GUSTAVO E. JAMUT
ROSARIO DE RESURRECCIÓN Para tener vida en abundancia
En homenaje al Papa Juan Pablo II
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Distribución San Pablo: Argentina Riobamba 230, C1025ABF BUENOS AIRES, Argentina. Teléfono (O11) 5555-2416/17. Fax (011) 5555-2425. www.san-pablo.com.ar - E-mail: ventas@san-pablo.com.ar Chile Avda. L. B. O ‘Higgins 1626, SANTIAGO Centro, Chile. Casilla 3746, Correo 21 -Tel. (0056-2-) 7200300 - Fax:(0056-2-) 6717481 www.san-pablo.cl - E-mail:spventas@san-pablo.cl Perú Las Acacias 320 - Miraflores, LIMA 18, Perú. Tel.-Fax: (51) 1-4460017 E-mail: dsanpablo@terra.com.pe
Jamut, Gustavo E. Rosario de resurrección -1ª ed. 2ª reimp. - Buenos Aires: San Pablo, 2007. 64 p.; 16 x 11 cm. ISBN 978-950-861-790-3 I. Libros de Devoción-Rosario I. Título CDD 242.74
Prólogo A los pocos días de haber finalizado de componer los misterios de Resurrección, su Santidad, el Papa Juan Pablo II, era llamado por Dios a entrar en su Divina Presencia. Durante las últimas semanas había estado orando, reflexionando y trabajando sobre algunos de sus mensajes, catequesis y reflexiones donde él remarcaba el valor de la vida humana, el vivir en plenitud y la vida eterna. Todo esto en el contexto de la Pascua y sin saber entonces que el momento de su partida era inminente. Hoy, siento que debo renovar mi agradecimiento por todo lo que de él he recibido. Por eso he querido compartir con ustedes el siguiente testimonio de vida, en forma de carta espiritual. Buenos Aires, Domingo 3 de Abril, 2005. Fiesta de la Divina Misericordia
Con las debidas licencias / Queda hecho el depósito que ordena la ley 11.723 / © SAN PABLO, Riobamba 230, C1025ABF BUENOS AIRES, Argentina, e-mail: director.editorial@san-pablo.com.ar / Impreso en G.S. Gráfica s.r.l., San Luis 540. B1868ALD Piñeyro, AVELLANEDA,. Buenos Aires, Argentina en el mes de diciembre de 2005 / Industria Argentina. ISBN 978-950-861-790-3
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Carta espiritual a Juan Pablo II “Servidor bueno y fiel, entra a participar del gozo de tu Señor”1
Querido Juan Pablo II: Aun hoy recuerdo la primera vez que te vi de cerca. Fue en la Plaza de San Pedro, el 10 de octubre del año 1982, cuando canonizaste al padre Maximiliano Kolbe. Yo era un joven seminarista que en ese entonces estudiaba en Roma. Y en esa ocasión, había sido elegido para servir como acolito en esa celebración, en la que tuve, además, el privilegio de recibir la comunión de tus manos. También recuerdo que en esa celebración en la Plaza, enmarcada por el sol otoñal de Roma, había cerca de mí una monjita mayor, quien me impresionó por su rostro lleno de amor y piedad. Era la Madre Teresa de Calcuta. De esa celebración en la que declaraste santo al padre Maximiliano, recuerdo especialmente tu emoción, la cual se desbordó cuando terminó la celebración de la Santa Misa, pues te acercaste a un hombre anciano con quien te fundiste en un 1
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Mateo 25, 21
prolongado abrazo. Entonces, alguien que estaba junto a mí, me dijo que ese hombre era el judío polaco por quien el padre Maximiliano había ofrecido su vida a fin de que él viviese. Pero quizás el momento en que te comencé a sentir profundamente como padre, fue cuando te conocí de cerca en la Capilla Sixtina. Creo que fue el domingo 9 de enero de 1983, fiesta del Bautismo del Señor. Y yo participaba sirviendo en el coro integrado por los seminaristas de mi congregación. Cuando en la procesión de entrada pasaste a mi lado, me miraste directamente a los ojos y, en ese momento, pude vislumbrar una ráfaga del poder de Dios. Era como si en un instante hubieras leído mi alma. Es que tus ojos transmitían toda la fuerza y energía que procedía del hombre que cada mañana, en profunda adoración, contemplaba a Dios. Sin embargo, terminada la celebración tuve otro regalo inesperado. Tu secretario y amigo, el entonces padre y hoy Arzobispo Estanislao Dziwisz, nos dijo al grupo de seminaristas que habíamos estado cantando en el coro durante la celebración que no nos fuéramos, pues en unos momentos el Papa iba a venir, pues nos quería saludar. Imagínate nuestra alegría, te íbamos a tener por un rato para nosotros solos. 7
Entonces nos hicieron pasar a una sala contigua a la Capilla Sixtina y, al poco rato, entraste con una de las sonrisas más radiantes que había visto en mi vida. Fue un encuentro totalmente informal. Te tomaste el tiempo para conversar con cada uno de nosotros y cuando llegaste a mí, me preguntaste en italiano: “¿de dónde eres?”. Tratándome de tú, con la confianza que caracteriza a quienes se sienten amigos. Cuando te dije: “de Argentina, Santo Padre”, tu rostro se ilumino aun más, sonreíste y dijiste dos veces el nombre de mi país: “Argentina, Argentina” en un tono muy particular, posiblemente cargado de recuerdos. Por esas palabras y por tu gesto, comprendí que en ese instante pasó por tu corazón todo lo que como pueblo habíamos vivido en el insensato enfrentamiento con el pueblo hermano de Chile, por el canal del Beagle y en la guerra de las Malvinas. Entonces me diste tu bendición, diciéndome que era también para Argentina. Cuando terminaste de conversar con cada uno de nosotros y aceptaste pacientemente que nos fotografiáramos contigo, te despediste y te alejaste caminando solo por uno de esos anchos pasillos del palacio Vaticano. Llevabas la sotana blanca y una capa roja que iba moviéndose en el aire detrás de ti a medida que te alejabas, mientras no8
sotros nos quedábamos como atornillados al piso queriendo retener esos mementos. Entonces, al ver tus espaldas, pude percibir como una imagen del globo terráqueo sobre ellas y el enorme peso que te había tocado cargar. ¡Cuantas cosas que conocías que estaban pasando en el mundo y que la mayoría quizás ignorábamos!, ¡Cuántos gemidos de dolor!, ¡Cuántas injusticias y sufrimientos que conocías que se estaban cometiendo en el mundo!... y vos cargabas solo con todo ese peso. A lo largo de los meses que viví en Roma, y en diferentes oportunidades en que tuve que viajar ya como sacerdote, Dios me brindó la posibilidad de estar cerca de ti varias veces, leyendo alguna lectura en español, concelebrando en alguna Misa. Pero ningún encuentro volvió a ser tan profundo e íntimo como ese. Las últimas veces que te vi personalmente, fue el 27 de abril de 2003 en la beatificación del Padre Santiago Alberione, fundador de la Familia Paulina, en la Plaza de San Pedro y, pocos días después, el 4 de mayo, en Madrid, en la canonización de Madre Maravillas de Jesús. ¡Ya estabas tan cansado! Sin embargo no te bajabas de la cruz, como tú mismo nos dijiste, cuando algunos “opinólogos” de turno decían que debías renunciar. 9
Introducción
Es que tu mensaje hecho testimonio fue coherente hasta el final, y, hacia el final de tu vida, fue más poderoso de lo que cualquiera podía llegar a imaginar, teniendo varios matices que nos servirán para reflexionar por mucho tiempo. Aun después de tu muerte, seguiste anunciando el Evangelio de Jesucristo, a través de todos los medios de comunicación, como nunca antes había ocurrido. Y una nueva efusión del Espíritu Santo se derramó en muchos corazones. Yo pensaba que con tu muerte iba a sentirte lejano, sin embargo ahora experimento que te siento más cerca que nunca; especialmente cada vez que comulgo en la celebración de la Santa Misa. Seguramente porque ya estás participando de la comunión eterna en la Casa del Padre. Hoy, seguramente desde el cielo, puedes darte el gusto de ver cumplido lo que siempre anhelaste: ver a Dios y a María cara a cara. A ella le puedes decir continuamente “Totus Tuus ego sum”, “Todo tuyo soy, María”; y, desde allí, interceder por todos nosotros que todavía somos peregrinos en esta tierra. ¡Hasta pronto, querido Santo Padre, hasta pronto, querido amigo! P. GUSTAVO E. JAMUT, OBLATO DE LA VIRGEN MARÍA 10
“Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Juan 10, 10).
Estas palabras pronunciadas por Jesús, nos ayudan a comprender su misión: guiarnos hacía la vida plena, ya desde esta vida. Por lo cual él desea mostrarnos en la oración, qué pensamientos, sentimientos y comportamientos reducen en algún área de nuestro ser, la vitalidad con la que fuimos creados. Efectivamente, en el interior de cada persona anidan heridas que con el correr de los años, pueden haber echado raíces muy profundas, las cuales atentan contra la fuerza interior que deberíamos tener para enfrentar los trabajos diarios, las dificultades cotidianas, los desafíos de la vida, y así alcanzar los logros y los bienes legítimos que ansiamos en esta vida. Como dijo Juan Pablo II: “Vida” indica la suma de los bienes deseados y, al mismo tiempo, aquello que los hace posibles, accesibles, duraderos. 2 2
Mensaje de S.S. Juan Pablo II con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud de 1993.
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La frase del original griego: “Para que tengan vida en abundancia”, quiere decir una superabundancia de algo. Ser seguidor de Jesús, saber que Él ha resucitado y vivir desde esta tierra como resucitados, es tener una superabundancia de vida en nosotros para comunicarla a los demás.
Es que cuando intentamos vivir nuestra propia vida sin contemplar la victoria de Jesús, corremos el riesgo de caminar como derrotados, sentir que todo lo que nos rodea nos aburre y que nuestra vida está como vacía, rodeada por la monotonía.
Las palabras de Juan 10,10 fueron dichas en el contexto del discurso donde Jesús habla de sí mismo como el Buen Pastor que conoce por su nombre, cuida y conduce personalmente a cada una de sus ovejas, llegando incluso a dar la vida por ellas, para luego recobrarla. 3
En cambio, cuando caminamos junto a Jesús contemplándolo como Dios resucitado y victorioso, recibimos una nueva vitalidad, una superabundancia de vida. Entonces notamos que la vida vale la pena y empezamos a vivir de verdad.
Así podemos comprender como cada uno, para ser guiados hacia la vida abundante, estamos llamados a ser dóciles y a escuchar su voz.
La actitud contemplativa ante los diferentes momentos de la vida de Nuestro Señor Jesucristo, de su Madre, María Santísima y de sus contemporáneos, focalizada en la Resurrección, se transforma en canal por donde el Espíritu Santo fluye a nuestras mentes y corazones, para poder descubrir en que necesitamos pedirle que nos ayude a cambiar y que heridas Él quiere sanar.
La existencia humana conoce momentos de crisis y de cansancio, de desilusión y de oscuridad que nos roban calidad de vida. Se trata de una experiencia de insatisfacción que se refleja bien en tanta literatura y en tanto cine de nuestros días. Y muchos cristianos se conforman con una vida que expresa más el sobrevivir que el tener vida plena y abundante. Y sin darse cuenta de esto, arrastran cada día una cruz que podría ser mucho más ligera, si descubriesen el poder de Jesús Resucitado. 3
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A lo largo de estas reflexiones y al contemplar en cada misterio una de las apariciones de Jesús Resucitado, pidamos a Dios que cumpla su promesa de Juan 10,10, de darnos vida, vida plena, vida en abundancia.
Cf. Juan 10, 1-18
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Testimonio 1 En algunos momentos de la vida, hay dolores tan profundos, que solo pueden ser calmados en oración, por el abrazo de Dios 4.
Hace algún tiempo me uní a un grupo de peregrinos que iban a Tierra Santa. Tengo que confesar que fui más por insistencia de mis hijas que por deseos propios, ya que yo estaba deprimida por el fallecimiento de mi esposo, acaecido hacía dos meses, y en algunos momentos me sentía tan mal que no tenía ganas ni siquiera de seguir viviendo. Es que los dos habíamos sido muy compañeros. Fueron mis hijas quienes me animaron en todo momento para que fuera y me ayudaron con los trámites del pasaporte y con los gastos del viaje. Una vez en Israel me pregunté si había hecho bien en haber viajado, pues tenía miedo de contagiar mi tristeza a los otros peregrinos. Pero ellos me trataron con mucha paciencia y mucho amor. Y una tarde, yendo en un autobús desde Galilea hacia Jerusalén, el padre que guiaba la peregrinación 4
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P. G. Jamut, “Sanando las heridas de soledad”
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guió el rezo de las misterios del santo Rosario, pero contemplando las apariciones de Jesús Resucitado. Yo nunca había rezado esos misterios y al principio me sentí confundida. Pero a medida que iba rezando empecé a sentir una paz que no sentía desde la enfermedad y el fallecimiento de mi esposo. También fue como si tuviera más claridad en mi pensamiento y entendí que mi esposo ya estaba con Dios, pues más allá de sus defectos, era un hombre que siempre buscaba hacer el bien. Esa seguridad interior que surgió en la oración me dio más armonía. Pero en el cuarto misterio, mientras miraba por la ventanilla el hermoso valle que estábamos atravesando, sentí como que Dios me decía que ya era hora que dejara de llorar, que tenía que seguir viviendo, que mis hijas, mis nietos y otras personas me necesitaban. Allí comencé a llorar pero ya no era llanto de angustia y depresión, sino que era un llanto que venía de sentirme liberada de esa opresión que durante meses me había oprimido el pecho y la garganta. Jesús Resucitado me había sanado. He regresado a mi casa, he logrado desprenderme de muchas cosas de mi esposo que antes no podía dar. Hay momentos en que los sentimientos de tristeza tratan de volver pero yo ya no les doy lugar. Ahora formo parte del ministerio del consuelo en 16
mi parroquia y me siento útil. Y veo que en los años de vida que Dios quiera darme puedo ser de ayuda para otras personas. Le doy gracias a Jesús porque su resurrección me hizo recuperar la alegría de vivir. María Martha
Testimonio 2 Mi querido padre Gustavo: hoy tuve una experiencia muy linda que tengo necesidad de compartir contigo, ya que fuiste protagonista igual que yo. Como me pasa algunos lunes del mes, hoy me tocaba dirigir el rosario en la parroquia del Socorro, con las chicas que cantan, y un grupo de personas que se acerca también para rezar. Desde el sábado estaba en duda y preocupada porque no sabía qué iba a decir y qué misterios rezar. Todo lo del Papa era muy movilízante, a la vez que me creaba sentimientos encontrados. Finalmente, sin pensarlo demasiado, decidí que tenía que rezar el Rosario de la Resurrección que nos regalaste para Pascua. No era fácil, pues pensé que para muchos podía ser algo “incomodo”, ya que no estaba siguiendo los mis17
terios tradicionales del Rosario, pero en fidelidad a lo que sentía que Dios me pedía, los recé igual.
El Buen Pastor te guía a la vida
El Rosario fue una maravilla, y cuando terminé, se me acercaba la gente a agradecer, muchos lloraban, y un par de chicas sentadas en el primer banco, a quienes no conocía, me abrazaron llorando, diciéndome que ese Rosario había sido un regalo muy especial. Yo lloraba a la par. Ellas eran de la provincia de Tucumán, habían venido par una consulta médica, y se iban al día siguiente. No sé sus nombres, ni nada, y probablemente nunca más sepa de ellas, pero nos pidieron que rezáramos mucho.
Como hemos visto en Juan 10, 10, Jesús es el Buen Pastor que a través de su Espíritu, quiere darte superabundancia de vida. Por eso puedes comenzar el rezo del Santo Rosario orando con el salmo 23 a fin de hacer un acto de fe en Jesús, como Buen Pastor: 5
Bueno, no quiero extenderme más, simplemente agradecerte, y que Dios y el Espíritu Santo te sigan bendiciendo e iluminando.
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Tú, Dios mío, eres mi pastor; contigo nada me falta.
Me haces descansar en verdes pastos, y para calmar mi sed me llevas a tranquilas aguas. 3
Me das nuevas fuerzas y me guías por el mejor camino, porque así eres tú.
Alejandra
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Puedo cruzar lugares peligrosos y no tener miedo de nada, porque tú eres mi pastor y siempre estás a mi lado; me guías por el buen camino y me llenas de confianza.
5 En caso de que el Rosario sea rezado en grupo, el salmo puede ser rezado en dos coros o grupos, como suele hacerse con los salmos en el rezo de la liturgia de las horas.
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Oraciones para pedir perdón
Aunque se enojen mis enemigos, tú me ofreces un banquete y me llenas de felicidad; ¡me das un trato especial!
En el misterio de su cruz y de su resurrección, Cristo ha destruido la muerte y el pecado, ha abolido la distancia infinita que existía entre cada hombre y la vida nueva en él. “Yo soy la resurrección y la vida -proclama-; quien cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás” (Jn 11, 25).
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Estoy completamente seguro de que tu bondad y tu amor me acompañarán mientras yo viva, y de que para siempre viviré donde tú vives. 6
JUAN PABLO II
Renovando la confianza en la Divina Misericordia Señor Jesús, vengo a tu presencia, reconociendo que no siempre he valorado el don de la vida. Tú me has regalado el existir, para que con tu gracia, fuese creciendo en vida plena, vida abundante. Sin embargo, reconozco que muchas veces he dado lugar en mi mente a pensamientos que han ido en contra de la vida sobreabundante que tú quieres proveerme: perdóname por los pensamientos equivocados, por los pensamientos negativos y pesimistas, por los pensamientos de juicio y condenación en contra de mis 6
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Salmos 23 (Biblia en lenguaje sencillo)
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Cf. Lo que nos roba la paz, Buenos Aires, San Pablo, 2005.
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hermanos que niegan la misericordia, perdóname por aceptar los pensamientos que me han llevado al terreno de los vicios capitales. 7
♦ Por no valorar y defender la vida desde el vientre materno con mayor intensidad: — Señor ten piedad,
Perdóname, pues la aceptación de estos pensamientos me han llevado a tener sentimientos negativos, perdiendo así la paz y la alegría que viene de tu amor; hablando y actuando de manera equivocada.
♦ Por no valorar la vida de los ancianos y los enfermos: — Señor ten piedad.
Hoy renuevo mi confianza en tu Divina Misericordia y en tu perdón, pidiéndote también la gracia que a través de los misterios de la resurrección me concedas la vida nueva y abundante que quieres para mí y para las personas por quienes quiero interceder. Que así sea. Responsorio penitencial: A cada oración respondemos: — Señor ten piedad. ♦ Por no valorar conscientemente la vida que me das: — Señor ten piedad. ♦ Por no valorar la vida de quienes están junto a mí: — Señor ten piedad.
♦ Por las veces que no he cuidado y fortalecido la vida espiritual: — Señor ten piedad. ♦ Por no valorar y descuidar mi vida emocional: — Señor ten piedad. ♦ Por no alimentar el crecimiento de la vida intelectual: — Señor ten piedad. ♦ Por haber puesto en peligro en algunos momentos mi vida física o la de otras personas: — Señor ten piedad. Señor Jesús, aumenta en nosotros el deseo de tener vida plena, vida abundante, a fin de que podamos ayudar a otros a amar la vida y a defenderla. Amén.
♦ Por no valorar la vida de los menos favorecidos a los ojos del mundo: — Señor ten piedad. 22
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1° MISTERIO*
Nos dice Juan Pablo II:
Jesús resucitado se presenta a su Madre, la Virgen Santísima “Jesús ha venido para dar la respuesta definitiva al deseo de vida y de infinito que el Padre celeste, creándonos, ha inscrito en nuestro ser”8. JUAN PABLO II
Petición: En este misterio pedimos a la Virgen Santísima la gracia de la fidelidad, a fin de que, en los momentos oscuros de nuestra vida, tengamos la confianza firme en que Jesús está vivo y en que él se nos mostrará resucitado en el momento oportuno. *NOTA: Ya sea para el rezo personal como en grupo del Santo Rosario, pueden elegirse, para cada misterio, solo algunas partes de las reflexiones que anteceden al rezo de la oración del Padre Nuestro y de las Ave Marías (“Nos dice Juan Pablo II y Contemplación y reflexión”), para ir variando en cada oportunidad. Con este fin antecedo cada párrafo con un número. 8 Del Mensaje de S. S. Juan Pablo II con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud de 1993, Ciudad del Vaticano, 15 de agosto de 1992, solemnidad de la Asunción de María Santísima.
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1. Después de que Jesús es colocado en el sepulcro, María “es la única que mantiene viva la llama de la fe, preparándose para acoger el anuncio gozoso y sorprendente de la resurrección” (Catequesis, del 3-IV-96). La espera que vive la Madre del Señor el sábado santo constituye uno de los mementos más altos de su fe: en la oscuridad que envuelve el universo, ella confía plenamente en el Dios de la vida y, recordando las palabras de su Hijo, espera la realización plena de las promesas divinas 2. “¿Cómo podría la Virgen, presente en la primera comunidad de los discípulos (cf. Hch 1,14), haber sido excluida del número de los que se encontraron con su divino Hijo resucitado de entre los muertos? Es legítimo y veraz pensar que Jesús resucitado se apareció a su madre en primer lugar. La ausencia de María del grupo de las mujeres que al alba se dirigieron al sepulcro (cf. Mc 16,1; Mt 28,1), ¿no podría constituir un indicio del hecho de que ella ya se había encontrado con Jesús? Esta deducción quedaría confirmada también por el dato de que las primeras testigos de la resurrección, por voluntad de Jesús, fueron las mujeres, las cuales permanecieron fieles al pie de la cruz y, por tanto, más firmes en la fe”. 25
3. El carácter único y especial de la presencia de la Virgen en el Calvario y su perfecta unión con su Hijo en el sufrimiento de la cruz, parecen postular su participación particularísima en el misterio de la resurrección. Un autor del siglo V, sostiene que Cristo se manifestó en el esplendor de la vida resucitada ante todo a su madre. En efecto, ella, que en la Anunciación fue el camino de su ingreso en el mundo, estaba llamada a difundir la maravillosa noticia de la resurrección, para anunciar su gloriosa venida. Así inundada por la gloria del Resucitado, ella anticipa el “resplandor” de la Iglesia.9 Contemplación y reflexión: 1. Contempla a María en oración. Ella está postrada en una casita que posiblemente le han prestado, en las afueras de Jerusalén, entregando a Dios todo lo que hay en su corazón. Cuántos recuerdos afloran a su mente, cuantos sentimientos dormidos despiertan en su corazón: la promesa del Arcángel Gabriel; la efusión del Espíritu Santo, por la cual Dios se encarnó en su vientre; el nacimiento en Belén; la huida a Egipto; el Niño Jesús creciendo; sus primeros pasos;
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Catequesis de Juan Pablo II (21-V-97)
las primeras palabras; las risas y el asombro junto a José ante cada nuevo gesto de Jesús… En todos esos recuerdos hay dolor, pero también hay agradecimiento por todo lo vivido y, sobre todo, hay esperanza. Pues tiene la certeza de que su Hijo está por resucitar. 2. Han transcurrido tres días desde la Pasión y muerte de su Hijo en la cruz. El sufrimiento ha desgarrado su corazón. Ella sabe por la fe que su Hijo ha de resucitar, pero eso no la exime de experimentar el dolor, más profundo, por lo que han hecho a su amado Hijo. En medio de la dispersión de los apóstoles, ella se mantiene fiel, esperando el regreso de Jesús. En medio de la oscuridad que experimentan los discípulos, ella es la luz que anuncia la espera de la resurrección. 3. Puedes imaginar cómo, de pronto, se abre la puerta de la casa, y con los primeros rayos del sol de la mañana entra Jesús con su cuerpo glorificado. ¿Cómo habrá sido ese encuentro entre la Madre y el Hijo? ¿Cómo habrá sido la mirada entre María y Jesús? Puedes pedirle al Espíritu Santo que te conceda la gracia de sentir internamente el amor de ese encuentro. 27
Jesús ayuda a su Madre a ponerse de pie y la abraza estrechándola junto a su pecho. Del Divino Corazón surgen rayos de luz que colman el Corazón de María de una nueva Efusión del Espíritu Santo.
Siente como esos rayos de luz, que surgen del Corazón abierto, pero glorificado de Nuestro Salvador, penetran en tu corazón y restaura las grietas por las cuales antes perdías la vitalidad y la alegría.
Pídele a María la gracia de participar, aunque sea en parte, de la resurrección en gozo que su corazón, traspasado por el dolor, experimentó en ese momento.
Pídele a Jesús que con su amor restaure tu identidad y fortalezca tu decisión de seguirlo y de serle fiel, de ahora en adelante, en todos los momentos de la vida.
4. Cuando Jesús Resucitado, se presentó a María, seguramente el alma de la Virgen volvió a entonar un cántico de gozo y alabanza, como muchos años antes había alabado a Dios al visitar a su pariente Isabel. 10 En ese entonces no fueron necesarias muchas explicaciones. El Espíritu Santo estaba haciendo su trabajo y dando a comprender sin palabras como el misterio de la vida se abría camino. Tampoco ahora son necesarias las palabras. En el abrazo en el que se funden Madre e Hijo, el Espíritu se vuelca nuevamente en el alma de la Virgen y ella experimenta lo que en la fe ya sabia: que Dios Padre siempre cumple sus promesas. Sumérgete tu también en ese abrazo y deja que el amor de Jesús resucitado y de María, restaure tu corazón. 10
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Padre Nuestro... 10 Ave Marías Gloria Oración: “Contigo María, nos regocijamos por Cristo Resucitado, luz: «que ilumina a todo hombre que viene a este mundo». Él es el camino, la verdad y la vida. Como tú, Madre, queremos llenarnos de tu Hijo para tener vida plena y abundante y siempre decir con profunda fe; «Señor mío y Dios mío”. “Oh Jesús mío, perdona nuestras culpas. Líbranos del fuego del infierno. Lleva al cielo a todas las almas y socorre especialmente a las más necesitadas de tu Misericordia”. “Por el poder de tu Resurrección libérame y sáname, Señor”.
Cf. Lucas 1, 46 y siguientes
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Índice Prólogo ............................................................................. Carta espiritual a Juan Pablo II ..................................... Introducción .................................................................... Testimonio 1 .................................................................... Testimonio 2 .................................................................... El Buen Pastor te guía a la vida .................................... Oraciones para pedir perdón ........................................ 1° MISTERIO* .................................................................. Jesús resucitado se presenta a su Madre, la Virgen Santísima ............................................................. 2° MISTERIO ................................................................... Jesús resucitado se aparece a María Magdalena junto al sepulcro ......................................... 3° MISTERIO ................................................................... Jesús resucitado se aparece a Tomás y a los demás discípulos que a causa del miedo están encerrados en el cenáculo .................................... 4° MISTERIO ................................................................... Jesús resucitado se aparece a los discípulos de Emaús .......................................................................... 5° MISTERIO ................................................................... Jesús resucitado se aparece a algunos discípulos junto al Mar de Galilea ............................... Oraciones finales ............................................................. 1) Regina Coeli ............................................................. 2) Letanías a Jesús ........................................................ 3) Jesús caminante ....................................................... 64
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