Publicación Gratuita ISSN: 2007-3119
Enero-Febrero-Marzo 2017, Año 9 Número 41
Revista oficial de la uanl a través de la Facultad de Psicología
No. 41
Una publicación de la Universidad Autónoma de Nuevo León Ing. Rogelio Guillermo Garza Rivera Rector M.A. Carmen del Rosario de la Fuente García Secretaria General Dr. Juan Manuel Alcocer González Secretario Académico Dr. Celso José Garza Acuña Secretario de Extensión y Cultura Lic. Antonio Ramos Revillas Director de Publicaciones Dr. Álvaro Antonio Ascary Aguillón Director de la Facultad de Psicología Mtra. Magaly Cárdenas Rodríguez Subdirectora Académica Mtra. Nora Isela Macías Nuñez Subdirectora Administrativo Dr. Guillermo Vanegas Arrambide Subdirector de Proyectos Educativos y Asistenciales Dr. José Cruz Rodríguez Alcalá Subdirector de Posgrado Dr. Carlos Sánchez Sosa Subdirector de Investigación Mtro. Omar Méndez Castillo Director y Editor responsable Iris Reyes Escobedo Co-editora responsable Ivan Guerrero Vidales Jefe de redacción Christian Alanis Contreras Ivan Guerrero Vidales José Vieyra Rodríguez Baruch Martínez Comité editorial Irma Irene Manzano Cantú Nelly Deyanira Garza García Axel Alejandro Herrera Salazar Veronica Lorena Hernandez Ribbon Leslie Monserrat Sifuentes Reyes Equipo de Redacción Ramiro Ruiz Castillo Diseño Alejandro Guerrero Diseño de Portada Marcelino Solís Diseño Contra Portada
“Duelo (parte 1)” CONTENIDO EDITORIALES: 1- “Fatiga de compasión del propio profesional al llevar casos de duelo y los propios duelos que vive el terapeuta” Por Sandra Sánchez y Nuria Embid Marco
4- “El duelo en la pérdida ambigua”
Por Cinthya Illarremendi Hernández
y María Belén Pérez Cequera
8- “El duelo en “La carne” de Rosa Montero” Por Lorenza Ruiz S. 11- “El Juego Como Experiencia De Intervención Grupal Para Personas en Duelo” Por Mtro. Cristian Camilo Arbeláez Álvarez 13- “El duelo y su maravillosa función” Por Dra. Nadia Márquez Córdova 15- “Lo imposible y sus posibilidades” Por Esteban Espejo 19- “Sobre la vida, el duelo y su Coexistencia” Por Jesús Alberto Fraire García TEMA CENTRAL: 21- “Religión, espiritualidad y apoyo social en el duelo, desde la visión de la Psicología Social” Por Laura Yoffe 25- “El Duelo: Freud y Lacan” Por Dra. María Elena Elmiger 28- “¿Un psicoanálisis normal?” Por Mónica Santos Muñoz 32- “Diferenciación entre duelo, sentimiento de duelo y trabajo de duelo” Por Carlos Llanes 36- “Atender a los procesos de duelo o medicalizar la vida: un dilema de nuestros días” Por Jorge L. Tizón 42- “Los procesos del duelo en los contextos Educativos” Por Dr. Ernesto Colomo Magaña
46- “El proceso de duelo: una revisión desde la Psicología Humanista” Por Lic. Alejandra Maltos-Martínez
DOSSIER: 50- “El psicólogo, las leyes y el club del desengaño” Por Jaime A. Reyes 54- “Hermann Göring y Gustave Gilbert: Psicología en el Juicio de Núremberg” Por Santiago A. Lazo Freymann 58- “La resiliencia en un marco de diversidad y ejercicio Intergeneracional, en relación a la obra Manifestación 1934 del pintor argentino Antonio Berni” Por Carmen de Grado. Jacinta Keisman MAKTUB: 61- "La despedida del papá" Por Dr. Ernesto Colomo Magaña 63- “La cápsula” Por Saúl Maldonado Mar 64- “El afán de marchitarse” Por Saúl Maldonado Mar EN CONSTRUCCIÓN 66- “El cuerpo: necesidad para la vida en las exhumaciones de fosas clandestinas” Por Baruch Martínez Treviño
SUIGENERIS SUI GENERIS, Año 9, Nº41 , Enero-Febrero-Marzo 2017. Es una publicación trimestral, editada por la Universidad Autónoma de Nuevo León, a través de la Facultad de Psicología. Domicilio de la publicación: Dr. Carlos Canseco y Mutualismo No. 110, Colonia Mitras Centro, Monterrey, Nuevo León, México, C.P.64460. Teléfono: +52 8183 33 7859 ext. 510. Fax. +52 81 83337859. Editor Responsable: Omar Méndez Castillo. Reserva de derechos al uso exclusivo No. 04-2010-030514053000-102. ISSN 2007-3119 ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor, Licitud de Título y Contenido No. 14,927 otorgado por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Registro de marca ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial: II83057. Impresa por: EDIREY, Narciso Mendoza 4024, Col. Niño Artillero, Monterrey, Nuevo León, México. Fecha de terminación de impresión: 17 de Abril de 2017, Tiraje: 1,000 ejemplares. Distribuido por: Universidad Autónoma de Nuevo León, a través de la Facultad de Psicología, Carlos Canseco y Mutualismo No. 110 Colonia Mitras Centro, Monterrey, Nuevo León, México, C.P.64460. Las opiniones y contenidos expresados son responsabilidad exclusiva de los autores. Prohibida su reproducción total o parcial, en cualquier forma o medio, del contenido editorial de este número. Impreso en México Todos los derechos reservados © Copyright 2016 suigeneris.fapsi@uanl.mx
Editoriales Fatiga de compasión del propio profesional al llevar casos de duelo y los propios duelos que vive el terapeuta Por Sandra Sánchez y Nuria Embid Marco
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Introducción
omenzar a hablar de «Fatiga de compasión», «Duelo» y «Terapeuta», nos lleva a hablar en primer lugar de Duelo. Sólo de esta forma podremos comprender con exactitud y claridad tal «Fatiga de compasión vivida por Psicoterapeutas». Y hablar de duelo, es hablar de muerte. Por lo que, al nombrar la palabra «muerte» ya debemos hacer el esfuerzo de colarnos en la cuestión de la manera más cuidadosa posible, despacito y con buena letra. ¿Por qué? Porque asusta y paraliza, y lo más crudo y real del asunto es porque a todos nos ha tocado perder a alguien que queremos y/o a todos nos tocará morir. Nadie se libra. Y es justo ahora, cuando aparece el miedo. Al nombrar la palabra «muerte». El momento exacto en el que los terapeutas, debemos hablar con simbolismos para poder acompañar y ayudar a alcanzar la paz y calma precisa. Podríamos empezar con una metáfora preciosa, que dice así: El capullo de seda y su larva puede compararse con el cuerpo humano. Un cuerpo humano transitorio. De todos modos, no son idénticos a nosotros. Son, como una casa ocupada de modo provisional. Morir significa, simplemente, mudarse a una casa más bella, hablando simbólicamente. Desde el momento en el que el capullo de seda se deteriora irreversiblemente, va a liberar a la mariposa, es decir, nuestra alma. Tal y como continúa diciendo Elisabeth Kübler-Ross (2013): «Hemos sido creados para una vida sencilla, bella, maravillosa». Si continuáramos con la terapia, deberíamos componer una música acoplada al usuario/a, el ritmo, la letra, la tonalidad, intensidad...y añadir una letra que hable de la historia de esa mariposa y esa alma, de la forma más cuidada, cariñosa y calmada posible. Ponemos música a personas que la muerte les ha tambaleado, les
ha producido un trauma intenso, de naturaleza física y emocional que daña (Block, S; Bryant Block, C, 2003). Pero ¿Alguna vez nos hemos parado a pensar con qué facilidad sufrimos? ¿Hemos pensado en nuestra muerte? o para decirlo de otra forma, ¿Cuánta vida se nos escapa sufriendo?, ¿Cuánta energía desperdiciamos? ¿Cuántas ilusiones y esperanzas tiramos?, ¿Cuántas ocasiones perdemos? ¿Cuántas alegrías perdemos? No es fácil vivir el ahora con la conciencia plena de que vamos a morir; tampoco es fácil acompañar a que otros y otras lo hagan (Ramser, K, 2011). Terapeutas que acompañan procesos de duelo El término «duelo» es un vocablo polisémico (una misma palabra que significa varias cosas diferentes y además tiene distintos orígenes etimológicos). El origen etimológico del término duelo tiene su origen en el vocablo latín «duellum» que estaba compuesto por «duo» (dos) y «bellum» (guerra, combate), por lo que su significado era «guerra/combate entre dos». Pero también nos encontramos con que se le llama duelo al momento de dolor que se siente tras una pérdida. El origen etimológico del término también proviene del latín, lo hace de la palabra «dŏlus» que significaba literalmente «dolor». Son dos definiciones que en el acompañamiento de usuarios en procesos de duelo puede ser muy interesante, al final, es un combate «vida-muerte», una guerra entre uno mismo, entre la razón y la emoción, donde el dolor mueve todo. La muerte es como el sol, si lo miras mucho rato te quemas («le soleil ni la mort ne se peuvent regarder en face» La Rochefoucauld). Pero es inevitable no cruzarnos con los rayos del sol, o con un sol pleno que casi ciega. 1
Editoriales: Fatiga de compasión del propio profesional
El acompañamiento en procesos de duelo es un reflejo de un propio miedo interno que todo ser humano experimentamos. Nuestra profesión como terapeutas nos hace sentir un reflejo de nosotros en el otro y de absorber como esponjas emociones, sentimientos, situación, conflictos. La muerte es uno más. La muerte lo es todo. Al final es lo antagónico a la vida. Y si la vida es todo, la muerte no puede ser menos. Nuestro presente es la vida. Nuestro destino es la muerte. Enfrentarse a la muerte de forma constante es cansado, es doloroso y es real. La muerte no es un pensamiento irracional, no es un «puede ser que no te pase». La muerte pasa. La muerte ES. Mirar de frente el miedo de los inevitable si somos acompañados por alguien que nos guía hace más liviano el dolor del proceso. Se vuelve el proceso de la vida más consciente. Y entendemos que estamos aquí para procesar y no por el fin último de progresar. Procesos de duelo en el propio terapeuta. Testimonios.
El pesar entra en mi corazón.
Le temo a la muerte»
—Gilgamesh
Sandra. Soy psicóloga de vocación. Me sentí interesada por el mundo de las emociones desde muy pequeña, aunque he de confesar que también tenía vocación de maestra, y cómo la psicología, en la actualidad ejerzo también ese placer, impartiendo clases a alumnos universitarios de Psicología. Cuando comencé mi carrera profesional abarcaba casos sobre todo de ansiedad, depresión y fobias tanto en adultos como infantojuveniles. Pero las casualidades -que en grandes ocasiones son causalidades- llegan, y las vivencias, si las sientes te permiten embarcarte en el cambio y la transformación gracias a ellas, sino opones resistencia.
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Así es como conocí a A.B, una chica jovial, llena de energía y vitalidad, con una sonrisa excepcional. A.B padecía ansiedad, pero con el añadido de una enfermedad degenerativa. Las relaciones terapéuticas son, como su nombre indica, relaciones, y estableces conexión con los usuarios. Mi conexión con A.B era confortable, avanzábamos, progresábamos y un día pudimos tratar en una sesión el miedo a la muerte. Ella me habló de vida. Ese fin de semana recibí una llamada de un familiar: A.B había muerto. Mis esquemas de terapeuta consiguieron racionalizar la situación, pero mi persona se llenó de emoción. Somos personas preparadas y formadas, pero la palabra PERSONA va por delante de la preparación. Consideré la idea de NO dedicarme al duelo profesionalmente, porque pensé que no quería ver a personas partir... una incoherencia por mi parte ya que las despedidas son parte de la vida, como los son los saludos; y no hay nada más natural que la muerte, el fin de algo que ha existido... El milagro es la vida y lo natural es la muerte. Así estuve unos meses, alejada profesionalmente de los duelos hasta que tras un «trueque» profesional, me comprometí a pagar un trabajo con trabajo. Y así llegó a mi vida profesional un niño con una enfermedad cardíaca y pensé en la magia del efecto boomerang. Dejé de negar lo evidente y empecé a fluir. He vivido algunas pérdidas, como las de parte de mis abuelos, he vivido muchas pérdidas de primos viendo «padres huérfanos», he vivido
Editoriales: Fatiga de compasión del propio profesional
pérdidas de amigos, y sé que viviré muchas más. Sé que vendrá el invierno a pesar de lo mucho que me gusta el verano con su sonido de grillos. Y no me opongo a ello, porque sé que no hay nada que pueda frenar la llegada del invierno o lo natural de la muerte. Desde que acepté, y me permití sentir, me nutrí de bibliografía, de filmografía, de autores, de vivencias, de música. Empecé a formarme en duelo y aquí, en este punto me encuentro dirigiendo ahora sesiones individuales, grupos terapéuticos, proyectos y programas. Nuria. ¿Yo? Trabajadora Social. Y encontré mi sitio y mi vocación cuando estudié a «Familia» y «Grupos» como el punto de partida de muchos conflictos. Aquí empecé a interpretar e intuir en qué consistía parte de la vida. ¿Mi ilusión? Hacer «Planes de Intervención para familias multi-problemáticas, grupos en riesgo, sensibilización...bla bla bla», diciéndolo de carrerilla sin percatarme de mí; como si esto fuese ligero y/o no tuviera que ver conmigo y pudiera «no sentir». Parecía que, de esta forma, me aseguraba salir ilesa y cumplir con mi vocación. Separando, estrictamente, lo personal de lo profesional. Pero como bien dice Sandra, las relaciones terapéuticas, son relaciones. No dejo de ser «Nuria amiga/hermana/hija...» cuando entro
por la puerta del trabajo, ni dejo de estar alegre/ triste/enfadada…» con lo que en ese momento esté. Y por supuesto, no dejo de ser «Nuria de Espacio Ítaca» cuando entro en casa. En fin, estaba claro, aunque no lo viese: No soy intacta e inalterable. Soy entera (ilimitada) y completa (absoluta), constantemente (siempre); quizá consista en modular y acoplar lo apropiado en cada momento. Y así, «evitar lesionarme». Mientras empezaba a descubrir todo esto, tuve la oportunidad de conocer a A.B. ¡Zas! ¡Qué suerte la mía! ¡Y qué rabieta pillé! Lloré y me negué casi sin darme cuenta a hablar de muerte. Me enfadé con esa parte de la vida que ni empezaba a mirar. Me seguía empeñando en separar lo inevitablemente mezclado. Sandra me propuso unirme al «Grupo de Duelo», acompañarla y ser su co-terapeuta. Leía, reflexionaba, observaba al grupo, a ella, me mantenía a un lado, tomaba notas (muy profesional) y tenía miedo, dudas y mucha tristeza (muy personal). Volvía a casa llorando y diciendo a mi familia lo mucho que les quería. Seguía negándome, no fluía. Resistencia imagino: «¿No puede ser otra su co-terapeuta?» De un tiempo a esta parte, perdí a dos amigos de un día para otro, no me avisaron ninguno de ellos (Ignacio y Esther). Dolía mucho. Entendí lo leído, lo reflexionado, mis dudas, mi miedo y mi tristeza (lo profesional y lo personal al mismo tiempo). Y entonces Sandra apareció como suele hacerlo, con mimo, a mi ritmo y dándome luz, y dijo así: «¿Casualidad o Causalidad?, ¿Estás preparada?» Y ya. Por fin emulsioné. La aceptación llegó a mí y yo a ella. ¡Qué descanso! Viví la posterior muerte de mi amiga Pacita y mi yayo Arsenio (también sin avisar) y terminé leyendo en sus ceremonias como el mayor gesto de amor que tenía para ellos. Me permití sentir y ser. Fue precioso. No me había sentido tan conectada con ellos como en ese momento. Fui tremendamente feliz. Después, le tocó a mí yaya Carmen. Y por mucho que avisara, yo la sigo notando aquí. Y eso sí que es hermoso. No oponerme a lo que siento, me hace libre. 3
Editoriales: Fatiga de compasión del propio profesional
Empecé a formarme en duelo y me incorporé al grupo. ¿Ahora ya sí que sí? Quién sabe. En este punto me encuentro, acompañando a familias y grupos e ilusionándome cuando hay un proyecto en marcha sobre duelo. Permitiéndome ser y de la mano de Sandra mirando al sol sin quemarnos. «Buscaré un lugar para ti, donde el cielo se une con el mar […] De día viviré pensando en tus sonrisas, de noche las estrellas me acompañaran». (Nino Bravo) Técnicas de autocuidado Los terapeutas pagamos un precio en nuestro trabajo. El coste es ser conscientes. Contemplación de la transitoriedad. Ser conscientes de la fugacidad, permite apreciar su leve paso con todo lo que conlleva. Con inspirar su aroma y saber que no lo vas a volver a hacer jamás. Habrá otro aroma, pero no ése. Conocimiento. Arroparse en bibliografía, documentales, grupos donde podamos compartir estas y otras inquietudes, películas, otras culturas donde veamos otras formas de entender el duelo... Procesamiento. Tomarse tiempo para procesar. Pensar, sentir y hacer cosas que nos ofrezcan la posibilidad de vivenciar la muerte por paradójico que nos resulte. Distracción. Teatro, cine, una exposición, viajar, disfrutar de la compañía de nuestros seres queridos, música. Distraerse para volver a traer la mente, la emoción y la acción al ahora, al presente, a la vida. Conclusiones Hay una viñeta de Charlie y Snoopy, en la que Charlie le dice a Snoopy: «Un día moriremos» y Snoopy le dice: «Sí, pero el resto de días no». La muerte no debe quedarse en algo sombrío, sino en la posibilidad de ser conscientes de la autocompasión. Somos humanos, somos transitorios.
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Sobre las autoras: Sandra Sánchez Psicóloga y gerente de Espacio Ítaca, centro Sanitario de Psicología ubicado en Zaragoza (España). Docente en academia privada Arke, impartiendo materias como psicofarmacología o psicología del aprendizaje a alumnos de psicología. Experta en aromacología y en Intervenciones Asistidas con Animales. Nuria Embid Marco Trabajadora Social especializada en Intervención Familiar y Sistémica (pareja, grupos) y Experta en detección de casos de violencia de género. Presidenta de Aragua Asociación Deportiva para personas con y sin diversidad funcional, como voluntaria 6 años en la gestión de proyectos sociales y de salud. Referencias de imágenes: De l’élevage au cocon [Gusano de seda], Recuperado de: http://www. princessefoulard.com/blog/tissu/soie/ver-soie-elevage-cocon/ [Imagen de Charly y Snoopy sentados en el muelle], Recuperado de: https:// es.pinterest.com/pin/350506783479456549/ (Saved by Sebastian Santamaria) Bibliografía: Álava Reyes, Mªjesús (2003): «La inutilidad del sufrimiento. Claves para aprender a vivir de manera positiva», La esfera de los libros, Madrid. Beth Williams, M Poijula, S (2015): «Manual de tratamiento de TEPT, Técnicas sencillas y eficaces para superar los síntomas el Trastorno de Estrés Postraumático», Desclée de Brouwer, Bilbao. Block, S, Bryant Block, C (2003) «Cuaderno de Trabajo para el Tratamiento Corpomental. Del trastorno de estrés postraumático (TEPT). Programa para curar en 10 semanas las secuelas del trauma», Desclée de Brouwer, Bilbao. D. Yalom, Irvin (2008) «Mirar al sol. La superación del miedo a la muerte», Staring at the Sun. Overcoming the Terror of Death. Irvin D. Yalom, 2008 Kessler, D (2013) «Lecciones de vida», Ediciones Luciérnaga, Barcelona. Kübler - Ross, E (2013) «La muerte: un amanecer», Ediciones Luciérnaga, Barcelona. Ramser, K (2011) «El camino Sabio. Cómo superar el sufrimiento y expandir la conciencia», Ediciones i, Valencia.
El duelo en la pérdida ambigua
Por Cinthya Illarremendi Hernández y María Belén Pérez Cequera
En la vida hay situaciones que estamos destinados a vivir, como es el dolor, las pérdidas y los duelos, sin embargo, la forma en cómo las enfrentemos es decisión de cada persona, «el dolor es necesario y el sufrimiento es opcional». Las pérdidas están representadas por personas que quisimos mucho u objetos muy significativos que vienen acompañadas de un gran dolor, otras emociones y sentimientos que pueden encarnarse y vivir profundamente hasta
Editoriales: El duelo en la pérdida ambigua
experimentar cambios inesperados en nuestra vida que pueden tornarse cómplices de un cambio de sentido existencial (García, Mellado, Pozadas y Oviedo, 2008). Generalmente cuando se pierde algo propio (mi madre, mi padre, mi familiar, mi mascota etc.) queda un vacío que nos liga con esa persona ausente, y el que sobrevive queda minimizado, en este sentido se habla de tres entidades: «la persona u objeto perdido, el vacío y el que se queda» (p.19). Estas entidades se presentan siempre en dos situaciones que van de la mano: la pérdida y el duelo, estos han de ser vividos de diferente forma de acuerdo con cada sociedad, las cuales desde tiempos prehispánicos han ido construyendo una historia, rituales, y cultura sobre la muerte, y de cómo vivir los procesos de la pérdida y el duelo. Esta cultura nos permite, de manera «sana», entrar en un proceso de aceptación de la partida y despedida de nuestros seres amados u objetos queridos. Sin embargo, de no pasar por este proceso, se corre el riesgo de desarrollar una patología o enfermedad ante la negación de la pérdida (García, Mellado, Pozadas y Oviedo, id.). Boss (2001) expone que existen dos tipos de pérdidas: la definida y la ambigua. En la definida, hay una certeza de que la persona amada u objeto querido ha desaparecido, la muerte, perder una casa en algún desastre natural forman parte de estas, ya que existen pruebas físicas, una verificación directa de que la persona u objeto ya no está, también hay eventos sociales, como pueden ser los rituales religiosos y/o ceremonias para despedirse del cuerpo, con esta
confirmación se tiene la certeza de que los restos habrán de descansar en algún lugar. Sin embargo, no todas las pérdidas son de esa naturaleza, ¿Qué sucede cuando nos toca alejarnos de un ser amado que aún no ha muerto? ¿Qué pasa con aquellas familias que se separan y los padres dejan de ver a sus hijos? y/o ¿Aquellas parejas que sufren la ruptura de una relación amorosa? ¿Qué pasa con las familias que viven la angustiante experiencia del secuestro o desaparición forzada de algún familiar? Boss (id.) señala que hay dos tipos de pérdida ambigua: A) la física, se caracteriza porque una persona está ausente físicamente, pero presente psicológicamente, al no saber si la persona está viva o muerta. En nuestro país, a diario vemos en los periódicos este tipo de pérdida ambigua física cuando sabemos de niños extraviados, personas que han sido secuestradas, de los miembros de familia que migran o de aquellos que están siendo deportados, las personas que experimentan esta pérdida en ellos viven el recuerdo o la imagen, pero el cuerpo, ya no está presente. B) la psicológica, las personas están físicamente, pero ausentes psicológicamente, ejemplos de ello son enfermos mentales crónicos como el Alzheimer o en coma, personas que tienen una preocupación excesiva con el trabajo u otro interés. Ambas pérdidas ambiguas las caracteriza que: • Son desconcertantes, además las personas se quedan desorientadas y paralizadas, por lo que suele ser complejo solucionar el problema ya que quien las experimenta no sabe si la pérdida será definitiva o temporal. • La incertidumbre impide que las personas se adapten a la ambigüedad de su pérdida reorganizando su vida, los papeles y las normas de su relación con los seres queridos, por lo que lo más común, es que las relaciones se congelen. Se vive con la esperanza de que las cosas vuelvan a ser como antes, es decir aún no hay una separación física o psicológica. • No hay una manera de comprobar la pérdida, ni tampoco hay muchos rituales, por lo que la 5
Editoriales: El duelo en la pérdida ambigua
validación de lo que sienten y experimentan las personas es escaso. • Las personas recuerdan que la vida no es racional y justa, no se recibe la ayuda necesaria para enfrentarla. • La pérdida ambigua se prolonga mucho tiempo, esto genera incertidumbre que los deja agotados física y emocionalmente.
Aunado al carácter ambiguo y a la confusión, las personas viven queriendo saber cosas concretas, en la pérdida ambigua física surgen diversas preguntas como ¿Volveré a verlo? ¿Estará con vida? ¿Mi cuerpo sanará? ¿Sin una parte de mi cuerpo seré la misma? ¿Regresará mi papá? ¿Me volveré a mudar de casa?, además muchas ocasiones se alimentará de «la esperanza de que la persona sobrevive o esté bien». Por otra parte, en la pérdida psicológica ambigua, muchas familias o seres queridos viven pensando que su padre o madre quien tiene Alzheimer los olvidará, quienes padecen este diagnóstico sienten que están perdiendo su identidad y/o que no se reconocen, quienes tienen familiares en coma piensan si algún día despertará. En este sentido, la pérdida ambigua es más compleja de resolver, puesto que se debe a una situación exterior y no a defectos internos de la personalidad para resolverla. Además, la incertidumbre con la que se vive puede disminuir la energía e interponerse en las acciones normales de cualquier persona (Boss, id.). Este tipo de pérdidas, a diferencia de la muerte, es complejo lograr el desapego necesario para un cierre del duelo, incluso muchas veces no se acepta por la situación tan indefinida y la 6
confusión. Se vive entre un vaivén de una gran esperanza a una gran desesperación, regresan a la esperanza y así sucesivamente. Este proceso se acompaña de desesperación, ansiedad, estrés y enfermedades somáticas, los cuales afectan primero al individuo y poco a poco toda la familia los puede ir experimentando, además los miembros de la familia se van separando, y ésta se convierte en un sistema en el cual, cada uno vive su propia ambigüedad, aunado a la confusión que no permite hablar del tema, esclarecer dudas o buscar una solución, por la falta de claridad en cuanto a las normas y ritos en la familia. Se piensa que es común vivir esta situación, lo normal es la ambigüedad, pero evidentemente no es lo más sano vivir en confusión, o como lo menciona Boss (ib.) «todos estresados y sin tener a dónde ir» (p.31). La ambigüedad genera que las personas queden paralizadas, se piensan que son incapaces de seguir con sus vidas. Sin embargo, con ayuda profesional la mayoría de las familias aprenden que la situación vivida es una pérdida, experimentan un proceso de duelo y realizan un cierre simbólico que les permite seguir adelante con su vida. Cada una de estas pérdidas irá acompañada del duelo, el cual se conceptualiza como el conjunto de procesos psicosociales que se produce tras la muerte, o pérdida de personas con los que se está vinculado desde el punto de vista afectivo y que incluye cambios principalmente emocionales con manifestaciones de frustración y dolor por la pérdida afectiva, junto con tristeza, aflicción, angustia, desesperanza (Acosta y Bembibre, 2016). Desde el nacimiento y a lo largo de la vida las personas viven la muerte de algún ser amado y experimentan diversas pérdidas ambiguas, en este sentido las variables individuales y familiares como apoyo recibido, resiliencia etc., mediarán los efectos a corto y largo plazo de la pérdida. La terapia psicológica es una opción para trabajar los diversos duelos, derivadas de la perdida definida o ambigua, no obstante, ésta última, deberá ser tratada de diferente forma al duelo considerando un análisis profundo que nos conecte con los sentimientos
Editoriales: El duelo en la pérdida ambigua
de estrés e incertidumbre que vive la familia (García y Suárez, 2007). La Psicoterapia y el duelo. Walsh y McGoldrick (1991) mencionan que «la perdida es un modificador estructural que requiere una reorganización sistémica» (p.432), una familia no puede modificar su pasado, pero sí puede experimentar cambios actuales o futuros que guarden relación con ese pasado, y el cambio sistémico implica una transformación de esa relación, lo importante no es volver al pasado sino resolver el presente, de tal forma que la familia puede adaptarse a una perdida. Desde el punto de vista sistémico, la perdida es una transición importante que disloca las pautas de interacción del ciclo vital, por lo que se requiere la reorganización de la familia, lo cual plantea desafíos adaptativos compartidos. Los modelos terapéuticos de la terapia familiar sistémica y el modelo narrativo son una forma de abordaje terapéutico algunas preguntas usadas dentro de las intervenciones para el abordaje de las pérdidas ambiguas pueden ser: ¿Qué efectos ha tenido en ti esta pérdida? ¿Cómo has logrado salir adelante? ¿Si esta noche alguna persona te concediera el deseo de que la ambigüedad y la ansiedad salgan de tu vida, cómo te darías cuenta de que se han ido, que estarías haciendo?
¿En qué momentos la tristeza o la ambigüedad no te mata? ¿De esas acciones que hiciste en el pasado qué fue lo que te funcionó? (O’Hanlon y Weiner, 2014). ¿Cómo has logrado sortear otras pérdidas? ¿Qué te dice esto de ti mismo, de quien eres y de tus valores? ¿Si él pudiera verte a través de tus ojos, qué vería? ¿Qué le gustaría que estuvieras haciendo, sintiendo, pensando? ¿Cómo crees que te verá tu familia después de esta experiencia? (White, 1997). En la mayoría de los casos los terapeutas y pacientes pueden elaborar un ritual simbólico que permita a la familia estar en paz consigo mismo y aminorar el vaivén de emociones que los han atormentado. La intención es buscar y comprender los efectos de todas aquellas emociones y acciones que están afectando a la vida de los pacientes y descubrir otros caminos o reforzar aquellos que les ayuden a sobrellevar la situación, así como reconocer aquellos momentos excepcionales en los que han podido seguir con sus vidas y explorar estos recursos que les permiten generar una reflexión consciente del dolor que viven y comprender que a pesar de que este no se 7
Editoriales: El duelo en la pérdida ambigua
marche por completo, se den cuenta que tienen posibilidades y habilidades de seguir adelante. El trabajo terapéutico fundamentalmente consiste en escuchar con el corazón y explorar el significado de la pérdida por muy mínima que pueda parecer ante los ojos de otras personas, acompañar y comprender a los pacientes en los momentos de dolor y fomentar la esperanza.
El duelo en “La carne” de Rosa Montero Por Lorenza Ruiz S.
La vida es un pequeño espacio de luz entre dos nostalgias: la de lo que aún no has vivido, y la de lo que ya no vas a poder vivir. Y el momento justo de la acción es tan confuso, tan resbaladizo y tan efímero…»» —Montero, 2016
Sobre las autoras: Cinthya Illarremendi Hernández Egresada de la Maestría en Terapia Familiar y licenciada en Psicología por la UNAM. Ha trabajado en proyectos de violencia de género para la CONAVIM y en el sector privado, atendiendo a usuarios con enfermedades crónicas degenerativas y sus familias. Realizó trabajo psicoterapéutico en casos de suicidio para la UNAM y psicosocial para la SEP. Cuenta con artículos publicados sobre cáncer y riesgo suicida. María Belén Pérez Cequera Licenciada en Psicología y cuenta con la Maestría en Terapia Familiar, por la UNAM. Tiene 6 años de experiencia en el área clínica, ha realizado investigación científica en el área de Violencia de Género y Resiliencia Familiar para la UNAM, ha participado en congresos nacionales e internacionales. Ha publicado artículos referentes al tema de Cáncer Infantil y Psicoterapia. Actualmente trabaja como psicoterapeuta familiar en consultoría privada. Referencias de imágenes: http://www.taringa.net/posts/imagenes/5410658/Remedios-Varopintora-surrealista-La-coleccion-mas-grande.html [Imagen señor con Alzheimer]. Recuperado de: http://www.lavanguardia.com/ciencia/cuerpohumano [Imagen los desaparecidos]. Recuperado de: http://www.magis.iteso.mx/redaccion/los-desaparecidos-enm%C3%A9xico-%C2%BFd%C3%B3nde-est%C3%A1n [Imagen de persona en coma]. Recuperado de: http://www.elunitario.com/2016/05/una-prueba-puede-calcular-la. html
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l presente escrito procede de las interrogantes que me surgieron en relación con el duelo a propósito del personaje de Soledad, en la novela «La Carne», de Rosa Montero. La vida de la protagonista remite a cuestionamientos en relación con el duelo, no vinculado con la muerte de alguien, sino con la pérdida del amado, por abandono, desamor, o locura. Soledad se encuentra en la indecisión de contratar a un gigolo para que la acompañe a presenciar la ópera Tristán e Isolda de Wagner. Ésta es particularmente significativa en relación con su examante, Mario. Después de enterarse de que aquel asistirá con su actual pareja, ha decidido aparecer ante él acompañada y (aparentemente) amada por otro. Al inicio todo transcurre como si Mario fuese el gran amor de Soledad, y que ella, aún enamorada está haciendo un intento de engrandecerse ante él tratando de hacerle creer que ya no le importa, a pesar de que se encuentra muy dolida por su rechazo. Llama la atención que no está intentando recuperarlo, lo cual indica que, a pesar del dolor, está aceptando la ruptura, lo cual recuerda a Freud cuando menciona que el Yo del enamorado inicia un trabajo de retiro de la libido, pieza por pieza, con un gran gasto de energía y de tiempo, aunado a un dolor extremo hasta que se consuma el desasimiento de libido sobre el objeto. Freud precisa que durante el
Editoriales: El duelo en “La carne” de Rosa Montero
«Trabajo de Duelo» el sujeto pierde interés por todo lo que no concierne al muerto, a través de este sufrimiento, llegará un momento en que retirará la libido del amado y la retraerá al Yo en espera de un nuevo objeto. En términos de Freud, es claro que Soledad está viviendo un duelo, sin embargo, la reflexión tan profunda que realiza en torno a su vida, sus amores, lo que ha hecho, lo que ya no podrá hacer y, sobre todo, sobre su cuerpo en este momento en que además está por cumplir sesenta años, lleva a interrogar si el duelo que vive Soledad se puede explicar desde esta concepción freudiana, o si la complejidad de su vida invita a una lectura más allá de esta relación dual del sujeto con el ser amado perdido. A pesar de que Adam, el gigolo, era un hombre sumamente atractivo a los ojos de Soledad, su interés por él se limitaba a tener su compañía durante la ópera y pagar por ello. Sin embargo, al salir del teatro, un incidente fortuito la obliga a invitarlo a su casa, iniciando así una relación
entre ellos. Se involucra con este joven de 32 años cuya sensualidad incita su deseo, la perturba y, aunque no estaba interesada en él, poco a poco le dedica cada uno de sus pensamientos, dejando a Mario y el dolor por su rechazo en el olvido. Pero Soledad ya había tenido varios amantes durante su vida, ¿qué la había seducido de Adam? Es una pregunta que ella se plantea, a lo que se responde que fue la emocionante sensación de su entrega, el sentir que de verdad la necesita. «La necesita», es decir, le es muy atractivo, pero afectivamente sólo la convoca en el terreno de la necesidad, de lo útil, no del amor. Soledad se dedica al arte, en este momento prepara una exposición que titula Escritores malditos, dos años antes, había tenido éxito en otra en la que tema fue Arte y locura. En su trabajo, le gusta incursionar en la intimidad de los personajes, indaga sobre su vida y su obra, transita por las profundidades de su ser; busca, sobre todo, el instante que marca su existencia: «…esos momentos que son el carácter de una existencia, el agujero mismo en el que hierve la lava, el instante en el que tus días se definen, porque hagas lo que hagas, siempre vas a llevar eso contigo.» (Montero, 2016). Mientras indaga en la vida de los escritores, establece un dialogo consigo misma en torno a su vida: nos habla de su infancia, del día en que su padre las abandonó en un Carrusel a ella y a Dolores, su hermana gemela. De los días y las noches que pasaban encerradas en el armario en que su madre las dejaba para que «no les pasara nada», mientras ella se ausentaba. De su adolescencia: a los dieciséis, cuando su hermana enloquece y es internada en un hospital. De su primer amor a los dieciocho, Pablo, quien después de vivir con ella un hermoso y breve romance, la ignora, la evade y finalmente la rechaza abiertamente, a lo que ella responde buscándolo insistentemente, acosándolo, tratando de lograr una explicación, hasta terminar al borde de la locura, detenida y con orden de alejamiento. Soledad, que en la vida de sus escritores malditos pretende ubicar ese momento fundacional, esa escena sobre la cual se articula su existencia, piensa que, en su caso, este efímero romance sería el hecho que 9
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resaltaría como la definición de su destino. Amó locamente a Pablo, con todo el desenfreno que su juventud y su necesidad de afecto la llevaron, al perderlo, con él se fue la posibilidad de amar nuevamente, se fue una parte de sí misma: «…a ella la acompañó para siempre el pavor a la furia desenfrenada de su pasión. Sabía que su necesidad de amor no tenía fin, que su capacidad de afecto era insondable y que esa carencia le producía un dolor tan agudo que podía llegar a perder la razón. Como la perdió cuando Pablo la rechazó.» (Montero, 2016). Este desolador pasaje remite a Allouch, cuando menciona que quien está en duelo se halla «brutal, salvaje y públicamente ubicado en posición de erastés, de deseante.» (Allouch, 2011). Qué forma tan clara de decirlo, y qué paradójico que al mismo tiempo que Soledad se descubre deseante, se encuentra con en el imperativo de renunciar porque su pasión la rebasa. En relación con el duelo Allouch refiere que: El deudo efectúa su pérdida suplementándola con lo que llamaremos «un pequeño trozo de sí»; este es el objeto propiamente dicho de ese sacrificio de duelo, ese pequeño trozo ni de ti ni de mí, de sí, de sí; y, por consiguiente, de ti y de mí, pero en tanto que tú y yo siguen siendo, en sí distintos. (Allouch, 2011). Soledad dice que a ella la acompañó para siempre el pavor a la furia desenfrenada de su pasión, descubierto a través de su amor por Pablo. De acuerdo con lo que busca en la vida de sus escritores malditos, entonces, ¿este pavor a su propia pasión es sobre lo que gira su existencia? ¿Ese pavor es el que no le permite dejarse llevar en el amor y ser amada? ¿Será ese pavor con lo que Soledad efectúa su pérdida a 10
la manera que Allouch refiere y como dije antes, Soledad está en duelo? Si es así ¿Qué papel juega en este duelo el abandono del padre en su niñez, el desamor de la madre y la perdida de la amada hermana que la locura le arrebató durante la adolescencia? Son preguntas que quedan planteadas, no solamente en relación con Soledad, sino con el lugar de ese «trozo de sí» en relación con la pérdida por abandono o desamor en diferentes momentos de la vida. O, en la locura, como ocurrió con Dolores, que cuando enloqueció en cierta medida dejó de ser para Soledad la hermana que había amado; sigue viva, pero algo de ella se perdió. Sobre la autora: Lorenza Ruiz Ejerce el psicoanálisis en la ciudad de Monterrey, N.L. Tiene una Maestría en Psicología Clínica con Especialización en Psicoterapia Psicoanalítica, U.A.N.L. y Doctorado en Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras, U.A.N.L. Bibliografía: Allouch, J. (2011). Erótica del duelo en tiempos de la muerte seca. Buenos Aires: El cuenco de plata. Freud, S. (2003). Duelo y Melancolía. En Contrinución a la historia del movimiento psicoanalítico y otras obras 1914-1916. Buenos Aires: Amorrortu. Montero, R. (2016). La carne. Alfaguara, 2016-17-11.iBooks. Referencias de imágenes: Autor. (Año de creación). Título de trabajo [Tipo de trabajo], Recuperado de http://www.www.www Bolivar, M (SF) Midnight interlude.[Fotomontaje], Recuperado de http://www.marcelabolivar.com/portfolio/midnight-interlude/ Bolivar, M (SF) Dissolution 1 [Fotomontaje], Recuperado de http:// www.marcelabolivar.com/portfolio/dissolution-1
Editoriales: El Juego Como Experiencia De Intervención Grupal Para Personas en Duelo
El Juego Como Experiencia De Intervención Grupal Para Personas en Duelo Por Mtro. Cristian Camilo Arbeláez Álvarez | arbelaezcris@gmail.com
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xperiencia clínica con grupos de apoyo para personas en duelo… rompiendo el hielo. Independientemente de la postura psicológica desde donde se intervenga el duelo, la experiencia clínica enseña que no se puede acelerar su culminación, por lo que se hace complejo determinar un rango de tiempo preciso para señalar cuánto tarda una persona en recuperarse, sobre todo si se considera que este proceso varía de acuerdo con las características de la pérdida, la edad del doliente y los recursos internos y externos que posea. Sin embargo, en el acompañamiento del duelo se cuenta con estrategias que pueden favorecer su elaboración, siendo la participación en grupos de apoyo uno de los más efectivos, en cuanto que se valida la expresión de las emociones y se comparte con otras personas aprendizajes orientados a prevenir el posible desencadenamiento de duelos complicados, como el que ocurre cuando las personas que no tienen las herramientas para acompañar el duelo le sugieren al doliente que no lloren, argumentando que el ser querido: «no va a poder descansar o llegar al cielo, porque las lágrimas mojan sus alas o apagan la luz de la vela que les sirve de guía».
Es por este motivo que los grupos de apoyo, como espacios destinados para la elaboración del duelo, orientados por un profesional de las ciencias sociales y humanas, se centra en el no juzgamiento de las manifestaciones del duelo que cada persona tiene, el respeto por las distintas creencias e ideologías religiosas, la escucha activa y la resignificación del dolor, con el fin de que éste, poco a poco, sea menor. Así que, para cumplir con los objetivos del grupo de apoyo para personas en duelo, el coordinador puede incluir en algunas de las sesiones, entre otras estrategias, la posibilidad de experimentar la terapia de juego. El Juego con niños – el juego con adultos. La aplicación del juego en la clínica psicológica varía de niños a adultos, principalmente por la relación que unos y otros tienen con la realidad que los circunda. Así, los niños al jugar experimentan la vivencia como un hecho real; es decir, ellos son los soldados que toman a espadazos un sofá que hace de fuerte, o luchan a muerte con una silla que para ellos es un dragón, indiferentes más tarde a que la misma sea usada para sentarse a tomar la cena; en cambio, para los adultos es un poco más complejo, ya que toman literalmente la función del objeto y les cuesta darle sentidos distintos al de su uso, por lo que deben apelar a toda su imaginación y recuerdos de la infancia para que el mismo sofá sea algo más que un mueble para sentarse a ver la televisión o descansar. Es por ello que jugar con adultos es un reto, y lo es aún más cuando se encuentran en duelo. Si pensamos en el contexto de un grupo de duelo, se puede imaginar a estas personas imbuidas en una profunda aflicción, donde lo último que se supondría es que quieran jugar; incluso podría pensarse que la sola insinuación de esta actividad ya es absurda e incluso irrespetuosa frente a su dolor. Sin embargo, la experiencia ha demostrado que, con el debido encuadre, las personas no solo la aceptan, sino que se sumergen en ella al punto de desinhibirse y sonreír, no solo conectándose con su propia infancia sino 11
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permitiéndose otras emociones que dan cuenta de los altibajos que se presentan durante el duelo. ¿Jugar o no jugar? Para qué sirve. El acto de jugar en un grupo de apoyo para personas en duelo no responde únicamente a la intención de divertir, si bien es un efecto del juego mismo, su fin responde a generar insights, confrontaciones y reflexiones, sobre el propio comportamiento y su relación con la forma en que se maneja el duelo. Por ejemplo, al jugar se ponen en práctica conceptos como la [sobre] –aceptación, lo que significa asumir que en el juego no hay error y que los compañeros se deben adaptar a las equivocaciones de los participantes, así como superar la propia frustración de no hacerlo muy bien. Otras habilidades que se trabajan son la atención y la consciencia, ya que es importante estar atento para no perder o ser eliminado del juego. También cuando se juega se reconoce el cuerpo, se libera tensión, se fortalece la cohesión grupal y la confianza, al tiempo que se pierde el miedo al ridículo y al «qué dirán». ¿Cómo jugar? Con elementos y juegos tradicionales Para la terapia de juego con grupos de apoyo de personas en duelo es importante, primero que todo, que el coordinador esté cómodo con la actividad que va a sugerir, a la vez que confía de su utilidad. Como se dijo anteriormente, no se trata de jugar por jugar (a diferencia de los niños) o divertir, sino de proponer al final una reflexión sobre las conductas expresadas, los sentimientos y sensaciones experimentadas y los aprendizajes adquiridos, con la intención de lograr mayor flexibilidad ante el duelo, teniendo en cuenta que no hay recetas infalibles para su elaboración y que lo que puede ser útil para una persona, puede no serlo para otra. En segundo lugar, el coordinador debe conocer las técnicas y sus efectos, confiar en su saber y experiencia y atreverse a conducir el grupo a experimentar vivencias que en otras circunstancias no estarían dispuestos a aceptar. Entre su derrotero de técnicas puede recurrir al uso 12
de elementos como pelotas, juegos diseñados para el abordaje del duelo en niños (escalera, bolos, concéntrese) o juegos tradicionales que se practicaron en la infancia (la lleva, veo-veo, piedra-papel y tijera, etc.). Juegos para grupos de apoyo de personas en duelo Algunos de los juegos que se pueden implementar en una sesión de grupo son: • Presentarse con la misma vocal: (Por ejemplo: «Mi nombre es Fernando» usando la letra E, cambiaría por «Me nembre es Fernende». Se usa para romper el hielo en un grupo donde las personas no se conocen todavía. Se trabaja la concentración y la desinhibición por lo que produce risa. • Holocausto Zombi: un participante hace de zombi y debe atrapar a un compañero que a su vez también deberá atrapar a otro, al final todos se convierten en zombis, la idea es no dejarse atrapar. Se desarrolla el trabajo en equipo y el instinto de supervivencia. • Animación de objetos: juego utilizado en el teatro que consiste en darle a un objeto un uso diferente al original, por ejemplo, la caja de pañuelos desechables puede ser un coche de juguete, una cámara fotográfica o algún alimento. Se busca que la mente se desinhiba, bajen las defensas racionales que muchas veces protegen del dolor. • Improvisar historias a partir de elementos dados al azar (personaje-objeto-una intención-un lugar): se trabaja la creatividad y la confianza en sí mismo. Conclusiones La terapia de juego es tan válida como otras técnicas utilizadas en la arte-terapia y el psicodrama. Cabe resaltar que es necesario que el facilitador del grupo conozca las técnicas y se sienta cómodo con ellas, además de haberlas aplicado en otros contextos, no necesariamente grupos de duelo. Se requiere igualmente flexibilidad para aceptar las resistencias que se puedan presentar
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en la realización del juego y capacidad de relacionar sus resultados con el proceso del duelo. En caso de que existan dudas o dificultades para establecer cohesión y vínculos de confianza al interior de un grupo de personas en duelo, siempre se puede recurrir a las técnicas de intervención con niños como una fuente invaluable de estrategias para la intervención con adultos. Finalmente, la terapia de juego con grupos de apoyo para personas en duelo sigue siendo un campo poco estudiado, que a la larga podría ofrecer mayor conocimiento sobre la manera como nos relacionamos con el mundo y entre nosotros mismos. Sobre el autor: Mtro. Cristian Camilo Arbeláez Álvarez Cristian Camilo Arbeláez Álvarez. Magister en literatura y psicólogo de la Universidad de Antioquia, Colombia; con experiencia de ocho años en la intervención clínica del duelo, la coordinación de grupos de apoyo y el diseño y desarrollo de conferencias, talleres y cursos de capacitación sobre duelo; así como propuestas creativas desde la literatura y la lúdica. Actualmente se desempeña como psicólogo clínico en la Unidad de Duelo de la Funeraria San Vicente S.A., en Medellín. Bibliografía: Pangrazzi, Arnaldo. (2006). Los grupos de mutua ayuda en el duelo. Bogotá. San pablo. Reyes-Navia, Rosa Mercedes. (1993). El juego. Proceso de desarrollo y socialización. Contribución de la psicología. Universidad pedagógica nacional, Colciencias. Bogotá. Imprenta Nacional. Winnicott, Donald Woods. (1971). Realidad y juego. Barcelona. Gedisa. Referencias de imágenes: [1]Arbeláez, Cristian (2016). Juego de escalera para reflexionar sobre el duelo. [Fotografía] cortesía Unidad de Duelo , Funeraria San Vicente S.A. Medellín, Colombia [2]Arbeláez, Cristian (2016). Playground para trabajar duelo con niños y adultos. [Fotografía]. Cortesía Unidad de Duelo Funeraria San Vicente S.A. Medellín, Colombia
El duelo y su maravillosa función Por Dra. Nadia Márquez Córdova
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a palabra duelo proviene del latín y significa dolor. El dolor es un lamento, un lamento en forma de plegaria, una plegaria que hermana; las lágrimas por su parte son oración, súplica, un bálsamo para el dolor, una expresión sublime de cariño. El duelo y las lágrimas nos vuelven solidarios. La Finalidad del duelo, además de ser el enfrentamiento con la situación que causa dolor, es una lucha por una situación digna de vivir, un retiro a la calma, y una intensificación de la espiritualidad. Hace tanto daño, exclama el doliente, dame tu dolor, responde la calma, y lo absorberé…La calma y la soledad son una ayuda, pero no hay que alojarlos continuamente en casa. El duelo es un enfrentamiento con la situación de pérdida, hay que vivirlo, transitarlo y cerrarlo para poder sanar y seguir con nuestra vida, ya que no autoriza a eludir responsabilidades, también tenemos que enfrentarlas, solos o apoyándonos en alguien más, en esa situación nos ayuda recordar que en algún momento anterior se han tenido que asimilar otras pérdidas que nos han ido preparando para este momento, pero sobre todo que la vida nos tiene preparadas nuevas tareas llenas de sentido. El duelo nos lleva a luchar por una posición digna de vivir cuando en lugar de preguntar: ¿por qué a mí? ¿Por qué este castigo? ¿Por qué no me ayuda nadie? ¿Quién es el culpable de mi dilema? Nos atrevemos a preguntar ¿de qué me puede servir haber pasado por esto? ¿Qué lección puedo extraer? ¿Cómo puedo llevarlo de la mejor manera posible? ¿Puede la tragedia transformarse en triunfo interno? El duelo intensifica la espiritualidad porque las experiencias límites o adversas disipan el orgullo intelectual, y el retorno a aquello en lo que profundamente creemos es consolador y saludable. ¿Cuál es la base para un buen duelo? El aceptar que todo en la vida es un bien prestado y para 13
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establecer esa base se requiere desprenderse de la angustia y librarse de la ira, cuando resultan de una sobrecarga emocional, reparar la culpa, y aceptar la impotencia. La angustia y la ira cuando son el resultado de una sobrecarga emocional actúan de forma negativa sobre la interpretación de los acontecimientos, estableciendo un círculo vicioso, que nos lleva a un duelo incompleto, trabajarlos es un don que nos lleva a la aceptación, cuando se presentan en forma positiva nos ayudan a identificar el daño y sanarlo, nos avisan que estamos herida(o)s y en peligro de cerrarnos a los demás, lo que nos llevará a cerrarnos a nosotros mismos, si mantenemos ese enojo o ira con nosotros mismos nos espejeamos atacando a los otros. Cuando surge el sentimiento de culpa, nos avisa que hubo un error, y el perdón es el vehículo de la reparación, las disculpas sinceras a los vivos o a los muertos es la clave para mejorar, quienes no se han despedido de alguien, tienen que recuperar a toda costa ese momento, al menos en su imaginación, y ya entonces el duelo nos puede servir para agradecer el regalo obtenido a pesar de su temporalidad y finitud. Por eso al aceptar nuestra impotencia reconociendo que somos temporales y susceptible de cometer errores, aceptamos que vivimos para decir adiós. El duelo nos sirve para transformar una experiencia paralizante en un crecimiento espiritual, para eso fueron creados todos los ritos, religiosos o no, que junto con la calma nos ayudan a atravesar por momentos tan sensibles como es la pérdida de alguien o algo. La importancia de haber vivido una experiencia de pérdida está en reconocer que en nuestra vida hemos tenido alguien o algo valioso, pobre del que nunca ha llevado un luto por nada, porque no ha habido nada en su corazón que palpite con tal intensidad que le cause dolor perderlo. Por su parte el doliente debe entender que habrá situaciones en las que las personas no saben cómo tratarlos y hasta los lleguen a evitar generándoles un sentimiento de soledad, o hacer preguntas que los incomoden y a la vez ellos mis14
mos sentirse incomodados, por eso es prudente dentro de su capacidad y el momento que estén viviendo, entender a los otros. Algunas veces puede resultar difícil expresar solidaridad en el luto, confortar con éxito a otra persona y es ahí donde nuestra callada presencia se vuelve elocuente, con solo ofrecer tu hombro para llorar, hablar o tomar decisiones difíciles. Cuando los otros nos ofrecemos a escuchar es conveniente iniciar por tener la propia casa en orden para no temer oír el dolor de alguien más y permitirle experimentar sus sentimientos en un ambiente seguro. El tiempo pasa, los sentimientos se difuminan, la muerte deshace compromisos, solo el amor permanece, nuestros seres queridos nos dejan solo cuando los olvidamos, su presencia sigue siendo real pero de otro orden, los encontramos en metáforas como mensajes, o en la naturaleza como el canto de un pájaro o el vuelo de una mariposa, o recordando todo lo que nos dieron mientras estuvieron con noso-
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tros, convirtiéndose así en la gran presencia en la ausencia. El duelo es el puente que nos permite pasar de un capítulo a otro en nuestras vidas. Cerrar un capítulo, para nada significa olvidarlo, es dejarlo reposar para poder llevarlo por siempre en nuestra mente y en nuestro corazón con amor, tal vez con nostalgia, pero sobre todo permitirle que nos haga sentir acompañados, positivamente acompañados y agradecidos por su presencia en nuestra vida independientemente de lo que haya durado porque lo que marcará la huella no es el tiempo compartido sino la intensidad con que lo hicimos, su efecto en nuestras vidas, y sobre todo que gracias a ese algo o alguien que tuvimos nos hemos convertido en mejores personas. Para relajar la tensión por la que atravesamos en todo proceso de duelo puede complementarse buscando antecedentes que expliquen tus sentimientos y te ayuden a superarlos, con una tranquila caminata, un baño tibio en el momento preciso, escribir tus sentimientos, platicar en tu intimidad o en la de un templo con un ser superior, o pedirle consejo a ese ser, real o traído a tu imaginación, pero que sabes que desea lo mejor para ti. Sobre la autora: Dra. Nadia Márquez Córdova Es miembro fundador de La Asociación de Hipnoterapia de Nuevo León. Tiene una especialidad en Psicoterapia Breve Sistémica. Además cuenta con maestría en Psicoterapia Breve Sistémica. Cuenta con un curso de Tanatología abalado por el IMSS y UANL 2004 Es practicante de PNL 2005 Certificada por John Grinder, Carmen Bostic St. Clair y Edmundo Velasco Tiene un diplomado en Hipnosis Clínica Ericksoniana, un diplomado en diplomado Internacional Avanzado en Terapia y otro diplomado en Logoterapia. 2006 Sociedad Mexicana. Referencias de imágenes: [Pintura de dos personas abrazadas] Recuperado de: http:// wwwespiritualidadprogresista.blogspot.mx/2011/02/humanizarel-acompanamiento-en-el-duelo.html (Tomado de http://www. sanitarioscristianos.com/img/pastoral/duelo.pdf)
Lo imposible y sus posibilidades
Por Esteban Espejo | estebanespejo@hotmail.com
Estoy postergando mi silencio. ¿Toda la vida postergué el silencio? Pero ahora, por desprecio a la palabra, tal vez finalmente pueda comenzar a hablar.»
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—Clarice Lispector, La pasión según G.H.
partir de un paciente con el que trabajé durante un año en el Centro de Salud Mental Nº 1 (Bs. As.), me interesa plantear la relación entre el trauma propiamente dicho y sus posibilidades e imposibilidades de elaboración. La tyché según H H., de 45 años, llega a la consulta porque le dicen que le hará bien contarle a un psicólogo lo que le pasó. En las primeras sesiones hace referencia a la situación familiar con sus dos hijas y con su ex mujer, quien lo acusó de maltrato y está en posesión de la propiedad donde está la casa que era de ambos y la peluquería donde los dos trabajaban. Menciona que ellos se separaron hace 4 años y que él empezó una relación amorosa con la hermana de su ex mujer. Además, sitúa que está en una grave situación económica y que vive en lo del hermano o en lo de sus padres, siendo un empleado del hermano, ya que fue despojado de su fuente de trabajo que era la peluquería. En la tercera sesión me anticipa que va a hablar del accidente que tuvo con la hermana de su ex mujer y refiere el hecho traumático: un año y medio antes de las entrevistas él había salido de vacaciones con la hermana de su ex mujer, las dos hijas de él y la hija de ella, que tenían entre 11 y 13 años. Ya era de noche cuando estaban en la ruta pasando Dolores que iba hacia una ciudad de la costa atlántica; para ir a esta ciudad tenían dos posibilidades, o iban por la ruta a Pinamar o por la ruta de la costa. Como ya era la hora de la cena dudan sobre qué hacer y aunque H. prefería continuar por esa ruta consulta la decisión a 15
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las menores; finalmente, por «decisión de las chicas», terminan retomando y hace una maniobra indebida, gira en U en la ruta, el auto se traba con una lomada del piso y otro auto que venía a 180 km/h los impacta. La pareja de él muere en sus manos con mucha sangre por todo el cuerpo; a él se le quiebran muchos huesos y debe pasar meses en rehabilitación, mientras que las menores sufren lesiones leves.
Según H., el otro conductor estaba alcoholizado, testigos lo vieron sin luces a 180 km/h y como era un profesional muy adinerado con muchos contactos políticos fue trasladado en helicóptero y la policía bonaerense borró gran parte de las pruebas. H. pasa meses en una clínica de rehabilitación para volver a caminar (al parecer, muchos médicos dudaban que pudiese lograrlo por las fracturas de columna que tenía). En ese momento la ex mujer lo denuncia por «malos tratos» y termina por una medida preventiva de la justicia con medidas de restricción para que no se acerque a las hijas y que no pueda ir a la propiedad donde estaba la casa y la peluquería. La pasión según H.: ¿qué hacer con lo imposible? «Fue la pasión de mi vida, nunca había sentido algo así», decía H. cuando se refería a su amante. La pasión por todas partes, como un afecto tierno y sexual imposible de describir, y su otra cara, el sujeto que queda pasivo frente a esos afectos que lo sacuden. 16
Se refirió al accidente en 2 o 3 oportunidades en un año. Se angustiaba, lloraba y expresaba un dolor imposible. Durante el análisis se acompañó este trabajo de duelo que el paciente ya venía haciendo desde el silencio, como si hubiera una complicidad entre paciente y analista de que sobre eso se puede hablar, pero siempre de costado. Lo que para Samuel Beckett era el arte, muy bien podría ser para H. el accidente: «La expresión de que no hay nada que expresar, nada con que expresarlo, nada desde lo que expresarlo, no poder expresarlo, no querer expresarlo, junto con la obligación de expresarlo». Sin embargo, pese a ese dolor imposible que le quedaba a H. cuando recordaba a su amada, él mismo decía que ya no se angustiaba como antes y que podía recordarla con mucho cariño y que su imagen le daba fuerzas para seguir peleando por reestablecer su situación laboral y el vínculo con las hijas. La hermana de la ex mujer trabajaba en la misma peluquería de ellos y H. refiere que ya tenían muy buena relación mientras él convivía con su ex mujer y que él estuvo viviendo demasiado tiempo con ésta sin amor y sin mantener relaciones sexuales, por «el bien de la familia y de [sus] hijas». Refiere que al poco tiempo que él se separó se volvieron amantes con la hermana de su ex mujer y que nunca había sentido tanto deseo y amor como con ella. Sobre esto, H. asocia que tal vez tenga que ver con que era una mujer prohibida, pero no parecen importarle demasiado los motivos por los que se enamora de ella –como si eso fuera sólo la ideología o la teoría del analista. Refiere que fueron amantes por dos años y que todos los días mantenían relaciones sexuales; tenían proyectado vivir juntos cuando ella deje al marido y esas vacaciones era la primera vez que estarían juntos por varios días. Era extraña en su relato la ambigüedad constante donde él afirmaba que nadie sabía de su relación y por otra parte un sinfín de situaciones donde parecía evidente que la familia (ex mujer, hermanas, padres, etc.) sabían de esto. Según H., a nadie parecía llamarle la atención que se fuera de vacaciones con la hermana de su ex mu-
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jer; además, H. No hablaba con nadie sobre esta relación, pero en una sesión confirma que sus hermanos y padres parecían sobreentenderlo. Por otra parte, él también era amigo del marido de su amante y éste a su vez era amigo de sus hermanos; de hecho, H. sigue manteniendo una relación de amistad con el ex marido de su pareja y por momentos un vínculo paternal con la hija de estos. Había una situación confusa que fue remarcada desde un primer momento y que le permitió a H. orientarse sobre quiénes eran sus hijas y en qué actos residía su posición paterna. Habría un modo de funcionamiento familiar en que todas las relaciones sociales podían darse dentro de la familia y no aparecía una salida exogámica, desde el trabajo, la amistad hasta las relaciones sexuales. De hecho, su hermana se había casado con su primo y a nadie le resultaba extraño. Su madre toleraba las infidelidades del padre desde que H. era pequeño sin que ninguno de los dos se molestara en poner velos a esa situación. En una sesión, H. llega a decir: «En mi familia estaba todo permitido».
En la mayoría de las entrevistas estaba presente la situación judicial que impactaba en su situación laboral y familiar, que a H. lo preocupaba mucho y estaba atento permanentemente a eso. Por otra parte, se empezó a abrir una vía de trabajo interrogando su posición en todo lo que le fue pasando, desde la relación con la hermana de la mujer, así como su posición de padre y de hijo. Además de las estrategias en concreto que podía hacer para restablecer el vín-
culo con sus hijas, H. pudo rodear la pregunta por su paternidad y qué implicaba la posición masculina como portador del falo. Luego de meses de tratamiento H. pudo ubicar dónde estaba su síntoma en relación a sus hijas y familiares: acatando obedientemente el lugar al que el Otro lo demanda, manteniendo una posición pasiva con mucha actividad (siempre hacía numerosos trabajos en casas ajenas, trámites, traslados, favores, etc.). En este punto se trabajó en las sesiones cómo él se hacía demandar para tapar las faltas del Otro, sin preguntarse sobre su deseo. H. respondía a la demanda del Otro, es más, se ofrecía cuando nadie se lo pedía a ayudar en diversas cosas, aunque no le trajera placer alguno. Esta disposición de él a ayudar a los demás, le retornó del peor modo cuando quedó sin casa ni trabajo y H. refiere que muy pocos lo ayudaron. En este punto, H. refiere que él prefirió que muchos años atrás la propiedad de la casa y la peluquería quedase a título de su ex mujer cuando fue él quien más dinero había invertido, y luego ésta no sólo lo privó mediante instancias legales de hacer usufructo de la peluquería y de su fuente de trabajo, sino que lo denunció por no aportar viáticos para sus hijas. El otro punto crucial relacionado con el anterior fue la asunción de su paternidad en este contexto, no sólo el jurídico sino la dimensión subjetiva de sus hijas (que empezaban la adolescencia), la venganza de su ex mujer y su propia posición subjetiva de acomodarse a donde lo pusiera el otro, pero sin saber qué hacer cuando debe tomar la iniciativa y ejercer de algún modo sus títulos filiales. La culpa según H. Las leyes colectivas o la justicia pueden favorecer o truncar aún más las posibilidades de elaboración. Es decir, no todo puede simbolizarse, pero el contexto puede provocar nuevos agujeros en esa ya de por sí fallida simbolización. El que provocó el accidente no fue juzgado penalmente, sólo pagó una parte del tratamiento de H. La falta de responsabilidad del conductor que iba a 180 km/h, alcoholizado y sin luces produce que H. vuelva a ser tragado a la historia familiar, donde parece que es la única ley 17
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imperante. Para la familia de su ex mujer él fue culpable del accidente. Por la ausencia de la intervención estatal el sujeto queda librado a su superyó y a las dimensiones imaginarias y narcisistas de su contexto. Hay una relación estructural fallida entre palabra, ley, justicia y trauma, pero de acuerdo a cómo operan en la contingencia estos elementos pueden ubicar al sujeto en un lugar o en otro. En el relato sobre el accidente queda claro que eso fue traumático, pero ¿qué es eso? Podríamos ubicar que el choque fue un encuentro con lo real, pero también que la amada se muera entre sus brazos. La culpa sobrevolaba en las sesiones y H. no terminaba de ubicarla, como si decir la culpa también fuera traumático. ¿Acaso la culpa no tiene también una dimensión real por el goce que produce y, en H., por haber provocado la muerte de su amada? H nunca se victimizó, como si arrastrara una culpa más allá de la palabra. Tampoco se escucha en sus dichos odio hacia el que ocasionó el accidente. H. ubicó vagamente su culpa en distintas vías: - Él no pudo salvarla (imposible estructural, nadie puede contra la muerte); - Él hizo una mala maniobra con el auto;
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- Él dejó que las niñas decidieran (él prefería seguir la ruta que venían haciendo); - Pagar el precio de acceder al deseo prohibido. En el Seminario 11 Lacan se refiere a «la insistencia del trauma en no dejarse olvidar por nosotros» (2007, p. 63). Por un lado, la frase es llamativa porque el trauma aparece ajeno al «nosotros», como si el trauma estuviera en una costa y nosotros en otra, viendo cómo eso tan extraño a la subjetividad constituye nuestra singularidad. Por otra parte, el trauma insiste a través de los medios del «nosotros», es decir, se sirve de las formas de los signos para repetirse, aunque lo que se repita esté más allá del significante. Didácticamente, podemos decir que la tyché es la repetición y el encuentro con lo real mientras que el automaton es el retorno de los signos en el registro simbólico e imaginario; sin embargo, la tyché se sirve de los signos: si pensamos en las neurosis de guerra, la repetición del trauma necesita de la formación inconsciente del sueño para manifestarse. Pensar lo traumático y sus elaboraciones nos exige plantear que no todo puede ser elaborado y que hay algo del trauma inasimilable por la palabra. El trauma podría ser el paradigma de lo real por encarnar aquello que no cesa de no inscribirse, y, sin embargo, por eso es traumá-
Editoriales: Lo imposible y sus posibilidades
tico, porque no deja de intentarlo. ¿Qué es lo traumático para H.? ¿El choque, la muerte?, o ¿la posición de él, su propia culpa y su error de la maniobra que lo toca en su errar en la demanda del Otro? Aún no sabemos qué fue arrasado de H. en el accidente, qué era el sujeto como objeto de deseo para esa mujer que muere. El trauma está en relación con lo familiar, pero ¿de qué manera? Posible hipótesis del analista (no del paciente): si él hubiera decidido no habría hecho una mala maniobra y no hubieran chocado; de hecho, hay una regla cultural que quien decide es quien maneja. En cambio, él deja que los otros decidan, ése es su fantasma: no confrontar, satisfacer al otro. Y la primera vez en su vida que sigue su deseo –H. le insistía a la amante que dejara al marido y se juntaran–, encuentra la muerte de su amada, la muerte de su deseo. Encontramos una relación de conjunción y disyunción entre lo imposible de ligar del accidente y las posibilidades de elaboración que más o menos fracasan y más o menos aciertan: el paciente soñó varios meses con el accidente y con ella; cada fin de semana va al cementerio a dejarle flores, habla de ella con amor, con pasión. ¿Puede devolverla a la vida? No. ¿Puede terminar de elaborar su muerte? No, y sin embargo, ese real que chocó por todas partes contra su historia ya no lo aterroriza tanto. H. no termina de saber qué hacer con ese agujero que dejó la muerte de su amada, lo único que tiene claro es que nunca más volverá a ser el mismo.
Sobre la vida, el duelo y su coexistencia Por Jesús Alberto Fraire García
Apuntes sobre la elaboración del duelo
…un sabor olvidado, oculto en lo más profundo de mí mismo y que se revela…» —Muriel Barbery, Rapsodia Gourmet
Mis ojos se llenaron de lágrimas ante la idea de haberle perdido de nuevo… parecerá extraño, pero a veces me miro como si viera por otros ojos…» —Ana Frank, Diario
Todas las familias dichosas se parecen, y las desgraciadas lo son cada una a su manera» —Leon Tolstoi, Ana Karenina
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l duelo según la RAE se define como: «Dolor, lástima aflicción o sentimiento». Todas las personas conocemos el duelo, es parte de la vida misma, se podría decir que sin duelo no hay vida, siempre hay una
Sobre el autor: Mtro. Esteban Espejo Esteban Espejo tiene 32 años y es Lic. en Psicología (UBA). Se desempeña como psicoanalista en Hospitales de salud mental de la Ciudad de Buenos Aires. Coordina un taller de escritura ensayística y es docente de la Universidad Nacional General Sarmiento. Además de formarse en psicoanálisis, realiza estudios en literatura y filosofía en la UBA. Bibliografía: Lacan, J: El Seminario, Libro 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Bs. As.: Paidós, 2007.
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Editoriales: Sobre la vida, el duelo y su coexistencia
pérdida, algo que cambia. Existen distintos tipos de duelo uno llamado «normal» y otro «psicopatológico», a lo largo de este texto tratare de enfocarme en el denominado «normal», es por demás curioso que en el diccionario de Laplanche y Pontiallis no tenga un apartado propio sobre el concepto de duelo, aunque si viene mencionado. Freud en su texto «Duelo y Melancolía», de 1917, menciona que «En el duelo, el mundo se ha hecho pobre y vacío» y que «El duelo normal vence sin duda la pérdida del objeto» diferencia melancolía del duelo psicopatológico (aunque son muy cercanos), y bien se sabe que en muchos otros textos (no psicoanalíticos, si no literarios) se sirve de la melancolía como un estado ya sea de sin sazón o de intriga según sea el caso. En ocasiones pretendemos olvidar eso que se ha perdido, pero sabemos que eso no funciona, solo lo perpetua y hacemos que sea peor, vivimos con ese monstruo oculto a plena vista, 20
acechándonos constantemente, desgastándonos... suponemos que es más fácil es olvidar y no afrontar esa perdida, porque nos duele y con razón, es una batalla, un duelo constante para negar ese cambio. El duelo en si pareciera realmente eso, un duelo, una pelea sobre un objeto amado y perdido y el que hacer de esa energía invertida, para así, poder pasar a otra instancia, a otro momento, el reconocimiento de esta falta y su elaboración es lo que nos permite continuar, trascender y seguir viviendo en otras esferas de la vida, para crear otros proyectos, concebir un nuevo amor, indagar que es lo que pasa en nuestro interior. Sin la muerte; (aunque metafórica) no existe la vida. Sobre el autor: Jesús Alberto Fraire Psicólogo y feminista en formación, lector crónico, autodidacta en diversas temáticas Bibliografía: Barbery, M. (2010) «Rapsodia gourmet». España: Editorial Seix Barral, S.A. Tolstoi, L. (1977) «Ana Karenina». México: Editorial Bruguera Frank, A. (2012) «Diario». México: Porrúa Laplanche, J. y Pontiallis, J. (2004) «Diccionario de Psicoanálisis» Argentina: Paidós. Freud, S. (1997) «Duelo y melancolía» Argentina: Amorrortu. Real Academia Española. (2014). Diccionario de la lengua española (23. aed.). Consultado en http://dle.rae.es/?id=EEl28uS|EEmPUc7
Temática central:
Religión, espiritualidad y apoyo social en el duelo, desde la visión de la Psicología Social Por Laura Yoffe
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l duelo es un proceso «normal» y activo de adaptación a la pérdida de un ser amado, de un objeto o de un hecho significativo. Desde el punto de vista dinámico, implica un tránsito doloroso que podrá tener una salida saludable o dar como resultado un duelo «complicado» o «patológico». Para Bowlby (1998), un duelo «normal» consiste en que el deudo pueda aceptar la pérdida del ser amado, atravesando la crisis vital en la que la situación de pérdida lo situó, saliendo revitalizado de la situación, asumiendo una nueva iden-
tidad personal en la que se incluyan aspectos nuevos o renovados de sí mismo. Una pérdida reciente podría activar o reactivar la aflicción por una pérdida sufrida previamente, ya que el dolor por la pérdida anterior podría sentirse de nuevo, o – posiblemente- por primera vez, sobreviniendo el dolor por la pérdida previa. Desde la perspectiva de la psicología social transcultural, Parkes (2001), afirma que quienes han sufrido la pérdida de un ser querido tienen algo en común, por lo que el duelo tiene un sentido universal que trasciende la cultura. Quienes están en una situación de migración de una cultura a otra, podrán encontrarse sin un espacio social para expresar su dolor y al hacerlo (según el modo de la cultura de la cual provengan), podrían sentir que no encajan con el grupo social del país o la región a la cual se ha trasladado. Es posible que sientan inadecuación frente a los demás, los que- al no ser del mismo contexto sociocultural que los deudos- podrían confundirse y/o inhibirse de brindar apoyo social al no comprender sus costumbres ni sus prácticas religiosas espirituales diferentes. Algunas familias podrán aceptar los sentimientos de los deudos y darles sostén para que puedan expresar sus emociones. Otros, en cambio, les requerirán que «estén a la altura de los acontecimientos» y se muestren fuertes. En algunas familias se discutirá lo que está bien sentir y lo que no es apropiado expresar en el duelo. Estas actitudes podrían invalidar a quienes sufrieron pérdidas al dejarlos con la sensación de «estar en falta» por lo que sienten o por cómo lo sienten. Mientras algunos miembros de la familia recibirán apoyo para la expresión de sus emociones, otros podrán sentir todo lo contrario. Según Jaramillo (2001), la muerte de un «ser querido» suele involucrar fuertes reacciones de tipo emocional, físico, familiar, conductual, 21
Tema central: Religión, espiritualidad y apoyo social en el duelo
social y espiritual como respuesta a la pérdida. Diversidad de estudios dan cuenta de los efectos negativos que las pérdidas pueden tener sobre la salud, sobre el aumento de las tasas de mortalidad, morbilidad, suicidio y trastornos emocionales, psicosomáticos y mentales de los deudos (Stroebe, Stroebe, et al., 2007). La obligación de sufrir a solas y a escondidas produce efectos negativos que pueden llevar al aumento de las tasas de mortalidad de viudos y viudas al año de la muerte de su cónyuge. La tasa de mortalidad presente en pérdidas por viudez es mucho más alta que la de la fracción representativa de la misma edad (Parkes, 1998). Duberstein (2000), enfatiza la conexión entre el desarrollo de enfermedades y el aumento de las tasas de mortalidad presentes en los deudos, y refiere como necesario considerar la relación entre el duelo, la depresión y las funciones inmunológica y neuroendocrina, ya que durante el duelo suele darse un debilitamiento de las habilidades de los deudos para responder o afrontar las enfermedades. Para Parkes (1998), el suicidio, la cirrosis y los ataques cardíacos son las tres causas principales de muerte conectadas al duelo. Las investigaciones de Parkes (1998), dan cuenta de diferencias de género en el duelo. Stroebe y Stroebe (1994), refieren que en los países occidentales los hombres suelen necesitar más ayuda para expresar sus sentimientos cuando están en duelo; mientras que las mujeres suelen tener mayor contacto con sus emociones y con la expresión de las mismas. Los hombres suelen ser más proclives a inhibir o a evitar la aflicción en el duelo; lo que aumenta los riesgos de enfermedad cardíaca. Las mujeres, al sentir la necesidad de ayuda, suelen buscar apoyo y/o asistencia psicológica o psiquiátrica para sus desórdenes afectivos, o cuando sienten que están atravesando un duelo crónico; y lo hacen mucho más que los hombres. En los estudios de Parkes (1998), los hombres eran más proclives a sufrir y morir de un ataque cardíaco al año de la muerte de su esposa. Jaramillo (2001), se refiere al duelo anticipado como un proceso que se inicia, no con la muerte 22
del ser querido, sino a partir del diagnóstico de enfermedad fatal de éste; lo que permite a familiares y amigos prepararse y anticipar la pérdida, viviendo en forma cotidiana múltiples situaciones negativas que la enfermedad los obliga a afrontar. La anticipación de la muerte posibilita prepararse para ella y para la despedida del ser querido. El ser testigo de la enfermedad de un ser amado, del debilitamiento y del progresivo deterioro de las funciones mentales, físicas y psíquicas de éste podrá hacer surgir en sus familiares sentimientos de impotencia ante la imposibilidad de detener el proceso de enfermedad terminal; de angustia, dolor, sensación de pérdida y vacío ante las pequeñas muertes que irán presenciando día a día. Se deberá ir haciendo varios duelos para aceptar las pequeñas muertes cotidianas que culminarán con la muerte biológica total. En los duelos anticipados suele haber presencia de altos niveles de malestar y estrés por tener que afrontar situaciones negativas como la hospitalización, los cuidados intensivos o terminales del ser querido enfermo, la internación de éste en un instituto geriátrico, el ser testigo del deterioro y/o de la enfermedad del familiar, entre otros (Jaramillo, 2001; Yoffe, 2012a). El Informe del Fetzer Institute (2003), refiere la existencia de una vasta literatura que destaca los efectos salugénicos de la religión y la espiritualidad. Sin embargo, cierto tipo de creencias y/o experiencias religiosas o espirituales pueden actuar produciendo efectos negativos en la salud
Tema central: Religión, espiritualidad y apoyo social en el duelo
y en el bienestar en general. Una enfermedad y/o la muerte de un ser querido pueden precipitar una crisis de sentido cuando los familiares se ven enfrentados a preguntas tales como: el propósito de la vida, el sentido del dolor, la enfermedad y la muerte, la naturaleza del sufrimiento, la justica en el mundo, entre otros. En momentos de gran estrés, los procesos de búsqueda de sentido a partir de la religión y la espiritualidad pueden adquirir predominancia, debido a que ya formaban parte de la vida de las personas, y/o porque la mayoría de las religiones proveen modos de comprender, interpretar y otorgar valores a las dificultades, al dolor y al sufrimiento. Los diversos credos proveen de creencias religiosas sobre distintos modos en los que puede actuar Dios o una divinidad de naturaleza amorosa o benevolente (Yoffe, 2012a). Pargament (1997) destaca el poder de la religión y la espiritualidad para transformar y atribuir sentidos a los acontecimientos de la vida de las personas. A través de sus investigaciones, Koenig y Pargament (1997), constataron la existencia de diversos estilos de afrontamiento religioso espiritual a través del uso de recursos como creencias, prácticas, rituales religiosos y/o espirituales, del apoyo espiritual de pares y clérigos que colaboran en la disminución del estrés y malestar y promueven efectos positivos en la salud mental de las personas religiosas. Para Wortmann y Silver (2007), la presencia de un sistema específico de creencias permite predecir
la salida de un duelo, ya que las personas cuyo sistema de creencias incluye la posibilidad de muerte del ser querido podrán sufrir un menor impacto negativo de la pérdida. Esto marca gran diferencia con las personas cuyos sistemas de creencias no les permiten acomodarse a la situación de pérdida al percibirla como una «calamidad». Folkman (2007), afirma que los modos personales de afrontamiento posibilitan a los deudos encontrar nuevos sentidos a la vida y a la propia vida, luego de la pérdida del ser amado. En mi investigación de Tesis Doctoral «La influencia de las creencias y las prácticas religiosas espirituales en el afrontamiento de la pérdida - por muerte- de un ser querido» (Yoffe, 2012), los sujetos religiosos reportaron el uso de distintas creencias, prácticas y rituales en su duelo. Los participantes pertenecientes a credos monoteístas (católico, protestante metodista y judío), los practicantes de budismo tibetano y los participantes no religiosos informaron sobre su adhesión a diversidad de creencias sobre temas como la vida, la muerte, el más allá, el alma, la conciencia, el sufrimiento, el dolor, la reencarnación; y sobre su participación en actividades religiosas, en rituales funerarios y de duelo como modos de afrontamiento de la pérdida. Las creencias en la esperanza, la fe religiosa y el optimismo permitieron a los sujetos religiosos superar el dolor y el sufrimiento que sentían al ser testigos y acompañantes de las enfermedades, la vejez y las múltiples situaciones negativas surgidas en el duelo anticipado. Las creencias y valores religiosos fueron orientadores de las prácticas religiosas y espirituales que realizaron quienes- siendo religiosos- buscaron aliviar el dolor físico, psíquico y espiritual de sus familiares ancianos y/o enfermos, desde la intención de ayudarlos a morir en paz. Asimismo, como recursos de afrontamiento generaron una visión más optimista del mundo y de la vida, una sensación de control sobre los hechos negativos relacionados con los cuidados del familiar anciano y/o enfermo en el duelo anticipado, o antes de la pérdida repentina o inesperada sufrida por 23
Tema central: Religión, espiritualidad y apoyo social en el duelo
algunos sujetos religiosos (Yoffe,2012a). Lo hallado coincide con investigaciones que refieren que el tener creencias religiosas fuertes puede ser relacionado con un mayor sentimiento de malestar al comienzo del duelo; pero que - a medida que las personas religiosas logran atribuir sentido desde sus creencias religiosas- pueden desarrollar una mejor adaptación a la pérdida (Pargament, 1997). Los participantes religiosos del estudio (Yoffe,2012a), que enfrentaron procesos de duelo anticipado informaron sobre la participación en prácticas religiosas y rituales funerarios y de duelo realizados en forma colectiva, individual y privada, en instituciones religiosas formales como en grupos de pares informales que los ayudó a disminuir el malestar y el estrés presente en el duelo, colaborando positivamente en el fortalecimiento de su fe. Asimismo, Parkes (1998) remarca la importancia del apoyo social brindado por familiares, amigos, compañeros de trabajo o estudio a través de pequeñas tareas solidarias y de acompañamiento en la vida cotidiana ya que aporta distracción a los deudos, los ayuda a salir de su depresión y colabora en la reducción de sus sentimientos de inseguridad al hacerlos sentir estados positivos. Relacionado con lo antedicho, los sujetos religiosos del estudio (Yoffe, 2012a) destacaron el apoyo religioso de clérigos y pares de su credo brindado tanto a sus seres queridos enfermos como a ellos mismo a través de visitas, consuelo y acompañamiento espiritual. Coincide con lo que Rosemblatt (2007), señala acerca del apoyo religioso que brinda la congregación de pares religiosos o espirituales a sus miembros en momentos de crisis vitales y en los duelos como fuente de alivio, confort y consuelo que permite a los deudos sentirse apreciados y valorados a través de manifestaciones de cariño y respeto hacia el difunto, y de expresión de condolencias a sus deudos. También Pargament (1997), destaca el apoyo de clérigos y pares espirituales que colabora reforzando la visión del mundo y las creencias de los deudos en momentos en que éstos son puestos a prueba. Para Silver y 24
Wortman (2007), algunas personas tienen algo de antemano - la religión, la orientación filosófica o su visión sobre la vida- que les posibilita afrontar las pérdidas por muerte de seres queridos en forma casi inmediata, y los protege de los efectos negativos de éstas. Jaramillo (2001), se refiere a los espacios sociales que brindan las instituciones religiosas que ayudan a quienes atraviesan situaciones negativas a salir del aislamiento a partir del consuelo, del acompañamiento y la comprensión que brindan clérigos y pares espirituales a quienes atraviesan una enfermedad propia o de un familiar, y/o el duelo por la muerte de un ser querido.
Coincidimos con Barrientos (2005), en cuanto a la importancia de la red de vínculos que proveen las religiones en general, más allá de las diferencias presentes entre cada credo. La presencia de la red en sí misma y la participación del sujeto religioso en ella es fundamental en el duelo. La red de contención y el apoyo de pares y/o clérigos o maestros espirituales se une al abanico de prácticas y rituales que brindan las religiones y la espiritualidad en general, que producen mayor apoyo, más compartir social de las emociones y mayor bienestar en los deudos (Yoffe,2012 a). Los participantes religiosos del estudio (Yoffe, 2012 a) informaron que junto a los recursos religiosos también utilizaron otras alternativas de afrontamiento no religioso a través de la psicoterapia, de actividades sociales, culturales, físicas y/o cognitivas que les permitieron afrontar la enfermedad y/o pérdida del ser querido.
Tema central: Religión, espiritualidad y apoyo social en el duelo
Conjuntamente, los expertos religiosos consultados se refirieron a la religión como fuente proveedora de consuelo, sentidos y alivio para jóvenes y adultos que sufren la pérdida de un ser querido. Reconocieron que su tarea no es la misma que la de un psicólogo o un psiquiatra que trabaja con deudos; ya que éstos últimos se forman y entrenan para manejar situaciones relacionadas con la salud física y/o psicológica, con distintos tipos de patología mental y/o física, social, familiar y/o comunitaria (Yoffe, 2012a). Pargament (1997), señala que los clérigos y maestros o guías espirituales se entrenan para funcionar como fuente de consuelo de enfermos terminales, moribundos y deudos. Oden (1983), remarca que no se debe confundir el rol del clérigo con el profesional de la salud mental ya que, aunque los clérigos cuentan con formación pastoral adecuada a partir de su formación y entrenamiento para enfrentar distintos tipos de situaciones de vida negativas, no es lo mismo su tarea que la labor que desarrollan los psicólogos y los psiquiatras con las personas en duelo. Estos últimos se han formado y han sido entrenados para poder manejar situaciones relacionadas con la salud física y/o psicológica, para enfrentar distintos tipos de patología mental y/o física de sus pacientes, como también patologías sociales, familiares y/o comunitarias. A partir de los hallazgos del estudio (Yoffe,2012a), se considera necesario explorar y estudiar con mayor profundidad cómo las redes de apoyo social y religioso espiritual influencian el afrontamiento de los duelos por pérdida de seres queridos, para poder proveer futuros espacios de contención, psicoterapia y/o apoyo social adecuados para deudos religiosos que así lo requieran. Sobre la autora: Laura Yoffe PhD en Psicología (UP), Lic. en Psicología (UBA). Es Psicóloga social, Psicoterapeuta corporal en Biosíntesis (Diploma)Además es Psicóloga clínica especializada en la atención de adultos en duelo con asistencia de perros de terapia. También es docente invitada en la Diplomatura de Psicología Transpersonal (UAI) y en el Seminario de Psicooncología (USAL) en Buenos Aires, Argentina. Y es miembro de la International Positive Psychology Association
Bibliografía: Yoffe, L.(2006). Efectos positivos de la religión y la espiritualidad en el afrontamiento de duelos. Psicodebate7, Psicología, Cultura y Sociedad. Psicología Positiva. Buenos Aires: Universidad de Palermo, 193-205. ** Yoffe, L. (2012a). Trabajo de Tesis Doctoral: La influencia de las creencias y prácticas religiosas espirituales en el afrontamiento de la pérdida por muerte de un ser querido. Universidad de Palermo, Buenos Aires, Argentina. (Inédito).** Yoffe, L. (2013). Nuevas concepciones sobre los duelos por pérdida de seres queridos. Avances en Psicología. 21(2) 2013. Agosto – Diciembre. Lima: Universidad Femenina del Sagrado Corazón, 129-154.** Yoffe, L. (2015a). Rituales funerarios religiosos, apoyo y consuelo en los duelos. Revista Remanso N 18. Bogotá: Corporación Nacional e Internacional de Funerarias Remanso, 90 - 107.** Yoffe, L. (2015b). Afrontamiento religioso espiritual de la pérdida de un ser querido.Avances en Psicología. 23(2) 2015. Agosto- Diciembre Lima: Universidad Femenina del Sagrado Corazón, 155-176.** Referencias de imágenes: Caravaggio (1606) Muerte o Dormición de la Virgen [Pintura en oleo], Recuperado de: http://temasycomentariosartepaeg.blogspot.mx/p/ blog-page_598.html La conversión in extremis [Pintura]. (S.F.), Recuperado de: http:// sanmiguelarcangel-cor-ar.blogspot.mx/2016_10_01_archive.html Nehan: Death of the Buddha, [Pintura], (siglo XVIII), Recuperado de: http://www.artic.edu/aic/collections/artwork/80547 Nelson, H. (1849). The last hours of Mozart [Pintura], Recuperado de: http:// viticodevagamundo.blogspot.mx/2015/08/life-and-death-by-h-n-oneil. html?m=1
El Duelo: Freud y Lacan Por Dra. María Elena Elmiger
Consideraciones generales
H
ablar de la muerte -o mejor, de la respuesta que se intenta a su irrupción, eso que se llama duelo- confronta a los sujetos con que los significantes no son suficientes. Lo que allí sucede aún hoy enfrenta a los psicoanalistas en una polisemia de voces y disputatios. Analistas y psicólogos recitan «Duelo y melancolía». Otros discuten con Freud como si su único aporte hubiera sido este escrito. Es que seguramente para trabajar el duelo sea preciso soportar ambigüedades. Éste traspasa la vida personal, profesional y ciudadana de muchos, sobre todo en Argentina donde han desaparecido treinta mil contemporáneos. Imposible soslayarlo, como fue imposible para Freud sustraerse 25
Tema central: El Duelo
de dos guerras mundiales que devastaban la vida de los pueblos y la suya propia. Pero, ¿qué es el duelo? ¿El duelo es un trabajo? ¿Hay duelo normal y duelo patológico? ¿No sería mejor pensar en una operación inexacta, desde la lógica matemática, cuyo resultado conlleva siempre un resto? Proponemos los significantes subjetivaciónde subjetivación como el modo más propicio de tratar el duelo, ya que su significación es más móvil, más amplia que la de los opuestos normalidad-anormalidad. ¡Es tan difícil encontrar un duelo «normal»! Invariablemente consultan sujetos modificados para siempre por una muerte que a veces pueden registrar, aunque deje un resto de padecimiento con el que se tropieza. En otros pacientes la pérdida no es reconocida sino más bien ajena y lo propio es el padecimiento, las enfermedades, la locura, pero no el muerto. Lo cierto es que el encuentro con la muerte es una constante en la clínica psicoanalítica. Es frecuente recibir en los consultorios personas invadidas por fenómenos que dificultan los diagnósticos diferenciales neurosis-psicosis: graves inhibiciones, pérdida de capacidad de amar, anorexias, adicciones, actuaciones suicidas y/u homicidas, que veces entorpecen el camino del tratamiento porque es difícil diferenciar si se trata de un «fuera de la estructura» -por la forclusión del significante fundamental del Nombre del Padre-, o un «fuera de la estructura» por un duelo impedido. Ideas delirantes, alucinaciones, sometimientos y sacrificios extremos, violencia contra sí mismo, conducen a las preguntas sobre la causalidad de estos fenómenos, su diagnóstico, su posible cura y su relación con el duelo. Se habla de trabajo de duelo siguiendo los lineamientos freudianos; de tramitación, de estado o de proceso, continuando con lecturas posfreudianas (Melanie Klein, Abraham, por ejemplo). Son las conceptualizaciones de 26
Lacan sobre el sujeto del inconsciente y lo traumático las que nos orientan a recorrer otros caminos y hablar de función subjetivante en el duelo. Esta amplía el horizonte teórico más allá de la palabra «trabajo» (que en Freud refiere a trabajo del inconsciente), pues toma en sus redes también lo que circula allende esa lógica: articula discursos sociales, políticos, religiosos -lo público-, pero también a los modos, las costumbres, los estilos de duelo en la vida privada de cada época -lo privado- y a su inscripción inconsciente –lo íntimo-. Permite asimismo pensar los procesos de desubjetivación en el duelo como los que parece producir, por ejemplo, la vida contemporánea: una suerte de banalización que deja al sujeto escaso de recursos simbólicoimaginarios para enmascarar lo real del trauma que produce la muerte. Esta precariedad de recursos –que fue instalándose luego de las guerras mundiales y del triunfo de la pareja discursiva ciencia-capitalismo neoliberal- modificó no solo el mapa del mundo geográfico sino también el del mundo subjetivo y colectivo. El pasaje al acto suicida u homicida, el silencioso duelo impedido en deudos y sus caídas, surgen en el lugar de la respuesta que podría ser la función del duelo. Pero hay quienes buscan, en momentos de máxima fragilidad, poner a funcionar el Otro Social. Un ejemplo tal vez paradigmático –por lo perverso de la época, por tratarse de asesinatos y de muertes sin entierros- fue el de las Madres de Plaza de Mayo en Argentina. Los actos de estas mujeres produjeron subjetividades y admitieron un duelo donde parecía imposible: sin tumbas, sin cuerpos, hubo una articulación –producida desde las «madres» mismas- entre lo público, lo privado y lo íntimo, que fue permitiendo alguna recomposición subjetiva y social. Y esto a pesar del abandono del Otro político, jurídico y social, autor responsable, además, de la desaparición de sus hijos.
Tema central: El Duelo
Cuestiones para pensar el duelo: Freud y Lacan Se dice que Freud descuidó la función pública del duelo. Sin embargo, la escritura de Freud está atravesada por la intersección de lo público y lo político cuando aborda la cuestión. Aunque cierto que Freud no habla de sujeto del inconsciente pues no contaba con ese concepto. Sin embargo, desde sus topos teóricos permite pensar la fecundidad del duelo y su incurabilidad. Recurrir solo a «Duelo y melancolía» es tan pobre como un flirt americano, para citar al maestro. Hoy diríamos es tan pobre como una seducción por Whatsapp. Aun así, en «Duelo y melancolía» no solo diferencia duelo (para la neurosis) de melancolía (para la psicosis) sino que menciona que puede haber duelo normal, duelo patológico, duelo obsesivo y duelo pesaroso. ¡No hay clasificación binaria del duelo en Freud! También es verdad que Lacan no dedicó trabajo alguno estrictamente al duelo. Ningún seminario o escrito lleva como nombre Duelo y… Pero dedicó siete clases del seminario VI -El deseo y su interpretación- (1959) al duelo en Hamlet y otras tantas en el X -La Angustia(1962-63), además de los aportes que podemos tomar de todos sus seminarios y sus escritos. Se ve, entonces, la dificultad para pensar la clínica del duelo en la simple división de duelo normal y duelo patológico, pero tal vez sea
viable hacer otro camino vinculando el duelo en general con el padecimiento, sin ponerle a eso el rótulo de normal o anormal. En ambos circula el inevitable pathos (las palabras padecimiento, pasividad, pasión, patológico, derivan del vocablo griego pathos. Lacan lo utiliza como contracara del logos, la palabra). ¿Habría algún duelo sin pathos? ¿Cómo no pensar los padecimientos, los sometimientos y las pasiones como restos -en el sentido matemático del término- de la operación del duelo? Es cierto: no todo puede entrar en las redes del significante, quedará un resto que no se dejará absorber por la lengua. Pero un resto no es todo y la posibilidad de subjetivar es fecunda, ya que pacífica y reenvía al trabajo del inconsciente. Freud y Lacan afirman que la muerte confronta al deudo con un agujero que puede perder su borde, su circunferencia, sus barreras protectoras y «chupar», cual agujero negro, al deudo. De las posibles maneras de contornear tan inevitable fractura y su concomitante angustia devendrá lo que proponemos como función del duelo. Basándose en ese encuentro con la angustia, Lacan plantea el acting out como una de las respuestas más frecuentes a las pérdidas y también la necesidad de los rituales –lo que se propone como lo público- y del tiempo del duelo –que trabajamos en lo privado-. La angustia deberá transmudar en dolor y eso hará posible algún camino para el duelo. Transformando la angustia en dolor (que ya es un borde), el duelo permitirá al sujeto encontrar una significación sobre su lugar en la relación con el objeto perdido, anudando lo público, lo privado y lo íntimo. Sujeto y duelo en psicoanálisis Freud hablará primero de lo regulado por el principio del placer y, en su segunda tópica, del resto desregulante, no regido por el principio del placer, donde ubica al superyó como heredero del ello. Lacan, en cambio, formula el sujeto del inconsciente, y lo formula como dividido por el lenguaje, también llamado Otro. En el momento y en el acto en que este humaniza la biología (es decir, cuando los deseos y las 27
Tema central: El Duelo
palabras «esculpen» la carne del cachorro humano), queda un resto que se llamará en Freud pulsión –ligada al ello- y en Lacan, desde el Seminario X, objeto a. Ese resto, lo real, tejido en la malla de las palabras, enmarcado en el fantasma, opera como objeto causa en el lazo social mismo, pero queda al desnudo, vacío de las mallas simbólicas, ante lo traumático de la muerte de un ser querido. Esta opacidad del sujeto y del Otro, esta no complementariedad, hace que, ante el encuentro con lo real de la muerte, el sujeto pueda perderse si no cuenta con un nuevo amarre a la cadena discursiva. Pero también permite la función subjetivante en el duelo: que el sujeto que sea atravesado por él, confrontado con el requerimiento pulsional (Freud) al que lo enfrenta la muerte, puesto a prueba con la insuficiencia estructural de elementos significantes para hacer frente al agujero creado en la existencia (Lacan), pueda por las vías de la subjetivación recubrir el agujero en lo real (lo traumático, la coacción a la repetición y la tentación a la satisfacción pulsional, a caer con el objeto) con la falta simbólica y re-encadenarse a la cadena significante, o sea, a su condición humana. Sobre la autora: Dra. María Elena Elmiger Es Psicoanalista, Dra. en Psicología, Profesora Asociada de Semiosis Social y Contribuciones del Psicoanálisis Escuela Francesa. Profesora Titular de Semiosis Social en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Tucumán Secretaria Académica del Doctorado en Psicología, Facultad de Psicología Universidad Nacional de Tucumán. Argentina. Autora del libro: Duelo. Íntimo. Privado. Público (Ed.Argus-a. 2016) y de numerosos artículos muchos de ellos publicados en los libros: Culpa, Responsabilidad y Castigo en los discursos Jurídico y Psicoanalítico vol. I, II, III y IV. Presidenta de la Fundación Psicoanalítica Sigmund Freud. Tucumán.
Referencias de imágenes: Van, V.(1882). Dolor [Imagen]. Recuperado de: http://arthistoryproject. com/artists/vincent-van-gogh/sorrow/ Van, V.(1890). At Eternity's Gate. [Imagen]. Recuperado de: http://www.vangogh.net/ at-eternitys-gate.jsp
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¿Un psicoanálisis normal? Por Mónica Santos Muñoz
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arece irónico, pero así es, que la invención del psicoanálisis por parte de Freud sea fruto de la fragilidad de su saber, parece irónico que esa fragilidad sea la potencia de su creación. En un momento histórico en el que los médicos no sabían qué hacer por sus pacientes histéricos, en un momento en el que dicha manifestación humana ponía en jaque el saber sobre esa «enfermedad»; Freud colocado allí, completamente solo, sin ningún saber de referencia, se produce un hallazgo. Ante su saber cuestionado surge la posibilidad de otra cosa. Freud permite que un saber otro se manifieste: el inconsciente, su descubrimiento. Y esa será la piedra angular de su método, que nada interfiera para que eso suceda, de allí la asociación libre, regla fundamental del psicoanálisis, tanto para el analizante como para el analista. De allí que una de las pocas prescripciones para quién pretenda colocarse en el lugar del analista sea: escucha a cada sujeto como si fuera el primero, sin ningún saber que anteceda tu escucha. En cada acto analítico experimentar esa fragilidad del saber, esa pérdida, esa desaparición no es nada cómico…pero tampoco trágico, simplemente así es, es lo único que da acceso a la posibilidad de colocarse ante un analizante y permitir que ese saber otro se exprese. Lacan, en su seminario El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, en la sesión del 9 de marzo de 1955, lo indicaba así: «Hay que partir del texto, y partir de él como de un texto sagrado. El autor, el escriba, no es más que un chupatintas y está en segundo término» (p. 233). Están entonces por un lado el analizante, el escriba, el sujeto sufriente, por otro lado, la escucha del analista, su deseo de saber, su tomar nota, lo que coloca en segundo término al yo del analizante y por último el tercer elemento: la letra del texto. Para poder llegar a ocupar un lugar que permita que se produzca un acto así, para poder ocupar el lugar del analista se re-
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quiere haber experimentado un acontecimiento singular: un psicoanálisis llevado a su fin. Fragilidad, pérdida y desaparición me conducen al duelo para poder realizar una precisión sobre lo que implicaría un fin de análisis. Fin que Jean Allouch (2004) llegará a equiparar con el fin de un duelo al afirmar en su artículo Actualidad en el 2001 de Erótica del duelo: «El análisis es la efectuación de un duelo» (p. 13).
Pero antes de la publicación de este artículo, Allouch (1998) dedicó un libro al estudio del duelo titulado Erótica del duelo en el tiempo de la muerte seca en el cual despliega su versión del duelo a la que fue llevado por la vía de tres experiencias diferentes: la suya propia, la lectura lacaniana de Hamlet y la lección recibida de Kenzaburo Oé. La articulación de dicha versión «[…] sitúa al duelo como un acto sacrificial gracioso, que consagra la pérdida al suplementarla con un pequeño trozo de sí» (p.23). Además, en él realiza un cuestionamiento sobre lo aportado por Freud (1915) con respecto al duelo, en particular en el texto metapsicológico Duelo y melancolía; y podría decir que más que un cuestionamiento se trata también de ubicar este texto determinante en la historia y en el singular pensamiento de Freud. Allouch (1998) señala la radicalidad que le otorga Lacan a la función del duelo. Él escribe: «Hay, según Lacan, un duelo parapsicótico y que
constituye como tal la relación de objeto. No hay sujeto deseante fuera de la vía de esta parapsicosis» (p.307). Podríamos entonces considerar al duelo como la experiencia subjetivante por excelencia. Es la vía para que ocurra el surgimiento, en un mismo momento, de un sujeto del deseo y del objeto en cuanto tal. Continúo citando a Allouch (1998): El duelo no es solamente perder a alguien (agujero en el real) sino también convocar en ese lugar algún ser fálico para poder sacrificarlo. Hay duelo efectuado si y sólo si ha sido efectivo ese sacrificio. El sujeto habrá perdido entonces no solamente a alguien sino, además, sino, aparte, sino, como suplemento, un pequeño trozo de sí (p. 307). Pongo en cursivas el significante ser para enfatizar la magnitud de una experiencia así, que se tiende a reducir, a banalizar con términos que extraídos de su riqueza original ya se han gastado, como castración o afrenta narcisista. La experiencia del que está de duelo es una en la que todo su ser, como lo conocía hasta ese momento, como se concebía a sí mismo hasta el evento de esa pérdida, está en juego. ¿Cómo calificar de patológica una experiencia así? Si hay una experiencia humana en la que esta dicotomía de lo normal y lo patológico revela ser absolutamente insuficiente es el duelo. En este punto Allouch (1998) es radicalmente crítico. De hecho, fue este punto, este descubrimiento lo que detonó su estudio sobre el duelo, además de su propia experiencia. Lo cito: Por haber decidido admitir que un hijo muerto constituía lo medular de la locura entre varios, en la que se incluía Marguerite Anzieu, la Aimée de la tesis de Jaques Lacan, por haber tenido de ese modo frente a las narices, el hecho de que esa locura había sido, de parte a parte un duelo, la intempestiva declaración según la cual ella no había hecho su duelo se me presentó en toda su obscenidad. ¡Justamente, ese duelo ella lo hacía en su locura! Manifiestamente había un error. El psicoanálisis, con respecto al duelo, en contra de su método, había girado hacia lo médico, en el sentido estrecho de: lo que dice la norma (p. 18). 29
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Es esto lo que lo impulsa a asestar su fórmula: «La clínica analítica es el duelo» (Allouch, 2004, p.13) y rechazar la opinión imperante de que la clínica es la ausencia de duelo. Y es que subsiste una clínica psicoanalítica que, bien anclada en el modelo médico, insiste en calificar de patológico un duelo salvo cuando…no se trata de duelo. Incluso seguir denominando al acto psicoanalítico como clínico indica una genealogía médica que un psicoanálisis no se atreve a soltar, quizás porque el poder del modelo médico y de su discurso normalizante es tal que, suelto y solo el discurso psicoanalítico sienta que puede desaparecer, salvo que de algo del orden de la desaparición deviene su potencia. «La esencia del discurso del psicoanálisis es un discurso sin palabras» (p. 11), decía Lacan en su seminario De un Otro al otro en la sesión del 13 de noviembre de 1968; en ese sin reside su fuerza puesto que es lo que permite que de ese lugar surja ese saber otro. Cuando Allouch aborda el estudio de «Duelo y melancolía» también señala de qué forma Freud en este texto hace uso de un método que no es el suyo al buscar apoyo en «un pequeño número de casos». Se remite más bien a una clínica del cuadro clínico más que al método que él inauguró: el estudio sostenido del caso en su singularidad. El autor entonces se pregunta: «La versión misma del duelo, vehiculizada por Duelo y melancolía (y no solamente la clínica que la sostiene), ¿no será acaso igualmente «médica» en el sentido en que lo médico se hace, en su modernidad, discurso de la norma?» (Allouch, 1998, p. 70). Lo que va a quedar claro después de la lectura del texto de Allouch es que esta diferenciación, esta separación entre lo patológico y lo normal no se sostiene. Señalo tan sólo un punto para precisar esto a partir de una cita de Freud en Duelo y melancolía: […] Este caso podría presentarse aun siendo notoria para el enfermo la pérdida ocasionadora de la melancolía: cuando él sabe a quién perdió, pero no lo que perdió en él. Esto nos lleva a referir de algún modo la melancolía a una pérdida de objeto sustraída de la conciencia, a diferencia 30
del duelo, en el cual no hay nada inconsciente en lo que atañe a la pérdida (p. 243). ¡En el duelo no hay nada inconsciente en lo que atañe a la pérdida! ¿Acaso alguien que pierde un hijo sabe qué de él se fue con ese hijo? Claro, es por esto que si un sujeto permanece en un estado de profundo dolor después de un evento así por un período de tiempo más allá que el prescrito, será diagnosticado como padeciendo un duelo patológico. Una absurda consecuencia de la insistencia de permanecer en el discurso de la normalidad. Pero está claro que para quién está de duelo lo que se fue de él con aquel que ha muerto, no puede saberse. Es casi como si el duelo normal de Freud remitiera a la muerte de un ser querido pero que no me lleva necesariamente a un estado de pérdida de sí y lo digo así para insistir en que sin ese trozo de sí (no más de mí y no de ti, sino de sí), trozo de carne, ya no sé quién soy. Es una pérdida que no me enfrenta a ninguna pérdida…No, esta dualidad normal-anormal en el duelo no se sostiene y tampoco en un análisis si se considera esta experiencia como absolutamente singular. En el artículo antes mencionado Actualidad en el 2001 de Erótica del duelo, Allouch (2004) habla sobre una novela de Yoko Ogawa (2004) El anular debido a que encuentra en ella una
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prolongación de su libro Erótica del duelo. Ya que la novela de Ogawa es reveladora al respecto de la efectuación de un duelo, Allouch realiza una analogía entre la novela y lo que sería la operación de un análisis llevado a su fin. Tomo un pequeño punto de la novela y de la analogía para terminar este artículo La narradora es una mujer joven que trabaja en un laboratorio de especímenes. Antes de ello había trabajado en una fábrica de bebidas refrescantes en la que le ocurrió un evento: su dedo quedó atrapado en una máquina de fabricación de refrescos. Fue como si «el tiempo se hubiera detenido», dice ella. La herida no fue grave, sólo se había arrancado un pedazo de carne de la extremidad del anular de la mano izquierda. Sin embargo, el evento sí lo fue, «después de todo, había perdido una parte de mi cuerpo», dice. El pedazo de carne arrancado de su dedo se fue en el torrente de desinfectante, después de ello quedó lo que Allouch califica de síntoma: Fue incapaz de beber el más mínimo trago de bebida gasesosa. Y después del evento también un acto: Por primera vez deja el pueblo en el que vivía para irse lejos, a vivir a la ciudad. Allí consigue un trabajo en el laboratorio del Sr. Deshimaru como oficinista. Éste le explica su trabajo y cómo operaba el laboratorio: «Un visitante llega con el objeto que quiere que le disequen. Después de los trámites usuales, usted lo toma y yo lo transformo en un espécimen. Luego recibimos una suma de dinero que corresponde al trabajo efectuado. De hecho, eso es todo.» Además, le explica: «Las razones que llevan a desear un espécimen son distintas para cada quien. Se trata de un problema personal. No tiene nada que ver con la política, la ciencia, la economía o el
arte. Al preparar los especímenes, aportamos una respuesta a esos problemas personales». Comienza a articularse la razón de porqué Allouch encuentra una analogía entre el trabajo del Sr. Deshimaru y el analista como aquél que acoge en sí mismo el objeto causa del deseo del analizante cuando la transferencia se ha establecido. Además, le aclara: «Nosotros guardamos y conservamos cuidadosamente todos los especímenes. Es la regla. Desde luego, nuestros clientes pueden visitarlos cuando así lo deseen. Pero la mayor parte nunca regresa. Porque el sentido de estos especímenes es encerrar, separar y acabar. Nadie trae objetos para recordarlos una y otra vez con nostalgia». Ella le solicita ver algún espécimen y él le muestra uno que había llevado una joven de 16 años: Tres hongos. Esos hongos habían crecido en las ruinas de su casa incendiada. Sus padres y su hermano murieron en ese incendio, ella fue la única que sobrevivió. En su mejilla izquierda tenía la marca de una quemadura, una marca muy ligera, que estaba relacionada con el incendio de su casa. La chica le dice al Sr. Deshimaru: «Quisiera encerrar con estos hongos todo lo que desapareció en el fuego, ¿Acepta usted?» Ella había entendido perfectamente el significado del laboratorio señala el Sr. Deshimaru. Un día la chica que había llevado los tres hongos a disecar regresa al laboratorio. Quiere solicitar otro espécimen: la quemadura de su rostro, la marca de su cicatriz. El Sr. Deshimaru le aclara: «Hacer un espécimen y curar una quemadura son dos cosas totalmente distintas». Ella le responde: «Claro. No creo que el hecho de pedirle que convierta en un espécimen mi cicatriz hará que ésta desaparezca». Después de esto el Sr. Deshimaru pasó su brazo alrededor de sus hombros como si fuera una cosa valiosa y frágil, obligándola a levantarse. Ella se dejó dócilmente. La llevó al laboratorio de dónde nunca volvió. Sólo quiero indicar brevemente que la narradora efectuará un acto equivalente al final, pero la novela es rica en detalles que se pueden asociar a la función del analista, pues se despliega una relación intensamente amorosa entre la 31
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narradora y el Sr. Deshimaru. Pero por la vía de este pequeño segmento de la novela pretendo señalar la magnitud de una experiencia de duelo y por tanto de análisis, circunscribiendo de qué se trataría en esa pérdida de sí imposible de ser reducida a una clasificación psicopatológica. Hablando de ese acto de la joven de los hongos de solicitar el espécimen de la cicatriz de la que no se puede separar, Allouch (2009) precisa: Esto aclara el mal llamado suicidio de quién está de duelo. El enlutado que se suicida no quiere necesariamente atentar contra su vida; es alguien que no puede, como la muchacha de los champiñones, […] suplementar su duelo con el sacrificio de un trozo de sí sino perdiéndose también en ello, alguien que no puede (dicho en términos de la topología lacaniana) recortar un petit a hasta ese punto de cierre del corte donde petit a (primera figura de sí mismo) se separa de sí, adviene como un sí mismo ya perdido –lo que corresponde exactamente a la operación psicoanalítica según Lacan, más precisamente a su cierre, que tiene lugar cuando el psicoanalista se ha vuelto el espécimen naturalizado del analizante (p. 27). Cuando la narradora le habla al Dr. Deshimaru sobre «su recuerdo más doloroso», «una verdadera desgracia», «una situación en que se sintió miserable», “realmente avergonzada”, cuando perdió la punta de su anular izquierdo él le dice: «Entonces tu anular nunca más será como antes, ¿es eso?»…y yo corto la frase: Entonces, tú, anular, nunca más será(s)…como antes…eso es. Sobre la autora: Mtra. Mónica Santos Muñoz Psicoanalista en consulta privada. Maestría en psicología clínica con orientación psicoanalítica, UANL, 2006. Especialidad en psicoterapia psicoanalítica, UANL, 2001. Primer publicación en el 2014 con el artículo Decirse lesbiana, revista Me cayó el veinte No. 30 de la École lacanienne de psychanalyse, en México. Referencias de imágenes: http://ecole-lacanienne.net/es/event/despatologizacion-del-duelo-3/ (William Bouguereau: El despertar de la tristeza [Premier deuil] / 1988.) http://istopiahistoria.blogspot.mx/2015/11/el-velatorio-del-angelito-unacostumbre.html (Velatorio del angelito y Madre con su hijo amortajado como pide la tradición )
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Diferenciación entre duelo, sentimiento de duelo y trabajo de duelo Por Carlos Llanes
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ucha agua ha pasado por debajo del puente desde el texto de Sigmund Freud «Duelo y Melancolía» de 1917, un texto que se puede ubicar dentro de los llamados textos metapsicológicos y con un valor fundamental para la teoría psicoanalítica, ya que en este complejo artículo el profesor Freud nos muestra su concepción acerca de los destinos que puede experimentar un sujeto que pierde al objeto amado; descripción para muchos corta y con puntos hasta la fecha criticables y debatibles, sin embargo para quienes nos confrontamos día a día con la muerte, el dolor y la pérdida en nuestros consultorios es de suma importancia su relectura y su re-trabajo. Debido a la temática central que eligió el comité editorial de la presente revista, al cual agradezco la invitación a escribir de tan importante tema, voy a desarrollar a lo largo del artículo ciertas ideas que busquen colaborar en la difícil tarea de la compresión del duelo desde el punto de vista psicoanalítico. Duelo es un concepto tan sumamente difícil de rastrear en la literatura psicoanalítica que ni siquiera aparece en el Vocabulario de Psicoanálisis de Laplanche y Pontalis, y en el Diccionario de Psicoanálisis de Roudinesco y Plon la palabra Duelo remite a buscar Melancolía, del duelo en sí no se dice nada. Esto es otro agregado para tomar a «Duelo y Melancolía» como la principal referencia para el psicoanálisis de abordar esta temática, ya que son pocos los autores tanto contemporáneos como clásicos los que problematizan este concepto al que malamente se tiende a obviar y banalizar. Hablar de duelo entonces implica delimitar varias cosas, como el mismo título del artículo lo dice, una cosa es hablar de duelo, otra de sentimiento y otra de trabajo, los tres están ín-
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timamente vinculados, pero no necesariamente articulados. El duelo para el profesor Freud es «la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc.» (Freud, 1917 p. 241). El duelo es un proceso que podríamos denominarlo como normal, una reacción la cual, y muy a pesar del poco tiempo y tolerancia que hay en la vida actual para darle lugar, deviene posterior a algo sentido como pérdida para los sujetos. Un proceso que antes que otra cosa implica tiempo, tiempo para vivirlo a pesar de lo doloroso que pueda llegar a ser. El duelo como proceso subjetivo que implica tiempo y un gran esfuerzo para vivirse, no tiene un margen estandarizado para decidir cuándo ha finalizado, las prisas de la vida actual imponen que después de una pérdida sólo se le permite al que está de luto un leve lapsus de tiempo para llorarle al otro que se fue, porque hay que seguir, hay que salir a trabajar al día siguiente para ser productivos porque la vida sigue.
El enlutado y el sentimiento de duelo A partir de la pérdida del objeto, el mundo comienza a imponerle al sujeto que el objeto ya no está en la realidad fáctica, en la realidad de lo «real verdadero», se ha ido, y a partir de ahí el sujeto que siente y resiente la pérdida comienza a lidiar con el llamado «examen de realidad» como nos la menciona Freud, «El examen de realidad ha mostrado que el objeto amado ya no existe más» (Freud, 1917 p. 242).
Aquí el sujeto que perdió a su objeto se vuelve enlutado y «El enlutado está en dificultades, tironeado entre el deseo y la realidad, entre sostener con su vida su objeto de amor, o renunciar a él y buscar una sustitución posible» (Bernasconi y Smud, 2003 p. 52). Estamos en el punto más fecundo del sentimiento de duelo, esa lucha interna ente la aceptación de la pérdida en la realidad fáctica y del sostenimiento del objeto en la realidad psíquica. Entonces a mi parecer, el sentimiento de duelo es ese punto crucial donde el enlutado empieza a cuestionarse con el dolor y el extrañamiento por un lado y el examen de realidad por el otro qué hacer con esa pérdida del objeto, si soltarlo o mantenerlo; «La realidad es puesta a prueba, el examen de realidad da su veredicto, que no convence al enlutado a quien se le aparece su ser querido y que lo sigue manteniendo con vida en su realidad psíquica» (Bernasconi y Smud, 2003 p. 56). No todo el que sufre una pérdida o está de duelo pasa ser enlutado, pareciera ser éste último el destino más esperado o de mejor cauce para la elaboración del duelo, al llegar a ser enlutado y permitirse vivir el sentimiento de duelo se puede llegar acatar el examen de realidad, por más cruel y doloroso que sea. Asumir ese «ya no está conmigo» que el mundo impone abre la pauta para comenzar con otro momento no menos doloroso y ni de menos esfuerzo, lo llamaremos trabajo de duelo. El duelista y el trabajo de duelo Si prevalece el acatamiento de la realidad ante la pérdida del objeto de amor «emana ahora la exhortación de quitar toda libido de sus enlaces con ese objeto. A ello se opone una comprensible renuencia; universalmente se observa que el hombre no abandona de buen grado una posición libidinal, ni cuando su sustituto ya asoma» (Freud, 1917 p. 242). Al contrario de lo que ocurre en la melancolía (la cual no abordaré en este escrito) el trabajo de duelo se echa a andar paso a paso, pieza por pieza, duela lo que duela. Aunque el trabajo de duelo propiamente dicho ya había comenzado con el examen de 33
Tema central: Diferenciación entre duelo, sentimiento de duelo y trabajo de duelo
realidad, podríamos hacer un esfuerzo por encontrar su punto más fecundo de despliegue, y este sería precisamente el de la retiro de la vestimenta libidinal que empañaba a la representación del objeto de amor y sus recuerdos, pero no es tan fácil como se lee, aquí entra el verdadero trabajo, el de lidiar con la permanencia del objeto en el psiquismo, esto provoca que «Cada uno de los recuerdos y cada una de las expectativas en que la libido se anudaba al objeto son clausurados, sobre-investidos y en ellos se consuma el desasimiento de la libido» (Freud, 1917 p. 243). El trabajo que consta de un proceso considerable de tiempo, dolor y esfuerzo, que se ejecuta pieza por pieza y pedazo por pedazo como lo describíamos anteriormente es necesario en primer lugar, para que le yo recupere fuerzas, recupere el interés por el mundo que se perdió con el objeto, ya que como diría Freud (1917) «En el duelo, el mundo se ha hecho pobre y vacío» (p. 243). Aunque no podemos, como lo mencionamos al principio, proporcionar un tiempo determinado para la elaboración del duelo, ya que eso depende de cada sujeto y de cada relación con el objeto perdido, tampoco podemos descartar la idea de que quizás existan sujetos que después de un tiempo bastante prolongado, en donde el trabajo de duelo no ha podido avanzar y eso los ha también atorado en su circulación por la vida, aquí estaríamos en el terreno de los llamados «duelos patológicos», que a diferencia de la melancolía, tendrían todas las características aparentes de iniciar con un trabajo de duelo pero algo les impide comenzarlo, o si se comienza éste se prolonga provocando un gasto mayor de tiempo, esfuerzo y dolor para el sujeto. Para Freud (1917) «El duelo normal vence sin duda la pérdida del objeto y mientras persiste absorbe de igual modo todas energías del yo» (p. 252), por ello aunque el trabajo de duelo vaya por buen cauce, por decirlo así, eso implica para el yo un esfuerzo energético muy importante, él no quiere perder nada, pero debe lidiar con el examen de realidad que le impone otra cosa, trata de retener al objeto, y para poder salir del 34
conflicto que se le presenta «el yo, preguntado, por así decir, si quiere compartir ese destino, se deja llevar por la suma de satisfacciones narcisistas que le da el estar con vida y desata su ligazón con el objeto aniquilado» (Freud, 1917 p. 252).
Quizás el punto más debatible en cuanto al trabajo del duelo o al duelo de forma general, es la cuestión de que, en el duelo, a diferencia de la melancolía, «no hay nada inconsciente en lo que atañe a la pérdida» (Freud, 1917 p. 243), es decir que para Freud en el duelo si se sabe lo que se pierde, por lo menos en el plano consciente. Esto hasta la fecha es muy cuestionable, ya que si de algo podemos estar de acuerdo los analistas que defendemos más la postura freudiana, como los que son más severamente críticos (caso de Jean Allouch por ejemplo), es que en realidad nunca se sabe (consciente o inconsciente) lo se pierde, o más bien, lo que se pierde con quien perdemos. La respuesta más concreta, por decirlo de cierta manera, y un tanto ambigua ante la magnitud de la incógnita, es que lo que se pierde corresponde a cada relación singular del sujeto que enlutado con lo perdido, ya que se conjuga con lo irrepresentable de la propia muerte para el psiquismo, porque vivir la muerte del otro es recordarme que yo también puedo ser finiquitado, ante tal conjugación, Freud (1915) nos responde sobre la pérdida del otro que «Entonces debía hacer en su dolor (el hombre primordial
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y nosotros mismos) la experiencia de que uno mismo puede fenecer, y todo su ser se sublevaba contra la admisión de ello; es que cada uno de esos seres queridos era un fragmento de su propio yo, de su amado yo» (p. 294). Una vez que el trabajo de duelo ha contribuido a que el yo pueda recobrar su interés por el mundo y con ello consiga enlazarse con otros objetos, Chamizo (2012) nos aclara que «más que re-investir el mundo por medio de un objeto de la realidad, éste se inventa, se produce a raíz del trabajo del duelo ahí donde el sujeto ha podido tomar distancia de los recuerdos, es decir, se ha movido de lugar y creado por lo tanto una nueva subjetivación» (p. 186-7). Se ha producido entonces hacia el final del trabajo de duelo (si tuviéramos que pensar que algún día termina) una segunda pérdida, es decir la del objeto también para el psiquismo, no en un sentido de borrarlo como cuando se borra algo de la papelera en una computadora, sino de concebir su muerte psíquicamente hablando, así el sujeto se atreve a matar al muerto, pasa a la posición de duelista, «el enlutado en una primera etapa, mantiene con vida al muerto en una suerte de existencia psíquica; en cambio, en una etapa posterior, el duelista se arriesga a dejarlo caer, y a esa muerte agrega una segunda muerte» (Bernasconi y Smud, 2003 p. 32). A manera de conclusión Entonces pudiéramos hablar del duelo desde un punto de vista psicoanalítico como un proceso donde ya implica una elaboración, pero que tal elaboración se dé requiere del pasaje subjetivo del sujeto que sufre la pérdida del objeto amoroso por el sentimiento de duelo (la posición de enlutado) y el trabajo de duelo (la posición de duelista), si estos puntos logran vivirse y articularse, el duelo tiene vías de elaboración, que no es lo mismo que olvido o negación de la pérdida, el trabajo psíquico que implica el trabajo de duelo se trata de hacer de la pérdida una inscripción. Cuando hablamos de inscripción hablamos de algo que queda registrado en el psiquismo, el cómo queda registrado marca una pauta, una forma de buscar qué hacer con eso que se ins-
cribe; en el trabajo de duelo se realizan dos movimientos simultáneos, se reafirma la pérdida del objeto amoroso en la realidad material, y se resigna la libido que investía a la representación o representaciones de dicho objeto en la realidad psíquica, para así, ya con la recuperación del yo del interés por el mundo, investir a otro objeto que se reinventa en el psiquismo, ya que como dice Freud (1917): «Una vez cumplido el trabajo de duelo el yo se vuelve otra vez libre y desinhibido» (p. 243). Miguelez (2010) nos ayuda a comprender la inscripción del objeto perdido con su metáfora acerca del caminar sobre arena y buscar a toda costa el mismo pie que dejó huella sobre la arena y hacer que quepa sobre la misma, nos dice que «Si uno borra la huella y deja una marca, ya no necesita comparar con el objeto pie para ver a qué pie corresponde esa huella. Al hacer la marca inscribe la pérdida del pie y le da una significación nueva, que puede ser múltiple pero que va a ser propia. En ese sentido, el acto de borrar la huella y dejar una marca vuelve irremediablemente perdido el objeto y también lo hace insustituible» (p. 604). El duelo posibilita entonces no solo la reafirmación de la pérdida del objeto amoroso por más costoso que esto sea, sino también la permanencia del mismo como insustituible en el psiquismo, solo que esta permanencia en lugar de obturar la circulación del sujeto en la vida, esta le sirva para dotar de nuevas significaciones el lugar que deja el objeto que ya no está y provoque movimientos de subjetivos en el sujeto para que regrese al mundo. Muchas son las aristas que se desprenden de esta temática, advertido que se dejan muchas cosas pendientes por trabajar invito al lector a la reflexión del proceso del duelo desde la mirada del psicoanálisis como una temática que nos toca y que la escuchamos día a día en nuestros consultorios, porque todo el tiempo estamos en duelo, todo el tiempo tenemos pérdidas y renuncias para acceder a otras cosas, siempre convivimos de una u otra forma a diario con la muerte y aunque la idea de nuestra propia muerte nos sea irrepresentable para todos los 35
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hombres, hay que darle su lugar, ni renegarla ni silenciarla, sino más bien como bien diría el Herr Professor «Si quieres soportar la vida, prepárate para la muerte» (Freud, 1915 p. 301). Sobre el autor: Dr. Carlos Llanes Psicoanalista. Es miembro fundador titular de Vía Regia al Psicoanálisis. También es candidato a Doctor en Investigación Psicoanalítica por el Colegio Internacional de Educación Superior. Además es miembro del comité editorial de la revista electrónica Letra en Psicoanálisis Es profesor en la carrera de Psicología en la Universidad Valle de México Campus Cumbres. Consulta Privada. Bibliografía: Bernasconi, E. y Smud, M. (2003) Sobre Duelos, Enlutados y Duelistas. Argentina: Lumen. Chamizo, O. (2012) Dolor y melancolía, destinos del narcisismo. En Revista Espectros del Psicoanálisis. Melancolía. Número 9. México: Espectros del Psicoanálisis. Freud, S. (1915) De guerra y muerte. Temas actuales. En O. C. Volumen XIV. Argentina: Amorrortu. (2003) Freud, S. (1917) Duelo y melancolía. En O. C. Volumen XIV. Argentina: Amorrortu. (2003) Miguelez, L. (2010) Duelo y creación. En Revista de Psicoanálisis. Nosotros y la muerte. Tomo LXVII Número 4. Buenos Aires: Asociación Psicoanalítica de Argentina. Referencias de imágenes: Bansky. (1999). "Niña con el globo" [Grafiti], Recuperado de http://siag. org.mx/siag/las-desapariciones-forzadas-dejan-otra-herida-el-dueloambiguo/ AntonioGuillem (2017). "Single or divorced woman alone missing a boyfriend while swinging on the beach at sunset" [Fotografía], Recuperado de https://www.bigstockphoto.com/es/image-84228035/ stock-photo-single-or-...
Atender a los procesos de duelo o medicalizar la vida: un dilema de nuestros días Por Jorge L. Tizón
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arece que los duelos por muertes y las reacciones ante las pérdidas afectivas de otro tipo poseen fases, bases biopsicológicas y desarrollos similares. Por eso se utiliza el caso de los procesos de duelo por la muerte de un ser querido como paradigma de
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los procesos de duelo. Pero también ese parecido está facilitando el que nuestras costumbres y hábitos con respecto a las pérdidas, las frustraciones y los dolores estén llevando derroteros similares a los que la sociedad está adoptando con respecto a las costumbres mortuorias. Nuestras costumbres y hábitos con respecto a las reacciones afectivas ante las pérdidas están derivando «tras el rumbo de la muerte». Cada vez se ve peor eso de entristecerse durante días o meses porque hemos perdido a una pareja, un amigo, una amiga, un amante, un ideal, un trabajo... Hay que olvidar, olvidar y «tirar para adelante sin mirar atrás». Ahora que ya «los hombres lloran», ahora tal vez no llora casi nadie. Ni hombres ni mujeres. Porque si lloras, si lloras varias veces al día durante meses, no es que estés triste, tal vez profunda y justificadamente triste. Aunque haya muerto tu amada o amado, lo que más querías en la vida, lo que era tu aliciente para vivir, para organizarte, para salir cada día al asfalto, para afrontar cada día problemas laborales, de tráfico, ecológicos, sociales, de guerras y masacres genocidas... Aunque haya muerto o hayas perdido a quien te consolaba, que te ayudaba ante esos conflictos y problemas, a quien te alegraba, solazaba, distraía, acompañaba, compartía el frío y el calor viscerales contigo, no debes manifestarlo mucho porque entonces, no es que estés triste... Es que estás deprimido. Es uno de los logros del biologismo, hoy expresado y practicado altaneramente por la psiquiatría biocomercial dominante. Así, miles y miles de conciudadanos están viendo empeorada su vida y sus capacidades más humanas, están cronificándose en supuestos trastornos psicopatológicos antes inexistentes, están cronificándose en el uso de psicofármacos de utilidad dudosa. En parte, porque no se les deja la oportunidad de estar tristes, de sufrir la turbulencia afectiva de todo duelo impor-
Tema central: Atender a los procesos de duelo o medicalizar la vida
Momentos de los Tarea fundamental Procesos de Duelo del momento
1. Impacto y “shock” ACEPTAR la
REALIDAD DE LA PÉRDIDA.
tante y de recrear y re-crearse, re-vitalizarse a partir de ellos. En parte, porque ya no nos con-dolemos suficientemente los unos con los otros. Inmediatamente se niega el derecho a la pena, a la tristeza expresada públicamente. No es que estén tristes, sino que están «deprimidos». Algunos llevamos decenios tratando de aclarar tan sutil y escurridiza diferencia, pero miles de profesionales en la otrora opulenta Europa, así como millones de conciudadanos, parece que han resuelto el dilema. Y, al parecer, de la mejor forma posible: sin pensar en él. Sin embargo, hoy estamos en posición de poder afirmar que buena parte de los fármacos «antidepresivos» que se administran en nuestra sociedad no mejoran significativamente la salud social, aunque puedan ser muy útiles en algunos casos de depresiones graves o severas. Además, nuestro trabajo clínico de cada día nos enfrenta a la realidad de que una parte cada vez mayor de nuestros conciudadanos en proceso de duelo, afectados por la turbulencia afectiva de haber perdido algo querido u odiado (o querido y odiado al tiempo), no pueden soportar ese segundo momento del desarrollo de los procesos de duelo según mi perspectiva (Tabla 1). La consecuencia es que su sufrimiento puede cronificarse durante años y la forma más frecuente y extendida de cronificarlo es el uso aventurero de todo tipo de psicofármacos, cuya utilidad no está probada en estas situaciones. Tabla 1. Momentos de los procesos de duelo y Tareas fundamentales a realzar en cada uno (derivada de Tizón, 2007, 2013).
2. Aflicción y turbulencia afectiva
TRABAJAR las EMOCIONES y el DOLOR DE LA PÉRDIDA
3. Pena y desesperanza reversibles
READAPTACIÓN AL MEDIO contando con la AUSENCIA del Objeto.
4. Recuperación o desapego
REUBICACIÓN del Objeto (Interno): “Olvidar recordando”.
Así, España, un país «alegre y latino», ha llegado a ser el mayor consumidor del mundo (en dosis por habitante y día) de hipnosedantes. el segundo de antidepresivos, sin que a los que los recetan, administran, aconsejan, venden, fabrican y propagan les importe, al parecer, ayudar a formarse en la diferenciación entre lo que es un duelo «normal», un duelo complicado o un duelo patológico, algo fundamental desde mi punto de vista. Sin que se sepa o se paren mientes en cuáles son las tareas propias de cada momento de los procesos de duelo y ante las pérdidas: cómo debemos ayudar en cada caso y momento; cuándo debemos acompañar y tan sólo acompañar (en la mayoría de los casos); cuándo, alternativamente, los profesionales deben asesorar, facilitar cambios, y cuándo intervenir, es decir, introducir acciones técnicas especializadas. Vivimos de forma tan disociada de las emociones y los procesos de duelo ante las pérdidas porque tal vez soportar la frustración cuando ésta es inevitable, soportar la pena y la tristeza que tarde o temprano nos abaten (pero no necesariamente deprimen), soportar y sentir las pérdidas, ha llegado a ser algo cada vez más ocasional, escondido, intimidizado (que no intimista), marginalizado, estigmatizado... Pero, como individuos y como pueblos, ¿podemos vivir de espaldas a la muerte, al dolor colectivo, las frustraciones, las minusvalías? ¿De espaldas a los duelos y los procesos de duelo? 37
Tema central: Atender a los procesos de duelo o medicalizar la vida
Por supuesto que no. Hoy sabemos que, si no se perciben, sienten, toleran y elaboran las pérdidas y frustraciones, van a darse una serie de consecuencias biopsicosociales que hemos explorado y sistematizado en varios de los libros citados y en numerosos trabajos de investigación (cfr. un resumen en la tabla 2). Los griegos clásicos ya conocían ampliamente el tema, al menos desde el siglo VI antes de nuestra era. Por eso el pueblo griego estaba obligado a presenciar anualmente las tragedias. Tabla 2. Repercusiones de los procesos de duelo graves estudiadas en humanos
Psicológicas Biológicas
Momentos clave de las reorganizaciones vitales y, por lo tanto, de cambios psicológicos (positivos y/o negativos) Elemento indispensable en todas las transiciones psicosociales y en las transiciones propias del desarrollo. Repercusiones biopsicosociales sobre el embarazo y el feto.
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Síndrome General de Adaptación (SGA) cronificado o prolongado Momentos clave en la reorganización neurológica e inmunitaria. Reorganización de los hábitos cotidianos. Repercusiones endocrinas. Repercusiones endocrinas. Repercusiones descollantes en la patología cardiovascular.
Sociales y antropológicas
Reorganización de los hábitos sociales. Múltiple valor antropológico y cultural de los procesos de duelo. Elementos clave para la cohesión y cambios sociales Repercusiones sociales sobre la embarazada y el futuro ser.
Repercusiones duraderas sobre el desarrollo psicológico de la infancia. Cambios de personalidad: mayor tendencia a somatizaciones, pasividad, rasgos paranoides, rasgos depresivos…
Repercusiones biológicas sobre la embarazada y el feto. Aumento de las adicciones (sobre todo a psicofármacos y alcohol). Aumento de la morbilidad y la mortalidad.
RepercusioComplicanes claras ciones psico- sobre los patológicas: hábitos depresión, sanitarios: somatizaAumento en ción, rasgos el uso de mede persodicamentos, nalidad hospitalizapatológicos, ciones, fretrastornos cuentación, adictivos… abandono de tratamienConsecuen- tos… cias graves a largo plazo Aumento del de los duelos suicidio y las durante el conductas embarazo. impulsivas. Ídem de los duelos graves o de los duelos acumulados Momento clave en la medicalización de la vida
Discapacidades y pensiones de enfermedad e invalidez Momento clave en la medicalización de la vida
Tema central: Atender a los procesos de duelo o medicalizar la vida
Vivir de espaldas a nuestros errores, de espaldas al dolor que producen nuestros propios errores y los dolores y muertes producidos directa o indirectamente por nosotros, eso es el hybris. Es el resultado del predominio de las «defensas psicóticas frente al duelo»: denegación, negación, escisión e identificación proyectiva. La tragedia griega clásica muestra una y otra vez cómo la arrogancia, la obstinación, el narcisismo, son uno de los fundamentos de los pecados de hybris. Pero toda hybris tiene su némesis, su castigo. Y en el campo de la negación de los duelos y los procesos de duelo ante la muerte y las pérdidas, creo que la némesis ha alcanzado una relevancia suficiente como para que la tengamos muy en cuenta en nuestra política cotidiana y de lo cotidiano. La psiquiatrización creciente de la vida en los países «desarrollados» es una buena muestra de esa némesis: tras la invasión de nuestra vida y nuestra intimidad por los psicofármacos y la demanda de que psicólogos y psiquiatras nos hagamos cargo de más y más aspectos de la vida cotidiana, se oculta la creencia, omnipotente y mágica donde las haya, de que las pastillas y la cirugía lo solucionarán todo, al menos hasta que lleguen las milagrosas y super-tecnológicas «terapias génicas» o «genéticamente dirigidas». En parte por eso, gobiernos y administradores políticos y sanitarios han visto fracasar año tras año sus políticas para conseguir el control del gasto farmacéutico en un mundo dominado por esas tendencias ideológicas y relacionales. Según lo que venimos diciendo, el control del gasto farmacéutico no es sólo un problema presupuestario: es un problema fundamentalmente ideológico y social. Está claro que, por un lado, las propias industrias fabricantes favorecen el gasto social en fármacos: es la base de la expansión de sus negocios en nuestras «economías de mercado», y más con el neo-liberalismo rampante. Pero, además, el aumento del consumo de fármacos, y en espe-
cial de psicofármacos, lo favorece sobre todo una ideología social, una cultura que, cada vez más, resulta intolerante e incapaz de tolerar las pérdidas y las frustraciones afectivas y vitales; lo favorece nuestra baja tolerancia, tal vez al sufrimiento, pero, sobre todo, a la «ansiedad», una forma profesionalizada y tal vez profesionalista para hablar de las emociones que desbordan. Así, hoy parece que los consultantes de los servicios sanitarios públicos (y privados) no toleran consultar a un médico sin que éste les dedique varias recetas o, como poco, una petición de «pruebas complementarias». ¿Sólo hablar, sólo palabras, sólo esperar y observar? ¿Sólo eso, doctor? Y, desde el otro lado de la mesa, a menudo, muy a menudo, el profesional tolera aún menos eso de sostener una entrevista profesional, una consulta, y no dar algún medicamento ni indicar alguna prueba complementaria. ¿Sólo hablar, sólo palabras, sólo esperar y observar? ¿Sólo eso? Me protestarán, me pondrán reclamaciones. A la omnipotencia y los poderes casi mágicos atribuidos a la biotecnología, hay que añadir otros elementos profundamente enraizados en nuestra cultura y que parece que están aumentando en los últimos decenios, por ejemplo, el inmediatismo y pragmatismo: hay que resolver las cosas ya, pronto, inmediatamente, sin preocuparse demasiado por los medios y largos plazos.... ¿Representaban los VIOXX tan gran mejora como para haber corrido los riesgos que todos hemos corrido porque se hayan comercializado y utilizado precipitadamente? Investigaciones británicas muestran que de los pacientes apuntados en un médico de cabecera, el 5 por ciento sufren pérdidas de personas significativas cada año, con los procesos de duelo consiguientes. Nuestras propias investigaciones en España apuntan a que más del 6,52 de cada cien personas está padeciendo cada año procesos de duelo significativos y que la mayoría acuden o son asistidos médicamente en las semanas o meses subsiguientes. Pero si tenemos en cuenta las ideologías y las prácticas antes citadas, ¿cuántos se están cronificando en 39
Tema central: Atender a los procesos de duelo o medicalizar la vida
nuestras sociedades mediante lo que he llamado la cronificación medicalizada?
Otro ejemplo dramático lo proporciona el disparatado uso de fármacos (legales) para controlar a los niños «hiperactivos» en algunas sociedades «avanzadas». Al parecer, hay ciudades en los Estados Unidos de América en las cuales se hallan en supuesto «tratamiento» con dichos fármacos hasta 25 de cada cien niños de 8 a 12 años. Aún no sabemos casi nada de los efectos de la mayoría de los fármacos sobre el cerebro de los niños, todavía biológicamente inmaduro y en trasformación continua, ¿y se les administran durante años fármacos que afectan su fisiología de forma declarada? En el mismo sentido, ¿cuántas personas están tomando antidepresivos, incluso el famoso Prozac y sus equivalentes, porque los proporcionan las clínicas de estética, ya que ayudan a adelgazar sin esfuerzos y frustraciones? O, simplemente, para «seguir a cien, a tope», «para no ponerme triste», «porque estar triste no es guay, porque no es chévere». Pues bien, muchos profesionales y muchos ciudadanos pensamos hoy día que esas situaciones tienen que ver con las dificultades individuales y sociales para afrontar los procesos de duelo y pérdida --además de con el uso perverso de ciertos mecanismos comerciales, claro está. Es un tema sobre el que deberíamos reflexionar; y reflexionar en tanto que ciudadanos, miembros de la polis; y con mayor urgencia si somos terapeutas, médicos o, en general, profesionales 40
asistenciales. Como hemos dicho, en toda profesión asistencial se trabaja cotidianamente sobre y con duelos y procesos de duelo. Al menos, deberíamos tener claras una serie de premisas asistenciales básicas sobre el tema, tal vez como las que recordamos en la tabla 3. Tabla 3. Actitud asistencial ante los procesos de duelo. 1) Como seres humanos, todos tenemos el deber de ayudar en los duelos de los demás (y el derecho de que nos ayuden en los nuestros) en la medida de nuestras fuerzas (biopsicosociales). 2) Como profesionales, nuestra primera tarea es hacer el pronóstico del duelo, que nos llevará a discernir los duelos (previsiblemente) normales, los duelos (previsiblemente) complicados y los duelos (previsiblemente) patológicos. 3) Si lo previsible es un duelo «normal», nuestra tarea como profesionales de APS ha de limitarse a facilitar los cuidados «profanos» (familiares y/o no profesionalizados) del duelo. 4) Si a los profesionales nos solicitan intervenir en estos casos, deberíamos adoptar una actitud que definimos como «acompañamiento», más que una intervención en el duelo o un «tratamiento» del duelo. Ese tipo de acompañamientos, si se realizan adecuadamente, pueden suponer una importante prevención en salud (mental) e incluso su promoción. 5) Si el duelo se prevé complicado, debería estar siempre disponible una posibilidad de «acompañamiento» o incluso de «asesoría» por parte de asesores, de personas de la comunidad, especialmente capaces o formadas de profesionales… 6) Los equipos de atención primaria (pedagógica, social o sanitaria), deberían hallarse formados y preparados para realizar dicho asesoramiento, a ser posible, con la intermediación y ayuda de los miembros «expertos» de la comunidad. 7) Y deberían contar, y estar formados e informados, sobre los servicios o dispositivos comunitarios o sociales en los cuales apoyarse o a los que se puede pedir ayuda.
Tema central: Atender a los procesos de duelo o medicalizar la vida
8) Si es previsible o probable que el duelo evolucione hacia el duelo patológico, entonces pueden ser necesarias desde el principio las ayudas a la elaboración del duelo realizadas desde los servicios profesionalizados, intentando siempre ponerlas en marcha desde el nivel profesionalizado menos institucionalizado, menos alejado de lo comunitario que sea posible. 9) En algunos duelos gravemente patológicos y en los duelos en personas con psicopatología declarada previa, es conveniente realizar la interconsulta con los servicios de salud mental psicológicamente orientados y, en su caso, la ayuda psicológica y/o psiquiátrica a los deudos, a las personas en duelo. Para terminar, recordemos de nuevo a los griegos clásicos, uno de los antecedentes de nuestra cultura. Recordemos, por ejemplo, cómo acaba la tragedia de Las Troyanas de Eurípides: en el nihilismo total, en la destrucción y autodestrucción que suponen el duelo patológico, cuando las culpas son ya insoportables e inelaborables. A la desesperación final de Hécuba, la reina, a la locura autodestructiva de Casandra, al resentimiento sin tregua ni piedad de Andrómaca, a la derrota y muerte de los troyanos, a la muerte de la mayor parte del ejército griego a manos del mar, de Poseidón, responde la frase final de éste, terrible y destructiva como sólo puede serlo un melancólico irritado:
Ahora vais a pagar. Haced la guerra, mortales imbéciles. Destrozad los campos y las ciudades. Violad los templos, los sepulcros, y torturad a los vencidos. Haciéndolo así, reventaréis. Todos. Es el final trágico, pero no el único posible. ¡Cuántas obras científicas, artísticas, sociales tienen que ver con una forma sublimada de elaborar los duelos por parte de los grandes
creadores! Van Gogh, Beethoven, Goya, Saramago, gran parte del arte religioso y funerario... ¡Cuántas trasformaciones creativas o desarrollos personales tienen que ver con la posibilidad de soportar la «turbulencia afectiva del duelo», con los cambios psico-neuro-endocrino-inmunitarios (PNEI) que lleva aparejados...! Es decir que, como coreaban los manifestantes indignados de la revuelta española y mundial de la «Democracia real, YA», y hoy vuelven a corear los manifestantes contra el nuevo presidente de los EEUU, «un mundo diferente es posible». Un mundo diferente en el que se pueda atender mucho más adecuadamente a las necesidades interhumanas y, por tanto, a los procesos de duelo, tanto en la asistencia como en la vida cotidiana. Sobre el autor: Dr. Jorge L. Tizón Es psiquiatra y neurólogo, psicólogo y psicoanalista (SEP-IPA). Ex -Director de las Unidades de Salud Mental de adultos, niños, adicciones y TMG de Sant Martí-La Mina(Barcelona) y del Equipo de Prevención en Salud Mental y Atención Precoz a los Pacientes en Riesgo de Psicosis. (EAPPP, de la Atención Primaria de Salud de Barcelona). Además, ha trabajado como Médico de Cabecera del Institut Catalá de la Salut y como miembro del Consell Assesor de Salut Mental y del Plan Director de Salut. Mental i Adiccions de la Generalitat de Catalunya. Actualmente es profesor de la Universitat Ramon Llull (Barcelona). Bibliografía: Tizón JL. Pérdida, pena, duelo: Vivencias, investigación y asistencia. Barcelona: Primera edición: Paidós 2004. Segunda edición, Barcelona: Herder; 2013. Tizón JL. El humor en la relación asistencial. Barcelona: Herder 2005. Tizón JL. Psicoanálisis, procesos de duelo y psicosis. Barcelona: Herder; 2007. Tizón JL, Sforza M. Días de duelo: Encontrando salidas. Barcelona: Ed. Alba; 2008. Sforza MG, Tizón JL: Giorni di dolore: Como si guarische dalla sofferenza per la perdita di una persona cara. Milano: Mondadori; 2009. Tizón JL, Ciurana R, Fernández MC (compiladores). Libro de Casos: Promoción de la Salud Mental desde la Atención Primaria. Barcelona: Herder; 2011. Tizón JL. El poder del miedo: ¿Dónde guardamos nuestros temores cotidianos? Barcelona: Milenio; 2011. Tizón, JL. Clèries, X., Daurella, N. (compiladores) ¿Bioingeniería o Medicina?: El futuro de la medicina y la formación de los médicos. Barcelona: Red Ediciones; 2012. (en rústica y e-book). Tizón, JL. Familia y Psicosis: Cómo ayudar en el tratamiento. Barcelona: Herder-3P;2014. (en rústica y e-book). Tizón, JL. Psicopatología del poder: Un ensayo sobre la perversión y la corrupción. Barcelona: Herder; 2015 (en rústica y e-book).
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Tema central: Atender a los procesos de duelo o medicalizar la vida
Referencia de Imágenes: http://rustamova.deviantart.com/art/Crying-eye-Pencils-onpaper-408394189 (Crying eye! Pencils on paper by f-a-d-i-l) Sipple D. (S.F) RM # 217653959[Imagen], (https://yooniqimages.blob.core.windows.net/yooniqimages-datastorage-resizedimagefilerepository/List/21765/97bddab0-894c-48408573-67280db0f987/YooniqImages_217653959.jpg) http://lyesandjones.com/exhibitions/beejoir/ ('A Pill a Day' - Beejoir) https://booksontrial.wordpress.com/2011/07/30/the-trojan-women-byeuripides/ (“The Trojan Women” by Euripides)
Los procesos del duelo en los contextos educativos
rente dependiendo de su capacidad de control y gestión ante la pérdida sufrida, ya que no todos reaccionamos y actuamos igual en los distintos niveles y dimensiones personales donde el duelo puede dañarnos. Y es que como sostienen Echeburúa y Herrán (2007), la pérdida de un ser querido puede ser el factor más estresante en la vida de una persona. Además, es un proceso dinámico, con cambios continuos, múltiples posibilidades de expresión y sin límites rígidos, ya que no es factible homogenizar los estados emocionales de las personas ante los diferentes grados de dolor que puede provocar la pérdida de una vida humana.
Por Dr. Ernesto Colomo Magaña ernesto.c.magana@hotmail.com Twitter @ErnestoColomo
Los procesos de duelo y su acompañamiento
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a muerte, ese hado funesto que alcanza a todos los seres vivos y que tendemos a apartar de nuestra cotidianeidad, está presente en todo lo que nos rodea; es una constante que se reproduce con asiduidad; es parte de la vida. De esta manera, y aunque no estemos preparados para ello, todos viviremos el fallecimiento de alguna persona de nuestro entorno cercano y las consecuencias derivadas de dicha pérdida. No podemos obviar que cuando perdemos a una persona cercana a nosotros estamos ante un acontecimiento que nos marcará a nivel personal, teniendo no solo que superar su marcha sino también aprender a vivir el resto de nuestra vida sin su presencia (Colomo, 2016). Todos estos aspectos forman parte del proceso de duelo, el cual pasamos a explicar. Se trata de una respuesta o reacción natural (determinada tanto por la edad y el nivel de razonamiento como por las experiencias personales, las creencias o no creencias religiosas, la cultura o el contexto socio-familiar) ante el fallecimiento de un ser querido o conocido, que afecta a nivel emocional, cognitivo, biológico, psicológico, social, físico, espiritual e incluso identitario. Se caracteriza por ser personal y único, expresándolo cada persona de forma dife-
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Debido a ello, cobra especial relevancia los procesos de acompañamiento en los duelos, ya que la superación positiva de los mismos favorece un desarrollo del estado de la madurez de la persona, beneficioso para su reconstrucción identitaria. Sin embargo, un duelo frustrado o no superado tiene componentes negativos que afectan a los dolientes en diferentes esferas de sus vidas. Como recoge Cid (2011), las personas que viven su duelo presionadas, no reconocidas, no apoyadas o no respetadas por su entorno, tienen más dificultades en el proceso de aceptación de la pérdida y de elaborar su nueva situación. Por esta razón, trataremos sobre el acompañamiento desde el ámbito educativo, dirigiendo nuestros esfuerzos a que la persona en duelo entienda el proceso de pérdida como algo natural, a la vez que alejado de toda visión trágica
Tema central: Los procesos del duelo en los contextos educativos
les o imaginadas) a la existencia tanto propia como ajena. Se trata de un factor que podemos reducir si trabajamos con diferentes recursos y metodologías sobre nuestra finitud como seres vivos y la concepción de la muerte como un hecho inevitable. El enfoque debe centrarse en valorar cada momento como un regalo único, por lo que dar sentido a nuestra vida favorecerá la reducción de dicha ansiedad.
y sensación de miedo. Para ello, trabajaremos a continuación sobre diferentes aspectos que favorezcan la superación positiva del mismo y también sobre el papel que los acompañantes juegan en estos procesos.
¿Cómo trabajar el duelo? Premisas de carácter preventivo y paliativo. La intervención de los profesionales del contexto educativo es determinante, ya que tras los procesos de duelo es necesaria una readaptación a la realidad y una elaboración y comprensión positiva del suceso. Para lograrlo, abordaremos una serie de premisas y tareas propuestas por Worden (1997) y Cid (2011) que nos permitirán apoyar, asesorar, orientar y acompañar a las personas en duelo. •
Reconocer la realidad de la pérdida, entendiendo que la persona no volverá. Puede llevar tiempo porque implica una aceptación tanto intelectual como emocional. Suele caracterizarse por estados como la negación, cólera o desesperación. En esta fase es necesario no retener los sentimientos, sino favorecer la expresión libre de las emociones, ya que es sano y necesario para el duelo.
•
Dar seguridad y protección ante el miedo que puede suscitar el fallecimiento de otros allegados o el suyo propio. La ansiedad ante la muerte es una reacción emocional producida por la percepción de señales de peligro o amenaza (rea-
•
Trabajar las emociones y el dolor de la pérdida, centrándonos en interrumpir las conductas que mantienen un vínculo negativo con el pasado y las situaciones que ya son irreversibles. Se trata de que la añoranza y los pensamientos recurrentes sobre el fallecido no provoquen un estado de inquietud permanente, donde la apatía, la indiferencia o la pérdida de sentido de la vida sean unas constantes en el doliente. Además, hay que evitar los sentimientos de culpa por lo que hicieron o dejaron de hacer con la persona fallecida, siendo necesario trabajar en que el educando no se responsabilice del fallecimiento.
•
Adaptarse a un medio en el que el fallecido está ausente, lo que conlleva asumir roles distintos en un nuevo medio sin esa persona. En esta tarea, hay que tener en cuenta que los lazos emocionales que guarda cada persona con el difunto son únicos, haciendo así que cada proceso de duelo sea diferente. Aquí es importante concienciarles de que la muerte no destruye los recuerdos, sino que los que se fueron siguen en nuestro corazón y memoria. Esto les beneficiará en el proceso de elaboración del duelo.
•
Recolocar emocionalmente al fallecido y seguir viviendo, ya que para muchas personas su vida se detiene cuando se produce la pérdida. Los recuerdos sobre el difunto pasan a ser una mezcla de 43
Tema central: Los procesos del duelo en los contextos educativos
alegría-tristeza que no deben impedir la reincorporación al ritmo habitual de la vida del doliente. Como afirmaba Mitch Albom (2000, pg. 12): "perder a un ser querido nunca es realmente volver a empezar. Se parece más a seguir sin." Para ello es clave una escucha activa que favorezca los canales de expresión y comunicación, ya que al hablar de sentimientos podemos contribuir a avanzar en el proceso.
Por todo ello, en nuestro papel como profesionales en el ámbito educativo, debemos tener conocimientos y herramientas para poder abordar las situaciones de duelo, ofreciendo el apoyo necesario para solventar las necesidades que manifiesten los dolientes y manteniéndonos a su disposición. Para ello, precisamos de una formación al respecto, la cual abordaremos a continuación. La necesidad de una formación específica: la pedagogía de la muerte Los individuos, como seres vivos, son finitos. Es una realidad que nos acompaña desde el momento en que nacemos y a la cual nos dirigimos. Sin embargo, vivimos en una sociedad que da la espalda a esta realidad, una sociedad desnaturalizada de su esencia humana. En la época actual, donde valores como el materialismo, consumismo, hedonismo y narcisismo mueven los principales intereses ególatras de las personas, la idea de envejecer o de que somos mortales choca directamente con el contexto en el que se desea vivir. La muerte es tabú porque 44
deseamos pensar que es ajena a nosotros o que ocurrirá dentro de mucho tiempo, cuando por el contrario, cada momento puede ser el último que disfrutemos de nuestra vida. Por estas razones, cobra especial relevancia la inclusión de una formación específica como es el caso de la pedagogía de la muerte, que aquí exponemos. Introducir este contenido en los currículos de todas las profesiones relacionadas con el ámbito educativo debe ser un proceso de naturalización. El problema es que todos los procesos formativos se centran en la vida, sin tener en cuenta que también debemos prepararnos para abandonar la realidad, debemos aprender también todo lo concerniente a la muerte. Como afirman Colomo y Oña (2014, pg. 110): "solemos educar pensando solo en la vida, sin considerar que morir es nuestro fin inevitable." Por ello, trabajar la mortalidad y la finitud desde la pedagogía nos puede facilitar el dotar a los alumnos de herramientas y mecanismos con los que puedan afrontar las diferentes situaciones de pérdidas que ocurran en sus vidas. Nuestra labor debe consistir en ayudarles a asumir la muerte como algo natural, favoreciendo así un mayor control y gestión emocional y una valoración y mayor aprovechamiento de las cuestiones que realmente influyen al ser humano respecto a su bienestar y felicidad: el amor, la familia, su evolución y desarrollo, etc. Nuestra preparación ante esta realidad y nuestra capacidad de acompañamiento durante los procesos de duelo se convierten en destrezas y habilidades claves de nuestra identidad profesional al permitirnos abordarla en cualquier contexto educativo, enseñando que la muerte es parte de la vida (trabajo preventivo) y acompañando a nuestros alumnado en sus procesos de duelo (trabajo paliativo), evitando así cometer errores que puedan dificultar dicho proceso. Esta propuesta pedagógica tiene como ejes dos evidencias comprobadas que acompañan al momento de la muerte. Por un lado, la finitud del ser humano, pues vivimos en ciclos constantes de nacimientos y muertes que nos permite una evolución y transformación como especie. Por otro lado, la circunstancia de que
Tema central: Los procesos del duelo en los contextos educativos
la muerte sea un hecho inevitable, personal e intransferible, cuya certeza reside en nuestro interior. Asimilar que somos mortales es un proceso de enseñanza-aprendizaje continuo que se desarrollará durante toda nuestra vida, cuyos resultados irán vinculados a la madurez personal de cada uno. No obstante, alejarnos de visiones trágicas y del miedo a perder la vida nos naturalizará este momento y nos permitirá disfrutar más de nuestro tiempo y del sentido que demos a nuestra existencia. Dentro de nuestras acciones e intervenciones, podemos destacar el prepararnos para la despedida, dar la noticia del fallecimiento, fortalecer el control y gestión de las emociones, desarrollar la resiliencia ante esos duros momentos, conocer las fases del duelo y la necesidad de superar cada una de ellas, entender la partida como un hecho "natural", recolocar emocionalmente al fallecido y favorecer la creación de recuerdos positivos que conlleven no olvidar y a la vez poder vivir sin el mismo. Todos estos aspectos los podemos trabajar de manera preventiva, lo cual será enriquecedor y positivo para los dolientes. Además de los recursos comentados, un buen medio para trabajar los procesos de duelo es mediante la puesta en común de experiencias y testimonios. Entre las diferentes opciones, podemos recurrir a personas que han sufrido alguna pérdida (así podremos entender las distintas etapas del proceso de duelo) o que hayan sufrido algún tipo de enfermedad o accidente que los acercara a la muerte (así podremos valo-
rar la vida y nuestras posibilidades de autorrealización). Esta opción pone en liza uno de los componentes claves que todo proceso de duelo debería incluir: la escucha activa y el diálogo empático, donde el cariño y afecto sean los pilares del vínculo que crearemos con la persona que ha perdido a un ser querido. Respecto a su implantación, exponemos el caso de España, donde esta propuesta va alcanzando cotas y efemérides cada vez más significativas. En los últimos tiempos ha tenido lugar, por ejemplo, la inclusión de una asignatura a nivel universitario centrada en la pedagogía de la muerte. El Departamento de Didáctica y Teoría de la Educación de la Facultad de Formación de Profesorado de la Universidad Autónoma de Madrid impartió la materia «La muerte y su didáctica en Educación Infantil, Primaria y Secundaria», durante los cursos 2005-06 hasta el 2009-10, como asignatura de libre configuración, en la formación de alumnos de Magisterio y Psicopedagogía. Además, es el único departamento universitario de educación en España que desarrolla la línea de investigación de «Pedagogía de la muerte», logrando así una normalización de este ámbito y generando espacios educativos donde pueda crecer y desarrollarse en pos de una formación más holística e integral. Además, es cada vez mayor el número de cursos, seminarios, talleres, reuniones y formación continua centrada en el duelo, lo que denota la relevancia e importancia de un proceso determinante en nuestra construcción identitaria cuya 45
Tema central: Los procesos del duelo en los contextos educativos
resolución puede reportar aspectos negativos sino lo afrontamos correctamente. Conclusiones Ante un hecho inevitable como es la muerte y el sufrimiento que conlleva la pérdida de nuestros seres queridos, los profesionales de la educación tenemos un rol importante en el acompañamiento de los alumnos que se encuentren en situación de duelo. El vínculo entre profesor y alumno, el número de horas que convivimos, el ejemplo en que nos convertimos para ellos a nivel personal y las actitudes y aptitudes pedagógicas que poseemos, son razones clave para que no obviemos la muerte a nivel educativo. Solo preparando el camino para el final podremos gestionar y controlar mejor nuestras andanzas a lo largo de la vida y disfrutar de ellas. El reto está lanzado, solo toca involucrarnos y enseñar el arte de vivir (Esteve, 2010). Sobre el autor: Dr. Ernesto Colomo Magaña Doctor en Educación. Máster en Cambio Social y Profesiones Educativas. Licenciado en Pedagogía y Diplomado en Magisterio. Profesor en Universidad Internacional de Valencia. Autor de diversas publicaciones (artículos, libros, capítulos de libros y comunicaciones) en temas como la educación en valores y la pedagogía de la muerte. Bibliografía: Albom, M. (2000). Martes con mi viejo profesor. Un testimonio sobre la vida, la amistad y el amor. Madrid: Maeva. Cid, L. (2011). Explícame qué ha pasado. Guía para ayudar a los adultos a hablar de la muerte y el duelo con los niños. Madrid: FMLC (Fundación Mario Losantos del Campo). Colomo, E. (2016). Pedagogía de la Muerte y Proceso de Duelo. Cuentos como Recurso Didáctico. REICE. Revista Iberoamericana sobre Calidad, Eficacia y Cambio en Educación, 14(2), 63-77. doi: 10.15366/ reice2016.14.2.004 Colomo, E. y Oña, J.M. (2014). Pedagogía de la muerte. Las canciones como recurso didáctico. REICE. Revista Iberoamericana sobre Calidad, Eficacia y Cambio en Educación, 12(3), 109-121. Echeburúa, E. y Herrán, A. (2007). ¿Cuándo el duelo es patológico y cómo hay que tratarlo? Análisis y Modificación de Conducta, 33(147), 31-50. Esteve, J.M. (2010). Educar: un compromiso con la memoria. Barcelona: Octaedro. Pixabay (2017). Imágenes gratuitas de alta calidad. Recuperado de: https://pixabay.com/ Wikimedia Commons (2017). Base de imágenes. Recuperado de: https:// commons.wikimedia.org/wiki/Main_Page?uselang=es Worden, W. (1997). El tratamiento del duelo asesoramiento psicológico y terapia. Barcelona: Paidós.
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El proceso de duelo: una revisión desde la Psicología Humanista Por Lic. Alejandra Maltos-Martínez
El proceso de duelo.
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as pérdidas que los seres humanos presenciamos se reconocen como pequeños duelos, desde las cosas más concretas como personas, lugares u objetos, hasta las inmateriales, pero no por ello menos significativas, como la juventud o los sueños e ideales que se desvanecen cuando nos enfrentamos a las duras «realidades» de la vida; sin embargo, cada una de ellas, concretas o no, conllevan un proceso de dolor significativo para el individuo. Harvey y Weber (1992) definen la pérdida como cualquier daño en los recursos personales, materiales o simbólicos con los que hemos establecido un vínculo emocional. Payás (1998) define duelo como la respuesta natural a la pérdida de cualquier persona, cosa o valor con la que se ha construido un vínculo afectivo y, como tal, se trata de un proceso natural y humano y no de una enfermedad que haya que evitar o de la que haya que curarse. La expresión del duelo incluye reacciones que muy a menudo se parecen a aquellas que acompañan a trastornos físicos, mentales o emocionales. Es importante ser muy cauteloso en la interpretación de ciertas expresiones de duelo que pueden aparecer como patológicas y ser, en realidad, manifestaciones totalmente naturales y apropiadas, dadas las circunstancias particulares de la pérdida.
Tema central: El proceso de duelo
Durante los últimos años, el interés por parte del psicólogo en temas relacionados con la muerte y el proceso de morir ha ido aumentando y con ello el interés en todo lo relacionado con el proceso de duelo (Worden, 1997), como las características en cada situación, los efectos en los tipos de paciente y de duelo, las diferentes formas de intervención y el mantenimiento de los resultados a largo plazo. De acuerdo con Bayés (2006), las esferas generales que abarca el proceso del duelo son tres: (a) una reacción universal ante la pérdida, en el sentido de que constituye una faceta que aparece en todas las culturas, aun cuando sus manifestaciones puedan ser muy diferentes; (b) produce sufrimiento, el cual puede encontrarse asociado, tanto a comportamientos activos de malestar como a comportamientos pasivos de tipo depresivo; (c) puede afectar negativamente a la salud de la persona que lo experimenta. Como el duelo se ha vuelto un tema significativo de investigación existen numerosas definiciones y etapas. Las principales y más reconocidas etapas fueron las descritas por Kübler-Ross (1969) las cuales distinguió de la siguiente manera: 1. Negación: Dentro de esta etapa, la persona se hace preguntas como «¿es posible que haya sucedido», «¿cómo ha podido pasar esto?»,
«¿por qué?», entre otras. Existe también una sensación de incredulidad con respecto a la situación por la que se está pasando, la persona no cree que esté pasando o que sucederá en un futuro cercano. 2. Ira: Es una reacción natural ante el cambio. Se manifiesta de distintas maneras, ya sea contra personas cercanas al origen del cambio como jefes, familiares, amigos, entre otros; contra terceros no definidos claramente como el gobierno o funcionarios públicos o contra entes como Dios, la tecnología o los médicos. 3. Negociación: Se identifica a través del discurso o los pensamientos de la persona que está relacionado con frases como «lo haremos mejor», «seremos más eficientes». Algo muy frecuente que sucede dentro de esta etapa es la sensación de querer volver atrás, la persona puede decir cosas como «ojalá lo hubiéramos hecho mejor», «si pudiera repetirlo lo haría de otra manera», entre otras. 4. Depresión: Es la primera etapa que alude al presente. Es una sensación de vacío y tristeza que se desencadenan cuando el cambio profundo causado por la pérdida se hace evidente y no hay manera de negarlo o evitarlo. 5. Aceptación: La persona acepta el cambio con sus consecuencias o lo rechaza de manera directa o indirecta. En el caso de las personas 47
Tema central: El proceso de duelo
que aceptan el cambio, asumen que existe una nueva realidad y que pueden aprender a vivir con ella, no significa que deben sentirse bien o estar de acuerdo con lo que ha sucedido.
ocasiones van más allá de lo material y se rigen por valores como justicia, libertad o dignidad como un intento de trascender la propia existencia.
La Psicología Humanista. La Psicología Humanista nace a principios de la década de los sesenta a partir de dos acontecimientos importantes, la creación de la American Association of Humanistic Psychology y la publicación del Journal of Humanistic Psychology (Tobías y García-Valdecasas, 2009). Este modelo surge como una reacción ante los enfoques tradicionales de la psicología, principalmente el psicoanálisis y el conductismo, ya que se consideraba que era necesario un nuevo enfoque que se centrara en la importancia del espíritu humano y no solamente en la mente o el cuerpo. Añadido a lo anterior, también se buscaba una nueva visión que investigara los fenómenos positivos y sanos del ser humano como el amor, la creatividad, la comunicación, la libertad, la capacidad de decidir, la autenticidad, entre otros, con el fin de ayudar a las personas a alcanzar su mayor potencial (Riveros, 2014; Tobías y García-Valdecasas, 2009). El surgimiento de la tercera fuerza de la psicología tuvo como principales exponentes a Kurt Goldstein, Erich Fromm, Carl Rogers, Abraham Maslow, Fritz Perls, Rollo May, Karen Horney, Aldous Huxley, Herbert Marcuse, entre otros (Riveros, 2014). Bados (2008) cita algunos de los aspectos que son la base de la Psicología Humanista: • Autonomía personal y responsabilidad social: Las personas tienen la capacidad de dirigir su propio desarrollo, tomar decisiones y ser responsables de sus actos ante las demás personas. • Autorrealización: Los seres humanos poseen un potencial innato de crecimiento personal o autorrealización. • Orientación hacia metas y búsqueda de sentido: Las personas dirigen sus acciones hacia alguna meta y sus motivaciones en 48
• Concepción global de la persona: Se considera que los sentimientos, pensamientos y acciones forman un todo y donde la persona es vista como un conjunto integrado. • Énfasis en el aquí y el ahora: Se le da menor importancia a la historia de la persona, otorgándole mayor relevancia a la experiencia inmediata y las emociones. • Mayor importancia a las actitudes del terapeuta que a las técnicas: Se promueve una actitud del terapeuta basada en la aceptación incondicional, la empatía y la autenticidad, ya que a través de dichos elementos se genera un ambiente propicio para el crecimiento y la autorrealización. Aplicaciones de la Psicología Humanista en los procesos de Duelo. Una investigación publicada por Valencia (2008) muestra los resultados de un programa de intervención basado en la Psicología Humanista.
Tema central: El proceso de duelo
Dicha intervención tuvo como premisas los siguientes elementos: a. Realización del contacto psicológico: Con el fin de propiciar el desahogo emocional se ayudó a que la persona hablara de su situación y se escucharon los hechos y sentimientos expresados. b. Actitud del terapeuta: Tuvo como base la aceptación, respeto y la tolerancia. Hubo contacto verbal, contacto físico, así como expresiones faciales como gestos de comprensión y aceptación. Se utilizaron los principios de la intervención humanista: aceptación, autenticidad y creación de clima empático. c. Valoración: Se puntualizó lo que se encontraba funcionando bien en las personas, se definieron los aspectos que mantenían el sufrimiento de la persona y se evaluaron los factores que podían servir como apoyo para el cambio. d. Clarificación verbal: Se trataron de hacer intervenciones a través del discurso con el objetivo de dar sentido a las expresiones de la persona.
tor importante para el acompañamiento en los procesos de duelo. Asimismo, las entrevistas basadas en elementos como aceptación positiva, libertad del terapeuta y empatía facilitaron la resignación de la situación por parte del cliente. La Psicología Humanista, al ser un enfoque no directivo y con un especial interés en crear un ambiente que propicie el crecimiento de la persona o su autorrealización personal, puede ser muy funcional en intervenciones de procesos de duelo. La flexibilidad de esta disciplina de la psicología permite que pueda utilizarse como base principal para una intervención o bien como una serie de herramientas que complementen algún otro enfoque. Sobre el autor: Mtra. Alejandra Maltos Egresada de la Facultad de Psicología de la UANL, actualmente estudiante de la Maestría en Desarrollo Humano en la Universidad Iberoamericana Monterrey y terapeuta. Interesada principalmente en temas relacionados a la Psicología Humanista y la Psicología Positiva. Bibliografía: Bados, A. (2008). La intervención psicológica: características y modelos. Barcelona: Universidad de Barcelona. Bayés, R. (2006). Afrontando la vida, esperando la muerte. Madrid: Alianza Editorial. Harvey, J. y Weber, A. (1992). Casa de dolor y esperanza: Cuentas de pérdidas. Death Studies, 16, 1-26. Kübler Ross, E. (1969). Sobre la muerte y los moribundos. México: De Bolsillo. Payás, A., Griffi, N., Philips, J. y Camino, L. Sociedad de Cuidados Paliativos (SECPAL). Santander, 6-9 Mayo de 1998; p. 281-286. Riveros, E. (2014). La psicología humanista: sus orígenes y su significado en el mundo de la psicoterapia a medio siglo de existencia. Revista Ajayu, 12(2), 135- 186. Tobías, C. y García-Valdecasas, J. (2009). Psicoterapias humanísticoexistenciales: fundamentos filosóficos y metodológicos. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, 104(29), 437-453. Valencia, G. (2008). La psicoterapia breve humanista y su aplicación en el acompañamiento y la elaboración del duelo para personas en condición de desplazamiento forzado. Revista Médica de Risaralda, 14(2).
e. Análisis de posibles soluciones: Se preguntó sobre los intentos de solución anteriores y se buscó lo que la persona podría hacer en el «aquí y el ahora» para crear alternativas de solución.
Worden J. (1997). El tratamiento del duelo. Barcelona: Paidós
Dentro de los resultados y las conclusiones de este estudio se encontró que la calidad de la relación entre terapeuta y cliente es un fac-
http://www.enricparnau.com/wp-content/uploads/2015/07/8.10ayudar-773731.jpg
Referencia de Imágenes: http://prismarevestimentos.com.br/wp-content/uploa ds/2013/03/1117656_97546982.jpg https://ammiratadaniela.files.wordpress.com/2009/03/atardecer.jpg http://photos.demandstudios.com/getty/article/142/86/86509726.jpg
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Dossier El psicólogo, las leyes y el club del desengaño Por Jaime A. Reyes
El club del desengaño de madrugada está súper poblado. Prefiero la guerra contigo al infierno sin ti» —J.S.
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l cruce y la creciente demanda de psicólogos para incursionar en otros campos profesionales es un hecho cada vez más frecuente. Se solicitan psicólogos para trabajar en juzgados con abogados, en planteles educativos con maestros, en la empresa con supervisores y hasta para trabajar con perros y caballos junto a terapistas físicos. Personalmente, el último año de ejercicio profesional lo he desempeñado precisamente en apoyo a tribunales de justicia familiar, es esta solicitud lo que me interesa desdoblar. La participación del psicólogo consistía en audiencias de divorcio voluntario (común acuerdo) o necesario (no hay acuerdo), se invitaba al psicólogo a dar su punto de vista y a contestar dudas de los
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tribunales, después con los conyugues separados se referían a grupos de psicoterapia de frecuencia semanal durante dos meses. Por un lado el planteamiento sería: ¿qué se espera del psicólogo?, ¿para qué se le solicita? y ¿en qué consiste lo que realmente puede aportar? Y el segundo planteamiento sería el trabajo de duelo, es decir, en esas condiciones legales y muchas veces judiciales, ¿cómo poder crear un espacio de beneficio al trabajo de duelo? ¿Cómo pensar psicológicamente la separación y no pensarla legal ni judicialmente, ni tampoco moralmente? Y por último, poder ubicar cómo se juegan los movimientos transferenciales y contratransferenciales, tanto en los profesionistas encargados del caso como en los amantes que se separan, el papel de los afectos tanto en unos como en otros no está ausente y es importante señalarlo para poder hacer un trabajo serio. El hecho de estar cada vez más presente en varios espacios va haciendo que el psicólogo pierda especificidad en su identidad o en su materia. Pasar por alto
Dossier: El psicólogo, las leyes y el club del desengaño
estas preguntas, ignorarlas u obviarlas ocasiona que el psicólogo se vuelve un trabajador en todo menos en psicología.
Por ejemplo, es bien sabida la idea que muchos abogados (y no nada más ellos) tienen del psicólogo alguien que puede «sacarle sopa» a las personas, en esos casos el psicólogo es consultado, por ejemplo, para saber si determinada persona consume drogas (¿no sería más lógico un anti doping?) o para saber quién miente y quien dice la verdad (como si no supiéramos –supongo- que las mentiras de uno son las verdades de otro) o cuando hay menores involucrados el psicólogo se ocupará de «indagar» (ahora el psicólogo como detective) si efectivamente existen agresiones o abuso sexual, empalmando su función con la de un peritaje médico, también empalmando su rol. Pero detengámonos en las audiencias de divorcio para también ir ubicando qué pasa respecto al duelo y al empalme de lugares. Imaginemos lo siguiente: una pareja en audiencia, en proceso de separación que se dedica a calumniarse y destruirse entre ellos, en una escenario que pasó de convertirse de un espacio de mediación a un auténtico ring y en el que esta pareja solicita testigos que observen su contienda, clamando por un juez o referí que de su veredicto proclamando un ganador y un perdedor «yo estoy bien y el otro está mal, mire déjeme le enseño los mensajes de Whatsapp y el Facebook, mis pruebas inequívocas» o al revés, que para el caso es lo mismo. Es decir, solo puedo posicionarme
frente al duelo viviéndome ganador o perdedor, es aquí donde intercalo un comentario que anticipa el desarrollo de este ensayo. ¿Qué no es la incapacidad de asumir una posición depresiva la que insistentemente se repite a lo largo del trabajo de duelo? ¿No es la incapacidad de integrar al ser lo perdido y lo ganado lo que nos ocupa en la elaboración del duelo? Es decir, para qué me hago víctima o victimario, si gané y perdí. Pero continuemos la narración de la audiencia para situar algunos elementos del trabajo del psicólogo en el duelo y su cruce con otras profesiones. Este proceso que se desarrolla en la audiencia y del que no se tiene conciencia ni la pareja ni los profesionistas se expresa, por ejemplo, en reacciones contratransferenciales, en reacciones de enojo por parte de los encargados del caso o en juicios morales de los que no tienen derecho a hacer y que además no ayudan en nada para esclarecer la situación. Por ejemplo, muchas veces esta pareja, que son al mismo tiempo padres de familia frente a sus dificultades matrimoniales y de crianza, las viven como un fracaso y con la convicción de merecer un castigo por ser "malos padres": «que ejemplo estoy dando a mis hijos»; castigo que efectivamente encuentran en los profesionales cuando realizan esta clase de juicios «¿qué clase de madre es usted?, ¿qué no sabe que una madre de verdad es aquella abnegada y sacrificada?, ¿y su instinto maternal dónde está?» (por cierto ¿alguien ha escuchado alguna vez sobre el instinto paterno? yo no). De ese modo, los profesionales, hablando psicoterapéuticamente, satisfacen la demanda de castigo, reaccionan contratransferencialmente con un sadismo que tiene que ver intrapsiquicamente entre la instancia del yo y el ideal del yo, el papel que juega el superyó y la culpa en las afecciones "depresivas" es importante, el sadismo de la conciencia moral hacia el yo lo vemos en este ejemplo: Freud escribía en el tercer epígrafe del yo y el ello «la tensión entre las exigencias de la conciencia moral y las operaciones del yo es sentida como sentimientos de culpa». Ya decía una maestra supervisora de la facultad en la que estudié: este trabajo es de mucha abstinencia. Freud se cansó de repetir la 51
Dossier: El psicólogo, las leyes y el club del desengaño
importancia de la neutralidad y que la demanda que un paciente realiza a su psicoanalista debe de analizarse, no satisfacerse. En este ejemplo que narro, las reacciones que experimenta el profesional pueden ir del enojo a la indignación o la incredulidad y desaprobación. Recuerdo el caso de una abogada a quien se le dificultaba creerle a un adolescente su deseo de vivir con su padre y salir de casa de su madre, era como si ella considerara que el adolescente estaba influenciado por su padre, que él no podía haber llegado a esa decisión o que algo malo ocurría con él, esto puede llegar al extremo de darle a entender al adolescente ¿serás capaz de dejar a tu madre? Siguiendo con la audiencia, ambos yoes alegan como muestra de su inocencia y como muestra de la culpabilidad del otro, que tienen la razón por que su hija está "dañada psicológicamente" (ojo, esta es una expresión que también muchos profesionales utilizan y que personalmente considero es inservible); en ese contexto el psicólogo es llamado a que "evalúe" al menor y dictamine cuál de los dos padres es "apto" para la crianza y por ende cuál de los dos padres está mintiendo o "influenciando al menor". Tristemente la mayoría de las veces los psicólogos aceptan estas preguntas y las contestan como propias de su disciplina. Los hombres y mujeres de leyes atorados ante las dificultades de su oficio recurren al psicólogo buscando respuestas para deliberar responsabilidades y derechos; se forma así un círculo vicioso. Evidentemente esta es una pregunta necesaria de contestar (la de los derechos y obligaciones) pero no puede ser abordada por el psicólogo, en el mejor de los casos el psicólogo como conocedor de los estados afectivos y los mecanismos psicológicos debería poder ayudar a la elaboración del duelo, no al deslinde de derechos y obligaciones a los que un padre debería responder. Aquí coloquialmente se dice: se cruzaron los cables. 52
Deseo dejar en claro este punto, las diferencias entre el sujeto jurídico con el que trabajan los abogados y el sujeto psicológico con el que trabaja el psicólogo. Esto requiere de un trabajo epistémico. Esta materia, la de epistemología, curiosamente estuvo ausente en mi formación como psicólogo. Me alegro cuando la veo incluida en otros programas de estudio. La diferencia entre estas dos formas de concebir el objeto de cada disciplina puede expresarse también en la siguiente formula: para el abogado, el sujeto es un ente con libertad de elección, para el psicólogo no, o por lo menos para mí, que me identifico con la línea psicoanalítica; el sujeto es inconsciente y está SUJETO a mecanismos que sobrepasan su voluntad, fuerzas y motivaciones de las que no conoce su existencia; sabe pero no sabe que sabe. Dicho de otro modo: No sabe lo que dice. Los yoes hacen elecciones que creen imaginariamente haber hecho a voluntad y en libertad. Aquí se expresa la principal diferencia entre ambas disciplinas, ruego esto no pase desapercibido ni para el abogado ni para el psicólogo, para que de ese modo se pueda pensar en una posible interdisciplina, sin empalmes ni atropellos, pero en la realidad lo que pasa entre los profesionistas es que generalmente uno le dice al otro: «oiga su reporte no me dice nada». Es en esa circunstancia que los pacientes llegan a los espacios psicoterapéuticos con abierta desconfianza y hostilidad, totalmente comprensible, ya sea porque no se respetó la confidencialidad de los menores y de ellos, o porque los profesionales se contraidentificaron con los conflictos de la pareja y confirmaron y satisficieron los sentimientos de culpa de estos, aunque siendo justos no necesariamente la desconfianza y hostilidad tiene que ver con los errores de los licenciados, ahí también hay que ser cuidadosos. Curiosamente, recuerdo un grupo psicoterapéutico que bajo este contexto no podía aún salir del juzgado, es decir, las sesiones
Dossier: El psicólogo, las leyes y el club del desengaño
giraban en torno a retornar compulsivamente al momento de la audiencia, a lo que les dijo o no les dijo su ex pareja; los abogados y los jueces, el seguir fijado a esa experiencia, evitaba precisamente emprender la elaboración de la pérdida; el grupo clamaba justicia, “exigimos nos revindiquen el porcentaje de la pensión, ¿hay algún modo de sancionar a él/ella? ¿Qué pasa si no cumple el convenio? ¿Se le puede quitar la patria potestad o mínimo limitársela? ¿Puede usted castigarlo/a?” Pegan a un amante, ¡sí, que le peguen!
Insisto, es la integración de los aspectos buenos y malos. También Freud (si, otra vez él) en 1915, cuando escribió Duelo y Melancolía, comentó la relación entre las tendencias sádicas y el trabajo de duelo: «El tormento indudablemente placentero que el melancólico se inflige a si mismo significa, análogamente a los fenómenos correlativos de la neurosis obsesiva, la satisfacción de tendencias sádicas y de odio, orientadas hacia un objeto pero retrotraídas al yo del propio sujeto en la forma como hemos venido tratando». Ya para terminar, escribo esto con la esperanza que sirva este ensayo a todos los que diariamente trabajan con historias de amor, educadores, abogados, psicólogos, taxistas, tarotistas, estudiantes, sacerdotes y un largo etcétera (tantos psicólogos sin cédula, escribía un gran maestro). Y me gustaría finalizar citando a Julia Kristeva «ser psicoanalista es saber que todas las historias terminan hablando de amor […] Estar psíquicamente en vida significa estar enamorado, en análisis o presa de la literatura».. Sobre el autor: Lic. Jaime A. Reyes Egresado FaPsi área clínica (2007-2012) Experiencia en trabajo grupal e individual en instituciones gubernamentales y privadas. Docente en historia de la psicología, epistemología y psicoanálisis. Interés en sociología, literatura, historia y psicoanálisis. FaPsi área clínica (2007-2012).
La pregunta es: ¿Qué puede hacer el psicólogo con los resentimientos y el odio? ¿Sancionarlos? ¿Decirles que es incorrecto lo que sienten? De entrada, a mi parecer, lo que sí puede hacer el psicólogo es proteger y construir un espacio psicoterapéutico de verdad, sostener un encuadre que incluya la confidencialidad y la neutralidad. Aquí la señora Klein también nos puede ubicar bastante. Ya nos decía sabiamente que el pecho bueno y el pecho malo es el mismo, es bueno cuando me gratifica, es malo cuando se va. La separación implicará una desidentificación mortífera y agresiva, pero no necesariamente una caída del Ideal, que habrá que rescatar para que el yo pueda vivirse como sujeto histórico, producto de una experiencia.
Bibliografía: Freud, S (1915) Duelo y melancolía Obras completas Tomo XIV, Amorrortu Freud, S (1923) El yo y el ello Obras completas Tomo XIX, Amorrortu Kristeva, J (1987) Historias de amor, México Siglo XXI
Referencias de imágenes: [Fotografía de martillo de la justicia], Recuperado de: http://socialbc.es/ temas-sociales/abogados-especialistas-en-divorcio-express [Fotografía de dos personas sentadas, Recuperado de: http://psicobsm. com/2014/09/10/divorcio-y-separacion-en-la-pareja-i-cuando-llega-elmomento/ [Imagen de separación], Recuperado de: https://www.elsiglodetorreon.com. mx/noticia/437513.el-divorcio-es-una-opcion-de-jovenes-parejas.html [Imagen de divorcio ], Recuperado de: https://mexico.feebbo.com/blog/ baja-la-tasa-de-matrimonios-y-sube-la-tasa-de-divorcios/
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Dossier: Hermann Göring y Gustave Gilbert
Hermann Göring y Gustave Gilbert: Psicología en el Juicio de Núremberg Por Santiago A. Lazo Freymann
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s poco lo que se cuenta hoy en día en México acerca del cómo la psicología y la psiquiatría tomaron partido al finalizar la Segunda Guerra Mundial en Europa. Tras la derrota del régimen Nacional Socialista, muchos de sus mayores líderes se suicidaron evitando los cargos de la penosa derrota ante el enemigo, los Aliados. Sin embargo, no es el caso de Hermann Göring, considerado el preso con mayor rango de entre los nazis capturados en 1945. Según Bruner (2001) fue un líder famoso por ser cabeza de la Luftwaffe, fundador de la Sturmabteilung (SA), creador del primer campo de concentración, etc. Él como otros, incluyendo Joachim von Ribbentropp, Ernst Kalternbrunner, Alfred Rosenberg, Albert Speer y Julius Streicher, fueron puestos a disposición de los Aliados tras la rendición de Alemania, primeramente se les apresó para posteriormente ser sometidos a juicio en los Procesos de Núremberg. Acusados de cometer crímenes contra la humanidad entre otros cargos, los líderes nazis, fueron sometidos a procesos jurídicos precedidos por un Tribunal Militar Internacional (Francia, Inglaterra, URSS y EUA), pero sobre todo por el Tribunal Militar de los Estados Unidos. En dichos procesos, se destaca la participación del psicólogo Gustave Mark Gilbert (Teniente) y del psiquiatra Douglas McGlashan Kelley (Mayor) en el entendimiento de la personalidad de dichos líderes, debido a que eran sólo ellos y algunos interpretes quienes tenían permitido socializar con los prisioneros abiertamente en sus celdas, comidas y demás situaciones en prisión durante períodos importantes concernientes al juicio. Ambos buscaban ver qué había detrás de aquellos personajes otrora en gloria y ya derrotados, intentaban descubrir
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si existía algún indicio de trastorno o algo que los inclinó a actuar de la forma en la que el nacional socialismo hizo, o si en sí eran personas dentro de los márgenes de la normalidad (Zillmer, Harrower, Ritzler & Archer, 1995). En el caso de Hermann Göring, la labor del psiquiatra Kelley comenzó con un tratamiento contra la adicción a la dihidrocodeína (narcótico opioide similar a la morfina), disminuyendo sus dosis, esto debido a una herida de hace ya varios años. Posteriormente usó estrategias terapéuticas de Semántica General para ayudarle a bajar de peso, se tiene de manifiesto que llegó con obesidad y una condición física fuera de forma (El-Hai, 2013). Tras haber vivido en la opulencia y de tener a deseo cumplido todo, dio termino a su estilo de vida tras la derrota. Sus días en prisión los pasó aislado, fueron pocas ocasiones en que su segunda esposa y su hija lo visitaron, por ello
Dossier: Hermann Göring y Gustave Gilbert
creó un vínculo con sus cuidadores (Kelley y Gilbert), hasta existe un retrato suyo vestido de gala que él mismo dedicó a Kelley. Por lo que Göring, quien antes había desarrollado políticas de protección animal y tan ambivalentemente también contribuciones muy significativas al Holocausto, muerte y tortura de millones de personas, ahora le era de consuelo que fuesen Kelley y/o Gilbert con él a pasar horas de sus días para la aplicación de las pruebas y exploraciones de su personalidad, con preguntas claves como sus puntos y opiniones acerca de las políticas antes en boga del nacional socialismo, los crímenes cometidos y su postura hacia el antisemitismo (El-Hai, 2013). Colotla (2015), habla de una contribución que realizó Gustave Gilbert, el haber administrado pruebas psicológicas y entrevistas a 22 de los prisioneros nazis en Núremberg (incluyendo a Göring y a los líderes anteriormente menciona-
dos), en dónde combinó evaluaciones clínicas individuales y observaciones diarias en situaciones de grupo. Con base a esta información recabada, Gilbert intentaba entender los rasgos de personalidad característicos de los líderes del Nacionalsocialismo, así como resultado pudo publicar después El diario de Núremberg y La psicología de las dictaduras, obras que hoy en día nos pueden servir para entender la mentalidad criminal. Una de las cualidades que le benefició en su desempeño de psicólogo, fue su facilidad para hablar alemán, esto proporcionó distintas competencias para poder vigilar actitudes, estados de ánimo y demás información de utilidad ante los tribunales militares, asimismo, su experiencia previa en labores de inteligencia en el ejército, en donde pudo interrogar prisioneros alemanes de la batalla de las Ardenas (Nicholson, 2016). La importancia en la que radicó el trato de Gilbert con los prisioneros en el futuro, es en haber llevado una bitácora diaria de las conversaciones que mantenía con los prisioneros, tanto en sus celdas personales, como en las comidas que compartía con cada uno de ellos, es aquí donde menciona sobre sus pensamientos y motivaciones (Gilbert, 1947). Durante décadas ha existido el debate de dos posturas, las políticas de aniquilación de los nazis fueron causa de las órdenes de psicópatas (posición de Gilbert) como la investigación de Miale y Seizer (1975) que apoya ello, sin embargo, también existe la postura de que era gente completamente normal salvo con rasgos de neurosis, que actuó con base a la adaptación de distintas variables sociales, económicas, culturales, etc., propias del momento y de ciertas situaciones (posición de Kelley), secundada por Zillmer (et al., 1995). Para concluir esto, a los líderes nazis en la prisión de Núremberg se les aplicó el Test de Rorschach, el Test de Apercepción Temática y una adaptación al alemán del Wechsler-Bellevue para prueba de inteligencia. Actualmente los registros de estas pruebas son poco confiables, ya que no fueron con los métodos éticos y de consentimiento, aunado a que los prisioneros 55
Dossier: Hermann Göring y Gustave Gilbert
se encontraban en una situación emocional no favorable por la derrota de la guerra, pero ya han sido analizados con métodos más modernos por distintos investigadores (Bruner, 2001). De las evaluaciones de Rorschach de los 22 prisioneros, 16 se pusieron a disposición de análisis de otros investigadores años después. Para lo cual Miale et al. (1975), nos dicen que como conclusión estos nazis no estaban dentro de los márgenes de normalidad, sino más bien se encontraban en términos de ser psicópatas, esto debido a falta de empatía y capacidad de sentir dolor por el sufrimiento perpetrado a otros, así concordando con la postura de Gilbert. Aunque los Procesos de Núremberg hayan sido efectuados con la finalidad de enjuiciar a los líderes nazis por cargos de crímenes contra la humanidad, entre otros, según Nicholson (2016), los oficiales americanos tomaron partido cual si fuese un laboratorio psicológico, puesto que era una oportunidad clínica. Incluso la prensa estadounidense hacía mención de que en Núremberg no sólo se llevaba a cabo un procedimiento jurídico sino también una examinación mental. Las aplicaciones de pruebas Rorschach a los prisioneros alemanes en Núremberg, han sido de gran controversia, hecho que no sólo ha servido como manifiesto para estandarizar mejor la prueba, y llegar al punto de verse como una aplicación sesgada la de Kelley y Gilbert. Hoy en día, a décadas posteriores, el método es distinto, sin embargo, podemos señalar que la aportación de Gilbert no sólo radica en la aplicación de las pruebas, sino también en la pericia clínica con la que pudo determinar el estado sano u enfermo de los prisioneros, así como su labor para mantenerlos estables durante los meses en que se efectuaron distintos procedimientos para después cerrar con el juicio. El entendimiento de las personalidades como las que se gestaron durante el régimen del Nacionalsocialismo, nos presentan las bases para concebir lo que otros regímenes autoritarios implican, quizá hoy en día no sea tan flagrante como fue en los 40’s, sin embargo, existe una posición conciliadora al debate de ambas posturas 56
(Kelley y Gilbert) como la de Bruner (2001), en la que se manifiesta que bien políticos, artistas y demás, pueden tener rasgos similares a los de los nazis en cuanto a personalidad, con o sin contemplar el rótulo de psicopatía, pero sí el de sentimientos anti minorías. Ante una gran ola de críticas, la segunda obra más conocida de Gilbert llamada La psicología de las dictaduras (1950), intenta principalmente argumentar que el Nacionalsocialismo, se manifiesta por causa de distintas ansiedades, tanto sociales como económicas de un pueblo que solía estar inmerso a órdenes y propaganda. Dicha explicación con tintes de Erich Fromm y de psicología social no terminó de convencer a más de uno (Nicholson, 2016). Por lo que el entendimiento de este tipo de políticos con posible trastorno antisocial de la personalidad o psicopatía, hoy en día apunta a métodos mucho más actuales y estandarizados sin dejar de contemplar lo anterior para poder hacer inferencias. El trabajo de Bruner (2001), intenta mediante un estudio de caso dar a relucir que toda psicología es siempre política. Ésto con base a que el ser humano es un ser social y por ende político por naturaleza. Por ello, es importante dar cuenta de que cada aprobación y legislación que tiene impacto en las sociedades, viene cargada de emociones, dignas de estudiarse en los marcos de personalidad de quien las promulga. Es aquí donde la prevención e información de aquello que es sano y enfermo, nos puede marcar la pauta para generar sociedades en las que no se repitan estos atentados contra la humanidad. Terminado el juicio de Núremberg, se condenaron a muerte algunos líderes nazis, Göring al ser uno de ellos, se suicidó con una cápsula de cianuro. Gilbert continuó su carrera siendo investigador y académico en distintas universidades, incluso participó en el juicio de Adolph Eichman, oficial de las SS apresado en Argentina y condenado en Israel, y fue el sexto presidente de La Sociedad Interamericana de Psicología (Colotla, 2015). Göring, piloto y as durante la Primera Guerra Mundial del escuadrón Richthofen, condecorado con la medalla Pour le Mérite y mano
Dossier: Hermann Göring y Gustave Gilbert
derecha del Führer, entre otros muchos cargos y condecoraciones, fue juzgado e intervenido psicológicamente. Hasta parece irónico, Gilbert siendo judío, se encargó de determinar si Göring y otros 21 alemanes tenían conciencia de sus actos para en el juicio hacérseles responsables, así como de mantenerles estables en salud mental, siendo que estos conspiraron hacia la Solución Final a la cuestión de los judíos.
A pesar de que las notas de Kelley sobre Göring no hablasen de psicopatía, y en cambio se negase ello (Kelley, 1947), la información recabada era tan acertada a la primera definición moderna del mismo concepto, en el que se destaca cierta máscara de la cordura para hablar de aquellos que al parecer son sanos siendo psicópatas exitosos, cuenta con 16 características: encanto superficial e inteligencia, 57
Dossier: Hermann Göring y Gustave Gilbert
egocentrismo patológico e incapacidad para amar, ausencia de delirios y otros signos de pensamiento irracional, pobreza generalizada en las reacciones emocionales, ausencia de nerviosismo o de otras manifestaciones neuróticas, pérdida del insight, indigno de confianza por parte de los demás, irresponsabilidad en las relaciones interpersonales, continuas mentiras y falta de sinceridad, conducta fantástica con o sin consumo de alcohol, ausencia de culpabilidad y vergüenza, amenazas en relación al suicidio sin llegar a intentarlo, conducta antisocial, vida sexual impersonal, trivial y pobremente integrada, juicio pobre y dificultad para aprender de la experiencia e incapaz de seguir cualquier plan vital (Cleckley, 1941). La importancia de Gilbert en el juicio de Núremberg, podemos aterrizarla al hecho de haber tomado partido en un desempeño interdisciplinar. La psicología ayudó a la función de leyes internacionales y la política. Es importante mencionar que es éste un ejemplo de cómo la psicología hoy en día, a pesar de todos los avances tecnológicos, es siempre relevante, ya que trata con seres humanos en distintos entornos. Tanto en la salud como en distintos escenarios sociales, personajes como Gustave Mark Gilbert serán un parteaguas en el desempeño del rol social de los psicólogos y su función para con otras profesiones. No nos dejemos extrañar con que la historia se repite, y aquellos que no la entendamos estemos condenados a repetirla, por ello, estudios como los de Gilbert, a pesar de no contar con los estándares actuales para llegar a considerarlos de suma relevancia, nos dan pistas del cómo las mentes criminales pueden llegar a grandes esferas de autoritarismo político. Sobre el autor: Est. Santiago A. Lazo Freymann Estudiante de Facultad de Psicología, UANL Bibliografía: Brunner, J. (2001). «Oh those crazy cards again»: A history of the debate on the Nazi Rorschachs, 1946–2001. Political Psychology, 22, 233–261. Cleckley, H. (1941): The mask of sanity. Versión facsímil disponible en http://www.cassiopea.org.cass/sanity_1.PdF
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Colotla, V. (2015). Gustave Mark Gilbert: sexto presidente de la sociedadad interamericana de psicología. Revista Interamericana de Psicología, 49(2), 250-260. El-Hai, J. (2013). The Nazi and the psychiatrist: Hermann Goring, Dr. Douglas M. Kelley, and a fatal meeting of minds at the end of WWII. Nueva York: Public Affairs Books. Gilbert, G. M. (1947). Nuremberg diary. New York: Farrar, Straus. Gilbert, G. M. (1950). The psychology of dictatorship: based on an examination of the leaders of Nazi Germany. New York: Ronald Press. Kelley, D. M. (1947). 22 cells in Nuremberg: a psychiatrist examines the Nazi criminals. Greenberg. Miale, F. R., & Selzer, M. (1975). The Nuremberg mind: the psychology of the Nazi leaders. Nueva York: The New York Times Book Company. Nicholson, I. (2016). Psychologist of the Nazi mind As the <<Nuremberg psycholist>> Gustave Gilvert had unfettered acces to Hitler’s leading henchmen. Monitor on Psychology, 47(5), 66. Zillmer, E. A., Harrower, M., Ritzler, B. A., & Archer, R. P. (1995). The quest for the Nazi personality: A psychological investigation of Nazi war criminals. Hillsdale, NJ: Erlbaum. Referencias de imágenes: Göring en una de las comidas del juicio [Fotografía] s.f. recuperado de: http://www.infobae.com/america/fotos/2016/10/01/38-imagenes-deljuicio-de-nuremberg-a-70-anos-del-veredicto-final/ [2] Göring en pleno juicio [Fotografía] s.f. recuperado de: http://www.infobae.com/america/fotos/2016/10/01/38-imagenes-del-juicio-de-nuremberga-70-anos-del-veredicto-final/ [3] Retrato de Göring dedicado al Psiquiátra Kelley [Fotografía] s.f recuperado de: http://www.infobae.com/america/fotos/2016/10/01/38-imagenesdel-juicio-de-nuremberg-a-70-anos-del-veredicto-final/
La resiliencia en un marco de diversidad y ejercicio intergeneracional, en relación a la obra Manifestación 1934 del pintor argentino Antonio Berni Por Carmen de Grado. Jacinta Keisman
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l término resiliencia, designa la capacidad que tiene el sujeto para superar las situaciones hostiles. La resiliencia es de gran utilidad para la promoción y el mantenimiento de la salud mental y emocional, ya que enfatiza el potencial subjetivo que todo individuo posee. Tener resiliencia supone la capacidad de identificarse con otros a pesar y gracias a las diferencias, entre otras, generacionales. Supone
Dossier: La resiliencia en un marco de diversidad y ejercicio intergeneracional
también la construcción de ideales comunes a partir de situaciones de adversidad.
La diversidad, lo heterogéneo de los rostros ancianos que observamos en Manifestación 1934, habla de los recursos de estos hombres sencillos del pueblo, de su conducta resiliente para afrontar la adversidad. Fue pintada al temple sobre tela de bolsas de arpillera, que fueron cosidas por la madre de Lilly Berni, hija del pintor. El monumental cuadro fue adquirido por Eduardo Constantini en 1991 a José Antonio Berni, hijo del destacado artista plástico argentino. En la actualidad se lo puede ver en las salas del MALBA, Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, Fundación Constantini.
La maestría de este artista otorga a la escena de encuadre fotográfico, una unidad indiscutible. En la parte superior, un conjunto de casas de volúmenes sólidos enmarca al grupo. Los manifestantes, hombres, mujeres y un niño avanzan a la defensiva hacia el espectador, reclaman pan y trabajo, como reza la inscripción de la pancarta que aparece en un plano lejano, en donde las cabezas de las personas disminuyen su tamaño hasta desaparecer en la lejanía. Berni utiliza en esta obra una perspectiva acelerada y la superposición de personajes en posición frontal. Algunos dirigen su mirada hacia lo alto, otros hacia el espectador. Muestran en sus semblantes surcados de arrugas, la crisis económica de 1929. Está latente en la obra la situación política económica que atraviesa la Nación: el golpe militar que se produce en la Argentina en 1930, cuando es derrocado el presidente Hipólito Yrigoyen y asume la presidencia el general José Evaristo Uriburu. Cada cara tratada en forma individual a la manera de un collage, acentúa el dramatismo de la escena y nos trasmite la inquietud por descubrir la estructura psicológica que se esconde detrás de cada uno de los manifestantes. En el centro del cuadro, uno de ellos con una boina se adelanta, tiene el rostro recortado apoyado sobre el marco inferior. Más atrás el niño, sostiene en su mano un trozo de pan, que se relaciona simbólicamente con la pancarta que portan los participantes reclamando pan y trabajo. Si observamos los rostros vemos la gran diferencia étnica, de expresión y de edad que hay entre los presentes, ello nos permite ilustrar el tema de la diversidad en nuestro tiempo, en las sociedades latinoamericanas y en el mundo. La diversidad de los manifestantes nos invita también a pensar un tema de interés para la Psicogerontología: La vejez como el punto de máxima diferenciación, donde se pone en evidencia cuán diferentes son los recorridos del curso de la vida. La imagen muestra el cuerpo, este requiere nuestra atención no sólo cuando está enfermo, sino por el valor que adquiere al transformarse con los años. El cuerpo pone 59
Dossier: La resiliencia en un marco de diversidad y ejercicio intergeneracional
al descubierto nuestro ser sensible, emocional. Es la cercana comunicación con los otros, la pulsión de trasmisión lo que contribuye a la resiliencia. La cohesión grupal está claramente expresada por el artista. Si miramos al pequeño que está justamente en el centro del cuadro nos preguntamos, ¿cómo están enlazados los cuerpos allí?, ¿quién lo sostiene? Podríamos pensar que es la mujer que está muy cerca de él, pero no. Observando la postura de esa mujer vemos sus dos manos juntas adelante. Lo sostiene la cohesión de este grupo, su decisión de lucha y compromiso solidario
Afirmamos entonces que el futuro de este grupo humano está representado por ese niño que lleva un pan en su mano pero que tiene también, justamente a su lado, un puño cerrado en posición de lucha y amenaza. El puño está también en el centro de la obra. Los rostros muy cercanos de varios de los personajes buscan llegar al sentir del espectador pidiéndole también su compromiso. En la dialéctica de intercambio entre estos ancianos que aparecen en la escena, otras personas de mediana edad y este niño que ocupa un lugar central se abren nuevas posibilidades de sentido. Y tenemos aquí otro gran tema de la Psicogerontología: «toda formación y representación del cuerpo solo puede producirse y descifrarse dentro de la matriz intersubjetiva grupal que la ordena, le da su consistencia y su sentido» (Kaes, 1995). Los viejos que vemos en esta obra, están ligados a los otros, viejos o jóvenes formando una red, una malla de contención en el mundo externo, pero también interna, alojada en su sentir más personal e íntimo que le permite la vivencia de ser con los otros. 60
Este niño que aparece en el centro de la escena, puede ser un enorme aliciente para que el mayor salga a reclamar pan y trabajo, pero también es su niño interno, siempre necesitado de futuro. En la dialéctica de la intersubjetividad se da la resiliencia. Hay otro, o varios otros, que realizan una ligadura y transformación: «Quien quiera que sea portavoz habla en el lugar de otro, para otro y para el otro que hay en él» (Kaes, 1995) Manifestación 1934, plantea una cuestión vigente hoy en Argentina y en el mundo. Gran número de personas unidas por la necesidad de pan y trabajo en un medio en el que unos pocos acaparan la riqueza. La escena mueve a una reflexión sobre el futuro del pequeño que está en el centro de la obra y sobre la necesidad de construir espacios más solidarios y conductas resilientes en un mundo superpoblado, de desigual distribución y en el que vamos a vivir más años.
Sobre la autora: Mtra. Jacinta Keisman Licenciada en Artes, Posgrado de Especialista en Arte-terapia, Profesora Nacional y Superior de Pintura. Publicaciones: Buenos Aires, ARTES PLÁSTICAS, ARTISTAS Y ESPACIO PÚBLICO. 1900-1930, Vestales, Buenos Aires, ISBN 978-987-1405-14-5, 2008 (coautora) APASIONADOS POR EL ARTE. La galería Plástica de Oscar e Irene Pecora. 1950- 1967, Lázara, Buenos Aires, ISBN 978-987-9339-89-3, 2014 (coautora) Bibliografía: Kaes, R., El grupo y el trabajo del inconsciente en un mundo en crisis, Congreso Internacional de Psicoterapia de Grupo, Buenos Aires, 29 de agosto 1995. Ficha. Referencias de imágenes: Antonio B. (S.F) La puerta abierta [Pintura] Recuperado de: http://www. ocio.net/estilo-de-vida/antonio-berni-el-pintor-argentino-que-retrato-sutierra/
La despedida del papá
Por Dr. Ernesto Colomo Magaña ernesto.c.magana@hotmail.com Twitter: @ErnestoColomo
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abía que el tiempo, ese compañero impasible en la vida, no jugaba a su favor. Pronto debería partir, dejar atrás esta vida y lo que más quería en ella, su pequeña Alma. No siempre hay explicación para todo. A veces la rueda de la fortuna decide escogerte sin más. Ni un mal hábito, ni un riesgo concreto. Simplemente estar vivo es suficiente motivo para poder contraer un cáncer. Los médicos le confirmaron que la metástasis se había propagado por los principales órganos. Ya no había más que hacer. Decidió agradecer el esfuerzo y abandonar el tratamiento. Quería marcharse entre los suyos, cerca de los que le seguían dando motivos para sonreír. Cercana ya su partida, decidió emplear las pocas fuerzas que le restaban en pasar unas horas con Alma. La pequeña decidió escoger la playa como destino. Pocas cosas se pueden comparar a la paz que produce ver y oír las olas del mar. Padre e hija tenían ante sí la inmensidad del cielo y del mar, tocándose en un horizonte infinito de tonalidades azules. La libertad embriagaba con aroma a sal el lugar. Allí, la eternidad se antojaba un deseo ferviente por alcanzar. Alma se agarró a la mano de su padre. Clavó sus ojos en su progenitor mientras dibujaba una tímida media luna en su rostro. Pocas cosas hay más valiosas que la alegría de una sonrisa, la ilusión de una mirada o el amor de un abrazo. Alma hablaba sobre nubes con forma de escalera que se perdían en el cielo. Él no apartaba la mirada de aquella bella criatura. Hacía tanto que no se sentía tan vivo.
Justo antes de marcharse, Alma tiró con fuerza de su padre y le condujo tras de sí. Algo había llamado su atención en la orilla. Se agachó con cautela y observó la arena con detenimiento. Una caracola yacía a sus pies. La cogió con delicadeza y recuperó la verticalidad. Sus ojos, brillantes como estrellas, no paraban de recorrer el laberinto en espiral de aquella concha. La pequeña no preguntó qué era, sólo quería saber para qué servía. Para Alma no era importante el origen, si no lo que podía llegar a ser. Sabedor de su curiosidad, su padre intentó impresionarla. Se sumergió en las profundidades de sus conocimientos, buscando recuerdos sobre las caracolas. Conocedor de su desmesurado interés, le dijo que estas son las guardianas del sonido del mar. Su asombro no se hizo esperar. El padre cogió su mano, donde reposaba la concha marina, y la acercó a su oído. Una sonrisa brotó en su pequeño rostro. Llevó su dedo índice a los labios y cerró los ojos. El tiempo pareció detenerse mientras la pequeña permanecía embelesada a pocos metros del mar. Alma le tendió la caracola y le animó a que probara. 61
Maktub: La despedida del papá
Una sensación de paz invadió sus sentidos. Se colocó de rodillas y permaneció con los ojos cerrados. Aun con miedo a perder la magia del momento, decidió dirigirse a su hija con todo el cariño del mundo. — Debes aprender a creer en ti misma Alma. Al igual que la caracola, puedes saber tus limitaciones, pero también conoces tu potencial. Si a pesar de ser tan diminuta es capaz de guardar el sonido del mar, imagínate todo lo que tú puedes llegar a hacer. Todo depende del deseo y esfuerzo que pongas en ser tu mejor versión. Debes hacer como ella y nunca olvidarte de lo que eres capaz. Acarició la mejilla de la pequeña y suspiró. El dolor y el aliento de la muerte flanqueaban su horizonte, por lo que decidieron marcharse. Dejaron allí la caracola. Alma pensaba que ese tesoro debía ser compartido. El regalo de oír el mar no puede ser propiedad solo de algunos. La posibilidad de ser mejores tampoco. Apenas unos días después, su luz se apagó. La muerte le sorprendió soñando con su pequeña jugando en la playa. Falleció dulcemente abrazado por el calor de ese recuerdo. Pese a que el dolor por la pérdida de su padre quemaba en el corazón de la pequeña, su recuerdo inundaba de cariño cada despertar. 62
Una breve carta, escrita justo antes de partir, se convirtió en la lectura diaria que Alma hacía cada mañana al despertar. Era la mejor forma de seguir junto a su padre y poder cumplir con cada uno de los consejos que le dejó. Un nuevo amanecer la traía del mundo de los sueños al de los vivos. Cogió la cuartilla, amarillenta y arrugada por el tiempo, y empezó a leer. «Tengo que marcharme pequeña, pero nunca dejaré de estar a tu lado. Recuerda siempre estas palabras. Busca el equilibrio en todo lo que hagas porque los extremos nunca son buenos y te llevarán a fracasar. Cuida y da cariño a tu alma, es el mayor tesoro que tienes y se merece el mejor de los tratos. Nunca dejes de ser tú misma siempre que sea algo bueno para el mundo, ya que no puedes ser feliz si actúas y vives como otra persona. Realmente hay personas que merecen la pena en la vida, no permitas que se marchen. No dejes de luchar por lo que sueñas. Aunque rendirse sea la opción fácil, la vida es para los valientes, sólo así podrás cambiarte a ti misma para después transformar el mundo. Valora el brillo en los ojos de las personas porque no siempre hay que convertir en palabras lo que se siente. Aprecia los pequeños detalles que son los que guardan la magia de la vida. Aprende también a leer los
Maktub: La despedida del papá
La cápsula
Por Saúl Maldonado Mar
F silencios, porque suelen atesorar las verdades más profundas. No dejes de contemplar el cielo, el mar y las estrellas, es un regalo que merece ser disfrutado a diario. Llora siempre que lo necesites, pero intenta que sea de alegría. No hay lágrimas más dulces que las que se mezclan con una sonrisa. Recuerda que nunca sabes cuándo llegará el final, así que aprovecha cada segundo para vivir con amor. Disfruta cada día como si fuese el último y haz felices a los que te rodean. Vive como si no hubiera mañana y sueña como si fueses eterna. Y nunca dejes de tener la gratitud de sonreír. ¡Brilla con toda tu luz! Siempre estaré contigo, en tu corazón. Te quiero cariño.» Dejó el papel en la mesita de noche y saltó con energía de la cama. Tocaba vivir un nuevo día, tocaba brillar de felicidad. Sobre el autor: Dr. Ernesto Colomo Magaña Doctor en Educación. Máster en Cambio Social y Profesiones Educativas. Licenciado en Pedagogía y Diplomado en Magisterio. Profesor en Universidad Internacional de Valencia. Autor de diversas publicaciones (artículos, libros, capítulos de libros y comunicaciones) en temas como la educación en valores y la pedagogía de la muerte. Referencia de imagen: Pixabay (2017).[ La inmensidad del mar y del cielo, tocándose en un horizonte infinito de tonalidades azules] Recuperado de: https://pixabay.com/es/ california-puesta-de-sol-anochecer-1751455/ [Imagen Guardianas del sonido del mar] Recuperado de: https://www. reviso.com/es/blog/wp-content/uploads/cambia-por-lentitud-2.jpg [Imagen Carta antes de partir. Pixabay] Recuperado de: http://www.nesta. org.uk/sites/default/files/pencilandpaper.jpg
ue la ocasión en que me quedé dormido en una banca. Era jueves por la tarde. La banca estaba debajo de un árbol ya casi colapsado totalmente. Los tiempos de sombra muerta, de sesiones arduas de baile con el déjà vu estaban en vísperas de ser la tendencia para el vestuario de la soledad intransigente. Antes de llegar a ese lugar, había estado pensando largamente en la posibilidad de ser tan indispensable, y a la vez tan irrelevante como un abre sodas. Me crecía la idea por todo el cuerpo; llegó a tal grado que no conforme con propagarse más allá de mi margen, comenzó a crecer en las siluetas de los demás, que machacaban con sus pies las banquetas. Esa era mi actividad principal, crear y ver largometrajes a diestra y siniestra; atiborrarme de ideas curiosas que pudieran hacerme el favor de extender mi hilo hasta donde ya no llegara la tijera unánime, la que corta los lazos con tanto afán que hasta da la impresión de prolongar más los tiempos perdidos en la inmensidad, disfrazándolos de momentos inolvidables. Dormí más de lo que pude haber merecido y soñé como siempre algo inusual. -Yo estaba paseando solo, por la orilla de un lago. El viento silbaba una melodía que me era familiar, pero que no podía encontrar su nombre en mi repertorio de sonidos que me había aprendido durante varios días. De pronto miré el agua, era color espejo; supe que la oportunidad de gozar de lucidez se había marchado cuando una gota cayó bruscamente en mi párpado izquierdo. Me apresuré a lanzar una piedra al lago, y cuando se produjo el contacto se escuchó como si una moneda de cobre cayera en una lata; sin embargo, al momento del impacto, el agua se estrelló. La piedra no se hundió, si no que se quedó bailando al compás de la melodía que silbaba el viento, y el agua jamás se terminó de estrellar. Sin otra forma de explicar la escena, busqué a alguien que estuviera alrededor para averiguar si la canción tenia nombre, si era la que yo reco63
Maktub: La cápsula
nocía de verdad. No había nadie; ni los pájaros tuvieron el valor de sobrevolar alrededor de lo sucedido, ni el agua estrellada dejó de seguir su curso, ni siquiera ella misma se dio cuenta de que ya no era lo que siempre le dijeron que fue. Me tardé más de la mitad del sueño en darme cuenta que en ese instante era de noche; por eso la ausencia de los pájaros, por eso el agua estaba tan rara; por eso estaba yo solo en aquel lugar. Era mi noche, mi lago, mi siesta; mi ausencia para todo lo que existe cuando estoy atado justificando sus latidos.Desperté de pronto, volví a saber que estaba en la banca con su viejo y disecado amigo. La banqueta estaba suspirando y sobándose las huellas de los pies que le habían quedado encima. Era el tiempo de vals con los déjà vu; era una buena ocasión para saber que mis espacios en blanco me estaban dejando en plena libertad para recordar lo que un día viví; para alterarlo de tal forma que ni yo supiera si habían sido aquellas cosas verdad, o puerta fácil para poder salir de algo que jamás había ocurrido y que me limitaba a añorar con que sí. Supe un poco de todo en ese entonces; la gota brusca que cayó en mi párpado izquierdo cuando paseaba por el lago, en realidad fue una hoja seca del árbol que se cansó de esa quietud vacía y se le desprendió en su áspera cara. El lago no era otra cosa que el agua salada guardada en algún claro de mis ojos; por eso cuando lancé la piedra se estrelló. Tenía tiempo siendo agua catatónica, tenía meses conteniéndola para que no inundara la superficie; he ahí mi explicación flaca de porqué el agua era color espejo. Si era de noche allá, fue porque la sombra muerta ya se había asentado acá en ese jueves por la tarde en la que me quedé dormido sin importar que el parque estuviera en una zona más caótica que las demás. Lo único que no pude descifrar fue la melodía que silbaba el viento; faltaban años todavía para que se me ocurriera crearla.
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El afán de marchitarse Por Saúl Maldonado Mar
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l mundo fue hecho a base de rumores, los días son los vagones de un tren sin rumbo aparente. Me fui en uno de ellos a conocer tanta inmensidad que se me había olvidado, y a deshacerme una vez más. Diste vuelta en una calle equivocada, pisaste otra vez la misma goma de mascar; mientras que yo he resbalado otra vez a la entrada de tu casa. Iba de paso, pero no de casualidad; me he resbalado una vez más, y he llegado a pensar en que es mi destino quedarme ahí, al menos tirado; al menos un momento más mientras me asumo roto. Mientras vuelvo a rearmarme sin importar que por fin quede en una sola pieza, o siga siendo deforme otra temporada más. La luna está a la mitad esta madrugada, se ha partido de tanta risa a causa de mi suerte; se ha rehusado a aclararme las dudas que me estorban porque ella también anda ocupada explorando su propio lado oscuro. Hoy no me has hablado, y eso que estoy resbalándome constantemente frente a ti; y eso que no lo he querido así como así. Hoy no supe mucho de ti más que estás otra vez sufriendo por cosas que aún no te han hecho, por cosas que esperas que te hagan. Pero, mira bien, yo ya no estoy por tiempo indefinido ante tus ojos, ni ante los de nadie. Yo no vengo a estacionarme, aunque
Maktub: El afán de marchitarse
me la viva de resbalón en resbalón. Yo ahora, más bien, cada que caigo aparento que bailaba, hago creer a cuantas miradas morbosas se encuentren en esos instantes que estoy como los perros dando vueltas en mi propio eje hasta encontrar una posición cómoda para dormir la siesta; pero no para morirme soñando. Me he equivocado de colores, me he distraído de mi dirección; y en parte es bueno, y en parte es otro dilema que se suma a la colección de memorias que inevitablemente contaré cuando ya no exista en esta forma. A pesar de que las vivencias sean presenciales, a pesar de que hace unos segundos estaba haciendo algo, ahorita ya es digno de voltear la vista hacia atrás y reconocerlo como un apellido más del pasado; un sobrenombre, más bien. Te he querido mucho últimamente, te he buscado en los vagones del tren en el que viajo, en el que viajan todos los demás, pero casi no te veo viajando ahí; y es ahora cuando detengo la maquinaria y pido que me bajen de aquí, pido que me dejen seguir mi rumbo a pie. No importa si nunca llego a donde iba, no importa si no recuerdo cómo llegar; lo que im-
porta es tener la sensación de que estoy yendo, tener ese minúsculo valor; por mi cuenta, por mi gusto, por mi vicio, por mi sanidad mental. No importa si cuando camine lo haga yo solo, y el resto lo hagan en ese escandaloso tren; no sería la primera vez. Sólo pido que haga menos calor, que el infierno realmente sea éste, y que no haya otro peor; es aquí donde de verdad deseo que la ficción no supere a la realidad, que no te vayas pensando que más que alguien en tu vida, era yo para ti un reductor de velocidad. Tanto rumor que armó al mundo lo hace que se quiebre a sí mismo, tanto miedo en el aire contamina más que el combustible que estamos usando para seguir vivos y no congelarnos en medio de la nada. Tanto rumor que ha sido piedra angular de esta infamia a veces la sobrecarga de soledad. A veces se te olvida que no estás sola, a veces se me olvida ser feliz estando conmigo a cuestas, estando abajo, estando arriba, o estando ausente. Y no es tu culpa, y aunque no lo parezca, en ocasiones, tampoco es mía. Es simplemente que no se puede saber todo de golpe, podría ser peligroso; podríamos quedar con los ojos en blanco, pero no por placer, no por paz, no por poco, más bien para siempre. Y nos perderíamos de las otras sorpresas que forjan toda esa cadena de rumores, de construcciones que hacemos nada más ni menos que por mera vanidad, usualmente. Se me están terminando las palabras en este momento, tengo sed; y como suele pasar, me da pereza ir hasta el manantial. Ojalá tuviera piernas y viniera él hacia mí; ojalá fuera tan fácil sacudirse el polvo que deja tanta aventura mal vivida, y cuando lleguen aventuras nuevas, tuviera uno la bondad de vivirlas sin espejear las anteriores; sin nombrarlas igual que a las de ayer, sin ponerles un nombre peor; o todavía más triste, sin siquiera darles una identidad. Sobre el autor: Lic. Saúl Maldonado Mar Licenciado en Psicología clínica, docente en licenciatura. Referencia de imagen: Maldonado, S. s.f. [imagen sin título] Imagen original del autor
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En construcción El cuerpo: necesidad para la vida en las exhumaciones de fosas clandestinas Por Baruch Martínez Treviño
El cuerpo y el vínculo l cuerpo es indispensable en la vida. No hay cuerpo sin categoría, incluso la categoría de Sin Nombre los incluye en una exclusión, por lo tanto, el cuerpo no está sólo, el cuerpo no está sin significantes, mucha de las veces constituye el significante de la vida. Ahora bien, la vida es relación. Desde el nacimiento, desde la alimentación, desde las caricias de los padres a sus hijos, desde las palabras y las escuchas, desde el crecimiento, las fotografías, los cumpleaños, los sueños, las ilusiones. Bien, todo esto se piensa con estas dos líneas: cuerpo y vida. El cuerpo está vinculado hacia y en la vida. El vínculo es lo que permite que mi nombre tenga una resonancia más allá de la pronunciación, que sé que cuando me digo estoy enunciando a toda mi familia y mi familia me enuncia. Ya sea que sólo mi madre o mi abuela o mi tío o mi padre me hayan dado lugar en el mundo del lenguaje, ellas o ellos son con los que tramité los vínculos para ser lo que desearía ser. La vida del cuerpo está entonces en toda la poética del vínculo que da lugar a su nacimiento. La vida del cuerpo es entonces no sólo el latir del corazón, sino el latir de nuestras palabras que andan en su búsqueda, porque con nuestra palabra plena, con nuestra palabra verdadera, con la que se siente desde lo desconocido de nuestra existencia, que al pronunciarla damos lugar a nuestro paso en el mundo; esta palabra plena que llama a los desaparecidos es el vínculo hacia la vida en y con el cuerpo.
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La palabra plena que enunciamos con la exigencia, interpelando a los otros, interpelando al Estado, interpelando al crimen organizado y a la par, proyectando nuestro horizonte como el paso indomable a la recuperación de la vida en el vínculo con el cuerpo. Entonces la vida del vínculo con el cuerpo tiene sus procesos para la continuación de la vida. Hay quienes hablan de duelo alterado, hay quienes dicen que se debe «dar por muerto» al desaparecido y «resignarse en su búsqueda». Hay quienes frente a la búsqueda de los familiares quieren encerrarla con sus prejuicios y estereotipias, dicen que es un acto irracional, dicen que están locas, dicen que son criminales. Con esto buscan doblegar la verdad del amor bajo la égida del saber institucional: no saben que la verdad de la vida en el vínculo es poética de proyección al encuentro con los familiares; las instituciones no entienden de poesía. Por lo tanto, la poesía arropa el camino, proyecta la voz al horizonte hacia la continuación del proceso del vínculo en la vida. El vínculo en la vida necesita la materialidad del cuerpo para continuar con su propio proceso. La materialidad del cuerpo es la verdad buscada desde el amor y la fe en el horizonte propio del vínculo. Por lo tanto, la verdad del cuerpo es una necesidad de vida que se abre a la disputa: los familiares exigen la verdad del cuerpo y su cuerpo les exige enunciarse en verdad. Esto es: porque sentimos es que decimos, porque
En construcción: El cuerpo
decimos es que damos sentido. Así, entonces, la verdad del cuerpo es la verdad del vínculo. En este sentido, la verdad del cuerpo es la necesidad para continuar con los procesos del vínculo. Dice en un comunicado Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Nuevo León «Si encontramos a los familiares con vida nuestra felicidad será total, si los encontramos sin vida, nosotros habremos recuperado la vida.» Búsqueda y exhumación El vínculo como proceso epistemológico, como construcción de conocimiento desde la verdad del sentido, abre las vías hacia la comprensión del contexto sociopolítico donde está anudado, esto es, por la necesidad del vínculo de encontrar la verdad del cuerpo es que necesitamos conocer todas las texturas y los alambres de púas por donde fue llevado a su desaparición. Aquí es donde encontramos que en México, las instituciones tienen una constitutiva ambivalencia en su quehacer de justicia y verdad. Las formas de gobernabilidad de las emociones en México han tensionado tanto la ética y la dignidad que no podemos hablar de un objetivo
de reconocimiento al otro su quehacer. En este sentido, la violencia ha continuado tanto en las oficinas de gobierno como en las calles. Una violencia que tiene décadas en su dejar hacer, una violencia que se dejó hacer por la complicidad de oficinas de procuración de justicia. La violencia ha dejado un campo de exterminio en cada espacio de excepción de justicia y ley; espacios de excepción logrados a partir de años de enfrentamiento entre el Estado y el crimen organizado, con funcionarios que por acción u omisión dejaron libre juego al mercado de las drogas, un mercado que no tiene ninguna apuesta ética ni de reconocimiento y no lo tiene, además por su mismo surgimiento, también porque sólo aprendió a usar las armas para hacerse de esos espacios de libre tránsito de las mercancías: todo lo demás es, para ellos, menos que excremento. Lleno de fosas clandestinas, con los cuerpos disueltos en ácido, con los espacios fulminados en esperanza, con la fuerza de hacer que todo lo demás sirva al mercado de las drogas, para hacer que todo lo humano pierda el ropaje de 67
En construcción: El cuerpo
cualquier filosofía política que considere que una vida vale la pena de ser vivida: ahí, en el crimen organizado consolidado por el dejar hacer del Estado, la vida ni siquiera es una palabra que signifique algo. Dejados ahí, los restos de personas, la vida llama a su nombramiento; pero la vida del vínculo, la vida de los familiares, la vida del cuerpo sintiente. Dejados ahí, el aprendizaje desde el vínculo no es omiso al contexto sociopolítico de México, sino que, a pesar de él, recupera la fuerza del vínculo como proyección de vida en el encuentro del cuerpo.
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La búsqueda de vida es la búsqueda del cuerpo, es el encuentro con los cuerpos. Y en este contexto de guerra contra el crimen organizado, los cuerpos emergen desde hace años en fosas clandestinas. Los cuerpos están ahí esperando el encuentro del amor por el vínculo que enuncia la palabra plena del cuerpo sintiente. Así, vamos dando paso a la importancia de los procesos del vínculo desde la verdad del cuerpo. El duelo tiene sentido porque los cuerpos se encuentran en su verdad. Por eso el acompañamiento psicosocial en fosas comunes y fosas clandestinas permite abrir hacia la textura de
En construcción: El cuerpo
la palabra plena que de sentido nuevamente al proceso del vínculo. Por eso la búsqueda es tan insistente y fuerte, porque está anudada desde la vida misma y la vida como tal es indomable, es potencia pura. La búsqueda seguirá en cada rincón del país, en cada cuadrante, en cada campo, en cada brecha, en cada suspiro, en cada descanso, en cada momento reflexivo, en cada palabra que llama a su encuentro. Por eso el duelo con la verdad del cuerpo es necesario para continuar con los procesos. Que no se olvide, que la justicia y la verdad son parte de los procesos, paralelos, entrecruzados, retroalimentados, trenzados. La verdad y la justicia se dan desde la verdad del cuerpo. ¿Quién lo puso ahí? ¿Por qué se lo llevaron? ¿Quién permitió esto? Y demás preguntas que reconocen que el duelo tiene también líneas sociopolíticas que llaman a la justicia. El duelo es tanto un proceso íntimo como, en estos casos, un llamamiento a la memoria, a la verdad y a la justicia, porque se los llevaron en contra de su voluntad, porque negaron información sobre su paradero, porque criminalizaron y revictimizaron el dolor y el amor, porque querían lavarse las manos diciendo que estaban trabajando en la búsqueda y sólo se convertían en un expediente más. Por eso seguiremos buscando a los desaparecidos, porque la justicia no entiende del vínculo, de la poética del amor por la verdad de los cuerpos. Por eso es importante seguir proyectando nuestra palabra plena hacia la verdad del amor. Por eso el acompañamiento en la exhumación de restos es indispensable empujar para el encuentro con la verdad. Referencias de imágenes: [Fotografía de persona escribiendo en un cuaderno] Recuperado de: https://alcyoneguillevic.wordpress.com/ [Fotografía de mujer viendo una pintura] Recuperado de: http://french. beijingreview.com.cn/magazine/2012-05/28/content_455874.html [Fotografía de niña pintando en el suelo] (2015) Recuperado de: http:// www.luckysophie.com/2015/07/l-apprentissage-de-l-ecriture.html
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