Editorial - Deporte y libertad de expresión

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Deporte y libertad de expresión Hechos recientes sobre los deportistas y sus actividades sociales dejan varias enseñanzas. Por ejemplo, ¿qué nos dice la historia de Jorge Iván Agudelo Vargas, de su deporte, de Colombia, de la vida en general? Es una oportunidad de preguntarnos si, contrario a otras profesiones, ¿al momento de ser deportista implícitamente se deja de ser ciudadano? El tema válido en todas las latitudes y en todas las épocas. En cada situación de la vida humana, hay reacciones y energía para comentar lo que se considera que no funciona bien sobre su país o sobre el planeta. La libertad de expresión es un derecho humano, y se encuentra recogido en el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y los deportistas no son la excepción. Es más, gracias a su profesión, hacen valer otros valores como la disciplina, el respeto y la constancia, lo cual les da argumentos para comentar libremente lo que consideran una injusticia o una violación a la democracia. Entonces, ¿qué pasó con la historia del nadador colombiano Jorge Iván del Valle (Jorge Iván Agudelo Vargas)? En toda lógica, y siguiendo su libre expresión, nada debería haber ocurrido, cuando él decide exprimir públicamente su opinión sobre lo que él escucha y entiende de la forma como funciona país. En democracia, no es necesario hablar anónimamente para hablar de hechos reales. Para asumir su pensamiento… Entonces, ¿Por qué fue un problema que manifestara públicamente su desacuerdo sobre un tema? Un ciudadano, cualquier ciudadano tiene derecho a hacerlo. Así funcionan las democracias (La definición es clara: "Sistema político que defiende la soberanía del pueblo y el derecho del pueblo a elegir y controlar a sus gobernantes.") Sin embargo, después que él se pronunció libre y voluntariamente sobre lo que ve de su país, varias reacciones pusieron en duda su derecho de hablar o inter-


pretar desde su punto de vista una situación. Se ha dejado entrever que cuando se es deportista, el cerebro tiene que dejar de pensar, que sólo los músculos funcionen, alabar la bandera y callarse… Sin embargo, la historia a nivel internacional demuestra que el deporte es un vector social. Y que se ha querido utilizar en los dos sentidos. De un lago, algunos gobiernos han querido emplearlo como distractor para, en ciertos momentos, las personas no se fijen en algunos hechos. Y, por otro lado, como propaganda nacionalista, para hacer pasar mensajes. En los dos casos no hay neutralidad en su utilización. De por sí, la política funciona como el deporte: hay un ganador y un perdedor, hay una estrategia que funciona unas veces y otras no… El deporte, y la cultura, no son sectores en los que se debe dejar de lado la conciencia social para vivir de manera neutra. El deporte no sería de este mundo ni del país al que representa. No es posible dejar de lado el cerebro mientras se es deportista. Pensar que el deportista sólo se debe restringir a su deporte va también en contra del derecho constitucional. Es más, por su calidad de abanderados, por su calidad de representar un país, es lógico y hace parte de sus derechos que los deportistas tomen posición por un tema, sobre todo para quienes alcanzan un poco más de popularidad, gracias a sus resultados deportivos. Ejemplos recientes o antiguos demuestran esta presencia del deportista en su posición libre. Tommy Smith y John Carlos quienes, en los JO de México, levantaron su puño en el podio; también Muhammad Ali (ex Cassius Clay), protestó contra la guerra Vietnam; hace ya mucho tiempo, Catherine Spitzer fue la primera mujer en hacer el Maratón de Boston (si no lo hubiera hecho, ¿qué habría sido de la presencia femenina en el atletismo?); Hassiba Boulmerka, argelina, decidió vestirse como bien lo deseaba y correr en pantaloneta enfrentando a los islamistas y, al mismo tiempo, logró ser campeona olímpica en Barcelona 92; igualmente, Naomi Osaka (Jap), recientemente se retiró del torneo de Cincinnati por solidaridad con el drama de los afroamericanos bajo el Gobierno de Trump; el mismo camino siguió Megan Rapinoe, quien con su título mundial 2019, también mostró su oposición a Trump; o Colin Kaepernick, en 2016 también puso una rodilla en el piso, para protestar contra las violencias raciales; e incluso la NBA, siguiendo la posición de los Milwaukee Bucks, suspendió los partidos…


La lista es larga. Los ejemplos abundan que el deporte no es una actividad de lujo, reservada a un sector neutro, que se calla en beneficio únicamente de una medalla. O para apoyar al Gobierno de turno. Todos los deportistas que han hecho una manifestación pública de su opinión, así como el boicot de los juegos de Los Ángeles y los de Moscú, demuestran la relación entre lo social y el deporte. Entonces, ¿Por qué opinar sería sólo derecho de unos pocos en un solo sentido? ¿Qué le paso a Jorge Iván Agudelo Vargas? Pues que, precisamente, por comentar la situación social de su país, Colombia, fue despedido de su trabajo en el 2018, y en el 2020 sus patrocinadores lo abandonaron porque no estaban de acuerdo con la opinión pública que él había dado. Su caso, muestra que la libertad de expresión sigue siendo una lucha. Que el derecho de Jorge Iván Agudelo Vargas, sigue siendo un principio básico en democracia. Sportiva -Toda reproducción de nuestras publicaciones está sometida a nuestra autorización escrita > contacto@sportiva-latina.com Todos los artículos de www.sportiva-latina.com son disponibles en nuestra cuenta ISSUU


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