulativas, en cambio, poseen un efecto de menor tenor, aunque no dejen de abrir una puerta ambigua en la que cada iniciado deberá trabajar por purificar y entonces unificar lo disperso dentro de sí. De hecho la ambigüedad ya existe en los hombres. Pero, por lo general, este asunto está apartado, así como insensibilizado, al común de los hombres. El iniciado se vuelve, en cambio, hacia el camino de la toma de consciencia sobre lo que en verdad pasa en su humanidad, debiéndose conducir primeramente con paso firme, lento y seguro en tal sentido. Estas iniciaciones son, a causa de ello, un buen marco por donde introducir a los suplicantes, recordándoseles siempre que lo importante por observarse no está en ese mismo marco, sino en el cuadro que, a pesar de ser su contenido, parece perderse ante las miradas más atentas de nuestra racionalidad. Observemos que las Hermandades de occidente, tales como el Rosacrucismo y la Masonería, utilizan también el mismo método de introducción, llevando a su membresía por senderos de iniciaciones graduales. Sin embargo, según particularmente lo concebimos, existen diferencias substanciales en la iniciación Martinista, ya que no toda indicación ritual suele señalar el mismo recorrido, ni aún incluso el mismo destino final.

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La finalidad de la Iniciacion Martinista Habrá de notarse que de lo que en verdad hablamos es de iniciar a un suplicante en la Vía Cristiana. Camino sacerdotal que se muestra en principio simbólico y oculto, pero que pretende siempre volverse activo y abiertamente revelado ante los ojos del hombre nuevo. Porque el Martinismo no debería comprenderse más que como una herramienta cristiana que procura llevar al hombre a recorrerse en todo su ser, intentando regenerarse en todas sus facultades naturales hasta poder volverse un nuevo hombre. Restauración humana que no es hecha por el poder propiamente humano, sino por la acción del Reparador cuando el deseo del hombre se ha vuelto por completo puro hacia esta única intensión. La Iniciación Martinista pretende reconciliar al hombre con su Creador, para que pueda ordenarlo hasta volverlo capaz, o digno, de manifestar su Obra. Lo cual es lo mismo que decir que el hombre se vuelva capaz de conocer en su alma a Dios para hacer sólo Su voluntad. En nada se trata de comprender las cosas de manera racional, a pesar que la razón nueva y natural del hombre nuevo, concebirá y se unirá a las labores requeridas sin egoísmos y con alegría. La finalidad de la iniciación martinista recae en volver a los inciados conscientes o despiertos en cuanto al estado en que su humanidad se encuentra, invitándolos a trabajar por regresar a su naturaleza original. Este retorno es el nuevo nacimiento, o la comunión con Cristo en una única unidad de deseo. Así como vemos que una planta no es sino lo que su raíz sostiene, siendo su conjunto un solo ser. La búsqueda Leamos cómo Saint Martin ha reflejado lo que la iniciación debería ser para quien la recibe: “La única iniciación que predico y busco con todo el ardor de mi alma, es aquella por la cual ingresemos en el corazón de Dios, haciendo que el corazón de Dios entre en nosotros, conformando un matrimonio indisoluble que nos vuelva el amigo, el hermano y el esposo de nuestro divino Reparador. Ningún otro misterio existe, para llegar a esta santa iniciación, que el de dirigirnos más y más a las profundidades de nuestro ser, sin renunciar hasta que hagamos brotar la raíz viva y vivificante, porque será entonces que todos los frutos que brindemos, de acuerdo a nuestra clase, serán producidos naturalmente dentro y fuera nuestro; tal como vemos es el caso con los árboles terrestres, siendo que ellos se adhieren a sus propias raíces e incesantemente extraen su savia”

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Espacio Jacob Boehme Traducido por H. Tzadiq

Identidad Cristiana La identidad cristiana es la esencia primordial por la que todo cristiano debería reconocerse en Cristo. Ya que el cristianismo, según lo interpretamos, es un proceso individual, colectivo y universal que sólo puede ser expresado en su integridad por aquel que conoce su espíritu y voluntad. Decimos individual, porque es en cada persona que debe necesariamente renacer la simiente de la Luz, a fin que la Palabra pueda obrar en su humanidad universal y particularmente. Entiéndase que el hombre, a pesar de representar un aspecto particular humano, nunca deja deja de pertenecer y encontrarse unido a su género colectivo. Es por esto que el cristianismo resulta ser una experiencia y un renacimiento vivo, en vez de una concepción ideológica, teológica o histórica. Bien cabe aquí el término teósofo en su total amplitud. Antes de pasar a ofrecer algunos extractos sobre el desarrollo de esta temática, creemos conveniente aclarar que el Martinismo, a pesar de ser esencialmente Cristiano, no impone ni induce a ninguno de sus miembros a que participe en cualquiera de sus cultos exotéricos. Por el contrario permite que cada persona pueda libremente tomar la decisión de encontrarse activa o no dentro de cualquier congregación religiosa según sea su deseo personal. Tanto es así, que no necesariamente debe uno ser de confesión cristiana para ingresar a los Estudios Martinistas. Aunque sí debe saber expresar y aceptar sus ideales universales. Vallamos ya mismo hacia la lectura de nuestro interés, en donde Franz Hartmann recopila, con delicadeza, distintas estrofas de los libros de Jacob Boehme acerca del significado de ser cristiano.

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Extractos traducidos de la introducción del libro “Las Doctrinas de Jacob Boehme” por Franz Hartmann

“Es un verdadero Cristiano solo aquel cuya alma y mente haya ingresado nuevamente a la matriz original, fuera de la cual la vida del hombre ha tenido su origen; lo que es decir, la Palabra Eterna (Logos). Esta Palabra ha sido revelada en nuestra naturaleza humana, la cual es ciega ante la presencia de Dios. Aquel que absorba esta Palabra con su alma hambrienta y luego regrese al estado espiritual original en el cual la humanidad tuvo su origen, su alma se convertirá en un Templo del Amor Divino, en donde el Padre recibe a Su amado Hijo. En él residirá el Espíritu Santo. Por lo tanto solo en aquel en quien Cristo exista y viva es un Cristiano, un hombre en quien Cristo ha sido elevado por fuera de la malograda carne de Adán. Él será un heredero de Cristo; no siendo ello a cuenta de cierto mérito ganado por algún otro, ni por cierto favor conferido sobre él por algún poder exterior, sino por la Gracia espiritual. Creer solamente en un Cristo histórico, para sentirse satisfecho con la creencia que en algún momento del pasado Jesús ha muerto para satisfacer la ira de Dios, no constituye un cristiano. Ningún palacio de piedra, ni costosas casas de culto regeneran al hombre; sino el sol espiritual y divino existiendo en el cielo divino, actuando a través del poder de la divina Palabra de Dios en el Templo de Cristo. Un verdadero Cristiano nada desea más que el deseo de Cristo en el deseo propio de su alma. Todos nuestros sistemas religiosos no son más que las obras de pequeñas intelectualidades. Deberíamos repudiar todos nuestros deseos personales, disputas, ciencias y voluntades, si deseamos restaurar la armonía con la madre que nos dio a luz en el principio. No existe ninguna otra vía a Cristo que vivir a través de la muerte del viejo Adán; un hombre no puede convertirse en Dios y permanecer aún como animal. Nadie es salvado por Dios como una muestra de su gratitud por haber asistido a misa y haber soportado con paciencia la escucha del sermón; mientras que el atender a las ceremonias externas pueden únicamente beneficiarlo si escucha a Cristo hablando en su propio corazón.

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Revista Trígono Todas nuestras disputas y especulaciones intelectuales, con respecto a los misterios divinos, son inútiles porque se originan desde una fuente externa. Los misterios de Dios pueden solo ser conocidos por Dios, y para conocerlos debemos primero buscar a Dios en nuestro propio centro. Nuestra voluntad y razón deben retornar a la fuente íntima por la cual se originaron, entonces luego arribaremos a una ciencia verdadera con respecto a Dios y Sus atributos. La voluntad y la imaginación del hombre se han pervertido de su estado original; el hombre se ha rodeado a sí mismo por un mundo de imaginación y voluntades propias. Por tanto ha perdido la vista de Dios, pudiendo volver a obtener su estado anterior y volverse sabio, si él vuelve la actividad de su alma y mente nuevamente hacia la armonía en el espíritu Divino. Un Cristiano es aquel quien vive en Cristo, y en quien el poder de Cristo se encuentra activo. Debe sentir el fuego divino del amor encendido en su corazón. Este fuego es el Espíritu de Cristo, quien continuamente aplasta la cabeza de la serpiente, significando los deseos de la carne. La carne se encuentra gobernada por el espíritu de este mundo; aunque el fuego espiritual en el hombre sea encendido por el Espíritu. Quienquiera convertirse en Cristiano no debe jactarse diciendo: “¡Soy un Cristiano!”, aunque debería desear convertirse en uno, preparando todas las condiciones necesarias para que Cristo pueda vivir en él. Los Cristianos modernos poseen edificios de piedra en donde sirven a la diosa vanidad, en donde disimulan, en donde el pueblo exhibe sus finas vestimentas y el predicador su prédica; pero el verdadero Cristiano posee su iglesia en su alma, en donde él enseña y aprende por lo que escucha. Esta iglesia está con él y en él a donde quiera que vaya, estando él siempre en su iglesia. Su iglesia es el templo de Cristo, en donde el Espíritu Santo predica a todos los seres, siendo que en cada cosa que contempla, escucha un sermón de Dios* *¿No saben que ustedes son templos vivientes del espíritu santo, y que el Espíritu de Dios está vivo en ustedes? Hay quienes profesan conocer esto teóricamente, pero muy pocos pueden realizarlo prácticamente; tampoco puede hacérsele en práctica conocido a nadie, a menos que él permita que el Espíritu de Dios se mueva y actúe en y a través de sí.

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El verdadero Cristiano no se adhiere a ninguna secta particular. Él puede participar en el servicio ceremonial de cada una de ellas, y aún así no pertenecer a ninguna. Posee solo una ciencia, cual es: Cristo en él; tiene solo un deseo, a saber: hacer el bien. Observa a las flores del campo. Cada una posee sus propios atributos particulares, no obstante ellas no disputan ni pelean las unas contra las otras. No se preocupan ni riñen sobre la posesión de la lluvia ni del sol, ni disputan sobre sus colores, fragancias y sabores. Cada una crece de acuerdo a su naturaleza. Así ocurre con los Niños de Dios. Cada uno posee sus propios dones y atributos, aunque todos ellos broten de un único Espíritu. Ellos disfrutan de sus dones y enaltecen la sabiduría de Aquel de quien se originaron. ¿Por qué disputarían sobre las cualidades de Aquel cuyos atributos son manifiestos en ellos mismos? Sobre los demás; ¿por qué deberían ser todos iguales? ¿Quién condena a los pájaros del bosque por no cantar todos la misma tonada?” Todos nosotros tenemos un único orden al cual pertenecemos, y la única regla de ese orden es hacer la voluntad de Dios, lo que es decir, permanecer quietos para servir como instrumentos por donde Dios haga Su Voluntad. Lo que sea que Dios siembre y haga manifiesto en nosotros, debemos regresárselo como Su propio fruto. El reino del cielo no se encuentra basado en nuestras opiniones y creencias autorizadas, sino que se enraíza en su propio poder divino. Nuestro principal objetivo debe ser obtener el poder divino en nosotros. Si lo poseyésemos, todas las ocupaciones científicas serían el simple juego de las facultades intelectuales con las cuales nos deleitaríamos; porque la verdadera ciencia es la revelación de la Sabiduría de Dios en nuestra propia mente. Dios manifiesta Su Sabiduría a través de Sus niños, así como la tierra manifiesta su poder a través de la producción de flores y frutas en todas sus variedades. Por tanto permitamos que cada uno se complazca en sus propios dones, disfrutando cada alabanza hacia nuestro Creador a su propia manera. De todos modos el poder que nos permite cantar originan en la totalidad de sus formas una sola y única fuente de origen”

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“Aunque Dios está presente en todas partes, sin embargo sólo es presente a ti en la parte más honda y mas central de tu alma. Los sentidos naturales no pueden poseer a Dios ni unirte a Él... más existe una raíz u hondura de ti, llamada centro, base o fondo del alma. Esta hondura es la unidad, la eternidad, casi dije la infinidad de tu alma, pues es tan infinita que nada puede satisfacerla o darle descanso sino la infinidad de Dios” William Law



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