Yo soy la resurreccion

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Benjamín García F.

Yo Soy La Resurrección y La Vida Novenario de Difuntos


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4ª Reimpresión, 2009

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Presentación

Tenemos la satisfacción de presentar, en 5 edición, enriquecida y renovada, este novenario de difuntos. La aceptación que ha tenido entre las familias por su seriedad y sentido de la genuina piedad, nos ha obligado a preparar esta edición con esmero. Dada su estructura, los fieles pueden utilizarla con facilidad. El material original, para la reflexión, está basado en la teología bíblica de mejores garantías, rehuyendo sistemáticamente el devocionismo sentimentaloide, para fijarlo en las verdades fundamentales de la fe cristiana. a


Las plegarias están extraídas de los libros litúrgicos oficiales, siguiendo la línea de renovación litúrgica que el Concilio exige. De esta manera creemos contribuir a la actualización de una de las devociones básicas de la piedad familiar y colectiva del pueblo cristiano. El librito que presentamos puede servir de guía a una auténtica liturgia familiar de difuntos. Existe la costumbre de ofrecer misas por los seres queridos que se nos mueren, y de orar –reunidos familiares y amigos– durante nueve días. Esperamos que esta novena prepare y continue la celebración eucarística, que es el sufragio más valioso que podemos ofrendar por los difuntos. Deseamos que el libro contribuya a una sana y profunda vivencia del artículo de nuestra fe, hoy de tanta actualidad: CREEMOS EN LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS. RICARDO M. ROJO o. p.


Día primero

+ En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Dijo el Señor que donde dos o tres se reuniesen en su nombre, él se hacía presente en medio de ellos. Estamos reunidos en el nombre del Señor para recordar a un hermano que partió hacia la eternidad, y para orar por su alma. Pidamos con fe para que nuestro hermano llegue cuanto antes al Reino de Dios. Al paraíso te llevan los Ángeles, a tu llegada te reciban los mártires y te introduzcan en la ciudad santa de Jerusalén.


– Concédele, Señor, el descanso eterno. – Y brille para él la luz perpetua.

La muerte como castigo El libro primero de la Biblia, el Génesis, cuenta que Dios creó a nuestros padres Adán y Eva en justicia y santidad. Nuestros padres eran felices, no conocían el dolor, ni la enfermedad, ni el pecado, ni la muerte. El paraíso bíblico es imagen de la felicidad humana, felicidad a que aspiramos todos y que Dios quiere para todos. Dios creó a los hombres para la felicidad, no para el sufrimiento. Los hombres fueron creados para la libertad. El mal uso de la libertad hizo fracasar el plan divino. La soberbia fue y sigue siendo el pecado que lleva al hombre a la perdición. Adán y Eva quisieron suplantar a Dios, quisieron ser dioses de sí mismos. Jugaron su felicidad y la perdieron.


Con el pecado entró el mal en el mundo que Dios creó bueno. Con el pecado entraron el sufrimiento y la enfermedad, el engaño y la injusticia, entró la muerte como misterio de dolor. Cuando nace un niño sus padres se preguntan con inquietud cómo será su vida, cuál será su suerte, qué sorpresas le reservará el destino. La existencia humana es un enigma. Nacemos con la condena de sufrir y de morir. El dolor y la muerte son castigos del pecado por eso nos afligen y nos abaten. Por el pecado perdimos el don de la inmortalidad. El hondo deseo de vida y permanencia que anida en nuestros corazones, choca con el muro infranqueable del morir. Nos acosa la angustia del futuro, la muerte nos parece absurda. La condición mortal es una desdicha, una noche opaca, un aniquilamiento inútil. Para el hombre que no tiene fe cristiana, la muerte no es más que eso: un absurdo,


un sin sentido. Pero la fe cristiana proyecta una luz sobre todas estas incertidumbres. Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Lo creó para una vida eterna, no para la muerte. En el relato de la creación Dios se manifiesta como un Padre que no abandona a sus hijos. Junto al hombre culpable hay un Dios providente. Junto al pecado está el perdón. Junto al árbol de la ciencia del bien y del mal que llevó al pecado y a la muerte, se levanta la cruz de Cristo Salvador. Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia y el perdón, dirá san Pablo. En el relato del Génesis sobre el pecado de la humanidad hay un gesto de Dios que nos abre a la esperanza: Dios aparece vistiendo a Adán y a Eva cuando salen del paraíso. Así es la misericordia y la providencia del Padre. Dios nunca abandona totalmente al hombre en las desgracias que el mismo hombre se busca. Dios cuida de los hom10


bres a pesar de su pecado. Es un Dios de perdón y de vida. Además, allí mismo en el paraíso, inmediatamente después del pecado y del castigo, Dios anuncia un Salvador. El Mesías liberador nacerá de la estirpe humana, vencerá al maligno representado en la serpiente de la tentación. Sabemos que la promesa de Dios se cumplió en Jesús nacido de la Virgen María. Jesús nos redimió del pecado y nos devolvió la vida perdida. Jesús, saliendo del sepulcro en la resurrección, nos enseña con su ejemplo que hay una vida más allá de la muerte. La humanidad está abierta a la esperanza: habrá vida, vida en felicidad, habrá resurrección más allá de la muerte. La fe cristiana nos asegura que la muerte termina derrotada con el triunfo de la resurrección. Habrá vida futura para todos, a pesar del pecado y a pesar de la muerte. Dios creó al hombre inmortal. 11


Con la esperanza de la inmortalidad oramos por nuestros hermanos difuntos.

Oración de los fieles Oremos juntos a Dios nuestro Señor, para que se apiade de todos nuestros hermanos difuntos y tenga especial misericordia de N. N. a quien ahora encomendamos. 1. Para que el Señor, como buen Pastor, lleve a todos los difuntos a la luz de su gloria. – Concédeles, Señor, el descanso eterno. 2. Para que Dios recompense la fe que nuestro hermano N. N. tuvo en Jesucristo y premie las buenas obras que realizó durante su vida. – Concédele, Señor, el descanso eterno. 3. Para que todos los que estamos aquí reunidos vivamos como hijos de Dios esperando también para nosotros la vida futura. 12


– Concédele, Señor, el descanso eterno. Te lo pedimos humildemente, Dios Todopoderoso, por Jesucristo, vida y resurrección nuestra, que con el Espíritu Santo vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. – Oremos, finalmente, como nos enseñó Jesucristo: Padre nuestro...

Oración Oh Dios, siempre misericordioso y dispuesto al perdón: escucha nuestra oración por el alma de tu siervo N. N., a quien has llamado de este mundo; no la abandones en manos del enemigo, ni te olvides de ella para siempre, sino recíbela en el cielo, que es su patria definitiva. Y porque creyó y esperó en Ti, concédele la alegría del cielo para siempre. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. – Dales, Señor, el descanso eterno. – Y brille sobre ellos la luz perpetua. 13


– Descansen en paz. Amén. – El alma de nuestro hermano y las almas de todos los fieles difuntos, por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.

14


Índice

Presentación

5

Día primero La muerte como castigo Oración de los fieles Oración

8 12 13

Día segundo Señor, hágase tu voluntad Oración de los fieles Oración

16 19 20

93


Día tercero Seremos examinados en el amor Oración de los fieles Oración

23 27 28

Día cuarto El futuro del hombre Oración de los fieles Oración

30 33 34

Día quinto Los sufragios: Unión y ayuda Oración de los fieles Oración

37 40 42

Día sexto Misa por los difuntos Oración de los fieles Oración

44 48 49

Día séptimo Preparación para la muerte Oración de los fieles Oración

51 55 56

94


Día octavo Mensajero de los que mueren Oración de los fieles Oración

58 61 62

Día noveno La Virgen María y los difuntos Oración de los fieles Oración

65 68 69

Plegaria de los difuntos Oraciones Lecturas bíblicas Santo Rosario Invocaciones de la Letanías

71 78 83 84 87

95


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