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El primer trabajo de J.R.R. Tolkien: Experiencias en Francia vividas a su viaje de 1913

José Manuel Ferrández-Bru (España)

Charla Magistral Sábado 15 de Octubre de 2022

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Si algo caracteriza el periodo formativo de Tolkien es lo importante que resultó como germen intelectual para el desarrollo de sus afinidades estéticas que finalmente dieron lugar a su creación. Por ello, resulta una interesante pesquisa tratar de encontrar aquellos aspectos de su entorno, en particular de los años de su infancia y juventud, especialmente los previos a la Primera Guerra Mundial, que condicionaron a Tolkien y ayudaron a conformar sus gustos e inspiraciones, todo ello circunscrito en una época de la historia contemporánea particularmente interesante y cuyas singularidades tampoco deberían pasarse por alto. En este contexto, el año 1913 fue muy importante para Tolkien desde un punto de vista personal, ya que en enero alcanzó la mayoría de edad, lo que le permitió poder tomar una serie de decisiones que hasta entonces habían estado supeditadas al criterio de su tutor legal, el Padre Francis Morgan. De este modo, Tolkien retomó su relación con Edith Bratt tras tres años de separación y se vio en la necesidad de plantearse la cuestión de obtener eventuales ingresos económicos si quería que la relación pudiera fructificar a largo plazo. Por entonces, el futuro profesor no tenía profesión y ni siquiera había terminado sus estudios. Lo cierto es que nunca había trabajado ni ganado su propio dinero, sino que vivía gracias a una beca y a la ayuda del Padre Francis. Seguramente el reinicio de la relación fue el factor clave que llevó a Tolkien a dar lo mejor de sí mismo en Oxford e incluso a buscar opciones para ganar algo de dinero. Sin embargo, a pesar de que era un joven educado, estudiante en una universidad tan prestigiosa como Oxford, había pocos trabajos prácticos para él. Todo ello, le llevó a implicarse en una de las peripecias más accidentadas de toda su vida que, por otro lado, fue una de sus más importantes experiencias vitales hasta ese momento y que, como anécdota, lo volvió a conectar con el mundo hispano, con el que ya tenía cierto contacto a través de su tutor. Así, en estas circunstancias Tolkien consiguió un trabajo como preceptor de tres jóvenes para unas vacaciones en París durante el verano. Con ellos viajarían dos de las tías de los chicos, miembros todos ellos de una acaudalada familia mexicana. La tarea de Tolkien consistía en guiar y acompañar a los chicos en sus excursiones y actividades, pero además le permitió viajar de nuevo al extranjero (solamente había viajado fuera del Reino Unido una vez) y conocer Francia de primera mano. En su favor estaba el conocimiento que Tolkien creía tener tanto del francés, aprendido con su madre, como del español, adquirido de forma casi clandestina con la lectura de las obras en castellano presentes en la biblioteca de su propio tutor. Los jóvenes mexicanos se llamaban Ventura, José Pablo y Eustaquio Martínez del Río Bermejillo y tenían respectivamente diecisiete, trece y once años. Al menos los dos hermanos mayores deberían desenvolverse perfectamente en inglés, pues procedían del internado católico inglés de Stonyhurst en Lancashire, al

que su hermano pequeño, llegado desde México a París, se uniría después del verano. En cuanto a las tías, ellas eran Ángela y Julia Martínez del Río Pedemonte, hermanas del padre de los niños. Ambas eran viudas y, de hecho, Julia acababa de perder a su marido. Los chicos eran huérfanos desde muy temprana edad. Su madre, Rosa Bermejillo Martínez-Negrete, falleció prematuramente en 1905 con apenas treinta y seis años, mientras que su padre, Ventura Martínez del Río Pedemonte, falleció en 1906 a consecuencia de una dolorosa afección renal. Ambos progenitores eran descendientes de dos ilustres familias enriquecidas gracias a diversas iniciativas comerciales. Los Martínez del Río pasan por ser uno de los más destacados linajes de la historia de México. Vinculados a la historia moderna de México e implicados al más alto nivel en el devenir del país, de modo que, a pesar de ciertos momentos de dificultad, siempre estuvieron entre las élites económicas y sociales. Respecto a la rama materna de los chicos, tanto los Bermejillo como los MartínezNegrete fueron dos familias españolas establecidas en México en los albores de su independencia, en las primeras décadas del siglo XIX, y unidas tanto por los negocios como por matrimonios. Aparte de acumular tierras, emprendieron otras actividades comerciales vinculadas a la industria textil, a la minería y también a la banca. En cualquier caso, eran familias extraordinariamente pudientes y junto a los Martínez del Río conforman una perfecta muestra de las clases más pudientes del México del momento. En estas condiciones, y dado el poco bagaje social de Tolkien y lo alejado que estaba de las élites aristocráticas y económicas, se desconoce cómo pudo conseguir este trabajo. Una primera posibilidad de conexión, surge a través de Pablo Martínez del Río Vinent, primo de los chicos, quien era alumno en Oxford al mismo tiempo que Tolkien, y que con los años se convertiría en uno de los más importantes antropólogos de México. Se da la circunstancia de que los dos eran católicos (una minoría en la universidad) y es plausible, por ello, que ambos se conocieran y tal vez Pablo le hablara de la necesidad de un tutor para sus primos y tías en el viaje a París. En todo caso, parece más lógico que la tarea de buscar acompañante para los chicos debiera corresponder a su “tutor educativo”, una persona nativa de cierta solvencia, contratada para que se encargara de administrar los asuntos relacionados con el día a día de la educación de los jóvenes. En el caso que nos ocupa, esta labor la desempeñaba Francis M. Killion, radicado en Chiswick, al oeste de Londres. Killion, de origen irlandés y católico, había actuado como delegado de las familias de muchos jóvenes extranjeros mientras estudiaban en el Reino Unido, buena parte de ellos de origen hispano. La conexión de Killion con Tolkien podría venir a través del Padre Francis. Él y Killion tenían una edad semejante e intereses comunes y además compartían credo religioso. Es posible, por tanto, que ambos se conocieran y entonces puede que Tolkien tuviera acceso al trabajo a través de su propio tutor. También, existe una tercera posibilidad más intrincada y, de nuevo, a través del Padre Francis. La mejor amiga de la madre del sacerdote, de nombre Catalina des Fontaines Barron, estaba emparentada con Eustace (Eustaquio) Barron, empresario establecido en México y con una cercana relación con los Martínez-Negrete, al punto de que uno de los chicos del viaje le debía su nombre de pila, por lo que el contacto pudo venir a través de este vínculo. Sea como fuere, durante el mes de julio de 1913 Tolkien y Killion entraron en contacto y se establecieron las características generales del viaje. De este modo, se marcó la fecha y lugar de inicio del mismo: el 29 de julio en la estación londinense de Charing Cross. Este fue el inicio de una aventura de dos meses en la que además tendría lugar un trágico acontecimiento con la muerte de una de las tías en un accidente de tráfico. El viaje se caracterizó por la falta de preparación y por altas dosis de improvisación. De hecho, una circunstancia que llamó la atención a Tolkien, nuevo en este desempeño y es de suponer que algo

nervioso precisamente por su bisoñez, fue la ausencia de indicaciones claras sobre cómo gestionar su trabajo. La prueba de todo ello se puso de manifiesto al llegar a París cuando descubrieron que el hotel donde pensaban alojarse ya no existía. En todo caso, el viaje fue desarrollándose con cierta normalidad y durante diez días completos, Tolkien acompañó a sus jóvenes discípulos en París. Muy pronto fue consciente de sus limitaciones idiomáticas tanto con el francés como especialmente con el español (lo que le frustró enormemente) mientras que el entorno y las diferentes costumbres de los franceses le suponían un verdadero choque cultural, incrementado por sus prejuicios y puede que por su escaso mundo. A los pocos días empezó a dibujarse la posibilidad de abandonar la capital para visitar otros rincones del país y las tías comenzaron a pensar en planear una escapada en tren a la región de Bretaña, al norte del país. En un principio a Tolkien no le desagradó la idea, en su ingenua aspiración de que el viaje le permitiría conocer aquella zona tan emparentada en sus orígenes con territorios que despertaban su interés: tierras celtas de cultos druidas, escenario de tradiciones atávicas y de una cultura ancestral. Sin embargo, pronto se vio sometido a un baño de realidad cuando se dio cuenta de que el viaje no tenía propósitos culturales, sino específicamente hedonistas, pues su destino fue Dinard, una pequeña población en la denominada Costa Esmeralda, que desde finales del siglo XIX había atraído al incipiente turismo británico en un flujo creciente, en buena medida gracias a los reclamos como sus casinos, balnearios y numerosas playas. Si Tolkien pensaba que su frustración por no visitar la Bretaña auténtica y tener que conformarse con una ciudad pensada para los turistas era una pequeña catástrofe, lo verdaderamente terrible estaba por llegar, ya que al cuarto día desde su llegada a Dinard, un coche se subió a la acera y arrolló a Ángela, la mayor de la tías, que quedó mortalmente herida y falleció poco después. Tolkien tuvo que afrontar una situación complicada como adulto al cargo (Julia, la otra tía, se había quedado en París) sobre todo teniendo en cuenta el deseo expresado por la agonizante accidentada de que sus restos fueran trasladados a México. Después de unas angustiosas gestiones y un incierto horizonte, pues se llegó a plantear que Tolkien acompañará a los chicos de vuelta a México, entonces en plena revolución, finalmente la situación se aclaró. Así, Julia acompañó al cadáver de su hermana de regreso a su patria mientras Tolkien permaneció con los chicos hasta que el curso comenzó en su escuela. Seguramente buscando una mayor comodidad, al poco tiempo Tolkien y los chicos abandonaron Francia y se dirigieron al Reino Unido. Su destino fue Bournemouth, en Dorset, una ciudad turística en la costa con ciertas similitudes a Dinard, aunque en terreno inglés, lo que sin duda facilitó algunos aspectos como la comunicación y la relativa cercanía con Londres, desde donde partió el tren que finalmente llevó de regreso a los hermanos Martínez del Río a su escuela. De este modo, tras casi dos meses de tensión constante y trágicas complicaciones inesperadas, la templanza de Tolkien finalmente pudo flojear y las palabras que le escribió a su prometida Edith diciéndole que: “Nunca más, si no estoy en la miseria absoluta, volveré a tomar un trabajo semejante” son un buen indicativo de ello. Es probable que le quedara este regusto amargo de esta experiencia, pero es indudable que este viaje le permitió disfrutar de situaciones impagables y le llevó a relacionarse con una sociedad a la que no había tenido acceso.

La historia no termina con el final del viaje y resulta curioso seguir la trayectoria de los tres chicos que tras su periodo académico regresaron a México y desarrollaron allí su vida, aunque también marcados por la experiencia del viaje a Francia. También es muy llamativa la leyenda familiar entre la familia Martínez de Río acerca de una presunta correspondencia entre Tolkien y Pablo Martínez del Río Vinent que puede que algún día acabe apareciendo y nos aporte una nueva perspectiva sobre algunos aspectos personales de Tolkien.q

Charla completa disponible en : https://youtu.be/p9fhtT4oXnY

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