Calendario Litúrgico - Abril 2014
IV Semana de Cuaresma 1 M Feria, Ez 47,1-9.12; Sal 45; Jn 5,1-3.5-16.
Santo - Misa Crismal: Is 17 J Jueves 61,1-3.6.8-9; Sal 88; Ap 1,5-8; Lc 4,16-21.
IV Semana de Cuaresma 2 M Feria, o Conm. de San Francisco de
Santo de la Pasión del 18 V Viernes Señor - Is 52,13-53,12; Sal 30; Heb
Paula, ermitaño - Is 49,8-15; Sal 144; Jn 5,17-30.
3 J
Feria, IV Semana de Cuaresma - Éx 32,7-14; Sal 105; Jn 5,31-47.
4 V
Feria, IV Semana de Cuaresma o Conm. de San Isidoro, Ob. y Doc. - Sab 2,1.12-22; Sal 33; Jn 7,1-2.10.25-30.
5 S
Feria, IV Semana de Cuaresma o Conm. de San Vicente Ferrer, Presbítero - Jer 11,18-20; Sal 7; Jn 7,40-53.
Domingo de Cuaresma /A - Ez 6 D V37,12-14; Sal 129; Rom 8,8-11; Jn
4,14-16; 5,7-9; Jn 18,1-19,42.
Santo, Vigilia Pascual 19 S Sábado de la Resurrección del Señor
- Gén 1,1-2,2; Sal 103; Gén 22,1-18; Sal 15; Éx 14,15-15; Sal (Éx 15); Is 54,5-14; Sal 29; Is 55,1-11; Sal (Is 12); Bar 3,915.32-4,4; Sal 18; Ez 36,16-28; Sal 41 y 42; Rom 6,3-11; Sal 117; Mt 28,1-10.
I
de Pascua de la 20 D Domingo P Resurrección del Señor /A He 10,34.37-43; Sal 117; Col 3,1-4; Secuencia; Jn 20,1-9.
11,1-45.
V Semana de Cuaresma o 7 L Feria, Conm. de San Juan Bautista de la Salle, Presbítero - Dn 13,1-9.1517.19-30.33-62; Sal 22; Jn 8,1-11.
V Semana de Cuaresma 8 M Feria, Núm 21,4-9; Sal 101; Jn 8,21-30. V Semana de Cuaresma 9 M Feria, Dan 3,14-20.49-50.91-92.95; Sal (Dn 3); Jn 8,31-42.
V Semana de Cuaresma 10 J Feria, Gén 17,3-9; Sal 104; Jn 8,51-59. V Semana de Cuaresma o 11 V Feria, Conm. de Nuestra Señora de los Dolores - Jer 20,10-13; Sal 17; Jn 10,31-42.
V Semana de Cuaresma 12 S Feria, - Ez 37,21-28; Sal (Jer 31); Jn 11,45-57.
de Ramos /A - Ben- P 13 D Domingo dición de las Palmas: Mt 21,111 - Misa: Is 50,4-7; Sal 21; Flp 2,6-11; Mt 26,14-27,66.
Santo - Is 42,1-7; Sal 26; Jn 14 L Lunes 12,1-11. Santo - Is 49,1-6; Sal 70; 15 M Martes Jn 13,21-33.36-38.
16 M
Miércoles Santo - Is 50,4-9; Sal 68; Mt 26,14-25.
21 L Lunes de la Octava de Pascua He 2,14.22-33; Sal 15; Mt 28,1-15.
de la Octava de 22 M Martes Pascua - He 2,36-41; Sal 32; Jn 20,11-18. 23 MPascua Miércoles de la Octava de - He 3,1-10; Sal 104; Lc 24,13-35. de la Octava de Pascua 24 J Jueves He 3,11-26; Sal 8; Lc 24,35-48. de la Octava de Pascua 25 V Viernes He 4,1-12; Sal 117; Jn 21,1-14. de la Octava de 26 S Sábado Pascua - He 4,13-21; Sal 117; Mc 16,9-15.
Domingo de Pascua de la II 27 D IIDivina Misericordia /A - He 2,42-47; Sal 117; 1Pe 1,3-9; Jn 20,19-31.
o Memoria de San 28 L Feria Pedro Chanel, Presbítero He 4,23-31; Sal 2; Jn 3,1-8.
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Catalina de Siena, M Santa Virgen y Doctora - He 4,3237; Sal 92; Jn 3,5.7-15.
o Memoria de San Pío V, 30 M Feria Papa - He 5,17-26; Sal 33; Jn 3,16-21.
S = Solemnidad; F = Fiesta; M = Memoria; ML = Memoria Libre; Liturgia de las horas: I = Primera Semana; II = Segunda Semana; III = Tercera Semana; IV Cuarta Semana; P = Propio
“PAN DIARIO DE LA PALABRA” Misal mensual - Para vivir la liturgia diaria - Año XXI - Nº 245 Abril 2014 - Ciclo “A” Bs.F. 35,00 El Misal mensual es editado por San Pablo Ediciones de Venezuela
CON LA APROBACIÓN ECLESIÁSTICA Nihil Obstat S.E. Freddy Jesús Fuenmayor Suárez Obispo de los Teques y Presidente de la Comisión Episcopal de Liturgia de la C.E.V. Los Teques, 28 de Noviembre de 2014
Director: Ángel Vagnoni, ssp. spediciones@cantv.net publicaciones@sanpablo.org.ve
Imprimatur S.E. Card. Jorge Urosa Savino, Arzobispo de Caracas
Sub-Director: Martino Maccapani, ssp. spediciones@cantv.net publicaciones@sanpablo.org.ve
Caracas, 10 de Diciembre de 2014
Coordinación: July Zambrano Comentarios: Antonio Danoz, Redentorista Portada y diagramación: Dora González Corrección: July Zambrano, Hno. Manuel Martínez, ssp. Distribución: Telf: (0212) 962.73.33 - 962.73.87 - 962.73.90 Fax: 962.73.89 distribuidora@sanpablo.org.ve suscripciones@sanpablo.org.ve familiacristiana@sanpablo.org.ve Administración: Apartado de Correos 14.034 de Candelaria Telfs.: (0212) 576.76.62 577.10.24 - Fax: 576.93.34 cobranzas@sanpablo.org.ve Rif: J-00063835-7 Web site: http: //www.sanpablo.org.ve Depósito Legal: pp 92-0517
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ORDINARIO DE LA MISA I. Ritos Iniciales
1.1 SALUDO S. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. A. Amén. Tiempo de Cuaresma
S. La gracia y el amor de Jesucristo, que nos llama a la conversión, estén con todos ustedes. Tiempo de Pascua
S. El Dios de la vida, que ha resucitado a Jesucristo, rompiendo las ataduras de la muerte, esté con todos ustedes. El pueblo responde con una de las siguientes fórmulas
1. Y con tu espíritu. 2. Bendito seas por siempre, Señor. 3. Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo. 1.2 ACTO PENITENCIAL S. Hermanos: Para celebrar dignamente estos sagrados misterios, reconozcamos nuestros pecados. (o bien)
El Señor Jesús, que nos invita a la mesa de la Palabra y de la Eucaristía, nos llama ahora a la conversión. Reconozcamos, pues, que somos pecadores e invoquemos con esperanza la misericordia de Dios. Breve silencio
S. Yo confieso… A. …ante Dios todopoderoso y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes, hermanos, que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor. S. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. A. Amén. Tiempo de Cuaresma
S. Tú que nos has hecho renacer por el agua y el Espíritu: Señor, ten piedad. R. Señor, ten piedad.
Ordinario de la Misa / Liturgia de la Palabra
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S. Tú que enviaste al Espíritu Santo para crear en nosotros un corazón nuevo: Cristo, ten piedad. R. Cristo, ten piedad. S. Tú que eres el autor de la salvación eterna: Señor, ten piedad. R. Señor, ten piedad. (Cincuentena pascual) S. Tú que has destruido el pecado y la muerte con tu resurrección: Señor, ten piedad R. Señor, ten piedad. S. Tú que has renovado la creación entera con tu resurrección: Cristo, ten piedad. R. Cristo, ten piedad. S. Tú que das la alegría a los vivos y a los muertos con tu resurrección: Señor, ten piedad. R. Señor, ten piedad. Luego, si la Liturgia del día lo prescribe, se canta o se dice el Gloria
1.3 HIMNO (Durante la Cuaresma no se dice el Gloria) 1.4 ORACIÓN COLECTA Breve silencio, durante el cual cada uno ofrece sus intenciones personales al Señor. Después el celebrante ofrece la oración de la comunidad a Dios Padre, por la intercesión de Jesucristo y todos contestan. A. Amén.
II. Liturgia de la Palabra 2.1 PRIMERA LECTURA Se toma de la Historia del Pueblo de Israel, Antiguo Testamento, o de los escritos de los apóstoles Al final de la lectura
L. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor. Se proclama el salmo y el pueblo intercala la respuesta. Si hay segunda lectura se lee como la primera. Sigue la aclamación antes del Evangelio o Aleluya.
2.2 EVANGELIO Evangelio quiere decir: “Buena noticia”. En efecto, narra algún aspecto de la vida o de las enseñanzas de Jesucristo
S. El Señor esté con ustedes. A. Y con tu espíritu. S. Lectura del santo Evangelio según… A. Gloria a ti, Señor. Al final de la lectura
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Ordinario de la Misa / Liturgia de la Palabra
S. Palabra del Señor. A. Gloria a ti, Señor Jesús. 2.3 PROFESIÓN DE FE Es un resumen de la doctrina católica. Se canta o recita los domingos y solemnidades Credo de los Apóstoles
S. Creo en Dios,… A. … Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén. Símbolo niceno-constantinopolitano
S. Creo en un solo Dios,… A. … Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato, padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén. 2.4 ORACIÓN DE LOS FIELES El sacerdote invita a los fieles a orar. Una persona lee las intenciones y el pueblo contesta
A. Te lo pedimos, Señor.
Ordinario de la Misa / Liturgia Eucarística / Prefacios
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El sacerdote culmina con una oración y los fieles contestan: Amén
III. Liturgia Eucarística 3.1. PREPARACIÓN DE LAS OFRENDAS Se llevan al altar el pan y el vino
S. Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros pan de vida. A. Bendito seas por siempre, Señor. S. Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este vino, fruto de la vid y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros bebida de salvación. A. Bendito seas por siempre, Señor. 3.2. OREN, HERMANOS S. Oren, hermanos, para que este sacrificio, mío y de ustedes, sea agradable a Dios, Padre todopoderoso. o bien
En el momento de ofrecer el sacrificio de toda la Iglesia, oremos a Dios, Padre todopoderoso. o bien
Oren, hermanos, para que, llevando al altar los gozos y las fatigas de cada día, nos dispongamos a ofrecer el sacrificio agradable a Dios, Padre todopoderoso. A. El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia. 3.3. ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS El celebrante dice la oración en nombre de la asamblea y el pueblo contesta: Amén
3.4. PREFACIO Prefacio de Cuaresma II S. El Señor esté con ustedes. A. Y con tu espíritu. S. Levantemos el corazón. A. Lo tenemos levantado hacia el Señor. S. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. A. Es justo y necesario.
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Ordinario de la Misa / Prefacios
S. En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque misericordiosamente estableciste este tiempo especial de gracia para que tus hijos busquen de nuevo la pureza del corazón y así, libres de todo afecto desordenado, de tal manera se apliquen a las realidades transitorias, que más bien pongan su corazón en las que duran para siempre. Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria: A. Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo. Prefacio de Cuaresma III S. En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque has querido que en nuestras privaciones voluntarias encontremos un motivo para bendecirte, ya que nos ayudan a refrenar nuestras pasiones desordenadas y, al darnos ocasión de compartir nuestros bienes con los necesitados, nos hacen imitadores de tu generosidad. Por eso, con todos los ángeles, te glorificamos y te aclamamos diciendo: A. Santo, Santo, Santo… Prefacio de la Pasión del Señor II S. En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor. Porque se acercan ya los días santos de la pasión salvadora y la gloriosa resurrección de Jesucristo nuestro Señor, en los que celebramos su triunfo sobre la soberbia del demonio y recordamos el misterio de nuestra redención. Por eso, los ángeles te cantan con júbilo eterno y nosotros nos unimos a sus voces, cantando humildemente tu alabanza: A Santo, Santo, Santo… Prefacio de Pascua I S. En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor, pero más que nunca (en esta noche) (en este día) (en este tiempo), en que Cristo, nuestra Pascua, fue inmolado. Porque él es el Cordero de Dios que quitó el pecado del mundo: muriendo, destruyó nuestra muerte, y resucitando, restauró la vida. Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan sin cesar el himno de tu gloria. A Santo, Santo, Santo…
Ordinario de la Misa / Plegaria Eucarística II
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3.5 PLEGARIA EUCARÍSTICA II S. El Señor esté con ustedes. R. Y con tu espíritu. S. Levantemos el corazón. R. Lo tenemos levantado hacia el Señor. S. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R. Es justo y necesario. S. En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias, Padre santo, siempre y en todo lugar, por Jesucristo, tu Hijo amado. Por él, que es tu Palabra, hiciste todas las cosas; tú nos lo enviaste para que, hecho hombre por obra del Espíritu Santo y nacido de María, la Virgen, fuera nuestro Salvador y Redentor. Él, en cumplimiento de tu voluntad, para destruir la muerte y manifestar la resurrección, extendió sus brazos en la cruz, y así adquirió para ti un pueblo santo. Por eso, con los ángeles y los santos, proclamamos tu gloria, diciendo: A. Santo, Santo, Santo… S. Santo eres en verdad, Señor, fuente de toda santidad; por eso te pedimos que santifiques estos dones con la efusión de tu Espíritu, de manera que sean para nosotros Cuerpo + y Sangre de Jesucristo, nuestro Señor. El cual, cuando iba a ser entregado a su Pasión, voluntariamente aceptada, tomó pan, dándote gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: “TOMAD Y COMED TODOS DE ÉL, PORQUE ESTO ES MI CUERPO, QUE SERÁ ENTREGADO POR VOSOTROS”. Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dándote gracias de nuevo, lo pasó a sus discípulos, diciendo: “TOMAD Y BEBED TODOS DE ÉL, PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE, SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA, QUE SERÁ DERRAMADA POR VOSOTROS Y POR TODOS LOS HOMBRES PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS. HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA”. (Luego el celebrante dice una de las siguientes fórmulas)
a. S. Éste es el sacramento de nuestra fe. O bien:
S. Éste es el Misterio de la fe. (Y el pueblo responde):
A. Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡Ven, Señor Jesús! o bien
b. S. Aclamad el Misterio de la redención. (Y el pueblo responde):
A. Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.
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Ordinario de la Misa / Plegaria Eucarística II
o bien
c. S. Cristo se entregó por nosotros. (Y el pueblo responde):
A. Por tu cruz y resurrección nos has salvado, Señor. S. Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la muerte y resurrección de tu Hijo, te ofrecemos el pan de vida y el cáliz de salvación, y te damos gracias porque nos haces dignos de servirte en tu presencia. Te pedimos humildemente que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo. Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra; (En los domingos, cuando no hay otro recuerdo más propio, puede decirse)
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra y reunida aquí en el domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida inmortal; y con el Papa Francisco, con nuestro Obispo N. y todos los pastores que cuidan de tu pueblo, llévala a su perfección por la caridad. (En la misa por los difuntos)
Recuerda a tu hijo (hija) N., a quien llamaste (hoy) de este mundo a tu presencia; concédele que, así como ha compartido ya la muerte de Jesucristo, comparta también con él la gloria de la resurrección. Acuérdate también de nuestros hermanos que se durmieron en la esperanza de la resurrección, y de todos los que han muerto en tu misericordia; admítelos a contemplar la luz de tu rostro. Ten misericordia de todos nosotros, y así, con María, la Virgen Madre de Dios, los apóstoles y cuantos vivieron en tu amistad a través de los tiempos, merezcamos, por tu Hijo Jesucristo, compartir la vida eterna y cantar tus alabanzas. Por Cristo, con él y en él, a ti. Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. A. Amén. IV. Rito de la Comunión 4.1 ORACIÓN DEL SEÑOR S. Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:
Ordinario de la Misa / Plegaria Eucarística II / Rito de la Comunión
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Todos: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. S. Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo. A. Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor. 4.2 RITO DE LA PAZ Después el sacerdote con las manos extendidas, dice:
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: “La paz les dejo, mi paz les doy”, no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. A. Amén. Si el sacerdote lo juzga oportuno, dice:
Dense fraternalmente la paz. Según la costumbre del lugar, se dan la paz
4.3 FRACCIÓN DEL PAN Mientras el sacerdote hace la fracción de la hostia, se canta o se dice A. Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros. Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros. Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz. A continuación el sacerdote, con las manos juntas, dice en secreto
Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que por voluntad del Padre, cooperando el Espíritu Santo, diste con tu muerte la vida al mundo, líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre, de todas mis culpas y de todo mal. Concédeme cumplir siempre tus mandamientos y jamás permitas que me separe de ti. 4.4 COMUNIÓN S. Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
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Ordinario de la Misa / Rito de la Comunión / Rito de Despedida
A. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme. S. El cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna. A. Amén. 4.5 ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN S. Oremos. El sacerdote dice la oración y al final el pueblo aclama: Amén V. Rito de Despedida S. El Señor esté con ustedes. A. Y con tu espíritu. S. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes. A. Amén. 5.1 DESPEDIDA S. Anuncien a todos la alegría del Señor resucitado. Pueden ir en paz.
Intenciones Universal y Evangelización del Santo Padre para el mes de Abril 2014 Universal: Ecología y justicia. Para que los gobernantes promuevan el cuidado de la creación y la justa distribución de los bienes y recursos naturales. Evangelización: Esperanza para quien sufre. Para que el Señor Resucitado llene de esperanza el corazón de quienes sufren el dolor y la enfermedad.
Liturgia del mes de Abril, 2014
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de Abril - Martes, Feria, IV Semana de Cuaresma Liturgia de las Horas: Feria, IV Sem. del Salt. - Color Mo
El que se mueva en el torrente vivirá Ezequiel anuncia el nuevo resurgir del pueblo, después de superar las desgracias que han caído sobre sus habitantes. Para manifestar este resurgir, acude a dos símbolos de gran relevancia bíblica: el templo y el agua. El templo, habitado por la gloria de Dios, es el signo visible de su presencia en medio del pueblo. Del lugar sagrado mana un torrente abundante de agua, que se convierte en un río en crecida, hasta el punto que no se puede atravesar. El agua en la Biblia es signo de vida. Por donde pasa el torrente crecen los árboles en abundancia; sus aguas se llenan de peces. Las aguas del torrente son signo de purificación. Hasta las aguas saladas del Mar Muerto serán saneadas. Son además, signo de vida. En el torrente crecerán árboles que darán frutos nuevos. Dios regenera al pueblo por medio del torrente de vida que mana del templo. “Todos los seres vivientes que se muevan por donde pasa el torrente vivirán” (Ez 47,9). Donde reinaba la esterilidad y la muerte, Dios ha hecho brotar la vida. El autor del Apocalipsis acude a este mismo simbolismo del templo y del agua. Invita al que tiene sed, “a beber gratuitamente del manantial de la vida” (Ap 21,6). Jesús te ha sanado, no vuelvas a pecar El evangelio de Juan, menciona varias subidas de Jesús a Jerusalén para participar en las principales fiestas judías: la fiesta de la Pascua (Jn 6,4); la fiesta de las Chozas (Jn 7,2); fiesta de la Dedicación (Jn 10,22). Cinco días antes de la Pascua realizará el último viaje para celebrar la Pascua definitiva (Jn 12,12). En la presente ocasión no se indica de qué fiesta se trata. Con motivo de esta subida a la fiesta, Jesús realiza uno de los grandes signos que narra este evangelio: la sanación del enfermo que llevaba treinta y ocho años junto a la piscina cercana al templo. El signo del agua, que había tenido gran protagonismo en el episodio de la mujer samaritana, vuelve aquí al primer plano. Para la mujer, Jesús se convirtió en “manantial que brota dando vida eterna” (Jn 4,14). En este caso, no fue el agua a la que se atribuye una virtud sanadora, la que sanó al enfermo. Jesús se convierte para él en el “agua sanadora”: “Levántate, toma tu camilla y camina” (Jn 5,8). Jesús en persona es quien explica a la persona que ha sanado el verdadero sentido del signo que ha realizado: “Mira que has sido sanado. No vuelvas a pecar” (Jn 5,14). Estas mismas palabras nos dirige a nosotros Jesús durante la Cuaresma. P. Antonio Danoz, redentorista
1. Antífona de entrada Todos los que están sedientos, vengan por agua, dice el Señor; aunque no
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1 de Abril - Martes, Feria, IV Semana de Cuaresma
tengan dinero, vengan a beber con alegría (Is 55,1). 2. Oración colecta Que los sacrificios y oraciones cuaresmales dispongan, Señor, a tus hijos para celebrar dignamente el misterio pascual y transmitir al mundo el feliz anuncio de la salvación. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura (Ez 47,1-9.12) Lectura del libro del profeta Ezequiel En aquellos tiempos, un hombre me llevó a la entrada del templo. Por debajo del umbral manaba agua hacia el oriente, pues el templo miraba hacia el oriente, y el agua bajaba por el lado derecho del templo, al sur del altar. Luego me hizo salir por el pórtico del norte y dar la vuelta hasta el pórtico que mira hacia el oriente, y el agua corría por el lado derecho. Aquel hombre salió hacia el oriente, y con la cuerda que tenía en la mano, midió quinientos metros y me hizo atravesar por el agua, que me daba a los tobillos. Midió otros quinientos metros y me hizo pasar; el agua me daba a las rodillas. Midió quinientos más y me hizo cruzar; el agua me daba a la cintura. Era ya un torrente que yo no podía vadear, pues habían crecido las aguas y no se tocaba el fondo. Entonces me dijo: “¿Has visto, hijo de hombre?” Después me hizo volver a la orilla del torrente, y al mirar hacia atrás, vi una gran cantidad de árboles en una y otra orilla. Aquel hombre me dijo: “Estas aguas van hacia la región oriental; bajarán hasta el Arabá,
entrarán en el mar de aguas saladas y lo sanearán. Todo ser viviente que se mueva por donde pasa el torrente, vivirá; habrá peces en abundancia, porque los lugares a donde lleguen estas aguas quedarán saneados y por dondequiera que el torrente pase, prosperará la vida. En ambas márgenes del torrente crecerán árboles frutales de toda especie, de follaje perenne e inagotables frutos. Darán frutos nuevos cada mes, porque los riegan las aguas que manan del santuario. Sus frutos servirán de alimento y sus hojas, de medicina”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R Con nosotros está Dios, el Señor. L Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, quien en todo peligro nos socorre. Por eso no tememos, aunque tiemble, y aunque al fondo del mar caigan los montes /R L Un río alegra a la ciudad de Dios, su morada el Altísimo hace santa. Teniendo a Dios, Jerusalén no teme, porque Dios la protege desde el alba /R L Con nosotros está Dios, el Señor; es el Dios de Israel nuestra defensa. Vengan a ver las cosas sorprendentes que ha hecho el Señor sobre la tierra /R (Sal 45). 5. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Crea en mí, Señor, un corazón puro y devuélveme tu salvación, que regocija. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús (Sal 50,12.14).
2 de Abril - Miércoles, Feria, IV Semana de Cuaresma
6. Evangelio (Jn 5,1-3.5-16) Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor Era un día de fiesta para los judíos, cuando Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las Ovejas, una piscina llamada Betesdá, en hebreo, con cinco pórticos, bajo los cuales yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos. Entre ellos estaba un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Al verlo ahí tendido y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo en tal estado, Jesús le dijo: “¿Quieres curarte?” Le respondió el enfermo: “Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua. Cuando logro llegar, ya otro ha bajado antes que yo”. Jesús le dijo: “Levántate, toma tu camilla y anda”. Al momento el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar. Aquel día era sábado. Por eso los judíos le dijeron al que había sido curado: “No te es lícito cargar tu camilla”. Pero él contestó: “El que me curó me dijo: ‘Toma tu camilla y anda’”. Ellos le preguntaron: “¿Quién es el que te dijo: ‘Toma tu camilla y anda’?” Pero el que había sido curado no lo sabía, porque Jesús había desaparecido entre la muchedumbre. Más tarde lo encontró Jesús
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en el templo y le dijo: “Mira, ya quedaste sano. No peques más, no sea que te vaya a suceder algo peor”. Aquel hombre fue y les contó a los judíos que el que lo había curado era Jesús. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 7. Oración sobre las ofrendas Acepta, Señor, los dones que tu providencia nos ha dado para sostén de nuestra vida mortal y conviértelos, para nosotros, en alimento que da la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas (Sal 22,1-2). 9. Oración después de la comunión Que este sacramento, Señor, purifique y renueve nuestro espíritu e infunda en nuestro cuerpo la fuerza necesaria para vivir y morir cristianamente. Por Jesucristo, nuestro Señor. Dios te ha hablado y te pregunta: Después de tanto tiempo, ¿te acercarás a Jesús para ser sanado?
de Abril - Miércoles, Feria, IV Semana de Cuaresma Liturgia de las Horas: Feria, IV Sem. del Salt. - Color Mo
Los que están en tinieblas vengan a la luz Después de presentar al principio del segundo “canto del siervo”, la misión que Dios le ha confiado, Isaías prosigue: “Dice el Señor: En tiempo de gracia
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te he respondido, en el día de la salvación te he auxiliado” (Is 49,8). El Señor especifica aún más la tarea que confía al siervo, para este tiempo de gracia que concede al pueblo. En primer lugar, él es un signo permanente de la alianza que Dios ha establecido con el pueblo, a pesar de sus infidelidades. A base de diversos signos, revela la renovación completa del país. A los que viven en tinieblas les grita: “Vengan a la luz”; a los que tienen sed los guiará a manantiales de agua; y nivelará los senderos, para que transiten sin tropiezo por sus caminos. “El Señor consuela a su pueblo y se compadece de los desamparados” (Is 49,13). En un gesto de extrema ternura, el profeta pone en boca de Dios estas palabras: “Aunque una madre se olvide del hijo de sus entrañas, yo no te olvidaré” (Is 49,15). ¿Qué nos retiene para volvernos a Dios, que nos espera con los brazos abiertos? Lo que hace el Padre, lo hace igualmente el Hijo La sanación del enfermo que se hallaba en la piscina que está junto al templo, desembocó en un enfrentamiento de los judíos con Jesús. Manifestaron deseos de matarlo. Dos acusaciones lanzaron contra él: violaba el sábado y se igualaba a Dios, llamándolo Padre suyo. La respuesta de Jesús es rotunda y clarificadora: “Él no hace nada por su cuenta… Lo que hace el Padre lo hace igualmente el Hijo” (Jn 5,19). Señala una serie de acciones que revelan su condición de Hijo de Dios. Primero: “Como el Padre resucita los muertos y les da vida, del mismo modo el Hijo también da vida (Jn 5,21). En segundo lugar, la condición de juez que es propia de Dios, el Padre ha confiado al Hijo la tarea de juzgar, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. Quien no honra al Hijo, no honra al padre que lo envió (Jn 5,22-23). Para alcanzar la vida eterna que Jesús anuncia, hay que creer en Dios que lo envió, y hay que creer en la palabra de su enviado, que es Jesús. Estos formarán parte del grupo de aquellos que oirán la voz del Hijo de Dios y vivirán. P. Antonio Danoz, redentorista
1. Antífona de entrada Ahora, Señor, que estás dispuesto a escucharme, elevo a ti mi súplica: Respóndeme, Dios mío, según tu gran amor y tu fidelidad a las promesas (Sal 68,14). 2. Oración colecta Señor, tú que recompensas al justo y perdonas al pecador que se arrepiente, ten piedad de nosotros, para que la humilde confesión de nuestras faltas nos obtenga tu perdón. Por nuestro Señor Jesucristo.
3. 1ª Lectura (Is 49,8-15) Lectura del libro del profeta Isaías Esto dice el Señor: “En el tiempo de la misericordia te escuché, en el día de la salvación te auxilié. Yo te formé y te he destinado para que seas alianza del pueblo: para restaurar la tierra, para volver a ocupar los hogares destruidos, para decir a los prisioneros: ‘Salgan’, y a los que están en tinieblas: ‘Vengan a la luz’. Pastarán de regreso a lo largo de todos los caminos, hallarán pasto hasta en las dunas del desierto. No sufrirán hambre ni sed, no los afli-
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girá el sol ni el calor, porque el que tiene piedad de ellos los conducirá a los manantiales. Convertiré en caminos todas las montañas y pondrán terraplén a mis calzadas. Miren: éstos vienen de lejos; aquéllos, del norte y el poniente, y aquéllos otros, de la tierra de Senim. Griten de alegría, cielos; regocíjate, tierra; rompan a cantar, montañas, porque el Señor consuela a su pueblo y tiene misericordia de los desamparados. Sión había dicho: ‘El Señor me ha abandonado, el Señor me tiene en el olvido’. ¿Puede acaso una madre olvidarse de su creatura hasta dejar de enternecerse por el hijo de sus entrañas? Aunque hubiera una madre que se olvidara, yo nunca me olvidaré de ti”, dice el Señor todopoderoso. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R El Señor es compasivo y misericordioso. L El Señor es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y generoso para perdonar. Bueno es el Señor para con todos y su amor se extiende a todas sus creaturas /R L El Señor es siempre fiel a sus palabras y bondadoso en todas sus acciones. Da su apoyo el Señor al que tropieza y al agobiado alivia /R L Siempre es justo el Señor en sus designios y están llenas de amor todas sus obras. No está lejos de aquellos que lo buscan; muy cerca está el Señor, de quien lo invoca /R (Sal 144).
5. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
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Yo soy la resurrección y la vida, dice el Señor; el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús (Jn 11,25.26). 6. Evangelio (Jn 5,17-30) Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos (que lo perseguían por hacer curaciones en sábado): “Mi Padre trabaja siempre y yo también trabajo”. Por eso los judíos buscaban con mayor empeño darle muerte, ya que no sólo violaba el sábado, sino que llamaba Padre suyo a Dios, igualándose así con Dios. Entonces Jesús les habló en estos términos: “Yo les aseguro: El Hijo no puede hacer nada por su cuenta y sólo hace lo que le ve hacer al Padre; lo que hace el Padre también lo hace el Hijo. El Padre ama al Hijo y le manifiesta todo lo que hace; le manifestará obras todavía mayores que éstas, para asombro de ustedes. Así como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así también el Hijo da la vida a quien él quiere dársela. El Padre no juzga a nadie, porque todo juicio se lo ha dado al Hijo, para que todos honren al Hijo, como honran al Padre. El que no honra al Hijo tampoco honra al Padre. Yo les aseguro que, quien escucha mi palabra y cree en el que me envió, tiene vida eterna y no será condenado en el juicio, porque ya pasó de la muerte a la vida. Les aseguro que viene la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la hayan oído vivirán. Pues así como
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el Padre tiene la vida en sí mismo, también le ha dado al Hijo tener la vida en sí mismo; y le ha dado el poder de juzgar, porque es el Hijo del hombre. No se asombren de esto, porque viene la hora en que todos los que yacen en la tumba oirán mi voz y resucitarán: los que hicieron el bien para la vida; los que hicieron el mal, para la condenación. Yo nada puedo hacer por mí mismo. Según lo que oigo, juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió”. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús.
santidad de vida. Por Jesucristo, nuestro Señor.
7. Oración sobre las ofrendas Que el poder de este sacrificio elimine en nosotros las consecuencias del pecado y nos haga crecer en
Dios te ha hablado, y te pregunta: ¿Tienes como lema: Yo hago lo que veo hacer a Jesús?
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8. Antífona de la comunión Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él (Jn 3,17). 9. Oración después de la comunión No permitas, Señor, que el sacramento que hemos recibido, vaya a ser motivo de condenación, pues tu providencia lo ha instituido para salvación nuestra. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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Se han desviado del camino que les había señalado Desde antes de la liberación de la esclavitud en Egipto, Dios se había comprometido con su pueblo. Mantenía viva la promesa: “Multiplicaré su descendencia como las estrellas del cielo” (Éx 32,13). No sucedió lo mismo con el pueblo. En más de una ocasión, se había desviado del camino que Dios le había señalado. El Señor acusa al pueblo con el que había hecho una alianza después de su liberación: “Veo que este pueblo es un pueblo testarudo” (Éx 7,9). Varias habían sido las ocasiones en que el pueblo le había sido infiel. Pero en esta ocasión colmaron la paciencia del Señor. La osadía superó los límites previsibles. Se fabricaron un novillo de metal. En un acto solemne lo presentaron ante el pueblo: “Este es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto” (Éx 32,8). Se postraron ante él y le ofrecieron sacrificios. Con un lenguaje muy humano, el autor dice que Dios se llenó de ira contra el pueblo. Quizá nos suceda a nosotros lo mismo. Pero no rasguemos las vestiduras. Veamos, cuántas veces nosotros hemos colocado en nuestra vida ídolos, que ocupan el lugar de Dios en nuestra vida.
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Las obras son mi mejor testimonio Ante los adversarios que lo acosan, Jesús acude a unos testigos que avalan la autenticidad y la veracidad de lo que dice y de lo que hace. Puesto que no aceptan su testimonio, acude, en primer lugar al testimonio de Juan Bautista. Sus adversarios habían acudido a él reclamando su testimonio. Juan era una “lámpara que ardía e iluminaba”; “dio testimonio de la verdad”, pero ellos no quisieron disfrutar de su luz. Segundo testimonio importante: “Las obras que mi Padre me ha encargado hacer y que yo hago” (Jn 5,36). Los adversarios no daban credibilidad a las palabras de Jesús. Pero las obras son más importantes que las palabras. Son garantía de credibilidad. Pero queda un tercer testigo, cuya autoridad supera a los anteriores: “El Padre que me ha enviado da testimonio de mí” (Jn 5,37). Testimonio mayor no se puede invocar. Para conocerlo, es necesario “estudiar las Escrituras”. De la actitud defensiva, Jesús pasa al ataque con una acusación muy grave: “Ustedes no poseen el amor de Dios” (Jn 5,41). Su gran acusador será Moisés, a cuya autoridad acuden con frecuencia. Examinémonos sobre esta última acusación de Jesús. Quizá nos suceda a nosotros lo mismo. P. Antonio Danoz, redentorista
1. Antífona de entrada Alégrese el corazón de los que buscan al Señor. Busquen la ayuda del Señor; busquen continuamente su presencia (Sal 104,3-4). 2. Oración colecta Padre lleno de amor, que nos has concedido la gracia de purificarnos con el arrepentimiento y de santificarnos haciendo el bien a los demás, ayúdanos a permanecer fieles a tus mandamientos, para llegar bien dispuestos a las festividades pascuales. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura (Éx 32,7-14) Lectura del libro del Éxodo En aquellos días, dijo el Señor a Moisés: “Anda, baja del monte, porque tu pueblo, el que sacaste de Egipto, se ha pervertido. No tardaron en desviarse del camino que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se han postrado ante él y le han ofrecido sacrificios y le han
dicho: ‘Este es tu Dios, Israel; es el que te sacó de Egipto’ ”. El Señor le dijo también a Moisés: “Veo que éste es un pueblo de cabeza dura. Deja que mi ira se encienda contra ellos hasta consumirlos. De ti, en cambio, haré un gran pueblo”. Moisés trató de aplacar al Señor, su Dios, diciéndole: “¿Por qué ha de encenderse tu ira, Señor, contra este pueblo que tú sacaste de Egipto con gran poder y vigorosa mano? ¿Vas a dejar que digan los egipcios: ‘Los sacó con malas intenciones, para hacerlos morir en las montañas y borrarlos de la superficie de la tierra’? Apaga el ardor de tu ira, renuncia al mal con que has amenazado a tu pueblo. Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Jacob, siervos tuyos, a quienes juraste por ti mismo, diciendo: ‘Multiplicaré su descendencia como las estrellas del cielo y les daré en posesión perpetua toda la tierra que les he prometido’ ”.
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Y el Señor renunció al castigo con que había amenazado a su pueblo. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R Perdona, Señor, las culpas de tu pueblo. L En el Horeb hicieron un becerro, un ídolo de oro, y lo adoraron. Cambiaron al Dios que era su gloria por la imagen de un buey que come pasto /R L Se olvidaron del Dios que los salvó, y que hizo portentos en Egipto, en la tierra de Cam, mil maravillas, y en las aguas del mar Rojo, sus prodigios /R L Por eso hablaba Dios de aniquilarlos; pero Moisés, que era su elegido, se interpuso, a fin de que, en su cólera, no fuera el Señor a destruirlos /R (Sal 105). 5. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él tenga vida eterna. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús (Jn 3,16).
6. Evangelio (Jn 5,31-47) Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Si yo diera testimonio de mí, mi testimonio no tendría valor; otro es el que da testimonio de mí y yo bien sé que ese testimonio que da de mí es válido. Ustedes enviaron mensajeros a Juan el Bautista y él dio testimonio de la
verdad. No es que yo quiera apoyarme en el testimonio de un hombre. Si digo esto, es para que ustedes se salven. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y ustedes quisieron alegrarse un instante con su luz. Pero yo tengo un testimonio mejor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar y que son las que yo hago, dan testimonio de mí y me acreditan como enviado del Padre. El Padre, que me envió, ha dado testimonio de mí. Ustedes nunca han escuchado su voz ni han visto su rostro, y su palabra no habita en ustedes, porque no le creen al que él ha enviado. Ustedes estudian las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues bien, ellas son las que dan testimonio de mí. ¡Y ustedes no quieren venir a mí para tener vida! Yo no busco la gloria que viene de los hombres; es que los conozco y sé que el amor de Dios no está en ellos. Yo he venido en nombre de mi Padre y ustedes no me han recibido. Si otro viniera en nombre propio, a ése sí lo recibirían. ¿Cómo va a ser posible que crean ustedes, que aspiran a recibir gloria los unos de los otros y no buscan la gloria que sólo viene de Dios? No piensen que yo los voy a acusar ante el Padre; ya hay alguien que los acusa: Moisés, en quien ustedes tienen su esperanza. Si creyeran en Moisés, me creerían a mí, porque él escribió acerca de mí. Pero, si no dan fe a sus escritos, ¿cómo darán fe a mis palabras?” Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 7. Oración sobre las ofrendas Tú, que conoces nuestra fragilidad,
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concédenos, Señor, que el sacrificio que vamos a ofrecerte nos purifique de nuestros pecados y nos proteja de todo mal. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión Esto dice el Señor: Pondré mi ley en lo más profundo de su ser y la escribiré en sus corazones. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo (Jer
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9. Oración después de la comunión Señor, que esta comunión nos purifique de todas nuestras culpas y nos proteja del pecado, para que gocemos de la plenitud salvadora de tu don. Por Jesucristo, nuestro Señor. Dios te ha hablado, y espera tu respuesta: ¿Qué testimonios avalan la sinceridad de tu conversión?
31,33).
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Condenemos al justo, para probar si alguien lo defiende El autor del libro de la Sabiduría, presenta dos grupos de personas que coexisten en la sociedad. Uno de ellos está muy lejos de la sabiduría que procede de Dios. Sus proyectos son más bien de necios. Su actitud ante la vida es equivocadamente pesimista: “La vida es corta y triste; la muerte es irremediable”. Por eso, “a disfrutar de los bienes presentes, y a gozar de las cosas…; a disfrutar del mejor vino” (Sab 2,2.6). Por otra parte, los que así piensan no pueden tolerar al que obra rectamente: “Tendamos trampas al justo, que nos resulta incómodo” (Sab 2,12). Considera tener por padre a Dios, convirtiéndose por su conducta en acusador, “echando en cara las faltas contra la ley”. De la denuncia, los malvados pasan a la acción. Atropellan al pobre, no respetan las canas del anciano. No dudan en someterlos a “tormentos despiadados” y a “condenarlos a muerte deshonrosa”. Olvidan que Dios creó al ser humano para la inmortalidad y lo hizo imagen de su propio ser” (Sab 2,23). Durante la Cuaresma, analicemos cual es nuestra forma de pensar; veamos a qué grupo nos queremos apuntar. ¿Al que se engaña, “porque los ciega la maldad”? No le echaron mano, porque no había llegado su hora Jesús era consciente del riesgo que corría. Sabía que los responsables del pueblo judío lo buscaban para matarlo. Aprovecha la celebración de la fiesta judía llamada de las Chozas, y sube de incógnito a Jerusalén. Sus propios parientes, que no creían en él, lo impulsaban a andar en público para darse a conocer. La gente que escuchaba hablar libremente a Jesús, se preguntaba: “¿No es éste el que querían matar?”. No era, precisamente, porque reconocieran que él era el Mesías. Por su parte, Jesús seguía enseñando en el templo, como de costumbre. A pesar del riesgo que corría, Jesús no cesa de pregonar: “Yo no vengo por mi cuenta, sino que me envió el que dice la verdad. Ustedes no lo conocen” (Jn
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7,28). La situación de Jesús contrasta con la de sus adversarios. Él conoce a Dios. De él viene, y por él ha sido enviado. El tiempo de Cuaresma nos ofrece la oportunidad de conocer mejor a Jesús; de conocer más profundamente a Dios, que es quien envió a Jesús, y que estará con él hasta el final. Que no tengamos que oír de labios de Jesús esta acusación: “Ustedes no lo conocen”. P. Antonio Danoz, redentorista
1. Antífona de entrada Señor, sálvame por tu nombre y líbrame con tu poder. Señor, escucha mi plegaria, atiende a las palabras de mi boca (Sal 53,3-4). 2. Oración colecta Dios nuestro, que has preparado en tus sacramentos el auxilio adecuado a nuestra debilidad, concédenos recibirlos llenos de gozo y renovar con ellos nuestra vida. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura (Sab 2,1.12-22) Lectura del libro de la Sabiduría Los malvados dijeron entre sí, discurriendo equivocadamente: “Tendamos una trampa al justo, porque nos molesta y se opone a lo que hacemos; nos echa en cara nuestras violaciones a la ley, nos reprende las faltas contra los principios en que fuimos educados. Presume de que conoce a Dios y se proclama a sí mismo hijo del Señor. Ha llegado a convertirse en un vivo reproche de nuestro modo de pensar y su sola presencia es insufrible, porque lleva una vida distinta de los demás y su conducta es extraña. Nos considera como monedas falsas y se aparta de nuestro modo de vivir como de las inmundicias. Tiene por dichosa la suerte final de los justos y se gloría de tener por padre a Dios.
Veamos si es cierto lo que dice, vamos a ver qué le pasa en su muerte. Si el justo es hijo de Dios, él lo ayudará y lo librará de las manos de sus enemigos. Sometámoslo a la humillación y a la tortura para conocer su temple y su valor. Condenémoslo a muerte ignominiosa, porque dice que hay quien mire por él”. Así discurren los malvados, pero se engañan; su malicia los ciega. No conocen los ocultos designios de Dios, no esperan el premio de la virtud, ni creen en la recompensa de una vida intachable. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R El Señor no está lejos de sus fieles. L En contra del malvado está el Señor, para borrar de la tierra su memoria. Escucha, en cambio, al hombre justo y lo libra de todas sus congojas /R L El Señor no está lejos de sus fieles y levanta a las almas abatidas. Muchas tribulaciones pasa el justo, pero de todas ellas Dios lo libra /R L Por los huesos del justo vela Dios, sin dejar que ninguno se le quiebre. Salva el Señor la vida de sus siervos; no morirán quienes en él esperan /R (Sal 33).
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5. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús (Mt 4,4). 6. Evangelio (Jn 7,1-2.10.25-30) Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor En aquel tiempo, Jesús recorría Galilea, pues no quería andar por Judea, porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba ya la fiesta de los judíos, llamada de los Campamentos. Cuando los parientes de Jesús habían llegado ya a Jerusalén para la fiesta, llegó también él, pero sin que la gente se diera cuenta, como de incógnito. Algunos, que eran de Jerusalén, se decían: “¿No es éste al que quieren matar? Miren cómo habla libremente y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que es el Mesías? Pero nosotros sabemos de dónde viene éste; en cambio, cuando llegue el Mesías, nadie sabrá de dónde viene”. Jesús, por su parte, mientras enseñaba en el templo, exclamó: “Conque me conocen a mí y saben de dónde vengo… Pues bien, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; y a él ustedes no lo cono-
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cen. Pero yo sí lo conozco, porque procedo de él y él me ha enviado”. Trataron entonces de capturarlo, pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 7. Oración sobre las ofrendas Que el poder salvador de este sacrificio que vamos a ofrecerte, nos libre, Señor, de nuestros pecados, para celebrar dignamente las fiestas pascuales, principio de nuestra salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión Por medio de su Sangre, Cristo nos ha obtenido la redención y el perdón de nuestros pecados. En esto se manifiesta la inmensidad de su gracia (Ef 1,7). 9. Oración después de la comunión Por medio de este sacramento, que nos señala el paso de la antigua a la nueva alianza, concédenos, Señor, despojarnos de todo lo que es pecado y revestirnos de la santidad de Cristo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Dios te ha hablado, y espera tu respuesta: ¿Qué haces en esta Cuaresma, para conocer mejor a Dios?
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A ti, Señor, encomiendo mi causa Leemos en el comienzo de las llamadas “Confesiones de Jeremías”. Es difícil separar los acontecimientos personales del profeta, de todo aquello que tiene que ver con su misión. Todos ellos son signos reveladores de su vocación profética. Más que de una ambición personal, se trata de un designio imperioso de Dios, al cual es muy difícil resistir. La predicación de Jeremías no es bien recibida por sus vecinos y por el pueblo. Tampoco es acogida con agrado por sus familiares. Unos y otros, se confabulan contra Jeremías, con el objetivo de “arrancarlo de la tierra de los vivos”. En su angustia, el profeta acude al Señor. Se considera como un “dócil cordero conducido al matadero”; como un árbol en plena vitalidad, condenado a que nunca más se mencione su nombre. En medio de su angustia, tiene la profunda convicción de que su causa está en manos de Dios, que no lo dejará defraudado. Por oscuro que se nos presente el panorama; por difícil que parezca cumplir la misión a la que Dios nos llama, confiemos en él. Aunque nos fallen los familiares, los amigos, el Señor jamás nos fallará. Jamás persona alguna habló como Jesús A semejanza de Marcos, Mateo y Lucas, el evangelio de Juan hace una evaluación, para conocer el grado de conocimiento al que han llegado las personas que rodean y han escuchado a Jesús. Por lo que relata el evangelista, la gente anda desconcertada. Unos afirman claramente: “Este es verdaderamente el profeta” (Jn 7,40). Otros, consideran que es el Mesías. Los más radicales negaban que fuera el “profeta” o el Mesías. Pasando de las palabras a los hechos, los sumos sacerdotes y los fariseos, reprochaban a la guardia del templo que no hubieran detenido a Jesús. Al dialogar con ellos, se llevaron una sorpresa. Públicamente confesaron: “Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre” (Jn 7,46). Nicodemo, que había venido de noche a visitar a Jesús, toma claramente partido por él. La ley prohíbe condenar a nadie, sin antes haberlo escuchado y conocer lo que ha hecho. Lo acusan de “galileo”. Apelativo que se utilizaba a veces, para desautorizar a una persona. Aquí tenemos un hombre, que a pesar de ser un simpatizante o un discípulo clandestino, da la cara por Jesús. El camino Cuaresmal ha de ayudarnos a descubrir la verdadera identidad de Jesús. P. Antonio Danoz,. redentorista
1. Antífona de entrada Oleaje de muerte me envolvía, torrentes destructores me aterraban; pero en mi angustia invoqué al Señor y él escuchó mi voz desde su templo (Sal 17,5-7).
2. Oración colecta Que tu amor misericordioso dirija siempre, Señor, nuestros deseos y actividades, ya que sin tu ayuda no podemos agradarte. Por nuestro Señor Jesucristo.
5 de Abril - Sábado, Feria, IV Semana de Cuaresma
3. 1ª Lectura (Jer 11,18-20) Lectura del libro del profeta Jeremías En aquel tiempo, dijo Jeremías: “El Señor me instruyó y yo comprendí; él me explicó lo que hacían. Yo era como un manso cordero que es llevado a degollar, y no sabía lo que tramaban contra mí, diciendo: ‘Talemos el árbol en su pleno vigor, arranquémoslo de la tierra de los vivos y que su nombre no se pronuncie más’. Ahora tú, Señor de los ejércitos, justo juez, que sondeas lo más íntimo del corazón, haz que yo vea tu venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi causa”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R En ti, Señor, me refugio. L En ti, Dios mío, me refugio: de mis perseguidores, sálvame. No permitas que algunos, como fieras, me destrocen y nadie me rescate /R L Tú que llegas, Señor, a lo más hondo del corazón humano, tú júzgame, Señor, según mis méritos; conforme a mi inocencia, da tu fallo. Apoya al hombre recto, pon fin a la maldad de los malvados /R L Tengo mi escudo en Dios, que salva a los de recto corazón. Alabaré al Señor por su justicia y cantaré el nombre del Altísimo /R (Sal 7). 5. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Dichosos los que cumplen la palabra del Señor con un corazón bueno y sincero, y perseveran hasta dar fruto. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús (Lc 8,15).
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6. Evangelio (Jn 7,40-53) Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor En aquel tiempo, algunos de los que habían escuchado a Jesús comenzaron a decir: “Este es verdaderamente el profeta”. Otros afirmaban: “Este es el Mesías”. Otros, en cambio, decían: “¿Acaso el Mesías va a venir de Galilea? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá de la familia de David, y de Belén, el pueblo de David?” Así surgió entre la gente una división por causa de Jesús. Algunos querían apoderarse de él, pero nadie le puso la mano encima. Los guardias del templo, que habían sido enviados para apresar a Jesús, volvieron a donde estaban los sumos sacerdotes y los fariseos, y éstos les dijeron: “¿Por qué no lo han traído?” Ellos respondieron: “Nadie ha hablado nunca como ese hombre”. Los fariseos les replicaron: “¿Acaso también ustedes se han dejado embaucar por él? ¿Acaso ha creído en él alguno de los jefes o de los fariseos? La chusma ésa, que no entiende la ley, está maldita”. Nicodemo, aquel que había ido en otro tiempo a ver a Jesús, y que era fariseo, les dijo: “¿Acaso nuestra ley condena a un hombre sin oírlo primero y sin averiguar lo que ha hecho?” Ellos le replicaron: “¿También tú eres galileo? Estudia las Escrituras y verás que de Galilea no ha salido ningún profeta”. Y después de esto, cada uno de ellos se fue a su propia casa. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús.
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7. Oración sobre las ofrendas Acepta, Señor, este sacrificio de reconciliación que vamos a ofrecerte y, con la fuerza de tu amor, doblega ante ti nuestras rebeldes voluntades. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión Hemos sido rescatados con la Sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin defecto y sin mancha (1Pe 1,19).
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9. Oración después de la comunión Que tus sacramentos, Señor, nos purifiquen y nos hagan agradables a tus ojos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Dios te ha hablado, y espera tu respuesta: ¿Cuántas veces has dado la cara por Jesús, cuando se hizo necesario?
de Abril - V Domingo de Cuaresma /A Liturgia de la Horas: Oficio dominical,.I Sem. del Salt. - Color Mo QUIEN CREE EN MÍ VIVIRÁ
Yo les infundiré el espíritu para que vivan Ezequiel nos sitúa ante un valle lleno de huesos secos. Son signo del pueblo de Israel, que había comenzado a experimentar la muerte, desde el momento en que fueron arrancados de su país. Todo el pueblo no era más que un inmenso campo de cadáveres. Frente a este panorama de muerte, el profeta anuncia un mensaje pletórico de vida y de esperanza. El Señor les anuncia: “Yo les voy a infundir espíritu para que revivan” (Ez 37,5). Este es el gran signo que revela que el Señor es Dios de vida, con poder para hacer que brote, allí donde la muerte había impuesto su reinado. Por el poder vivificador de Dios, “se juntaron hueso con hueso”, y floreció la Marta dijo a Jesús: “Si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto” carne como un campo en primavera. Aquí (Jn 11,21) se produce una resurrección: el paso de la muerte, producida por la infidelidad a Dios, a una situación pletórica de vida, realizada por Dios y manifestada en la conversión. Esta obra es ante todo, un signo maravilloso del poder creador y renovador del Espíritu de Dios. Toda conversión es un maravilloso paso de una vida estéril, representada por los huesos secos, a una revitalización de toda la persona, obrada por el Espíritu de Dios.
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Los que vieron salir al muerto creyeron en Jesús El signo de Lázaro que regresa a la vida, es el signo más espectacular y rico en contenido, de todos los que narra el evangelio de Juan. El evangelista lo coloca en vísperas de la última Pascua; de la “hora” decisiva en que “el Hijo del hombre será glorificado” (Jn 12,23). El poder resucitador de Dios, que se manifestó en Lázaro, se hará más visible y significativo en la glorificación de Jesús. El relato de Juan revela un maravilloso proceso. Parte de la enfermedad de Lázaro, y culmina en una confesión de fe: “Al ver lo que hizo creyeron en él” (Jn 11,45). Sigamos el proceso. Jesús permite que su amigo Lázaro se muera. “Esta enfermedad no terminará en muerte, sino que es para que el Hijo del hombre sea glorificado por ella” (Jn 11,4). Ante la confesión de fe en la resurrección proclamada por Marta, Jesús proclama solemnemente: “Yo soy la resurrección y la vida. Quien cree en mí, aunque muera vivirá” (Jn 11,25). Al tiempo que revela su poder para devolver la vida, manifiesta su gran humanidad: “Jesús se estremeció y se echó a llorar” (Jn 11, 35.38). Finalmente, Jesús se encara con la muerte. Después de dar gracias al Padre, que siempre lo escucha, grita con voz poderosa: “Lázaro, sal fuera” (Jn 11,43). Salió el muerto del sepulcro y se puso a caminar. El que hoy venció la muerte, manifestará su victoria definitiva resucitando al “tercer día”. Con nuestra confesión de fe en Jesús, nos disponemos a celebrar esta victoria en la Vigilia pascual. Quien posee el Espíritu de Cristo, pertenece a Cristo Si es verdad, como afirma Pablo, que “quien no tiene el Espíritu de Cristo no le pertenece” (Rom 8,9), también es verdad que aquel que tiene el Espíritu de Jesús le pertenece: Es una nueva persona, configurada con él en el bautismo. Jesús proclama en el evangelio de Juan: “Yo soy la resurrección y la vida, quien cree en mí vivirá” (Jn 11,25). Aquí acontece el signo maravilloso anunciado por Ezequiel. Dios actúa por medio de su Espíritu, y donde reinaba la muerte, encontramos ahora personas pletóricas de vida, animadas por el Espíritu de Dios. De manera más maravillosa se realiza lo que Jesús proclama. En el bautismo, quienes están muertos por el pecado resucitan a la vida, por la fuerza regeneradora del Espíritu. “El cuerpo está muerto por el pecado, el espíritu está lleno de vida” (Rom 8,10), animado por el mismo Espíritu que resucitó a Jesús. Esta es también la garantía de que Jesús “dará vida a nuestros cuerpos mortales, por medio de su Espíritu que habita en nosotros. P. Antonio Danoz, redentorista
1. Antífona de entrada Señor, hazme justicia. Defiende mi causa contra gente sin piedad; sálvame del hombre injusto y malvado, tú que eres mi Dios y mi defensa (Sal 42,1-2).
2. Oración colecta Ven, Señor, en nuestra ayuda, para que podamos vivir y actuar siempre con aquel amor que impulsó a tu Hijo a entregarse por nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
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que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. 3. 1ª Lectura (Ez 37,12-14) Lectura del libro del profeta Ezequiel Esto dice el Señor Dios: “Pueblo mío, yo mismo abriré sus sepulcros, los haré salir de ellos y los conduciré de nuevo a la tierra de Israel. Cuando abra sus sepulcros y los saque de ellos, pueblo mío, ustedes dirán que yo soy el Señor. Entonces les infundiré a ustedes mi espíritu y vivirán, los estableceré en su tierra y ustedes sabrán que yo, el Señor, lo dije y lo cumplí”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R Perdónanos, Señor, y viviremos. L Desde el abismo de mis pecados clamo a ti; Señor, escucha mi clamor; que estén atentos tus oídos a mi voz suplicante /R L Si conservaras el recuerdo de las culpas, ¿quién habría, Señor, que se salvara? Pero de ti procede el perdón, por eso con amor te veneramos /R L Confío en el Señor, mi alma espera y confía en su palabra; mi alma aguarda al Señor, mucho más que a la aurora el centinela /R L Como aguarda a la aurora el centinela, aguarda Israel al Señor, porque del Señor viene la misericordia y la abundancia de la redención, y él redimirá a su pueblo de todas sus iniquidades /R (Sal 129).
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5. 2ª Lectura (Rom 8,8-11) Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los romanos Hermanos: Los que viven en forma desordenada y egoísta no pueden agradar a Dios. Pero ustedes no llevan esa clase de vida, sino una vida conforme al Espíritu, puesto que el Espíritu de Dios habita verdaderamente en ustedes. Quien no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. En cambio, si Cristo vive en ustedes, aunque su cuerpo siga sujeto a la muerte a causa del pecado, su espíritu vive a causa de la actividad salvadora de Dios. Si el Espíritu del Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, habita en ustedes, entonces el Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, también les dará vida a sus cuerpos mortales, por obra de su Espíritu, que habita en ustedes. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 6. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Yo soy la resurrección y la vida, dice el Señor; el que cree en mí no morirá para siempre. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús (Jn 11,25.26). 7. Evangelio (Jn 11,1-45) Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, se encontraba enfermo Lázaro, en Betania, el pueblo de María y de su hermana Marta. María era la que una vez ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera. El enfermo era su hermano Lázaro. Por eso las
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dos hermanas le mandaron decir a Jesús: “Señor, el amigo a quien tanto quieres está enfermo”. Al oír esto, Jesús dijo: “Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”. Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando se enteró de que Lázaro estaba enfermo, se detuvo dos días más en el lugar en que se hallaba. Después dijo a sus discípulos: “Vayamos otra vez a Judea”. Los discípulos le dijeron: “Maestro, hace poco que los judíos querían apedrearte, ¿y tú vas a volver allá?” Jesús les contestó: “¿Acaso no tiene doce horas el día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, el que camina de noche tropieza, porque le falta la luz”. Dijo esto y luego añadió: “Lázaro, nuestro amigo, se ha dormido; pero yo voy ahora a despertarlo”. Entonces le dijeron sus discípulos: “Señor, si duerme, es que va a sanar”. Jesús hablaba de la muerte, pero ellos creyeron que hablaba del sueño natural. Entonces Jesús les dijo abiertamente: “Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado ahí, para que crean. Ahora, vamos allá”. Entonces Tomás, por sobrenombre el Gemelo, dijo a los demás discípulos: “Vayamos también nosotros, para morir con él”. Cuando llegó Jesús, Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Betania quedaba cerca de Jerusalén, como a unos dos kilómetros y medio, y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para consolarlas por
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la muerte de su hermano. Apenas oyó Marta que Jesús llegaba, salió a su encuentro; pero María se quedó en casa. Le dijo Marta a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le pidas”. Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”. Marta respondió: “Ya sé que resucitará en la resurrección del último día”. Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto?” Ella le contestó: “Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”. Después de decir estas palabras, fue a buscar a su hermana María y le dijo en voz baja: “Ya vino el Maestro y te llama”. Al oír esto, María se levantó en el acto y salió hacia donde estaba Jesús, porque él no había llegado aún al pueblo, sino que estaba en el lugar donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con María en la casa, consolándola, viendo que ella se levantaba y salía de prisa, pensaron que iba al sepulcro para llorar ahí y la siguieron. Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo, se echó a sus pies y le dijo: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano” “Jesús, al verla llorar y al ver llorar a los judíos que la acompañaban, se conmovió hasta lo más hondo y preguntó: “¿Dónde lo han puesto?” Le contestaron: “Ven, Señor, y lo verás”. Jesús se puso a llorar y los judíos comentaban: “De veras
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¡cuánto lo amaba!” Algunos decían: “¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego de nacimiento, hacer que Lázaro no muriera?” Jesús, profundamente conmovido todavía, se detuvo ante el sepulcro, que era una cueva, sellada con una losa. Entonces dijo Jesús: “Quiten la losa”. Pero Marta, la hermana del que había muerto, le replicó: “Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días”. Le dijo Jesús: “¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?” Entonces quitaron la piedra. Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo ya sabía que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho a causa de esta muchedumbre que me rodea, para que crean que tú me has enviado”. Luego gritó con voz potente: “¡Lázaro, sal de ahí!” Y salió el muerto, atados con vendas las manos y los pies, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: “Desátenlo, para que pueda andar”. Muchos de los judíos que habían ido a casa de Marta y María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús.
la de aquellas que están por nacer: Oremos al Señor A Te lo pedimos, Señor L Por los que tienen alguna responsabilidad en la Iglesia y en las comunidades, para que protejan la vida de todas las personas, especialmente las más desprotegidas y vulnerables: Oremos al Señor A Te lo pedimos, Señor L Por las instituciones sociales, económicas y políticas, para que mejoren las condiciones de vida de los ciudadanos, y les proporcionen lo necesario para llevar una vida digna: Oremos al Señor A Te lo pedimos, Señor L Para que la vida nueva que recibimos en el bautismo, crezca y dé fruto abundante de vida eterna, y podamos participar con Jesús de la gloria de la resurrección en el último día: Oremos al Señor A Te lo pedimos, Señor (Intenciones libres)
8. Oración de los fieles S Jesús se reveló ante el mundo, como “dador de vida”. Oremos, para que seamos creadores de vida, en un mundo en que abundan los signos de muerte. A Te lo pedimos, Señor L Son muchos los que se dedican a llenar de muertos los sepulcros. Para que cesen las agresiones contra la vida de las personas nacidas y
9. Oración sobre las ofrendas Tú, que nos has iluminado con las enseñanzas de la fe, escucha, Señor, nuestra oración y purifícanos por medio de este sacrificio. Por Jesucristo, nuestro Señor.
S Señor, Jesús devolvió la vida a Lázaro, y entregó la suya para salvarnos. Concédenos celebrar la vida nueva, que nace de su muerte y resurrección. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
10. Antífona de la comunión El que está vivo y cree en mí, dice el Señor, no morirá para siempre (Jn 11,26).
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11. Oración después de la comunión Concédenos, Dios todopoderoso, a cuantos participamos del Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, vivir siempre como miembros suyos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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Dios te ha hablado, y te pregunta: ¿Eres una nueva persona movida por el Espíritu Santo?
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Dios salva a los que confían en él Con este largo relato del libro de Daniel, que nos ha llegado en lengua griega, el autor pretende transmitirnos varias enseñanzas. En primer lugar, resalta la sabiduría de Daniel. Él fue quien desenmascaró a los dos ancianos, que se atrevieron a acusar falsamente a la joven Susana. “Desde aquel día, Daniel gozó de gran prestigio entre el pueblo” (Dn 13,64). En segundo lugar, toma la defensa de una joven inocente, cuya fama quisieron mancillar dos ancianos, levantando una calumnia contra ella. La acusación que prepararon en su contra se vio que era completamente falsa: “Prefiero caer en manos de ustedes que pecar contra Dios” (Dn 13,23). En tercer lugar, con este relato, el autor quiere inculcar a sus lectores la convicción de que Dios no abandona ni deja en manos de los malhechores a las personas que ponen en él su confianza. Por otra parte, recibirán su merecido. Siguiendo la ley de Moisés, la asamblea les hizo justicia, y “aquel día se salvó una vida inocente” (Dn 13,62). Tampoco yo te condeno Existe un amplio consenso entre los comentaristas, en que esta narración es más propia de Lucas que del evangelio de Juan. De todos modos, pertenece al mensaje evangélico como los demás relatos. En el relato nos encontramos con una mujer sorprendida en adulterio. Para estos casos, la ley prescribe: “Si uno comete adulterio con la mujer de su prójimo, los dos adúlteros serán castigados con la muerte” (Lev 20,10). El grupo de los fariseos y de los maestros de la ley, proponen que se le aplique con todo rigor lo prescrito en la ley de Moisés. Según la misma ley, el género de muerte que debía aplicarse a la mujer era la lapidación. En tercer lugar interviene Jesús. Empieza por los acusadores. Puesto que se erigen en jueces de la mujer, “el que no tenga pecado, tire la primera piedra” (Jn 8,7). Es una pena que el evangelista no haya consignado lo que Jesús escribió en el suelo. No debió ser muy halagüeño para los acusadores, puesto que, se alejaron, uno tras otros, sin quedar ninguno. La actuación de Jesús nos indica el camino a seguir. En primer lugar, invita a la mujer a reconocer su pecado y a rectificar: “En adelante no peques más” (Jn 8,11). Pero antes manifestó su actitud. Él no vino a condenar sino a salvar. Por eso, su palabra fue: “Yo no te condeno” (Jn 8,11). P. Antonio Danoz, redentorista
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1. Antífona de entrada Ten compasión de mí, Señor, porque me pisotean y acosan todo el día mis enemigos (Sal 55,2). 2. Oración colecta Dios nuestro, que con el don de tu amor nos colmas de bendiciones, transfórmanos en una nueva creatura, para que estemos preparados a la Pascua gloriosa de tu Reino. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura (Dn 13, 1-9. 15-17. 1930. 33-62)
Lectura del libro del profeta Daniel En aquel tiempo vivía en Babilonia un hombre llamado Joaquín, casado con Susana, hija de Quelcías, mujer muy bella y temerosa de Dios. Sus padres eran virtuosos y habían educado a su hija según la ley de Moisés. Joaquín era muy rico y tenía una huerta contigua a su casa, donde solían reunirse los judíos, porque era estimado por todos. Aquel año habían sido designados jueces dos ancianos del pueblo; eran de aquellos de quienes había dicho el Señor: “En Babilonia, la iniquidad salió de ancianos elegidos como jueces, que pasaban por guías del pueblo”. Estos frecuentaban la casa de Joaquín y los que tenían litigios que resolver acudían ahí a ellos. Hacia el mediodía, cuando toda la gente se había retirado ya, Susana entraba a pasear en la huerta de su marido. Los dos viejos la veían entrar y pasearse diariamente, y se encendieron de pasión por ella, pervirtieron su corazón y cerraron sus ojos para no ver al cielo ni acordarse de lo que es justo. Un día, mientras acechaban el mo-
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mento oportuno, salió ella, como de ordinario, con dos muchachas de su servicio, y como hacía calor, quiso bañarse en la huerta. No había nadie allí, fuera de los viejos, que la espiaban escondidos. Susana dijo a las doncellas: “Tráiganme jabón y perfumes, y cierren las puertas de la huerta mientras me baño”. Apenas salieron las muchachas, se levantaron los dos viejos, corrieron hacia donde estaba Susana y le dijeron: “Mira: las puertas de la huerta están cerradas y nadie nos ve. Nosotros ardemos en deseos de ti. Consiente y entrégate a nosotros. Si no, te vamos a acusar de que un joven estaba contigo y que por eso despachaste a las doncellas”. Susana lanzó un gemido y dijo: “No tengo ninguna salida; si me entrego a ustedes, será la muerte para mí; si resisto, no escaparé de sus manos. Pero es mejor para mí ser víctima de sus calumnias, que pecar contra el Señor”. Y dicho esto, Susana comenzó a gritar. Los dos viejos se pusieron a gritar también y uno de ellos corrió a abrir la puerta del jardín. Al oír los gritos en el jardín, los criados se precipitaron por la puerta lateral para ver qué sucedía. Cuando oyeron el relato de los viejos, quedaron consternados, porque jamás se había dicho de Susana cosa semejante. Al día siguiente, todo el pueblo se reunió en la casa de Joaquín, esposo de Susana, y también fueron los dos viejos, llenos de malvadas intenciones contra ella, para hacer que la condenaran a morir. En presencia del pueblo dijeron: “Vayan a buscar a Susana, hija de Quelcías y mujer de Joaquín”. Fueron por Susana,
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quien acudió con sus padres, sus hijos y todos sus parientes. Todos los suyos y cuantos la conocían, estaban llorando. Se levantaron entonces los dos viejos en medio de la asamblea y pusieron sus manos sobre la cabeza de Susana. Ella, llorando, levantó los ojos al cielo, porque su corazón confiaba en el Señor. Los viejos dijeron: “Mientras nosotros nos paseábamos solos por la huerta, entró ésta con dos criadas, luego les dijo que salieran y cerró la puerta. Entonces se acercó un joven que estaba escondido y se acostó con ella. Nosotros estábamos en un extremo de la huerta, y al ver aquella infamia, corrimos hacia ellos y los sorprendimos abrazados. Pero no pudimos sujetar al joven, porque era más fuerte que nosotros; abrió la puerta y se nos escapó. Entonces detuvimos a ésta y le preguntamos quién era el joven, pero se negó a decirlo. Nosotros somos testigos de todo esto”. La asamblea creyó a los ancianos, que habían calumniado a Susana, y la condenaron a muerte. Entonces Susana, dando fuertes voces, exclamó: “Dios eterno, que conoces los secretos y lo sabes todo antes de que suceda, tú sabes que éstos me han levantado un falso testimonio. Y voy a morir sin haber hecho nada de lo que su maldad ha tramado contra mí”. El Señor escuchó su voz. Cuando llevaban a Susana al sitio de la ejecución, el Señor hizo sentir a un muchacho, llamado Daniel, un santo impulso de ponerse a gritar: “Yo no soy responsable de la sangre de esta mujer”. Todo el pueblo se volvió a mirarlo y le preguntaron: “¿Qué es lo que
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estás diciendo?” Entonces Daniel, de pie en medio de ellos, les respondió: “Israelitas, ¿cómo pueden ser tan ciegos? Han condenado a muerte a una hija de Israel, sin haber investigado y puesto en claro la verdad. Vuelvan al tribunal, porque ésos le han levantado un falso testimonio”. Todo el pueblo regresó de prisa y los ancianos dijeron a Daniel: “Ven a sentarte en medio de nosotros y dinos lo que piensas, puesto que Dios mismo te ha dado la madurez de un anciano”. Daniel les dijo entonces: “Separen a los acusadores, lejos el uno del otro, y yo los voy a interrogar”. Una vez separados, Daniel mandó llamar a uno de ellos y le dijo: “Viejo en años y en crímenes, ahora van a quedar al descubierto tus pecados anteriores, cuando injustamente condenabas a los inocentes y absolvías a los culpables, contra el mandamiento del Señor: No matarás al que es justo e inocente. Ahora bien, si es cierto que los viste, dime debajo de qué árbol estaban juntos”. El respondió: “Debajo de una acacia”. Daniel le dijo: “Muy bien. Tu mentira te va a costar la vida, pues ya el ángel ha recibido de Dios tu sentencia y te va a partir por la mitad”. Daniel les dijo que se lo llevaran, mandó traer al otro y le dijo: “Raza de Canaán y no de Judá, la belleza te sedujo y la pasión te pervirtió el corazón. Lo mismo hacían ustedes con las mujeres de Israel, y ellas, por miedo, se entregaban a ustedes. Pero una mujer de Judá no ha podido soportar la maldad de ustedes. Ahora dime, ¿bajo qué árbol los sorprendiste abrazados?” Él contestó: “Debajo
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de una encina”. Replicó Daniel: “También a ti tu mentira te costará la vida. El ángel del Señor aguarda ya con la espada en la mano, para partirte por la mitad. Así acabará con ustedes”. Entonces toda la asamblea levantó la voz y bendijo a Dios, que salva a los que esperan en él. Se alzaron contra los dos viejos, a quienes, con palabras de ellos mismos, Daniel había convencido de falso testimonio, y les aplicaron la pena que ellos mismos habían maquinado contra su prójimo. Para cumplir con la ley de Moisés, los mataron, y aquel día se salvó una vida inocente. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R Nada temo, Señor, porque tú estás conmigo. L El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas /R L Por ser un Dios fiel a sus promesas, me guía por el sendero recto; así, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado me dan seguridad /R L Tú mismo me preparas la mesa, a despecho de mis adversarios; me unges la cabeza con perfume y llenas mi copa hasta los bordes /R L Tu bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de mi vida; y viviré en la casa del Señor por años sin término /R (Sal 22). 5. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
7 de Abril- Lunes, Feria, V Semana de Cuaresma
No quiero la muerte del pecador, sino que se arrepienta y viva, dice el Señor. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús (Ez 33,11). 6. Evangelio (Jn 8,1-11) Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos y al amanecer se presentó de nuevo en el templo, donde la multitud se le acercaba; y él, sentado entre ellos, les enseñaba. Entonces los escribas y fariseos le llevaron a una mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola frente a él, le dijeron: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos manda en la ley apedrear a esas mujeres. ¿Tú qué dices?” Le preguntaban esto para ponerle una trampa y poder acusarlo. Pero Jesús se agachó y se puso a escribir en el suelo con el dedo. Pero como insistían en su pregunta, se incorporó y les dijo: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra”. Se volvió a agachar y siguió escribiendo en el suelo. Al oír aquellas palabras, los acusadores comenzaron a escabullirse uno tras otro, empezando por los más viejos, hasta que dejaron solos a Jesús y a la mujer, que estaba de pie, junto a él. Entonces Jesús se enderezó y le preguntó: “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Nadie te ha condenado?” Ella le contestó: “Nadie, Señor”. Y Jesús le dijo: “Tampoco yo te condeno. Vete y ya no vuelvas a pecar”. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús.
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7. Oración sobre las ofrendas Concede, Señor, a tus hijos, reunidos para celebrar esta Eucaristía, ofrecerte como fruto de su penitencia, una conciencia limpia. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión Yo soy la luz del mundo, dice el Señor; el que me sigue, no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida (Jn 8,12).
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9. Oración después de la comunión Que la fuerza de tus sacramentos nos libre, Señor, de nuestras malas inclinaciones y nos ayude a seguir a Cristo, para acercarnos cada vez más a ti. Por Jesucristo, nuestro Señor. Dios te ha hablado, y te pregunta: ¿Te dedicas a condenar o a salvar?
de Abril - Martes, Feria, V Semana de Liturgia de las Horas: Feria, I Sem. del Salt. - Color Mo Cuaresma
Quien contemple la serpiente quedará sanado Nos encontramos con una escena que se repite a lo largo del camino de liberación del pueblo de Israel por el desierto. Ante las dificultades que encuentra el pueblo, se rebela contra Dios y contra Moisés. La protesta es siempre muy parecida: ¿Por qué nos has sacado de Egipto, para morir en este desierto?” No tenemos ni pan ni agua, y nos dan náuseas ese pan sin sabor” (Núm 21,5). En un primer momento, Dios envió contra el pueblo serpientes venenosas. Muchos murieron por sus mordeduras. Entonces los israelitas entendieron que se habían equivocado. Confesaron a Moisés: “Hemos pecado contra el Señor y contra ti” (Núm 21,7). Moisés intercede una vez más por el pueblo. Dios le ordenó fabricar una serpiente de bronce. El que había sido mordido, al contemplar la serpiente quedaba sanado. Más tarde, Jesús tomará este símbolo para referirse a su muerte salvadora en la cruz. Quien lo contemple con fe, se salvará. Cuando hayan levantado al Hijo del hombre conocerán quién soy En su polémica con los judíos, Jesús da un paso más en su manifestación, como enviado del padre. Es difícil que lo comprendan. Ellos son de este mundo y pertenecen al mundo. Jesús vive en este mundo, pero no pertenece a este mundo. Él está de camino hacia el Padre. No se va a quitar la vida, sino que la entregará voluntariamente, como signo de vida y de salvación. Para tener parte en esta salvación hay que creer en Jesús. Este es precisamente su pecado: no creen en Jesús. Por eso, “morirán en su pecado”. Recordando el signo de la serpiente de bronce, que Moisés alzó en el desierto, sin nombrarlo aquí expresamente, Jesús proclama: “Cuando hayan levantado en alto al Hijo del hombre, comprenderán quién soy yo” (Jn 8,27). El primer paso de su elevación acontecerá al ser elevado en la cruz. Con la resurrección, se completará el misterio de su exaltación.
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8 de Abril - Martes, Feria, V Semana de Cuaresma
Durante la Cuaresma, estamos haciendo el camino que llevó a Jesús a su exaltación. Él nos invita a que lo acompañemos, sin dejarnos vencer por el cansancio. Jesús concibe este camino, como una actitud permanente de hacer lo que agrada al Padre. P. Antonio Danoz, redentorista
1. Antífona de entrada Espera en el Señor, sé valiente: ten ánimo, espera en el Señor (Sal 26,14). 2. Oración colecta Concédenos, Señor, la gracia de perseverar en el fiel cumplimiento de tu voluntad, para que tu pueblo santo aumente en número y crezca en santidad. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura (Núm 21,4-9) Lectura del libro de los Números En aquellos días, los hebreos salieron del monte Hor en dirección al mar Rojo, para rodear el territorio de Edom; pero por el camino, el pueblo se impacientó y murmuró contra Dios y contra Moisés, diciendo: “¿Para qué nos sacaste de Egipto? ¿Para que muriéramos en el desierto? No tenemos pan ni agua y ya estamos hastiados de esta miserable comida”. Entonces envió Dios contra el pueblo serpientes venenosas, que los mordían, y murieron muchos israelitas. El pueblo acudió a Moisés y le dijo: “Hemos pecado al murmurar contra el Señor y contra ti. Ruega al Señor que aparte de nosotros las serpientes”. Moisés rogó al Señor por el pueblo y el Señor le respondió: “Haz una serpiente como ésas y levántala en un palo. El que haya sido mordido por las serpientes y mire la que tú hagas, vivirá”. Moisés hizo una serpiente de bronce y la
levantó en un palo; y si alguno era mordido y miraba la serpiente de bronce, quedaba curado. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R Señor, escucha mi plegaria. L Señor, escucha mi plegaria; que a tu presencia lleguen mis clamores. El día de la desgracia, Señor, no me abandones. Cuando te invoque, escúchame y en seguida respóndeme /R L Cuando el Señor reedifique a Sión y aparezca glorioso, cuando oiga el clamor del oprimido y no se muestre a sus plegarias sordo, entonces al Señor temerán todos los pueblos y su gloria verán los poderosos /R L Esto se escribirá para el futuro y alabará al Señor el pueblo nuevo, porque el Señor, desde su altura santa, ha mirado a la tierra desde el cielo, para oír los gemidos del cautivo y librar de la muerte al prisionero /R (Sal 101). 5. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. La semilla es la palabra de Dios y el sembrador es Cristo; todo aquel que lo encuentra vivirá para siempre. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
9 de Abril - Miércoles, Feria, V Semana de Cuaresma
6. Evangelio (Jn 8,21-30) Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Yo me voy y ustedes me buscarán, pero morirán en su pecado. A donde yo voy, ustedes no pueden venir”. Dijeron entonces los judíos: “¿Estará pensando en suicidarse y por eso nos dice: ‘A donde yo voy, ustedes no pueden venir’?” Pero Jesús añadió: “Ustedes son de aquí abajo y yo soy de allá arriba; ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo. Se lo acabo de decir: morirán en sus pecados, porque si no creen que Yo Soy, morirán en sus pecados”. Los judíos le preguntaron: “Entonces ¿quién eres tú?” Jesús les respondió: “Precisamente eso que les estoy diciendo. Mucho es lo que tengo que decir de ustedes y mucho que condenar. El que me ha enviado es veraz y lo que yo le he oído decir a él es lo que digo al mundo”. Ellos no comprendieron que hablaba del Padre. Jesús prosiguió: “Cuando hayan levantado al Hijo del hombre, entonces conocerán que Yo Soy y que
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no hago nada por mi cuenta; lo que el Padre me enseñó, eso digo. El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que a él le agrada”. Después de decir estas palabras, muchos creyeron en él. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 7. Oración sobre las ofrendas Acepta, Señor, el sacrificio de reconciliación que vamos a ofrecerte, perdona nuestros pecados y orienta hacia ti nuestros corazones. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí, dice el Señor (Jn 12, 32). 9. Oración después de la comunión Concédenos, Dios todopoderoso, que la asidua participación en tus sacramentos nos acerque cada vez más a ti, que eres el único bien verdadero. Por Jesucristo, nuestro Señor. Dios te ha hablado, y te pregunta: ¿Estás dispuesto a hacer el camino con Jesús hasta el final?
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Dios no abandona a sus siervos La historia que narra el libro de Daniel, se desarrolla de forma progresiva. Comienza con la reclusión de los tres jóvenes en un horno, culminar con la victoria de sus siervos, milagrosamente liberados del fuego. El rey Nabucodonosor, quiere obligar a los tres jóvenes israelitas, Sedrak, Mesak y Abednego, a que se postren ante sus dioses y a que rindan culto a la estatua de oro que ha mandado levantar. Los jóvenes se negaron a obedecer
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las órdenes del rey: “Sábete que de ningún modo serviremos a tus dioses ni adoraremos la estatua” (Dn 3,18). Lleno de ira, el rey ordenó arrojar inmediatamente a los tres jóvenes en un horno de fuego. Mandó que la temperatura fuese siete veces más fuerte que de costumbre. Él estaba seguro que las llamas devorarían a los jóvenes y no quedaría rastro de ellos. Pero los jóvenes habían confesado: “El Dios a quien veneramos puede liberarnos de tus manos y del horno encendido” (Dn 3,17). Así sucedió. Los que conducían a los jóvenes fueron devorados por las llamas, pero ellos se pasearon entre ellas sin quemarse y salieron ilesos. Ante este hecho, el rey proclamó públicamente: “No existe otro Dios capaz de liberar como este” (Dn 3,29). Si son fieles a mi palabra, serán verdaderamente libres En el contexto de la polémica con los judíos, Jesús hace un nuevo anuncio, que viene a echar más fuego a la polémica: “Si se mantienen fieles a mi palabra, serán verdaderamente discípulos míos” (Jn 8,31). Estas palabras no inquietaron a sus adversarios: ellos no eran ni pensaban ser sus discípulos. Lo que verdaderamente les irritó fue escuchar: “Conocerán la verdad y la verdad los hará libres” (Jn 8,32). La reacción fue inmediata: “Somos descendientes de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie” (Jn 8,33). Jesús les revela que él es el Hijo, que permanece siempre en la casa del Padre. “Si el Hijo les da la libertad, serán realmente libres” (Jn 8,36). Él les dice la verdad y no le creen. Es más: intentan quitarle la vida, porque les ha dicho la verdad. Después de proclamarse hijos de Abrahán, los judíos dan un paso más: “No somos hijos ilegítimos; tenemos un solo padre, que es Dios” (Jn 8,41). Quien niega que Jesús es el enviado del Padre, no es hijo de Abrahán; menos aún hijo de Dios. Nos puede suceder lo mismo que a los judíos. Nos proclamamos con cierto orgullo “hijos de Dios”, y después podemos llegar a la mayor de las violencias: quitar la vida a un inocente. P. Antonio Danos, redentorista
1. Antífona de entrada Tú me libras, Señor, de la ira de mis enemigos, me haces triunfar sobre mis adversarios y me salvas del hombre malvado (Sal 17,48-49). 2. Oración colecta Ilumina, Señor, el corazón de tus hijos, purificado por las penitencias cuaresmales y concédenos manifestar en nuestra vida el deseo de servirte que nos
has inspirado. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura (Dn 3,14-20.49-50.91-
92.95)
Lectura del libro del profeta Daniel En aquellos días dijo el rey Nabucodonosor: “¿Es cierto, Sedrak, Mesak y Abednegó, que no quieren servir a mis dioses, ni adorar la estatua de oro que he mandado levantar? Pues bien, si no es cierto, estén dispuestos para que, al oír sonar el cuerno, la flauta, la cítara, el salterio, la chirimía y toda clase de instrumentos, se
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postren y adoren la estatua que he mandado hacer. Pero si no la adoran, serán arrojados inmediatamente a un horno encendido. ¿Y qué dios podrá librarlos entonces de mis manos?” Pero Sedrak, Mesak y Abednegó contestaron al rey Nabucodonosor: “No es necesario responder a tu pregunta, pues el Dios a quien servimos puede librarnos del horno encendido y nos librará de tus manos; y aunque no lo hiciera, sábete que de ningún modo serviremos a tus dioses, ni adoraremos la estatua de oro, que has mandado levantar”. Entonces Nabucodonosor se enfureció y la expresión de su rostro cambió para Sedrak, Mesak y Abednegó. Mandó encender el horno y aumentar la fuerza del fuego siete veces más de lo acostumbrado. Después ordenó que algunos de los hombres más fuertes de su ejército ataran a Sedrak, Mesak y Abednegó y los arrojaran al horno encendido. Pero el ángel del Señor bajó del cielo, se puso junto a ellos, apartó las llamas y produjo en el horno un frescor como de brisa y de rocío, y el fuego no los atormentó, ni los hirió, ni siquiera los tocó. El rey Nabucodonosor, estupefacto, se levantó precipitadamente y dijo a sus consejeros: “¿Acaso no estaban atados los tres hombres que arrojamos al horno?” Ellos contestaron: “Sí, señor”. El rey replicó: “¿Por qué, entonces, estoy viendo cuatro hombres sueltos, que se pasean entre las llamas, sin quemarse? Y el cuarto, parece un ángel”. Nabucodonosor los hizo salir del horno y exclamó: “Bendito sea el Dios de Sedrak, Mesak y Abednegó,
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que ha enviado a su ángel para librar a sus siervos, que confiando en él, desobedecieron la orden del rey y expusieron su vida, antes que servir y adorar a un dios extraño”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R Bendito seas, Señor, para siempre. L Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres. Bendito sea tu nombre santo y glorioso /R L Bendito seas en tu templo santo y glorioso. Bendito seas en el trono de tu reino /R L Bendito eres tú, Señor, que penetras con tu mirada los abismos y te sientas en un trono rodeado de querubines. Bendito seas, Señor, en la bóveda del cielo /R (Dn 3). 5. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Dichosos los que cumplen la palabra del Señor con un corazón bueno y sincero, y perseveran hasta dar fruto. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús (Lc 8,15).
6. Evangelio (Jn 8,31-42) Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor En aquel tiempo, Jesús dijo a los que habían creído en él: “Si se mantienen fieles a mi palabra, serán verdaderos discípulos míos, conocerán la verdad y la verdad los hará libres”. Ellos replicaron: “Somos hijos de Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: ‘Serán libres’?”
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Jesús les contestó: “Yo les aseguro que todo el que peca es un esclavo y el esclavo no se queda en la casa para siempre; el hijo sí se queda para siempre. Si el Hijo les da la libertad, serán realmente libres. Ya sé que son hijos de Abraham; sin embargo, tratan de matarme, porque no aceptan mis palabras. Yo hablo de lo que he visto en casa de mi Padre: ustedes hacen lo que han oído en casa de su padre”. Ellos le respondieron: “Nuestro padre es Abraham”. Jesús les dijo: “Si fueran hijos de Abraham, harían las obras de Abraham. Pero tratan de matarme a mí, porque les he dicho la verdad que oí de Dios. Eso no lo hizo Abraham. Ustedes hacen las obras de su padre”. Le respondieron: “Nosotros no somos hijos de prostitución. No tenemos más padre que a Dios”. Jesús les dijo entonces: “Si Dios fuera su Padre me amarían a mí, porque yo salí de Dios y vengo de Dios;
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no he venido por mi cuenta, sino enviado por él”. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 7. Oración sobre las ofrendas Acepta, Señor, estos dones que tú has querido que te ofrezcamos para alabanza tuya y salvación nuestra. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión Dios nos ha hecho entrar al Reino de su Hijo amado, por cuya sangre recibimos la redención y el perdón de los pecados (Col 1,13-14). 9. Oración después de la comunión Concédenos, Señor, que este sacramento que hemos recibido, nos purifique de todos nuestros vicios y nos confirme para siempre en tu amistad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Dios te ha hablado, y espera tu respuesta: ¿Puedes asegurar que no sufres ninguna esclavitud?
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Seré tú Dios y el de todos tus descendientes Sirviéndose de una institución practicada en tiempos de Abrahán, que era la alianza, el autor se sirve de este signo, para manifestar el lazo estrecho de amistad que Dios estableció con el patriarca y, a través de él, con toda la humanidad, empezando por su familia. En plena madurez, cuando contaba noventa y nueve años, Dios hace esta propuesta a Abrahán: “Camina en mi presencia y sé honrado, y haré una alianza contigo: haré que te multipliques sin medida… Serás padre de una multitud de pueblos” (Gén 17,1-4). El primer signo de esta alianza: el cambio de nombre: “No te llamarás Abrán, sino Abrahán” (Gén 17,5). Con frecuencia, los nombres bíblicos están ligados a la misión encomendada a la persona. Segundo signo: la circuncisión. Este rito existía ya en otros pueblos, ligado
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por lo general a los rituales de iniciación. La circuncisión empieza a tener un signo religioso de identidad. Es signo de bendición, con una incidencia en la vida. Los profetas hablan de la “circuncisión del corazón”. La carta a los colosenses habla de la “circuncisión de Cristo, que consiste en sepultarnos con él en el bautismo y en resucitar con él por la fe en el poder de Dios” (Col 2,12). Yo conozco al Padre y cumplo su palabra En su enfrentamiento con los judíos, Jesús proclama: “Les aseguro que quien cumple mi palabra no sufrirá jamás la muerte” (Jn 8,51). Las palabras de Jesús escandalizaron a sus adversarios, que lo acusaron de actuar impulsado por el demonio. Jesús acude directamente a la autoridad del Padre, a quien conoce muy bien. No pueden decir ellos lo mismo, aunque también dicen que es su Padre. La autoridad con que habla, la gloria que se manifiesta en sus obras proviene de Dios. Abrahán, de quien se glorían de ser hijos, disfrutaba esperando ver la manifestación de la gloria de Jesús, aunque él existía desde mucho antes que Abrahán. Esta afirmación de Jesús ya no la pudieron aguantar sus adversarios. Una vez más intentaron eliminarlo. Acudieron a la forma de muerte reservada a los blasfemos: “Agarraron piedras para apedrearlo” (Jn 8,59). Como ha dicho el evangelista en otras ocasiones: Ya está cerca, pero “todavía no había llegado su hora”. P. Antonio Danoz, redentorista
1. Antífona de entrada Cristo es el mediador de la nueva alianza, porque mediante su muerte, aquellos que han sido llamados, reciben la herencia eterna que les había sido prometida (Heb 9,15). 2. Oración colecta Asiste y protege siempre, Señor, a esta familia tuya, que ha puesto en ti toda su esperanza, a fin de que purificados de nuestros pecados, permanezcamos fieles a nuestro compromiso bautismal y obtengamos la herencia prometida. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura (Gén 17,3-9) Lectura del libro del Génesis Cuando Dios se le apareció, Abram se postró con el rostro en el suelo y Dios le dijo: “Aquí estoy. Ésta es la alianza que hago contigo: Serás padre de una multitud de pueblos. Ya no te lla-
marás Abram, sino Abraham, porque te he constituido como padre de muchas naciones. Te haré fecundo sobremanera; de ti surgirán naciones y de ti nacerán reyes. Contigo y con tus descendientes, de generación en generación, establezco una alianza perpetua para ser el Dios tuyo y de tus descendientes. A ti y a tus descendientes les daré en posesión perpetua toda la tierra de Canaán, en la que ahora vives como extranjero; y yo seré el Dios de ustedes”. Después le dijo Dios a Abraham: “Cumple, pues, mi alianza, tú y tu posteridad, de generación en generación”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R El Señor nunca olvida sus promesas. L Recurran al Señor y a su poder, búsquenlo sin descanso. Recuerden
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los prodigios que él ha hecho, sus portentos y oráculos /R L Descendientes de Abraham, su servidor, estirpe de Jacob, su predilecto, escuchen: el Señor es nuestro Dios y gobiernan la tierra sus decretos /R L Ni aunque transcurran mil generaciones, se olvidará el Señor de sus promesas, de la alianza pactada con Abraham, del juramento a Isaac, que un día le hiciera /R (Sal 104). 5. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Hagámosle caso al Señor, que nos dice: “No endurezcan su corazón”. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús (Sal 94,8).
6. Evangelio (Jn 8,51-59) Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Yo les aseguro: el que es fiel a mis palabras no morirá para siempre”. Los judíos le dijeron: “Ahora ya no nos cabe duda de que estás endemoniado. Porque Abraham murió y los profetas también murieron, y tú dices: ‘El que es fiel a mis palabras no morirá para siempre’. ¿Acaso eres tú más que nuestro padre Abraham, el cual murió? Los profetas también murieron. ¿Quién pretendes ser tú?” Contestó Jesús: “Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, aquel de quien ustedes dicen: “Es nuestro Dios’, aunque no lo conocen. Yo, en cambio, sí lo conozco; y si dijera que no lo conozco, sería
tan mentiroso como ustedes. Pero yo lo conozco y soy fiel a su palabra. Abraham, el padre de ustedes, se regocijaba con el pensamiento de verme; me vio y se alegró por ello”. Los judíos le replicaron: “No tienes ni cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?” Les respondió Jesús: “Yo les aseguro que desde antes que naciera Abraham, Yo Soy”. Entonces recogieron piedras para arrojárselas, pero Jesús se ocultó y salió del templo. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 7. Oración sobre las ofrendas Mira, Señor, con agrado el sacrificio que vamos a ofrecerte y concédenos por él la conversión de nuestra vida y la salvación del mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión Dios no escatimó la vida de su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros y con él nos ha dado todos los bienes (Rom 8,32). 9. Oración después de la comunión Por medio de este sacramento que ya desde ahora nos comunica tu fuerza, concédenos, Padre misericordioso, participar de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Dios te ha hablado, y espera tu respuesta: ¿Qué te propones hacer para conocer mejor a Dios?
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El Señor libró al pobre del poder de los malvados Tenemos ante nosotros el final de las llamadas “confesiones de Jeremías”. Jeremías “se dejó seducir por el Señor”, y asumió su condición de profeta. Anunció lo que el Señor le ordenó decir, hizo lo que Dios le mandó hacer. Ahora se encuentra con la oposición abierta de sus adversarios: “Lo venceremos y nos vengaremos de él” (Jer 20,10). Hasta la Palabra del Señor “se le volvió insulto y burla” (Jer 20,8). A pesar de todo, el profeta sigue fuertemente apegado a su misión y a la Palabra de Dios: “La siento dentro como fuego ardiente encerrado en mis huesos” (Is 20,9). Sabe que por encima de todo está Dios y su misericordia. Confiado en su misericordia, el profeta lanza un grito lleno de fe y de esperanza: “El Señor está conmigo como valiente soldado” (Jer 20).11). Pasando de la angustia a la certeza de alcanzar la victoria, invita a alabar al Señor: “Canten al Señor, que libró al pobre del poder de los malvados” (Jer 20,13). Si hago las obras de mi Padre, crean a las obras El enfrentamiento de Jesús alcanza su punto culminante. Los judíos no pueden tolerar que Jesús, “siendo hombre se haga Dios” (Jn10,33). Para ellos esta declaración es una blasfemia. Optan por apedrearlo, que es el castigo que la ley reserva a los blasfemos. Jesús no deja pasar la ocasión de reafirmar su condición de Hijo de Dios. No solo no se retracta, sino que se reafirma. Como Hijo suyo, “Dios lo consagró y lo envió al mundo”. Puesto que sus adversarios no creen a sus palabras, Jesús acude a las obras. Las obras que Jesús realiza son las que revelan que es verdaderamente Hijo de Dios. Seguro de lo que dice, lanza un reto a sus adversarios: “Crean a mis obras aunque no me crean a mí, así reconocerán y sabrán que el Padre está en mí y yo en el Padre” (Jn 10,38). La firmeza de sus palabras no los convenció, y decidieron arrestarlo de nuevo, pero se escapó de sus manos. Con frecuencia proclamamos ante la gente que somos discípulos de Jesús e hijos de Dios. Jesús nos dice que nuestra identidad ha de ser reconocida, no tanto por las palabras, sino por las obras. Las obras han de revelar al mundo quiénes somos. P. Antonio Danoz, redentorista
1. Antífona de entrada Ten piedad de mí, Señor, porque estoy en peligro, líbrame de los enemigos que me persiguen; Señor, que no me decepcione yo de haberte invocado (Sal 30,10.16.18).
2. Oración colecta Perdona, Señor, nuestras culpas y que tu amor y tu bondad nos libren del poder del pecado, al que nos ha sometido nuestra debilidad. Por nuestro Señor Jesucristo.
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11 de Abril - Viernes, Feria, V Semana de Cuaresma
3. 1ª Lectura (Jer 20,10-13) Lectura del libro del profeta Jeremías En aquel tiempo, dijo Jeremías: “Yo oía el cuchicheo de la gente que decía: ‘Denunciemos a Jeremías, denunciemos al profeta del terror’. Todos los que eran mis amigos espiaban mis pasos, esperaban que tropezara y me cayera, diciendo: ‘Si se tropieza y se cae, lo venceremos y podremos vengarnos de él’. Pero el Señor, guerrero poderoso, está a mi lado; por eso mis perseguidores caerán por tierra y no podrán conmigo; quedarán avergonzados de su fracaso y su ignominia será eterna e inolvidable. Señor de los ejércitos, que pones a prueba al justo y conoces lo más profundo de los corazones, haz que yo vea tu venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi causa. Canten y alaben al Señor, porque él ha salvado la vida de su pueblo de la mano de los malvados”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R Sálvame, Señor, en el peligro. L Yo te amo, Señor, tú eres mi fuerza, el Dios que me protege y me libera /R L Tú eres mi refugio, mi salvación, mi escudo, mi castillo. Cuando invoqué al Señor de mi esperanza, al punto me libró de mi enemigo /R L Olas mortales me cercaban, torrentes destructores me envolvían; me alcanzaban las redes del abismo y me ataban los lazos de la muerte /R L En el peligro invoqué al Señor, en mi angustia le grité a mi Dios; desde
su templo, él escuchó mi voz y mi grito llegó a sus oídos /R (Sal 17). 5. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida. Tú tienes palabras de vida eterna. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús (Jn 6,63.68). 6. Evangelio (Jn 10,31-42) Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, los judíos cogieron piedras para apedrearlo. Jesús les dijo: “He realizado ante ustedes muchas obras buenas de parte del Padre, ¿por cuál de ellas me quieren apedrear?” Le contestaron los judíos: “No te queremos apedrear por ninguna obra buena, sino por blasfemo, porque tú, no siendo más que un hombre, pretendes ser Dios”. Jesús les replicó: “¿No está escrito en su ley: Yo les he dicho: Ustedes son dioses? Ahora bien, si ahí se llama dioses a quienes fue dirigida la palabra de Dios (y la Escritura no puede equivocarse), ¿cómo es que a mí, a quien el Padre consagró y envió al mundo, me llaman blasfemo porque he dicho: ‘Soy Hijo de Dios’? Si no hago las obras de mi Padre, no me crean. Pero si las hago, aunque no me crean a mí, crean a las obras, para que puedan comprender que el Padre está en mí y yo en el Padre”. Trataron entonces de apoderarse de él, pero se les escapó de las manos. Luego regresó Jesús al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había bautizado en un principio y
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se quedó allí. Muchos acudieron a él y decían: “Juan no hizo ninguna señal prodigiosa; pero todo lo que Juan decía de éste, era verdad”. Y muchos creyeron en él allí. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús.
8. Antífona de comunión En su propio Cuerpo, Cristo subió nuestros pecados a la cruz para que, muertos a nuestros pecados, empecemos una vida santa. En esta forma, por medio de sus heridas, hemos sido curados (1Pe 2,24).
7. Oración sobre las ofrendas Que tu ayuda, Padre misericordioso, nos haga dignos de acercarnos a tu altar, a fin de que la asidua participación en este sacrificio nos obtenga la salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
9. Oración después de la comunión Que la fuerza de este sacramento que nos une a ti, Señor, no nos abandone nunca y aleje siempre de nosotros todo mal. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios te ha hablado, y te pregunta: ¿Revelan tus obras que eres discípulo de Jesús e hijo de Dios?
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de Abril - Sábado, Feria, V Semana de Liturgia de las Horas: Feria, I Sem. del Salt. - Color Mo Cuaresma
Haré con ellos una alianza de paz Después de la visión espectacular de los huesos secos, que representa el estado en el que se encuentran los ciudadanos de Israel, Ezequiel les anuncia una actuación del Señor igualmente espectacular, que significa su rehabilitación: “Penetró en los huesos el espíritu, revivieron y se pusieron en pie” (Ez 37,10). La actitud del Señor cambió por completo, renovando la alianza de amor con su pueblo. Empieza por realizar su liberación, reuniéndolos desde los países donde estaban dispersos. A la liberación social, le sigue la liberación de orden moral: “Los libraré de sus pecados y apostasías, los purificaré: ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios” (Ez 37,23). Dios completa el nuevo resurgir sellando con él una nueva alianza: “Haré con ellos una nueva alianza de paz” (Ez 37,26). El templo aparece como un signo de la nueva alianza. El templo representa la “morada” de Dios en medio de su pueblo. La Cuaresma es un tiempo de total renovación. El Espíritu de Dios actúa con la fuerza renovadora, que manifestó al revestir de vida los huesos secos, de que habla el profeta. Dejemos que el Espíritu de Dios haga su obra renovadora en nosotros. Habían dado órdenes para que lo arrestaran El cerco contra Jesús se estrechaba. El hecho espectacular de devolver a Lázaro a la vida, fue la gota que colmó el vaso: “Este hombre está haciendo muchos
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milagros” (Jn 11,47). Se había convertido en peligro público, con el riesgo de que los romanos destruyeran el templo y la nación. El evangelista concede valor de anuncio profético a las palabras de Caifás, que era el sumo sacerdote en aquel año: “Profetizó que Jesús moriría por la nación. Y no solo por la nación, sino para reunir a los hijos de Dios que estaban dispersos” (Jn 11,51-52). A partir de aquel día, la suerte de Jesús estaba echada: “Decidieron darle muerte” (Jn 11,53). Los responsables del pueblo dieron órdenes, para que quien conociera su paradero lo denunciase, y así poder arrestarlo. La oportunidad estaba ya próxima. Se acercaba la Pascua de los judíos. Para Jesús sería la última. Así se lo hacía saber a sus discípulos: “Les aseguro que no volveré a comer la Pascua con ustedes, hasta que alcance su cumplimiento en el reino de Dios” (Lc 22,18). P. Antonio Danoz, redentorista
1. Antífona de entrada Señor, no te quedes lejos; tú, que eres mi fuerza, ven aprisa en mi ayuda porque ya no soy un hombre, sino un gusano, despreciado por la gente y rechazado por el pueblo (Sal 21,20.7). 2. Oración colecta Señor, tú que nunca dejas de procurar nuestra salvación y en estos días de Cuaresma nos otorgas gracias más abundantes, mira con amor a esta familia tuya y concede tu auxilio protector a quienes se preparan para el bautismo y a quienes hemos renacido ya a una vida nueva. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura (Ez 37,21-28) Lectura del libro del profeta Ezequiel Esto dice el Señor Dios: “Voy a recoger de las naciones a donde emigraron, a todos los israelitas; de todas partes los congregaré para llevarlos a su tierra. Haré de ellos un solo pueblo en mi tierra, en los montes de Israel; habrá un solo rey para todos ellos y nunca más volverán a ser dos naciones, ni a dividirse en dos reinos. Ya no volverán a mancharse con sus
ídolos, sus abominaciones y con todas sus iniquidades; yo los salvaré de las infidelidades que cometieron y los purificaré; ellos van a ser mi pueblo y yo voy a ser su Dios. Mi siervo David será su rey y todos ellos no tendrán más que un pastor; cumplirán mis mandamientos y pondrán por obra mis preceptos. Habitarán en la tierra que di a mi siervo Jacob y en la que habitaron los padres de ustedes, y ahí vivirán para siempre ellos, sus hijos y sus nietos; mi siervo David será su rey para siempre. Voy a hacer con ellos una alianza eterna de paz. Los asentaré, los haré crecer y pondré mi santuario entre ellos para siempre. En medio de ellos estará mi templo: yo voy a ser su Dios y ellos van a ser mi pueblo. Las naciones sabrán que yo soy el Señor que santifica a Israel, cuando vean mi santuario en medio de ellos para siempre”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R El Señor cuidará a su pueblo como un pastor a su rebaño. L Escuchen, pueblos, la palabra del
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Señor, anúncienla aun en las islas más remotas: “El que dispersó a Israel lo reunirá y lo cuidará como el pastor a su rebaño” /R L Porque el Señor redimió a Jacob y lo rescató de las manos del poderoso. Ellos vendrán para aclamarlo al monte Sión y vendrán a gozar de los bienes del Señor /R L Entonces se alegrarán las jóvenes, danzando; se sentirán felices jóvenes y viejos, porque yo convertiré su tristeza en alegría, los llenaré de gozo y aliviaré sus penas /R (Jer 31). 5. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Purifíquense de todas sus iniquidades; renueven su corazón y su espíritu, dice el Señor. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús (Ez 18,31). 6. Evangelio (Jn 11,45-56) Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor En aquel tiempo, muchos de los judíos que habían ido a casa de Marta y María, al ver que Jesús había resucitado a Lázaro, creyeron en él. Pero algunos de entre ellos fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron al sanedrín y decían: “¿Qué será bueno hacer? Ese hombre está haciendo muchos prodigios. Si lo dejamos seguir así, todos van a creer en él, van a venir los romanos y destruirán nuestro templo y nuestra nación”. Pero uno de ellos, llamado Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: “Ustedes no saben nada. No
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comprenden que conviene que un solo hombre muera por el pueblo y no que toda la nación perezca”. Sin embargo, esto no lo dijo por sí mismo, sino que, siendo sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación, y no sólo por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos de Dios, que estaban dispersos. Por lo tanto, desde aquel día tomaron la decisión de matarlo. Por esta razón, Jesús ya no andaba públicamente entre los judíos, sino que se retiró a la ciudad de Efraín, en la región contigua al desierto y allí se quedó con sus discípulos. Se acercaba la Pascua de los judíos y muchos de las regiones circunvecinas llegaron a Jerusalén antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús en el templo y se decían unos a otros: “¿Qué pasará? ¿No irá a venir para la fiesta?” Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 7. Oración sobre las ofrendas Dios eterno y todopoderoso, que por medio del sacramento del bautismo haces renacer a quienes confiesan tu nombre, acepta nuestros dones y plegarias para que, cuantos en ti esperan, puedan ver realizados sus deseos y perdonadas sus culpas. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión Cristo fue entregado a la muerte para congregar en la unidad a los hijos de Dios, que estaban dispersos (Jn 11,52).
9. Oración después de la comunión Señor, tú que nos has hecho partí-
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cipes del Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, concédenos participar también de su vida divina. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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Dios te ha hablado, y te pregunta: ¿Estás dispuesto a seguir a Jesús en el tramo que queda de camino?
de Abril - Domingo de Ramos /A Liturgia de las Horas: II Sem. del Salterio - Dominical - Color Ro BENDITO EL QUE VIENE EN NOMBRE DEL SEÑOR
Es el profeta Jesús de Galilea: ¡Hosanna en las alturas! La entrada de Jesús en Jerusalén, es preludio de los grandes acontecimientos que se avecinan: el prendimiento de Jesús; su condena a muerte, precedida del juicio ante las autoridades del pueblo y ante Pilato, el representante del poder de Roma. La resurrección “al tercer día”, pondrá fin a un proceso marcado por la injusticia, por la violencia y por la muerte. La injusticia, la violencia y la muerte, se harán presentes en la primera parte de esta historia. En la segunda, el poder de Dios se manifestará con toda su fuerza, resucitando a Jesús de entre los muertos. Estos dos aspectos aparecen en la celebración de hoy. al hijo de David! ¡Bendito el que Por anticipado, nos unimos a Jesús, ¡Hosanna viene en el nombre del Señor! siguiendo la ruta que conduce del pren(Cfr. Mt 21,9) dimiento en el huerto a la residencia del sumo sacerdote; de allí al palacio de Pilato; y del palacio hasta el “Lugar de la Calavera”, donde fue crucificado, murió y, en sus alrededores fue sepultado. Al “tercer día”, Dios nos sorprenderá resucitando a Jesús de la muerte. Celebrando el final glorioso, iniciamos la celebración de hoy: “¡Bendito el que viene en nombre del Señor! Hosanna en las alturas” (Mt 21,9). Pasión de Jesús, según san Mateo En Mateo, como en los demás evangelistas, el relato de lo que acontece a Jesús en la etapa final, tiene una conclusión que no hay que colocarla en sepultura. Aunque en la lectura de hoy nos detenemos ahí, nuestra mirada y la actitud espiritual ha de situarse en el final. El relato de la pasión es uno de los textos en los que la humanidad de Jesús se hace más perceptible. Hizo suya realmente la condición humana. Sintió sobre
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su mejilla el beso traidor; vio cómo sus amigos lo abandonan cobardemente; recibe los latigazos reservados a los esclavos; es condenado siendo inocente; muere en la cruz como un bandido. El jefe de centuria proclamaba: “Realmente éste era el Hijo de Dios” (Mt 27,54). Después de leer el relato de la pasión, hemos de proclamar: “Realmente éste era el Hijo del hombre”, título que Mateo aplica a Jesús al comienzo de su relato: “Ya saben que dentro de dos días se celebra la Pascua y el Hijo del hombre será entregado para ser crucificado” (Mt 26,2). En el corazón de la fe cristiana está Jesús crucificado y resucitado La pasión y la cruz están en el centro de la confesión de fe cristiana. Pablo lo recuerda en la carta a la comunidad de Filipos. Jesús, que había asumido la condición humana, se humilló hasta la muerte, y una muerte de cruz. Con la celebración de la entrada de Jesús en Jerusalén, iniciamos el recorrido del camino pascual. El relato de Mateo está lleno de resonancias bíblicas. Jesús es el Mesías-Rey, que hace su entrada triunfal en Jerusalén. A los discípulos se une una multitud que lo aclama. Es el anticipo de la victoria final. El camino resulta extremadamente duro. Jesús no solo experimenta el abandono del grupo de discípulos. Después de tres horas de silencio, lanza un grito conmovedor. Mateo pone en su boca las palabras del salmista: “Dios mío, ¿por qué me has abandonado” (Mt 27,46). Esta soledad de Dios, es uno de los momentos más duros de la pasión para Jesús. Por otra parte, Pablo recuerda otro aspecto fundamental de la pasión de Jesús, que ha de estar siempre presente en estos días: “En Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo” (2Cor 5,19). Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús Antes de presentar el recorrido completo, Pablo escribe: “Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús” (Flp 2,5). Nosotros iniciamos hoy la conmemoración de este recorrido, hasta finalizarlo en el día de Pascua. La recomendación de Pablo es fundamental para celebrar los misterios de la pasión, muerte y resurrección de Jesús en esta Semana Santa. Cada día pondremos el acento en uno de los aspectos fundamentales, sin perder la perspectiva del recorrido completo. Los acontecimientos de la pasión, muerte y resurrección de Jesús están estrechamente relacionados. Hagamos el recorrido hasta el final. En cada paso hemos de estar al lado de Jesús. Vivir lo que él vivía; sentir lo que él sentía; adoptar la actitud de espíritu con que él afronta cada situación. “Con-padecer” con él, el prendimiento, la condena, la violencia física y moral, cargar con la cruz, morir en total soledad. Para poder “con-partir” también, con él el gozo y la gloria de la resurrección. ¡Pongámonos hoy mismo en camino! Domingo de Ramos “De la Pasión del Señor”. P. Antonio Danoz, redentorista
Domingo de Ramos “De la Pasión del Señor” 1. En este día la Iglesia recuerda la entrada de Cristo nuestro Señor en Jerusalén para consumar su misterio pascual. Por lo tanto, en todas las misas se conmemora esta entrada del Señor por medio de una procesión (I) o de una entrada solemne (II), antes de la misa principal, y por medio de una entrada sencilla (III), antes de las demás misas. Pero
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puede repetirse la entrada solemne (no la procesión), antes de algunas otras misas que se celebra con gran asistencia del pueblo.
Conmemoración de la entrada del Señor en Jerusalén Primera forma: Procesión 2. A la hora señalada, los fieles se reúnen en una iglesia menor o en algún otro lugar adecuado, fuera del templo hacia el cual va a dirigirse la procesión. Los fieles llevan ramos en la mano. 3. El sacerdote y los ministros, revestidos con los ornamentos rojos requeridos para la misa, se acercan al lugar donde el pueblo está congregado. El sacerdote, en lugar de casulla, puede usar la capa pluvial, que dejará después de la procesión. 4. Entretanto se canta la siguiente antífona u otro cántico adecuado:
Antífona Hosanna al Hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor, el rey de Israel. ¡Hosanna en el cielo! (Mt 21,9).
5. Enseguida el sacerdote saluda al pueblo de la manera acostumbrada y hace una breve exhortación para invitar a los fieles a participar activa y conscientemente en la celebración de este día. Puede hacerlo con éstas o semejantes palabras.
Queridos hermanos: Después de habernos preparado desde el principio de la Cuaresma con nuestra penitencia y nuestras obras de caridad, hoy nos reunimos para iniciar, unidos con toda la Iglesia, la celebración anual de los misterios de la pasión y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, misterios que empezaron con la entrada de Jesús en Jerusalén. Acompañemos con fe y devoción a nuestro Salvador en su
entrada triunfal a la ciudad santa, para que, participando ahora de su cruz, podamos participar un día, de su gloriosa resurrección y de su vida. 6. Después de esta exhortación, el sacerdote, teniendo juntas las manos, dice la siguiente oración:
Oremos: Dios todopoderoso y eterno, dígnate bendecir estos ramos y concede a cuantos acompañamos ahora jubilosos a Cristo, nuestro rey y Señor, reunirnos con él en la Jerusalén del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. Y, en silencio, rocía los ramos con agua bendita. 7. Enseguida se dice el Evangelio de la entrada del Señor en Jerusalén, según alguno de los cuatro evangelistas, como se indica en el Leccionario. Lo lee el diácono, o, en su defecto, el sacerdote, de la manera acostumbrada.
Evangelio (Mt 21,1-11) Lectura del santo Evangelio según san Mateo A Gloria a ti, Señor Cuando se aproximaban ya a Jerusalén, al llegar a Betfagé, junto al monte de los Olivos, envió Jesús a dos de sus discípulos, diciéndoles: “Vayan al pueblo que ven allí enfrente; al entrar, encontrarán amarrada una burra y un burrito con ella; desátenlos y tráiganmelos. Si alguien les pregunta algo, díganle que el Señor los necesita y enseguida los devolverá”. Esto sucedió para que se cumplieran las palabras del profeta: Díganle a la hija de Sión: He aquí que tu rey
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viene a ti, apacible y montado en un burro, en un burrito, hijo de animal de yugo. Fueron, pues, los discípulos e hicieron lo que Jesús les había encargado y trajeron consigo la burra y el burrito. Luego pusieron sobre ellos sus mantos y Jesús se sentó encima. La gente, muy numerosa, extendía sus mantos por el camino; algunos cortaban ramas de los árboles y las tendían a su paso. Los que iban delante de él y los que lo seguían gritaban: “¡Hosanna! ¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en el cielo!” Al entrar Jesús en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió. Unos decían: “¿Quién es éste?” Y la gente respondía: “Éste es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea”. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 8. Después del Evangelio, si se cree oportuno, puede tenerse una breve homilía. Al iniciar la procesión, el celebrante u otro ministro idóneo puede hacer una exhortación con estas palabras y otras parecidas:
Queridos hermanos: Como la muchedumbre que aclamaba a Jesús, acompañemos también nosotros, con júbilo, al Señor. 9. Y se inicia la procesión hacia el templo donde va a celebrarse la misa. Si se usa el incienso, el turiferario va adelante con el incensario, en el cual habrá puesto incienso previamente; enseguida, un ministro con la cruz adornada y, a su lado, dos acólitos con velas encendidas. Sigue luego el sacerdote con los ministros y, detrás de ellos, los fieles con ramos en las manos. Al avanzar la procesión, el coro y el pueblo entonan los siguientes cánticos u otros apropiados.
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Antífona I Los hijos de Israel, llevando ramos de olivo, salieron al encuentro del Señor, clamando: “Hosanna en el cielo”. Si se cree conveniente, puede alternarse esta antífona con los versículos del salmo 23.
Salmo (23) Del Señor es la tierra y lo que ella tiene, el orbe todo y los que en él habitan, pues él lo edificó sobre los mares, él fue quien lo asentó sobre los ríos. ¿Quién subirá hasta el monte del Señor? ¿Quién podrá entrar en su recinto santo? El de corazón limpio y manos puras y que no jura en falso. Ése obtendrá la bendición de Dios, y Dios, su salvador, le hará justicia. Ésta es la clase de hombres que te buscan y vienen ante ti, Dios de Jacob. ¡Puertas, ábranse de par en par; agrándense, portones eternos, porque va a entrar el rey de la gloria! Y ¿quién es el rey de la gloria? Es el Señor, fuerte y poderoso, el Señor, poderoso en la batalla. ¡Puertas, ábranse de par en par; agrándense, portones eternos, porque va a entrar el rey de la gloria! Y ¿quién es el rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos, es el rey de la gloria. 10. Al entrar la procesión en la Iglesia, se canta el siguiente responsorio u otro cántico alusivo a la entrada del Señor en Jerusalén:
Responsorio R Al entrar el Señor en la ciudad santa, los hijos de Israel, anticipándose a la resurrección del Señor de
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la vida, con palmas en las manos, clamaban: Hosanna en el cielo. S Al enterarse de que Jesús llegaba a Jerusalén, el pueblo salió a su encuentro con palmas en las manos, clamando: Hosanna en el cielo.
Tercera forma: Entrada sencilla
11. El sacerdote, al llegar al altar, hace la debida reverencia y, si lo juzga oportuno, lo inciensa. Luego se dirige a la sede (se quita la capa pluvial, si la usó, y se pone la casulla) y, omitida toda otra ceremonia, da fin a la procesión diciendo la oración colecta y prosigue la misa de la manera acostumbrada.
Segunda forma: Entrada solemne 12. Donde no se pueda hacer la procesión fuera de la Iglesia, la entrada del Señor se celebra dentro del templo por medio de una entrada solemne, antes de la misa principal. 13. Los fieles se reúnen ante la puerta del templo, o bien, dentro del mismo templo, llevando los ramos en la mano. El sacerdote, los ministros y algunos de los fieles, van a algún sitio adecuado del templo, fuera del presbiterio, en donde pueda ser vista fácilmente la ceremonia, al menos por la mayor parte de la asamblea. 14. Mientras el sacerdote se dirige al sitio indicado, se canta la antífona Hosanna al Hijo de David (n. 4), o algún otro cántico adecuado. Después se bendicen los ramos y se lee el Evangelio de la entrada del Señor en Jerusalén, como se indicó en los nn. 5-7. Después del Evangelio, el sacerdote va solemnemente hacia el presbiterio a través del templo, acompañado por los ministros y por algunos fieles, mientras se canta el responsorio. Al entrar el Señor (n. 10), u otro cántico apropiado. 15. Al llegar al altar, el sacerdote hace la debida reverencia. Enseguida va a la sede y, omitida toda otra ceremonia, dice la colecta de la misa, que prosigue luego de la manera acostumbrada.
16. En todas las demás misas de este domingo, en las que no se hace la entrada solemne, se recuerda la entrada del Señor en Jerusalén por medio de una entrada sencilla. 17. Mientras el sacerdote se dirige al altar, se canta la antífona de entrada con su salmo (n. 18), u otro cántico sobre el mismo tema. El sacerdote, al llegar al altar, hace la debida reverencia, va a la sede y saluda al pueblo. Luego sigue la misa de la manera acostumbrada. En las misas sin pueblo y en las misas en que no es posible cantar la antífona de entrada, el sacerdote, después de llegar al altar y de haber hecho la debida reverencia, saluda al pueblo, lee la antífona de entrada y prosigue la misa de la manera acostumbrada.
18. Antífona de entrada Seis días antes de la Pascua, cuando el Señor entró en Jerusalén, salieron los niños a su encuentro llevando en sus manos hojas de palmera y gritando: Hosanna en el cielo. Bendito tú, que vienes lleno de bondad y de misericordia. Puertas, abríos de par en par; agrandaos, portones eternos, porque va a entrar el Rey de la gloria. Y ¿quién es ese Rey de la gloria? El señor de los ejércitos es el Rey de la gloria. Hosanna en el cielo. Bendito tú, que vienes lleno de bondad y de misericordia (Sal 23,9-10). 19. Cuando no se puede hacer ni la procesión, ni la entrada solemne, es conveniente hacer una celebración de la palabra de Dios, acerca de la entrada mesiánica y de la Pasión del Señor, ya sea el sábado en la tarde, o bien el domingo, a la hora más oportuna.
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La Misa 20. Después de la procesión o de la entrada solemne, el sacerdote comienza la misa con la oración colecta.
21. Oración colecta Dios todopoderoso y eterno, que has querido entregarnos como ejemplo de humildad a Cristo, nuestro salvador, hecho hombre y clavado en una cruz, concédenos vivir según las enseñanzas de su pasión, para participar con él, un día, de su gloriosa resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo. 22. No se llevan velas ni incienso para la lectura de la Pasión del Señor, ni se hace al principio el saludo, ni se signa el libro. La lectura la hace un diácono o, en su defecto, el sacerdote. Puede también ser hecha por lectores, reservando al sacerdote, si es posible, la parte correspondiente a Cristo. Solamente los diáconos piden la bendición del celebrante antes del canto de la Pasión, como se hace antes del Evangelio. 23. Después de la lectura de la Pasión, puede tenerse, si se cree oportuno, una breve homilía. La Misa de hoy tiene tres lecturas, y es muy recomendable leerlas todas, a no ser que alguna razón pastoral aconseje lo contrario. Dada la importancia de la Pasión del Señor, el sacerdote, en las Misas con el pueblo, y de acuerdo con las características de los fieles de cada asamblea, puede omitir una de las dos primeras lecturas, o ambas, y leer sólo la Pasión del Señor, aun en su forma breve.
24. 1ª Lectura (Is 50,4-7) Lectura del libro del profeta Isaías En aquel entonces, dijo Isaías: “El Señor me ha dado una lengua experta, para que pueda confortar al abatido con palabras de aliento. Mañana tras mañana, el Señor des-
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pierta mi oído, para que escuche yo, como discípulo. El Señor Dios me ha hecho oír sus palabras y yo no he opuesto resistencia ni me he echado para atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro de los insultos y salivazos. Pero el Señor me ayuda, por eso no quedaré confundido, por eso endurecí mi rostro como roca y sé que no quedaré avergonzado”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 25. Salmo responsorial R Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? L Todos los que me ven, de mí se burlan; me hacen gestos y dicen: “Confiaba en el Señor, pues que él lo salve; si de veras lo ama, que lo libre” /R L Los malvados me cercan por doquiera como rabiosos perros. Mis manos y mis pies han taladrado y se pueden contar todos mis huesos /R L Reparten entre sí mis vestiduras y se juegan mi túnica a los dados. Señor, auxilio mío, ven y ayúdame, no te quedes de mí tan alejado /R L Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. Fieles del Señor, alábenlo; glorifícalo, linaje de Jacob; témelo, estirpe de Israel /R (Sal 21). 26. 2ª Lectura (Fil 2,6-11) Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los filipenses Cristo, siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina, sino
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que, por el contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres. Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que, al nombre de Jesús, todos doblen la rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y todos reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 27. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Cristo se humilló por nosotros y por obediencia aceptó incluso la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús (Fil 2,8-9). 28. Evangelio (Mt 26,14—27,66) Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo C. En aquel tiempo uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: S. “¿Cuánto me dan si les entrego a Jesús?” C. Ellos quedaron en darle treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregárselo. El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: S. “¿Dónde quieres que te preparemos la cena de
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Pascua?” C. Él respondió: †“Vayan a la ciudad, a casa de fulano y díganle: ‘El Maestro dice: Mi hora está ya cerca. Voy a celebrar la Pascua con mis discípulos en tu casa’”. C. Ellos hicieron lo que Jesús les había ordenado y prepararon la cena de Pascua. Al atardecer, se sentó a la mesa con los Doce y mientras cenaban les dijo: †“Yo les aseguro que uno de ustedes, va a entregarme”. C. Ellos se pusieron muy tristes y comenzaron a preguntarle uno por uno: S. “¿Acaso soy yo, Señor?” C. Él respondió: †“El que moja su pan en el mismo plato que yo, ése va a entregarme. Porque el Hijo del hombre va a morir, como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre va a ser entregado! Más le valiera a ese hombre no haber nacido”. C. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: S. “¿Acaso soy yo, Maestro?” C. Jesús le respondió: †“Tú lo has dicho”. C. Durante la cena, Jesús tomó un pan, y pronunciada la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: †“Tomen y coman. Este es mi Cuerpo”. C. Luego tomó en sus manos una copa de vino, y pronunciada la acción de gracias, la pasó a sus discípulos, diciendo: †“Beban todos de ella, porque ésta es mi Sangre, Sangre de la nueva alianza, que será derramada por todos, para el perdón de los pecados. Les digo que ya no beberé más del fruto de la vid, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el Reino de mi Padre”. C. Después de haber cantado el himno, salieron hacia el monte de los Olivos. Entonces Jesús les dijo: †“Todos ustedes se van a
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escandalizar de mí esta noche, porque está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño. Pero después de que yo resucite, iré delante de ustedes a Galilea”. C. Entonces Pedro le replicó: S. “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré”. C. Jesús le dijo: †“Yo te aseguro que esta misma noche, antes de que el gallo cante, me habrás negado tres veces”. C. Pedro le replicó: S. “Aunque tenga que morir contigo, no te negaré”. C. Y lo mismo dijeron todos los discípulos. Entonces Jesús fue con ellos a un lugar llamado Getsemaní y dijo a los discípulos: †“Quédense aquí mientras yo voy a orar más allá”. C. Se llevó consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo y comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo: †“Mi alma está llena de una tristeza mortal. Quédense aquí y velen conmigo”. C. Avanzó unos pasos más, se postró rostro en tierra y comenzó a orar, diciendo: †“Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz; pero que no se haga como yo quiero, sino como quieres tú”. C. Volvió entonces a donde estaban los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro: †“¿No han podido velar conmigo ni una hora? Velen y oren, para no caer en la tentación, porque el espíritu está pronto, pero la carne es débil”.C. Y alejándose de nuevo, se puso a orar, diciendo: †“Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad”. C. Después volvió y encontró a sus discípulos otra vez dormidos, porque tenían los ojos cargados de sueño. Los dejó y se fue a orar de nuevo, por tercera vez,
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repitiendo las mismas palabras. Después de esto, volvió a donde estaban los discípulos y les dijo; †“Duerman ya y descansen. He aquí que llega la hora y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya está aquí el que me va a entregar”.C. Todavía estaba hablando Jesús, cuando llegó Judas, uno de los Doce, seguido de una chusma numerosa con espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El que lo iba a entregar les había dado esta señal: S. “Aquel a quien yo le dé un beso, ése es. Aprehéndanlo”. C. Al instante se acercó a Jesús y le dijo: S. “¡Buenas noches, Maestro!” C. Y lo besó. Jesús le dijo: †“Amigo, ¿es esto a lo que has venido?” C. Entonces se acercaron a Jesús, le echaron mano y lo apresaron. Uno de los que estaban con Jesús, sacó la espada, hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó una oreja. Le dijo entonces Jesús: †“Vuelve la espada a su lugar, pues quien usa la espada, a espada morirá. ¿No crees que si yo se lo pidiera a mi Padre, él pondría ahora mismo a mi disposición más de doce legiones de ángeles? Pero, ¿cómo se cumplirían entonces las Escrituras, que dicen que así debe suceder?” C. Enseguida dijo Jesús a aquella chusma: †“¿Han salido ustedes a apresarme como a un bandido, con espadas y palos? Todos los días yo enseñaba, sentado en el templo, y no me aprehendieron. Pero todo esto ha sucedido para que se cumplieran las predicciones de los profetas. C. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. Los que aprehendieron a Jesús lo
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llevaron a la casa del sumo sacerdote Caifás, donde los escribas y los ancianos estaban reunidos. Pedro los fue siguiendo de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote. Entró y se sentó con los criados para ver en qué paraba aquello. Los sumos sacerdotes y todo el sanedrín andaban buscando un falso testimonio contra Jesús, con ánimo de darle muerte; pero no lo encontraron, aunque se presentaron muchos testigos falsos. Al fin llegaron dos, que dijeron: S. “Éste dijo: ‘Puedo derribar el templo de Dios y reconstruirlo en tres días’”. C. Entonces el sumo sacerdote se levantó y le dijo: S. “¿No respondes nada a lo que éstos atestiguan en contra tuya?” C. Como Jesús callaba, el sumo sacerdote le dijo: S. “Te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios”. C. Jesús le respondió: †“Tú lo has dicho. Además, yo les declaro que pronto verán al Hijo del hombre, sentado a la derecha de Dios, venir sobre las nubes del cielo”. C. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras y exclamó: S. “¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes mismos han oído la blasfemia. ¿Qué les parece?” C. Ellos respondieron: S. “Es reo de muerte”. C. Luego comenzaron a escupirle en la cara y a darle de bofetadas. Otros lo golpeaban, diciendo: S. “Adivina quién es el que te ha pegado”. C. Entretanto, Pedro estaba fuera, sentado en el patio. Una criada se le acercó y le dijo: S. “Tú también estabas con Jesús, el galileo”. C. Pero él lo negó ante todos, diciendo: S. “No sé de qué me estás hablando”. C. Ya se iba
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hacia el zaguán, cuando lo vio otra criada y dijo a los que estaban ahí: S. “También ése andaba con Jesús, el nazareno”. C. Él de nuevo lo negó con juramento: S. “No conozco a ese hombre”. C. Poco después se acercaron a Pedro los que estaban ahí y le dijeron: S. “No cabe duda de que tú también eres de ellos, pues hasta tu modo de hablar te delata”. C. Entonces él comenzó a echar maldiciones y a jurar que no conocía a aquel hombre. Y en aquel momento cantó el gallo. Entonces se acordó Pedro de que Jesús había dicho: ‘Antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces’. Y saliendo de ahí se soltó a llorar amargamente. Llegada la mañana, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejo contra Jesús para darle muerte. Después de atarlo, lo llevaron ante el procurador, Poncio Pilato, y se lo entregaron. Entonces Judas, el que lo había entregado, viendo que Jesús había sido condenado a muerte, devolvió arrepentido las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos, diciendo: S. “Pequé, entregando la sangre de un inocente”. C. Ellos dijeron: S. “¿Y a nosotros qué nos importa? Allá tú”. C. Entonces Judas arrojó las monedas de plata en el templo, se fue y se ahorcó. Los sumos sacerdotes tomaron las monedas de plata y dijeron: S. “No es lícito juntarlas con el dinero de las limosnas, porque son precio de sangre”. C. Después de deliberar, compraron con ellas el Campo del alfarero, para sepultar ahí a los extranjeros. Por eso aquel campo se llama hasta el día de hoy “Campo
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de sangre”. Así se cumplió lo que dijo el profeta Jeremías: “Tomaron las treinta monedas de plata en que fue tasado aquel a quien pusieron precio algunos hijos de Israel, y las dieron por el Campo del alfarero, según lo que me ordenó el Señor”. Jesús compareció ante el procurador, Poncio Pilato, quien le preguntó: S. “¿Eres tú el rey de los judíos?” C. Jesús respondió: †“Tú lo has dicho”. C. Pero nada respondió a las acusaciones que le hacían los sumos sacerdotes y los ancianos. Entonces le dijo Pilato: S. “¿No oyes todo lo que dicen contra ti?” C. Pero él nada respondió, hasta el punto de que el procurador se quedó muy extrañado. Con ocasión de la fiesta de la Pascua, el procurador solía conceder a la multitud la libertad del preso que quisieran. Tenían entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Dijo, pues, Pilato a los ahí reunidos: S. “¿A quién quieren que les deje en libertad: a Barrabás o a Jesús, que se dice el Mesías?” C. Pilato sabía que se lo habían entregado por envidia. Estando él sentado en el tribunal, su mujer mandó decirle: S. “No te metas con ese hombre justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa”. C. Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la muchedumbre de que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Así, cuando el procurador les preguntó: S. “¿A cuál de los dos quieren que les suelte?”, C. Ellos respondieron; S. “A Barrabás”. C. Pilato les dijo: S. “¿Y qué voy a hacer con Jesús, que se dice el Mesías?” C. Respondieron todos: S. “Crucifícalo” C. Pilato preguntó:
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S. “Pero, ¿qué mal ha hecho?” C. Más ellos seguían gritando cada vez con más fuerza: S. “¡Crucifícalo!” C. Entonces Pilato, viendo que nada conseguía y que crecía el tumulto, pidió agua y se lavó las manos ante el pueblo, diciendo: S. “Yo no me hago responsable de la muerte de este hombre justo. Allá ustedes”. C. Todo el pueblo respondió: S. “¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!” C. Entonces Pilato puso en libertad a Barrabás. En cambio a Jesús lo hizo azotar y lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados del procurador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a todo el batallón. Lo desnudaron, le echaron encima un manto de púrpura, trenzaron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza; le pusieron una caña en su mano derecha, y arrodillándose ante él, se burlaban diciendo: S. “¡Viva el rey de los judíos!”, C. y le escupían. Luego, quitándole la caña, lo golpeaban con ella en la cabeza. Después de que se burlaron de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y lo llevaron a crucificar. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz. Al llegar a un lugar llamado Gólgota, es decir, “Lugar de la Calavera”, le dieron a beber a Jesús vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no lo quiso beber. Los que lo crucificaron se repartieron sus vestidos, echando suertes, y se quedaron sentados ahí para custodiarlo. Sobre su cabeza pusieron por escrito la causa de su condena: ¡Éste es Jesús, el rey de los judíos! Juntamente con él, cru-
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cificaron a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Los que pasaban por ahí lo insultaban moviendo la cabeza y gritándole: S. “Tú, que destruyes el templo y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz”. C. También se burlaban de él los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, diciendo: S. “Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo. Si es el rey de Israel, que baje de la cruz y creeremos en él. Ha puesto su confianza en Dios, que Dios lo salve ahora, si es que de verdad lo ama, pues él ha dicho; ‘Soy el Hijo de Dios’”. C. Hasta los ladrones que estaban crucificados a su lado lo injuriaban. Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, se oscureció toda aquella tierra. Y alrededor de las tres, Jesús exclamó con fuerte voz: †“Elí, Elí, ¿lemá sabactaní?”, C. Que quiere decir: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” Algunos de los presentes, al oírlo, decían: S. “Está llamando a Elías”. C. Enseguida uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y sujetándola a una caña, le ofreció de beber. Pero los otros le dijeron: S. “Déjalo. Vamos a ver si viene Elías a salvarlo”. C. Entonces Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, expiró. Aquí todos se arrodillan y guardan silencio por unos instantes.
Entonces el velo del templo se rasgó en dos partes, de arriba a abajo, la tierra tembló y las rocas se partieron. Se abrieron los sepulcros y resucitaron muchos justos que habían muerto, y después de la resurrección de Jesús, entraron en la ciudad santa y
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se aparecieron a mucha gente. Por su parte, el oficial y los que estaban con él custodiando a Jesús, al ver el terremoto y las cosas que ocurrían, se llenaron de un gran temor y dijeron: S. “Verdaderamente éste era Hijo de Dios”. C. Estaban también allí, mirando desde lejos, muchas de las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo. Entre ellas estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo. Al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que se había hecho también discípulo de Jesús. Se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús, y Pilato dio orden de que se lo entregaran. José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo, que había hecho excavar en la roca para sí mismo. Hizo rodar una gran piedra hasta la entrada del sepulcro y se retiró. Estaban ahí María Magdalena y la otra María, sentadas frente al sepulcro. Al otro día, el siguiente de la preparación de la Pascua, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron ante Pilato y le dijeron: S. “Señor, nos hemos acordado de que ese impostor, estando aún en vida, dijo; ‘A los tres días resucitaré’. Manda, pues, asegurar el sepulcro hasta el tercer día; no sea que vengan sus discípulos, lo roben y digan luego al pueblo: ‘Resucitó de entre los muertos’, porque esta última impostura sería peor que la primera”. C. Pilato les dijo: S. “Tomen un pelotón de soldados, vayan y aseguren el sepulcro como ustedes quieran”. C. Ellos fueron y aseguraron el sepulcro, poniendo un
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sello sobre la puerta y dejaron ahí la guardia. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús.
(Intenciones libres)
S Concédenos, Señor, recorrer con los mismos sentimientos de Jesús, el camino que nos conduce Se dice Credo desde hoy, hasta la celebración gozosa de su gloriosa resurrec29. Oración de los fieles ción. Por Jesucristo nuestro SeS Iniciamos hoy la celebración so- ñor. Amén
lemne de los misterios de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Oremos, para que vivamos con el amor y con los sentimientos con que los vivió Jesús. A Te lo pedimos, Señor. L El pueblo que hoy aclamaba a Jesús al entrar en Jerusalén, pidió después a Pilato que lo condenara a muerte. Para que en el mundo no se sigan repitiendo estos espectáculos de injusticia: Oremos al Señor. A Te lo pedimos, Señor. L Como discípulos de Jesús, lo acompañamos en estos días de pasión y de dolor. Para que nuestras comunidades, unidas a sus pastores, acompañen a los que son víctimas de represión y de muerte, procurando que obtengan su liberación: Oremos al Señor. A Te lo pedimos, Señor. L Muchas personas son víctimas de tratos inhumanos e injustos. Para que no seamos cómplices del sufrimiento de muchas personas inocentes, con nuestra colaboración o con nuestro silencio, Oremos al Señor. A Te lo pedimos, Señor. L Para que los responsables de las comunidades cristianas y los fieles, celebremos con especial devoción en estos días la memoria de la institución de la eucaristía, de la pasión, de la muerte y resurrección de Jesús: Oremos al Señor. A Te lo pedimos, Señor.
30. Oración sobre las ofrendas Que la pasión de tu Hijo, actualizada en este santo sacrificio que vamos a ofrecerte, nos alcance, Señor, de tu misericordia, el perdón que no podemos merecer por nuestras obras. Por Jesucristo, nuestro Señor. 31. Prefacio: La Pasión del Señor S El Señor esté con ustedes. R Y con tu espíritu. S Levantemos el corazón. R Lo tenemos levantado hacia el Señor. S Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R Es justo y necesario. S En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor. El cual siendo inocente, se dignó padecer por los pecadores y fue injustamente condenado por salvar a los culpables; con su muerte borró nuestros delitos y, resucitando, conquistó nuestra justificación. Por eso, te alabamos con todos los ángeles y te aclamamos con voces de júbilo, diciendo: Santo, Santo, Santo… 32. Antífona de la comunión Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad (Mt 26,42).
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33. Oración después de la comunión Tú que nos has alimentado con esta Eucaristía, y por medio de la muerte de tu Hijo nos das la esperanza de alcanzar lo que la fe nos promete, concédenos, Señor, llegar, por medio de su resurrección, a la meta de
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nuestras esperanzas. Por Jesucristo, nuestro Señor. Dios te ha hablado, y te pregunta: ¿Tienes los mismos sentimientos de Jesús?
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Este es mi siervo, mi elegido a quien sostengo El libro de Isaías ofrece cuatro cánticos, en los cuales el protagonista es un personaje reconocido como “Siervo de Yahvé”. En este primer canto que leemos hoy, tratamos de descubrir su identidad. Son varias las propuestas. Algunos piensan que se trata de una única persona. Otros creen que es un colectivo, que pudiera ser el pueblo de Israel. El profeta ofrece algunos rasgos importantes para identificarlo. Pone en boca del Señor estas palabras: “Miren a mi siervo a quien sostengo” (Is 42,1). A este siervo Dios lo ha elegido, y tiene en él su complacencia. Lo eligió para varias misiones importantes. Promover en las naciones la justicia y el derecho; “ser alianza de un pueblo y luz de las naciones” (Is 42,6). Abrirá los ojos a los ciegos y liberará a los cautivos. Para cumplir la misión, el Señor derramará sobre él su Espíritu. Evitará toda forma de violencia. No voceará por las calles, no quebrará la caña quebrada, no apagará la mecha humeante. Los autores del nuevo testamento aplicaron estos textos a Jesús. Él es el “Siervo de Yahvé” que anuncia el profeta. Cada uno de nosotros, que somos discípulos, hemos de actuar siempre como “siervos del Señor”. Tenía guardado este perfume para mi sepultura La escena que narra el evangelio de Juan acontece en casa de Lázaro en Betania. Son muchos los elementos interesantes, relacionados con los acontecimientos que se acercan. Primer signo importante: la hospitalidad. Los tres hermanos lo reciben en su casa, unos días después de haber vuelto a Lázaro a la vida, después de llevar cuatro días en el sepulcro. Como signo de hospitalidad le ofrecen un banquete. Segundo signo importante: La unción que realiza María, la hermana de Lázaro. Entre los judíos existía un ritual para recibir al huésped. Uno de los ritos consistía en lavarle los pies y ungirlo con perfume. Es lo que hace María: Unge los pies a Jesús con un ungüento de gran calidad, y se los seca con los cabellos. Para Judas, se trata de un gran despilfarro. Utiliza a los pobres, como suele ser frecuente, para justificar la corrupción. Jesús, aclara primero lo de los pobres: “A los pobres los tendrán siempre con
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ustedes” (Jn 12,8). A continuación revela el verdadero sentido de la acción de María: “Déjenla en paz. Que lo haga para el día de mi sepultura” (Jn 12,7). Jesús pone en todo su valor el gesto realizado por María. Nosotros hoy, haríamos bien “ungiendo los pies a los pobres”. Seguro que tendríamos el aplauso de Jesús. P. Antonio Danoz, redentorista
1. Antífona de entrada Combate, Señor, a los que me combaten, ataca a los que me atacan; ponte la armadura, toma el escudo y ven en mi ayuda. Tú eres mi fortaleza y mi salvación (Sal 34,1-2; Sal 139,8). 2. Oración colecta Concédenos, Señor, nueva fuerza para no sucumbir a nuestras humanas debilidades, por los méritos de la pasión de tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. 3. 1ª Lectura (Is 42,1-7) Lectura del libro del profeta Isaías Miren a mi siervo, a quien sostengo; a mi elegido, en quien tengo mis complacencias. En él he puesto mi espíritu, para que haga brillar la justicia sobre las naciones. No gritará ni clamará, no hará oír su voz en las plazas, no romperá la caña resquebrajada, ni apagará la mecha que aún humea. Proclamará la justicia con firmeza, no titubeará ni se doblegará, hasta haber establecido el derecho sobre la tierra y hasta que las islas escuchen su enseñanza. Esto dice el Señor Dios, el que creó el cielo y lo extendió, el que dio firmeza a la tierra, con lo que en ella brota; el que dio el aliento a la gente que habita la tierra y la respiración a
cuanto se mueve en ella: “Yo, el Señor, fiel a mi designio de salvación, te llamé, te tomé de la mano; te he formado y te he constituido alianza de un pueblo, luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R El Señor es mi luz y mi salvación. L El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle miedo? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar? /R L Cuando me asaltan los malvados para devorarme, ellos, enemigos y adversarios, tropiezan y caen /R L Aunque se lance contra mí un ejército, no temerá mi corazón; aun cuando hagan la guerra contra mí, tendré plena confianza en el Señor /R L La bondad del Señor espero ver en esta misma vida. Ármate de valor y fortaleza y en el Señor confía /R (Sal 26).
5. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Señor Jesús, rey nuestro, sólo tú has tenido compasión de nuestras faltas. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
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6. Evangelio (Jn 12,1-11) Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó entonces una libra de perfume de nardo auténtico, muy costoso, le ungió a Jesús los pies con él y se los enjugó con su cabellera, y la casa se llenó con la fragancia del perfume. Entonces Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que iba a entregar a Jesús, exclamó: “¿Por qué no se ha vendido ese perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?” Esto lo dijo, no porque le importaran los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía a su cargo la bolsa, robaba lo que echaban en ella. Entonces dijo Jesús: “Déjala. Esto lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tendrán siempre con ustedes, pero a mí no siempre me tendrán”. Mientras tanto, la multitud de judíos, que se enteró de que Jesús estaba allí, acudió, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien el Señor había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes
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deliberaban para matar a Lázaro, porque a causa de él, muchos judíos se separaban y creían en Jesús. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 7. Oración sobre las ofrendas Mira, Señor, con bondad, este sacrificio que tú instituiste misericordiosamente para reparar el daño de nuestros pecados, y hazlo producir en nosotros abundantes frutos de vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión No te me ocultes, Señor, el día de mi desgracia. Escúchame con bondad, y, siempre que te invoque, respóndeme enseguida (Sal 101,3). 9. Oración después de la comunión Quédate, Señor, con nosotros y protege con tu amor infatigable nuestros corazones santificados por esta Eucaristía, para que podamos conservar siempre las gracias que hemos recibido de tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor. Dios te ha hablado, y te pregunta: ¿También tú manipulas a los pobres para tus intereses?
de Abril - Martes Santo Liturgia de las Horas: Feria, II Sem. del Salt. - Color Mo
Desde el vientre me formó el Señor siervo suyo En el segundo cántico del “Siervo de Yahvé”, que ofrece el libro de Isaías, vuelven a aparecer algunos elementos del primero. El primero de ellos es su vocación: “Estaba en las entrañas materna y pronunció mi nombre” (Is 49,1).
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En este segundo canto, Isaías aporta un dato que no aparecía en el primero: Israel es el “siervo” de quien el Señor se siente orgulloso. Aquí el “siervo realiza su auto-presentación, con imágenes tomadas del arte militar: “espada afilada”, “flecha puntiaguda”. Inicialmente su misión se circunscribe a Israel. El Señor le confía la misión de rescatar a los “supervivientes de Israel”. Pero el proyecto de Dios sobrepasa las fronteras de este pueblo. El Siervo será “luz de las naciones”. Él hará que la salvación de Dios “alcance hasta el fin de la tierra” (Is 49,6). La misión fundamental que el profeta asigna al “siervo”, coincide con la de Jesús. Así lo manifiesta el anuncio que hace el mensajero a los pastores: “Hoy les ha nacido en la ciudad de David el Salvador” (Lc 2,11). Nosotros, como discípulos de Jesús-Salvador, hemos de procurar que “la salvación alcance hasta el confín de la tierra” Antes de que el gallo cante me habrás negado tres veces El ambiente de fiesta, propio de la celebración de la cena pascual, cambia de repente. Jesús “se estremeció por dentro” y hace una declaración que desconcierta a los discípulos: “Les aseguro que uno de ustedes me entregará” (Jn 13,21). A partir de este momento se desencadena una serie de revelaciones de Jesús. Primero, sobre Judas: “Lo que tienes que hacer hazlo pronto” (Jn 13,27). Estas palabras siguen siendo misteriosas. Sus compañeros pensaron que se trataba de una compra que tenía que hacer o de una limosna que entregar a los pobres. Quedaba todavía otra mala noticia. Ha llegado la “hora” en que será glorificado el Hijo del hombre. A donde él va los discípulos no pueden seguirlo. Pedro, que lo había seguido fielmente hasta este momento, no comprende por qué no puede seguirlo. Dándoselas de valiente, contesta a Jesús: Daré mi vida por ti” (Jn 13, 37). Entonces tuvo que escuchar este anuncio profético de Jesús: “Antes de que cante el gallo me negarás tres veces” (Jn 13,38). Jesús sigue su largo discurso de la cena. El evangelista se encargará de consignar el cumplimiento de las palabras de Jesús: “Pedro volvió a negarlo y en ese momento cantó el gallo” (Jn 18,27). P. Antonio Danoz, redentorista
1. Antífona de entrada No me entregues, Señor, al odio de mis enemigos, pues han surgido contra mí testigos falsos, que respiran violencia (Sal 26,12). 2. Oración colecta Dios todopoderoso y eterno, ayúdanos a celebrar los misterios de la pasión del Señor con tal fe y arrepentimiento, que podamos merecer tu perdón. Por nuestro Señor Jesucristo.
3. 1ª Lectura (Is 49,1-6) Lectura del libro del profeta Isaías Escúchenme, islas; pueblos lejanos, atiéndanme. El Señor me llamó desde el vientre de mi madre; cuando aún estaba yo en el seno materno, él pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada filosa, me escondió en la sombra de su mano, me hizo flecha puntiaguda, me guardó en su aljaba y me dijo: “Tú eres mi siervo, Israel; en ti manifestaré mi gloria”. Entonces
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yo pensé: “En vano me he cansado, inútilmente he gastado mis fuerzas; en realidad mi causa estaba en manos del Señor, mi recompensa la tenía mi Dios”. Ahora habla el Señor, el que me formó desde el seno materno, para que fuera su servidor, para hacer que Jacob volviera a él y congregar a Israel en torno suyo -tanto así me honró el Señor y mi Dios fue mi fuerza-. Ahora, pues, dice el Señor: “Es poco que seas mi siervo sólo para restablecer a las tribus de Jacob y reunir a los sobrevivientes de Israel; te voy a convertir en luz de las naciones, para que mi salvación llegue hasta los últimos rincones de la tierra”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R En ti, Señor, he puesto mi esperanza. L Señor, tú eres mi esperanza, que no quede yo jamás defraudado. Tú, que eres justo, ayúdame y defiéndeme; escucha mi oración y ponme a salvo /R L Sé para mí un refugio, ciudad fortificada en que me salves. Y pues eres mi auxilio y mi defensa, líbrame, Señor, de los malvados /R L Señor, tú eres mi esperanza; desde mi juventud en ti confío. Desde que estaba en el seno de mi madre, yo me apoyaba en ti y tú me sostenías /R L Yo proclamaré siempre tu justicia y a todas horas, tu misericordia. Me enseñaste a alabarte desde niño y seguir alabándote es mi orgullo /R (Sal 70).
5. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
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Señor Jesús, rey nuestro, para obedecer al Padre, quisiste ser llevado a la cruz como manso cordero al sacrificio. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. 6. Evangelio (Jn 13,21-33.36-38) Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor En aquel tiempo, cuando Jesús estaba a la mesa con sus discípulos, se conmovió profundamente y declaró: “Yo les aseguro que uno de ustedes me va a entregar”. Los discípulos se miraron perplejos unos a otros, porque no sabían de quién hablaba. Uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, se hallaba reclinado a su derecha. Simón Pedro le hizo una seña y le preguntó: “¿De quién lo dice?” Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: “Señor, ¿quién es?” Le contestó Jesús: “Aquel a quien yo le dé este trozo de pan, que voy a mojar”. Mojó el pan y se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote; y tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dijo entonces a Judas: “Lo que tienes que hacer, hazlo pronto”. Pero ninguno de los comensales entendió a qué se refería; algunos supusieron que, como Judas tenía a cargo la bolsa, Jesús le había encomendado comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el bocado, salió inmediatamente. Era de noche. Una vez que Judas se fue, Jesús dijo: “Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado
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en él, también Dios lo glorificará en sí mismo y pronto lo glorificará. Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes. Me buscarán, pero como les dije a los judíos, así se lo digo a ustedes ahora: ‘A donde yo voy, ustedes no pueden ir’”. Simón Pedro le dijo: “Señor, ¿a dónde vas?” Jesús le respondió: “A donde yo voy, no me puedes seguir ahora; me seguirás más tarde”. Pedro replicó: “Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti”. Jesús le contestó: “¿Conque darás tu vida por mí? Yo te aseguro que no cantará el gallo, antes que me hayas negado tres veces”. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús.
concede a cuantos quieres hacernos partícipes del Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, llegar a poseerlo plenamente en tu Reino. Por Jesucristo, nuestro Señor.
7. Oración sobre las ofrendas Acepta, Señor, con bondad este pan y este vino que te presentamos, y
Dios te ha hablado, y tiene para ti una pregunta: Recuerda: ¿Cuántas veces has negado a Jesús?
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8. Antífona de la comunión Dios no escatimó la vida de su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, y con él nos ha dado todos los bienes (Rom 8,32). 9. Oración después de la comunión Por medio de este sacramento, que ya desde ahora nos comunica tu fuerza, concédenos, Padre misericordioso, participar de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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Resistí y no me eché atrás Al principio del tercer cántico, Isaías presenta al “Siervo de Yahvé” como un “discípulo”, que cada mañana tiene el oído atento para escuchar. Y tiene la lengua expedita, para decir al abatido una palabra de aliento que le ayude a levantar su ánimo. Este tercer cántico enfrenta al discípulo con la dificultad que tendrá que afrontar para cumplir su misión. A pesar de todo, se mantiene firme y no se echa para atrás. Con un lenguaje descarnado describe el profeta los sufrimientos que le esperan. Llegan hasta la agresión física. Está dispuesto a ofrecer la espalda al que le apalea; la mejilla, al que le arranca la barba; no vuelve el rostro ante los ultrajes y salivazos. De una cosa está seguro el “siervo”: “Tengo cerca a mi defensor” (Is 50,8). Su defensor es el Señor. Sabe que con él a su lado, podrá hacer frente a cualquier forma de violencia. En ningún caso quedará defraudado. A semejanza del “Siervo de Yahvé”, Jesús se enfrentó con la violencia y con los ultrajes en silencio. No se rebeló, no profirió amenazas, no pidió vengan-
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za. Al contrario, pidió al Padre que perdonara a los que lo maltrataban y le dieron muerte. Uno de ustedes me va a entregar Mateo relata antes de la cena pascual de Jesús con los discípulos, la negociación de Judas con los sumos sacerdotes para entregarlo. Según la versión de Mateo, es Judas quien toma la iniciativa. Se presenta a los sumos sacerdotes y les pregunta cuánto están dispuestos a pagarle. La negociación la cerraron en “treinta monedas de plata” (Mt 26,15). Durante la cena, Jesús hace este anuncio: “Uno de ustedes me va a entregar” (Mt 26,21). Jesús no había pronunciado ningún nombre. Surgió la intriga por saber a quién se refería. Según la versión de Juan, Pedro acude al discípulo “más amigo de Jesús”, que estaba a su lado con la cabeza reclinada sobre su costado, para informarse. En el relato de Mateo, Jesús no responde directamente a las preguntas que se hacen los discípulos, pero ofrece una pista: “El que se ha servido en la misma fuente que yo, ese me entregará” (Mt 26,23). A continuación pronuncia una dura sentencia, que es válida para cualquiera que lo traicione: “¡Ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado! Más le valiera no haber nacido” (Mt 26,24). Finalmente, todo quedó al descubierto. El traidor era Judas Iscariote. En más de una ocasión, quizá preguntemos al Señor: “Soy yo, maestro?” P. Antonio Danoz, redentorista
1. Antífona de entrada Que al nombre de Jesús, todo ser viviente, en el cielo, en la tierra y en el abismo, caiga de rodillas, porque el Señor aceptó por obediencia hasta la misma muerte, y una muerte de cruz. Por esto confesamos, para gloria de Dios Padre, que Jesucristo es el Señor (Fil 2,10.8.11). 2. Oración colecta Padre misericordioso que para librarnos del poder del enemigo, quisiste que tu Hijo sufriera por nosotros el suplicio de la cruz, concédenos alcanzar la gracia de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura (Is 50,4-9) Lectura del libro del profeta Isaías En aquel entonces, dijo Isaías: “El Señor me ha dado una lengua ex-
perta, para que pueda confortar al abatido con palabras de aliento. Mañana tras mañana, el Señor despierta mi oído, para que escuche yo, como discípulo. El Señor Dios me ha hecho oír sus palabras y yo no he opuesto resistencia, ni me he echado para atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro a los insultos y salivazos. Pero el Señor me ayuda, por eso no quedaré confundido, por eso endureció mi rostro como roca y sé que no quedaré avergonzado. Cercano está de mí el que me hace justicia, ¿quién luchará contra mí? ¿Quién es mi adversario? ¿Quién me acusa? Que se me enfrente. El Señor es mi ayuda, ¿quién se atreverá a condenarme?” Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor.
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4. Salmo responsorial R Por tu bondad, Señor, socórreme. L Por ti he sufrido injurias y la vergüenza cubre mi semblante. Extraño soy y advenedizo, aun para aquellos de mi propia sangre; pues me devora el celo de tu casa, el odio del que te odia, en mí recae /R L La afrenta me destroza el corazón y desfallezco. Espero compasión y no la hallo; consoladores, y no los encuentro. En mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre /R L En mi cantar exaltaré tu nombre, proclamaré tu gloria, agradecido. Se alegrarán al verlo los que sufren, quienes buscan a Dios tendrán más ánimo, porque el Señor jamás desoye al pobre, ni olvida al que se encuentra encadenado /R (Sal 68). 5. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Señor Jesús, rey nuestro, para obedecer al Padre, quisiste ser llevado a la cruz como manso cordero al sacrificio. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. 6. Evangelio (Mt 26,14-25) Lectura del santo Evangelio según san Mateo A Gloria a ti, Señor En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: “¿Cuánto me dan si les entrego a Jesús?” Ellos quedaron en darle treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregárselo. El primer día de la fiesta de los panes
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Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?” Él respondió: “Vayan a la ciudad, a casa de fulano y díganle: ‘El Maestro dice: Mi hora está ya cerca. Voy a celebrar la Pascua con mis discípulos en tu casa’”. Ellos hicieron lo que Jesús les había ordenado y prepararon la cena de Pascua. Al atardecer, se sentó a la mesa con los Doce y mientras cenaban, les dijo: “Yo les aseguro que uno de ustedes va a entregarme”. Ellos se pusieron muy tristes y comenzaron a preguntarle uno por uno: “¿Acaso soy yo, Señor?” Él respondió: “El que moja su pan en el mismo plato que yo, ése va a entregarme. Porque el Hijo del hombre va a morir, como está escrito de él; pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre va a ser entregado! Más le valiera a ese hombre no haber nacido”. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: “¿Acaso soy yo, Maestro?” Jesús le respondió: “Tú lo has dicho”. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 7. Oración sobre las ofrendas Acepta, Señor, los dones que te presentamos y concédenos la gracia de traducir en una vida de amor y de obediencia a tu voluntad, el misterio de la pasión de tu Hijo, que estamos celebrando. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir, y a dar su vida para redención de todos (Mt 20,28).
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9. Oración después de la comunión Concédenos, Señor, Dios nuestro, creer profundamente que por la muerte de tu Hijo, padecida en el
Calvario y anunciada en cada Eucaristía, tú nos has dado la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios te ha hablado, y te pregunta: ¿Cómo reaccionas, cuando te injurian o recibes malos tratos?
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de Abril - Jueves Santo de la Cena Liturgia de las Horas: Propia - Color Mo del Señor
ESTO ES MI CUERPO QUE SE ENTREGA POR USTEDES De la Pascua antigua a la nueva Pascua Iniciamos la celebración de la cena pascual de Jesús con los discípulos, recordando la Pascua judía, la más importante de todas las celebraciones. Recuerda un hecho trascendental en su historia: la liberación de la esclavitud de Egipto, cuyo protagonista es Yahvé. El “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida pueblo celebra el “paso” por los amigos” (Jn 15,13) liberador de Dios. El pueblo lo celebra gozosamente con una cena. Esa noche “comerán la carne del cordero asada a fuego…., porque es la Pascua del Señor” (Éx 12,8.11). Jesús se reúne con los discípulos para celebrar la última Pascua. Era la última pascua judía, y al mismo tiempo era la primera pascua cristiana. Los discípulos tienen un acontecimiento extraordinario, del cual han de hacer memoria en adelante: la muerte y resurrección de Jesús. Su “paso de este mundo al Padre”. Sabía que “había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre” (Jn 13,1). Jesús concibe este “paso” como su Pascua. El amor es el único que puede explicarla: “Los amó hasta el extremo” (Jn 13,1). El Éxodo explica detalladamente la forma de celebrar la primera Pascua. Jesús también indica a los suyos cómo han de celebrar la nueva Pascua. En la celebración existen tres signos que definen lo que es la Pascua de Jesús, y lo que ha de ser la Pascua de los discípulos y su celebración. Se levantó de la mesa y se puso a lavarles los pies El primer signo de la nueva Pascua es el “servicio”: “El Hijo del hombre no vino a que lo sirvieran, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos”
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(Mc 10,45). Así había concebido Jesús su vida, y así concibe su “paso” de este mundo al Padre: su Pascua. Jesús sorprende a los discípulos al principio de la cena pascual, con este primer gesto, que revela el sentido de la nueva Pascua. Esta Pascua es concebida con el acto supremo de servicio. La entrega de la propia vida, es el supremo acto de servicio que podemos realizar. Este signo pascual no puede faltar en la celebración de la Pascua de los discípulos. Así se lo ordena Jesús: “Yo que soy maestro y señor, les he lavado los pies, también ustedes han de lavarse los pies unos a otros. Les he dado ejemplo” (Jn 13,14-15). El signo pascual del servicio ha de estar presente en la vida de los discípulos y de las comunidades que celebran la memoria de su Pascua. Revivir hoy este gesto de Jesús, significa renovar el compromiso de mantenerlo vivo en nuestras comunidades, como un signo pascual de pertenencia y de identidad. En esto han de reconocernos: en que lavamos los pies a los hermanos y a los que no lo son. Lugar preferente han de tener aquellos hombres y mujeres, a los cuales nadie se los quiere lavar. Este es mi mandamiento: “Ámense como yo los he amado” El amor hasta dar la vida, es otro de los signos pascuales de la celebración de la cena pascual de Jesús. Para Jesús, el “paso” del mundo al Padre entregando la vida en la cruz, es el supremo signo de amor: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los amigos” (Jn 15,13). En el transcurso de la cena Jesús se lo hace saber a los discípulos: “Les doy un mandamiento nuevo: que se amen unos a otros como yo los he amado” (Jn 13,34). El mandamiento del amor ya existía en la antigua ley: “Amarás al Señor tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma y con todas tus fuerzas” (Dt 6,4). Y “amarás al prójimo como a ti mismo” (Lv 19,18). Jesús habla de una novedad. La novedad está en que los discípulos hemos de amar como Jesús nos amó. El modelo de referencia para Jesús es el amor del Padre: “Como el Padre me amó así los he amado yo: permanezcan en mi amor” (15,9). Segunda novedad: “En el amor que se tienen conocerán todos que son mis discípulos” (Jn 13,35). Beban la copa y partan el pan en memoria mía El tercer signo pascual que Jesús realiza durante la cena es “partir el pan” y “beber la copa”. Con este signo instituía Jesús la eucaristía. Tanto el pan como la copa, formaban parte de la celebración pascual judía. Ahora adquiere nueva significación. Durante la cena, Jesús partió el pan, se lo entregó a los discípulos diciendo: “Este es mi cuerpo que se entrega por ustedes” (1Cor 11,24). A continuación, tomó la copa diciendo: “Esta es la copa de la nueva alianza sellada con mi sangre, que se derrama por ustedes” (Lc 22,20). Jesús añade: “Hagan esto en memoria mía” (1Cor 11,24-25). La muerte y resurrección de Jesús es la nueva Pascua que hemos de celebrar. Él nos señala la forma de hacerlo. Pablo nos lo recuerda: Siempre que comemos este pan y bebemos esta copa al celebrar la eucaristía, “proclamamos la muerte del Señor” y su resurrección hasta que vuelva (1Cor 11,26). En la eucaristía la comunidad de los discípulos celebra la “memoria pascual” del acontecimiento salvador de la muerte y resurrección de Jesús. Como comunidad sacerdotal, ella es la protagonista de la celebración. P. Antonio Danos, redentorista
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Triduo Pascual Misa vespertina de la Cena del Señor Según una antiquísima tradición de la Iglesia, en este día se prohiben todas las misas sin asistencia del pueblo. En la tarde, a la hora más oportuna, se celebra la misa de la Cena del Señor, con la participación de toda la comunidad local y con la intervención, según su propio oficio, de todos los sacerdotes y ministros. Los sacerdotes que hayan celebrado ya en la misa del Santo Crisma o por alguna razón pastoral, pueden concelebrar en la misa vespertina. Donde lo pida el bien de la comunidad, el Ordinario del lugar puede permitir que se celebre otra misa en la tarde en templos u oratorios públicos o semipúblicos; y en caso de verdadera necesidad, aun en la mañana, pero solamente en favor de los fieles que de ninguna manera pueden asistir a la misa de la tarde. Téngase cuidado, sin embargo, de que estas celebraciones no se hagan en provecho de personas particulares y de que no sean en perjuicio de la asistencia a la misa vespertina principal. La sagrada comunión se puede distribuir a los fieles sólo dentro de la misa; pero a los enfermos se les puede llevar a cualquier hora del día. Los fieles que hayan comulgado en la mañana en la misa del Santo Crisma, pueden comulgar de nuevo en la misa de la tarde.
Ritos iniciales y liturgia de la palabra 1. El sagrario debe estar completamente vacío. Conságrense en esta misa suficientes hostias, de modo que alcancen para la comunión del clero y del pueblo, hoy y mañana.
2. Antífona de entrada Que nuestro único orgullo sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo, porque en él tenemos la salvación, la vida y la resurrección, y por él hemos sido salvados y redimidos (Gál 6,14).
3. Se dice Gloria. Mientras se canta este himno, se tocan las campanas. Terminado el canto, las campanas no vuelven a tocarse hasta la Vigilia Pascual, a no ser que la Conferencia Episcopal o el Ordinario dispongan otra cosa.
4. Oración colecta Dios nuestro, que nos has reunido para celebrar aquella Cena en la cual tu Hijo único, antes de entregarse a la muerte, confió a la Iglesia el sacrificio nuevo y eterno, sacramento de su amor, concédenos alcanzar por la participación en este sacramento, la plenitud del amor y de la vida. Por nuestro Señor Jesucristo. 5. 1ª Lectura (Éx 12,1-8.11-14) Lectura del libro del Éxodo En aquellos días, el Señor les dijo a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: “Este mes será para ustedes el primero de todos los meses y el principio del año. Díganle a toda la comunidad de Israel: ‘El día diez de este mes, tomará cada uno un cordero por familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con los vecinos y elija un cordero adecuado al número de personas y a la cantidad que cada cual pueda comer. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardarán hasta el día catorce del mes, cuando toda la comunidad de los hijos de Israel lo inmolará al atardecer. Tomarán la sangre y rociarán las dos jambas y el dintel de la puerta de la casa donde vayan a comer el cordero. Esa noche comerán la carne, asada a fuego; comerán panes sin levadura y hierbas amargas. Comerán así: con la cintura
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ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano y a toda prisa, porque es la Pascua, es decir, el paso del Señor. Yo pasaré esa noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos del país de Egipto, desde los hombres hasta los ganados. Castigaré a todos los dioses de Egipto, yo, el Señor. La sangre les servirá de señal en las casas donde habitan ustedes. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo y no habrá entre ustedes plaga exterminadora, cuando hiera yo la tierra de Egipto. Ese día será para ustedes un memorial y lo celebrarán como fiesta en honor del Señor. De generación en generación celebrarán esta festividad, como institución perpetua’”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor.
a ser entregado, tomó pan en sus manos, y pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. Lo mismo hizo con el cáliz después de cenar, diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza que se sella con mi sangre. Hagan esto en memoria mía siempre que beban de él”. Por eso, cada vez que ustedes comen de este pan y beben de este cáliz, proclaman la muerte del Señor, hasta que vuelva. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor.
6. Salmo responsorial R Gracias, Señor, por tu sangre que nos lava. L ¿Cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Levantaré el cáliz de salvación e invocaré el nombre del Señor /R L A los ojos del Señor es muy penoso que mueran sus amigos. De la muerte, Señor, me has librado, a mí, tu esclavo e hijo de tu esclava /R L Te ofreceré con gratitud un sacrificio e invocaré tu nombre. Cumpliré mis promesas al Señor ante todo su pueblo /R (Sal 115). 7. 2ª Lectura (1Co 11,23-26) Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios Hermanos: Yo recibí del Señor lo mismo que les he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que iba
8. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Les doy un mandamiento nuevo, dice el Señor, que se amen los unos a los otros, como yo los he amado. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús (Jn 13,34).
9. Evangelio (Jn 13,1-15) Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre y habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. En el transcurso de la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de entregarlo, Jesús, consciente de que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas y sabiendo que había salido de Dios y a Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó el manto y tomando una toalla, se la ciñó; luego
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echó agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que se había ceñido. Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo: “Señor, ¿me vas a lavar tú a mí los pies?” Jesús le replicó: “Lo que estoy haciendo tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde”. Pedro le dijo: “Tú no me lavarás los pies jamás”. Jesús le contestó: “Si no te lavo, no tendrás parte conmigo”. Entonces le dijo Simón Pedro: “En ese caso, Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza”. Jesús le dijo: “El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos”. Como sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: “No todos están limpios”. Cuando acabó de lavarles los pies, se puso otra vez el manto, volvió a la mesa y les dijo: “¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan”. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 10. En la homilía se exponen los grandes hechos que se recuerdan en esta misa, es decir la institución de la Sagrada Eucaristía y el Orden Sacerdotal y el mandato del Señor sobre la caridad fraterna. Después de la homilía, donde lo aconseje el bien pastoral, se lleva a cabo el lavatorio de los pies.
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Lavatorio de los pies 11 Los varones designados para el rito van, acompañados por los ministros, a ocupar los asientos preparados para ellos en un lugar visible. El celebrante, quitada la casulla si es necesario, se acerca a cada una de las personas designadas y, con la ayuda de los ministros, les lava los pies y se los seca. 12. Mientras tanto, se canta alguna de las siguientes antífonas o algún canto apropiado.
Antífona primera El señor se levantó de la mesa, echó agua en un recipiente y se puso a lavar los pies de sus discípulos para darles ejemplo (Jn 13,4.5.15). Antífona segunda Señor, ¿pretendes tú lavarme a mí los pies? Jesús le respondió: Si no te lavo los pies, no tendrás nada que ver conmigo. V Fue Jesús hacia Simón Pedro y éste le dijo: –Señor, ¿pretendes tú lavarme los pies?… V Lo que yo estoy haciendo, tú no lo entiendes ahora; lo entenderás más tarde. –Señor, ¿pretendes tú lavarme los pies?… (Jn 13,6.7.8). 13. Inmediatamente después del lavatorio de los pies o, si éste no tuvo lugar, después de la homilía, se hace la Oración universal.
No se dice Credo
Liturgia Eucarística Al comienzo de la Liturgia Eucarística, puede organizarse una procesión de los fieles, en la que se lleven dones para los pobres.
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Mientras tanto, se canta el Ubi cáritas est vera (A Dios siempre lo encontramos donde hay amor) u otro cántico apropiado.
el amor cada vez que celebramos la memoria de tu muerte y resurrección en la eucaristía. Tú que vives y reinas por los siglos. Amén.
14. Oración de los fieles S Al instituir la eucaristía en la cena pascual, Jesús nos ordenó: “Hagan esto en memoria mía”. Para que celebremos con gozo en cada eucaristía la memoria de la muerte y resurrección: Oremos al Señor. A Te lo pedimos, Señor. L La eucaristía es memoria viva de la muerte y resurrección de Jesús. Para que todo el pueblo de Dios unido a sus pastores, el papa, los obispos y presbíteros, hagamos de cada eucaristía una celebración pascual: Oremos al Señor. A te lo pedimos, Señor. L Jesús proclamó: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo”. Para que alimentados del “pan de vida”, seamos testigos ante el mundo del amor que Jesús nos manifestó en su muerte y resurrección: oremos al Señor. A Te lo pedimos, Señor. L Muchos en nuestro mundo buscan puestos importantes, no para servir, sino para ser servidos. Para que los discípulos de Jesús, alimentados con la eucaristía, seamos modelo de servicio a los más necesitados: Oremos al Señor. A Te lo pedimos, Señor. L Jesús nos dijo: Ámense como yo los he amado”. Para que el amor a los más olvidados de la sociedad, sea nuestro signo de identidad en un mundo dominado por el egoísmo y los intereses personales: Oremos al Señor. A Te lo pedimos, Señor. (Intensiones libres) S Gracias, Señor, por alimentarnos con el pan de vida. Haznos crecer en
15. Oración sobre las ofrendas Concédenos, Señor, participar dignamente en esta Eucaristía, porque cada vez que celebramos el memorial de la muerte de tu Hijo, se realiza la obra de nuestra redención. Por Jesucristo, nuestro Señor. 16. Prefacio: De la santísima Eucaristía S El Señor esté con ustedes. R Y con tu espíritu. S Levantemos el corazón. R Lo tenemos levantado hacia el Señor. S Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R Es justo y necesario. S En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor. El cual, verdadero y eterno sacerdote, al instituir el sacrificio perdurable, se ofreció a ti como víctima salvadora, y nos mandó que lo ofreciéramos como memorial suyo. En efecto, cuando comemos su carne, inmolada por nosotros, quedamos fortalecidos; y cuando bebemos su Sangre, derramada por nosotros, quedamos limpios de nuestros pecados. Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria: Santo, Santo, Santo… 17. Antífona de la comunión Éste es mi Cuerpo, que se da por ustedes. Este cáliz es la nueva alianza
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establecida por mi Sangre; cuantas veces lo beban, háganlo en memoria mía, dice el Señor (1Co 11,24.25). 18. Oración después de la comunión Señor, tú que nos permites disfrutar en esta vida de la Cena instituida por tu Hijo, concédenos participar también del banquete celestial en tu Reino. Por Jesucristo, nuestro Señor. Traslación del Santísimo Sacramento 19. Dicha la oración después de la Comunión, el sacerdote, de pie ante el altar, pone incienso en el incensario y, arrodillado, inciensa tres veces al Santísimo Sacramento. Enseguida recibe el paño de hombros, toma en sus manos el copón y lo cubre con las extremidades del paño. 20. Se forma entonces la procesión para llevar al Santísimo Sacramento a través del templo, hasta el sitio donde se le va a guardar. Va adelante un acólito, con la cruz alta; otros acólitos acompañan al Santísimo Sacramento con ciriales e incienso. El lugar de depósito debe estar preparado en alguna capilla convenientemente adornada. Durante la procesión, se canta el himno Pange
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lingua (excepto las dos últimas estrofas) o algún otro canto eucarístico. 21. Al llegar la procesión al lugar donde va a depositarse el Santísimo Sacramento, el sacerdote deposita el copón y, poniendo de nuevo incienso en el incensiario, lo inciensa arrodillado, mientras se canta la parte final del himno Tantum ergo. Enseguida se cierra el tabernáculo o la urna del depósito. 22. Después de unos momentos de adoración en silencio, el sacerdote y los ministros hacen genuflexión y vuelven a la sacristía. 23. Enseguida se desnuda el altar y, si es posible, se quitan del templo las cruces. Si algunas no se pueden quitar, es conveniente que queden cubiertas con un velo. 24. Quienes asistieron a la misa vespertina no están obligados a rezar Vísperas. 25. Exhórtese a los fieles, según las circunstancias y costumbres del lugar, a dedicar alguna parte de su tiempo, en la noche, a la adoración delante del Santísimo Sacramento. Esta adoración, después de la media noche, hágase sin solemnidad.
Dios te ha hablado, y te pregunta: ¿Amas hasta dar la vida?
de Abril - Viernes Santo de la Pasión del Seño Liturgia de las Horas: Propia - Color Ro
Lo arrancaron de la tierra de los vivos, pero será exaltado La Palabra de Dios de este día, en que hacemos la memoria de la pasión y muerte de Jesús, nos ofrece las claves para adentrarnos en el misterio de su “humillación hasta la muerte de cruz”, estrechamente unida al misterio de su glorificación. Hoy iniciamos verdaderamente la celebración de la Pascua de Jesús; de su “paso” de este mundo a la gloria del Padre; de su pasión y muerte dolorosa, que culmina en su resurrección gloriosa. El cuarto cántico del “Siervo de Yahvé” de Isaías, es el anuncio profético de lo que Juan narra en el evangelio. En él aparece de forma más explícita el contraste entre la humillación de la cruz y la victoria final. Las expresiones
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Padre ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo (Jn 17,1)
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del profeta para revelar la humillación del “siervo” son extremadamente fuertes: “No parecía hombre”; “herido de Dios”; “triturado por nuestros crímenes”; “el Señor cargó sobre él todos nuestros delitos”; “lo arrancaron de la tierra de los vivos”; “le dieron sepultura entre los malvados”. Pero Dios no abandonó su “siervo” a la ira de sus adversarios. Su humillación y su muerte no serán en vano. “Por sus sufrimientos verá la luz”; “por su medio triunfará el proyecto del Señor”; “rehabilitará a todos,
porque cargó con sus crímenes”. Llegó la hora en que el Padre glorificará a su Hijo Inmediatamente antes de iniciar la narración de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, Juan pone en boca de Jesús estas palabras: “Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo” (Jn 17,1). Jesús nos ubica en la actitud adecuada, para recorrer el camino de cruz y de gloria, que comienza en el huerto y concluye en el amanecer de la Pascua. El evangelio de Juan habla de “glorificación”. También informa de que Pilato “mandó azotar” a Jesús y se lo “entregó para que lo crucificaran”. En la celebración popular de la pasión, se ha puesto especialmente el acento en el dolor y en la humillación de Jesús. Así lo revelan la multitud de imágenes referidas a la pasión y muerte de Jesús. Por dramático que parezca, no podemos olvidar que la pasión y la muerte de Jesús hemos de leerla y entenderla a la luz de la resurrección. Jesús empieza el camino hacia su glorificación, en el momento mismo en que da el primer paso al comienzo de su pasión. El evangelio de Juan, que leemos hoy, armoniza de forma admirable el dolor y la humillación que sufre Jesús en la pasión, con el camino que conduce a la glorificación a través de la cruz. Hay que hacer con él el camino de la cruz, para ser glorificados con él en su resurrección. En el relato encontramos momentos en que Jesús es humillado como “varón de dolores”, y actuaciones en que aparece con la grandeza de “Señor” resucitado. Al pasar del mundo al Padre, Jesús nos amó hasta el extremo “Sabiendo Jesús que le había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, amó a los suyos hasta el extremo” (Jn 13,1). Así empieza Juan el relato de la última cena pascual. La pasión y la muerte de Jesús son el signo supremo de que amó a la humanidad hasta el extremo. Nadie le puede pedir más. Este amor se hace especialmente presente en la última etapa de su vida. Pablo lo resume en una frase: “Vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí” (Gál 2,20). La dimensión salvadora de la pasión y muerte de
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Jesús, se hace especialmente presente al entregar la vida por la humanidad. Cada acontecimiento de la pasión, muerte y resurrección, son signos del amor de Jesús al Padre y a la humanidad. Al emprender el camino hacia el huerto, Jesús declara: “El mundo tiene que saber que yo amo al Padre y hago lo que el Padre me encargó. ¡Levántense! Vámonos de aquí” (Jn 14,31). Celebrar la memoria de la pasión y muerte de Jesús, significa acompañar a los condenados por la justicia inhumana de este mundo, solidarizarse con los condenados a morir por hambre y por toda clase de violencia. Hemos perdido la responsabilidad de la vida de cada ser humano. No hacemos nada para evitar que se la arrebaten de forma violenta. Cerramos el corazón al grito: “¿Por qué me has abandonado?”. “Somos una sociedad que hemos olvidado la experiencia del llorar” (Papa Francisco). Proclamamos la muerte del Señor, al comer el pan y beber la copa Una forma de proclamar en este día la pasión y muerte de Jesús es la Palabra de Dios. Con ella empezamos la celebración. La segunda forma de proclamación es la procesión con la cruz. En ella proclamamos: “Miren el árbol de la cruz, donde estuvo clavado el Salvador del mundo. Venid, adoremos”. Pero para Pablo, la mejor proclamación es la celebración de la memoria de la muerte y resurrección de Jesús en la eucaristía: “Siempre que coman este pan y beban esta copa, proclaman la muerte del Señor” (1Cor 11,26). En este día en que hacemos memoria de forma solemne de la muerte de Jesús, la eucaristía completa debería estar en el centro de la celebración. Disfrutamos únicamente de la comunión. Resulta un tanto extraño separarla del resto de la celebración. La comunión con Jesús en este día por medio de su “cuerpo entregado” y de su “sangre derramada”, es la mejor forma de celebrar la memoria de su pasión y de su muerte. La eucaristía hace realidad la comunión con el amor de Jesús, en el momento supremo de entregar la vida por la salvación del mundo. P. Antonio Danoz, redentorista
Viernes Santo 1. El día de hoy y el de mañana, por una antiquísima tradición, la Iglesia omite por completo la celebración del sacrificio eucarístico. 2. El altar debe estar desnudo por completo: sin cruz, sin candelabros y sin manteles. 3. Después del mediodía, alrededor de las tres de la tarde, a no ser que por razón pastoral se elija una hora más avanzada, se celebra la Pasión del Señor, que consta de tres partes: Liturgia de la Palabra, Adoración de la Cruz y Sagrada Comunión. En este día la sagrada comunión se distribuye a los fieles únicamente dentro de la celebración de la Pasión del Señor; pero a los enfermos que no puedan tomar parte
en esta celebración, se les puede llevar a cualquier hora del día. 4. El sacerdote y el diácono, revestidos de color rojo como para la misa, se dirigen al altar, y hecha la debida reverencia, se postran rostro en tierra o, si se juzga mejor, se arrodillan, y todos oran en silencio durante algún espacio de tiempo. 5. Después el sacerdote, con los ministros, se dirige a la sede, donde, vuelto hacia el pueblo, con las manos juntas, dice la siguiente oración: (No se dice “Oremos”)
Oración Padre nuestro misericordioso, santifica y protege siempre a esta familia
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tuya, por cuya salvación derramó su Sangre y resucitó glorioso Jesucristo, tu Hijo. El cual vive y reina por los siglos de los siglos. R Amén. Primera Parte Liturgia de la Palabra 6. Luego todos se sientan y se hace la primera lectura, tomada del profeta Isaías (52,13–53,12), con su salmo.
7. 1ª Lectura (Is 52,13–53,12) Lectura del libro del profeta Isaías He aquí que mi siervo prosperará, será engrandecido y exaltado, será puesto en alto. Muchos se horrorizaron al verlo, porque estaba tan desfigurado su semblante, que no tenía ya aspecto de hombre; pero muchos pueblos se llenaron de asombro. Ante él los reyes cerrarán la boca, porque verán lo que nunca se les había contado y comprenderán lo que nunca se habían imaginado. ¿Quién habrá de creer lo que hemos anunciado? ¿A quién se le revelará el poder del Señor? Creció en su presencia como planta débil, como una raíz en el desierto. No tenía gracia ni belleza. No vimos en él ningún aspecto atrayente; despreciado y rechazado por los hombres, varón de dolores, habituado al sufrimiento; como uno del cual se aparta la mirada, despreciado y desestimado. Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo tuvimos por leproso, herido por Dios y humillado, traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Él soportó el castigo que nos trae la paz. Por sus llagas hemos sido curados.
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Todos andábamos errantes como ovejas, cada uno siguiendo su camino, y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Cuando lo maltrataban, se humillaba y no abría la boca, como un cordero llevado a degollar; como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Inicuamente y contra toda justicia se lo llevaron. ¿Quién se preocupó de su suerte? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, lo hirieron de muerte por los pecados de mi pueblo, le dieron sepultura con los malhechores a la hora de su muerte, aunque no había cometido crímenes, ni hubo engaño en su boca. El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento. Cuando entregue su vida como expiación, verá a sus descendientes, prolongará sus años y por medio de él prosperarán los designios del Señor. Por las fatigas de su alma, verá la luz y se saciará; con sus sufrimientos justificará mi siervo a muchos, cargando con los crímenes de ellos. Por eso le daré una parte entre los grandes, y con los fuertes repartirá despojos, ya que indefenso se entregó a la muerte y fue contado entre los malhechores, cuando tomó sobre sí las culpas de todos e intercedió por los pecadores. Palabra de Dios. A Te alabamos Señor. 8. Salmo responsorial R Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. L A ti, Señor, me acojo, que no quede yo nunca defraudado. En tus manos encomiendo mi espíritu y tú, mi Dios leal, me librarás /R L Se burlan de mí mis enemigos, mis vecinos y parientes de mí se es-
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pantan, los que me ven pasar huyen de mí. Estoy en el olvido, como un muerto, como un objeto tirado en la basura /R L Pero yo, Señor, en ti confío. Tú eres mi Dios, y en tus manos está mi destino. Líbrame de los enemigos que me persiguen /R L Vuelve, Señor, tus ojos a tu siervo y sálvame, por tu misericordia. Sean fuertes y valientes de corazón, ustedes, los que esperan en el Señor /R (Sal 30). 9. A continuación se hace la segunda lectura, tomada de la carta a los Hebreos (4,1416;5,7-9), con el canto antes del Evangelio.
10. 2ª Lectura (Heb 4,14-16; 5,7-9) Lectura de la carta a los hebreos Hermanos: Jesús, el Hijo de Dios, es nuestro sumo sacerdote, que ha entrado en el cielo. Mantengamos firme la profesión de nuestra fe. En efecto, no tenemos un sumo sacerdote que no sea capaz de compadecerse de nuestros sufrimientos, puesto que él mismo ha pasado por las mismas pruebas que nosotros, excepto el pecado. Acerquémonos, por tanto, con plena confianza al trono de la gracia, para recibir misericordia, hallar la gracia y obtener ayuda en el momento oportuno. Precisamente por eso, Cristo, durante su vida mortal, ofreció oraciones y súplicas, con fuertes voces y lágrimas, a aquel que podía librarlo de la muerte, y fue escuchado por su piedad. A pesar de que era el Hijo, aprendió a obedecer padeciendo, y llegado a su perfección, se convirtió en la causa de la salvación eterna para todos los que lo obedecen. Palabra de Dios. A Te alabamos Señor.
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11. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Cristo se humilló por nosotros y por obediencia aceptó incluso la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús (Fil 2,8-9). 12. Finalmente se lee la Pasión del Señor según san Juan, del mismo modo que el domingo precedente (18,1–19,42).
13. Evangelio (Jn 18,1–19,42) Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan C. En aquel tiempo, Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Entonces Judas tomó un batallón de soldados y guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos y entró en el huerto con linternas, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que iba a suceder, se adelantó y les dijo: † “¿A quién buscan?” C. Le contestaron: S. “A Jesús, el nazareno”. C. Les dijo Jesús: †“Yo soy”. C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles ‘Yo soy’, retrocedieron y cayeron a tierra. Jesús les volvió a preguntar: †“¿A quién buscan?” C. Ellos dijeron: S. “A Jesús, el nazareno”. C. Jesús contestó: †“Les he dicho que soy yo. Si me buscan a mí, dejen que éstos se vayan”. C. Así se cumplió lo que Jesús había dicho: ‘No he perdido a ninguno de los que me diste’. Entonces Simón
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Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro: †“Mete la espada en la vaina. ¿No voy a beber el cáliz que me ha dado mi Padre?”. C. El batallón, su comandante y los criados de los judíos apresaron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año. Caifás era el que había dado a los judíos este consejo: ‘Conviene que muera un solo hombre por el pueblo’. Simón Pedro y otro discípulo iban siguiendo a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló con la portera e hizo entrar a Pedro. La portera dijo entonces a Pedro: S. “¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?” C. Él dijo: S. “No lo soy”. C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. Jesús le contestó: †“Yo he hablado abiertamente al mundo y he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, sobre lo que les he hablado. Ellos saben lo que he dicho”. C. Apenas dijo esto, uno de los guardias le dio una bofetada a
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Jesús, diciéndole: S. “¿Así contestas al sumo sacerdote?” C. Jesús le respondió: †“Si he faltado al hablar, demuestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?” C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, el sumo sacerdote. Simón Pedro estaba de pie, calentándose, y le dijeron: S. “¿No eres tú también uno de sus discípulos?” C. Él lo negó diciendo: S. “No lo soy”. C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le había cortado la oreja, le dijo: S. “¿Qué no te vi yo con él en el huerto?” C. Pedro volvió a negarlo y en seguida cantó un gallo. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era muy de mañana y ellos no entraron en el palacio para no incurrir en impureza y poder así comer la cena de Pascua. Salió entonces Pilato a donde estaban ellos y les dijo: S. “¿De qué acusan a este hombre?” C. Le contestaron: S. “Si éste no fuera un malhechor, no te lo hubiéramos traído”. C. Pilato les dijo: S. “Pues llévenselo y júzguenlo según su ley”. C. Los judíos le respondieron: S. “No estamos autorizados para dar muerte a nadie”. C. Así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: S. “¿Eres tú el rey de los judíos?” C. Jesús le contestó: †“¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?” C. Pilato le respondió: S. “¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?” C. Jesús le contestó: †“Mi Reino no es de este mundo. Si mi
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Reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de aquí. C. Pilato le dijo: S. “¿Conque tú eres rey?” C. Jesús le contestó: †“Tú lo has dicho. Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”. C. Pilato le dijo: S. “¿Y qué es la verdad?”. C. Dicho esto, salió otra vez a donde estaban los judíos y les dijo: S. “No encuentro en él ninguna culpa. Entre ustedes es costumbre que por Pascua ponga en libertad a un preso. ¿Quieren que les suelte al rey de los judíos?” C. Pero todos ellos gritaron: S. “¡No, a ése no! ¡A Barrabás!” C. (El tal Barrabás era un bandido). Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza, le echaron encima un manto color púrpura, y acercándose a él, le decían: S. “¡Viva el rey de los judíos!”, C. y le daban de bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo: S. “Aquí lo traigo para que sepan que no encuentro en él ninguna culpa”. C. Salió, pues, Jesús, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo: S. “Aquí está el hombre”. C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y sus servidores, gritaron: S. “¡Crucifícalo, crucifícalo!” C. Pilato les dijo: S. “Llévenselo ustedes y crucifíquenlo, porque yo no encuentro culpa en él”. C. Los judíos le contestaron: S. “Nosotros tenemos una ley y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios”. C. Cuando Pilato oyó estas palabras,
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se asustó aún más, y entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús: S. “¿De dónde eres tú?” C. Pero Jesús no le respondió. Pilato le dijo entonces: S. “¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?” C. Jesús le contestó: †“No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso, el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor”.C. Desde ese momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban: S. “¡Si sueltas a ése, no eres amigo del César!; porque todo el que pretende ser rey, es enemigo del César” C. Al oír estas palabras, Pilato sacó a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman “el Enlosado” (en hebreo Gábbata). Era el día de la preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos: S. “Aquí tienen a su rey”. C. Ellos gritaron: S. “¡Fuera, fuera! ¡Crucifícalo!” C. Pilato les dijo: S. “¿A su rey voy a crucificar?” C. Contestaron los sumos sacerdotes: S. “No tenemos más rey que el César”. C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús y él, cargando con la cruz, se dirigió hacia el sitio llamado “La Calavera” (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron, y con él a otros dos, uno de cada lado, y en medio Jesús. Pilato mandó escribir un letrero y ponerlo encima de la cruz; en él estaba escrito: ‘Jesús el nazareno, el rey de los judíos’. Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de
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los judíos le dijeron a Pilato: S. “No escribas: ‘El rey de los judíos’, sino: ‘Éste ha dicho: Soy rey de los judíos’”. C. Pilato les contestó: S. “Lo escrito, escrito está”. C. Cuando crucificaron a Jesús, los soldados cogieron su ropa e hicieron cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba a abajo. Por eso se dijeron: S. “No la rasguemos, sino echemos suertes para ver a quién le toca”. C. Así se cumplió lo que dice la Escritura: Se repartieron mi ropa y echaron a suerte mi túnica. Y eso hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre: †“Mujer, ahí está tu hijo”. C. Luego dijo al discípulo: †“Ahí está tu madre”. C. Y desde entonces el discípulo se la llevó a vivir con él. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo: †“Tengo sed”. C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Los soldados sujetaron una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca. Jesús probó el vinagre y dijo: †“Todo está cumplido”, C. e inclinando la cabeza, entregó el espíritu. (Aquí se arrodillan todos y se hace una breve pausa) C. Entonces, los judíos, como era el día de la preparación de la Pascua, para que los cuerpos de los ajusticiados no se quedaran en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día muy solemne,
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pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y los quitaran de la cruz. Fueron los soldados, le quebraron las piernas a uno y luego al otro de los que habían sido crucificados con él. Pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza e inmediatamente salió sangre y agua. El que vio da testimonio de esto y su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. Esto sucedió para que se cumpliera lo que dice la Escritura: No le quebrarán ningún hueso; y en otro lugar la Escritura dice: Mirarán al que traspasaron. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero oculto, por miedo a los judíos, pidió a Pilato que lo dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mezcla de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con esos aromas, según se acostumbra enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo, donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la preparación de la Pascua y el sepulcro estaba cerca, allí pusieron a Jesús. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 14. Después de la lectura de la Pasión, se tiene, si parece oportuno, una breve homilía, después de la cual el sacerdote puede exhortar a los fieles a orar durante un breve espacio de tiempo.
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Oración universal 15. La Liturgia de la Palabra se termina con la Oración Universal, que se hace de esta manera: el diácono, junto al ambón, dice el invitatorio, en el cual se expresa la intención. Enseguida oran todos en silencio durante un breve espacio de tiempo y luego el sacerdote, de pie junto a la sede o ante el altar, dice la oración con las manos extendidas. Los fieles pueden permanecer arrodillados o de pie durante todo el tiempo de las oraciones. 16. Las Conferencias Episcopales pueden aprobar algunas aclamaciones del pueblo antes de cada oración del sacerdote o disponer que se conserve la invitación tradicional del diácono: Arrodillémonos, Levantémonos y la costumbre de que los fieles se arrodillen en silencio durante la oración. 17. Cuando hay una grave necesidad pública, el Ordinario del lugar puede permitir o prescribir que se añada alguna intención especial. 18. De las oraciones que se presentan en el Misal, el sacerdote puede escoger las que sean más apropiadas para las circunstancias del lugar, cuidando, sin embargo, de que se conserve la serie de intenciones establecidas para la Oración Universal.
I. Por la santa Iglesia Oremos, hermanos, por la santa Iglesia de Dios, para que el Señor le conceda la paz y la unidad, la proteja en todo el mundo y nos conceda una vida serena, para alabar a Dios Padre todopoderoso. Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno, que en Cristo revelaste tu gloria a todas las naciones, conserva la obra de tu amor, para que tu Iglesia, extendida por todo el mundo, persevere con fe inquebrantable en la confesión de
tu nombre. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. II. Por el Papa Oremos también por nuestro santo Padre el Papa Francisco, para que Dios nuestro Señor, que lo eligió entre los obispos, lo asista y proteja para bien de su Iglesia, como guía y pastor del pueblo santo de Dios. Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno, cuya providencia gobierna todas las cosas, atiende a nuestras súplicas y protege con tu amor al Papa que nos has elegido, para que el pueblo cristiano, confiado por ti a su guía pastoral, progrese siempre en la fe. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. III. Por el pueblo de Dios y sus ministros Oremos también por nuestro obispo N., por todos los obispos, presbíteros, diáconos, por todos los que ejercen algún ministerio en la Iglesia y por todo el pueblo de Dios. Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno, que con tu Espíritu santificas y gobiernas a toda tu Iglesia, escucha nuestras súplicas y concédenos tu gracia, para que todos, según nuestra vocación, podamos servirte con fidelidad. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. IV. Por los catecúmenos Oremos también por los (nuestros) catecúmenos, para que Dios nuestro Señor los ilumine interiormente y les comunique su amor; y para que,
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mediante el bautismo, se les perdonen todos sus pecados y queden incorporados a Cristo nuestro Señor. Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno, que sin cesar concedes nuevos hijos a tu Iglesia, aumenta en los (nuestros) catecúmenos el conocimiento de su fe, para que puedan renacer por el bautismo a la vida nueva de tus hijos de adopción. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. V. Por la unidad de los cristianos Oremos también por todos los hermanos que creen en Cristo, para que Dios nuestro Señor les conceda vivir sinceramente lo que profesan y se digne reunirlos para siempre en un solo rebaño, bajo un solo pastor. Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno, tú que reúnes a los que están dispersos y los mantienes en la unidad, mira con amor a todos los cristianos, a fin de que, cuantos están consagrados por un solo bautismo, formen una sola familia, unida por el amor y la integridad de la fe. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. VI. Por los judíos Oremos también por el pueblo judío, al que Dios se dignó hablar por medio de los profetas, para que el Señor le conceda progresar continuamente en el amor a su nombre y en la fidelidad a su alianza. Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno, que prometiste llenar de bendiciones
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a Abraham y a su descendencia, escucha las súplicas de tu Iglesia, y concede al pueblo de la primitiva alianza alcanzar la plenitud de la redención. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. VII. Por los que no creen en Cristo Oremos también por los que no creen en Cristo, para que, iluminados por el Espíritu Santo, puedan encontrar el camino de la salvación. Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno, concede a quienes no creen en Cristo buscar sinceramente agradarte, para que encuentren la verdad; y a nosotros tus fieles, concédenos progresar en el amor fraterno y en el deseo de conocerte más, para dar al mundo un testimonio creíble de tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. VIII. Por los que no creen en Dios Oremos también por los que no conocen a Dios, para que obren siempre con bondad y rectitud y puedan llegar así a conocer a Dios. Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno, que has hecho a los hombres en tal forma que en todo, aun sin saberlo, te busquen y sólo al encontrarte hallen descanso, concédenos que, en medio de las adversidades de este mundo, todos reconozcan las señales de tu amor y, estimulados por el testimonio de nuestra vida, tengan por fin la alegría de creer en ti, único Dios verdadero y Padre de todos los hombres. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén.
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IX. Por los gobernantes Oremos también por los jefes de Estado y todos los responsables de los asuntos públicos, para que Dios nuestro Señor les inspire decisiones que promuevan el bien común, en un ambiente de paz y libertad. Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno, en cuya mano está mover el corazón de los hombres y defender los derechos de los pueblos, mira con bondad a nuestros gobernantes, para que, con tu ayuda, promuevan una paz duradera, un auténtico progreso social y una verdadera libertad religiosa. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. X. Por los que se encuentran en alguna tribulación Oremos, hermanos, a Dios Padre todopoderoso, para que libre al mundo de todas sus miserias, dé salud a los enfermos y pan a los que tienen hambre, libere a los encarcelados y haz justicia a los oprimidos, concede seguridad a los que viajan, un pronto retorno a los que se encuentran lejos del hogar y la vida eterna a los moribundos. Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno, consuelo de los afligidos y fortaleza de los que sufren, escucha a los que te invocan en su tribulación, para que experimenten todos la alegría de tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén.
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Segunda parte Adoración de la Santa Cruz 19. Terminada la oración universal, se hace la adoración solemne de la santa Cruz. De las dos formas que se proponen a continuación para el descubrimiento de la cruz, elíjase la que se juzgue más apropiada pastoralmente, de acuerdo con las circunstancias.
Primera forma de mostrar la santa Cruz 20. Se lleva al altar la cruz, cubierta con un velo y acompañada por dos acólitos con velas encendidas. El sacerdote, de pie ante el altar, recibe la cruz, descubre un poco su extremo superior, la eleva y comienza a cantar el invitatorio Mirad el árbol de la Cruz, cuyo canto prosigue juntamente con los ministros sagrados, o, si es necesario, con el coro. Todos responden: Venid y adoremos. Terminado el canto, todos se arrodillan y adoran en silencio, durante algunos instantes, la cruz que el sacerdote, de pie, mantiene en alto. Enseguida el sacerdote descubre el brazo derecho de la cruz y, elevándola de nuevo, comienza a cantar (en el mismo tono que antes) el invitatorio Mirad el árbol de la Cruz, y se prosigue como la primera vez. Finalmente descubre por completo la cruz y, volviéndola a elevar, comienza por tercera vez el invitatorio Mirad el árbol de la Cruz, etc., como la primera vez. 21. Enseguida, acompañado por dos acólitos con velas encendidas, el sacerdote lleva la cruz a la entrada del presbiterio o a otro sitio adecuado y la coloca ahí, o la entrega a los ministros o acólitos para que la sostengan, y se colocan las dos velas encendidas a los lados de la cruz. Se hace luego la adoración de la santa Cruz como se indica más abajo, en el número 22.
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Segunda forma de mostrar la santa Cruz 22. El sacerdote, el diácono y otro ministro idóneo, va a la puerta del templo juntamente con los acólitos. Ahí recibe la cruz ya descubierta. Los acólitos toman los ciriales encendidos, y todos avanzan en forma de procesión hacia el presbiterio a través del templo. Cerca de la puerta del templo, el que lleva la cruz la levanta y canta el invitatorio Mirad el árbol de la Cruz. Todos responden Venid y adoremos y se arrodillan después de la respuesta, adorando un momento en silencio. Esto mismo se repite a la mitad de la iglesia y a la entrada del presbiterio (El invitatorio se canta las tres veces en el mismo tono). Enseguida se coloca la cruz a la entrada del presbiterio y se ponen a sus lados los ciriales, como se indica en el número 20.
Invitatorio al presentar la santa Cruz Adoración de la santa Cruz V. Mi-rad el ár-bol de la Cruz don-de es-tu-vo cla-vael Sal-va-dor
do Cris-to,
del mun-do.
R. Ve-nid y a-do-re-mos.
23. El sacerdote, el clero y los fieles se acercan procesionalmente y adoran la cruz, haciendo delante de ella una genuflexión simple o algún otro signo de veneración (como el de besarla), según la costumbre de la región. Mientras tanto, se canta la antífona Tu Cruz adoramos, los Improperios, u otros cánticos apropiados. Todos, conforme van terminando de adorar la cruz, regresan a su lugar y se sientan. 24. Expóngase solamente una cruz a la adoración de los fieles. Si por el gran número
de asistentes no todos pudieren acercarse, el sacerdote, después de que una parte de los fieles haya hecho la adoración, toma la cruz y, de pie ante el altar, invita a todo el pueblo, con breves palabras, a adorar la santa Cruz. Luego la levanta en alto por un momento, para que los fieles la adoren en silencio. 25. Terminada la adoración, la cruz es llevada al altar y puesta en su lugar. Los ciriales encendidos son colocados a los lados del altar o junto a la cruz.
Cantos para la adoración de la santa Cruz Las partes que corresponden al primer coro, se indican con el número 1; las que corresponden al segundo, con el número 2; las que deben cantarse juntamente por los dos coros, con los números 1 y 2.
1. y 2. Antífona Tu Cruz adoramos, Señor, y tu santa resurrección alabamos y glorificamos, pues del árbol de la Cruz ha venido la alegría al mundo entero. 1. Salmo 66,2 Que el Señor se apiade de nosotros y nos bendiga, que nos muestre su rostro radiante y misericordioso. 1. y 2. Antífona Tu Cruz adoramos, Señor, y tu santa resurrección alabamos y glorificamos, pues del árbol de la Cruz ha venido la alegría al mundo entero. Improperios I 1. y 2. Pueblo mío, ¿qué mal te he causado, o en qué cosa te he ofendido? Respóndeme. 1. Porque yo te saqué de Egipto, ¿tú le has preparado una cruz a tu Salvador?
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2. Pueblo mío, ¿qué mal te he causado, o en qué cosa te he ofendido? Respóndeme. 1. Hágios o Theós. 2. Santo Dios. 1. Hágios Ischyrós. 2. Santo, fuerte. 1. Hágios Athánatos, eleison himás. 2. Santo inmortal, ten piedad de nosotros. 1. y 2. Porque yo te guíe cuarenta años por el desierto, te alimenté con el maná y te introduje en una tierra fértil, ¿tú le preparaste una cruz a tu Salvador? Hágios o Theós. 1. y 2. ¿Qué más pude hacer, o qué dejé sin hacer por ti? Yo mismo te elegí y te planté, hermosa viña mía, pero tú te has vuelto áspera y amarga conmigo, porque en mi sed me diste de beber vinagre y has plantado una lanza en el costado a tu Salvador. Hágios o Theós. Improperios II 1. Por ti yo azoté a Egipto y a sus primogénitos y tú me has entregado para que me azoten. 2. Pueblo mío, ¿qué mal te he causado, o en qué cosa te he ofendido? Respóndeme. 1. Yo te saqué de Egipto y te libré del faraón en el Mar Rojo, y tú me has entregado a los sumos sacerdotes. 2. Pueblo mío, ¿qué mal te he causado, o en qué cosa te he ofendido? Respóndeme. 1. Yo te abrí camino por el mar y tú me has abierto el costado con tu lanza.
2. Pueblo mío, ¿qué mal te he causado, o en qué cosa te he ofendido? Respóndeme. 1. Yo te serví de guía con una columna de nubes y tú me has conducido al pretorio de Pilato. 2. Pueblo mío, ¿qué mal te he causado, o en qué cosa te he ofendido? Respóndeme. 1. Yo te di de comer maná en el desierto y tú me has dado de bofetadas y de azotes. 2. Pueblo mío, ¿qué mal te he causado, o en qué cosa te he ofendido? Respóndeme. 1. Yo te di a beber el agua salvadora que brotó de la peña y tú me has dado a beber hiel y vinagre. 2. Pueblo mío, ¿qué mal te he causado, o en qué cosa te he ofendido? Respóndeme. 1. Por ti yo herí a los reyes cananeos y tú, con una caña, me has herido en la cabeza. 2. Pueblo mío, ¿qué mal te he causado, o en qué cosa te he ofendido? Respóndeme. 1. Yo puse en tus manos un cetro real y tú me has puesto en la cabeza una corona de espinas. 2. Pueblo mío, ¿qué mal te he causado, o en qué cosa te he ofendido? Respóndeme. 1. Yo te exalté con mi omnipotencia y tú me has hecho subir a la deshonra de la Cruz. 2. Pueblo mío, ¿qué mal te he causado, o en qué cosa te he ofendido? Respóndeme.
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HIMNO 1. y 2. Antífona Cruz amable y redentora, árbol noble, espléndido. Ningún árbol fue tan rico, ni en sus frutos ni en su flor. Dulce leño, dulces clavos. Dulce el fruto que nos dio. 1. Himno Canta, oh lengua jubilosa, el combate singular en que el Salvador del mundo, inmolado en una cruz, con su sangre redentora a los hombres rescató. 2. Cruz amable y redentora, árbol noble, espléndido. Ningún árbol fue tan rico, ni en sus frutos ni en su flor. 1. Cuando Adán, movido a engaño comió el fruto del Edén, el Creador, compadecido, desde entonces decretó que un árbol nos devolviera lo que un árbol nos quitó. 2. Dulce leño, dulces clavos, dulce el fruto que nos dio. 1. Quiso, con sus propias armas, vencer Dios al seductor, la sabiduría a la astucia fiero duelo le aceptó, para hacer surgir la vida donde la muerte brotó. 2. Cruz amable y redentora, árbol noble, espléndido. Ningún árbol fue tan rico, ni en sus frutos ni en su flor. 1. Cuando el tiempo hubo llegado, el Eterno nos envió a su Hijo desde el cielo, Dios eterno como él, que en el seno de una Virgen carne humana revistió. 2. Dulce leño, dulces clavos, dulce el fruto que nos dio. 1. Hecho un niño está llorando, de un pesebre en la estrechez. En Be-
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lén, la Virgen madre en pañales lo envolvió. He allí al Dios potente, pobre, débil, párvulo. 2. Cruz amable y redentora, árbol noble, espléndido. Ningún árbol fue tan rico, ni en sus frutos ni en su flor. 1. Cuando el cuerpo del Dios-Hombre alcanzó su plenitud, al tormento, libremente, cual cordero, se entregó, pues a ello vino al mundo a morir en una cruz. 2. Dulce leño, dulces clavos, dulce el fruto que nos dio. 1. Ya se enfrenta a las injurias, a los golpes y al rencor, ya la sangre está brotando de la fuente de salud. En qué río tan divino se ha lavado la creación. 2. Cruz amable y redentora, árbol noble, espléndido. Ningún árbol fue tan rico, ni en sus frutos ni en su flor. 1. Árbol santo, cruz excelsa, tu dureza ablanda ya, que tus ramas se dobleguen al morir el Redentor y en tu tronco suavizado, lo sostengas con piedad. 2. Dulce leño, dulces clavos, dulce el fruto que nos dio. 1. Feliz puerto preparaste para el mundo náufrago y el rescate presentaste para nuestra redención, pues la Sangre del Cordero en tus brazos se ofrendó. 2. Cruz amable y redentora, árbol noble, espléndido. Ningún árbol fue tan rico, ni en sus frutos ni en su flor. Conclusión que nunca debe omitirse:
1. y 2. Elevemos jubilosos a la augusta Trinidad nuestra gratitud
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inmensa por su amor y redención, al eterno Padre, al Hijo, y al Espíritu de amor. Amén. Tercera Parte Sagrada comunión
Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo no sea para mí un motivo de juicio y condenación, sino que, por tu piedad, me aproveche para defensa de alma y cuerpo y como remedio saludable.
26. Se extiende un mantel sobre el altar y se pone sobre él un corporal y el libro. Enseguida el diácono o, en su defecto, el mismo sacerdote, trae el Santísimo Sacramento del lugar del depósito directamente al altar, mientras todos permanecen de pie y en silencio. Dos acólitos, con candelabros encendidos, acompañan al Santísimo Sacramento y colocan luego los candelabros a los lados del altar o sobre él.
29. Seguidamente hace genuflexión, toma una partícula, la mantiene un poco elevada sobre el pixis y dice en voz alta, de cara al pueblo:
27. Después de que el diácono ha depositado el Santísimo Sacramento sobre el altar y ha descubierto el copón, se acerca el sacerdote y, previa genuflexión, sube al altar. Ahí, teniendo las manos juntas, dice con voz clara:
Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.
Fieles a la recomendación del Salvador, y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir: El sacerdote, con las manos extendidas, dice junto con el pueblo:
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. El sacerdote sigue con las oraciones:
Líbranos de todos los males… El pueblo concluye la oración, aclamando:
Tuyo es el reino, … Luego, comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo. 28. A continuación el sacerdote, con las manos juntas, dice en secreto:
Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena de Señor. Y, juntamente con el pueblo, añade una sola vez:
Luego, comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo. 30. Después distribuye la comunión a los fieles. Durante la comunión se pueden entonar cantos apropiados. 31. Acabada la comunión, un ministro idóneo lleva el pixis a algún lugar especialmente preparado fuera de la iglesia, o bien, si lo exigen las circunstancias, lo reserva en el sagrario. 32. Después el sacerdote, guardado si lo cree oportuno un breve silencio, dice la siguiente oración:
33. Oración después de la comunión Oremos. Dios todopoderoso y eterno, que nos has redimido con la gloriosa muerte y resurrección de Jesucristo, por medio de nuestra participación en este sacramento prosigue en nosotros la obra de tu amor y ayúdanos a vivir entregados
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siempre a tu servicio. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén.
Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén.
34. Como despedida, el sacerdote, de pie y vuelto hacia el pueblo, extendiendo las manos sobre él, dice la siguiente oración:
Y todos se retiran en silencio. A su debido tiempo se desnuda el altar.
35. Oración sobre el pueblo Envía, Señor, tu bendición sobre estos fieles tuyos que han conmemorado la muerte de tu Hijo y esperan resucitar con él; concédeles tu perdón y tu consuelo, fortalece su fe y condúcelos a su eterna salvación.
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36. Los que asistieron a esta solemne acción litúrgica de la tarde, no están obligados a rezar Vísperas.
Dios te ha hablado, y te pregunta: ¿Cómo ayudas a los hermanos que sufren?
de Abril - Sábado Santo, Solemne Vigilia Pascual Liturgia de las Horas: Propia - Color Bl
La gran noticia: Jesús no está aquí. ¡Ha resucitado! El Pregón pascual nos revela el espíritu de gozo con que hemos de celebrar la Vigilia pascual de la resurrección de Jesús, “madre de todas las vigilias” (S. Agustín): “Alégrese nuestra madre la Iglesia, revestida de luz tan brillante”. Los discípulos de Jesús celebramos con gozo “esta es la noche en que Cristo, rotas las cadenas de la muerte, asciende victorioso”. “No está aquí. Ha resucitado. Recuerden lo que les dijo: “El Hijo del hombre tiene que ser entregado a los pecadores y será crucificado; y al tercer día resucitará” (Lc 24,6-7). Este “tercer día” ya ha llegado. La palabra de Jesús ya se ha cumplido. Hoy nos ha de invadir el gozo de los discípulos al encontrarse con Jesús resucitado: “Era tal el gozo y el asombro que no acababan de creer lo que veían” (Lc 24,41. Si este gozo no penetra nuestro corazón y nuestro espíritu, tenemos que preguntarnos, qué significa la proclamación de fe que hacemos esta noche: “Creo que resucitó al tercer día, según las Escrituras” (Credo) Proclamamos tu resurrección La liturgia invita a celebrar la resurrección de Jesús en torno a cuatro signos. El primero de ellos es la luz. En el Cirio pascual encendido, Jesús resucitado ilumina con especial esplendor el corazón de cada uno de los fieles, que celebran la Vigilia. Primeramente, en la bendición del fuego, con el cual se prende el Cirio, al comenzar la Vigilia. En segundo lugar, durante la procesión con el Cirio encendido. Por tres veces se proclama: “Cristo, luz del mundo”. En esta noche, cobra especialmente vida la proclamación de Jesús: “Yo soy la luz del mundo; quien me siga no caminará en tinieblas” (Jn 8,12). Jesús resucitado sale en esta noche al encuentro de millones de hombres y muje-
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res, que transitamos por la ciudad global en tinieblas, para iluminar nuestro camino. Es la primera confesión de fe en Jesús resucitado. Cada celebrante que prende su vela en el Cirio pascual, se convierte en luminoso testigo de Jesús resucitado. Jesús resucitado es Palabra de vida El segundo signo de Jesús resucitado es la Palabra. Paso a paso, Dios ha hecho más cercana y más visible su presencia entre los ciudadanos del mundo. La liturgia hace hoy el recorrido histórico de los momentos más luminosos de su manifestación. Empezamos en la creación; seguimos con Abrahán; con Moisés, que guió a su pueblo en su proceso de liberación. Signo visible de su presencia era “la Que la luz de Cristo, resucitado y glorioso, tienda del encuentro”. Más tarde, el disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu. signo será el templo, “habitado por la gloria de Dios”. El diálogo se hace más intenso por medio de los profetas. A Jeremías Dios le dice: “Pongo mis palabras en tu boca, te establezco sobre pueblos y reyes” (Jer 1,9). Finalmente, se hizo presente en el mundo en la persona de su Hijo, que “plantó su tienda” en una humanidad como la nuestra. Al resucitar, Jesús ha hecho la manifestación más impactante; nos ha dicho la Palabra definitiva. Al concluir la proclamación de la Buena Noticia de la resurrección de Jesús, respondimos: “Gloria a ti, Señor Jesús”. Es nuestra confesión de fe en Jesús resucitado. Por el bautismo, hemos muerto y resucitado con Cristo El tercer signo pascual es el bautizado. En este caso, se trata de personas de carne y hueso. Pablo nos ofrece una bellísima catequesis sobre el bautismo a partir de su celebración. El bautismo se celebraba introduciendo al candidato en una piscina. En un primer tiempo, lo sumergían en el agua; después, lo hacían emerger. Al ser sumergido, el bautizado es sepultado con Jesús y se incorpora a su muerte. Su condición pecadora queda sepultada. El gesto de emerger del agua lo asimilaba a Jesús resucitado. Pablo afirma: “Si nos hemos identificado con él por una muerte como la suya, también nos identificaremos con él en la resurrección” (Rom 6,5). El bautizado se convierte en un “icono” de Jesús muerto y resucitado. Como “signo viviente” de Jesús resucitado, el bautizado ya no puede poner su persona al servicio del pecado, sino al servicio de Dios y de la justicia. “Considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús” (Rom 6,11). Con Jesús resucitado compartimos el pan y la copa El cuarto signo pascual de esta noche es el “pan y la copa” compartidos en torno a la mesa del Señor. Jesús resucitado es quien parte el pan y nos prepara
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la copa. Por este signo lo reconocemos, como lo reconocieron los dos discípulos que iban a Emaús, al compartir con ellos la mesa. La palabra de Pablo: “Siempre que coman este pan y beban esta copa, proclaman la muerte del Señor” (1Cor 11,26), es igualmente válida para la resurrección. Al “comer el pan y beber la copa” en esta noche, proclamamos la resurrección de Jesús. Con este signo, la comunión con Jesús resucitado alcanza su máxima expresión. En el signo pascual de la eucaristía, la unión con Jesús se hace más profunda; la configuración con él más perfecta. Verdaderamente somos configurados con Jesús resucitado; somos “iconos” de su presencia para los hombres y mujeres de hoy. La noticia de la resurrección de Jesús, no puede quedar solo entre un pequeño grupo de amigos, que se reúnen llenos de miedo en un rincón. P. Antonio Danoz, redentorista
Sábado Santo Durante el Sábado Santo, la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando en su pasión y muerte, y se abstiene de celebrar el sacrificio de la misa (por lo que conserva el altar enteramente desnudo) hasta que, después de la Vigilia solemne o espera nocturna de la resurrección, se desborda la alegría pascual, cuya exuberancia inunda los cincuenta días subsiguientes. Hoy no puede darse la sagrada comunión más que a modo de viático.
Vigilia Pascual 1. Según una tradición muy antigua, ésta es una noche de vigilia en honor del Señor (Ex 12,42). Los fieles, llevando en la mano –según la exhortación evangélica (Lc 12,35 ss)- lámparas encendidas, se asemejan a quienes esperan el regreso de su Señor para que, cuando él vuelva, los encuentre vigilantes y los haga sentar a su mesa. 2. La celebración de la Vigilia se desarrolla de la siguiente manera: después de la breve liturgia de la luz o “lucernario” (primera parte de la Vigilia), la santa Iglesia, llena de fe en las palabras y promesas del Señor, medita los portentos que él obró desde el principio a favor de su pueblo (segunda parte o liturgia de la palabra) y cuando el día de la resurrección está por llegar, encontrándose ya acompañada de sus nuevos hijos, renacidos en el bautismo (tercera
parte), es invitada a la mesa que el Señor ha preparado para su pueblo, por medio de su muerte y resurrección (cuarta parte). 3. Toda la celebración de la Vigilia pascual se hace en la noche, de modo que no debe comenzar antes del principio de la noche del sábado, ni terminar después del alba del domingo. 4. La misa de la Vigilia, aunque se celebre antes de la medianoche, es ya la misa pascual del Domingo de Resurrección. Los fieles que participan en la misa de la Vigilia pueden comulgar también en la misa diurna de la Pascua. 5. El sacerdote que celebra o concelebra la misa de la Vigilia, puede también celebrar o concelebrar la misa diurna de la Pascua. 6. El sacerdote y los ministros se revisten desde el principio con los ornamentos blancos de la misa. Prepárense suficientes velas para todos los fieles que participen en la Vigilia.
Primera Parte: Lucernario o solemne comienzo de la Vigilia Bendición del fuego 7. Se apagan todas las luces de la Iglesia. En un lugar adecuado, fuera de la Iglesia, se enciende el fuego. Congregado allí el
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pueblo, llega el sacerdote con los ministros. Uno de los ministros lleva el cirio pascual. Si las circunstancias no permiten encender el fuego fuera de la Iglesia, todo este rito se desarrolla como se indica en el número 13 pág. 126. 8. El sacerdote saluda, como de costumbre, al pueblo congregado y le hace una breve exhortación, con estas palabras u otras semejantes:
Hermanos: En esta noche santa, en que nuestro Señor Jesucristo pasó de la muerte a la vida, la Iglesia invita a todos sus hijos, diseminados por el mundo, a que se reúnan para velar en oración. Conmemoremos, pues, juntos, la Pascua del Señor, escuchando su palabra y participando en sus sacramentos, con la esperanza cierta de participar también en su triunfo sobre la muerte y de vivir con él para siempre en Dios. 9. Enseguida bendice el fuego.
Oremos Dios nuestro, que por medio de tu Hijo nos has comunicado el fuego de tu vida divina, bendice + este fuego nuevo y haz que estas fiestas pascuales enciendan en nosotros el deseo del cielo, para que podamos llegar con un espíritu renovado a la fiesta gloriosa de tu Reino. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. Con el fuego nuevo se enciende el cirio pascual. 10. Si, por razones pastorales, parece oportuno hacer resaltar con algunos símbolos la dignidad y la significación del cirio pascual, puede hacerse de este modo: una vez bendecido el fuego nuevo, un acólito o
uno de los ministros lleva el cirio pascual ante el celebrante. Éste, con un punzón, graba una cruz en el cirio. Después, traza sobre él la letra griega Alfa y, debajo, la letra Omega; entre los brazos de la cruz traza los cuatro números del año en curso, mientras dice:
1. Cristo ayer y hoy, traza la línea vertical;
A
2. Principio y fin,
traza la línea horizontal;
3. Alfa
traza la letra Alfa, arriba de la línea vertical;
4. y Omega.
traza la letra Omega, abajo de la línea vertical;
2 1
5. Suyo es el tiempo.
traza el primer número del año en curso, en el ángulo superior izquierdo de la cruz;
0 4 Ω
6. y la eternidad.
traza el segundo número del año, en el ángulo superior derecho;
7. A él la gloria y el poder, traza el tercer número del año en el ángulo inferior izquierdo;
8. Por los siglos de los siglos. Amén. traza el cuarto número del año en el ángulo inferior derecho.
11. Después de haber trazado la cruz y los demás signos, el sacerdote puede incrustar en el cirio cinco granos de incienso, en forma de cruz, diciendo al mismo tiempo. 1 1. Por sus santas llagas 2. gloriosas, 4 2 3. nos proteja 4. y nos guarde 5. Jesucristo nuestro Señor. 3 Amén.
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12. El celebrante enciende el cirio pascual con el fuego nuevo, diciendo:
Que la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu.
S Cristo, luz del mundo. Y todos responden:
A Demos gracias a Dios.
En este momento todos encienden sus velas en la llama del cirio y avanzan de nuevo. 16. Al llegar ante el altar, el diácono, vuelto hacia el pueblo, canta por tercera vez:
Lo indicado en los nn. 10-12 puede realizarse total o parcialmente, según las circunstancias pastorales del ambiente y del lugar. Las Conferencias Episcopales pueden establecer también otros ritos más acomodados a la idiosincrasia de cada pueblo en concreto.
S Cristo, luz del mundo.
13. Cuando por alguna razón no se puede encender el fuego fuera de la Iglesia, el rito se acomoda a las circunstancias. Reunido, como de costumbre, el pueblo en la Iglesia, el celebrante con los ministros, uno de los cuales lleva el cirio pascual, se dirige a la puerta de la Iglesia. El pueblo, en cuanto sea posible, se vuelve hacia el celebrante. A la puerta de la Iglesia. El pueblo, en cuanto sea posible, se vuelve hacia el celebrante. Se hace el saludo y la exhortación como se indicó en el n. 8; después se bendice el fuego (n. 9) y, si se quiere, se prepara y enciende el cirio, como se indica en los nn. 10-12.
17. El sacerdote se dirige a la sede. El diácono pone el cirio pascual en el candelabro, que está preparado en medio del presbiterio o junto al ambón. Después de poner incienso en el incensario, si éste se ha utilizado, el diácono pide y recibe, como lo hace en la misa antes del Evangelio, la bendición del sacerdote, el cual dice en voz baja:
Procesión 14. A continuación el diácono o, en su defecto, el sacerdote, toma el cirio pascual y, manteniéndolo elevado, canta él solo: Todos entran en la Iglesia, precedidos por el diácono (o el sacerdote) que lleva el cirio pascual. Si se emplea el incienso, el turiferario precederá al diácono.
V. Cris-to, luz del mun-do.
R. De-mos gra-cias a Dios.
15. En la puerta de la Iglesia, el diácono se detiene y elevando el cirio, canta por segunda vez:
Y todos responden:
A Demos gracias a Dios.
Entonces se encienden las luces del templo.
Pregón Pascual
S El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que proclames dignamente su pregón pascual; en el nombre del Padre, y del Hijo + y del Espíritu Santo. A Amén. Esta bendición se omite si el pregón pascual es proclamado por otro que no sea el diácono. Si se usa el incienso, el diácono o, en su defecto, el sacerdote, inciensa el libro y el cirio. Luego proclama el pregón pascual desde el ambón o desde el púlpito. Todos permanecen de pie, teniendo en sus manos las velas encendidas. El pregón pascual puede ser proclamado, en caso de necesidad, por un cantor que no sea diácono. En este caso, el cantor omite desde las palabras. Por eso, queridos hermanos, hasta el final del invitatorio. El resplandor de su luz, así como el saludo. El Señor esté con ustedes. El pregón puede cantarse también en su forma breve. Las Conferencias Episcopales pueden adaptar el pregón intercalando en él alguna aclamación del pueblo.
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18. Forma Larga del Pregón Pascual Alégrense, por fin, los coros de los ángeles, alégrense las jerarquías del cielo y, por la victoria de rey tan poderoso, que las trompetas anuncien la salvación. Goce también la tierra, inundada de tanta claridad y que, radiante con el fulgor del rey eterno, se sienta libre de la tiniebla que cubría el orbe entero. Alégrese también nuestra madre la Iglesia, revestida de luz tan brillante; resuene este templo con las aclamaciones del pueblo. (Por eso, queridos hermanos, que asisten a la admirable claridad de esta luz santa, invoquen conmigo la misericordia de Dios omnipotente, para que aquel que, sin mérito mío, me agregó al número de los diáconos, complete mi alabanza a este cirio, infundiendo el resplandor de su luz). S El Señor esté con ustedes. A Y con tu espíritu. S Levantemos el corazón. A Lo tenemos levantado hacia el Señor. S Demos gracias al Señor, nuestro Dios. A Es justo y necesario. S En verdad es justo y necesario aclamar con nuestras voces y con todo el afecto del corazón, a Dios invisible, el Padre todopoderoso, y a su único Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Porque él ha pagado por nosotros al eterno Padre la deuda de Adán y ha borrado, con su sangre inmaculada,
la condena del antiguo pecado. Porque éstas son las fiestas de Pascua, en las que se inmola el verdadero Cordero, cuya sangre consagra las puertas de los fieles. Ésta es la noche en que sacaste de Egipto a los israelitas, nuestros padres, y los hiciste pasar a pie el Mar Rojo. Ésta es la noche en que la columna de fuego esclareció las tinieblas del pecado. Ésta es la noche que a todos los que creen en Cristo, por toda la tierra, los arranca de los vicios del mundo y de la oscuridad del pecado, los restituye a la gracia y los agrega a los santos. Ésta es la noche en que, rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo. ¿De qué nos serviría haber nacido si no hubiéramos sido rescatados? ¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros! ¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Para rescatar al esclavo entregaste al Hijo! Necesario fue el pecado de Adán, que ha sido borrado por la muerte de Cristo. ¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor! ¡Qué noche tan dichosa! Sólo ella conoció el momento en que Cristo resucitó del abismo. Esta es la noche de la que estaba escrito: “Será la noche clara como el día, la noche iluminada por mi gozo”. Y así, esta noche santa ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los potentes. En esta noche de gracia, acepta, Padre santo, el sacrificio vespertino de esta llama, que la santa Iglesia te
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ofrece en la solemne ofrenda de este cirio, obra de las abejas. Sabemos ya que lo que anuncia esta columna de fuego, que arde en llama viva para la gloria de Dios. Y aunque distribuye su luz, no mengua al repartirla, porque se alimenta de cera fundida que elaboró la abeja fecunda para hacer esta lámpara preciosa. ¡Qué noche tan dichosa, en que se une el cielo con la tierra, lo humano con lo divino! Te rogamos, Señor, que este cirio consagrado a tu nombre para destruir la oscuridad de esta noche, arda sin apagarse y, aceptado como perfume, se asocie a las lumbreras del cielo. Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo, ese lucero que no conoce ocaso, Jesucristo, tu Hijo, que volviendo del abismo, brilla sereno para el linaje humano y vive y reina por los siglos de los siglos. R Amén. 19. Forma breve del pregón Pascual Alégrense, por fin, los coros de los ángeles, alégrense las jerarquías del cielo, y por la victoria de rey tan poderoso, que las trompetas anuncien la salvación. Goce también la tierra, inundada de tanta claridad y que, radiante con el fulgor del rey eterno, se sienta libre de la tiniebla que cubría el orbe entero. Alégrense también nuestra madre la Iglesia, revestida de luz tan brillante; resuene este templo con las aclamaciones del pueblo. R Amén. S El Señor esté con ustedes. A Y con tu espíritu. S Levantemos el corazón.
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A Lo tenemos levantado hacia el Señor. S Demos gracias al Señor, nuestro Dios. A Es justo y necesario. S En verdad es justo y necesario aclamar con nuestras voces y con todo el afecto del corazón, a Dios invisible, el Padre todopoderoso, y a su único Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Porque él ha pagado por nosotros al eterno Padre la deuda de Adán y ha borrado con su sangre inmaculada, la condena del antiguo pecado. Porque éstas son las fiestas de Pascua, en las que se inmola el verdadero Cordero, cuya sangre consagra las puertas de los fieles. Esta es la noche en que sacaste de Egipto a los israelitas, nuestros padres, y los hiciste pasar a pie el mar Rojo. Esta es la noche en que la columna de fuego esclareció las tinieblas del pecado. Esta es la noche que a todos los que creen en Cristo, por toda la tierra, los arranca de los vicios del mundo y de la oscuridad del pecado, los restituye a la gracia y los agrega a los santos. Esta es la noche en que, rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo. ¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros! ¿Qué incomparable ternura y caridad! ¡Para rescatar al esclavo entregaste al Hijo! Necesario fue el pecado de Adán, que ha sido borrado por la muerte de Cristo. ¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor! Y así, esta noche santa ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes.
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¡Qué noche tan dichosa, en que se une el cielo con la tierra, lo humano con lo divino! En esta noche de gracia, acepta, Padre santo, el sacrificio vespertino de alabanza que la santa Iglesia te ofrece en la solemne ofrenda de este cirio, obra de las abejas. Te rogamos, Señor, que este cirio, consagrado a tu nombre para destruir la oscuridad de esta noche, arda sin apagarse y, aceptado como perfume, se asocie a las lumbreras del cielo. Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo, ese lucero que no conoce ocaso, Jesucristo, tu Hijo, que volviendo del abismo, brilla sereno para el linaje humano y vive y reina por los siglos de los siglos. R Amén. Segunda parte Liturgia de la Palabra 20. En esta vigilia, “madre de todas las vigilias” (San Agustín, Serm 219), se proponen nueve lecturas, siete del Antiguo Testamento y dos del Nuevo (la Epístola y el Evangelio). 21. Si las circunstancias pastorales lo piden, puede reducirse el número de lecturas del Antiguo Testamento; pero téngase siempre en cuenta que la lectura de la Palabra de Dios es parte fundamental de esta Vigilia de Pascua. Debe leerse, por lo menos, tres lecturas del Antiguo Testamento y, en casos muy urgentes, por lo menos dos. Pero nunca se omita la tercera lectura, tomada del capítulo 14 del Éxodo. 22. Terminado el pregón, todos apagan sus velas y se sientan. Antes de comenzar las lecturas, el sacerdote exhorta a la asamblea con estas palabras u otras semejantes.
S Hermanos: Con el pregón solemne de la Pascua, hemos entrado ya en la noche santa de la resurrección del
Señor. Escuchemos con recogimiento la Palabra de Dios. Meditemos cómo, en la Antigua Alianza, Dios salvó a su pueblo y, en la plenitud de los tiempos, envió al mundo a su Hijo para que nos redimiera. Oremos para que Dios, nuestro Padre, conduzca a su plenitud esta obra de salvación, iniciada con la muerte y resurrección de Jesucristo. 23. Siguen luego las lecturas. Un lector va al ambón y lee la primera lectura. Después el salmista o cantor dice el salmo, alternando con las respuestas del pueblo. Enseguida todos se levantan, el sacerdote dice Oremos y después de que todos han orado en silencio durante unos momentos, dice la oración colecta. Lo mismo se hace en cada lectura. En lugar de decir el salmo responsorial, se puede guardar un breve espacio de silencio para hacer oración. En este caso, se omite la pausa después del Oremos.
24. 1ª Lectura (Gén 1,1—2,2) Lectura del libro del Génesis En el principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era soledad y caos; y las tinieblas cubrían la faz del abismo. El espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas. Dijo Dios: “Que exista la luz”, y la luz existió. Vio Dios que la luz era buena, y separó la luz de las tinieblas. Llamó a la luz “día” y a las tinieblas, “noche”. Fue la tarde y la mañana del primer día. Dijo Dios: “Que haya una bóveda entre las aguas, que separe unas aguas de otras”. E hizo Dios una bóveda y separó con ella las aguas de arriba, de las aguas de abajo. Y así fue. Llamó Dios a la bóveda “cielo”. Fue la tarde y la mañana del segundo día. Dijo Dios: “Que se junten las aguas
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de debajo del cielo en un solo lugar y que aparezca el suelo seco”. Y así fue. Llamó Dios “tierra” al suelo seco y “mar” a la masa de las aguas. Y vio Dios que era bueno. Dijo Dios: “Verdee la tierra con plantas que den semilla y árboles que den fruto y semilla, según su especie, sobre la tierra”. Y así fue. Brotó de la tierra hierba verde, que producía semilla, según su especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla, según su especie. Y vio Dios que era bueno. Fue la tarde y la mañana del tercer día. Dijo Dios: “Que haya lumbreras en la bóveda del cielo, que separen el día de la noche, señalen las estaciones, los días y los años, y luzcan en la bóveda del cielo para iluminar la tierra”. Y así fue. Hizo Dios las dos grandes lumbreras: la lumbrera mayor para regir el día y la menor, para regir la noche; y también hizo las estrellas. Dios puso las lumbreras en la bóveda del cielo para iluminar la tierra, para regir el día y la noche, y separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno. Fue la tarde y la mañana del cuarto día. Dijo Dios: “Agítense las aguas con un hervidero de seres vivientes y revoloteen sobre la tierra las aves, bajo la bóveda del cielo”. Creó Dios los grandes animales marinos y los vivientes que en el agua se deslizan y la pueblan, según su especie. Creó también el mundo de las aves, según sus especies. Vio Dios que era bueno y los bendijo, diciendo: “Sean fecundos y multiplíquense; llenen las aguas del mar; que las aves se multipliquen en la tierra”. Fue la
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tarde y la mañana del quinto día. Dijo Dios: “Produzca la tierra vivientes, según sus especies: animales domésticos, reptiles y fieras, según sus especies”. Y así fue. Hizo Dios las fieras, los animales domésticos y los reptiles, cada uno según su especie. Y vio Dios que era bueno. Dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine a los peces del mar, a las aves del cielo, a los animales domésticos y a todo animal que se arrastra sobre la tierra”. Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen suya lo creó; hombre y mujer los creó. Y los bendijo Dios y les dijo: “Sean fecundos y multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todo ser viviente que se mueve sobre la tierra” Y dijo Dios: “He aquí que les entrego todas las plantas de semilla que hay sobre la faz de la tierra, y todos los árboles que producen frutos y semilla, para que les sirvan de alimento. Y a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra, a todos los seres que respiran, también les doy por alimento las verdes plantas”. Y así fue. Vio Dios todo lo que había hecho y lo encontró muy bueno. Fue la tarde y la mañana del sexto día. Así quedaron concluidos el cielo y la tierra con todos sus ornamentos, y terminada su obra, descansó Dios el séptimo día de todo cuanto había hecho. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor.
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25. Salmo responsorial R Bendice al Señor, alma mía. L Bendice al Señor, alma mía; Señor y Dios mío inmensa es tu grandeza. Te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto /R L Sobre bases inconmovibles asentaste la tierra para siempre. Con un vestido de mares la cubriste y las aguas en los montes concentraste /R L En los valles haces brotar las fuentes, que van corriendo entre montañas; junto al arroyo vienen a vivir las aves, que cantan entre las ramas /R L Desde tu cielo riegas los montes y sacias la tierra del fruto de tus manos; haces brotar hierba para los ganados y pasto para los que sirven al hombre /R L ¡Qué numerosas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con maestría! La tierra está llena de tus creaturas. Bendice al Señor, alma mía /R (Sal 103).
26. Después de la primera lectura: creación del mundo (Gén 1,1–2,2) o creación del hombre (1,1.26-31ª)
Oremos. Dios todopoderoso y eterno, que en todas las obras de tu amor te muestras admirable, concédenos comprender que la redención realizada por Cristo, nuestra Pascua, es una obra más maravillosa todavía que la misma creación del universo. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. 27. 2ª Lectura (Gén 22,1-18) Lectura del libro del Génesis En aquel tiempo, Dios le puso una prueba a Abraham y le dijo: “¡Abra-
ham, Abraham!” Él respondió: “Aquí estoy”. Y Dios le dijo: “Toma a tu hijo único, Isaac, a quien tanto amas; vete a la región de Moria y ofrécemelo en sacrificio, en el monte que yo te indicaré”. Abraham madrugó, aparejó su burro, tomó consigo a dos de sus criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar que Dios le había indicado. Al tercer día divisó a lo lejos el lugar. Les dijo entonces a sus criados: “Quédense aquí con el burro; yo iré con el muchacho hasta allá, para adorar a Dios y después regresaremos”. Abraham tomó la leña para el sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac y tomó en su mano el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos. Isaac dijo a su padre Abraham: “¡Padre!” Él respondió: “¿Qué quieres, hijo?” El muchacho contestó: “Ya tenemos fuego y leña, pero ¿dónde está el cordero para el sacrificio?” Abraham le contestó: “Dios nos dará el cordero para el sacrificio, hijo mío”. Y siguieron caminando juntos. Cuando llegaron al sitio que Dios le había señalado, Abraham levantó un altar y acomodó la leña. Luego ató a su hijo Isaac, lo puso sobre el altar, encima de la leña, y tomó el cuchillo para degollarlo. Pero el ángel del Señor lo llamó desde el cielo y le dijo: “¡Abraham, Abraham!” Él contestó: “Aquí estoy”. El ángel le dijo: “No descargues la mano contra tu hijo, ni le hagas daño. Ya veo que temes a Dios, porque no le has negado a tu hijo único”. Abraham levantó los ojos y vio un carnero, enredado por los cuernos en la maleza. Atrapó el
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carnero y lo ofreció en sacrificio, en lugar de su hijo. Abraham puso por nombre a aquel sitio “el Señor provee”, por lo que aun el día de hoy se dice: “el monte donde el Señor provee”. El ángel del Señor volvió a llamar a Abraham desde el cielo y le dijo: “Juro por mí mismo, dice el Señor, que por haber hecho esto y no haberme negado a tu hijo único, yo te bendeciré y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y las arenas del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades enemigas. En tu descendencia serán bendecidos todos los pueblos de la tierra, porque obedeciste a mis palabras”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 28. Salmo responsorial R Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti. L El Señor es la parte que me ha tocado en herencia: mi vida está en sus manos. Tengo siempre presente al Señor y con él a mi lado, jamás tropezaré /R L Por eso se me alegran el corazón y el alma y mi cuerpo vivirá tranquilo, porque tú no me abandonarás a la muerte, ni dejarás que sufra yo la corrupción /R L Enséñame el camino de la vida, sáciame de gozo en tu presencia y de alegría perpetua junto a ti /R (Sal 15). 29. Después de la segunda lectura: sacrificio de Abraham (Gén 22,1-18; o 1-2.9ª.1013.15-18).
Oremos. Señor Dios, Padre de los creyentes, que por medio del sacra-
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mento pascual del bautismo sigues cumpliendo la promesa hecha a Abraham de multiplicar su descendencia por toda la tierra y de hacerlo el padre de todas las naciones, concede a tu pueblo responder dignamente a la gracia de tu llamado. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. 30. 3ª Lectura (Éx 14,15–15,1) Lectura del libro del Éxodo En aquellos días, dijo el Señor a Moisés: “¿Por qué sigues clamando a mí? Diles a los israelitas que se pongan en marcha. Y tú, alza tu bastón, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los israelitas entren en el mar sin mojarse. Yo voy a endurecer el corazón de los egipcios para que los persigan, y me cubriré de gloria a expensas del faraón y de todo su ejército, de sus carros y jinetes. Cuando me haya cubierto de gloria a expensas del faraón, de sus carros y jinetes, los egipcios sabrán que yo soy el Señor”. El ángel del Señor, que iba al frente de las huestes de Israel, se colocó tras ellas. Y la columna de nubes que iba adelante, también se desplazó y se puso a sus espaldas, entre el campamento de los israelitas y el campamento de los egipcios. La nube era tinieblas para unos y claridad para otros, y así los ejércitos no trabaron contacto durante toda la noche. Moisés extendió la mano sobre el mar, y el Señor hizo soplar durante toda la noche un fuerte viento del este, que secó el mar, y dividió las aguas. Los Israelitas entraron en el mar y no se mojaban, mientras las aguas formaban una muralla a su derecha y a su izquierda. Los egipcios
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se lanzaron en su persecución y toda la caballería del faraón, sus carros y jinetes, entraron tras ellos en el mar. Hacia el amanecer, el Señor miró desde la columna de fuego y humo al ejército de los egipcios y sembró entre ellos el pánico. Trabó las ruedas de sus carros, de suerte que no avanzaban sino pesadamente. Dijeron entonces los egipcios: “Huyamos de Israel, porque el Señor lucha en su favor contra Egipto”. Entonces el Señor le dijo a Moisés: “Extiende tu mano sobre el mar, para que vuelvan las aguas sobre los egipcios, sus carros y sus jinetes”. Y extendió Moisés su mano sobre el mar, y al amanecer, las aguas volvieron a su sitio, de suerte que al huir, los egipcios se encontraron con ellas, y el Señor los derribó en medio del mar. Volvieron las aguas y cubrieron los carros, a los jinetes y a todo el ejército del faraón, que se había metido en el mar para perseguir a Israel. Ni uno solo se salvó. Pero los hijos de Israel caminaban por lo seco en medio del mar. Las aguas les hacían muralla a derecha e izquierda. Aquel día salvó el Señor a Israel de las manos de Egipto. Israel vio a los egipcios, muertos en la orilla del mar. Israel vio la mano fuerte del Señor sobre los egipcios, y el pueblo temió al Señor y creyó en el Señor y en Moisés, su siervo. Entonces Moisés y los hijos de Israel cantaron este cántico al Señor. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 31. Salmo responsorial R Alabemos al Señor por su victoria.
L Cantemos al Señor, sublime es su victoria: caballos y jinetes arrojó en el mar. Mi fortaleza y mi canto es el Señor, él es mi salvación; él es mi Dios, y yo lo alabaré, es el Dios de mis padres, y yo le cantaré /R L El Señor es un guerrero, su nombre es el Señor. Precipitó en el mar los carros del faraón y a sus guerreros; ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes /R L Las olas los cubrieron, cayeron hasta el fondo, como piedras. Señor, tu diestra brilla por su fuerza, tu diestra, Señor, tritura al enemigo /R L Tú llevas a tu pueblo para plantarlo en el monte que le diste en herencia, en el lugar que convertiste en tu morada, en el santuario que construyeron tus manos. Tú, Señor, reinarás para siempre /R (Sal Éx 15). 32. Después de la tercera lectura: paso del mar Rojo (Ex 14,15-15,1).
Oremos. Tus antiguos prodigios se renuevan, Señor, también en nuestros tiempos, pues lo que tu poder hizo con las aguas para librar a un solo pueblo de la esclavitud del faraón, lo repites ahora, por medio del agua del bautismo, para salvar a todas las naciones. Concede a todos los hombres del mundo entero contarse entre los hijos de Abraham y participar de la dignidad del pueblo elegido. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. 33. 4ª Lectura (Is 54,5-14) Lectura del libro del profeta Isaías “El que te creó, te tomará por esposa; su nombre es ‘Señor de los ejércitos’. Tu redentor es el Santo
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de Israel; será llamado ‘Dios de toda la tierra’. Como a una mujer abandonada y abatida te vuelve a llamar el Señor. ¿Acaso repudia uno a la esposa de la juventud?, dice tu Dios. Por un instante te abandoné, pero con inmensa misericordia te volveré a tomar. En un arrebato de ira te oculté un instante mi rostro, pero con amor eterno me he apiadado de ti, dice el Señor, tu redentor. Me pasa ahora como en los días de Noé: entonces juré que las aguas del diluvio no volverían a cubrir la tierra; ahora juro no enojarme ya contra ti ni volver a amenazarte. Podrán desaparecer los montes y hundirse las colinas, pero mi amor por ti no desaparecerá y mi alianza de paz quedará firme para siempre. Lo dice el Señor, el que se apiada de ti. Tú, la afligida, la zarandeada por la tempestad, la no consolada: He aquí que yo mismo coloco tus piedras sobre piedras finas, tus cimientos sobre zafiros; te pondré almenas de rubí y puertas de esmeralda y murallas de piedras preciosas. Todos tus hijos serán discípulos del Señor, y será grande su prosperidad. Serás consolidada en la justicia. Destierra la angustia, pues ya nada tienes que temer; olvida tu miedo, porque ya no se acercará a ti”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 34. Salmo responsorial R Te alabaré, Señor, eternamente. L Te alabaré, Señor, pues no dejaste que se rieran de mí mis enemigos. Tú, Señor, me salvaste de la muerte y a punto de morir, me reviviste /R
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L Alaben al Señor quienes lo aman, den gracias a su nombre, porque su ira dura un solo instante y su bondad, toda la vida. El llanto nos visita por la tarde; por la mañana, el júbilo /R L Escúchame, Señor, y compadécete; Señor, ven en mi ayuda. Convertiste mi duelo en alegría, te alabaré por eso eternamente /R (Sal 29). 35. Después de la cuarta lectura: la nueva Jerusalén (Is 54,5-14).
Oremos. Señor Dios, siempre fiel a tus promesas, aumenta, por medio del bautismo, el número de tus hijos y multiplica la descendencia prometida a la fe de los patriarcas, para que tu Iglesia vea que se va cumpliendo tu voluntad de salvar a todos los hombres, como los patriarcas lo creyeron y esperaron. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. La oración anterior puede substituirse por alguna de las que siguen, cuando sus lecturas correspondientes vayan a omitirse.
36. 5ª Lectura (Is 55,1-11) Lectura del libro del profeta Isaías Esto dice el Señor: “Todos ustedes, los que tienen sed, vengan por agua; y los que no tienen dinero, vengan, tomen trigo y coman; tomen vino y leche sin pagar. ¿Por qué gastar el dinero en lo que no es pan y el salario, en lo no alimenta? Escúchenme atentos y comerán bien, saborearán platillos sustanciosos. Préstenme atención, vengan a mí, escúchenme y vivirán. Sellaré con ustedes una alianza perpetua, cumpliré las promesas que hice a David. Como a él lo puse por testigo ante los pueblos, como prín-
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cipe y soberano de las naciones, así tú reunirás a un pueblo desconocido, y las naciones que no te conocían acudirán a ti, por amor del Señor, tu Dios, por el Santo de Israel, que te ha honrado. Busquen al Señor mientras lo pueden encontrar, invóquenlo mientras está cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal, sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad; a nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, sus caminos no son mis caminos. Porque así como aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los de ustedes y mis pensamientos a sus pensamientos. Como bajan del cielo la lluvia y la nieve y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, a fin de que dé semilla para sembrar y pan para comer, así será la palabra que sale de mi boca: no volverá a mí sin resultado, sino que hará mi voluntad y cumplirá su misión”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 37. Salmo responsorial R El Señor es mi Dios y salvador. L El Señor es mi Dios y salvador: con él estoy seguro y nada temo. El Señor es mi protección y mi fuerza, y ha sido mi salvación. Sacarán agua con gozo de la fuente de salvación /R L Den gracias al Señor, invoquen su nombre, cuenten a los pueblos sus hazañas, proclamen que su nombre es sublime /R L Alaben, al Señor por sus proezas,
anúncienlas a toda la tierra. Griten jubilosos, habitantes de Sión, porque el Dios de Israel ha sido grande con ustedes /R (Is 12). 38. Después de la quinta lectura: la salvación que se ofrece gratuitamente a todos (Is 55,1-11).
Oremos. Dios todopoderoso y eterno, única esperanza del mundo, tú que anunciaste por la voz de tus profetas los misterios que estamos celebrando esta noche, infunde en nuestros corazones la gracia de tu Espíritu, para que podamos vivir una vida digna de tu redención. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. 39. 6ª Lectura (Ba 3,9-15.32—4,4) Lectura del libro del profeta Baruc Escucha, Israel, los mandatos de vida, presta oído para que adquieras prudencia. ¿A qué se debe, Israel, que estés aún en país enemigo, que envejezcas en tierra extranjera, que te hayas contaminado por el trato con los muertos, que te veas contado entre los que descienden al abismo? Es que abandonaste la fuente de la sabiduría. Si hubieras seguido los senderos de Dios, habitarías en paz eternamente. Aprende dónde están la prudencia, la inteligencia y la energía, así aprenderás dónde se encuentra el secreto de vivir larga vida, y dónde la luz de los ojos y la paz. ¿Quién es el que halló el lugar de la sabiduría y tuvo acceso a sus tesoros? El que todo lo sabe, la conoce; con su inteligencia la ha escudriñado. El que cimentó la tierra para todos los tiempos, y la pobló de animales cuadrúpedos; el que envía la luz, y ella va, la llama,
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y temblorosa le obedece; llama a los astros, que brillan jubilosos en sus puestos de guardia, y ellos le responden: “Aquí estamos”, y refulgen gozosos para aquel que los hizo. Él es nuestro Dios y no hay otro como él; él ha escudriñado los caminos de la sabiduría y se la dio a su hijo Jacob, a Israel, su predilecto. Después de esto, ella apareció en el mundo y convivió con los hombres. La sabiduría es el libro de los mandatos de Dios, la ley de validez eterna; los que la guardan, vivirán, los que la abandonan, morirán. Vuélvete a ella, Jacob, y abrázala; camina hacia la claridad de su luz; no entregues a otros tu gloria, ni tu dignidad a un pueblo extranjero. Bienaventurados nosotros, Israel, porque lo que agrada al Señor nos ha sido revelado. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 40. Salmo responsorial R Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna. L La ley del Señor es perfecta del todo y reconforta el alma; inmutables son las palabras del Señor, y hacen sabio al sencillo /R L En los mandamientos del Señor hay rectitud y alegría para el corazón; son luz los preceptos del Señor para alumbrar el camino /R L La voluntad de Dios es santa y para siempre estable; los mandatos del Señor son verdaderos y enteramente justos /R L Más deseables que el oro y las piedras preciosas las normas del Señor, y más dulces que la miel de un panal que gotea /R (Sal 18).
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41. Después de la sexta lectura: la fuente de la sabiduría (Ba 3,9-15.32–4,4).
Oremos Dios nuestro, que haces crecer continuamente a tu Iglesia con hijos llamados de todos los pueblos, dígnate proteger siempre con tu gracia a quienes has hecho renacer en el bautismo. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. 42. 7ª Lectura (Ez 36,16-28) Lectura del libro del profeta Ezequiel En aquel tiempo, me fue dirigida la palabra del Señor en estos términos: “Hijo de hombre, cuando los de la casa de Israel habitaban en su tierra, la mancharon con su conducta y con sus obras; como inmundicia fue su proceder ante mis ojos. Entonces descargué mi furor contra ellos, por la sangre que habían derramado en el país y por haberlo profanado con sus idolatrías. Los dispersé entre las naciones y anduvieron errantes por todas las tierras. Los juzgué según su conducta, según sus acciones los sentencié. Y en las naciones a las que se fueron, desacreditaron mi santo nombre, haciendo que de ellos se dijera: ‘Este es el pueblo del Señor, y ha tenido que salir de su tierra’. Pero, por mi santo nombre, que la casa de Israel profanó entre las naciones a donde llegó, me he compadecido. Por eso, dile a la casa de Israel: ‘Esto dice el Señor: no lo hago por ustedes, casa de Israel. Yo mismo mostraré la santidad de mi nombre excelso, que ustedes profanaron entre las naciones. Entonces ellas reconocerán que yo soy el Se-
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ñor, cuando, por medio de ustedes les haga ver mi santidad. Los sacaré a ustedes de entre las naciones, los reuniré de todos los países y los llevaré a su tierra. Los rociaré con agua pura y quedarán purificados; los purificaré de todas sus inmundicias e idolatrías. Les daré un corazón nuevo y les infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de ustedes el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Les infundiré mi espíritu y los haré vivir según mis preceptos y guardar y cumplir mis mandamientos. Habitarán en la tierra que di a sus padres; ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios’”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 43. Salmo responsorial R Estoy sediento del Dios que da la vida. L Como el venado busca el agua de los ríos, así, cansada, mi alma te busca a ti, Dios mío /R L Del Dios que da la vida está mi ser sediento. ¿Cuándo será posible ver de nuevo su templo? /R L Recuerdo cuando íbamos a casa del Señor, cantando, jubilosos, alabanzas a Dios /R L Envíame, Señor, tu luz y tu verdad; que ellas se conviertan en mi guía y hasta tu monte santo me conduzcan, allí donde tú habitas /R L Al altar del Señor me acercaré, al Dios que es mi alegría, y a mi Dios, el Señor, le daré gracias al compás de la cítara /R (Sal 41 y 42). o bien cuando hay bautizos:
R El Señor es mi Dios y salvador. L El Señor es mi Dios y salvador, con él estoy seguro y nada temo. El
Señor es mi protección y mi fuerza y ha sido mi salvación. Sacarán agua con gozo de la fuente de salvación /R L Den gracias al Señor, invoquen su nombre, cuenten a los pueblos sus hazañas, proclamen que su nombre es sublime /R L Alaben al Señor por sus proezas, anúncienlas a toda la tierra. Griten jubilosos, habitantes de Sión, porque el Dios de Israel ha sido grande con ustedes /R (Is 12). o bien:
R Crea en mí, Señor, un corazón puro. L Crea en mí, Señor, un corazón puro, un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos. No me arrojes, Señor, lejos de ti, ni retires de mí tu santo espíritu /R L Devuélveme tu salvación, que regocija, y mantén en mí un alma generosa. Enseñaré a los descarriados tus caminos y volverán a ti los pecadores /R L Tú, Señor, no te complaces en los sacrificios y si te ofreciera un holocausto, no te agradaría. Un corazón contrito te presento, y un corazón contrito, tú nunca lo desprecias /R (Sal 50).
44. Después de la séptima lectura: el corazón nuevo y el espíritu nuevo (Ez 36,16-28).
Oremos. Señor Dios nuestro, poder inmutable y luz sin ocaso, prosigue bondadoso a través de tu Iglesia, sacramento de salvación, la obra que tu amor dispuso desde la eternidad; que todo el mundo vea y reconozca que los caídos se levantan, que se renueva lo que había envejecido y
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que todo se integra en aquel que es el principio de todo, Jesucristo, nuestro Señor, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos. R Amén. 45. Terminada la oración de la última lectura del Antiguo Testamento, con el responsorio y la oración correspondiente, se encienden las velas del altar. El sacerdote entona solamente el Gloria, que todos prosiguen. Se tocan las campanas, de acuerdo con las costumbres de cada lugar. 46. Después del Gloria, el sacerdote dice la Oración COLECTA, como de ordinario.
47. Oración colecta Oremos. Dios nuestro, que haces resplandecer esta noche santa con la gloria del Señor resucitado, aviva en tu Iglesia el espíritu filial, para que, renovados en cuerpo y alma, nos entreguemos plenamente a tu servicio. Por nuestro Señor Jesucristo. R Amén. 48. Enseguida un lector lee la epístola de san Pablo.
49. Epístola (Rom 6,3-11) Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los romanos Hermanos: Todos los que hemos sido incorporados a Cristo Jesús por medio del bautismo, hemos sido incorporados a su muerte. En efecto, por el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, para que, así como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros llevemos una vida nueva. Porque, si hemos estado íntimamente unidos a él por una muerte semejante a la suya, también lo estaremos
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en su resurrección. Sabemos que nuestro viejo yo fue crucificado con Cristo, para que el cuerpo del pecado quedara destruido, a fin de que ya no sirvamos al pecado, pues el que ha muerto queda libre del pecado. Por lo tanto, si hemos muerto con Cristo, estamos seguros de que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya nunca morirá. La muerte ya no tiene dominio sobre él, porque al morir, murió al pecado de una vez para siempre; y al resucitar, vive ahora para Dios. Lo mismo ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 50. Terminada la epístola todos se ponen de pie y el sacerdote entona solemnemente el Aleluya, que todos repiten. Luego un salmista o un cantor dice el salmo, al que el pueblo responde: Aleluya. Si hace falta, el mismo salmista canta el Aleluya.
51. Salmo responsorial R Aleluya, aleluya. L Te damos gracias, Señor, porque eres bueno, porque tu misericordia es eterna. Diga la casa de Israel: “Su misericordia es eterna” /R L La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es nuestro orgullo. No moriré, continuaré viviendo, para contar lo que el Señor ha hecho /R L La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra de la mano del Señor, es un milagro patente /R (Sal 117).
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52. Evangelio (Mt 28,1-10) Lectura del santo Evangelio según san Mateo A Gloria a ti, Señor Transcurrido el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. De pronto se produjo un gran temblor, porque el ángel del Señor bajó del cielo y acercándose al sepulcro, hizo rodar la piedra que lo tapaba y se sentó encima de ella. Su rostro brillaba como el relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Los guardias, atemorizados ante él, se pusieron a temblar y se quedaron como muertos. El ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: “No teman. Ya sé que buscan a Jesús, el crucificado. No está aquí; ha resucitado, como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde lo habían puesto. Y ahora, vayan de prisa a decir a sus discípulos: “‘Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de ustedes a Galilea, allá lo verán’. Eso es todo”. Ellas se alejaron a toda prisa del sepulcro, y llenas de temor y de gran alegría, corrieron a dar la noticia a los discípulos. Pero de repente Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se le acercaron, le abrazaron los pies y lo adoraron. Entonces les dijo Jesús: “No tengan miedo. Vayan a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea. Allá me verán”. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. Tercera Parte: Liturgia Bautismal 53. El sacerdote con los ministros se dirige a la fuente bautismal, si es que ésta
se encuentra a la vista de los fieles. De lo contrario, se pone un recipiente con agua en el presbiterio. Si hay catecúmenos adultos, son llamados por su nombre y presentados por los padrinos o, si son niños, llevados por los padres y padrinos frente a toda la asamblea. 54. Después, el sacerdote exhorta a los presentes, con estas u otras palabras semejantes. Si están presentes los que se van a bautizar:
S Hermanos, acompañemos con nuestra oración a estos catecúmenos que anhelan renacer a una nueva vida en la fuente del bautismo, para que Dios, nuestro Padre, les otorgue su protección y su amor. Si se bendice la fuente, pero no va a haber bautizos:
S Hermanos, pidamos a Dios todopoderoso que con su poder santifique esta fuente bautismal, para que cuantos en el bautismo van a ser regenerados en Cristo, sean acogidos en la familia de Dios. 55. Dos cantores entonan las letanías, a las que todos responden estando en pie (por razón del tiempo pascual). Si la procesión hasta el bautisterio es larga, se cantan las letanías durante la procesión; en este caso se llama a los catecúmenos, antes de comenzar la procesión. Abre la procesión el diácono, con el cirio pascual; siguen los catecúmenos, con los padrinos; después, el sacerdote con los ministros. En este caso, la exhortación precedente se hace antes de la bendición del agua. 56. Si no hay bautizos ni bendición de la fuente, omitidas las letanías, se procede inmediatamente a la bendición del agua (número 61).
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Letanías de los Santos 57. En las letanías se pueden añadir algunos nombres de santos, especialmente el del titular de la iglesia, el de los patronos del lugar y el de los que van a ser bautizados.
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Líbranos, Señor De todo mal Líbranos, Señor De todo pecado De la muerte eterna Líbranos, Señor Por tu encarnación Líbranos, Señor Por tu muerte y Líbranos, Señor resurrección Líbranos, Señor Por el don del Espíritu Santo
Señor, ten piedad de nosotros Te rogamos, óyenos Nosotros, que A Señor, ten piedad de nosotros somos pecadores Cristo, ten piedad de nosotros A Si hay bautizos Cristo, ten piedad de nosotros Te rogamos, óyenos Señor, ten piedad de nosotros S Para que te dignes A Señor, ten piedad de noso- comunicar tu propia vida a quienes has llamado al bautismo tros Santa María, Madre de Dios Si no hay bautizos Ruega por nosotros Para que santifiques Te rogamos, óyenos San Miguel esta agua por Ruega por nosotros la que renacerán tus Santos Ángeles de Dios nuevos hijos Rueguen por nosotros Jesús, Hijo de Dios vivo Te rogamos, óyenos San Juan Bautista ruega por nosotros Si hay bautizos, el sacerdote, con las manos ruega por nosotros juntas, dice la siguiente oración: San José rueguen por nosotros Santos Pedro y Pablo ruega por nosotros S Derrama, Señor, tu infinita bondad San Andrés ruega por nosotros en este sacramento del bautismo y San Juan ruega por nosotros envía a tu santo Espíritu, para que Santa María Magdalena haga renacer de la fuente bautismal ruega por nosotros San Esteban a estos nuevos hijos tuyos, que van ruega por nosotros San Ignacio de Antioquía a ser santificados por tu gracia, meruega por nosotros San Lorenzo diante la colaboración de nuestro rueguen por nosotros Santas Perpetua y Felícitas ministerio. Por Jesucristo, nuestro ruega por nosotros Santa Inés Señor. R Amén. ruega por nosotros San Gregorio ruega por nosotros San Agustín Bendición del agua bautismal ruega por nosotros San Atanasio ruega por nosotros 58. Enseguida el sacerdote bendice el agua San Basilio ruega por nosotros bautismal, diciendo con las manos juntas, San Martín ruega por nosotros la siguiente oración: San Benito rueguen Santos Francisco y Domingo por nosotros San Francisco Javier ruega por nosotros S Dios nuestro, que con tu poder inSan Juan María Vianney ruega por nosotros visible realizas obras admirables por ruega por nosotros medio de los signos de los sacramenSanta Catalina de Siena tos y has hecho que tu creatura, el Santa Teresa de Jesús ruega por nosotros agua, signifique de muchas maneras rueguen por nosotros Santos y Santas de Dios Líbranos, Señor la gracia del bautismo. Muéstrate propicio Dios nuestro, cuyo Espíritu aleteaba
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sobre la superficie de las aguas en los mismos principios del mundo, para que ya desde entonces el agua recibiera el poder de dar la vida. Dios nuestro, que incluso en las aguas torrenciales del diluvio prefiguraste el nuevo nacimiento de los hombres, al hacer que de una manera misteriosa, un mismo elemento diera fin al pecado y origen a la virtud. Dios nuestro, que hiciste pasar a pie enjuto por el mar Rojo a los hijos de Abraham, a fin de que el pueblo liberado de la esclavitud del faraón, prefigurara al pueblo de los bautizados. Dios nuestro, cuyo Hijo, al ser bautizado por el precursor en el agua del Jordán, fue ungido por el Espíritu Santo; suspendido en la cruz, quiso que brotaran de su costado sangre y agua; y después de su resurrección mandó a sus apóstoles: “Vayan y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Mira ahora a tu Iglesia en oración y abre para ella la fuente del bautismo. Que por la obra del Espíritu Santo esta agua adquiera la gracia de tu Unigénito, para que el hombre, creado a tu imagen, limpio de su antiguo pecado por el sacramento del bautismo, renazca a la vida nueva por el agua y el Espíritu Santo. Si lo cree oportuno, introduce el cirio pascual en el agua una o tres veces, diciendo: Te pedimos, Señor, que el poder del Espíritu Santo, por tu Hijo, descienda sobre el agua de esta fuente, Manteniendo el cirio dentro del agua, prosigue: para que todos los que en ella re-
ciban el bautismo, sepultados con Cristo en su muerte, resuciten también con él a la vida. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. 59. Enseguida saca el cirio del agua y el pueblo dice la siguiente aclamación o alguna otra adecuada:
Fuentes del Señor, bendigan al Señor, alábenlo y glorifíquenlo por los siglos. 60. Cada catecúmeno hace la renuncia a Satanás y la profesión de fe, y recibe el bautismo. Si está presente el obispo, los catecúmenos adultos reciben inmediatamente la confirmación; en caso contrario, el presbítero que ha administrado el bautismo puede también confirmar a los catecúmenos adultos (Cfr Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos, nn. 228 y 362).
Bendición del agua 61. Si no hay bautizos ni bendición de la fuente bautismal, el sacerdote invita al pueblo a orar, diciendo:
Pidamos, queridos hermanos, a Dios Padre todopoderoso, que bendiga esta agua, con la cual seremos rociados en memoria de nuestro bautismo, y que nos renueve interiormente, para que permanezcamos fieles al Espíritu que hemos recibido. Y después de una breve oración en silencio, prosigue con las manos juntas:
Señor, Dios nuestro, mira con bondad a este pueblo tuyo, que vela en oración en esta noche santísima, recordando la obra admirable de nuestra creación y la obra, más admirable todavía, de nuestra reden-
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ción. Dígnate bendecir + esta agua, que tú creaste para dar fertilidad a la tierra, frescura y limpieza a nuestros cuerpos. Tú, además, has convertido el agua en un instrumento de tu misericordia: a través de las aguas del mar Rojo liberaste a tu pueblo de la esclavitud; en el desierto hiciste brotar un manantial para saciar su sed; con la imagen del agua viva los profetas anunciaron la Nueva Alianza que deseabas establecer con los hombres; finalmente, en el agua del Jordán, santificada por Cristo, inauguraste el sacramento de una vida nueva, que nos libra de la corrupción del pecado. Que esta agua nos recuerde ahora nuestro bautismo y nos haga participar en la alegría de nuestros hermanos, que han sido bautizados en esta Pascua del Señor, el cual vive y reina por los siglos de los siglos. R Amén.
resma, que nos preparó a la Pascua, es muy conveniente que renovemos las promesas de nuestro bautismo, con las cuales un día renunciamos a Satanás y a sus obras y nos comprometimos a servir a Dios, en la santa Iglesia católica.
Renovación de las promesas del bautismo
S ¿Creen ustedes en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra?
62. Terminada la ceremonia del bautismo (y de la confirmación) o, si no hubo bautizos, después de la bendición del agua, todos, de pie y teniendo en sus manos las velas encendidas hacen la renovación de las promesas del bautismo. El sacerdote se dirige a la comunidad con estas palabras u otras parecidas:
S Hermanos, por medio del bautismo, hemos sido hechos partícipes del misterio pascual de Cristo; es decir, por medio del bautismo, hemos sido sepultados con él en su muerte para resucitar con él a una vida nueva. Por eso, después de haber terminado el tiempo de Cua-
Para hacer la renuncia, se toma la siguiente fórmula que se propone a continuación:
Primera fórmula:
Sacerdote:
S ¿Renuncian ustedes a Satanás? Todos:
A Sí, renuncio. Sacerdote:
S ¿Renuncian a todas sus obras? Todos:
A Sí, renuncio. Sacerdote:
S ¿Renuncian a todas sus seducciones? Todos:
A Sí, renuncio. Prosigue el sacerdote:
Todos:
A Sí, creo. Sacerdote:
S ¿Creen en Jesucristo, su Hijo único y Señor nuestro, que nació de la Virgen María, padeció y murió por nosotros, resucitó y está sentado a la derecha del Padre? Todos:
A Sí, creo. S ¿Creen en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia católica, en la comunión de los santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna? Todos:
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A Sí, creo.
Y el sacerdote concluye:
S Que Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos liberó del pecado y nos ha hecho renacer por el agua y el Espíritu Santo, nos conserve con su gracia unidos a Jesucristo nuestro Señor, hasta la vida eterna. Todos:
A Amén. 63. El sacerdote rocía al pueblo con el agua bendita mientras todos cantan la siguiente antífona o algún otro canto bautismal:
Vi brotar agua del lado derecho del templo, aleluya. Vi que en todos aquellos que recibían el agua, surgía una vida nueva y cantaban con gozo: Aleluya, aleluya. 64. Mientras tanto los neófitos son conducidos a su lugar entre los fieles. Si la bendición del agua bautismal se hizo en el presbiterio, los ministros llevan a la fuente, con toda reverencia, el recipiente del agua. Si no hubo bendición de la fuente, el agua bendita se coloca en su lugar apropiado. 65. Hecha la aspersión, el sacerdote vuelve a la sede, en donde dirige la Oración Universal, en la cual toman parte los neófitos por primera vez.
para que sea ante el mundo testigo de vida, de paz y de gozosa fraternidad: Oremos al Señor. A Te los pedimos, Señor resucitado. L Por todos los bautizados, configurados con Jesús resucitado el bautismo, para que seamos “iconos” vivos de Jesús resucitado, haciendo brillar su luz en las instituciones sociales, económicas y políticas del mundo: Oremos al Señor. A Te lo pedimos, Señor resucitado. L Con su resurrección, Jesús nos ha liberado de toda forma de esclavitud. Para que las personas que son víctimas de la violencia y que se ven privadas de sus derechos, disfruten del gozo pascual de una vida digna: Oremos al Señor. A Te lo pedimos, Señor resucitado. L Jesús resucitado brilla en esta noche, como luz del mundo. Para que aquellos que no lo conocen o se han alejado de él, compartan con nosotros el gozo de creer y de celebrar juntos su resurrección: Oremos al Señor. A Te lo pedimos, Señor resucitado.
(Intenciones libres) S Concédenos, Señor, que cuantos hemos resucitado con Jesús No se dice Credo. en esta noche, llevemos su gozo, su paz y su luz a nuestros hogares 66. Oración de los fieles y al mundo en que vivimos. Por S En esta noche compartimos el Jesucristo nuestro Señor. Amén. gozo pascual con Jesús resucitado. Oremos, para que este gozo llegue a las personas y a los pueblos que aún no lo conocen. A Te lo pedimos, Señor resucitado L Por toda la Iglesia de Dios, que con todos sus pastores celebra el triunfo de Jesús sobre la muerte,
Cuarta Parte Liturgia Eucarística 67. El sacerdote va al altar y comienza la Liturgia Eucarística, en la forma acostumbrada. 68. Es conveniente que el pan y el vino sean presentados por los neófitos, si los hay.
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69. Oración sobre las ofrendas Acepta, Señor, los dones que te presentamos y concédenos que el memorial de la muerte y resurrección de Jesucristo, que estamos celebrando, nos obtenga la fuerza para llegar a la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. 70. Prefacio: El misterio pascual S El Señor esté con ustedes. A Y con tu espíritu. S Levantemos el corazón. A Lo tenemos levantado hacia el Señor. S Demos gracias al Señor, nuestro Dios. A Es justo y necesario. S En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, glorificarte siempre, Señor, pero más que nunca en esta noche en que Cristo, nuestra Pascua, fue inmolado. Porque él es el Cordero de Dios que quitó el pecado del mundo: muriendo, destruyó nuestra muerte, y resucitando, restauró la vida. Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el
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mundo entero se desborda de alegría y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan sin cesar el himno de tu gloria: Santo, Santo, Santo. 71. Antífona de comunión Cristo, nuestro Cordero pascual, ha sido inmolado. Celebremos, pues, la Pascua, con una vida de rectitud y santidad. Aleluya (1Co 5,7-8). 72. Oración después de la comunión Infúndenos, Señor, tu espíritu de caridad para que vivamos siempre unidos en tu amor los que hemos participado en este sacramento de la muerte y resurrección de Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Dios te ha hablado, y te pregunta: ¿Pides a Jesús que por el poder de su resurrección te haga libre de toda clase de esclavitud?
de Abril - Domingo de Pascua de la Resurrección del Liturgia de las Horas: Propia - Color Bl Señor /A RESUCITÓ AL TERCER DÍA SEGÚN LAS ESCRITURAS
Confesamos que Dios resucitó a Jesús al tercer día Hoy, Domingo de Pascua, despertamos con la mejor de las noticias: Dios resucitó a Jesús “al tercer día”. La noticia nos la dieron “los testigos que Dios había escogido de antemano” (Hch 10,41). Juan menciona a dos de ellos en el evangelio que hemos leído. Son Pedro y el “otro discípulo, el que era muy amigo de Jesús”, que reclinó la cabeza sobre su costado durante la cena. (Jn 13,23-25). Quien siembra la alarma entre los discípulos, es María de Magdala. El amor
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no se da por vencido. Cuando todavía estaba oscuro, se acercó al sepulcro: “Buscaba al amor de su alma” (Cant 3,1). Ella ofrece la primera pista: la piedra del sepulcro está removida y allí no se encuentra el cuerpo de Jesús. Los dos discípulos se acercan a prisa al sepulcro. Al encontrarlo vacío, seguramente vinieron a su mente las palabras de Jesús:“¡Hombres de poca fe!, María Magdalena fue corriendo en busca de Simón ¿por qué dudan?” (Mt 14,31). Pedro y del otro discípulo a quien Jesús amaba y les dijo:“Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabeEn este mundo tan poco favomos donde lo han puesto” (Cfr. Jn 20,2) rable a creer en Dios y en los hechos relacionados con la fe, los discípulos de Jesús confesamos en este día: “A Jesús, que colgaron de un madero, Dios lo resucitó al tercer día” (Hch 10,9-40). El discípulo que amaba Jesús llegó el primero En varios lugares del evangelio de Juan aparece un discípulo, cuyo nombre no se menciona. Se trata, sin duda, del modelo de discípulo de Jesús que pretende conseguir de la persona que asuma su proyecto. En este evangelio, este discípulo es uno de los dos primeros en seguir a Jesús. Escribe el evangelista: Uno de los dos que habían seguido a Juan y habían seguido a Jesús era Andrés” (Jn 1,40). El nombre del otro discípulo no se menciona. Este discípulo aparece de nuevo en la cena pascual de despedida. Aquí no se menciona el nombre, pero se fija su identidad: “el discípulo que amaba Jesús” (13,23). Él recibe de Jesús la información confidencial sobre quién era el traidor. Este discípulo sigue a Jesús en compañía de Pedro, hasta la casa de Caifás, donde juzgaron a Jesús. Pedro lo negó. Este discípulo permaneció fiel. Finalmente, lo encontramos al pie de la cruz de Jesús en compañía de María, su madre, y de otras mujeres. En el momento de morir, a él confía el cuidado de su madre: “Ahí tienes a tu madre. Desde aquel momento, el discípulo la llevó a su casa” (Jn 19,27). Dios lo resucitó al tercer día Lucas transmite los Hechos en el núcleo central del anuncio pascual de los discípulos: “Ellos le dieron muerte colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día” (He 10,39). Antes que Lucas, Pablo había escrito a la comunidad de Corinto: “Les he transmitido lo que yo mismo había recibido: Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, fue sepultado y resucitó al tercer día, según las Escrituras” (1Cor 15,3-5). Con este mensaje, los discípulos hacían un llamado a la conversión. Los que aceptaban sus palabras, culminaban su proceso de conversión con el bautismo. No es este el proceso que se sigue actualmente en nuestras comunidades. La conversión no arranca de un encuentro en profundidad con Jesús muerto y
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resucitado. Al carecer de raíces pascuales, el proceso ofrece menos garantías de solidez. La celebración pascual de la resurrección de Jesús, invita a revivir la experiencia pascual, de nuestra configuración con Jesús muerto y resucitado. Quizá nunca hemos profundizado en las raíces pascuales de nuestra fe. Nuestra vida está escondida con Cristo resucitado en Dios La carta a la comunidad de Colosas ofrece una profunda descripción de lo que ha de ser la vida de un discípulo de Jesús. Una vida totalmente pascual. Hemos muerto y hemos resucitado con Cristo. Mientras caminamos por este mundo, nuestra vida está escondida en Dios con Cristo muerto y resucitado. Nuestra mirada tiene que estar puesta en Jesús resucitado, “sentado a la derecha de Dios”. No para desentendernos de las realidades terrenas: familia, instituciones sociales, políticas y económicas. El encuentro personal con Jesús resucitado ha de conducirnos a penetrar todas esas realidades de su espíritu transformador. Al celebrar la memoria en este día de la resurrección de Jesús, no es suficiente quedarnos con la información que los libros sagrados nos ofrecen sobre este acontecimiento, y renovar nuestra confesión de fe en la resurrección de Jesús. En adelante, nuestro estilo de vida ha de estar penetrado por completo del espíritu que brota de su resurrección. P. Antonio Danoz, redentorista
1. Antífona de entrada He resucitado y viviré siempre contigo: has puesto tu mano sobre mí, tu sabiduría ha sido maravillosa. Aleluya (Sal 138,18.5-6). Se dice Gloria 2. Oración colecta Dios nuestro, que por medio de tu Hijo venciste a la muerte y nos has abierto las puertas de la vida eterna, concede a quienes celebramos hoy la Pascua de Resurrección, resucitar también a una nueva vida, renovados por la gracia del Espíritu Santo. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura (He 10,34.37-43) Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: “Ya saben ustedes
lo sucedido en toda Judea, que tuvo principio en Galilea, después del bautismo predicado por Juan: cómo Dios ungió con el poder del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret y cómo éste pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de cuanto él hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de la cruz, pero Dios lo resucitó al tercer día y concedió verlo, no a todo el pueblo, sino únicamente a los testigos que él, de antemano, había escogido: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de que resucitó de entre los muertos. Él nos mandó predicar al pueblo y dar testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que cuantos creen en él
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reciben, por su medio, el perdón de los pecados”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R Este es el día del triunfo del Señor. Aleluya. L Te damos gracias, Señor, porque eres bueno, porque tu misericordia es eterna. Diga la casa de Israel: “Su misericordia es eterna” /R L La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es nuestro orgullo. No moriré, continuaré viviendo para contar lo que el Señor ha hecho /R L La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra de la mano del Señor, es un milagro patente /R (Sal 117). 5. 2ª Lectura (Col 3,1-4) Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los colosenses Hermanos: Puesto que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios. Pongan todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra, porque han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, vida de ustedes, entonces también ustedes se manifestarán gloriosos, juntamente con él. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 6. Secuencia Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza a gloria de la víctima propicia de la Pascua. Cordero sin pecado, que a las ovejas
salva, a Dios y a los culpables unió con nueva alianza. Lucharon vida y muerte en singular batalla, y, muerto el que es la vida, triunfante se levanta. “¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?” “A mí Señor glorioso, la tumba abandonada, los ángeles testigos, sudarios y mortaja. ¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza! Vengan a Galilea, allí el Señor aguarda; allí verán los suyos la gloria de la Pascua”. Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia que estás resucitado; la muerte en ti no manda. Rey vencedor, apiádate de la miseria humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa. 7. Aclamación antes del Evangelio R Aleluya, aleluya. Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado; celebremos, pues, la Pascua. R Aleluya (1Co 5,7-8). 8. Evangelio (Jn 20,1-9) Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”. Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discí-
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pulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró. En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. Se dice Credo 9. Oración de los fieles S Penetrados por el gozo pascual, por compartir con Jesús la vida de resucitados, oremos para que nuestras comunidades sean ante el mundo testigos de su resurrección. A Te lo pedimos, Señor resucitado L Para que la celebración de la Buena Noticia de la victoria de Jesús sobre la muerte, del amor sobre el odio, renueve a toda la Iglesia, pastores y fieles, y colaboren a la concordia y a la convivencia entre todos los pueblos: Oremos al Señor A Te lo pedimos, Señor resucitado L La muerte y la violencia se han apoderado de las calles y plazas de pueblos y ciudades. Para que la paz que nos ofrece Jesús resucitado, colme de felicidad a las personas y a los pueblos que carecen de ella: Oremos al Señor A Te lo pedimos, Señor resucitado
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L Por el bautismo hemos muerto y resucitado con Cristo. Para que vivamos con un corazón y con un espíritu nuevo, y nuestras comunidades sean ante el mundo testigos del gozo de la Pascua: Oremos al Señor A Te lo pedimos, Señor resucitado L La resurrección de Jesús no puede quedar solo entre sus discípulos. Para que proclamemos ante el mundo esta Buena Noticia y que Dios lo ha constituido Señor y Salvador de todos los pueblos: Oremos al Señor A Te lo pedimos, Señor resucitado
(Intenciones libres) S Te pedimos, Señor, que cuantos celebramos con gozo la resurrección de Jesús, seamos sus testigos ante las personas con las cuales compartimos nuestra vida y nuestros proyectos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. 10. Oración sobre las ofrendas Regocijados con la alegría de la Pascua, te ofrecemos, Señor, esta Eucaristía, mediante la cual tu Iglesia se renueva y alimenta de un modo admirable. Por Jesucristo, nuestro Señor. 11. Prefacio S El Señor esté con ustedes. A Y con tu espíritu. S Levantemos el corazón. A Lo tenemos levantado hacia el Señor. S Demos gracias al Señor, nuestro Dios. A Es justo y necesario. S En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor, pero más que nunca en este día, en que Cristo nuestra Pascua, fue inmolado. Porque Él es el Cordero de Dios que quitó el pecado del mundo: murien-
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do, destruyó nuestra muerte, y resucitando, restauró la vida. Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles. Cantan sin cesar el himno de tu gloria: Santo, Santo, Santo…
13. Oración después de la comunión Señor, protege siempre a tu Iglesia con amor paterno, para que, renovada ya por los sacramentos de Pascua, pueda llegar a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor.
12. Antífona de la comunión Cristo, nuestro Cordero Pascual, ha sido inmolado: celebremos, pues, la Pascua con una vida de rectitud y santidad. R Aleluya (1Co 5,7-8).
Dios te ha hablado, y te pregunta: ¿Sigues a Jesucristo resucitado?
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Todos somos testigos de que Dios resucitó a Jesús En el libro de los Hechos de los Apóstoles, Lucas presenta el itinerario seguido por la comunidad de los discípulos de Jesús, a partir de la experiencia pascual. Después de presentarse “vivo durante cuarenta días”, dándoles muchas pruebas de que había resucitado, Jesús los envió a anunciar la Buena Noticia que habían conocido, y a ser testigos de todo cuanto habían contemplado. Lucas presenta la primera actuación pública de los discípulos. Superado el miedo que los había tenido encerrados, anuncian por primera vez por boca de Pedro: “A Jesús de Nazaret, que fue un hombre acreditado por Dios…, ustedes lo crucificaron y le dieron muerte por medio de gente sin ley…, pero Dios lo resucitó” (He 2,22-24). Este es el mensaje central de la predicación de los apóstoles. Lo volveremos a escuchar en varios de los discursos del libro de los Hechos. A la proclamación añaden el testimonio. Ellos mismos son testigos de la Buena Noticia de la resurrección de Jesús. Tenemos que preguntarnos: ¿La Buena Noticia de la resurrección de Jesús es el mensaje central de nuestra predicación, de nuestros procesos de iniciación, de nuestras catequesis? ¿Podemos afirmar: “Todos nosotros somos testigos de que Dios resucitó a este Jesús?” Anuncien a los discípulos que los veré en Galilea En el evangelio de Mateo, son las mujeres las primeras en recibir la noticia de la resurrección de Jesús. Superando el trauma de la muerte violenta de Jesús, regresan al sepulcro “al despuntar el alba” del primer día de la semana judía. Con un gesto de amor a Jesús, se acercan al sepulcro para concluir el ritual del entierro, que no pudieron completar el día de su muerte. Las mujeres se llevan una sorpresa: Un mensajero, cuyo aspecto era como un
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“relámpago” luminoso, les dice: “Sé que buscan a Jesús, el crucificado. No está aquí. Ha resucitado, como había dicho” (Mt 5,6-7). Aún no se habían recuperado del susto, y reciben un mensaje: “Vayan corriendo a anunciar a los discípulos que ha resucitado y que irá delante de ellos a Galilea” (Mt 28,7). Rápidamente se fueron a llevar la noticia. El relato de Mateo invita a hacer una seria reflexión. Dios elige a unas mujeres, para ser testigos del acontecimiento central de la fe cristiana. ¿Cómo impedir que cumplan otros servicios en la comunidad, que por importantes que sean, nunca serán superiores a este? En segundo lugar, las mujeres “llenas de gozo corrieron a dar la noticia a los discípulos” (Mt 28,8). Los discípulos de hoy, ¿corremos con el mismo gozo y con la misma prisa a llevar la noticia de la resurrección de Jesús a los hombres y mujeres de nuestro tiempo? P. Antonio Danoz, redentorista
1. Antífona de entrada Que la alabanza del Señor esté siempre en nuestros labios, porque el Señor nos ha introducido en la tierra prometida, tierra que mana leche y miel. Aleluya (Éx 13,5.9). Se dice Gloria 2. Oración colecta Dios nuestro, que por medio del bautismo das nuevos hijos a tu Iglesia y la haces crecer continuamente, concédenos vivir siempre de acuerdo con la fe que recibimos en el bautismo. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura (He 2,14.22-33) Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles El día de Pentecostés, se presentó Pedro, junto con los Once, ante la multitud, y levantando la voz, dijo: “Israelitas, escúchenme. Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante ustedes, mediante los milagros, prodigios y señales que Dios realizó por medio de él y que ustedes bien conocen. Conforme al plan previsto y sancionado por Dios,
Jesús fue entregado, y ustedes utilizaron a los paganos para clavarlo en la cruz. Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte, ya que no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio. En efecto, David dice, refiriéndose a él: Yo veía constantemente al Señor delante de mí, puesto que él está a mi lado para que yo no tropiece. Por eso se alegra mi corazón y mi lengua se alboroza; por eso también mi cuerpo vivirá en la esperanza, porque tú, Señor, no me abandonarás a la muerte, ni dejarás que tu santo sufra la corrupción. Me has enseñado el sendero de la vida y me saciarás de gozo en tu presencia. Hermanos, que me sea permitido hablarles con toda claridad; el patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro se conserva entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como era profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento que un descendiente suyo ocuparía su trono, con visión profética habló de la resurrección de Cristo, el cual no fue abandonado a la muerte ni sufrió la corrupción.
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Pues bien, a este Jesús, Dios lo resucitó, y de ello todos nosotros somos testigos. Llevado a los cielos por el poder de Dios, recibió del Padre el Espíritu Santo prometido a él y lo ha comunicado, como ustedes lo están viendo y oyendo”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R Protege, Señor, a los que esperamos en ti, Aleluya. L Protégeme, Dios mío, pues eres mi refugio. Yo siempre he dicho que tú eres mi Señor. El Señor es la parte que me ha tocado en herencia; mi vida está en sus manos /R L Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor y con él a mi lado, jamás tropezaré /R L Por eso se me alegran el corazón y el alma y mi cuerpo vivirá tranquilo, porque tú no me abandonarás a la muerte ni dejarás que sufra yo la corrupción /R L Enséñame el camino de la vida, sáciame de gozo en tu presencia y de alegría perpetua junto a ti /R (Sal 15). 5. Aclamación antes del Evangelio R Aleluya, aleluya. Éste es el día del triunfo del Señor, día de júbilo y de gozo. R Aleluya (Sal 117,24). 6. Evangelio (Mt 28,8-15) Lectura del santo Evangelio según san Mateo A Gloria a ti, Señor Después de escuchar las palabras del ángel, las mujeres se alejaron a toda prisa del sepulcro, y llenas de temor y de gran alegría, corrieron a dar
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la noticia a los discípulos. Pero de repente Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se le acercaron, le abrazaron los pies y lo adoraron. Entonces les dijo Jesús: “No tengan miedo. Vayan a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea. Allá me verán”. Mientras las mujeres iban de camino, algunos soldados de la guardia fueron a la ciudad y dieron parte a los sumos sacerdotes de todo lo ocurrido. Estos se reunieron con los ancianos, y juntos acordaron dar una fuerte suma de dinero a los soldados, con estas instrucciones: “Digan: ‘Durante la noche, estando nosotros dormidos, llegaron sus discípulos y se robaron el cuerpo’. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos arreglaremos con él y les evitaremos cualquier complicación”. Ellos tomaron el dinero y actuaron conforme a las instrucciones recibidas. Esta versión de los soldados se ha ido difundiendo entre los judíos hasta el día de hoy. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 7. Oración sobre las ofrendas Recibe, Señor, con bondad, nuestras ofrendas, y tú, que nos llamaste a la fe y nos has hecho renacer por el bautismo, guíanos a la felicidad eterna. Por Jesucristo nuestro, Señor. 8. Antífona de la comunión Cristo resucitado, ya no puede morir; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Aleluya (Rom 6,9). 9. Oración de la comunión Que la gracia de este sacramento, memorial de la Pascua de tu Hijo,
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fructifique, Señor, en nuestros corazones para que podamos corresponder a los dones de tu amor, que nos abrió el camino de la salvación eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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Dios te ha hablado, y te pregunta: ¿Cuándo saldrás a llevar la noticia de la resurrección de Jesús a las mujeres y hombres de hoy?
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Arrepiéntanse; invocando a Jesús háganse bautizar Lucas informa sobre el proceso seguido al principio, para incorporar al grupo nuevos discípulos y seguidores de Jesús. Primer paso era el anuncio: Dieron a conocer a “todo el pueblo de Israel, que a Jesús crucificado por ustedes, Dios lo ha nombrado Señor y Mesías” (He 2,36). Escuchado el mensaje que “les llegó al corazón”, los oyentes dan el segundo paso: “¿Qué hemos de hacer?” (He 2,37). Pedro les propone el siguiente paso: “Arrepiéntase y háganse bautizar en nombre de Jesús, para que se les perdonen los pecados, así recibirán el don del Espíritu Santo” (He 2,38). El bautismo, no solo perdona los pecados; configura al bautizado con Jesús muerto y resucitado. Finalmente, Lucas presenta el último paso: incorporarse al grupo de discípulos, asumiendo su misión de anunciar la Buena Noticia y de ser testigos de Jesús resucitado. Nuestros procesos de iniciación manifiestan, por lo general grandes carencias. Al generalizarse el bautismo de niños, antes del bautismo el proceso no existe. Tampoco existe después. Por lo general se da por supuesto. Se pasa directamente a la “recepción” de los demás sacramentos. Con nuestros procesos, es difícil contar con discípulos que anuncien la Buena Noticia y sean testigos de Jesús resucitado. Diga a mis hermanos: “Subo a mi Padre y Padre de ustedes” María de Magdala es la única persona a la que Jesús resucitado se manifiesta en solitario. El primero en informar es Marcos: “El primer día de la semana por la mañana resucitó el Señor y se apareció a María de Magdala” (Mc 16,9). Ella aparece en las listas de mujeres que se acercan al sepulcro. La escena que narra Juan, ofrece un itinerario de búsqueda para encontrarse con Jesús resucitado. Cuando todos se han alejado, María permanece junto al sepulcro. Al constatar que el cuerpo de Jesús no está allí, pregunta a los personajes que aparecen junto al sepulcro. Después, se dirige al supuesto encargado del jardín. Su amor no admite tregua, y buscará dondequiera que se encuentre. Finalmente, se produce el encuentro personal. Jesús es quien lleva la iniciativa, llamando a María por su nombre. Ella, sin dudar un momento, respondió: “Rabbuni”, que significa “Maestro”. Hay tres detalles más relevantes que el intento de abrazar a Jesús. Primero: Jesús le manifiesta que asciende junto al Padre. Segundo: Por primera vez en este evangelio, Jesús dice que Dios es nuestro Padre. Tercero: La misión
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que Jesús confía a María, y que ella cumple fielmente: “He visto al Señor y me ha dicho esto” (Jn 20,18). Para ser mensajeros de Jesús resucitado, ha de producirse antes el encuentro con él. P. Antonio Danoz, redentorista
1. Antífona de entrada El Señor les dará a beber el agua de la sabiduría; se apoyarán en él y no vacilarán. Él los llenará de gloria eternamente. Aleluya (Si 15,3-4). Se dice Gloria
2. Oración colecta Señor, tú que nos has librado del pecado por medio de la muerte y resurrección de tu Hijo, prosigue en nosotros la obra liberadora de tu gracia y concédenos el gozo de celebrar la Pascua eterna, que ya desde ahora nos llena de esperanza y alegría. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura (He 2,36-41) Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles El día de Pentecostés, dijo Pedro a los judíos: “Sepa todo Israel, con absoluta certeza, que Dios ha constituido Señor y Mesías al mismo Jesús, a quien ustedes han crucificado”. Estas palabras les llegaron al corazón y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles: “¿Qué tenemos que hacer, hermanos?” Pedro les contestó: “Arrepiéntanse y bautícense en el nombre de Jesucristo, para el perdón de sus pecados y recibirán el Espíritu Santo. Porque las promesas de Dios valen para ustedes y para sus hijos y también para todos los paganos que el Señor, Dios nuestro, quiera llamar, aunque estén lejos”.
Con éstas y otras muchas razones los instaba y exhortaba, diciéndoles: “Pónganse a salvo de este mundo corrompido”. Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día se les agregaron unas tres mil personas. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R En el Señor está nuestra esperanza. Aleluya. L Sincera es la palabra del Señor y todas sus acciones son leales. Él ama la justicia y el derecho, la tierra llena está de sus bondades /R L Cuida el Señor de aquellos que lo temen y en su bondad confían; los salva de la muerte y en épocas de hambre les da vida /R L En el Señor está nuestra esperanza, pues él es nuestra ayuda y nuestro amparo. Muéstrate bondadoso con nosotros, puesto que en ti, Señor, hemos confiado /R (Sal 32). 5. Aclamación antes del Evangelio R Aleluya, aleluya. Éste es el día del triunfo del Señor, día de júbilo y de gozo. R Aleluya (Sal 117,24). 6. Evangelio (Jn 20,11-18) Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor El día de la resurrección, María se había quedado llorando junto al sepulcro de Jesús. Sin dejar de llo-
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rar, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados en el lugar donde había estado el cuerpo de Jesús, uno en la cabecera y el otro junto a los pies. Los ángeles le preguntaron: “¿Por qué estás llorando, mujer?” Ella les contestó: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo habrán puesto”. Dicho esto, miró hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Entonces él le dijo: “Mujer, ¿por qué estás llorando? ¿A quién buscas?” Ella, creyendo que era el jardinero, le respondió: “Señor, si tú te lo llevaste, dime dónde lo has puesto”. Jesús le dijo: “¡María!” Ella se volvió y exclamó: “¡Rabuní!”, que en hebreo significa ‘maestro’. Jesús le dijo: “Déjame ya, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: ‘Subo a mi Padre y su Padre, a mi Dios y su Dios’”. María Magdalena se fue a ver a los discípulos para decirles que había
visto al Señor y para darles su mensaje. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 7. Oración sobre las ofrendas Acepta, Señor, en tu bondad, los dones que te presentamos, y concédenos tu protección para conservar tu gracia y conseguir la felicidad eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión Puesto que ustedes han resucitado con Cristo, busquen las cosas del cielo, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aficiónense a los bienes del cielo, no a los de la tierra. Aleluya (Col 3,1-2). 9. Oración después de la comunión Tú que nos has concedido la gracia inmerecida del bautismo, purifica, Señor, y fortalece nuestros corazones, para que podamos alcanzar un día la felicidad eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios te ha hablado, y espera tu respuesta: ¿Qué te propones hacer, para encontrarte con Jesús resucitado?
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El tullido se levantó de un salto y empezó a caminar Lucas cambia de escenario. Presenta a Pedro y a Juan dirigiéndose al templo, para participar en la oración de la tarde. En este lugar tan emblemático para los judíos, Pedro proclamará la noticia de la resurrección de Jesús, a través de un hecho que llenó de asombro a la gente que acudía a la oración. Sentado a la puerta llamada Hermosa, un paralítico de nacimiento pide limosna. También se la pidió a Pedro y a Juan. El paralítico esperaba recibir unas monedas. Pero la limosna de Pedro superó todas las expectativas: “Te doy lo
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que tengo: en nombre de Jesús, el Nazareno, levántate y camina” (He 3,6). Inmediatamente, el paralítico se levantó de un salto y empezó a andar en presencia de la gente. Alababa a Dios, por la maravilla que Pedro había realizado con él, con solo invocar a Jesús. El hecho impactó a la gente, que corrió asombrada para verificar lo sucedido. Hay muchas formas de anunciar al mundo el acontecimiento de la resurrección de Jesús. Una de ellas es la palabra. Las primeras comunidades fueron muy sensibles a esta misión. Pero también acudieron a hechos, como la sanación del paralítico. Todo servicio en favor de los necesitados, sin ser tan espectacular como la sanación del paralítico, es una hermosa forma de proclamar a Jesús resucitado como salvador y liberador. Al partir el pan, se les abrieron los ojos y lo reconocieron Lucas ha construido un relato, con el atractivo de una teología narrativa, para revelar el proceso seguido por los discípulos, desde la muerte de Jesús, hasta proclamar llenos de gozo su resurrección. Dos discípulos abandonan decepcionados la ciudad. El sueño de ver a Jesús, como Mesías poderoso alzarse con la victoria, se había derrumbado: “¡Nosotros esperábamos que sería el liberador de Israel!” (Lc 24,21). Han pasado tres días, después que condenaron a Jesús a muerte y lo crucificaron. Algunas mujeres y algunos de los compañeros habían ido al sepulcro, pero a él no lo encontraron. El compañero que se les juntó por el camino, como excelente catequista empieza su labor. La labor no le fue fácil. Los invita a recorrer las Escrituras. “Duros de entendimiento”, les costaba creer que el Mesías tenía que padecer para entrar en su gloria, como lo anunciaron los profetas. Solo más tarde confesarán: “Nos ardía el corazón por el camino mientras nos explicaba las Escrituras” (Lc 24,32). Cuando se sentaron a cenar, y el desconocido toma el pan y lo parte en su presencia, “se les abrieron los ojos y lo reconocieron” (Lc 24,31). Era el mismo Jesús, que había partido el pan en la cena pascual de despedida. Inmediatamente, se dirigen a Jerusalén para informar a los compañeros de lo que les había sucedido por el camino. Lucas nos ha revelado los lugares privilegiados para encontrarse con Jesús resucitado: las Escrituras y la celebración de la “fracción del pan”, que es la eucaristía. Después, anunciarlo de prisa y con gozo. P. Antonio Danoz, redentorista
1. Antífona de entrada Vengan, benditos de mi Padre, tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Aleluya (Mt 25,34). Se dice Gloria
2. Oración colecta Dios nuestro, que en la liturgia pascual nos concedes cada año la alegría de revivir la resurrección del Señor, haz que el júbilo de estos días alcance su
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plenitud en la Pascua del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.
L Aclamen al Señor y denle gracias, relaten sus prodigios a los pueblos. Entonen en su honor himnos y cantos, celebren sus portentos /R L Del nombre del Señor enorgullézcanse y siéntase feliz el que lo busca. Recurran al Señor y a su poder y a su presencia acudan /R L Descendientes de Abraham, su servidor, estirpe de Jacob, su predilecto, escuchen: el Señor es nuestro Dios y gobiernan la tierra sus decretos /R L Ni aunque transcurran mil generaciones, se olvidará el Señor de sus promesas, de la alianza pactada con Abraham, del juramento a Isaac, que un día le hiciera /R (Sal 104).
3. 1ª Lectura (He 3,1-10)
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles En aquel tiempo, Pedro y Juan subieron al templo para la oración vespertina, a eso de las tres de la tarde. Había allí un hombre lisiado de nacimiento, a quien diariamente llevaban y ponían ante la puerta llamada la “Hermosa”, para que pidiera limosna a los que entraban en el templo. Aquel hombre, al ver a Pedro y a Juan cuando iban a entrar, les pidió limosna. Pedro y Juan fijaron en él los ojos, y Pedro le dijo: “Míranos”. El hombre se quedó mirándolos en espera de que le dieran algo. Entonces Pedro le dijo: “No tengo ni oro ni plata, pero te voy a dar lo que tengo: En el nombre de Jesucristo nazareno, levántate y camina”. Y, tomándolo de la mano, lo incorporó. Al instante sus pies y sus tobillos adquirieron firmeza. De un salto se puso de pie, empezó a andar y entró con ellos al templo caminando, saltando y alabando a Dios. Todo el pueblo lo vio caminar y alabar a Dios, y al darse cuenta de que era el mismo que pedía limosna sentado junto a la puerta “Hermosa” del templo, quedaron llenos de miedo y no salían de su asombro por lo que había sucedido. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R Cantemos al Señor con alegría. Aleluya.
5. Aclamación antes del Evangelio R Aleluya, aleluya. Éste es el día del triunfo del Señor, día de júbilo y de gozo. R Aleluya (Sal 117,24). 6. Evangelio (Lc 24,13-35) Lectura del santo evangelio según san Lucas A Gloria a ti, Señor El mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacia un pueblo llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos; pero los ojos de los dos discípulos estaban velados y no lo reconocieron. Él les preguntó: “¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos de tristeza?” Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: “¿Eres tú el único forastero que no sabe lo que ha sucedido estos días en Jerusalén?” Él les
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preguntó: “¿Qué cosa?” Ellos le respondieron: “Lo de Jesús el nazareno, que era un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él sería el libertador de Israel, y sin embargo, han pasado ya tres días desde que estas cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro, no encontraron el cuerpo y llegaron contando que se les habían aparecido unos ángeles, que les dijeron que estaba vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron al sepulcro y hallaron todo como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron”. Entonces Jesús les dijo: “¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera todo esto y así entrara en su gloria?” Y comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que se referían a él. Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, él hizo como que iba más lejos; pero ellos le insistieron, diciendo; “Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer”. Y entró para quedarse con ellos. Cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él se les desapareció. Y ellos se decían el uno al otro: “¡Con razón nuestro
corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!” Se levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, los cuales les dijeron: “De veras ha resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón”. Entonces ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 7. Oración sobre las ofrendas Acepta, Señor, este sacrificio con el que has redimido a todos los hombres, y concédenos, por medio de él, la salvación del cuerpo y del espíritu. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión Al atardecer del día de la resurrección, los discípulos reconocieron al Señor cuando partió el pan. Aleluya (Lc 24,35).
9. Oración después de la comunión Te rogamos, Señor, que, purificados ya de nuestras pasadas culpas, la participación en este sacramento de tu Hijo nos transforme en hombres nuevos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Dios te ha hablado, y te pregunta: ¿Acudes a las Escrituras y a la eucaristía, para encontrarte con Jesús resucitado?
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Por la fe en Jesús, este hombre ha sido sanado La gente corrió asombrada hacia el pórtico, al enterarse de la sanación del paralítico. Esperaba una explicación. Pedro procede inmediatamente a dársela. En primer lugar, no se apropia la autoría del hecho, como si fuera fruto de “su poder o santidad”. Para explicarlo, acude a las Escrituras. En el evangelio, Lucas ya había acudido a las Escrituras, como lugar de encuentro con Jesús resucitado (Lc 24,27). Lo hace ahora por segunda vez lo hace en el libro de los Hechos. “El Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús,” al que rechazaron ante Pilato pidiendo la libertad de un homicida, mientras “dieron muerte al Dios de la vida”. Dios lo ha resucitado de la muerte y nosotros somos testigos”(He 3,15). Dios cumplió así, lo anunciado por los profetas. Porque ha creído en Jesús, este hombre ha recibido el vigor, y se presenta completamente restablecido en su salud a la vista de todos. Pedro anuncia a continuación la dimensión universal de la obra salvadora de Jesús resucitado. “Dios resucitó a su siervo y lo envió primero a ustedes, para bendecirlos haciendo que cada uno se convierta de sus maldades” (He 3,26). El llamado de Pedro invitando a la conversión, se dirige hoy a nosotros, que contemplamos la sanación del paralítico: “Conviértanse para que todos sus pecados sean perdonados” (He 3,19). Estaba escrito: el Mesías tenía que morir y resucitar Lucas revela las dudas que surgieron entre los discípulos ante la noticia de que Jesús había resucitado. Cuando las mujeres los informaron de la experiencia vivida junto al sepulcro y del mensaje de los dos personajes: “No está aquí ha resucitado”, “ellos tomaron el relato de las mujeres por una fantasía y no les creyeron” (Lc 24,11). Ahora, es Jesús en persona el que se presenta en medio de ellos. Pero las dudas persisten. Creen ver un fantasma. Jesús se lo echa en cara: “¿Por qué tantas dudas?” (Lc 24,38). El proceso seguido por los discípulos, desde la decepción sufrida por la muerte de Jesús hasta confesar que ha resucitado, no fue fácil. Para eliminar toda duda sobre la identidad de Jesús resucitado con el Jesús terreno, Lucas presenta tres signos de gran realismo. El primero: “Tóquenme y vean. Un fantasma no tiene carne como ven que yo tengo”. Segundo: “Les mostró las manos y los pies”. En ellos estaban las señales de los clavos. Tercero: “Comió en su presencia”, el trozo de pescado que le ofrecieron (Lc 24,38-42). Como vía segura para encontrarse con Jesús resucitado, Lucas vuelve de nuevo sobre el testimonio de las Escrituras: “Tenía que cumplirse todo lo que estaba escrito en la ley de Moisés, en los profetas y los salmos” (Lc 24,44). El evangelista insiste en dos vías para el encuentro con Jesús resucitado, válidas para los discípulos de todos los tiempos: Las Escrituras y la eucaristía, significada en esta ocasión en la comida que comparte Jesús con los discípulos. P. Antonio Danos, redentorista
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1. Antífona de entrada Todos alabamos, Señor, tu poder y tu sabiduría, porque has abierto la boca de los mudos y has hecho elocuentes las lenguas de los niños. Aleluya (Sab 10,20-21). Se dice Gloria
2. Oración colecta Dios nuestro, que has reunido pueblos de toda la tierra para alabar tu nombre, concede a todos tus hijos, nacidos a una vida nueva por medio del bautismo, tener una misma fe y manifestarla en la vida con un mismo amor. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura (He 3,11-26) Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles Como el paralítico curado por Pedro y Juan no se les despegaba, todo el pueblo, asombrado, corrió hacia ellos al pórtico de Salomón. Al ver a la muchedumbre, Pedro les dirigió la palabra: “Israelitas: ¿Por qué les causa admiración esto y por qué nos miran de ese modo, como si por nuestro poder o nuestra virtud hubiéramos hecho andar a este hombre? El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, a quien ustedes entregaron a Pilato, y a quien rechazaron en su presencia, cuando él ya había decidido ponerlo en libertad. Rechazaron al santo, al justo, y pidieron el indulto de un asesino; han dado muerte al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos
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y de ello nosotros somos testigos. El nombre de Jesús y la fe en él es lo que ha robustecido los miembros de este hombre al que están viendo y todos conocen. Esta fe es la que le ha restituido completamente la salud, como pueden observar. Ahora bien, hermanos, yo sé que ustedes han obrado por ignorancia, de la misma manera que sus jefes; pero Dios cumplió así lo que había predicho por boca de los profetas: que su Mesías tenía que padecer. Por lo tanto, arrepiéntanse y conviértanse, para que se les perdonen sus pecados y el Señor les mande el tiempo de la consolación y les envíe de nuevo a Jesús, el Mesías que les estaba destinado; aunque él tiene que quedarse en el cielo hasta la restauración universal, de la que habló Dios por boca de su profeta desde muy antiguo. En efecto, Moisés dijo: El Señor Dios hará surgir de entre sus hermanos un profeta como yo. Escuchen todo cuanto les diga; quien no escuche al profeta, será expulsado del pueblo. Y todos los profetas, a partir de Samuel, anunciaron igualmente estos días. Ustedes son herederos de los profetas y beneficiarios de la alianza que Dios hizo con sus padres, cuando le dijo a Abraham: Tu descendencia será fuente de bendición para toda la humanidad. Para ustedes, en primer lugar, ha resucitado Dios a su siervo y lo ha enviado para bendecirlos y ayudarlos a que cada uno se aparte de sus iniquidades”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor.
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4. Salmo responsorial R ¡Qué admirable, Señor, es tu poder! Aleluya. L ¡Qué admirable es, Señor y Dios nuestro, tu poder en toda la tierra! ¿Qué es el hombre, para que de él te acuerdes; ese pobre ser humano, para que de él te preocupes? /R L Sin embargo, lo hiciste un poquito inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad; le diste el mando sobre las obras de tus manos y todo lo sometiste bajo sus pies /R L Pusiste a su servicio los rebaños y las manadas, todos los animales salvajes, las aves del cielo y los peces del mar, que recorren los caminos de las aguas /R (Sal 8). 5. Aclamación antes del Evangelio R Aleluya, aleluya. Éste es el día del triunfo del Señor, día de júbilo y de gozo. R Aleluya (Sal 117,24). 6. Evangelio (Lc 24,35-48) Lectura del santo Evangelio según san Lucas A Gloria a ti, Señor Cuando los dos discípulos regresaron de Emaús y llegaron al sitio donde estaban reunidos los apóstoles, les contaron lo que les había pasado en el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Mientras hablaban de esas cosas, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo; “La paz esté con ustedes”. Ellos, desconcertados y llenos de temor, creían ver un fantasma. Pero él les dijo: “No teman; soy yo. ¿Por qué se espantan? ¿Por qué surgen dudas en su interior? Miren
mis manos y mis pies. Soy yo en persona. Tóquenme y convénzanse: un fantasma no tiene ni carne ni huesos, como ven que tengo yo”. Y les mostró las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de creer de pura alegría y seguían atónitos, les dijo: “¿Tienen aquí algo de comer?” Le ofrecieron un trozo de pescado asado; él lo tomó y se puso a comer delante de ellos. Después les dijo: “Lo que ha sucedido es aquello de que les hablaba yo, cuando aún estaba con ustedes: que tenía que cumplirse todo lo que estaba escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos”. Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras y les dijo: “Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios y el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto”. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 7. Oración sobre las ofrendas Recibe, Señor, con bondad, el sacrificio que vamos a ofrecerte, para darte gracias por los nuevos bautizados y pedirte para ellos tu constante ayuda. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión Nosotros somos el pueblo redimido por Dios; anunciemos las maravillas del Señor, que nos ha llamado de las tinieblas a su luz admirable. Aleluya (1Pe 2,9).
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9. Oración después de la comunión Que el cuerpo y la Sangre de tu Hijo, precio de nuestra redención, nos ayuden, Señor, a cumplir tus mandamientos y a obtener, así, nuestra felicidad eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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Dios te ha hablado, y te pregunta: Las Escrituras y la eucaristía, ¿son para ti lugar de encuentro con Jesús resucitado?
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Los discípulos anunciaban a Jesús muerto y resucitado En el primer momento, los discípulos anunciaban a Jesús muerto y resucitado, sin que nadie los inquietara. Pero su predicación empezó a impactar a la población, y las personas empezaron a incorporarse al grupo de seguidores de Jesús. Sonó la alarma entre los responsables de las instituciones religiosas y políticas de Jerusalén, y empezaron a movilizarse. Surge por primera vez un elemento nuevo: la persecución. Ya no dejará de acompañar a los discípulos de Jesús para el resto de sus días. Mientras anunciaban al pueblo “la resurrección de la muerte por medio de Jesús”, los arrestan y los encierran en la cárcel. Toda la élite religiosa y política de Jerusalén se reúne. No pueden permitir que muchos de los que oyeron a los apóstoles abrazaran la fe. Convocan a los apóstoles y los someten a un severo interrogatorio. Los discípulos, que en el momento de la pasión, se escondieron, ahora dan la cara por Jesús. Conste a todo Israel, que el paralítico ha sido sanado en su nombre. Al anuncio sigue la denuncia: “Al que ustedes crucificaron, Dios lo resucitó de la muerte” En ningún otro se encuentra la salvación” (He 4,10). Jesús es la “piedra angular”, que las autoridades judías desecharon. Pedro concluye con una proclamación solemne: Dios ha constituido a Jesús salvador de la humanidad: “En ningún otro se encuentra la salvación” (He 4,12). Todos sabían que era el Señor En el epílogo añadido al evangelio de Juan, nos ofrece la tercera manifestación de Jesús a siete de sus discípulos. Entre ellos, se encuentran Pedro y Andrés y los dos hijos del Zebedeo, Santiago y Juan. El signo por el cual Jesús resucitado se da a conocer no es nuevo. Acontece junto al lago de Tiberiades, y en una actividad relacionada con la pesca. Como en el caso de María de Magdala, Jesús se presenta de incógnito. Ante el fracaso de los discípulos, que no pescaron nada durante toda la noche, el desconocido ordena echar de nuevo las redes. La pesca fue tan abundante, que no podía arrastrarlas. El “discípulo que amaba Jesús”, modelo del verdadero discípulo, es quien hace la lectura correcta del signo que tienen ante los ojos. El desconocido es el “Señor”. Aquel a quien los humanos habían dado muerte y Dios había resucitado. Jesús les ofrece un segundo signo, para disipar toda duda: “Traigan algo de
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lo que han pescado…, y vengan a comer” (Jn 21,10.12). Jesús “tomó pan y se lo repartió e hizo lo mismo con el pescado” (Jn 21,13). El alimento compartido en comunidad, especialmente en la eucaristía, sigue siendo signo de Jesús resucitado. Cada vez que nos reunimos para celebrar esta comida con el Señor resucitado, hacemos memoria de su resurrección y nos comprometemos a ser testigos de ella. P. Antonio Danoz, redentorista
1. Antífona de entrada El Señor liberó a su pueblo y lo llenó de esperanza, y a sus enemigos los sumergió en el mar. Aleluya (Sal 77,53).
Se dice Gloria 2. Oración colecta Dios todopoderoso y eterno, que en el sacramento de la muerte y resurrección de tu Hijo ofreces a los hombres el pacto de la reconciliación y de la paz, concédenos realizar en nuestra vida este misterio que proclamamos con la fe. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura (He 4,1-12) Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles En aquellos días, mientras Pedro y Juan hablaban al pueblo, se presentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del templo y los saduceos, indignados porque los apóstoles enseñaban al pueblo y anunciaban la resurrección de los muertos por el poder de Jesús. Los aprehendieron, y como ya era tarde, los encerraron en la cárcel hasta el día siguiente. Pero ya muchos de los que habían escuchado sus palabras, unos cinco mil hombres, habían abrazado la fe. Al día siguiente, se reunieron en Jerusalén los jefes del pueblo, los
ancianos y los escribas, el sumo sacerdote Anás, Caifás, Juan, Alejandro y cuantos pertenecían a las familias de los sumos sacerdotes. Hicieron comparecer ante ellos a Pedro y a Juan y les preguntaron: “¿Con qué poder o en nombre de quién han hecho todo esto?” Pedro, lleno del Espíritu Santo, dijo: “Jefes del pueblo y ancianos: Puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, para saber cómo fue curado, sépanlo ustedes y sépalo todo el pueblo de Israel: este hombre ha quedado sano en el nombre de Jesús de Nazaret, a quien ustedes crucificaron y a quien Dios resucitó de entre los muertos. Este mismo Jesús es la piedra que ustedes, los constructores, han desechado y que ahora es la piedra angular. Ningún otro puede salvarnos, pues en la tierra no existe ninguna otra persona a quien Dios haya constituido salvador nuestro”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Aleluya. L Te damos gracias, Señor, porque eres bueno, porque tu misericordia es eterna. Diga la casa de Israel: “Su misericordia es eterna.” Digan los
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que temen al Señor: “Su misericordia es eterna” /R L La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra de la mano del Señor, es un milagro patente. Éste es el día del triunfo del Señor, día de júbilo y de gozo /R L Libéranos, Señor, y danos tu victoria. Bendito el que viene en nombre del Señor. Que Dios desde su templo nos bendiga. Que el Señor, nuestro Dios, nos ilumine /R (Sal 117).
5. Aclamación antes del Evangelio R Aleluya, aleluya. Éste es el día del triunfo del Señor, día de júbilo y de gozo. R Aleluya (Sal 117,24). 6. Evangelio (Jn 21,1-14) Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor En aquel tiempo, Jesús se les apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Se les apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás (llamado el Gemelo), Natanael (el de Caná de Galilea), los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: “Voy a pescar”. Ellos le respondieron: “También nosotros vamos contigo”. Salieron y se embarcaron, pero aquella noche no pescaron nada. Estaba amaneciendo, cuando Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no lo reconocieron. Jesús les dijo: “Muchachos, ¿han pescado algo?” Ellos contestaron: “No.” Entonces él les dijo: “Echen la red a la derecha de la barca y encontra-
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rán peces”. Así lo hicieron, y luego ya no podían jalar la red por tantos pescados. Entonces el discípulo a quien amaba Jesús le dijo a Pedro: “Es el Señor”. Tan pronto como Simón Pedro oyó decir que era el Señor, se anudó a la cintura la túnica, pues se la había quitado, y se tiró al agua. Los otros discípulos llegaron en la barca, arrastrando la red con los pescados, pues no distaban de tierra más de cien metros. Tan pronto como saltaron a tierra, vieron unas brasas y sobre ellas un pescado y pan. Jesús les dijo: “Traigan algunos pescados de los que acaban de pescar”. Entonces Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red, repleta de pescados grandes. Eran ciento cincuenta y tres, y a pesar de que eran tantos, no se rompió la red. Luego les dijo Jesús: “Vengan a almorzar”. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ‘¿Quién eres?’, porque ya sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio y también el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 7. Oración sobre las ofrendas Acepta, Señor, estos dones que te presentamos, para que nos los conviertas en el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo resucitado, y transfórmanos a nosotros, para que, de las alegrías y trabajos de la tierra, podamos elevarnos al deseo de ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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8. Antífona de la comunión Dijo Jesús a sus discípulos: Vengan y coman. Y tomó un pan y lo repartió entre ellos. Aleluya (Jn 21.12-13).
medio de la pasión de tu Hijo, y que Cristo resucitado sea la fuente de todas nuestras alegrías. Por Jesucristo, nuestro Señor.
9. Oración después de la comunión Señor, que tu amor paterno proteja siempre a quienes has salvado por
Dios te ha hablado, y te pregunta: Qué estás haciendo, para reconocer en tu vida a Jesús resucitado?
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No podemos silenciar lo que hemos visto y oído Los responsables del tribunal se encontraban ante una situación complicada. Por una parte, la sanación del paralítico era un hecho evidente. Por otra parte, “todos los vecinos de Jerusalén lo saben y no se puede negar”. Finalmente, la noticia se seguía divulgando, y el número de adeptos seguía creciendo. El tribunal optó por la prohibición. “Los llamaron y le prohibieron terminantemente hablar y enseñar en nombre de Jesús” (He 4,18). Los discípulos se niegan a hacerlo. Pedro los coloca ante una situación complicada: “¿Es correcto a los ojos de Dios obedecerlos a ustedes antes que a él?” (He 4,19). Ellos lo tienen muy claro: “No podemos callar lo que hemos visto y oído” (He 4,20). La decisión final fue dejarlos en libertad, bien en contra de lo que ellos pretendían. Por una parte, no encontraron justificación para castigarlos. Por otra, gozaban del apoyo del pueblo, que glorificaba a Dios por todo lo que sucedió. El episodio del paralítico ha puesto algunas cosas en claro. Primero: “hay que obedecer primero a Dios que a los hombres”. Segundo: No podemos dejar de anunciar lo que “hemos visto y oído”, sobre Jesús, por miedo o por cobardía. Finalmente, hemos de estar preparados, para sufrir vejaciones y persecución, por ser discípulos de Jesús resucitado. Proclamen la Buena Noticia a toda la creación En la conclusión del evangelio de Marcos, se recogen diversos acontecimientos relacionados con la Pascua de Jesús, que encontramos desarrollados con más amplitud en los otros evangelios. Proclama la resurrección de Jesús, que acontece al amanecer del primer día de la semana judía. María de Magdala, es la primera en encontrarse con Jesús resucitado. Ella comunica la noticia a los discípulos, que no dieron fe a sus palabras. En este evangelio se pone especial énfasis en la actitud negativa manifestada al principio por los discípulos, ante el hecho de la resurrección de Jesús. No creyeron a María de Magdala. Tampoco creyeron a los dos discípulos a los que se manifestó Jesús cuando iban de viaje, de los cuales informa Lucas. “Les reprendió por su incredulidad y obstinación por no haber creído a los que lo habían visto resucitado” (Mc 16,14).
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El encuentro con Jesús, significó un cambio radical en los discípulos. Jesús se dirige directamente a ellos, para confiarles una misión importante: “Vayan por todo el mundo proclamando la Buena Noticia a toda la humanidad” (Mc 16,15). En el proceso para hacerse discípulo de Jesús, el evangelista señala tres pasos: Proclamar la Buena Noticia de Jesús resucitado; acogerla en el corazón con fe; ser bautizado. Cada vez que nos encontramos con Jesús resucitado, resuena en nuestros oídos su palabra: “Vayan por todo el mundo proclamando la Buena Noticia” (Mc 16,15). P. Antonio Danoz, redentorista
1. Antífona de entrada El Señor liberó a su pueblo y lo llenó de alegría; al pueblo elegido lo colmó de júbilo. Aleluya (Sal 104,43). Se dice Gloria 2. Oración colecta Dios nuestro, que en tu bondad sin límites aumentas cada día el número de los que creen en ti, mira con amor a tus elegidos, que han nacido a una nueva vida por medio del bautismo y concédeles alcanzar la resurrección gloriosa. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura (He 4,13-21)
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles En aquellos días, los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas, se quedaron sorprendidos al ver el aplomo con que Pedro y Juan hablaban, pues sabían que eran hombres del pueblo sin ninguna instrucción. Ya los habían reconocido como pertenecientes al grupo que andaba con Jesús, pero no se atrevían a refutarlos, porque ahí estaba de pie, entre ellos, el hombre paralítico que había sido curado. Por consiguiente, les mandaron que
salieran del sanedrín, y ellos comenzaron a deliberar entre sí: “¿Qué vamos a hacer con estos hombres? Han hecho un milagro evidente, que todo Jerusalén conoce y que no podemos negar; pero a fin de que todo esto no se divulgue más entre el pueblo, hay que prohibirles con amenazas hablar en nombre de Jesús”. Entonces mandaron llamar a Pedro, y a Juan y les ordenaron que por ningún motivo hablaran ni enseñaran en nombre de Jesús. Ellos replicaron: “Digan ustedes mismos si es justo delante de Dios obedecerlos a ustedes antes que a Dios. Nosotros no podemos dejar de contar lo que hemos visto y oído”. Los miembros del sanedrín repitieron las amenazas y los soltaron, porque no encontraron la manera de castigarlos, ya que el pueblo entero glorificaba a Dios por lo sucedido. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R La diestra del Señor ha hecho maravillas. Aleluya. L Te damos gracias, Señor, porque eres bueno, porque tu misericordia es eterna. El Señor es mi fuerza y mi alegría; en el Señor está mi salvación. Escuchemos el canto de
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victoria que sale de la casa de los justos /R L “La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es nuestro orgullo”. No moriré, continuaré viviendo para contar lo que el Señor ha hecho. Me castigó, me castigó el Señor, pero no me abandonó a la muerte /R L Ábranme las puertas del templo, que quiero entrar a dar gracias a Dios. Ésta es la puerta del Señor y por ella entrarán los que le son fieles. Te doy gracias, Señor, pues me escuchaste y fuiste para mí la salvación /R (Sal 117).
7. Oración sobre las ofrendas Concédenos, Señor, que este sacrificio pascual que vamos a ofrecerte, nos llene siempre de alegría, prosiga en nosotros tu obra redentora y nos obtenga de ti la felicidad eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
5. Aclamación antes del Evangelio R Aleluya, aleluya. Éste es el día del triunfo del Señor, día de júbilo y de gozo. R Aleluya (Sal 117,24).
8. Antífona de la comunión Todos ustedes al ser bautizados en Cristo se han revestido de Cristo. Aleluya (Gál 3,27).
6. Evangelio (Mc 16,9-15) Lectura del santo Evangelio según san Marcos A Gloria a ti, Señor Habiendo resucitado al amanecer del primer día de la semana, Jesús se apareció primero a María Magdalena, de la que había arrojado siete demonios. Ella fue a llevar la noticia a los discípulos, los cuales estaban llorando, agobiados por la tristeza; pero cuando la oyeron decir que estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron. Después de esto, se apareció en otra forma a dos discípulos, que iban de camino hacia una aldea. También ellos fueron a anunciarlo a los demás; pero tampoco a ellos les creyeron. Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y
9. Oración después de la comunión Mira, Señor, con bondad, a estos hijos tuyos que has renovado por medio de los sacramentos, y condúcelos al gozo eterno de la resurrección. Por Jesucristo nuestro Señor.
dureza de corazón, porque no les habían creído a los que lo habían visto resucitado. Jesús les dijo entonces: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura”. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús.
Dios te ha hablado, y te pregunta: ¿Qué haces, para que la Buena Noticia de Jesús sea anunciada a todo el mundo?
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de Abril - II Domingo de Pascua de la Divina Misericordia /A Liturgia de las Horas: Salt. II Sem. Dominical - Color Bl RECIBAN EL ESPÍRITU SANTO
Se reunían para la “fracción del pan” y el compartír fraterno Este es el segundo informe sobre la comunidad de Jerusalén. Lucas nos ha dejado en él una foto-robot de la comunidad. Ofrece los elementos básicos y necesarios, para que una comunidad crezca de forma dinámica y armónica. Lucas menciona cuatro elementos. Primer elemento: la “escucha frecuente de la enseñanza de los apóstoles”. Era la “formación permanente”, que no puede faltar en ninguna comunidad. Es llamativo el bajo nivel de formación de los fieles, si exceptuamos algunos pequeños grupos. El segundo elemento: la celebración de la eucaristía y demás celebraciones de la comunidad. No podemos ignorar que la inmensa mayoría de los fieles no par- Jesús dijo a Tomás: “Pon aquí tu dedo y mira mis manos; extiende tu mano y ticipa en la eucaristía dominical. métela en mi costado” (Cfr. Jn 20,27) El tercer elemento: el compartir fraterno y solidaridad con los más necesitados. No existe una organización solidaria en la que participe toda la comunidad. Apenas existen aportaciones individuales y ocasionales al servicio de la caridad. El cuarto elemento: El anuncio de la Buena Noticia. Lucas informa: “El Señor iba incorporando a la comunidad a los que se iban salvando” (He 2,47). De la intensa labor evangelizadora ha dejado testimonio en todo el libro. El espíritu misionero es otra de las grandes carencias de nuestras comunidades. Jesús irrumpe en medio de unos discípulos llenos de miedo El evangelio de Juan revela la actitud de los discípulos, después de la muerte de Jesús. Se apoderó de ellos el miedo. El evangelista informa: “Por miedo a los judíos, los discípulos estaban en una casa, con las puertas cerradas” (Jn 20,19). Jesús se presenta mostrando sus credenciales: “Les mostró las manos y el costado” (Jn 20,20). Recordemos, que Juan es quien informa que a Jesús le “abrieron el costado con una lanza (Jn 19,34). Otro signo inconfundible: el saludo: “La paz esté con ustedes” (Jn 20,21). Con discípulos asustados, con cerrojos en las puertas, es imposible que la Buena Noticia de Jesús pueda extenderse al mundo entero. Con el miedo en el cuerpo, no habrá anunciadores audaces de la salvación que Jesús ha realizado por su muerte y su resurrección. Este relato es sumamente interesante para los discípulos de hoy. Quizá no ten-
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gamos cerradas las puertas con cerrojos, pero estamos llenos de miedo, para hacer llegar la Buena Noticia de la muerte y resurrección de Jesús a millones de personas que habitan el mundo. Jesús resucitado tiene que irrumpir en nuestras comunidades, para quitarnos los miedos. Reciban el Espíritu Santo Jesús había dicho a los discípulos: “Pediré al Padre que les envíe el Espíritu de la verdad, que el mundo no puede recibir… Les enseñará todo y les recordará todo lo que les he dicho” (Jn 14,16-17.26). Ha llegado el momento. Soplando sobre ellos, Jesús les dice: “Reciban el Espíritu Santo” (Jn 20,22). Junto con la paz, el Espíritu Santo es el regalo pascual más preciado, que Jesús concedió a los discípulos. Les ha anunciado la misión que han de cumplir en adelante: “Como el Padre me envió, así yo los envío” (Jn 20,21). El encierro se ha terminado. Hay que salir a llevar la Buena Noticia a todos los habitantes del mundo. El Envío del Espíritu Santo, especialmente en los escritos de Lucas, está estrechamente unido a la misión de proclamar la Buena Noticia: “Recibirán la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre ustedes, y serán testigos míos, en Jerusalén, en Judea y Samaria y hasta el confín del mundo” (He 1,8). Cuidado con pretender encerrar al Espíritu Santo en pequeños grupos. Ante todo se nos ha dado, para proclamar el mensaje de salvación a todos y en todas partes. Es cuestión de creer; no de ver y tocar La escena de Tomás nos conduce al corazón de la fe pascual. El agnóstico Tomás propone una fe sustentada en “ver y tocar”: “Si no veo en sus manos la marca de los clavos, si no meto el dedo en el lugar de los clavos, y la mano en su costado, no creeré” (Jn 20,25). Las palabras de Tomás se han convertido en dicho popular. La fe pascual que proclama Jesús, totalmente contraria a la propuesta de Tomás: “Felices los que crean sin haber visto” (Jn 20,29). No se trata de “ver y tocar”. Tampoco se trata de una fe a ciegas. Se trata de descubrir los signos de la presencia del Jesús resucitado que nos han transmitido los testigos. Muchos de estos signos han llegado a nosotros por escrito. El evangelista revela el sentido de su obra: “Estos signos quedan escritos para que crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo tengan vida por su medio” (Jn 20,31). Creemos, por el testimonio de quienes nos han transmitido el sentido de su vida, las obras que realizó, el amor manifestado en su muerte en la cruz, la vida de resucitado. P. Antonio Danoz, redentorista
1. Antífona de entrada Como niños recién nacidos, deseen una leche pura y espiritual que los haga crecer hacia la salvación. Aleluya (1Pe 2,2). Se dice gloria
2. Oración colecta Dios de eterna misericordia, que reavivas la fe de tu pueblo con la celebración anual de las fiestas pascuales, aumenta en nosotros tu gracia, para que comprendamos a fondo la inestimable riqueza del bautismo
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que nos ha purificado, del Espíritu que nos ha dado una vida nueva y de la Sangre que nos ha redimido. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura (He 2,42-47) Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles En los primeros días de la Iglesia, todos los hermanos acudían asiduamente a escuchar las enseñanzas de los apóstoles, vivían en comunión fraterna y se congregaban para orar en común y celebrar la fracción del pan. Toda la gente estaba llena de asombro y de temor, al ver los milagros y prodigios que los apóstoles hacían en Jerusalén. Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común. Los que eran dueños de bienes o propiedades los vendían, y el producto era distribuido entre todos, según las necesidades de cada uno. Diariamente se reunían en el templo, y en las casas partían el pan y comían juntos, con alegría y sencillez de corazón. Alababan a Dios y toda la gente los estimaba. Y el Señor aumentaba cada día el número de los que habían de salvarse. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R La misericordia del Señor es eterna. Aleluya. L Diga la casa de Israel: “Su misericordia es eterna”. Diga la casa de Aarón: “Su misericordia es eterna”. Digan los que temen al Señor: “Su misericordia es eterna” /R L Querían a empujones derribarme, pero Dios me ayudó. El Señor es mi fuerza y mi alegría, en el Señor está mi salvación /R
L La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra de la mano del Señor, es un milagro patente. Éste es el día del triunfo del Señor, día de júbilo y de gozo /R (Sal 117). 5. 2ª Lectura (1Pe 1,3-9) Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, por su gran misericordia, porque al resucitar a Jesucristo de entre los muertos, nos concedió renacer a la esperanza de una vida nueva, que no puede corromperse ni mancharse y que él nos tiene reservada como herencia en el cielo. Porque ustedes tienen fe en Dios, él los protege con su poder, para que alcancen la salvación que les tiene preparada y que él revelará al final de los tiempos. Por esta razón, alégrense, aun cuando ahora tengan que sufrir un poco por adversidades de todas clases, a fin de que su fe, sometida a la prueba, sea hallada digna de alabanza, gloria y honor, el día de la manifestación de Cristo. Porque la fe de ustedes es más preciosa que el oro, y el oro se acrisola por el fuego. A Cristo Jesús ustedes no lo han visto y, sin embargo, lo aman; al creer en él ahora, sin verlo, se llenan de una alegría radiante e indescriptible, seguros de alcanzar la salvación de sus almas, que es la meta de la fe. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 6. Aclamación antes del Evangelio R Aleluya, aleluya. Tomás, tú crees porque me has visto. Dichosos los
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que creen sin haberme visto, dice el Señor. R Aleluya (Jn 20,29). 7. Evangelio (Jn 20,19-31)
Lectura del santo evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría. De nuevo les dijo Jesús: “La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo”. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban al Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar.” Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús, y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”. Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré”. Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Luego le dijo a Tomás: “Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree”. Tomás le
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respondió: ¡“Señor mío y Dios mío!” Jesús añadió: “Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto”. Otras muchas señales milagrosas hizo Jesús en presencia de sus discípulos, pero no están escritas en este libro. Se escribieron éstas para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 8. Oración de los fieles S El evangelio presenta cuatro dones propios de la Pascua: el Espíritu Santo, el perdón, la misión y la paz. Oremos, para que por esta celebración, el Señor enriquezca con todos ellos a la Iglesia. A Te lo pedimos, Señor resucitado L Muchos no creen. Otros dudan como Tomás. Para que el encuentro con Jesús resucitado ilumine a los que no creen, y nos confirme en la fe pascual a los que creemos: Oremos al Señor A Te lo pedimos, Señor resucitado L Para que los discípulos de Jesús y los pastores de la Iglesia, animados por el Espíritu Santo, hagamos llegar a los pobres, a los presos, a los explotados, el gozo pascual de verse liberados de sus males: Oremos al Señor A Te lo pedimos, Señor resucitado L Acudimos a Dios muchas veces pidiéndole milagros. Para que nos haga el gran milagro de creer y de seguir a Jesús resucitado, a pesar de no haberlo visto ni tocado: Oremos al Señor A Te lo pedimos, Señor resucitado
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L Muchos buscan conocer a Jesús y aún no lo han logrado. Para que el testimonio de los que creemos en Jesús resucitado, les ayude a encontrarlo, experimenten su misericordia, y se hagan sus discípulos: Oremos al Señor A Te lo pedimos, Señor resucitado (Intenciones libres)
S Manifiéstate, Señor resucitado, al que no cree; confirma en la fe al que duda; aliméntanos a todos con el pan de vida en estas fiestas pascuales. Por Jesucristo nuestro Señor resucitado. Amén 9. Oración sobre las ofrendas Recibe, Señor, las ofrendas que (junto con los recién bautizados) te presentamos; tú que nos llamaste a la fe y nos has hecho renacer por el
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bautismo, guíanos a la felicidad eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. 10. Antífona de la comunión Jesús dijo a Tomás: acerca tu mano, toca las cicatrices dejadas por los clavos y no seas incrédulo, sino creyente. Aleluya (Jn 20,27). 11. Oración después de la comunión Concédenos, Dios todopoderoso, que la gracia recibida en este sacramento nos impulse siempre a servirte mejor. Por Jesucristo, nuestro Señor. Dios te ha hablado, y te pregunta: ¿Pides diariamente ser llenado del Espíritu de verdad para que te enseñe?
de Abril - Lunes, Feria o Memoria de San Pedro Chanel Liturgia de las Horas: Feria, II Sem. del Salt. - Color Bl
Concede a tus siervos anunciar el mensaje con franqueza Una vez liberados, Pedro y Juan se reúnen con su comunidad, para informarles de su misión y de la persecución sufrida, por anunciar a Jesús resucitado. Oído su testimonio, toda la comunidad, a una voz oraron unidos al Señor. Lucas ofrece un modelo de oración, que deberíamos tener presente en nuestra oración personal y en la oración de nuestras comunidades. Su oración se dirige al “Señor, que hizo el cielo y la tierra”. Se sirven de la Palabra de Dios que habló al pueblo por inspiración del Espíritu Santo. La oración se centra en la situación que está viviendo la comunidad y en cumplir con la misión que Jesús les ha encomendado. Los mismos que “se aliaron contra tu santo siervo Jesús”, ahora amenazan a sus servidores y discípulos, que se disponen a anunciar el mensaje “con toda franqueza” y valentía. No piden al Señor, que los libre de los trabajos que impone el anuncio de la Buena Noticia. Lo que piden al Señor es que realice los signos que confirman el mensaje que anuncian: “Sanaciones y signos prodigiosos realizados en nombre de Jesús, como el realizado con el paralítico. Su oración surgía de la vida e inquietudes cotidianas de la comunidad. Se inspiraba y alimentaba con la Palabra de Dios. Se orientaba especialmente a cumplir con la misión de anunciar la Buena Noticia.
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Hay que nacer del agua y del Espíritu El relato de la boda de Caná concluye con esta afirmación: Jesús realizó el primer signo milagroso, manifestó su gloria y creyeron en él los discípulos” (Jn2,11). El relato de Nicodemo nos revela que los “signos” que Jesús hace consiguen su objetivo. Nicodemo confiesa: “Sabemos que vienes de parte de Dios, pues nadie puede hacer los signos que tú haces, si Dios no está con él” (Jn 3,2). Jesús reconoce que la confesión de fe que Nicodemo ha hecho es hermosa. Pero no basta. Es necesario realizar un cambio radical en la persona. Lo compara con un nuevo nacimiento: “Hay que nacer de nuevo”. Este nuevo nacimiento se produce por el agua y por la fuerza creadora del Espíritu. El evangelista se refiere al bautismo. Lucas informa que era esta la forma como los que se convertían entraban a formar parte del grupo de discípulos. Pedro les dijo: “Háganse bautizar invocando el nombre de Jesús… Los que aceptaron sus palabras se bautizaron”, y entraron a formar parte de la comunidad (He 2,36.41). El santo de hoy: San Pedro Chanel (1803-1841) Nace en Cuet (Francia). Es ordenado presbítero en 1827. Ingresó en la Sociedad de María. En 1836 partió para Oceanía. Allí realizó una gran obra evangelizadora. El furor del rey se desató contra él, entre otras cosas, porque el hijo del rey pidió ser bautizado. Esta reacción violenta provocó su martirio en la isla de Futuna. P. Antonio Danoz, redentorista
1. Antífona de entrada Una luz eterna, Señor, brillará para tus mártires y vivirán para siempre. Aleluya (Esd 2,35). 2. Oración colecta Señor, que por medio de la celebración eucarística diste fortaleza a san Pedro Chanel para morir por la predicación del Evangelio en tierras de Oceanía, concédenos encontrar en la celebración del memorial de la muerte y resurrección de Jesucristo fuerza para vivir como hijos tuyos. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura (He 4,23-31) Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles En aquellos días, tan pronto como Pedro y Juan quedaron en libertad,
volvieron a donde estaban sus compañeros y les contaron lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y los ancianos. Al oír, esto, todos juntos clamaron a Dios, diciendo: “Señor, tú has creado el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contiene; por medio del Espíritu Santo y por boca de tu siervo David, nuestro padre, dijiste: ¿Por qué se amotinan las naciones y los pueblos hacen planes torpes? Se sublevaron los reyes de la tierra y los príncipes se aliaron contra el Señor y contra su Mesías. Esto fue lo que sucedió, cuando en esta ciudad se aliaron Herodes y Poncio Pilatos con los paganos y el pueblo de Israel, contra tu santo siervo Jesús, tu ungido, para que así se cumpliera lo que tu poder y
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tu providencia habían determinado que sucediera. Y ahora, Señor, mira sus amenazas y concede a tus siervos anunciar tu palabra con toda valentía. Extiende tu mano para realizar curaciones, señales y prodigios en el nombre de tu siervo, Jesús”. Al terminar la oración tembló el lugar donde estaban reunidos, los llenó a todos el Espíritu Santo y comenzaron a anunciar la palabra de Dios con valentía. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R Dichosos los que esperan en el Señor. Aleluya. L ¿Por qué se amotinan las naciones y los pueblos hacen planes torpes? Se sublevan los reyes de la tierra y los príncipes se alían contra el Señor y contra su Mesías, diciendo: “Rompamos sus cadenas, sacudamos sus ataduras” /R L El que vive en el cielo sonríe; desde lo alto, el Señor se ríe de ellos. Después les habla con ira y los espanta con su cólera: “Yo mismo lo he constituido como rey en Sión, mi monte santo” /R L Anunciaré el decreto del Señor. He aquí lo que me dijo: “Hijo mío eres tú, yo te he engendrado hoy. Te daré en herencia las naciones y como propiedad toda la tierra. Podrás gobernarlas con cetro de hierro, y despedazarlas como jarros /R (Sal 2). 5. Aclamación antes del Evangelio R Aleluya, aleluya. Si han resucitado con Cristo, busquen las cosas del cielo, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios. R Aleluya (Col 3,1).
6. Evangelio (Jn 3,1-8) Lectura del santo Evangelio según Juan A Gloria a ti, Señor Había un fariseo llamado Nicodemo, hombre principal entre los judíos, que fue de noche a ver a Jesús y le dijo: “Maestro, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; nadie puede hacer las señales milagrosas que tú haces, si Dios no está con él”. Jesús le contestó: “Yo te aseguro que quien no renace de lo alto, no puede ver el Reino de Dios”. Nicodemo le preguntó: “¿Cómo puede nacer un hombre siendo ya viejo? ¿Acaso puede, por segunda vez, entrar en el vientre de su madre y volver a nacer?” Le respondió Jesús: “Yo te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne, es carne; lo que nace del Espíritu, es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: “Tienen que renacer de lo alto”. El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así pasa con quien ha nacido del Espíritu”. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 7. Oración de las ofrendas Que te sea grato, Señor, este sacrificio de expiación y de alabanza, que te ofrecemos en honor a tu santo mártir san Pedro Chanel para que nos obtenga tu perdón y transforme nuestra vida en una continua acción de gracias. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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8. Antífona de la comunión Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da fruto abundante. Aleluya. (Jn 12,24-25).
9. Oración después de la comunión Ya que en la festividad que celebramos hoy nos has permitido participar en este sagrado banquete, que es el
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memorial de la muerte de tu Hijo, concédenos, Señor, participar también de su gloriosa resurrección, en compañía de tus mártires. Por Jesucristo, nuestro Señor. Dios te ha hablado, y te pregunta: ¿Cómo vives la vida nueva que has recibido en el bautismo?
de Abril - Martes, Santa Catalina de Siena, Liturgia de las Horas: De la memoria - Color Bl Vg. y Doc., M
Los discípulos vivían unidos y compartían lo que poseían En este tercer informe sobre la comunidad de Jerusalén, Lucas se centra en tres elementos fundamentales: la comunión que existe entre todos los que la forman; la comunicación de bienes; y el testimonio. El proyecto ciertamente interesante; aunque la realidad aparece como un tanto utópica. Lucas informa de la comunión que existía en la comunidad con estas palabras: “El grupo de los creyentes tenía una sola alma y un solo corazón” (He 4,32). De esta comunión tan estrecha, surge el otro elemento fundamental: el compartir fraterno y la solidaridad. En el campo de la solidaridad es donde aparecen las afirmaciones más llamativas. Primera: “Todo lo tenían en común, y nadie consideraba sus bienes como propios” (He 4,32). Este comunitarismo llama ciertamente la atención. Lucas menciona el ejemplo de Bernabé. Segunda afirmación: “No existía entre ellos ningún necesitado” (He 4,34). Esta meta, después de tantos siglos, la humanidad aún no la ha alcanzado. Sigue siendo una utopía pendiente. Lo que siempre está presente es el compromiso fundamental de la comunidad: “Con energía daban testimonio de la resurrección de Jesús” (He 4,33). Utópicos o no, toda comunidad ha de proponerse conseguir estos tres objetivos. El Hijo del hombre ha de ser levantado en alto Jesús dijo a Nicodemo: “Si uno no nace del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Jn 3,5). Para él, que era un maestro en Israel, estas palabras le resultaban desconcertantes. No se imaginaba cómo podía retornar al seno de su madre. Jesús le aclara, que la actuación del Espíritu es incontrolable. Jesús prosigue su enseñanza. Difícilmente pueden comprender su mensaje sobre la obra del Espíritu, quienes se mueven a un nivel puramente terrenal. Jesús, que es el Hijo del hombre, que ha bajado del cielo da testimonio de lo que ha visto al lado del Padre. Jesús acude a la escena de la serpiente de metal, levantada por Moisés en el desierto. Los que eran mordidos por las serpientes morían sin remedio.
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29 de Abril - Martes, Santa Catalina de Siena
Solamente se salvaban quienes contemplaban la serpiente alzada por Moisés. Jesús anticipa el anuncio de lo que sucederá al final de su vida terrena. Será levantado en alto. Sobre el madero, al ser crucificado. A la gloria del Padre, en su resurrección. “Quien crea en él tendrá vida eterna” (Jn 3,15). A muchos hombres y mujeres de hoy les sucede como a los judíos: no aceptan el testimonio de Jesús y no disfrutan de la salvación. La santa de hoy: Santa Catalina de Siena (1347-1380) Nace en Siena (Italia). Es una de las grandes mujeres que ha brillado con luz propia en la Iglesia. Siendo aún joven entró en la orden de las dominicas. Fue una gran contemplativa, adornada de diversos fenómenos místicos. Desarrolló una intensa actividad política a favor de la paz. En 1376 se dirige a Avignon, y consigue que el papa Gregorio XI, a quien llamaba “el dulce Cristo en la tierra” regrese a Roma y emprenda una reforma urgente de la Iglesia. Vivió el dolor de ver a la Iglesia dividida por el llamado “Cisma de occidente”. Pablo VI la nombró doctora de la Iglesia y Juan Pablo II la declaró copatrona de Europa. P. Antonio Danoz, redentorista
1. Antífona de entrada Celebremos con alegría la fiesta de santa Catalina de Siena, virgen sabia y prudente que conservó su lámpara encendida para salir al encuentro del Señor. Aleluya. 2. Oración colecta Dios nuestro, que otorgaste a santa Catalina de Siena un amor profundo a Cristo crucificado y una filial solicitud por la unificación de la Iglesia, concédenos, por su intercesión, vivir siempre unidos por el amor a tu Hijo y la obediencia a su Iglesia. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura (He 4, 32-37) Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles La multitud de los que habían creído tenía un solo corazón y una sola alma; todo lo poseían en común y nadie consideraba suyo nada de lo que tenía. Con grandes muestras de poder, los apóstoles daban testimonio de la
resurrección del Señor Jesús y todos gozaban de gran estimación entre el pueblo. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían terrenos o casas, los vendían, llevaban el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles, y luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno. José, levita nacido en Chipre, a quien los apóstoles llamaban Bernabé (que significa hábil para exhortar), tenía un campo; lo vendió y puso el dinero a disposición de los apóstoles. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R El Señor es un rey magnífico. Aleluya. L Tú eres, Señor, el rey de todos los reyes. Estás revestido de poder y majestad. Tú mantienes el orbe y no vacila. Eres eterno, y para siempre está firme tu trono /R L Muy dignas de confianza son tus leyes y desde hoy y para siempre, Señor, la santidad adorna tu templo /R (Sal 92).
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5. Aclamación antes del Evangelio R Aleluya, aleluya. El Hijo del hombre debe ser levantado en la cruz, para que los que creen en él tengan vida eterna. R Aleluya (Jn
3, 15).
6. Evangelio (Jn 3, 7-15) Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: “No te extrañes de que te haya dicho: ‘Tienen que renacer de lo alto’. El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así pasa con quien ha nacido del Espíritu”. Nicodemo le preguntó entonces: “¿Cómo puede ser esto?” Jesús le respondió: “Tú eres maestro de Israel, ¿y no sabes esto? Yo te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio. Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán si les hablo de las celestiales? Nadie ha subido al cielo sino el Hijo del hombre, que bajó del cielo y está en el cielo. Así como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así tiene que
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ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna”. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 7. Oración sobre las ofrendas Acepta, Señor, el sacrificio de salvación que te ofrecemos en esta festividad de santa Catalina, y ayúdanos a imitar sus ejemplos, a fin de que toda nuestra vida sea una continua alabanza a ti, fuente de todo bien. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión Dios es luz, si caminamos en la luz, estaremos unidos unos con otros, y la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos purificará de todo pecado. Aleluya (1 Jn 1, 7)
9. Oración después de la comunión Señor, que este sacramento, en el que santa Catalina encontró un alimento capaz de sostener la vida de su cuerpo, nos comunique la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Dios te ha hablado, y te pregunta: ¿Confiesas de verdad, que quien cree en Jesús tiene la vida eterna?
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Arrestaron a los apóstoles que predicaban en el templo Los jefes del pueblo y los ancianos habían prohibido terminantemente a los apóstoles hablar y enseñar en nombre de Jesús. Desoyendo su prohibición, los apóstoles seguían su predicación y “realizaban muchos signos milagrosos entre el pueblo”.
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El sumo sacerdote y los suyos arrestaron de nuevo a los apóstoles y los metieron en la cárcel pública. Liberados milagrosamente de la prisión, vuelven al templo para continuar su misión. Entre tanto, el sumo sacerdote y los suyos convocaron el consejo y a todo el senado del pueblo de Israel, para deliberar sobre la suerte de los discípulos apresados el día anterior. Los enviados para conducir a los apóstoles ante el consejo, llegaron a la prisión y no encontraron a nadie. Cuando estaban informando, llegan noticias de que se encuentran en el templo instruyendo al pueblo. Por tercera vez, los arrestan y los conducen ante el consejo. Lo hicieron sin violencia. “Temían que el pueblo los apedrease” (He 5,26). Con audacia y constancia, los discípulos empezaron a cumplir las últimas palabras de Jesús resucitado: “Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Noticia a toda la humanidad” (Mc 16,15). Nada los pudo detener: la persecución, el arresto, la cárcel, la comparecencia ante los tribunales. Dios amó tanto al mundo, que le entregó a su Hijo Todo lo acontecido hasta ahora en la historia de las salvación, y lo que vendrá después, tiene una sola explicación. Nos la revela el evangelio de Juan: “Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único” (Jn 3,16). Dios ha tomado la iniciativa en la obra de la salvación de la humanidad. Quien crea en su Hijo único, tendrá vida: una vida eterna. La espiritualidad cristiana tiene su origen en Dios, que ha amado infinitamente a la humanidad, y quiere que la base de sus relaciones con los seres humanos sea el amor. Cualquiera otro planteamiento es incorrecto y empobrecedor. Este amor hay que conocerlo, contemplarlo, disfrutarlo, asimilarlo, vivirlo gozosamente. El amor es la base del comportamiento ético cristiano. Todo proyecto, actividad, actitud o disponibilidad, ha de nacer del amor, y al amor ha de conducir. Todo por amor; nada sin amor. Si actuamos así, seremos hijos del Padre del cielo, que ama sin medida, y de Jesús, que nos amó hasta entregar la vida. La fe en Jesús y el amor son inseparables. No se puede creer en Jesús y no amar como él amó al Padre y a la humanidad. Por otra parte, las obras que realizamos son el signo revelador del amor que tenemos a Dios y a los seres humanos. El amor nos convierte en luz, que ilumina a todos los que se mueven en nuestro entorno. El santo de hoy: S. Pío V, papa ((1504-1572) Nació en Bosco Marengo (Italia). Perteneció a la orden de los Dominicos. Fue profesor de teología durante algún tiempo. Más tarde es elegido obispo y cardenal. En 1566 accede a la sede pontificia en Roma. Una de sus tareas más importantes fue la aplicación de los decretos del concilio de Trento, relativos a la fe, a la disciplina y a la liturgia. Fue gran promotor de las misiones. Se distinguió en promover la devoción al rosario. A esta devoción mariana atribuyó la victoria sobre los turcos en la batalla de Lepanto, el 7 de octubre de 1571. P. Antonio Danoz, redentorista
1. Antífona de entrada El Señor lo eligió sumo sacerdote de su pueblo y derramó sobre él toda clase de bendiciones.
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2. Oración colecta Dios nuestro, que elegiste a san Pío V para proteger la fe de tu Iglesia y restaurar la liturgia, concédenos, por su intercesión, participar en la celebración de tus sacramentos con un corazón lleno de fe y de amor. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura (He 5, 17-26) Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles En aquellos días, el sumo sacerdote y los de su partido, que eran los saduceos, llenos de ira contra los apóstoles, los mandaron aprehender y los metieron en la cárcel. Pero durante la noche, un ángel del Señor les abrió las puertas, los sacó de ahí y les dijo: “Vayan al templo y pónganse a enseñar al pueblo todo lo referente a esta nueva vida”. Para obedecer la orden, se fueron de madrugada al templo y ahí se pusieron a enseñar. Cuando llegó el sumo sacerdote con los de su partido convocaron al sanedrín, es decir, a todo el senado de los hijos de Israel, y mandaron traer de la cárcel a los presos. Al llegar los guardias a la cárcel, no los hallaron y regresaron a informar: “Encontramos la cárcel bien cerrada y a los centinelas en sus puestos, pero al abrir no encontramos a nadie adentro”. Al oír estas palabras, el jefe de la guardia del templo y los sumos sacerdotes se quedaron sin saber qué pensar; pero en ese momento llegó uno y les dijo: “Los hombres que habían metido en la cárcel están en el templo, enseñando al pueblo”. Entonces el jefe de la guardia, con
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sus hombres, trajo a los apóstoles, pero sin violencia, porque temían ser apedreados por el pueblo. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor. Aleluya. L Bendeciré al Señor a todas horas, no cesará mi boca de alabarlo. Yo me siento orgulloso del Señor, que se alegre su pueblo al escucharlo /R L Proclamemos la grandeza del Señor y alabemos todos juntos su poder. Cuando acudí al Señor, me hizo caso y me libró de todos mis temores /R L Confía en el Señor y saltarás de gusto, jamás te sentirás decepcionado, porque el Señor escucha el clamor de los pobres y los libra de todas sus angustias /R L Junto a aquellos que temen al Señor el ángel del Señor acampa y los protege. Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor. Dichoso el hombre que se refugia en él /R (Sal 33). 5. Aclamación antes del Evangelio R Aleluya, aleluya. Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que el que crea en él, tenga vida eterna. R Aleluya (Jn 3, 16). 6. Evangelio (Jn 3, 16-21) Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga la vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para
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condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él. El que cree en él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el Hijo único de Dios. La causa de la condenación es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios”. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús 7. Oración sobre las ofrendas Te presentamos, Señor, estas ofren-
das en honor de tus santos, seguros de que su protección nos librara de todos los males presentes y futuros. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión El Buen Pastor da la vida por sus ovejas (Jn 10,11). 9. Oración después de la comunión Señor y Dios nuestro, que la recepción de este sacramento avive en nosotros el mismo amor que impulsó a san Pío V a entregarse por completo al servicio de tu Iglesia. Por Jesucristo, nuestro Señor. Dios te ha hablado, espera tu respuesta: ¿Es el amor el que anima tus relaciones con Dios y con los hermanos?
Abreviaturas - Libros Bíblicos Abd(ías) Ag(eo) Am(ós) Ap(ocalipsis) Ba(ruc) C a n t (a r d e l o s cants.) Col(osenses) 1ª Cor(intios) 2ª Cor(intios) 1Cró(nicas) 2Cró(nicas) Dn(Daniel) Deut(Deuteronomio) Ecl(eciastés) Ef(esios) Esd(ras) Est(er) Éx(odo) Ez(equiel) Fil(ipenses)
Filem(ón) Gál(atas) Gén(esis) Hab(acuq) He(chos) Heb(reos) Is(aías) Jb(Job) Jue(ces) Jds(Judas) Jdt(Judit) Jer(emías) Jl(Joel) Jn(Juan) 1Jn (1Juan) 2Jn (2 Juan) 3Jn (3 Juan) Jon(ás) Jos(ué) Lam(entaciones) Lu(Lucas)
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Sof(onías) Stgo(Santiago) 1Sam(uel) 2Sam(uel) Ti(to) Tob(ías) 1Tes(alonicenses) 2Tes(alonicenses) 1Tim(oteo) 2Tim(oteo) Za(carías)