Año XLVII - Domingo de Ramos /A - 13 de Abril de 2014
Remesa III - Nº 20
J
LO MATARON POR NO RESIGNARSE
esús no se resignó a que Dios fuera sólo de los buenos. Era también de los pecadores. Los buscó para ofrecerles el perdón. No como olvido. Sino como oportunidad de rehacer la vida. Sus enemigos no le perdonaron que anduviera con los pecadores y comiera con ellos. Jesús no se resignó a las interpretaciones que hacían de la Ley. A que prohibieran hacer el bien el día sábado. Sus enemigos no le perdonaron sus “violaciones” de la ley del sábado. Jesús no se resignó a que hicieran del Templo una cueva de ladrones. Los sacó con un látigo. Sus enemigos no le perdonaron ese acto. Jesús no se resignó a las leyes de la pureza. Les dijo: “Nada de lo que entra de afuera puede hacer impuro ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el al hombre. Lo que sale del corazón del que viene en el nombre del Señor! (Cfr. Mt 21,9) hombre es lo que lo hace impuro. Sus enemigos lo declararon pecador. Jesús no se resignó a que en la sociedad mandara el dinero. “No pueden servir a Dios y al dinero”. Los fariseos, que eran amigos del dinero, oyeron todo esto, y se burlaron de Jesús. Jesús no se resignó a que Dios fuera sólo de los judíos. Vio la fe que había fuera de Israel. Descubrió que Dios no había elegido al pueblo de Israel para privilegiarlo. Sino para dar a conocer su amor a todos los pueblos. Israel era su pueblo. Y los demás también. Sus enemigos lo llamaron samaritano. Una cosa es la voluntad de Dios. “Hágase tu voluntad”. Y otra cosa es la voluntad de los poderosos. La pasión de Jesús no nos enseña a resignarnos a esas opresiones. La pasión nos enseña el amor que Dios nos tiene. El amor de Jesús que da su vida por nosotros. Para que con su ayuda nosotros luchemos por un mundo en el que haya vida para todos. P. Jean Pierre Wyssenbach, S.J. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Sal 21)