3 minute read
Faltan mil años de historia
Fotografías y texto Gabriel Carpes
Este proyecto explora las consecuencias de una de las mayores crisis políticas en la historia reciente de Brasil. El proyecto está centrado en el período posterior a la destitución de Dilma Rousseff y previo al ascenso de Jair Bolsonaro. Ciclos de protestas, polarización, dan lugar a períodos de calma y apatía. Las imágenes exploran la tranquila melancolía que reina luego de períodos de alboroto y caos, los capítulos intermedios de la historia, un período de espera para el próximo gran evento. La narrativa visual que construye este relato apunta a captar qué partes del presente resonarán en el futuro.
Advertisement
Alejadas del calor de las grandes manifestaciones, las imágenes exploran el clima de desamparo y tristeza que se ha apoderado del país. Centrado en las huellas que las crisis van dejando, se exponen oficinas gubernamentales abandonadas en un estado de decadencia, edificios residenciales de clase media que evidencian la desigualdad y el miedo, aulas vacías, monumentos a ídolos del pasado, así como retratos de personas afectadas por la crisis económica y social.
“He venido aquí a intentar encontrar un empleo mejor para ayudar a mi familia y eventualmente volver a casa”, me dijo mientras almorzábamos cerca de su trabajo. “Pero es poco dinero, el Real no es tan valioso como el Dólar y eso dificulta mucho las cosas. No era así cuando decidí venirme para acá”. Moussa es senegalés, vive con otros cinco inmigrantes en un apartamento de tres cuartos y trabaja como programador en una empresa de Tecnologías de la Información. En Brasil ha trabajado también como limpiador de piscinas y vendedor ambulante.
En otra parte de la ciudad, un grupo se reúne todos los domingos pidiendo una intervención militar para deshacerse de los políticos corruptos, estabilizar el país y asegurar nuevas elecciones sin ningún candidato anterior. “No es una dictadura, nosotros estamos a favor de la democracia. Solo queremos mejorarla”. Uno de los miembros me comenta que como él vivió los años de la dictadura militar en Brasil, puede atestiguar que no fue tan mala como se dice. “Los libros de historia están llenos de mentiras. Yo lo sé porque lo viví”. Algunos de los miembros son exmilitares, la mayoría son hombres mayores de 40 años.
El éxito económico de los años 2000 no cumplió el sueño de transformarnos en un país desarrollado, y ahora Brasil es una gigantesca y rota promesa. Dejamos de entendernos como nación y nuestro espíritu se derrumbó junto a la esperanza de un futuro mejor. La alegría le cedió lugar a la rabia que, después de haber logrado derribar un gobierno, finalmente evolucionó hacia la fatiga. Ahora somos un pueblo cansado y dormido, sin fe en nuestras instituciones, no creemos que puedan resolver nada.
Después de todas las grandes discordias, lo que los brasileños realmente quieren es que se termine esta racha. La sensación es como de un largo miércoles de ceniza, de un cielo nublado, de una playa sucia, y el único recuerdo de este período será la resaca.