bang. ediciones
Larcenet´
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Canastilla nicoby
Casi...
larcenet
Traducción de Manu & revisión de Sergio Morales
edición original © Manu Larcenet & Les rêveurs primera edición 1998 www.editionslesreveurs.com isbn 2912747201
edición en castellano
© bang. ediciones, septiembre de 2006 calle parís, 140 08038 Barcelona contacto@bangediciones.com Todos derechos reservados ISBN-13 978 84 934647 7 6 ISBN-10 84 934647 7 5 depósito legal B
42403
2006
www.bangediciones.com Este libro constituye la primera edición de esta obra en castellano cuya impresión ha sido realizada por Policrom en barcelona, CEE, en septiembre de 2006, con una tirada limitada de mil ejemplares.
« Lo último que uno sabe es por dónde empezar. » pascal « ¿La verdad? ¡Tiene estructura de ficción! » jacques lacan
el 14-03-98 23 h 55 Quería escribir un libro sobre la mili… Entonces me obsesioné, me puse a hacer memoria para recuperar fechas, acontecimientos, todo lo que me marcó durante la pesadilla que fue ese año en uniforme azul marino o de camuflaje. Quería escribir un libro sobre la mili porque,siete años después, pensaba que aún tenía cuentas pendientes. Además,quería enseñar mi victoria por encima de ellos: mostrar a esos viejos bloques de piedra que no me faltaba nada de lo que ellos me habían hecho, que todo eso estaba bien archivado en mi cabeza y que, contrariamente a lo que ellos pretendían ayer, no he olvidado nada.
Entonces me dediqué a retranscribir con detalle y en orden cronológico mi vida cotidiana de soldado raso medio. Quería hablar del miedo, del aislamiento, de las humillaciones… Pero alguna cosa no encajaba. Cuanto más avanzaba, más me sorprendía escribir y dibujar con reticencias, como si lo que yo contaba no tuviera, después de todo, ninguna importancia. Lo abandoné todo y entonces lo dejé reposar. Siempre había querido hablar de la mili pero, al parecer, no sabía exactamente qué decir. Además me di cuenta casi con asco, como una bofetada en la cara, que ya no estaba enfadado.
¿Cuándo había perdido la rabia? Sin embargo, se quedó durante mucho tiempo después de mi liberación. Yo la había guardado cuidadosamente, como una reliquia, como una venganza. De todas formas, ¡ella me había abandonado! En fin, no del todo… Me di cuenta que aunque, efectivamente, no he olvidado nada, sí que he perdonado. Era tan tonto como esto. No tenía nada contra nadie. Esto no quiere decir que estuviera vacío de odio, nada más lejos de eso, pero sí que éste ya no iba dirigido a un sargento vicioso o a un cabo sádico… No; mi odio estaba enteramente dirigido hacia la inercia colectiva y mi propia resignación frente al sistema. Había hecho las paces con casi todo lo demás…
Me incorporé al ejército francés en la base aérea de Nancy el 4 de junio de 1991. Mi padre me había acompañado en coche.
casi…
Se quedó un momento delante de la verja de la caserna…
Intenté hacerle una señal pero no me vio…
Después se fue.
Me raparon el cráneo, me dieron un bonito chándal azul y mi asignación de instrucción.
“Base aérea de Toul, sección disciplinar”
Nunca he entendido el porqué de “disciplinar”
Pero lo que era seguro es que no debía ser algo divertido.
¡Panda de subnormales! ¡Vais a eructar sangre!
… y, efectivamente, no lo fue. Aprendí a marchar, a vestirme, a gritar respuestas débiles a preguntas estúpidas, a atarme los zapatos, a mantenerme derecho, a cantar al ritmo binario de las suelas sobre el asfalto, a vivir con animales 24 de 24 horas que tiene el día,a dormir con un ojo abierto, a despertarme de un sobresalto, a no volver a soñar, a callarme…
AprendĂ a vivir el Otro permanentemente, a acechar su llegada y la amenaza latente que ella representaba.
AprendĂ que no sirve para nada jugar a hacerse el hĂŠroe cuando se estĂĄ legalmente privado de todos los derechos.
También aprendí que de la multitud no nace nada más que lo peor.
Vi a dos bretones pegar una paliza a un gitano con las barras metálicas de la cama.
No dije nada ni hice gesto alguno. Nada. Tenía miedo. Porque así era como esto funcionaba, era como un acuerdo tácito: cada uno con sus mierdas. Y yo era tan mierdoso como cualquier otro.
Más tarde, una noche, el gitano y sus colegas llevaron uno de los dos bretones a las duchas: fractura doble del maxilar inferior. No lo volvimos a ver más.
¿Qué cabía esperar de personas que me parecían tan desesperadamente iguales?
La instrucción debía durar dos meses y acabarse con unas maniobras en “condiciones reales” en una base norteamericana abandonada, en alguna parte de la Lorraine.
Las reglas del juego eran simples: teníamos que quedarnos allí durante 6 días en condiciones de conflicto. Era la guerra.
Éramos cerca de 70, con armas, balas de fogueo, víveres y material de radio. Debíamos defender la base contra un comando de asalto. Ellos eran el enemigo.
Nos pasĂĄbamos la mayor parte del tiempo montando guardias por parejas, segĂşn un ritmo particularmente militar.
Dos horas de guardia, dos horas de faenas, dos horas de descanso, dos horas de guardia‌
…dos horas de descanso…
…casi…