El Rostro oculto de la mujer en la Biblia

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Rebeca Cabrera

El Rostro oculto

de la mujer en la Biblia


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Prólogo

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l complejo campo de la Biblia tiene una larga y fecunda historia que ha generado una copiosa literatura, lo que hace cada vez más difícil ofrecer una propuesta novedosa. Sin embargo, el descubrimiento del profuso universo femenino inmerso en los textos, podría brindar una vía para encontrar nuevos lenguajes hacia una renovación de la teología bíblica e ilustrar lo específico de una vocación que denuncia y ofrece esperanzas desde lo femenino. Está de moda hablar de los derechos de las mujeres pero, en la Biblia no es fácil reconstruir sus historias porque el camino está surcado de mucho anonimato en medio de una cultura patriarcal, donde la mayor parte de las mujeres no son mencionadas por sus nombres; son hijas, esposas o madres de alguien. De hecho, de los 1.426 personajes que son propuestos en el Primer Testamento, solamente 111 son mujeres. En el Segundo Testamento aumentan su participación, mas en su mayoría se presentan en forma desconocida. Hoy día muchas líneas de investigación exegética se inclinan a presentar una historia bíblica desde el punto de vista del género tratando de descubrir los contextos específicos por razón del sexo, raza o clase social. Dentro de esta línea es posible visibilizar las figuras literarias de las mujeres en los textos, captar su recepción 5


Rebeca Cabrera en la historia por parte de los lectores, descubrir a aquellas a las que se le atribuyen escritos bíblicos o su interpretación y, sobre todo, ahondar en los temas y pasajes relevantes en cuanto al género como son, el de la pureza o el adulterio. Esta necesidad se hace patente dado el renovado interés por el papel de la mujer en la sociedad y en la Iglesia, y se ha planteado como signo de los tiempos en la investigación bíblica y teológica actual. Las mujeres constituimos la mitad de la humanidad presente y activa en todas las culturas, razas, clases sociales y confesiones religiosas. Parte de su historia ha pasado silenciada en veinte siglos de perspectiva androcéntrica. Dichas premisas nos obligan a aportar una nueva luz sobre las diferentes figuras femeninas escondidas en la Biblia, cuestionando las estrategias de lectura tradicional dominante desde una visión exegética y pastoral como un desafío para las iglesias de hoy. No en vano, la mujer como agente evangelizador puede fomentar nuevas prácticas a la luz del Evangelio, y su incorporación creciente al quehacer teológico resulta valioso en una Iglesia tensionada por diversas tradiciones eclesiales en las que predomina la vertiente jerárquico-patriarcal especialmente en momentos como el actual, en el que se registra una tendencia a la inculturación de los contenidos de la fe.

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Introducción

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o hay muchas mujeres con papeles protagónicos en el texto sagrado. Sin embargo, observamos una constante: en los momentos fundantes del pueblo escogido, siempre han estado presentes las figuras de mujeres, que destacan por su sabiduría y fortaleza para enfrentar dificultades. En este marco, deseo hacer una propuesta: Las mujeres en la Biblia, una memoria de esperanza hoy… que palpa el tema de las figuras femeninas en la Escritura y la red de relaciones que surgen desde la perspectiva de género, reconociendo las estructuras de poder y las formas de relación entre hombre-mujer, mujer-mujer, amo-esclavo, adulto-niño, y así adquirir herramientas bíblicas y metodológicas para el trabajo apostólico y pastoral. Se ofrece, no un trabajo puramente intelectual y académico, sino una experiencia de compromiso con la causa de los sectores populares, donde los conflictos entre carisma y poder son cotidianos, donde las relaciones exigen liberar la Palabra de Dios presente en la Biblia desde la perspectiva de las mujeres, tomando en cuenta que la misma Palabra ha sido usada para justificar los estereotipos de género. Conscientes de que la Biblia se escribió en el contexto de un mundo androcéntrico del cual las mujeres estaban excluidas, se 7


Rebeca Cabrera entiende que muchos pasajes se escribieran en función de prejuicios masculinos donde la mujer deviene de compañera del hombre a objeto de adorno. Todo lo que tiene que ver con lo femenino en la Biblia pasa por este prisma, y la mujer aparece como ciudadana de segunda categoría en el universo judaico, sujeta a designios masculinos varios. Sin embargo, la Biblia muestra también otra cara, la de la mujer fuerte, sabia, con don de mando, incluso algunas descuellan como protagonistas de historias. El tenor se desarrolla en once capítulos. En el primer capítulo se presentan algunas definiciones vinculadas al lenguaje y estereotipos observables en los textos desde los contextos vitales donde surgieron, que ayudan a aclarar las diversas perspectivas de género. Los capítulos segundo, tercero y cuarto despliegan figuras femeninas clave en el avance del Pentateuco, Josué, Jueces, Samuel y Reyes. Desde ellas podemos vislumbrar su discreta posición social, su papel protagónico en momentos claves de la historia de Israel. Y, sobre todo, analizar la igualdad de todos los seres humanos, mujer y hombre en alteridad como imagen y semejanza de Dios. En el capítulo quinto abordamos el discernimiento profético desde la perspectiva femenina. Allí propongo prestar atención a las relaciones de género para superar el lenguaje masculino de los textos; esto se da desde lo cotidiano del llamado y el soplo del Espíritu como ímpetu de la vocación profética, buscando captar los sujetos reales detrás de los textos que se resisten ante los problemas socioeconómicos, políticos y religiosos. Y vamos a detenernos en las profetisas. El texto hebreo menciona la palabra profetisa (haybn) en seis ocasiones: Miryam, hermana de Moisés (Ex 15,20); Débora, jueza y profetisa en los primeros momentos de asentamiento del pueblo (Jc 4,4); la esposa de Isaías (Is 8,3); Julda (2Re 22,142Cr 34,22) y Noadías (Neh 6,14). Estas figuras fueron ápice para preguntarnos: ¿Existió un profetismo femenino en el Primer Testamento?, ¿Hay en la Biblia mujeres llamadas a la vocación profética?, ¿Por qué no escribieron?, ¿O, acaso sí lo hicieron? Ser profeta es una vocación oracular de la palabra hablada, y el escribir es algo secundario en la mayoría de los casos en que prima la profecía oral. En el sexto capítulo se valora la importancia de lo femenino en la literatura sapiencial desde el cuerpo de la mujer como lugar privilegiado de manifestación de Dios en el mundo. 8


Introducción A partir de los capítulos séptimo, octavo y noveno nos adentramos en el mundo del Segundo Testamento para presentar una panorámica general de la riqueza femenina contenida en los Evangelios y Hechos. Profundizar las líneas teológicas de fondo que aparecen en estas narraciones permite una pedagogía de alteridad que puede romper con la lógica idealista de la lectura tradicional. La literatura paulina y joánica nos sumerge en otros aspectos que buscan fomentar comunidades más participativas a la luz de la experiencia cristiana primitiva. El papel de las mujeres en la iglesia primitiva es un tema controversial y en el que existe gran discrepancia. Pero, ¿cómo explicar la expansión del cristianismo en el siglo I si no hubo misioneras y misioneros?, ¿qué condiciones sociales podrían haber obstaculizado la proclamación, enseñanza y profetismo de las mujeres cristianas? ¿Realmente Pablo fue misógino? Vamos a trazar los grandes pasos de la literatura paulina, que va desde las auténticas cartas de Pablo hasta las deuteropaulinas y pastorales, las cuales dan a conocer la ideologización del tema bíblico-teológico contra la mujer a lo que se unió lo biológico, premisa importante para entender por qué los ministerios femeninos no evolucionaron, sino que involucionaron. Ya el último capítulo constituye la vinculación entre Biblia y vida: hacer que el texto hable a nuestro presente. Recordaremos que el mensaje bíblico continúa siendo actual y apremiante, pues el ser humano siempre será igual y el Espíritu de Dios quiere conducirlo por los caminos auténticos de la salvación y la Alianza. Un camino que se abre a una perspectiva universal, porque lo que Dios ha hecho por su pueblo, abre una esperanza para todo ser humano, “porque por Abraham, serán benditas todas las naciones de la tierra” (Gn 17,7). Es importante comprender que nuestra realidad de mujeres tiene mucho que aportar a la familia y la sociedad desde otra mirada, una mirada que haga sentir en el rostro de la persona que pasa a nuestro lado, nuestro propio rostro que es imagen y semejanza de Dios. Que podamos afirmar como Marta: Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo” (Jn 11,27). Con el aporte de esa mirada, hombres y mujeres recordemos que en el Reino de Dios no hay lugar para 9


Rebeca Cabrera las diferencias. Produzcamos frutos en abundancia que saboreen todos y todas para transformarnos y transformar nuestras comunidades. Trataremos de ahondar en esta fascinante tem谩tica, en la que los paradigmas de interpretaci贸n se cuestionan, poniendo en tela de juicio todo lo que se ha considerado normativo y autoridad en la historia de la interpretaci贸n. No en vano, al hablar de las mujeres en la Biblia debemos, como Mois茅s, descalzarnos porque estamos entrando en tierra sagrada.

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CAPÍTULO I

Interpretación del problema de género 1. Introducción a la perspectiva de género Género es una palabra abstracta, se aplica al conjunto de cosas que tienen caracteres comunes, clase a la que pertenecen personas o cosas, o es el accidente gramatical que sirve para indicar el sexo de las personas, animales, cosas o bien, para indicar que no se les atribuye ninguno. Es, sin embargo, una realidad pluridimensional y compleja que la antropología sacó de la gramática para ser utilizada como una categoría de análisis de las relaciones sociales que suceden no sólo entre hombres y mujeres, sino también entre sí: hombres con hombres y mujeres con mujeres. Nos ayuda a percibir las relaciones entre los sexos, grupos sociales y raciales para desenmascarar la construcción social hecha por los poderes de turno, sean la sociedad, las iglesias, los gobiernos o la lectura androcéntrica y patriarcal de la historia, para perpetuar las discriminaciones a todos los niveles. Hay que hilvanar muchos hilos para llegar a un enfoque real y sincero que nos permita responder: ¿hay una construcción cultural y social del sujeto femenino? Se ha hecho un uso impropio de la palabra género, incluso se han utilizado términos como estudios de la mujer, estudios feministas, estudios de género para referirse al mismo objeto de estudio: la condición femenina1. Comesaña acota: 1. COMESAÑA G., “Aproximación a las características metodológicas de los estudios de la mujer”, p.140.

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Rebeca Cabrera el concepto género se refiere básicamente a la elaboración social del sexo, a la caracterización arbitraria de lo masculino y lo femenino en función de una serie de valores y conductas consideradas culturalmente como las correspondientes a cada sexo en función de la diferenciación biológica. Si hojeamos la historia universal, ningún pueblo se ve libre de haber ejercido violencia contra la mujer y contra todo aquel que consideraba más débil. Sabemos que la interpretación ha sido de los vencedores y de quienes tienen el poder, siendo fuente de legitimación para marginar, explotar y agredir. Desde allí se hace una invitación a la reflexión y a la redimensión del papel del género. No en vano, es la ciencia patriarcal la que sistemáticamente ha hecho invisible y negado la historia del género2. Una de las características que distingue los avances de la humanidad y la separa de la barbarie es la aparición del rechazo y aun del sentimiento de horror ante la violencia ejercida contra un semejante; ello fue creando las condiciones para la aparición de diferentes formas de penalización legal. En este siglo XXI observamos a la mujer inmersa en los más variados campos de la actividad humana; son presencia numerosa en las comunidades. En las últimas décadas ha empezado a descubrirse como persona de derecho y, al mismo tiempo, a preguntarse sobre su papel en la historia, en la sociedad y en la iglesia, apropiándose de una palabra secularmente silenciada e intentando superar las desigualdades entre hombres y mujeres, buscando respeto e igualdad de derechos. Se ha constituido en nuevo sujeto social: las mujeres en su doble dimensión de sujeto individual y colectivo y a cuya especificidad nos referimos con el término género3.

2. INGIANNA Y., “Teología, liberación y paradigma de género”, p.24. 3. Ibid, p.24.

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Capítulo I “Una mujer no nace, se hace” - la formulación de Simone de Beauvoir distingue sexo de género y sugiere que el género es un aspecto de la identidad que se adquiere gradualmente. Esta distinción entre sexo y género ha sido crucial para el largo esfuerzo de derrotar la tesis de que la anatomía es destino; el sexo debe entenderse como una variable, el género remite a la forma y el significado cultural que adquiere el cuerpo, los modos variables de la aculturación del cuerpo. Ser hembra y ser mujer son dos formas diferentes de ser. El género no es solamente una construcción cultural impuesta sobre la identidad, sino también un proceso de autoconstrucción. Llegar a ser mujer es un conjunto de actos positivos y apropiativos. “El género se construye”. Las divisiones entre mujeres y hombres son el origen y la base de las otras divisiones: de clase, raza, religión, nacionalidad, política, etc. Ser mujer es más un proceso que un hecho, en el que se pretende una ruptura epistemológica del conocimiento, para establecer una relación horizontal y enfrentar un desafío: una noción nueva de humanidad, en la que las mujeres puedan ser sujetos y agentes productoras de conocimiento, es experiencia de vida desde la vida para desmontar las diferencias que no están dadas, sino que se han construido a lo largo de muchos siglos de patriarcalismo y sexismo. Los conflictos entre hombres y mujeres, tanto en la esfera pública como la privada, no han sido ajenos a las prácticas de violencia, desigualdad y discriminación. En consecuencia, estos procesos que no son en rigor invisibles, están invisibilizados, es decir, que los aspectos de la subordinación de género, sean de una forma de trabajo o de una manera de sentir, pensar y obrar, se encuentran naturalizados. Un invisible social no es lo escondido en alguna profundidad sino que, paradójicamente, se conforma de hechos, acontecimientos, procesos... La incapacidad de hacer universal una concepción democrática del género sólo expresa que en la existencia real, las mujeres no tenemos derechos humanos de humanas4. Los hombres no pueden pretender dar

4. LAGARDE M., “Identidad de género y derechos humanos. La construcción de las humanas”, p.91.

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Rebeca Cabrera nombre ni contenido a la humanidad. Esta, está conformada por hombres y mujeres, humanos y humanas5. Las mujeres están transformando el mundo, aún cuando no todas ellas se hayan liberado completamente, y lo cierto es que su malestar se ha hecho tan evidente en el marco de tales transformaciones que, en la actualidad, la cuestión va más allá del mero reconocimiento de su existencia. Hay violencia de género contra las mujeres desde el punto de vista económico, jurídico, social, moral, psicológico y corporal. Es falsa la creencia de que, de manera progresiva, las mujeres mejoran su situación conforme pasa el tiempo o se dan avances en el desarrollo6, son las mujeres quienes han mejorado, además de sus modos de vida cotidiana, la calidad de su condición de género y han disminuido su opresión, allí donde se han establecido acciones positivas y se hicieron profundas reformas sociales, económicas, culturales y jurídicas para lograrlo. La violencia contra el género mujer en el Derecho se asienta sobre la consagración de la desigualdad y sobre el fondo de esta desigualdad de personas que no tienen por qué serlo, se genera la violencia que abarca a ambos términos de la situación conflictiva: por un lado el establecido como superior se considera ejerciendo los atributos que le han impuesto y, por otro lado, el que recibe la imposición de su minoración legal resiente notablemente su relación con el primero, de quien con fundamento teme le haga sentir su desigualdad. Pero también hay otras variables consideradas a la hora de hablar de género, como raza, etnia, clase, cultura, religión. A lo largo de la historia, hemos visto como esta desigualdad se ha hecho presente en las razas marginadas y explotadas: el blanco domina sobre el negro, el indio y el amarillo; en las nacionalidades, se ha despertado una xenofobia a nivel mundial y hay gentilicios abiertamente vilipendiados y despreciados; en las culturas, países desarrollados sobre los subdesarrollados; en las clases sociales, los ricos dominan a los pobres; por los credos, hay resurgimiento de fundamentalismos extremos. Igualmente hay culturas alienadas, religiones extirpadas y sobre todo, mujeres inferiorizadas. 5. Ibid,p. 116. 6. Ibid, p.97.

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Capítulo I Si la mujer, además, pertenece a una de estas categorías, está doblemente explotada y violentada. Con gran frecuencia, en el Tercer Mundo, la mujer es “esclava de un esclavo” y sufre la opresión a doble título y es víctima de una doble alienación. No sólo el sexismo, sino también el falocratismo de las sociedades pobres, que tiene también justificaciones religiosas. La sexualidad de la mujer ocupa un lugar importante en el discurso: el útero es el personaje privilegiado de esa preocupación. No olvidemos que la diferencia sexual es la única que reparte en dos la especie humana7. Por eso, es preciso hacer visible éticamente la enajenación que sobreidentifica a las mujeres con los hombres y sus símbolos y des-identifica a los hombres de las mujeres y sus símbolos8. Ser mujer es vocación, por ello, el problema es también teológico. Para nosotras, cristianas, el punto de partida requiere conocer cuál es la idea de Dios sobre la mujer, y ésta no está expresada tan inequívocamente como se podría pensar con base en una u otra cita bíblica aislada. Los valores del eterno femenino han sido relegados en nuestra cultura, y ha sido la invisibilidad la que ha caracterizado la realidad cultural y hasta eclesial, que por el contrario, debería mostrar una mayor sensibilidad a las cuestiones que afectan la justicia y la dignidad. Y es que tanto los testimonios bíblicos sobre la mujer, como la actitud de la misma Iglesia, están marcados por la incoherencia, dando lugar a constantes tensiones entre lo social y lo religioso, dejando de lado lo fundamental que es la exigencia cristiana de ver la vida a través de la vocación. Conmina a la Iglesia a dar prueba en su propia práctica de que la mujer no es ya un ser de segunda clase, dedicada solamente a la procreación. De no caminar por esta senda, la dominación patriarcal se agudizará y se ampliará la brecha entre hombres y mujeres, aumentará la feminización de la pobreza, la marginación de las mujeres, el feminicidio y la disputa patriarcal entre los hombres que profundizaría el machismo y la violencia de unos hombres contra otros9. Hay desafíos a enfrentar. 7. COMESAÑA G., “Aproximación…”p.146. 8. LAGARDE M., “Identidad…” p. 88. 9. Ibid, p. 120.

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Rebeca Cabrera Habiendo pagado el precio de muchos años de arduos trabajos, acoso sexual y desigualdades de todo tipo, estamos listas para adoptar un nuevo paradigma, para tratar de modificar las tradiciones y prácticas sociales y para dejar de cifrar nuestra vida en la sexualidad cosificada. No para entrar en conflicto con lo masculino, sino para ofrecer una nueva alternativa que enriquezca a la humanidad, en plano de equivalencia con los hombres, alentando el arco iris del género, sin juzgar ni castigar a los que son diferentes a nosotros. Tenemos derecho a ser “nosotras mismas”, no en vano fuimos hechas a imagen y semejanza de Dios, quien según la Biblia, hombre y mujer los hizo10. Sólo así, seremos capaces de cambiar la familia y convertirla de nuevo en la base de la sociedad y en el núcleo sólido de todas las instituciones sociales. Cada mujer tendrá que estar dispuesta a buscar las oportunidades de liderazgo que le presenta el mundo actual y a actuar en consecuencia. Es de este modo que se puede concebir el género: a partir de la experiencia de vida, es una cosmovisión nueva que conlleva a saber amar y respetar la mujer en el plano divino en que fue creada a imagen y semejanza del hombre. 2. Identidad masculina, identidad femenina, identidad humana Vivimos en un mundo dividido donde hay opresión y discriminación. El factor racial divide al indio y al negro del blanco de ascendencia europea. Los ricos y los empobrecidos se alejan cada día más por la desigual distribución de los bienes, y las ideologías políticas y religiosas alejan cada vez más a los pueblos de la aldea global y el proyecto igualitario de la modernidad se presenta inacabado todavía al siglo XXI11. Las Iglesias están divididas y muchas determinan limitaciones para la participación de sus miembros, especialmente las mujeres, olvidando que la muerte de Cristo (Ef 2,11-20) nos recuerda que todos tenemos el mismo destino y que nuestro futuro está unido al de los demás. 10. ORTIZ G.,”El arcoíris de género”,p. 246. 11. DE ANDRADE L., “A revisao da Modernidade a partir dos desafíos de Género e Raca”. p. 7.

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Capítulo I Nos hallamos en un universo donde han primado en exceso los valores masculinos, relegando al olvido su complemento, que es el principio femenino. La salvación para el varón se expresa con símbolos ascensionales: hay que escalar, conquistar, y para ello es importante el poder. Por el contrario, el mundo de identidad femenina no intenta huir para salvarse. Frente a los símbolos ascensionales, valorará el calor acogedor, el retorno al claustro materno, la debilidad y la predilección por los débiles. Será la noche frente al sol, y frente a la conquista abogará por el bienestar y la presencia de Dios en la cotidianidad de la existencia. Hay que repensar la historia y el género en términos de participación masculina- femenina, retomando la fidelidad a la creación de Dios que hizo al ser humano varón y mujer equivalentes, dándoles la misma tarea y el mismo amor para lograrlo. La psicología y la antropología bíblica ofrecen aportes importantes desde la óptica femenina basadas en lo histórico, cultural y social, pero sobre todo desde la vida. Desde las familias tribales del Primer Testamento hasta las tribus americanas en los albores del descubrimiento se observa una corriente: el actuar de Dios en la historia. Tomando ese marco, Venezuela podría ser considerada como un país multicultural, enclavado en la cabeza de América del Sur. Ha vivido una historia que muestra el universo sociohistórico del continente. Una tradición oral sustentada en hechos lingüísticos, culturales, antropológicos y religiosos, desde los “ignorados de la historia”. Otra ha sido la historia de dominación occidental, que comenzó con el descubrimiento de América. Historia de dominación, opresión, esclavitud, violación de derechos y etnocidio, en nombre de la espada y de la cruz. Somos herederos de esa historia entremezclada que nos han plasmado dos culturas distintas y que más tarde confluyen con la cultura africana para constituir un mundo variopinto en el que se vive la fe y se experimenta la presencia y actuar de Dios a favor de la vida, de maneras diversas. Quizá podríamos preguntar desde la sicología femenina, qué hubiera pasado si con los conquistadores hubiesen venido también sus mujeres, tal y como hicieron las anglosajonas que vinieron con sus maridos a poblar el nuevo continente. ¿Podrían esas mujeres haber aportado un cambio sustancial en nuestra historia, en medio del bárbaro modo en que se dio el proceso de colonización de nuestros pueblos? Un proceso largo 17


Rebeca Cabrera y doloroso donde abundó la brutalidad, el latrocinio, el sometimiento, la esclavización, el desprecio por el otro12. Realmente no se sabe, pero tomando en cuenta las cualidades femeninas de intuición y sensibilidad es probable que sí. Los españoles venían de una cultura en la que el más alto ideal femenino -la Madre de Dios- estaba exento del sexo, considerado como algo sucio para la mujer13, lo cual no impidió que utilizaran a las mujeres indígenas como carne fresca para satisfacer bajas pasiones. Lo que sí es seguro es que se perdió una gran riqueza, toda aquella que podría haberse logrado desde la tolerancia y el diálogo, en una conquista y colonización que respetase al otro. ¿Han cambiado las cosas? Hoy, en grupos pequeños, en donde la mujer ejerce cargos empresariales o directivos, va surgiendo un estilo diferente. Está naciendo un nuevo paradigma. Desde la sicología notamos que las reacciones frente a un conflicto son diferentes en hombres y mujeres. Mientras el varón se dirige a la ley, la mujer lo hace hacia la intuición y la relación. Allí se sitúa el desafío de la educación para solventar los problemas entre ambos sexos, en los que debe privar la comunicación y el diálogo. La identidad netamente masculina es la que ha caracterizado la historia de todos los tiempos, una historia de fuerzas, de desigualdades y de opresión. Si lo humano es dialogar, lo es relacionarse con la propia vida, con su cuerpo y con la integración del lenguaje, características femeninas que deben ser recuperadas para toda la humanidad. La identidad entendida como “calidad de lo idéntico” nos ofrece una identidad masculina occidental, caracterizada por el dominio, la lógica, el análisis y el uso de la razón que separa y divide. Su relación con el objeto es puramente activa, por lo que es de acción y dominio. No se abre a él, sino que intenta asirlo y apropiárselo, incluso a Dios mismo. Es cerebral, con un alto sentido del yo y de la individualidad, lo que le ha separado de su complemento: lo femenino. Es razón que exterioriza, por eso es

12. HERREN R., “La conquista erótica de las Indias”, p. 14. 13. Ibid, p. 52.

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Capítulo I totalmente exterior a la sociedad y a la cultura, en la que se erige como actor principal. La identidad femenina tiene una alta carga de sensibilidad, pero el androcentrismo intrínseco a la jerarquía patriarcal, denota una concepción del mundo en la que los varones poseen todas las dignidades, virtudes y poderes, a diferencia de las mujeres, que son vistas como inferiores y carenciales. Se suele decir que la mujer experimenta y siente a Dios y a la vida de manera distinta a los hombres. Quizá sea cierto. Y es que la mujer tiene como punto de partida una experiencia histórica de marginación, pobreza y sometimiento que es vista como natural. Cada quien aprende a identificarse con la cosmovisión de género de su mundo, y hay quienes creen que la suya es universal14. ¿Cómo entender que esas mismas experiencias son las que ahora han llegado a formar una cultura de resistencia y libertad, que busca transformar las situaciones de opresión? Eso sí, hay que estar conscientes de que no bastan las palabras si no van acompañadas de la acción. Rescatar el valor de lo afectivo, la sensibilidad y la vulnerabilidad es tarea fundamental para construir una identidad humana, capaz de afectar y sanar las heridas entre los seres humanos. En otro orden de ideas, es común en nuestra sociedad afirmar que los hombres no lloran, lo que lleva con frecuencia a comportamientos violentos e insensibles. Así, una educación que tenga en cuenta la sensibilidad humana es necesaria para construir un mundo más humano. La mujer en líneas generales siente rechazo a entrar en competencia con el varón, no quiere enfrentamientos y por eso es muchas veces manipulada. Y esto es porque las mujeres han estado acondicionadas a creer que eran inferiores a los varones. Las circunstancias exteriores y sociales destruyeron ese mito y las mujeres, cada día en mayor número, van descubriendo sus posibilidades, igualdades y derechos. Los medios de comunicación son vehículos de esta ideología, pues pertenecen a una élite de poder al servicio de quienes los controlan y manipulan económica y políticamente la sociedad en orden a sus propios intereses. 14. LAGARDE M., o.c. p. 14.

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Rebeca Cabrera Sus dueños trazan las líneas para elaborar los mensajes estimuladores de la conformidad, resignación, pasividad y adaptación al orden establecido para obtener consumidores pasivos. Pero siendo que sus mensajes responden a las necesidades de los receptores, en el fondo lo que hacen es masificar, mostrando una realidad fragmentada o deformada que deja mal parada la identidad femenina: sexualidad explícita y deformada, mecanización del acto sexual, pornografía desbordada y violencia. El género no nos pertenece individualmente, es legado cultural. La persona es más que género, es allí donde se sitúa la tarea educativa, la voluntad, el entendimiento, la libertad y la opción de vida escogida. Estamos inmersas en el nuevo paradigma: la mujer, de cualquier edad, etnia, raza, clase social, cultura, religión e iglesia está tomando conciencia de su identidad como sujeto en igualdad y equivalencia con el hombre. Una identidad que pueda ser diferente es positiva, porque las diferencias están llamadas a enriquecer al otro, por tanto es importante asumirlas, integrarlas y aceptarlas. Y eso sólo será posible si las aceptamos todos, hombres y mujeres, y que trabajemos por ella, ahondando en la identidad genérica y específica tanto del varón como de la mujer. En medio de la diversidad de dones que hemos recibido, elegimos lo que queremos ser. Cada quien es diferente e igualmente maravilloso. La diversidad es riqueza, debemos vivir y enseñar a vivir respetando y asumiendo las diferencias sin convertirlas en desigualdades. Lo importante es que cada uno viva a plenitud los dones que posee en beneficio propio y de los demás. Llevemos en la vida el paso con el Espíritu, sólo así estaremos en capacidad de pisar firme los pies en la tierra, pero con la mirada puesta en el cielo. 3. Ideología, norma, estereotipo Ideología es el conjunto de ideas fundamentales que caracterizan el pensamiento de una persona, colectividad, época, movimiento, etc. Y son el fundamento ideológico para definir las normas sexuales15.

15. MAY J., Género, raza y clase. Un replanteo conceptual III. Dei, San José, p. 3.

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Capítulo I En este sentido los hombres se ocupan de los negocios, mientras el sentimiento es responsabilidad femenina. El hombre es instrumento, la mujer objeto de juego erótico sexual y doméstica en el hogar, a las mujeres se les identifica con el llanto y la debilidad. En los programas de humor se presentan situaciones ridículas de solteronas, lloronas o chismosas, fomentando la degradación con la risa. Es ideología de la sociedad que la virginidad sea sólo reclamada a la mujer, desde luego, vinculada a la necesidad de garantías acerca de la paternidad. Norma representa lo más usual, los elementos de carácter general y a ella deben ajustarse las conductas, tareas y actividades. Es norma que la tenencia de los niños en 95% de los casos corresponda a la madre. Es norma que el dinero esté adscrito a lo masculino, pues es poder impropio de lo femenino en conflicto con la feminidad configurando una situación de dependencia. Es normal que la mayoría de las empresas no tengan presentes a las mujeres en las categorías más altas, aparte de que se les paga menos que a los hombres en las mismas condiciones. Y es norma de los seguros cotizar más a las mujeres que a los hombres, a quienes le suman un año de vida para el cálculo de las primas, situación que no ocurre con los hombres. La excusa es que las mujeres nos enfermamos más. La ideología lleva incluso a privilegiar a los blancos sobre los de piel más oscura. No olvidemos: “blanco con bata es doctor, negro con bata es chichero”. O a dispensar a los de clase social rica sobre los pobres. Cuantas veces una persona que no está muy bien vestida es despreciada por su aspecto. El género sexual -culturalmente determinado- reúne una cantidad de atributos que frecuentemente son considerados prototipos o normas de un sexo. Estos atributos pasan a lo que luego se conoce como condición femenina y condición masculina. Y estas condiciones, previo salto epistemológico, terminan siendo consideradas como la referencia natural de cada sexo. Estereotipo modelo, patrón o norma establecida de conducta o cualidades. Es una idea elemental comúnmente admitida, acerca de alguien o algo. Las normas se combinan con los estereotipos, lo cual podemos concebir como ideología popular16. 16. Ibid, p. 3.

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Rebeca Cabrera La sociedad desvaloriza mediante los estereotipos, dicen cómo debe vestirse la mujer, lo que debe y no debe hacer, lo que es bueno y lo que es malo. En esta imposición de estereotipos han tenido mucho que ver la religión y las iglesias. Los gobiernos y las agencias eclesiales están controlados por varones, así como la toma de decisiones, las finanzas y la planificación programática. En reuniones de grupo dominan las ponencias y los procesos de toma de decisiones. Lo propio ocurre en las familias, donde controlan esposa, hijos e ingresos. A todo nivel tienen el poder de negar recursos o privilegios a los que van en su contra, y si en estos medios encontramos la presencia de mujeres, generalmente se encuentran trabajando mancomunadamente con los hombres en el poder. Lo antes expuesto representa en líneas generales, la tendencia predominante de la estructura social. La mayoría de los hombres han sido y son educados en la llamada “mística de lo masculino”. Eso significa que se ha perpetrado en ellos un aislamiento emocional y han adquirido una incapacidad para admitir y comunicar lo que sienten. Tales resultados son el fruto directo de aquellos mensajes que suelen recibir los varoncitos y que se convierten en estereotipos: los hombres no lloran, aguanta, aprieta los dientes, arréglatelas solo, quejarse es de mujeres, sólo los debiluchos se angustian, etc…. Según las pautas culturales transmitidas por la familia y la sociedad, los mandamientos del verdadero hombre son: fortaleza, independencia, seguridad, agresividad, audacia, competencia, invulnerabilidad, valentía, arrojo, sin miedo, dudas, angustias ni vergüenzas, siempre en búsqueda de éxito y poder. Tales estereotipos, rígidamente implantados en la mente de un hombre, lo conducen a sentir lo que debe sentir, nada que tenga que ver con debilidades. No se le educa para que manifieste deseos de conocer los sentimientos de otras personas, de desarrollarse afectivamente o de progresar espiritualmente. Se estructuran así capas de represión y de control que facilitan la negación de las emociones y la posibilidad de situarse en las formas exteriores de la actividad considerada viril: hacer, lograr, ganar, competir, producir, controlar, donde importen los hechos y no los sentimientos. Éstas son las características que conforman la receta para obtener hombres cerrados e inexpresivos que no exteriorizan el dolor ni piden 22


Capítulo I auxilio, que se ponen como muros frente a los cuales se estrellan las ansias femeninas de conocerlo por dentro o de compartir sus experiencias emotivas. Las ideologías, normas y estereotipos se conjugan en la sociedad como un adiestramiento que asigna roles a unos y otros, siendo la categoría más fuerte a nivel de la historia el patriarcalismo, donde el centro del mundo es el hombre, es el paradigma que hace las leyes y regula las relaciones sociales. Esto nos permite resaltar y concluir que existen muchas diferencias sociales, políticas y económicas entre hombres y mujeres y entre mujeres de distintas clases, razas o países y credos. Con frecuencia las mujeres y hombres viven en mundos distintos que difieren en el acceso a la educación y las oportunidades de empleo, así como en la salud, tiempo de ocio y seguridad personal. Y todo gracias a las normas e ideologías de las sociedades a las que pertenecemos. En la familia se nos dan desde pequeñas consejos de cómo vestirnos, los colores (rosadito para la niña, azul para el varón), los juegos, los juguetes (los niños no deben jugar con muñecas ni las niñas con armas o aviones), cómo sentarnos (las niñas con las piernas pegaditas, los varones abiertos para que no se acaloren), en fin, lo que debe hacerse o no. En la escuela separan a hombres y mujeres (en los deportes, en muchas actividades). En la Iglesia se nos enseña que Dios es Padre. En los empleos, ¿por qué a los hombres no se les pregunta por su estado civil y a las mujeres sí a la hora de contratarlas, al igual que el número de hijos? Se observa también la separación entre los trabajos exclusivamente masculinos y los femeninos, con base en roles estereotipados: la mujer debe ser maestra, secretaria, enfermera, costurera, labores en general en conexión con su papel de madre y esposa. Por eso también, por la presión de la dependencia familiar, las mujeres abandonan los empleos más fácilmente y su trabajo se considera como suplemento de su esposo; incluso hay quienes consideran que ante tanto desempleo, las mujeres deberían dejar sus puestos de trabajo vacantes para que los ocupen los hombres. Esto es un tanto más grave en nuestro país, donde la figura paterna es la gran ausente del hogar, que se configura con la madre y varios hijos, a veces no del mismo padre. 23


Rebeca Cabrera Hay sectores como el textil, ocupado fundamentalmente por mujeres, que han desaparecido por la recesión económica o por la sustitución del personal humano por maquinarias, lo cual ha dado lugar al surgimiento de una economía informal conformado en su mayoría por mujeres. No olvidemos que la aparición de la industria rompe históricamente la unidad familiar y se separa la vida pública, que tiene carácter participativo (cultura, política, producción), de la vida privada, de carácter íntimo (relaciones familiares). La primera se le asigna al hombre, la segunda a la mujer. Todo esto hace que en la sociedad, el sistema haga ver como natural la subordinación y opresión de la mujer. Se exaltan los valores masculinos como la violencia o la competitividad, a la vez que se minusvaloran los femeninos, como amor, paciencia, abnegación, entrega, pasividad, que se consideran exclusivos de la mujer. En nuestras sociedades la vida tiene muchas carencias, no es la “vida en abundancia” que pregona el Evangelio, más bien, podríamos hablar de supervivencia: explotación económica, dominación política, miseria en la salud, alimentación y deportes u ocio, opresión social, alimentación cultural, violencia, vacío de Dios… En esta medida la situación de la mujer es doblemente penosa y, en consecuencia, ha sido la gran ausente de la historia, quedando la responsabilidad de la creación sólo sobre el hombre, siendo que el balance final de lo que ha hecho hasta ahora es terriblemente negativo; su protagonismo ha sido un doloroso fracaso. Es importante tomar conciencia y luchar por que el Espíritu Santo nos ayude a gestar algo nuevo, renovador, en beneficio de las nuevas generaciones de mujeres, no tanto mirando el pasado para criticarlo, sino para aprender de los errores en aras de un nuevo paradigma no excluyente para nadie. 4. Androcentrismo y patriarcalismo El androcentrismo coloca al hombre como el paradigma universal. Andro = hombre; centrismo= centro de todo. El lenguaje androcéntrico distorsiona la realidad porque presenta las necesidades de los hombres como válidas para todos y todas. Pone de lado las necesidades de 24


Capítulo I las mujeres y sólo atiende aquéllas que el hombre considera importantes. Existe en la actualidad un producto de cambios sociales expresado en la concreción de un racismo, sexismo y clasismo, que hunde sus raíces en el conocimiento socio-histórico de la cultura de marginación. Es una realidad que afecta la vida de todas las personas resultando en privilegio para unas y privación para otras. Se hace necesario, por tanto, explorar las consecuencias de la cultura en la vida diaria de grupos concretos, identificando las implicaciones de género, raza, cultura y clase de una problemática en la vida de individuos, familias, comunidades y sociedades, en la búsqueda de unir esfuerzos sociales para crear cambios de estas expresiones en el futuro. En este sentido, la Biblia es un producto de los hombres y de la sociedad patriarcal. El lenguaje androcéntrico de la tradición cristiana, lejos de ser accidental, sirve para mantener el orden patriarcal. Con el lenguaje androcéntrico las mujeres nos hemos visto desposeídas del poder de ser nombradas. La interpretación feminista de los textos y tradiciones cristianas requiere de un método de liberación que desenmascare el lenguaje y los símbolos patriarcales y demuestre cómo el lenguaje androcéntrico ha “borrado” a las mujeres de la conciencia. Mediante un análisis semántico, etiológico y estructural se propone un nuevo lenguaje para que las mujeres sean nombradas y visibilizadas. No sólo el lenguaje ha sido un modo de exclusión, sino también los actos de genocidio, como: el Sutte hindú -inmolación de la viuda-(enterraban a la mujer con vida, junto con el marido difunto), la mutilación genital hasta hoy practicada en varias zonas del África (eliminación de los labios mayores, menores y el clítoris), negándoles el goce sexual y garantizadas sólo para la reproducción humana. A este acto doloroso de la mutilación genital, no sobreviven muchas jovencitas que mueren con tétano, gangrena, hemorragias incontrolables, etc. Una mirada atenta a la historia, sugiere que la opresión del sistema patriarcal ha despreciado a las mujeres, quienes han sido desheredadas, explotadas, torturadas y asesinadas, “pero no borradas”. Existe una situación de hecho en la sociedad, según la cual la reciprocidad de los sexos no se vive sobre la base de la libertad y el respeto mutuo propios de su 25


Rebeca Cabrera condición de personas, sino que se experimenta dañina para la mujer, expresada en términos de injusticia y discriminación para con ella por parte del varón. Sin embargo, lentamente está naciendo la conciencia y aceptación de lo femenino, lo cual debe llevarnos a trabajar por retar ese patriarcalismo aportando recursos desde el ser femenino, de nuestro pensamiento y de nuestras vidas. Los desafíos de esta situación y las posibilidades para el cambio son fuertes. Tarde o temprano, las mujeres personalmente o como colectivos estamos llamadas a luchar de manera decidida a favor de una nueva situación en la sociedad y en el mundo, en contra de los actuales detentadores del poder, pero no para comportarnos a su medida, sino en abierto diálogo, aunque éste sea tenso y doloroso para edificar una nueva sociedad basada en la igualdad y la alteridad. El patriarcalismo es una construcción social, donde pocos hombres concentran su poder (social, político, económico e ideológico, religioso,…) para ejercerlo sobre los otros hombres y las mujeres. El sistema patriarcal favorece la exclusión de las mujeres de la política, la cultura, la historia, la religión e invisibiliza el nombre de las mujeres por el uso del lenguaje inclusivo. Este modelo impuesto es una tarea social que dura toda la vida, se inicia en el vientre materno, en la familia, en la educación formal, se justifica en las iglesias por medio de normas religiosas mal aplicadas y se acentúa constantemente en los medios de comunicación social. Es la formación que recibimos a lo largo de nuestra vida que logra convencernos de que para ser aceptadas y queridas, tenemos que ser de la forma que le conviene a la sociedad. De esta manera se determina que el espacio privado como la casa es para la mujer y el dominio del espacio público es para los hombres. 5. El cuerpo como categoría de la hermenéutica feminista Marciano Vidal17 explica las principales aportaciones de la cultura sexual: “Se ha pasado de una comprensión de la sexualidad como genitalidad a la sexualidad como dimensión integral de la existencia humana; de 17. VIDAL M., Diccionario de ética teológica, pp.545-554.

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Capítulo I la sexualidad como función procreativa a la sexualidad como expresión o lenguaje de la persona; de la sexualidad como bien referido al matrimonio a la sexualidad como valor autónomo”. La sexualidad, bien entendida, además de estar marcada por la historia individual de cada quien, extiende su influjo a los diversos niveles de la vida social, económica y política, los cuales, a su vez, condicionan la vida sexual. Es obvio, entonces, que una reflexión sobre la sexualidad sólo puede elaborarse a partir de una concepción integral de la persona humana. La sexualidad va más allá de la genitalidad. Involucra todas las expresiones humanas, tanto de hombres como de mujeres, como son: la afectividad, comunicación e intimidad y convivencia; la genitalidad es una parte de la sexualidad. Nuestra sexualidad tiene sus raíces en el fondo vital, en la dimensión corpórea del ser. El dualismo, de raíces platónicas en el cual el ser humano es el alma, la conciencia, la interioridad, ha pesado tanto en occidente, sobre todo por la influencia de Descartes, que nos llevó a considerar el cuerpo como un simple instrumento al servicio de la persona. Quizás por eso no hemos sido capaces de dar un justo valor a la sexualidad, desplazándole en un cuerpo desvalorizado, contrario al alma, la parte noble y valiosa del ser humano. Hoy la antropología nos ha hecho comprender que somos una unidad sicosomática, que no tenemos un cuerpo, como quien tiene pantalones, chaqueta o cartera, sino que somos cuerpo; que nuestro yo es un yo corporizado, que en nosotros la materia está penetrada de subjetividad y por eso todo lo corporal pasa a ser personal: el sexo, el trabajo, el hambre, la sed, la alegría, la tristeza, los sueños, todo queda personalizado, fusionado en el yo que entiende y quiere. La corporeidad participa de la dignidad del yo personal. La cultura sexual contemporánea nos invita a descubrir los significados humanos de la sexualidad, leyendo este fenómeno a la luz de la persona total y del hecho fundamental de la existencia. Los primeros cuatro Padres de la Iglesia (Tertuliano, Cipriano, Ambrosio y Jerónimo), tenían una visión fundamental de la sexualidad; lo carnal 27


Rebeca Cabrera (sexual) y lo que no era (espiritual). Estos primeros Padres creían que los hombres eran espirituales y las mujeres carnales. Los hombres demostraban su santidad al mostrar su dominio sobre su propia carne. Si las mujeres aspiraban a llegar a una vida espiritual, tenían que abandonar aquellas cosas que les definían como mujeres, es decir renunciar a la lujuria, a ser tentadoras. Jerónimo decía: “... en la medida que la mujer está hecha para dar a luz y criar hijos, es diferente del hombre como el cuerpo es diferente del alma. Pero si ella desea servir a Cristo más que al mundo, entonces dejará de ser mujer y será llamada hombre”. San Agustín, con su actitud negativa -de raíces maniqueas- frente al cuerpo y al sexo, ha influido enormemente en toda la moral y ascética cristiana posteriores. El cuerpo tiene que ver con la mujer y la espiritualidad con el hombre. El cuerpo es malo y lo espiritual es bueno. El cuerpo de la mujer constituye un signo clave para la comprensión del ser humano sobre el mundo. Todo lo que sabemos y hacemos está expresado en la trama corporal de la mujer que toma formas de madre y amante, monstruo y amiga, prostituta y santa. Así lo han expresado algunos de los mitos más significativos de nuestra cultura. Ante estas premisas, es bueno rescatar el gesto profético de anunciar a Dios con rostro de mujer, de creer en Ella como dadora de vida. Sabemos que nuestro cuerpo es expresión de nuestro espíritu y del Espíritu de Dios que lo habita. Nuestro cuerpo es expresión de nuestra persona y por eso escuchamos y aprendemos con él cosas nuevas. A sabiendas que el patriarcado influye en la imagen de Dios, gracias a los significados fálicos en un mundo masculino, lo pequeño, lo blando y lo bajo (léase lo femenino) palidecen ante lo grande, lo duro y lo alto18, Dios se presenta como poderoso, grande, providente, ...como el hombre. Y siendo que el proceso de dignificación de la mujer en la sociedad pasa por el prisma de Dios, muchas veces un Dios Padre providente es desconocido y ausente de la vida de los niños, que poco a poco se acostumbran a que Dios no es útil para la vida y se puede estar sin Él. Esto es realmente grave, por lo que debemos ser capaces de leer los signos de los tiempos y empezar a atrevernos a vivir a Dios como mujer 18. NELSON J., “Abrazar la masculinidad”, p. 306.

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Capítulo I y como hombre, experiencia vital para poner la tienda divina en medio de la humanidad. Cada vez más mujeres nos vamos reconociendo como imágenes vivas de Dios y vamos encontrando en “Ella- Él” rasgos de semejanza que nos impulsan en la sociedad. Dos imágenes destacan: Dios Madre y Dios Sofía. La primera se nos ofrece como realidad divina, capaz de iluminar nuestra vida y acompañarla en su proceso hacia la plenitud, es compromiso radical con la vida. La imagen de Dios-Sofía se revela como don, alimento, ayuda y alegría, comunión y reciprocidad en torno a la mesa de Jesús, porque el feminismo asume la tarea de criticar los valores predominantemente masculinos, que se tornaron norma e intenta formular una nueva perspectiva desde las mujeres19. Si somos capaces de vivir en femenino y reconstruir la imagen de Dios como tal sin olvidar que el padre es igualmente necesario en la familia y la sociedad, estaremos caminando hacia un mundo reconciliado, donde se vivan de manera enriquecedora las relaciones entre los sexos, donde impere la ternura por encima del poder y donde el cuerpo sea lugar de manifestación de Dios. Necesitamos un “padre” que guíe nuestra vida, pero podemos correr el riesgo de permanecer siempre como menores de edad, necesitadas siempre de un hombre que dirija nuestras vidas. Es un desafío rescatar también la madre, el hermano, la hermana, el amigo, la amiga en las relaciones con Dios, pues desde allí se potenciarán las relaciones con los demás, en condiciones de igualdad y con la convicción de que el Espíritu habla a través de todos los que comuniquen la Buena Noticia. Se hace necesaria una teología femenina que reúna dos condiciones: rescatar el caudal liberador del Evangelio y revalorizar a la mujer como hija de Dios, creada a su imagen y semejanza, todo ello en confrontación crítica con las corrientes femeninas de hoy, cristianas o no y en rechazo a cualquier tipo de discriminación a otro. Sólo así será coprotagonista de la vida de la humanidad. Su destino no es estar a la saga del varón, sino a su lado, no para rivalizar con el hombre ni para desplazarlo, sino para colaborar con él, a cambiar el rumbo de la historia y construir una nueva civilización de amor, de paz y esperanza. 19. DEIFELT W., “Teoría feminista y metodología teológica”, p.179.

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Rebeca Cabrera La violencia es una realidad social. En los últimos años, la violencia contra la mujer ha conseguido un lugar, aunque no muy firme, en la agencia de las políticas globales, especialmente como tema relacionado con la salud y los derechos humanos. La Organización de Estados Americanos (OEA) estableció el Pacto Interamericano para la Prevención, Castigo y Erradicación de la Violencia contra la Mujer (1994). La sociedad ha utilizado como arma el silencio de las mujeres, bajo el influjo de mitos y prejuicios, e induce a las mujeres a reprimir la expresión de enojo o de cólera como “no femenino”, y ser dulce y comprensiva se consideran atributos atractivos, pero cuando se producen situaciones violentas dejan a la mujer desamparada y sin respuestas. No puede enfrentar al agresor ni expresar todos los sentimientos de odio y de ira. Esto aumenta la sensación de impotencia y de incapacidad para resolver el problema, causando en la mujer depresiones, trastornos psicofísicos. Muchas mujeres golpeadas tuvieron experiencias de violencia cuando eran niñas, por lo tanto la vulnerabilidad de las mujeres que provienen de hogares en las que fueron maltratadas, guarda relación con la socialización que recibieron en el ámbito familiar. Esta experiencia generalmente conduce a que las mujeres adopten actitudes de pasividad y sumisión, con una fuerte desvalorización de sí mismas, lo que, como ya hemos dicho, dificulta la posibilidad de desarrollar mecanismos para detener la violencia y defender sus derechos e integridad personal. El hombre golpeador no es aquel a quien se le va la mano por accidente, sino aquel individuo que ejerce una conducta agresiva y abusiva crónica, en lo emocional, lo físico y lo sexual, respecto de su mujer. La violencia no está constituida sólo por golpes físicos. Hay una variada gama de recursos agresivos mediante los cuales un hombre intenta resolver sus problemas. Este desgaste de energía, desgasta a la mujer dejándola muchas veces en un debilitamiento que facilita el sometimiento de ella hacia el hombre. La violencia hacia la mujer ha pasado toda barrera histórica, incluso bíblica, empezando desde el Génesis hasta el Apocalipsis, donde pericibimos imágenes de mujeres violentadas. Si hay toda una carga social que acompaña a lo largo de la vida es el modelo impuesto por la sociedad patriarcal para las mujeres, lo que facilita que las mujeres en la mayoría 30


Capítulo I de las veces no detecten muchas acciones de violencia a las que se está expuesta diariamente. En América Latina, la mayoría de los hogares tienen trasfondo cristiano. Como consecuencia, en las situaciones de violencia los mensajes inculcados por las iglesias tienen efecto en el comportamiento de las mujeres, porque los mensajes no les ayudan a enfrentarse en situaciones en las que incluso sus vidas corren peligro. La enseñanza de que el matrimonio es en “hasta que la muerte los separe” no pocas veces se convierte “hasta que él le mate”. Si las mujeres encuentran el coraje para salir del círculo de violencia, cargan con la culpa de haber roto el matrimonio. Lo que las mujeres necesitamos saber es que Dios no desea el sufrimiento en su nombre, sino que experimentemos la vida plena. 6. Situación de la mujer en el Israel bíblico La familia del Primer Testamento es endógama (la esposa pertenece al mismo clan del marido), patrilineal y patrilocal, en la que la autoridad del padre es total, con derecho a la poligamia, lo cual lesionaba los derechos de la mujer y atentaba contra el amor matrimonial, además de explicar la presencia de concubinas legales. Por otro lado, la legislación hebrea suponía el uso del repudio (cf. Lv 21,7.14), en cuyo caso los hijos permanecían con el padre, separados de la madre. La concepción peculiar sobre el adulterio (cf. Nm 5,11-31.) traía discriminación hacia la mujer, quien por otro lado no podía heredar los bienes paternos. En cuanto a los aspectos legales. • La mujer en el Primer Testamento no tiene derechos legales. • Por ser analfabeta desconoce las leyes. Estaban desprotegidas y por lo tanto excluidas de la cultura. • No participaban activamente en las ceremonias, ritos del santuario, ni estaban obligadas a cumplir las leyes sabáticas, la fiesta de la Pascua y las demás festividades religiosas. En cuanto a la legislación matrimonial. • Hasta los doce años, la niña era menor de edad. • A los doce años y medio su padre le buscaba novio (un año de noviazgo). 31


Rebeca Cabrera • Era vital su virginidad. • Al casarse viviría con la familia de su esposo. • Llama a su marido: Baal = Señor. • Salía poco de su casa, si salía usaba velo, si hablaba con un hombre después de estar comprometida era adúltera; si hablaba con un hombre en la calle sin estar comprometida era prostituta. • La mujer debe observar fidelidad conyugal. Ley del Levirato. Cuando la mujer quedaba viuda necesitaba casarse con el hermano del difunto para mantener la descendencia y conservar la tierra (cf. Dt 25,5-10). Se observa una mayor independencia en el Israel premonárquico que durante la monarquía, situación que se agrava durante la época helenística y romana. Esto rompe lo establecido desde el propio momento de la creación, en el que cuando Dios crea en alteridad igualitaria al hombre y la mujer, fungiendo de compañeros en la armónica comunidad del matrimonio. Con el pecado del cual ambos son responsables se enturbia lo límpido de las relaciones interpersonales entre los sexos. Ésa será una herencia que perseguirá a la mujer no sólo en el judaísmo, sino también en el cristianismo. Siguiendo a Mansilla20 podemos hacer un paralelismo de las experiencias femeninas anónimas con la historia de salvación que nos presenta como etapas: • Embarazada (época patriarcal), es la gestación del pueblo, tiempo de espera, silencio e ilusión. • Bebé (época exódica), se levanta, da los primeros pasos, necesita tutela porque no conoce los peligros; clama a la madre y al padre (cf. Os 11). • Niño pequeño (época de los Jueces), gesta una identidad, busca conquistar un espacio para su desarrollo, pero mantiene la dependencia de guías mayores. • Joven (etapa de Reyes), esplendor de la edad dorada, decisiones independientes, rebeldía contra Dios.

20. MANSILLA S.,-BOSH M.,-DIBO G.,Lectura popular… o.c. p. 15

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Capítulo I • Adultez (época del Exilio), etapa de asumir las consecuencias de las decisiones, añoranzas por el pasado. • Ancianidad (etapa del Judaísmo), legalidad, previsión de normas y advertencias. La memoria no pasa solamente por nuestra cabeza, sino que pasa necesariamente por el cuerpo: arrugas, dolores, estrés, embarazos, partos, enfermedades, canas, várices, cicatrices, disminución de la visión, asperezas en la piel, estrías, etc,… En el Segundo Testamento no varía mucho su posición. En las fuentes escritas del primer siglo, se enfocan las actividades reservadas a los hombres como la producción, el gobierno, las leyes, la guerra, donde las mujeres no se mencionan, a menos de que destacaran excepcionalmente21. De allí que conformaran el conglomerado de la marginación masiva de todas aquellas personas que no eran de la élite política, social o cultural. Con la consolidación del imperio romano, la estabilidad social se hizo importante, y las prácticas igualitarias provocaban cierto temor en las clases dirigentes, que veían peligrar la estructura piramidal; de allí la gran cantidad de tratados de tipo filosófico, político, económico y moral que exigían apegarse a los estereotipos establecidos, ejerciendo gran influencia en los comportamientos22. En las tradiciones griega y romana, el ordenamiento de la sociedad partía de la “casa” y destacaba tres pares de relaciones desiguales en la jerarquía doméstica: amos/esclavos, esposos/esposas, padres/hijos; los primeros debían velar por la sumisión de los segundos23. Sin embargo, la ola de nuevas influencias que irrumpió en las sociedades del siglo I, abrió una brecha entre lo público y lo privado, la casa y la calle; en especial en la esfera religiosa, donde se dieron espacios intermedios en los que participaban hombres y mujeres24 con cuotas de liderazgo propio25. 21. GADOL J., “La relación social entre los sexos, implicaciones metodológicas de la historia de las mujeres”. En Género e historia. p.124. 22. TORJESON K., When the women were priests. p.58. 23. FOULKES I., “Invisibles y desaparecidas: rescatar la historia de las anónimas”. En RIBLA 25, p.46. 24. Ibid, p.48. 25. cf. Hch 16;Rm 16.

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Índice Prólogo............................................................................................... 5 Introducción........................................................................................ 7 Capítulo I: Interpretación del problema de género............................ 11 1. Introducción a la perspectiva de género............................................ 11 2. Identidad masculina, identidad femenina, identidad humana.......... 16 3. Ideología, norma, estereotipo............................................................ 20 4. Androcentrismo y patriarcalismo....................................................... 24 5. El cuerpo como categoría de la hermenéutica feminista................... 26 6. Situación de la mujer en el Israel bíblico............................................ 31 Capítulo II: La mujer en el Pentateuco............................................... 40 1. Antropología en los relatos creacionales (Gn 1-3)............................. 41 2. Matriarcas y patriarcas. Sara, Agar (Gn 16.20) e Irit (Gn 19)............. 65 3. Las mujeres del Éxodo (Ex 1,15-21; 2,1-10; 16-22; Nm 12)................ 81 4. Reglas de pureza e impureza (Lv 15).................................................. 83 5. Hijas de Selofhad (Nm 27,1-11).......................................................... 87 Capítulo III: La mujer en Josué y Jueces.............................................. 89 1. Rajab (Jos 2,1-22; 6,17.22-25)............................................................ 89 2. Una mujer escarlata: Dalila (Jc 16,4ss )............................................. 91 3. La mujer del levita (Jc 19)................................................................... 92 Capítulo IV: La mujer en los libros históricos.................................... 105 1. El valor del vientre............................................................................ 105 2. Atalía y Jezabel................................................................................. 109 3. Mikol y Abigail.................................................................................. 111 Capítulo V: La mujer profetisa......................................................... 114 1. Myriam, Débora, esposa de Isaías, Julda, Noadías........................... 115 2. Ana, las hijas de Felipe..................................................................... 131 Capítulo VI: La mujer en la literatura sapiencial............................... 134 1. La mujer en el Post-exilio................................................................. 134 2. Mujeres que usan sus dones al servicio del pueblo: Rut, Judit, Esther......... 144 270


3. La sulamita del Cantar...................................................................... 154 4. Las mujeres en Proverbios ( 5, 31), Qohelet (7,26-29).................... 163 5. Eclesiástico (9,1-9; 25,13.16-23; 26,1-18; 36,21-27; 42,9-14).......... 167 6. Sabiduría (3,13)................................................................................ 172 Capítulo VII: La mujer en los Evangelios y Hechos de los Apóstoles.. 174 1. Mujeres que siguen a Jesús.............................................................. 174 2. María, primera discípula.................................................................. 178 3. La mujer líder en el período apostólico............................................ 181 4. La mujer líder en el período sub-apostólico.................................... 183 Capítulo VIII: Las parábolas en femenino......................................... 185 1. Las parábolas y las relaciones de género......................................... 185 2. La levadura (Mt 13,33) y la moneda perdida (Lc 15,8-10)................ 187 3. Las diez vírgenes (Mt25,1-13).......................................................... 188 4. La viuda y el juez (Lc 18,1-8)............................................................. 190 5. El óbolo de la viuda (Lc).................................................................... 192 Capítulo IX: Jesús, mujeres, milagros y algo más............................. 195 1. Mujer encorvada (Lc 13,10-17)....................................................... 195 2. Mujer sirofenicia . ........................................................................... 197 3. Mujer samaritana............................................................................ 201 4. Mujer adúltera . .............................................................................. 205 5. Marta y María................................................................................. 208 6. María Magdalena............................................................................. 210 Capítulo X: Las mujeres en la literatura paulina y joánica................ 215 1. La mujer en las cartas protopaulinas................................................ 215 2. La mujer en las cartas deuteropaulinas y pastorales....................... 239 3. La mujer del Apocalipsis................................................................... 245 4. El valor de las comunidades caseras................................................ 249 Capítulo XI: La mujer hoy................................................................. 254 1. Seguir a Jesús, ¿para qué? Discipulado femenino hoy..................... 254 Bibliografía general.............................................................................. 261

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