7 minute read
Elrond antes de ser Elrond: usos y abusos del Legendarium
José Anido Rodríguez (España)
Charla Magistral Viernes 14 de Octubre de 2022
Advertisement
¿Quién es Elrond? ¿Es válida la imagen del sabio señor de los elfos que preside el concilio de los pueblos libres en el capítulo segundo del segundo libro de El Señor de los Anillos? ¿Podemos esbozar siquiera una biografía de este personaje a partir de todos los textos disponibles provenientes de la pluma del Profesor? No otra cosa encontramos, por ejemplo, en la Complete Guide of Middle-earth de Robert Foster, una obra fundamental para tener una visión coherente de los distintos elementos que conforman el universo creado por Tolkien. Si acudimos a esta guía a consultar las entradas de “Elrond” o “Rivendell”, nos encontraremos con todos los datos que, seguro, conservamos en la memoria: Elrond, el semielfo, hijo de Elwig y Eärendil, esposo de Celebrían, padre de Elladan, Elrohir y Arwen, fundador del refugio de Imladris, de Vallehendido, tras la caída de Eregion, portaestandarte de Gil-Galad, portador de Vilya. Pero, una vez más, surge la pregunta: ¿esta imagen aproblemática responde a la realidad de las distintas obras en las que aparece nuestro personaje? Dirijamos nuestra mirada a la primera novela publicada en la que aparece Elrond: El Hobbit. En el capítulo tercero (párrafos 12-26), Gandalf, Bilbo, Thorin y su compañía son recibidos en Vallehendido por los elfos quienes, mientras cantan, los encaminan a traspasar el río y llegar a cenar a la casa de Elrond. Los elfos no cruzan el puente. Esto puede resultar sorprendente y suscitar la inocente pregunta de cuándo van a cenar estas criaturas, o si ya lo han hecho. El problema se soluciona en parte si consideramos que en Vallehendido hay dos espacios diferentes: el de los elfos del valle que viven a un lado del río, y la casa de Elrond, señor de un pueblo de hombres. Esto es contrario a una interpretación, digamos canónica, que trate de armonizar todos los textos del Legendarium.
Siguiendo a Umberto Eco en Lector in fabula, el texto es un mecanismo perezoso que descarga parte del trabajo en el lector, en su interpretación, es decir, la actualización semántica del texto a partir de las instrucciones presentes en él. El propio J. R. R. Tolkien, en el prólogo a la segunda edición de El Señor de los Anillos, defiende la aplicabilidad (¿la interpretación?) como ejercicio de la libertad del lector (frente a la alegoría como dictadura del autor). El autor cuando subcrea realiza dos tareas distintas al mismo tiempo: una es la escritura, es decir, fijar por escrito aquel mundo que su mente ha imaginado; otra interpretar ese propio texto, lo que hace, en principio, desde esa visión original. Esta segunda operación es reproducida con libertad por el lector al enfrentarse al texto. La interpretación del autor es una interpretación autorizada, sin embargo, no puede imponerse sin más sobre el lector. Este debe realizar su propio proceso que, en ocasiones, irá en contra de la visión del autor. La subcreación solo alcanza su perfección de la mano del lector que se convierte así en cocreador junto con el autor.
En el caso de El Hobbit, además, ¿qué interpretación del autor deberíamos seguir? ¿La de 1937, la de 1951, la de 1966? Corey Olsen, en su Exploring J. R. R. Tolkien’s “The Hobbit”, propone tres etapas posibles en la interpretación de esta obra: de 1937 a 1951, la primera edición en solitario; de 1951 a 1954, la segunda edición en diálogo con la primera a través de los cambios introducidos; y de 1954 en adelante, con la aparición de El Señor de los Anillos, la tercera edición de El Hobbit, El Silmarillion y la obra editorial de Christopher Tolkien, y, por supuesto, la gran masa de la obra derivada (en especial, las trilogías de Peter Jackson y, ahora, la nueva serie de Amazon). Esta división, que en general hacemos nuestra, apunta otra realidad también señalada por Eco: el lector no realiza su labor hermenéutica y subcreativa en el vacío, en un solitario baile con
la obra. Su experiencia lectora previa, sus expectativas, sus relaciones con otros lectores y con las producciones audiovisuales configuran su modo de ver el mundo y otros textos (Eco, 16).
Si nos dejamos llevar por todo este material, corremos el riesgo de ignorar las peculiaridades de la obra que tenemos delante. O de analizarlas de modo restrictivo para que encajen con las otras partes de la obra conocida del autor. Veamos cómo un análisis de El Hobbit puede mostrarnos un Elrond diferente del canónico que esbozamos al principio siguiendo a Foster.
Distingamos entre el capítulo tercero y decimonoveno y las menciones aisladas en otros capítulos. Comenzando por estas últimas: Vallehendido solo aparece nombrado una vez en el capítulo segundo, y Elrond nueve veces en los capítulos segundo, cuarto, sexto, séptimo y decimoprimero (es jefe de un pueblo, un sabio conocedor de runas, un vigilante frente a los trasgos, y un buen amigo que da refugio). En ninguna de estas apariciones se menciona la raza a la que pertenece.
El capítulo tercero transcurre en un valle construido de palabras: A-B-CB'-A' (llegada al valle, encuentro con los elfos junto al río, estancia en la casa de Elrond, encuentro con los elfos junto al río otra vez, y marcha del valle). Los espacios son distintos: los elfos cantan y bailan al lado del agua, en la casa se canta y se cuentan historias. Incluso la intención de Bilbo de consultar a los elfos se muestra como algo diferente de consultar a Elrond. La presentación de este último también apunta en esa dirección: es un amigo de los elfos (H, III.28), en su descripción se antepone un comparativo “como” (H III.29), y se preocupa por la ciudad de Valle, una ciudad humana (H, III.36). Es cierto que a la hora de hablar de su estirpe y parentela (H, III.28.31) se alude a los elfos y a los héroes del Norte, pero en estos textos no se indica que sea un elfo por elección o un semielfo. En definitiva, aparece descrito como un hombre.
El otro capítulo fundamental es el decimonoveno: el regreso a Vallehendido. En este caso, el texto emplea el término “elfos” en solitario al llegar Bilbo o cuando rondan bajo su ventana; sin embargo, cuando en la misma frase se va a citar la casa, se especifica “elfos del valle” (H, XIX.3.13). Valle y casa son espacios distintos, se puede interpretar que sus habitantes también. En refuerzo de esta visión, cuando Bilbo es despertado en medio de la noche les da las buenas noches a los elfos por segunda vez (H, XIX.12): según la lógica del texto o esa primera vez tiene lugar a la llegada a la casa de Elrond (H, XIX.3) o resulta implícita en el saludo tras despertarse (H, XIX.10). Si hacemos nuestra la primera interpretación, una vez más encontramos la diferencia de espacios (si optamos por la segunda, no afecta a ninguna de las dos opciones, canónica o no). Además, en este capítulo encontramos algo extraño respecto a lo que pueden ser nuestros conocimientos previos: Gandalf relata a Elrond los sucesos acaecidos con el Nigromante y el Concilio de magos blancos (H, XIX.4). Si esto es así, podemos sospechar que el señor de la casa no participa de ese concilio ni de esa acción. Elrond es un sabio humano que no participa en esas batallas.
Un lector en castellano podrá citar en contra de la argumentación que venimos siguiendo H, XIX.13, donde se hace alusión al regalo que Bilbo realiza “(a)l elfo”. Pero esta es la versión de Manuel Figueroa para la editorial Minotauro, en el texto inglés original esa designación está ausente. El traductor, siguiendo una lógica válida y coherente, ha aplicado a su trabajo el conocimiento global de la obra de Tolkien.
Mi lectura de Vallehendido es la de un espacio límite. Desde ese valle se puede acceder por el camino correcto a las tierras salvajes. En él viven unos elfos junto al río, ahí cantan y bailan. Al otro lado de la corriente, se encuentra la casa del sabio humano Elrond y su gente. Descendiente de los héroes del Norte, altos elfos y hombres, es amigo de los elfos, conocedor de las runas y de los caminos que llevan a través de las montañas a las tierras de la aventura. Este sabio reside en su acogedor hogar y hacia él deben llegar las noticias de lo que ocurre más allá (como la lucha contra el Nigromante). Esta interpretación difiere bastante de una visión que trate de armonizar todos los textos. La Tierra-media necesita lectores que interpreten y la re-creen. En esta tarea, debemos evitar pasar por encima de las diferencias entre las distintas versiones. La atención al texto que tenemos delante nos permite apreciar sus particularidades y ejercer con libertad nuestra propia labor subcreactiva. El Legendarium del Profesor nos ofrece una variedad que nos puede proporcionar una Tierramedia, rica, multiforme, no la desaprovechemos uniformándola.q
Charla completa disponible en : https://youtu.be/pn-vChtGARc