SIN TEMOR AL EXITO

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Adel Norman

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PRÓLOGO “El éxito consiste en obtener lo que se desea. La felicidad, en disfrutar lo que se obtiene” (Ralph Waldo Emerson)

¿Existe el temor al éxito? ¡Existe y paraliza a todos aquéllos que lo padecen! Esta afección está muchísimo más generalizada de lo que se cree. Afecta a gruesos sectores de la población en edad y capacidad de “emprender” todo tipo de acciones de optimización personal y actualización profesional. ¿Cómo se diagnostica; cuáles son los síntomas más frecuentes y visibles del “temor al éxito”? Habitualmente, este denominado “temor al éxito” es detectable merced a la inseguridad y desasosiego que ataca a sus “pacientes”. Provoca irascibilidad y pesimismo. Y, lo peor de todo, es que el “temor al éxito” es sumamente contagioso. 5


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Temor aléxito El lector, en este mismo momento, debe estarse preguntando: ¿pero cómo se le va a tener miedo o aprensión a algo tan positivo y deseable como el éxito? Pues, estimado lector, he allí, en la misma pregunta, el germen de la respuesta. Me explico: efectivamente, “algo” tan cotizado y en alta estima como el éxito conlleva un montón de responsabilidades anexas. Porque no se trata únicamente de alcanzar nuestras metas, sino de mantenernos allí, sin dar un solo paso atrás. Y, además, tengo que confesarles también que hay pocas “cosas” más adictivas que el éxito. —¿Y entonces? –me apura el lector. Pues, entonces, cualquier éxito inicial, por minúsculo que sea, nos “empuja”, motivacionalmente, al siguiente. He allí, justamente, la adicción humana al éxito o lo que también se denomina, de manera muy elegante, “motivación al logro”. Cada vez más deseamos mejorar, superarnos, hacer más y mejores cosas, emprender desafíos mayores. Y, de esa misma manera, estableciendo una relación directamente proporcional, la 6


PRÓLOGO

gente proyecta sus propias expectativas en nosotros y aspira que alcancemos objetivos cada vez más inusitados. Es ahí, consecuentemente, que se va acelerando la presión social sobre los exitosos, los triunfadores, los “emprendedores”, que es el eufemismo que se utiliza ahora para denominarlos. Lógicamente, el éxito requiere de grandes dosis de madurez para poder afrontar esta bullente presión (y opresión) que generan las expectativas ajenas. No en vano, mucho emprendedor se derrumba por el estrés, tras cifrar media docena de éxitos empresariales o deportivos o culturales. Éxito es éxito en cualquier campo al que nos dediquemos. No queremos asustar a nadie. No es ése el propósito de este libro ni del autor. Muy al contrario, procuraremos erradicar el “temor al éxito” de la mejor manera posible. ¿Cómo? Vamos a hablar del éxito, vamos a “deconstruirlo” (sic) y desmitificarlo. Vamos a habituarnos al logro, a la consecución de nuestros objetivos. Aunque le advierto ya al lector que todo ello implica 7


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LA ESTIGMATIZACIÓN DEL ÉXITO AJENO “Para ganar, uno debe creer que lo merece”. (Michael Ditka)

Ya lo decíamos en el último párrafo del prólogo: existen fanáticos del “dejar pasar” (por favor, no confundir con el “Let it be” de los Beatles) y, ni siquiera, con el viejo refrán “vive y deja vivir”. No se trata ni de la inercia ni de la “vigorexia”. Los extremos no son aconsejables y, además, se tocan. El éxito no es ni desprendimiento ni olvido del mundo sino, justamente, todo lo contrario: quien triunfa es porque toma en cuenta 14


1. LA ESTIGMATIZACIÓN DEL ÉXITO AJENO

a los demás. Quien triunfa aprovecha las oportunidades, las carencias, supliéndolas con soluciones específicas. Triunfa todo aquél que “resuelve”, que prioriza, que provee opciones, alternativas, “conexiones”… En este mundo híper-conectado en tiempo real y con absoluta inmediatez, tienen éxito quienes se anticipan a los requerimientos de los demás. Y esta verdad irrefutable va mucho más allá del mercado global, globalizante y globalizado. Entre las virtudes de los emprendedores están la iniciativa, el sentido de la oportunidad, la innovación, la asertividad y la proactividad. Debemos estar “despiertos” y atentos a lo que ocurre en todo el orbe, de manera permanente. Y ello es posible, hoy en día, merced a internet. Hoy en día, quien ignora algo es porque le da la real gana, por pereza, por ineptitud y tozudez. Aunque se critique a las redes sociales porque, supuestamente, promueven la “deshumanización tecnológica”, eliminando el contacto cara a cara, ese cíber-prodigio que es la web posibilita el acceso a toda la información requerida en tiempo real, borrando, virtualmente, toda frontera cartográfica. 15


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Temor aléxito Hoy en día, quien no se actualiza se vuelve, de inmediato, obsoleto, cual dinosaurio jurásico y prescindible. Por ende, hoy en día, quien no se actualiza fracasa estrepitosamente. Para triunfar hay que tener presente que “lo único permanente es el cambio”. Hay que actualizarse y cambiar y adaptarse o desaparecer, extinguirse. Y esto va para todos los ámbitos: académicos, laborales, deportivos y culturales. Ninguna disciplina escapa a ello y nadie escapa a ello en este tercer milenio. A quien no le guste que procure fabricarse una “máquina del tiempo” y se catapulte directo a la Edad Media. Estigmatizar el éxito ajeno es una conducta mezquina y deplorable. Descalificar el éxito ajeno es una necedad intolerable, producto de la inmadurez y la envidia. Intentar, desesperadamente, disminuir el éxito de los demás no nos va a permitir avanzar nada ni lograr nada ni descollar en nada. ¿Recuerda alguien la letra de aquella añeja tonada del cantautor español Joan Manuel Serrat que ironizaba sobre el éxito: “usted que corre tras el éxito, ejecutivo 16


1. LA ESTIGMATIZACIÓN DEL ÉXITO AJENO

de película, hombre agresivo y enérgico, con ambiciones políticas. A usted que es un hombre práctico y vive en un piso céntrico, regando flores de plástico y pendiente del teléfono. A usted que sabe de números y consta en más de una nómina, que ya es todo un energúmeno con una posición sólida. ¿No le gustaría no ir mañana a trabajar y no pedirle a nadie excusas, para jugar al juego que mejor juega y que más le gusta? ¿No le gustaría ser capaz de renunciar a todas sus pertenencias, y ganar la libertad y el tiempo que pierde en defenderlas? ¿No le gustaría dejar de mandar al prójimo, para exigir que nadie le mande lo más mínimo”? Pues, sale y vale como letra de una canción, de una humorada, aunque nada más. No es, desde luego, la actitud más prometedora para triunfar en tus emprendimientos. Entonces, es éste un capítulo brevísimo para reiterar que estigmatizar el éxito ajeno es lo primero que no se debe hacer para triunfar uno mismo. Lo que hay que hacer con los logros ajenos es estudiarlos, analizarlos serena y objetivamente, para intentar develar el “porqué” y el “cómo” de 17


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Temor aléxito su trascendencia, de su pertinencia, de su éxito. Con este pequeño acto de “observación” se inicia el sendero que nos irá aproximando a nuestro propio triunfo, a la ansiada conquista de nuestras metas factibles y sustentables.

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DETECTANDO Y DESECHANDO ERRORES

“Una mente llena de dudas no se puede concentrar en la victoria” (Otto Polzl)

Resulta absurdo pretender destacarse en “todo” a la vez. Cada quien tiene sus propios talentos y habilidades, de manera de poder complementarlos con los estudios y destrezas de los demás, aún más en este mundo contemporáneo donde impera la saludable “cultura de trabajo en red” que promueve y facilita la cooperación interdisciplinaria. Y no se trata de potenciar la “híper-especialización” de personas que “no saben de más 19


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Temor aléxito nada”, sino de “compartir conocimientos” que optimicen nuestra labor individual y comunitaria, arrojando resultados rápidos y certeros, incrementando la productividad. Pregúntate al respecto y respóndete con absoluta honestidad: ¿qué es lo mejor que sé hacer; en cuál actividad específica me destaco e interactúo más auspiciosamente con los demás? Tampoco sobran preguntas como: ¿soy asertivo laborando en equipo; acepto las críticas sosegadamente; cuánta resistencia ofrezco al cambio; cuál es mi nivel de “confort” profesional; acostumbro a ser flexible o intransigente? Ay, la vocación: he ahí el dilema. ¿Estoy dedicándome a “lo que me gusta”, lo que me apasiona? ¿Soy “bueno” en lo que hago; resulto verdaderamente competente y productivo? Cuántos seres humanos llevan una vida desesperadamente triste porque se dedicaron a “algo” que no les agrada, que detestan íntimamente. Exigirle a alguien que se destaque en cualquier actividad laboral que le desagrade, es un despropósito salvaje, consecuencia obvia de la crisis económica imperante, desde hace décadas, en 20


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nuestro planeta (crisis a la que los emprendedores más avezados logran sacarle mayúsculo provecho y no me refiero yo aquí a los usureros habituales y sus mezquindades de rapiña especulativa financiera, no). La prioridad individual es procurar “minimizar el impacto de los empleos indeseables” e intentar movernos en cuanto nos sea posible. Mientras tanto, tenemos el deber de no amargarnos la vida con angustias tóxicas que afectan, primordialmente, a nuestros seres queridos. Nada más estéril, a nivel productivo, que polemizar. Evitemos, a toda costa, las discusiones inútiles. Manejemos, siempre, la opción “ganar-ganar”. La confrontación laboral es un vasto escenario yermo. La aridez no ayuda, nunca, a nadie, a menos de que el objetivo secreto sea el fracaso rocambolesco. Claro está que todo esto es muchísimo más fácil decirlo (o escribirlo) que hacerlo. ¿Alguien prometió que el éxito sería fácil, un camino de girasoles y rosas? Conciliar puntos de vista opuestos constituye una vía expedita para la consecución de metas comunes y allí, en las “metas comunes”, se oculta la 21


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Temor aléxito “panacea” que lubrica la interacción empresarial. No en vano, los gerentes más exitosos apelan, cada vez más, a resaltar estos “objetivos comunes” que aglutinan en torno a ellos, haciendo excelente uso de su poder de convocatoria. He aquí una clave insoslayable del liderazgo: el poder convocar voluntades en torno a “algo” (una idea, una meta, una promesa, una mejora) factible y sustentable. Reiteraré este par de palabras a lo largo de todo este libre: “factible y sustentable”. Las preocupaciones y angustias tampoco ayudan a la productividad y eficiencia. ¿Será posible hacer el esfuerzo de dejarlas en casa, de colocarlas en el congelador mientras laboramos o estudiamos o “emprendemos” cualquier actividad? Y así como nos hemos referido a la insensatez de la inercia y del “dejar pasar”, queremos referirnos a las patologías que implica la “híper-actividad” de los así denominados “workahólicos” (sic) y los “vigoréxicos” (sic). Estamos obligados, por una mera cuestión de salud, a saber dosificarnos en nuestros esfuerzos y competencias. Tenemos que aprender a “escuchar” a nuestro propio cuerpo y ha22


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cerle caso, aunque sin auto-indulgencias. Hay momentos de acción y de reposo, de estudio y de entretenimiento. Todas las empresas exitosas así lo entienden y lo ponen en práctica. El éxito conlleva ciclos que tienen que ser respetados, que deben honrarse inexorablemente. La avidez por el éxito y la ambición desmedidas son pésimas consejeras en cuanto al meollo de “triunfar en la vida”. Ambas proclividades humanas minan la salud física y espiritual, inclusive más allá del agobiante y omnipresente estrés. No hay modo de apurar el éxito para que resulte factible y sustentable. No se puede ni se debe “fracturar el tiempo” en aras de apresurar el arribo de nuestras metas. El éxito es cuestión de estrategia y oportunidad. No existe la una sin la otra. Son una dupla que lubrica el logro personal y profesional. Esto lo saben bien los emprendedores eficaces. Todo lo demás resultan “cuentos chinos” y trampajaulas para insensatos. Así que ojo avizor con los “atajos” que ocultan abismos insondables repletos de “aspirantes al éxito” que, ahora, lloriquean su falta de 23


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Temor aléxito cautela. Recuerden que la ignorancia es temeraria y, allá afuera, abundan los estafadores y charlatanes a la caza de ingenuos bien intencionados. No tener miedo al éxito conlleva un conjunto de actitudes responsables que extreman las precauciones, que evalúan todos y cada uno de los escenarios potenciales de riesgos y oportunidades. “Sin temor al éxito” no es un eslogan publicitario para alentar la insensatez ni la temeridad y, ni siquiera, la osadía empresarial. “Sin temor al éxito” alienta la responsabilidad social y humana que conlleva todo emprendimiento eficaz que procure ser fructífero. En tal sentido, el éxito implica equilibrio y oportunidad en las acciones, dadas las consecuencias que generan en un planeta absolutamente inter-conectado de manera inmediata, con resonancias en todo ámbito imaginable. El éxito no compagina con espíritus atormentados ni obsesiones ni compulsiones ni excentricidades ni poses ni “famoseo”. ¡Cuántas pretendidas “celebridades” son un atajo de infelices plagados de malos 24


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hábitos! No hacen falta neurosis para “triunfar en la vida”. Ése es otro falso mito, otra perversa “leyenda urbana” a derrumbar. La locura no figura en ninguno de los ingredientes de la “fórmula del éxito”. Ni eso ni repetir mantras recalcitrantes ni consumir sustancias “milagrosas”. Más adelante nos referiremos a los componentes del éxito. Por ahora, vamos “deshabilitando” falsas creencias y prejuicios que, a fuerza de repetición, se han enquistado en la psique colectiva, esparciendo confusión y contradicciones malsanas. Cuidado con los “gurúes” e “iluminados”, con los profetas apócrifos de la “riqueza inmediata” que apenas quieren vaciar tus bolsillos. Recuerda que todo aquél que desea ayudarte, no te pide nada, sino que te da, te ofrenda, adiciona valores (ideas, conceptos, nociones) agregados a tu existencia. El éxito no es menesteroso ni depauperado, aunque tampoco resulta ostentoso. Ambas “polaridades” tienen “agendas ocultas” y, en tal sentido, propósitos turbios, espesos, que resultan, a todas luces, inconfesables. No en balde fue que el cientí25


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Temor aléxito fico francés Louis Pasteur aseveró: “la oportunidad favorece a la mente preparada” y a las conciencias lúcidas, preclaras. Hay que “aprender a emprender” y ello se logra en el ejercicio cotidiano. Ya nos alertó el insigne poeta mexicano Amado Nervo: “los seres humanos somos los arquitectos de nuestro propio destino” y, más aún, apelando a nuestra solidaridad y empatía, “ya no hay dolor humano que no sea mi dolor”. Parafraseando a Nervo, también podríamos decir: “ya no hay éxito humano que no sea logro mío”, hiper-linkeándonos (sic) a la humanidad en el espectro más genérico. Hay que aprender a administrar el tiempo, aprender a justipreciar las ideas ajenas e incorporarlas, asertivamente, a nuestro “arsenal” cognitivo, aprender a ser pacientes y deshabilitar compulsividades. Como emprendedores tenemos que ser proactivos y no reactivos. Debemos responder con estrategias certeras, producto de la reflexión gélida y exenta de pasiones comprometedoras.

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ÍNDICE

PRÓLOGO................................................ 5 1- LA ESTIGMATIZACIÓN DEL ÉXITO AJENO..................................14 2- DETECTAR Y DESECHAR ERRORES..........................19 3- PRACTICANDO BUENOS HÁBITOS................................................ 27 4- NUESTRO PROPIO MAPA DEL TESORO.............................. 38 5- TUS SIETE SÍLABAS...............................48 6- EL “YO EXITOSO” QUE SOY..................61 7- ¿QUÉ HAY DE NUEVO? ¿QUÉ HAY DE BUENO?..........................68 8- ÉXITO Y MOTIVACIÓN.......................... 82 9- EL VENDEDOR EXITOSO...................... 97 10- NADA QUE TEMER............................. 117 123


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