Relatos cortos Coca Cola 2014-2015

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Papá no volverá Desde aquel día no le volví a oír hablar. Recuerdo que antes de la muerte de su padre era feliz. Un niño como cualquiera, con sueños e ilusiones, con ideas claras. Pero un día empezó a no ser así. Tenía ocho años cuando perdió a su padre. La verdad es que Jacobe y su padre siempre habían estado muy unidos, tanto que cada noche Jacobe esperaba a su padre en el sofá a que llegara de trabajar con sus cuatro bombas de crema de la pastelería favorita de la tía Lu. Lo recuerdo como si fuera ayer, pero la verdad es que todo ocurrió hace diez años. Así que, como antes decía, un día todo cambió. Esto destruyó mi vida, mi familia y todo. Tan solo fue una llamada que decía que mi marido, Thomas, había muerto. Sentí que lo había perdido todo, pero en aquel momento solo pensaba en una cosa ¿Cómo le decía yo a Jacobe que su padre había muerto? Y ahí estaba Jacobe, en el sofá con una gran sonrisa esperando a su padre, que por desgracia nunca volvería. Me armé de valor y me senté a su lado. Le dije que papá estaba en el cielo con los abuelos, que habían muerto hacía unos años,

y que nos cuidarían juntos desde ahí arriba. Ahí empezó la tragedia: ni comía, ni dormía ni hablaba. Algo muy raro en él, la verdad; solía ser bastante charlatán. La familia decía que era normal, que acababa de perder a su padre, tal como yo perdí al mío con diez años. Pero yo estaba preocupada. Le llevé a médicos, viajamos hasta América a donde el mejor psiquiatra del mundo… Pero nadie daba con la solución. Supe que yo entraría en depresión y así fue, pero lo di todo por mi hijo Jacobe. Nunca le fallaría y él lo sabía. Dos años de lucha por el extraño problema transcurrieron, pero una mañana de verano lo encontré muerto en su cama con una carta en las manos que decía: “Querida mami, Todos estos años terribles para ti son por mi culpa. Quiero pedirte perdón por todo, porque te quiero. Pero también muchas gracias por todo mamá. Lo has dado todo por mí y no sé cómo agradecerte todo esto. Te prometo que allí cuidare de papá, del abuelo Peter y de la abuela Sindy. Y también te protegeré a ti. La verdad es que allí voy a estar muy bien, con los demás que están en el cielo. Le pido a Dios que, por favor, leas esto. Te quiero mucho, Jacobe”

- Carla Fernández -


Por un corazón -¿No te parece preciosa?-Le preguntó Juan a su hija de cuatro años, señalando la mariposa que le había regalado. -Sí papá, pero ¿No te da pena que esté encerrada en este tarro?-Le respondió su hija mirando tiernamente a la mariposa. -Martina, eres demasiado buena; este es tu regalo de cumpleaños, puedes hacer lo que quieras, suéltala, si eso te va a hacer sentir mejor. -¿Quién quiere tarta?- se unió Isabel, la madre de la niña. -¡Yo!-respondieron al unísono Juan y Martina. -Papá ¿qué me vas a regalar cuando cumpla quince años?-preguntó la niña mientras se metía un trozo de tarta a la boca. -¡Acabas de cumplir cuatro añitos y ya estás pensando en quince!-rió su padre. Al día siguiente Martina llevó su mariposa al colegio, se la enseñó a sus amigos y por la tarde, junto con su padre, la soltó. Los dos la observaron mientras volaba libremente, sin preocupaciones y sintieron envidia. A Juan le dio una punzada al corazón al recordar la enfermedad de su hija, que ella desconocía. -¿No sería genial ser una mariposa?-Martina sacó a su padre de su ensimismamiento. -Sí, sería genial-le respondió sin ganas. Los años fueron pasando, y la enfermedad de Martina fue creciendo sin que ella lo supiera. -¡Pide un deseo!-le dijo Juan a su hija que cumplía doce años. -Sé exactamente lo que quiero-contestó al tiempo que soplaba las velas de su pastel de cumpleaños. El tiempo fue transcurriendo sin problemas, hasta que llegó el día en que sus padres llevaron a Martina al médico a hacerse la revisión anual. Les tocó un médico nuevo que no estaba al tanto de la enfermedad de la niña y del hecho de que ella no lo supiera. -Aquí hay un problema…-dijo el médico, mientras le hacía un electro a Martina, con preocupación. -¿Qué pasa?-dijo la niña preocupada. Juan le hizo al médico un gesto que le hizo entender que se tenía que callar. El doctor continuó con la revisión como si no pasara nada. -¿Qué ha pasado?-preguntó la niña a sus padres mientras salían del hospital.

-¿A qué te refieres?-su madre intentó disimular la preocupación que sentía. -Martina, creo que ha llegado la hora de que te contemos algo…-le dijo su padre indicándole un banco para que se sentara.- El día que naciste el médico tuvo que hacerte una reanimación porque nada más nacer se te paró el corazón-su padre hizo una pausa para coger aire.Enseguida te detectaron una peligrosa enfermedad de corazón pero nos dijeron que no se desarrollaría hasta que cumplieras los quince años. -Así que, ¿me voy a morir?-preguntó la niña con terror. -No cariño, por supuesto que no, mamá y yo estamos aquí para ayudarte, no va a pasarte nada-intentó tranquilizarla su padre. -Si me muero, ¿podré comunicarme con vosotros desde el cielo?-le contestó su hija sin hacer caso a lo que acababa de decirle. -Tranquila, no sé si los muertos pueden comunicarse con los vivos, nadie ha vuelto de allí para contarlo. Pero sé que si mamá o yo muriéramos, intentaríamos comunicarnos contigo, nunca te dejaríamos sola. Te acordarías de nosotros cada vez que vieras una mariposa o que una brisa de aire te acariciase las mejillas-terminó su padre. Martina rompió a llorar y abrazó a su padre con todas sus fuerzas. Pasaron dos años y Martina ya tenía catorce, su enfermedad había crecido pero por el momento no había tenido ningún problema. Faltaba solo un mes para que cumpliera los quince años, y entonces, ocurrió. Martina volvía caminando a casa con su padre como todos los días, y de repente le empezó a doler mucho el brazo izquierdo. No avisó a su padre, el dolor empezó a crearse en toda la zona izquierda de su cuerpo y de pronto se concentró en su corazón. Empezó a hacer muecas de dolor, intentó decirle algo a su padre, pero sintió que le faltaba el aire, se estaba asfixiando, y entonces se desvaneció y cayó al suelo. Su padre, asustado, pero consciente de lo que estaba pasando, llamó a una ambulancia. Martina estaba muy grave, los médicos le dijeron a Juan que su corazón no duraría más de dos semanas.


Los días pasaban lentos y llenos de dolor, el cumpleaños de Martina se acercaba lentamente al igual que la fecha en la que su corazón “caducaría”. -Necesitamos un donante-dijo el médico principal. Pasaban las horas y no aparecían donantes. -Se ha despertado, ¿quieren hablar con ella?-les dijo el médico a los padre de Martina. -Ahora sí que me voy a morir-les dijo Martina a sus padres nada más verles entrar por la puerta. -No digas eso hija-le dijo su madre aguantando las lágrimas. -Cuando me muera, seré una mariposa, acordaros de mí, Papá, seré como una brisa besando tus mejillas-las últimas palabras de Martina antes de desmayarse de agotamiento. Cuando solo quedaba una semana para el cumpleaños de Martina, apareció un donante. Empezaron la operación el día 10 de marzo a las 22:00 de la noche, a solo cuatro días del cumpleaños de la niña. No hubo ningún contratiempo y para las dos de la madrugada del día 11, había terminado. Martina tuvo que pasar dos días en rehabilitación, todo iba genial y para el 14 de marzo (día de su cumpleaños), estaba en casa. -¡Mamá!-fue lo primero que dijo al entrar por la puerta. Las dos se abrazaron y comenzaron a charlar. -Por cierto, ¿dónde está papá?-preguntó la niña al darse cuenta de su ausencia. A su madre se le cambió la cara de inmediato, se puso pálida y sus ojos se enrojecieron. No articuló ni una sola palabra, simplemente se sacó un papel del bolsillo y se lo tendió a su hija con la mano temblorosa.

Aunque no me veas, debes saber que estoy aquí, estoy en tu corazón, nunca te dejaría sola, eres lo mejor que me ha pasado en la vida, no me olvides nunca. Recuerda: Seré como la brisa que acaricia tus mejillas, como las mariposas que te alegran el dia y te hacen sentir libre y olvidarte de tus problemas y preocupaciones. Cuida de mamá y de ti misma, Te quiero hija, Juan // Papá P.D: ¡Feliz cumpleaños pequeña!” Cuando Martina terminó de leer la carta lo primero que hizo fue palparse el pecho, pensando en el corazón de su padre, luego sintió que le faltaba el aire, tenía ganas de llorar, pero no lo hizo. Miro a su madre, que bajó la cabeza mientras una lágrima rodaba por su mejilla. La niña la abrazó y empezó a llorar con ella. Al día siguiente Martina fue a visitar la tumba de su padre. Se sentó al lado y releyó la carta que su madre le había entregado. - Ahora comprendo cuánto me amabas papá; yo también te quiero, te amo, te necesito; siento no haberte dicho todo esto antes, sé que ahora es demasiado tarde, pero quiero que sepas que te quiero y nunca te olvidaré- Martina dijo estas palabras mirando a la tumba de su padre. Cuando terminó miró al cielo, una brisa fresca le acarició el rostro y una mariposa se posó sobre su mejilla al tiempo que una lágrima caía sobre ella.

“Querida Martina: Si estas leyendo mi carta ya debes tener quince años y un corazón fuerte latiendo en tu pecho… ¿Recuerdas cuando tenías cuatro años y me preguntaste qué te regalaría cuando cumplieras quince? Te he dado el mejor regalo que podía haberte dado; un corazón sano y fuerte que te permitirá tener la gran vida que te mereces.

Daniela Ábalos –


Diario de un hombre enamorado Este diario pertenece a Derek Oniri, nacido en el año 1890. Cuando era pequeño mi madre me decía que recordara que las cosas con el tiempo se agotan o fallan: como el hielo al derretirse, los zapatos al desgastarse… 1 de enero de 1910 He decidido escribir mis progresos respecto a mi objetivo, estoy seguro de que este año llegaré lejos. Como el año ha comenzado recientemente no hay noticia alguna, salvo la del escaso dinero que tengo ahorrado. 1 de febrero de 1910 Actualmente estoy trabajando en la cafetería a la que asistía cuando apenas era un niño, el salario no es gran cosa, pero conoces a gente de lo más… peculiar, como la señorita que llegó perdida el otro día, a la que tuve que acompañar de vuelta a la calle principal. Los progresos se están notando, pero aún así me falta mucho hasta cumplir mi sueño. Rezo por que febrero sea mejor mes. 1 de marzo de 1910 Parece ser que mis plegarias han sido escuchadas, pues en este mes pasado ha sido mucho el dinero que he ganado. Además, cabe comentar que algo curioso me ocurrió recientemente: la señorita a la que ayudé vino a agradecérmelo. Ella se llama Lucy Morguen y su belleza es absoluta, tiene un largo cabello dorado, una blanca piel y sus ojos color esmeralda relucen como verdaderas

joyas. La srta. Morguen viene más a menudo a la cafetería, me pregunto a qué se deberá. 17 de marzo de 1910 Tan solo quería comentar que la srta. Morguen y yo mantenemos una relación más estrecha últimamente. Nos vemos varias veces a la semana e intercambiamos anécdotas o simplemente charlamos del día a día.

1 de abril de 1910 Dentro de poco tendré dinero suficiente para poder hacer realidad mi ambición…¡Al fin podré alcanzar mi objetivo! Aparte de esto, hemos comenzado a hablar por correspondencia la srta. Morguen y yo. Cada vez que la veo, no puedo dejar de contemplar esos verdes ojos tan relucientes y siento que el tiempo se congela. Extraño es esto que siento. 14 de abril de 1910 ¿Cómo no me he dado cuenta antes? La amo, la amo con todo mi ser, es tan bella, y sus ojos, sus profundos e increíbles ojos, siempre me pierdo en ellos. He tomado una decisión, le transmitiré mis sentimientos, me voy a declarar, al fin y al cabo el sentimiento es mutuo, ¿no? 19 de abril de 1910


Mañana se lo diré. Con solo imaginar nuestro futuro junto me estremezco. Tendremos muchos hijos, con los ojos esmeralda de su madre y el cabello marrón de su padre, seremos felices de por vida. 20 de abril de 1910

Qué, qué, qué, qué, qué, qué, qué, qué, qué, qué, qué, qué, qué, qué, qué, ¿qué está pasando? Se va, se va ,se va, se va, se va, se va, se va, se va, se va, se va, se va, algo no está bien, se va.

¿¡Cómo osa!? ¿¡Quién se ha creído ella!? Me ha rechazado. No, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no. Esto no puede estar pasando, ella es solo MÍA.

Ese delicado y precioso vestido que preparé a Lucy yo no le va, le falta algo, algo que estuvo tiempo atrás.

24 de abril de 1910 Hoy robé un cuchillo de la cafetería, me siento fatal por ello. Pero el fin justifica los medios, ¿verdad? --------------Mañana será mía… Y llevará un precioso vestido rojo carmesí a juego con sus ojos esmeralda. --------------Hoy es el día, hoy va a ser mia. Para siempre. 1 de mayo de 1910 Mi pequeña y adoraaable Lucy… No tengo dinero para mi objetivo, pero ¡¡¡QUÉ MÁS DA!!! Me gustaría que Lucy escribiera algo, así recordaría este maravilloso momento, sin embargo no hay tinta apenas, oh, acabo de tener una magnífica idea. ¿¿¿Por qué no escribe algo con eso rojo de ahí??? Mirad, aquí está, el mensaje que quiere transmitir mi amada a tooodos vosotros: Ayuda, quien lea esto, sáqueme de aquí, por favor, se lo ruego, ayuda, ayudLa verdad, podría haber sido algo más bonito. 2 de mayo de 1910

3 de mayo de un año horrible

Día del mes en el que se fue ¡¿Cómo es posible?! ¡¿Cómo es posible?! ¡¿Cómo es posible que se haya perdido el -------. Cuando era pequeño mi madre me decía que recordara que las cosas con el tiempo se agotan o fallan: Como el hielo al derretirse, los zapatos al desgastarse… o los ojos al perder su brillo.

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Julia Cocho –


Salvador Otro atardecer más en las chabolas junto al vertedero de México DF. Pero no uno cualquiera, era día de elecciones y más de doscientos cincuenta habitantes de aquel mugriento lugar se juntaron alrededor de la radio que habían comprado entre todos. Entre ellos estaban María Piedad y su nieto de nueve años, Roco. - ¿Por qué nadie está contento, abuelita? - preguntó el chiquillo Maripi, como le llamaban allí, se lo explicó igual que se lo explicaron a ella: - En realidad, mi amor, no sé por qué estamos aquí esperando al vencedor. Sea quien sea no ganaremos nada, no

nos ayudarán, nos ignorarán, como siempre. ¡Ojalá algún día gobierne alguien honesto y sincero, alguien que se preocupe antes por nosotros que por el dinero! A través de los ojos de Roco se podía apreciar cómo aquella inmadura cabecita se iluminaba como una bombilla. - ¿Y yo abuelita, puedo ser esa persona de la que hablas? - Por supuesto cariño…- dijo Maripi mientras le acariciaba suavemente la cabeza. Aquella noche a Roco le costó dormir, pero a la mañana siguiente se levantó


con más ganas que nunca. Quince minutos después se presentó con una sonrisa de oreja a oreja en la puerta de la escuela misionera. Don Juan le invitó a pasar, le ofreció un vaso de aguan y se interesó por el motivo por el cual había acudido a él. Era un profesor jubilado que ese dedicaba a celebrar misas y repartir el sustento semanal de los ‘chaboleros’, como se les llamaba en la ciudad. - ¡Quiero ser gobernador! – saltó el pequeño orgullosamente. Don Juan le observó incrédulo. - ¿Cómo se hace eso? – - Pues necesitas ir a una universidad, pero para eso se necesita mucho dinero que ni siquiera yo tengo. Don Juan fue la última persona que vio a Roco, y sobre él cayó la culpa de su desaparición. Dieciséis años después, un joven llamado Roco era uno de los claros candidatos de las elecciones. Quería implantar justicia, sacar a los pobres de su mala vida y pagar lo suficiente para que la policía no fuese corrupta. Quería ser, como decía él, un país Europeo. Para el asombro de los veteranos políticos, salió elegido. Le tocaba hablar como gobernador, como el más joven que había tenido jamás el país. Miles de ojos expectantes lo admiraban, esperando oír sus primeras palabras. Pero entre tantas caras de rostro alegre, pudo distinguir dos ojos iluminados, rodeados por arrugas a causa de la vejez, que lo miraban orgullosos y a la vez asombrados. A través de ellos se vio a sí mismo de pequeño, viviendo en el vertedero, jugando a la pelota con latas

y papeles. Se acercó a aquella anciana, la abrazó y susurró a su oreja “Abuelita”. - ¿Cómo… cómo los has conse... conseguido? – tartamudeó ella, Roco la subió al escenario y comenzó: - Esta es mi abuelita. Me ha preguntado cómo he llegado hasta aquí, llevo sin verle dieciséis años. Salí del vertedero donde vivía, con la idea de ganar dinero para ir a una universidad. Y eso hice. Empecé ayudando a la gente con tareas diarias. Les subía la compra a sus pisos, les lavaba la ropa y tiraba la basura. Cuando conseguí el dinero suficiente me compré una camisa y pantalón elegantes y me puse a trabajar en un bar. Trabajé allí ocho años y pasé de ser el crío que limpiaba pescado a ser el jefe y copropietario. Con el dinero que gané me pude apuntar a una universidad pública y estudié política. Cuando terminé creé este partido para ayudar a todo el mundo que es como yo, porque nunca olvidaré de donde vengo. – A Maripi le dio tiempo a mirarle a los ojos por última vez antes de que su chiquillo cayese desplomado sobre el escenario, con una bala en el corazón. Desde aquel día todos los ‘chaboleros’ rezan al atardecer: “Hombre avaricioso que eliminó al salvador, pero que olvidó destruir nuestra esperanza, recuérdanos. Otro salvador resurgirá de nuestras entrañas y acabará con la injusticia.” - Nicolás Martínez de Urbina -


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