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Prólogo
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retratos
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EL ALTO
112
arte urbano
22
FIESTAS
120
Escuela rural
42
mercados
130
lo colectivo
54
paisajes urbanos
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minería
70
EL Oriente
160
música
88
tierra
168
notas BibliográFIcas
96
coca
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créditos
Pocos extranjeros de paso en Bolivia saben que dentro de los grandes nombres de la historia del cine se encuentra el del director boliviano Jorge Sanjinés. Su relevancia se debe, entre otros factores, a su novedoso y de alguna forma desconcertante uso del “plano secuencia integral”, en particular en su película La Nación Clandestina (1989). Como parte de la generación de cineastas latinoamericanos que desde la década de los 70 buscaban nuevas estéticas y temáticas que hablasen del país real, Sanjinés procuró integrar a la estructura narrativa cinematográfica los códigos y concepciones correspondientes a la cultura andina de la cual sus películas trataban: la noción de tiempo circular donde todo vuelve y no sigue de forma lineal; la dimensión colectiva del protagonista; el paisaje que es comprendido como un personaje más. Así, Sanjinés priorizó el uso del “plano secuencia integral” y el plano general sobre los primeros planos individuales: “Con la cámara se produce un itinerario capaz de volver al mismo punto, para transmitir al espectador esta sensación de inquietud, de acción que no es propiedad individual...”. El riesgo formal se unió al riesgo de respetar la cosmovisión representada para mostrar con ambos recursos lo abarcable y lo misterioso de Bolivia. Veinte años después, con el levantamiento de octubre 2003, la elección de Evo Morales a la Presidencia de la República en 2006 y la nueva Constitución de 2009, la nación clandestina de Sanjinés, ha tomado el
centro, ocupado el poder y el Estado. El proceso político en curso no es simple, ni exento de contradicciones, avances y retrocesos. Pero el hecho es que la nación clandestina ya no es ni clandestina, ni está al margen. En este contexto, ¿cómo organizar un libro sobre Bolivia? ¿Un libro que sea informativo para los extranjeros y dé cuenta del momento histórico del país; en el que el lenguaje fotográfico, itinerario, textos y gráfica contribuyan a dar claves de lectura y posiblemente alterar miradas ya consolidadas? Para empezar, evitando hacer lo que los turistas generalmente hacemos: apuntar la cámara fotográfica hacia los pobres en las calles para mostrar, al regresar a los respectivos países, el grado de atraso en que viven los “otros”; o retratar los niños cargados en awayos por sus madres, los ojitos cándidos apelando al supuesto estadio inocente e infantil del país; o arriesgar la ira de las señoras de pollera para fotografiarlas siendo su vestimenta una irresistible manifestación de lo “típico” y “folklórico” –todo lo opuesto a lo “contemporáneo”. Pues para los europeos el término “contemporáneo” no se asocia a un país con fuerte población indígena: “¿cómo contemporánea si Bolivia ni siquiera es moderna, si es un país arcaico, pobre e indígena?” Habrá que agudizar el ojo más allá del grado de pobreza o desarrollo, pues las temáticas en Bolivia son las que se están debatiendo en otros países del Norte y del Sur del mundo, ciertamente con su particularidad: desde la privatización del agua –la famosa Guerra del Agua del año 2000 en Cochabamba logró
anular el contrato con la norteamericana Bechtel– el cambio climático, la biodiversidad, el agotamiento de los recursos naturales, los límites y problemas del desarrollo hasta la reivindicación de protagonismo político de sectores hasta hace poco considerados marginales y residuales de la sociedad: cuestiones compartidas, debatidas, controvertidas y contemporáneas. Y si la noción de contemporaneidad es problemática para quien mira desde la cámara, no lo es menos la noción misma de Bolivia. En enero de 2009, una nueva Constitución consagra este país como Estado Plurinacional, un concepto “raro” sino herético a los oídos occidentales ya que la historia moderna se funda sobre el concepto de Estado-nación. En realidad, pasar de un Estado nacional a un Estado plurinacional que reconoce en su interior 36 naciones originarias, con sus respectivos territorios y “usos y costumbres”, no es nada simple. Pero al final, se está dando un intenso proceso de negociación para que la “nación boliviana” sea, en este nuevo siglo, un país más incluyente, y participativo en temáticas internacionales. Lo crucial para la elaboración de este libro fue, por lo tanto, ¿qué mirada elegir? ¿Qué fotografía? Francesa ella y belga él, Julie & Ben trabajan en varios colectivos europeos: grupos de profesionales de varias áreas –gráficos, arquitectos, carpinteros, músicos– que se juntan para proyectos temporales en espacios públicos. Como fotógrafos no buscan la afirmación del artista individual creando imágenes llenas de pathos para seducir al espectador:
más bien utilizan el montaje para crear y recrear artificialmente densidades urbanas que nos alertan sobre los espacios de las ciudades, sus vivencias y sus usos; crean paisajes interrogando o desafiando el imaginario colectivo; organizan “estudios públicos” –en oposición el “estudio profesional” de fotografía, espacio interno y artificial– para retratos hechos en la calle, de forma abierta y pública y, por lo general, organizada con grupos locales, dentro de un contexto, una invitación, explicitando el por qué y el sentido. Me pareció que la estrategia de trabajo y el lenguaje fotográfico de Julie & Ben era el más apropiado para proponer un retrato respetuoso de Bolivia que, además, al privilegiar la fotografía “travelling” incluye la noción de tiempo y colectividad. Para nuestro recorrido por lugares distintos, sin querer que fueran típicos o turísticos, nos apoyamos en la Red de la Diversidad, una red de radios y espacios de encuentros, acompañándolos a El Alto, Tarija, Sucre y Santa Cruz; el Centro de Documentación e Información Bolivia nos presentó a Francisco que nos llevó a los ayllus del departamento de Cochabamba; la organización PROSUCO nos acompañó al altiplano paceño; otras fotos son contribuciones de Noah y de René Tito, fotógrafos profesionales en Bolivia. Los textos están estructurados con referencia a discusiones internas y trabajos de investigadores del país; la gráfica ha sido tejida a su vez a través de cuatro miradas: dos desde París y dos desde La Paz. 5
El Alto con vista al Huayna Potosí
Asentada al borde del altiplano a 4.000 metros de altura, dominando la hoyada de La Paz y resguardada por la presencia poderosa del Illimani al frente y el Huayna Potosí a su lado, El Alto es hoy la segunda ciudad del país por su población. Para muchos extranjeros, la única clave de interpretación de El Alto es la “favela”, concepto familiar a causa del más conocido Brasil. Pero El Alto está lejos de ser una favela, aclaran los integrantes del grupo Wayna Tambo, radio y centro juvenil alteño.
Maderas para construcci贸n, Ruta Nacional II, en direcci贸n al lago Titicaca
Talleres y comercios, zona central
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Plaza 16 de julio
Los jueves y domingos en los alrededores de la Plaza 16 de Julio se realiza la feria más grande de El Alto. Empezó como feria campesina en los años 60, hoy se puede comprar de todo, desde tapas de refrescos hasta automóviles, pasando por hierbas curativas, muebles, gallinas, DVD piratas de novelas coreanas, instrumentos musicales y cualquier tipo de producto usado: ante la falta de empleo formal, los alteños recurren a todo tipo de comercio para generar renta.
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Feria 16 de julio
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El Alto tiene fama de ser una ciudad autoconstruida y que presenta continuidad entre lo rural y lo urbano: se empieza con un muro que delimite el terreno y un portón; se construye un cuartito de adobe y, conforme a los recursos del dueño o dueña, se va avanzando: del adobe se pasa a utilizar ladrillo y así, los cuartos o pisos van en aumento. Sólo pocos acaban y pintan las fachadas pues esto los llevaría a pagar impuestos más altos. Los muñecos colgados en los postes eléctricos avisan que, ante la ausencia del Estado, los vecinos se encargan de la seguridad de la ciudad...hasta las últimas, drámaticas consecuencias.
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Mercado Campesino, Sucre
Las mujeres son parte central de la actividad económica en Bolivia, en particular en los mercados y en la economía informal. Esta presencia es histórica. Sin embargo, en los años 80 hubo un salto significativo por la crisis económica de entonces y el contínuo flujo de migrantes a la ciudad. Con estrategias creativas y sin soporte del Estado, muchas mujeres pudieron garantizar la sobrevivencia de sus hogares mediante el comercio minorista, desarrollando una economía informal que todavía hoy anima las calles de las ciudades. 43
Según la investigación de Rossana Barragán1, en La Paz hay más de 90 mercados con 2.000 puestos de venta. En las calles, hay 40.000 vendedores de los cuales un 80% son mujeres; adoptan un estricto sistema de turnos que permite repartirse los espacios públicos de modo que la mayor cantidad de gente pueda acceder a los lugares más concurridos y de mayor venta: hay turnos de madrugada, mañana, medio día, tarde y noche. El sistema de rotación es iniciativa de los vendedores y vendedoras organizadas en numerosas asociaciones, agrupadas en cuatro federaciones, sin intervención de la alcaldía, ni del Estado. Por su parte, las vendedoras de los mercados municipales están agrupadas en una organización gremial sofisticada con directivas jerarquizadas en Maestra mayor, Maestra menor, Alcalde mayor, Alcalde menor.
A diferencia de lo que los turistas podemos imaginar, ser vendedora en la calle o en el mercado no es sinónimo de total precariedad; no sólo es una actividad económica con cierto grado de estabilidad, también significa ser parte de circuitos sociales organizados, lo que permite a las comerciantes, entre otras ventajas, convertirse en un actor social importante, como queda demostrado por sus ordenadas y poderosas marchas por las calles de la ciudad. Además, las mujeres de pollera de las ciudades –conocidas como cholas– con sus trajes fuera de la modernidad a los ojos occidentales, no sólo ocupan los escalones inferiores del comercio informal de la calle: gracias a su habilidad comercial y tenacidad laboral, muchas lograron pasar de vendedoras informales a importadoras, vendiendo productos de toda clase. En la Paz, son principalmente mujeres las que manejan el comercio
Mercado Campesino, Sucre
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En todos los mercados hay grandes comedores populares con variedad de platos regionales. Uno de los mĂĄs populares en La Paz es la sopa de manĂ que, molido, se le echa a la sopa que ya tiene papa, carne y fideo. En Santa Cruz es el majao: arroz, charque, huevo y plĂĄtano fritos; en Cochabamba el sillpancho: carne aplastada (le dicen oreja de elefante) y frita servida sobre arroz y papa cocida, y encima un huevo frito y una salsa de cebolla, tomate y locoto picados.
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miraFLORES, LA PAZ
la ceja de el alto
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Cruce del mercado, tarija
Plaza 14 de Septiembre, Cochabamba 67
lado derecho y lado izquierdo del cuarto anillo, Santa Cruz
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Ayllu Palcoma, departamento de Cochabamba
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Comunidad Salado Grande, Chaco boliviano 107
Niños representando el cuento “Ñaguanao y el hombre”, Comunidad Tentaguasu, Chaco boliviano
Grupo “Educar es Fiesta”, Cochabamba
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J贸venes actores del Teatro Trono, El Alto
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Siembra comunitaria de papa, departamento de Cochabamba
Ayllu Palcoma, departamento de Cochabamba
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Otro ámbito donde existe una fuerte cultura de lo “colectivo” es el mundo rural, en la organización de la vida y trabajo en los ayllus, y en el concepto de la Pachamama. Toda sociedad agrícola tiene su cosmovisión. Divinidades de diferentes tipos y con distintos atributos son veneradas de una forma u otra para proteger y facilitar la agricultura de la cual depende directamente la sobrevivencia de los pueblos agrarios. La particularidad de la cosmovisión andina, al menos cuando se la compara con culturas de la sociedad occidental moderna y sus creencias agrícolas, es que todo el universo es considerado vivo: los humanos, los animales, las piedras, las montañas y hasta los paisajes. De allí vienen las ofrendas
a las divinidades, a la tierra, a las siembras y en las comunidades las prácticas del ayni −la ayuda mutua− y la minka –un sistema de trabajo comunitario donde todos participan en la realización de obras para la comunidad− costumbres todavía vigentes en varias comunidades andinas y hasta en contextos urbanos. Otra particularidad es que el tiempo no es lineal, sino cíclico y, por lo tanto, pasado, presente y futuro se entretejen. Todo retorna, y los seres humanos deben intentar sintonizarse con los ciclos de su entorno, con la Pachamama. En el contexto más amplio de la cosmovisión andina, la Pachamama −traducida comúnmente como Madre Tierra pero cuyo origen etimológico es la Señora del Tiempo y
del Espacio− es más que una entidad benévola a la cual hacer ofrendas y respetar, de forma análoga a la virgen cristiana. La Pachamama es ambigua, puede ser benévola o malévola, y rige sobre la totalidad de lo vivo. La cosmovisión andina ha sido recuperada en las últimas décadas por los movimientos neo-indigenistas para recrear un imaginario positivo y fuerte, frente a siglos de racismo y menosprecio colonial en contra de la población indígena −de ayer como de hoy− y como un referente poderoso de cohesión y movilización social. También, en su versión simplista −que imagina la sociedad andina como exenta de conflictos, en armonía con
la naturaleza e inmutable a pesar de los siglos de convivencia con los occidentales− la cosmovisión andina ha captado el imaginario de muchos occidentales en un momento en que las crisis ambiental y climática y los graves problemas del desarrollo desenfrenado del sistema capitalista nos hacen anhelar una sociedad más equitativa y equilibrada. Esto explica cómo, al reivindicarse defensor de la Pachamama en su discurso ante las Naciones Unidas en 2007, el Presidente Evo Morales pudo ganar inmediata visibilidad internacional. Sin embargo, las cosas son un poco más complicadas. En un contexto −internacional, global− de crisis de sistema y búsqueda de nuevas fórmulas o conceptos de desarrollo sería
Altiplano, departamento de La Paz
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Proyecto Editorial: Elisabetta Andreoli Proyecto Fotográfico: Studio Public Proyecto Gráfico: Dagmar Dudinsky - Sara Muzio Fotografía: © Studio Public / Julie Guiches - Benoit Lorent Fotografía adicional: © René Tito Choque, © Noah Friedman-Rudovsky Textos: Elisabetta Andreoli (+ texto Música: Arnaud Gérard) Revisión de textos: Chantal Liegois, Sara Monroy © Gattacicova, 2012 © De la presente edición Plural editores, 2012 Primera edición: junio de 2012, La Paz - Bolivia ISBN: 978-99954-1-454-2 D.L. 4-1-1843-12 Gattacicova Ltd. www.gattacicova.net / e-mail: gattacicova.bo@gmail.com Plural editores Av. Ecuador 2337 esq. Calle Rosendo Gutiérrez www.plural.bo / e-mail: plural@plural.bo Impreso en Bolivia