MUNDO
EL BUDA
Kamakura el buda de
por: manuel vásquez
Para llegar al buda gigante de Kamakura hay que caminar un buen rato, la cabeza del santo sobresale de las copas de los arboles, unos dos kilómetros antes de arribar, no sabía mucho sobre esta efigie hasta que llegué.- ha soportado varios terremotos y un gran tsunami, desde 1430 año de su fundición, 52 kilómetros lo separan de la gran capital Tokio lugar donde fui a dar a principios de los ochenta, por azares del destino o quizás por mi necedad de querer ser músico.
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DE KAMAKURA
Como buen mexicano, inexperto además en viajes tan largos y yo diría tan mágicos y misteriosos, quede asombrado al estar ahí y ver la reverencia con la que ven a buda, una sociedad que podríamos decir es politeísta pues la mayoría de los japoneses son sintoístas y budistas al mismo tiempo, sin considerar como un dios a buda, si no el representante de un credo que produce equilibrio y método para vivir la vida en valores de justicia, santidad, respeto, y responsabilidad, algo de los muchos otros valores que hacen sufrir moralmente a este lejano país y que yo irreverente y desinformado no entendí en aquel primer viaje, cuando de plano por cansancio me senté en el suelo a reposar ante la ausencia de bancas disponibles. Recientemente vi la foto de aquel día, la banqueta otra vez me persigue, ahí aún con pelo y con un bigote al estilo ochentero, descubría las maravillas del mundo; ya antes azorado había hecho todo tipo de estupideces en el jumbo 747 de Japan Air Lines, que la empresa Niko nos hizo favor de regalar en clase premier, cuando me comí de un solo golpe una porción completa de guasabi, picante y aromática incomible especia, aun para los mexicanos que comemos chile, o cuando sin saber que hacer, sentí una toalla húmeda y tibia en mi manos, que una señorita vestida de kimono paso dejando sin avisar a todos los comensales, visitantes fortuitos del primer mudo; asombrado viendo al rededor que hacían lo demás, pues aparte de limpiar las manos , otros japoneses expertos lo ponían en sus caras tapando todo el rostro y aprovechando el placentero gozo de una frazada aromática y tibia, que aminora el estrés del viaje.
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“Ginza”, capital comercial de este lejano país, queriendo comprar unos cerillos, después de fracasar rotundamente con la señas, imagine usted a un provinciano haciendo con sus dos manos la mímica de cómo se prende un cerrillo, una mano fingiendo tenerlo en y la otra simulando una caja, la cara de sorpresa y después de burla recatada, al no entender ni remotamente lo que quería el empelado, dándome primero un abanico, luego un matamoscas, para finalmente ofrecerme un kit de bolsillo para costuras de emergencia, como se dice en ingles cerillo preguntaba a los otros fumadores emergentes que me acompañaban, matches decía uno, que torpemente le decía al joven de aquel estanquillo en Tokio abarrotados de encendedores de todo tipo, que solo se venden en las tabaquerías y que en ingles se piden como ligtehrs, pero que es inútil pedirlos así, pues la mayoría de las personas que trabajan en estos negocios no hablan ingles, sonrisas, risas, carcajadas, y mas carcajadas, cuando nos enteremos que aunque pudieras tener cigarros y cerrillos o encendedores solo podrías fumar en los lugares permitidos incluso en la calles en las que por cierto es multado, y mal visto arrojar una colilla
Sobra decirles que si hubiera un premio a la novatez me lo hubiera llevado yo, recuerdo claramente como fui lanzado con fuerza con todo y maleta, cuando me abalance casi corriendo por una puerta de vidrio que se abrió en sentido contrario a mi carrera, y que un guardia japonés no pudo evitar con sus señas, pues ni remotamente podría yo leer, que la puerta por la que quise entrar era en realidad una salida, que abatía el enorme y pesado vidrio hacia fuera, o cuando camine algunas buenas y enormes cuadras, en el centro de Tokio,
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DE KAMAKURA
Ginza, capital comercial de Tokio
al suelo, cuestión que pudimos comprobar cuando vimos a varios fumadores en una esquina donde se permitía, rodeando un enorme cenicero, y donde como puestos de acuerdo algunos japoneses, fumaban con avidez. Esos cortísimos tres meses de mi estancia en el país del sol naciente, vienen a mi mente ahora, quizás por que no puedo parar de hacer recuento en mis crónicas de banqueta de la enorme cultura que han forjado estos hombres y mujeres. Por cierto en esos días de lluvia que pasaron, me di cuenta que atrasados estamos en vialidades y estrategias de transporte, varado como quede, en pleno Lázaro Cárdenas, maldiciendo , y recordando el Japón de mis ayeres no tan remotos. La línea yokosuka, el tren ligero interurbano, que introduce y saca en cuestión de una hora veinte minutos a unos 4 millones de japoneses que viven en los suburbios, las calles limpias y con trafico, están diseñadas para que transiten vehículos de una plaza, de dos plazas, y máximo de tres, que necesitan un permiso especial, los estacionamientos verticales son edificios comunes y corrientes que como panales de abeja, por dentro alojan en sistemas de contendores mecanizados, decenas y a veces cientos de automóviles, en varios pisos hacia abajo y algunos mas hacia arriba, esperando los dueños el suyo en una especie de lobby de hotel mientras una sola persona opera el sistema que te entrega tu vehículo en cuestión de minutos de frente y listo para salir a la calles. En las horas pico nadie toca el claxon ni de broma ,las multas son severas, nadie rebaza por la izquierda, y nadie impide el paso a otro vehículo que lo solicita con las direccionales prendidas, las horas pico ocurren en silencio, sin vértigo de mentadas de madre, ni arrancones, ni obstrucciones alevosas, no existen calles con baches, ni tampoco topes, las opciones
El tren ligero de Yokosuka.
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son diferentes y locales, cada problema una solución, como el tren suspendido de Kobe, que opera colgado de un riel y que no tiene operadores humanos pues funciona totalmente automático, o como el metro de Tokio cuyas terminales tienen pintada una línea azul punteada en el piso de andenes donde cada quien sabe debe hacer fila para entrar con velocidad, y en orden a los vagones que solo permiten una cantidad determinada de usuarios; o como el tren bala, que alcanza los 200 kilómetros por hora y cuyas opciones de viaje interconectan los trenes suburbanos, con la líneas externas en un entramado sofisticado y eficiente que evita aglomeraciones, y fallas. Ahí varado en nuestra pomposa mejor avenida, vino a mi mente ese viaje, pensé en el Buda de bronce de más 90 toneladas de peso que vigila los sueños progresistas del Japón milenario y que hace en cierta medida que sea la potencia que hoy en día es, y también pensé, cuantas ratas se han robado los recursos de México, cuanta tranza, cuanta pudrición , cuanto sinvergüenza, como no nos asomamos a ver los castigos que el sistema político y judicial japonés impone a los corruptos, y como no observamos con detenimiento como después de la guerra y las bombas de Hiroshima y Nagasaki este país se levanto de su cenizas poniendo el ejemplo de vida armónica de progreso y de paz. Me divertí mucho en Japón, mi sueño de banqueta en falsh back me hizo sentir mas enojado el día de las lluvias tras 1 hora diez minutos sin poder avanzar, con un río de aguas tempestuosas que bajaba del cerro de macuiltepetl, y todo por que dos autobuses se dieron un golpe por la impertinencia de sus conductores y seguramente por ganarse el lugar, ya no quise pensar en el final o cierre de toda la semana en la que los maestros y muchos otros quejosos pusieron la ciudad en jaque, perdidas por todos lados, los maestros sin cobrar, la economía ralentizada pues nadie llega a tiempo a su trabajo, el letargo del país que da hueva cada día mas, pues parece que no mejoramos en nada, y mientras sumidos en nuestro mundito, de pretensiones valemadristas esperamos a que la cosa cambie mágicamente, dentro de unos poquitos meses; sentado de frente al buda aquel día de primavera en Kamakura, no pensé que me proyectaría tanto y de tan directa forma a anhelar que mi país, y mi ciudad pudieran vislumbrar otra manera de entender lo que es vivir en colectividad, ahora por lo menos deberíamos de intentar copiar el máximo valor que los japoneses tienen que es el respeto así mismos, el honor de la palabra empeñada, así como el honor del trabajo o la labor cumplida, algo que aquí en México nos da risa, pues no estamos ni a un diez por ciento de nuestras potencialidades, para cambiar, para empujar, para crecer, para decir ya no a tanta vergüenza, a tanta corrupción y a tanto atraso de un progreso verdadero y sustentable.
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