Vivir en la alegría y la esperanza

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Distribuye: • San Pablo, distribución El Hatillo (Edo. Miranda), Telfs.: (0212) 963.68.81 - 963.65.19 Fax: (0212) 963.68.52 E-mail: distribuidora@sanpablo.org.ve (fondo editorial) suscripciones@sanpablo.org.ve (publicaciones periódicas) © SAN PABLO, 2010 Ferrenquín a Cruz de Candelaria, Edif. Doral Plaza, Local 1 Apartado 14.034, Caracas 1011-A, Venezuela. Telfs.: (0212) 576.76.62 - 577.10.24 Fax: (0212) 576.93.34 E-mail: editorial@sanpablo.org.ve Web site: http//www.sanpablo.org.ve Depósito legal: lf56220091504183 Impreso en Venezuela Portada, diagramación e ilustraciones:Douglas Muñoz

Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, sin la autorización expresa de la editorial San Pablo de Venezuela.


Prólogo Estas páginas son notas, apuntes muy personales. Y como tales no son ideas mías ni pretendo decir cosas especiales, pero la forma y el enfoque con que están escritas, llevan mi firma y mi marca. El objetivo de compartir estos mensajes, simples y sencillos, no es otro que el de compartir algunas ideas con los lectores, intentando y buscando que todos se animen a ensanchar, cada día su corazón, ampliando los horizontes de su alma, de tal manera que hagan programa de su vida: la alegría y la esperanza. Cada capítulo trata un tema diferente, alimento y estimulo para la inteligencia y el corazón. Para facilitar su lectura, me he esforzado en escribir con amenidad y brevedad, tarea nada fácil. No sé si lo he logrado, pero ese ha sido mi propósito. Soy consciente de que, por querer agradar y cuidar la brevedad, un buen número de temas

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mencionados en distintos capítulos, quedan incompletos.Tenía que ser así. Mi propósito fue, desde el principio hasta el final, presentar unas reflexiones, frases, puntos de vista e inquietudes, nunca lograr un tema completo. ¡Ojala estas páginas ayuden a todos los que las lean a descubrir nuevos horizontes, dentro y fuera de nosotros, queriendo: ser, cada día, más humanos y solidarios, mejores cristianos, decididos a sembrar: Alegría y Esperanza Allí donde vivimos y trabajamos Si así fuera, bien valió la pena, escribir estas páginas.


El amor tiene imaginación El era un joven. Estaba muy enamorado de una muchacha. Quería conquistar su voluntad, enamorar su corazón. Un domingo preparó una serie de sorpresas, a cual más original para lograr su propósito. Cualquiera que hubiera presenciado el ceremonial que él imaginó y luego representó – ante el

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asombro y el gozo de la muchacha- se hubiera emocionado por la imaginación del pretendiente¿Consiguió conquistar y enamorar a la muchacha? No lo sé. Sólo pude presenciar el ingenio e imaginación del muchacho. Me pidió la bendición y radiante de felicidad se fue con su muchacha. El que ama tiene el corazón muy sano. Y porque ama, la imaginación la tiene viva y activa. Las madres y los enamorados tienen el corazón tan lleno de amor que lo demuestran de mil maneras, tantas en número como increíbles e inesperadas. ¿Qué tiene que ver el corazón con la imaginación?, ¿Será que el amor verdadero crece sin cesar cual torrente que necesita desbordarse

sobre la persona amada y se vale de la imaginación para poder expresar su riqueza en mil formas y maneras sin repetirse nunca? Dejamos de lado estas y otras preguntas, para centrarnos en la práctica del amor, que es lo que realmente importa. El corazón lleno de amor es una fuente de ingenio, creatividad y sorprende en los medios y modos como expresa y manifiesta su riqueza. Nuestro primer y principal empeño tendría que ser dejarnos llenar cada día del amor que Dios nos regala con una generosidad y continuidad increíbles.

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Desde el amor recibido nace la necesidad gozosa de compartirlo, de expresarlo a todos. Sólo da amor quien está lleno de él. Quien ama de verdad tiene imaginación, ingeniándose de mil maneras para manifestar el amor. “El amor –dice San Agustín– no puede estar inactivo”. Al que ama de verdad, le es imposible contener o guardar para sí el amor. Dormido o despierto, viviendo en una gran ciudad o en una aldea, en una multitud de gente o en un rincón de una montaña, el amor es incontenible. La fuerza interior del amor es tan poderosa que al amante le impulsa a realizar actividades a favor del prójimo. Serán muchas o pocas, significativas o silenciosas, reconocidas o no. Pero esas obras pondrán de manifiesto que “El amor siempre es activo y efectivo”. El que ama o el que está decidido a aprender a amar, inventa modos y maneras de amar. El amor siempre es inteligente, aunque no sepa ni quiera saber nada de cálculos, números y medida. Los santos, especialistas en el amor, están de acuerdo en afirmar que “La medida del amor es amar sin medida”.

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El corazón del que ama está en continua actividad. No puede ser estar sin hacer nada.Aun durmiendo está gestando formas y maneras de acercamiento con los que ama para favorecer más y servir mejor a todos. El amor verdadero, cuando es grande, llega a realizar obras humanamente imposibles, que la pura razón no sabe explicar. El amor verdadero sencillo y humilde, está al alcance de todos. Está compuesto de “buena voluntad” y se demuestra a base de detalles y pequeños gestos de benevolencia, buscando el bien de aquellas personas a las que ama o quiere amar. Los gigantes en el amor, los santos de todos los tiempos, se iniciaron practicando el amor, ejercitándose en pequeños detalles, en gestos humildes. Lo hicieron programa de vida, con tanta frecuencia y entusiasmo que, un día, llegaron a realizar obras grandes y admirables, prueba y testimonio de amor tan grande como verdadero. Los principiantes en el amor necesitan comenzar por lo sencillo y lo ordinario, aprovechando las mil ocasiones y oportunidades que nos presentan el diario vivir para ayudar y servir. Ya llegará un día en que el amor crecerá, será grande y realizará cosas grandes. Todos los que aman de verdad, sean especialistas o principiantes, coinciden en afirmar que

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“el amor tiene imaginación“ reconociendo que este elemento siempre les ayudó a encontrar caminos, escaleras y medios para poder lograr la entrada en el corazón de las personas amadas y, así, hacerles partícipes de su amor.

La verdad completa Nosotros, los seres humanos, necesitamos la verdad completa: aceptando, asumiendo lo que es de Dios y lo que es nuestro. Para centrar el tema, nos vamos a ocupar de dos realidades: el amor personal de Dios y nuestro pecado. Mientras estemos en este mundo el Amor de Dios y nuestro pecado son inseparables. pleta.

Las dos realidades forman la verdad com-

Por supuesto que el Amor personal de Dios supera, no tiene punto de comparación con el pecado del ser humano. Se trata de tomar conciencia de las dos realidades: la de Dios y la nuestra, para asumirlas y saberlas aprovechar.

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El Amor personal de Dios hacia cada uno de nosotros, es don y regalo de Dios. El pecado, nuestra debilidad humana, es propio y exclusivo nuestro. Cuando alguien dice: ¡Soy pecador! dice una verdad, evidente e innegable. Pero esa afirmación ¡soy un pecador! aun siendo verdad ¡no es toda la verdad!. Es media verdad o media mentira. Es una verdad o una mentira incompleta. Para decir la verdad completa es preciso, reconocer y valorar el Amor personal de Dios hacia cada uno de nosotros, afirmando y proclamando que si es verdad que “somos pecadores “mucho, muchísimo más verdad es que “somos muy amados de Dios”. Se trata de asumir las dos realidades: el Amor personal de Dios hacia cada uno de nosotros, y el pecado personal nuestro, poniendo el énfasis, todo nuestro empeño, en el Amor que Dios nos regala, continua y generosamente. Lo sabemos muy bien, por experiencia propia, somos muy inclinados a valorar tanto en el pecado que nos quedamos atrapados por él y nos cuesta salir de él. ¡Cuánto más centrar nuestra atención en el Amor y la Misericordia de Dios, que busca abrazarnos, perdonarnos, estrecharnos contra su Corazón, demostrarnos que nos ama con locura!

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Es bueno, necesario y provechoso que reconozcamos nuestra condición de pecadores, pero no para quedarnos ahí, aplastados, neutralizados por nuestro pecado, por nuestro sentido de culpa, sino para asumir el Amor que Dios nos tiene y profundizar cada día más en la Bondad y Misericordia que Él nos demuestra quien -de día y de noche y en todo momento- nos llama con su ternura y nos espera, con los brazos y el corazón abiertos de par en par, deseando ardientemente que vivamos cada vez más unidos a Él y disfrutemos cada día más de su amor. Humanamente, con él solo y nuestro propio esfuerzo personal, no somos capaces de evitar el pecado ¡cuánto menos de superarlo! y muchísimo menos descubrir que Dios y su Amor nos llenan de paz, alegría y perdón, de gracia divina para poder ser semejantes a Él, ser sanados internamente y salir victoriosos en nuestra lucha con el pecado. Es preciso que todos reconozcamos la necesidad del Espíritu Santo, para poder aceptar, con paz y serenidad, que somos pecadores pero, sobre todo, para valorar, profundizar y aprovechar el Amor, la Bondad y la Misericordia de Dios, que son inmensamente, muchísimo más importantes que el pecado y siempre han de prevalecer sobre esta realidad, terrible y negativa, que es, exclusivamente nuestra. Dios –Amor es el primero, el más entusiasta partidario, de que todos y cada uno de sus hijos,

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gocemos de su vida divina, de paz y armonía interior, de salud integral, en el cuerpo y en el alma. Por eso, nos pide a todos y a cada uno de nosotros, ayudándonos con su gracia, que reconozcamos – con sencillez y serenidad- que somos pecadores ¡es lo nuestro! Pero sobre todo que valoremos e insistamos muchísimo más en que somos muy amados por Él. Tenemos que vivir convencidos que cuanto más nos aprovechemos de Jesús y de su Amor, tanto más disminuirá la fuerza del pecado en nosotros. Si el Amor personal de Dios lo hacemos nuestro y lo asumimos, cada día, como lo primero y lo principal de nuestra vida y lo disfrutamos y agradecemos, preocupados de compartirlo con cuantos más podamos, no sólo nos asemejaremos cada día más y más a Dios, seremos personas felices, llenas de Jesús, sino que profundizando en la gravedad del pecado, de todo pecado aunque nos parezca pequeño, y sin importancia, lucharemos decididamente contra el Mal y el pecado y lloraremos por los pecados cometidos, aunque hayan sido ya perdonados. Centrados en el Amor personal que Dios nos regala es, entonces, cuando el Espíritu Santo no sólo nos hace crecer en Jesús sino que nos sana y nos fortalece interiormente, facilitando el que podamos utilizar nuestros pecados, como medios, para profundizar en la Misericordia de Dios, ser más fervorosos, agradecidos y más cuidadosos para

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aprovecharnos - cada día más y más- de su gracia, haciéndonos más compasivos y comprensivos con los que fallan y caen. Recordemos, meditemos y profundicemos, sin cesar, en el Amor, la Bondad de Dios ¡que son eternos! mientras que nuestros pecados personales son temporales. Sólo así, desde esta perspectiva, tenemos la verdad completa. Sólo así tendremos una visión, realista y objetiva, de Dios y de nosotros.

Saber pensar en el prójimo La historia es muy simple y hasta ingenua, pero muy elocuente. Un buen día, un campesino llevó un racimo de uvas al abad Macario, uno de los “padres del desierto” a quien le tenía una gran veneración. Al llegar a la cueva de Macario, el campesino le saluda y le dice: “Padre, os traigo un hermoso racimo de uvas para vuestro refrigerio, aceptadlo como sencilla muestra de agradecimiento por vuestra ayuda en mi crecimiento espiritual”.

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El abad Macario recibió, con gratitud, el obsequio y bendijo a quien le demostraba aprecio y afecto. Cuando se marchó el hombre del campo, el abad Macario se dijo a si mismo: “¿no lo necesita más que yo el hermano ermitaño que vive cerca de mí?”. No lo pensó dos veces. Le faltó tiempo para hacérselo llegar al interesado: Este hermano lo recibió con mucha alegría y con gratitud. Inmediatamente se puso a pensar:”¡qué bien le sentaría este racimo de uvas al hermano Nazario que está enfermo!”. Con prontitud y ánimo decidido se lo llevó al hermano Nazario, quien al recibirlo se dijo a sí mismo: “¿cómo podría comer yo esto?”. Me parece mejor compartirlo con quien lo necesita más que yo”. El racimo de uvas fue recorriendo todas las cuevas de los ermitaños que vivían en aquella zona. El último que lo recibió pensó que el abad Macario merecía, más que nadie, ese plato tan exquisito, ya que era él quien más que se preocupaba por el bien y crecimiento de todos, olvidándose de sí. Cuando el abad Macario vió de nuevo el racimo de uvas en sus manos, lloró de alegría, gozándose y alabando a Dios por tener unos hermanos tan desprendidos y tan generosos que sabían olvidarse de sí mismos, para pensar en el beneficio de los demás hermanos.

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¡Qué distinta y dichosa sería nuestra vida personal, nuestra familia, nuestro barrio, nuestra iglesia, si nos aficionáramos a pensar más en el bien o necesidad de los demás que en nuestro provecho o comodidad! Nacemos egoístas ¿Quién lo podrá dudar? pero –dentro de cada uno de nosotros- hay inmensas reservas de amor y generosidad que todos podríamos desarrollar si nos los propusiéramos de corazón, con la ayuda de Dios, que nunca nos faltará. Cada día, elegimos lo que nosotros queremos. Podemos elegir entre amar o pensar sólo en nuestra ventaja o provecho personal. Desde niños nos tendrían que enseñar a gustar la alegría de pensar en los demás, de hacer el bien a todos, ayudándoles, haciéndoles todo el bien que podamos. Pero, lamentablemente, nuestra enseñanza es más teórica que práctica. Más encaminada a promover la inteligencia que el corazón. Nos han programado para ser personas pragmáticas, profesionales bien preparadas, para tener mejor posición social, poseer cosas, tener más dinero y ventajas materiales. (Todo esto es bueno y necesario, pero es insuficiente). Nuestros valores, habría que decir antivalores, han sido puramente materiales, en los que el corazón, lo espiritual: el amor, son tan poco apre-

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ciados que, incluso, se han marginado y hasta olvidado. Aún reconociendo estas fallas, grandes y profundas, todavía estamos a tiempo de humanizar nuestra vida personal, ejercitándonos en la práctica de los detalles, de los pequeños servicios, gestos pequeños de amor, decididos –día tras día- a lograr una mentalidad de amor por todos, una actitud permanente y gozosa de pensar en el prójimo. Nos costará, más o menos tiempo, tendremos dificultades ¡cómo no! y, sobre todo, nos veremos obligados a luchar una y mil veces contra nuestro egoísmo, pero si perseveramos en nuestra decisión de pensar primero en nuestro prójimo, buscando ayudar y facilitar la vida de los demás, podemos tener la seguridad de lograr lo que tanto queremos: saber amar. El programa de nuestra vida personal será aficionarnos, cada día, a pensar en el bien de los demás, buscando la manera de servirles en todo lo que podamos. Margaret Buber escribió: “Si alguien me preguntara como fui capaz de sobrevivir siete años en dos campos de concentración -soviético y nazi- le contestaría: porque siempre encontré a alguien … que me necesitaba, cada día me tomaba como tarea … ponerme al lado de quien sufría alguna angustia. Era y es… una razón para vivir”.

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Alegres, “ a pesar de “ ¿Siempre alegres? Sí. Ese es el programa de vida que nos propone el Espíritu Santo a todos los que creemos en Jesús.

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El amor y la alegría son los distintivos, la marca, lo propio del cristiano. Pero, nos podemos preguntar ¿se puede estar siempre alegres cuando hay tantos sufrimientos, penalidades, temores, dolores, tanto dentro como fuera de nosotros?. Nosotros, los cristianos, no sólo no negamos la existencia del mal en todas sus formas, sino que afirmamos y promovemos el Amor, la Bondad, la Belleza, la necesidad de estar alegres, como mandamiento que Dios nos pide a todos, a cada uno de sus hijos. Para ser realistas y hablar con precisión, nosotros, porque queremos ser fieles a Jesús, a su Amor, proclamamos convencidos, queriendo vivirlodía tras día, que todos hemos de decidir estar alegres” a pesar de “ todo lo que pueda sucedernos, por dentro y por fuera de nosotros. Declaramos con todo convencimiento que: la Alegría nos pertenece, la hacemos nuestra y la disfrutamos como un don y regalo de Dios, convencidos de que nos ama apasionadamente y todo lo dirige para nuestro bien, sin negar ni esconder que, no pocas veces, el cuerpo nos pesa demasiado y la fragilidad de nuestra condición humana se apodera de nosotros. Todos hemos de reconocer –con humildad y buen humor- que, con cierta frecuencia, nos dejamos dominar por las personas, por los aconteci-

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mientos, por nuestras dolencias, en resumen, por nuestra debilidad. La falla está en que todavía no somos lo suficientemente maduros, al no tener completo dominio de nosotros mismos. Cuando decidimos estar alegres “a pesar de lo que sintamos o padezcamos” estamos poniendo en evidencia que somos dueños, señores y protagonistas de nuestra historia personal que, ante todo y sobre todo, es la historia del Amor de Dios en cada uno de nosotros. Si nos dejamos dominar por el desánimo o la tristeza, ponemos en evidencia que somos victimas de aquello que padecemos. Cada día todos los días, Dios –Amor nos pide a cada uno de nosotros, por ser hijos suyos muy queridos, estar alegres contra viento y marea, aún teniendo dificultades y motivos para estar tristes. Estar alegres cuando tenemos buena salud, trabajo bien remunerado, familia muy unida, amigos que nos quieren y nos apoyan, el corazón rebosante de amor, llenos de vida por dentro, es fácil y es sumamente agradable. Lo que no es fácil ni sencillo, sino todo lo contrario, es decidir estar alegres cuando estamos golpeados por la enfermedad, el fracaso, la incomprensión, la soledad, el rechazo,” la noche oscura”,

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Índice Prólogo.......................................................3 El amor tiene imaginación.............................5 La verdad completa......................................9 Saber pensar en el prójimo.........................13 Alegres “a pesar de”...................................17 Ser o tener ¡He ahí la cuestión!.....................22 Con los pies en el suelo y el corazón en el cielo..............................................26 Nuestra voluntad decide.............................31 Empezó a vivir ¡Hagamos fiesta!..................37 ¡Ya somos millonarios!...............................41 Generosos para amar y elogiar.....................46 “Tía Cielo”.................................................52 “Hay mucha gente buena”...........................56 Saber amanecer cada día............................61 ¡Qué tesoro tan fabuloso tenemos nosotros...66 ¡Dichoso usted que tiene fe!........................70 Vemos a todos a través de nuestros ojos.......75 De Cristo abrazo y beso resucitado...............79 ¡Anticipemos el cielo en este mundo.............84 Todo blanco, punto negro.............................88 “¡Gusten y vean,Qué bueno es el Señor!”........95 Todos somos ricos, todos somos pobres......101 “Hay más felicidad en dar que en recibir”.....107 “¡Miren mis manos y mi costado!”................113 El Papa lloró.............................................116 “Mujer ¡Qué grande eres!”!........................121 ¡Protagonistas!.........................................125 ¿Cuánto vale usted?..................................132 Una bella historia......................................136 Hombre y mujer ¡Asignatura pendiente.......140 Al final ¡Explosión de vida y gozo!...............146


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